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LA RESPONSABILIDAD POR EL DAÑO AMBIENTAL

El documento que a continuación se expone forma parte de un proyecto desarrollado por


el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente - Oficina Regional para
América Latina y el Caribe (PNUMA/ORPALC), con la colaboración de la Universidad
Interamericana de Puerto Rico y el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico.

El proyecto consistió en examinar el estado de la legislación sobre responsabilidad por el


daño ambiental en algunos países seleccionados de la región de América Latina y el
Caribe, en paralelo con el examen de la situación que presentaba la legislación sobre la
misma materia en Canadá y en los Estados Unidos de América, así como de Puerto Rico.
El proyecto se desarrolló en torno a un seminario de expertos, organizado por las
instituciones antes mencionadas, y se llevó a cabo en la sede de la Universidad
Interamericana de Puerto Rico (San Juan, 25 al 27 de octubre de 1995).

A continuación se presentará lo concerniente a Chile en materia de Responsabilidad Civil


por el Daño Ambiental. Ponencia escrita por Rafael Valenzuela, abogado chileno y
profesor de Derecho Ambiental de la Universidad Católica de Valparaíso.
CHILE

RESPONSABILIDAD CIVIL POR DAÑO AMBIENTAL

(RÉGIMEN VIGENTE EN CHILE)

*
Rafael Valenzuela

*
Abogado chileno y profesor de Derecho Ambiental de la Universidad Católica de Valparaíso.
1.1 El daño ambiental

1.1.1 El daño ambiental. El daño sobre el medio ambiente. El daño sobre los
bienes y la salud de las personas derivado del daño al medio ambiente. El
daño sobre el derecho subjetivo al medio ambiente

La ley define el "daño ambiental" como "toda pérdida, disminución, detrimento o menoscabo significativo
inferido al medio ambiente o a uno o más de sus componentes" 1.

Por "medio ambiente", a su turno, la ley entiende "el sistema global constituido por elementos naturales y
artificiales de naturaleza física, química o biológica, socioculturales y sus interacciones, en permanente
modificación por la acción humana o natural y que rige y condiciona la existencia y desarrollo de la vida en sus
múltiples manifestaciones" 2.

Integrando ambas definiciones se llega a que por "daño ambiental" deba entenderse "toda pérdida, disminución,
detrimento o menoscabo significativo inferido al sistema global constituido por elementos naturales y artificiales
de naturaleza física, química, biológica o sociocultural que rige y condiciona la existencia y el desarrollo de la
vida, en sus múltiples manifestaciones; así como toda pérdida, disminución, detrimento o menoscabo significativo
infligido a uno o más de los componentes de este sistema global soportante de la vida".

Tanto existe daño ambiental, de consiguiente, cuando la pérdida, disminución, detrimento o menoscabo inferido al
medio ambiente o a uno o más de sus elementos deviene en consecuencias adversas para la vida, la salud o el
patrimonio de las personas, como cuando no deviene en este tipo de consecuencias, pues la ley, al definirlo,
prescinde por completo de esta variable; lo que no significa, ciertamente, que la desdeñe, como se verá más
adelante.

Tampoco incide a estos fines la circunstancia de que el daño causado resulte o no resulte lesivo de eventuales
derechos subjetivos de las personas sobre el medio ambiente.

Salvo mención expresa en contrario, esta ponencia emplea la expresión "daño ambiental" en el sentido que le
atribuye su definición legal, para no incurrir en inconsistencias con la normativa dictada a su respecto 3.

Ahora bien, considerado el medio ambiente en sí mismo, esto es, al margen de todo interés humano supeditado a
la preservación de los elementos y relaciones que lo constituyen, no podría afirmarse que las personas poseen a su
respecto un derecho subjetivo propiamente tal, pues ello carecería de asidero legal.

A la cuestión, en seguida, de si las personas son titulares de derechos subjetivos sobre el medio ambiente
considerado éste no en sí mismo, sino en cuanto medio necesario para dar satisfacción a determinadas necesidades
e intereses humanos, habría que responder afirmativamente, al menos en lo que se refiere a la contaminación
ambiental.

La Constitución, en efecto, asegura a todas las personas "el derecho a vivir en un medio ambiente libre de
contaminación", y consulta mecanismos específicos para instar por la efectiva cautela y salvaguardia de este
derecho4. Claro es que, en estricto rigor, no se está en este caso ante un derecho "sobre" el medio ambiente, sino
ante un derecho "a" la mantención impoluta de sus elementos asociables a la vida humana, lo que marca una
diferencia.

No puede pasarse por alto el hecho de que la Constitución impone al Estado el deber "de tutelar la preservación
de la naturaleza", y de que lo hace en términos genéricos más allá de cualquier interés humano contingente puesto

1
Ley Nº 19.300, sobre Bases Generales del Medio Ambiente, publicada en el Diario Oficial de fecha 9 de marzo de 1994, Art. 2º e). Las
referencias del documento a la "Ley de Bases" deben entenderse hechas a esta Ley Nº 19.300.
2
Ibídem, Art. 2º ll)
3
De acuerdo con el Art. 20 del Código Civil, "Las palabras de la ley se entenderán en su sentido natural y obvio, según el uso general de las
mismas palabras; pero cuando el legislador las haya definido expresamente para ciertas materias, se les dará en éstas su significado
legal".
4
Arts. 19 8º) inciso primero y 20 inciso segundo.
en juego 5. Sobre la base de que no existen derechos sin deberes correlativos, ni deberes sin derechos correlativos,
podría argumentarse en el sentido que la sola existencia de este deber constitucional importa el reconocimiento
implícito del derecho de toda persona a exigir de las autoridades públicas la preservación incondicionada del
medio ambiente. La existencia de derechos propiamente tales, sin embargo, supone que sus titulares dispongan de
acciones o recursos para hacerlos respetar, supuesto que sean vulnerados o desconocidos, lo que no ocurre en el
caso de que se trata. La Constitución, en efecto, no prevé la existencia de mecanismo alguno que permita
compeler al Estado al cumplimiento de su deber de tutelar la preservación de la naturaleza, considerada ésta en sí
misma, lo que estaría confirmando que los particulares carecen derecho subjetivos genéricos a este respecto.
Como se verá más adelante, en materia de responsabilidad civil por daño ambiental el ordenamiento jurídico
contempla la existencia de dos acciones, a saber: la "acción indemnizatoria" y la "acción ambiental".

Mediante la acción indemnizatoria puede impetrarse el resarcimiento económico de los perjuicios derivados del
daño ambiental. Nada tiene que ver, pues, esta acción, de índole estrictamente patrimonial, con un eventual
derecho subjetivo genérico y autónomo sobre el medio ambiente.

Mediante la acción ambiental, en cambio, puede exigirse la reparación del medio ambiente dañado, entendiéndose
por "reparación", a estos efectos, "la acción de reponer el medio ambiente o uno o más de sus componentes a una
calidad similar a la que tenían con anterioridad al daño causado o, en caso de no ser ello posible, restablecer sus
propiedades básicas" 6. A partir de estos objetivos, que discurren en el plano de lo propiamente ambiental, podría
verse en la disponibilidad de esta segunda acción la exteriorización de un derecho sobre el medio ambiente exento
de connotaciones y condicionamientos antropocéntricos.

El legislador, sin embargo, a propósito de la regulación de la titularidad de la acción ambiental, sólo da lugar a
deducirla a quienes "hayan sufrido el daño o perjuicio" 7, lo que descarta la existencia de un derecho semejante,
pues, si existiera tal derecho, no se justificaría que el titular de la acción tuviera que acreditar que el daño
ambiental le ha provocado daño o perjuicio personal o patrimonial. Por el contrario, debiera ser suficiente la
prueba del daño infligido al medio ambiente o a uno o más de sus componentes.

Pareciera ser, con todo, que el Estado y las municipalidades pueden ejercer la acción ambiental bajo el sólo
supuesto de que se haya producido daño ambiental 8. En esta medida, en consecuencia, y entendiendo que el
Estado y las municipalidades, al accionar, lo hacen a nombre y en representación de la comunidad nacional, global
y local, respectivamente, podría postularse que los particulares, por su intermediación, son titulares de una suerte
de derecho sobre el medio ambiente, no condicionado a intereses contingentes ajenos a lo propio y estrictamente
ambiental.

1.1.2 El daño ambiental: requisito de antijuricidad

De acuerdo con la Ley de Bases, todo el que culposa o dolosamente cause daño ambiental debe responder del
mismo 9. A contrario sensu, no existe responsabilidad por daño ambiental cuando este daño resulta de la
ocurrencia de un caso fortuito o fuerza mayor.

No existe otro criterio general para discernir cuando la actividad interactiva del hombre con el medio ambiente
deja de ser una actividad legítima para convertirse en un ilícito civil generador de responsabilidad
extracontractual. Y debe hablarse de criterio general, para dejar a salvo los casos excepcionales sujetos a un
régimen de responsabilidad ambiental objetiva o por riesgo.

El ordenamiento jurídico, por lo demás, no se hace cargo, específicamente, del "abuso del derecho", subsumiendo
esta materia en los principios y normas generales aplicables en materia de responsabilidad delictual y
cuasidelictual civil. Existirá abuso del derecho a valerse del medio ambiente o de uno o más de sus componentes,
por lo tanto, cuando el titular de este derecho lo ejerza maliciosa o negligentemente, es decir, cuando actúe con el

5
Art. 19 8º) inciso primero.
6
Ver ley citada en nota 1, Art. 2º s).
7
Ibídem, Art. 54 inciso primero.
8
Ibídem.
9
Ibídem, Art. 51 inciso primero.
propósito deliberado de dañar a otro en su persona o en sus bienes o le cause daños personales o patrimoniales a
consecuencia de haber actuado sin la diligencia y el cuidado debidos10.

1.1.3 Los daños comprendidos: actuales y futuros; previsibles e imprevisibles. El daño emergente.
El lucro cesante. El daño moral

A falta de norma especial que fije límites a la obligación indemnizatoria, rigen al respecto las disposiciones
generales del Código Civil 11, con la salvedad de que el causante de daño ambiental no sólo contrae la obligación
ordinaria de resarcir los perjuicios derivados del mismo, sino contrae, conjunta y adicionalmente, la obligación de
reparar el medio ambiente dañado, lo que se traduce, como se ha visto, en el deber de reponer el medio ambiente o
uno o más de sus componentes a una calidad similar a la que tenían con anterioridad al daño causado o, en caso de
no ser ello posible, en la obligación de restablecer sus propiedades básicas 12.

A lo primero, como se ha dicho, apunta el ejercicio de la "acción indemnizatoria"; a lo segundo, el ejercicio de la


"acción ambiental", bien entendido que estas acciones son compatibles entre sí y pueden deducirse simultánea o
sucesivamente.

La indemnización de perjuicios debe ser completa, lo que implica que debe comprender tanto el daño emergente
como el lucro cesante, es decir, tanto la pérdida o disminución efectiva que la víctima experimentó en su
patrimonio, como las legítimas ganancias que dejó de percibir debido a la conducta dolosa o culposa causante del
daño.

