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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Contenido
EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EN LA INFANCIA ..................................... 2
1. Desarrollo de la Personalidad: ....................................................................... 2
1.1. Introducción ..................................................................................................... 2
1.2. Elementos de la personalidad ......................................................................... 3
1.2.1. Elementos estructurales o rasgos: ...................................................... 3
1.3. El desarrollo del sistema cognitivo. ............................................................... 7
1.4. Desarrollo del yo o autoconcepto ................................................................ 12
1.4.1 El desarrollo cognitivo. ............................................................................ 12
1.4.2. La crianza personal.................................................................................. 12
1.4.3. El contexto sociocultural. ....................................................................... 13
LAS VIVENCIAS DE LA INFANCIA QUE DETERMINAN NUESTRA VIDA ADULTA 14
2. La relación cercana con los padres influye en las relaciones de adulto ... 15
3. Si se ha sufrido maltrato durante la infancia, se es más propenso a la
depresión ............................................................................................................... 15
4. Si se ha sufrido maltrato escolar, hay más posibilidades de tener una vida
menos funcional .................................................................................................... 15
5. Si se ha pasado por hechos traumáticos, hay mayor tendencia a la
obesidad ................................................................................................................ 16
6. Los factores de la personalidad .................................................................... 16
7. Desarrollo afectivo en la primera infancia .................................................... 17
7.1. El proceso de formación del apego ........................................................... 17
7.2 . La conquista de la autonomía .............................................................. 18
8. El papel de la autoestima en niños y niñas .................................................. 19
9. Conclusiones.................................................................................................. 21
10. Referencias bibliográficas ............................................................................. 25

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

I.- EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EN LA INFANCIA

1. Desarrollo de la Personalidad:

1.1. Introducción
En la actualidad, uno de los temas que más se están investigando dentro del
ámbito de la Psicología de la Personalidad es el relacionado con
el desarrollo de la personalidad, con su estabilidad y cambio a lo largo
del tiempo.
La cuestión de si la personalidad puede o no cambiar ha sido un tópico
constante en nuestra disciplina. En 1890, ya William James llegó a la
conclusión de que, alrededor de los 30 años de edad, la personalidad de
un individuo se ha hecho tan sólida como una escayola, y ya no volverá a
ablandarse jamás.

Sin embargo, no todos los psicólogos han estado de acuerdo con la afirmación
de James. Por ejemplo, Erikson (1963) consideraba que los adultos maduran y
cambian a medida que van pasando por diferentes etapas.

Igualmente, los psicólogos clínicos suelen partir del supuesto de que los
individuos son capaces de realizar cambios importantes que afectan a muchos
aspectos de sus vidas. Incluso algunos, como Mischel (1972), han propuesto
que la personalidad puede ser tan maleable que cambie de situación a
situación.

Pero, aunque la personalidad parece que cambia a lo largo de toda la vida, hay
determinados períodos en los cuales los cambios que se experimentan son
mayores y tienen más repercusión en la vida presente y futura de los
individuos; me estoy refiriendo concretamente a la infancia, la adolescencia y la
adultez temprana.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

En este sentido, el hilo conductor del presente trabajo va a ser clarificar, en la


medida de lo posible, cuáles son las características personales más
destacadas durante la etapa de la infacia , cómo se han desarrollado, cómo
influyen en la adaptación a los distintos ámbitos de la vida y qué puede hacerse
para cambiarlas si no nos gustan o para aprenderlas si no las hemos adquirido.
Siguiendo una clasificación tradicional dentro de la disciplina, se dividirá este
trabajo en dos partes claramente diferenciadas. Una de ellas estará centrada
sobre los distintos elementos de la personalidad que se han propuesto
habitualmente. La otra versará sobre el desarrollo del sí mismo en sus
diferentes acepciones.

1.2. Elementos de la personalidad

1.2.1. Elementos estructurales o rasgos:


Los elementos estructurales o rasgos han sido definidos como dimensiones de
personalidad relativamente descontextualizadas, referidas a
la conducta expresiva o al estilo de respuesta y que distinguen a unas
personas de otras (Winter y Barembaum, 1999). Aunque con dicho término se
ha aludido normalmente a una serie de regularidades observadas en la
conducta de las personas en una amplia variedad de situaciones, también se
han incluido dentro de este concepto patrones consistentes de pensamientos o
sentimientos.
Por lo general, se considera que los rasgos son las características que el
individuo "tiene". En relación con el desarrollo de estas características, Loehlin
(1992) ha demostrado que están bastante influidas por las características
genéticas aditivas y el ambiente no compartido al que somos sometidos cada
uno de nosotros de modo individual.
A lo largo de la historia de la disciplina se han propuesto diversas
clasificaciones de rasgos; no obstante, en los últimos tiempos existe un
acuerdo bastante alto entre los distintos investigadores en considerar como
objeto de interés fundamental la denominada clasificación de los "Cinco
Grandes".

