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ACOSO MORAL

El acoso en la escuela: un
fenómeno creciente
por Jorge Manzarbeitia

El acoso en la escuela: un fenómeno creciente


Los niños que han sufrido una etapa escolar desagradable son más proclives a
sufrir "mobbing" en su etapa laboral

El incremento de diversos cuadros clínicos en cuyo trasfondo


subyace el maltrato escolar y las amenazas de los compañeros harán
que los niños sean más propensos en edad adulta a sufrir "mobbing"
en su futura etapa laboral

· Jorge Manzarbeitia - 26/03/2006


El acoso escolar no es un fenómeno nuevo, la literatura está plagada de
referencias a esos niños, discriminados, amenazados y golpeados por el abusón
de la clase y su grupo, que refugiados en la masa, demostraban su cobardía.
Desde hace pocos años, gracias a los medios de comunicación, cada vez afloran
más estas ignominias. Tres expertos en Pediatría, han publicado algunas
reflexiones al respecto de este fenómeno en la revista Anales españoles de
pediatría.

Los pediatras de atención primaria están empezando a notar el incremento de


diversos cuadros clínicos en cuyo trasfondo subyace el maltrato escolar y las
amenazas de los compañeros. A pesar de que en castellano disponemos de
vocablos que definen perfectamente esta situación, en lenguaje técnico se
conoce como bullying.

La conducta bullying se define como violencia mantenida, física o mental,


guiada por un individuo en edad escolar o por un grupo y dirigida contra otro
individuo también en edad escolar que no es capaz de defenderse a sí mismo es
esta situación, y que se desarrolla en el ámbito escolar. El trastorno producido
por el bullying puede incluirse entre los cuadros de estrés postraumático.
Estudios de seguimiento han demostrado que los niños que han sufrido esta
desagradable situación escolar, son más proclives a sufrir mobbing en su etapa
laboral, ya como adulto. El mobbing es el fenómeno de acoso laboral.

El agresor es varón en una proporción 3 a 1, físicamente suele ser fuerte,


impulsivos, con alta autoestima y muy agresivos con quienes considera débiles o
cobardes. Suelen ser directos aunque en ocasiones dirigen el proceso de acoso
desde la sombra. El agredido suele ser físicamente débil, en ocasiones con
discapacidad varia, tímido y retraído, que suelen callar su agresión, lo que a la
vez dispara el ánimo violento del agresor.

En los fenómenos de acoso escolar, están implicados el agresor, el grupo que


guarda silencio, las familias y la propia entidad escolar. Todos tienen
responsabilidad alícuota.

Es sorprendente la conspiración del silencio, ocurre entre compañeros y en


muchas ocasiones las actitudes de las instituciones escolares se perciben como
más tolerantes con los agresores que con el agredido. Según los expertos
referidos, la práctica real, libera al acosador de su carga y abandona al acosado a
su suerte.

BULLYING HORIZONTAL
BULLYING HORIZONTAL

No se trata de un fenómeno nuevo en nuestros centros, pero los graves hechos que
estamos conociendo día a día han sensibilizado de tal forma a la sociedad que se ha
pasado de decir que "son cosas de crios" a pensar en las graves consecuencias que
pueden acarrear a un joven el hecho de verse sometido a una situación de acoso.
En estos casos es muy importante como percibe el joven la situación y como la vive. No
podemos valorarla con nuestros ojos de adultos y con nuestros patrones.
Por este motivo hemos de tener la capacidad de ponernos en la piel del niño o del
adolescente que sufre. A esta capacidad la denominamos empatía y nos ha de permitir
valorar como vive el joven el acoso que sufre.
En nuestras aulas, calles y lugares donde los niños y adolescentes se relacionan en
grupo está sucediendo algo grave y hemos de actuar para poner fin a este tipo de
situaciones.

¿Qué es el bullying?

La palabra bullying la tomamos prestada del inglés y deriva del vocablo bull, toro y nos
referimos con ella al que protagoniza un acoso entre iguales en niños y adolescentes. Se
trata de un acoso sistemático, que se produce reiteradamente en el tiempo por parte de
uno o varios acosadores a una o varias víctimas, tiene lugar ante un grupo que o bien
permanece como espectador silencioso o bien participa a su vez activamente acosando
en mayor o menor grado y, en general, no existe una disputa previa entre acosadores y
acosados.
Los centros escolares son pues lugares propicios para ello y suele pasar desapercibido
por parte del profesorado por tener lugar preferentemente en lugares alejados de la
supervisión directa del adulto, es decir, en patios, servicios, vestuarios, comedores, a la
salida del centro o en el transporte escolar, si bien pueden continuar el acoso en
presencia del profesor en el aula de forma subterfugia sin que este se de cuenta de ello.
Basta una mirada o un escrito para que el acosador intimide al acosado.
En este sentido mi propuesta sería la de dotar a los centros de auxiliares de docencia.
Éstas son unas personas que aun no siendo docentes tendrían una formación similar a la
de los monitores de comedor o actividades extraescolares, con formación específica en
actitudes disruptivas.

