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Método histórico y Crítica de las fuentes

El método histórico

Para el estudio de las fuentes hay que considerar una serie de factores generales y elementos que
constituyen el método histórico:

 Eurística o búsqueda de datos.


 Crítica en la que, entre otras cosas, se ha de hacer una valoración de los testimonios
recogidos,
 Síntesis, meta que ha de alcanzar el historiador una vez que ha encontrado y ha analizado
todas sus fuentes para reconstruir mediante su relato el pasado humano.
Eurística

Su misión radica en la búsqueda y en un primer contacto con las fuentes. Puede ser entendida en un
doble nivel. El primero estriba en considerarla como una actividad cerrada, autónoma e
independientemente de cualquier investigación de tipo histórico, cuya función consiste en el
aislamiento, catalogación y clasificación de las fuentes. Este primer nivel interesa más al archivero
que al historiador. A este último profesional le interesa más el segundo nivel de la Eurística, que
puede definirse como el acopio y la selección por parte del historiador de aquellas fuentes que le son
necesarias para realizar su investigación.
Como principio general se ha de partir de la idea de la casi infinita variedad de las fuentes históricas,
expuesta por M. Bloch: “La diversidad de los testimonios históricos es casi infinita. Todo lo que el hombre dice o
escribe, todo lo que fabrica, todo cuanto toca, puede y debe informarnos sobre él”. No obstante, los testimonios
históricos pueden dividirse en dos categorías fundamentales. La primera, formada por aquellos
testimonios legados por el hombre a su propio intento, como noticia e interpretación de su quehacer:
documentos intencionados. Sin embargo, la categoría fundamental dentro de los testimonios
históricos son los documentos en los que no se aprecia dicha intencionalidad.
Otra distinción notable entre ambos tipos de testimonios se basa en que los documentos
intencionados de índole narrativa, que la Antigüedad nos ha legado, son cerrados y completos, aun
en el caso de que se hallen en estado fragmentario, poseyendo además un carácter aislable. Por el
contrario el análisis de los documentos no intencionados es siempre abierto, al tratarse de un estudio
continuamente perfectible y mudable, incluso en el supuesto de su interpretación global. Así en el
hallazgo de una nueva inscripción o la publicación de los resultados de una campaña arqueológica
pueden variar de forma notable nuestras concepciones sobre muchos aspectos de la Antigüedad.
Será el empleo de estos documentos el factor que distinga al historiador del simple aficionado a la
historia. A este respecto, el historiador, como todo hombre consagrado a la investigación, deberá en
primer término comparar cuanto de otros haya aprendido desde su particular punto de vista, y aportar
en una segunda fase su capacidad personal de análisis y síntesis. El historiador deberá conocer el
manejo de ambos tipos de testimonios históricos, y aquí reside su diferencia fundamental con el lector
de historia, en suma con el público al que va destinado lo escrito.
Dentro del presente contexto, se entenderá que el historiador de la Antigüedad deba manejar con
soltura tanto los documentos intencionados como aquellos testimonios de naturaleza no
intencionada. Así las fuentes narrativas tienen la ventaja de presentar una exposición coherente de un
acontecimiento determinado, a la vez que las fuentes no intencionadas permiten el poder contrastar
las noticias de las fuentes narrativas.
La labor de recogida de las fuentes ha de ser lo más exhaustiva y completa posible. Una vez
recopiladas todas las fuentes, incluso aquéllas que sólo interesen marginalmente al asunto de la
investigación, comienza el verdadero trabajo de investigación. P. Salmon:

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“El buen historiador no será aquél, que después de haber recopilado los documentos se limita a interpretarlos
puntualmente: será aquél que logre, con amplio sentido de lo humano, utilizarlos y extraer de ellos todos los elementos
aprovechables”.
No obstante el historiador deberá discernir ciertos grados de interés o de importancia en los
documentos utilizados. A la hora de efectuar esta labor selectiva, la formación del historiador
desempeña un papel importante, pues el investigador habrá de relacionar cada dato individual con el
conjunto de datos que constituyen el período histórico a estudiar. Todo esto ha sido expresado por
H.I. Marrou:
“Dado que los documentos existen, hay que conseguir aún dominarlos. Aquí intervendrá de nuevo la personalidad del
historiador, con sus cualidades, su formación técnica, su ingenio, su cultura
Método comparativo:

