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Tercera época | año XII | Nº9 | Abril 2011

9 BOCADESAPO
Revista de arte, literatura y pensamiento

El espectador emancipado. Jacques Rancière. Dossier Infancias: Heffes, Pelegrinelli,


Ferrari, Schérer y Hocquenghem, Lojo, Roitberg Strajilevich, Garbatzky, Néspolo.
Cuento de Marcelo Damiani. La literatura como spot publicitario.
El cine de Michael Haneke. Opinan Genovese, Mancini y Rodrígez Z.
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Tercera época | año XII | Nº9 | Abril 2011

STAFF
SUMARIO
DIRECTORA
• Editorial 1 Jimena Néspolo
• El espectador emancipado. Jacques Rancière 2
SECRETARIA DE REDACCIÓN
Dossier Infancias Natalia Gelós
• Escritura, violencia y niñez. Gisela Heffes 8
• Prodigiosa Marilú. Daniela Pelegrinelli 14 CONSEJO DE DIRECCIÓN
• Los lenguajes artísticos en la esfera del no-arte. Carina Ferrari 20 Diego Bentivegna - Claudia Feld
• Álbum sistemático de la infancia. René Schérer y Guy Hocquenghem 24 Gisela Heffes - Walter Romero
• La infancia que no cesa. María Rosa Lojo 30
• Testimonio: Frik. María Rosa Lojo 38 JEFE DE ARTE
• Juego y creación en Latinoamérica. Ivana Roitberg Strajilevich 40 Jorge Sánchez
• Del teatrillo de la infancia a las performances poéticas. Irina Garbatzky 44
• Eduarda Mansilla o las vicisitudes de la mujer puente. Jimena Néspolo 50 DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Mariana Sissia - David Nahon
Cuento
• Las estrellas según Rey. Marcelo Damiani 58 ILUSTRADORES
Paula Adamo - Víctor Hugo Asselbon -
Ensayo Santiago Iturralde - Florencia Scafati -
• La literatura como spot. Gianluigi Simonetti 64 Salvador Sanz

Cine COLABORADORES
• El hombre que vino del frío. Eduardo Rojas. 72 Marcelo Damiani -Carina Ferrari - Irina
Garbatzky - Alicia Genovese - María Rosa Lojo
Caterva Adriana Mancini - Daniela Pelegrinelli
• La evocación sentimental de la infancia. Alicia Genovese 78 Jacques Rancière - Jaime Rodríguez Z.
• Alas de mariposas, una princesa y un pájaro azul. Adriana Mancini 79 Gianluigi Simonetti - Ivana Roitberg
• Cabeza de otro monstruo. Jaime Rodríguez Z. 80 Strajilevich - Eduardo Rojas - Diego Vecchio

Historieta ARTISTAS INVITADOS


• Temporada de conejos. J.J.Rovella 77 Ramiro Clemente - Alfonsina Néspolo

La obra de tapa, al igual que las imágenes del Dossier Infancias pertenecen a Paula Adamo. E-mail: redaccion@bocadesapo.com.ar
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Editor responsable: Jimena Néspolo
Dirección postal: Hortiguera 684, (1406)
Ciudad de Buenos Aires.
TE: (02322) 54-0064 / (011) 15 5319 5136

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EDITORIAL
“A
hora se cuela el viento por una gran rendija de este apostadero.
Ahora entra la desolación en forma de llanura, replegando su
árida piel como una bestia que debe calcular las extensiones
para acomodarse mejor. Porque yo he crecido, pero ella ha crecido con-
migo, día tras día, a costa de mis huesos, a expensas de las paredes del pre-
sente.” Insaciable e inextinguible, la llanura a la que le canta Olga Orozco
en las primeras páginas de También la luz es un abismo tiene el rostro de la
infancia: está plagada de terrores, misterios y leyendas e inunda su tiempo
con una sed cuya medida es mayor que la copa que pudiera colmar toda
esa lejanía.
Esta nueva edición de BOCADESAPO inaugura la tercera época de la re-
vista. Como toda ficción humana rasgada por la realidad, las marcaciones
de nuestro presente nos pertenecen y no, son parte de una danza colectiva
de la que a veces somos sólo espectadores. En las primeras páginas de este
número, fiel a su vocación libertaria, Jacques Rancière reflexiona precisa-
mente sobre la figura del espectador en tanto intérprete activo del tea-
tro del mundo. La historieta de Javier Rovella, “Temporada de conejos”,
dialoga con las consideraciones del filósofo francés vertidas en torno a la
sociedad del espectáculo, el teatro y la performance como provocación.
El dossier “Infancias” se abre, pues, con un artículo de Gisela Heffes
que analiza la violencia circular tramada en el mítico relato de Osvaldo
Lamborghini, “El niño proletario”. Ivana Roitberg Strajilevich recuerda los
juguetes transformables del uruguayo Joaquín Torres García, Daniela Pele-
grinelli desarma el soporte conceptual de la muñeca Marilú y Carina Ferrari
analiza los lenguajes artísticos puestos en acción en las celebraciones urba-
nas actuales de los niños pequeños. Como homenaje a la poeta argentina
Olga Orozco, María Rosa Lojo rastrea la presencia del relato maravilloso
en sus dos libros en prosa y nos regala, también, su propio testimonio. Irina
Garbatzky desmenuza las performances poéticas de Marosa di Giorgio y
Diego Vecchio rescata, para los lectores hispanos, el Album systématique
de l’enfance de René Schérer y Guy Hocquenghem. Cierra el dossier ilus-
trado con obras de Paula Adamo, un artículo que nos presenta a Eduarda
Mansilla, primera cultora del género infantil en el Río de la Plata.
“Las estrellas según Rey”, el cuento de Marcelo Damiani, actúa de bisa-
gra entre el dossier y la segunda parte de la revista. Allí, el crítico italiano
Gianluigi Simonetti analiza la relación entre literatura y discurso publicita-
rio; Eduardo Rojas realiza un recorrido total por la obra cinematográfica
de Michael Haneke. Cerrando las páginas del muro de la infancia, ahora
abierto, en Caterva: Alicia Genovese, Adriana Mancini y Jaime Rodríguez Z.
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El espectador
emancipado

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Fiel a su vocación libertaria volcada hacia la promesa de nuevas
formas de vincular el saber, la vida y la experiencia estética, el
filósofo francés postula en este texto la necesidad de pensar hoy
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en un espectador que, lejos de la pasiva ataraxia, sea intérprete
activo del teatro del mundo.

Por Jacques Rancière*


Traducción de Jimena Néspolo

H
e dado a esta reflexión el título: “El espectador emancipado”. Se-
gún entiendo, un título es siempre un reto. Se establece la pre-
suposición de que tal expresión tiene sentido, que existe una re-
lación entre términos distantes, lo que también significa entre conceptos,
problemas y teorías que a primera vista parecen no tener ninguna relación
entre sí. En cierto sentido, este título expresa mi perplejidad cuando Mar-
ten Sapengberg1 me invitó a ofrecer una conferencia en una academia que
reunía a artistas y personas involucradas en el mundo del arte, el teatro y la
performance, porque había quedado impresionado por mi libro El maestro
ignorante y quería introducir esta reflexión sobre el espectador. Al principio,
entonces, la proposición me suscitó cierta perplejidad. El maestro ignorante ex-
ponía la excéntrica teoría y el singular destino de Joseph Jacotot, un profesor
francés que a comienzos del siglo XIX había escandalizado a la academia
al afirmar que un ignorante podía enseñarle a otro ignorante aquello que él
mismo no sabía, proclamando la igualdad entre las inteligencias y oponiendo
a la instrucción del pueblo la emancipación intelectual. Sus ideas habían
caído en el olvido ya a mediados de su propio siglo. A mí me había parecido
oportuno hacerlas revivir en la década de 1980 para levantar algún revuelo
en torno a la igualdad intelectual en los debates acerca de la finalidad de la
escuela pública. Pero en el seno de la reflexión artística contemporánea, ¿qué
uso dar al pensamiento de un hombre cuyo universo artístico podía emble-
matizarse en nombres tales como Demóstenes, Racine y Poussin?

* Jacques Rancière nació en Argelia, en 1940. Estudió en la École Normale Supérieure.


Participó con Louis Althusser en la escritura de Lire le Capital. Es profesor emérito de estética y
política en Universidad de París VIII. Ha publicado una veintena de libros, entre ellos: El maestro
ignorante. Cinco lecciones de emancipación intelectual (1987), El desacuerdo. Política y filosofía (1995), La
división de lo sensible. Estética y política (2000). Este texto fue cedido por el autor y traducido con su
expreso permiso, una versión en inglés del mismo puede consultarse en: http://digital.mica.edu/
departmental/gradphoto/public/Upload/200811/Ranciere%20%20spectator.pdf
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Sin embargo, al reflexionar sobre el tema, se me hizo manifestaciones que ponen cuerpos en acción ante un
manifiesto que la ausencia de toda relación evidente en- público reunido.
tre la teoría de Jacotot y la cuestión del espectador era Los numerosos debates y polémicas que ha generado
también una oportunidad. Podía ser la ocasión de es- el teatro a lo largo de toda su historia pueden ser ca-
tablecer una separación radical con respecto a ciertos racterizados en una simple contradicción. La llamaré la
presupuestos teóricos y políticos que, incluso bajo dis- paradoja del espectador, una paradoja quizá más funda-
fraz posmoderno, sustentan todavía hoy lo esencial del mental que la célebre paradoja del actor. Esta paradoja es
debate acerca del teatro, la actuación y el espectador. de formulación muy simple: no hay teatro sin espectador
No obstante, para hacer surgir esta relación y darle un (por más que se trate de un espectador único y oculto,
sentido, debemos tratar de reconstituir la red de presu- como en la representación ficcional de El hijo natural que
puestos que sitúan la cuestión del espectador en el centro da lugar a las Conversaciones de Diderot). Sin embargo,
de la discusión sobre las relaciones entre arte y política, “ser espectador” es algo malo, significa que se participa
y dibujar el modelo global de racionalidad sobre cuyo mirando, y mirar es idiosincrásicamente condenado por
fondo estamos acostumbrados a juzgar las implicancias dos razones. En primer lugar, mirar es lo contrario de
políticas del teatro y del espectáculo. Empleo aquí estos conocer. El espectador permanece ante una apariencia,
términos en sentido general, incluidas otras formas ar- ignorando el proceso de producción de esa apariencia o
tísticas, como la danza, la performance, el mimo u otras la realidad que hay detrás de ella. En segundo lugar, es lo
contrario de actuar. La persona espectadora permanece enigma en el cual él ha de buscar el sentido. Se le forzará
inmóvil en su sitio, es pasiva. Ser espectador es estar se- de ese modo a intercambiar la posición del espectador
parado al mismo tiempo de la capacidad de conocer y de pasivo por la del investigador o el experimentador cien-
la posibilidad de actuar. tífico que observa los fenómenos e indaga las causas. Así
Este diagnóstico abre el camino a dos conclusiones se les hará agudizar su propio sentido de la evaluación de
diferentes. La primera es que el teatro es una cosa ab- las razones, de su discusión y de la elección que lo zanja.
solutamente mala, una escena de ilusión y de pasividad De acuerdo con la segunda fórmula, es esa misma
que es preciso suprimir en beneficio de aquello que ella distancia razonadora la que debe ser abolida. El espec-

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impide: el conocimiento y la acción, la acción de cono- tador debe ser sustraído de la posición del observador
cer y la acción conducida por el saber. Es una conclusión que examina a la distancia el espectáculo. Debe ser des-
de larga data, ya formulada por Platón: el teatro es el pojado de este ilusorio dominio, arrastrado al círculo
lugar donde gente ignorante es invitada a ver sufrir a mágico de la acción teatral en el que intercambiará el 5
otra gente. Lo que la escena teatral les ofrece es el espec- privilegio del observador racional por el de estar en po-
táculo de un pathos, la manifestación de una enfermedad, sesión de sus verdaderas energías vitales.
la del deseo y del sufrimiento, es decir, de la división de Éstas son las actitudes fundamentales que resumen
sí que resulta de la ignorancia. El efecto propio del teatro el teatro épico de Brecht y el teatro de la crueldad de
es el de transmitir esa enfermedad por medio de otra: la Artaud. Para uno, el espectador debe tomar distancia;
de la visión empírica que mira las sombras. El teatro es para el otro, debe perder toda distancia. Para uno, debe
la transmisión del mal de la ignorancia que convierte a afinar su mirada; para el otro, debe abandonar incluso la
las personas en médium de esta ignorancia forjada en posición del que mira. Los modernos emprendimientos
una ilusión óptica. La comunidad justa, pues, es aque- de reforma del teatro han oscilado constantemente entre
lla que no tolera la mediación teatral, aquella en la que estos dos polos de la indignación distante y de la partici-
el patrón de medida que la gobierna está directamente pación vital, a riesgo de mezclar sus principios y sus efec-
incorporado en las actitudes vivientes de sus miembros. tos. Han pretendido transformar el teatro a partir del
Ésta parece ser la conclusión más lógica del problema. diagnóstico que conducía a su supresión. No sorprende
Sin embargo, sabemos que no es la que ha prevalecido. por tanto observar que los reformadores del teatro hayan
Todo teatro –se ha concluído– supone un espectador, y retomado no solamente las consideraciones de la crítica
como ser espectador es algo malo, nos hace falta pues platónica sino también la fórmula positiva que él opo-
otro teatro, un teatro sin espectadores. Un teatro en el nía al mal teatral. Platón quería sustituir la comunidad
que la relación óptica pasiva implicada en el juego tea- democrática e ignorante del teatro por otra comunidad:
tral de la palabra misma esté sometida a otra relación, una comunidad coreográfica en la que nadie pudiera
aquella implicada por otra palabra que designe lo que se permanecer como espectador inmóvil, en la que todos
produce en el escenario, el drama. Drama quiere decir ac- deberían moverse de acuerdo con el ritmo comunitario
ción. El teatro es el lugar en el que una acción es llevada fijado por la proporción matemática, aunque para ello
a su realización por unos cuerpos en movimiento frente hubiese que embriagar a los viejos reacios a entrar en la
a otros cuerpos vivientes que deben ser movilizados. Es- danza colectiva.
tos últimos pueden haber renunciado a su poder. Pero Los reformadores del teatro han reformulado la opo-
este poder es retomado, reactivado en la performance, sición platónica entre corea y teatro como oposición entre
en la energía que ella produce. Es a partir de ese poder la verdadera esencia del teatro y el simulacro del espectá-
activo que hay que construir un teatro nuevo, devuelto a culo. El teatro ha devenido en el lugar donde el público
su virtud original, a su esencia verdadera. Hace falta un pasivo de los espectadores debía transformarse en su con-
teatro sin espectadores, donde los concurrentes apren- trario: el cuerpo activo de un pueblo poniendo en acto
dan en lugar de ser seducidos por las imágenes, un teatro su principio vital. El texto de presentación de la Sommer
que los convierta en participantes activos en lugar de ser Akademie lo expresaba en estos términos: “El teatro si-
voyeurs pasivos. gue siendo el único lugar de confrontación del público
Esta inversión conoció dos grandes fórmulas, antagó- consigo mismo en tanto que colectivo”. En sentido res-
nicas en su principio, aun cuando la práctica y la teoría tringido, la frase sólo pretende distinguir la audiencia
del teatro reformado las han mezclado en su legitima- colectiva del teatro de los visitantes individuales de una
ción. Según la primera, es preciso arrancar al especta- exposición o de la simple adición de las entradas al cine.
dor del embrutecimiento del espectador fascinado por Pero es obvio que significa algo más. Significa que el “tea-
la apariencia y ganado por la empatía que lo hace iden- tro” es una forma comunitaria ejemplar. Conlleva una
tificarse con los personajes de la escena. Se muestra, en- idea de la comunidad como presencia en sí, como cuerpo
tonces, un espectáculo de carácter extraño, inusual, un viviente, opuesta a la distancia de la representación.
A partir del romanticismo alemán, el pensamiento valencias y de oposiciones que sostiene su posibilidad:
del teatro ha estado asociado a esta idea de la comuni- equivalencias entre teatro y comunidad, entre mirada
dad viviente. El teatro apareció como una forma de la y pasividad, exterioridad y separación, mediación y si-
constitución estética –de la constitución sensible– de la mulacro; oposiciones entre lo colectivo y lo individual,
colectividad: la comunidad como manera de ocupar un imagen y vida real, actividad y pasividad, posesión de sí
lugar y un tiempo, como el cuerpo en acto opuesto al mismo y alienación.
simple aparato de las leyes, un conjunto de percepciones, Este juego de equivalencias y de oposiciones com-
de gestos y de actitudes que precede y preforma las le- pone en efecto una dramaturgia bastante tortuosa de la
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yes e instituciones políticas. El teatro ha estado, más que falta y la redención. El teatro se acusa a sí mismo de
cualquier otro arte, asociado a la idea romántica de una volver pasivos a los espectadores y de traicionar así su
revolución estética: la idea de una revolución que cam- esencia de acción comunitaria. Consecuentemente se
6 biara no sólo las leyes y las instituciones sino también las otorga la misión de invertir sus efectos y de expiar sus
formas sensibles de la experiencia humana. La reforma faltas devolviendo a los espectadores la posesión de su
del teatro significaba entonces la restauración de su na- conciencia y de su actividad. La escena y la performance
turaleza de asamblea o de ceremonia de la comunidad. teatrales se convierten así en una mediación evanescente
El teatro es una asamblea en la que la gente del pueblo entre el mal del espectáculo y la virtud de la verdad tea-
toma conciencia de su situación y discute sus intereses, tral. Se proponen enseñar a su audiencia los medios para
dice Brecht siguiendo a Piscator. Es el ritual purificador, cesar de ser espectadores y convertirse en performers de
afirma Artaud, en el que una comunidad toma posesión una práctica colectiva. Según el paradigma brechtiano,
de sus propias energías. Si el teatro encarna así la verda- la mediación teatral los vuelve conscientes de su situa-
dera colectividad viviente, opuesta a la ilusión de la mi- ción social y deseosos de actuar en consecuencia. Según
mesis, no habrá que sorprenderse de que la voluntad de la lógica de Artaud, los hace salir de su posición de es-
devolver el teatro a su esencia pueda adosarse a la crítica pectadores: en lugar de estar frente a un espectáculo, se
misma del espectáculo. ven rodeados por la performance, llevados al interior del
¿Y cuál es la esencia del espectáculo según Guy De- círculo de la acción que les devuelve su energía colec-
bord? La exterioridad. El espectáculo es el reino de la tiva. En ambos, el teatro es una mediación de su propia
visión. Visión significa exterioridad, es decir, desposei- supresión.
miento de sí. La enfermedad del hombre espectador En este punto es donde pueden entrar en juego las
ahora se resume: “Cuanto más contempla, menos es.”2 descripciones y las proposiciones de la emancipación
La fórmula parece antiplatónica. Obviamente, los fun- intelectual y ayudarnos a reformular el problema. Pues
damentos teóricos de la crítica del espectáculo son los esta mediación auto-evanescente no es algo desconocido
mismos que los de la crítica de Feuerbach a la religión. para nosotros. Es la lógica misma de la relación peda-
El principio de una y otra crítica se encuentra en la vi- gógica; en el proceso pedagógico el papel atribuido al
sión romántica de la verdad como no-separación. Pero maestro es el de suprimir la distancia entre su saber y la
esta idea depende ella misma de la concepción platónica ignorancia del ignorante. Sus lecciones y los ejercicios
de la mimesis. La “contemplación” que Debord denun- que él articula tienen la finalidad de reducir progresiva-
cia es la contemplación de la apariencia separada de su mente el abismo que los separa. Desafortunadamente,
verdad, es el espectáculo de sufrimiento producido por no puede reducir la brecha excepto a condición de re-
esta separación: “La separación es el alfa y el omega del crearla incesantemente. Para reemplazar la ignorancia
espectáculo.” Lo que el hombre contempla en el espec- por el saber, debe caminar siempre un paso adelante,
táculo es la actividad que le ha sido hurtada, es su propia poner entre el alumno y él una nueva ignorancia. La
esencia, devenida hostil, vuelta contra él, organizadora razón de ello es simple. En la lógica pedagógica, el ig-
de un mundo colectivo cuya realidad es la de su mismo norante no es solamente aquel que aún ignora lo que
desposeimiento. el maestro sabe: es aquel que no sabe lo que ignora ni
Por tanto, no hay contradicción entre la búsqueda cómo saberlo. El maestro, por su parte, no es solamente
de un teatro devuelto a su esencia original y la crítica aquel que detenta el saber ignorado por el ignorante: es
del espectáculo. El “buen” teatro es aquel que utiliza también aquel que sabe cómo hacer de ello un objeto de
su realidad separada para suprimirla. La paradoja del saber, en qué momento y de acuerdo con qué protocolo.
espectador es parte de ese dispositivo intelectual que Pues en rigor de verdad no hay ignorante que no sepa
retoma, incluso en nombre del teatro, los principios de ya un montón de cosas, que no las haya aprendido por
la prohibición platónica del teatro. Estos principios son, sí mismo, ya sea mirando y escuchando a su alrededor,
por consiguiente, los que hoy sería necesario reexami- observando y repitiendo, equivocándose y corrigiendo
nar, o más bien, la red de presupuestos, el juego de equi- sus errores. Pero ese saber, para el maestro no es más que
un “saber de ignorante”, un saber incapaz de ordenarse por comparaciones y figuras para comunicar sus aventu-
de acuerdo con la progresión que va de lo más simple a ras intelectuales y comprender lo que otra inteligencia se
lo más complejo. El ignorante progresa comparando lo empeña en comunicarle.
que descubre con aquello que ya sabe, según el azar de Este trabajo poético de traducción es la primera con-
los hallazgos, pero también según la regla aritmética, la dición de todo aprendizaje. “Emancipación intelectual”
regla democrática que hace de la ignorancia un menor –como Jacotot llama a este proceso– significa la con-
saber. Sólo se preocupa por saber más, por saber lo que ciencia y la promulgación de este poder de igualdad que
aún ignoraba. Lo que le falta, lo que siempre le faltará al ofrece la traducción y la contra-traducción. “Emancipa-

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alumno, a menos que él mismo se convierta en maestro, ción” implica la toma de conciencia de las distancias tra-
es el “saber de la ignorancia”: el conocimiento de la dis- zadas entre uno y otro; porque la distancia no es un mal
tancia exacta que separa ambos estados. a abolir, es la condición normal de toda comunicación.
Esa medida escapa, precisamente, a la aritmética de Los animales humanos son animales distantes que se co- 7
los ignorantes. Lo que el maestro sabe, lo que el proto- munican a través de la selva de los signos. La distancia
colo de transmisión del saber enseña primero que nada que el ignorante tiene que franquear no es el abismo en-
al alumno, es que la ignorancia no es un menor saber, tre su ignorancia y el saber del maestro. Es simplemente
que aquella es el opuesto del saber: que el saber no es un el camino desde aquello que ya sabe hasta aquello que
conjunto de conocimientos, sino una posición. La dis- todavía ignora, pero que puede aprender no para ocupar
tancia exacta es la distancia que ninguna regla puede la posición del docto sino para practicar mejor el arte
medir, la distancia que se prueba por el mero juego de las de traducir, de poner sus experiencias en palabras y sus
posiciones ocupadas, que se ejerce a través de la intermi- palabras a prueba, traduciendo sus aventuras intelec-
nable práctica del “paso adelante” que separa al maes- tuales a la manera de los otros y contra-traduciendo las
tro de aquel que se supone que ha de ejercitarse para traducciones que ellos le presentan de sus propias aven-
alcanzarlo. Es la metáfora del abismo radical que separa turas. El maestro ignorante capaz de ayudarlo a recorrer
las maneras del maestro de las del ignorante, porque ese este camino se llama así no porque no sepa nada, sino
abismo separa dos inteligencias: aquella que sabe en qué porque ha abdicado el “saber de la ignorancia” y diso-
consiste la ignorancia y aquella que no lo sabe. Es en ciado su conocimiento desde la maestría de su saber. No
primer lugar esta radical separación lo que la enseñanza les enseña a sus alumnos su saber. El maestro ignorante
progresiva y ordenada enseña al alumno. Le enseña an- les pide que se aventuren en la selva de las cosas y de los
tes que nada su propia incapacidad. Así verifica incesan- signos, que digan lo que han visto y lo que piensan de lo
temente en su acto su propio presupuesto: la desigualdad que han visto, que lo verifiquen y lo hagan verificar.
de las inteligencias. Esta verificación de la desigualdad ¿Cuál es la relación entre esta historia y la cuestión
es lo que Jacotot llama proceso de embrutecimiento. Lo del espectador hoy? Ya no estamos en el tiempo en que
contrario del embrutecimiento es la emancipación. La los dramaturgos querían explicar a su audiencia la ver-
emancipación intelectual es la verificación de la igualdad dad de las relaciones sociales y los medios para luchar
de las inteligencias. Ésta no significa la igualdad de valor contra la dominación. Pero no por eso pierden sus ilusio-
de todas las manifestaciones de la inteligencia, sino la nes. Contrariamente, puede ser incluso que, a la inversa,
igualdad en sí de la inteligencia en todas sus manifesta- la pérdida de las ilusiones conduzca a los artistas a au-
ciones. No hay dos tipos de inteligencia separados por mentar la presión sobre los espectadores: tal vez ellos se-
un abismo. El animal humano aprende todas las cosas pan lo que hay que hacer, si la performance los cambia,
como primero ha aprendido la lengua materna, como los arranca de su actitud pasiva y los transforma en parti-
ha aprendido a aventurarse en la selva de las cosas y de cipantes activos del mundo. Tal es la primera convicción
los signos que lo rodean, a fin de tomar su lugar entre los que los reformadores teatrales comparten con los peda-
otros humanos: observando y comparando una cosa con gogos embrutecedores: la del abismo que separa las dos
otra, un signo con un hecho, un signo con otro signo. Si posiciones. Incluso si el dramaturgo o el director teatral
el “ignorante” sólo sabe de memoria una plegaria, puede no sabe lo que quieren que el espectador haga, sabe al
comparar ese saber con aquello que todavía ignora: las menos una cosa: sabe que se debe hacer algo, franquear
palabras de esa plegaria escritas sobre un papel. Puede el abismo que separa la actividad de la pasividad.
aprender, signo tras signo, la relación de aquello que ig-
obras de Ramiro Clemente
nora con aquello que sabe. Puede hacerlo si, a cada paso,
Para ver más, visite el sitio: www.ramiroclemente.net
observa lo que se halla frente a él, dice lo que ha visto
1 La invitación a abrir la quinta Internacionale Sommer Akademie de
y verifica lo que ha dicho. Tanto la del docto que cons- Fráncfort, el 20 de agosto de 2004, me fue cursada por el performista y
truye hipótesis como la del ignorante son la misma inte- coreógrafo sueco Marten Spangberg.
ligencia que traduce signos a otros signos y que procede 2 Debord, Guy. La société du spectacle. París, Gallimard, 1992.
| BOCADESAPO | DOSSIER INFANCIAS

El caso de “El niño proletario”

Escritura,
violencia
y niñez
El mítico relato de Osvaldo Lamborghini conforma a partir de
la niñez, en tanto espacio ilimitado de ejercicio de la violencia y
el Mal, una territorialidad signada por la repetición. La violencia
se presenta allí en su perfecta y metafórica circularidad,
clausurando toda posibilidad de futuro.
por Gisela Heffes

Obras de Paula Adamo


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Sencillamente, hoy se trata de ver y sentir y sentir si y pensar si.


Si se puede o no dominar el temblor de manos, aunque aquí se trata como siempre —
con la arbitrariedad ecuánime de la escritura— de la muerte y la masturbación.
Oh sueño. Si la letra no se desencuadra de la línea se habrá recobrado
un vestigio de salud, o un vagido.
Osvaldo Lamborghini, “Acopiador aviado, perdido”

“E
l niño proletario” (1973), de Osvaldo Lamborghini, entraña
una complejidad narrativa difícil de asimilar: es que hay algo
en los relatos de Lamborghini que molesta, ofende e inquieta al
lector, incluso cuando la problemática abordada sea la representación misma
de la violencia y su articulación narrativa en un corpus amplio y variado.
| …Aira, en su introducción
a las Novelas y cuentos
de Lamborghini, sostiene
que la “Argentina
| BOCADESAPO | DOSSIER INFANCIAS

lamborghiniana es el país de
la representación”… |

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El territorio de la violencia en el relato de Lam- del relato de Lamborghini nos remite a categorías como
borghini conforma una espacialidad atravesada por ca- “goce” y “placer”), aunque se trate de una fascinación
tegorías que nos remiten tanto a la historia misma de la incapaz de tornarse satisfacción plena, una fascinación
literatura como a la representación de intereses opuestos, que es puramente destructiva.3 En este sentido, tanto el
de clases en pugna y mediaciones que perpetúan la pro- “goce” como el “placer” funcionan como elementos de
pia condición de sus actores principales. Y a su vez, es la intersección y contraste, ya que establecen una confron-
violencia en sí la que se ocupa de resemantizar el sentido tación entre el “terror” de “¡Estropeado!” y el regocijo
mismo de estos elementos, sexualizando, poetizando e que este terror provoca en los niños:
inscribiéndose en un territorio mayor: esto es, el cuerpo
ultrajado /violentado que en su acepción metonímica in- …oh por ese color blanco de terror en las caras odiadas, en las
corpora las dimensiones de una clase social específica, su fachas obreras más odiadas, por verlo aparecer sin desaparición
pasiva confrontación y su brutal aniquilación. nosotros hubiéramos donado nuestros palacios multicolores, la
Desde una perspectiva más restringida, el espacio de atmósfera que nos envolvía de dorado color. (64)
la violencia en “El niño proletario” puede confinarse al
territorio de la infancia donde “¡Estropeado!”, con “su Este goce y placer, que se consuman en el instante
pantaloncito sostenido por un solo tirador de trapo” mismo en que la violencia se manifiesta, funciona como
es sorprendido por “tres niños burgueses”: “Esteban”, un tropo recurrente, enfatizando la circularidad intrín-
“Gustavo”, y el narrador (64)1. Delimitar el relato al seca, recíproca y necesaria de su conformación: “Nues-
territorio de la niñez funciona como un procedimiento tro delirio iba en aumento. La cara de Gustavo aparecía
que permite reforzar la idea de crueldad que caracteriza contraída por un espasmo de agónico placer.”(64) Y, casi
al texto (o subrayar su significación a través de la inver- de manera inmediata: “Yo me aferraba a mis testículos
sión de paradigmas tradicionales que equiparan infancia por miedo a mi propio placer, temeroso de mi propio
con inocencia), y pensarlo desde algunas ideas esboza- ululante, agónico placer.”(65) Hay una creciente erotiza-
das por Bataille respecto al concepto de “Mal”: si, según ción de la violencia que abarca y absorbe a los tres niños:
el francés, la libertad del niño (donde se inscribiría el
“Mal”) se encuentra limitada por el adulto, el espacio de Porque Gustavo parecía, al sol, exhibir una espada espejeante
la niñez constituye un territorio de significación donde se con destellos que también a nosotros venían a herirnos en los
articulan de manera conjunta libertad y “Mal”, y cuyo ojos y en los órganos del goce. Porque el goce ya estaba decretado
límite externo se encuentra marcado por una mirada ahí, por decreto, en ese pantaloncito sostenido por un solo tirador
circunscrita a un comportamiento preestablecido.2 Es de trapo gris, mugriento y desflecado. (65)
en esta misma territorialidad donde, siguiendo la lógica
de Bataille, se produce la “fascinación” (que en función El goce, como la violencia, forma parte de una repre-
sentación cíclica ya determinada en la sangre, en la es- vertical a partir de la cual el narrador puede contem-
pecie, en la continuidad misma de la “clase explotada”: plar la circularidad horizontal desde lo alto, inscribién-

