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Universidad de Costa Rica.

Facultad de letras.
Escuela de Filosofía.
Spinoza y el Racionalismo Cartesiano. (F-6006).
Profesor: Dr. Sergio Rojas Peralta.
Estudiante: Andrés Castro/B31619
Módulo III: Teoría de los afectos y narración.

Spinoza: Teoría de los afectos y el suicidio

“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no
vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.

-Albert Camus (1913-1960), en el Mito de Sísifo.1

Pocos han sido los pensadores, que no han tenido en cuenta el suicidio como problema dentro
de sus sistemas filosóficos, lo han esbozado en sus obras capitales, epístolas, etc. A tal consideración
no escapa la doctrina del autor, del cual se servirá el presente ensayo. Baruch Spinoza (1632-1677),
dentro de su Opus Magnum, se ha encargado de solventar este problema. Este escrito, buscará
dilucidar como concibió el suicidio el pensador determinista, y buscará responder algunas preguntas
que se enunciarán en el desarrollo del trabajo, a fin de comprender como funciona la supresión de sí,
dentro de un edificio teórico, tan complejo y sofisticado como lo es la Ethica Ordine Geometrico
Demonstrata de 1677.

Previo a la indagación del problema que suscita el presente ensayo, se debe hacer una salvedad
que fungirá como un parteaguas, para aclarar una posible respuesta frente a la existencia del suicidio
o no, a partir de la propuesta del Sefardí. Esto consiste en la diferencia existente entre el determinismo
el cual opera mecánicamente, frente a la posición del fatalismo causal. Para ello señalaremos la versión
del fatalismo expuesta por Richard Taylor, en su escrito intitulado “Metafísica” la primera precisión a
considerar es la siguiente: “el determinismo es una teoría sobre todas las cosas y acontecimientos, el
fatalismo, en cambio sólo lo es de estos últimos” (Taylor, 1965, p.91). La cita anterior remite a que
todo cuanto acontece, no podría darse de otro modo, independientemente de cualesquiera variables
que acaezcan. Según Taylor un teórico determinista, que se precie de ostentar la condición de ser un
benefactor epistemológico, debe indubitablemente concebirse a sí mismo, como un fatalista a
propósito de todo, es decir no solo con relación a las cosas sino también de los acontecimientos.

1
Camus, A. (1985). El mito de Sísifo. Editorial Losada: Madrid

1
Dentro de esta postura, los seres humanos nos reconocemos fatalistas frente al pasado, dado
el estatuto invariante que posee, sin embargo deberíamos de serlo también respecto del futuro dado,
que el futuro es un evento concatenado que debe de suceder, y en una escala extensa de tiempo,
todas las nociones de futuro que poseemos, son diametrales respecto del pasado. Es decir todo futuro,
es un pasado dentro de una escala de tiempo infinita. El fatalista piensa el futuro de la misma manera
en que se piensa el pasado, bajo el estatuto de la “atemporalidad”, es decir la manera en la que Dios
contempla cuanto sucedió, sucede y sucederá.

En este mismo texto se considera la muerte de un sujeto X, lo cual atañe a nuestro análisis
respecto del suicidio, a saber:

Ya que la idea esencial que un individuo expresaría diciendo que su actitud es fatalista a
propósito de tal o cual acontecimiento, de su propia muerte, por ejemplo, es la de que no
depende de él que dicho acontecimiento ocurra, o cuánto ocurra o dónde ocurra o, en otras
palabras, que dicho acontecimiento está fuera de su control.” (Taylor, 1965, p.92).

El problema subyacente, es al parecer que solo a partir de consideraciones verbales, el


determinismo se separa del fatalismo. Por lo tanto la pregunta a responder es: ¿Spinoza encuentra el
suicidio inverosímil, dada una idea subrepticia de fatalismo dentro de su sistema? Esta pregunta nos
servirá como problema a resolver, por lo tanto existen dos elementos a considerar para responder a
la pregunta anular, estos son:

 ¿En qué consiste el determinismo de Spinoza?


 ¿Qué papel juega la teoría de los afectos en Spinoza con relación al suicidio?

Una vez establecidas las respuestas pertinentes se contará con elementos suficientes para
resolver la pregunta de fondo. Huelga aclarar el por qué se dará una respuesta con mayor grado de
profundidad o indagación a la última pregunta. Esto se debe a que el suicidio en apariencia responde
a un “acto de libertad” que va contra la naturaleza de subsistir, por tanto se debe evaluar la agencia o
la pasividad frente a este acto; es decir pensar el suicidio como una acción libre o bien como los
acaecimientos que arrinconan o coaccionan al ente humano para persuadirle de operar de la manera
en la que lo hace, esto es en otras palabras los afectos externos, que culminan en superar al individuo,
de manera tal que acontece el suicidio.

