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Segunda clase
[1][1] “Acerca de la causalidad psíquica” (1946); Seminario 3, Las psicosis, dictado entre 1955 y 1956; “De
una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1958).
[2][2] Cfr. Séglas, Jules, “Alucinaciones psíquicas y pseudo alucinaciones verbales” (1914), en Stagnaro,
Juan Carlos (compilador y presentador), Alucinar y delirar, Tomo II, Buenos Aires, Polemos, 2007.
tipos de alucinaciones que van modificando la definición de la alucinación como “una
percepción sin objeto” que había formulado Esquirol en el año 1817.
[3][3] Cfr. con Mazzuca, Roberto, Valor clínico de los fenómenos perceptivos, Eudeba, Buenos Aires, 1998,
pp. 70 a 73.
[4][4] Bercherie, Paul, Los fundamentos de la clínica, Manantial, 1993, pp. 123-128.
[5][5] Bercherie, op cit., p 117
hombre sano será siempre a través del lenguaje, palabra, escritura, gestos, que se traducirán
hacia fuera las modificaciones del pensamiento y las diferentes emociones”.[6][6]
Séglas establece que hay una escala de alucinaciones motoras que va desde las
que no tienen movimiento articulatorio hasta lo que él llama impulsiones verbales. La
impulsión verbal consistía en los insultos que un paciente dirigía a Séglas para después
decir: “No soy yo el que está hablando” “Ellos hablan a través mío”. Es en este momento
cuando Séglas reúne toda esta casuística y descubre que hay fenómenos del lenguaje.
Encontramos que estos fenómenos pueden manifestarse según un abanico de posibilidades,
que se extiende desde la articulación casi imperceptible que el paciente hace con sus labios,
hasta la impulsión verbal, la cual es una articulación que el sujeto no puede atribuirse a sí
mismo, y que atribuye a los otros que hablan a través de él. Parece como si en el sujeto se
jugara algo propio del lenguaje que está articulándose.
Lacan retoma a Séglas y dice que cuando éste describió la alucinación verbal
motriz, produjo una revolución en el campo de la psiquiatría. En su Seminario 3, seminario
dedicado a la psicosis, subraya el valor de la proeza que tiene el aspecto clave que
descubrió Séglas de haber podido aislar la serie de fenómenos caracterizados por el hecho
de que las alucinaciones verbales se producían en sujetos en los que podía percibirse que
ellos mismos articulaban -“sabiéndolo o no, o no queriendo saberlo”- las palabras que
acusaban a las voces de haber pronunciado.[8][8]
[6][6] Séglas, J., Des troubles du langage chez les aliénés, Paris, J. Rueff Editeurs, 1892, p. 6. Citado por
Leonardo Gorostiza en “Sobre la alucinación”.
[7][7] Op cit. p 125
[8][8] Lacan, El Seminario, Libro 3, Las psicosis (1955-56), Barcelona, Paidós, 1984, pp. 39-40
Gilbert Louis Simeón Ballet fue uno de los herederos de la cátedra de
enfermedades mentales del Hospital Sainte Anne, de París. A lo largo de su brillante
carrera incursionó en el ámbito de la neurología, de la psiquiatría y de la historia de la
medicina. Su trabajo sobre la que él llamó “psicosis alucinatoria crónica” data del año
1911, y allí señala que hay algo que podría llamarse desagregación de la personalidad.
Entonces, existe algo que se presenta como enteramente ajeno, como no integrando los
procesos psíquicos del sujeto. Generalmente, esto se manifiesta como que al paciente le
han agregado algo que no es de él, o le han sacado algo; incluso, a veces, le han colocado
un pensamiento o se lo han robado. Una paciente decía que sentía a veces que la miraban
fijo y que le sacaban alguna idea de la cabeza.