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dolo a través de la disposición espacial en la verticalidad
Con el correr de los años el niño proletario se convierte en hom- erecta de la torre: “Desde la torre erigida como si yo
bre proletario y vale menos que una cosa. Contrae sífilis y, en- alguna vez pudiera estar erecto” (68). Espacio desde el
seguida que la contrae, siente el irresistible impulso de casarse cual proyecta a su vez la erección violenta de la pene-
para perpetuar la enfermedad a través de las generaciones. (64) tración y la tradición paternalista del macho y hombría
latina, la misma que al ejecutar la violencia es represen-
Y en la transmisión genérica se establece un meca- tada por un cuerpo —aunque púber— activo y mascu-
nismo cerrado que no ofrece ningún intersticio factible linizado en contraposición al objeto de la violencia que
de asimilar una salida o romper su irreductible continuo: se transforma en un cuerpo feminizado, inerme, infan-
“De esa manera se cierra el círculo, exasperadamente se til. El abajo aparece subyugado, disminuido, frente a la
completa.” (64) Su contrapunto, no obstante, también fuerza y poder que detenta el espacio articulado desde 11
adquiere significación: “La execración de los obreros lo alto, y evidenciado a través de la fuerza física de “la
también nosotros la llevamos en la sangre.” (64) La re- mano fuerte militari de Gustavo” (66). Se trata de un
producción perpetua de la especie proletaria alcanza un proceso significativo que opera desde la etapa misma de
rasgo inconfundible cuando “¡Estropeado!”, en su carác- Sebregondi retrocede y que se remonta a 1973, el cual, como
ter simbólico de minoría (uno) se convierte en la víctima señala César Aira, “tenía el mismo emblema que la de
de un colectivo (tres) que a su vez representa una clase El fiord: un dedo señalando hacia arriba, entre fálico y
específica. Es más que evidente la construcción binomia tipográfico” (7).
proletario-burgués que, desde el título, constituye el terri- En el territorio de la violencia, la voz del “Mal” des-
torio de enfrentamiento y contraste, aunque Lamborghini nuda, poco a poco, el cuerpo animalizado del niño pro-
logra desmontar los elementos constitutivos de una es- letario hasta fragmentarlo, descomponerlo, horadarlo y
tructura fácilmente reconocible y resemantizarlos: el odio transformarlo en un “despojo”. El residuo de la sociedad,
del burgués que se traduce en límite y exceso inaugura la sobra o el deshecho como condición de literatura. La
un espacio donde se ejercita la violencia y cuyos bordes violencia es asimétrica; la desigualdad distingue entre los
delimitan la transgresión dada por el goce y el placer del deshechos “de arriba” y los “de abajo”, transformándose
“Mal”, aunque justamente esta apelación (lujuriosa) no los primeros en una categoría estética a través de una in-
encuentre otra vía de desenlace que la misma destrucción: flexión celebratoria; residuos, deshechos que intervienen
en el ritual de la violencia y que brotan como elementos
Esteban le enterró el falo, recóndito, fecal, y yo le horadé un pie constituyentes de la propia fascinación, adquieren rasgos
con un punzón a través de la suela de soga de alpargata. Pero poéticos y el valor positivo de quienes lo ostentan:
no me contentaba tristemente con eso. Le corté uno a uno los
dedos mugrientos de los pies, malolientes de los pies, que ya de A Esteban se le contrajo el estómago a raíz de la ansiedad y
nada irían a servirle. (66) luego de la arcada desalojó algo del estómago, algo que cayó
a mis pies. Era un espléndido conjunto de objetos brillantes,
Goce e insatisfacción perpetua, ya que su origen se ricamente ornamentados, espejeantes al sol. Me agaché, lo in-
remonta a su necesidad y legitimación de existencia; pe- corporé a mi estómago, y Esteban entendió mi hermanación. Se
netración que justifica su violencia desde la misma con- arrojó a mis brazos y yo me bajé los pantalones. Por el ano des-
dición de posibilidad de clase. Entonces el orgasmo de ocupé. Desalojé una masa luminosa que enceguecía con el sol.
Gustavo (mientras “¡Estropeado! se ahogaba en el barro” Esteban la comió y a sus brazos hermanados me arrojé. (66)
[66]) equivale a la “inocencia del justiciero placer” (66).
Y si la “venganza llama al goce y el goce a la venganza” Las partes del cuerpo —las excreciones— alimentan
(67), más vale reestablecer los límites que permiten re- el cuerpo de los propios niños, formando un mismo or-
petir infinitamente el ciclo de violencia al que el niño ganismo homogéneo que implica a su vez a una clase
proletario se encuentra “condenado” (67). determinada. En este sentido, la violencia de “El niño
De este modo, el territorio de la niñez, en tanto es- proletario” no se ciñe a la categoría de “sacrificio” ela-
pacio ilimitado donde se ejerce la violencia arraigada borada por René Girard en su conocido libro Violence et
en la fascinación y el goce sexual, conforma una territo- la sacré (1972), en cuanto no aparece aquí una sociedad
rialidad donde la repetición y la circularidad se tornan que busca, a través de la violencia ejercida sobre la “víc-
permanentes, clausurando la posibilidad de futuro, e ins- tima”, llevar a cabo una expiación. Tampoco es posi-
talando el devenir dentro de un presente continuo: “la ble, siguiendo a Girard, leer en la muerte del niño un
muerte de un niño proletario es un hecho perfectamente sacrificio capaz de generar una “crisis” que resulte en
lógico y natural” (68). La violencia se cierra entonces la desintegración de la sociedad.4 Por el contrario, esta
como un círculo perfecto. Se establece una jerarquía sociedad se alimenta y retroalimenta de su muerte. Su
destrucción garantiza la existencia de la clase burguesa. “apuesta generosa en favor del trabajo, la familia, la gene-
Su circularidad no tiene fin ni principio. ración siguiente, reafirmando los valores burgueses de ese
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En todo caso, se trata de una violencia que funciona proletariado de inmigrantes, que da sustento a la cultura
más como base del orden social mismo, su sustrato, y ge- hegemónica de esa primera década del siglo”8. Como
neradora de su condición existente, que de una violencia señala Barona, esta representación cambia de signo diez
fundadora, según la definición de Walter Benjamin en años después, y en la década del 20 el grupo Boedo re-
“Para una crítica de la violencia”.5 Porque si el sacrificio toma “la preocupación por los niños proletarios”. No
puede operar como conjuro o protección de la sociedad obstante, ya no se recurre a la ideología del inmigrante:
contra una violencia externa, aquí, y nuevamente en el trabajo honrado “ha dejado de ser la salvación”; ahora
términos de Benjamin, se ejecuta una violencia no legal el acento gira en torno a “la crueldad de la explotación
pero sí legítima: la violencia de la explotación, pero tam- burguesa” (106). Aunque es con Larvas (1932), de Elías
12 bién la violencia del poder que se ejerce de arriba ha- Castelnuovo, donde el autor se conforma en el “expo-
cia abajo, igual que la de los niños burgueses cuya fuerza nente mas acabado de esta ceremonia estética del ‘Po-
militari detentan. Como sugiere Belvedere, “se dice de pulismo fúnebre’” que articula “la representación de la
Stroppani que pasa hambre como los niños pobres, y víctima y el afán redentor, desde la perspectiva conjunta
que su culo sangra como cualquier culo violado; pero no del cristianismo y del anarquismo”. Aquí, los niños del
menos cierto es que sobre su cuerpo se escribe la historia reformatorio son los niños “larvas”, cuya “simiente se ha
de las luchas sociales en nuestro país, y que su narración concebido en la cuna corruptora de la miseria que mecen
es —además de testimonio e interpretación política —li- las instituciones deformantes: familia carenciada, iglesia
teratura. Tal vez algo más, pero no menos, que eso”.6 caritativa, hospital público, cárcel, depósito de menores”.
También Aira, en su introducción a las Novelas y cuentos Según Barona, Larvas no sólo constituye el “precursor
de Lamborghini, sostiene que la “Argentina lamborghi- incuestionable” de “El niño proletario”, sino que la des-
niana es el país de la representación”, el “peronismo fue cripción de este último incorpora “hasta la náusea todos
la emergencia histórica de la representación” y la “Ar- los tópicos del estereotipo de la literatura de Boedo”, y
gentina peronista es la literatura” (12). En este sentido, los expone como Castelnuovo, “con la violencia y el gozo
el texto, que fue publicado en 1973, augura —por medio que se demora en la degradación.” No obstante, la na-
de la representación del cuerpo fragmentado— los cuer- rración “ha pasado de la boca del maestro que se implica
pos mutilados por la misma dictadura militar. “El niño hasta el contagio a un sujeto sin subjetividad, puro sujeto
proletario” plantea así la problematización del cuerpo de clase, libre de falsa conciencia.”9
atravesado, horadado y torturado que tres años después También Belvedere refiere al gesto de parodia de
(sino antes) será apropiado por el poder dominante como Lamborghini respecto a la literatura de Boedo y al rea-
forma de ejercer una violencia legitimada por el Estado.7 lismo socialista: “se parodia el realismo obrerista y el hu-
Cuerpos que, como el de “¡Estropeado!”, serán arroja- manismo incruento —pero la parodia también deja de
dos al barro, a la zanja, a aquella zona intersticial que serlo y comienza a rodar su propia historia, produciendo
no tiene frontera y que suelen llamar, en muchos casos, un mundo atroz y perverso que no deja de ser a la vez
“tierra de nadie” o, en jerga policial, “zona liberada”. fresco y bello”.10
“El niño proletario” conforma un texto sobre la escri- Otras referencias van más allá de los antecedentes di-
tura de la violencia, aunque principalmente sobre la vio- rectos. Barona cita a Roberto Arlt y la poesía gongoriana,
lencia en el cuerpo colectivo y homogéneo de una clase entre otros, o al mismo Darío, quien conforma un ima-
social, y cuyo precedente nos remite invariablemente a la ginario textual y que, en tanto procedimiento narrativo,
mano militari de Gustavo: el poder militar que encarna la diagrama una doble inflexión donde confronta al Moder-
burguesía y persigue, tortura al “oprimido”. La repre- nismo con las vanguardias. Darío es el “Yo soy aquel que
sentación de la violencia se teje alrededor de un recorrido ayer nomás decía y eso es lo que digo” que Lamborghini
que va de arriba hacia abajo, legitimada, y, según Benja- incrusta en el texto sin citar, el “azul” del sol y la “torre
min, como violencia de Estado; esto es, como una forma fría y de vidrio”. Su relato por lo tanto se vincula a una
de alcanzar determinados fines conforme a su ideología. problemática más amplia, como el espacio que ocupa el
Por otra parte, el relato de Lamborghini se articula escritor dentro de una genealogía literaria y el lugar que
como apelación, parodización e inversión tanto de los ocupa la literatura dentro de la historia misma.
tópicos propios de una literatura que le precedía como Continuidad y ruptura, ya que esta última reaparece
respecto de aquellos que le correspondían generacional- dentro del orden de la representación sintáctica, donde
mente. Por un lado, el texto remite a la tradición que el texto fragmentado no sólo incorpora elementos pro-
encuentra en Florencio Sánchez uno de sus paradigmas: pios de la oralidad (“el retrato con un collar de perlas
en “Canillita” (sainete estrenado en 1903), se lee una en el cuello, eh” [67]) sino que hay una alteración de la
puntuación (“¡Estropeado! nos miraba inquiriendo con | …el relato de Lamborghini
la cara blanca de terror / oh por ese color blanco de te- se articula como apelación,

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rror en las caras odiadas, en las fachas obreras más odia- parodización e inversión tanto
das...” [64]), una anulación de la lengua del otro —un de los tópicos propios de una
bilingüismo donde el otro no habla, carece de voz— y, literatura que le precedía como
principalmente, la representación corporal de la mutila- respecto de aquellos
ción física hasta sus últimas consecuencias. El cuerpo, que le correspondían
llevado al límite mismo de la desintegración (“Le abrí un generacionalmente. |
canal de doble labio en la pierna izquierda hasta que el
hueso despreciable y atorrante quedó al desnudo. Era
un hueso blanco como todos los demás, pero sus huesos
no eran huesos semejantes. Le rebané la mano y vi otro 13
hueso, crispados los nódulos-falanges aferrados, clava-
dos en el barro, mientras Esteban agonizaba a punto de
gozar” [66]), se torna inconsistencia, despojos, un bulto
del cual lo único que se conserva de forma entera es,
paradójicamente, la lengua (“quedó colgante de la boca
como en todo caso de estrangulación” [69]). Bastión de
una violencia que se ejecuta contra un objeto que no
ofrece resistencia. La palabra, que en El matadero (1838)
de Esteban Echeverría condensaba la terminología culta
y abstracta del letrado, acá permanece, al igual que en
los otros niveles de representación, en el espacio interme-
dio (tampoco representa el lenguaje de los de “abajo”),
suspendido como en otra espera (la que acosa al narra-
dor, el “también vendrá por mí”, como señala Barona) y
que puede homologarse al espacio ocupado por el texto
en sí al volverse inclasificable, parodia de la parodia, y
parodia de sí mismo.
No es entonces la complejidad narrativa (que otros
relatos comparten siendo asimismo categorizados y asi- 1 Lamborghini, Osvaldo. “El niño proletario” en: Novelas y cuentos.
milados con mayor facilidad) lo que distingue este texto Barcelona, Ediciones del Serbal, 1988. Introducción a cargo de César
Aira. Todas las citas referidas al texto pertenecen a la presente edición.
de muchos otros. La escritura de Lamborghini se nutre
2 Bataille, Georges. Literature and Evil. London, Calder & Boyars,
de una enorme cantidad de fuentes que, sin mencionar- 1973, pág.41.
las —o sólo tangencialmente— construyen un entra- 3 Ibid. No trabajo aquí la relación sado-masoquista entre los personajes,
mado particular, donde además de reflexionar acerca de que nos remitiría directamente a Sade y a Deleuze (Sacher-Masoch),
los procesos mismos de escritura, se poetizan los mismos porque implicaría focalizar en otros aspectos que no mantienen una
procedimientos de significación. Su universo es tan ori- relación directa con el objeto de este ensayo, y lo extenderían demasiado.
4 Cf. Girard, René. Violence and the Sacred. Baltimore, The John
ginal, como las voces que resuenan en los intersticios de
Hopkins University Press, 1979.
las frases dichas y, muchas veces, implícitas. Tiene razón 5 Cf. Benjamín, Walter. Para una crítica de la violencia y otros ensayos.
Belvedere cuando entonces, indignado, exclama: “Es Madrid, Taurus, 1999. La primera edición del ensayo es de 1921.
verdad que Stroppani se parece a los niños proletarios de 6 Belvedere, Carlos. Los Lamborghini. Ni “atípicos” ni “excéntricos”.
los barrios obreros de nuestra Argentina (cada vez me- Buenos Aires, Colihue-Puñaladas, 2000, pág.56, subrayado en el original.
7 Este relato podría inscribirse en la misma serie de los textos sobre
nos proletaria y más lumpenal). Pero es —complejidad
la violencia y poder en la Argentina del pre golpe, como la obra teatral
mediante— también otras cosas. ‘El cuerpo es un mapa’ de Eduardo Pavlovsky, El Señor Galíndez (1973), donde el problema de la
—y quien no vea en el falo de sus violadores y en el filo tortura es trabajado abiertamente y la cual, un año después de su estreno,
que surca su piel nada más que una violación seguida de recibió un atentado terrorista por la que debió ser bajada de cartel de
muerte, no ha entendido. ¡O peor aún: ha entendido de- inmediato.
masiado donde no había mucho que interpretar! Uno 8 Barona, Amelia. “‘El niño proletario’ hace explotar las ‘larvas’”
en: Zubieta, Ana María (ed.). Letrados iletrados. Buenos Aires, Eudeba,
podría decirle: ‘Vas a obligarme a dejar la letra por la
1999, pág.106. Todas las citas pertenecen a esta edición.
navaja. Te voy a cortar. Vas a obligarme’” (55-56, su- 9 Ibid, pág.111.
brayado en el original). 10 Belvedere, C. Ob.cit., pág.57.
La muñeca argentina
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de herencia francesa y alemana

PRODIGIOSA
MARILÚ
14
Creada en 1932, esta muñeca condensa el
imaginario cultural de la clase patricia: durante
casi tres décadas fue el soporte material
y conceptual de la educación femenina
vernácula.

por Daniela Pelegrinelli*

E
n noviembre de 1932, Alicia Larguía crea una esa “herencia Bleuette” logró transmitir la tradición de
muñeca para acompañar a la revista infantil de las célebres y lujosas muñecas francesas (como Jumeau,
más difusión en Latinoamérica: Billiken. De esta Gaultier o Bru), de espléndidos vestuarios hechos a la
manera surge uno de los juguetes más célebres de nues- moda femenina o infantil de su época.
tro país, una muñeca que, más que un juguete, llegó a ser Por otro lado, en el período en que surge Marilú, la
un modelo de femineidad y de urbanidad, un fenómeno preponderancia de Alemania en la exportación de ju-
comercial y cultural que influyó en la educación de un guetes era absoluta; su poderío comercial y cultural en
amplio segmento de niñas dejando marcas que se pue- la industria de juguetes se imponía sobre una definitiva-
den rastrear en muchas mujeres que vivieron su niñez mente declinante industria francesa. La feria de Leipzig,
entre 1930 y 1955. Larguía sintetizó en la creación de la que Larguía visitó en más de una oportunidad, le ofrecía
muñeca Marilú dos tradiciones que constituyen dos uni- una gran variedad de modelos de muñecas, pero tam-
versos de sentido bien diferenciados, universos capaces bién de objetos vinculados a las muñecas y su mundo.
de dar soporte conceptual y material a su proyecto. Los sistemas de comercialización alemanes eran podero-
Por un lado, el de la revista La semaine de Suzette y de su sos y eficaces, y su producción prolífica. Por esta razón
muñeca Bleuette, de donde hereda la tradición francesa es natural que ella importara la muñeca desde Alemania
de publicaciones para niñas, de tono moralizante y cris- aunque le impusiera una marca argentina, sobre todo si
tiano, además del modelo de muñeca-nena acompañada se tiene en cuenta que su relación con este país era muy
de un sinnúmero de objetos entre los que se destacaban estrecha, ya que era el lugar de nacimiento de su madre
su cuantioso guardarropa y sus muebles a medida. Tam- Alma Schell. De hecho, tuvo allí a su primera hija, María
bién toma de este antecedente la idea de publicar mol- Luisa, de quien tomó el nombre para la muñeca.
des periódicamente, relacionando así la niñez femenina
con la costura y con la moda, y promoviendo un modelo Aun signada por estos antecedentes, Marilú simbo-
particular de niñas hacendosas y maternales. A la vez, se lizaba un imaginario cultural enraizado en los valores
inspira en el formato general de la revista, sus contenidos de la clase alta de nuestro país, de reminiscencias patri-
y –sobre todo– su estilo comunicacional de interpelación cias pero a la vez mundano y cosmopolita. Representó
directa con las lectoras, primero desde la revista Billiken y un ideal que mezclaba elementos disímiles pero en cuyo
luego, entre 1933 y 1936, desde la revista Marilú –creada resultado puede reconocerse alguna de las formas que
y dirigida por ella–. Es indudable que como parte de tomó la argentinidad.

*Daniela Pelegrinelli nació en Coronel Pringles. Es Licenciada en Ciencias de la Educación y trabaja en el ámbito educativo como investigadora y
docente. Como especialista en juguetes ha curado y diseñado exposiciones. Publicó Diccionario de juguetes argentinos. Infancia, industria y educación 1880-1965.
Buenos Aires, El juguete argentino, 2010.
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15

Una muñeca es una idea


Alicia Larguía provenía de una familia tradicional Esta encantadora niñita no es otra cosa que una preciosa muñeca,
de Santa Fe y en sus viajes a Europa había conocido la más linda que todas las que ya conocéis, porque además de ser bonita
revista para niñas La Semaine de Suzette. Esa revista –que tendrá para vosotras un encanto mucho más grande: el de ser una
apareció en 1905 y fue un fenómeno en Francia hasta los muñeca llena de vida y personalidad, que ocupará todos los momentos
años sesenta– regalaba a las suscriptoras una pequeña libres que dejen vuestros estudios. Su nombre será pronto tan conocido
muñeca de cabeza de porcelana llamada Bleuette, y pu- como el de Billiken; vuestra futura hijita se llama “Marilú”.
blicaba moldes para poder coserle la ropita. Es posible Y no penséis que ésta permitirá que la nombréis de otro modo.
que el éxito de Bleuette haya llamado a tal punto la aten- ¡No!...Lleva su nombre impreso sobre su cuerpito, para que nadie
ción de Larguía que llegara a imaginar la posibilidad de intente cambiárselo.
repetir el suceso en nuestro país. El vínculo de amistad Ahora que más o menos conocéis el primer personaje, voy a pre-
que la unía a la familia Vigil –dueños de la ya conocida sentaros el segundo. Ese podría ser rubio, moreno, alto, bajito, gordito
Editorial y Librería Atlántida– le brindó las condiciones o flaquito, pero será siempre, estoy segura de ello, una niña encanta-
para concretar sus ideas. De esta manera, el lunes 14 de dora, llena de interés y de maternal cariño para su querida Marilú.
noviembre de 1932, la misma Alicia Larguía transfor- Ese segundo personaje serás tú misma, querida lectora de Bi-
mada en un personaje de ficción con el cual acompañará lliken, que trabajarás cada día con más entusiasmo por tu muñe-
todo el desarrollo de la muñeca –Tía Susana– anuncia el quita, porque te sentirás verdadera madrecita.
nacimiento de Marilú: Os faltará sólo conocer el tercer personaje, que será para voso-
tras como el hombre del “Guignol”; aquel que mueve los títeres, os
Desde hoy empezará para los lectores de Billiken, o mejor dicho, hace reír y llorar, y que, sin embargo, nunca alcanzáis a ver.
para sus pequeñas lectoras, una larga historia que bien podría ser En esta historia el tercer personaje se llamará “Tía Susana”
un maravilloso cuento de hadas que nuestro Director ha transfor- y llegaréis a quererla sin conocerla, porque toda la semana estaréis
mado para ustedes en una magnífica realidad. Este cuento tendrá impacientes porque llegue el lunes para ver qué novedad os ha in-
por principales protagonistas tres personajes. ventado para vuestra querida Marilú.
El primero: una preciosa chiquita, con grandes ojazos, que cie- Me parece que ya somos todos viejos conocidos sin habernos
rra y abre a cada rato, para que todo el mundo pueda admirar visto nunca; no quiero, por lo tanto, daros más detalles por hoy. El
sus largas y sedosas pestañas; con una boquita que sonríe conti- próximo lunes empezará para vosotras la interesante historia de la
nuamente, y una melenita que parece recién salida de manos del incomparable Marilú.
peluquero. Tía Susana
En esta presentación están, ya explicitados, los ele- El 5 de febrero de 1934 Alicia Larguía se indepen-
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mentos que llegarían a dar forma al universo de Marilú diza de Atlántida y funda la mítica Casa Marilú, en Flo-
y que le dieron la densidad conceptual y empresarial rida 774, donde a partir de ese momento se venderá la
que la sostendría en el mercado por los siguientes treinta muñeca, su incomparable ajuar, los muebles, demás ob-
años: la presencia de una narrativa pensada a futuro, la jetos y se irá, además, agregando la ropa de niñas. Con el
apelación directa a las niñas a quienes en este mundo se tiempo la confección de ropa para niñas, niños, mujeres
las llamará “mamitas”, la presencia de Tía Susana, guía, jóvenes y adultas, transformará a la Casa en una de las
consejera y voz que permitirá el ejercicio de una intensa tiendas más elegantes de la ciudad. La excelencia de los
transmisión en el marco de una intimidad de ficción modelos, de la hechura, la meticulosidad de los detalles,
pero no por eso menos eficaz, y la habilidad empresarial hizo de los atuendos de Marilú el símbolo de la elegancia
de Larguía revelada en el valor que otorga desde el prin- discreta y refinada. La publicidad de la Casa aseguraba:
16 cipio a la originalidad y la distinción representadas por “Entre una muñeca hermosa y una niña existe una gran
la marca. Las primeras Marilú se vendieron en un sector similitud, cuando el arte, el buen gusto y el talento del
que la Librería Atlántida le cedió a Alicia Larguía en su modisto hacen que una muñeca parezca una niña y una
local de Lavalle 720. Se trató de un espacio provisorio niña parezca una muñeca. Esto es lo que consigue en
–que algunos testigos describen como “apenas un pasi- forma admirable la casa encantada Marilú.” Muchos
llo”– para un evento que posiblemente desde la editorial de los aspectos gerenciales de la firma ya habían sido
también se consideraba como tal. El rápido proceso de asumidos por Sara Souto, que llegó a ser mano derecha
organización que sobrevino al lanzamiento muestra que y más tarde socia de Larguía. Fue ella sin duda la que
el resultado había sido inesperado o al menos que no ha- supo desplegar aquellas ideas iniciales y darles cuerpo en
bía habido en principio disponibilidad para asumir de- los meticulosos diseños de los vestidos, las memorables
masiados riesgos. Pero Marilú significó un éxito rotundo. vidrieras, una política comercial agresiva en cuanto al
Las muñecas traídas de Alemania se agotaron en pocos constante lanzamiento de novedades, siempre sorpren-
días. La enorme afluencia de público fiel a la revista Bi- dentes, pero a la vez verdaderos ejemplos del buen gusto,
lliken respondía a la novedosa propuesta y “el pasillo” la gracia y la exquisitez.
destinado a la venta de Marilú resultó insuficiente para
alojar tal cantidad de pequeñas codiciosas. Tal es así que
el 16 de enero de 1933, los organizadores se ven obliga-
dos a publicar un aviso donde se solicita a las interesadas
hacer reservas y tener paciencia mientras se esperaba la
inminente llegada de una nueva remesa de Marilú. El
proceso que sigue es acelerado. En marzo de 1933 apa-
rece la revista Marilú y para mayo el espacio dedicado a
la muñeca en el local de Atlántida ha crecido notoria-
mente. En el nuevo local de la Librería, en Florida 643,
se monta La Casa de Marilú, una espléndida casita de
muñecas que maravillaba al público. En esos días Billiken
publica el siguiente aviso, donde una vez más se enfatiza
la importancia de la marca y de la originalidad, atributos
que convierten en signo de distinción el hecho de poseer
una verdadera Marilú.

Se hace saber al comercio y al público que solamente en la Li-


brería Atlántida se venden la muñeca Marilú y las ropas y muebles
Marilú, cuya marca pertenece a Editorial Atlántida. Por consi-
guiente, nadie puede vender lícita y honestamente artículos Ma-
rilú fuera de la Librería Atlántida, y quien induce a confusión al
comprador comete una acción penada por nuestras leyes. El público
no debe dejarse sorprender o engañar en ningún caso. La muñeca
Marilú, sus ropas y sus muebles, se venden únicamente en la Li-
brería Atlántida, Florida 643, y agradecemos se nos denuncie toda
mistificación para proceder de inmediato con arreglo a derecho.
La conexión francesa
Un breve examen a la revista La Semaine de Suzette y sociales, a la revista Marilú y a la muñeca del mismo

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revela la similitud que hay entre esta publicación y la nombre. Se trata entonces del despliegue de una peda-
revista Marilú. No sólo en cuanto al formato, temas, sec- gogía cristiana, eminentemente católica, similar, o de
ciones sino con relación al tono y contenido de los men- raíces compartidas con el resto de las publicaciones de
sajes. Atlántida, incluyendo la literatura de Constancio Vigil.
Tal como señalan A.M. Chartier y J. Hébrard en Se comprende entonces, por qué Marilú nace vinculada
su libro Discursos sobre la lectura1, la revista La Semaine de a Atlántida, con quien compartía una suerte de ideario
Suzette formaba parte de una prensa infantil cristiana, y mirada sobre la infancia. Aún cuando la muñeca se
o más específicamente católica, de perfil moralizante, populariza, ésta sigue siendo la impronta básica: buena
decorosa, destinada a las niñas de la alta y pequeña educación, moral católica y un modelo de femineidad
burguesía católica. Es más, estos autores afirman que, ligada al decoro, la discreción, la delicadeza en los ges-
prototípicamante, esboza “un modelo infantil del niño tos, la cortesía, la piedad por los débiles, el hogar y los 17
bien educado, un poco travieso pero rebosante de bue- hijos. Y es interesante resaltar esta construcción de lo
nos sentimientos, cortés, cristiano, piadoso”. Incluso femenino porque la misma Alicia Larguía no seguía el
llega a ser catalogada por la Romans-revue, la revista fun- modelo que propugnaba: estaba separada de su marido,
dada por el Abate Bethléem en 1908, que catalogaba y criaba sola a sus tres hijos y era una empresaria exitosa
clasificaba todas o casi todas las publicaciones francesas en plena década del treinta, una mujer autónoma capaz
en un combate contra las malas lecturas, entre las pocas de supervisar sus propios negocios mientras editaba una
recomendables de las tantas que circulaban. El campo revista que hablaba del lugar que debía tener la mujer.
simbólico de esta revista y la muñeca Bleuette confor- Esta aparente contradicción no es tal, más bien revela
man una pedagogía que se traslada, con sus valores esté- la compleja trama en la que se construía en ese período
ticos, la dedicación a las labores hogareñas, el hábito de la participación femenina en la vida social, en una ten-
la lectura, cierto estilo para las relaciones interpersonales sión que oscilaba entre la posibilidad de vivir en mayor
libertad pero a la vez bajo la constante amenaza del jui-
cio social. Alicia Larguía construyó un discurso sobre lo
femenino que se articula entre su obra –la muñeca, la
revista, la tienda– y su propia vida.
Desde la revista –que según se detallaba en el aviso
publicado en Billiken, el primer número contenía “nove-
litas interesantes, pasatiempos divertidos, juegos entre-
tenidos para los días de lluvia y las tardes de invierno,
bonitos dibujos para colorear, y para alternar con estos
pasatiempos, laborcitas fáciles que serán encantado-
res regalos para los padres, los trajecitos de Marilú la
muñeca predilecta de todas vosotras”– ella fue constru-
yendo un diálogo con sus lectoras y promovió a su vez
un tipo de socialización a través del club S.D.T.S (So-
brinitas de Tía Susana). La revista permaneció vigente
cuatro años. Entre 1933 y 1935 salió semanalmente y
en 1936 se transformó en un álbum mensual de edición
mucho más elaborada y de mejor impresión. En los años
siguientes tuvo esporádicas reapariciones pero no logró
continuidad. A pesar de eso, Alicia Larguía nunca cortó
el diálogo con sus lectoras, mejor dicho, el que existía
entre su alter ego Tía Susana y sus “sobrinitas”, porque en
los períodos que no salió la revista Marilú, de todos mo-
dos se comunicaba con ellas periódicamente a través de
Billiken. ¿Qué era lo que les transmitía? Consejos sobre
buenos modales, exhortaciones a ser buenos y piadosos,
lecciones de comportamiento que hacían especial énfasis
en cómo era correcto vestirse y dirigirse a los demás. Por
sobre todo había múltiples referencias a la condición ma-
ternal, qué era ser una buena madre (desde no olvidarse
La conexión alemana
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a la muñeca afuera hasta no dejar de ir a la Casa Marilú Alemania es un buen país para los niños, Bárbara. Ningún
para adquirir las novedades de verano o de invierno sin país ha comprendido tan bien como Alemania que todos los niños
las cuales la pequeña coqueta andaría desnuda pade- viven en la tierra de los Elfos, y también que todos, hombres y muje-
ciendo el abandono materno). A través de los cuentos, res, cuando éramos pequeños, hemos vivido allí durante un poco del
las historietas, pero sobre todo de aquellas secciones en tiempo... También aquí, en mi país, sabemos que todo lo que es muy
las que tenía una comunicación directa con ellas, va mol- bueno viene de Alemania. Por ejemplo, casi todos nuestros juguetes
deando el carácter de sus lectoras. Las instrucciones que vienen de allá. Chesterton. Carta a una niña.2
acompañaban la publicación de los moldes para la ropa
de la muñeca, tanto “El Ajuar de Marilú” (en Marilú) Entre 1932 y marzo de 1940 –cuando llegó al país
18 como “Marilú se viste” (en Billiken) estaban salpicadas de la última remesa de Marilú–, la muñeca fue importada
consejos y exhortaciones hechas en tono cariñoso. Tam- desde Alemania, pero el proveedor no fue el mismo.
bién en los apartados dedicados al club, Larguía mode- Hasta ahora se han podido reconocer fehacientemente
laba las formas de socialibilidad, que regían el mundo dos proveedores aunque hay indicios de que podría ha-
alrededor de la muñeca. Al principio para asociarse ha- ber habido un tercero. El primer modelo, una muñeca
bía que tener un seudónimo y dirigir las cartas direc- de pasta de cuerpo articulado, de 42 cm., peluca de mo-
tamente a la Editorial Atlántida, que se publicaban en hair y ojos de vidrio, fue producido por la reconocida
la revista. En los primeros números se iban presentando firma Kämmer & Reinhardt. En cambio, a partir de
las socias recientemente admitidas: Francesita, Flor de 1936 –desconocemos la fecha exacta pero ha de haber
Ceibo, Copo de Nieve, Viento Fresco, Chochita, Pilunga sido entre 1935 y los comienzos de 1936– las muñecas
y Pilinga, Ojitos de Terciopelo, Lagartija, Nomeolvides comienzan a ser provistas por otra firma alemana, Kö-
del Brasil, Bess, Rayito de Luna, eran algunos de los nig & Wernicke. Se desconocen las razones por las cuales
graciosos sobrenombres elegidos. Las niñas que escri- se produce el pasaje de una firma a la otra. Por un lado,
bían solicitaban intercambiar fotos de actrices, figuritas podría ser que la firma K&W fuese más económica, por-
Nestlé, moldes que les faltaban a la vez que contaban que aunque fabricaba muñecas también de excelente
pequeños detalles de sus vidas –como que les gustaban calidad era de menor renombre. Por el otro lado, son
“los sports”, “hablar francés”, “viajar a Europa” o “ir al tristemente conocidas las implicancias que el ascenso del
cinematógrafo”–. Más tarde, la cantidad de niñas que nazismo tuvo en relación con la población alemana de
quieren formar parte del club y escribirse con las demás origen judío, como es el caso de K&R. Hay muy pocos
socias hace que sea imposible concentrar el intercambio modelos de esta firma fechados más allá de 1935.3 Como
y se las alienta a escribirse directamente, para lo cual se sea, junto con las muñecas vinieron de Alemania otros
publican las direcciones de las interesadas. Los textos de objetos, como muebles pequeños y miniaturas, algunas
Larguía tienen rasgos muy Vigilinianos, como el hecho de las cuelas fueron posteriormente producidas en el país
de dirigirse directamente a las niñas, apelar a su cora- replicando tanto los diseños como tratando de mantener
zón, interpelarlas constantemente ya fuese para dejarles la misma calidad y buena factura. Seguramente Alicia
una enseñanza o para venderles un nuevo producto ab- Larguía fue eligiendo esos objetos, maravillada ante los
solutamente “necesario” para su pequeña “hijita”. En- stands de las ferias anuales de juguetes. Alemania era un
tonces, a medida que va creando un mundo de objetos y país que conocía bastante bien por tratarse del país de
discursos que articulan costumbres, enseñanzas y valores origen de su madre; viajó en varias oportunidades, pa-
que condensan un ideal de educación femenina, es que sando allá largas temporadas. Fue sin duda en alguna
cristaliza un imaginario de niñas hacendosas, piadosas, de esas estadías que conoció el trabajo de Käthe Kruse,
finas, coquetas, dulces, elegantes y maternales. A través la célebre creadora de las muñecas del mismo nombre,
de su personaje las guía, fortalece los vínculos entre ellas, una mujer hábil e independiente como ella, que había
alienta la dedicación a las labores, da consejos; enseña, sido capaz de montar su propia empresa en una época
en definitiva, cómo debe ser y comportarse una mujer. en la que los negocios eran una actividad exclusiva de los
Sus consejos son firmes y persuasivos, están teñidos de hombres. Asimismo, la excelencia de las muñecas Käthe
piedad cristiana y cierta idea de que una niña debe ha- Kruse no puede haber pasado desapercibida para Lar-
cerse respetar a través de su buena presencia, siempre guía, que se caracterizaba –como hemos señalado– por
limpia, prolija y discretamente elegante. su buen gusto, su esmero en los detalles y su perfeccio-
nismo. Como testimonio de su deslumbramiento queda
Un final provisorio

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una serie de avisos publicados en Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial las partidas de Marilú se
Billiken a lo largo de 1936 que mues- interrumpen y Alicia Larguía decide montar una fábrica para elaborar la
tran a los famosos maniquíes Krüse muñeca y garantizar la continuidad del negocio. A partir del lanzamiento
vestidos con la ropa infantil de Casa de la Marilú elaborada en Argentina, y a tono con el nuevo clima de época,
Marilú. Se pueden reconocer al la muñeca se va desprendiendo de a poco de su herencia para adquirir una
menos cinco modelos diferentes de nueva argentinidad, más a tono con su nueva condición. Los trajes especiales
maniquíes que cabe suponer fueron para las fiestas patrias, los colores celeste y blanco, las alusiones a la escuela
traídos desde Alemania para utilizar- serán una presencia constante en la publicidad. Incluso en las vidrieras de
los en la tienda, aunque hasta ahora Marilú se montan para las efemérides escenas patrias que llaman la atención
no lo podemos afirmar con certeza.4 de los peatones de la calle Florida. Hasta 1960, en que la muñeca se deja de 19
En algunos casos los maniquíes –que fabricar, transcurren veinte años que conforme pasan van aumentando el
tenían el tamaño de un niño– sos- prestigio de la marca. Así como Marilú llegó a tener un hermanito, Bubilay,
tienen de sus manos a una Marilú. la Casa Marilú llegó a tener dos sucursales y a requerir del trabajo de unas
Tanto el maniquí como la Marilú doscientas costureras, un dato que hubiera impresionado a Borges más de
llevan el mismo modelo de vestido, lo que ya estaba de que se pudiera vivir de vender muñecas y vestiditos para
siguiendo una política usual y carac- muñecas. No sin perplejidad, solía expresar sus cavilaciones al pasar frente
terística de la esta casa que ofrecía a las vidrieras de Marilú cuando caminaba por la calle Florida. La misma
los mismos diseños para las niñas y perplejidad que solemos tener frente al exhaustivo, espléndido y minucioso
para sus muñecas, tanto en vestidos vestuario de Marilú o la devoción indeleble que le guardan aquellas que
de calle, de fiesta o de carnaval. alguna vez fueron llamadas sus “mamitas”.