Como un primer acercamiento al tema a tratar, con arreglo a lo lo escrito por el Sefardí, se
mentará el siguiente pasaje que figura en E 1P33S1:

Una cosa se llama necesaria, ya con relación a su esencia, ya con relación a su causa. Porque la
existencia de una cosa se sigue necesariamente, o bien de su esencia y de su definición o bien

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de una causa eficiente dada, (…) diremos ahora que la única razón de llamar a una cosa
contingente es una falta de conocimiento en nosotros; porque una cosa de cuya esencia
ignoramos si envuelve contradicción, o de la que sabemos bien que no envuelve contradicción
alguna, sin poder afirmar con certeza su existencia.

De lo anterior podemos colegir que todo cuanto el intelecto humano considera contingente,
se debe a la falta de información que poseemos con relación a las causas, que producen ciertos efectos
determinados. Es decir observamos el efecto “Pedro duerme bajo el árbol” y decimos que ha decidido
dormir en este lugar antes que en otro, debido a que no conocemos la concatenación de eventos que
llevaron a Pedro a ese lugar en específico. Con mayor adecuación podemos plantear que si ocurre un
evento x, dado un tiempo t, llamaremos a tal evento contingente, únicamente en virtud de la
ignorancia, pues desconocemos las causas que condujeron a x a tal estado.

Se debe tener en consideración que para que la naturaleza determine los eventos de todo
cuanto sucede dentro de ella, debe de ser determinada por su misma esencia, en E 1Def6 “Entiendo
por Dios un ser absolutamente infinito, es decir, una sustancia constituida por una infinidad de
atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita”, teniendo en cuenta esta
definición, y el axioma primero de la primera parte, que grosso modo enuncia que todo lo que no es
en sí, es por otro, en conjunción con E 1P26 según la cual “una cosa determinada a producir algún
efecto ha sido determinada necesariamente por Dios; y la que no ha sido determinada por Dios no
puede determinarse por sí misma a producir un efecto” nos permite anclar una consideración según
la cual si una cosa Y, está determinada a existir y obrar de cierta forma lo hace necesariamente en
virtud de su esencia, la cual se encuentra determinada necesariamente por la naturaleza misma. Dado
que el ser humano forma parte de la naturaleza y bajo estas apreciaciones trazadas hasta el momento,
parece que quién comete suicidio lo hace en virtud de causas ulteriores porqué como veremos más
adelante el ser humano está programado por su naturaleza a subsistir en el ser, una primera conclusión
es la siguiente, el acto suicida es de índole pasivo, es decir se encuentra fuera de la agencia humana.

Si se traslada el acto suprimir la existencia, a una instancia donde se hace voluntariamente, de


ser así, tendría que ser un acto contingente lo cual por la E 1P26 es contradictorio. Conferido lo
anterior, es decir que no existe tal acto, este respondería a un acto creado por la imaginación. Tal y
como enuncia Spinoza en E 1Ax3 “de una causa determinada que se supone dada, se sigue
necesariamente un efecto y por el contrario si no es dada ninguna causa determinada, es imposible
que se siga un efecto” por lo tanto se debe estimar que el suicidio se debe a causas más potentes
externas, que terminan por desmantelar un ente, siendo este un simple evento dentro de los
acaecimientos naturales. Sin embargo, para aclarar con mayor pericia este tema, se debe ahondar en
la teoría de los afectos que afloran en la parte tercera y cuarta.

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La muerte como concepto está superpuesta con la correspondencia existente entre los dos
atributos de la sustancia a los que las creaturas humanas tenemos acceso. Analizado desde el atributo
de la extensión, este corresponde a la desarticulación del estado actual del cuerpo, E 4P39S se dice
“sin embargo, observar aquí que la muerte del Cuerpo, tal como yo la entiendo, se produce cuando
sus partes están dispuestos de tal suerte que se establece entre ella una relación distinta de
movimiento y de reposo”. Con relación al atributo pensante, este encuentra una conexión entre la
potencia imaginativa y depende de la existencia del cuerpo E 3P3D “lo que constituye en primer lugar
la esencia del alma no es otra cosa que la idea del Cuerpo existente en acto”, de manera tal que cuando
cesa el cuerpo de existir de cierto modo, cesará la esencia de la idea de ese cuerpo que existe de cierto
modo. Dado el problema a tratar en este ensayo, debemos esclarecer que entiende el Sefardí por
afección, dado a que estas son fundamentales para las disposiciones de los entes humanos.

