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EPISODIO DEPRESIVO

“Se considera que la depresión ha persistido a lo largo del desarrollo de la

humanidad. En la antigüedad, su símil recibió el nombre de melancolía y sus síntomas

fueron descritos en casi todos los registros literarios y médicos. La Biblia, por

ejemplo, cuenta el fin del rey Antioco Epifanes (Macabeos 1ª, 6), su tristeza y sus

palabras después de una derrota militar: "Huye el sueño de mis ojos y mi corazón

desfallece de ansiedad".

La palabra melancolía nació como término médico, fruto de la doctrina humorista, que

ocupó la mayor parte de la historia de la medicina. El humorismo era la doctrina médica

antigua, definida por Hipócrates en el siglo V a.n.e., que explicaba la salud y la

enfermedad por la acción equilibrada o desequilibrada de los humores en el cuerpo. La

crasis era el equilibrio entre los 4 humores básicos: sangre, flema, bilis y atrabilis -humor

negro o melancolía; así mismo, la expulsión de los humores mediante el sudor, los

vómitos, la expectoración, la orina y las deyecciones, se conocían como crisis. En el

proceso de la enfermedad los médicos sabían cuál era el momento crítico, es decir, aquel

en el que debía ocurrir la expulsión de los malos humores.

Los griegos antiguos ya hacían mención a un estado de locura delirante, con ánimo

exaltado. Soranus (I a.n.e.) había comprobado una posible relación entre el estado de

locura delirante y la melancolía, e incluso describió los episodios mixtos. Areteo de

Capadocia, siglo I n.e., escribió: "La melancolía es una alteración apirética del ánimo,

que está siempre frío y adherido a un mismo pensamiento, inclinado a la tristeza y la

pesadumbre"; causada también por la bilis negra. Además, describió la conexión entre

episodios depresivos y maníacos: "la melancolía es el principio y parte de la

manía"..."algunos pacientes, después de ser melancólicos, tienen brotes de manía... de

manera que la manía es una posible variedad del estar melancólico". Para él la
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melancolía era la forma fundamental de locura, de la que derivarían las otras variedades.

Cuando la enfermedad se agravaba, se producía una

afectación del cerebro por vía simpática, que daba lugar a la aparición de la manía.

El fuerte desequilibrio de alguno de los humores era la génesis de la aparición de

distintas enfermedades; el leve predominio de un humor sobre los otros determinaba un

temperamento, una manera de ser. Para los griegos, 4 eran las esencias: tierra, aire,

fuego y agua; 4, los puntos cardinales; 4, las estaciones; 4, las edades del hombre:

infancia, juventud, madurez y vejez, y 4 los temperamentos: sanguíneo, colérico,

melancólico y flemático.

Conforme fue avanzando el tiempo, los conceptos y términos utilizados para

referirse a la melancolía o la depresión eran más acertados y específicos. De esta

manera, Meyer propuso eliminar totalmente el término melancolía y reemplazarlo por

el de depresión. Así, en esta puja semántica se llegó a la redundancia de nominar

depresión con melancolía cuando los síntomas eran suficientemente graves como para

nominarlos simplemente como depresión.

En 1863, el término ciclotimia fue empleado por Kahlbaum para designar las

variaciones de las fases depresiva y maníaca, remedando los ciclos. Finalmente, la

melancolía fue aceptada como concepto de depresión, y dio lugar a otros más que

especifican las diferentes ramas o clasificaciones de esta, como se demostró en la

primera cuarta parte del siglo XX, cuando los conceptos se desglosaban en ansiedad,

depresión, histeria, hipocondría, obsesión, fobia y trastorno psicosomático, entre otros.

En 1911 Freud publicó su trabajo Duelo y melancolía, en el cual se establecieron las

diferencias entre la enfermedad y el proceso de duelo que tiene lugar cuan- do se sufre

por la pérdida de un ser querido, donde es normal la depresión, siempre y cuando esta

se resuelva entre 6 y 12 meses, y no incapacite a la persona en el desarrollo de sus


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actividades normales.

En 1924 Bleuler se apartó de la línea de Kraepelin, al plantear que la relación entre

la enfermedad maníaco-depresiva y la demencia precoz era parte de un continuo, sin

una línea clara de delimitación. Por último, Meyer creía que la psicopatología surgía de

interacciones biopsicosociales.

A partir de esta conceptualización, reflejada por el DSM-I en 1952, se incluyó el

término reacción maníaco-depresiva. En 1957, Leonhard observó que algunos

pacientes presentaban tanto historia de depresión como historia de manía, mientras que

otros manifestaban solamente historia de depresión. En observaciones sucesivas notó

que los pacientes con historia de manía (aquellos a los cuales llamó bipolares) tenían

una elevada incidencia de manía en sus familias, cuando los comparaba con aquellos

que tenían solamente historia de depresión (a los cuales llamó monopolares). En 1976,

Dunner y colaboradores sugirieron subdividir el trastorno bipolar de la manera

siguiente: tipo I, pacientes con historia de manía lo suficientemente severa como para

requerir hospitalización (muchos de estos cuadros se acompañan de síntomas

psicóticos) y tipo II, pacientes con una historia de hipomanía, además de presentar una

historia previa de depresión mayor, que requirió hospitalización. En 1980, la distinción

bipolar-unipolar fue incorporada formalmente en el sistema americano DSM-III.

Otras de las formas clínicas de nombrar la depresión fue neurosis depresiva,

mientras que la otra, psicosis maníaco-depresiva. A partir del DSM-III, en el Manual

de diagnóstico y estadística de la Asociación Psiquiátrica Americana, publicado en su

tercera edición en 1981, se cambiaron los nombres por trastorno distímico y trastorno

depresivo mayor.

Al igual que la tuberculosis, esta enfermedad fue elevada a la categoría de sublime

por el romanticismo. Estuvo presente en nuestra cultura y nuestra lengua desde siempre,
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y sufrió diversas modificaciones (melangía, metralgía, melarchía...), que no

prosperaron. Debido a su interés, la melancolía ha sido objeto de obras literarias y

pictóricas. Tirso de Molina compuso la comedia El melancólico, la cual suscitó un gran

interés para el público porque veía en el protagonista al enigmático y melancólico

Felipe II.

Si bien las teorías patogénicas acerca de la depresión continúan girando en espiral a

lo largo de la historia, pasando de la magia a lo religioso, de la química a la mecánica,

del animismo a lo orgánico, del humor a la electricidad, de lo ambiental a lo genético,

de lo espiritual a lo vital, del espíritu animal a los neurotransmisores, el cuadro clínico,

lo descriptivo, permanece estable.” (Alonso, 2011)

Concepto actual

La característica esencial de un episodio depresivo mayor es un período de al menos

2 semanas durante el que hay un estado de ánimo deprimido o una pérdida de interés o

placer en casi todas las actividades.

