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Edit Beatriz TENDLARZ

Segunda clase

De la psiquiatría al psicoanálisis: un estudio de la psicosis

Palabras Clave: alucinación, fenómenos elementales, automatismo mental, psicosis,


prepsicosis, forclusión del Nombre del Padre.

1. La Alucinación desde la psiquiatría

Vamos a trabajar hoy el tema de la alucinación en los primeros textos de la


enseñanza de Jacques Lacan -textos que ya hemos presentado en la primera clase.[1][1]
Para esto, seleccionaremos algunos autores que nos ayudarán a precisar este pasaje que va
desde la psiquiatría hasta el psicoanálisis. Retomaremos entonces el tema de las
alucinaciones en la psiquiatría. Destacaremos, en principio, la conexión histórica entre
Jules Baillarger, Jules Séglas[2][2] y Gaëtan Gatian De Clérambault. ¿De qué manera?
Séglas habla de las “alucinaciones motrices verbales” que están relacionadas con las
“alucinaciones psíquicas” de Baillarger. Y luego De Clérambault dice que los fenómenos
de automatismo mental -neutro, anideico y no sensorial- se corresponden con las
alucinaciones motrices verbales de Séglas. Señalaremos que a lo largo de casi cien años
hubo un proceso de separación, dentro del campo de la psiquiatría, con respecto a ciertos

[1][1] “Acerca de la causalidad psíquica” (1946); Seminario 3, Las psicosis, dictado entre 1955 y 1956; “De
una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1958).
[2][2] Cfr. Séglas, Jules, “Alucinaciones psíquicas y pseudo alucinaciones verbales” (1914), en Stagnaro,
Juan Carlos (compilador y presentador), Alucinar y delirar, Tomo II, Buenos Aires, Polemos, 2007.
tipos de alucinaciones que van modificando la definición de la alucinación como “una
percepción sin objeto” que había formulado Esquirol en el año 1817.

Comenzaremos ubicando ciertas cuestiones referidas a la alucinación a partir de


Baillarger, discípulo de Jean Étienne Dominique Esquirol, quien señaló la existencia de
dos tipos de alucinaciones: las alucinaciones psicosensoriales y las alucinaciones psíquicas.
Las alucinaciones psicosensoriales son las que tienen sensibilidad: se ve una imagen, se oye
el sonido de una voz. Las alucinaciones psíquicas, en tanto, carecen de sensorialidad: son
imágenes que no tienen sensorialidad exterior, o son voces que hablan al sujeto pero sin
sonido. Estas alucinaciones serán centrales en el desarrollo de nuestra exposición
posterior.[3][3]

Avanzando un poco, introducimos ahora a quien ha consagrado a las


alucinaciones numerosos trabajos a lo largo de toda su carrera científica[4][4]: el
psiquiatra Jules Séglas, quien es considerado como el representante más brillante del
grupo de Salpêtrière –hospicio mundialmente famoso, cuya especialidad es la neurología y
en el que trabajaron tanto Jean-Martin Charcot como Sigmund Freud. Séglas se ha
destacado como el clínico más fino que la escuela francesa haya producido.[5][5] En 1892,
Séglas inicia sus investigaciones publicando el libro Los trastornos de lenguaje en los
alienados, en el cual anticipa lo que será uno de los referentes fundamentales de su
Lecciones Clínicas: una clasificación y descripción de los distintos fenómenos
alucinatorios. Esta clasificación se sostiene en una concepción de lenguaje que Séglas
encuentra en el esquema que Charcot hace sobre la función del lenguaje. Lo que Séglas lee
allí es que “sólo es posible entrar en comunicación con el enfermo a través del
procedimiento del lenguaje con sus diferentes modos, y tanto en el alienado como en el

[3][3] Cfr. con Mazzuca, Roberto, Valor clínico de los fenómenos perceptivos, Eudeba, Buenos Aires, 1998,
pp. 70 a 73.
[4][4] Bercherie, Paul, Los fundamentos de la clínica, Manantial, 1993, pp. 123-128.
[5][5] Bercherie, op cit., p 117
hombre sano será siempre a través del lenguaje, palabra, escritura, gestos, que se traducirán
hacia fuera las modificaciones del pensamiento y las diferentes emociones”.[6][6]

Diversos caracteres especifican las alucinaciones verbomotrices. En particular,


los modos de defensa empleados por lo enfermos: “Ellos mantienen su lengua apretada
entre sus dientes, suspenden su respiración, se llenan la boca de guijarros (…) mientras que
los alucinados del oído se tapan las orejas (…) emplean algodón o peinados
bizarros.”[7][7] Séglas ha dado aquí un paso clave: la alucinación no es un problema de los
sentidos, sino que es un problema de la relación del sujeto con el lenguaje.

