Professional Documents
Culture Documents
org/wiki/Autogobierno
Para otros usos de este término, véase Autonomía.
El autogobierno es la autonomía de una jurisdicción que se rige a sí misma, y en que ningún
poder externo tiene autoridad sobre esta. El autogobierno constituye una forma de soberanía.
En Derecho, el autogobierno puede referirse a naciones, ciudades y otras entidades en
el derecho público, y a asociaciones en el derecho privado.
En filosofía política, cuando el término autogobierno es usado para referirse a
una nación o democracia, suele intercambiarse con el de autodeterminación o soberanía
nacional. En cambio, cuando el término se refiere al proyecto político del anarquismo, se
refiere al orden legal voluntario de una sociedad sin Estado, basado en la soberanía individual.
http://autogobierno.blogspot.com/2009/10/que-es-autogobierno.html
Cuando se habla de autogobierno en la calle o en los medios de comunicación, se suele hacer
referencia a reivindicaciones nacionalistas, cuando este término poco tiene que ver con dicha
corriente política. Quería hacer una aclaración al respecto.
Para entender lo que significa autogobierno, debemos comprender primero qué es el gobierno. Éste
consiste esencialmente en el ejercicio del poder, la elección de las leyes y su puesta en práctica. Reune
los tres poderes y es el resumen de la vida pública o política. Tradicionalmente este ejercicio ha estado
en manos de élites más o menos exclusivas y numerosas: monarcas, aristócratas y políticos que se
han dedicado con mayor o menor acierto a gobernar a los demás en un dudoso afán altruista. Todas
estas formas de gobierno en las que una minoría decide sobre la totalidad de la sociedad
son exogobiernos, donde otras personas -supuestamente mejor calificadas que nosotros para su
tarea- deciden qué es bueno o malo para nosotros y condicionan nuestras vidas de forma
determinante.
Es difícil gobernarse a uno mismo cuando el estado, en su afán regulatorio y paternalista, vulnera una
y otra vez los derechos más fundamentales del individuo en aras del bien común, el interés general o
la salud pública. No nos queda mas remedio que acatar sus normas para disfrutar de los privilegios
de pertenecer a un estado moderno; tenemos pocas opciones para vivir de acuerdo con nuestros
principios: vulnerar la ley cuando ésta contradice nuestro fuero interno y acatar las consecuencias, o
exiliarse de la sociedad y vivir al margen del mundo "civilizado".
Por supuesto ningua de estas opciones es satisfactoria. Serían necesarios importantes cambios en el
sistema político y económico para que lleguemos realmente a gobernarnos a nosotros mismos, siendo
completamente libres de elegir nuestro camino en la vida. No confundir esta idea con que "todo el
mundo haga lo que le de la gana". Nada más lejos de la realidad, ya que la pretensión del autogobierno
no es la atomización de la sociedad en individuos aislados y egoístas, sino la refundación del orden
social de modo que todas las relaciones -públicas y privadas- sean entre iguales, una suerte
de asociación voluntaria donde las normas y reglas de convivencia sean de común acuerdo, y no una
imposición cuyo único fin sea la perpetuación de un orden obsoleto.
Los hombres, en una palabra, deben estar necesariamente controlados, bien sea por un poder dentro
de ellos o por un poder fuera de ellos; bien por la palabra de Dios o por el brazo fuerte del hombre; bien por
la Biblia, o por la bayoneta.
—Robert C. Winthrop, Addresses and Speeches on Various Occasions, 1852
Cuando el hombre rechaza el Autogobierno, está pidiendo ser un esclavo. Eso resume toda la
historia de la Humanidad. Comenzó en Edén y todavía es válido, incluso hoy en nuestro país.