Por otra parte, tanto debe indemnizarse el daño material como el daño moral, y lo mismo el daño actual que el
daño futuro cierto, esto es, el daño que aún no se ha producido pero que se sabe con certeza que sobrevendrá.

Sólo debe indemnizarse, en cambio, el daño directo, sea inmediato o mediato, no así el daño indirecto, es decir, el
que no deriva necesaria y forzosamente del hecho ilícito, por cuanto en este caso no se satisface la exigencia de
que exista un nexo de causalidad entre la conducta dolosa o culposa, por una parte, y el daño producido, por la
otra.

Por regla general la cuantía del daño no incide en la procedencia de la indemnización de perjuicios, lo que
significa que la obligación de resarcimiento se extiende a todo daño, por mínimo que sea. En materia ambiental,
sin embargo, no es así, puesto que la definición de daño ambiental parte del supuesto que se está ante una pérdida,
disminución, detrimento o menoscabo "significativo" inferido al medio ambiente o a uno o más de sus
componentes 13. Como la ley no precisa ni entrega elementos para dimensionar "la significación" de este tipo de
daño, la cuestión queda entregada a la apreciación de los jueces de fondo, con el margen de incertidumbre que ello
conlleva.

Por regla general, así mismo, la obligación indemnizatoria no reconoce otro límite que el señalado por el importe
económico de los daños producidos. Existen casos, sin embargo, en los que los responsables del daño ambiental
pueden acogerse a límites de responsabilidad prefijados por la ley, como sucede, por ejemplo, en materia de daños
por contaminación del medio marino derivados del derrame de hidrocarburos u otras sustancias nocivas 14, y en el
caso de responsabilidad civil por daños nucleares 15.

1.1.4 Los daños por omisión. El deber de proteger el medio ambiente

No existe norma legal que imponga a las personas el deber genérico e inespecífico de proteger el medio ambiente.
Esto no quita, sin embargo, que por aplicación de las normas generales sobre responsabilidad extracontractual las

10
Ver Arturo Alessandri Rodríguez, "De la responsabilidad extracontractual en el derecho civil chileno”. Imprenta Universitaria. Santiago de
Chile, 1943, página 261.
11
Ver ley citada en nota 1, Art. 51 inciso tercero
12
Ibídem, Arts. 3º y 53 en relación con Art. 2º s)
13
Ibídem, Art. 2º e)
14
Ver decreto ley Nº 2.222, que sustituyó la Ley de Navegación, publicado en el Diario Oficial de fecha 31 de mayo de 1978, Art. 145.
15
Ver Ley Nº 18.302, Sobre Seguridad Nuclear, publicada en el Diario Oficial de fecha 2 de mayo de 1984, Art. 50.
personas puedan incurrir en responsabilidad civil por daño ambiental debido a conductas omisivas que les sean
imputables.

El dolo, en efecto, puede ser positivo o negativo. La doctrina conceptualiza el dolo negativo como la omisión o
abstención en la que su autor, pudiendo o debiendo obrar sin detrimento propio, se abstiene de hacerlo, con el
deliberado propósito de dañar a otro. Mediando este tipo de dolo y reuniéndose los demás requisitos de la
responsabilidad extracontractual, quien haya incurrido en este tipo de dolo queda sujeto a la obligación de
indemnizar los daños irrogados 16.

La culpa, a su vez, puede ser culpa por acción o por omisión. Es por acción cuando incide en la comisión de un
hecho (culpa in commitendo); y es por omisión cuando incide en la no ejecución de un hecho, es decir, en una
abstención (culpa in omitiendo). La culpa por omisión, a su turno, puede ser de dos tipos, según la abstención sea
pura y simple o incida en una acción. Existe abstención pura y simple cuando el agente, sin ejecutar acto alguno,
se limita a permanecer pasivo. Este tipo de abstención constituye culpa no sólo cuando el agente se exime de
ejecutar un acto expresamente ordenado por ley, sino, también, cuando, pudiendo o debiendo obrar el agente sin
detrimento propio, no lo hace, por descuido o negligencia, aunque la obligación de actuar no le esté impuesta por
norma jurídica alguna. Existe abstención en la acción, en cambio, cuando el agente, al ejecutar el acto perjudicial,
omite adoptar las precauciones necesarias para evitar el daño. Como en el caso anterior, se está ante este tipo de
culpa sea o no que la precaución omitida se encuentre impuesta por ley. En caso que lo esté, la sola omisión
constituye culpa. En caso que no lo esté, incumbirá al juez determinar si existió negligencia en la conducta del
agente. Mediando culpa por omisión, de cualquiera de estos tipos, y concurriendo los demás requisitos legales,
quien haya incurrido en ella queda sujeto a la obligación de indemnizar los perjuicios a que haya dado lugar17.

Entendiendo que la cuestión del ejercicio del derecho a no actuar de un modo abusivo se traduce en la facultad de
abstenerse de hacer uso dañoso de las potestades inherentes a la titularidad de un determinado derecho, no se ve
de qué manera ello podría constituirse en fuente de responsabilidad extracontractual, puesto que si se está ante una
conducta omisiva de la que no se sigue perjuicio ambiental, ello será señal de que no está concurriendo uno de los
supuestos objetivos de dicha responsabilidad, cual es, precisamente, la existencia de daño. En caso contrario, esto
es, si la abstención en el ejercicio de un derecho genera daño ambiental atribuible a dolo negativo del agente, o a
culpa por omisión del mismo, existirá ejercicio abusivo de la facultad de abstenerse, y, por ende, obligación de
indemnizar, de acuerdo con los criterios antes reseñados.

También puede contraerse la obligación de indemnizar por causa de no haberse observado las medidas de
prudencia o precaución constitutivas de verdaderos usos o hábitos sociales. Puesto, sin embargo, que estos usos o
hábitos carecen de fuerza jurídica vinculante, el juez puede prescindir de ellos y estimar que no hay culpa en su
infracción, si cree que un hombre prudente colocado en la misma situación no habría actuado de otra forma. Del
mismo modo, el hecho de observar fielmente estos usos o hábitos generalizados no exime de adoptar las demás
medidas de prudencia que las circunstancias requieran, por lo que si el juez considera que estas medidas eran
necesarias, podrá declarar culpable a quien no las adoptó, aunque haya prestado observancia a los usos o hábitos
imperantes al respecto18.

1.2 El carácter preventivo y el carácter resarcitorio del sistema de


responsabilidad civil por el daño ambiental

Hasta la entrada en vigencia de la Ley sobre Bases General del Medio Ambiente la posibilidad de deducir la
acción indemnizatoria distó de cumplir una función relevante –o medianamente significativa, siquiera–, en la
prevención de los daños ambientales, lo que se explica por variadas razones.

El ejercicio de dicha acción estuvo sujeto, por regla general, a las normas del "procedimiento ordinario", con las
consiguientes dilaciones procedimentales, no menos onerosas que desmotivadoras. En materia de acreditación de
los daños experimentados y de prueba del carácter doloso o culpable de las conductas causantes del daño, rigió el
sistema denominado "de la prueba legal", caracterizado por la limitación taxativa de los medios de prueba a que
puede recurrir el actor para lograr la convicción del juez y por el señalamiento anticipado y en abstracto de la
16
Ver obra citada en nota 10, págs. 166 a 168.
17
Ibídem, págs. 196 a 200.
18
Ibídem, pág. 181.
fuerza probatoria de cada uno los medios de prueba admitidos a estos efectos. A ello se agregó, todavía, la
dificultad inherente a la apreciación pecuniaria de los perjuicios ambientales sufridos.

La Ley sobre Bases Generales del Medio Ambiente innovó profundamente en materia de responsabilidad civil por
daño ambiental. Creó, desde luego, como remedio paralelo y compatible con la "acción indemnizatoria", la
"acción ambiental", mediante cuyo ejercicio –como se ha visto– puede perseguirse la reparación material del
medio ambiente dañado, a costa del causante del daño19. Dispuso, por otra parte, que ambas acciones deben
sustanciarse de acuerdo con las reglas del "procedimiento sumario" 20. En materia de prueba, y con respecto, así
mismo, a ambas acciones, declaró admisible "cualquier medio de prueba, además de los establecidos en el
Código de Procedimiento Civil", y dispuso que el juez, al resolver sobre las acciones deducidas, debe apreciar la
prueba rendida "conforme a las reglas de la sana crítica" 21. A mayor abundamiento, acogió la figura doctrinaria
de la "culpa contra la legalidad" 22, mediante el establecimiento de una presunción legal de responsabilidad en
contra el autor del daño ambiental que haya obrado con infracción de disposiciones legales o reglamentarias sobre
protección, conservación o preservación ambientales, alivianando, en la misma medida, la carga probatoria de
quienes deduzcan cualquiera de las dos acciones mencionadas23.

Aunque no se tiene conocimiento público de acciones ambientales o indemnizatorias deducidas al amparo de la


nueva normativa, existen motivos fundados para suponer que los cambios introducidos obrarán, en alguna
medida, como factores disuasivos de conductas que puedan implicar la comisión de daño ambiental, lo que está
por constatarse, ciertamente.

1.2.1 La responsabilidad contractual

En caso de incumplimiento de una obligación contractual, imputable al deudor, el acreedor tiene dos derechos
principales: 1º) el de obtener el cumplimiento forzado y en naturaleza de la obligación incumplida, siendo ello
posible; y, 2º) el de exigir el cumplimiento en equivalencia de la obligación incumplida, mediante la obtención de
la correspondiente indemnización de perjuicios, supuesto que el cumplimiento en naturaleza se haya hecho
imposible. Esta indemnización puede ser de dos tipos: compensatoria y moratoria. La primera consiste en la suma
de dinero que el deudor debe pagar al acreedor por un monto equivalente a lo que le habría reportado el
cumplimiento efectivo e íntegro de la obligación incumplida. La segunda consiste en la suma de dinero que el
deudor debe pagar al acreedor por un monto equivalente al importe de los perjuicios que le haya ocasionado el
retardo en el cumplimiento de la obligación.

Cualquiera sea el caso, la indemnización de perjuicios supone, aparte de la producción de perjuicios, la existencia
de una relación de causalidad entre el incumplimiento y los perjuicios producidos; la imputabilidad de los
perjuicios, es decir, la culpa o dolo del deudor incumplidor, y la mora de este último.

Contrariamente a lo que sucede con el dolo, que no se presume y debe, por consiguiente, ser probado por quien
demanda la indemnización de perjuicios24, producido el incumplimiento del contrato la ley presume legalmente la
culpa del deudor, de tal forma que es éste quien debe probar que empleó la diligencia y el cuidado debidos, bajo
sanción, en su defecto, de tener que hacer frente a la obligación indemnizatoria25.

Por regla general, el deudor sólo responde de los perjuicios directos previstos, esto es, de los que se previeron o
pudieron preverse al tiempo del contrato. De los perjuicios directos imprevistos sólo responde supuesto que se le
acredite dolo o culpa grave en el incumplimiento de la obligación26. Salvo estipulación expresa en contrario, el
deudor no responde de los perjuicios indirectos derivados del incumplimiento de la obligación, por no existir, a su
respecto, la mencionada relación de causalidad.