Séglas establece que hay una escala de alucinaciones motoras que va desde las
que no tienen movimiento articulatorio hasta lo que él llama impulsiones verbales. La
impulsión verbal consistía en los insultos que un paciente dirigía a Séglas para después
decir: “No soy yo el que está hablando” “Ellos hablan a través mío”. Es en este momento
cuando Séglas reúne toda esta casuística y descubre que hay fenómenos del lenguaje.
Encontramos que estos fenómenos pueden manifestarse según un abanico de posibilidades,
que se extiende desde la articulación casi imperceptible que el paciente hace con sus labios,
hasta la impulsión verbal, la cual es una articulación que el sujeto no puede atribuirse a sí
mismo, y que atribuye a los otros que hablan a través de él. Parece como si en el sujeto se
jugara algo propio del lenguaje que está articulándose.

Lacan retoma a Séglas y dice que cuando éste describió la alucinación verbal
motriz, produjo una revolución en el campo de la psiquiatría. En su Seminario 3, seminario
dedicado a la psicosis, subraya el valor de la proeza que tiene el aspecto clave que
descubrió Séglas de haber podido aislar la serie de fenómenos caracterizados por el hecho
de que las alucinaciones verbales se producían en sujetos en los que podía percibirse que
ellos mismos articulaban -“sabiéndolo o no, o no queriendo saberlo”- las palabras que
acusaban a las voces de haber pronunciado.[8][8]

[6][6] Séglas, J., Des troubles du langage chez les aliénés, Paris, J. Rueff Editeurs, 1892, p. 6. Citado por
Leonardo Gorostiza en “Sobre la alucinación”.
[7][7] Op cit. p 125
[8][8] Lacan, El Seminario, Libro 3, Las psicosis (1955-56), Barcelona, Paidós, 1984, pp. 39-40
Gilbert Louis Simeón Ballet fue uno de los herederos de la cátedra de
enfermedades mentales del Hospital Sainte Anne, de París. A lo largo de su brillante
carrera incursionó en el ámbito de la neurología, de la psiquiatría y de la historia de la
medicina. Su trabajo sobre la que él llamó “psicosis alucinatoria crónica” data del año
1911, y allí señala que hay algo que podría llamarse desagregación de la personalidad.
Entonces, existe algo que se presenta como enteramente ajeno, como no integrando los
procesos psíquicos del sujeto. Generalmente, esto se manifiesta como que al paciente le
han agregado algo que no es de él, o le han sacado algo; incluso, a veces, le han colocado
un pensamiento o se lo han robado. Una paciente decía que sentía a veces que la miraban
fijo y que le sacaban alguna idea de la cabeza.

Vamos ahora a retomar a un autor central para el desarrollo de esta clase, De


Clérambault.

En una célebre referencia de “De nuestros antecedentes” (1966), Lacan llama a De


Clérambault “mi único maestro en psiquiatría”. Esta caracterización es glosada por el
mismo Lacan al añadir que De Clérambault estuvo más cerca “de lo que puede construirse
por un análisis estructural que ningún esfuerzo clínico en la psiquiatría francesa”[9][9].

El aporte de De Clérambault sobre las psicosis ha sido invaluable. Su tesis central se


resume en estas afirmaciones[10][10]:
1.- Los fenómenos de automatismo son iniciales. Las alucinaciones y el delirio son
tardíos;
2.- Tanto las alucinaciones como los delirios pueden ser inexistentes;
3.-Hay una relación causal entre el automatismo y las psicosis. El valor de
causalidad no puede atribuirse a la ideación.