Es desde este punto desde donde nos introduciremos en la lectura de Lacan sobre el
fenómeno psicótico y su mecanismo. Lacan se refiere al primer De Clérambault cuando
elabora su propia teoría de los fenómenos elementales y de las psicosis. Deja de lado la
etiología de De Clérambault: no cree en el organogenetismo -el origen de la psicosis no es
orgánico. Lacan, sin embargo, conserva como guía clínica los síndromes descritos por De
Clérambault. Retiene los tres caracteres con los que define el automatismo mental: su
carácter neutro, anideico y no sensorial. Es decir que coinciden con los rasgos del
significante.
Es cierto que a lo largo de todo el Seminario 3 –dictado durante los años 1955 y
1956, y dedicado a las psicosis- Lacan se propone mostrar que la estructura de los
fenómenos de la psicosis responde a la estructura del lenguaje, a la estructura del
significante, es decir, a lo simbólico. Apuesta, en este momento de su enseñanza, a que
tanto lo simbólico como la noción del Otro –Otro del lenguaje, de la palabra, de la Ley-
serán aquello que le permitirá introducirse de lleno en los problemas clínicos y en la
dirección de su tratamiento.
[11][11] Mazzuca, Roberto, Análisis de las Alucinaciones. Buenos Aires: Paidós, 1995, p. 59.
[12][12] Lacan, Jacques, Seminario 3, Las Psicosis, Paidós, 1993, p. 33.
Es en los Escritos donde Lacan completará el movimiento según el cual la
alucinación verbal es el paradigma del síntoma psicótico. Cuando analiza las diferentes
formas de las alucinaciones verbales del caso Schreber, distingue el fenómeno elemental.
Esta vez, lo caracteriza como “significación de significación”. Por un lado, nos
encontramos ante la certeza de que aquello le concierne: “Lo que está en juego desde la
alucinación hasta la interpretación le concierne. En él no está en juego la realidad, sino la
certeza. Aun cuando se expresa en el sentido de que lo que experimenta no es del orden de
la realidad, ello no afecta su certeza, que es que le concierne. Esta certeza es radical.
Significa para él algo inquebrantable.”[13][13] Además de la certeza se presenta,
proporcionalmente, un vacío enigmático que aparece en reemplazo de la significación, por
lo que habría, además de la certeza, enigma.
En el nivel del significante, la cara material del delirio presenta una forma
discordante con el lenguaje común, llamada neologismo. Hay dos tipos de fenómenos
donde se dibuja el neologismo: la intuición delirante y la fórmula. La intuición delirante es
un fenómeno pleno que tiene para el sujeto un carácter inundante que lo colma. Esto puede
observarse, por ejemplo, en el momento en el cual Schreber habla de la lengua fundamental
a la que su experiencia lo introdujo. En el extremo opuesto tenemos la fórmula, que se
repite, se reitera, se machaca con insistencia estereotipada. Ambas formas -tanto la más
plena como la más vacía de significación- detienen la significación; son como una plomada
en la red del discurso del sujeto.[14][14]
La operación que realiza Lacan sobre la alucinación está en las primeras páginas
de los Escritos. “Nos atreveremos efectivamente a meter en el mismo saco, si puede
decirse, todas las posiciones, sean mecanicistas o dinamistas en la materia, sean ellas la
génesis de organismo o del psiquismo, y la estructura de la desintegración o del conflicto.
Sí, todas, por ingeniosas que se muestren, por cuanto en nombre de dicho manifiesto, de
que una alucinación es un perceptum sin objeto, esas posiciones se atienen a pedir razón de
ese perceptum, sin que a nadie se le ocurra que en esa pesquisa se salta un tiempo: el de
interrogarse sobre si el perceptum mismo deja un sentido unívoco al percipiens aquí
conminado a explicarlo.”[16][16]
¿Qué nos dice Lacan en este párrafo? Dice que todas las concepciones han hecho
esto, han ido a pedirle razones al percipiens. Y cuando Lacan dice “todas”, se refiere no
[15][15] Mazzuca, Roberto y cols., Las Psicosis, Fenómeno y Estructura. Buenos Aires: Eudeba, 2001, p.
176-177.