1 Chartier, A.M. - Hébrard, J. Discursos sobre la lectura (1880-1980). 3 Queda pendiente una indagación más exhaustiva sobre este punto.
Barcelona, Gedisa, 1998. 4 Existen no obstante otras dos posibilidades que podrían explicar la
2 Alemania es la cuna de la industria juguetera mundial por el impulso presencia de los maniquíes Krüse en los avisos publicitarios de Casa
y la organización que le proveyó a esta industria desde el siglo XVI (y Marilú y que no pueden soslayarse. La primera es que las fotos hubiesen
aun antes). Allí nacieron las grandes producciones de juguetes de madera sido tomadas en Alemania y que la ropa fuese traída luego junto con los
torneada y el procesamiento de la porcelana que puso a este país a la cabeza maniquíes, lo que parece bastante improbable. Una segunda opción es
de la producción mundial de muñecas luego de 1900. Quizás por eso que estuviesen en el Estudio Fotográfico de Fritz y Franz, dedicado a la
Tallón llamó a Nuremberg “antigua ciudad de los milagros”. Esta mirada fotografía de niños, y que era muy utilizado por Casa Marilú para sus
maravillada sobre Alemania que tan concisamente resume Chesterton no producciones de fotos, quizá por estar ubicado muy cerca, en Florida 589.
podría avanzar más allá de mediados de la década del treinta.
CUMPLEAÑOS INFANTILES EN PELOTEROS
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Los lenguajes
artísticos en la esfera
del no-arte
20

¿Es posible hablar de lenguajes artísticos en expresiones que pertenecen a la esfera de lo


cotidiano? Hay determinadas prácticas, dentro de lo simbólico, que pueden ser analizadas desde
un parámetro más amplio que el tradicionalmente asociado a la palabra “arte”. Los festejos de
cumpleaños de niños pequeños, por ejemplo,se valen de los lenguajes artísticos para potenciar su
sentido ceremonial.

por Carina Ferrari*

C
uando alguien cumple años, más allá de que se res y testigos que implica la puesta en juego del cuerpo.1
lo festeje o no, se recuerda el día en que vino al Implica una creencia en su eficacia, es la secularización
mundo. Esta fecha es fundante, marca el inicio de una ceremonia relacionada con lo sobrenatural y es
de su tiempo concreto en el mundo y año a año, marcará también un acto que se repite, de apariencia estereoti-
las distintas etapas vitales por las que atravesará. Por eso pada.2
son tan fuertes las edades terminadas en cero, o las que No por festejarse en peloteros, los cumpleaños de ni-
culturalmente implican un pasaje a la vida adulta como ños pequeños son menos simbólicos. Se basan en rituales
los 15, 18 o 21 años. antiguos sumados a nuevos elementos, muchas veces im-
Existen determinadas costumbres arraigadas social- pulsados por el mercado, que se van institucionalizando,
mente acerca de los cumpleaños; inclusive expresas pro- pasando a formar parte de los momentos que se esperan
hibiciones. Cuando es la fecha de nacimiento de alguien en la fiesta.
se acostumbra a saludarlo. Saludar al otro y desearle En la doble acepción propuesta por Maisonneuve
buenaventura implica tenerlo presente. Aunque actual- estamos en presencia de una costumbre, un uso. Este
mente se prefieran el celular o el mail, esto no le quita proceso colectivo está provisto de “un halo de sentido
fuerza a lo simbólico, quizá sí una pérdida de aura en y de símbolo irreductible a la mera utilidad”3. Se podría
los términos de Benjamin, un aumento de la distancia al denominar ceremonia por cuanto adquiere la forma de
eliminar lo corporal: ni gestos, ni voces, solo texto; cuya una práctica colectiva fuertemente organizada e incluso
valoración no deja de ser una cuestión cultural. Entre las teatralizada que se refiere al rito fundador, esto es: el na-
prohibiciones figuran el saludarlo o festejarlo por antici- cimiento del niño homenajeado.
pado. Se cree que así se corre el riesgo de no llegar vivo El festejo de los niños se ve enriquecido por la combi-
a ese día. nación de música, expresiones corporales, elementos vi-
El festejo de los cumpleaños es una práctica ritual, un suales y lingüísticos en una modalidad singular, inscripto
sistema codificado de prácticas con ciertas condiciones dentro de la cultura infantil y en un contexto propicio
de lugar y tiempo, con un valor simbólico para los acto- para tales prácticas. La máxima finalidad es la produc-

*Carina Ferrari (Argentina, 1968) Artista, licenciada en Artes Visuales, docente e investigadora (IUNA). Maestranda en Lenguajes Artísticos
Combinados. Expone desde 1987 dibujos, instalaciones, objetos, libros/páginas de artista y poesía experimental.
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21

LOS LENGUAJES ARTÍSTICOS EN ACCIÓN


ción de sentido para los compañeros y los familiares. Si Debido a la formación clásica heredada por la aca-
bien cada festejo tiene su particularidad especial, todos demia, se acostumbra a mirar los hechos artísticos divi-
están divididos en diferentes momentos, que tienden a didos en lenguajes. Las distintas manifestaciones deben
mantenerse más o menos inalterables. Según la defini- compartimentarse para ser comprendidas, siendo más
ción de Schechner4, entrarían dentro del campo de las valoradas cuanto más se acerquen a lo que es conside-
conductas humanas performáticas, ya que estas celebra- rado tradicionalmente artístico. Pero la fiesta en sí es un
ciones permiten que se presenten y re-presenten conduc- fenómeno integral y no puede leerse cada hecho por se-
tas repetidas. La idea de performance (ya sea en las artes, parado. De ahí la dificultad para analizar, por ejemplo,
en la vida cotidiana, la ceremonia, el ritual o el juego) se los sonidos generados con el propio cuerpo, que pueden
basa en la repetición y la restauración, aunque ninguna ser ubicados tanto dentro del lenguaje sonoro como cor-
repetición sea exactamente igual a la otra.5 poral.
Analizar estas ceremonias, exige dejar de lado los Al analizar el lenguaje visual, se puede hacer prime-
preconceptos. Es necesario tomar distancia y mirar sin ramente una lectura del espacio. El espacio está dividido
juzgar, entendiendo que en las prácticas simbólicas so- en sectores bien definidos y rigurosamente pautados para
ciales se realizan “negociaciones” y que la actual circula- potenciar la funcionalidad del evento. Algunos espacios
ción intercultural genera la hibridación como resultado se utilizan en algunos momentos y luego está vedado el
de su propia dinámica. Por eso, cuando el protagonista paso. Se distinguen espacios específicos para niños (del
entra al salón para apagar las velitas, convertido en su pelotero, de la animación y de la comida), sector adultos
personaje de televisión favorito, no debe considerarse po- y la convergencia de ambos en el momento del apagado
líticamente incorrecto ni valorarlo moralmente. Es en esa en- de las velitas (indistintamente el sector adultos o niños,
trada al recinto, transmutado en quien desea ser, donde que se convierte en el centro del ritual principal).
no sólo queda en evidencia lo simbólico, sino donde Las paredes pueden ser de un color neutro o estar
también se produce la aparición de los lenguajes artísti- ambientadas imitando selvas o castillos; pero lo que es
cos con mayor intensidad. común a todos es que tanto los objetos como la ropa de
los animadores presentan colores intensos remarcando en oposición al “él” cuando se refieren al que cumple
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que la fiesta está dirigida a los niños. Esto se debe a que, años. El “nosotros” va a articular todos los discursos,
según nuestras pautas culturales, los colores saturados y unificando, aglutinando, congregando y dirigiendo las
contrastantes se consideran alegres y adecuados para las acciones en relación a ese “él” que es el centro de la ce-
temáticas infantiles. remonia.
Es de destacar la iluminación, que cambia según el Es interesante también analizar la transformación de
momento de la ceremonia. A veces se apaga, otras se uno de los animadores y qué es lo que sucede con los
ponen flashes, para manejar el clima general, sobre todo niños. El cumpleañero eligió previamente a un personaje
en los momentos de mucho despliegue físico o cuando para que viniera a visitarlo. Este rol es cubierto por un
entran los personajes. animador, quien debe dejar su función, para volver a in-
La ceremonia va acompañada de un conjunto de gresar transmutado en otro. Para lograr que los chicos
22 conductas corporales. Los niños y los animadores están crean en la transformación, se produce un cambio total
sentados en el suelo, lo cual genera confianza y disten- del espacio de juego: se apagan las luces y se utilizan re-
sión. Los animadores dan énfasis a lo que dicen con cursos de luminotecnia. El animador que quedó a cargo
mímica, inclusive cuando cantan, que luego repiten los de los chicos cambia el tono y el discurso se torna más
chicos. Los padres se ubican en los márgenes, como es- poético y metafórico (si es una princesa la que ingresará)
pectadores, controlando o sacando fotos. Estos lugares o más grave y de arenga (si es un superhéroe). Cuando
no son fijos sino que hay desplazamientos, según el mo- entra el otro animador, ya no es más quien fue. Su ropa
mento del festejo. de gimnasia se transformó en un vestido de fiesta o en
El lenguaje sonoro se manifiesta por medio de dis- un traje de látex. Su pelo revuelto ahora luce una corona
tintas canciones conocidas por los chicos, algunas son o lleva una máscara para ocultar su identidad. Su voz
de programas de televisión o del jardín. Generalmente tiene una dulzura o una potencia no escuchada antes.
bailan y cantan mientras acompañan con gestos, palmas, Sus movimientos son delicados y cuidadosos o graves y
gritos y zapateos. Estos ruidos, que son producidos por el ampulosos. Un aura de magia los envuelve y el tiempo se
propio cuerpo, son un ejemplo de interlenguajes. Tam- vuelve eterno. Mientras tanto el otro animador le hace
bién las arengas hacia el cumpleañero (“pan-che-ro” preguntas para conducir los momentos que faltan en la
para que entre y sirva los panchos). ceremonia. Muchas veces aprovecha que el personaje
El lenguaje oral es lo más importante en la ceremo- está limitado en posibilidades de movimiento. Aquí su-
nia. Según Colombres en la celebración del ritual entran cede algo particular. En la fiesta se quiebra el tiempo
en juego ciertas palabras habladas o cantadas, ciertas cotidiano y se entra en un tiempo de lo extracotidiano.
acciones y hay también un ministro que oficia la cere- El festejo del cumpleaños, si bien se repite anualmente,
monia.6 La palabra es la que va a dirigir las acciones. Las es desde el inicio hasta el final una superposición del
voces que se escuchan pertenecen a los animadores, son tiempo mítico-ritual y el tiempo vital. En el chiste del
los maestros de ceremonias, los que conocen y organizan animador se produce un ir y venir entre el tiempo mítico
los momentos del rito. El discurso que utilizan es poético y el real, se rompe el hechizo.
y fantástico, para generar un clima de un tiempo mítico El tiempo mítico se evidencia fuertemente también
donde todo es posible. De esta manera se logra unir el en la entrada del protagonista al salón para soplar las
mundo real de los chicos con el imaginario de los per- velitas. No está en el lugar, hace la entrada, mientras se
sonajes de la televisión. Así es como Barney puede salir entona la canción de cumpleaños. La misma es una
de la pantalla para venirlos a visitar o las niñas pueden fórmula, palabras sacralizadas, construídas sobre los
transformarse en princesas por un día. Son los encarga- esquemas de los ritos y que sirven para invocar, imponer,
dos, también de mantener el orden y el interés. Utilizan ordenar o descubrir el fin deseado.7 La canción es sencilla y
para ello un tono que varía entre lo que puede generar tiene solamente una frase que se repite “que los cumplas
curiosidad, con acentuaciones y pausas y otro más ame- feliz”, modificándose solamente el nombre de la persona
nazante cuando deben lograr escucha atenta. Se valen a quien está dirigido. Esta fórmula se repite a través del
de modismos utilizados por los niños, con referencias a tiempo y en todos los idiomas. En ese canto, unidas todas
los programas infantiles y al imaginario de los chicos. A las voces, es cuando confluye la energía colectiva hacia
veces hacen chistes dirigidos a los padres, en un código el centro del festejo que es el homenajeado y otorgando
poco comprensible para los niños, de manera cómplice. sentido a todo el ritual. Es por eso que cuando alguien
Un elemento fundamental de la semántica es la uti- no canta, se insiste en que lo haga y es cuando se piden
lización de la primera persona del plural “nosotros” los tres deseos.
A MODO DE CONCLUSIÓN
En los festejos de cumpleaños de los niños pequeños, | La palabra es la que va a dirigir las acciones. Las voces

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más que en otros cumpleaños (salvo el de 15 de las ado- que se escuchan pertenecen a los animadores, son los
lescentes) se ven en toda su plenitud la combinación de maestros de ceremonias, los que conocen y organizan
los lenguajes artísticos, imprescindibles para que el rito los momentos del rito. El discurso que utilizan es poético
se pueda llevar a cabo en todo su esplendor. y fantástico, para generar un clima de un tiempo mítico
Los padres, al haber trasladado el espacio de festejo donde todo es posible.|
de la propia casa a un pelotero, transfieren su lugar de
director u oficiante del rito a los animadores del salón de
fiestas. En realidad se cede una porción de esa represen-
tación. Los padres son en definitiva quienes pagaron el
salón y a quienes los organizadores les van explicando los
momentos que van a irse sucediendo. El “sacerdote” tiene 23
así un poder cedido por el padre, portador del dinero.
Es importante destacar que los cumpleaños de niños
tienen un tiempo acotado y pautado de antemano. En
el caso de los peloteros esto se ve acentuado porque no
hay posibilidades de que se queden más tiempo del es-
tipulado. Los chicos todavía no tienen noción cabal del
tiempo medido de los adultos. Muchas veces utilizan los 1 Maisonneuve, Jean. Las conductas rituales. Nueva Visión, Buenos
cumpleaños de la familia o las distintas fiestas, como Na- Aires, 2005, pág.12.
2 Colombres, Adolfo. Teoría transcultural del arte. Hacia un pensamiento
vidad, para medir las distancias temporales. La fuerza visual independiente. Ediciones del Sol, Buenos Aires, 2005, pág.50.
del rito es tal que muchos niños que cumplen años en 3 Maisonneuve, Jean. Ob.cit., pág.8.
vacaciones y les festejan dos cumpleaños (uno el día del 4 Schechner, Richard. Performance. Teoría y prácticas interculturales.
nacimiento y otro con sus compañeros) creen que cum- Libros del Rojas (UBA), Buenos Aires, 2000, pág.13.
plieron años dos veces: “Las fiestas que retornan no se 5 Ibid, pág.13.
6 Colombres, Adolfo. Ob.cit., pág.56.
llaman así porque se les asigne un lugar en el orden del
7 Ibid, pág. 56.
tiempo; antes bien, ocurre  lo contrario: el orden del 8 Gadamer, Hans Georg. La actualidad de lo bello. El arte como juego,
tiempo se origina en la repetición de las fiestas.”8 símbolo y fiesta. Ediciones Paidós, Barcelona, 1991.
El festejo de cumpleaños en peloteros es un fenó- 9 Ver además la siguiente bibliografía: Eliade, Mircea. Mito y
meno típicamente urbano y más precisamente, de una Realidad. Editorial Labor. Barcelona. 1991. Benjamin, Walter. La obra de
ciudad con características de metrópolis como Buenos arte en la época de su reproductibilidad técnica. Taurus, Madrid, 1973. Escobar,
Ticio. Identidades en tránsito. http://acd.ufrj.br/pacc/artelatina/ticio.html.
Aires. En zonas rurales apartadas o con diferentes pautas Sousa, Irma. Los lenguajes artísticos en la esfera del “no arte”. XIIº Congreso
culturales, la celebración hoy puede transcurrir de ma- Latinoamericano de Folklore del MERCOSUR y XVIº Jornadas
nera diferente y festejarlo en un pelotero puede carecer Nacionales de Folklore. Simposio Lenguajes Combinados y Producción
absolutamente de sentido.9 Artística. I.U.N.A.
Fragmentos

ÁLBUM
SISTEMÁTICO
DE LA
INFANCIA
Si el Antiedipo, escrito a cuatro manos por Deleuze y Guattari, pretendía socavar
la noción de familia, celebrando las máquinas deseantes y esbozando los
principios del esquizoanálisis; el Álbum… de René Schérer y Guy Hocquenghem,
publicado cuatro años más tarde, desmantela la noción de niño, liberándolo
de los aparatos de ortodoncia impuestos por la pedagogía. Junto a ese
desmoronamiento, las nociones de “literatura infantil” y su reverso, “literatura
para adultos”, también quedan invalidadas. Hecha de retazos de libros, rapsodia
de citas, proliferación de ficciones, constelaciones de personajes, los autores
montan así una nueva biblioteca.
por René Schérer y Guy Hocquenghem*
Selección y traducción de Diego Vecchio

Prospecto El rapto
Este libro está escrito al margen del Sistema que ha El niño está hecho para ser raptado, nadie lo duda.
creado la infancia moderna, definiéndola, comparti- Incitan a ello su pequeñez, su fragilidad, su hermosura.
mentándola, haciéndola perdurar en un estado menos Nadie lo duda, comenzando por el mismo niño.
de sujeción y coacción que de consentimiento y letargo. En lo más íntimo de los sueños de infancia, siempre
Lejos de nosotros, la pretensión de despertarla o dictarle centellea la idea fascinante del rapto. Princesa de leyenda,
lo que sea. Nuestro proyecto no es político, apenas teó- dama apostada en la ventana acechando al caballero
rico, esencialmente descriptivo. Descriptivo, no inquisi- errante, aguardando su liberación, paje montado sobre
dor. Es por ello que tendremos en cuenta, por principio las ancas, presa de saltimbanquis o de un pájaro (« El niño
y al principio, sobre todo a los novelistas, que fueron los raptado por un ave rapaz », cuento antiguo); en estas fi-
que mejor hablaron de la infancia, ya que no buscaron guras lejanas se reconoce a la infancia, jugando a ser a la
ni explicarla ni guiarla. vez el caballero y el paje, la princesa y el pájaro. El niño
No nos tienta hacer revelaciones y mucho menos re- es Maldoror y su víctima juvenil; el Rey de los Alisios y el
velaciones sobre la infancia. No buscamos nada detrás pequeño cuerpo palpitante que el padre lleva consigo, a
de la pantalla, solo queremos deslizar sobre la página al- caballo, galopando. Niños en perpetua espera del flautista
gunas imágenes. No para esclarecer su constelación, sino de Hamelin, embelesados por su poder demoníaco.
más bien para dejarla en una penumbra propicia. Con la
voluntad sistemática de sugerir, evocar. Con la esperanza Los niños jugaban en los patios
de que esta propuesta encuentre cómplices. El hechicero recorrió las calles
hizo sonar su flauta y rápido como un rayo
se llevó a cientos de criaturas.1

*Schérer, René-Hocquenghem, Guy. Co-ire, Album systématique de l’enfance. Paris, Recherche N°22, mai 1976. Se reproducen estos fragmentos
gracias a la gentileza de René Schérer.
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Siempre, acompañando al niño y al adulto, en estado manera más santurrona, a Raoul, el héroe de El colegial
potencial o como deseo entrañable, la idea de rapto hace de Madame Guizot, no se le habría ocurrido nunca esca-
tambalear la seguridad cotidiana y se desliza en la tibieza parse, si el ejemplo de Victor no lo hubiera guiado, si no
del hogar. Puede convertirse en algo terrible, evocar la hubiera estado convencido de que lo encontraría en su
sombra de Gilles de Rais o de esos “comprachicos” de camino. Incluso cuando el rapto no es inaugural, siem-
la Inglaterra de los Estuardo, a quienes Victor Hugo pre precede a los encuentros insólitos, escandalosos ante
consagró páginas admirables en El hombre que ríe. Idea los ojos de la familia y de quienes están enclaustrados
temible y atractiva, de doble filo, incompatible. Ya que en ella. De este modo, el rapto esclarece el vagabundeo
el rapto es, para el niño, tan temido como deseado. Es y no lo contrario. J. J. Rousseau, quien se toma en serio
26 deseado por el mismo temor que lo inspira, por el des- el paseo solitario, —“viajar por viajar, es errar y ser va-
garramiento que introduce en la rutina, por la irrupción gabundo”— termina en lo de Madame de Warens, la
del extranjero, de un mundo extranjero. bella raptora y devoradora de jóvenes. El rapto impide
¿Pero por qué el rapto y no el vagabundeo, la fuga, que la fuga sea una fuga para nada. E inversamente, la
la partida, en apariencia más acordes a la infancia, a su fuga solitaria, entre niños o por sí misma, no es más que
ligera libertad? ¿Por qué el rapto que oscurece y tiñe de un rapto fallido. Así, señala su fracaso y vuelve pronto al
angustia lo que en la fuga aparece como promesa de punto de partida, al hogar.
evasión? Nuestra época es indulgente con la fuga, cuyos Por esta misma razón, la fuga, que es provocada
caminos de vuelta conoce y prepara, pero no perdona el por el encierro de la infancia en nuestras sociedades, es
rapto y su irremediable violencia. Y es en esta violencia, aceptada y perdonada con mayor facilidad. E incluso se
por el contrario, donde se nos revela toda su capacidad camufla con el equívoco, que regocija a las conciencias
de seducción. biempensantes, de una madurez precoz. Consuela a la
Examinemos este problema con mayor detenimiento. imaginación con la ficción de un niño que ya es dueño
Entre el rapto y la partida, el vagabundeo, la fuga, el de sí mismo y de sus aventuras, de un niño que goza de
viaje, hay un parentesco evidente. Así como no hay rapto perfecta salud, a quien sólo no se le ha prestado dema-
estático, sin cambio de lugar, tampoco hay fuga que no siada atención. De hecho, las cosas nunca ocurren de
se exponga a un rapto posible, ni de viaje digno de este este modo, si es cierto que la tentación de la fuga está ori-
nombre que no se inscriba bajo el signo de un rapto. ginada en la de un rapto primordial: la tentación de un
Una de las novelas más bellas de Stevenson se intitula exterior de la familia, de la infinita riqueza de un mundo
Kidnapped, raptado, robado, arrobado. Ya que, para hacer social y animal y de cosas, por donde vagabundear. El
el gran viaje a las montañas de Escocia en compañía del seductor siempre está ahí, da lo mismo que llegue, esté
nervioso y lunático Alan, al joven David Balfour le hace presente en carne y hueso o se lo atisbe a lo lejos. El
falta este primer desgarramiento que lo obliga a partir niño necesita este genio maligno para tener la certeza
y le evita la retahíla de legitimaciones y lamentaciones. de su existencia, incluso está dispuesto a someterse a la
El pequeño Remi, de Sin familia, se va con Vitalis, arren- prueba del Ogro devorador, con tal de que lo libere del
dado (o lo que es lo mismo: arrobado). En El alumno de envolvente pensamiento familiar, del lento camino pe-
Henry James, el joven Morgan le suplica a su preceptor dagógico que se le prepara para tener derecho a existir.
que lo rapte: “Tendríamos que irnos e instalarnos no sé Solo la rápida e instantánea captura, el corte transversal
donde... Si usted me raptara, me iría como una flecha.” en el tejido compacto que lo encierra, produce a la vez el
Como una flecha: el rapto es rápido y preciso, en medio desgarramiento y la liberación. Encuentro revelador de
de la viscosidad de los compromisos familiares y la lenti- dos obsesiones, cuyo choque expulsa de su caparazón al
tud que originan. Está más allá y más acá. En todo caso, pequeño inocente bien mimado.
al margen de esta red de consentimientos a medias y de Ahí está el escándalo, el peligro. Ahí está, para el
reticencias que son el pan cotidiano del hijo de familia y niño, el temor acoplado a una deliciosa espera.
de las cuales no puede escaparse, ni siquiera con la fuga El único temor sin contrapartida, parece ser, es el de los
solitaria. Por otro lado, la primera etapa de la fuga, el padres que lo pierden, a quienes el niño es arrebatado. Se
acontecimiento que la vuelve irreversible y que convierte dice que no hay crimen más odioso, universalmente más
el impulso en afirmación de sí mismo, siempre es prepa- repudiado, unánimemente más condenado, que el rapto
rada o sancionada por una forma de rapto. Michel, el de niños. Incluso mucho más que el mismo asesinato.
joven fugitivo de Reincidencia de Tony Duvert, sabe calla- Pero justamente esta puja es esencial. Nos indica
damente, al entrar a la cabaña del guarda forestal, que donde hay que buscar la aplastante fuerza del rapto,
está yendo al encuentro de una violación consentida. De donde está el origen de su amenaza.
Una novela de infancia

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—De todos los oficios del mundo, hay
uno solo que me gusta.
—¿Qué oficio ?
—El de comer, beber, dormir, divertirme, y hacer lo que se me
dé la gana de la mañana a la noche.
Collodi, Pinocho.

A esta primera cita, habría que agregar una serie de


citas de novelas y ficciones: de este modo se constituiría
lo que llamamos una novela de infancia. Un tejido de fic- 27
ciones recortadas en una pila de libros. Y libros tanto
más fáciles de tijeretear cuanto más perfectamente hete-
rogéneos. Las grandes novelas para adultos —Lolita, El
rey de los Alisios, El elegido...—, los libros para niños, los
libros usados del mercado de pulgas —El loro verde, El
alumno...— , pequeños volúmenes un poco rebuscados
como los de Henry James o tal novela corta de Thomas
Mann, forman una pila vacilante, una acumulación de
libros de placer. Las únicas “referencias”. Referencias
apenas, ya que se trata de lecturas seleccionadas por la
emoción y no por el sentido. Lo mejor sería componer
una novela de novelas, una rapsodia ficticia: solo la No-
vela, en el amplio sentido de la palabra, nos dice algo
sobre...
¿Sobre qué? Estábamos a punto de decir “sobre la in-
fancia”, pero, como pronto descubriremos, la expresión
“mundo de la infancia” no es más que una triste cate-
gorización utilizada para circunscribir esta proliferación
de ficciones. La rapsodia de intuiciones-impresiones que
estamos describiendo es anterior al concepto sistemático
de la delimitación familio-escolar, llamada infancia. Se-
rie descriptiva de una constelación originaria, novela de
una novela: la novela de infancia.
Ya se sabe que el logocentrismo pedagógico —el
mundo de las ideas y, a la vez, la pedagogía que le da
su lugar al niño— instaura el discurso cuya inexistente
existencia funda y hace necesaria la neutralización de los
afectos infantiles.
El inevitable torbellino en que se hunde la literatura
teórica sobre la infancia nos recuerda que todos estos en-
sayos —en el sentido de método pedagógico: ensayo y
error— no hacen más que formatear la constitución en
negativo del mismo niño, armadura tan vacía como la
del Inexistente Caballero de Calvino.
Solo la novela nos habla de aquello que fue reducido y
vaciado de sustancia en “infancia”, porque solo la novela
es autosuficiente, “acontecimiento puro”, como decía un
gemelo sin gemelo en la Lógica del sentido, que por otro
lado se presenta como “novela lógica”. Hay, nos dicen,
| La rapsodia de intuiciones-impresiones que estamos
una diferencia entre un masoquista y Sacher Masoch. El
describiendo es anterior al concepto sistemático de la
primero vive en una novela familiar, de la cual intenta
delimitación familio-escolar, llamada infancia.|
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| …se olvida que fue en el siglo XIX cuando la novela de


infancia sufrió el esfuerzo más importante de codificación
y avasallamiento cultural, con los grandes autores
anglosajones (Dickens, Kipling, Mark Twain, etc., e incluso
Lewis Carroll). |

Las pantallas de infancia


efectuar los síntomas, el segundo escribe una novela que Al hacer del niño-animal un devenir hombre como
28 es su propia causa. La novela de infancia, cuyos motivos Kipling, o del devenir-muñeco un devenir-alumno como
pensamos describir, se distingue de la misma manera del Collodi, se le prepara el terreno al escuetismo, a la antro-
“mundo interior de la infancia” como efectuación de la pomorfización disneywaltiana: poner orden en las trans-
neurosis familiar. Novela de infancia o infancia novelada mutaciones salvajes sometiéndolas al molde simbólico.
fuera de la familia, equivalencia que desde nuestro punto Se habla muy a menudo del papel desempeñado
de vista tiene sentido. Advertimos hasta qué punto hay por Freud como guardián-descubridor del inconsciente-
que estar adheridos a los valores familio-escolares para infancia, pero se olvida que fue en el siglo XIX cuando
reclamar en nombre de “la verdad” que los niños —se la novela de infancia sufrió el esfuerzo más importante
agregará, sin ninguna duda, “los mismísimos niños”— de codificación y avasallamiento cultural, con los gran-
digan la novela de infancia, la cuenten a los grabadores des autores anglosajones (Dickens, Kipling, Mark Twain,
de la sociología. etc., e incluso Lewis Carroll). A la familiarización de la
De este modo, pasamos de lo que es contado al de- libido por el psicoanálisis, hay que añadir la creación en
recho de contarlo de quien cuenta. Remitir la novela de esta misma época de «mundos de infancia» subordina-
infancia al sujeto de supuesto saber, confundir el soporte dos a géneros literarios y culturales. Hasta puede ser que
impuesto por la construcción familiar con el flujo colo- esta última preceda a la primera.
reado que lo atraviesa: esto es lo que nos imponen con Alicia, arquetipo de la niña perversa, Mowgli el pe-
las “encuestas”. Pero entonces, si sólo el niño puede con- queño policía de la selva y los otros arquetipos tergiver-
tar la infancia, tenemos que admitir: saron la energía creadora de la novela de infancia. Sin
Que el corte niño-adulto resulta evidente en cada este trabajo preliminar, al descubrimiento teórico del
uno de nosotros, en tanto “olvido de infancia”, que si- inconsciente infantil le hubieran faltado considerable-
gue existiendo a solo título de inconsciente. Se pretende mente materiales fantasmáticos.
que nadie puede vivir más de una infancia y esto es lo La transformación de la “literatura para niños”, rela-
que nos parece cada vez más contestable. “No es más tivamente protegida hasta entonces por su carácter oral o
sorprendente nacer dos veces que una.” Adoptamos esta menor, en género literario como cualquier otro, encuen-
fórmula fenixiana de la Princesa Bibesco. tra su complemento en el desarrollo del “recuerdo de in-
Que la infancia es ese conjunto de atributos y de pro- fancia”, en la literatura adulta, como receta novelesca.
yecciones de la mirada panóptica, simple objeto de estu- La novela de infancia, tal como la estamos descri-
dio y obstáculo al devenir-adulto. biendo, no puede ser un conjunto literario, salido de la
Que aún nos incumbe la gran Diferencia pedagógica pluma de aquellos grandes creadores decimonónicos, los
y familiar entre lo real y la ficción. autores para niños. Esto equivaldría a hacer un estudio
Lo necesariamente insignificante de la novela es de la sobre la cultura de niños o las novelas para niños. Afir-
misma naturaleza que lo que se llama en la obra de Freud mamos, por el contrario, que lo que llamamos novela
“recuerdo encubridor” o “recuerdo pantalla”. Pero sólo de infancia se encuentra en estado disperso, tanto en la
nos interesa la pantalla y no lo que hay detrás. Nos obs- literatura para adultos como en aquella destinada a los
tinaremos en considerar las imágenes que se manifies- niños, dado que las dos etiquetas segregativas y comple-
tan, tal como se manifiestan, en su riqueza anecdótica mentarias que le fueron impuestas tendieron a desreali-
e insignificante, lejos de la forma exangüe del recuerdo zarla, a cortarla de su tejido viviente, a convertir el pre-
de infancia. Los discursos de experiencias sometidas al sente intemporal en pasado familiar y cuentito infantil.
niño nos impiden las colisiones transversales de cuyo va- La evidencia de las transmutaciones se escinde entre las
lor somos conscientes. Las “experiencias vividas” no son significaciones educativas y la decepción que provoca su
más que la consolidación subjetiva e involuntaria de un imposible realización.
discurso sobre el niño —tantos otros síntomas. Por otro lado, es inútil examinar nuestra pila de libros
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| “El niño –escribe Ariès sobre la representación del niño
en la Edad Media bajo la forma de un cuerpo humano en
miniatura–, el niño es un enano, pero un enano que tiene
la garantía de que no se quedará enano, salvo en caso de
sortilegio.” |

Sincronía y miniatura
para distinguir los buenos de los malos, los sumisos de los La biografía de Edwin Mullhouse se despega cons-
creativos. Los lugares donde se produce esta lucha por el tantemente de la relatividad del correr del tiempo. En 29
avasallamiento son fragmentarios por definición, de un Edwin no hay ninguna evolución o progresión, y su bió-
extremo al otro de los “géneros literarios”, de un “estilo” a grafo explica que no se trata de seguir las pistas descon-
otro “estilo”. Esta atomización le permite escapar al pulpo certantes de vagos recuerdos de infancia, sino de colec-
de la pedagogía. Dos ejemplos: al principio, el texto de cionar minuciosamente los más mínimos hechos y gestos
Collodi fue escrito, afortunadamente, en forma de folletín del héroe, como los regalos sorpresa de las cajas de ja-
para un periódico infantil, serie de episodios cuyos lazos bón en polvo o las imágenes en los envoltorios de los chi-
se van atenuando a lo largo del relato. El hada de cabellos cles. Desde el primer día, Edwin ya posee todos sus atri-
azules (pensamos en El niño de cabellos verdes de L. Losey) es, butos, poeta totalmente conciente, acróbata verbal en
o bien la hermana mágica y enamorada, o bien la con- el farfullo infantil. La increíble precisión de las páginas
ciencia materna. En cuanto a la transformación del asno, consagradas a la “primera infancia” –de la cual, según
hasta hay contradicción de una entrega a otra. Tal animal, Freud, no nos queda ningún recuerdo– pone en valor
por ejemplo, la horrible serpiente, recorre por un breve una contemporaneidad de todos los instantes. Rechazo
instante el relato sin llegar a adquirir un valor simbólico. de evolución, sobre la cual Edwin reflexiona a veces,
Es como si Collodi no pudiera someter a sus intenciones presencia absoluta de la pantalla, la película brillante en
moralizadoras más que a los seres cuya significación per- que se inscribe el más mínimo objeto, pantalla de dibujo
dura a lo largo de varios episodios (el Grillo, por ejemplo). animado, recuerdo-pantalla en sentido estricto, no in-
La pobre Alicia también, disecada por el psicoanáli- terpretable. “La memoria no es más que una forma de
sis, no conservó mucho de su fantasía original. El joven imaginación”, explica Edwin, del mismo modo que el
Edwin Mullhouse2 indica una manera interesante, para mundo no es más que un dibujo animado.
la novela de infancia, de repropiación del relato carro- Sobre la pantalla aparecen diminutos personajes.
lliano: escribe dos cuentos, de los cuales, desgraciada- “El niño –escribe Ariès sobre la representación del
mente, solo subsiste el resumen. En uno, Alicia le cuenta niño en la Edad Media bajo la forma de un cuerpo hu-
a su hermana la historia del conejo blanco y ésta intenta mano en miniatura–, el niño es un enano, pero un enano
seguir hasta su madriguera al primer conejo que ve y se que tiene la garantía de no se quedará enano, salvo en
queda atascada, y embadurnada de tierra, en la entrada caso de sortilegio.” Invocamos el caso de sortilegio, que
del agujero. En el otro, toda la historia de Alicia termina preferimos al caso psiquiátrico. Se establece una pasarela
siendo un sueño de un lirón soñoliento. Desfiguración hacia la posibilidad de ser miniatura, de seguir siendo
de la literatura que, en el segundo caso, reestablece la una miniatura y no esbozo. Detalle, miniatura, los moti-
extrañeza original del género fantástico animal, y en el vos más fascinantes y divertidos son los más minúsculos.
primero, vuelve ridículo el adocenamiento pedagógico Tener miedo a no crecer y someterse no obstante a la
de la historia de Alicia. decepción de crecer, la elección es bastante limitada. Al
Esto no impide que, a pesar de que no se trate de li- crecer, los motivos se convierten en arquetipos y la mul-
teratura, encontremos todo esto en los libros. ¿La novela tiplicidad yuxtapuesta, en unidad del devenir. Hay uno
para niños está en los libros? Repitámoslo: preferimos que crece, uno que se vuelve yo.
la novela escrita a los relatos de experiencias subjetivas,
contadas por el niño. “Pasar de la superficie física donde 1 Achim von Arnim. Des Knaben Wunderhorn, Berlin, 1805 (El cuerno
se producen los síntomas... a la superficie... donde se pro- encantado —la cornicopia— del niño).
2 NdT : Edwin Mullhouse es un escritor-niño que muere
ducen los acontecimientos puros, pasar de la pausa de prematuramente hacia los doce años, dejando, entre otros escritos, una
los síntomas a la casi-causa de la obra, es el objeto de obra inacabada e inédita, intitulada Cartoons, protagonista de la novela de
la novela como obra y lo que la distingue de la novela Steven Millhauser, The Life and Death of an American Writer 1943-1954,
familiar” escribe Deleuze a propósito de Lewis Carroll. publicada en 1972.
OLGA OROZCO

La infancia que no cesa


Con sus perturbadores jardines, sus hallazgos deslumbrantes y sus niñas heroínas, los dos libros en
prosa escritos por la poeta argentina abrevan en el relato maravilloso para encontrar allí el doble
pliegue misterioso de la vida.