¿Por qué se produce el bullying?

Los motivos del bullying hay que buscarlos más en el acosador que en el acosado,
aunque las victimas más propicias suelen ser aquellas que presenten algún rasgo
característico que las haga aparecer como diferentes ante los ojos de los acosadores.
Estos para justificar el acoso ante el grupo en el cual se da se ceban en estas personas en
muchas ocasiones basándose en prejuicios existentes.
Desafortunadamente, todos podemos ver que algunas personas en nuestra sociedad
tienen prejuicios hacia grupos concretos, como extranjeros, personas con otras opciones
sexuales, etc.
Los acosadores aprovechan en ocasiones estos prejuicios que usan como justificación de
sus actos, más, si cabe, ante personas en formación que aun no tienen plenamente claro
lo que está bien y lo que esta mal ni del daño que pueden causar ciertas actitudes.
Los bulls suelen ser personas con ciertos complejos e inseguridades, con baja
autoestima, con carencias afectivas y faltos de habilidades sociales para interactuar en
las relaciones grupales, en muchos casos han sufrido malos tratos en el propio hogar o
han convivido con personas con odio social o intolerantes hacia ciertas personas o
grupos y presentan en cierto número de casos rasgos psicopáticos más o menos
acentuados.

Los acosadores
malostratos en el hogar
convivencia con personas con odio social
convivencia con personas intolerantes
con rasgos psicopáticos

En cambio estos acosadores han desarrollado estrategias de relación social basadas en el