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

De acuerdo con esta clasificación, podemos hablar de cinco rasgos


fundamentales (aunque con diversas variaciones en la terminología empleada
para designarlos): extraversión, estabilidad emocional,
afabilidad, responsabilidad y apertura mental. Se ha considerado que estos
factores o dimensiones poseen validez transcultural.
La extraversión y la amabilidad están relacionadas con
el comportamiento interpersonal. La extraversión (versus introversión) se
refiere a la cantidad e intensidad de las interacciones interpersonales y se
asocia con aspectos como por qué los individuos prefieren estar solos o con
otras personas. La afabilidad o amabilidad (versus oposicionismo) recoge la
cualidad de la interacción social y se asocia con las respuestas características
hacia otras personas; es producto de la socialización.
La responsabilidad (versus falta de responsabilidad) refleja el grado
de organización, persistencia, control y motivación en la conducta dirigida a
metas; es decir, hace referencia a la forma en que se realizan las tareas.
El neuroticismo (versus estabilidad emocional) está relacionado con la vida
emocional de las personas y con su ajuste. Las personas con puntuaciones
altas tienden a experimentar emociones negativas. Es una dimensión
descriptiva muy importante en las personas que tienen problemas psicológicos.
La apertura mental (versus cerrado a la experiencia) tiene que ver con la
respuesta de las personas ante las ideas y experiencias nuevas.
Bermúdez (1997) ha realizado una revisión de la literatura sobre los Cinco
Grandes, encontrando relaciones entre éstos y aspectos como conducta
interpersonal, salud, bienestar y calidad de vida, comportamiento laboral, perfil
profesional y rendimiento educativo, entre otros.
En el caso concreto de la conducta interpersonal, se ha encontrado que la
forma mediante la que una persona se relaciona con los demás se asocia con
los rasgos de extraversión, afabilidad y estabilidad emocional. La presencia
conjunta de elevada extraversión y baja afabilidad suele estar asociada con un
estilo arrogante y calculador en las relaciones con los demás; por el contrario,
una elevada puntuación tanto en extraversión como en afabilidad propiciaría
modos de relacionarse con los otros caracterizados por optimismo,
sociabilidad, cordialidad, cooperación y búsqueda de armonía.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

La unión de baja extraversión y baja afabilidad favorece el desarrollo de un


estilo interpersonal reservado, frío y distante, mientras que una persona muy
afable y poco extravertida tendería a relacionarse con los demás desde la
ingenuidad, la modestia y la escasez de pretensiones. La presencia al mismo
tiempo de estabilidad emocional potenciaría los aspectos positivos presentes
en el estilo de conducta interpersonal, mientras que un bajo nivel en este rasgo
intensificaría los aspectos negativos. Estas tres dimensiones juegan además un
papel importante en el modo de abordar el establecimiento de relaciones
estables con otra persona y en la naturaleza de estas relaciones. Así, las
personas estables emocionalmente y extravertidas se encuentran cómodas al
establecer relaciones íntimas con otra persona y no se preocupan
excesivamente ante la posibilidad de estrechar demasiado sus relaciones.
Por el contrario, las personas emocionalmente inestables y poco afables
suelen mostrar una enorme inseguridad en este tipo de situaciones. A estas
personas les cuesta mucho confiar plenamente en los demás, les molesta
mantener relaciones estrechas con otra persona y, en caso de establecerlas,
crean vínculos muy inestables y están constantemente preocupadas pensando
si su pareja les quiere o no (Shaver y Brennan, 1992). En lo que respecta
al rendimiento académico parece que se relaciona fundamentalmente con los
factores de apertura mental y escrupulosidad (componente de la dimensión de
responsabilidad) (Paunonen y Ashton, 2001); en menor medida influyen las
dimensiones de extraversión, afabilidad y estabilidad emocional, cuya
incidencia afectaría de manera especial a la competencia social, es decir, a
la calidad de las relaciones interpersonales que el escolar mantiene con sus
compañeros y profesores y a su adaptación general al contexto escolar.
Por último, en el área de la salud se han descubierto relaciones entre las
puntuaciones de los rasgos de los Cinco Factores y la tendencia a
experimentar emociones específicas. Por ejemplo, se ha descubierto una
relación entre la puntuación alta en neuroticismo y la tendencia a experimentar
sentimientos negativos y malestar psicológico. Del mismo modo, se ha
encontrado una asociación entre una puntuación alta en extraversión y la
tendencia a experimentar sentimientos positivos y bienestar psicológico
(McCrae y Costa, 1991; Watson, 2002).

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Pero, ¿los rasgos anteriores pueden cambiar? En la actualidad, los distintos


