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Familia y educación

Las carencias familiares y su repercusión en el aprendizaje


JOSÉ MARÍA GARRIDO | 9 FEBRERO 1994

Familia y educación

Cada vez es más claro que escuela y familia han de trabajar juntos y en la misma dirección, para que el hijo
reciba una educación coherente. Sin embargo, hoy día la escuela tiene que resolver problemas de aprendizaje
del niño que, en bastantes casos, tienen su origen en carencias familiares. A la vez, la imagen de la familia que
se transmite en la escuela puede suponer una visión contrapuesta a la que se inculca en el hogar. Este fue uno
de los temas abordados en el simposio internacional sobre "Familia y educación: nuevos retos del cambio
social", organizado por la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid del 20 al 22 de
enero (1).

La intervención del profesor Charles L. Glenn, profesor de la Escuela de Educación de la Universidad de Boston, aportó
una visión norteamericana de la situación de la familia, con rasgos que en parte coinciden con los de otros países de
este entorno cultural.

"Cuando el americano regresa al seno de la familia, inmediatamente encuentra una imagen perfecta de orden y paz",
escribió Tocqueville en 1830. En 1994, el profesor Glenn, deseando captar la atención del público presente en la sala
del simposio, tuvo que suspirar: "¡Ay...! Cuánto han cambiado los tiempos".

Cuando falla la familia

Glenn adujo tres motivos por los que la sociedad tiene (o le conviene tener) un legítimo interés en la desarrollo positivo
de las familias.

El primero es simplemente que las masivas rupturas familiares son síntomas de enfermedad social y toda enfermedad
requiere curación. "Al fin y al cabo, -dijo- para la mayoría de los americanos, conseguir una vida familiar feliz es una de
las metas más deseadas. Las encuestas confirman que una aplastante mayoría de gente joven todavía hoy declara
como su principal y último deseo el conseguir una relación conyugal duradera, monógama y heterosexual que incluya la
procreación de hijos".

La segunda razón que justifica una preocupación por la familia es que los niños viven mejor en las familias que
funcionan bien, con dos padres biológicos que forman un matrimonio estable. "En este caso, como en muchos otros, la
investigación ha ido confirmado últimamente lo que todo el mundo -a excepción de algunos investigadores- ya sabía.
Tal como lo resume un experto en políticas de bienestar: 'la gran mayoría de niños que se han criado en una casa con
dos padres, nunca será pobre durante la niñez. Por contraste, la inmensa mayoría de niños que han pasado parte de su
vida a cargo de un solo padre, experimentarán la pobreza'". Con otras palabras, "la estructura de la familia es el mejor
índice de probabilidad de pobreza".

Además, la pobreza no es el único mal derivado de la falta de uno de los padres. Hay otros efectos psicológicos, como
"más fracaso escolar, tasas superiores de suicidio, de problemas psicológicos, de violencia y de abuso de drogas". Y
los estudios indican que los efectos nocivos no se dan en el caso de que el padre haya muerto, sino cuando se ha
producido la ruptura familiar.

Un tercer motivo de interés de la política familiar es algo "menos global pero no menos importante": el éxito o fracaso
escolar. "El éxito de los niños en la escuela está directamente relacionado -aunque no de modo necesario- con el tipo
de su vida familiar". Según el sociólogo James Coleman, "los colegios son un éxito principalmente para los hijos de
familias estables; son sobre todo un fracaso para los niños que provienen de familias débiles y desorganizadas".

"No pueden sorprendernos -explicó el profesor de la universidad de Boston- que algunos estudios de investigadores de
las universidades de Princeton o John Hopkins concluyan que el crecer en una familia con un único padre tiende a
rebajar el rendimiento académico y la asistencia a clase del alumno".

Manipulación estadística

En los medios de comunicación se repite hasta la saciedad que el modelo "tradicional" de familia desaparece y deja
paso a multitud de formas supuestamente familiares. No habría, pues, un modelo ideal de familia, basado en el
matrimonio, sino distintos tipos tan válidos unos como otros. Esto se repite de modos diversos, siempre con el refrendo
de los "datos".

Y en un país donde las radiografías sociales se hacen con números, es inevitable acabar prestándoles atención. Pero
algunas estadísticas se manipulan para restar relevancia social a la familia calificada como "tradicional".

"Por ejemplo, -señaló Glenn- suele decirse que menos del 10% de las familias de hoy siguen el viejo modelo de madre
ama de casa y padre que gana el pan fuera. Pero se llega a este resultado contando como 'familia' cada hogar de la
nación, incluyendo a los ancianos y a los estudiantes que viven solos, y negando la etiqueta de 'tradicional' a cualquier
familia en la que la madre trabaje fuera de casa alguna hora semanal en cualquier época del año".