empleo de la fuerza y son muy hábiles usando la violencia física o psicológica y
creando unas relaciones de dominación-sumisión.
Hemos de tener presente que la componente psicológica de la violencia que los
acosadores ejercen sobre los acosados es muy superior a la de la componente física.
Son manipuladores y en algunos casos pueden hacer creer a los adultos que se
relacionan con el grupo, como por ejemplo los educadores, que ellos son las víctimas o
almenos que sus actitudes surgen como respuesta a provocaciones previas de los
acosados, lo cual no es cierto en la inmensa mayoría de casos.
LAS VÍCTIMAS
Si bien los acosadores presentan un perfil característico no ocurre así con los acosados.
En el bullying las víctimas son elegidas en función de la percepción de la seguridad que
tenga el acosador, cobarde en el fondo, de poder llevar a cabo su acción.
En un primer momento se establece una tentativa de acoso, que si no es resuelta por el
futuro acosado de forma satisfactoria, bien respondiendo mediante la agresión física,
bien mediante una respuesta verbal contundente, bien poniendo al grupo donde sucede
en contra del agresor, o de otros modos suficientemente efectivos, dará alas al acosador
y pondrá al acosado en un plano de indefensión que, siendo percibida por aquel le
permitirá incrementar su feroz ataque.
Las víctimas con el paso del tiempo se ven sometidas, su personalidad va quedando
anulada y manifiestan cada vez menos capacidad de reacción ante las vejaciones que
van sufriendo. De este modo va cambiando su carácter, pierden la ilusión, se van
volviendo más y más introvertidas, hasta poder quedar anuladas por completo.
Cuando se encuentran en esta fase, son tan vulnerables que una palabra, una risa o un
gesto los puede poner contra las cuerdas.
Algunas veces las víctimas aceptan su condición para ser admitidas en el grupo, es decir
aceptan ser las personas vejadas del grupo con tal que el grupo les permita formar parte
de él.
Vemos en relación a este caso como se establece esta tela de araña donde la dominación
de unos y la sumisión de otros se ejerce de forma implacable, creando una dependencia
del acosado ante el acosador.
Las reacciones ante los casos de acoso pueden ser muy diversas y conducir a diferentes
situaciones.
Unos pueden reaccionar de forma violenta contra sus agresores, otros se pueden
convertir ellos mismos en bulls, también pueden somatizar el daño recibido y
desarrollar enfermedades y también pueden adoptar conductas auto lesivas que llevadas
al extremo pueden derivar en el suicidio.
El terrible sufrimiento con el que viven estas personas puede pasar desapercibido por
parte de los adultos, tanto padres como docentes y otras personas que están en contacto
con los jóvenes.
En muchos casos se califican los hechos como chiquilladas sin importancia.
Pero lejos de ser cosas de niños esta terrible situación está dejando secuelas irreparables
en muchas personas
En los casos más graves se trata de personas que se encuentran bajo tratamiento
psiquiátrico, medicados y con una incapacidad patente de relacionarse socialmente e
incluso de desarrollar una actividad laboral.
Los acosadores se cebaron en ellos de forma brutal, cruel, despiadada hasta que los
convirtieron en lo que son, solo una sombra de lo que pudieron ser, condenándolos
a la infelicidad de por vida, mientras que ellos quedaron completamente impunes.
Afortunadamente no todos los acosados acaban mal. Algunas personas que sufrieron
acoso lo han podido superar en todo o en parte. Pero por bien que les haya ido quedan
marcas que les acompañarán todas sus vidas.
En algunos casos han triunfado en la vida laboral porque se encerraron en los estudios
como refugio a una presión social que se ejercía sobre ellos por parte de sus acosadores
dentro de un grupo, privándoles así de una niñez, adolescencia o juventud completas.
Otros han destacado en el deporte, donde pudieron reforzar la autoestima y la capacidad
de reaccionar ante situaciones adversas mediante su afán de superación. A la vez que les
hacía sentirse suficientemente fuertes.
A veces se han vuelto especialmente locuaces y asertivos habiendo desarrollado una
cierta capacidad de "marcar el territorio", de manera que consciente o
inconscientemente actúan de forma rápida en este sentido cuando perciben una situación
social que pudiera parecerse a las que en su día los hicieron sucumbir al acoso.
También los hay que desarrollaron ciertas aptitudes que les desvincularon de grupos
donde se pudiera dar este tipo de acoso de una forma más acusada, de modo que se
hiciera más llevadera su existencia. Representando este hecho una especie de huida
hacia delante.
Para que nuestros hijos no sufran estos hechos, hemos de estar alerta ante lo que les
pasa a los niños, observar los cambios de conducta que tienen, si se cierran en si
mismos, si no quieren salir o se pasan demasiado tiempo solos, conectados a Internet o
jugando con los videojuegos, si llegan magullados a casa, si sus ropas aparecen rotas o
descosidas más frecuentemente de lo propio que cabría esperar debido a accidentes
fortuitos producidos en el juego o práctica deportiva.
Otro rasgo significativo es que cuando se aproxima el momento de volver a la escuela
los niños pueden manifestar irritabilidad, permanecer silenciosos en exceso, encerrados
en si mismos, manifestar abiertamente su rechazo a la vuelta al colegio que el día
siguiente o unas horas más tarde les espera, acompañado incluso con llantos y
manifestándolo explícitamente e incluso manifestar algún tipo de malestar de origen
psicosomático, que les reportaría el beneficio inconsciente de permitírseles no acudir a
clase el día siguiente.
Una de las cuestiones importantes y que los padres han de conocer es con quien se
relacionan sus hijos y como lo hacen.
Por ello es imprescindible que tratemos de saber como se llevan con sus amigos y
compañeros y sobre todo cuando nos cuentan algo sabernos poner en su lugar y dar la
importancia que ellos le dan a lo que les sucede.
Hemos de tener presente que las personas que sufren esta grave situación llegan a tener
tan baja su autoestima que se avergüenzan de si mismos de tal modo que son incapaces
incluso de admitir lo que les sucede.

Recomendación a los Padres

En definitiva recomiendo a los padres lo siguiente:


1. Escuchar a los hijos/as con atención para conocer claramente la situación que viven
estos.
2. Situarse empáticamente en el lugar de las personas acosadas para tratar de
comprender como están viviendo la situación de acoso.
3. Mostrarse colaboradores en la búsqueda de soluciones a la situación de acoso sufrida
por sus hijos/as y pactar con ellos las intervenciones que se deban hacer.
4. Tratar de reforzar la autoestima, que queda deteriorada, de los jóvenes afectados, así
como su capacidad de relación social, que también se ve afectada. Ello no quiere decir
que deban consentir actitudes que en otras circunstancias no permitirían.
5. Requerir la intervención de profesionales, como psicólogos, para ayudar a la persona
afectada, dado el caso. 6. Comunicar al centro docente lo sucedido, previo pacto con la
persona afectada, para que se tomen las medidas necesarias para detener y reconducir la
situación.