estudios parecen demostrar que pueden fluctuar considerablemente hasta la
adultez temprana, y que hay una cierta consistencia y estabilidad de los
mismos una vez que ya se han establecido. No obstante lo anterior, conviene
señalar que pueden sufrir cambios a lo largo de toda la vida como
consecuencia de la experiencia. Por tanto, saber qué rasgos poseemos y en
qué medida puede ayudarnos a conocernos y a controlarnos.
Elementos cognitivos y/o motivacionales
En general, el concepto de motivación pretende responder a la pregunta de por
qué nos comportamos como lo hacemos. Desde el punto de vista de la
Psicología de la Personalidad, este concepto alude a una serie de
características internas que pueden desempeñar un papel importante en
diversas áreas del funcionamiento de la persona, como la cognición y la acción,
para crear metas a corto y largo plazo (Singer, 1995). No se trata de lo que el
individuo "tiene", sino de lo que "hace" o "trata de hacer" (McAdams, 1994).
Por último, si los rasgos pretenden aclarar qué características tienen las
personas y las motivaciones tienen como objetivo explicar los motivos por los
que los individuos se comportan de una determinada manera, los elementos
cognitivos son los que traducen los motivos en conducta intencional, los que
autorregulan y controlan la acción (Cantor y Zirkel, 1990). Aunque se han
propuesto una gran variedad de unidades cognitivas (dentro de las cuales cada
vez tienen más cabida los procesos afectivos), los teóricos que trabajan desde
esta orientación destacan la naturaleza social del funcionamiento de la
personalidad, investigando cuáles son los procesos comunes en relación con
las cuales se diferencian las personas en contextos específicos (Maddux, 1999;
Pervin, 1998).
Se han propuesto una gran variedad de elementos motivacionales y/o
cognitivos de la personalidad. En las líneas siguientes no se hablará de todos
ellos, sino que se intentará presentar solamente aquellos que, en mi modesta
opinión, están produciendo líneas de investigación más fructíferas para nuestra
disciplina en relación con el desarrollo de la personalidad.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Me estoy refiriendo concretamente a los aspectos relacionados con la


cognición social, las metas y los mecanismos autorregulatorios de las
emociones y/o de la conducta.
Ser apropiadamente "social" exige que interactuemos con otras personas. Es
más posible que estas interacciones sean armoniosas si sabemos lo que
piensan o sienten las personas que están a nuestro alrededor y si podemos
pronosticar cómo tienden a comportarse. La cognición social
o inteligencia social se refiere, pues, al conocimiento que tenemos sobre el
mundo social y las interacciones sociales.
La comprensión del mundo interpersonal y social en el que nos movemos se
produce aproximadamente entre los 12-14 años y depende fundamentalmente
de tres factores:

1.3. El desarrollo del sistema cognitivo.

La habilidad de pensar en términos dimensionales y ordenar personas a lo


largo de un continuo (necesario al hacer comparaciones psicológicas) implica
que una persona es capaz de operar con conceptos abstractos, lo que
constituye una habilidad operacional-formal que no se adquiere completamente
hasta alcanzar las edades mencionadas.
El desarrollo de la capacidad para diferenciar entre la perspectiva propia y la de
los iguales simultáneamente y de ver las relaciones entre estos puntos de vista
potencialmente discrepantes. Cuando los niños adquieren habilidades
de adopción de perspectivas, su comprensión del significado y el carácter de
las relaciones humanas empieza a cambiar.
Las experiencias sociales con el grupo de iguales. Los desacuerdos entre
amigos son especialmente importantes porque ayudan a obtener
la información que se necesita para entender y valorar los puntos de vista
en conflicto, ampliando la comprensión social.

Los contactos sociales con los iguales no sólo contribuyen indirectamente al


desarrollo de las habilidades de adopción de perspectivas, también constituyen
un tipo de experiencia directa mediante la cual los niños pueden aprender
cómo son los demás.
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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Cuanta más experiencia con sus iguales tenga un niño más motivado se sentirá
para intentar entenderlos y más entrenado estará para captar las causas de su
conducta.
Por su parte, las metas son unidades cognitivo-motivacionales que tratan de
describir cómo los pensamientos y conductas se traducen en metas específicas
para situaciones y momentos concretos (Funder, 2001).
Los adolescentes tienden a construir ya proyectos vitales en los que se
representan su propia actividad futura y la sociedad en que viven. Esto es
posible probablemente por disponer en ese momento de suficientes
capacidades intelectuales como para realizar esquemas, categorizaciones,
planes mentales y mecanismos autorregulatorios de la conducta y de las
emociones (Delval, 1995).
Centrándonos ya en los mecanismos autorregulatorios, hay que distinguir en
primer lugar entre la autorregulación de los impulsos o del comportamiento y la
autorregulación de las emociones. Estos dos conceptos constituyen lo que se
ha dado en llamar en los últimos tiempos inteligencia emocional (Goleman,
1995). El entusiasmo con respecto a la inteligencia emocional comienza a partir
de las investigaciones sobre sus efectos beneficiosos para la crianza
y educación de los hijos, aunque poco a poco su aplicabilidad comienza a
extenderse a otros ámbitos como el lugar de trabajo y las relaciones sociales.
En general, los estudios muestran que las mismas capacidades de inteligencia
emocional que dan como resultado que un niño sea considerado como un
estudiante entusiasta por su maestra o sea apreciado por sus amigos en el
patio de recreo, también lo ayudarán dentro de veinte años en su trabajo
o matrimonio. Al parecer, gran parte de la influencia de la inteligencia
emocional para predecir el éxito futuro en áreas de diversa índole se relaciona
con aspectos como la persistencia, la autorregulación y la tolerancia a la
frustración.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