Una vez realizada esta labor, deberá el historiador librarse de un error en el que es fácil caer, el
preocuparse excesivamente, cuando no exclusivamente, de la singularidad de los hechos estudiados.
Para ello existen dos caminos. El primero es el método comparativo, sistema tradicional que ya fue
definido por N. Fustel de Coulanges:
“El método comparativo no consiste en buscar entre quince pueblos diversos quince pequeños hechos, que interpretados
de una cierta manera concurren a hacer un sistema. El método comparativo consiste en estudiar muchos pueblos en sus
derechos, en sus ideas y en todos sus hechos sociales, y en desglosar aquello que tiene de común y de diferente”.
Por consiguiente si aceptamos esta definición del método comparativo habrá de desarrollarse a dos
niveles. Uno primero estribará en la comparación por parte del historiador de las diferentes fuentes,
mientras que un segundo nivel radicará en efectuar esa misma comparación pero entre sistemas
diferentes.
Construcción de modelos

El segundo camino para liberarse de la excesiva preocupación por la singularidad de los hechos
historiados, viene dado por los sistemas de construcción de modelos. Esta metodología ha sido
definida por C.F.S. Cardoso de la siguiente forma:
“La construcción de modelos -si se considera el modelo como una representación simplificada de una estructura o de un
sistema real- favorece de diversos modos la historia científica. Además de favorecer el desarrollo del racionamiento
deductivo en los estudios históricos, exige una definición clara de los factores (o variables, si se trata de un modelo
cuantificado) de diversos tipos: parámetros, factores internos al sistema del que se constituye el modelo, factores externos
al mismo. Esto hace más fácil la verificación y la intersubjetividad. Por otra parte, es frecuente que el modelo trascienda
a realidades singulares por referirse a categorías más generales, aplicables a diversos casos”.
Este mismo autor distingue tres tipos de modelos fundamentales utilizados por los historiadores:
1.- Modelo isomórfico, en él se intenta representar de un modo realista el sistema estudiado. Este es
el sistema más usado.
2.- Modelo arbitrario, que depende exclusivamente de la voluntad y criterios particulares de cada
historiador.
3.- Modelo contrafactual. A través de este modelo el historiador construye una serie alternante bajo
una encuesta de tipo opcional, basada fundamentalmente en la pregunta ¿Qué hubiese sucedido si...?
. Sin embargo con este tercer tipo corremos el riesgo de convertir la labor del historiador en un simple
juego de probabilidades.
La historia como ciencia necesita de un exacto conocimiento de las fuentes, sean éstas intencionadas
o no intencionadas, y en una segunda fase precisa de un esquema formal sobre el que se pueda

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desarrollar la construcción teórica. Este esquema formal viene dado por el método comparativo y la
construcción de modelos. Cardoso sintetiza estas ideas:
“La construcción de la Historia depende sobre todo, en la actualidad, de la solución de dos problemas: 1) Cómo enunciar
y comprobar hipótesis que no son singulares; 2) Como garantizar la construcción teórica adecuada, mediante
generalizaciones controladas. Los instrumentos disponibles más importantes para estas dos finalidades, que en el fondo
se reducen a una sola, son los siguientes: la superación de la tendencia de los historiadores a preocuparse excesiva o
exclusivamente de la singularidad de los procesos, secuencias y estructuras que estudia, son el método comparativo y la
construcción de modelos
Critica de fuente

Acotadas las fuentes que han de servirnos para efectuar el estudio histórico, el segundo paso de la
investigación es un análisis minucioso acerca del valor intrínseco de cada una de estas fuentes.
Crítica externa o de erudición

Crítica de procedencia:

