La cultura azteca y los ciclos temporales en la obra de Gioconda Belli
Timothy Hill (‘99)
Tan recto como la línea que guía esta frase, el
concepto del tiempo occidental no se presta fácilmente
a entender el entorno, o la existencia entera, de la
cultura azteca. Como parte de la civilización
occidental, nuestra imagen de “tiempo”, si se pudiera
describir tal cosa, consiste en una línea cronológica
que se extiende, alargándose interminablemente a
través de las fechas y los acontecimientos diarios. Sin
embargo, algunos autores, “Garro, Scorza y Belli
yuxtaponen, comparan o simplemente oponen la
cosmología mágica, [el tiempo cíclico], de sus
personajes indios a la visión positivista de los
mestizos o blancos [y su tiempo lineal]. De esa
manera estipulan una nueva forma según la cual se
debe leer, entender e interpretar la ficción”
(Rojas-Tempe, 143). Así, para poder hablar de la
presencia indígena en La mujer habitada de Gioconda
Belli, hay que rechazar por completo el concepto del
tiempo lineal. Tan solo con una mentalidad dispuesta
a viajar circularmente por el tiempo cíclico, se puede
alcanzar la profundidad de la representación indígena
en la obra. A mi modo de ver, la esencia de la novela
de Belli se halla en los ciclos de la naturaleza, de los
acontecimientos, y de la historia que se repiten una y
otra vez. Así, solamente a través de un conocimiento
de las creencias cósmicas y mitológicas, el tiempo
cíclico explica los paralelos entre la civilización
azteca y la sociedad contemporánea, y las relaciones
entre las protagonistas representativas de dos ciclos
temporales, Itzá y Lavinia. Como introducción a la
cultura azteca, y para facilitar el análisis literario de la
novela, he destacado, muy generalmente, dos aspectos
categóricos de la cultura azteca. La novela se
desarrolla a través del pensamiento cósmico y de la
idea de movimiento náhuatl. Estos rasgos,
fundamentalmente indígenas, se incorporan a lo largo
de la obra (Rojas-Tempe 143). Se refiere a las obras
de Elena Garro, El árbol; Manuel Scorza, Garabombo
el invisible; y Gioconda Belli, La mujer habitada.
Creando maravillosamente el vinculo entre
Itzá, espíritu indígena que habita el naranjo, y Lavinia,
mujer contemporánea que vive sola. Según Timothy
Richards, un crítico que analiza esta relación, “the
political sensitization of the contemporary woman
Lavinia, which constitutes the major facet of her
development in the single year that is the primary
focus of the narration, is measured by the degree to
which she is capable of appropriating her heritage as it
is voiced by the mythic presence” (Richards 210).
El pensamiento cósmico se construye
principalmente por dos partes. Primero, se cree que el
universo se dibuja en forma de cruz, concretado por un
ser supremo, Coatlicue, que genera y sostiene al
mismo. Estos cuadrantes se destinan a representar las
cuatro direcciones: norte, sur, este, y oeste. Luego, el
pensamiento cósmico se basa en una cualidad del
tiempo que se caracteriza por una dinámica que le
permite crearse y destruirse constantemente a través
de la lucha (León-Portilla, 53-54). Este rasgo, que se
desarrolla claramente en la obra de Belli, nos permite
analizar su literatura desde otro ángulo.
Pese a que Belli se ha criticado dentro
muchos diferentes contextos: el feminista, el histórico,
el político, el romántico, el mítico y el nicaragüense
(Richards, 209), la clasificación que más me interesa
es la que incluye a su obra en los círculos de la
literatura de resistencia. Según Richards, “the themes
of construction and destruction are [como
consecuencias de alguna lucha entre dos fuerzas
contradictorias] understandably recurrent in resistance
literatura” (210). De esta manera podemos intentar
acercarnos al análisis más apropiado, el que se
embarca en el concepto integral en la cultura azteca: la
lucha cósmica. Estas luchas fundan “el más allá" del
mundo azteca, en un espacio de infinitos
movimientos.
Durante mucho tiempo la idea del
movimiento náhuatl ha confundido a los grandes
pensadores del occidente. Tal vez la mejor manera de
describir este concepto es analizar las actitudes de los
aztecas frente a su creencia en lo que ellos llaman el
Quinto Sol, o ‘la época en que vivimos’. Según los
aztecas, las cuatro direcciones del universo tomaron
en apropiarse de la superioridad durante cada una de