Según su tercera definición en E 3Def3 “Entiendo por Afecciones las afecciones del Cuerpo por
medio de las cuales se aumenta o disminuye, es secundada o reducida, la potencia de obrar de dicho
Cuerpo y a la vez las ideas de esas afecciones”. Spinoza deja en claro no solo en esta parte de la Ética,
sino a lo largo de su obra, que todo fenómeno que afecta al ser humano, produce un efecto simultáneo
en dos registros distintos, la extensión y el pensamiento. Dicho de otra manera ambos atributos
expresan las mismas afecciones de la substancia, pero en registros distintos. Para efectos reales, la
separación de como “perece” un atributo descrita con anterioridad, es meramente analítica.

Respecto del tema que nos suscita, con relación suicidio existen una serie de precisiones
explayadas en la Ética, que permiten ir reafirmando lo constatado con anterioridad, por ejemplo,
Spinoza en E 3P6 establece que “cada cosa, en cuanto es en sí, se esfuerza en perseverar en su ser”.
Instaurado este principio en todas las cosas, la pregunta continua correspondiendo a ¿por qué el ser
humano se suicida? Tal consideración genera una serie de problemas de los cuales el autor no ha
pasado por alto y al igual que el resto de su obra, va edificando su respuesta, ladrillo por ladrillo. Antes
de la proposición respecto del conatus, se nos dice en E 3P4 “no puede ser destruida ninguna más que
por una causa exterior”, por lo tanto, si hacemos una conjunción de ambas premisas, una cosa
únicamente puede ser destruida o dejar de existir en la forma en la que se encuentra, cuando colisiona
con una causa exterior más fuerte. En E 3Post1 Spinoza establece que “el cuerpo humano puede ser
afectado de muchas maneras que aumenten o disminuyan su potencia de obrar y también de otras
que no hagan ni mayor ni menor su potencia de obrar” y en el siguiente postulado, E 3Post2 “El cuerpo
humano puede experimentar un gran número de modificaciones y retener sin embargo las
impresiones o huellas de los objetos y por consiguiente, las misma imágenes de las cosas”. Por lo tanto
existen una serie de valores de x que pueden o bien aumentar la potencia del ser humano, bien
disminuirla o mantenerla constante. Dadas las definiciones anteriores, junto al par de postulados,

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parece ser que el suicidio, forzosamente ocurre por causas externas que llevan al ser humano, a la
supresión de sí, de manera pasiva, dado que nos encontramos codificados para perseverar en el ser, y
no lo contrario, por lo tanto la fuerza que sostiene su ser no es lo suficientemente fuerte para
sobrellevar las afecciones, en este caso negativas.

Estás huellas o vestigios de cosas externas nos impregnan de manera tal que poseemos o bien
ideas adecuadas o inadecuadas de las cosas, la pregunta que surge es la siguiente, ¿el suicidio
únicamente sobreviene cuando se poseen ideas inadecuadas2? Esta pregunta hace eco cuando se
piensa en lo establecido en la proposición primera de la tercera parte, la cual grosso modo nos dice
que la actividad mental, será activa cuando se posean ideas adecuadas, y pasiva en el caso contrario.
Otro elemento que permite esclarecer con mayor precisión lo anterior se encuentra en E 3P11 según
la cual “si alguna cosa aumenta o disminuye, secunda o reduce la potencia de obrar de nuestro Cuerpo,
la idea de esta cosa aumenta o disminuye, secunda o reduce la potencia de nuestra alma”. Con esto
podemos afirmar que todo lo que entra bajo el registro de la res-extensa y la res-cogitans, aumenta o
disminuyen la potencia de la cosa que busca perseverar en su ser.

Respecto de esta potencia en subsistir se nos hace una salvedad con relación a fuerza del
conatus humano, pues este es limitado como enuncia E 4P3 “La fuerza con que el hombre persevera
en la existencia, es limitada y superada infinitamente por la potencia de causas exteriores”. Por lo tanto
siempre existirá un X cuya potencia supere a la de un individuo Y de la manera X>Y. Luego en E 4P5,
aterriza con mayor precisión la consideración anterior “la fuerza y el crecimiento de cualquier pasión,
y su perseverancia en existir, no se definen por la potencia con que perseveramos en la existencia, sino
por la potencia exterior comparada con la nuestra”

Por lo tanto el suicidio como un acto libre, es inverosímil, según lo evidencian los pasajes
escudriñados de la Ética, tan absurdo es dentro del sistema de la Ethica Ordine Geometrico
Demonstrata, tal consideración que Spinoza de manera lapidaría establece en E 4P20S que “es tan
imposible que el hombre se esfuerce por la necesidad de su naturaleza en no existir”, por lo tanto así
como la muerte natural como la aparentemente infringida hacia sí, transgrede el estatuto más
importante de toda cosa, por lo tanto la génesis del suicidio, tendrá sus bases en la exterioridad y
nunca en la interioridad. Según se puede constatar hasta ahora, con fundamento, el acto de suicidarse
no es otra cosa más que una quimera de la imaginación; el ser humano no puede determinar su
muerte, ser causa de ella, dado a que se encuentra determinado a hacer diametralmente lo opuesto
es decir, luchar por conservar su ser. La causa de supresión de cualquier cosa, siempre tendrá su

2
E 2P43D “la idea verdadera en nosotros es la que es adecuada en Dios en cuanto se explica por la naturaleza
del alma humana” de manera diametral opuesta se colige la idea inadecuada.