Cuando Dios creó a Adán en el Jardín de Edén, Adán estaba destinado a autogobernarse, dirigido
solso por Dios. Dios le dio la ley a la que él iba a estar sujeto: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y
lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo:
De todo árbol del huerto podrás comer;mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el
día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Génesis 2:15–17). Una vez que Adán hubo recibido la
ley, dependía de él someterse voluntariamente a Dios y obedecer Su ley. Dios no colocó guardias
alrededor del árbol para obligar a Adán a mantenerse alejado. Dios no puso una cerca alrededor
del árbol del conocimiento del bien y el mal para mantener a Adán a una distancia prudencial. El
autogobierno era el medio principal por el cual el hombre debía ser gobernado.
Sin embargo, ¿cómo fue gobernado Adán después que desobedeció a Dios? Fue expulsado del
huerto y un guardia, armado de una espada de fuego, quedó colocado en la entrada: “Echó, pues,
fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía
por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Gn. 3:24). Como Adán no podía
autogobernarse desde adentro, tenía que ser gobernado desde afuera. Ya no se podía confiar en
que obedeciera, por eso tenía que ser reprimido.
Vemos el mismo principio obrando en la historia del pueblo israelita. Fueron establecidos en la
Tierra Prometida como un pueblo con autogobierno. No tenían rey, ni parlamento, ni presidente
que les rigiera, solo la ley de Dios. Moisés les había enseñado la ley y cómo tratar con justicia a los
que se ponian fuera de la ley, y ahora tenían que poner en práctica todo lo que habían aprendido.
Sin embargo, una vez más, el pueblo fracasó al ejercer el autogobierno. El pueblo abandonó a
Dios y a Su ley, y como resultado, Dios les envió el juicio bajo la forma de otras naciones para que
los gobernaran. Cuando estaban oprimidos en gran manera por las naciones impías, el pueblo
clamó a Dios pidiendo misericordia. Entonces Dios envió a Sus mensajeros, los jueces, para librar
al pueblo de sus enemigos y llamarlos a volver a la adoración del único Dios verdadero. El pueblo
entonces se arrepentía, volvía a Dios (hasta que el juez moría) y el ciclo completo empezaba de
nuevo (Jueces 2:11-19).
¿Cuál era el pecado del pueblo? “En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le
parecía” (Jueces 21:25). Este versículo y su similar, Jueces 17:6, son muy importantes para que
podamos comprender el autogobierno bíblico, porque definen lo que no es el mismo. ¡Hacer lo que
nos parece bien no es autogobierno! El autogobierno es, y siempre ha sido, estar restringido por la
Palabra de Dios. Es el sometimiento y la obediencia voluntarios a la Palabra de Dios lo que nos
hace a nosotros estar autogobernados.
Antes de seguir adelante, es importante comprender el papel de los jueces de Israel. No eran
jueces en el concepto que tenemos hoy en día, sentados en un estrado y presidiendo un caso legal
(aunque en Jueces 4:4-5 vemos al pueblo ir a Débora en busca de justicia). Se parecían más a los
generales del ejército. Los jueces no tenían autoridad ni juridicción civil. No podían dictar ni hacer
cumplir las leyes. Eran mensajeros de Dios, llamados por Dios para un propósito específico, pero
temporal (librar al pueblo de sus enemigos). No obstante, sin tener en cuenta las veces que eran
librados, ni cuán milagrosa era la liberación, el pueblo se negaba a ser gobernado por la ley de
Dios. Como resultado, vemos que cada generación era más malvada que la de sus padres (Jueces
2:19).
Para concluir el período de los Jueces, los israelitas pidieron ser como todas las restantes naciones
y que los gobernara un rey. Al estudiar 1 Samuel 8:5–20 obtenemos una clara comprensión de qué
era exactamente lo que pedían los israelitas; estaban pidiendo que se los hiciera esclavos.