[9][9] Lacan, Jacques, Escritos I. México: Siglo XXI, 1985, p.59


[10][10] De Clérambault, Gaëtan Gatian, Automatismo Mental: Paranoia (Presentación de Paul Bercherie),
Buenos Aires: Polemos, 2004 (1995), pp. 9-24.
Una vez señaladas estas características que recorren toda la obra de De Clérambault,
podemos distinguir dos transformaciones fundamentales de esta tesis. En su primera época,
sostiene que los fenómenos de automatismo mental y las alucinaciones son independientes
entre sí. Los fenómenos de automatismo pueden subsistir por sí solos, sin el agregado de las
alucinaciones y delirios. Y si existen alucinaciones y delirios no dependen causalmente de
los automatismos. Es decir que podemos ubicar fenómenos de base -iniciales- y fenómenos
de superestructura. Se puede delirar sobre temas muy diferentes sin que esto dependa del
automatismo: el automatismo no engendra el contenido de las alucinaciones o del delirio.

A partir de 1925, De Clérambault dirá que el automatismo no es basal sino nuclear.


Y por lo tanto el delirio es una reacción secundaria. Sostiene que existe un núcleo inicial -
un punto parasitario en el seno de la personalidad- que es envuelto por el sujeto, el cual
trata de explicarlo a través de una interpretación.

2. Lacan y el fenómeno psicótico

Es desde este punto desde donde nos introduciremos en la lectura de Lacan sobre el
fenómeno psicótico y su mecanismo. Lacan se refiere al primer De Clérambault cuando
elabora su propia teoría de los fenómenos elementales y de las psicosis. Deja de lado la
etiología de De Clérambault: no cree en el organogenetismo -el origen de la psicosis no es
orgánico. Lacan, sin embargo, conserva como guía clínica los síndromes descritos por De
Clérambault. Retiene los tres caracteres con los que define el automatismo mental: su
carácter neutro, anideico y no sensorial. Es decir que coinciden con los rasgos del
significante.

Vamos a subrayar que De Clérambault insiste en destacar el valor anideico: es como


si se adelantara a Lacan al proponer que hay algo en el orden del significante que es
independiente de la producción de significado. Lacan se referirá a esto como “El
significante asemántico”, es decir, un significante que no significa nada. Lacan, en su tesis
de psiquiatría De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad (1932), dice
que “Para penetrar el mecanismo de las psicosis, analizaremos primero un cierto número de
fenómenos llamados primitivos o elementales”.[11][11] Y ya en el Seminario 3, podemos
leer: “Los fenómenos elementales son tan elementales como lo es, en relación a una planta,
la hoja en la que se verán ciertos detalles del modo en que se imbrincan e insertan las
nervaduras: hay algo común a toda la planta que se reproduce en ciertas formas que
componen su totalidad… siempre la misma fuerza estructurante está en obra en el delirio,
ya lo consideremos en una de sus partes o en su totalidad... El delirio no es deducido,
reproduce la misma fuerza constituyente, es también un fenómeno elemental.[12][12]

En cuanto al término de automatismo, Lacan lo considera muy bien elegido. A


partir de él formará luego su oposición entre automaton y tyché. Según la tesis de Lacan,
“el lenguaje habla solo”. Es decir que no se trata de que haya un sujeto que piensa, sino
algo que piensa solo. Con esto llegamos a la definición de la psicosis tal como se plantea en
el Seminario 3: es una invasión del significante. Esto quiere decir que las leyes y las
características del significante se van a encontrar en primer plano, de manera manifiesta, en
los síntomas psicóticos. Porque, tal como la concibe Lacan, la estructura está en el
fenómeno mismo. Es por ello que el fenómeno elemental debe entenderse como un
fenómeno donde la estructura del significante está expuesta de una manera francamente
reconocible.

Es cierto que a lo largo de todo el Seminario 3 –dictado durante los años 1955 y
1956, y dedicado a las psicosis- Lacan se propone mostrar que la estructura de los
fenómenos de la psicosis responde a la estructura del lenguaje, a la estructura del
significante, es decir, a lo simbólico. Apuesta, en este momento de su enseñanza, a que
tanto lo simbólico como la noción del Otro –Otro del lenguaje, de la palabra, de la Ley-
serán aquello que le permitirá introducirse de lleno en los problemas clínicos y en la
dirección de su tratamiento.

