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Ficha de lectura

Judith Butler “El género en disputa” Capítulo I


Seminario Temático I (Vespertino)
Pablo Román
Sujetos de sexo/género/deseo
La visibilidad política de la mujer en la teoría feminista se encuentra relacionada
con el desarrollo del lenguaje. El lenguaje articula fuera de la categoría de mujer a partir
del concepto de sujeto, el fundamento ontológico, en el cual se encuentra la legitimidad
del contrato social, el antes performativo dice Butler. Es desde esta fundamentación de
sujeto el lugar donde se inscribe el término mujer como identidad común, es un sitio
problemático donde se confrontan una serie de identidades que no solamente atañen
al género, pero que sí, articulan todo aquello que entendemos como
sujeto/mujer/intersecciones políticas y culturales/etcétera.
La idea de un patriarcado universal ha recibido numerosas críticas
en años recientes porque no tiene en cuenta el funcionamiento de la
opresión de género en los contextos culturales concretos en los que se
produce (Buther, 2007, pág. 49).

Para la teoría feminista dice Butler, a partir de Marx, el punto de partida crítico
es el presente histórico
Y la tarea consiste en elaborar, dentro de este marco constituido,
una crítica de las categorías de identidad que generan, naturalizan e
inmovilizan las estructuras jurídicas actuales […] tal vez sea el momento de
formular una crítica radical que libere a la teoría feminista de la obligación
de construir una base única o constante, permanentemente refutada por
las posturas de identidad o de antiidentidad a las que invariablemente
niega. (Buther, 2007, pág. 52).
La idea pasa ahora por que el sujeto feminista combata contra la propia
reificación política del concepto de género, al decir sujeto feminista, esto se entiende no
como la base política a partir del significado de la categoría femenina, sino como su
postura política, es decir, aquel lugar donde surgió la crítica, porque si se hablase de
femenino como tal, esto caería bajo un fundamento paradójico.
Los sexos podrían, en un sentido amplio y hasta un cierto punto, sostenerse bajo
una idea dicotómica, cuestión que no podría sostenerse en lo que respecta al género. Si
bien el género se podría encontrar condicionado a partir de la idea del sexo, la idea
binaria sostiene que el género refleja al sexo o, de lo contrario, está limitado por él
(Buther, 2007, pág. 53). El género en realidad se encuentra bastante separado del sexo
y el cuerpo tanto masculino como femenino puede ser bastante ambiguo, más aún bajo
todo el artificio existente. Cuestión que también puede ser refutada en aquel carácter
invariable del sexo, en definitiva, sexo y genero son construcciones, y hasta se podría
afirmar que no hay más que género y la distinción de este con la categoría sexo son solo
ficciones
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Como consecuencia, el género no es a la cultura lo que el sexo es a la
naturaleza; el género también es el medio discursivo/cultural a través del
cual la «naturaleza sexuada» o «un sexo natural» se forma y establece como
«prediscursivo», anterior a la cultura, una superficie políticamente neutral
sobre la cual actúa la cultura (Buther, 2007, pág. 56).

El carácter ancestral del entender el sexo binario a partir de ciertas cualidades


específicas y, derivar estos en dimensiones de género, se constituye bajo un relato
moderno como lo es la biología y, a partir de esta es traspasado a lo cultural. El cuerpo
se encuentra orientado bajo significados culturales, hay límites establecidos, marcas
que predefinen, Beauvoir, afirma Butler, asegura que solo el género femenino se
encuentra marcado para ser distinguido del ganado universal del hombre. A partir del
lenguaje Butler expone el pensamiento de Irigaray donde la mujer es aquello que no
puede pensarse, las mujeres son el sexo que no es uno sino más bien es aquella parte de
la multiplicidad (Buther, 2007, pág. 60).
El género es una complejidad cuya totalidad se posterga de manera
permanente, nunca aparece completa en una determinada coyuntura en el
tiempo. Así, una coalición abierta creará identidades que alternadamente
se instauren y se abandonen en función de los objetivos del momento; se
tratará de un conjunto abierto que permita múltiples coincidencias y
discrepancias sin obediencia a un reíos normativo de definición cerrada
(Buther, 2007, pág. 70).

Para Butler la coherencia y la continuidad en la convergencia de una persona en los


aspectos normativo de sexo, género práctica sexual y deseo, encuentran su “eficacia” no
a partir de los aspectos particulares de la persona, sino que, más bien forman parte de
normas de inteligibilidad socialmente instauradas y mantenidas (Buther, 2007, pág. 71).
Todo esto se sustenta además bajo parámetros de coherencia, y por la misma razón,
todo aquello que se escape de dicha coherencia es prohibido
Los fantasmas de discontinuidad e incoherencia, concebibles
únicamente en relación con las reglas existentes de continuidad y
coherencia, son prohibidos y creados frecuentemente por las mismas leyes
que procuran crear conexiones causales o expresivas entre sexo biológico,
géneros culturalmente formados y la «expresión» o «efecto» de ambos en la
aparición del deseo sexual a través de la práctica sexual (Buther, 2007, pág.
72).
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Es una heterosexulización del deseo¸ […] En este contexto, «consecuencia» es una relación
política de vinculación creada por las leyes culturales, las cuales determinan y
reglamentan la forma y el significado de la sexualidad (Buther, 2007, pág. 72).

Para todas estas posiciones es vital la idea de que el sexo surge


dentro del lenguaje hegemónico corno una sustancia, como un ser idéntico
a sí mismo, en términos metafísicos. Esta apariencia se consigue mediante
un giro performativo del lenguaje que esconde el hecho de que «ser» de un
sexo o un género es básicamente imposible (Buther, 2007, pág. 75).

