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Walter Benjamín

La Obra de Arte en la época de su reproductibilidad técnica

Walter Benjamín fue un destacado pensador que, vinculado a la Escuela de Frankfurt, hizo estudios de utilidad
para el campo de la Teoría de la Comunicación. Nació el 15 de julio de 1892 en Berlín, Alemania, donde comenzó
sus estudios de filosofía, que prosiguió en Friburgo, Munich y Berna.

Resumen
Hacia 1936 Benjamín concibe “La Obra de Arte en la época de su reproductibilidad técnica”. En
el prólogo, ya evidencia su fascinación y estudio por la obra de Karl Marx. Incluso el destacado
teórico Jesús Martín-Barbero lo inscribe dentro de “los grandes teóricos del marxismo”. Señala
el colaborador de la Escuela de Frankfurt en este escrito que muchas de las predicciones del
marxismo acerca del arte tras la ascensión del proletariado al poder, pueden solo señalarse en
esta época, y critica un tanto el carácter predictivo de los postulados marxistas, basados
únicamente en cerrados valores matemáticos de plusvalía y producción.
Señala al inicio de su exposición que la obra de arte ha sido desde tiempos remotos, desde su
mismo surgimiento podríamos decir, susceptible a ser reproducida: el hombre repite lo que otro
hombre ha hecho.
Por eso mismo parece indiscutible que la obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica
ha cambiado. Al tratar de copiarla, en busca de proximidad a lo originalmente creada, la obra
se transforma. Deja de ser auténtica, ya no es única.
Y es que el hombre ha reproducido, primero con fines mágico- religiosos, y más tarde los
alumnos de artistas para adquirir práctica. De esta forma, en su afán de tener todo accesible
copió primero a mano los textos sagrados dentro de los monasterios durante la Edad Media y
más tarde se dio el boom de la reproducción, que fue la aparición de la imprenta de tipos móviles
hacia 1440.
Además, gracias a la litografía, creada a inicios del siglo XIX, la gráfica fue capaz de acompañar
a la vida cotidiana. Comenzó a tener tanta importancia como la imprenta, aunque sería superada
posteriormente por la fotografía.
Walter Benjamín nos plantea el concepto de lo que define como AURA, una “manifestación de
lejanía irrepetible” provocada por algo, por cerca que se encuentre. El aura es aquello que nos
hace levantar la mirada y contemplar la obra de arte, es el poder que tiene, por ejemplo, una
creación artística de causar sensaciones inexplicables o según las propias palabras del autor:
“descansar en un atardecer de verano y seguir con la mirada una cordillera en el horizonte o
una rama que arroja su sombra sobre el que reposa, eso es aspirar el aura de esas montañas,
de esa rama”.
En este ensayo Benjamín trabaja sobre la idea de que existen condiciones materiales de
producción a nivel de superestructura; se propone pensar el arte desde la innovación
tecnológica, desde el criterio de la creación de un nuevo concepto de arte y las mismas
condiciones de recepción.
No es un secreto que en esta época reproducir una obra es extremadamente fácil comparado
con los albores de la civilización, donde se hacían copias cien por ciento a mano o auxiliados
de instrumentos no muy ágiles en la copia.

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Las obras de arte copiadas a mano degradan, por así decirlo, un poco su aura; sin embargo
son las máquinas las que opacan, hacen desaparecer ese sentimiento de irrepetible lejanía.
Dice Benjamín: “…la reproducción, tal y como la aprestan los periódicos ilustrados y los
noticiarios, se distingue inequívocamente de la imagen. En ésta, la singularidad y la perduración
están imbricadas una en otra de manera tan estrecha como lo están en aquélla la fugacidad y
la posible repetición. Quitarle su envoltura a cada objeto, triturar su aura, es la signatura de una
percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que incluso, por medio de
la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible”.
Acerca de este concepto, Jesús Martín-Barbero explica que, siguiendo los preceptos de lo
escrito por Benjamín, “el viejo arte era el arte de lo uno, un solo tema, un solo punto de vista, la
famosa perspectiva renacentista; ni siquiera era la imagen de quien tiene dos ojos, ni siquiera
de quien tiene uno; era el arte de la unificación y de la contemplación. Este arte se veía en
museos que eran como templos: el aura del arte. Entonces uno miraba y cerraba los ojos y era
cuando cerraba los ojos cuando comprendía el sentido de aquella obra. Benjamín decía que
estaban en el mundo platónico todavía donde había que cerrarlos ojos para ver la verdad,
porque habitaban otro que no era el terrenal, el topos urano, donde habitaban las ideas, las
formas perfectas de las cosas”
Benjamín denota a la nuestra como sociedad donde se hace todo lo posible para eliminar
lejanías, donde las masas quieren acercarlo todo, tener bajo su total dominio lo creado mediante
la reproducción.
Las masas de hoy parece que necesiten que todo les sea más próximo. Parece, pues, según
este punto de vista, que hacer las cosas más próximas sea “más humano”. Hoy día, todo puede
ser copiado, y Benjamín ya hablaba acerca de cuan peligroso resultaba esto en el año 1936,
cuando, ni siquiera Internet, donde cualquier cosa es 100% socializable y puede venir a mi
posición a través de la copia.
Manifiesta que, si bien por un lado, el arte se encuentra al alcance de las masas, lo que se
marchita de la obra en la época de su reproductibilidad técnica es su aura y aparejado a este
concepto, nos dice que la organización de la percepción humana está condicionada tanto de
manera natural como histórica.
“Día a día se hace vigente, de manera cada vez más irresistible, la necesidad de apoderarse
del objeto en su más próxima cercanía, pero en imagen, y más aún en copia en reproducción”,
dice.
Nos ejemplifica cómo la obra de arte cambia su papel, condicionado según el contexto en que
se desarrolla. Tenemos el caso de la Venus, que si bien en ubicada en las antigua Grecia y
Roma constituye una figura de culto para la fertilidad y el amor, durante la oscura etapa medieval
era vista como representación satánica, y hoy día es observada, por ejemplo, en un espacio
público —un museo— como una obra de culto en lo que al sentido artístico se refiere. O sea, la
obra de arte, según Benjamín, adquiere su valor determinado por la ritualidad, aunque esté
relacionada con el mero sentido estético.
El texto nos habla del carácter ritual y político de la obra de arte. “El carácter único de la obra
de arte es lo mismo que su imbricación en el conjunto de relaciones de la tradición. Y esta
tradición por cierto, es ella misma algo plenamente vivo extraordinariamente cambiante”.