Por Maria Rosa Lojo*

*María Rosa Lojo. Escritora. Investigadora Principal del CONICET- Universidad de Buenos Aires, Universidad del Salvador (Argentina). Publicó,
entre otros libros: La Princesa federal, La pasión de los nómades, Árbol de familia y Bosque de ojos.
L
a infancia es el ámbito específico de los dos libros en prosa escritos por
Olga Orozco: La oscuridad es otro sol (1967) y También la luz es un abismo

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(1995).2 Jamás se exilió la autora de esa única y verdadera patria, se-
gún Rainer Maria Rilke: un poeta especialmente significativo para ella y para
todos los poetas de su generación. A la manera de un alfa y un omega, estos
volúmenes están separados por casi tres décadas. El segundo vuelve sobre he-
chos y personas que ya habían aparecido en el relato anterior y añade otros
episodios. Si bien en ambos hay un desdoblamiento del yo autobiográfico en
el yo infantil (Lía) y la misma narradora que lo recuerda y maneja los hilos de
la memoria, en el segundo texto suele existir una mayor instancia de explicita-
ción con respecto a la experiencia de la niña. También la luz es un abismo (TLA),
sin anular en modo alguno la dimensión trascendente de lo cotidiano, refuerza
las amarras concretas en el mundo habitual desde la perspectiva adulta: así, 31
por ejemplo, en “Feliz Nochebuena” se aclara que el segundo Papá Noel que
se presenta inopinadamente en la fiesta es “Nanni, el delirante huésped de la
abuela, el cantor frustrado que vivía en el altillo de nuestro granero” (TLA,
153); la temible bruja María Teo (imaginada por Lía como la lechuza que
vuela de noche repartiendo males, en La oscuridad es otro sol) retorna en el se-
gundo libro también en su faz diurna de vecina con la que se intercambian
dulces, aunque no dejen de marcarse sus aspectos siniestros a través de las mu-
ñecas con espinas clavadas que tiene “trabajando” –según su sobrina Cora–
para el bien, y según Lía para dañar a las personas que representan.
Es en estos textos donde se despliega nítidamente la isotopía del viaje3
ligada en forma directa al relato maravilloso, cuento de hadas con sus hallaz-
gos deslumbrantes y sus peligros, donde la heroína es una niña, y donde los
personajes viven por lo menos dos vidas: una que podríamos denominar “de
superficie” y otra en un plano simbólico profundo en el que cumplen otros
papeles (los que ellos sueñan y la sociedad les niega, pero que la niña no
trepida en concederles).
La relativización de los opuestos signa la historia narrada, cuya figura re-
tórica más alta, presente en ambos títulos, es el oxímoron: “Cae sobre mi ros-
tro en un remolino lento, que me aspira hacia arriba, desde allá, desde siem-
pre, donde la oscuridad es otro sol, y me trae hasta acá, hasta ahora, donde
también la luz es un abismo.” (TLA, 15). Luz/oscuridad, abajo/arriba, es-
tar/andar, quedarse/irse, aparecer/desaparecer, yo/otros, sueño/vigilia, ir/
venir, visión/ceguera, ascensión/caída, se muestran como las dos caras de
una misma moneda en un recorrido que despliega el tiempo en la dimensión
del espacio. Como en El tiempo y los Conway (1937), de J.B. Priestley4, se juega
con la idea de que la vida es una serie de “cuadros” por los que nos vamos
trasladando sobre una línea inexorable (la cinta, la rueda de fuego) de la
“…mi infancia comenzó en Toay, que no es posible apartarse, aunque a veces la intuición visionaria permita
en La Pampa, y te digo que comenzó vislumbrar con anticipación las escenas de un cuadro al que aún no hemos
porque no ha terminado. Siguió creciendo llegado. El significado de esos cuadros, cargados de ambiguas presencias y de
conmigo y ha estado siempre latente, presagios, donde todo es y no es lo que parece, es lo que se irá develando a
en todas mis edades, con su carga de la niña en el decurso de su existencia entera, sin que la aproximación al final
terrores, de asombros y de misterios.” 1 consiga agotar en modo alguno la pregnancia de esa carga simbólica.
La dominante tonal de las dos narraciones es el extrañamiento: lo más co-
Olga Orozco tidiano, lo más conocido, empezando por el propio cuerpo y por la propia
casa, se muestran bajo una faz insólita, perturbadora, inquietante, sorpren-
dente. La casa, centro del mundo, cruje y se balancea por las noches, está im-
pregnada de fantasmas, echa a “andar como un navío llevándonos hasta los
lugares más lejanos y secretos, a través de todos los peligros y las temperatu-
ras” (TLA, 228). El cuerpo es el enemigo que incuba la muerte, y del que no
se puede salir; un yo inestable, frágil, vaga, incómodo, dentro de él (“se con-
Míticos y marginales, cotidianos y
fabulosos
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trae, se achica, circula por mi cuerpo como por un terri- Otros personajes secundan a la heroína de este largo
torio deshabitado”, LOS, 140). La niña está “incrustada cuento: presencias extravagantes, en los bordes del
dentro del organismo como adentro de una bolsa con mundo real y el mundo soñado, fluctuantes entre la lu-
costuras que no puedo encontrar, con puntadas que no cidez y la locura. Marginales sociales también, fuera del
tienen revés” (LOS, 55). Incapaz de trasponer las fronte- ámbito del trabajo y de la respetabilidad, cada uno de
ras corporales, su única posibilidad es seguir cayendo en ellos vive por lo menos dos vidas, en dos planos: el que
lo abismal de la interioridad, hacia el fondo escondido todos ven, donde cumplen el papel de pordioseros más o
donde probablemente “hay un jardín”. menos locos, o el invisible pero asumido y actuado como
Frente a lo extraño del mundo y de la identidad fluc- verdadero: la otra historia que todos creen protagonizar,
tuante, los sentimientos que priman son la fascinación y donde son estrellas del espectáculo, reinas o, incluso pro-
32 el temor. La fascinación impele a enfrentarse al peligro, tagonizan una historia sagrada.
siempre atrayente por su escondido núcleo de misterio. El “Caballero del Bosque”, Nanni, que todos los días
Pero el miedo acompaña los pasos infantiles en espacios emula en el granero a los pájaros cantores, vive en per-
que se deforman y se agigantan, y que muchas veces han manente conflicto identitario, rememorando su rivalidad
de ser recorridos forzosamente a oscuras. La heroína con un tenor exitoso que supuestamente ha usurpado no
pertenece a una asociación secreta de pequeños espías, sólo el papel que a él le correspondía interpretar, sino
y como tal es sometida a pruebas, diferenciadas según el su personalidad. Guarda un viejo recorte de diario con
género sexual. Ellas deben probar su valor de otra ma- la fotografía de una función de aficionados en Viareg-
nera, lo que marca, desde la perspectiva de la narradora, gio. Nanni ha pintado su propia cara en la del intérprete
una diferencia axiológica entre clases de heroísmo. Los principal, y ha “borrado despiadadamente el anonimato
varones conquistan “trofeos de coraje masculino” (el de otra cara”, la suya propia, relegada al papel de mera
florero de una tumba, unos gansos robados): “insignias comparsa. (LOS, 37)
del delito logradas por profanaciones, violencia, estafa, Para la visión de Nanni, Lía y Laura son las “princi-
burla y violación” (LOS, 51), en rituales que anticipan pinas” de un reino que gobierna la “reina madre” (dis-
una de las revelaciones amargas de la infancia: “He em- pensadora del granero donde vive). Los hechos ordina-
pezado a aprender que el mundo entero es una oculta rios se transforman, desde su óptica, en las peripecias de
cacería” (TLA, 78). Las niñas, en cambio, quedan li- una historia fabulosa. Su debilidad es el afán de prota-
beradas “de maldades heroicas y de glorias”, pero se las gonismo. Por eso intenta reemplazar a Papá Noel, repre-
condena a una experiencia quizá más difícil, que tiene sentado por Daniel, el cuñado de Lía, en la fiesta de No-
que ver con “la ceguera, la adivinación aproximada, el chebuena. A pesar de su aspecto estrafalario y del traje
conocimiento a tientas” (LOS, 51). La charada infantil de papel, desgarrado en la disputa con quien considera
se vuelve así un símbolo eficaz para toda estrategia de un farsante que lo ha despojado de este otro rol, las ni-
conocimiento poético-metafísico (“ahora vemos por es- ñas lo eligen como al Papá Noel verdadero, el que traerá
pejo, oscuramente, pero entonces veremos cara a cara”, los auténticos regalos. La ira se aplaca, finalmente, en el
en el versículo de San Pablo, I Corintios, 13, 12), y una de brindis compartido.
estas experiencias (el encierro de Lía en la bolsa, mien- Otra marginal es la mendiga que se presenta como
tras espera que Mariana la descubra) se erige en para- “la Lora”. Su nombre en el mundo “real” es Clemen-
digma o modelo metafórico del agónico encierro en el tina Domínguez; su historia, una tragedia de pasiones
cuerpo, a merced de la oscuridad y de lo informe: “me en un medio campesino: su marido ha intentado ma-
sentiré como Jonás dentro de la ballena: un oscuro or- tar a su propio hermano, al descubrir que tenía amores
ganismo dentro de otro organismo que solamente late con ella. Huye después de herirlo, y también desaparece
y anonada y filtra en sus vísceras innominadas toda la el agredido en cuanto se repone. Clementina tiene un
fe, toda la esperanza y todas las razones, hasta lograr niño sin padre, y queda sola. Pero interpreta a su ma-
el vacío en que floto, la absurda inanidad de todas las nera los hechos vividos, transportándolos a una clave bí-
cosas a las que me quiero asir, la suspensión indefinida blica. Así, ella se considera la Virgen María, implicada
del tiempo en el que me empeño en permanecer. Estoy en una lucha entre Caín y Abel, por culpa “del fruto de
suspendida en ese vaciado de la existencia y ni siquiera su vientre”. Se cree acechada por el demonio y acude
me siento destinada a la muerte.” A lo largo del angus- a la abuela en busca de protección, pero el demonio es
tiante encierro únicamente la sostiene la memoria de un sólo el negro Eleuterio, vigilante instalado en una casilla,
jardín, en que se trasluce el perdido Jardín del Paraíso: al lado de la cueva donde Clementina vive con su hijo.
“un resto de memoria insistente y sin sentido, mientras En el fondo, la locura de la Lora traduce a sus propios
sigo cayendo: ‘En el fondo hay un jardín. En el fondo términos la convicción metafísica que atraviesa toda la
hay un jardín. En el fondo hay un jardín.’ ¿Será esto lo poética de Orozco: “No puede comprender que la His-
que vine a explorar?” (LOS, 55).
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toria Sagrada no sea la de todos, o cree que cada uno
tiene dos: la sagrada y la otra.” (LOS, 85)
La Reina Genoveva es también una mujer abando-
nada. La presentación del personaje resulta elaborada y
desconcertante. Aparece en la memoria como una mu-
ñeca conservada en una caja de hielo y alcanfor. Es un
juguete, y es también una muerta en vida, sepultada por
Dios bajo la nieve. En su antigua “vida real” ha sido se-
ducida, bajo promesa de matrimonio, por un ingeniero
francés. El seductor se marcha y la deja sola, con una
niña ilegítima que pronto muere. Queda fijada en ese 33
momento y a partir de allí, el tiempo cesa para ella de
transcurrir. Aparece como un fantasma en las vidas de
los demás, vestida con viejas galas que nunca se quita,
y también traspone su desdicha en otra clave: la de un
cuento feérico: “El Rey Malvavisco había partido en un
barco, la Princesa Delgadina había desaparecido, y ella
no sabía regresar a su castillo.” (LOS, 108)
Genoveva, “muerta viva” irradia una inquietante am-
bigüedad. Ha sufrido el mal, pero también lo inflige a los
demás. Proyecta sobre Lía “sus propias malicias, sus de-
lirios y sus intenciones aviesas” (110). La niña, asustada,
llora, y entonces Genoveva le hace un extraño regalo:
una bolita de alcanfor, donde se esconde –dice— un ojo
que llorará por ella. Lía terminará desprendiéndose del
ojo que le parece un ser autónomo y siniestro5, capaz de
obrar por su cuenta y robarle sus propias lágrimas.
Estos personajes desquiciados, justamente porque
han “salido de quicio”, porque han dejado su marco,
como una puerta suelta, sin goznes, pura abertura,
pueden saltar con mayor facilidad hacia otro plano
simbólico, recolocando y reinterpretando las ruinas de
sus vidas en una dimensión narrativa estética (Nanni),
maravillosa (la Reina Genoveva) o sobrenatural/sagrada
(la Lora), que vuelve a darles el sentido que perdieron.
Ellos ejemplifican desde el borde, desde el extremo, la
avidez de todos los seres humanos por dibujar con sus
existencias efímeras una historia que merezca ser vivida
y recordada. La ruina acaece cuando dejan de funcionar
los patrones protectores del mito y el cuento feérico y la
existencia se desintegra en el sinsentido: “En menudos
fragmentos cayó como el granizo rebelde nuestra histo-
ria/…/ Fue imposible rehacer ese relato, disputarlo a la
arena/…/Se perdió todo el oro junto con los pedazos
del hechizo,/las brillantes escenas que un día encandi-
laron a las constelaciones del amor,/ a los protagonistas
ejemplares del mito.” (Con esta boca, en este mundo, 39)

| Estos personajes desquiciados, justamente porque han “salido de quicio”, porque han dejado su marco, como una
puerta suelta, sin goznes, pura abertura, pueden saltar con mayor facilidad hacia otro plano simbólico, recolocando y
reinterpretando las ruinas de sus vidas en una dimensión narrativa estética (Nanni), maravillosa (la Reina Genoveva) o
sobrenatural/sagrada (la Lora), que vuelve a darles el sentido que perdieron.. |
| La niña imagina que cada ser tiene un doble en el revés del mundo. El yo no desaparece sino que se desdobla. Lejos de la
autonomía, depende del otro, que, en el punto opuesto del otro hemisferio, lo sostiene sobre el planeta. |

Otros juegos peligrosos


La identidad inestable obsesiona a la pequeña Lía que al espejo, esperando el trabajoso surgimiento de un nom-
lleva esta condición lábil al extremo, practicando otros bre (de un yo) anterior.
juegos peligrosos. Uno de ellos es el de hacerse invisible. En los dos casos, el yo de superficie puede haber sido
Consiste en “aspirar” hacia adentro el yo exterior y luego dañado o mutilado por la travesía, de tal modo que re-
expelerlo, transformado en “una ráfaga de tonos variables torna aún más vulnerable, más expuesto a desintegra-
–azul, rojo, gris, blanco— que se combinan en caprichosas ciones e invasiones: “creo que hubo algún error, algún
figuras sin relieve” (LOS, 159). Así transmutada en ráfaga trueque involuntario producido por mi apresuramiento
errante, transparente y “confundida con la atmósfera”, al oír unos pasos sorpresivos; pero más frecuentemente
Lía se transporta por otros espacios, pasa a través de “bo- siento que el primer yo –es decir, el último– no regresó
das, funerales, consejos de familia”. Luego se reabsorbe y intacto alguna vez, que hubo un descuido, una grieta
vuelve a aparecer, recobrada ya la forma primitiva, “en un que siguió permitiendo la irrupción de cualquiera, por
sitio lejano”, “lejos de todas las miradas” (159). sorpresa, cuando menos lo pienso.” (LOS, 162)
Otro juego es un “jugar a ser otra” que implica en El descenso o incursión de la heroína en un “tras-
realidad, “volver a ser la misma”. Se trata de recupe- mundo” no la lleva a un plano posterior a la muerte sino
rar personalidades de vidas anteriores. Heroínas como a uno anterior a la vida. Regresa al punto inicial, pero
Matrika Doléesa, una reina salvaje, primitiva, o como no necesariamente fortificada, sino acaso, deteriorada.
Griska Soledama “triste huérfana para todas las prue- Su viaje fantasmático le depara un nuevo conocimiento
bas de desplazamiento en la intemperie” (LOS, 162), o pero también nuevas incertidumbres.
Darvantara Sarolam, “que une todos los nombres, todos El último juego es el de los antípodas6. La niña ima-
los hilos del destino en un carruaje cuyas ruedas son dos gina que cada ser tiene un doble en el revés del mundo.
soles.”. Imágenes que remiten a Los juegos peligrosos (JP, El yo no desaparece sino que se desdobla. Lejos de la
1962), en el poema “Para ser otra”. autonomía, depende del otro, que, en el punto opuesto
Los riesgos de ambas operaciones son enormes. Al- del otro hemisferio, lo sostiene sobre el planeta “gracias
guien pudo haber tropezado con la niña invisible, en a la mutua fuerza de atracción que opera sobre nues-
forma de tapiz “colgado de algún árbol o extendido so- tros cuerpos y que podría dibujarse en una línea que va
bre una pared”, y haberla destruido sin saber que era un desde sus talones a los míos –y viceversa– pasando sobre
crimen, apunta Lía. El segundo juego requiere primero el centro de la tierra” (163). Nada más paradójico que
la pulverización del yo mediante la reiteración insistente la mutua dependencia de los antípodas, perfectamente
del propio nombre. Convertido así en una pequeña complementarios, que no pueden moverse sin que el par
nuez, el yo está listo para que se le aplique un golpe seco repita, del lado inverso, sus movimientos, pero que están
y preciso que lo anula definitivamente. En la segunda destinados a no encontrarse nunca, aunque podrían ser
etapa, la niña, transformada en Nadie, se coloca frente los amantes ideales, la perfecta figura de la Unidad.
Crimen y sacrificio

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El mal se hace presente en los libros de prosa a tra- a “la casualidad”, aunque esa “casualidad” es vista por
vés de las insidias, las conspiraciones, las traiciones de Lía, adulta, como una forma misteriosa de la fatalidad
los amigos/enemigos, o de los hechizos de María Teo, que de todos modos, aun desde las mejores intenciones,
la bruja del pueblo. En su expresión culminante asume seguirá produciendo en su vida víctimas inocentes o in-
las formas de la muerte y del crimen. La muerte (en par- deseadas (“ella no sabe que me encerrarán con él a solas,
ticular las de la madre y del hermano en La oscuridad es muchas veces más”, 99). Así, en clave de cacería es visto
otro sol) como despedida desgarradora rumbo a otra exis- por Orozco (“Escena de caza”8) el porvenir humano ace-
tencia sospechada y lejana. O el crimen, que recae so- chado por el tiempo, acaso porque toda vida humana
bre los más indefensos: la mujer y los niños del “asesino termina en tragedia, o porque su fin es siempre, como
irreprochable”, o el supuesto “hombre de la bolsa” que dijera Simone de Beauvoir, una violencia indebida.9
resulta ser un viejo marginal (polizonte o linyera) que La anunciada resurrección, en cambio, tiene lugar. 35
se ha lanzado desde un tren de carga. La mancha roja A la mañana siguiente, sobre el muñeco de nieve que
formada por la sangre que emana de su cabeza atrae a ha quedado sin cabeza, Lía ve exactamente la misma
Lía, exploradora del campo de girasoles donde el muerto paloma muerta. La abuela interpreta, de inmediato, que
(o el asesinado) yace (LOS, 65-78). También es el peli- se ha purificado, sumergida en la nieve, para resucitar
gro que acecha al hombre puro. Cuando su padre, jefe después desde el muñeco. (105)
político, recibe un “regalo” mafioso (el canario muerto La inmolación de la inocente reencuentra de esta ma-
dentro de una caja de cartón), Lía verá durante toda la nera un sentido. La paloma se reconstruye en otra vida,
semana “otra mancha roja, circular, del tamaño de la al menos para la niña. La mujer adulta sabe bien que “no
luna”, proyectada sobre la pared, hasta que una mañana se resucita aquí ni allá. Se resucita Más Allá” (105), y que
se convierte en realidad: “brillante y perversa, derra- ese acceso se halla vedado. La escena se asocia con otras
mada sobre el umbral: una advertencia sangrienta, un de La oscuridad es otro sol, donde la Lora cree haber presen-
presagio en cuyos reflejos peligrosos los mayores leyeron ciado la “angelización” de una gallina decapitada por la
un mensaje político y la aguda mirada de papá debe de cocinera, cuando el ave asciende por el aire en un último
haber descifrado nombres y apellidos.” (TLA, 120). vuelo del cuerpo sin cabeza. Lo que dice la Lora desde la
Pero la más intensa imagen de la muerte de un ino- locura: “¡El Espíritu Santo está con nosotros! ¡Los tiem-
cente se alcanza en el episodio de la cacería. Daniel, fu- pos han llegado!” (LOS, 90), y que los demás decodifican
turo cuñado de Lía y de Laura (y también futuro Papá en clave paródica, responde, sin embargo, a un sentido
Noel en la fiesta navideña) va con las niñas al bosque. escatológico profundo, asociado con las transmutaciones
La escena ocurre en “un claro del bosque”, lugar clave, de la poesía y su meta final, el “verbo sagrado” del Espí-
sagrado, a menudo ominoso en la tradición simbólica ritu que se vislumbra y que se niega (“no te pronunciaré
universal7 y en los cuentos de hadas, jamás, verbo sagrado…” CBM, 9). Todo el episodio de la
cacería posee fuertes connotaciones cristianas. Es posible
donde suceden los prodigios, los buenos y los malos. En un claro que reverberen aquí, incluso, ecos de leyendas hagiográ-
del bosque se reúnen los demonios, aparecen los engendros, graz- ficas. A menudo se nombran santos en todo el relato, y la
nan las brujas, o está sentado, esperando, ¿esperándome?, el narradora demuestra conocer la historia de San Huberto
príncipe que embellece la luna. Pasa el pájaro negro, pasa el (o Humberto), patrono de los cazadores (TLA, 74-75),
pájaro blanco, se entrecruzan los hilos de todos los senderos y se que abandona su obsesión cinegética cuando se le apa-
forma el apretado nudo del destino. (TLA, 69) rece un ciervo fabuloso con la cruz de Cristo inscripta en
la frente. No sería difícil que hubiera pensado en algu-
La entidad maléfica del bosque es el pájaro (o paja- nos otros santos mártires cuya alma subió a los cielos en
rraco) negro “que atrae a quien se interna por la espe- forma de paloma10: Policarpo, Escolástica, Justa, Eulalia,
sura y lo arrastra y lo lleva… cada vez más lejos, hasta ésta última una doncella de Barcelona, cruelmente dego-
que ya no encuentra la salida y no puede volver” (70). llada por un tirano, cuyo cuerpo –como el de la torcaza
Pero no es esta criatura fabulosa la que se presenta, y de Lía— fue “cubierto de nieve”.11 En estas historias de
Daniel de todos modos quiere una presa. Aunque Lía santos, con sus inevitables portentos y milagros, conver-
desvía el cañón del rifle para que no mate a un inocente, gen de manera particular las dos vertientes simbólicas de
la muerte se produce: cae una torcaza que estaba po- la poética orozquiana, las dos formas de lo sobrenatural:
sada entre las ramas. Laura entierra a la víctima con la lo maravilloso propio del cuento de hadas, y la historia
promesa de que resucitará. Y el episodio, en efecto, no sagrada; ambos también son tipos de relatos que suelen
acaba aquí. Lía continúa hostigada por la culpa, si bien narrarse especialmente a los niños apelando, desde la
la abuela intenta convencerla de que todo se ha debido fantasía, a una cierta y universal ejemplaridad.
Épica femenina en busca de la Totalidad
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Dentro de las variantes de la aventura heroica, la poé- poético, en una infancia que nunca deja de transcurrir.
tica de Orozco se aproxima a aquellas que transitan por Lejos de lo naïf, en las antípodas del cliché, el inquie-
los caminos iniciáticos, por las zonas ocultas del conoci- tante mundo que Orozco despliega, por un lado la vin-
miento. Son las sendas apartadas, propias de los ascetas cula con el surrealismo, para el que “lo maravilloso es
y los visionarios que reciben como recompensa secreta la siempre bello”14, y por el otro, se mantiene en conexión
superación de lo fragmentario, el acceso a lo absoluto, la directa con una historia feérica personal. En ella, una
comunión con la Totalidad: “La esencia de uno mismo niña cuya alma es muy vieja, porque llega desde el fondo
y la esencia del mundo son una sola. De aquí que la se- del tiempo, desde existencias que resurgen a veces me-
paración, el aislamiento, ya no sean necesarios. Por don- diante los juegos audaces de una memoria transperso-
dequiera que vaya el héroe y cualquier cosa que haga, nal, vuelve a iniciar el viaje de la vida.
36 siempre está en presencia de su propia esencia, porque Se trata de un viaje heroico en busca de un conoci-
ha perfeccionado sus ojos para ver. No hay aislamiento. miento precario y fulgurante que se retacea a los senti-
Así como el camino de la participación social puede lle- dos. Un conocimiento vecino a la locura, pero del que se
var a la realización del Todo en el individuo, así el exilio retorna y se da testimonio, desde las formas de la palabra
trae al héroe al Yo en todo.”12 En la visión de Orozco poética, si bien su meta –siempre inestable, apenas atis-
cada uno puede y debe convertirse en agente activo e bada– jamás se logra en plenitud. Es, como dijera Bor-
instrumento de este proceso por el cual Dios mismo, se ges del hecho estético: “la inminencia de una revelación
(re) construye y se reintegra a su Ser completo. Cumple que no se produce”. Por eso, su poética guarda con el
así el secreto propósito de un Creador que se ha desdo- relato de viaje un esencial parecido: lo que importa no es
blado en sus creaturas, acaso para purgarse del mal y del tanto el punto de llegada, ni la trama de las acciones del
sufrimiento, y que aspira a rehacerse, en ellas y con ellas, viajero, sino aquello que se ve y se vive a medida que se
a través de un trabajoso periplo de (auto) conocimiento y avanza. En ese trayecto vario y accidentado el tiempo es
purificación: “Tal vez pueda volver entonces a recuperar otro paisaje que se va mostrando paulatinamente o por
su unidad, mejorada” (LOS, 158), “Despierto en cada anticipaciones relampagueantes (las videncias narradas
sueño con el sueño con que Alguien sueña el mundo./ Es en los libros de prosa y tematizadas en la poesía).
víspera de Dios./ Está uniendo en nosotros sus pedazos.” El viajero es una viajera, cabe destacar por otro lado.
(JP, OC 1985, 125) Una viajera siempre niña que ya posee, in nuce, el saber
Esta búsqueda metafísico-religiosa se vincula en del porvenir. Ése que la mujer adulta recorrerá sin aban-
Orozco con las búsquedas románticas, surrealistas y en al- donar las pautas de interpretación mágica del mundo
guna medida, simbolistas: el conocimiento por la vía noc- aprehendidas en la infancia, sin resignarse a la visión
turna y secreta, la lectura de los misteriosos indicios en el empobrecida del racionalismo utilitario.
libro del mundo, la correspondencia de Naturaleza, Arte La línea dominante en la imaginería de esta aventura
y Alma, de microcosmos y macrocosmos, la aspiración al heroica es femenina. Las figuras maternas (en particular
point absolu del surrealismo, donde coinciden los opuestos, la de la abuela) son centrales. Lo femenino es el centro del
o donde es posible trascenderlos, la videncia poética que mundo-casa, y el padre (aunque “gran mago”) no deja de
permite acceder a lo desconocido, aunque el precio sea la ser un consorte de rango inferior (el “morganático señor”,
disociación del Yo y el desorden de los sentidos.13 lo llama el estrafalario Nanni) con respecto a una sobera-
Como otros poetas inscritos en estos movimientos, nía que se ejerce desde el tronco matriarcal. No es casual,
Orozco trabaja desde los símbolos de la tradición univer- quizá, que la poeta misma haya optado, como nom de guerre
sal, apela a la imaginería de la mantiké (la adivinación en literario, por el apellido materno Orozco.
sus diversas formas), invoca rituales mágicos y procesos Mujer es la heroína y mujeres sus principales ayudan-
alquímicos, mezclados con los ecos de saberes cabalísti- tes: Encarnación y la abuela María Laureana, “hechice-
cos y gnósticos, que se recortan sobre un fondo cristiano. ras blancas”, Laura, la hermana solidaria, la madre, la
Pero la propuesta orozquiana implica una particular gata Berenice (elevada a la condición de diosa), a quien
originalidad con respecto a estos buscadores de absoluto. se le dedica un libro entero, y también son femeninas las
Toda ella emerge de un largo cuento de hadas vivido –no oponentes: la bruja María Teo, la Reina Genoveva en su
meramente narrado–, como forma matriz de la experien- lado oscuro, Ruth, la rival. Los hombres, amables y ama-
cia, como aventura constructora del yo empírico y del yo dos (el padre, Miguel, el amor de infancia, Valerio, amigo
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y amor de la madurez) están ahí, a menudo cercanos y 1 Entrevista de Alicia Dujovne Ortiz para La Opinión (22/1/1978),
compañeros, pero no participan esencialmente del gran en Orozco (1984 b, 273).
2 Los libros de Olga Orozco citados en el presente trabajo son los
combate. Un combate que no pasa –como tantos comba-
siguientes (se explicita la abreviatura utilizada): Desde lejos (DL), Las
tes heroicos masculinos– por infligir la muerte a otro (así muertes (LM), Los juegos peligrosos (JP), Museo salvaje (MS), Cantos a Berenice
sea el monstruo que se debe domeñar o eliminar), sino, (CB), en: Obra Poética. Buenos Aires, Corregidor, 1979. Mutaciones de la
antes bien, por la aceptación de lo inevitable del daño y realidad (MR), Buenos Aires, Sudamericana, 1979. La noche a la deriva
de la muerte (episodio de la torcaza) aunque no se haya (ND), México, Fondo de Cultura Económica, 1984. Páginas de Olga Orozco
deseado provocarlos. El objetivo de la lucha es la sabidu- seleccionadas por la autora (PO), Buenos Aires, Celtia, 1984. En el revés del cielo
(RC), Buenos Aires, Sudamericana, 1987. Con esta boca, en este mundo (CM),
ría y su precio la destrucción del yo limitado y fragmenta-
Buenos Aires, Sudamericana, 1994. La oscuridad es otro sol (LOS), Buenos
rio, para que pueda reconstruirse en la Totalidad. Aires, Losada, 1967. También la luz es un abismo (TLA), Buenos Aire,
El viaje comienza y termina en un símbolo materno 37
Emecé, 1995. Obra Poética. Selección, prólogo, cronología y bibliografía
por excelencia: la casa. Pero no se trata de una casa con- de Manuel Ruano, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 2000.
vencional, enraizada en su lugar sobre la tierra, refugio 3 También participan estos libros de Orozco de las características del
relato de viaje, donde lo que importa no es la llegada sino la descripción del
rutinario contra los poderes y las iluminaciones sobre-
recorrido. Ver Carrizo Rueda, Sofía. Poética del relato de viajes. Kassel,
naturales. Es la casa-carruaje, la casa-coche, hábitat en Reichenberger, 1997.
viaje, siempre dispuesta a levantar el vuelo, traspasada 4 Priestley, J.B. El tiempo y los Conway en: Tres piezas sobre el tiempo.
por presencias fantasmales. La casa recibe a los nacidos Buenos Aires, Losada, 2005.
del linaje y también es la que se lleva a sus muertos: “Tú, 5 Lo siniestro (lo no familiar, lo inquietante) se relaciona especialmente
la más imposible de los muertos. /Ahora vas en coche, con el ojo extraído de su lugar, especialmente inquietante si adquiere una
autonomía independiente del ser que lo posee. Cfr. Freud, Sigmund. Lo
vas en casa que rueda por el blanco arenal” (CBM, 27);
siniestro. Buenos Aires, Noé, 1973.
su prodigiosa, indestructible arquitectura, vuelve a for- 6 Amantes antípodas (1961) es el título de un poemario de otro poeta
marse en todas las casas sucesivas que la poeta habita. argentino de orientación surrealista: Enrique Molina (1910-1997),
En ella partirá también, destinada a ser la última de su íntimamente ligado a Orozco, ilustrador (con collages de su invención) de
clan: “Estoy aquí para apagar las luces, para cerrar las La oscuridad es otro sol. Ver: Molina, Enrique. Amantes Antípodas en: Obra
Poética. Obras Completas Tomo II. Buenos Aires, Corregidor, 1987.
puertas/ cuando vuelva por mí la casa en que te vas.”
7 Chevalier, J. - Gheerbrant, A. Dictionnaire des symboles. Mythes,
(CBM, 27) rêves, coutumes, gestes, formes, figures, couleurs, nombres. Paris, Seghers, 1973,
Por fin, resulta significativo que el primer poema del págs.340-41.
primer libro de Orozco (Desde lejos) y el último poema del 8 “Vestido de maltrecho animal mi porvenir/ se oculta en la espesura
último libro (Con esta boca, en este mundo) giren en torno con un salto de liebre perseguida por viles cazadores/ hasta la otra orilla
de imágenes femeninas: “tu hermana/la memoria” que del tapiz” (RC, 25).
9 “No existe muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural
“con una rama joven aún entre las manos,/ relata una
puesto que su sola presencia cuestiona al mundo. Todos los hombres son
vez más la leyenda inconclusa de un brumoso país” (“Le- mortales: pero para todos los hombres la muerte es un accidente y, aun si
jos, desde mi colina”, DL, OC 1979, 10), y la madre, a la conoce y la acepta, es una violencia indebida”. Beauvoir, Simone de.
quien se le pide lo imposible: “Madre, madre/ vuelve a Una muerte muy dulce. Buenos Aires, Sudamericana, 1968.
erigir la casa y bordemos la historia./ Vuelve a contar mi 10 Chevalier - Gheerbrant, ob.cit., pág.65.
11 Rivadeneyra, Pedro de. Vidas de santos. Antología del Flos Sanctorum.
vida.” (“Les jeux sont faits”, CBM, 90).
Edición de Olalla Aguirre y Javier Azpeitia. Selección y prólogo Javier
Memoria y Madre: dos caras de la misma moneda en Azpeitia. Madrid, Lengua de Trapo, 2000, pág.159. En este libro
dos etapas de una vida donde el tiempo, esa ficción, ha se cuenta también la historia de San Humberto o Huberto, en dos
pasado como la ráfaga irreal del velo de Maia. El miste- versiones.
rio es el origen: alfa y omega, principio y fin, iguales en 12 Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito.
la insondable fisura por donde se entra y se sale de este México, Fondo de Cultura Económica, 1999 (7ª reimpresión), pág.340.
13 Cfr. Lojo, María Rosa. El símbolo: poéticas, teorías, metatextos. México,
mundo. Y desde ese origen, sólo la voz de la Madre-Me-
Universidad Nacional Autónoma de México, 1997, págs.7-34. Lojo,
moria tiene la palabra para neutralizar el destino, para María Rosa. “Estudio preliminar” en: “Olga Orozco: Repetición del sueño y
reparar lo irreparable con el conjuro de la más poderosa otros poemas”, (fascículos), nº 46 Colección “Los Grandes Poetas”, Buenos
de las hadas, para rehacer la leyenda, la historia, la casa, Aires, Centro Editor de América Latina, 1988. Sauter, Silvia. Teoría y
el tapiz del cuerpo y del lenguaje una vez más. práctica del proceso creativo. Con entrevistas a Ernesto Sábato, Ana María Fagundo,
Olga Orozco, María Rosa Lojo, Raúl Zurita y José Watanabe. Madrid/Frankfurt:
Iberoamericana/Vervuert, 2006, págs.250-262. Zonana, Gustavo. “La
poética de Olga Orozco en sus textos” en: Poéticas de autor en la literatura
argentina (desde 1950). Ed. Gustavo Zonana con la colaboración de Hebe
Beatriz Molina. Buenos Aires, Corregidor, 2007, págs.387-444. Ver
además: Piña, Cristina. “Estudio preliminar” en: Páginas de Olga Orozco
seleccionadas por la autora. Buenos Aires, Celtia, 1984, págs.13-54.
14 Manuel Ruano en: Orozco, Olga. Obra Poética. Selección, prólogo,
cronología y bibliografía de Manuel Ruano. Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 2000, pág. XVIII.
TESTIMONIO
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FRIK
por María Rosa Lojo

38

A los seres que perciben siempre la extrañeza y la dureza


de un mundo nada hogareño, a pesar de todos los ri-
tuales con que la conjuramos, la gente suele atribuirles,
en cambio, esa perturbadora condición como si fuera
propia, y ellos mismos se sienten abrumadoramente
culpables de ser raros y ajenos, siempre extranjeros.
Como Frik, la nena que fue “yo”. O que acaso es “yo”, to-
davía. Porque los friks nunca se adaptan del todo al pro-
ceso de renunciamientos y acomodamientos que otros
llaman “madurez”. Son, antes bien, niñas o niños viejos.
Antes, cuando Frik o María Rosa era también físicamente
una nena, no se había puesto de moda la palabra inglesa
“freak”, tan apta para designar, con economía precisa, esa
índole de bicho, fenómeno, monstruito, como una etiqueta
que reparten y pegan los beneméritos aliados de las costumbres.
La adopto ahora, castellanizada, con sólo una “i” latina en vez de
la “ea”, porque así los llamaron a mis tres hijos y así se auto-
designaron ellos cuando fueron inadaptados e infelices en la
escuela, y tuve que explicarme, afligida por haberles legado,
acaso, una enfermedad hereditaria. Que a su vez mis padres,
sin quererlo, propiciaron y exasperaron para mí con un exilio
real que actuó como metáfora de todos los demás, literarios,
existenciales, metafísicos. En esa cadena de eslabones culpó-
genos consisten, entre otras cosas, las familias.
Frik fue recibida en la escuela como una extranjera,
aunque no lo era, si por tal había que
entender a quien no hubiese visto
la luz sobre el suelo argentino.
La culpa no fue de ella sino de la lengua en que hablaba. Frik descubriría pronto, con todo, que la extranjería (o por lo me-
Frik pronunciaba como sus padres y su abuela, marcando las “ces” nos, la suya) no se eliminaba por la lucha de las lenguas, ni
y las “zetas”, decía “tú” y decía “vosotros”, sabía algunos térmi- se reducía con la posesión de los idiomas. Hablase donde ha-

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nos en gallego, que era otro idioma, no un castellano erróneo, blase y lo que hablase, siempre sería extranjera. Inadecuada
como pensaban muchos, y también vocablos que el argentino en todas partes, caída en la tierra madre como una huérfana.
rioplatense desconocía o desdeñaba, como “acera”, “cerillas”, De tal manera exótica y marciana que a veces, cuando demo-
“colillas”, “falda”, y –aunque no las dijera en público, por ser cons- raba en dormirse, pensaba que sus padres, ya maduros para la
ciente de su escasa elegancia— “tetas” y “culo”, ya que “cola” fecha de su nacimiento, la habían sacado de entre las ruinas
servía para designar los rabos de los animales, que nada tenían de un plato volador, y que entonces, ante la duda de quedár-
que ver con glúteos más o menos protuberantes. Sí pronunció, sela o entregarla a la Policía y a la Ciencia para que practicasen
en cambio, varias veces, puertas afuera, la palabra “coger”, hasta sobre ella feroces experimentos, habían decidido adoptarla,
que las burlas la acallaron, y su madre, confusa y reticente, como ya que hasta el momento no habían logrado tener hijos.
siempre que se trataban temas similares, optó por advertirle que Y sin embargo, Frik, niña, era flaca y pálida como una rata blanca 39
no la empleara más allá de su casa porque los nativos le daban y casi tan pequeña como ella. Aún así, con sus escasas dimen-
a ese verbo tan natural y cotidiano, que indicaba todo gesto de siones, no encajaba en el rompecabezas del mundo conocido.
tomar, asir o prender, una interpretación irreproducible. Quizás antes, recién llegada en el fallido plato volador, tenía un
Frik tuvo que averiguar más adelante, por sí misma, cuál era esa rabo como el de las lauchas, y sus padres terrícolas habían lo-
interpretación de la que no todas sus condiscípulas estaban grado extipárselo, tal vez con la ayuda clandestina del mismo
bien informadas. Las madres con mentalidad victoriana (aun- médico que controlaba los caprichosos vaivenes de su apetito y
que, como la suya, hubiesen pasado una guerra) predomina- que le había recetado una cucharada diaria de aceite de bacalao.
ban en una época de eufemismos. Y a los padres varones, na- Ese pez cuyo hígado destilaba un producto supuestamente sa-
turalmente, las niñas no les preguntaban esas cosas. ludable, aunque repulsivo, era una de las tantas añoranzas
En la escuela comenzó a regir la Ley de Extranjería a la que Frik de Antonio, su padre. Su tío Benito le había traído de regalo,
viviría sometida por el resto de su vida, si bien los indicios ma- burlando los controles bromatológicos de la Aduana, varias
teriales y aparentes de su extranjeridad desparecieron pronto. planchas de bacalao disecado cuidadosamente envueltas y
Entre sus compañeras utilizaba, como una más, el “vos” y el disimuladas entre las ropas de la valija. La carne blanca y sa-
“ustedes”, y había desterrado las “ces” y las “zetas”. Sólo su lada era apenas algo mejor que el aceite. Sin embargo, Anto-
madre la avergonzaba a veces ante los otros: hablaba fuerte y nio lo masticaba despacio, saboreando bocado tras bocado.
rápido, tanto en casa como en la calle. Su pudor era aplicable No era –claro— el bacalao, comprendería Frik, mucho tiempo
sólo a asuntos relacionados con el sexo, pero no con el len- más tarde. Su padre tragaba el olor del yodo y el salitre junto
guaje. La lengua materna, con patente madrileña, era inva- a la lonxa donde se ofrecía el pescado, respiraba la luz rever-
siva, victoriosa, triunfante como un auto blindado. Llevaba berante en los balcones vidriados de La Coruña, que devolvían
siglos resonando en el mundo, tanto más allá de las mesetas el resplandor del mar.
áridas y las ciudades amuralladas donde gentes duras y algo Ni aquí, ni allí, descolocada, desajustada, incómoda, Frik se en-
broncas la habían engendrado. Resistía y a veces ofendía; tendería siempre a medias con los habitantes de un planeta
brillaba, retumbante, cristalina, imponiéndose a todo, aplas- ruidoso. En el suyo –presentido, soñado, recordado– todos los
tando, acaso, otras lenguas, bajo su orgullosa armadura de ojos eran transparentes y todas las voces formas disueltas de
acero y plata. En algún momento Frik descubriría que dentro un silencio perfecto. Bastaba tocar la mano de otro ser para
de su misma casa vivía en secreto una de ellas, sumisa y arrin- adivinar, como en una radiografía incandescente, el preciso
conada, en minoría absoluta, desvanecida, acaso, por la auto- esqueleto de los sentimientos. Pero en este otro planeta, de
censura y la falta de eco. ojos velados y contactos torpes, nada de eso era posible, y ha-
Era la lengua de su padre, secretamente agazapada en algunos bía que conformarse con juntar palabras como quien pega la-
libros y que sólo en contadas ocasiones oiría sonar, quizá por- drillos y argamasa, atolondradamente, para construir a duras
que él, amante de comunidades utópicas, creía que las muchas penas una semblanza grosera de espacios interiores tan finos
fablas desembocaban en la Torre de Babel, y esperaba, como y complejos como telas de araña.
otros socialistas, el día en que el mundo estuviese regido por Sus palabras, por eso, nunca serían éxitos. Sólo el último (o el
un único gobierno igualitario, y una sola lengua, universal y único) recurso de una soledad y una pobreza extremas. Con
unánime, se celebrase en las calles, las plazas y los hogares, ellas, encerrada en ellas, Frik se defendía del mundo llamado
como un rito –ateo– de unidad transparente. O quizás, acaso, real. Pronto las palabras pasaron a convertirse en una casa rela-
aunque esto no lo decía, porque su lengua madre no llevaba tivamente cómoda que ella transportaba a cuestas, como lleva
armadura militar sino zuecos de campesina, porque era blanda el caracol su cáscara móvil. Bajo el calcio esmaltado y resistente
como un regazo y cantaba, siempre, una canción para acunar se escondía una pulpa: un ser blando, sensible, vivo y secreto.
al niño que su padre había sido. Porque olía a leche y a miel, a Durante años, Frik se acostumbró a asomarse al exterior hos-
vino con azúcar, a heno y a toxo, y a estrellas derramadas en el til desde su casa de palabras, con los ojos en la punta de los
agua de lluvia, y era tan íntima, tan frágil, que no se podía com- tentáculos retráctiles que podían esconderse con facilidad
partir sin llorar de pura pena y desamparada nostalgia, como cuando el más leve roce ofensivo los amenazara.
se supone que no deben llorar los hombres nunca.
Los juguetes
de Torres García