las cuatro épocas que precedieron al Quinto Sol. Una
época había existido bajo el control de cada dirección,
pero tan fácil como entraban en una época, se acababa,
perdida en la lucha. Una tras otra las direcciones
cayeron, ardiéndose en celos, vencidas por su propia
avidez. Según los mitos, la armonía solo volvió a
establecerse cuando los dioses decidieron sacrificarse
en Teotihuacan. Como resultado de la renovada
armonía, se comenzó la Quinta Época. Sin embargo,
este sacrificio salvador no se realizó sin castigo. La
mitología relata que el sol se movía como
consecuencia del sacrificio de los dioses; el ‘Sol de
Movimiento’ sigue su camino, atraído por las fuerzas
cósmicas de los dioses idos. De ahí nace la
importancia del movimiento, que equilibra el universo
de las cuatro direcciones.
Las ideas sobre el pensamiento cósmico y el
movimiento cíclico definen el concepto del tiempo
azteca. Su importancia en la vida de los náhuatl es
incontable. Belli utiliza las contemplaciones de Itzá
para hacer referencia a esta preocupación indígena por
mantener el movimiento del sol: “Nosotros siempre
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vivíamos con el temor de que el sol se pusiera para
siempre, pues que garantías tenemos de que alumbrará
mañana” (Belli 34). Habiéndose convertido en la
historia de su existencia y de su cultura, la influencia
que tienen estos credos no se puede disminuir a una
ligera clasificación de ‘fe’. Octavio Paz, escritor
mexicano y estudioso de la cultura azteca, lo describe
como una profunda y eterna dedicación a equilibrar lo
que dejaron de ser meras fuerzas y que se convirtieron
en manifestaciones casi palpables. Según ocurre con
muchos otros pueblos y civilizaciones, para los
aztecas el tiempo no era una medida abstracta y vacía
de contenido, sino algo concreto, una fuerza, sustancia
o fluido que se gasta y consume. De ahí la necesidad
de los ritos y sacrificios destinados a revigorizar el año
o el siglo (Paz 85).
El tiempo cíclico, esta masa casi corpórea,
forma la base de la novela y se manifiesta a lo largo
del relato, siempre en los momentos íntimos en que
Itzá se comunica con Lavinia a través de su vínculo
especial. Desde el comienzo se nos revela la
omnipresencia del espíritu de Itzá en la vida de
Lavinia. “No había ‘mi’ exclama Itzá, al encontrarse
multiplicada, todavía habitante del árbol y, a la vez,
presente en la naranja que yace en el suelo. “Todo
aquello era yo. Prolongaciones interminables del ser.
Una laguna. Una piedra. Círculos concéntricos
interminables, haciéndose y deshaciéndose. Extraños
me parecían los caminos de la vida” (Belli 52).
No cabe duda de que este ambiente le
extrañara a Itzá: “Me pregunto cuanto ha cambiado el
mundo. Mucho ha cambiado, sin duda” (Belli 25).
Siguiendo los caminos cíclicos a través de tiempo, Itzá
se encuentra reencarnada en las venas de un árbol,
cuatro siglos más tarde. Al estar suspendida entre dos
ciclos temporales, dos momentos históricos, Itzá
experimenta el mundo de Lavinia a través de sus ojos
del pasado, que todavía ven a su amante muerto,
Yarince, y que aún recuerdan los arcos y flechas de la
época de la conquista. Sin embargo, la presencia de
Itzá en la vida de Lavinia no se descubre sin propósito.
Itzá vuelve a nacer, como en otra vuelta de un eterno
ciclo, para ayudar a Lavinia, su sombra
contemporánea.
La reencarnación de Itzá como árbol, además
de demostrar el poder del tiempo cíclico que se revive,
señala la importancia de los elementos naturales. Esta
reproducción de la naturaleza es un rasgo conocido de
la cultura indígena. De ahí, el tratamiento de la
naturaleza y sus ciclos casi se vuelve requisito para
entrar en la mentalidad náhuatl. Una de las imágenes
más asociadas con el pueblo indígena, especialmente
en cuanto a la religión, es la del mundo natural. Al
igual que muchas civilizaciones indígenas, la religión
azteca es una religión solar. Según Paz, “en el sol, el
dios que es fuente de vida, el dios pájaro, y en su
marcha que rompe las tinieblas y se establece en el
medio del cielo...Pues los dioses no son meras
representaciones de la naturaleza. Encarnan también
los deseos y la voluntad de la sociedad, que se
autodiviniza en ellos” (86).
La representación indígena que nos presenta
Belli (a través del personaje de Itzá) coincida con esta