[11][11] Mazzuca, Roberto, Análisis de las Alucinaciones. Buenos Aires: Paidós, 1995, p. 59.
[12][12] Lacan, Jacques, Seminario 3, Las Psicosis, Paidós, 1993, p. 33.
Es en los Escritos donde Lacan completará el movimiento según el cual la
alucinación verbal es el paradigma del síntoma psicótico. Cuando analiza las diferentes
formas de las alucinaciones verbales del caso Schreber, distingue el fenómeno elemental.
Esta vez, lo caracteriza como “significación de significación”. Por un lado, nos
encontramos ante la certeza de que aquello le concierne: “Lo que está en juego desde la
alucinación hasta la interpretación le concierne. En él no está en juego la realidad, sino la
certeza. Aun cuando se expresa en el sentido de que lo que experimenta no es del orden de
la realidad, ello no afecta su certeza, que es que le concierne. Esta certeza es radical.
Significa para él algo inquebrantable.”[13][13] Además de la certeza se presenta,
proporcionalmente, un vacío enigmático que aparece en reemplazo de la significación, por
lo que habría, además de la certeza, enigma.

En el nivel del significante, la cara material del delirio presenta una forma
discordante con el lenguaje común, llamada neologismo. Hay dos tipos de fenómenos
donde se dibuja el neologismo: la intuición delirante y la fórmula. La intuición delirante es
un fenómeno pleno que tiene para el sujeto un carácter inundante que lo colma. Esto puede
observarse, por ejemplo, en el momento en el cual Schreber habla de la lengua fundamental
a la que su experiencia lo introdujo. En el extremo opuesto tenemos la fórmula, que se
repite, se reitera, se machaca con insistencia estereotipada. Ambas formas -tanto la más
plena como la más vacía de significación- detienen la significación; son como una plomada
en la red del discurso del sujeto.[14][14]

3. ¿Cuándo comienza la psicosis? Prepsicosis en sus dos vertientes: fenómeno y


estructura

Lacan plantea la siguiente cuestión: ¿Cuándo comienza la psicosis? Para responder


a esto es necesario ubicar la cuestión de la prepsicosis en sus dos vertientes o acepciones:
la sincrónica y la diacrónica. Cuando hablamos de prepsicosis en su vertiente sincrónica

[13][13] Ídem, pp. 110-112.


[14][14]Ídem, p 53.
nos estamos refiriendo a la psicosis como estructura. En cambio, cuando nos ubicamos con
relación a la prepsicosis en su vertiente diacrónica, hay que decir que estamos planteando
las cosas desde la primera fase de la psicosis ya desencadenada. Entonces, si bien es cierto
que la psicosis no tiene prehistoria -como sí la tiene la neurosis en la neurosis infantil-
también es cierto que tampoco tiene historia: las etapas de su desarrollo no constituyen,
propiamente hablando, una historia.[15][15] Lacan va definir a la prepsicosis
estructuralmente, y luego describirá una fenomenología que le es propia, dada por la
presencia de la perplejidad y los fenómenos de franja. La perplejidad se da por la
experiencia de la falta de un significante. En cuanto a los fenómenos de franja –que se
encontrarán también luego del desencadenamiento de la psicosis- puede afirmarse que estos
son un tipo especial de fenómenos elementales, que aparecen con un grado aún mayor de
“elementalidad”, según el cual estarían en el límite del campo de la experiencia, rayando lo
asemántico.

4- La operación que realiza Lacan sobre la alucinación

La operación que realiza Lacan sobre la alucinación está en las primeras páginas
de los Escritos. “Nos atreveremos efectivamente a meter en el mismo saco, si puede
decirse, todas las posiciones, sean mecanicistas o dinamistas en la materia, sean ellas la
génesis de organismo o del psiquismo, y la estructura de la desintegración o del conflicto.
Sí, todas, por ingeniosas que se muestren, por cuanto en nombre de dicho manifiesto, de
que una alucinación es un perceptum sin objeto, esas posiciones se atienen a pedir razón de
ese perceptum, sin que a nadie se le ocurra que en esa pesquisa se salta un tiempo: el de
interrogarse sobre si el perceptum mismo deja un sentido unívoco al percipiens aquí
conminado a explicarlo.”[16][16]

¿Qué nos dice Lacan en este párrafo? Dice que todas las concepciones han hecho
esto, han ido a pedirle razones al percipiens. Y cuando Lacan dice “todas”, se refiere no