19
Ver ley citada en nota 1, Arts. 3º y 53.
20
Ibídem, Art. 61. Hay quienes opinan que el ejercicio de la acción indemnizatoria permanece sujeta a las reglas del procedimiento ordinario,
lo que nos parece un error.
21
Ibídem, Art. 62 inciso primero.
22
Ver obra citada en nota 10, pág. 175.
23
Ver ley citada en nota 1, Art. 52.
24
Art. 1459 del Código Civil.
25
Art. 1547 del Código Civil.
26
Art. 1557 del Código Civil, en relación con el inciso primero de su Art. 44.
Pese a que la ley no se ha hecho cargo expresamente de la hipótesis de que el incumplimiento de una obligación
contractual pueda derivar para el acreedor en la producción de daño ambiental, no se divisa razón por la que no
deba aplicarse a un caso semejante la normativa general reseñada. La Ley de Bases, en todo caso, silenció por
completo esta eventualidad, que ameritaba haber quedado expresamente resuelta.

Tratándose de contratos cuya ejecución envuelve un riesgo cierto de daño para la persona del acreedor –como
sucede, por ejemplo, en el contrato de transporte–, tiende a imponerse la tesis proveniente de la doctrina y
jurisprudencia francesas en el sentido que este tipo de contratos conlleva una "obligación de seguridad" que obliga
al deudor a cumplir sus compromisos contractuales de manera tal que dicho daño no llegue a producirse. Es así
que, supuesto que el daño se produzca, la responsabilidad en que incurre el deudor se considera de origen y
naturaleza contractual, y no extracontractual, de lo que se sigue que el acreedor, al reclamar la correspondiente
indemnización de perjuicios, estará relevado de tener que probar la culpa del causante del daño, puesto que, a
diferencia de lo que ocurre con la culpa aquiliana, la culpa contractual se presume, bajo el solo supuesto de que el
deudor haya incurrido en incumplimiento de cualquiera de sus obligaciones.

En lo que hace, específicamente, al contrato de transporte, no cabe duda que el acarreador se encuentra sujeto a
esta "obligación de seguridad" de carácter contractual 27.

La situación se torna discutible, en cambio, en materia de contratos cuya ejecución pueda derivar en la producción
de daños para el medio ambiente, y no para la persona del acreedor.

1.2.2 La responsabilidad extracontractual. El sistema subjetivo de


atribución de responsabilidad

En materia de responsabilidad extracontractual el Código Civil sigue la teoría clásica de la responsabilidad


subjetiva, que requiere la existencia de dolo o culpa en el causante del daño para constituirlo en responsable de su
indemnización.

La Ley sobre Bases Generales del Medio Ambiente no innovó a este respecto, de lo que resulta que el autor de
daño ambiental sólo contrae la obligación de resarcirlo o de repararlo materialmente a condición de haber actuado
maliciosa o negligentemente 28. A mayor abundamiento, este cuerpo legal establece que "en lo no previsto por esta
ley o por leyes especiales, se aplicarán las disposiciones del Título XXXV del Libro IV del Código Civil" 29, que
son, precisamente, las que instauran el principio de la imputabilidad subjetiva del daño como fundamento de la
responsabilidad extracontractual.

No se precisa, pues, de interpretación extensiva o analógica alguna para llegar a esta conclusión, puesto que el
asunto está expresamente resuelto, de manera inequívoca.

El mérito principal del sistema subjetivo de atribución de responsabilidad extracontractual radica en la valoración
del elemento moral de la obligación de reparar los daños causados.

A ello se agrega que favorece la iniciativa y el espíritu de empresa, al ofrecer la seguridad de que los hechos
irreprochables no pueden llegar a constituirse en fuente de responsabilidad para quienes los ejecutan.

Su principal desventaja radica en que obliga a probar el dolo o la culpa del autor del daño, en defecto de lo cual la
víctima va a verse privada de todo derecho a indemnización. Esta prueba, siempre ardua –por sus matices
predominantemente personales–, se torna muchas veces imposible, sobre todo en los casos de daños no atribuibles
a agentes determinados o cuyas causas quedan ignoradas. En estas hipótesis –de frecuente ocurrencia, por lo
demás– el derecho a la reparación que asiste a la víctima deviene en algo meramente teórico y nominal, por
cuanto, como se ha escrito, "carecer de un derecho o tener uno que no puede hacerse triunfar es una misma
cosa" 30.

27
Ver Art. 2015 del Código Civil y Art. 207 inciso 2º en relación con el Art. 171 del Código de Comercio.
28
Ver ley citada en nota 1, Arts. 3º y 51.
29
Ibídem, Art. 51 inciso tercero.
30
Ver Josserand "Évolutions et actualités", Conférences de droit civil, pág.35, citado en obra mencionada en nota 10 que antecede, pág. 110.
En casos semejantes no podría decirse, ciertamente, que el sistema subjetivo de atribución de responsabilidad civil
ofrece suficientes garantías de protección al derecho de las víctimas del daño ambiental a ser resarcidas de los
perjuicios que les hayan sido irrogados; ni tampoco, en su caso, a su derecho a exigir la reparación material del
medio ambiente dañado. Más bien habría que decir que la protección que busca dispensar la ley puede llegar a
tornarse en una "protección de fantasía", meramente ilusoria,

Entre los varios paliativos propuestos para subsanar este estado de cosas se cuenta el de proceder al
establecimiento de presunciones legales de culpabilidad, de manera tal que probada la existencia de los daños y su
nexo causal con la conducta del agente, se tenga por presumida su responsabilidad. El agente, en consecuencia,
para exonerarse de la obligación de indemnizar, tendría que probar que no incurrió en culpa, esto es, que actuó
con el cuidado y la diligencia debidos, adoptando todos los resguardos y precauciones aconsejados por la
prudencia. El onus probandi, en otras palabras, se trasladaría de la víctima del daño, a su autor. No han faltado, sin
embargo, quienes ven en esta inversión del peso de la prueba un simple subterfugio tendiente a mantener el
respeto del sistema clásico de responsabilidad extracontractual, aunque liberando, de hecho, a la responsabilidad,
de la idea de culpa 31.

Dependiendo de la amplitud de la casuística de estas presunciones de culpabilidad ellas podrían paliar más o
menos significativamente el principal inconveniente del sistema subjetivo de atribución de responsabilidad
delictual o cuasidelictual civil. Tratándose, con todo, de actividades que por su propia naturaleza conlleven un
riesgo probable y previsible de grave daño ambiental, la inversión del peso de la prueba no resultaría suficiente,
por lo que este tipo de actividades debiera quedar sujeto, derechamente, a un régimen de responsabilidad objetiva
o por riesgo, ajeno a consideraciones incriminatorias de orden subjetivo.

Como se ha mencionado, por lo demás, existe una corriente doctrinaria que busca corregir los inconvenientes
probatorios del régimen de responsabilidad subjetiva por la vía de argumentar que determinados contratos,
intrínsecamente riesgosos para el acreedor, llevan implícita una "obligación de seguridad" del deudor, la cual,
supuesto que la ejecución del contrato devenga en la concreción de los riesgos que la acompañan, configuraría una
infracción de la ley del contrato que tendría que resolverse, por lo mismo, a la luz de los principios de la
responsabilidad contractual y no de la responsabilidad extracontractual, con la consiguiente inversión del onus
probandi en contra del deudor incumplidor32.

1.2.3 Sistema objetivo de atribución de responsabilidad

Salvo contadísimas excepciones –y algunos casos dudosos– el derecho común no da cabida a la aplicación del
sistema objetivo de responsabilidad extracontractual.

En materia ambiental, sin embargo, y desde mucho antes de la dictación de la Ley sobre Bases Generales del
Medio Ambiente, se han venido tipificando algunos casos aislados de responsabilidad de este tipo. Así ocurre, por
ejemplo, en materia de daños causados con motivo de la aplicación de plaguicidas 33; de daños nucleares34 y de
daños causados al medio ambiente marino por derrame o vertimiento de hidrocarburos u otras sustancias nocivas
provenientes de naves o artefactos navales 35. En la esfera del derecho internacional recepcionado por el derecho
interno pueden mencionarse los casos de la Convención de Viena, de 1963, sobre Responsabilidad Civil por
Daños Nucleares36; del Convenio Internacional sobre Responsabilidad Civil por Daños causados por la
Contaminación del Mar por Hidrocarburos37 y del Convenio sobre Responsabilidad Internacional por Daños
causados por Objetos Espaciales 38, entre otros.
31
Ver, por ejemplo, Ramón Meza Barros "Manual de derecho civil (de las fuentes de las obligaciones)", Tomo II, pág. 257. Editorial Jurídica
de Chile. Manuales Jurídicos Nº 40. Santiago de Chile, 1951.
32
Carlos Ducci Claro, "Responsabilidad civil", pág. 35. Editorial Jurídica de Chile, 1971.
33
Ver decreto ley Nº 3.557, Ley sobre Protección Agrícola, publicada en el Diario Oficial de fecha 9 de febrero de 1981, Arts. 8º y 36.
34
Ver ley citada en nota 15, Arts. 49 y 56.
35
Ver ley citada en nota 14, Art. 144. No han faltado, sin embargo, quienes opinan que este cuerpo legal consagra un régimen de "culpa
presumida" y no de "responsabilidad objetiva".
36
Convención promulgada por decreto supremo Nº 18, de 8 de enero de 1990, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el Diario
Oficial de fecha 8 de marzo del mismo año, Art. IV.
37
Convenio promulgado por decreto supremo Nº 475, de 12 de agosto de 1977, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el
Diario Oficial de fecha 8 de octubre del mismo año, Art. III.
38
Convenio promulgado por decreto supremo Nº 818, de 26 de diciembre de 1976, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el
Diario Oficial de fecha 22 de mayo de 1977, Arts. II a VI.
Estos regímenes especiales de responsabilidad ambiental objetiva coexisten con el régimen general de
responsabilidad ambiental subjetiva instaurado por la Ley de Bases, al tenor de lo dispuesto por su articulado en el
sentido que "las normas sobre responsabilidad por daño al medio ambiente contenidas en leyes especiales,
prevalecerán sobre las de la presente ley" 39. "Prevalecerán", esto es, "primarán", sin que haya operado a estos
respectos, por lo tanto, forma alguna de derogación tácita u orgánica.

Tal como ocurre con el sistema subjetivo de atribución de responsabilidad extracontractual, el sistema objetivo
presenta algunos inconvenientes.

No soluciona, desde luego, los casos en que el daño ambiental resulta el producto de la operación de una
pluralidad de causas coetáneas o sucesivas atribuibles a diversos agentes. La supresión de la idea de culpa y la
consiguiente reducción del problema indemnizatorio a una pura cuestión de causalidad puede llevar en casos
semejantes a soluciones reñidas con la equidad. Dentro del régimen de responsabilidad subjetiva este problema se
soluciona de acuerdo con la teoría de la "equivalencia de las condiciones", de la que más adelante se hace
mención40.

Desde otro ángulo, se corre el riesgo de que el régimen de responsabilidad objetiva se convierta en un factor
desincentivador de determinadas iniciativas de desarrollo de interés general, pues el empresario que se sabe
expuesto a tener que indemnizar el daño ambiental que pueda seguirse de sus actividades, al margen del grado de
diligencia y cuidado que emplee para precaver e impedir su producción, normalmente va a experimentar
reticencia a involucrarse en empresas que conlleven un riesgo obligacional semejante.