Dicho en otras palabras dice Butler, a partir de Beauvoir y Wittig; Solo los hombres son
personas y solo hay un género: el femenino. Gran parte de la filosofía ontológica que se
ha encargado de pensar el ser y la sustancia como sujeto y predicado ha implantado en
el discurso en las diferentes conformaciones de categorías psicológicas como lo son el
sujeto, el individuo, el yo, etcétera
Tanto en el caso de «hombres» como en el de «mujeres», esta
afirmación tiende a supeditar la noción de género a la de identidad y a
concluir que una persona es de un género y lo es en virtud de su sexo, su
sentido psíquico del yo y diferentes expresiones de ese yo psíquico, entre las
cuales está el deseo sexual (Buther, 2007, pág. 79).
El género binario es también construido a partir de la diferenciación de ambos en la
propia confrontación de estos, uno es a partir de su opuesto (el otro definidor de Aretha
Franklin), cuestión que al mismo tiempo sostiene la relación causal entre sexo, género y
deseo: también señala que el deseo refleja o expresa al género y que el género refleja o
expresa al deseo (Buther, 2007, pág. 80).
Esto está estrechamente atado con la idea de instituir una heterosexualidad
obligatoria que se conforma en la diferenciación de masculino y femenino, fomentando
el deseo heterosexual bajo un marco binario, previo a la diferenciación sexual, Foucault
sostiene que la categoría de sexo previo a la idea de diferencia sexual se fomenta en una
sexualidad históricamente específica que en una causa y efecto donde se articulan
regímenes de sexualidad que regulan las experiencias sexuales. Pero qué pasa si
aquellos fundamentos naturalizados se ven expuestos a contradicciones que superan el
carácter artificial del género y son propios de la espontaneidad de la naturaleza. Es el
caso de Herculine de Foucault donde la inconcebible imagen hibrida pone en juego los
límites de las convenciones lingüísticas
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A partir de su interpretación sumaria de Herculine, Foucault
propone una ontología de atributos accidentales que muestra que la
demanda de la identidad es un principio culturalmente limitado de orden y
jerarquía, una ficción reguladora (Buther, 2007, pág. 83).

En este sentido, género no es un sustantivo, ni tampoco es un


conjunto de atributos vagos, porque hemos visto que el efecto sustantivo del
género se produce performativamente y es impuesto por las prácticas
reguladoras de la coherencia de género. Así, dentro del discurso legado por
la metafísica de la sustancia, el género resulta ser performativo, es decir,
que conforma la identidad que Se supone que es (Buther, 2007, pág. 84).

Si el discurso natural se encuentra constituido por una heterosexualidad


obligatoria, la homosexualidad se encontraría, fomentada por el deseo, por sobre la
categoría del sexo, esto quiere decir que se desprende el deseo de la categoría de sexo,
el deseo no se encontraría marcado, las practicas que niegan aquella institución
fomentan una ruptura de la categoría natural binaria de sexo/género. A partir de un
análisis de homosexualidad expuesta por Freud como el invertido, como aquello que no
cumple con el patrón normal genital y que se encontraría en el desarrollo psíquico de
todo individuo valora la existencia de una sexualidad no desarrollada, desligando de
manera categórica el orden de placer/sexualidad/genitalidad.
A través de esta perversidad polimórfica propia de la constitución psíquica en el
psicoanálisis, seguido de eso El «sujeto» masculino es una construcción ficticia elaborada
por la ley que prohíbe el incesto y dictamina un desplazamiento infinito de un deseo
heterosexualízador (Buther, 2007, pág. 89). A partir de esto se mantiene tanto lo
femenino como lo masculino en su carácter heterosexual en la medida en que se crean
escenarios inconscientes en los cuales se consuman todas aquellas perversiones,
obviamente en términos imaginarios.
Podemos concretar más el argumento al afirmar que «el antes» y «el
después» de la ley son formas de temporalidad creadas discursiva y
perfonnativamente, que se usan dentro de los límites de un marco
normativo según el cual la subversión, la desestabilización y el
desplazamiento exigen una sexualidad que de alguna forma evita las
prohibiciones hegemónicas respecto del sexo (Buther, 2007, pág. 91).
Así pues, gay no es a hetero lo que copia a original sino, más bien, lo
que copia es a copia. La repetición paródica de «lo original» (explicada en
los últimos pasajes del capítulo 3 de este libro) muestra que esto no es sino
una parodia de la idea de lo natural y lo original (Buther, 2007, pág. 95).
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La hipótesis aquí es que el «ser» del género es un electo, el objeto de


una investigación genealógica que delinea los factores políticos de su
construcción al modo de la ontología. Afirmar que el género está construido
no significa que sea ilusorio o artificial, entendiendo estos términos dentro
de una relación binaria que opone lo «real» y lo «auténtico». Como una
genealogía de la ontología del género, esta explicación tiene como objeto
entender la producción discursiva que hace aceptable esa relación binaria
y demostrar que algunas configuraciones culturales del género ocupan el
lugar de «10 real» y refuerzan e incrementan su hegemonía a través de esa
feliz autonaturalización (Buther, 2007, pág. 97).
Si la afirmación de Beauvoir de que no se nace mujer, sino que se
llega a serlo es en parte cierta, entonces mujeres de por sí un término en
procedimiento, un convertirse, un construirse del que no se puede afirmar
tajantemente que tenga un inicio o un final. […]El género es la estilización
repetida del cuerpo, una sucesión de acciones repetidas -dentro de un
marco regulador muy estricto- que se inmoviliza con el tiempo para crear
la apariencia de sustancia, de una especie natural de ser. (Buther, 2007,
pág. 98).

Bibliografía
Buther, J. (2007). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona:
Paidós Ibérica, S.A.

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