La inteligencia emocional comprende dos tipos de inteligencia o habilidad:


inteligencia intrapersonal e inteligencia interpersonal. La primera es la habilidad
para comprenderse uno mismo, para conocer las emociones y los motivos que
nos impulsan y actuar en consecuencia. La segunda es la capacidad para
comprender a los demás y actuar en consecuencia.
La inteligencia intrapersonal requiere el dominio de una serie de habilidades
concretas. La primera de éstas es reconocer las propias emociones
o conciencia de uno mismo. Sólo quien sabe qué siente y por qué puede
manejar sus emociones, moderarlas y ordenarlas de manera consciente
(conciencia de los sentimientos y de los pensamientos con respecto a ellos).
Las personas que tienen una mayor certeza de sus emociones suelen dirigir
mejor sus vidas, ya que tienen un conocimiento seguro de cuáles son sus
sentimientos reales. La segunda de ellas es saber manejar las propias
emociones, tener estrategias para reconducir nuestras emociones de forma
adaptativa. Quienes tienen esta capacidad se recuperan mucho más rápido de
los reveses y contratiempos de la vida. La tercera habilidad consiste en la
capacidad para motivarse a uno mismo y saber demorar las gratificaciones. Los
verdaderos buenos resultados requieren cualidades como la perseverancia,
disfrutar aprendiendo, tener confianza en uno mismo y ser capaz de
sobreponerse a las derrotas.
Respecto a la inteligencia interpersonal, requiere asimismo el dominio de dos
tipos de destrezas o habilidades específicas: saber ponerse en el lugar de los
demás y ser capaz de relacionarnos adecuadamente con los demás. La
primera de estas habilidades es conocida de modo coloquial con el término
"empatía", y consiste en ser capaz de admitir las emociones, escuchar con
concentración y comprender pensamientos y sentimientos que no se han
expresado verbalmente. Las personas que poseen esta habilidad suelen
sintonizar con las señales sociales sutiles que indican qué necesitan o quieren
las demás personas. Lógicamente, se requiere un buen autocontrol emocional.
Por otra parte, el arte de "controlar" las relaciones sociales depende entre otras
cosas de nuestra capacidad para crear, cultivar y mantener las relaciones,
reconocer los conflictos y solucionarlos, encontrar el tono adecuado y percibir
los estados de ánimo de los demás.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Este conjunto de elementos subyacen a la popularidad, el liderazgo y


la eficacia interpersonal, influyendo en cualquier tipo de relación que
establezcamos a lo largo de nuestra vida.
Si nos centramos específicamente en la regulación de las emociones, hay que
distinguir también entre la comprensión y la expresión de las mismas.
La comprensión emocional parece que depende, tanto del desarrollo de los
procesos cognitivos, como de las experiencias sociales que tenemos a lo largo
de la infancia y la adolescencia. Así, los padres y cuidadores suelen enseñar a
los niños ya en edad preescolar a enfrentarse de forma constructiva a las
emociones negativas: haciendo que no presten atención a los aspectos más
dolorosos de las situaciones desagradables, utilizando estrategias
tranquilizadoras y ayudándoles a comprender las situaciones que les producen
miedo, frustración o decepción.
Para la expresión emocional, cada sociedad dispone de un conjunto de reglas
de expresión que especifican las circunstancias en que las emociones deben o
no manifestarse. El aprendizaje de dichas reglas depende en parte de los
estilos educativos. En este sentido, parece que cuando los padres no son muy
receptivos emocionalmente, son excesivamente autoritarios y critican
demasiado a sus hijos se dificulta el aprendizaje. Por otra parte, cuando los
padres o cuidadores son cariñosos, sensibles y consistentes, apoyándose en el
razonamiento más que en la imposición, el aprendizaje emocional es facilitado.
Del mismo modo, cada sociedad enseña a sus miembros una serie de reglas
para controlar y regular su comportamiento. El autocontrol depende
inicialmente de agentes externos, pero con el tiempo y el aprendizaje se va
internalizando, a medida que se adoptan normas o criterios que hacen hincapié
en su valor y se adquieren habilidades concretas de autorregulación del
comportamiento, tras el desarrollo del lenguaje interno (Shaffer, 2002).
Hay estudios que demuestran que las diferencias interindividuales en la
capacidad para dirigir la propia conducta observadas en la infancia sirven para
predecir diferencias interindividuales en otros ámbitos del comportamiento
autorregulador y adaptativo en etapas posteriores de la vida de los individuos.
En este sentido, en un estudio de Shoda, Mischel y Peake (1990) se encontró
que los niños que dan pruebas tempranas de autocontrol obtienen resultados
más favorables en la vida.
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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Parece que el autocontrol es un atributo bastante estable, ya que los