Definición

“La palabra depresión viene del latín depressu,, que significa 'abatido', 'derribado', y

para la psiquiatría es un trastorno del estado de ánimo1 bajo que en términos

coloquiales se presenta como un estado de abatimiento e infelicidad que puede ser

transitorio o permanente. Su sintomatología es muy variada va desde síntomas físicos,

inhibición de pensamiento, inhibición psicomotora, hasta presentarse asociadas con

otras patologías de ansiedad y alcoholismo.


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Es una enfermedad crónica y recurrente, que puede conducir a la muerte por suicidio

afecta la calidad de vida por lo que requiere un tratamiento permanente. Al ser una

enfermedad cíclica la enfermedad puede aparecer y desaparecer espontáneamente.”

(Alberto Conti, 2007)

“La depresión mayor es un síndrome o agrupación de síntomas en el que predominan

los síntomas afectivos (tristeza patológica, decaimiento, irritabilidad, sensación

subjetiva de malestar e impotencia frente a las exigencias de la vida) aunque, en mayor

o menor grado, también están presentes síntomas de tipo cognitivo, volitivo o incluso

somático, por lo que podría hablarse de una afectación global de la vida psíquica,

haciendo especial énfasis en la esfera afectiva.

La base para distinguir estos cambios patológicos de cambios ordinarios, viene dada

por la persistencia de la clínica, su gravedad, la presencia de otros síntomas y el grado

de deterioro funcional y social que lo acompaña.

Muchos casos de depresión son claramente apreciables en la práctica clínica, aunque

raras veces resulta fácil establecer su autonomía diagnóstica respecto de otras

entidades psicopatológicas. Así, por ejemplo, la asociación entre trastorno depresivo y

de ansiedad es alta y con diversas combinaciones sintomáticas en sus manifestaciones.

La depresión también puede concurrir con el abuso de alcohol u otros tóxicos, y con

algunas enfermedades orgánicas cerebrales y sistémicas. Si bien las causas de la

depresión no son conocidas, diferentes factores podríanintervenir en su génesis, como

determinados factores genéticos, vivencias de la infancia y adversidades psicosociales

actuales (contexto social y aspectos de la personalidad). También podrían jugar un

papel importante como factores de riesgo en el desarrollo de una depresión, dificultades

en las relaciones sociales, el género, el estatus socio-económico o disfunciones

cognitivas, aunque lo más probable sea una interacción de factores biológicos,


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psicológicos y sociales.” (Definicion y diagnostico de la depresion mayor)

Etiología

“El origen de la depresión es complejo, ya que en su aparición influyen factores

psicológicos, genéticos, biológicos (Trastornos bioquímicos a nivel del sistema límbico que

desregula varios sistemas del NT), y sociales (aprendizajes, condicionamientos educación).

Después del episodio inicial, otros episodios depresivos casi siempre son desencadenados por

un estrés leve, e incluso pueden ocurrir sin que haya una situación de estrés.” (A., 1980)

Causas Psicológicas

“Los factores emocionales son un factor determinante y desempeñan un papel

preponderante, presentándose desde los primeros años de vida, determinados rasgos de

personalidad tan profundamente enraizados en el modo de ser del individuo que se aprenden a

través de la estrecha relación y la dependencia con respecto a los miembros de la familia"31.

[Las personas con poca autoestima, se perciben a sí mismas y perciben al mundo en forma

pesimista, se abruman fácilmente por el estrés, están predispuestas a la depresión. No se sabe

con certeza si esto representa una predisposición psicológica o una etapa temprana de la

enfermedad. Desde la psicología de conducta, se entendería que la autoestima y la depresión

suponen ambas descripciones de aprendizajes adquiridos, siendo la causa de la depresión

principalmente social, es decir, aprendida. Por ejemplo, la evitación y el condicionamiento han

demostrado tener un papel fundamental en la adquisición y mantenimiento de este problema.

La pérdida de un ser querido hace sentir diferentes estados de ánimo en el transcurso del período

de duelo, que van desde: la negación al principio y la desesperación de perder a alguien; a la


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depresión; la ira contra el objeto perdido (amado) y finalmente la aceptación. Sucede también

con los problemas en una o en muchas de sus relaciones interpersonales. Los problemas

económicos o cualquier situación estresante en la vida (situaciones deseadas o no deseadas)

también pueden precipitar un episodio depresivo. En los últimos años, la investigación

científica ha demostrado que algunas enfermedades físicas pueden acarrear problemas

mentales, como los accidentes cerebro-vasculares, los ataques al corazón, el cáncer, la

enfermedad de Parkinson y los trastornos hormonales que pueden llevar a una enfermedad

depresiva. La persona enferma y deprimida se siente apática y sin deseos de atender sus propias

necesidades físicas, lo cual, prolonga el periodo de recuperación.

Causas Genéticas

Algunos tipos de depresión tienden a afectar a los miembros de la misma familia, lo cual

sugeriría que se puede heredar una predisposición biológica. En algunas familias, la depresión

severa se presenta generación tras generación. Sin embargo, la depresión severa también puede

afectar a personas que no tienen una historia familiar de depresión. Por ejemplo, en las

depresiones psicóticas el factor hereditario o genético es especialmente importante y en la

depresión endógena se basa de manera exclusiva en factores orgánicos, que son

presumiblemente hereditarios, y se manifiestan mediante alteraciones bioquímicas del

organismo. Hasta el momento, los estudios de genética molecular no han aportado datos

definitivos sobre la herencia de estos trastornos, debido a la naturaleza compleja de las

enfermedades psiquiátricas. En su etiopatogenia, intervienen muchos genes, además, se dan

combinaciones de características genéticas que se hallan presentes en la población en general,

así como la presencia de factores genéticos que las propician y que interactúan con los factores

ambientales, que es difícil esclarecerlas con las técnicas actuales. Estos resultados

contradictorios, se deben a que la forma de transmisión es desconocida y probablemente sea


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variable y escasamente específica, además, no existen mutaciones específicas que nos la

expliquen.

Causas Biológicas

Sistemas Neurobiológicos: Se han hecho muchos avances en estudios de los trastornos

depresivos y aún no conocemos exactamente (desde el punto de vista neurobiológico) cuál es

la base bioquímica de las alteraciones biológicas que se manifiestan en los síntomas depresivos

y consecuentemente, en qué nos puedan ayudar puntualmente en las estrategias del tratamiento

adecuado. Se sabe, que el sistema límbico es el sustrato anatómico de la depresión; contiene

rica inervación de la Serotonina (5-hidroxitriptamina, o 5HT) que es importante para la acción

de los antidepresivos. Se requiere un sistema 5-HT intacto para que los antidepresivos

funcionen. Aunque los antidepresivos actúan precisamente a este nivel, luego se relacionan con

las alteraciones biológicas, que mínimamente, arrojan explicaciones para tratar la

sintomatología. Existen, múltiples hipótesis y teorías al respecto, algunas, ya han perdido

vigencia y otras, son una apuesta a futuro en la investigación.