1 Samuel 8:5–20
5 Y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto,
constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.6 Pero no agradó a
Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová.7 Y dijo
Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti,
sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.8 Conforme a todas las obras que han
hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses
ajenos, así hacen también contigo.9 Ahora, pues, oye su voz; mas protesta solemnemente contra
ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos. 10 Y refirió Samuel todas las
palabras de Jehová al pueblo que le había pedido rey.11 Dijo, pues: Así hará el rey que reinará
sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para
que corran delante de su carro;12 y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los
pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de
guerra y los pertrechos de sus carros.13 Tomará también a vuestras hijas para que sean
perfumadoras, cocineras y amasadoras.14 Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de
vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos.15 Diezmará vuestro grano y
vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos.16 Tomará vuestros siervos y vuestras
siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras.17 Diezmará
también vuestros rebaños, y seréis sus siervos.18 Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey
que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día. 19 Pero el pueblo no quiso oír
la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros;20 y nosotros seremos también
como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará
nuestras guerras.
¡Dios les concedió los deseos de sus corazones malvados hasta que les salió por las narices!
Al leer 1 Samuel 8:10–18, vemos que Dios les advirtió a los israelitas que estaban a punto de
esclavizarse, pero ellos no lo escucharon. He aquí la advertencia de Dios:
1. El rey se llevará a vuestros hijos y los pondrá a su servicio donde quiera y cuando quiera que lo
desee. Algunos como personal military, otros como trabajadores forzados para labrar sus campos.
2. El rey se llevará a vuestras hijas para que sean cocineras y panaderas.
3. El rey confiscará vuestros campos y viñedos y los tomará para sí.
4. El rey diezmará vuestras mieses como impuesto.
5. El rey tomará de vuestros siervos, vuestras siervas y vuestros rebaños y los hará suyos.
6. Y por último, pero no menos importante: “seréis sus siervos.”
Observemos la tremenda libertad a la que ellos prefirieron renunciar, y ¿con qué objetivo?.
Creyeron que al librarse del gobierno de Dios quedarían libres para hacer lo que es viniera en
gana. Su deseo seguía siendo el mismo de Génesis 3:5; deseaban ser como dioses, determinando
ellos mismos lo que era bueno y lo que era malo. Al rechazar a Dios, rechazaban al amo más justo
y misericordioso que podían tener y lo reemplazaban con la injusticia y la opresión. Reemplazaban
el autogobierno bíblico con el estatismo.
Eso es exactamente lo que hacemos cuando nos negamos a ser gobernados por la Palabra de
Dios. Cambiamos la libertad por la esclavitud. Cambiamos la misericordia por la coerción. Esta es
la situación en la que nos hallamos hoy.
Como al Señor y no a los hombres
Un buen ejemplo de a qué se parece el autogobierno bíblico se encuentra en la carta de Pablo a
los efesios:
Efesios 6:5–9
5 Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro
corazón, como a Cristo;6 no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino
como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;7sirviendo de buena voluntad,
como al Señor y no a los hombres,8 sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del
Señor, sea siervo o sea libre.9 Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas,
sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de
personas.
Todos nosotros somos personalmente responsables ante Dios por nuestras actitudes y acciones.
No importa si somos siervos/esclavos u hombres libres/amos: todo lo que hacemos debe ser hecho
“como a Cristo” porque Él es nuestro Amo que está en el cielo. Si hacemos lo bueno nada más que
mientras los demás nos están mirando, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos,
porque Dios está en todas partes, lo sabe todo y es capaz de discernir los pensamientos e
intenciones del corazón (Sal. 139:7–12; Heb. 4:12).
Nada nuevo debajo del sol
Los Estados Unidos fueron el primer país fundado bajo los principios del autogobierno cristiano.
Pero despues que se convirtieron en una nación el pueblo empezó a apartarse rápidamente de
estos principios y a buscar a los gobiernos civiles para que les dieran sustento y protección. A
medida que el pueblo de los Estados Unidos quería más de las autoridades civiles tenía que
entregar más de su libertad. Vuelva a leer la advertencia de Dios a los israelitas cuando pidieron
que un rey los gobernara. ¿Hay algo acerca de lo que Dios advirtiera al pueblo que nosotros ahora
no tengamos?