[16][16] Lacan Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, p. 514
sólo a las psiquiátricas tradicionales, sino también dentro del psicoanálisis mismo. Lacan
invierte la perspectiva y plantea lo siguiente: que el perceptum, alucinado o no, tiene
estructura de lenguaje, estructura significante. Es decir que no percibimos normalmente el
mundo si no es a partir de un entramado significante. No hay forma de percibir el mundo si
no es por la vía de una nominación simbólica.
[17][17] Cf. J. Lacan, “Apertura de la Sección Clínica”, Ornicar 3, Champ freudien, Petrel, Barcelona, 1981.
[18][18] Lacan, Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos, p.
516
cosa probable o no, con ello ya tenemos la indicación de la disociación. Esta significación,
como toda significación que se respete, remite a otra significación.”[19][19]
Con lo cual la estructura del lenguaje no es solamente visual y espacial, sino que
está entramada simbólicamente y nos determina. Somos hablados. Lo importante a destacar
acá es la inversión. Como ya hemos dicho, todas las concepciones previas plantean la idea
de una unidad a restaurar: esa unidad es el yo. Y esa sería la razón de una alucinación. Para
Lacan esto no es así. Estructuralmente el sujeto es efecto del significante, y en la psicosis
es donde mejor lo podemos ver. Y básicamente, esta estructura del significante no es
sensorial.
Desde una perspectiva estructural, toda alucinación es verbal. Eso que ha sido
forcluido simbólicamente aparece en lo real. Aparece en la alucinación. Aparece en las
voces injuriosas. Según la tesis general lacaniana, todo fenómeno elemental es una
modalización de aquello que reaparece en lo real a partir de la forclusión del Nombre del
Padre, ese significante primordial
[19][19] Lacan, El Seminario, Libro 3, Las psicosis (1955-56), Barcelona, Paidós, 1984, p. 85
[20][20] Lacan Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, p. 519.
¿Qué decir de la alucinación clínica en la práctica con sujetos psicóticos? En la
alucinación auditiva, que por su estructura es verbal, el sujeto escucha voces, o ruidos, o
canciones. Voy a poner ahora a consideración de ustedes uno de los ejemplos de la
alucinación verbal que más ha trabajado la clínica psicoanalítica de la orientación
lacaniana. Es el ejemplo “Vengo del fiambrero”[21][21], que Lacan cita por primera vez en
su Seminario 3, Las Psicosis. Se trata del caso de una joven paranoica a quien Lacan había
presentado en el dispositivo llamado Presentación de Enfermos, y quien se refiere en el
curso de su seminario. Esta mujer repite la palabra que dice haber oído pronunciada por el
amante de su vecina por la cual ella se sentía perseguida: esa palabra es “cerda”, “cochina”,
“puerca”, “marrana”[22][22].
[21][21] Lacan, Jacques, Seminario 3, Las Psicosis (1955-1956). Ed. de 1993, Cáp. 4, p. 74.
[22][22] Son distintas traducciones del término francés, Truie.
[23][23] Lacan, Jacques, Seminario 3, Las Psicosis (1955-1956). Ed. de 1993, Cáp. 4, p. 80.
injuria, es la que indica el sitio en donde la cadena significante se quiebra porque no puede
simbolizar fálicamente la cosa sexual.[24][24]
Es en estos dos grandes textos que hemos introducido, tanto el Seminario 3, Las
psicosis, de los años 1955-1956, como el artículo “De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis”, de 1957-1958, donde se produce un movimiento en el
enfoque lacaniano. En palabras de Lacan, los hechos –incluyendo los momentos fecundos
del delirio- se deducen de allí en adelante de ese vacío en el Otro simbólico donde falta el
significante del Otro de la Ley –forclusión del Nombre del Padre. No se vuelve loco quien
quiere.[25][25] Es a partir de esta frase que podemos decir que se ha inaugurado una
clínica de la estructura. Es decir, hay que tener una estructura psicótica para poder
desencadenarla. En otras palabras, no hay continuidad entre una estructura y otra. Dejamos
acá.
[24][24] Lacan, Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2.
[25][25] Cfr. Hervé Castanet, “Ne deviene pas fou qui veut”, Clinique psychanalytique des psychoses,
Nantes, Plein Feux, 2007, pp.11 a 15.