Neurotransmisores: Se han propuesto teorías de que muchos de los NT eran responsables

de la depresión, otros, proponían que eran a causa de las alteraciones - en sensibilidad, números,

regulación, alteraciones de respuesta, modificación de lugares de fijación, deficiencia en la

frecuencias de descarga, deficiencia en la neurotransmisión - de los receptores presinápticos o

postsinápticos, otros, señalaban la alteración de las aminas biógenas en los fluidos corporales,

que eran las causantes, o las alteraciones en la traducción y descripción del mensaje a la neurona

postsináptica a pesar de que el neurotransmisor y receptor esté en condiciones normales; otras

teorías, sin embargo, apuntan a alteraciones en los procesos intracelulares, alteraciones de los

genes, hiperactividad de ciertos sistemas hormonales, en la cual encontramos un incremento en

la producción de CRF, alteraciones en los niveles de péptidos opioides y una disminución de


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NPY, que se coordina con el sistema NA; pero hasta la fecha, tampoco se conoce su forma de

actuación. Sin embargo, lo que SÍ SE SABE es que:

En la depresión, hay mal funcionamiento de la Na, la serotonina y la hiperactividad de los

sistemas hormonales.

El neuropéptido Y (NPY), que es un neurotransmisor péptido de 36 aminoácidos que se

encuentra en el cerebro y el sistema nervioso autónomo, actúa aumentando los efectos

vasoconstrictores de las neuronas noradrenérgicas y ha sido asociado con varios procesos

fisiológicos cerebrales, incluyendo la regulación del balance energético, la memoria, el

aprendizaje y la epilepsia. Controla la integración emocional a nivel límbico, así como la

función hipotalámica hipofisaria, y el hipotálamo, la cual, regula la secreción hormonal,

sintetiza y libera los péptidos y a través de la hipófisis estimula o inhibe la liberación de

hormonas diversas a la sangre, y a su vez controla la liberación de otras glándulas dianas.

Los neuropèptidos, los neurotransmisores y los neuromoduladores se encuentran en el

sistema nervioso central SNC, y sus ciclos biológicos son diferentes.

Los desarrollos de fármacos no peptídicos son capaces de afectar a estos sistemas. El estudio

a encontrar nuevas sustancias que actúen sobre los moduladores endógenos asociados a la

proteína G, son un avance en la investigación de la fisiopatología de la depresión, en la que sus

mayores descubrimientos serán imprescindibles y nos ayudaran en el abordaje terapéutico a

futuro. Como vemos hasta el momento, conocemos el papel que desempeñan algunos NT en la

depresión. Así pues, en el caso de las aminas (5HT, DA y NA) se postuló que existían
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alteraciones a nivel de sus receptores (hipo/hipersensibilidad) y déficit/incrementos en sus

sinapsis, dependiendo si se trataba de depresión o manía. La relación de estas aminas con la

depresión, se deben a algunas de las funciones que desempeñan en distintas zonas cerebrales.

A continuación, los describiremos brevemente:

La NA su función principal es determinar si nuestra atención se debe dirigir al entorno

externo o interno, intervienen también en el control cognitivo, el estado de ánimo, las

emociones, movimientos y P.A. sus alteraciones en déficit o exceso produciría alteraciones en

estas funciones. Actualmente se le considera a la NA, ser la responsable de determinados

síntomas como los neurovegetativos, la ansiedad o la activación, más no, el causante de las

alteraciones psicobiológicas de la depresión.

La Serotonina tienen un núcleo rafe grande que se dirige a varios puntos de salida (cortex

frontal, ganglios basales, áreas límbicas, hipotálamo, tronco cerebral; en los reflejos espinales)

desde ahí, intervienen en los estados de ánimo, movimientos, en los trastornos de ansiedad y

pánico, en la conducta alimentaria, la regulación del sueño, en la respuesta sexual, vómito,

motilidad gastrointestinal, el dolor. La baja de serotonina, trae consecuencias en todas sus

funciones mencionadas, sobre todo cuando baja los niveles del metabolito 5-HIAA; principal

metabolito del 5-HT que interviene en la modulación del estado de ánimo, se produce la falta

de control de impulsos e ideas suicidas, entre otras. Se puede evaluar indirectamente la función

hormonal del 5-HT evaluando la prolactina y las plaquetas en la sangre.

La Dopamina- DA influye en la disminución de la actividad general, la actividad motora;

tiene que ver también con el humor y la iniciativa; su aumento, produce manías y la

disminución, la depresión. Algunos antidepresivos inhiben la recaptación de la DA y en

administraciones prolongadas, modifican la sensibilidad de sus receptores.


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La Ach acetil colina regula los efectos del estrés, que en la depresión, existiría un predominio

de ésta. Por último, parece haber una disminución del GABA, aunque no quede del todo

esclarecido su papel. En cuanto a la expresión génica se refiere, se concluye que podría haber

en los sistemas de NT y receptores, una capacidad de respuesta alterada.

Así, en la depresión, posiblemente esté alterado el gen que codifica la formación del factor

de crecimiento celular BDNF. Los AD activarían los genes para que formaran BDNF.

Probablemente implicados en la depresión, aparecen también los péptidos y otras sustancias.

Sistemas Neuroendocrinos, La depresión, es el trastorno psiquiátrico en el que más

estudios se han realizado desde el punto de vista neuroendocrino, habiéndose encontrado

alteraciones, principalmente en los ejes HPA, HPT y HPGH. También existen desequilibrios

en funciones tiroideas, como la TRH. Otras sustancias peptídicas influyentes son la SP, la CCK,

la galanina, la leptina y la 5-HT modulina.

Entre sus funciones, destacaríamos la localización en regiones cerebrales que regulan el

comportamiento afectivo y la respuesta neuroquímica al estrés (SP); la regulación del nivel de

ansiedad (CCK); la interacción con receptores 5-HT postsinápticos (galanina); la relación entre

los niveles de leptina y el IMC que no se observan en sujetos deprimidos y, finalmente; la

interacción de la 5- HT modulina con un receptor serotonérgico que hace aumentar la liberación

de 5HT al inhibir este tipo de receptor. Hay evidencias de alteraciones hormonales que parecen

modular o influir de forma tan importante sobre la aparición y el curso de la enfermedad.