De hecho, según estadísticas oficiales de 1987, entre las familias con hijos en edad pre-escolar sólo en el 28,8% de los
casos trabajaban ambos padres a jornada completa; en el 33,3% de esas familias, la madre no tenía un empleo
remunerado; el 15,8% eran familias donde la madre trabajaba a tiempo parcial; otro 10,1% eran familias a cargo de una
madre sola que trabajaba.

En el fondo, la discusión sobre las estadísticas "esconde un desacuerdo sobre cómo definir la situación de la familia en
Estados Unidos. Si la mayoría de las familias son claramente 'tradicionales', en el sentido de que están dirigidas por dos
adultos casados que comparten en cierto modo sus sueldos y el cuidado de los hijos, las políticas públicas deberían
sostener este modelo mediante subsidios por hijo y otras compensaciones para que las madres permanezcan en el
hogar durante los primeros años de vida de sus hijos. Pero si, por el contrario, el matrimonio y la educación de los hijos
compartida no son la norma, ya es hora -así argumentan algunas feministas- de descartar expresiones como
'single-parent family', que implican una situación de anormalidad".

Precisamente refiriéndose a la situación de las familias a cargo de un solo padre, el profesor Glenn citó las palabras de
un influyente político republicano, William Bennett, que fue educado sólo por su madre: "Tiene que ser obvio -era obvio
para mí, y lo era para mi madre- que es mucho más difícil que un solo padre críe un hijo a que lo hagan entre dos... No,
no es una vergüenza, ni son de segunda categoría los que educan a un hijo en solitario. Es un honor para los que lo
logran. Pero también hay que decir que es preferible que sean marido y mujer los encargados de la educación a dejar
todo el trabajo a uno solo. Es mejor para el niño, y mejor para los padres. Esto es algo en lo que no podemos ser
neutrales".

El papel de la escuela

El tercer motivo que aportó Glenn para sostener una política familiar trata de la mutua influencia entre la escuela y la
familia, sin duda importante. Pero un estudio dirigido por el psicólogo Paul Vitz a mediados de los años ochenta,
descubrió curiosos silencios en las referencias a la familia en los libros de texto de los escolares estadounidenses: "En
cuarenta libros de texto sobre ciencias sociales para los cuatro grados 1º a 4º, no aparece ninguna referencia al
matrimonio como fundación de la familia. De hecho, ni siquiera la palabra matrimonio o casamiento aparece una sola
vez en los cuarenta libros (...) ni aparecen tampoco las palabras marido y esposa... Los profesores de las escuelas
públicas pueden lamentar constantemente los embarazos de adolescentes o la frecuencia de hijos ilegítimos, pero sus
propios libros de texto promueven la noción de familia sin matrimonio en los cuatro primeros cursos... Ninguna de las
muchas familias descritas en estos libros presenta un ama de casa -esto es, una esposa y madre- como un modelo...No
hay ninguna mención que indique que la ocupación de la madre o esposa representa un trabajo importante, con
integridad, con satisfacciones reales...".

Glenn dio razones para que profesores y responsables de la política educativa reflexionen seriamente sobre la
influencia de las escuelas en la salud familiar. "Hay, al menos, tres modos en que los colegios contribuyen
positivamente (...) a) asegurándose de que comunican a sus alumnos el mensaje de que la vida familiar es importante,
b) mostrando respeto al derecho de los padres de tomar decisiones sobre sus hijos y c) promoviendo lazos y
colaboración entre los hogares y la escuela".

Pero la buena educación escolar queda baldía si no se suma el reconocimiento por parte del Estado del derecho y
obligación paternos a la educación de los hijos. Este derecho está asegurado por el artículo 2 de la Convención
Europea para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, citado por Glenn que, a
continuación, añadió: "algunos aseguran que el gobierno debe tomar decisiones sobre la educación de los hijos porque
algunos padres -y normalmente son padres pobres- son incapaces de hacerlo y de hecho simplemente se
desentienden. Por supuesto que hay padres incapaces e irresponsables, en todas las clases sociales, y la sociedad
deber organizar los medios de intervención para proteger a los niños en situaciones de claro abuso y negligencia,
incluyendo su necesidad de educación. Pero la política dirigida a la mayoría no debe guiarse por la necesidad de tratar
los casos excepcionales".

La equidad generacional

La ponencia de Pierpaolo Donati, profesor de la Universidad de Bolonia especialista en Sociología de la Familia,


planteó la cuestión de la equidad generacional: es decir, cómo "atribuir los recursos culturales, materiales y naturales
de los que dispone una sociedad, según criterios de justicia, al distribuirlos entre las diversas generaciones".