Puede cuestionarse, además, que el sistema objetivo de atribución de responsabilidad sea tan justo y equitativo
como lo pretenden quienes lo propugnan, pues ocurre muchas veces que el daño ambiental es producto de
actividades ambientalmente riesgosas cuya ejecución importa la prestación de un verdadero servicio público, del
que todos reportan beneficio, incluidas las víctimas del daño.

Subsisten, además, dentro del régimen, las dificultades inherentes a la prueba de los perjuicios ocasionados y a la
acreditación del nexo de causalidad que debe mediar entre los actos del agente y sus efectos dañosos para el medio
ambiente.

En términos comparativos, con todo, es indudable que las probabilidades de la víctima de ser resarcida de los
daños que le han sido infligidos aumentan considerablemente dentro del régimen de responsabilidad objetiva,
aunque no pueda llegar a decirse que este sistema le ofrece "suficiente protección".

1.2.3.1 Los fundamentos de la responsabilidad objetiva: riesgo


creado, riesgo provecho, riesgo integral. Las cosas y
actividades peligrosas o riesgosas

Puede presumirse –por cuanto no está explicitado– que se sigue al respecto la denominada "teoría del riesgo",
según la cual quien crea un riesgo debe sufrir las consecuencias si éste llega a concretarse. Prescinde, pues, esta
teoría, de la noción de dolo o culpa, y reduce el problema de la responsabilidad a una pura cuestión "de
causalidad". El autor del daño, en otras palabras, no es obligado a indemnizarlo por haberlo causado con culpa o
dolo, sino lo es, simplemente, por haber creado el riesgo que devino en su producción.

En su modalidad normal esta teoría exonera de responsabilidad indemnizatoria al agente causante del daño
supuesto que éste pueda acreditar que los perjuicios irrogados han sido producto exclusivo de la ocurrencia de un
caso fortuito o fuerza mayor, o han sido provocados por un hecho exclusivo de la víctima o de un tercero.

En su modalidad más estricta, en cambio, la responsabilidad del creador del riesgo se extiende al caso en que el
daño haya sobrevenido por caso fortuito o fuerza mayor, como ocurre, por ejemplo, en materia de responsabilidad
civil por daño nuclear 41.
39
Ver ley citada en nota 1, Art. 51 inciso segundo.
40
Ver infra, punto 1.2.5.
41
Ver ley citada en nota 15, Art. 56.
Debe hacerse reserva, no obstante, en el sentido que como el derecho común no precisa las características
generales del régimen de "responsabilidad objetiva" –puesto que no lo adopta– todo cuanto pueda aseverarse en
Chile acerca de sus clasificaciones y características distintivas es de extracción puramente doctrinaria o resulta de
algunos principios o categorías generales inferibles de las regulaciones dadas para los casos excepcionales
colocados bajo el imperio de sus reglas.

1.2.4 La responsabilidad y la autorización administrativa

El derecho común carece de regulaciones expresas y generales aplicables a la materia.

Tampoco se ha hecho cargo de ella la Ley de Bases, aunque su articulado consulta un precepto que parece incidir
de lleno en su problemática.

Dispone la ley, en efecto, que "Cuando los responsables de fuentes emisoras sujetas a planes de prevención o de
descontaminación, o a regulaciones especiales para situaciones de emergencia, según corresponda, acreditaren
estar dando íntegro y cabal cumplimiento a las obligaciones establecidas en tales planes o regulaciones, sólo
cabrá la acción indemnizatoria ordinaria deducida por el personalmente afectado, a menos que el daño provenga
de causas no contempladas en el respectivo plan, en cuyo caso se aplicará lo dispuesto en el artículo anterior" 42.

La norma no se pone precisamente en el caso de una empresa o actividad que esté generando daño ambiental al
amparo de una autorización administrativa. Resulta, sin embargo, de alto interés, en cuanto da expresa cabida al
ejercicio de la acción indemnizatoria aún en el supuesto que dicha empresa o actividad esté operando con plena y
oportuna observancia de los planes administrativos de prevención o de descontaminación a los que se encuentra
sujeto. Deducida acción indemnizatoria en su contra, en consecuencia, la empresa o actividad no podrá excusarse
de responder por los perjuicios que esté causando a pretexto de estar prestando acatamiento a las medidas de
resguardo ambiental impuestas por dichos planes. Sólo queda a salvo de que pueda deducirse en su contra la
acción ambiental, esto es, la que apunta al restablecimiento material del medio ambiente dañado, aunque con la
contraexcepción contemplada por el mismo precepto.

Para la mayor parte de la doctrina civilista nacional el hecho de causarse daño al amparo de una autorización
administrativa no da lugar a invocar una causal eximente de responsabilidad. El solo hecho de que la autoridad
administrativa haya autorizado una determinada actividad, se sostiene, no obsta a que su autor incurra en
responsabilidad si con esa actividad daña a un tercero, aunque haya cumplido con todos los requisitos y medidas
prescritas por aquella, por cuanto la autorización administrativa no exime a quien la obtiene de adoptar, a más de
esas medidas, las otras que la prudencia requiera para evitar que la actividad autorizada resulte generadora de
perjuicios. Los derechos que la ley nos confiere, se argumenta, los ejercemos bajo nuestra propia responsabilidad,
y no bajo la responsabilidad del Estado, sin que pueda verse en las exigencias administrativas otra cosa que el
mínimum de seguridades que deben adoptarse43.

Estos criterios doctrinales se corresponden y encuentran decidido eco en el contenido de la mencionada


disposición de la Ley de Bases.

En el marco de la casuística sectorial puede vincularse a la materia, entre otras normas, la que dispone que "Las
autorizaciones que se otorguen para instalar y operar instalaciones, plantas, centros, laboratorios,
establecimientos y equipos nucleares señalarán la persona o personas que en calidad de explotador asumen la
responsabilidad por los daños nucleares que ellos produjeren (...)" 44. Va implícito en este precepto que el
explotador nuclear, aunque amparado en sus actividades por la respectiva autorización administrativa de
funcionamiento, puede verse enfrentado a problemas de responsabilidad civil por comisión de daño nuclear.

42
Ver ley citada en nota 1, Art. 55.
43
Ver obra citada en nota 10, págs. 180, 275, 276 y 625.
44
Ver ley citada en nota 15, Art. 16.
1.2.5 La indemnización. El valor y el precio del medio ambiente. Los contenidos
de la indemnización y sus beneficiarios: las personas damnificadas, la
comunidad, el Estado. Los fondos de reparación

La legislación no contempla parámetros específicos para determinar el monto de la indemnización por daño
ambiental, por lo que esta cuestión debe resolverse de acuerdo con los principios y reglas generales aplicables al
efecto.

No existe conocimiento, por lo demás, de procesos judiciales en los que se haya perseguido el resarcimiento de
daños ambientales "extrapatrimoniales", esto es, de daños ambientales que no se hayan traducido en perjuicios
apreciables en dinero para las personas o sus bienes. Este estado de cosas parece obedecer, por una parte, a que el
concepto mismo de daño ambiental es de muy reciente cuño, y, por otra, a que, como se ha señalado, el
ordenamiento jurídico no contempla la existencia de derechos subjetivos propiamente tales sobre el medio
ambiente, considerado en sí mismo, es decir, con prescindencia de todo interés humano con significación
económica 45.

La falta de parámetros específicos establecidos al efecto coloca a la indemnización del daño ambiental
extrapatrimonial en una situación similar a la que se planteó durante muchos años en materia de apreciación
pecuniaria del daño moral, a cuyo respecto tampoco existían parámetros particulares. A falta de ellos, la
jurisprudencia, tras una prolongada evolución, se uniformó en el sentido de resolver que la evaluación pecuniaria
del daño moral debe ser efectuada discrecionalmente por los tribunales sentenciadores, de acuerdo con los
dictados de su prudencia46. Si así se falló en materia de indemnización del daño moral, no se ve por qué razón no
podría seguirse el mismo criterio en materia de apreciación económica del daño ambiental extrapatrimonial.

Se cuenta en este caso, por lo demás –lo que no ocurría en el caso del daño moral–, con el apoyo de la regla según
la cual los sentenciadores, al pronunciarse sobre las acciones indemnizatorias sometidas a su conocimiento y
decisión, deben apreciar la prueba que se les ofrezca "conforme a las reglas de la sana crítica" 47, lo que implica
allanar un primer obstáculo en este sentido. Se agrega a ello la especial atención que dispensa la Ley de Bases a la
prueba pericial48, a cuyos resultados habrán de atenerse los tribunales, normalmente, tanto para tener por
establecida la existencia del daño ambiental como para tener por acreditada su naturaleza, extensión y
significación económica.

Fuerza es reconocer, pues, que la apreciación económica del daño ambiental extrapatrimonial da lugar a
problemas no resueltos por el legislador, ni zanjados tampoco –de momento, al menos– por la jurisprudencia de
los tribunales, lo que señala la existencia de una ardua e imperiosa tarea pendiente.

En lo que respecta a la legitimación activa cuando el daño ambiental se ha traducido en perjuicios para las
personas, no cabe duda que la acción indemnizatoria puede ejercerla tanto la víctima de estos perjuicios como sus
herederos o cesionarios, según sea el caso. En cualquiera de estas hipótesis la indemnización que se obtenga irá a
beneficio del actor.

Cuando el daño ambiental se ha traducido en daños a las cosas, la cuestión de la legitimación activa se resuelve de
acuerdo con la norma según la cual "puede pedir esta indemnización no sólo el que es dueño o poseedor de la
cosa que ha sufrido el daño, o su heredero, sino el usufructuario, el habitador o el usuario, si el daño irroga
perjuicio a su derecho de usufructo, habitación o uso. Puede también pedirla en otros casos –agrega la norma– el
que tiene la cosa con obligación de responder de ella; pero sólo en ausencia del dueño" 49. También serán los
respectivos actores, en estos casos, los que tendrán derecho a la indemnización judicialmente decretada, lo que no
plantea ninguna duda.

La cuestión se hace aparentemente dudosa, en cambio, cuando la acción deducida apunta al resarcimiento
económico del daño ambiental "extrapatrimonial". Y no decimos "dudosa" sino "aparentemente dudosa", por

45
Ver supra, punto 1.1.1.
46
Ver René Abeliuk Manasevich, "Las obligaciones", Segunda Edición, Ediar Editores Ltda. pág. 188.
47
Ver ley citada en nota 1, Art. 62 inciso primero.
48
Ibídem, Art. 61.
49
Art. 2315 del Código Civil.
cuanto, al tenor de la normativa vigente, la acción indemnizatoria sólo puede ejercerla "el directamente
afectado" 50, lo que comporta un rasgo restrictivo que obsta a admitir como eventuales titulares de la acción
indemnizatoria a la generalidad de los componentes del conglomerado social. A partir de estas premisas, sólo el
Estado se encontraría legitimado activamente para demandar el resarcimiento de los perjuicios derivados de la
producción de daño ambiental "extrapatrimonial"; y sólo el Estado, por ende, sería beneficiario de la
indemnización de perjuicios judicialmente decretada.