La Psiconeuroinmunología ha evidenciado trastornos sobre el eje hipotálamo-hipofisario-

adrenal

La inmunidad, consiste en un sistema de mecanismos adaptables que se han ido

desarrollando para proteger al organismo del ataque de proteínas externas, sobre todo, de los

agentes bacterianos y virales. El posible significado que las disfunciones inmunológicas puedan
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tener en los trastornos psiquiátricos no está todavía claro. En la investigación

neuroinmunológica, las citocinas, las proteínas señalizadoras, desempeñan un papel muy

importante. El hecho de que éstas y los neurotransmisores interactúen de forma compleja en el

cerebro, han adquirido un especial interés. El sistema inmunológico es la que interactúa con

otros sistemas del organismo, en especial con los sistemas neuroendocrinológico y autónomo.

Determinadas características clínicas de algunos trastornos psiquiátricos, han estimulado la

aplicación de métodos inmunológicos en la búsqueda de la patogénesis de los trastornos

psiquiátricos. El distrés psicosocial agudo y crónico, por ejemplo, ha sido un tema

neuroinmunológico importante. Con respecto a la respuesta inmunológica a la influencia

psicosocial, se ha distinguido entre el estrés agudo y el estrés crónico. El primero, tiene como

resultado un aumento del número total de linfocitos, concretamente de células NK y se asocia

con la liberación de cortisol. El segundo, por su parte, ocasiona una disminución de las

funciones biológicas de las células inmunológicas como un descenso en la proliferación de los

linfocitos después de una estimulación. Se ha observado, por ejemplo, que la capacidad de los

linfocitos de proliferar tras un cierto estímulo, disminuye en muchos estudios, así como la

actividad fisiológica de las células NK, lo que apunta a que, en algunos grupos de pacientes

depresivos, pueda existir una disminución de las funciones inmunológicas fisiológicas. Otros

estudios más recientes hablan de la posibilidad de una actividad de las funciones inmunológicas

en los pacientes depresivos, similar a una reacción inflamatoria en el caso de una infección.

Esta hipótesis inflamatoria se ha basado, principalmente, en observaciones del sistema

monocito-macrófago. Sin embargo, aún no se ha descubierto ninguna alteración biológica

estable y común a todas las personas con depresión, es decir, ningún marcador biológico. Por

esta razón, estas alteraciones también pueden ser interpretadas como correlatos biológicos, pero

no implican necesariamente una explicación absoluta del hipotético síndrome.


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En conclusión, diremos que la depresión es descrita desde la medicina, con una serie de

síntomas o cuadros clínicos caracterizados por trastornos del estado de ánimo. Así, cualquier

problema psicológico que cumpla esos criterios pudiera ser diagnosticable como depresión; ya

sea tratándose de un problema neurodegenerativo, ya sea aprendida, y en todos los casos

posibles, estaríamos hablando de un síndrome. Si bien, el diagnóstico médico debe indicar si

su origen es neuroanatómico, hormonal o psicológico. Es decir, aún no se ha encontrado ningún

marcador biológico de la depresión, de modo que ninguna de las alteraciones biológicas

atribuidas a la depresión, puede ser usada para el diagnóstico de la enfermedad.

Causas Sociales

Para los seres humanos los vínculos afectivos son muy importantes, y en consecuencia, se

puede ocasionar una depresión al sentir la destrucción de estos vínculos; por ejemplo, un

duelo o un divorcio, etc., o también el ingreso de una persona al espacio vital, en el lugar en

donde alguien se relaciona y se siente invadido. Estos factores son importantes para que se

originen una depresión, dentro de los cuales, también están implicados otros (no menos

importantes), que pueden disparar un trastorno, como por ejemplo, el "refugiarse" en las

drogas o el alcohol.” (Gutierrez, 1980)

Epidemiologia

“Desde hace varios años las investigaciones epidemiológicas vienen alertando acerca de las

características que matizan este trastorno. En estudios realizados en diferentes países, se ha

estimado la depresión de por vida en cifras que pueden oscilar entre 2,9 y 15,4, lo que puede

sugerir una variabilidad en los criterios diagnósticos.


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La depresión es tal vez la más irreconocida, no diagnosticada y no tratada de las

enfermedades médicas, y los costos directos e indirectos son mayores que cualquier otra

enfermedad, excepto las cardiovasculares, por esta razón algunos investigadores la han

denominado la gran epidemia silente. En estudios de atención primaria se plantea que es

infradiagnosticada en el 31 %, aunque algunos han reportado hasta el 50 %.

Se presenta entre el 5 y 8 % de la población, pero en comorbilidad con otras enfermedades

médicas y psiquiátricas puede alcanzar entre el 25 y 30 %. En la actualidad esta enfermedad

ocupa el cuarto lugar entre las enfermedades discapacitantes y se estima que para el año 2020

ocupará el segundo. Es la primera causa de discapacidad dentro de los trastornos mentales.

Algunos elementos culturales pueden influir en el desarrollo y la aparición de la depresión,

como es el caso de la cultura judía. En un estudio llevado a cabo en 339 personas (157 hombres

y 182 mujeres) se encontró un predominio similar de depresión en uno y otro sexo.

La depresión es la más común de las enfermedades mentales y ha sido diagnosticada

aproximadamente en el 40 % de los pacientes que acuden a la consulta de psiquiatría.

Asimismo, es la causa principal de incapacidad, medida en años vividos con incapacidad (years

lived with disability), y el cuarto factor más importante que contribuye a la carga global de

enfermedad, medida en años de vida ajustados a la incapacidad (disability adjusted life years),

igual a la suma de los años de vida potencial perdidos, debido a la mortalidad prematura, y los

años de vida productiva, perdidos por incapacidad.

En Europa, 1 de cada 5 personas padecerá una depresión a lo largo de su vida. En un estudio

epidemiológico llevado a cabo en una muestra de 21 425 personas, pertenecientes a 6 países

europeos, se observó que la depresión mayor era el trastorno psiquiátrico más común: el 13 %

afirmó haber sufrido, al menos, un episodio de depresión mayor a lo largo de su vida y el 4 %,

en el último año.
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En EE. UU, alrededor del 10 % de las mujeres y el 4 % de los hombres han tomado un

antidepresivo en algún momento. La prevalencia puntual de los síntomas depresivos en la

población general oscila entre el 9 y 20 %, y el riesgo de sufrir un trastorno depresivo a lo largo

de la vida se encuentra entre el 6 y 10 % en los hombres, y el 12 y 20 % en las mujeres. La

mayoría de las depresiones permanece sin diagnosticar y, por ello, sin tratar. Dado que una gran

parte de los pacientes acude con sus quejas, frecuentemente inespecíficas, al médico de la

familia, este se encuentra en una posición idónea para diagnosticar y en muchos casos tratar la

depresión, pero por esta misma razón se puede producir un subregistro.

Incidencia: Entre el 6 y 8 % de las personas mayores de 15 años de la población general

sufre depresión.