Para lograr más equidad generacional, Donati sugiere una serie de medidas, entre las que se incluyen las siguientes:

1. Una política de ayuda a parejas jóvenes que, por un lado, evite la excesiva prolongación de la dependencia de los
hijos respecto de los padres y, por otro, distinga, en el reparto de ayudas, a las parejas que cuentan con herencias
patrimoniales paternas de las que comienzan sin ellas. Las ayudas incluirían medidas de tipo universal (por ejemplo,
desgravaciones fiscales) y otras selectivas (financiaciones a tipos de interés subvencionados, cuotas reservadas para
obtener vivienda, etc.)...

2. Respecto a la natalidad, Donati señala que las ayudas equitativas según el número de hijos deben seguir una
progresión geométrica y no aritmética. No es que la gente vaya a tener hijos para obtener un dinero o ciertas
deducciones fiscales. Pero las ayudas contribuirán a que puedan tener hijos las parejas que lo desean. "Es necesario
tener en cuenta que hay una demanda no satisfecha de paternidad y maternidad que es reprimida, porque gran parte
de los servicios así como el tratamiento reservado a las parejas no reconocen de hecho el bien del hijo". Los
mecanismos útiles para distribuir recursos entre familias numerosas se centrarían en las ayudas del sistema fiscal, de la
seguridad social y los servicios sociales destinados a la maternidad y la paternidad.

Igualmente deberían ofrecerse a la mujer que pretende abortar las ayudas financieras y servicios necesarios,
especialmente donde estas carencias son las razones fundamentales invocadas para el aborto.

Para la madre o el padre que trabajan fuera del hogar -incluso si uno de los dos es trabajador autónomo-, "algunos de
los objetivos generales deberían consistir en la armonización entre el tiempo dedicado a la familia y el tiempo que se
dedica al trabajo fuera de casa, la paridad entre los sexos, una política más eficaz en la concesión de permisos a los
padres, la ampliación de las medidas de política social para hacer más real la libertad de elección entre el trabajo dentro
del hogar y el trabajo profesional".

Jóvenes adultos que no sueltan amarras

3. Una política familiar debe afrontar también el problema de las familias monoparentales que son casi siempre mujeres
solteras con uno o varios hijos. Las experiencias de Estados Unidos, Gran Bretaña y los países escandinavos sugieren
orientar las ayudas dando servicios sociales y descartar una política de ayudas monetarias que suelen servir -esta es la
experiencia estadounidense- para sostener al "partner" o amigos ocasionales que se aprovechan de la mujer.

4. Un factor más a tener en cuenta es el aumento de hijos fuera del matrimonio que se agrava casi en todas partes. En
1988, la tasa de ilegitimidad en Gran Bretaña era del 25%, y la peor situación era la danesa, con el 45% (porcentaje
sobre el total de niños que nacen vivos). "Este es un indicador significativo del aflojamiento de los vínculos sociales,
aunque en la mayoría de los casos el padre reconozca al hijo y, por tanto, pueda suponerse que asuma su
responsabilidad".

5. Para Donati, la creciente dependencia de los jóvenes adultos en relación a sus padres "debiera considerarse una
relevante cuestión pública". Donati aporta tres causas -cuyo peso varía según zonas- que explican esta renuencia de
los hijos a independizarse: la prolongada escolarización, las dificultades para entrar en el mercado laboral, y el deseo
de mantener un tenor de vida que sólo se puede lograr en la casa paterna. "En la actualidad, la introducción en los roles
adultos es mucho más retardada: se retrasa lo más posible el matrimonio e igualmente el 'verdadero' trabajo y, con ello,
la independencia social y la responsabilidad de participar en primera persona en los problemas de la sociedad". El
resultado es decepcionante: "Una generación que debiera situarse frente al problema de cómo podrá sostener un sólido
Estado social para una población que rápidamente va envejeciendo, se mantiene, por el contrario, en una situación en
la que no se hace nada o casi nada".

Donati considera que "el problema de los problemas" es saber si podemos plantear una política de equidad
generacional sin resolver antes qué debe ser la familia. Su respuesta es que se necesita esa reflexión sobre la familia
sin rodeos ficticios. La tendencia actual a hablar de "familias" en plural constituye un modo evidente de eludir el
problema de "si el Estado social debe o no considerar a la familia como familia y no sólo como una suma de individuos
que más o menos casualmente viven juntos". Es preciso examinar "si, después de todo, junto a un numerador
diversísimo para cada familia, no hay también un mínimo común denominador que haga de cada familia una familia".

Y aquí radica lo que Donati ha calificado de trampa: a las nuevas generaciones se les promete un modelo "emocional"
de familia que luego no se cumple. "El problema de los actuales sentimientos respecto de la familia está unido al
carácter indiferenciado que tiene hoy. Por querer ser más, la familia corre el riesgo de no ser nada".

José María Garrido_________________________(1) Las Actas del simposio ya han sido editadas en la Revista
española de pedagogía, nº 196 (IX-XII 1993).

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