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Coincido en este punto con el teórico alemán. Tomemos al más común de los objetos. Con las
nuevas tendencias del arte naif y el postmodernismo, un tenedor, por ejemplo, podría exhibirse
en una galería bajo el título de “Sociedad” y en ese contexto, un instrumento simple de la vida
cotidiana trasciende como arte, y adquiere su aura. Podemos afirmar, entonces, que el aura de
las obras de arte está ligada a su aquí y ahora, tal como Benjamín plantea en su escrito, son
estos los factores que la convierten en lo que son, y causan las sensaciones en el hombre.
El rompimiento del aura, la industria de la reproducción
Cuando el avance tecnológico hace su entrada rompe el aura, la destruye.
Walter Benjamín hace un recuento sobre esta irrupción: con la litografía, la técnica de la
reproducción alcanza un grado fundamentalmente nuevo. Este proceso, más preciso “distingue
la transposición del dibujo sobre una piedra de su incisión en taco de madera o de su grabado
al aguafuerte en una plancha de cobre”, y permitió que el arte gráfica pudiera masificarse. Esta
técnica capacitó al dibujo para acompañar, la vida diaria. Fue entonces, cuenta el autor, que se
unió a la imprenta. Pero en estos comienzos fue aventajado por la fotografía pocos decenios
después de que se inventara la impresión litográfica.
Con la aparición de la fotografía, la mano del artista ya no tiene que encargarse de plasmar las
emociones, la luz, los colores. Todo concierne al lente de la cámara: es más fácil y rápido captar
un momento a través del lente que dibujarlo. Además, existen ciertos detalles que hacen
diferentes a lo captado por el lente en un instante una verdadera maravilla, como las condiciones
de iluminación, determinados filtros que podrían aplicarse a la cámara, seleccionar diversos
puntos de vista, inaccesibles en cambio para el ojo humano. También es más factible la
fotografía que la pintura, por ejemplo, pues se pueden obtener muchas copias de manera más
fácil. La fotografía es el primer método de reproducción verdaderamente revolucionario.
Luego se refiere al cine, medio en el que se acoplan sonido e imagen como si fueran uno. Sin
embargo, precipitadamente, el cine fue declarado un arte, posición criticada por Benjamin.
Luego bebe de otra fuente teórica, el reconocido dramaturgo, novelista, escritor de relatos
cortos italiano y ganador en 1934 del Premio Nobel de Literatura, Luigi Pirandello.
Este hombre declara que los actores de cine se sienten exiliados, pues el público que
normalmente tiene un profesional en escena, a la hora del rodaje es sustituido por máquinas.
Esto lo acopla Walter Benjamín a su concepto del aura: para él, los actores de cine renuncian
a su aura, a diferencia de los de teatro. No se perciben igual las emociones, no tiene un público
que transmite sus sentimientos al actor y viceversa. Además, su actuación estará sometida a
las técnicas productivas del medio, no a su voluntad y talento, al cómo querría interpretar el
papel. Refiere Benjamín a otros autores como al psicólogo y filósofo berlinés Rudolph Arnheim,
quien planteaba que en el cine mientras menos se actuaba era mayor el efecto conseguido y
clasifica al actor como un accesorio de la industria. Además, influido por Pirandello y Brecht,
asegura que el actor de cine cambia su público por el aparato que lo filma. Por eso, el aura
queda suprimida al mismo actor y, también, al personaje que representa. El carácter del actor
fílmico hace que el aura no pueda envolver su personaje y, de esto, el cine se ha dado cuenta.
Para solucionarlo, se ha creado un aura artificial a la que han llamado personality y que consiste
en el culto a la estrella promovido por el cine capitalista. Esta teoría del autor alemán se ha