adolescentes que no eran capaces de posponer la gratificación durante mucho
tiempo en su infancia eran aquellos a los que los padres tendían a calificar de
impacientes e impulsivos. Por su parte, aquellos otros que, en opinión de sus
padres, se habían caracterizado durante su infancia por posponer la
gratificación durante más tiempo eran descritos por éstos como más
competentes desde el punto de vista académico, con mayor número de
habilidades sociales, con más seguridad y confianza en sí mismos y con más
capacidad para enfrentarse al estrés.
Además de lo anterior, parece que el dominio de las relaciones interpersonales
se relaciona también con aspectos positivos como: mejor autoestima, mayores
niveles de bienestar subjetivo, mejor capacidad para afrontar situaciones
sociales conflictivas, mayores índices de apoyo social, mejor adaptación
escolar, más éxito académico, más cantidad y calidad con respecto a las
amistades, aceptación y popularidad entre los compañeros y mayor porcentaje
de éxito en las citas. Por su parte, parece que el fracaso en el manejo de las
relaciones sociales puede llegar a relacionarse con problemas
académicos, depresión, consumo de drogas, trastornos de la alimentación y
conducta antisocial (Oliva, 1999).
Llegados a este punto, quizá cabría plantearse si los elementos anteriores
pueden cambiarse o mejorarse en la adolescencia o la edad adulta, en el caso
de que nuestro aprendizaje no haya sido todo lo satisfactorio que sería de
esperar. Lógicamente, la respuesta es sí. El único requisito necesario es haber
alcanzado un cierto nivel de desarrollo cognitivo. Puesto que la mayor parte del
aprendizaje parece depender de la familia y del contexto social, aspectos
plenamente ambientales, también es posible crear condiciones de aprendizaje
óptimas durante la terapia que permitan a cualquier persona adquirir y/o
mejorar estas destrezas que tanta influencia tienen en nuestra adaptación al
contexto social en el que vivimos.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

1.4. Desarrollo del yo o autoconcepto

El sentido de la propia identidad consiste esencialmente en la percepción y


vivencia que cada uno tiene de sí mismo, como poseedor de unas
determinadas competencias y habilidades, con unas necesidades, intereses
y valores concretos, con unos proyectos e ilusiones que desearía lograr y
satisfacer (Bermúdez, Pérez García y Sanjuán, 2003). Es el resultado de
la integración de los distintos aspectos del yo en una totalidad integrada.
El establecimiento de una identidad personal estable es realmente un hito
significativo, que ayuda a preparar el terreno para una adaptación psicológica
positiva y para el desarrollo de compromisos emocionales profundos y
confiados que posiblemente podrían durar toda la vida. Al menos tres factores
influyen en el progreso del adolescente hacia el logro de identidad (Shaffer,
2002):

1.4.1 El desarrollo cognitivo.


Cuando ya se ha alcanzado un dominio sólido del pensamiento formal y se
puede razonar lógicamente acerca de situaciones hipotéticas, existe más
capacidad para imaginar y contemplar identidades futuras.

1.4.2. La crianza personal.


Es difícil que uno establezca su propia identidad sin haber tenido la oportunidad
de identificarse con figuras parentales respetadas y de adoptar algunas de sus
cualidades deseables. Así, los adolescentes con una mejor identidad parecen
tener una base emocional sólida en su casa combinada con
una libertad considerable para ser individuos por derecho propio. El mismo
estilo parental cariñoso y democrático que ayuda a los niños a lograr un sentido
fuerte de autoestima también está asociado con resultados de identidad sanos
y adaptativos en la adolescencia. Los padres democráticos, que combinan en
la relación con sus hijos la comunicación y el afecto con el control no coercitivo
de la conducta y las exigencias de una conducta responsable, son quienes más
van a favorecer la adaptación de sus hijos, que mostrarán un funcionamiento
social más saludable, una mejor actitud y rendimientos académicos y menos
problemas de conducta.
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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Cuando los padres se comportan de manera fría y excesivamente controladora,


los hijos se muestran obedientes, sumisos y conformistas a corto plazo, pero se
rebelan a largo plazo. Por último, ser excesivamente permisivo también es
perjudicial porque, a pesar de mostrar una relación cálida y defectuosa, los
hijos suelen presentar déficits en el control de la conducta, falta de esfuerzo,
problemas de conducta y consumo de alcohol y drogas. Por último, si los
padres son indiferentes, los hijos pueden desarrollar tanto problemas externos,
como agresividad y conducta antisocial, como internos, tal es el caso de baja
autoestima y malestar psicológico (Inglés Saura, 2003).

1.4.3. El contexto sociocultural.

Las sociedades occidentales permiten y esperan que los adolescentes planteen


cuestiones serias acerca de ellos mismos y que las respondan. Los
adolescentes deben elegir una identidad personal después de explorar
cuidadosamente muchas opciones.
Los individuos que establecen mejor su identidad se caracterizan por adaptarse
mejor a las situaciones sociales, relacionarse mejor con los demás, tener más
confianza en sí mismos, tener mejor rendimiento académico y tener menos
problemas de conducta (Shaffer, 2002).