1.2.6 La prescripción de la acción. Los daños continuados

De acuerdo con la Ley de Bases, "la acción ambiental y las acciones civiles emanadas del daño ambiental
prescribirán en el plazo de cinco años, contado desde la manifestación evidente del daño" 51.

Este plazo difiere en dos aspectos del plazo general de prescripción de la acción indemnizatoria derivada de la
comisión de un delito o cuasidelito civil, que es de "cuatro años contados desde la perpetración del acto" 52.
Difiere, en efecto, en primer término, en cuanto el plazo de prescripción es de cinco años y no de cuatro, lo que
confiere a esta prescripción el carácter de una prescripción "de largo tiempo" y no "de corto tiempo", con las
consecuencias que de ello se derivan en materia de interrupción y de suspensión de la prescripción extintiva. Se
distingue de dicho plazo, en segundo lugar, en cuanto el término de prescripción no se cuenta desde la
perpetración del acto dañoso, sino desde la manifestación evidente del daño, de modo tal que mientras el daño
ambiental no se haga patente, el plazo de prescripción no empieza siquiera a correr.

Esta modalidad de cómputo se aviene con la naturaleza del daño ambiental, pero tiene el inconveniente de pugnar
con la constante del ordenamiento jurídico nacional en materia de consolidación de situaciones jurídicas inciertas,
que discurre sobre la base del transcurso de un plazo máximo de prescripción extintiva de diez años53.

Puesto, además, que las normas sobre responsabilidad por daño al medio ambiente de la Ley de Bases deben ceder
paso a la aplicación de las disposiciones sobre la materia contenidas en leyes especiales54, prevalecerán sobre las
reglas señaladas las contenidas en disposiciones tales como la que establece que "la acción para reclamar por los
daños nucleares prescribirá en el plazo de diez años, contado de la fecha en que ocurrió o se denunció por un
inspector el accidente nuclear" 55. Esta misma norma agrega que "el demandante podrá modificar su demanda, en
razón de la agravación del daño sufrido, hasta el momento de dictarse la sentencia definitiva de segunda
instancia" 56, lo que la Ley de Bases, desafortunadamente, omitió elevar a la categoría de una regla de aplicación
general.

Supuesto, ahora, que el daño ambiental sea producto de una secuencia de acciones continuadas, ello no debiera
dar lugar a mayores problemas, puesto que el día de inicio del cómputo del plazo de prescripción está fijado no
por la fecha de los ilícitos generadores del daño, sino, como se vio, por la fecha de la manifestación evidente del
mismo. Si para una víctima esta manifestación se hizo patente en una determinada fecha y, para otra víctima, en
fecha distinta, entendemos que la expiración por prescripción de la acción indemnizatoria ocurrirá en días
diferentes para cada una de estas dos personas, por cuanto distaría de ser equitativo tener por extinguida la acción
indemnizatoria de una de las víctimas del daño ambiental a partir del momento en que las consecuencias de este
daño se hagan manifiestas para otra de sus víctimas.

Tal vez la Ley de Bases debió haberlo dispuesto así, pero no lo hizo, probablemente por haberlo considerado
obvio.

50
Ver ley citada en nota 1, Art. 53.
51
Ibídem, Art. 63.
52
Art. 2332 del Código Civil.
53
Ver, por ejemplo, los Arts. 1683, 1692, 2510 y 2520 del Código Civil.
54
Ver ley citada en nota 1, Art. 51 inciso segundo.
55
Ver ley mencionada en nota 15, Art. 66 inciso primero.
56
Ibídem, Art. 66 inciso segundo.
1.2.7 La extensión de la responsabilidad de las personas jurídicas,
morales o ideales a sus representantes legales, a sus miembros y a
otras personas

Las personas jurídicas de derecho privado, aunque incapaces de cometer delito o cuasidelito penal, son, sin
embargo, capaces de cometer delito o cuasidelito civil, por lo que están obligadas a indemnizar los daños
causados con dolo o culpa por las personas naturales que obren en su nombre o representación, o que estén a su
cuidado o servicio. Así se desprende de la norma según la cual "La responsabilidad penal sólo puede hacerse
efectiva en las personas naturales. Por las personas jurídicas responden los que hayan intervenido en el acto
punible, sin perjuicio de la responsabilidad civil que afecte a la corporación en cuyo nombre hubieren obrado" 57.

Esta responsabilidad afecta por igual a toda clase de personas jurídicas de derecho privado, sea o no que persigan
fines de lucro: fundaciones, corporaciones, sociedades de personas o de capitales, etc.

Para que las personas jurídicas incurran en responsabilidad extracontractual, sin embargo, es preciso que quienes
hayan actuado en su nombre o representación (gerentes o representantes legales) hayan contado con poderes o
facultades suficientes para hacerlo, pues, de lo contrario, sólo serán obligadas a la reparación las personas
naturales que hayan cometido el ilícito civil.

Debe tenerse presente, con todo, que la responsabilidad de las personas jurídicas no excluye la responsabilidad
individual o personal de las personas naturales que, como miembros de sus órganos de administración, hayan
ejecutado el hecho perjudicial doloso o culpable, lo que se traduce en que el delito o cuasidelito civil engendra una
doble responsabilidad: la de la persona jurídica y la de las personas naturales que lo cometieron 58. Esta doble
responsabilidad es de naturaleza solidaria e ilimitada y no simplemente subsidiaria y limitada, puesto que va a
estarse ante un delito o cuasidelito civil cometido conjuntamente por dos personas distintas59. Supuesto, incluso,
que el delito o cuasidelito civil haya consistido en una abstención, son obligados a la reparación de los daños los
que estaban encargados de obrar y no lo hicieron60.

Los socios o miembros de la persona jurídica que no tuvieron intervención personal en la comisión del ilícito civil
no incurren en responsabilidad extracontractual individual, bien que, bajo los supuestos mencionados, sí pueda
haberla contraído la entidad de la que forman parte y quienes hayan actuado en su nombre o representación.

1.3 La responsabilidad colectiva. Fundamento: el riesgo creado. Objetividad y


nexo causal. Solidaridad y mancomunidad. Asignación de partes de
responsabilidad. La transmisión de la responsabilidad

La cuestión que se plantea guarda estrecha relación con la "teoría de la equivalencia de las condiciones", que se
pone en el caso de que las causas generadoras del daño sean múltiples, a veces concurrentes, a veces sucesivas,
pero de naturaleza e incidencia tales que si una sola de dichas causas hubiese faltado, el daño no se habría
producido. La teoría postula que en tales situaciones basta que entre las varias causas se cuente un solo hecho - u
omisión - doloso o culpable, para que el autor de ese hecho quede obligado al pago de la indemnización íntegra,
por considerarse que todos los hechos que han concurrido a la producción del daño son causas de todo él, y deben
mirarse, por ende, como "equivalentes".

En caso que entre los múltiples acontecimientos que han generado el daño se cuenten varios hechos dolosos o
culpables, sus autores deben considerarse solidariamente obligados a resarcir a la víctima la totalidad de los
perjuicios que le haya irrogado el conjunto de causas concurrentes. En estos casos, el o los autores de los ilícitos
no podrían pretender reducir su obligación indemnizatoria a pretexto de que existen otras concausas, ni aún
cuando una de ellas pudiese consistir en un caso fortuito o fuerza mayor, por cuanto se considera que cada causa

57
Art. 39 inciso segundo del Código de Procedimiento Penal.
58
Arturo Alessandri Rodríguez y Manuel Somarriva Undurraga, "Curso de Derecho Civil. parte general y los sujetos DE derecho" Segunda
Parte (Explicaciones redactadas, ampliadas y puestas al día por Antonio Vodanovic H.), pág. 396. Editorial Nascimento, Santiago de Chile,
1971.
59
Art. 2317 del Código Civil.
60
Ver obra citada en nota 10, pág. 158.
lo es de todo el daño 61. Sólo se exceptúa el caso de imprudencia de la víctima, pues entonces la apreciación del
daño está sujeta a reducción62

El Código Civil se hace eco de esta teoría en materia de responsabilidad extracontractual por el hecho ajeno63. En
tal caso, comenta un tratadista, "son causas del daño este hecho -causa inmediata- y la falta de cuidado y
vigilancia de la persona civilmente responsable -causa mediata-: ambas han concurrido a su producción y esta
última ha sido tan necesaria que si se hubiera empleado la debida diligencia o cuidado el daño tal vez no se
habría producido" 64. La jurisprudencia, aunque sin haberse pronunciado sobre el asunto en términos generales, ha
hecho aplicación de esta teoría en materias ajenas a la señalada.

La doctrina de la equivalencia de las condiciones tiene a su favor su sencillez y el favor que otorga a la víctima,
pero ha sido criticada en razón de que puede llevar a extremos absurdos, como, por ejemplo, cuando una causa
culpable nimia e insignificante, entre muchas otras causas no culpables más determinantes, lleva a responsabilizar
al único agente culpable al pago del total de la indemnización. De aquí que se tienda a preferir la "teoría de la
causa eficiente", que polariza la responsabilidad en los agentes causantes de los acontecimientos que han
desempeñado un papel preponderante y definitorio en la producción del perjuicio 65.

Dentro del régimen de responsabilidad por daño ambiental actualmente imperante, no cabe responsabilizar sino al
o a los agentes cuya conducta maliciosa o negligente haya quedado acreditada.

Si respecto de uno o más de los agentes no puede establecerse "la participación" que les ha correspondido en la
producción del daño, ello implicará que no ha podido acreditarse a su respecto el nexo causal que debe mediar
entre su conducta dolosa o culposa y el perjuicio producido, lo que los dejará libres de responsabilidad
indemnizatoria. Si acreditada, en cambio, su participación, resulta imposible probar "el grado" de la misma, se
estará ante el problema de la pluralidad de causas desarrollado en el punto que antecede.

Supuesto, ahora, que el delito o cuasidelito civil haya sido cometido por dos o más personas, por regla general
cada una de ellas queda obligada "solidariamente" al resarcimiento de "todos" los perjuicios procedentes "del
mismo" delito o cuasidelito66. En otras palabras, el damnificado puede demandar a cualquiera de los responsables,
a su arbitrio, el pago de la totalidad de la indemnización a que tenga derecho, al margen del grado en que cada una
de ellos haya contribuido a la producción del daño. Pero esto supone, obviamente, que haya podido probarse,
respecto de cada una de dichas personas, la concurrencia de todos los requisitos que dan lugar a la responsabilidad
extracontractual, pues, de no ser así, no podría decirse que se está ante un "delito o cuasidelito civil cometido por
dos o más personas".

Conviene recalcar, con todo, que para el nacimiento de esta obligación solidaria es indispensable que "un mismo y
único" delito o cuasidelito civil haya sido cometido por dos o más personas; es decir, que haya "pluralidad de
sujetos, pero unidad de hecho". Si los ilícitos, por lo tanto, son varios e independientes los unos de los otros, sus
autores no responden solidariamente, aunque el daño que produzcan con sus actos sea uno mismo. Se estará, pues,
en este caso, ante una simple conjunción material de hechos ilícitos que no dará lugar al tipo de responsabilidad de
que se trata 67.