Tasa de prevalencia: Entre el 20 y 25 % de la población general sufrirá una depresión en

algún momento de su vida. La Organización Mundial de la Salud estima que la depresión,

internacionalmente, es la causa principal de incapacidad en las personas de mediana edad, así

como en las mujeres de todos los grupos de edades.

Desde el 2000, las ventas de los antidepresivos han alcanzado cifras relevantes en la

prescripción de medicamentos de cualquier tipo. Todavía los estudios epidemiológicos

sugieren que hay un vasto número de individuos depresivos no tratados.

Consecuentemente, los médicos de atención primaria han sido reclutados como la primera

línea de defensa y algunos investigan, de forma rutinaria, la presencia de depresión. Por todo

lo anteriormente expuesto, el consumo de antidepresivos se ha elevado desde 1990. No

obstante, se ha cuestionado si la clasificación de los DSM y sus diferentes versiones tiene en

cuenta todos los elementos para llevar a cabo el diagnóstico de trastorno depresivo mayor.”

(Cook TM, 2010)


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Clasificación

“Las depresiones se agrupan no solo en un continuo de gravedad, sino que representan,

además, el paradigma de la dimensionalidad de los trastornos mentales

Las formas más graves responden mejor al tratamiento que las más leves, pero más crónicas,

lo que evidencia una incongruencia entre la gravedad de los síntomas y su evolución, lo cual es

consistente con la práctica clínica.

Por lo general, en psiquiatría se utilizan 2 sistemas clasificatorios: la Clasificción

Internacional de las Enfermedades, en su décima edición (CIE-10), perteneciente a la OMS, y

la de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría, por el texto revisado de su cuarta edición

(DSM-IV-RT).

En correspondencia con la Clasificación internacional estadística de enfermedades y

problemas relacionados con la salud, para diagnosticar la depresión hay que establecer primero

la presencia de un episodio depresivo.

F32 Episodios depresivos. Los episodios depresivos típicos se caracterizan por:

 Humor depresivo.

 Pérdida de la capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas.

 Disminución de la vitalidad, que lleva a una reducción del nivel de actividad y

a un cansancio exagerado, que aparece incluso tras un esfuerzo mínimo.

 Disminución de la atención y la concentración.

 Pérdida de la confianza en sí mismo y sentimientos de inferioridad.


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 Ideas de culpa y de ser inútil, incluso en los episodios leves.

 Perspectiva sombría del futuro.

 Pensamientos y actos suicidas o de autoagresiones.

 Trastornos del sueño.

 Pérdida del apetito.

La depresión del estado de ánimo varía escasamente de un día para otro y no hay respuesta

a los cambios ambientales, aunque se pueden presentar variaciones circadianas características.

La presentación clínica puede ser distinta en cada episodio y en cada individuo. Las formas

atípicas son particularmente frecuentes en la adolescencia.

En algunos casos, la ansiedad, el malestar y la agitación psicomotríz pueden predominar

sobre la depresión. La alteración del estado de ánimo puede estar enmascarada por otros

síntomas, tales como irritabilidad, consumo excesivo de alcohol, comportamiento histriónico,

exacerbación de fobias o síntomas s o por preocupaciones hipocondríacas.

Para el diagnóstico de episodio depresivo en cualquiera de los 3 niveles de gravedad,

habitualmente se requiere una duración de al menos 2 semanas, aunque períodos más cortos

pueden ser aceptados si los síntomas son excepcionalmente graves o de comienzo brusco.

Algunos de los síntomas anteriores pueden ser muy destacados y adquirir un significado

clínico especial. Los ejemplos más típicos son:

 Pérdida del interés o de la capacidad de disfrutar de actividades que anterior-

mente eran placenteras.

 Pérdida de reactividad emocional a acontecimientos y circunstancias ambienta-

les placenteras.
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 Despertarse por la mañana 2 o más horas antes de lo habitual.

 Empeoramiento matutino del humor depresivo.

 Presencia objetiva de inhibición o agitación psicomotrices claras (observadas o

referidas por terceras personas).

 Pérdida marcada del apetito.

 Pérdida de peso (5 % o más del peso corporal en el último mes).

 Pérdida marcada de la libido.

Habitualmente, este síndrome somático no se considera presente, al menos que 4 o más de

las características anteriores estén definitivamente implícitas.

F32.0 Episodio depresivo leve

Pautas para el diagnóstico. El ánimo depresivo, la pérdida de interés y de la capacidad de

disfrutar, y el aumento de la fatigabilidad, suelen considerarse los síntomas más típicos de la

depresión y, como mínimo, 2 de estos 3 deben estar presentes para plantear un diagnóstico

definitivo, además de incluirse, al me- nos, 2 de los síntomas referidos anteriormente. Así

mismo, ninguno de los síntomas debe estar presente en un grado intenso. El episodio depresivo

debe durar, al me- nos, 2 semanas.

Un enfermo con un episodio depresivo leve suele encontrarse afectado por los síntomas y

tiene alguna dificultad para llevar a cabo sus actividades laboral y social, aunque es probable

que no las deje por completo.

Se puede utilizar un quinto carácter para especificar la presencia de síntomas somáticos:

F32.00 Sin síndrome somático. Se satisfacen totalmente las pautas de episodio depresivo

leve y están presentes pocos síndromes somáticos o ninguno.


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F32.01 Con síndrome somático. Se satisfacen las pautas de episodio depresivo leve y

también están presentes 4 o más de los síndromes somáticos; si solo están presentes 2 o 3, pero

son de una gravedad excepcional, puede estar justifica- do utilizar esta categoría.

F32.1 Episodio depresivo moderado

Pautas para el diagnóstico. Deben estar presentes, como mínimo, 2 de los 3 síntomas más

típicos, descritos para el episodio depresivo leve (F32.0), así como al menos 3 (y

preferiblemente 4) de los demás síntomas. Es probable que varios de los síntomas se presenten

en grado intenso, aunque esto no es esencial si son muchos los síntomas presentes.

El episodio depresivo debe durar al menos 2 semanas. Un enfermo con un episodio

depresivo moderado suele tener grandes dificulta- des para poder continuar desarrollando sus

actividades social, laboral o doméstica.

Se puede utilizar un quinto carácter para especificar la presencia de síndrome somático:

F32.10 Sin síndrome somático. Se satisfacen totalmente las pautas de episodio depresivo

moderado y no están presentes los síndromes somáticos.

F32.11 Con síndrome somático. Se satisfacen totalmente las pautas de episodio depresivo

moderado y también están presentes 4 o más de los síndromes somáticos; si solo están presentes

2 o 3, pero son de una gravedad excepcional, puede estar justificado utilizar esta categoría.