Uno de los aspectos más importantes de la identidad es el concepto


de autoestima, que se refiere a la evaluación que hacemos acerca de nosotros
mismos. Suele ser alta en la infancia y desciende al inicio de la edad escolar;
probablemente, porque se recibe información de otras fuentes distintas a
la familia con respecto a uno mismo que pueden no ser tan benévolas.
Depende por tanto de uno mismo y de los demás (Harter, 1998).
Su desarrollo depende de los padres y de los iguales. Los adolescentes que
poseen una elevada autoestima tienden a tener padres que son afectuosos y
les prestan apoyo, que establecen normas claras que deben seguir y que les
permiten expresar su opinión a la hora de tomar decisiones que les afectan
personalmente. Por otra parte, la influencia de los pares en la autoestima
resulta especialmente evidente durante la adolescencia.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Cuando los adultos jóvenes reflexionan sobre las experiencias que fueron
importantes para ellos y que podrían haber influido en su autoestima,
mencionan las experiencias con amigos y compañeros sentimentales con
mucha mayor frecuencia que con los padres u otros miembros de la familia
(Shaffer, 2002).
Los adolescentes suelen mostrar incrementos graduales aunque modestos de
la autoestima. Los niveles suelen más altos en los hombres pero más estables
en las mujeres. Se considera que estas diferencias podrían ser un reflejo de la
mayor presión que el contexto social ejerce sobre las mujeres para que
adopten patrones de conducta, expectativas y esquemas valorativos de sí
mismas de forma más temprana.

II.- LAS VIVENCIAS DE LA INFANCIA QUE DETERMINAN NUESTRA VIDA


ADULTA

Muchas experiencias que han tenido lugar durante los primeros años de vida,
tienen efectos en la edad adulta. Especialmente cuando son traumáticos
Son cuatro los principales acontecimientos vitales que cambian el futuro de una
persona.
“Los niños son como esponjas”. Esta frase es muy repetida a la hora de
hablar sobre el proceso de aprendizaje de los más pequeños y la facilidad que
tienen para memorizar y asumir ciertos comportamientos que han visto en su
entorno.
Lejos de ser un tópico muy repetido por parte de los adultos, estudios
muestran que muchos rasgos del comportamiento de un adulto están influidos
por situaciones vividas y el clima respirado durante la infancia.
Estos matices del comportamiento humano son más reseñables en aquellas
situaciones en las que se ha vivido una niñez dura o situaciones traumáticas
durante los primeros años de nuestras vidas, aunque también ocurre lo
contrario, ya que un buen entorno familiar es el clima propicio para el desarrollo
infantil. En el magacín Business Insider nos muestran un listado con algunos de
estos rasgos.
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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

2. La relación cercana con los padres influye en las relaciones de


adulto
Un estudio de la Universidad de Haifa, liderado por Yossi Guttman y Amnon
Lazar, seleccionó a 231 personas de entre 22 y 32 años y entre ellos se
observó que a los huérfanos o los hijos con padres divorciados les resultaba
más costoso mantener relaciones de pareja, ya que, en torno, al 60% de ellos
tenían una relación, por el 82% de aquellos con padres casados.
La relación que se tiene con los padres influye enormemente en las futuras
relaciones de pareja

Más allá de estas cifras, en este estudio también se detectó que el vínculo
emocional de los hijos con los padres está íntimamente relacionado con el
desarrollo de las relaciones de pareja durante la vida adulta, pues cerca del
41% de los casos en los que el progenitor solía ausentarse o, directamente, no
había relación con él, sentían un mayor temor al abandono y miedo a mantener
relaciones.
3. Si se ha sufrido maltrato durante la infancia, se es más propenso a
la depresión
La depresión es uno de los síndromes mentales más desarrollados en la
actualidad, pero las cifras aumentan en hasta 2,27 veces en los casos de
aquellas personas que han sufrido maltrato o una infancia especialmente
exigente por parte de sus padres.
En el estudio realizado por el instituto de psiquiatría del King’s College
London examinó a más de 23.000 personas con depresión y se centraron en
cuatro indicadores de maltrato: rechazo de la interacción por parte de la madre,
dura disciplina por parte de uno de los progenitores, maltrato físico o sexual o
mal cuidado de los padres. Los casos en los que se cumplían al menos dos de
estos criterios fueron muy concluyentes.

4. Si se ha sufrido maltrato escolar, hay más posibilidades de tener


una vida menos funcional
Una investigación se centró en ver la evolución de los 7.771 niños que
nacieron una determinada semana de 1958 en Gran Bretaña.
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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

El periodo del seguimiento duró desde los 7 hasta los 50 años y se concluyó
que cuatro décadas más tarde se siguen viendo los efectos del maltrato
escolar, ya que gran parte de las personas que lo han sufrido tienden a tener
un mundo “más pequeño” y no son capaces de sentirse bien sin el apoyo de su
familia, amigos o entorno.

5. Si se ha pasado por hechos traumáticos, hay mayor tendencia a la


obesidad
Especialmente en aquellos casos en los que se han sufrido abusos sexuales
durante la infancia. El doctor Vincent Felitti realizó un estudio a finales de los
años 80 en el que descubrió que de las 286 personas investigadas, el 50%
habían sufrido abusos durante los primeros años de su vida.
Otro estudio más reciente, de 2009, detectó, tras haber estudiado a 15.000
adolescentes, que los que habían sido abusados tenían un más riesgo de tener
trastornos alimenticios. Concretamente un 67% más de posibilidades.