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asidero en las causas externas, las cuales desdichadamente para quienes abrazan la convicción de
libertad en su sentido genérico, no se encuentran a merced del ente humano, de manera tal, que el
suicida parece en la mayoría de los casos desconocer la causa que lo llevo a cometer tal acción. Resulta
interesante que según todo lo planteado por el Sefardí, algunos suicidios son equipolentes con al
menos un estatuto de ignorancia, de manera tal, que el ente humano que piensa que se suicida
libremente, busca hacer propia una causa exterior, de la cual no puede participar.

Dada la imposibilidad lógica del suicidio dentro del sistema de Spinoza, el suicidio tal y como
lo entiende el vulgo es un sofisma. Dicho de otra manera, si la naturaleza tiene por si misma el
preservarse, pensar que la misma busque su destrucción, transgrede el principio de no contradicción.
La esencia que constituye al ser humano no posee en sí, ideas contrarias a su naturaleza y cuando las
padecen estas provienen del exterior. En E 4P20S, Spinoza esgrime las 3 causas detrás del suicidio que
considera:

“1) Unos se matan obligados por otro que les desvía la mano, armada causalmente de una
espada, 2) otros, obligados por la orden de un tirano a abrirse las venas, esto es tratando de
evitar un mal mayor por medio de otro menor, 3) otros, en fin, obedeciendo a causas exteriores
ignoradas que disponen la imaginación y afectan el Cuerpo de tal modo que a su naturaleza
sustituye una naturaleza nueva y contraría cuya idea no puede existir en el Alma.”

Conclusiones

Con relación de la pregunta central del ensayo, ¿Spinoza encuentra el suicidio inverosímil, dada
una idea subrepticia de fatalismo dentro de su sistema? podemos responder con legitimidad que la
respuesta sería de carácter negativo, por las siguientes razones, tal y como plantea Taylor, el fatalismo
invoca la percepción de un ente externo en este caso Dios. Sin embargo, la noción de Dios de Spinoza,
permite desprender que cuanto entiende por deidad, no observa la creación desde una atemporalidad,
por lo tanto no existe un futuro con el mismo estatuto ontológico que el pasado, como pretende el
fatalismo causal. Otra razón que podemos dar, responde al conatus, si bien es cierto la capacidad de
luchar por perseverar en el ser, puede ser inútil frente a algunas causas externas que poseen mayor
fuerza, si existe una lucha activa del sujeto, mientras que en el fatalismo no hay tal cosa como la lucha
de perseverar, si un sujeto X, está destinado a morir en una fecha específica, no importa cuánto se
esfuerce este en que no suceda, de igual manera sucederá. Por tanto no existe agencia dentro del
fatalismo, y para todo ente cognoscente su vida pasa como una película proyectada sobre sus ojos, sin
agencia posible.

Respecto de segunda pregunta ¿el suicidio únicamente sobreviene cuando se poseen ideas
inadecuadas? Me parece el ser humano únicamente puede suicidarse bajo una serie de ideas

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inadecuadas, por la contradicción lógica que hemos evidenciado. Aún cuando se nos presentan los tres
tipos de suicidios considerados por Spinoza, en el caso de Séneca, este lo hizo obligado por la coacción
de un Tirano, para evitar un mal mayor, por medio de uno menor. Sin embargo tal consideración me
parece no funge como condición suficiente de una idea adecuada del suicidio llevada a cabo. Por lo
tanto existen quienes se suicidan por conducto de una serie causal, que les interpela a hacerlo, sin
siquiera considerar el suicidio, como aquellos a quienes se les desvía el brazo sosteniendo una espada.
Y quienes eran sujetos de este ensayo, que por ignorancia dispuestas por la imaginación (como lo sería
el libre arbitrio) ceden a una nueva naturaleza contraria a la que ostentaba en su mente.

Bibliografía.

Spinoza, B. (1963). Ética. (traducción y prólogo de Ángel Rodríguez Bachiller). Aguilar: Argentina.

Taylor, R. (1965). Metafísica. (traducción por Carlos Gerhard). Unión Tipográfica Editorial Hispano
Americana: México.

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