Juego y creación
en Latinoamérica
En su deseo de renovar el mundo, los artistas y movimientos
de vanguardia soñaron una nueva infancia y crearon, para ella,
nuevos juguetes. En este afán, el uruguayo Joaquín Torres García
fue quizá uno de los artistas más radicales.

por
Ivana Roitberg Strajilevich*

*Ivana Roitberg Strajilevich es profesora nacional de pintura (E.N.B.A.P.P., 2004), completó la especialización en
Educación por el Arte (I.V.A., 2008), se desempeña como docente de Artes Visuales desde 2005.
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T
41
aquitos multiformes de madera pintada que hacen aves y animales
de distintas especies, embarcaciones, medios de transporte terres-
tres, personajes de circo o ciudades modernas. Cada una de estas
piezas constituye un todo transformable: como en el mundo real, pueden
desmontarse para constituir realidades nuevas. Una estética moderna y aus-
tera para un contexto gravemente complejo. El mundo se hallaba fracturado
tras la Primera Guerra Mundial y los artistas, como los niños, tenían frente
a sus ojos y sobre sus manos fragmentos para reconstruir y reestructurar la
vida de infinitas maneras. Joaquín Torres García quiso brindar a los niños
“lo verdadero” a la manera en que un buen maestro de pintura lo hace; ob-
servando un ideal, que está fuera del tiempo y de lo arbitrario, que se man-
tiene y acompaña a todo lo que continuamente se transforma. Sabemos que
existen puentes invisibles o discretos, poco evidentes pero concretos entre
todo lo existente. De esta naturaleza es la proporción áurea que fue materia
prima para la armonía no sólo en los juguetes sino en toda la obra del artista
uruguayo. Como si un orden matemático inalterable rigiera el universo de lo
natural y fuera a su vez omnipresente. Lo podemos encontrar en un caracol,
en la hoja de un árbol o en la creación humana que cuando es genuina tam-
bién es asumida como “natural”.
A Joaquín Torres García lo convocaron el arte precolombino latinoame-
ricano con todo su universo simbólico, y cierta simpleza y elementalidad del
modernismo europeo de las primeras décadas del siglo XX, en particular
el neoplasticismo de Piet Mondrian y Theo Van Doesburg que muy cer-
canamente le rebeló con la mínima expresión de los elementos plásticos el
máximo de posibilidades.
Pero, ¿qué despertó en el artista uruguayo la voluntad de diseñar jugue-
tes? El imperativo económico, la disconformidad frente al repertorio de
juguetes de la época y, por supuesto, la necesidad de crear. Respecto a lo se-
gundo Torres García expresó: “Por carecer de sentido real, el juguete, en ge-
neral, no divierte al niño. Porque a éste, como ya hemos dicho, no le interesa
sino lo verdadero.”1 ¿Cómo brindar lo verdadero a los niños? “El constructor
de juguetes ha de pensar, ante todo, que el niño se mueve sobre realidades.”
El artista entrevió en la fabricación de juguetes un terreno poco y mal ex-
plorado, una posibilidad de armar y de desarmar la multiplicidad con que el
mundo se manifiesta. Las cosas pueden moverse, cambiar de ambiente, aso-
ciarse y conformar una realidad nueva. “Si el artista –el verdadero artista–
por medio de su obra, puede decirse que, en cada momento del tiempo y de
los tiempos, crea para todos algo a manera de órganos nuevos, para penetrar
más en la esencia de la vida, el niño, desde el primer momento, ¿por qué no
ha de educarse en la misma orientación? Esto es lo que debe ser. Y lo mismo
con relación a la pedagogía, de la que el constructor de juguetes debe ser su
colaborador pues la diversión o juego, para él, consiste principio le provocó fascinación, le generó más tarde la
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en el ejercicio de su espíritu creador y en la satisfacción aversión al espíritu materialista imperante y al sistema


de su afán de conocimiento.”2 capitalista que lo gestaba y lo reproducía, el cual se fil-
Joaquín Torres García observaba a sus alumnos y a traba en cada instante cotidiano y que ya desde aquellos
sus hijos jugar, y descubrió allí el sentido y los destinata- momentos mostraba sus fauces al mundo. “El hombre
rios de su proyecto3: “Si el niño rompe sus juguetes, es, en aquí no piensa, ni se mueve por automatismo propio;
primer término, para investigar; después para modificar: se mueve, quiera o no, al compás de lo demás. Se trans-
conocimiento y creación. Démosle, pues, los juguetes a forma en máquina.”5
piezas, y que haga lo que quiera. Así nos adaptaremos a Su periplo continuará un par de años en Italia, donde
su psicología.” Los juguetes necesarios serían entonces fue a hacer juguetes para exportarlos a New York. A pe-
42 aquellos que sirvieran a los fines didácticos de investiga- sar de que la producción de los mismos se hace a una es-
ción psicológica y motriz del niño. cala menor y más rudimentaria debido a la ausencia de
Apremiado económicamente, el artista se trasladó artesanos formados para ello, Torres García trabaja con
en 1917 junto a su familia, a Barcelona. Fue allí que mucho entusiasmo y los juguetes van ganando belleza y
se embarcó en la empresa de fabricar juguetes para lo originalidad. Al final de la agenda de 1922 escribe: “Ya
cual se asoció con un carpintero industrial catalán, Fran- no voy a pintar más, voy a meter mi pintura en los jugue-
cisco Ramblà, que llevó a una escala considerable la tes. Lo que fabrican los niños me interesa más que nada,
producción de los mismos. El artista trabajó dura y afa- voy a jugar con ellos.”6 Las peripecias para la comercia-
nosamente en esta empresa y sin embargo no consiguió lización de los queridos juguetes continuarán durante su
distenderse en lo económico. Su nueva pintura no tenía estadía en el sur de Francia a pesar de haber ido con un
un horizonte comercial y con la fabricación de juguetes horizonte de posibilidades; nuevas complicaciones se da-
no podía sostenerse; el panorama social y político cata- rán posteriormente durante la estadía en París, en la cual
lán tampoco resultaba alentador. El vínculo con su socio comenzará a tener protagonismo la pintura, aunque sus
se iba deteriorando en la medida en que el industrial iba juguetes nunca dejaron de producirse.
dejando de lado al artista porque ya no le resultaba im- Joaquín Torres García encontró en la fabricación
prescindible para sus negocios –a Joaquín Torres García de los juguetes la posibilidad de introducir a los niños
no le queda nada que hacer en Barcelona. en el universo del arte que es, esencialmente, juego. Un
El uruguayo hizo juguetes en Cataluña, en Nueva York, modo de conocer el mundo profundamente y lo que ha-
en Italia, en el sur de Francia y en París donde se estableció bita en todos lados, la estructura. El niño que juega es
en 1928. Regresó a sus sesenta años a Montevideo para materia transformando la materia. Opera como lo hace
llevar consigo la posibilidad del desarrollo de un universo la naturaleza porque es naturaleza y el artista, que tam-
plástico singular, una identidad fundada en la capacidad bién lo es, conoce profundamente las leyes que rigen el
de juego, como resultó ser su Universalismo Constructivo: universo de lo visible, siempre discretas pero presentes.
“He dicho Escuela del Sur; porque en realidad, nuestro Charles Baudelaire define a este hombre/artista/niño7
norte es el Sur. No debe haber norte, para nosotros, sino como un ser pleno, con una profunda comprensión del
por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el cosmos. El arte es medio para asir el mundo y la curiosi-
mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nues- dad motor original. En este sentido, los juguetes de To-
tra posición, y no como quieren en el resto del mundo. rres García resultan dispositivos y motores eficaces para
La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala la exploración y creación porque nacen y se nutren en
insistentemente el Sur, nuestro norte.”4 Esta expresión el contexto de la experiencia moderna que en aquellos
denota el deseo profundo del artista de repensar el arte momentos mira con atención e interés a las primeras ex-
y la enseñanza del arte basados en lo que su país de ori- presiones de la infancia, así como a lo más primitivo y
gen guarda de auténtico, pero enriquecido y con un fuerte original del arte humano. El arte moderno encuentra así
componente de todo lo aprendido en el viejo continente. el suelo firme para moverse con libertad en el terreno
Su estadía en Nueva York, desde 1920 y hasta 1922, de lo diverso. “La modernidad es lo transitorio, lo fu-
le provocó un gran impacto visual y produjo un fuerte gitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad
interés en sus formas. Multidireccionalidad, luces y mo- es lo eterno y lo inmutable”.8 En los confines de aquel
vimiento incesante, geometría. Estos aspectos urbanos hombre-niño que caracteriza Baudelaire podemos iden-
y modernos de los cuales se impregna cobraron fuerte tificar a Joaquín Torres García y su gran arte del juego,
presencia en su pintura y en la creación de nuevos jugue- un hombre acompañado por su “ser niño” como por su
tes, como su novedoso caballito balancín patentado por sombra, para el cual todo el conjunto de lo existente re-
el artista en 1922. La ciudad estadounidense que en un sulta sencillamente sorprendente.
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43

A pesar de la variedad de dificultades que encontró Obras de Paula Adamo


el artista para la fabricación de sus juguetes a lo largo del
tiempo, junto a las serias repercusiones en su economía,
nunca perdió interés en la realización de los mismos.
Fueron respuesta y resistencia a los tiempos del capi-
talismo en vías de desarrollo. Lo adverso no le impidió
distinguir lo importante: “Lo importante es mantener el 1 Joaquín Torres García, 1919. Texto incluido en el “Catálogo de
espíritu despierto, vibrante. Y esto hay que conseguirlo manufacturas de juguetes”, de Francisco Ramblà. Barcelona. J. T. G.
presenta sus juguetes en la VI Exposición de juguetes y artículos de bazar
ocupándose en esas divinas cosas inútiles. Imita a los ni- en la Universidad Industrial. Dicho catálogo se incluye en la exposición.
ños: juega.”9 (Joan Sureda Pons. Torres García. Pasión Clásica. Madrid, Ediciones Akal-
En noviembre de 2005 se llevó a cabo en el Museo Arte contemporáneo, 1998.)
Torres García una exposición de sus juguetes titulada 2 Ibid.
“Aladdin. Juguetes Transformables”. La misma estuvo 3 Desde 1907 Torres García había enseñado plástica en el colegio
experimental de Mont d’Or, fundado por su amigo, el pedagogo Joan
compuesta por diversos modelos de juguetes en madera
Palau i Vera.
pintada, bocetos, documentos de época, y un pequeño 4 Torres García, Joaquín. Universalismo Constructivo. Buenos Aires,
teatro con sus escenografías que el artista creó para na- Poseidón, 1941.
rrar historias a sus propios hijos. La misma muestra fue 5 Torres García, Joaquín. “New York” (Manuscrito inédito, 1921,
traída dos años después al Museo de Arte Latinoameri- Archivo del Museo Torres García).
cano de Buenos Aires, curada por sus bisnietos Jimena 6 Archivo del Museo Torres García.
7 Baudelaire, Charles. Arte y modernidad. Buenos Aires, Prometeo,
Perera y Alejandro Díaz. 2009.
Los juguetes de Torres García son el mundo. Los ni- 8 Ibid.
ños juegan el mundo: lo desarman, lo arman distinto y 9 Torres García, Joaquín. “Hechos” (Manuscrito inédito, 1922,
lo vuelven a desarmar… Archivo de Museo Torres García).
Marosa di Giorgio
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Del teatrillo de
la infancia a las
44 performances
poéticas
Un recorrido por la obra y los testimonios de la poeta uruguaya a partir
de su peculiar concepción de la teatralidad y de la infancia.

por Irina Garbatzky*


La rareza
“¿A vos también te visitan los ángeles?”: Al recordar miento entre la palabra privada y la poética, sino sobre
la pregunta de Marosa di Giorgio, Hugo Achugar1 no todo el énfasis en la literalidad de su visión. Ella insiste:
puede decidir si estaba hecha o no con verdadera ino- no es una metáfora decir que ve gigantes caminando por
cencia. La opción es válida, piensa el crítico uruguayo, en el jardín o que las hadas se le presentan, es pura trans-
tanto su elucidación permitiría saber si la poeta distinguía cripción de una vivencia.4 Entre lo fabuloso y la realidad
las estéticas que atravesaban su obra (lo camp, lo kitsch, lo no existiría, así, una línea divisoria. Dice: “Todo es como
romántico) y así poder colocar su figura como la “versión un retrato que fuera, a la vez el original.”5
posmoderna de cierta poesía femenina uruguaya”.2 El relato que Di Giorgio repite es el de una revelación
Me interesa retomar esta cuestión, pero en otra clave. a la que no le ha podido poner un nombre, pero sí una
La “rareza” de Marosa, si bien se aleja del anecdotario fecha: aproximadamente a los cuatro años. “Un día en
exotista, se sitúa en la inestabilidad provocada por un el jardín, de pronto, me emparenté con la magnolia”,
acontecimiento infantil, reticente a volverse parte del “quedé como una testigo, sensible y ardiente, de todas
mundo, cuyo relato sustenta una peculiar concepción de las cosas”.6
la teatralidad que atraviesa su poesía y sus performances. A partir de allí, dice, comienza la continuación de la
La inquietud por su rareza, de hecho, ha sido per- brecha abierta por el acontecimiento que la dejó pren-
manente para las distintas personas que la entrevistaron. dada a ese fondo de la infancia, ese ser, para siempre,
¿Es cierto que le hablan los ángeles? ¿Qué simbolizan “la misma niña a la sombra de los durazneros de mi pa-
las hadas? Cuando los cronistas de la revista Postdata le dre”. Nunca más pudo dejar de estar a medias entre este
preguntaron qué pasaría si en la avenida 18 de Julio se mundo y otro. La Marosa outsider hizo florecer todos los
presentara una gallina transparente, ella respondió: “No estereotipos de su rareza, como el admitir tomar alcohol
veo la 18 de Julio. Y sí, el ave con transparencia, los hue- en alguna reunión para integrarse, estar constantemente
vos celestes, rosados y amarillos. Y siempre pasa un hada acelerada o ansiosa por transcribir el fluir del recuerdo,
con un pétalo distinto.”3 o ser observada por la gente con fijeza, “como si fuera un
Lo que sorprende no es sólo la ausencia de distancia- ser bajado de la luna”.7

*
Irina Garbatzky es docente de la Universidad Nacional de Rosario y becaria doctoral de CONICET. Colabora con artículos y reseñas en diversas
publicaciones como Diario de poesía, Bazar americano y el suplemento “Señales” del diario La Capital. Como poeta ha publicado en el volumen El
management envilece al mundo (Clase Turista, Buenos Aires, 2010).
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INFANCIAS
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INFANCIAS
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46

| si se habla de un “representar” sin objeto, es porque


lo que se juega en el teatrito infantil de las hermanas Di
Giorgio es la representación de la vida misma. |

“El teatro es otra forma de la poesía”


Aquí es donde debemos reconstruir la trayectoria de El teatro no es más que una proyección externa que
su particular idea de teatralidad. Porque el otro relato nos cuida de las penurias y con la que atravesamos la
recurrente de su infancia es el de las “representaciones”; vida. Así, en los pocos momentos en los que en Los pa-
los juegos teatrales con la hermana y las primas o los peles salvajes se menciona el teatrillo de la infancia, no se
recitales de ella misma, sola frente a las flores. Luego refiere la pieza representada sino ese mismo juego de
vendrían las clases de teatro y la participación en un con- representar, en el medio del bosque como centro de las
junto teatral durante la adolescencia, pero fue la expe- apariciones.
riencia de ese teatrillo infantil la que “abrió una zona”, Un teatro de la naturaleza, que ilumina un conflicto
elaborando una forma particular de escenificación, en la con la lengua como herramienta de lo comunicable y de
cual la representación no estaba supeditada a la ficción. lo perdurable. En el momento de esas obras, –siempre
Un teatro “innato”, como dice su hermana, o natural, improvisadas, con los vecinos de público y en el medio
que hace que cuando se hable de “interpretación” o de de la huerta– quienes hablan tienen miedo de no saber
“representación” no importe qué se interpreta o qué se (“yo, siempre, tenía miedo de perder la letra”) y quienes
representa.8 no poseen lenguaje, lo aprenden (“teníamos algunos ani-
Claro que si se habla de un “representar” sin objeto, males en el elenco; habían aprendido a moverse en un
es porque lo que se juega en el teatrito infantil de las her- escenario, a vestirse, a calzarse, y hasta decían algunas
manas Di Giorgio es la representación de la vida misma. palabras”).9 Es un teatro lábil que se disipa rápidamente
Los intercambios son bidireccionales; tanto se representa en el paisaje.10
la vida de los huertos como se utilizan las herramientas Pero además, como Josefina, la cantora de Franz
del teatro para vivir. Marosa sabía –un saber, posible- Kafka, la “recitatriz” no comunica más que el propio acto
mente no sistemático, ni exhaustivo– de las ambigüe- escénico, el cual se liga al propio acontecer, silencioso, de
dades entre la autobiografía y la representación, de los lo natural:
modos de transformar la vida en teatro. No es extraño
que inmediatamente después del relato sobre las repre- En mitad de la tarde, delante de los frutales, apareció la recita-
sentaciones infantiles agregue: dora; (…). La gente, que se acuclillaba a escuchar, no entendía
bien lo que ella decía, ¿contaba la historia de cada ser y cada
[Nuestros padres] Nos hacían sentir princesas, muñecas, y con cosa?, el gusano, la perdiz y la rosa, con movimientos serios y
esa envoltura pasé la escuela, el liceo, el teatro, la desaparición breves, o con una leve sonrisa de sus labios fuertemente teñidos
de familiares, los quebrantos económicos, y atravieso la vida. de rosa. (2008:509)
(2008:658)
En otro sentido, estas representaciones sin objeto
La visión
son el prototipo de lo litúrgico. En parte a causa de ser –¿Cómo elaboras tus escritos?

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efectivamente “comedias místicas”, en las que los actores –Mentalmente, quiero decir sin página y lápiz; después, lo digo
cambian sus nombres por los de santos,11 pero a su vez en voz alta, para constatar si posee el ritmo debido. Entonces,
porque toman su modelo de la plegaria, el único “reci- lo escribo.14
tal” cuya enunciación, performativamente, no necesita
más objeto que su pronunciación. Rezar y recitar: en La espiral performativa en Di Giorgio tiene al menos
adelante el teatro será el ritual que reitera esta acción de dos vueltas. Primero, esta precedencia del acto a la escri-
representación sin objeto. tura, el poema que emerge como traducción o memorial
de una visión. Luego, después del texto, la performance
Mi oficio: rezadora. […] Y mamá dijo: –Ven aquí, recitadora. teatral, en donde nuevamente, como en los juegos de in-
Y me tomó como hija, me llevó a casa, me entregó a papá, las fancia, resulta una “representación” sin objeto directo.
tías, a la hermana y a las primas, que, al mirarme de reojo, Allí la poeta no ficcionaliza sus relatos, no los ilustra ni 47
me quisieron, y hasta enclavaron un pequeño teatro en mitad los actúa, sólo “representa”.
de la cocina, del comedor y de la mesa, para que prosiguiese mi El mundo de la infancia no retorna en términos de
murmurio y oración. Y yo representaba a la caída de la tarde, una mímesis en la que podrían verse ángeles, animales
entre retamas, en el silencio, o sobre el almohadón de gatos. o escenografías de jardines. Di Giorgio lo formula con-
(2008:383) ceptualmente, en el sentido de la anti-figuración de una
obra, en base a este acto mental que dio la idea a la es-
De este modo, cuando Marosa presente sus perfor- critura. Es decir, si una performance “es como construir
mances buscará repetir, más que la certeza o la exactitud frente al público, construir con la fe, rosas, clavelinas y
biográfica, ese “espacio cerrado de la representación repartirlas”,15 o bien, “un rito, un ritual, un reescribir
originaria, de la archi-manifestación de la fuerza o de diciendo. [Un] haber encontrado vino de ocultas misas y
la vida. Espacio cerrado, es decir, espacio producido beberlo en vaso de piedras rojas, delante del prójimo”16,
desde dentro de sí y no ya organizado desde otro lugar efectivamente, literalmente, en escena Marosa repartirá
ausente.”12 claveles o hablará frente a ellos, colocará una copa de
En virtud de la sensibilidad que se busca recuperar, las vino, etcétera. Las performances realizan una recreación
performances poéticas de Marosa (denominadas por ella conceptual de sus poemas, basándose en el recuerdo de
“recitales”)13 perseguirán las huellas de ese acontecimiento las representaciones infantiles, a través de una clausura
de sustracción del mundo, de imantación de la vida. No se de la representación, un advenimiento literal de las visio-
representa una obra, se recrea una experiencia. nes de la infancia.
La vocalidad
Para esto, es lógico que haya venido bien la austeri- En la cuidadosa coreografía y los pocos objetos de la
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dad escénica: una mesa, una silla, una túnica, el cabello escena, una serie de elementos resultaban sumamente
rojo, algún adorno en el pelo, o un collar, los pies descal- perturbadores. El deseo y la autoridad, el mundo eroti-
zos, a veces pintados hacia arriba, como venas o raíces, zado, el intercambio de amor, e incluso el placer sexual
las uñas y los labios pintados de negro y un ramo de rosas vinculado a la religión católica se exponían de un modo
o de claveles. Los movimientos también eran contenidos. particularmente tenso: la niña siniestra, cuyos detalles del
La vemos de pie, dando el frente o el perfil al público, cabello o del vestido remitían a su universo hogareño,
sentada en la silla, caminando brevemente por ese pe- que conjuntamente desplegaba las uñas pintadas de ne-
queño espacio, donde arrojaba las flores al final. gro, los pies con las marcas como si fueran de sangre.
No obstante este relato conceptual, sus performan- El tono hierático se cortaba con la serie de modifi-
48 ces no tenían nada de improvisación ni involucraban al caciones vocales que realizaba sobre sus poemas, casi
público de una forma activa. Los poemas eran recitados parodiándolos. Quien escuche el CD “Diadema” que
rigurosamente de memoria, e incluso los movimientos y acompaña la edición de Flor de lis y componga una per-
los elementos de la escena respondían a una composi- formance imaginaria siguiendo la escucha con la lectura
ción elaborada por la poeta junto a un director teatral, de los poemas, encontrará diferencias asombrosas.22 Di
que después se fue adaptando a los distintos lugares en Giorgio inventa exclamaciones donde no las hay, (“¡La
donde fue presentada. El objetivo, mediante la memori- hija del diablo se casa!”, es una exclamación que en la
zación era hacer aparecer la fluidez; en este sentido, el gráfica no existe), baja la voz o canta (“se vaaaa por ahíiii
entrenamiento teatral de Di Giorgio apuntaba a hacer y es chiquitíiiiito…”), desune las entonaciones esperables
ver lo invisible a fuerza de una repetición secuencial.17 y señaladas por los signos de puntuación. Ensancha en el
Habría que preguntarse por dónde transcurre la tea- terreno de la voz el tono de sus propios poemas, o mejor,
tralidad, ese proceso que se logra alterar del espacio, aun los transporta: en ella escuchamos los recitados de Del-
cuando no se represente una ficción, o no se postule un mira Agustini o de Rubén Darío que tenían lugar en su
escenario clásico.18 Es posible suponer que en la dispo- casa, la musicalidad del modernismo en el medio de las
sición actoral de la poeta, se intentaba hacer pasar lo in- huertas de Salto.23
visible a través de la propia sustracción. Si el performer se La descomposición vocal de la poeta también tiene
distingue del actor en tanto habla en nombre propio sin que ver con un viraje a la historia y a la infancia.
plantear un personaje19, no por eso, necesariamente, la
corporalidad que produce coincide punto por punto con
su anatomía. Quiero decir, ha de haber acontecimiento
cuando el performer logre disimularse a sí mismo en el si-
mulacro corporal que consigue… ¿construir? Como en
la performance realizada en Saint Nazaire (1992),20 cuando
la vemos sentada junto a un traductor que lee sus poemas
en francés, y se alternan las apariciones: ya bien Marosa
se levanta, comienza con su coreografía de movimientos,
las flores, el rodeo a la silla hasta que termina, se sienta
y se calla, mientras el traductor comienza a leer. Pienso:
¿Son los silencios menos elocuentes que el recital? ¿Qué
se construía teatralmente, aún incluso en la quietud y
en la austeridad escénica, cuando Marosa esperaba su
turno, con la mirada fija en un punto muerto?
Si hay una verdad a la que el actor no debería trai-
cionar es aquella por la cual él se hace partícipe de otro
mundo. La performance buscaba que el espectador, más allá
de observar sus movimientos de manos, su vestimenta o
sus gestos, la viera viendo un espacio no presente.21

| El deseo y la autoridad, el mundo erotizado, el


intercambio de amor, e incluso el placer sexual
vinculado a la religión católica se exponían de un modo
particularmente tenso. |
Santacreu y Sol Fichero para revista Posdata, margaritas –fritas–, o corales. Y ellos aplaudían
El humor Montevideo, 19 de mayo de 2000. Publicada rezando vagamente”. Ibíd, pp. 296-297.

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en Di Giorgio, Marosa. No develarás el 12 Derrida, Jacques. “El teatro de la
Cuentan sus compañeros del
misterio. Entrevistas 1973-2004, Nidia di Giorgio, crueldad y la clausura de la representación” en:
conjunto Decir, la compañía teatral Edgardo Russo y Osvaldo Aguirre (eds.), El La escritura y la diferencia. Anthropos, Barcelona,
de Salto donde participaba en su cuenco de Plata, Bs. As., 2010, pp. 115-119. 1989, pp. 318-343.
juventud, que los papeles que mejor 4 Di Giorgio reitera que es una “visitada”. 13 Di Giorgio hacía una distinción entre
interpretaba, aun cuando sus heroí- “¿Las hadas? […] Me tocó vivir en un sitio lecturas de poesía convencionales y “recitales”.
donde proliferaban”, “En mi caso es un don, Sólo estos últimos se planteaban como
nas preferidas eran las trágicas, eran
anunciado por un ángel con una frase nítida”, espectáculo teatral. Su primera performance, un
los de la comedia.24 Y no nos extraña “Sombras que se presentaban…No estoy año después de haberse mudado a Montevideo
cuando vemos algún registro de sus soñando: realmente es así”, “Lo que me decían (1979), recupera este tono infantil en el título:
performances y sobre todo las versiones los ángeles. Pero no quiero ni debo explicar.” “Juego de palabras”. Las menciones que haré
de sus poemas puestos en escena por “Había un gigante, sólo yo me percaté, rondó el a continuación de sus recitales pertenecen al
Batato Barea o Fernando Noy, que jardín todo el día”, “[Las hadas madrinas] con espectáculo que armó a partir de mediados de 49
esas faldas flotantes, el cabello largo, la diadema, los ochenta, asesorada por un director teatral,
sus textos terroríficos o solemnes
los dedos frágiles que cambian las flores. Yo vi Atilio Acosta, que primero se llamó El Lobo
misteriosamente se nos vuelvan risi- varias”. Ibíd., pp. 61, 82, 74, 66 y 139. y después Diadema, presentado en diferentes
bles. Alain Badiou25 lo explica para 5 Ibíd, pág.26. sitios de Montevideo y del mundo. Di Giorgio
la comedia: se trata de la circulación 6 Ibíd, pág.67. Se trata de una escena sabía el guión de memoria, y gracias a la
del deseo. Mientras la tragedia es su de sustracción del mundo, cercana a una parquedad de su puesta escénica, lo adaptaba a
revelación religiosa, que insiste en diversas los diferentes lugares en donde lo presentaba.
atolladero, su captación por parte del
entrevistas. “Estaba en Salto, en las chacras, 14 Di Giorgio, M. No develarás el misterio,
Estado, la comedia pone a rodar el al pie de un árbol como éste, yo era muy pág.41.
deseo entre los sexos, los desencuen- pequeña…[…] entonces se me apareció…[…] 15 Ibíd, pág.84.
tra, los malinterpreta. No se trata La Virgen María. La Virgen bajó de los cielos 16 Ibíd, pág.147.
únicamente de ese deseo sin fin que y me pidió que me dedicara a escribir.” Ver 17 “-¿Improvisa? –Nunca. Todo es de memoria.
transita la poesía de Di Giorgio, ni Courtuoise, Rafael. “Marosa aparecida. Tres Si alguna vez da la sensación de que estoy
rosas inmóviles” en: Hermes Criollo. Año 4, nº 9, improvisando, entonces está logrado lo que
de las atribuciones sexuales insólitas
Julio-Octubre 2005, Montevideo, pp. 67-68. pretendí.” Ibíd, pág.155.
a animales o vegetales, sino también 7 Di Giorgio, ob. cit., págs. 60 y 37. 18 Cfr. Féral, Josette. Teatro, teoría y práctica.
de esas contraposiciones imprevistas 8 Nidia di Giorgio comenta en una Más allá de las fronteras. Galerna, Bs. As., 2004.
de los gestos: lo aniñado en la vieja, entrevista realizada para este trabajo en Mayo 19 Cfr. Pavis, Patrice. Diccionario de teatro.
lo estrafalario, lo rígido, lo escolar, de 2010 (inédita): “Además, creo que fue un Paidós, Buenos Aires, 2008.
poco innato también, porque como Marosa lo 20 El registro de la performance se encuentra
desmontaban sutilmente los poemas
ha dicho en reportajes, nosotras desde niñas en el VHS MDG. Écrivain uruguayen. Hôte
escritos, o tal vez los “representaban” cuando vivíamos en las quintas teníamos un de la Maison des Escrivains Etrangers et des
desde el recuerdo de esas “comedias grupo de teatro.” Y Marosa, en una nota Traducteurs de Saint-Nazaire en Sept. et Oct.
de santos” agrestes, que, como en publicada póstumamente en el tomo 11 de la 1992, Ville de Saint-Nazaire, Direction de
la tradición barroca, proponían ese Colección de Escritores Salteños (2006), coloca al L’Action Culturelle. (Archivo Nidia di Giorgio).
nudo ambiguo entre la hagiografía teatro como el primer deseo vocacional: “A 21 En este sentido, entre los testimonios de
mí me bastó una vez ver una película y ver un sus performances, resulta pertinente esta cita:
religiosa y las vidas de los pecadores.
circo para que la imaginación ya aceptara eso “Recuerdo a Marosa en el escenario de la sala
Claro que si los vicios en Di Giorgio como el mundo propio… Entonces después de Batato Barea del Centro Cultural Ricardo
lograran disolverse y convertirse en ver eso se me abrió una zona, además de que Rojas (donde hasta los últimos años actuó casi
moraleja quedaríamos aburridos, o lo de interpretar está en mí… me encantaría anualmente) de negro, sobre un fondo negro,
liberados, y no es esto lo que ocurre ser actriz…Y en la adolescencia con mi descalza, con las uñas pintadas de rojo y una
hermana habíamos elegido eso, que no pudo rosa en la mano. No me acuerdo si llevaba
(ni siquiera hoy, cuando la vemos a
ser…” . Cfr. “Síntesis biográfica de Marosa Di anteojos oscuros, pero sobre las tablas, junto a
través de un registro precario). Des- Giorgio” elaborada por Daniel García Helder, ella, había un caballo. Si eso fue o no cierto es lo de
pués de ver sus recitales sabemos en: Di Giorgio, Marosa. Los papeles salvajes. menos, Marosa era una ilusionista con su voz en las
que como público sólo éramos el ele- Edición definitiva de la obra poética reunida, Adriana palabras.” Mariasch, Marina. “El sexo de
mento necesario para el despliegue Hidalgo, 2008, pág.661. En adelante todas las flores” en: Perfil, 7 de septiembre de 2008,
de un espacio lejano. No nos hemos las citas referidas a Los papeles salvajes llevan el Buenos Aires. (El énfasis es mío).
número de página de dicha edición. 22 Cfr. Di Giorgio, Marosa. Flor de lis. CD
conmovido: hemos sido picados por
9 Di Giorgio, M. Los papeles salvajes, pág.189. Diadema. El cuenco de plata, Buenos Aires, 2004.
la risa mordaz y siniestra de la niña 10 “La compañía de Teatro de los Huertos 23 Cfr. Di Giorgio, No develarás el misterio,
Di Giorgio. terminó los ensayos y se disipó un poco. […] No pág.49.
sé cuál va a ser el destino de la troupe que ahora 24 Garet, Leonardo. El milagro incesante. Vida
1 Achugar, Hugo. “¿Kitsch, vanguardia o dirijo; todos son mayores que yo y mi reinado y obra de Marosa di Giorgio. Ediciones Aldebarán,
estética camp? Apuntes fragmentarios sobre parece frágil. La noche devoró, totalmente, al Montevideo, 2006, pág.56.
Marosa di Giorgio” en: Hispamérica, Año 34, jardín de los nísperos.” Ibíd., pp. 284-285. 25 Badiou, Alain. “¿Qué piensa el teatro?” en:
No. 101, Agosto 2005, pp. 105-110. 11 “Fue cuando hicimos las comedias místicas, Reflexiones sobre nuestro tiempo. Ediciones del
2 Ibíd, pág.110. Isabel, Iris, Nidia y yo. Y a cada uno de los que Cifrado, Buenos Aires, 2000.
3 Entrevista realizada por María José venían a vernos, se daba un cucurucho de arroz,
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EDUARDA MANSILLA
o lasvicisitudes
50
de la mujer puente

por Jimena Néspolo

P
Especie de eslabón perdido rimera cultora del género infantil en Argentina, sobrina y traduc-
tora precoz del caudillo Juan Manuel de Rosas, hermana de Lucio
entre el fragor de las luchas
V. Mansilla, esposa del diplomático Manuel Rafael García, amiga de
intestinas y el despuntar del Sarmiento, de Victor Hugo, de Laboulaye… Cualquiera de las caras de ese
extraño poliedro que fue la vida y obra de Eduarda Mansilla (1834-1892)
Estado-nación, la reciente
–esculpido entre las cabriolas de la política, el despuntar de un Estado en
reedición de sus Cuentos (1880) ciernes y una familia vuelta literatura– resulta por sí sola deslumbrante y
aún así, pudorosamente excesiva. La lectura de sus textos, relatos y folletines
nos revela no sólo a la primera
escritos ya bajo seudónimo masculino, ya en otro idioma, ya en otro país,
cultora del género infantil en deja un regusto extraño, contradictorio, de antinomia encarnada, como si
se tratara de una flor exótica que cuajara su ambrosía destilando raros per-
el Río de la Plata, sino además
fumes y venenos.
la existencia de una poética Decir que Eduarda, específicamente su ficción gótica “El ramito de ro-
mero” (1883), bien puede ser leída como “la” precursora fantasmática que
fascinante capaz de subsumir
trasunta las páginas borgianas de “El Aleph” no anticipa mucho. Decir que
la antítesis sarmientina los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga respiran al compás de sus fábulas
infantiles pareciera que tampoco es suficiente. Decir que su escritura de-
civilización/barbarie.
rrapa, desborda por los siete costados y sus fisuras, como si no llegara nunca
a cuadrar del todo en los límites que la misma autora se autoimpone con sus
llamamientos a la civilidad y las buenas costumbres, y en esa tensión irre-
suelta, entre la letra (anormal) que fluye y la normalidad que en todo tiempo
reclama, no pudiera más que llamarse al silencio dejando, a su paso, un
vacío que hiere –antes de morir compromete a sus deudos a que no reediten
sus libros y encima, al poco tiempo, se extravía un gran arcón con numerosos
textos inéditos.
Desterrada del canon1 junto a otras escritoras argentinas del siglo XIX
(como Juana Manuela Gorriti o Juana Manso, por ejemplo), si bien su figura
comienza a ser rescatada en los últimos años del siglo XX, la demorada cir-
culación de sus textos la ubica en un lugar incluso más problemático cuando
observamos que, en vida, Eduarda Mansilla fue quizá la mujer argentina
Obras de Paula Adamo más ilustrada e influyente de su tiempo.
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Una jaulita dorada