función de los dioses en la sociedad azteca. La
presencia del espíritu indígena, como dios protector en
la vida de Lavinia, sugiere la necesidad que siente para
guiarle a Lavinia por los cambios individuales,
biológicos, y políticos que ella ya ha vivido en otro
ciclo temporal. “Lavinia guarda grandes espacios de
silencio. Su mente tiene amplias regiones dormidas.
Me sumergí en su presente y pude sentir visiones de
mi pasado” (Belli 56). Mediante las reflexiones
prolíficas que hace Itzá de su pasado, nos enteramos
de la fuerte semejanza que existe entre dos, y quien
sabe si muchas más, épocas diferentes. Pienso que
quizás también mis antepasados remotos, los que
huyendo de la explotación de Ticomega y Maguatega,
llegaron a poblar estos parajes, permanecieron en la
tierra, en los frutos y las plantas durante mi tiempo de
vida. Quizás fue alguno de ellos el que pobló mi
sangre de ecos; quizás alguno de ellos vivió en mí;
hizo que dejara mi casa; me llevó a los montes a
combatir con Yarince. La vida tiene maneras de
renovarse a si misma (Belli, 112).
Itzá ve en Lavinia los mismos conflictos
personales y la misma inestabilidad política y social
que ella enfrentaba durante el período de la conquista.
En este sentido, “la magia, [las fuerzas cósmicas que
se manifiestan en el tiempo cíclico], aparece en el
nivel referencial como una tradición dinámica,
anclada en los orígenes de la historia indígena que se
transmite de generación en generación”
(Rojas-Tempe, 143). Estos paralelos históricos se
enlazan mediante dos ciclos temporales que se
incorporan intrincadamente en uno.
“Espero que se consumen los ritos, se unan
los círculos”, medita Itzá al acercarse al momento en
que se ‘encuentran’ Itzá y Lavinia, espiritualmente
(Belli 52). Esta unión de las dos protagonistas, o
mejor dicho, la infusión del espíritu indígena de Itzá
en el cuerpo de Lavinia es una perfecta representación
de los renacimientos cíclicos que definen el mundo
azteca. Es precisamente esta preocupación por el
génesis, la vida cíclica y el renacimiento, que explica
la presencia de Itzá en el árbol, y la influencia que
tiene sobre Lavinia. “Mi savia continua su trabajo de
convertir en frutas los azahares”, añade Itzá, para
demostrar su propósito de fomentar la procreación de
la naturaleza (Belli 35). De esta manera vemos una
mutua dependencia entre Itzá y la naturaleza. Sin
embargo, según cuenta la mitología azteca, esta
convivencia entre humanos y el mundo natural no
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puede existir sin un planeamiento ex acto del tiempo
(timing). Así, además de elucidar el concepto cíclico,
la relación entre Itzá y Lavinia señala lo importante
que es la coordinación temporal de la sociedad con los
sucesos cósmicos. Belli destaca este otro rasgo de la
cultura náhuatl en varios momentos claves de la
novela: “He puesto mi savia en todas sus ramas y
cuando venga el tiempo, dará frutos y el ciclo
empezará de nuevo” (Belli 25). Aquí, Itzá sigue la
antigua tradición de coincidir los deseos con el ritmo y
el ciclo de la naturaleza. Sin esta concordancia
precisa, no se podría esperar buenos resultados. Un
ejemplo de este planeamiento estratégico se puede ver
en los antiguos ritos anuales que se practicaban
durante la época del imperio azteca. Estos ritos,
celebrados en el Templo de Tlaloc (dios de la lluvia),
sirvieron para invocar las lluvias desde el vientre de la
Madre Naturaleza. Durante el rito se preocupaba
extensivamente por acudir a los ciclos naturales que
caracterizan la transición crítica entre estaciones
(Townsend 211).
De la misma manera que los ritos aztecas
coincidían con las fuerzas cósmicas y naturales, Itzá
también trata la importancia de la concurrencia
temporal y cósmica. Su preocupación por la
organización temporal (timing) de los acontecimientos
se revela en su ansiedad ante el primer encuentro con
Lavinia. “Ya siento los embriones recubrirse de la
carne amarilla de las naranjas. Sé que debo darme
prisa. Ella y yo nos encontraremos pronto” (Belli 35).
Este apuro que se manifiesta en Itzá corresponde
fuertemente con la preocupación azteca de concordar
sus vidas – el trabajo, los ritos, las ceremonias – con
las fuerzas cósmicas.
Otro ejemplo del tiempo como comodidad
preciosa y calculada aparece en la novela cuando
Lavinia ya esta involucrada en el movimiento social y