[15][15] Mazzuca, Roberto y cols., Las Psicosis, Fenómeno y Estructura. Buenos Aires: Eudeba, 2001, p.
176-177.
[16][16] Lacan Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, p. 514
sólo a las psiquiátricas tradicionales, sino también dentro del psicoanálisis mismo. Lacan
invierte la perspectiva y plantea lo siguiente: que el perceptum, alucinado o no, tiene
estructura de lenguaje, estructura significante. Es decir que no percibimos normalmente el
mundo si no es a partir de un entramado significante. No hay forma de percibir el mundo si
no es por la vía de una nominación simbólica.

Lacan muestra que la alucinación misma –y por eso la importancia de la


alucinación verbal, más allá de lo sensorio– tiene estructura de lenguaje. Entonces la flecha
se invierte, no va del percipiens o sujeto de la percepción hacia lo que va a ser percibido,
sino que es la percepción misma, la alucinación, la que divide al sujeto. El sujeto es efecto
de esa alucinación, de ese perceptum, y está estructurado como un lenguaje. De ahí la
famosa frase de Lacan de que un sujeto es lo que representa un significante para otro
significante.[17][17] Si articulamos esta afirmación con aquella en la que Lacan se refiere
a la “sumisión a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo”[18][18], nos
encontramos con las cuestiones preliminares que nos permiten definir a la psicosis como
modo de estructuración subjetiva. Esto significa que hay una manera de organizar el
discurso que es diferente a la organización del discurso neurótico pero que incluye los
mismos elementos.

Lo que podemos afirmar es que en la psicosis lo que no hay es neurosis. Lo que


no hay es represión. Pero lo que sí hay es forclusión de un significante primordial,
significante del nombre del padre, que ordena toda la cosa de una manera distinta. El sujeto
lacaniano siempre es efecto de la articulación significante, y puede estar dividido por el
mismo significante, o por la irrupción de lo que llamamos goce. Pero siempre es un efecto.
En la psicosis, el sujeto va a quedar dividido no por representación de un significante para
otro, sino más bien por la perplejidad que implica la aparición de un elemento enigmático
que viene de lo real. E incluso puede quedar determinado a partir de una injuria, donde la
indeterminación subjetiva queda abolida. “La injuria es siempre una ruptura del sistema del
lenguaje, la palabra amorosa también. Que Marrana esté cargada de un sentido oscuro,

[17][17] Cf. J. Lacan, “Apertura de la Sección Clínica”, Ornicar 3, Champ freudien, Petrel, Barcelona, 1981.
[18][18] Lacan, Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos, p.
516
cosa probable o no, con ello ya tenemos la indicación de la disociación. Esta significación,
como toda significación que se respete, remite a otra significación.”[19][19]

Con lo cual la estructura del lenguaje no es solamente visual y espacial, sino que
está entramada simbólicamente y nos determina. Somos hablados. Lo importante a destacar
acá es la inversión. Como ya hemos dicho, todas las concepciones previas plantean la idea
de una unidad a restaurar: esa unidad es el yo. Y esa sería la razón de una alucinación. Para
Lacan esto no es así. Estructuralmente el sujeto es efecto del significante, y en la psicosis
es donde mejor lo podemos ver. Y básicamente, esta estructura del significante no es
sensorial.

Volvemos a De una cuestión preliminar, donde Lacan dice que “(…) lo


importante está más bien enmascarado por el hecho puramente acústico de que no podría
hablar sin oírse. Que no pueda oírse sin dividirse es cosa que tampoco tiene nada de
privilegiado en los comportamientos de la conciencia. Los clínicos han dado un paso mejor
al descubrir la alucinación motriz verbal por detectación de movimientos fonatorios
esbozados.”[20][20] Señala que de todas maneras no lograron determinar dónde radicaba
lo central, que se desprende del hecho de que el sensorium es indiferente en la producción
de la cadena significante: la cadena, entonces, se impone al sujeto como voz, toma una
realidad temporalmente proporcional y experimentable por lo que se da una atribución
subjetiva, y posee una estructura propia como significante que es determinante para dicha
atribución, en general distributiva, de lo cual se desprende que el percipiens, presentado
hasta entonces como unificador, sería equívoco.