El volumen de sus Cuentos infantiles reúne nueve textos y un prólogo ti- | …o bien Eduarda asume el
tulado “Una palabra al lector” donde Eduarda expone su concepción del “género” de manera laxa, o bien este
género, el porqué de la publicación y los referentes europeos que encumbra llamamiento debe leerse como ironía
como antecedentes de su novedosa empresa. De esta manera asegura: “Si o sagaz captatio benevolentiae de
lo hice bien o mal, no me incumbe a mí decirlo; solo he intentado producir una artista dispuesta, como el lobo de
en español, lo que creo que no existe aún original en ese idioma: es decir el “Caperucita” de los hermanos Grimm,
género literario de Andersen.”2 a comerse mejor a sus lectores.|
La Fontaine, Andersen, la condesa de Segur y Laboulaye3 son así explíci-
tamente invocados. No obstante, la profusión de citas y referencias eruditas
a la historia universal, la constante mención a personajes históricos, de la
cultura y de la actualidad (que tan bien rastrea y repone Hebe Beatriz Mo-
lina en la edición anotada que manejamos) desquicia de raíz su “modesto”
objetivo de “Vivir en la memoria de los niños argentinos!” (sic).
Para que nos entendamos: o bien Eduarda asume el “género” de manera
laxa, o bien este llamamiento debe leerse como ironía o sagaz captatio benevo-
lentiae de una artista dispuesta, como el lobo de “Caperucita” de los hermanos
Grimm, a comerse mejor a sus lectores. En todo caso, Eduarda sabe que para
llegar a los niños, primero debe conquistar a sus madres, y confiesa sin más su
celo: “¡Cuál ha sido mi objetivo al componer estos cuentos? (…) Penetrar en
el hogar por la puerta mágica de la fantasía, y que las madres encuentren en
mis cuentos con qué reemplazar esos hoy olvidados, que en mi infancia con-
taba yo a mi anciana abuelita.”(94) Y más adelante: “Casi con envidia veía
el entusiasmo con que esas inteligencias [sus hijos], esos corazones que eran
míos, se asimilaban sentimientos e ideas que yo no les sugería; y más de una
vez traté de cautivar a mi turno con mis narraciones al grupo infantil.”(95)
Pero detengámonos en el diminutivo “abuelita”, y a su vez en el hecho
de que no era la abuelita la que contaba los cuentos a la niña, sino al revés.
Observemos además que para la fecha en que se publica este libro, Eduarda
era ya una venerable “abuelita” que no sólo había dejado a su esposo, sino
también a unos cuantos de sus hijos y nietos en Francia, para venir a dis-
putar cuerpo a cuerpo un lugar en las letras patrias. Podríamos trasquilar
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todas las páginas del volumen en la precisa observación Guerra –volumen organizado como un diálogo entre
de la cantidad de diminutivos que lo puntean y quizá, sin madre e hija que incluía, además, un “Resumen de las
demasiada sorpresa, concluiríamos en que no siempre reglas de urbanidad”–; o El recreo de las niñas: Preceptos,
esos diminutivos colaboran en la creación de un clima ejemplos morales, propios para la educación de las mujeres (1855,
infantil, más bien todo lo contrario. Veamos por ejemplo 1864 para la edición argentina), del chileno Luis Ver-
el comienzo del relato que abre el libro, intitulado “La dollin. Con todo, es preciso distinguir la idiosincrasia
Jaulita Dorada”: de estos y otros textos que, a diferencia de los Eduarda,
difundidos bajo la esfera pedagógica ligada a la política
Había una vez cierta Jaulita dorada, que desde el día en que de promoción y obligatoriedad de la educación, fueron
52 salió de la fábrica que le dio forma, se lo pasaba descontenta, la malla disciplinadora oficial de la infancia y juventud
fastidiada y triste! de la época.6
En vano la picarilla se sabía bonita y coquetamente adornada “Virtud y trabajo” son entonces los altos valores in-
con graciosas campanitas rojas como la flor del granado, que vocados. Los mismos que el positivismo romántico de
realzaban a las mil maravillas su caprichosa estructura de pa- Augusto Compte había reservado para la mujer en el pa-
goda chinesca. roxismo de su “Religión de la Humanidad”, encumbrán-
“¿De qué me sirven estas galas?, decía. “El tener un enrejadito dola en verdadero “ángel de la guarda” que auguraría
brillante, lujoso, un pisito reluciente…”(…) La más profunda el triunfo del espíritu positivo sobre la tierra, al conciliar
melancolía abrumaba a la pobre jaulita. Cierto es que en el en su seno las necesidades afectivas e intelectuales de los
almacén había un muchacho de unos doce años, que miraba hombres.7 La figuración de la maternidad como extrema
continuamente a la preciosa pagoda con gran admiración y ve- realización psicofemenina que puede observarse en los
hemente deseo de llamarla suya. Pero aquella maravilla valía textos de Eduarda debe ser pensada como culminación
doscientos pesos, y Camilo, que era muy pobre, se contentaba de ese paradigma de pensamiento que, curiosamente,
con pasarle el plumero delicadamente, admirarla en secreto y puede rastrearse luego en la reflexión de otra feminista,
devorar con ávidas miradas el portento. de cuño “extrañado”, como Lou Andreas-Salomé.8 Las
La jaulita, a decir verdad, leía en el pensamiento pobre de Ca- consideraciones de Eduarda vertidas en distintas cola-
milo, que, tal es el don de todas las jaulitas doradas; pero es boraciones realizadas en este período porteño, en El Na-
fuerza confesarlo, no simpatizaba con su admirador. cional, La Ondina del Plata, La Nación o La Gaceta Musical
(97-98) comulgan con aquéllas esbozadas años después por la
musa inspiradora de Nietzsche, Rilke y Freud en “Re-
Como se sospechará, la felicidad que añora la Jaulita flexiones sobre el amor”, “Erótica”, “El ser humano
es la de poder enjaular a un lindo canario que, luego de como mujer”. Veamos por ejemplo un artículo publi-
apresado, es comido por un taimado gato que la hunde cado en el diario La Nación, en 1883 (“Educación de la
en la más terrible pena. Pero en efecto, algo hace ruido mujer”):
en este relato y en los sucesivos. Algo chirría en estas
estructuras que pretenden ser estables, absolutamente Yo lo confieso, a trueque quizá de arrancar ilusiones a algunos
correctas para el rol de educadora y “ángel del hogar” de mis amigos: no soy partidaria de la emancipación de la mu-
asignado a la mujer en la época, pero que al fin, cual jer, en el sentido de creer que ésta podrá luchar con el hombre en
construcción a la que se le han volado algunas tejas, ter- el terreno de las ciencias y en su aplicación profesional.
mina enrareciendo todo el libro. Como era de esperarse, Pienso que la naturaleza ha dispuesto las cosas de otra suerte,
los primeros en caer en la cuenta de ello son sus mis- y que la que está destinada a llevar en su seno al que más tarde
mos contemporáneos. Así, luego de publicado el libro ha de ser un hombre, hállase por ese hecho mismo, no digo a la
aparece en el Anuario Bibliográfico editado por Alberto altura de este último, sino más arriba.
Navarro Viola una crítica lapidaria –que ni siquiera la
bendición/salvataje de parte de Sarmiento4 puede inva- Ambas, Eduarda Mansilla y Lou Andreas-Salomé
lidar– que le achaca a la autora “incorrección” y “mal comparten, en efecto, un malestar con la causa femi-
gusto” (“…resulta de bastante mal gusto, recargado, en- nista; el malestar de mujeres que, siendo muy influyentes
cabezadas las páginas con angelitos de libro de misa y en su época, no se reconocían en un discurso que ponía
sobre todo, impreso en feo tipo y con tal incorrección y en escena la subalternidad femenina, y desplegaban por
descuido que raya en lo increíble”5). Puede que la jaulita tanto un aparato retórico capaz de presentar como vir-
dorada “ejemplar” de la época fuera Julia o la educación. tud o valor aquello que el discurso androcéntrico abier-
Libro de lectura para las niñas (1863), de la educadora Rosa tamente denostaba.
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53

Cabeza de alfiler
como estrategia ficcional el lugar del causer provocando
Para poder entender la peligrosa excentricidad de un revuelo mayúsculo que, a la distancia, no hace más
Eduarda, quizá sea preciso observar la representación que evidenciar los dos grandes sujetos que aterran a la
idiosincrásica que se hace de la mujer en otros textos sociedad “bienpensante” de la época: la mujer indepen-
de época, por ejemplo las novelas Pot-pourri (1881) y Sin diente y el inmigrante. La literatura de Cambaceres es
rumbo (1885), de Eugenio Cambaceres9: un claro tapiz del mundo del ochenta y su moral escin-
dida entre el prostíbulo irredento y la “jaulita dorada”: la
(…) estos demonios de mujeres tienen ciertas cosas que nos en- transgresión de las pautas sacras de la familia purgadas
gañan, aunque ellas mismas no quieran engañar (PP.111) por la batería médico-biologicista de la época, mientras
¡Urraca encerrada en jaula de oro, sin darte cuenta de la in- que en la mujer resultaban condenatorias, en el hom-
dignidad de tus manejos, quiero hacerte el favor de suponerlo, bre se presentaban con el ejercicio de una sexualidad de
espías inquieta y agitada el momento en que la mano incauta de conquista –atributo necesario del poder y la autoridad–.
tu marido te abra las puertas para volar a los tejados vecinos… Pero si, como señala Andrés Avellaneda, Cambaceres
(PP.118) termina por defender los ideales y formas de vida de la
La limitación estrecha de sus facultades, los escasos alcances alta burguesía, que a su vez concluye por aceptarlo como
de su inteligencia incapaz de penetrar en el dominio profundo escritor10, la discreta manera de Eduarda de mantenerse
de la ciencia, rebelde a las concepciones sublimes de las artes, al margen o de llamarse al silencio, frente a la prolifera-
la pobreza de su ser moral, refractario a todas las nociones ción escriturante de sus contemporáneos, exige hoy a la
de justicia y de deber, el aspecto mismo de su cuerpo, ¿(…) crítica un ejercicio reflexivo mayor.
no revelan claramente su destino, (…) no estaban diciendo a Pero el enrarecimiento –arriesgábamos– de estos
gritos que era un ser consagrado al amor esencialmente, casi un textos pretendidamente infantiles (que se hacen cargo,
simple instrumento de placer, creado en vista de la propagación por cierto, del cliché falocéntrico de su época de menos-
sucesiva y creciente de la especie? (SR.137) preciar a la mujer presentándola como una infante per-
petua) se evidencia en la recurrencia de los diminituvos
Con su estilo de juanete bufonesco, conversacional, y de un tema, el de la maternidad. No por casualidad,
de “musicante infeliz que se presenta en público con el dedica los relatos a sus hijos o –suponemos– a otros “ni-
sombrero en la mano y cuyo solo delito consiste en haber ños” próximos de su entorno, teledirigiendo sutilmente
escrito una farsa, en haber compuesto un pot-pourri en la enseñanza brindada en cada apólogo. “Tiflor”, por
el que se canta clarito la verdad”, Cambaceres despliega ejemplo, está dedicado a Rafael (que es el nombre del
Muñeca rota
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tercer hijo de Eduarda), “Pascua” a Eda y Manuel (como se llamaban sus Es el Platón de Las Leyes, el do-
dos hijos mayores), “Chinbrú” a Daniel (su cuarto hijo) y “Nika” a Eddie y lorido testigo de la corrupción de la
Charley (sus hijos menores). No obstante, es preciso apuntar que lo que dife- polis que con minuciosa paciencia
rencia a estos relatos de otros del género es la focalización narrativa, es decir dibuja la imagen de un estado ideal,
el punto de vista que articula la historia, que la más de las veces se centra en quien propone la fórmula para des-
la mirada del “menor” y en el gran arco semántico que esta palabra recorre terrar la decadencia: una legislación
(infante, mujer, indio o esclavo) y que sólo se suspende al final, con el remate seria y la educación del ciudadano
pedagógico-moral que cierra los cuentos. desde la infancia. El juego, en la
54 Veamos uno de los relatos más logrados del conjunto, “El alfiler de ca- perspectiva platónica, es mimesis y
beza negra”, dedicado a un misterioso “Kin”. Esta vez el protagonista de la práctica de la vida seria, y cumple
historia es un alfiler, que metonímicamente refiere a la costura, una actividad una función paidética: es el instru-
ligada al ámbito femenino sobre la que incluso Eduarda reflexiona en el mento más eficaz de la educación y
artículo anteriormente citado.11 Ésta es la historia de “un alfiler de cabeza la vía más placentera para educar al
negra –así comienza el cuento–, a quien se le había metido en su escasa ca- ciudadano. Para Platón no hay juego
becita negra y redonda, que era bonito, muy bonito y con mucho superior sin leyes y la aceptación de las reglas
a sus hermanos alfileres como él; pero no pretenciosos y vanos”. El alfiler de juego crea una comunidad lúdica
en cuestión habitaba un papel en la vidriera de una mercería, rodeado de que es modelo y maqueta de un or-
botones de nácar, relucientes tijeras y ovillos de hilo. Contra lo que podría den acaso perfecto.
suponerse en una lectura apresurada del texto, la moraleja del relato está Desde esta plataforma de pensa-
dispuesta más que a condenar las ambiciones de este alfiler –curioso ante- miento, no sorprende observar que el
cedente del “Cabecita negra” (1962) de Rozenmacher–, a estigmatizar el juguete privilegiado en la formación
hecho de que el mismo abandone y olvide sin más a sus hermanos, es decir femenina haya sido históricamente la
a sus pares, para subirse al bello sombrero de raso de una dama de alcurnia muñeca y que la condena moral des-
y observar desde allí el poético paisaje de la diferencia: “¡Cuán feliz estaba el plegada, por ejemplo, en el cuento
vanidoso, que creía ver plenamente justificadas sus pretenciosas miras: Cierto “La Paloma blanca” esté centrada en
–pensaba– yo valgo lo que mis hermanos no valen, y con razón nunca dudé de la suerte la niña que juega a juegos varoniles y
feliz que me esperaba!” que la narradora llama una y otra vez
Su final es por tanto doblemente ejemplar. La caída al piso, la pérdida de “Machona”. No obstante, superada
su brillante cabeza “donde la luz bailaba juguetona y caprichosa”, su devenir ya “La Jaulita dorada” en las prime-
en atroz juguete de un niño mimado que lo utiliza para flagelar a una mari- ras páginas del libro, Eduarda tam-
posa rota antes de ser barrido por una escoba, resignifica en clave infantil las poco habilita aquí el cliché: Hay una
tensiones que atraviesan todos los textos de Eduarda. “mamita” ideal que es rubia, tiene
Pero es preciso insistir: estos relatos exudan un tufillo que va de la anorma- rizos, carita y gestos de ángel, pero
lidad a la excentricidad revulsiva. Y esa revulsividad se asienta, en parte, en el no sólo está lisiada sino que es “Joro-
hecho de enarbolar a una jaulita o un alfiler en personajes centrales del relato badita” –y así por tanto la llama–; la
miniaturizando problemáticas que son ya sociales, ya de género, para vaciarlas del Jorobadita, entonces, juega a las mu-
pathos trágico y circular del mito y convertirlas en juguetes puestos al servicio de ñecas, cuando la Machona le rompe
los niños (como se recordará, para Baudelaire, el alma del juguete es aquella la que más quiere, muere. Todo el
que los niños pretenden apresar cuando lo destruyen). Según señala Giorgio relato está consecuentemente dis-
Agamben, el carácter esencial del juguete se encuentra en su capacidad de sus- puesto sobre la transformación de la
pender diacrónica y sincrónicamente el sentido (un juguete, en tanto miniaturi- machona en mamita, en la condena
zación, sólo puede comprenderse en su carácter temporal reponiendo ese “una de su virilidad y en la necesidad de
vez” y ese “ya no más” que en tanto objeto diácrónico/sincrónico condensa); que la institutriz (Miss James y todas
el juguete, al fragmentar, tergiversar o miniaturizar el pasado lo presentifica, lo las maestras a las que interpela en las
vuelve pura temporalidad humana.12 Por tanto, como materialización radical últimas líneas del cuento), es decir el
de la historicidad contenida en los objetos, el juguete opera –de ahí su poten- entorno educativo, la acompañe en
cia– en un doble movimiento de clausura y apertura continua. ese proceso.

| La maternidad para Eduarda es la experiencia de lo inefable, la matriz de sujeción y de-sujeción de la psiquis femenina:
una experiencia que, siendo intraducible e inclasificable, se vuelve en su obra, una y otra vez relato.|
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Sin embargo, en esa anormali- cance nacional que, en los hechos, se materializó en el pedido por parte
dad nominativa que puntea el texto, de los cónyuges de que sus apellidos fueran desde entonces un solo bloque
se manifiesta un sino grotesco, en- inseparable: en “García-Mansilla” confluían así las dos líneas antagónicas
tre trágico y bizarro, que termina que habían violentamente escindido, hasta el momento, al territorio del Río
desquiciando la misma ortodoncia de la Plata (“los García, diplomáticos y juriconsultos, liberales, rivadavianos,
disciplinar que intenta desplegar. unitarios y amigos de lo extranjero; y los Mansilla, militares, federales, nacio-
La maternidad para Eduarda es la nalistas y desconfiados de todo lo foráneo”14).
experiencia de lo inefable, la matriz Anteriormente observamos que otro elemento de anomalía en estos re-
de sujeción y de-sujeción de la psi- latos es el modo en que se manifiesta o imparte el saber. El cuento “Bimbo” 55
quis femenina: una experiencia que, narra el amor de una niña por su perro o –mejor dicho– el perfecto amor de
siendo intraducible e inclasificable, un king charles por su ama (“Quién podrá medir jamás el cariño de un perro!
se vuelve en su obra, una y otra vez Qué pasión podrá luchar con esa abnegación incansable, con esa dedicación
relato. de todos los instantes, con esa constancia a prueba de ingratitud, de ausen-
Si en Pablo o la vida en las pampas cia y aun de muerte!”, 135), pero para presentar la donosura del perro la
(novela publicada en París en 1869 narración se detiene, por ejemplo, en un cuadro de Van Dyck, o recuerda al
y traducida por su hermano Lucio personaje bíblico Job para graficar su miseria, o menciona el pensamiento
V. Mansilla para el diario La Tribuna de Fourier y la creación de sus falansterios cuando observa la figura de un
en 1870), por ejemplo, se proponía “sirviente mal entrazado”15.
en principio describir el paisaje, las En los cuentos de Eduarda, la narración salta con naturalidad del Rey
formas de vida y costumbres del Lear de Shakespeare a comentar –por ejemplo– la elemental sencillez de
gauchaje, explicando a los franceses la reina Isabel de España, a quien Eduarda y su familia visitaban habitual-
–su público de entonces– la tensión mente en París, luego de que ésta se exiliara en Francia para abdicar a favor
civilización-barbarie; es curioso ob- de su hijo, Alfonso XII. Un ámbito selecto de relaciones, un saber atizado
servar al finalizar las casi doscientas por una curiosidad excesiva y una capacidad extraordinaria para expresar
páginas, que la autora termina esbo- con natural liviandad aquella distinción simbólico-cultural que por cuna le
zando un tratado de las pasiones en ha sido dada: he aquí el terrero lúdico sobre el que Eduarda despliega ese
la que no sólo se asume lo primitivo plus de saber que puntea con recurrencia sus textos.
como propio de lo nacional, sino que Johan Huizinga señaló en Homo ludens que la cultura surge del juego, es
la gran heroína de esa historia de juego y se desarrolla jugando; a partir del estudio de las sociedades arcaicas
amor termina siendo, precisamente, sobre las que acopió abundante documentación, afirmó incluso que la vida
la madre. Una madre que luego cal- comunitaria “se juega”: el derecho, la poesía, el culto, la guerra, la danza y la
zarse un pañuelo en la cabeza corre música inclusive nacieron –según el historiador holandés– como formas de
tras su hijo para intentar salvarlo de competencia noble y fue a través de ese espíritu lúdico que se desarrollaron y
la absurdidad de una muerte anun- perfeccionaron.16 Con todo, un recorrido veloz por los dos mil años de vida
ciada. Como señala María Gabriela occidental le arrojan la certeza de que en el siglo XIX se producen los últi-
Mizraje13, hay un destino fatal que mos estertores del juego en tanto función motora del proceso cultural. Así,
en Argentina empieza a trazarse en la formación de clubes clandestinos y el gusto por los salones, típico del siglo
el siglo XIX para llegar a su máximo de las luces, sus asociaciones literarias y la afición por las sociedades secretas
grado de criminalidad y desespera- serán los últimos vestigios de esa matriz lúdica que occidente, en el siglo pos-
ción en el siglo XX y que en …la vida terior, con su ideal utilitario de bienestar burgués terminará encorsetando en
en las pampas se anuncia como orá- la noción de “niño” y en los dispositivos disciplinares que con ella se impone.
culo trágico en esa “loca de la Plaza” Asumir la voz del infante y trasladar a y por ella ese saber excesivo que
que sólo vive para recordar a su hijo porta, le permite a Eduarda desquiciar doblemente el deber ser asignado a
muerto. la/s figura/s del subalterno, impuesto por las relaciones de clase, género y
Con todo, esta pulsión hiperbó- demás. Todo lo que pertenece a la esfera del juego ha pertenecido alguna
licamente maternal de la autora es vez a la esfera de lo sagrado, pero al miniaturizar conflictos y disponerlos en la
preciso comprenderla, una vez más, lógica del juego, Eduarda potencia la capacidad lúdica de acción de los suje-
en su tiempo y circunstancia. La rea- tos lectores (los destinatarios de sus relatos), desbaratando el ámbito estanco
lización de su mismo matrimonio fue de la repetición impuesta por la lógica ceremonial del rito, para recordarnos
vivido como un hecho político de al- una vez más que el tiempo y la cultura son asuntos enteramente humanos.
Negros, indios y lenguaraces
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El relato “Chinbrú” despliega, en este sentido, múl- Casualmente, el último cuento que cierra el libro se
tiples referencias culturales enmarcadas esta vez en la llama “Tío Antonio” y tiene como protagonista a un
teoría evolucionista y el “sistema educacionista ameri- esclavo negro. Es imposible no leer el texto (fechado en
cano”17. En diálogo con el relato “El alfiler de cabeza 1879) sin recordar de inmediato la novela La cabaña del tío
negra”, el cuento narra la historia de un mono que a Tom (1852), de la norteamericana Harriet Beecher Stowe
causa de “aspiraciones de una esencia más elevada” –más aún cuando comprobamos que para la fecha en la
(114) abandona a sus hermanos y “deserta de su fron- que esa novela alcanza su pico de influencia (se calcula
doso timbó” (116), su árbol natal. Si bien por homofonía, que luego del primer año de publicada ya había vendido
parece ligarse a los monos churucos que habitan mayor- 300.000 ejemplares), Eduarda estaba en Estados Uni-
mente el Perú (también conocidos como choros o coron- dos acompañando a su marido. Efectivamente, en 1860
56 gos), este “macaquillo” –como lo llama cariñosamente García es comisionado para estudiar las características y
la narradora que incluso en este cuento irrumpe en pri- el funcionamiento de la justicia norteamericana, es de-
mera persona (“Pero cuán lejos estoy de Chinbrú; y el pi- cir que la familia García-Mansilla vive de cerca el esta-
carillo aprovechando de mi distracción, salta, que trepa, llido de la Guerra de Secesión. El cuento de Eduarda,
trisca que huelga…” 116)– vivía en los tupidos montes en sintonía con la autora abolicionista, se centra en la
del Gran Chaco gozando de una ilimitada libertad que historia de un esclavo africano maltratado por sus amos,
sólo llega a valorar cuando la fatalidad lo convierte en la que termina abrazando el amor cristiano y la fe, para
simpática mascota del “Signor Gian Battista Regnano”, convertirse en ejemplo de beatitud y bondad. La novela
que lo castiga a diario y apenas lo alimenta: “Látigo y de Beecher Stowe sale a la luz en fechas en que Estados
hambre, qué dos palabras para levantar un mundo de Unidos era uno de los pocos países que seguían admi-
monitos y aún de chiquillos!”(119) El relato se demora tiendo la esclavitud legal y contribuyó en su momento
en la descripción de todos los sufrimientos de ese monito a profundizar el debate y concientizar a los lectores res-
que no puede más que danzar sus miserias al son de la pecto de las atrocidades del sistema esclavista. Como se
musiquita patética en las que se cifran las nueve lunas de sabe, la esclavitud en el Río de la Plata fue abolida mucho
su existencia. Pero es un niño quien, paradójicamente, tiempo antes (la Asamblea del año 1813 dicta la “libertad
detiene la canción de sus quimeras y pesares cuando – de vientres” y en 1853, con la vigencia de la Constitución
inocente– le arroja un durazno: al intentar tomar la fruta de la Confederación Argentina, queda abolida definitiva-
para saciar su hambre inmensa, Morino –como lo llama mente), por esa razón Eduarda fija la acción del relato en
su amo– recibe en pleno espectáculo el guascazo final las inminencias del período revolucionario, exponiendo
que termina con su vida. Es preciso apuntar que el ma- claramente el hecho de que los esclavos liberados luego
caco vistió hasta el trágico día de su muerte un vistoso debían sumarse a las filas del ejército patrio. El relato
traje de seda amarillo, con galones de plata que exage- “Tío Antonio” se viste, entonces, con trajes facturados so-
raban sus dimensiones y realzaban su “talla mezquina” bre la misma vocación redentora y salvífica de la escritora
(123) –el traje era, por supuesto, una réplica exacta del norteamericana, pero le imprime un sello propio. A los
traje que usaba en su juventud su dueño. rasgos de estilo anteriormente expuestos para caracteri-

1 Ricardo Rojas, por ejemplo, en su paradigmática Historia de la Contes bleus (1863) y Nouveaux contes bleus (1866) para niños. Es recordado
literatura argentina le dedica sólo dos páginas en las que menciona algunas por ser el inspirador de la idea de ofrecer una estatua que representara
de sus publicaciones (Historia de la literatura argentina. Ensayo filosófico sobre la la «Libertad» a los Estados Unidos y por instaurar en Francia la libertad
evolución de la cultura en el Plata. 9 vol. Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1960). de la enseñanza superior. Hans Christian Andersen (1805-1875),
En 1959 Roberto Giusti (“La prosa de 1852 a 1900” en: Historia de la autor danés que adquiere rápidamente prestigio internacional gracias
literatura argentina. Rafael Alberto Arrieta, dir. Vol. III. Buenos Aires, a sus cuentos para niños, entre los más conocidos se destacan: “Den
Peuser, pág.359-438) califica de “inconsistentes ficciones románticas” a sus standhaftige Tinsoldat” (“El soldadito de plomo”, 1838), “Den lille
relatos; a fines de los sesenta y comienzos de los años setenta, en la Historia Havfrue” (“La sirenita”, 1835), “Tommelise” (“Pulgarcita”, 1836) y “Den
de la literatura argentina del Centro Editor de América Latina se apunta grimme Ælling” (“El patito feo”, 1842).
apenas la existencia de la autora. 4 Para ahondar en la relación Eduarda Mansilla – Sarmiento, ver el
2 Mansilla de García, Eduarda. Cuentos (1880). Edición anotada a trabajo de María Rosa Lojo: “Sarmiento crítico literario y promotor
cargo de Hebe Beatriz Molina. Buenos Aires, Corregidor, Ediciones de mujeres escritoras: su lectura de Eduarda Mansilla” en: http://bib.
Académicas de Literatura Argentina, 2011, pág.93. cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=35893&portal=339 .
3 Sophie Rostopchine, Condesa de Ségur (1799-1874), escritora 5 Anuario Bibliográfico de la República Argentina II, Buenos Aires, 1880.
de origen ruso, quien escribe una veintena de novelas y una colección (www.cervantes.virtual.com)
de cuentos, entre ellos: Les petites filles modèle (1858), Les malheurs de Sophie 6 Alloatti, Norma. “Cuentos y lecciones: Textos para niños
(1859), Pauvre Blaise! (1862), Le Général Dourakine (1863). Éduoard René decimonónicos en Argentina” en: Ocnos. Revista de Estudios sobre Lectura 3.
Lefebvre de Laboulaye (1811-1883), político e historiador francés, muy Buenos Aires, 2007, pág.91-102. Hebe Beatriz Molina. Ob.cit.
influyente en su época, amigo también de Sarmiento, autor además de 7 Cfr. Kolakowski, L. La filosofía positivista. Madrid, Cátedra, 1979, cap.III.
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zar la escritura de Eduarda, hay que agregar ahora el uso singular aporte del texto. Según explica, la primera men-
proliferante de palabras provenientes de otros idiomas ción de esta historia aparece en La Argentina manuscrita de
(inglés, francés, italiano) que, al azar, se entremezclan en Ruy Díaz de Guzman, reaparece en la Argentina de Mar-
la narración junto a un registro del habla de época. tín del Barco Centenera, y sufre sucesivas reelaboraciones
Es el mismo Lucio V. Mansilla18 quien se encarga de en la voz de los historiadores jesuitas en los siglos XVII y
dejar constancia en Mis memorias del talento natural de su XVIII y en la Descripción e Historia del Paraguay de Félix de
hermana para “hablar en lenguas”. Así y todo, hay una Azara. La singular reescritura del mito de Lucía Miranda
escena rescatada por biógrafos e historiadores que nos vendría a explicar, entonces, de un modo absolutamente
muestra a la niña Eduarda oficiando de traductora entre novedoso la violencia interétnica desencadenada en la
dos figuras más que relevantes de la política internacio- Conquista, colocando a la mujer en la peligrosa frontera
nal de entonces: el presidente argentino Juan Manuel que comunica ambos mundos. La versión moderna de 57
de Rosas y el conde Alejandro Colonna-Walewski, hijo Eduarda resulta, así, no sólo fundadora sino excepcional:
de Napoleón y representante del rey Luis Felipe ante la portadora de una educación fuera de lo común, la mu-
Confederación Argentina, enviado especialmente a Bue- jer se convierte en la gran intérprete del “Otro”, en vía
nos Aires para intervenir en el conflicto que determinó de comunicación y mediación entre el mundo “salvaje”
el bloqueo francés, en 1845. y el mundo “civilizado”. Según María Rosa Lojo, la re-
A partir de esta escena capital, Graciela Batticuore elaboración de este mito en un protagonismo activo –por
aborda la totalidad de la obra de Eduarda para ver en encima de la función épica viril– de la mujer en tanto edu-
ella su fuerte rasgo “mediador”: “Traducir América para cadora, mediadora entre mundos, alienta la formación de
los europeos es lo que intenta Mansilla en El médico de un linaje mestizo donde no solo se entretejen los cuerpos
San Luis y todavía más en Pablo ou la vie dans les pampas. sino también las culturas.20
Pero también explicar a los argentinos las costumbres y Este esfuerzo de generar puentes entre las sociedades,
los hábitos de la realeza europea en Lucía Miranda o las las personas y las lenguas, puede observarse, entonces, a
delicias y fealdades de una nación moderna y en todo lo largo de toda su obra y más aún en los relatos infanti-
diferente a su patria de origen en Recuerdos de viaje.”19 En les aquí analizados. La excentricidad de Eduarda, su in-
esta misma línea de reflexión, María Rosa Lojo observa sistente manera de enrarecer de múltiples modos el texto
la extrema capacidad de Eduarda de traducir lenguas y para ingresar al mundo de la infancia y de la subalter-
culturas, “sin rechazo chauvinista ni admiración por lo nidad, no sólo cuestiona el pensamiento hegemónico de
extranjero”; talento que según la crítica desembocaría la clase dirigente e ilustrada de su tiempo sino también
en la afirmación de una voz autoral única en su época. las férreas premisas del proyecto civilizador occidental,
En la edición anotada de la novela Lucía Miranda (pu- del que también era parte. Con sus relatos infantiles, sus
blicada como folletín en el diario La Tribuna en 1860), Lojo excesos e incluso sus mismas contradicciones, Eduarda
rastrea distintas fuentes en busca de la presencia de ese re- intenta algo más que introducir en estas tierras un nuevo
lato mítico en que los indígenas se levantan movidos por el género. Puede que aún no hayamos comprendido total-
deseo de posesión de una mujer blanca, para distinguir el mente su gesto...