El hecho que los causantes de los daños formen parte de un mismo "grupo de riesgo" en nada altera lo expuesto.
Tampoco lo modifica la circunstancia que estos agentes causantes del daño se encuentren realizando un mismo
tipo de actividades intrínsecamente riesgosas para el medio ambiente. La ley, por lo demás, no establece a su
respecto presunción alguna de causalidad.

Es obvio que el sistema que rige a todos estos respectos no tuvo en cuenta para nada la problemática específica a
que da lugar la producción de daño ambiental. Ni puede imputársele tampoco que no la haya tenido en

61
Ver obra citada en nota 10, págs. 242 y 245; y René Abeliuk Manasevich, citado en nota 46, pág. 190.
62
Art. 2330 del Código Civil.
63
Art. 2319.
64
Ver obra citada en nota 10, pág. 243.
65
Ver Rene Abeliuk, citado en nota 46, pág. 191.
66
Art. 2317 del Código Civil.
67
Ver obra citada en nota 10, págs. 487, 488 y 489.
consideración, si se tiene en cuenta que este sistema entró en vigor a comienzos de la segunda mitad del siglo
XIX, cuando prácticamente nadie mostraba la menor preocupación por los problemas medio ambientales.

Como se ha dicho, tratándose de actividades individualizables de por sí generadoras de alto riesgo para el medio
ambiente, debió haberse implantado a su respecto un régimen objetivo de atribución de responsabilidad
extracontractual, formalmente prefigurado en sus características y consecuencias.

Ir más lejos, como lo supondría, por ejemplo, la implantación adicional de una presunción legal de causalidad,
parecería una extralimitación, cuyos efectos adversos para el desarrollo del país no tardarían en hacerse sentir. La
misma noción de "desarrollo sustentable", por lo demás, parte de la premisa de que las iniciativas de desarrollo no
sólo no deben ser desalentadas sino deben ser decididamente promovidas, en toda la extensión de lo posible,
aunque con los necesarios recaudos de orden ambiental. De hecho, muchos proyectos necesarios para el desarrollo
del país entrañan riesgos ambientales de consideración. Si quienes se proponen emprender este tipo de proyectos
son sujetos a un régimen de responsabilidad ambiental extracontractual que prescinda de la noción de culpa y que,
adicionalmente, a partir de ciertos supuestos fácticos, tenga por presumido legalmente el nexo causal entre la
conducta ambientalmente peligrosa y los daños ambientales que puedan derivarse de ella, puede tenerse por
seguro que el sector empresarial –particularmente– experimentará un muy determinante desincentivo para
acometer un número nada despreciable de iniciativas de desarrollo reclamadas por el interés general

La transmisión de la obligación indemnizatoria se produce por sucesión por causa de muerte al fallecimiento de
quien haya sido condenado a la indemnización. Para los herederos del causante, o sus cesionarios, esta obligación
representará una deuda hereditaria, como cualquiera otra. En caso que todos los herederos repudien su herencia y
no opere, por otra parte, el derecho de representación, la obligación de indemnizar los daños puede quedar
insoluta, como no sea que haya lugar a la declaración de herencia yacente y el patrimonio del difunto tenga
fuerzas suficientes para solucionar la obligación.

Va de suyo que esta modalidad de transmisión no va a tener lugar cuando el responsable del daño sea una persona
jurídica.

Supuesto que la obligación indemnizatoria haya tenido el carácter de deuda solidaria, la solidaridad no se
transmitirá a los herederos del deudor fallecido, aunque los herederos del deudor solidario serán obligados al pago
del total de la obligación supuesto que se proceda conjuntamente contra todos ellos. En caso contrario, cada
heredero no responderá de la deuda sino en proporción a su cuota hereditaria.

En Chile, por lo demás, no existe la institución de la cesión de deudas, si bien puede procederse a la sustitución de
una obligación por otra vía novación subjetiva por cambio de deudor, lo que requiere, sin excepciones, el
consentimiento expreso del acreedor.

No prevé la legislación, por otra parte, que la obligación indemnizatoria se transmita a los organismos financieros
que hayan participado en transacciones de bienes raíces o en otro tipo de operaciones.

1.4 Las relaciones de vecindad y la responsabilidad civil. La normal tolerancia. La prioridad en el uso.
Las exigencias de la producción

Entre las limitaciones al ejercicio de las facultades inherentes al dominio se cuentan las impuestas por las
relaciones de vecindad, que tienen su fundamento en razones de convivencia social68.

Es así que el propietario de un inmueble o de un complejo fabril o industrial es responsable de los daños que
cause a sus vecinos por haber excedido el límite ordinario de las obligaciones que impone la vecindad. Si ésta
obliga a soportar ciertas molestias o daños es a condición que sean tolerables. Excedido este límite, el propietario,
industrial o comerciante, según sea el caso, debe reparar los daños causados –depreciación de los inmuebles
aledaños o disminución de su rentabilidad, por ejemplo, debido a ruidos, olores o emanaciones contaminantes– y
debe hacerlos cesar en el futuro o, cuando menos, atenuarlos en la medida necesaria 69.

68
Ver René Abeliuk, citado en nota 46, pág. 177.
69
Ver obra citada en nota 10, pág. 274.
Ante casos semejantes el derecho común admite el ejercicio de acciones posesorias especiales, según se desprende
del hecho que, dentro de la normativa general aplicable a este tipo de acciones, esté dispuesto que "ninguna
prescripción se admitirá contra las obras que corrompan el aire y lo hagan conocidamente dañoso" 70.

Como ha quedado mencionado, se entiende que la responsabilidad del comerciante o del industrial existe aunque
su comercio o industria funcione autorizado por ley, reglamento o resolución de la autoridad administrativa y con
observancia de todas las medidas legales o reglamentarias aplicables al efecto. Es así por dicha responsabilidad
proviene, precisamente, de no adoptar las medidas necesarias para evitar que el funcionamiento del
establecimiento de que se trate irrogue daños o molestias superiores a los que la vecindad obliga a soportar. Las
leyes y reglamentos se limitan a señalar las medidas destinadas a proteger el interés general, pero no impiden ni
menos prohíben que el interesado adopte las demás medidas que en cada caso particular sean menester para evitar
que sus actos causen daño a otros 71.

1.5 El ejercicio abusivo de derechos como fuente de responsabilidad civil por el daño ambiental

Como quedó mencionado, el ordenamiento jurídico vigente carece de regulaciones expresas aplicables al ejercicio
abusivo de los derechos. Ello ha llevado a concluir que los problemas asociados a su problemática específica
deben resolverse con arreglo al criterio general aplicable a cualquier hecho ilícito; esto es, que existe abuso del
derecho - generador de responsabilidad indemnizatoria - cuando su titular lo ejerce dolosa o culpablemente, con
resultado de daño para terceras personas. Bajo cualquier otro supuesto, quien hace uso de sus derechos en el
marco de las facultades que estos le confieren no incurre en ejercicio abusivo de los mismos, ni, por ende, en
responsabilidad extracontractual, aún cuando de ello se siga perjuicio para otras personas.

La circunstancia, pues, que un derecho sea ejercido de manera ambientalmente insostenible, no genera, por sí
solo, obligación de indemnizar. Claro está que si el ejercicio de un derecho de manera ambientalmente
insostenible es efectuado de manera maliciosa o imprudente y de ello se sigue daño ambiental, habrá obligación
de indemnizarlo, conforme a los criterios y reglas generales.

1.6 Los regímenes de excepción: la responsabilidad civil en las normas sectoriales y su influencia
sobre las normas del derecho común

Para no incurrir en repeticiones, en lo que hace a la primera de estas interrogantes debe estarse a lo expresado en
el punto 1.2.3. que antecede.

Siendo verdaderamente excepcionales los casos en que se ha impuesto un régimen de responsabilidad ambiental
objetiva, las normas que los contemplan deben interpretarse restrictivamente, sin que haya lugar a extenderlas por
analogía a otras situaciones que las expresamente previstas por el legislador, o, en su caso, por el derecho
internacional.

1.7 El seguro de responsabilidad civil por los daños ambientales. Topes indemnizatorios

Existen algunos casos en los que ley impone la obligación de contratar seguros de responsabilidad civil por daño
ambiental.

En materia de contaminación marina, por ejemplo, está previsto que: "Toda nave o artefacto naval que mida más
de tres mil toneladas (...) deberá suscribir un seguro u otra garantía financiera otorgada por un banco o un fondo
internacional de indemnizaciones, por el importe a que asciendan (...) sus límites de responsabilidad (...)" 72. Esta

70
Art. 937 del Código Civil. Es evidente que la palabra "contra" que emplea este precepto debe entenderse en el sentido de "en favor". Así lo
corrobora el Art. 124 del Código de Aguas al disponer que "ninguna prescripción se admitirá a favor de las obras que corrompan el aire y
lo hagan conocidamente dañoso". El equivalente de esta norma, en materia de aguas, se encuentra en el Art. 6º de la Ley Nº 3.133, sobre
Neutralización de los Residuos Provenientes de Establecimientos Industriales, publicada en el Diario Oficial de fecha 7 de septiembre de
1916, conforme a cuyo texto: "Ninguna prescripción se admitirá a favor de las obras que corrompan las aguas o las hagan conocidamente
dañosas".
71
Ver obra citada en nota 10, pág. 276.
72
Ver decreto ley citado en nota 14, Art. 146 inciso primero. Esta norma se encuentra reproducida en el Art. 9º del "Reglamento para el
Control de la Contaminación Acuática", dictado por decreto supremo Nº 1, de 6 de enero de 1992, del Ministerio de Defensa Nacional,
publicado en el Diario Oficial de fecha 18 de noviembre del mismo año.
previsión –aunque de más vasto alcance– se corresponde en buena medida con la norma internacional que ordena
que "El propietario de un barco (...) que transporte más de 2.000 toneladas de hidrocarburos a granel como
cargamento tendrá que suscribir un seguro u otra garantía financiera, como la garantía de un banco o un
certificado expedido por un fondo internacional de indemnizaciones, por el importe a que asciendan (...) sus
límites de responsabilidad (...)" 73.

Otro tanto ocurre en materia de daño nuclear, a cuyo respecto está prescrito que: "Todo explotador deberá
caucionar su responsabilidad mediante la contratación de seguros o la constitución de garantías" por su límite
máximo de responsabilidad civil derivada de daño nuclear. La norma agrega que "Sólo una vez que acredite el
cumplimiento de las exigencias de este artículo, podrá obtener la autorización que lo habilite para la puesta en
operación de la instalación nuclear" 74. Esta previsión guarda correspondencia, a su turno, con la norma
internacional según la cual el explotador de una instalación nuclear "deberá mantener un seguro u otra garantía
financiera que cubra su responsabilidad por los daños nucleares" 75.

En lo referente, específicamente, al control de los buques nucleares, rige una norma que obliga a toda nave o
artefacto naval nuclear que se proponga ingresar y navegar en aguas sometidas a la jurisdicción nacional a "tener y
mantener un seguro u otra garantía financiera que garantice adecuadamente la responsabilidad que pudiera
derivarse de un eventual siniestro o accidente nuclear de la nave o artefacto naval" 76.