debe substituirse al muerto Felipe en la gran invasión
de la casa del General Vela. Este momento oportuno
no puede perderse, ni por parte de Lavinia en una
ocasión inevitable de pasar a la clandestinidad, ni por
parte del movimiento que lleva meses calculando el
ataque. Al igual que los aztecas, con sus ritos
ajustados a las transiciones estacionales, los activistas
también dependen del tiempo. “Quiero que vos tomés
mi lugar. Vos conocés bien la casa. Ya no hay tiempo
para que nadie más la conozca bien como es
necesario” (Belli 308).
La participación de Lavinia en la acción
contra Vela parece estar escrita en su destino. Su
lucha interior solo se Justifica y tiene sentido cuando
ella se une al movimiento. En este respecto existe otra
semejanza fuerte entre Lavinia e Itzá. Ambas mujeres,
rebeldes de sus respectivas épocas, luchan contra la
presión de una sociedad machista. Las dos comparten
el mismo deseo de romper con las expectativas
femeninas para buscar una manera más activa de
rechazar las injusticias de sus sociedades. Itzá se
convierte en guerrera fuerte y va con Yarince en
contra de las fuerzas de los conquistadores.
Semejantemente, Lavinia se incorpora al movimiento
revolucionario donde lucha al lado de su amor, Felipe.
Cuando Lavinia se encuentra cara a cara con
Vela al final de la obra, Itzá, conmovida por sus
recuerdos del pasado, se apodera de los impulsos de
Lavinia.
Me abalancé en su sangre atropellando los
corceles de un instante eterno. Grité desde
todas sus esquinas, ululé como viento
arrastrando el segundo de vacilación,
apretando sus dedos, mis dedos contra aquel
metal que vomitaba fuego. Lavinia sintió en
el tumulto de sus venas, la fuerza de todas
rebeliones, la raíz, la tierra violenta de aquel
país arisco e indomable, apretándole las
entrañas...Supo entonces que debía cerrar el
ultimo trazo de los círculos, romper vestigio
final de las contradicciones, tomar partido de
una vez para siempre (Belli, 356).
Al decir esto, Lavinia revela el cumplimiento del ciclo
que habla vinculado a ella y a Itzá: “He cumplido mi
ciclo; mi destino de semilla germinada, el designio de
mis antepasados” (Belli 357). La muerte de Lavinia
en plena guerra no es mera casualidad; es la misma
muerte que padeció Itzá durante la conquista. Sin
embargo, la muerte de Lavinia no significa, de
ninguna manera, el final de la historia. Como una
interpretación concluye, “the mythic voice thus
counters the linear with a cyclical scheme in which the
conclusion or one cycle provides the beginning and
the enrichment or the next” (Richards 213). Al
terminar la novela, según los aztecas, el río es un
simple fin, sino un comienzo, el principio de una
nueva historia.
Al final de la obra las protagonistas de
Gioconda Belli completan un círculo. Es un ciclo
entre muchos; un ciclo eterno que se renovara
innumerables veces más. Es un ciclo tan antiguo
como el tiempo mismo que seguirá uniendo para
siempre las épocas, los acontecimientos, las personas.
Es un fenómeno casi mágico que solo se explica a
través de los pensamientos cósmicos, la idea del
movimiento del universo, y el concepto del tiempo
cíclico de los aztecas. Mientras el sol, centro del
universo, continúa su camino siguiendo las fuerzas de
dioses sacrificados, no acabaran nunca los ciclos. “La
luz esta encendida. Nadie podrá apagarla” (Belli 357).
Prepared for Prof. Steven F. White
In Spanish 348
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Obras citadas:
Belli, Gioconda. La Mujer Habitada. Argentina:
Emece Editores. 1992.

Clendinnen, Inga. Aztecs: an interpretation. New

York: Cambridge University Press. 1991.

León-Portilla, Miguel. Aztec Thought and Culture: A

Study of the Ancient Nahuatl. Norman: University of
Oklahoma Press. 1963.

Paz, Octavio. El Laberinto de la soledad. Mexico:

Fondo de Cultura Econ6mica. 1959.

Richards, Timothy A.B. “Resistance and Liberation:

The Mythic Voice and Textual Authority in Belli's La
Mujer Habitada”. Critical Essays on the Literatures of
Spain and Spanish America. Boulder: Soc. of Spanish
and Spanish-American Studies. 1991 vii.

Rojas-Tempe, Lady. “La alteridad indígena y mágica

en la narrativa de Elena Garro, Manuel Scorza y
Gioconda Belli”. Alba de América. 1991: 141-152.

Townsend, Richard F. The Aztecs. London: Thames

and Hudson. 1992.

Hill 4