8 Cfr. Lou Andreas-Salomé. El erotismo. Barcelona, José J. Oañeta Mansilla de García, E. Pablo o la vida en las pampas. Bs. As. Colihue-BN, 2007.
Editor, 1998. 14 García-Mansilla, Daniel. Visto, oído y recordado: Apuntes de un
9 Cambaceres, Eugenio. Pot-Pourri. Madrid, Hispamérica, 1984 (PP). diplomático argentino. Buenos Aires, Kraft, 1950.
Sin rumbo. Buenos Aires, Huemul, 1985 (SR). 15 “…para esas faenas disgustosas que tanto preocupaban al buen
10 Avellaneda, Andrés. “El naturalismo y E. Cambaceres” en: Fourier en la distribución equitativa del trabajo en su falansterio…”
Capítulo. Historia de la literatura argentina. Tomo II, Bs. As., Cedal, 1968. Mansilla, E. “Bimbo” en: Cuentos. Ob.cit., pág.143.
11 Según Hebe Beatriz Molina (ob.cit.), la escritora recurre allí 16 Huizinga, Johan. Homo ludens. Buenos Aires, Emecé, 1968.
insistentemente al concepto de ley natural para fundamentar sus juicios, y 17 “No hay maestro como el dolor; si las madres no fueran madres,
a la vez que defiende el lujo o la suntuosidad con razones tanto históricas cuánto no alcanzarían de su prole con el sistema del educacionista
como político-económicas, celebra el hecho de que la costura sea fuente americano Horacio Mann, que tanto recomienda el látigo (even for
de trabajo digno de “la mujer del pueblo”. Molina señala que este tema girls)…” (Cuentos. Ob.cit., pág.119) Horace Mann (1796-1859), propulsor
provocó en la época numerosos debates; no obstante, recién a partir de de la educación pública norteamericana, amigo personal de Sarmiento.
1900 se establecen institutos secundarios donde las mujeres habrán de 18 Mansilla, Lucio V. Mis memorias. Buenos Aires, El Ateneo, 1978.
estudiar corsetería, hechura de sombreros, encajes, bordados etc. Ver 19 Batticuore, Graciela. La mujer romántica. Lectoras, autoras y escritoras en
además: Little, Cynthia J. “IX. Educación, filantropía y feminismo: la Argentina: 1830-1870. Buenos Aires, Edhasa, 2005, pág.283.
Partes integrantes de la femineidad argentina, 1860-1926” en: Lavrin, 20 Lojo, María Rosa. “Introducción” en: Mansilla, Eduarda. Lucía
Asunción. Las mujeres latinoamericanas. México, FCE, 1885. Miranda. Madrid, Iberoamericana – Frankfurt am Main: Vervuert, 2007.
12 Agamben, Giorgio. Infancia e historia. Bs. As., Adriana Hidalgo, 2003.
13 Mizraje, M. Gabriela. “Estudio prelimiar y edición crítica” en:
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CUENTO

Las estrellas 59

según Rey
por Marcelo Damiani*

Reynaldo, al principio, era simplemente Rey. Reinaba, soberano y autárquico, sobre sus
padres, tíos, abuelos y amigos de la familia sin ningún tipo de obstáculos u oposición.
Sólo tenía que emitir un sonido gutural y cansino y señalar el objeto de su deseo para
que su voluntad fuera cumplida inmediatamente. La vida, en esa época, consistía
en individualizar la forma de las cosas que pululaban a su alrededor y luego tomarse
el arduo trabajo de decidir si las quería ahora o después. Seguramente ahí estaba la
clave para comprender su temprana fascinación por el cine, aunque él solía quejarse
de que había llegado al séptimo arte bastante tarde. Su madre recién lo había llevado
por primera vez a una sala poco tiempo antes de cumplir los 4 meses, a los 111 días
de vida, para ser exactos, y esto, por supuesto, hablaba de un irrecuperable tiempo
perdido. Además, con el desfile infinito de imágenes en pantalla, el pequeño Rey
había descubierto el fenómeno de la decepción. Los sonidos guturales, los señala-
mientos espasmódicos y ni siquiera los más desaforados llantos parecían suficientes
para detener el flujo de los objetos deseados y rápidamente perdidos para siempre
en ese tragaluz del infinito. Era como estar en medio de un incontrolable huracán
de estímulos que lo zamarreaba de un lado a otro sin ningún tipo de compasión.
Rey sentía punzantes destellos de placer, pero como si simultáneamente estuvieran
sumergidos en una turbulenta corriente de dolor. Esto parecía destinado a acabar
con su capacidad de asombro, y también con sus energías, ya que después de estas
verdaderas sesiones de tortura terminaba agotado. Así, cada salida al cine dejaba
diezmado su poder, y por un tiempo, lo convertía en un bebé apático y meditabundo,
albergando grandes sospechas sobre la autenticidad de su reinado. Poco a poco, no
obstante, las cosas retomaban el cauce de la normalidad, y él volvía a ejercer su po-
der tirano sobre todos los seres que lo rodeaban. Paralelamente, su deseo de volver
al cine se acrecentaba, para probar de nuevo su fuerza frente a ese rival que lo ten-
taba con objetos que luego escondía o tan sólo hacía desaparecer, sin que mediara
ningún tipo de lógica o notificación. Mientras más tiempo pasaba entre película y
película, por otra parte, más seguro estaba que esta vez podría controlar el flujo de
*
Marcelo Damiani (Córdoba, 1969) imágenes a su antojo. Pero cuando volvía a la sala oscura las cosas seguían escapán-
Escritor, periodista cultural y profesor dose irremediablemente, y su madre, en vez de facilitarle lo que le pedía, como sin
universitario. Ha publicado Adios, pequeña
duda era su trabajo, lo sacaba del lugar a los retos, única opción razonable frente a
(1995), El sentido de la vida (2001), Pasajeros
(2003), El oficio de sobrevivir (2005), Algunos apuntes sus gritos y pataleos imberbes, por lo menos hasta que su garganta se cansara de
sobre mi madre (2007) y El efecto Libertella (2010). chillar y todo su cuerpo fuera vencido por el sueño. El cine se convirtió así en su peor
Su blog es www.eloficio.blogspot.com. enemigo.
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El nacimiento de su hermana, el aprendizaje del alfabeto y la
aparición de nuevos y mayores obstáculos para mantener su

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reinado en el palacio familiar, sin embargo, le dieron la opor-
tunidad de aparentar cierta indiferencia ante ese monstruo
que siempre se mostraba tan impermeable frente a sus cada
vez más dudosos poderes. Luego, como esos enemigos cuyas
vidas terminan dependiendo de la lucha que han entablado,
empezó a quedar subyugado por las imágenes. Su magia lo
arrojaba fuera del mundo. Muchas veces, como un magro
intento para descubrir su mecanismo, solía repasar mental-
mente las mejores partes de las películas que lo llevaban a
ver, buscando el truco que lo había hecho caer en su red. Así 61
cayó en el fetichismo. Por medio de fotos y muñecos trataba
de apoderarse de determinados rostros o personajes que
sin embargo no dejaban de demostrarle su carácter esquivo
y huidizo. No importaba todo lo que tuviera, siempre había
algo que escapaba a su poder; así comprendió que las cosas
no eran para nada parecidas a sus imágenes. Tal vez por eso
no sintió que los poderes estaban balanceados hasta que em-
pezó a relacionar lo que pasaba en la pantalla con determina-
das palabras que iba aprendiendo día a día, y que parecían tan
destinadas como las imágenes a llenar de sentido ese fluir de
acontecimientos que era su vida. El punto de inflexión, cuando
imágenes y palabras se enlazaron para siempre, sucedió en un
autocine, en las afueras del último autocine que quedaba en la
isla; ahí descubrió el secreto de las estrellas.
Su familia acababa de llegar a la ciudad y Rey ya tenía muchos
recuerdos felices de otros autocines y otras noches de verano
contemplando películas al aire libre. Claro que a veces lo más
interesante era el espectáculo del cielo y las estrellas, por lo
que a él no le costaba demasiado cambiar de pantalla y que-
darse dormido con esa sensación placentera de ser una parte
importante del universo. Su familia, desde que él tenía me-
moria, había vivido en una gran casa en las afueras de Colo-
nia. En los veranos, cuando el calor se tornaba insoportable,
tenían la costumbre de dormir en el patio del fondo. Era uno
de los pocos casos en que Rey disfrutaba mucho de todos los
preparativos previos al gran acontecimiento. Por lo general,
la noche empezaba con un asado hecho por su padre, sin pos-
tre y con el presentimiento de lo que se avecinaba; Rey ha-
bía notado que sus padres utilizaban estas cenas al aire libre
para escudriñar el cielo en busca de nubes sospechosas. Varias
veces los había sorprendido la lluvia en medio de la noche, y
más allá del buen humor con el que se tomaban el imprevisto,
a nadie le gustaba que le estropearan el sueño de esa forma.
A veces incluso usaban el olfato de su perra para dirimir el
asunto. Ella era una doberman despierta que odiaba la lluvia,
y por lo tanto, cuando la olfateaba, coherente consigo misma,
no se acercaba al patio por ninguna razón, ni aunque la tenta-
ran con los más jugosos pedazos de carne. Rey amaba a esa
perra. Había sido su compañera de juegos y exploraciones
antes de que llegara su hermana, y su madre nunca se can-
saba de repetirle que los dos habían nacido el mismo día. Pero
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62
Rey no encontraba tan notable esta coincidencia como la de necesitara de una nueva confirmación de su saber adquirido
su nombre: La Negra era negra. Parecía una estupidez, pero luego de tantas noches de dormir afuera. Tampoco se con-
para él era algo muy serio. Les había preguntado varias veces tentaba con identificar los grupos de estrellas que ya conocía,
a sus padres, juntos y separados, para constatar sus versiones, sino que también trataba de buscar formas nuevas en el cielo.
quién la había bautizado; Rey, como todo Rey, era un monarca A veces le parecía ver barcos, caballos, perros, trenes y árbo-
muy desconfiado. Al parecer, el nombre se lo había puesto un les; o incluso dragones parecidos al lunar que tenía en uno de
veterinario desconocido: Rey hubiera querido preguntarle por sus brazos. Siempre trataba de compartir sus hallazgos con La
qué lo eligió, dado que todos los doberman que conocía hasta Negra, único integrante de la familia al que podía despertar
ese momento eran negros. ¿No se prestaba a confusiones? en medio de la noche sin recibir un buen reto. La Negra abría
¿Cómo se daba cuenta uno cuál era precisamente La Negra? un ojo estoicamente, miraba hacia el punto que le señalaba su
¿Sería posible que a nadie se le hubiera ocurrido antes ponerle amo, emitía un suspiro de asentimiento, y se volvía a acomo-
este mismo nombre a otra doberman? ¿O acaso no les impor- dar a su lado para seguir durmiendo. Eso era vida.
taba? ¿La gente pensaba bien las cosas antes de hacerlas? Esas noches fueron lo que más extrañó cuando tuvieron que mu-
Esta era la razón por la que siempre elegía a su perra como darse a la capital. Su familia ahora vivía en un pequeño depar-
personaje principal cada vez que en el colegio le pedían que tamento sin patio, no tenían auto y ni siquiera se podían dar el
escribiera una composición con tema libre. Pero sus maestras lujo de ir al cine. Rey no sólo añoraba el hecho de quedarse
tampoco entendían la importancia del asunto. Rey sospe- dormido mirando las estrellas, sino también –sobre todo– ir a
chaba que había muchas cosas que los adultos no compren- ver películas al aire libre. Por eso empezó a escabullirse los sá-
dían o que no querían comprender deliberadamente. Aunque bados a la noche con la excusa de ir a bailar, cuando en reali-
lo que sí parecían haber entendido era que La Negra nunca se dad iba al autocine con la esperanza de encontrar un agujero
equivocaba cuando se trataba de predecir la lluvia. Así, des- en el alambrado o entrar a escondidas gracias a algún des-
pués que sus padres se convencían de que esa noche no iba cuido de los vigilantes. Pero nunca tenía suerte. Así llegó a co-
a llover, mientras levantaban la mesa, justo antes de ir a ver nocer muy bien todos los alrededores del lugar, y una noche
televisión o directamente a acostarse, aparecía la esperada descubrió un árbol desde el que podía ver toda la pantalla gi-
pregunta: “¿Quién quiere dormir afuera esta noche?” “¡Yo! gante. Era cierto que no podía escuchar nada, pero encontró
¡Yo!”, gritaba su hermana, y Rey cruzaba una mirada llena de divertido tratar de leer los labios a los actores, y además, mu-
sobreentendidos con su perra. Entonces salían corriendo a chas veces los gestos o las miradas decían más que todos los
buscar los trapos que había hecho su madre para poner sobre diálogos del mundo. Una de las mejores imágenes que recor-
el césped. Una vez acomodados, llegaba el turno de los col- daba, esa que le permitió descubrir el secreto de las estrellas,
chones, tarea exclusiva de los hombres de la casa; las mujeres era la de una mujer de belleza inolvidable; nunca supo su nom-
se encargaban de las sábanas, los cubrecamas y las frazadas, bre, o quizá lo olvidó a propósito para guardar mejor su re-
por si refrescaba demasiado durante la noche. Por último, los cuerdo. Ella acababa de cometer un acto atroz, vengativo,
espirales, aerosoles y cremas para protegerlos de los mosqui- imperdonable, y sin embargo, uno no podía dejar de disfrutar
tos. Rey era siempre el primero que se acostaba y el último en de sus rasgos perfectos y de su perfecto pelo negro. La ima-
dormirse, como si tuviera miedo de perderse el espectáculo gen que nunca podría olvidar era la de ella mirando al frente, a
de la noche estrellada. Cuando sus padres se acostaban, Rey le su amante, a la cámara: A él; sus ojos verdes relampagueando
preguntaba a su madre dónde estaban La Cruz del Sur, Las Tres en medio de la noche mientras el fondo oscuro de la pantalla
Marías, Las Siete Cabrillas, El Lucero del Alba, y por supuesto, se fundía con el cielo estrellado. Entonces descubrió el se-
su planeta favorito: Mercurio. Él sabía perfectamente dónde creto; entonces comprendió por qué a algunas actrices les de-
se encontraban, pero nunca se cansaba de preguntar, como si cían estrellas.
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63

***
Post Scriptum

La flor del paraíso

Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño,


y le dieran una flor como prueba de que había estado allí,
y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿Entonces, qué?

Samuel Taylor Coleridge

El Ciudadano (1941) de Orson Welles comienza con la muerte del protagonista y varios flashbacks mostrando sus obras, los signos
que él ha ido dejando de su paso por el mundo, los mismos que el periodista no sabe leer durante su investigación trunca. Todos
esos signos parecen apuntar y condensarse en el ya famoso Rosebud: El nombre del trineo que Kane tenía en su niñez, prove-
niente del ingenio con que Welles había bautizado el pubis de su novia. Pero ¿qué es Rosebud? Un capullo, un proyecto de flor (o
de placer), el símbolo con el que Kane evoca su infancia perdida (y Welles su pequeña muerte), el último viaje mental a través del
tiempo (antes de la muerte real). ¿Estará Welles citando a Coleridge? Tal vez no puede dejar de hacerlo, ya que el cine es la mejor
máquina para viajar en el tiempo que ha inventado el hombre. Y Charles Foster Kane es el hombre que ha cruzado el paraíso y ha
traído, como prueba de su estadía en él, la flor marchita de su infancia (llamada Rosebud). Tal vez, como sugiere el periodista al
final de la película, ninguna palabra pueda explicar la vida de un hombre, aunque quizá sí puede arrojar cierta luz sobre su deseo.
Citizen Kane es así un viaje a la semilla en busca del tiempo perdido, y los espejos que reproducen ad infinitum las imágenes finitas
de Kane no hacen más que señalar, soterrada, fantasmal, fugazmente, el carácter de su avance hacia atrás, hacia el pasado, hacia
las posibilidades ya esfumadas de su vida, a la caza de ese espejismo evanescente que es el paraíso perdido de su niñez, cifrado
en el nombre de un añorado trineo de madera que no sólo ya no se deslizará nunca más por la nieve, sino que además terminará
sus días consumido por el fuego.
La
literatura
como spot
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Hoy, que el capitalismo ha complejizado


extremadamente nuestra relación con las
64 mercancías, es preciso discriminar los modos
en que el arte es capaz de transformar los
bienes de consumo en concentrados de
absoluto. En este artículo se analiza además
aquella literatura que asimila el discurso
publicitario en sus estructuras profundas,
reproduciendo sus códigos, retomando su
vocación tranquilizadora.

L
“Aquello que no somos capaces de os semiólogos explican que la marca es un nom-
cambiar lo debemos, al menos, describir.” bre propio que funciona como un dispositivo de
R. W. Fassbinder sentido: éste transforma los objetos que designan
“en algo diferente y más rico de aquello que son en tanto
puras mercancías”1. Acostumbrada desde siempre a tra-
ficar con los nombres, la literatura se ha apropiado de
ese plusvalor, utlizándolo como una metáfora. Ya en los
años 30, F. R. Leavis tomaba en consideración la hipó-
tesis de que la Biblia, Shakespeare y Milton estaban a
punto de ceder su lugar a la prensa, el cine y la publici-
dad2; hoy, muchos años después, cuando el capitalismo
ha ido complejizando nuestra relación con las mercan-
cías, y la publicidad ha ido colonizando mucho más
profundamente nuestro imaginario, con mayor fuerza el
arte puede transformar los bienes de consumo en con-
centrados de absoluto. Las implicaciones simbólicas del
marco alimentan así el “vocabulario emotivo” de ese
por Gianluigi Simonetti*
realismo de la irrealidad mediática y merceológica sobre
traducción de Diego Bentivegna la que se están concentrando los esfuerzos de muchos
escritores actuales. 3
En este artículo, más que en la literatura que se sirve
de la publicidad, y de las mercancías, como tema, me
*Gianluigi Simonetti (1973) vive en Roma y da clases de
parece interesante centrarme en la literatura que mira
Literatura Italiana contemporánea en la Universidad de
hacia la posibilidad como forma. No la literatura que des-
L`Aquila. Se dedica fundamentalmente al estudio de la poesía del
cribe, que evoca la publicidad y las mercancías, sino más
siglo XX y de la narrativa postmoderna. Textos suyos han sido
bien en la literatura que se asemeja, hoy, a la publicidad,
publicados en revistas como Nuovi Argomenti, Allegoria, Italianistica y
asimilando el discurso publicitario en sus propias estruc-
Poetry magazine. Es autor, entre otros, de Dopo Montale. Le Occasioni e
turas profundas, reproduciendo sus códigos, retomando
la poesia italiana del secondo Novecento (Lucca, Pacina Fazzi, 2002).
su vocación tranquilizadora.
| BOCADESAPO
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1. El debate sobre literatura y publicidad tiene una viaje de un caballero a la luna o un detergente que deja
larga tradición. Recordemos, por ejemplo, los análi- la ropa más blanca. El lector que toda obra de arte que
sis sobre los lenguajes de los medios (Barthes), o, por el se respeta intenta arrastrar hacia ella se encuentra pues
otro, las contribuciones que defienden el arte del asalto en una posición de credulidad y de hedonismo distinta
del enemigo, esbozando una teoría crítica de la cultura de la del espectador de un spot, sobre todo si pensamos
de masas (Horkheimer y Adorno). Cualquiera sea la en el modo en que actúa la nueva publicidad. Si entre los
aproximación, la confrontación se ha valido de las mu- siglos XIX y XX la publicidad ha intentado desmarcarse
chas homologías entre los dos polos; sobre todo, de los de la tiranía de la palabra escrita, y emanciparse de la in-
numerosos contactos históricos entre discurso literario y fluencia de la literatura, el advertising postmoderno tiende
discurso publicitario, a partir incluso de los orígenes de a incorporar la estética en la economía, a desmateriali-
la imprenta4; luego, de la naturaleza retórica de los dos zar el objeto, a espiritualizar el mensaje, acercándose de
discursos, su riqueza figurativa, sus objetivos persuasi- este modo a la función del arte. Cuando Barilla se refiere
vos. La literatura “alta” crea personajes individualizados a la “casa” –“Donde está Barilla, está casa”– no exhibe
e inconfundibles, en especial cuando forja con precisión una cualidad de sus pastas, ni siquiera un posible uso de
personajes; el marketing, sobre todo, en las llamadas su producto; quiere en cambio convencer al consumidor
campañas “de producto”, esos que llama roles temáticos; de que cambie su propio punto de vista, alterando su
personajes llanos, “tipos”, máscaras de fácil reconoci- sistema de valores: “Consumir no es comprar, es soñar.”6
miento, que proponen al consumidor identificaciones Sin embargo, ¿hacer soñar, reforzar valores, cambiar
inmediatas, fáciles en tanto prefabricadas. Un soneto de la ideas de la personas no son también, y desde siempre,
Mallarmé y el jingle de la cera de zapatos Warren (lo cita algunos de los objetivos de la literatura? El hecho es que
Dickens en el Círculo Picwick)5 son, los dos, versificados y el discurso publicitario, y en particular el spot, presen-
rimados: varía, evidentemente, la profundidad y la am- tan, desde un punto de vista semiótico, una configura-
plitud del proyecto formal. Resta el hecho de que, tanto ción no sólo retórica, sino más precisamente narrativa,
en la fiction literaria como en la publicitaria, hay siempre comparable con la de la narración literaria. Y es justa-
dos fuerzas entramadas: la seducción y la manipulación. mente el buen funcionamiento de la secuencia narrativa
La segunda no funcionaría sin la primera: con ella, sa- lo que otorga fuerza e incisividad a la manipulación del
limos de nuestra realidad para entrar en una dimen- spot, el que hace creíbles, espectaculares y divertidos sus
sión ficticia y consolatoria que estamos más dispuestos juegos con la fiction. No es casual que tanto la teoría lite-
a creer, sea eso la descripción de un círculo infernal, el raria como el marketing hayan recurrido a la fórmula de
| El debate sobre literatura y publicidad tiene una larga
tradición: por un lado, los análisis sobre los lenguajes de
los medios (Barthes); por el otro, las contribuciones que
defienden el arte del asalto del enemigo, esbozando una
teoría crítica de la cultura de masas (Horkheimer y Adorno). |
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los “mundos posibles”7 para describir respectivamente la “reserva” de la publicidad social (cuando es necesa-
el funcionamiento de la novela y del spot. Ante uno y rio estigmatizar los comportamientos negativos, como
otro, se nos invita a enfrentar un mundo alternativo pero drogarse, beber, estuprar, etc., donde de todos modos
coherente y a llenar una cierta necesidad de sentido; en no está en juego el dinero de las empresas). Pero publi-
ambos casos somos convocados, por medio de dispositi- cidad social y comparativa siguen siendo experiencias
vos retóricos, a una identificación que nos moviliza emo- acotadas, excepciones que confirman el principio según
tivamente.8 Gracias a este cortocircuito, la experiencia el cual las representaciones en los textos publicitarios
estética que vivimos en tanto lectores y consumidores deben moldearse sobre la base de una actitud eufórica.
no constituye algo exterior y mecánico, sino que se trans- Sabemos en cambio que en la literatura, y sobre todo
forma en un ejemplo capaz de tocarnos en profundidad en la novela, el conflicto lo es todo: dada la naturaleza
y, eventualmente, a hacernos cambiar de idea. Y es por inclusiva y totalizante del arte, ningún proyecto de obra
ello, todavía, que la conocida teoría girardiana del deseo podría soportar una clausura con respecto al mal y al do-
triangular o mimético, puesta en juego en el ámbito de lor, carburante necesario para cualquier representación
la novela y luego aplicada a la tragedia, puede ilustrar completa. Lo que privilegia el arte es, pues, una ritmi-
muy bien el mecanismo de las campañas publicitarias, zación tímica, una dialéctica de bienestar y malestar que
cuando, a través de una puesta en escena, nos piden se pone al servicio del conocimiento y, en consecuencia,
que deseemos aquello que desean otros. El creativo, como el del lector. El negative approach, decretado en publicidad, se
novelista, administra el mecanismo del deseo según el transforma en literatura en un instrumento muy potente
otro (“le gusta a la gente que gusta”); ambos saben que de certificación de lo verdadero.
el deseo no es jamás autónomo, sino que éste siempre es El punto de vista de un spot es siempre optimista y
inducido. Pero mientras el primero debe ocultarle al con- unívoco: su deontología tiende a que un mensaje publi-
sumidor esa verdad desagradable, el segundo justamente citario tenga un único significado. El poeta, en cambio,
intenta develarla, hacer del desenmascaramiento uno de y sobre todo el novelista, apuesta fundamentalmente a la
sus aspectos cruciales. En la oscilación entre deseo y pla- ambivalencia. La publicidad nos impone límites; el arte
cer que toda campaña publicitaria y toda obra de arte nos invita a superarlos; la primera nos mantiene alejados
organizan, el creativo atribuirá siempre la última pala- de los monstruos; el segundo sugiere que los monstruos
bra, y la victoria final, al placer, entendido si no como sa- somos nosotros.
tisfacción al menos como potencia del deseo. La novela, Desde esta perspectiva, la publicidad, mucho más
por el contrario, nos dice que el placer es irrealizable y avanzada tecnológicamente que la literatura, exhibe to-
que de las espirales del deseo no se sale jamás. dos sus límites expresivos. El anuncio tiene ante todo la
obligación de comunicar, es decir, de desarrollar –según
2. Llegamos a un punto crucial que involucra no ya la expresión de los semiólogos– “prominencia percep-
las analogías sino las diferencias entre literatura y pu- tiva”. Ello explica además por qué la publicidad puede,
blicidad. Esta última tiene el imperativo de insistir en pero no necesariamente debe, poseer un estilo específico.
axiologías de tipo eufórico; ponerse al servicio de las Es más, en publicidad el estilo corre el riesgo de transfor-
mercancías la obliga a ser positiva, y esta obligación le marse fácilmente en molestia, si se lo adopta con plena
obtura el acceso a una parte consistente de la realidad. libertad: el exceso de forma puede, en efecto, ofuscar el
Una de las pocas reglas rígidas del anuncio veta aquello otro parámetro que la publicidad está obligada a respe-
que los creativos llamas negative approach: significa que en tar siempre y en todo lugar: el de la plena comprensibi-
una campaña se puede hablar mal solo de la competen- lidad del texto.
cia; se puede ser agresivo, violento y traumáticos sólo en
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3. El primero y más relevante de los caracteres es-
tructurales del spot publicitario es la transversalidad. Tex-
tos publicitarios aparecen en televisión, en el cine, en la
radio, en internet; en la prensa en general; en los espa-
cios urbanos e incluso en nuestros hogares. La transver-
salidad permite que el mensaje publicitario importe a un
medio de comunicación módulos provenientes de otros
medios acumulando energía semiótica del exterior y vol-
cándola al interior. Y eso es posible gracias a otro aspecto
estructural: la heteronimia del texto publicitario, el para-
sitismo de sus formatos, su estatus de perenne huésped
de soportes diferentes, su necesidad de “apoyarse sobre
algún otro texto”9, bajo alguna forma de inserción. Y
es el límite físico de la inserción –la extensión de los así
llamados “negros” en una transmisión televisiva, el perí-
metro de la página en un diario, etc.– lo que condiciona
los tiempos, los espacios, en fin, los modos y la forma del
spot; no por nada la rapidez y la concisión son otras im-
portantes características del discurso publicitario.
La transversalidad, la modularidad y la velocidad
representan no sólo las cualidades instrumentales nece-
sarias para todo anuncio, sino también el modelo expre-
sivo que sigue buena parte de la estética contemporánea
en busca de una aprestación formal eficaz y adecuada
para el presente. Un óptimo ejemplo nos lo da la na-
rrativa de Alessandro Baricco, que se cuenta entre los
primeros narradores italianos que realiza un trabajo de-
cidido en esa dirección. En Seda (1996), intenta asimilar
algunas técnicas del discurso publicitario (además del
cinematográfico y del televisivo): un óptimo ejemplo de
literatura que imita a la publicidad en la simplificación
que impone a los caracteres, en la velocidad, en la ausen-
cia de tiempos muertos, en la dosis adecuada de escenas
matrices y golpes de escena; en fin, en la concisión. Algo
por el estilo se podría afirmar de otras prosas narrativas
(Aldo Nove, Isabella Santacroce, Tommaso Labranca,
Tiziano Scarpa) que en los últimos años han empren-
| …tanto en la fiction literaria como en la dido caminos en ciertos puntos análogos, persiguiendo
publicitaria, hay siempre entramadas dos narraciones sucintas, rectilíneas, carentes de obstáculos.
fuerzas: la seducción y la manipulación. La Nos hallamos ante una literatura de tipo popular, si
segunda no funcionaría sin la primera…| no trivial, de género y de consumo. Al pretender amalga-
marse verdaderamente con la publicidad y aprovecharse de
las ventajas semióticas que ella posee, la literatura debe
renunciar a una parte importante de sus propias ambi-
ciones cognoscitivas; se la insta, dicho metafóricamente,
a vender el alma al diablo, siempre que se acepte la idea
de que el alma de la literatura resida, como hemos di-
cho antes, en la capacidad de desarrollar libremente
| BOCADESAPO

conexiones, simetrías, ambivalencias. Con todo, la escri-


tura que sigue el modelo de los spots publicitarios debe,
por un lado, renunciar a la complejidad y ambigüedad
68 a la que desde siempre aspira la literatura, abdicando de
toda hipótesis que implique conocimiento completo; por
otro lado, debe adherir al proyecto de disolución de la
realidad en la irrealidad sobre el que los nuevos medios
–aliados fieles a la publicidad– están trabajando desde
hace tiempo.
4. El escritor italiano más funcional para el diseño de
una “literatura publicitaria” es probablemente Federico
Moccia. No es casual que surja como director y luego se
transforme en autor televisivo: no proviene de la litera-
tura, sino que llega a ella desde experiencias diferentes,
que luego utiliza para cambiar el rostro de la literatura
misma.
Observemos de cerca la fórmula de Scusa se ti chiamo
amore (Perdona si te llamo amor, 2007) y
de su continuación, Scusa se ti voglio
sposare (Perdona si me quiero casar
contigo, 2009), que forman un
díptico orgánico; tengamos
en cuenta también Amore 14
(Amor 14, 2008) y Cercasi
Niki disperatamente (Se busca
a Niki desesperadamente, 2007), que será considerado una tra en crisis con Niki (el matrimonio anunciado al ini-
suerte de spin-off y de precuela de la saga10. Agreguemos cio se producirá sólo al final del libro), pero luego de un
que la publicidad es también uno de los temas de la serie, tiempo, pocas semanas después, volverán, menos uno,
y que es justamente la realización de un spot de éxito el con sus respectivas mujeres y serán más felices que antes.

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que corona el amor de los dos protagonistas. En el sorprendente final de Amore 14 Carolina descubre
Lo primero que llama la atención en estos libros es su que ha sido traicionada por su gran amor, Massi, pero
carácter ideológicamente compacto. Como en la publici- bastan tres páginas y pocos minutos para volver a po-
dad, los contenidos son sólo contenidos eufóricos y positi- nerla en su lugar (“Respiro profundamente y me siento
vos y se organizan en torno a un valor-clave de suprema un poco más segura”, AMO, 411). Evidentemente el co-
importancia para el consumo: la libertad. “No quiero tener rolario de la libertad es la facilidad narrativa, aceitada a
límites”, declara programáticamente Carolina, la joven- su vez por la velocidad: porque todo sucede de manera 69
císima protagonista de Amore 14 (AMO, 12); “Necesito de veloz, con gran derroche emotivo, pero sin verdaderos
mi propia libertad, amplia y completa, sin ningún límite traumas ni motivaciones fuertes. Nadie pone en acción
de ningún tipo” (SVS, 522), piensa Niki mientras deam- decisiones definitivas y dolorosas, porque los dilemas du-
bula en su scooter por las calles de Roma (libertad pen- ran poco y son de fácil solución. Los personajes siempre
sada y, al mismo tiempo, actuada, es decir, vivida en un están bien, mucho más allá de las reglas de la comedia
gesto concreto). No se trata de un superficial parentesco como género literario. De todos modos, en las novelas
con la ideología libertaria del anuncio, sino de una inte- de Moccia las heridas verdaderas no tendrían ni tiempo
gración conciente en ella. Como en White noise de DeLi- ni modo de producirse. En lugar del dolor, encontramos
llo, también en Moccia los personajes repiten el claim de nada más que breves turbaciones que corresponden a
las marcas, “como el nombre de una antigua potencia rápidas transiciones de un estado de bienestar a otro.
celeste grabada en signos cuneiformes sobre una tabla”11. Libertad, pues, como facilidad, esa facilidad que, del
Pero aquello que en DeLillo es parodia de lo religioso, en contenido, como se ha observado, “repercute en la forma
Moccia es un eficaz choque espiritual. del texto y es imitada por todos los medios por la escri-
En el “mundo posible” creado por Moccia “nada tura”14. La simplificación que invade la sintaxis –que se
es imposible”, no obstante la fatiga de lo real ha sido quiere nominal y paratáctica– se encuentra también en
absolutamente anulada (mientras que “en los libros de la lengua de la novela, vehicular, antiliteraria pero no
Verne no hay nada completamente imposible”, escribe realista. Del mismo modo, la simplicidad de la fórmula
Gramsci en sus apuntes sobre la novela de folletín12). La estructural –capítulos que se alternan mecánicamente en
arbitrariedad que rige en el mundo del trabajo y de la la trama principal (Alex y Niki) y en la secundaria– en-
producción –en las novelas de Moccia no hay nunca mar- cuentra su correlato en la previsibilidad de las mismas
ginados, nadie tiene problemas de trabajo y de dinero, tramas, incrementada por otro lado por lo iterativo de
el paisaje social es ocupado en parte por una burguesía éstas: se entiende desde el comienzo quién llegará al final
media que viven en libertad y precisamente “sin límites del libro más feliz que antes (esto es, casi todos) y quién
de gasto” (SVS, 176)– rige igualmente, y sobre todo, en será sutilmente castigado por el destino por sus pecados
la esfera de las relaciones humanas, y en particular, de con el amor (la novia de Alex en el primer libro, el amigo
los sentimientos: Moccia celebra a menudo la libertad Pietro en el segundo). Moccia no busca el suspenso, lo
del amor, esto es “la cosa menos libre que existe”, como considera algo demasiado angustiante para sus lectores;
bien sabe todo escritor realista.13 Que una muchacha de si la tensión es enemiga del “flujo”, mejor dispensar se-
diecisiete años se ponga de novia y luego se case con un renidad narrativa, incluso corriendo el riesgo de parecer
hombre veinte años mayor no le genera a nadie ningún previsibles; como en Fleming, “el máximo del placer no
problema, ni siquiera a él mismo, que además estaba a debe nacer de la excitación, sino del reposo”. Cercasi Niki
punto de casarse con una mujer de edad. En efecto en disperatamente, ya lo hemos dicho, elude en parte esta ele-
Scusa ma ti voglio sposare los tres mejores amigos de Alex, mental poética de la iteración, pero sólo porque decide
todos casados, son abandonados por sus mujeres en el invertir el orden cronológico y abolir la trama: lengua
arco de pocas semanas, uno tras otro; el mismo Alex en- y estilo fluyen homogéneos, plásticos; los sentimientos
son siempre buenos, incluso cuando en el texto, dado el
| Como en White noise de DeLillo, también en Moccia material narrativo, podrían resonar pulsiones pedófilas,
los personajes repiten el claim de las marcas, “como el transgresivas y potencialmente interesantes. Siempre la-
nombre de una antigua potencia celeste grabada en signos tentes, pero desactivadas siempre.
cuneiformes sobre una tabla” . Pero aquello que en DeLillo
es parodia de lo religioso, en Moccia es un efectivo choque
espiritual. |
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La técnica, pues, no varía en ninguna de estas nove- Lo que falta es, en cambio, el pasado literario como
las. Si los elementos que se cruzan pueden dar lugar a ascendencia o herencia, como relación intertextual,
clichés, Moccia no hace nada para impedirlo: “Su amigo como “cultura de la novela”. Desde este punto de vista,
era australiano y me hablaba de canguros y bellezas” los libros de Moccia no exhiben ningún precedente: es di-
(CND, 75). Es más, se da buena acogida a los clichés; fícil indicar una precisa fuente escrita, incluso buceando
como en la publicidad, incluso lo obvio y lo banal pueden entre las novelas rosas o los folletines. Lo que funciona
ser útiles para hacer más clara la narración. En efecto, como matriz no es la fiction literaria sino la televisiva,
también en textos extensos como Scusa ma ti chiamo amore hagiográfica, aplanada y generalista. La saturación afo-
o Scusa ma ti voglio sposare la lectura fluye rápida, cómoda rística puede inducirnos a relacionar a Moccia con Piti-
por la ausencia de rigor formal: no hay nada que nos grilli, pero las analogías se detienen aquí. Por cierto, toda
obligue a pensar, nada que pida ser descifrado, nada que la literatura de consumo es plana, superficial, estilística-
cree fricción. Estos libros son “estructuras sin aristas”, mente pobre; todas las novelas rosas son sentimentales y
algo típico, según Baricco, de las mutaciones bárbaras16 evasivas, toda la narrativa popular ablanda y consuela
cuya superficialidad está coherentemente organizada o se apoya ideológicamente en los valores dominantes.
para satisfacer una exigencia profunda de conformismo. Pitigrilli desodora lo real, lo vuelve glamoroso, lo sim-
En una única página, en Scusa ma ti voglio sposare, se plifica; luego, sin embargo, lo juzga, lo critica (quizá de-
evoca a Víctor Hugo, Aristóteles, Arnold Benett y Ralph magógicamente); en algún punto, lo combate. Moccia
Waldo Emerson: todo en pocos minutos, entre unos parece abolir el conflicto entre bien y mal a favor de una
tragos entre amigos. La literatura es una mínima parte uniforme sedación consumista, carente de obstáculos y
del atlas de la cultura de estas novelas, donde los amos de sufrimientos, carente incluso de ironía. Al deseo co-
son los filmes, las canciones y los programas televisivos. rresponde de inmediato el placer.
Una excepción parcial está representada por un fenó- Éste no es más que un ejemplo del modo en el que el
meno en verdad exorbitante, el de las citas aforísticas. Los consumo se integra en la narración, lo irreal a lo real. Si
personajes de Moccia, ya sean cuarentones semicultos o la ideología del mercado se condensa en una idea, aun
imberbes adolescentes, en la conversación cotidiana no cuando sea exageradamente hiperbólica (“Impossibile is
hacen sino citar poetas, novelistas, dramaturgos, filósofos nothing”), el texto parece creer en eso verdaderamente,
y hombres políticos, pero también músicos o directores, del mismo modo que el narrador y todos los persona-
e incluso atletas. Surge de ello una idea de cultura como jes. Acontece pues algo relativamente nuevo, aunque sea
material de relevo, una suerte de gigantesco wikiquote en el horizonte pasivo que es típico del arte popular: la
que sirve para arreglar las páginas con sentencias prêt-à- evasión sentimental o sádica de las novelas rosas o ne-
porter: sabiduría en píldoras, instantánea, liofilizada como gras, a la turística de los libros de aventura o de viaje, es
en un slogan (la fórmula nietzscheana “transfórmate en sustituida por otra directamente consumista, en la que la
eso que eres” pudo transformarse hace unos años en el tautología publicitaria sustituye al análisis psicológico y
lema de una empresa de ropa deportiva). el marketing forja los sentimientos, consolándolos desde
obras de Santiago Iturralde
1 Volli, U. Semiotica della publicita. Roma, Laterza, 2005, pág. 89.
2 Leavis, F.R. - Thompson, D. Culture and Environment: The Training of
| El punto de vista de un spot es siempre optimista Critical Awareness. Londres, Chatto and Windus, 1934, pág. 81.
y unívoco: su deontología quiere que un mensaje 3 Simonetti, G. “I nuovi assetti della narrativa italiana (1996-2006)”,
publicitario tenga un único significado. El poeta, en en Allegoria, XX, 57, 2008, pp. 95-136; el mismo número de Allegoria