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cumplido, e incluso superado su mismo sentido: hoy hasta se ha convertido en una industria la
vida de las estrellas de cine: los medios los persiguen, los acosan, las figuras donan a
instituciones benéficas y hasta se vuelven herramientas en campañas políticas.
De esta forma, el carácter artístico del cine se encuentra completamente determinado por su
reproductibilidad. “El cine es la obra de arte con mayor capacidad de ser mejorada”. Así, tanto
la música y la fotografía, por ejemplo, podrían ir a las masas en la época de reproductibilidad
técnica y no viceversa. El hombre puede socializar el arte aunque no sea auténtica.
Lo auténtico mantiene su plena autoridad frente a la reproducción manual, a la que por lo regular
se califica de falsificación, y no puede hacerlo frente a la reproductibilidad técnica, ya que ésta
resulta ser más original que la manufactura.
Por excelente que sea la copia, no va a lograr acercarse a lo que una verdadera obra emite y
ha vivido. Esto incluye todos los cambios desde físicos hasta de lugar en el que se ha
encontrado. Desde las escrituras, hasta pinturas, pueden ser analizadas por procesos químicos
para conocer sus años de existencia he identificar su autenticidad. Las copias manufacturadas,
podemos clasificarlas como imitación de un objeto real, mientras que las realizadas con medios
técnicos puede ser independiente.
A continuación, dice Benjamín “De ser una apariencia atractiva o una hechura sonora
convincente, la obra de arte pasó a ser un proyectil. Chocaba con todo destinatario. Había
adquirido una calidad táctil. Con lo cual favoreció la demanda del cine, cuyo elemento de
distracción es táctil en primera línea, es decir que consiste en un cambio de escenarios y de
enfoques que se adentran en el espectador como un choque”. Luego compara la pantalla
cinematográfica con un lienzo de pintura: el último, estático, sirve, en efecto, para la
contemplación, invita al éxtasis; sin embargo, ante la pantalla cinematográfica debemos captar
rápidamente el mensaje, pues, al estar en movimiento la imagen, cambia constantemente.
En este punto, parece que Benjamín está un poco “a la ofensiva” con el cine y, al parecer, al
igual que el autor que cita (Duhamel) siente cierto odio por la industria cinematográfica. Es cierto
que la imagen escapa; pero la pintura no es cambiante, no ofrece nada nuevo, siempre es ella,
igual. En cambio el filme aporta la posibilidad de salirte de un lugar, las emociones son inducidas
por más recursos que el color, también está el sonido, el ángulo en que se ruedan las
secuencias, la atmósfera, los escenarios, el sonido; una amplia gama de recursos que en la
pintura no existen.
En cuanto a la exhibición ante la masa nos dice que el cine actual puede impulsar una crítica
revolucionaria de las condiciones sociales o incluso del sistema de propiedad. Hemos visto, por
ejemplo, cómo el cine principalmente latinoamericano, y el desligado a los monopolios culturales
se dedica a realizar críticas de la realidad. No es un cine que sea solamente un ente pasivo: se
posiciona en una postura crítica reflejando los problemas del mundo que le rodea, no obstante
las masas hacen resistencia a este tipo de cine, desde mi punto de vista, pues están tan
narcotizadas con las historias rosas que proponen los grandes vendedores, una industria de
alegría, llena de patrones preestablecidos y trillados, donde el bien triunfa y los personajes
positivos son perfectos, con ricos que no se aprovechan de los pobres y políticos que ayudan a
su pueblo, con paz mundial, o donde un ejército como el norteamericano siempre esté ahí para
defendernos de las amenazas del mundo exterior y el terrorismo.

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También Benjamín plantea como el medio más importante e influyente al cine, que no solo va
al encuentro de las masas, sino que tiene un lado positivo y otro negativo, en el que liquida a
los valores históricos.
Además, nos habla de la autenticidad, en lo que se refiere al aquí y el ahora. Lo auténtico
mantiene su plena autoridad frente a la reproducción manual, a la que por lo regular se califica
de falsificación, no puede hacerlo frente a la reproductibilidad técnica, ya que la reproducción
técnica resulta ser más original que la reproducción manual.

Algunas preguntas sobre el texto:

1- ¿Qué diferencia una obra de arte de una reproducción?


2- ¿Por qué es tan utilizado este texto a partir de los 60´?
3- ¿Qué valores del arte moderno cuestiona?
4- ¿Qué conceptos nuevos introduce a la teoría del arte?

texto completo: http://diegolevis.com.ar/secciones/Infoteca/benjamin.pdf

Lectura n°2 La topología del arte contemporáneo - Boris Groys en relación al texto de
Benjamín.

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