F32.2 Episodio depresivo grave, sin síntomas psicóticos. Durante un episodio depresivo

grave, el enfermo suele presentar una considerable angustia o agitación, a menos que la

inhibición sea una característica marcada. Es probable que la pérdida de la autoestima y los

sentimientos de inutilidad o de culpa sean significativos, y el riesgo de suicidio es importante


20

en los casos particularmente graves. Se presupone que los síntomas somáticos están presentes,

casi siempre, durante un episodio depresivo grave.

Pautas para el diagnóstico:

Para confirmar el diagnóstico deben estar presentes los 3 síntomas típicos del episodio

depresivo leve y moderado, y por lo menos 4 de los demás síntomas, los cuales deben ser de

intensidad grave, sin embargo, si se presentan síntomas importantes como la agitación o la

inhibición psicomotrices, el enfermo puede estar poco dispuesto o ser incapaz de describir

muchos síntomas con detalle. En estos casos está justificada una evaluación global de la

gravedad del episodio.

Normalmente, el episodio depresivo debe durar al menos 2 semanas, pero si los síntomas

son particularmente graves y de inicio muy rápido, puede estar justificado hacer el diagnóstico

con una duración menor de 2 semanas.

Durante un episodio depresivo grave no es probable que el enfermo sea capaz de continuar

con sus actividades laboral, social o doméstica, más allá de un grado muy limitado.”

Cuadro de la enfermedad

“Los síntomas de un episodio depresivo mayor suelen desarrollarse a lo largo de días o

semanas.

Antes de que comience un episodio depresivo mayor completo, puede haber un período

prodrómico con síntomas ansiosos y síntomas depresivos leves, que puede durar semanas o

meses. La duración de un episodio depresivo mayor también es variable. Lo habitual es que un

episodio no tratado dure 6 meses o más, independientemente de la edad de inicio. En la mayoría


21

de los casos hay una remisión completa de los síntomas y la actividad retorna al nivel

premórbido. En una proporción considerable de casos (quizá el 20 o el 30 %), algunos síntomas

depresivos que son insuficientes para cumplir totalmente los criterios para un episodio

depresivo mayor persisten durante meses o incluso años y se asocian a incapacidad o malestar

(en cuyo caso se debe anotar la especificación en remisión parcial; pág. 385). La remisión

parcial después de un episodio depresivo mayor parece ser predictora de un patrón parecido

para episodios posteriores. En algunos sujetos (5-10 %) se siguen cumpliendo totalmente los

criterios para un episodio depresivo mayor durante 2 o más años.” (Asociación Estadounidense

de Psiquiatría, 2000)

Criterios diagnósticos

“La posibilidad diagnóstica de un trastorno depresivo se puede plantear a partir de datos

observacionales poco específicos, como el deterioro en la apariencia y en el aspecto personal,

enlentecimiento psicomotriz, tono de voz bajo, facies triste, llanto fácil o espontáneo,

disminución de la atención, verbalización de ideas pesimistas, ideas hipocondríacas,

alteraciones del sueño y quejas somáticas inespecíficas.

La edad de inicio de la DM, aunque varía en diferentes estudios, puede establecerse

entre los 30 y 40 años, y alcanza un pico máximo de incidencia entre los 18-44. La

presentación de la enfermedad puede ser distinta con la edad, y así, los jóvenes muestran

síntomas fundamentalmente comportamentales mientras que los ancianos tienen con

mayor frecuencia síntomas somáticos.

Existen diversos instrumentos diagnósticos fiables, como la escala de autoevaluación


22

MINI (Mini International Neuropsychiatric Interview) que permiten identificar aquellos

individuos que presentan síntomas depresivos y posibilitan que el clínico lleve a cabo una

entrevista diagnóstica. Muchos de estos instrumentos son útiles en los centros de Atención

Primaria.

El primer episodio de una depresión mayor puede ocurrir en cualquier momento y en

algunos casos, en los meses previos a su presentación, los pacientes pueden experimentar

un conjunto de síntomas, como ansiedad, fobias, síntomas depresivos mínimos y ataques

de pánico. La tendencia a la recurrencia es muy frecuente en esta patología. El episodio

depresivo grave puede además venir o no acompañado de síntomas psicóticos, donde

además de los criterios establecidos para definir un episodio depresivo grave, aparecen

ideas delirantes, alucinaciones o estupor.

Los síntomas depresivos son susceptibles de valoración y ordenamiento según criterios

diagnósticos operativos, y los más utilizados, tanto en la clínica como en los estudios de

investigación, son las clasificaciones CIE-10 y DSM-IV. Su importancia radica en la

utilización de criterios diagnósticos homogéneos entre los diferentes profesionales.

Los Criterios Diagnósticos de Investigación de la CIE-10 mencionan diez síntomas, a

diferencia del DSM-IV (donde la pérdida de autoestima constituye un síntoma diferente del

sentimiento inapropiado de culpabilidad). La CIE-10 contiene criterios diagnósticos distintos

para cada nivel de gravedad del episodio depresivo mayor: un mínimo de 4 de los 10 síntomas

define el nivel leve; de 6 de 10 síntomas, el nivel moderado, y de 8 de 10, el nivel grave.

Además, el algoritmo diagnóstico también es distinto, ya que la CIE-10 requiere la presencia


23

de al menos 2 de los 3 síntomas siguientes: estado de ánimo depresivo, pérdida del interés y

pérdida de energía, para los episodios depresivos de carácter leve y moderado, y los 3 síntomas

para los episodios graves.

La definición de la CIE-10 de los episodios con síntomas psicóticos excluye la presencia de

síntomas de primer nivel y delirios extraños.

El DSM-IV utiliza una lista de 9 síntomas depresivos, requiere también una duración del

episodio de al menos dos semanas y divide el cuadro depresivo mayor en leve, moderado o

grave, con códigos específicos para la remisión parcial/total o no especificada. El

diagnóstico

se establece con la presencia de al menos cinco de los síntomas, y debe ser uno de ellos un
24

estado de ánimo depresivo o la pérdida de interés o de capacidad para el placer.

Este trabajo de investigación asume la clasificación y definiciones de depresión recogidas

en la décima revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (Trastornos

mentales y del comportamiento, CIE 1032 con los códigos F32 (episodios depresivos) y
25

F33 (trastorno depresivo recurrente) y por la American Psychiatric Association (DSMIV),

con los códigos 296.2X (trastorno depresivo) y 296.3X (trastorno depresivo recidivante).”

(Organizacion Mundial de la Salud, 1992)

Diagnóstico diferencial

“Las historias de un episodio mixto, episodios maníacos y episodios hipomaníacos

excluyen un posible diagnóstico de trastorno depresivo mayor. Se codifica trastorno bipolar II

cuando a la par del trastorno depresivo mayor, se da un episodio hipomaníaco. Sin embargo,

diagnosticamos como trastorno bipolar I cuando la comorbilidad con el trastorno depresivo

mayor la impone la presencia de episodios maníacos.