Consiste en determinar la fecha, el lugar de origen y el autor de un documento. Habitualmente, la


mayoría de los documentos no fueron fechados con la exactitud que el historiador desearía. Además
y en lo concerniente a las fuentes literarias, si éstas sólo se han transmitido a base de copias, éstas
podrán facilitar un terminus ante quem. No obstante, es probable que el análisis interno de la obra sea
capaz de proporcionar el terminus post quem, con la condición de que en el contenido de la obra se haga
referencia a un acontecimiento delimitado desde el punto de vista cronológico.
El lugar de origen de la obra hay que entenderlo de un modo amplio, que estriba en atender no sólo
al marco geográfico, sino también al entorno social en el que nació la obra en cuestión. En lo referente
a la cuestión de la autoría, el conocimiento del autor de una fuente adquiere peculiar relevancia, si el
documento analizado fuese de matiz literario.
Si el documento emanara de alguna persona investida de autoridad pública, la identificación del autor
solventará los problemas de origen y fecha, aunque y circunscribiendo nuestro interés al área de
conocimiento de la Historia Antigua, ayudará a la crítica de procedencia de un documento público,
la precisión del cursus honorum de su autor y el momento exacto en que dentro de dicho cursus honorum
se promulgó el mencionado documento público.
Crítica de autenticidad y restitución:

Afecta este segundo tipo de crítica a discernir si un documento es auténtico en su totalidad o si sólo
es genuino en parte. La manera de establecer la autenticidad de una fuente será distinta según el tipo
de documento que se trate. Los testimonios arqueológicos o epigráficos parecen despertar, en
principio, menores dudas sobre su autenticidad que los estrictamente literarios. Pero también se
deberán tener en cuenta las falsificaciones ocasionadas por el mercado de las antigüedades.
Clasificación crítica de los textos:

Se refiere este apartado a la labor de ordenación de los textos debido a su valor como fuentes para
efectuar cualquier investigación. En este sentido, habrá que dilucidar entre documentos inmediatos y
documentos menos inmediatos al hecho que aluden. Lógicamente, cuanto más imprecisos sean los
hechos formales indicados, menor valor y credibilidad poseerá el documento objeto de la
investigación, con la salvedad de que su comparación con otros documentos, de los que no sea
dependiente el documento analizado, permita al investigador aceptarlo como válido.
Crítica interna o de veracidad

Hermenéutica:

Se ocupa del análisis de los análisis necesarios para comprobar la correcta interpretación de un texto.
Además, atañe a dos tipos de factores. El primer tipo es el constituido por los factores intrínsecos, y

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en su seno se engloban el conocimiento de la lengua en la que se halle escrito el documento analizado.
Pero la hermenéutica engloba asimismo el conocimiento exacto de la evolución del significado de
determinados términos.
A su vez el segundo tipo de factores considerado por la hermenéutica es de naturaleza extrínseca.
Son factores externos al texto en sí, pero que son susceptibles de condicionarlo notablemente. Este
segundo tipo de factores abarca elementos como el estilo, la moda, o el estrato social al que pertenece
el autor del documento. Su consideración por parte de la hermenéutica responde al hecho de que la
comprensión de un documento histórico supone en cierto sentido una transcodificación, que ha de
verificarse con el suficiente cuidado para que el contenido no resulte falseado.
Crítica de sinceridad

Radica en establecer la relación entre el texto y su autor. En otras palabras, la crítica de sinceridad
pretende aclarar la relación del texto con la actividad o pensamiento del autor, e igualmente trata de
determinar en el texto si el autor intentó crear y consolidar una cierta dirección de criterio. Si este
último factor existiera, la crítica de sinceridad habrá de dilucidar a qué tipo de móviles es debida su
presencia, y estos móviles podrán ser políticos, religiosos, de intereses o grupos o relativos a la defensa
del prestigio personal.
Crítica de exactitud

Atañe al grado de información del autor. Si la fuente es próxima, hemos de suponer que el autor está
bien informado, aunque siempre es verosímil que cualquier autor pueda incurrir en errores de
interpretación debidos a múltiples factores, como la negligencia del propio escritor o una información
alterada.
Si la fuente es remota el investigador habrá de acentuar el rigor de la crítica de exactitud, pues el paso
de información de unas manos a otras y el transcurso del tiempo han podido aportar errores notorios.
Ahora bien, pueden existir supuestos, en los que la crítica de exactitud contribuya a una nueva
valoración de un historiador habitualmente menospreciado.
Finalizadas estas críticas, el investigador deberá plantearse muy seriamente el reconocimiento de su
actitud personal frente a los documentos empleados. Dicho en otras palabras, el historiador deberá
aportar una postura autocrítica que le faculte a definir con claridad su actitud y sus principios respecto
a la investigación comenzada.
Síntesis

Es el trabajo del historiador

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