Por otra parte, en materia de actividades sujetas al sistema de evaluación de impacto ambiental, está previsto que
"si el responsable de cualquier proyecto o actividad presentare, junto al Estudio de Impacto Ambiental, una
póliza de seguro que cubra el riesgo por daño al medio ambiente (...), podrá obtener una autorización provisoria
para iniciar el proyecto o actividad, bajo su propia responsabilidad, sin perjuicio de lo que la autoridad resuelva
en definitiva (sobre el Estudio presentado)" 77.

También se dan casos en los que el legislador fija tope o permite poner límites contractuales a la responsabilidad
indemnizatoria de los autores del daño.

Ello tiene lugar, por ejemplo, ampliamente, en materia de navegación y comercio marítimos 78. También tiene
cabida respecto de los daños provocados por la aeronavegación 79.

En lo que hace, específicamente, a la responsabilidad civil por daños derivados de derrames de hidrocarburos u
otras sustancias nocivas, está dispuesto que "El propietario, armador u operador de la nave o artefacto naval,
podrá limitar la responsabilidad (...) por los perjuicios derivados de cada siniestro hasta un máximo equivalente
en moneda nacional a dos mil francos por tonelada de registro de la nave o artefacto naval causante de los
perjuicios. Esta responsabilidad –agrega el precepto– no excederá en ningún caso del equivalente a doscientos
diez millones de francos". Con todo, si el siniestro ha sido causado por falta o culpa del propietario, naviero u
operador, "perderá el derecho a la limitación de responsabilidad aquí establecida" 80. Estas disposiciones del
derecho interno hacen suya la normativa internacional vigente al respecto81.

A propósito de la responsabilidad civil por daño nuclear se encuentra dispuesto que "El límite máximo de la
responsabilidad por daños nucleares en que puede incurrir el explotador por cada accidente nuclear, será el
equivalente el moneda nacional de la suma de 75 millones de dólares, moneda de Estados Unidos de América, el
que se reajustará automáticamente en el porcentaje de la variación de los Derechos Especiales de Giro del

73
"Convenio Internacional sobre Responsabilidad Civil por Daños causados por la Contaminación de las Aguas del Mar por Hidrocarburos",
promulgado por decreto supremo Nº 475, de 12 de agosto de 1977, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el Diario Oficial
de fecha 8 de octubre del mismo año, Art. VII.1.
74
Ver ley citada en nota 15, Art. 62.
75
"Convención de Viena sobre Responsabilidad Civil por Daños Nucleares", promulgada por decreto supremo Nº 18, de 8 de enero de 1990,
del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el Diario Oficial de fecha 8 de marzo del mismo año, Art. VII.1.
76
Ver "Reglamento para el Control de la Contaminación Acuática" citado en nota 72, Art. 153 c).
77
Ver ley citada en nota 1, Art. 15 inciso segundo.
78
Ver Título IV del Libro III del Código de Comercio.
79
Ver artículos 81 inciso tercero, 100, 155, 157, 158, 166, 168 y 171 al 175 del Código Aeronáutico.
80
Ver decreto ley citado en nota 14, Art. 145.
81
Ver Convenio citado en nota 73, Art. V 1. y 2.
Fondo Monetario Internacional, entre la fecha de esta ley y la del accidente nuclear" 82. Esta disposición
constituye el correlato en el derecho interno de la normativa internacional aplicable a la materia 83.

1.8 La responsabilidad del Estado

1.8.1 La responsabilidad por actos propios o de sus agentes, así como por actos de terceros

No existen normas especiales que regulen la responsabilidad civil del Estado por comisión de daño ambiental, lo
que obliga a resolver esta cuestión a partir de la normativa general dictada en materia de responsabilidad
extracontractual del Estado por actos de los órganos de la Administración.

Esta normativa tiene su fundamento constitucional en la norma según la cual "Cualquier persona que sea
lesionada en sus derechos por la Administración del Estado, de sus organismos o de las municipalidades, podrá
reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjuicio de la responsabilidad que pudiere afectar al
funcionario que hubiere causado el daño" 84.

De su estatuto legal destacan dos disposiciones, a saber: la que preceptúa que "El Estado será responsable por los
daños que causen los órganos de la Administración en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de las
responsabilidades que pudieren afectar al funcionario que los hubiere ocasionado" 85; y la que prescribe que "Los
órganos de la Administración serán responsables del daño que causen por falta de servicio. No obstante –
puntualiza el precepto– el Estado tendrá derecho a repetir en contra del funcionario que hubiere incurrido en
falta personal" 86.

Debe tenerse presente, sin embargo, que la segunda de estas normas, esto es, la que formula un distingo entre
responsabilidad por "falta de servicio" y responsabilidad por "falta personal", sólo se aplica a los ministerios,
intendencias, gobernaciones y a los órganos y servicios públicos creados para el cumplimiento de la función
administrativa; no así, en cambio, a la Contraloría General de la República, al Banco Central, a las Fuerzas
Armadas, a las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública, ni a las municipalidades y empresas públicas creadas por
ley, que se rigen a estos respectos por sus respectivos estatutos orgánicos constitucionales y/o legales 87.

En lo que hace a las municipalidades, sin embargo, su exclusión de la aplicación del precepto sólo resulta
aparente, por cuanto está dispuesto en su ley orgánica constitucional que "las municipalidades incurrirán en
responsabilidad por los daños que causen, la que procederá principalmente por falta de servicio. No obstante –
agrega el precepto– las municipalidades tendrán derecho a repetir en contra del funcionario que hubiere
incurrido en falta personal" 88.

Se entiende que existe "falta de servicio" cuando el órgano de la Administración no ha cumplido sus funciones, o
las ha cumplido deficiente o tardíamente. Cuando los perjuicios provienen de una falta de este tipo, es el Estado –
o la municipalidad, en su caso– quien debe responder por los daños producidos, y no el funcionario que los
hubiere ocasionado. Esto lleva a que la víctima del daño puede demandar su resarcimiento al Estado sin tener que
probar dolo o culpa en el funcionario público, a quien ni siquiera necesita individualizar. El Estado, por otra parte,
supuesto que sea condenado al pago de los perjuicios demandados, no puede repetir en su contra.

Distinto es el régimen aplicable al daño producido por "falta personal" de un funcionario público, esto es, al daño
imputable a una actuación maliciosa e inexcusable de su parte ejecutada en el marco del cumplimiento de sus
deberes funcionarios, pues este tipo de falta, aunque no exonera al Estado de tener que responder por los daños

82
Ver ley citada en nota 15, Art. 60.
83
Ver Convención citada en nota 73, Art. V 1.
84
Constitución Política de la República, Art. 38 inciso segundo, modificado por la ley de reforma constitucional Nº 18.825, publicada en el
Diario Oficial de fecha 17 de agosto de 1989.
85
Ley Nº 18.575, "Ley Orgánica Constitucional sobre Bases Generales de la Administración del Estado", publicada en el Diario Oficial de
fecha 5 de diciembre de 1986, Art. 4º.
86
Ibídem, Art. 44.
87
Ibídem, Art. 18 inciso Segundo.
88
Ver Ley Nº 18.695, Orgánica Constitucional de Municipalidades, cuyo texto refundido fue fijado por decreto supremo Nº 662, de 16 de
junio de 1992, del Ministerio del Interior, publicado en el Diario Oficial de fecha 27 de agosto del mismo año, Art. 137.
infligidos, sí le permite, en cambio, repetir en su contra, por el monto de los perjuicios que sea condenado a
indemnizar.

Puesto que el daño ambiental, no obstante su especificidad, constituye fuente de responsabilidad extracontractual,
como cualquier otro tipo de daño, supuesto que los órganos de la Administración inflijan daño ambiental por falta
de servicio o por falta personal, el Estado será obligado a la reparación pecuniaria de los perjuicios causados, bajo
las condiciones generales señaladas.

No existe consenso, sin embargo, en la doctrina ni en la jurisprudencia, en orden a si la responsabilidad


extracontractual del Estado por actos de la Administración queda sujeta a las reglas del sistema clásico de
responsabilidad aquiliana, o se encuentra regida, en cambio, por el sistema objetivo de atribución de
responsabilidad. Recientes fallos dictados al respecto se han inclinado a atribuir al Estado responsabilidad
indemnizatoria de tipo objetivo, aunque debe mencionarse que estos dictámenes judiciales no han incidido en
materias ambientales.

1.8.2 La responsabilidad internacional de los Estados

No existe disposición general que imponga este deber. Varios convenios internacionales de los que Chile es parte,
sin embargo, consultan previsiones en este sentido.

Así, por ejemplo, el "Convenio sobre la Diversidad Biológica", impone a sus Estados Partes "la obligación de
asegurar que las actividades que se lleven a cabo dentro de su jurisdicción o bajo su control no perjudiquen al
medio de otros Estados o de zonas situadas fuera de toda jurisdicción Nacional" 89. En el mismo sentido, el
"Convenio para la Protección del Medio Ambiente y la Zona Costera del Pacífico Sudeste" dispone que "Las
Altas Partes Contratantes adoptarán las medidas necesarias para que las actividades bajo su jurisdicción o
control se realicen de tal forma que no causen perjuicios por contaminación a las otras ni a su medio ambiente y
que la contaminación causada por incidentes o actividades bajo su jurisdicción o control, dentro de lo posible, no
se extienda más allá de las zonas donde las Altas Partes ejercen soberanía y jurisdicción" 90. Esta misma
obligación se encuentra reproducida en términos prácticamente literales en el "Protocolo para la Protección del
Pacífico Sudeste contra la Contaminación Proveniente de Fuentes Terrestres" 91, y en el "Protocolo para la
Protección del Pacífico Sudeste contra la Contaminación Radiactiva" 92.

Aunque el "Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina" no impone, en rigor, un
deber semejante, puede verse una aproximación a este deber en su previsión en el sentido que las Partes
Contratantes que tengan la intención de llevar a cabo explosiones de dispositivos nucleares con fines pacíficos, o
colaborar para ello, deben comunicar al "Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América
Latina" y al "Organismo Internacional de Energía Atómica", la fecha de la o las explosiones, y, simultáneamente,
deben suministrarles, entre otras informaciones, los datos más completos sobre la posible precipitación radiactiva
que sea consecuencia de la explosión o explosiones proyectadas, "y las medidas que se tomarán para evitar
riesgos a la población, flora, fauna y territorios de otra u otras Partes" 93.

1.9 Las cuestiones procesales

1.9.1 La legitimación activa

De acuerdo con la Ley de Bases, "producido daño ambiental, se concede acción para obtener la reparación del
medio ambiente dañado, lo que no obsta al ejercicio de la acción indemnizatoria ordinaria por el directamente

89
Promulgado por decreto supremo Nº 1.963, de 28 de diciembre de 1994, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el Diario
Oficial de fecha 6 de mayo de 1995, Art. 3.
90
Promulgado por decreto supremo Nº 296, de 7 de abril de 1986, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el Diario Oficial de
fecha 14 de junio del mismo año, Art. 3 5).
91
Promulgado por decreto supremo Nº 295, de 7 de abril de 1986, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el Diario Oficial de
fecha 19 de junio del mismo año, Art. XI.
92
Promulgado por D.S. Nº 720, de 7 de junio de 1995, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el Diario Oficial de fecha 17 de
agosto del mismo año.
93
Tratado promulgado por decreto supremo Nº 709, de 22 de octubre de 1974, del Ministerio de Relaciones Exteriores, publicado en el
Diario Oficial de fecha 14 de diciembre del mismo año, Art. 18 2. e).
afectado" 94. Para lo primero debe deducirse la "acción ambiental"; para lo segundo, la "acción indemnizatoria",
según se mencionó más arriba 95.