6. Los factores de la personalidad

Así, el desarrollo se entiende como el resultado de la confluencia bidireccional


entre unos factores más biológicos o internos (herencia genética) y otros
factores contextuales o externos (ambiente). Entre los primeros se incluye el
temperamento, que se define por una disposición emocional y motivacional
intrínseca e innata que moviliza al sujeto por intereses de carácter primario.

Por otra parte, los factores ambientales pueden clasificarse en influencias


comunes (normas, valores, creencias sociales y culturales externamente
originadas) y las influencias personales (experiencias y circunstancias vitales
particulares de cada sujeto, como por ejemplo, una enfermedad).

Puede decirse, por tanto, que a medida que el sujeto va madurando


biológicamente y va incorporando nuevas experiencias y vivencias externas, va
teniendo lugar el proceso de desarrollo de la personalidad propia. ¿De qué
manera se va produciendo este desarrollo de la personalidad durante la
infancia?
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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

7. Desarrollo afectivo en la primera infancia

El fenómeno más importante que caracteriza el desarrollo afectivo del niño o


niña en los primeros años de vida es la formación del apego o vínculo
emocional/afectivo establecido entre el pequeño y una o varias figuras de
referencia (usualmente sujetos pertenecientes al sistema familiar, aunque
puede no serlo en todos los casos). El apego se compone de tres elementos:
las conductas de apego, las representaciones mentales y los sentimientos
generados a partir de los dos anteriores.

La función principal de la elaboración del vínculo afectivo es tanto facilitar un


desarrollo adaptativo en el área emocional la cual permita al sujeto poder
establecer futuras relaciones interpersonales afectivas funcionales y
adecuadas, como asegurar un desarrollo de la personalidad general
equilibrado. Sin este apoyo, los pequeños no son capaces de establecer
vínculos afectivos necesarios para desarrollar todas sus competencias.

Al mismo tiempo, el apego genera un contexto en el que los niños y niñas


pueden aprender y a explorar su entorno sintiéndose seguros, lo cual es
fundamental para descubrir sus propias capacidades. Esta clase de
descubrimientos darán forma a sus actitudes y a una parte de su personalidad,
dependiendo de si se sienten más o menos competentes en los ámbitos que
les toca vivir de manera habitual.

7.1. El proceso de formación del apego

En el proceso de formación del apego pueden distinguirse varias fases en


función de la distinción que va aprendiendo a hacer el bebé sobre las personas
de su entorno social.

Así, en los primeros dos meses su incapacidad de discriminación entre


figuras de apego y otras personas motiva que sienta buena predisposición para
la interacción social en general, independientemente de la persona de que se
trate.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

A partir de los 6 meses, esta diferenciación se va volviendo más acusada, de


manera que el niño o niña muestra su preferencia por las figuras más cercanas
de proximidad afectiva. A los 8 meses tiene lugar la fase de “angustia del
octavo mes” en la cual el bebé muestra su rechazo a los desconocidos o a las
personas que no forman parte de su circulo de apego más próximo.

Con la consolidación de la función simbólica, a los 2 años de edad, se es


capaz de interiorizar la permanencia del objeto, aun no siendo este físicamente
visible, lo cual posibilita la consolidación del vínculo afectivo.

Posteriormente, el niño comienza una etapa caracterizada por una


búsqueda constante de aprobación y afecto del adulto, experimentando cierta
dependencia emocional y mostrando nuevamente buena predisposición para la
interacción social general.

Finalmente, entre los 4 y los 6 años, el interés del niño se centra en su


relación con los iguales, lo cual afianza el inicio de la etapa de socialización en
otros ambientes distintos al familiar, como por ejemplo, el escolar.

7.2 . La conquista de la autonomía


La adquisición de la capacidad de autonomía tiene lugar en los primeros
años de la infancia del niño o niña, una vez se ha empezado a consolidar el
proceso de autoconcepto (como diferenciación de los demás sujetos)
y comienza a superarse la dependencia afectiva del adulto para orientarse a la
experimentación del mundo de forma independiente.

Al descubrir que pueden interactuar siguiendo las primeras nociones de


normas, valores y creencias interiorizadas (no siempre coincidentes con la de
los adultos entendidos como modelo de aprendizaje) a partir de experiencias
vitales tempranas, su motivación se orienta a regir su comportamiento en
función de sus propias decisiones.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Así, se genera una fase de ambivalencia constante entre la necesidad de


depender del adulto y la búsqueda de autonomía respecto de él, lo cual puede
derivar en la manifestación de rabietas u otras alteraciones conductuales como
muestra de la intención de preservar su independencia.

Este es un proceso delicado, puesto que añadido a que el pequeño puede


resultar muy difícil de manejar, requiere que el adulto marque unas pautas
educacionales estrictas y claras sobre el camino de desarrollo conveniente a
tomar. Esta es una de las ideas fundamentales a destacar en lo referente al
desarrollo de la autonomía del niño o niña.

Es importante recordar que debe existir ese equilibrio entre la libertad de


acción cada vez más amplia que va adoptando el niño y el papel permanente
de guía y orientación que deben desempeñar las figuras de apego y
educacionales con las que cuenta el primero.