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cambio, y sobre todo el novelista, tiene todo para y el Almanacco Guanda del 2008 (Il romanzo della politica, la politica nel
romanzo, a cargo de R. Polese) exploran la presencia de poéticas realistas
ganar en la ambivalencia. La publicidad nos impone en la cultura literaria italiana de los últimos años. De “Realismo de la
límites; el arte nos invita a superarlos…| desrrealización” habla Andrea Cortellessa justamente en el Almanacco
Guanda (“Il contagio delle borgate. Abiure di Walter Siti nella Trilogia e
oltre”, pág. 46).
4 Wicke, J. Advertising Fictions. Literature, Advertising & Social Reading. New
York, Columbia University Press, 1988, pág. 3 y ss.
5 Wicke, J. Advertising Fictions, ed. cit., pág. 34. 71
6 Volli, U. Semiotica della publicita. Ob. cit., pág. 90 y pág. 16. DeLillo, D.
Americana (1971). Penguin, Marmandsworth, 1989, pág. 270.
7 En el ámbito literario, cfr.: Eco, U. Lector in fabula. Bompiani, Milano,
1979. Pavel, T. Fictional worlds. Harvard University Press, Harvard, 1986.
Del lado del consumo: Semprini, A. Marche e mondi possibili. Un approccio
semiotico al marketing della marca. Franco Angeli, Milán, 1993. Codeluppi,
V. Il potere della marca. Bollati Boringhieri, Turín, 2001.
8 En el advertising la identificación es llamada “sutura”, en referencia
a las conexiones que es capaz de movilizar (cfr. por ejemplo U. Volli,
| Surge de ello una idea de cultura Semiotica della pubblicità, ob. cit., pág.9). El mecanismo es evocado también
como material de relevo, una suerte en J. Hooper, J., Passion Branding: Harnessing the Power of Emotion to Build
Strong Brands (John Wiley & Sons, Chichester, 2003, pág. 6) y F. Brunetti,
de gigantesco wikiquote que sirve para
Pervasività d’impresa e relazioni di mercato: quale futuro? (Giappichelli, Turín,
arreglar las páginas con sentencias prêt-à- 2004, pág. 30).
porter: sabiduría en píldoras, instantánea, 9 Ibid, pág.13.
liofilizada como en un slogan… | 10 Moccia, F. Scusa ma ti chiamo amore (Rizzoli, Milán, 2007 - SCM),
Cercasi Niki disperatamente (2007 - CND), Amore 14 (Milan, Feltrinelli,
2008 - AMO), Scusa ma ti voglio sposare (Milán, Rizzoli, 2009 - SVS). Cercasi
Niki disperatamente comienza con la descripción del encuentro casual,
en vía del Corso, en Roma, entre el narrador y una adolescente que
asumirá luego la fisonomía y el nombre del personaje del título, continúa
con la narración, organizada en una temporalidad lineal inversa, de
el principio (“Todo debe seguir siendo positivo”, piensa la adolescencia y luego de la infancia de Niki: por la ausencia de una
Carolina al inicio de Amore 14). “En la novela popular de verdadera trama y por la bizarra impostación estructural podemos
considerarlo hoy como el momento más “experimental” de Moccia.
todos los tiempos la realidad está siempre ya dada: o se
11 DeLillo, D. White noise. Viking, New York, 1985. Hay trad. castellana:
la modifica periféricamente o se la acepta”17; los libros Barcelona, Seix Barral, 2006.
de Moccia no se limitan a confirmar la imposibilidad 12 Gramsci, A. “Verne e il romanzo geografico-scientifico” en:
del cambio, descartando toda hipótesis reformista, sino Letteratura e vita nazionale. Roma, Editori Riuniti, 1991, pág. 134.
que sancionan la sustitución de la realidad concreta, aun 13 Siti, W. “Ma Moccia ci è o ci fa?” in: Vanity Fair, 22 marzo 2007, pág.
cuando se presente como “ya dada”, con la irrealidad 156.
14 Ibid.
del deseo consumista. Para los personajes de Moccia no 15 Eco, U. “Le strutture narrative in Fleming” (1965), in: AAVV.
sólo toda alternativa política real es invisible, sino que L’analisi del racconto. Milán, Bompiani, 1969, pp. 155-156. Hay traducción
sobre todo a ninguno de ellos le vendría a la mente in- castellana: El análisis del relato. Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo,
vocarla, porque lo cotidiano ya está conformado por 1974.
deseos satisfechos o que pueden serlo, y el mundo sigue 16 Baricco, A. I barbari. Roma, Gruppo Editoriale L´Espresso, 2006,
pág. 75. Siti, W. Ma Moccia ci è o ci fa?, ob. cit., pág. 156.
muy bien hacia adelante tal como es.
17 Eco, U. “L’agnizione: appunti per una tipologia del riconoscimento”
En la Italia de la primera posguerra la literatura tri- en: Il Superuomo di massa, Milán, Bompiani, . 1976, p. 34. Hay
vial de tema erótico es declarada “de armisticio”, con trad. castellana: Barcelona, Península, 1995. Barthes proyecta el
referencia a la liquidación de valores típicos de ese pe- conservadurismo político típico de la novela popular al plano de la
ríodo18; a su vez, los libros de Moccia parecen recondu- relación con las convenciones estéticas: el “texto del placer” es el que no
rompe jamás con la cultura de la cual proviene, a diferencia del “texto de
cirnos a una suerte de paz establecida entre el yo y lo
goce”, que ponen en crisis los valores estables. Barthes, R. Il piacere del
real, garante de la derrota definitiva frente al primado testo (1973). Einaudi, Turín, 1975, pág. 13. Hay trad. castellana: México,
simbólico del consumo. Cuanto más frágiles son estas Siglo XXI, 1976.
novelas desde un punto de vista literario, tanto más sig- 18 Arslan Veronese, A. Dame, droga e galline. Romanzo popolare e romanzo di
nificativas son desde un punto de vista político. consumo tra 800 e 900. Padua, CLUEP, 1977, pág. 58.
MICHAEL HANEKE

EL HOMBRE QUE VINO DEL FRÍO


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Un recorrido exhaustivo por la cinematografía del gran artista austriaco


que, desquiciando la romantización de la violencia en la que incurre el lenguaje de los mass media,
72
ha sabido sumergirse en los bordes más oscuros y siniestros de la condición humana.

por Eduardo Rojas*

U
n hombre nacido en Alemania que elige ser austriaco. Una elección
poco común si se tiene en cuenta la historia mediata de estos dos
países.
Austria fragmento de un imperio derrumbado, reflejo apagado de un
pasado de brillo intelectual y artístico. También el país que en su orfandad
política eligió anexarse al gigante teutón portador del bacilo nazi al que, es
sabido, le proporcionó no solo la figura de su líder máximo, Adolf Hitler,
nacido en su territorio cuando éste todavía era cabeza del imperio austro-
húngaro, sino también la abrumadora mayoría de los cuadros de oficiales de
las SS y los más crueles de sus torturadores y asesinos. Para muchas víctimas
del nazismo, Austria era sinónimo de una cultura de la crueldad.
Que Michael Haneke, nacido en Munich en 1942, el año en que la Se-
gunda Guerra comenzó a invertir su rumbo a favor de los aliados, haya
elegido la nacionalidad austriaca siendo consciente de esta historia negra de
crueldades y barbarie que convive con las glorias del país, resulta también
–más allá de las razones personales que lo hayan llevado a ello– a la luz de
su obra, un gesto; el de alguien que busca la raíz del mal disimulado bajo un
presente confortable.
Michael Haneke es un hombre riguroso y de una enorme autoexigencia,
la que traslada a todos sus colaboradores artísticos; a menudo definido como
un artista racional y frío en exceso (veremos si estas definiciones son justas).
Un hombre grave preocupado por el destino del mundo, marcado por una
religiosidad que subyace en sus películas y que parece contradecirse con su
proclamado ateísmo. Religiosidad de múltiples raíces: padre protestante,
madre católica que se divorcia para volver a casarse en la posguerra con un
judío austriaco. Suma de rigores y conciencia del dolor humano, todas las
ramas de este mismo árbol habrán influido en la formación del joven Ha-
*Eduardo Rojas es narrador, abogado, neke: en su adolescencia tuvo la intención de hacerse pastor luterano; pronto
periodista especializado en cine y docente. Ha abandonó ese propósito sustituyéndolo por una incompleta formación uni-
publicado el libro Puma cebado y otros cuentos. versitaria: estudios de filosofía, psicología y arte dramático, un interés que
predominó sobre los demás y lo llevó a dedicarse a la dirección teatral si-
grabados de guiendo sus antecedentes familiares: su padre y su madre fueron actores en
Alfonsina Néspolo Alemania. A principios de los años ochenta del pasado siglo Haneke era
Para conocer más, visite el sitio: un destacado director teatral y puestista de ópera. Su acercamiento al cine
http://alfonsinanespolo.blogspot.com/ fue gradual y tardío, primero como crítico y luego adaptando y dirigiendo
73

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| BOCADESAPO | CINE

74 Fragmentos de un discurso
piezas de teatro para la televisión; es recién en 1989, El video de Benny (1992) conserva y acentúa esas carac-
a los 47 años, que filma su primera película: El séptimo terísticas llevándolas hasta la exasperación. Basado tam-
continente. Como en la mayor parte de sus films Haneke bién en distintas informaciones periodísticas que daban
parte de una noticia leída en un diario: un matrimonio cuenta de asesinatos cometidos por jóvenes austriacos de
y su pequeña hija se encierran en su casa cortando todo clases acomodadas, sin motivo que los hiciese compren-
vínculo con el exterior, luego de unos días sus familiares sibles, narra la historia de un adolescente que divide su
alarmados por su silencio consiguen entrar en la casa; se vida entre la escuela, su escasa sociabilidad y la obsesiva
encuentran con sus cadáveres, los tres se han suicidado. dedicación a grabar y mirar videos en los que registra su
Haneke narra este episodio prescindiendo de toda adje- vida y la de su familia. En un fin de semana de soledad
tivación, imagina los hechos que habrán ocurrido en el invita a su casa a una chica que conoce en un video club.
interior de esa casa (y de esa familia) sin arriesgar hipó- De improviso y casi como parte de un juego, la mata
tesis ni opiniones, pura imagen sin oropeles, seca y dura, con un disparo de un arma destinada a matar cerdos (la
fría como un cuchillo de hielo. La cámara, casi siempre utiliza su padre para hacerlo en un criadero de su granja
fija, registra implacable la vida diaria de ese matrimonio de fin de semana. Benny mira repetidamente el video de
joven, sin problemas económicos ni otros conflictos apa- estas faenas). Después oculta el cadáver y sigue con su
rentes que justifiquen la angustia que los trasciende en rutina diaria. Cuando los padres descubren el cadáver
cada plano; angustia que va envolviendo al espectador deciden deshacerse de él; mientras madre e hijo hacen
como una telaraña helada hasta terminar incluyéndolo un tour por Egipto el padre troza el cadáver. El horror
en la lógica fúnebre de la pareja, la que los lleva a la de esta tarea es escamoteado al espectador, que recorre
muerte incluyendo en ella a su hija, víctima sacrificial Egipto con Benny y su madre. El color y la vitalidad
en la que depositan algún anhelo de religiosidad, extra- primaria del norte africano, la ritualidad de una vida
viado dentro de ese mundo, simultáneamente bárbaro e regida por el culto islámico, significan un contraste tan
hipercivilizado. violento con la oscuridad que, según Haneke, envuelve
la vida centroeuropea de sus personajes, que el especta-
dor se queda aferrado a esa luminosidad, aún cuando
los protagonistas vuelven a su país, a una vida en que la
rutina parece no haberse interrumpido. Pero algo está
mal. Espontáneamente Benny va a la policía y confiesa.
Así termina, literalmente, la película.
En sus dos primeros films Haneke ha definido un
estilo y puesto sobre la mesa como un mazo de cartas
desplegadas, los temas que articularán toda su obra pos-
terior. La cámara casi siempre estática establece una
distancia, física, con los actores. La narración se frag-
menta en secuencias que en principio parecen arbitra-
| Haneke narra este episodio prescindiendo de toda rias, pero que se van articulando con una fluidez tal que
adjetivación, imagina los hechos que habrán ocurrido en el finalmente el espectador accede a una comprensión más
interior de esa casa (y de esa familia) sin arriesgar hipótesis profunda de los dramas de sus personajes. Distancia y,
ni opiniones, pura imagen sin oropeles, seca y dura, fría como supuesta, objetividad, una realidad dividida en frag-
un cuchillo de hielo. | mentos. Muchos, recordando la formación teatral de
| BOCADESAPO | CINE
Teoría de los juegos 75
Haneke, han hablado de distanciamiento brechtiano. Y sin embargo, en medio del horror más absoluto,
Pero la distancia hanekiana no se propone alejarse para enclavada entre la crueldad sin límites de Funny games
tener una perspectiva, al contrario, con su estatismo, sus (1997), la película que difundió su nombre en el mundo
fundidos a negro, su minucioso seguimiento de acciones del cine, hay instantes de piedad insertada entre el dolor
y movimientos que muchas veces parecen no conducir y la maldad, instantes que forman una trama insepara-
a ningún lugar, consigue involucrar al espectador en la ble, hebras de un tejido complejo en donde el mal y su
trama de espantos que conforman su mundo, de forma opuesto conviven lanzando voces en busca de alguien
tal que toda distancia termina finalmente por disolverse. que ya no está, una estrella apagada en el cielo, el único
La acusación de frialdad queda desestimada. capaz de otorgar una manumisión a los sufrientes per-
No es fácil ver una película de Michael Haneke; la petuos.
crueldad no tiene filtros, el mundo, la imagen que de Funny games es una pesadilla, filmada luego de 71 frag-
él ofrecen los medios de comunicación, una metareali- mentos de una cronología del azar (1994) –la película con la
dad anestesiante que siempre está presente en Haneke, que clausuró lo que él mismo, con su humor (alemán)
es el lugar de lo siniestro en el sentido en que lo definió que tamiza en dosis casi invisibles, llamó “la trilogía de
Freud: lo familiar vuelto amenaza, desdoblado, extra- la glaciación” y que está basada también en un hecho
ñado de toda forma de contención. “Lo siniestro, sería real: un joven que irrumpe en un banco y abre fuego
aquella suerte de espanto que afecta las cosas conocidas indiscriminadamente matando a varias personas para
y familiares desde tiempo atrás”.1 Algo oscuro bulle en el luego suicidarse–.
fondo de cada historia hanekiana, una vivencia cercana Una familia –matrimonio e hijo pequeño– comien-
del mal, una pústula que late en el fondo de toda vida, zan sus vacaciones en una casa junto a un lago. El ám-
una presencia de la que es imposible huir, el fin de toda bito, bello y luminoso, engaña durante poco tiempo. Dos
esperanza. Esa oscuridad, una constante de la cultura jóvenes, rubios, vestidos de blanco, corteses hasta el em-
germánica, se hace carne en Michael Haneke con una palago, se presentan en la casa para pedir en nombre de
radicalidad que lo lleva más lejos que cualquier otro ci- un vecino huevos para el desayuno; rápidamente y con
neasta en la historia. Haneke ha perdido toda esperanza una perversidad que nunca pierde sus irónicas buenas
de redención, la espiritualidad que se filtra en sus pelícu- maneras, se apoderan de la casa, de la vida de sus habi-
las navega en el mar de su memoria ancestral, la vida es tantes, de sus cuerpos y su cordura. El dúo tortura y hu-
un simulacro, sus personajes son muertos ignorantes de milla a sus víctimas durante un día y su noche. Después
su condición. El cine de Haneke es un viaje sin retorno; comienza a matar. Nunca el cine ha ido tan lejos en el
parte del lugar al que llegó Ingmar Bergman, uno de los dolor y la violencia. Nunca el mal ha sido más arbitra-
cineastas a quien considera su mentor junto a Michelán- rio, más monstruoso; los jóvenes verdugos se burlan de
gelo Antonioni, Robert Bresson y Andrei Tarkovski; pero sus víctimas, explicitan la gratuidad de su conducta y,
Haneke es más radical y llega más lejos que Bergman en sobre todo, hacen participar al espectador de su orgía.
su escepticismo; toma de Antonioni su morosa fascina- Hablan a la cámara y la miran sonrientes, manipulan la
ción por los tiempos muertos narrativos pero los estira trama yendo y viniendo según su capricho. Haneke ha
hasta lo insoportable para hacerlos vehículos de las an- sido claro: el cine y los medios de comunicación nos nar-
gustias de sus personajes. Como a Tarkowski le preocupa cotizan con su explicitación de la violencia; el lenguaje
el destino del hombre, la subsistencia de la vida sobre la de los mass media, aun con el fin de repelerla, termina
tierra, pero a diferencia del agonista ruso no hay para él romantizándola, haciéndonos cómplices de ella. Es pre-
esperanza alguna de redención. ciso mostrarla en toda su crudeza, meterse en medio de
El castillo y vecindades
sus más horribles manifestaciones, saber que es posible Nunca más hasta el presente el cine de Haneke, des-
fusilar a un niño por placer (aunque nunca veremos esta bordante de momentos de sublime e infernal belleza,
muerte, escuchamos el estampido horrendo del revólver volverá a alcanzar esta intensidad. En lo sucesivo adap-
fuera de cámara, mientras uno de los asesinos prepara tará a Kafka (El castillo, 1997), un encargo de la televisión
un sándwich. El horror y la crueldad, de esa forma, se en el que demostró su singular empatía con el escritor
| BOCADESAPO | CINE

acrecientan aún más). checo. Kafka y Haneke parecían destinados a encon-


Es en este momento, cuando los padres maniatados trarse, un hilo invisible une el kafkiano mundo de reglas
tratan de liberarse de sus ataduras, mientras el cadáver caprichosas con la rígida desesperanza hanekiana; habi-
ensangrentado de su hijo yace junto a un televisor en- tantes del mismo espacio geográfico en distintos tiempos
cendido, en un plano secuencia de cámara fija durante históricos, la visión de uno, que profetiza el Apocalipsis
76 diez minutos, que el dolor, inmenso, intolerable se tras- de la svástica, anticipa y complementa la del otro, que
ciende a sí mismo y lo humano toma otra dimensión, todavía vive sus consecuencias.
inaprensible en palabras. Piedad, misericordia clamada La visión de Haneke se acerca otra vez a la actuali-
a un cielo sordo es lo que suplica la escena, lo que piden dad de Europa, esta vez con un tono más explícito y po-
en silencio o con sonidos inarticulados esas dos figuras litizado, en Código desconocido (2000) que parece continuar
casi contrahechas, ridículas en sus movimientos espas- el discurso y el modelo narrativo de 71 fragmentos… en
módicos, un padre y una madre huérfanos en sus inútiles tanto aborda la vida de varios personajes que van entre-
abrazos de conforte. cruzando sus vidas, desniveladas entre el confort primer
El cineasta norteamericano Paul Schrader escribió, mundista y los sufrimientos y humillaciones de los inmi-
en su época de crítico, un notable ensayo dedicado a los grantes ilegales (africanos, rumanos) en Francia. Unos
cineastas Robert Bresson, Yazujiro Ozu y Carl Dreyer: y otros padecen sus propios dramas, ninguna existencia
“El estilo trascendental en el cine”. En su libro Schra- está libre de la crisis y el dolor, pero son finalmente los
der, calvinista práctico, sostiene que hay una forma fíl- desplazados, los que tratan de ganar un lugar, quienes
mica de representar lo trascendente, instantes inefables vienen a dar vitalidad a un (primer) mundo exánime. Es
en que el cine puede registrar la presencia de lo otro, lo la primera vez que Haneke adopta un discurso político
inexpresable, que en su concepción espiritual está más tan explícito, su mirada llena de escepticismo para con la
allá del hombre. Él rastrea esa presencia en las pelícu- realidad europea ahora agrega al extraño, al otro, pero
las de aquellos tres directores. Después de vivir la Pasión otorgándole un status de humanidad, una búsqueda de
según Haneke en Funny Games, crece la certeza de que justicia y dignidad que parece ofrecer una luz de espe-
aquel devastador plano secuencia, aquella cámara fija ranza. Lo extranjero ya no es lo siniestro, por el contra-
taladrando en panorámica la inmensidad del mal y el rio la oscuridad está adentro de la propia casa y son los
dolor humano, pueden integrarse al Olimpo de lo tras- extraños quienes pueden reivindicarnos. El mismo hom-
cendente en el cine que descubre Schrader. bre que en su adolescencia quiso ser ministro de almas
parece volver al milenario lenguaje del pastor cristiano.

| El mismo hombre que en su adolescencia


quiso ser ministro de almas parece volver al
milenario lenguaje del pastor cristiano. |
Apocalipsis antes, ahora y después
Su siguiente película, La pianista (2001), vuelve no Después de La pianista Haneke había preparado la
obstante a su escepticismo raigal. Basado en una novela producción de Caché, pero el 11 de septiembre de 2001
de la Premio Nobel austríaca Elfriede Jellinek, cuenta las Torres Gemelas se derrumbaron sobre el mundo.
la historia de Erika, una profesora de piano de aparien- Haneke se sintió impulsado a volver sobre un guión ol-
cia reprimida y estricta, sometida a su madre, que va vidado y filmar El tiempo del lobo (2003), una fábula negra

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revelando por debajo de su severidad los signos de una en un tiempo postapocalíptico, la vida subsistente des-
sexualidad ávida y perturbada que se manifestará clara- pués de una catástrofe de la que nunca se habla. Una
mente cuando conozca a Walter, un alumno joven. El familia diezmada, madre y dos pequeños hijos, recorre
sexo y la música son los protagonistas. Mientras crece el campo desierto, sin comida ni casa hasta encontrar
entre los protagonistas una relación con contornos sado- a otro grupo de sobrevivientes que se autoimponen du-
masoquistas, la música de Schubert parece envolverlos ras reglas para sobrevivir. La lucha por el poder dentro 77
y Haneke, un melómano, involucra el romántico pen- del grupo, la crueldad, el dolor inmenso junto a, otra
tagrama schubertiano con la perversión y la corrupción vez, una remota forma de esperanza encarnada en un
existencial encarnada en Erika. grupo de rumanos, lo llevan del extremo pesimismo a
Por su parte, Jellinek roza algunas de las coordenadas una modesta certidumbre: después del fin puede haber
vitales de Haneke. Austríaca, hija de madre católica y un nuevo comienzo. Como cada vez que aparecen en sus
padre judío, criada en la posguerra, su visión pesimista películas, los condenados de la tierra de la prosperidad,
de la condición humana va pareja a su cuestionamiento en este caso rumanos, son los portadores de la esperanza.
ético hacia su país, al que considera un esbirro de Ale- Otro tanto ocurre en Caché, finalmente concretada en
mania, cómplice del Holocausto. Hosca y solitaria, no 2005. Un matrimonio burgués de provincias es vigilado
concurrió a recibir el Nobel. Ambos son hijos de la des- en su rutina diaria por una cámara inmóvil que con-
trucción que subsiguió a la derrota nazi. W.G. Sebald trola toda su vida. La cámara es un video que esconde
dice: “Los aspectos más sombríos del acto final de una a otro, que esconde a otro, muñecas rusas de la imagen
destrucción, vividos por la inmensa mayoría de la pobla- que preservan un secreto, humano y político, capaz de
ción alemana, siguieron siendo un secreto familiar ver- ensombrecer la corrección política de este matrimonio
gonzoso, protegido por una especie de tabú, que quizá y de toda una cultura que es desvelada en su hipocresía
no se podía confesar ni a uno mismo”.2 Ese agujero ne- criminal.
gro de la historia, fue el que cobijó a la generación de La cinta blanca (2009) es hasta ahora la última película
los Jellinek y Haneke. El peso de un secreto a la vista de de Haneke. Especie de precuela de su obra entera, en
todos, holocausto, destrucción, una memoria absorbida riguroso blanco y negro, retrata la vida de los habitantes
por el olvido y la complicidad que termina arrastrando de un pequeño pueblo del norte alemán inmediatamente
las cimas de una cultura; como dice el crítico español antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Es
Juan A. Hernández Les: “Para Haneke hay dos tiranos: casi un lugar común sostener que los niños de esta pelí-
la madre castradora y la música social. Esta última hace cula, síntesis de todo el mal que los rodea en el pietista
que se establezca entre las profesoras de piano y la alta ambiente luterano en que viven, parientes cercanos de
cultura una relación de dependencia humillante, que en los protagonistas de Las tribulaciones del estudiante Törless de
términos hegelianos se describiría como de dueño y esclavo. Robert Musil, son aquellos que un par de décadas más
La alta cultura musical sería el dueño y señor, y las pro- tarde desfilarán frente a Hitler con el brazo derecho ex-
fesoras de piano, sus esclavas. Como tales, carecen de tendido. Tal vez sea cierto, pero no es todo. El nazismo
cualquier derecho de energía creativa y por supuesto, del es una manifestación, quizá la más monstruosa, del Mal
derecho a una vida privada. Esto último está llevado al hecho historia. Pero es claro que la búsqueda de Michael
extremo en la película”.3 Haneke va más lejos; su espíritu, escindido entre la raíz
luterana que considera inútil todo esfuerzo en busca de
la salvación, y la judeo-católica, que la deja en manos
del albedrío del hombre, oscila entre el escepticismo y
1 Freud, Sigmund. “Lo siniestro” en: Obras completas.
2 Sebald, W.G. Sobre la historia natural de la destrucción. Barcelona,
la esperanza remota. Mientras afronta este dilema de
Anagrama, 2003. resolución imposible seguirá eligiendo sumergirse en lo
3 Hernández Les, Juan A. Michael Haneke. La disparidad de lo trágico. siniestro, en los bordes más oscuros de lo humano para
Madrid, Ediciones JC, 2009. desde allí alcanzar una visión íntegra de esa condición.
ALICIA GENOVESE

La evocación sentimental de la infancia

L
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a evocación sentimental de la infancia no pro- Tozudez y fuerza. Es lo que mejor me llega de la in-
duce escritura. Si la escritura se entiende como fancia. De algún modo sigo siendo eso. Empacamiento
lugar áspero, escarpado que trabaja más con la en el más, buscar más, hacer más, necesitar más de lo
incomodidad de lo real que con los protocolos, que se tiene alrededor, un más que apenas se vislumbra,
no hay sentimentalidad. La evocación sentimental lleva que solo se supone (debe haber algo más y quiero ver),
al mismo sitio empeñado en acomodar como tontería o como animarse a cantar un vale cuatro con poco en la
inexperiencia, todos los fenómenos de descubrimiento mano. Leer y leer más, con voracidad. Buscar libros fue-
78 que ocurren en la infancia, esos acontecimientos grandes ra de la casa donde no los había. Preparar las tareas de
o chicos pero que quedan como resonancias en la psiquis y la escuela, saber más, consultar más. Levantarse seis y
en la afectividad. No se trata de no dejarse conmover, sino media con el frío del conurbano, pisar la escarcha varias
de resistir ese giro donde, posibilitada por la distancia, ac- cuadras (ocho), no olvidar los guantes, los sabañones,
túa una cierta falsedad que distorsiona lo que fue asom- no faltar, faltar era perderse algo, salir era enfrentar lo
bro, miedo o felicidad, más allá de la insignificancia que la nuevo, el más.
vida adulta pueda después adjudicarle. ¿Cómo resistir la Reconozco esa fuerza. He sido voluntarista, fiel, con-
comodidad del recuerdo feliz tamizado por el falsete del secuente, hice cosas sin ton ni son, pero también de las
lugar común? ¿Cómo evitar el todo tiempo pasado fue me- otras, de las que producen cambios. En eso me reco-
jor que conlleva el reproche melancólico al presente? Al- nozco con la nena de la infancia. Una anécdota. Cuando
gunas percepciones parecen venir de lejos, de una repeti- era chica juntaba plata de los vueltos, vendía cosas para
ción placentera o de un punto preciso de la infancia, como comprarme otras. De algún primo, aprendí a vender los
si nos asaltaran con su corriente. Atraviesan la vivencia diarios viejos, juntaba los de la casa, los que me daba al-
presente como si fuéramos también aquellos que fuimos, gún vecino y cuando pasaba el botellero los vendía. Eran
reinventan la recuperación proustiana del tiempo. A veces, unos pesitos, pero eran mi plus. Una vez hice un “gran
zambullirse en el agua es ser niño también. A veces en un negocio”, algo que admiró a todos aunque algunos lo
dicho o cuando me río a carcajadas recupero a mi padre. miraron como inapropiado para una niña. En mi casa ha-
El presente es incompleto o insuficiente para vernos, la in- bían hecho una nueva instalación eléctrica y habían re-
fancia puede dar el dato que ponga en foco lo que somos o emplazado todos los cables; los viejos habían quedado
queremos, aunque eso suponga selección y recorte. enrollados en un galpón de chapas al fondo. Alguien me
dijo que como cobre viejo, lo pagaban bien. Hice un fue-
V.H.Asselbon

go quemé la tela de los cables y quedó el cobre que vendí


junto con algunas piezas de bronce, repuestos de autos
usados arrumbados en ese galpón. Todavía recuerdo la
balanza del negocio de compra de metales donde los
deposité. Lo que me dieron me pareció una fortuna; ten-
dría doce años. Gasté hasta el último centavo (el gasto,
el gasto, sí, Bataille). Gasté en unas botas altas de cuero
que nunca había tenido hasta entonces, en un libro de
cuentos de Cortázar (Final de juego, quizás), una revista
que incluía una nota sobre Cortázar y que estaba exhi-
bida en la misma librería. No sé si compré otra cosa. El
placer, por sobre todo, fue conseguir ese algo que yo ha-
bía elegido y donde la impotencia de conseguirlo se des-
armaba. Me parece que sigo buscando ese galpón con
chapas del fondo de mi casa de entonces, sigo buscando
algún metal valioso que me dé acceso al más. No es un
pasado quieto, en él conquistaba insignificantes territo-
rios, pero nuevos y deseados. Tozudez y fuerza. No te
me vayas infancia.
ADRIANA MANCINI
Alas de mariposas,
una princesa y un pájaro azul

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n 1959, la revista Sur hace una encuesta so- –un relato para los más pequeños– se toman precaucio-
bre la censura. El motivo fue el secuestro de nes. El niño viajará en un cofre volador sin prohibiciones
los ejemplares de Lolita de Nabokov declara- molestas y la aventura será atractiva, aunque no sin pe-
da, por decreto, una novela “inmoral”. Silvi- ligros. Pero los miedos se contemplan y “un tobogán de
na Ocampo, cuyo libro La furia, publicado ese año, no salvataje” estará al alcance del intrépido viajero para un
recibió el Premio Nacional porque sus cuentos fueron descenso de emergencia.
considerados “crueles”, entrega la siguiente respuesta: En la zona de adultos, voces estridentes alertan so-
“Lectores: algunos de los cuentos de hadas más famosos bre el abuso al que son sometidos los infantes. En “La 79
no fueron censurados y sin embargo hay en ellos bestia- raza inextinguible”, cuento que cierra La furia, pequeños
lidad e incesto... que una princesa tenga amores con un de una comunidad, hartos de ser mano de obra eficaz,
pájaro azul o que un padre (creo que era rey) esté ena- se confabulan para que los adultos queden excluidos en
morado de su hija y quiera casarse con ella a toda costa, su propio mundo. Venganza sutil que se subraya con un
no llama la atención a un niño. Los niños saben lo que la brevísimo poema de Amarillo celeste, “Canción de cuna
censura a veces no quiere saber: que la realidad de un feroz”, cuya letra responde a la brutalidad que su título
libro es diferente a la realidad de la vida. Que Nabokov anticipa: “Duérmete niño mío/que vienen las palomas/a
estuviera cazando mariposas durante el tiempo que es- comerte los ojos;/ que viene el tigre, el león/ a comerte
cribió Lolita, no me sorprende: sus descripciones brillan- los bracitos./ Duérmete corazón.” Sin embargo, Silvina
tes y vividas, aún en páginas más dolorosas y sórdidas, Ocampo, en este poema, desbarata con sagacidad los
se asemejan un poco a esos paisajes hechos con alas límites de la contienda adultos vs. niños o, si se quiere,
de mariposas, tan bonitos y artificiosos y de pronto tan censura vs. imaginación. Con disfrazada ironía, un envío
monstruosamente reales y sobrecogedores.” a modo de subtítulo deshace el oximoron que anuncia
Es cierto, la literatura de Ocampo está atravesada una canción que desentona en un libro de poemas para
por la crueldad. El horror salpica páginas con infantes adultos: “‘Canción de cuna feroz’ De la tribu dormilona”.
desprotegidos, pícaros inquisidores de familias que es- La tribu dormilona, es decir, todos aquellos que sueñan
conden sus fisuras. Desde ellas, Ocampo construye un saben que “la realidad de un libro es diferente a la reali-
espacio privilegiado para solapar las aristas de la violen- dad de la vida” y que entonces “una princesa puede te-
cia en todas sus relaciones. Despojados de prejuicios, los ner amores con un pájaro azul”.
niños transitan con soltura los andariveles del Cielo y el
Infierno porque intuyen –saben de por sí– que sus hue-
llas se cruzan y sus límites se esfuman. En este sentido,
niñez y literatura se aproximan. La literatura a través de
la imaginación busca las señas del Mal, desnuda trucos
y ensaya sus estrategias. Bataille lo ha demostrado: “La
literatura es la infancia vuelta a encontrar”, porque en
el arte, la representación del horror provoca un “rapto”
que recrea el sentimiento infantil ante lo desconocido;
atemoriza pero también atrae y dispara la imaginación
al infinito.
Desde esta perspectiva se puede pensar toda la obra
de Ocampo. Los cuentos para adultos remiten a la infan-
cia más que para representar infantes sufrientes, para
indagar en los pliegues de lo abyecto. Los cuentos in-
fantiles, aún con los rasgos que han dado singularidad
a un estilo provocador, traslucen sensibilidad y cuidado.
Algunos, intactos, comparten ambos espacios –“La lie-
bre dorada”, “Icera”, “El moro”–; otros, como “La soga”,
evitan la crueldad a lectores precoces. Y si lo desconoci-
do atrae, espanta e incita la imaginación, en El tobogán
JAIME RODRÍGUEZ Z.

Cabeza de otro monstruo

U
| BOCADESAPO | CATERVA

n lunes de invierno encargaron a Zea foto- y entonces lo vimos. Feto, gallinazo, oreja izquierda o de-
grafiar un crimen. Era su primera experiencia recha. Y yo me acerqué tanto que tuve que usar un veinte
en la sección de policiales así que estaba muy y allí no más el cabrón salió volando furioso. Un gallinazo
contento. Los otros, los que vivíamos una pe- negro saliendo de la cabeza del cadáver de un fantasma
renne madrugada que tenía a menudo la forma gris de la bebé. Entonces me saqué el chaleco y lo iba a tapar, pero
carceleta del Palacio de Justicia, casi nos enternecimos Víctor me dijo estás huevón tiene que venir el juez. Tú ni
por su determinación. Había algo extraño en él. Por lo ge- lo toques. Pero igual nos quedamos haciéndole guardia
80 neral lo primero que hacían los que llegaban al departa- mientras los conchasumadres de los polis nos miraban
mento era gastarse la primera paga en chalecos Donkies y desde el patrullero, allá arriba. Zea siguió haciendo poli-
teleobjetivos. Pero Zea era diferente. Zea llevaba un cha- ciales esa semana y después volvió a la sección de noticias
leco de pescador. Lo había conseguido en un mercadillo locales. Un día de poco trabajo le preguntamos a Víctor
de la zona más pobre de la ciudad. Y zapatillas blancas. Te- por el feto. Qué feto, dijo. Un perro. Cuando llegamos el
nía el rostro macizo y cobrizo como una figura de barro se- juez ya había levantado el cuerpo del occiso. La occisa
cada al sol. Y hacía que los otros pensáramos en mineros para ser exactos. Bajamos igual, no sé por qué. A mitad
bebiendo a la luz de las velas, piraguas remontando ríos de camino los polis dijeron que no volverían a ensuciarse
caudalosos, gasolineras perdidas en medio de la carretera las botas por unos periodistas de mierda y se fueron así
más allá del monte. Cosas vagamente rurales. Era, desde que llegamos allí solos y lo que vimos fue un perro ago-
luego, un provinciano, así que nos reíamos de él. ¿Qué nizando. Conchasumadre pobrecito, le dije a Zea, pero el
más podíamos hacer? Por eso esperábamos ansiosos su huevón se había quedado allí parado, como una estatua.
relato. Pero esa tarde Zea volvió sombrío, no había sido Los gallinazos del río ya empezaban a dar vueltas sobre
lo que él pensaba. No. Se trataba de un feto, dijo. Un feto, el chuncho, así que empecé a largarme, pero Zea seguía
dijimos. Sí. Y todo había ocurrido en la rivera del río que ahí parado con su chaleco de pescador y medio metido
atraviesa la ciudad. Él y Víctor habían avanzado detrás en el agua. Les juro que sólo le faltaba la caña de pescar.
de los polis hasta que uno de ellos se paró en seco. Con- Me costó trabajo moverlo de allí. Quería taparlo, tomar-
chasumadre se lo están comiendo. Y entonces vio el feto. le fotos, qué se yo. Así que cuando volvimos pedí que no
Estaba tendido sobre el barro y quizás por eso le pareció me mandaran más con ese huevón. No volvimos a hablar
más bien el cadáver de un fantasma bebé, de lo blanco del asunto, pero Zea tampoco volvió a ser el mismo. Poco
que era. El gallinazo se estaba comiendo su oreja izquier- después pidió una asignación fija en la sección de espec-
da o derecha, así que Zea hundió la rodilla en el barro y táculos y nosotros nos llenamos de preguntas. Eran pre-
saco su veintiocho ochenta y lo agarró de cerquita. Varias guntas simples, la mayoría de las veces. Pero por primera
veces. Fuera mierda gritaba uno de los polis intentando vez tenían que ver con la verdad. Y eran qué huye de las
espantar al gallinazo mientras los otros dos miraban para cabezas de los bebés fantasmas y qué pescó Zea aquella
todos lados como si temieran que los atraparan bailando tarde cuando bajó al río.
en horas de servicio o algo así. Fue a Víctor a quien se le
ocurrió tirarle una piedra y entonces salió volando y se
puso a dar vueltas sobre sus cabezas. Después los polis
taparon al feto con una manta gris para que no se lo si-
guieran comiendo y esperaron al juez. Cuando este llegó,
Zea cambió a un cincuenta y disparó un primer plano des-
enfocado de las espaldas de los policías, el juez tomando
nota, la mirada hacia abajo, y el bulto. Eso fue lo que nos
contó y realmente por un momento pensamos que estaba
impresionado. Así que decidimos que debíamos ayudarle
a olvidar el feto y esa misma noche en el Limón le pedi-
mos que volviera a contar la historia, porque era la forma
más rápida de olvidarlo. Cuando llegamos los dos polis es-
taban en el patrullero y no se quisieron bajar para llevar-
nos al lugar. Vayan ustedes nomás, dijeron, está por allá
en el río. Así que Víctor y yo bajamos solos hasta la rivera
9 BOCADESAPO
ISSN 1514-8351

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