Desde una perspectiva estructural, toda alucinación es verbal. Eso que ha sido
forcluido simbólicamente aparece en lo real. Aparece en la alucinación. Aparece en las
voces injuriosas. Según la tesis general lacaniana, todo fenómeno elemental es una
modalización de aquello que reaparece en lo real a partir de la forclusión del Nombre del
Padre, ese significante primordial

[19][19] Lacan, El Seminario, Libro 3, Las psicosis (1955-56), Barcelona, Paidós, 1984, p. 85
[20][20] Lacan Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, p. 519.
¿Qué decir de la alucinación clínica en la práctica con sujetos psicóticos? En la
alucinación auditiva, que por su estructura es verbal, el sujeto escucha voces, o ruidos, o
canciones. Voy a poner ahora a consideración de ustedes uno de los ejemplos de la
alucinación verbal que más ha trabajado la clínica psicoanalítica de la orientación
lacaniana. Es el ejemplo “Vengo del fiambrero”[21][21], que Lacan cita por primera vez en
su Seminario 3, Las Psicosis. Se trata del caso de una joven paranoica a quien Lacan había
presentado en el dispositivo llamado Presentación de Enfermos, y quien se refiere en el
curso de su seminario. Esta mujer repite la palabra que dice haber oído pronunciada por el
amante de su vecina por la cual ella se sentía perseguida: esa palabra es “cerda”, “cochina”,
“puerca”, “marrana”[22][22].

En la estructura psicótica no ocurre lo mismo que en la estructura neurótica y en


la estructura perversa. En la psicosis el sujeto no recibe del Otro su propio mensaje en
forma invertida, ya que marrana es una alucinación. Es la realidad que habla. Esa palabra
retorna en lo real. No hay aquí, como en la neurosis, ninguna comunicación intersubjetiva.
El Otro se ve reducido, como dirá Lacan, a una simple marioneta, que habla con sus
palabras: en el ejemplo de marrana, las palabras de ella.

Lacan, en el Seminario 3, refiriéndose a este caso afirma: “La palabra se expresa


en lo real, es decir que ella se expresa en la marioneta. El Otro del cual se trata en esta
situación no está más allá del partenaire, está más allá del propio sujeto, es la estructura de
la alusión –se indica más allá de eso que dice”[23][23]. Lacan señala ya en “De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, con relación a esta
paranoica: el fantasma del cuerpo fragmentado donde se lee, en el imaginario, el efecto
forclusivo. ¿Qué nuevo lugar encuentra Lacan para la alucinación en este texto? “En el
lugar donde el objeto indecible es rechazado en lo real, una palabra se deja oír (…) ocupa
el lugar de eso que no tiene nombre (…)”. La palabra marrana, que es un insulto, una

[21][21] Lacan, Jacques, Seminario 3, Las Psicosis (1955-1956). Ed. de 1993, Cáp. 4, p. 74.
[22][22] Son distintas traducciones del término francés, Truie.
[23][23] Lacan, Jacques, Seminario 3, Las Psicosis (1955-1956). Ed. de 1993, Cáp. 4, p. 80.
injuria, es la que indica el sitio en donde la cadena significante se quiebra porque no puede
simbolizar fálicamente la cosa sexual.[24][24]

Es en estos dos grandes textos que hemos introducido, tanto el Seminario 3, Las
psicosis, de los años 1955-1956, como el artículo “De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis”, de 1957-1958, donde se produce un movimiento en el
enfoque lacaniano. En palabras de Lacan, los hechos –incluyendo los momentos fecundos
del delirio- se deducen de allí en adelante de ese vacío en el Otro simbólico donde falta el
significante del Otro de la Ley –forclusión del Nombre del Padre. No se vuelve loco quien
quiere.[25][25] Es a partir de esta frase que podemos decir que se ha inaugurado una
clínica de la estructura. Es decir, hay que tener una estructura psicótica para poder
desencadenarla. En otras palabras, no hay continuidad entre una estructura y otra. Dejamos
acá.

[24][24] Lacan, Jacques, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2.
[25][25] Cfr. Hervé Castanet, “Ne deviene pas fou qui veut”, Clinique psychanalytique des psychoses,
Nantes, Plein Feux, 2007, pp.11 a 15.

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