Otro punto fundamental recae en la relevancia que posee el contexto


ambiental en el que se desarrolla el individuo, el cual moldea e influye
considerablemente en el proceso de adquisición de la autonomía indicado. Por
ello, cada individuo posee sus particularidades y no puede establecerse un
patrón universal que explique este proceso de forma general. Como la mayoría
de aspectos referentes al desarrollo de la persona se caracteriza por su
individualidad y por la diferenciación cualitativa respecto de otros sujetos.

8. El papel de la autoestima en niños y niñas

Con la aparición del autoconcepto surge de forma simultánea su


componente valorativo, la autoestima. La autoestima es un fenómeno que se
vincula muy estrechamente a la consecución de un desarrollo psicológico
equilibrado y adaptativo. Por ello, si la evaluación que el individuo realiza sobre
el propio valor como ser humano en interacción con los aspectos y cualidades
más cognitivos relativos al autoconcepto es positiva, este hecho actuará como
factor protector en el futuro en la prevención de alteraciones emocionales
intensas, dificultades a nivel psicológico y, en mayor medida, problemas en la
interacción social con otras personas.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

Es muy relevante que no exista una discrepancia muy elevada entre el yo


real (aquello que el individuo representa) y el yo ideal (aquello que al individuo
le gustaría representar) para consolidar un desarrollo psíquico y emocional
adaptativo y adecuado o equilibrado).

Otro aspecto fundamental es el papel que juegan las evaluaciones externas


sobre el nivel de autoestima que presenta cada sujeto. Así, la imagen que los
demás poseen de uno mismo y la valoración que realizan sobre sus
competencias o conductas influyen notablemente en la percepción del pequeño
sobre sí mismo.

A partir del tercer o cuarto año, la búsqueda de la aprobación por parte del
adulto se relacionaría con esta cuestión, ya que esta motivación se realiza con
la finalidad última de establecer un nivel aceptable de autoestima. Tal y como
se ha comentado anteriormente, en esta etapa pueden surgir conflictos, a nivel
de conductas de oposición del niño ante las figuras educacionales y otros
adultos, derivados de la contraposición entre la protección del adulto y la
búsqueda de autonomía del pequeño. Por ello, un aspecto fundamental a tener
muy en cuenta deviene el estilo educativo que los padres ejercen sobre el niño.

Un estilo educativo caracterizado por una combinación equilibrada entre


control/disciplina/autoridad y afecto/comprensión parece fomentar un elevado
nivel de autoestima y, además, una menor probabilidad de manifestación de
rabietas y comportamiento negativista. De esta manera, es indispensable que
los educadores entiendan la importancia del aumento progresivo de autonomía
por parte del niño y que a medida que tiene lugar su maduración como ser
humano, debe disminuirse paulatinamente el control exhaustivo de todas
aquellas decisiones relativas al niño.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

9. Conclusiones

En el presente trabajo hemos intentado dar una visión bastante general de


aquellas características personales que pueden ayudarnos a tener un buen
ajuste a nuestro contexto social, haciendo también hincapié en los factores que
las facilitan o las obstaculizan. Sin embargo, no quisiera concluir el capítulo sin
exponer, aunque sea brevemente, algunas de las conclusiones a las que creo
que puede llegarse en relación con el desarrollo de la personalidad. Son las
siguientes:
1. La personalidad no es algo estable y poco sujeto a cambios sino algo que
cambia durante toda la vida.
2. La adolescencia y los años posteriores son una etapa clara para mejorar
nuestras características y para aprender habilidades interpersonales y
emocionales específicas, ya que se produce un avance en aspectos como la
cognición social, la empatía, la autoconciencia, las relaciones interpersonales
(se amplían y diversifican) y los roles sociales (nos volvemos más activos y
participativos).
3. Este aprendizaje puede mejorar nuestra visión de nosotros mismos y nuestra
autoestima.
4. Como consecuencia de lo anterior, una de las principales aportaciones que
puede hacer la psicología es, por tanto, modificar aquellos comportamientos o
aspectos desadaptativos de la personalidad y enseñar aquellos que no se han
aprendido.

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

III.- ANEXOS:

IMÁGENES ADJUNTAS:

1DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EN LA INFANCIA

2PROCESO DE SOCIALIZACIÓN EN LA INFANCIA

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

3DESARROLLO COGNITIVO EN LA INFANCIA

4PERSONALIDAD EN EL CONTEXTO SOCIOCULTURAL

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

5VIVENCIAS EN LA INFANCIA QUE DETERMINAN NUESTRA PERSONALIDAD

FICHA DE AUTOEVALUACIÓN:

 MEJÍA CÓRDOVA CRISTELY P...................................................... 70%

 SECLEN GUEVARA KARINA ELIZABETH...................................... 70%

 TUNANTE CAMPOS KAREN ERIKA.............................................. 70%

 CALLE SOLÓRZANO NORMA LUZMILA........................................ 70%

 VÁSQUEZ DÍAZ CÉSAR V............................................................ 70%

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Desarrollo de la personalidad en la Infancia

10. Referencias bibliográficas

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