Este trastorno debe ser diferenciado de lo que es un trastorno del estado de ánimo debido a

enfermedad médica. Este último diagnóstico debe darse cuando la alteración del ánimo sea

consecuencia fisiológica directa de la enfermedad médica específica. Esta decisión de

distinción entre un trastorno y otro debe basarse en la historia clínica, la evolución y la

exploración física. Si, en este caso, se considera que el trastorno depresivo mayor es la

enfermedad primaria, se codifica en el Eje I, como trastorno depresivo mayor. Si este

trastorno viene acompañado de enfermedad médica, pero el trastorno del estado de ánimo no

se considera consecuencia de éste, se codificará en el Eje III.

Al igual ocurre con el trastorno del estado de ánimo inducido por sustancias. Se codifica así

cuando hay una alteración del estado de ánimo que es consecuencia directa de sustancia, esto

es, es la sustancia la que está provocando esa alteración en el ánimo, alteración que puede
26

confundirse con los síntomas en un trastorno depresivo mayor. Por eso ambos diagnósticos no

deben confundirse.

El trastorno depresivo mayor y el trastorno distímico pueden confundirse, aunque también se

pueden diferenciar en base a la gravedad, la persistencia y la cronicidad. El diagnóstico

diferencial entre ambos trastornos puede resultar complicado debido a que ambos comparten

síntomas parecidos y porque si se evalúan retrospectivamente, es difícil distinguir las

diferencias en cuanto al inicio, la duración, la persistencia y la gravedad.

No obstante, el trastorno distímico se caracteriza por síntomas depresivos menos graves y

crónicos, que se han mantenido durante muchos años. Si el inicio de la alteración de los

síntomas depresivos son de la suficiente gravedad y cumplen los criterios para un episodio

depresivo mayor, se debe diagnosticar trastorno depresivo mayor.

El trastorno esquizoafectivo, puede también confundirse con un trastorno depresivo mayor

con síntomas psicóticos, por criterios de duración, ya que en el trastorno esquizoafectivo debe

haber, por lo menos, dos semanas de ideas delirantes o alucinaciones que aparezcan en

ausencia de síntomas afectivos.

Puede haber también síntomas depresivos durante la esquizofrenia, el trastorno psicótico no

especificado y el trastorno delirante, pero en estos casos, estos síntomas se consideran

asociados al diagnóstico principal y no se pueden calificar como diagnóstico independiente.

Si bien, existen ocasiones en las que con el diagnóstico de esquizofrenia, con el trastorno

delirante y con el trastorno psicótico no especificado, se cumplen los criterios completos para

un trastorno depresivo mayor; en este caso se debe realizar un diagnóstico adicional de


27

trastorno depresivo mayor no especificado.

En las personas de tercera edad puede ser difícil distinguir una demencia, o los síntomas que

acompañan a una demencia, de lo que es un episodio depresivo mayor dentro de un trastorno

depresivo mayor. En este caso el estado premórbido del sujeto puede ayudarnos a realizar el

diagnóstico diferencial, ya que en la demencia suele haber una historia premórbida de

deterioro, mientras que en el trastorno depresivo el sujeto suele tener un estado premórbido

relativamente normal.

La primera diferencia que encontramos en relación a los criterios de clasificación tanto

americano como europeo, es la que hace referencia a la definición, pero no es la única. La

CIE-10 exige (para distinguir entre un episodio aislado y dos episodios separados

recidivantes) un periodo libre de cualquier síntoma significativo de, por lo menos, dos meses

entre ambos episodios; mientras que en la DSM-IV requieren un intervalo de como mínimo

dos meses consecutivos, y en los que no se cumplan la totalidad de criterios diagnósticos.”

(Hernandez, 1998)

Tratamiento

“La depresión mayor es una patología seria, pero, afortunadamente, tratable. Las opciones

de tratamiento suelen variar dependiendo de la gravedad de los síntomas, y en casos graves, la

administración de psicofármacos combinado con la psicoterapia parece ser el tratamiento más

apropiado.

Ahora bien, en los últimos años se ha mostrado la eficacia de otros tratamientos, por

ejemplo, el de la Terapia Electroconvulsiva (TEC), que suele emplearse cuando la

sintomatología depresiva es severa o la terapia con fármacos no da resultado. Eso sí, esta
28

terapia no es comparable al viejo electroshock, ya que la intensidad de las descargas es

mucho menor.

Por otro lado, mientras que el Mindfulness ha mostrado cierta eficacia al intervenir en

casos de depresión leve, con la depresión mayor no parece funcionar.

Sin embargo, las personas diagnosticadas con depresión mayor pueden recaer con facilidad

en este tipo de crisis, de modo que el tratamiento se plantea como una ayuda de por vida.

Tratamiento con psicoterapia

La terapia psicológica ha demostrado ser una herramienta eficaz para el tratamiento de la

depresión, especialmente la terapia cognitivo-conductual. Este tipo de terapia considera al

paciente como un sistema que procesa información del medio antes de emitir una respuesta.

Es decir, el individuo clasifica, evalúa y da significado al estímulo en función de su conjunto

de experiencias provenientes de la interacción con el medio y de sus creencias, suposiciones,

actitudes, visiones del mundo y autovaloraciones.

En la terapia cognitivo conductual se emplean distintas técnicas que pretenden tener un

efecto positivo sobre la la autoestima baja, los estilos negativos de resolución de problema o

la manera de pensar y evaluar los acontecimientos que ocurren alrededor del paciente. A

continuación, se muestran algunas de las técnicas cognitivo conductuales más habituales:

 La autoobservación, las hojas de registro o el establecimiento de metas

realistas técnicas son técnicas que se suelen emplear y han mostrado su eficacia.

 Reestructuración Cognitiva: La reestructuración cognitiva se emplea para

que paciente pueda tener conocimiento sobre sus propias emociones o pensamientos y

pueda detectar pensamientos irracionales y sustituirlos por ideas o creencias más

adaptativas. Entre los programas más conocidos para el tratamiento de la depresión, se


29

encuentran: el programa de reestructuración cognitiva de Aaron Beck o el de Albert

Ellis.

 Desarrollo de habilidades de resolución de problemas: Los déficits en

solución de problemas están relacionados con la depresión, por lo que el

entrenamiento en resolución de problemas es una buena estrategia terapéutica.

Además, el entrenamiento en habilidades sociales y el entrenamiento asertivo también

son tratamientos útiles para esta condición.

Otras formas de terapia psicológica también han demostrado su efectividad para el

tratamiento de la depresión. Por ejemplo: la psicoterapia Interpersonal, que trata la depresión

como una enfermedad asociada a una disfunción en las relaciones personales; o la terapia

cognitiva basada en mindfulness o MBCT (Mindfulness-based cognitive therapy).