La "acción ambiental", por la que se busca "reponer el medio ambiente o uno o más de sus componentes a una
calidad similar a la que tenían con anterioridad al daño causado o, en caso de no ser ello posible, restablecer sus
propiedades básicas" 96, puede ser deducida tanto por el Estado y las municipalidades, como por las personas "que
hayan sufrido el daño o perjuicio", sin distinción, en este último caso, entre personas naturales o jurídicas,
públicas o privadas. Tratándose de su interposición por el Estado o las municipalidades, en cambio, no se exige
que los actores "hayan sufrido el daño o perjuicio", lo que mueve a entender que estas entidades pueden deducir
la acción ambiental bajo el solo supuesto de que se haya causado daño ambiental, aunque solamente por hechos
acaecidos en sus respectivas comunas, en el caso particular de las municipalidades97.

La Ley de Bases no contempla previsiones especiales en materia de legitimación activa para deducir la "acción
indemnizatoria", lo que lleva a que esta acción, a estos respectos, se rige en todo por las normas generales del
derecho común. El actor, por lo tanto, quienquiera que sea, debe probar haber sido víctima del daño cuyo
resarcimiento pecuniario busca obtener. El Estado, pues, en cuanto titular de la acción indemnizatoria, no goza de
tratamiento alguno diferenciado.

Supuesto que el daño ambiental haya incidido en recursos naturales que tengan el carácter de "bienes nacionales",
es decir, en recursos naturales "cuyo dominio pertenece a la nación toda" –sea que constituyan "bienes nacionales
de uso público" o "bienes fiscales" 98 –, podrán contarse entre los perjuicios a indemnizarse las expensas en que
haya debido incurrir el erario para abatir las consecuencias del perjuicio ambiental. No lo dice la ley, pero ello
resulta, nuevamente, de la aplicación de la normativa general aplicable a la materia.

Discutible, en cambio, es el caso en que el daño ambiental ha incidido en "cosas que la naturaleza ha hecho
comunes a todos los hombres, como la alta mar", por cuanto, al tenor de la legislación vigente, estas cosas "no
son susceptibles de dominio, y ninguna nación, corporación o individuo tiene derecho de apropiárselas" 99. Este
tipo de daños no da lugar, por sí solo, al ejercicio de la acción indemnizatoria, ni siquiera por parte del Estado,
pero sí da cabida al ejercicio de la acción ambiental, en cuanto implica pérdida, disminución, detrimento o
menoscabo inferido al medio ambiente o a uno o más de sus componentes, lo que implica la producción de daño
ambiental 100.

Como quedó visto, el ejercicio de la acción indemnizatoria es compatible con el de la acción ambiental 101.

La ley, por otro lado, no consulta la existencia de "acciones de clase"; no contempla la existencia de un
"ombudsman ambiental" o de otras figuras similares, ni prevé la disponibilidad de "acciones civiles públicas". Sí
da cabida, en cambio, al ejercicio de "acciones populares", "en todos los casos de daño contingente que por
imprudencia o negligencia de alguien amenace a personas indeterminadas". Pero, "si el daño amenazare
solamente a personas determinadas, sólo alguna de éstas podrá intentar la acción" 102.

La situación de las organizaciones no gubernamentales no hace excepción a las reglas señaladas. Su legitimación
activa para deducir la acción de indemnización de perjuicios requiere que tengan el carácter de "directamente
afectadas", esto es, que hayan sufrido daño pecuniario demostrable en su patrimonio 103. Lo mismo vale para el
ejercicio de la acción ambiental 104.

94
Ver ley citada en nota 1, Art. 53.
95
Ver puntos 1.1.1., 1.1.3. y 1.2. de este trabajo.
96
Ver nota 1, Art. 53 en relación con Art. 2º s).
97
Ibídem, Art. 54 inciso primero.
98
Art.589 del Código Civil.
99
Ibídem, Art. 585.
100
Ver ley citada en nota 1, Art. 2º e).
101
Ibídem, Art. 53.
102
Art. 2333 del Código Civil. De acuerdo con el inciso primero del Art. 948 del mismo cuerpo legal, "La municipalidad y cualquier persona
del pueblo tendrá, en favor de los caminos, plazas u otros lugares de uso público, y para la seguridad de los que transitan por ellos, los
derechos concedidos a los dueños de heredades o edificios privados".
103
Ver ley citada en nota 1, Art. 53.
104
Ibídem, Art. 54 inciso primero.
1.9.2 Las medidas cautelares o precautorias

No existen reglas particulares dictadas para el caso de resarcimiento o reparación del daño ambiental, por lo que
en materia de medidas cautelares o precautorias debe estarse a la normativa general aplicable a la materia105.

1.9.3 La prueba. Los medios de prueba y su valoración

Como se vio más atrás 106, en los juicios que se siguen por ejercicio de la acción indemnizatoria o de la acción
ambiental, "es admisible cualquier medio de prueba, además de los establecidos en el Código de Procedimiento
Civil". Está previsto, además, que el juez debe apreciar la prueba rendida "conforme a las reglas de la sana
crítica" 107.

Esta doble innovación implica haber sustituido el "sistema de la prueba legal", caracterizado por la fijación
taxativa de los medios de prueba admisibles y por la determinación preestablecida de su valor probatorio, por el
"sistema de la prueba libre o de la persuasión racional del juez", en el que son admisibles todos los medios prueba,
aun cuando no se encuentren contemplados en la ley, y se entrega al juez la facultad de ponderar su fuerza
probatoria de acuerdo con lo que los dictados de su conciencia informada.

No se trata, sin embargo, de que el juez pueda fallar en conciencia, sino, solamente, de que puede apreciar y
valorar en conciencia los elementos probatorios en que ha de fundar su juzgamiento.

1.9.4 El contenido de la sentencia. La cosa juzgada

No existe disposición legal alguna que faculte a los jueces para extender sus sentencias a puntos que los litigantes
no hayan sometido a su decisión. Si lo hicieren, configurarían una situación de ultra petita susceptible de ser
corregida por la vía del recurso de casación en la forma 108.

Obsta, por otra parte, a que las sentencias puedan producir efectos erga omnes, el principio según el cual "las
sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino respecto de las causas en que actualmente se
pronunciaren" 109. Este efecto –conocido como el efecto relativo de la cosa juzgada– tiene aplicación en los
juicios llamados "declarativos", es decir, en los que se limitan a reconocer una relación jurídica anteriormente
creada. No se aplica, en cambio, a los juicios llamados "constitutivos", en los que la sentencia crea una situación
jurídica nueva. Tampoco se aplica a las sentencias que, sin ser constitutivas de derechos, producen, por expresa
disposición de la ley, efectos generales, esto es, erga omnes 110.

Puesto que las sentencias recaídas en los juicios en que se ha deducido la acción ambiental o la acción
indemnizatoria, tienen carácter eminentemente declarativo; y habida cuenta, por otra parte, que no existe
disposición legal que otorgue a estas sentencias efectos absolutos, no cabe sino negar a sus dictámenes efectos
generales.

La última interrogante guarda estrecha relación con la institución de las "tercerías", entendiendo por "terceros" –o
"partes indirectas"– a las personas que intervienen en un juicio, distintas del demandante y del demandado,
sosteniendo pretensiones concordantes con las de estos, o bien independientes o contradictorias con las de los
mismos.

Los "terceros" pueden intervenir en el pleito en las siguientes calidades: como "coadyuvantes"; como
"excluyentes"; y como "independientes". De estas tres calidades, interesa especialmente a los fines de que se trata
la institución de los "terceros coadyuvantes".

105
Ver Art. 3º del Código de Procedimiento Civil, en relación con los Títulos IV y V de su Libro II.
106
Ver supra, punto 1.2.
107
Ibídem.
108
De acuerdo con el Art. 768 del Código de Procedimiento Civil, "El recurso de casación en la forma ha de fundarse precisamente en alguna
de las causas siguientes: (...) 4º En haber sido dada (la sentencia) ultra petita, esto es, otorgando más de lo pedido por las partes, o
extendiéndola a puntos no sometidos a la decisión del tribunal, sin perjuicio de la facultad que éste tenga para fallar de oficio en los casos
determinados por la ley".
109
Art. 3º del Código Civil.
110
Ejemplos típicos de cosa juzgada absoluta son los que presentan los artículos 315, 316, 1246, 1382 y 2513 del Código Civil.
Son tales aquellos que sostienen un interés armónico con el de cualquiera de las partes directas del juicio. La ley
dispone a su respecto que "Los que, sin ser partes directas en el juicio, tengan interés actual en sus resultados,
podrán en cualquier estado de él intervenir como coadyuvantes, y tendrán en tal caso los mismos derechos que
concede el artículo 16 a cada una de las partes representadas por un procurador común, continuando el juicio en
el estado en que se encuentre (...)" 111. Se entiende que existe "interés actual" siempre que esté comprometido un
derecho y no una mera expectativa. "En cualquier estado del juicio" significa en primera instancia, en segunda
instancia y en vía de casación. La remisión, por último, a "los derechos que concede el artículo 16", trae consigo,
entre otros efectos, que los terceros coadyuvantes pueden interponer todos los recursos a que haya lugar, contra
cualquier tipo de resolución judicial.

Así, pues, supuesto que una persona afectada por daño ambiental que no sea parte en un pleito en el que otras
personas estén deduciendo la acción indemnizatoria o la acción ambiental, acceda al juicio en calidad de tercero
coadyuvante, no cabe duda que puede recurrir en contra de la sentencia que se dicte, tal cual podrían hacerlo las
partes litigantes. En defecto de esta intervención como tercerista no habrá lugar a recurrir contra la sentencia que
se dicte; la cual, por lo demás, no será oponible a terceras personas, en virtud del mencionado principio de la
relatividad de la cosa juzgada.

El procedimiento, empero, incorporado a él el tercerista, debe continuar "en el estado en que se encuentre", lo que
significa que no hay lugar a retrotraer la causa a etapas procesalmente precluidas.

En caso que ya se haya dictado sentencia definitiva y que ésta haya alcanzado el estado de firme o ejecutoriada, ya
no podría decirse que existe juicio pendiente, y, por ende, no cabría la interposición de tercería alguna.

La Ley de Bases se hace eco de la institución de las tercerías a propósito del ejercicio de la acción ambiental,
disponiendo al respecto que, deducida demanda por alguno de los titulares de esta acción, no podrán interponerla
los restantes, "lo que no obsta a su derecho a intervenir como terceros". A estos fines establece la presunción de
que las municipalidades y el Estado "tienen interés actual en los resultados del juicio" 112.

111
Art. 23 inciso primero del Código de Procedimiento Civil.
112
Ver ley citada en nota 1, Art. 54 inciso primero.

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