El propio George Washington dijo varias veces que la forma americana de gobierno no funcionaría
si el pueblo no fuera un pueblo cristiano.[ii] Sus declaraciones han demostrado ser reales. Sin un
pueblo que se incline solo ante Jesús, el Hijo de Dios, como su Rey de Reyes y Señor de Señores,
estaremos condenados a cometer el mismo pecado y sufrir el mismo castigo, como cualquier
nación en la Historia que se olvidó de Dios: la esclavitud bajo los impíos y los sin ley. Como pueblo
de Dios, tenemos el tipo de gobierno que nos merecemos. Por tanto, el autogobierno
(sometimiento voluntario a la autoridad legítima, empezando por la Palabra de Dios) es una parte
fundamental de la fe aplicada a toda la vida.
[i]
El someterse a la autoridad ordenada por Dios no significa una obediencia ciega e incondicional. No
debemos desobedecer nunca a Cristo para obedecer a las autoridades humanas, que son derivadas de la suya.
Nuestra obediencia también está limitada a la esfera sobre la cual la autoridad derivada tiene jurisdicción. Por
ejemplo, no tenemos que obedecer al Estado cuando les dice a los padres que tienen que poner a sus hijos
dentro del sistema escolar estatal, porque Dios nunca le dio al Estado jurisdicción sobre la educación de los
niños. Tampoco tenemos que obedecer al Estado cuando nos diga que no debemos predicar ciertas doctrinas
porque ha declarado algunas partes de la Biblia como “discursos de odio”. De la misma manera, los niños,
aunque se les ha mandado a honrar y obedecer a sus padres, no tienen que obedecer si se les dice que roben,
cometan asesinato, etc. Vea los comentarios de Rushdoony a Romanos 13 para una lectura adicional sobre el
sometimiento a la autoridad legítima.
[ii]
“El fundamento de nuestra política nacional se basará en los principios puros e inmutables de la
moralidad privada, y en la preeminencia del gobierno libre, demostrada en todos los atributos que puedan
ganar la simpatía de los ciudadanos e inspirar el respeto del mundo. Yo insisto en esta condición con toda la
satisfacción que un ardiente amor por mi país me puede inspirar, pues no hay verdad más firmemente
establecida que la de que, en la economía y en el curso de la naturaleza, existe un vínculo indisoluble entre la
virtud y la felicidad; entre el deber y el provecho; entre las máximas genuinas de una política honesta y
magnánima y las sólidas recompensas de la prosperidad y la felicidad públicas; porque debemos estar no
menos persuadidos de que las sonrisas favorables del Cielo no son nunca de esperar sobre una nación
que desprecie las reglas eternas de orden y derecho que el Cielo mismo ha establecido; y porque la
preservación del fuego sagrado de la libertad y el destino del modelo republicano de gobierno con justeza se
consideran, en lo profundo y en definitiva, a merced del experimento confiado en manos del pueblo
americano” (Primer Discurso de Inauguración de George Washington. Ciudad de Nueva York, jueves 30 de
abril de 1789. Énfasis añadido.). Es importante notar que cuando George Washington habla de “los
principios puros e inmutables de la moralidad privada”, NO está hablando de una moralidad inventada
por cada persona en particular. Antes bien, está hablando del autogobierno, del hecho de que cada persona
aplique personalmente la ley moral de Dios a sus propias acciones. Esto se demuestra adicionalmente por su
frase de que “las sonrisas favorables del Cielo no son nunca de esperar sobre una nación que desprecie las
reglas eternas de orden y derecho que el Cielo mismo ha establecido”. Es solamente Dios quien ha establecido
las “reglas eternas de orden y derecho”.
Similares declaraciones se encuentran en la Carta Circular dirigida a los Gobernadores de todos los Estados
sobre la Desmovilización del Ejército, del 14 de junio de 1783, de George Washington: “Yo ahora elevo mi
más ferviente oración... que con toda gracia le plazca disponernos a todos nosotros a hacer justicia, a amar la
misericordia, y a comportarnos con esa caridad, humildad y templanza de mente que fueron las características
del Divino Autor de nuestra bendita religión y sin cuyo ejemplo en todas estas cosas nunca podremos
esperar ser una nación feliz” (énfasis añadido)