Tratamiento farmacológico

Aunque en casos menos graves de depresión o en otros tipos de depresión no siempre es

necesaria la aplicación de psicofármacos, en casos graves del trastorno depresivo se aconseja

la administración de distintos medicamentos durante un periodo de tiempo determinado.

Los fármacos antidepresivos más empleados son los siguientes:

 Antidepresivos tricíclicos (TCAs): Estos se conocen como fármacos

antidepresivos de primera generación, aunque raramente son empleados como primera

alternativa farmacológica por sus efectos secundarios. Los efectos secundarios

comunes provocados por estos medicamentos incluyen boca seca, visión borrosa,

estreñimiento, dificultad para orinar, empeoramiento del glaucoma, alteración del

pensamiento y cansancio. Estos fármacos también pueden afectar a la presión arterial

y la frecuencia cardíaca, por lo que no son recomendables para personas mayores.

Algunos ejemplos son: Amitriptilina, Clomipramina o Nortriptilina.


30

 Inhibidores de la Monoaminooxidasa (IMAOs): Los IMAOs son

antidepresivos que actúan bloqueando la acción de la enzima monoamino oxidasa.

Como los anteriores, se emplean con menos frecuencia debido a sus efectos

secundarios graves: debilidad, mareos, dolores de cabeza y temblores. La

Tranilciprominao la Iproniazida son algunos ejemplos de este fármaco.

 Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina (ISRS): Son los

más empleados y suelen ser la primera opción en el tratamiento farmacológico de la

depresión. Estos medicamentos suelen tener menos efectos secundarios que otros

antidepresivos, aunque también pueden provocar boca seca, náuseas, nerviosismo,

insomnio, problemas sexuales y dolor de cabeza. La Fluoxetina (Prozac) es el ISRS

más conocido, aunque también suelen emplearse otros fármacos de este grupo, como:

Citalopram, Paroxetina o Sertralina.

El exceso de serotonina y el Síndrome Serotoninérgico

Aunque también es posible encontrar otros tipos de antidepresivos como los Inhibidores

Selectivos de la Recaptación de Noradrenalina (ISRN), los Inhibidores Selectivos de la

Recaptación de Noradrenalina y Dopamina (ISRND) o los antidepresivos atípicos, al

consumir antidepresivos que tienen la capacidad de aumentar la liberación de serotonina es

necesario ir con cuidado con su sobredosis o interacción con otros medicamentos.

El exceso de estimulación de la serotonina sobre los receptores postsinápticos 5-HT1A y

5-HT2A a nivel central y periférico tiene efectos negativos para el organismo que pueden

llegar a ser muy graves e incluso mortales debido al Síndrome Serotoninérgico.” (Santos,

1988)
31

ISRS: Inhibidores Selectivos De La Fluoxetina= 20 - 80 mg/día

Recaptación De Serotonina Fluvoxamina = 75 - 300 mg/día

Paroxetina = 20 - 50 mg/día

Sertralina = 50- 200 mg/día

Citalopram = 20 - 80 mg/día

Escitalopram = 10 - 20 mg/día

IRAS: Inhibidores de la Recaptación y Trazodona = 100 - 600 mg/día

Antagonista de Serotonina

IRSN: Inhibidores de la Recaptación de Venlafaxina = 75- 375 mg/día

Serotonina Y Noradrenalina Duloxetina = 30 - 60 mg/día

NASSA: Antidepresivos noradrenérgicos y Mirtazapina = 14 - 45 mg/día

sertoninérgicos específicos.

ATC: (Antidepresivos tricíclicos)- Imipramina = 75 - 300 mg/día

Inhibidores no selectivos de la recaptación de Clomipramina = 75 - 250 mg/día

monoaminas (1). Amitriptilina = 75 - 300 mg/día

Nortriptilina = 50 - 200 mg/día

ACC: (Antidepresivos cuatricíclicos) - Maprotilina = 75 - 225 mg/ día

Inhibidores no selectivos de la recaptación de Mianserina = 30 - 120 mg/día

monoaminas (2).

IRNA: Inhibidor Selectivo de la Reboxetina = 4 - 10 mg/día

Recaptación De Noradrenalina.
32

Pronóstico

“Los episodios depresivos mayores a menudo se resuelven con el tiempo, se traten o no.

Los pacientes ambulatorios en lista de espera muestran a los pocos meses una reducción del

10-15% en los síntomas; con un 20% ya no se cumplen los criterios para un trastorno

depresivo. La duración media (estadística) de un episodio se ha estimado en 23 semanas con

una tasa de recuperación mayor en los tres primeros meses.

Se recomienda mantener el tratamiento farmacológico y no farmacológico por un tiempo

no menor a 8 meses para evitar recaídas y mejorar el pronóstico.


33

Las personas deprimidas tienen una esperanza de vida más corta que aquellos que no

tienen depresión, en parte porque los pacientes deprimidos corren el riesgo de morir por

suicidio. No obstante, también tienen una tasa bruta de mortalidad más alta por otras causas

siendo más susceptibles a afecciones médicas tales como enfermedades del corazón. Hasta un

60% de los suicidios se asocian con algún trastorno del estado de ánimo, como la depresión

mayor y el riesgo es especialmente alto si la persona sufre de desesperanza o tiene depresión

y trastorno límite de la personalidad.1 Se estima que en los EE.UU. el riesgo vital del suicidio

asociado a un diagnóstico de depresión mayor es del 3.4%, que promedia dos cifras muy

dispares de casi el 7% para los hombres y el 1% para las mujeres (aunque los intentos de

suicidio son más frecuentes en mujeres). La estimación es sustancialmente inferior a una cifra

previamente aceptada del 15% que había sido obtenida en estudios anteriores con pacientes

hospitalizados.

La depresión se asocia a menudo con el desempleo y la pobreza. La depresión mayor es

actualmente la principal causa de carga de enfermedad en América del Norte y otros países de

altos ingresos, y la cuarta causa en todo el mundo. En el año 2030 se prevé que sea la segunda

causa de carga de enfermedad en todo el mundo después del virus de la inmunodeficiencia

humana, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. El retraso o el fracaso en la

búsqueda del tratamiento después de una recaída y el fallo de los profesionales de la salud

para proporcionar el tratamiento adecuado, son dos barreras que impiden la reducción de la

discapacidad.” (G, 2008)


34

Bibliografía

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Alberto Conti, N. (2007). Historia de la Depresión. La Melancolía desde la

Antigüedad hasta el siglo XIX. Buenos Aires: Polemos.

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estadístico de los trastornos mentales.

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sobre el manejo de la depresion mayor en el adulto.

G, A. (2008). In Review: Reducing the Burden of Depression. Canadian Journal of

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Organizacion Mundial de la Salud. (1992). Clasificación internacional de

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Santos, A. C. (1988). El grano y la criba de los tratamientos psicologicos.

Psicothema.

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