Importante: La detección
Tengamos presente que muchos acosadores son o han sido amigos con bastante grado
de intimidad con los acosados y en ocasiones alternan periodos de amistad.
El bullying puede darse entre niños y jóvenes de cualquier edad.
El bullying es un fenómeno que afecta a todas las clases sociales y se da por igual en
niños como en niñas.
Es extraordinariamente importante poder detectar los casos de bullying entre nuestros
alumnos e hijos. Pero, ¿Cómo? La respuesta no es fácil puesto que, como hemos dicho
anteriormente, los agresores procuran no ser vistos en acción y tratan de actuar en
lugares donde pueden hacerlo con mayor impunidad. El silencio de las victimas por
vergüenza y por miedo a las represalias son sus aliados. El silencio del grupo también.
Este silencio grupal se produce por diversos motivos no excluyentes. De una parte es
evidente que uno de los motivos es el miedo que los integrantes del mismo pueden tener
de convertirse en víctima. Por otro lado el acosador puede haber tejido tan bien su red y
justificado sus acciones que el grupo le apoye o como mínimo le deje actuar sin
cuestionarse la legitimidad.
En los centros docentes se hace necesaria una estricta vigilancia de los lugares donde se
puede producir el acoso por parte de personal cualificado para hacer imposible estas
situaciones.
Por otro lado hemos de mantener una estricta observación de las relaciones que se dan
entre los alumnos, tanto en el aula como fuera de ella.

La presencia de los llamados líderes negativos debe ser detectada y tratar de desarrollar
las acciones pertinentes para limitar al máximo su capacidad de acción. La realización
de sociogramas, las entrevistas con los alumnos, las tutorías tanto individuales como
colectivas, el contacto cotidiano con los padres y sobre todo una observación directa y
activa de los alumnos, de su entorno relacional y de sus hábitos nos puede aportar
información suficiente para sospechar lo que ocurre en muchos de los casos de acoso
que se dan en nuestros centros.
También es importante que no solo nos fijemos en aquellos alumnos más ruidosos. A
veces detrás de un alumno silencioso y con una conducta ejemplar se encuentra una
víctima que sufre. Conocemos el caso de alumnos que viven con tal angustia su
situación que tratan de aislarse totalmente del grupo, ocupando los lugares del aula que
se encuentran más alejados de la vista de sus acosadores, que jamás hacen una
intervención en clase y que ni siquiera levantan la cabeza de su cuaderno para tratar de
pasar lo más inadvertidos posible y no despertar la cólera de sus acosadores.
Ni que decir tiene que esos alumnos tratan de eludir en lo posible la asistencia al centro.
Muchas veces se inventan enfermedades para que sus padres les permitan no acudir a la
escuela o instituto y en ocasiones llegan a desarrollar verdaderas enfermedades
psicosomáticas que les comporten tal dispensa, lo cual ocurre de forma inconsciente.

La Prevención

Pero es mejor prevenir que curar y en estos casos una prevención a edades tempranas es
vital para evitar que se acaben dando estas situaciones de acoso entre jóvenes. La
escuela no solo debe ocuparse de los contenidos académicos, sino que debe trabajar las
actitudes, normas y valores. Así educando en la cooperación, la tolerancia, la
solidaridad, la resolución pacífica de conflictos, el respeto de las normas para la
convivencia, etc. y siendo capaces de que los niños sepan situarse en la posición de los
demás, es decir sepan percibir como sienten los otros que les rodean, conseguiremos
formar a los futuros adultos del mañana para que sepan vivir en paz con sus semejantes.

Profesores

Por parte de los profesores es esencial intervenir del siguiente modo:


1. Escuchar a los padres que nos cuentan que han detectado un posible caso de acoso
escolar.
2. Contrastar lo que han relatado los padres con otros posibles indicios que se hayan
percibido en el centro por leves que parezcan. RECORDEMOS QUE EL BULLYING
SE DA EN LA INMENSA MAYORIA DE LOS CASOS EN LUGARES Y
MOMENTOS EN QUE NO EXISTE UNA PRESENCIA DIRECTA DEL DOCENTE,
O LOS AGRESORES SE LIMITAN A RECORDARLE A LA VICTIMA DE FORMA
MUY SUTIL LA SITUACIÓN DE SUMISIÓN EN LA CUAL LE TIENEN
ATRAPADO (PAPELITOS CON NOTAS QUE CIRCULAN POR LA CLASE,
MIRADAS, SONRISAS, ETC.)
3. Incrementar la supervisión de los lugares donde se da el acoso.
4. Evitar que queden solos la víctima y el/los presuntos agresores, para intervenir de
inmediato ante cualquier indicio de acoso.
5. Reforzar (o introducir) el trabajo a nivel de clase sobre valores como la convivencia
pacífica, el respeto, la tolerancia, etc. Trabajando con la empatía, es decir con la
capacidad de ponerse en el lugar del otro.
6. Dado el caso tomar las medidas disciplinarias pertinentes, siempre que sea posible
encaminadas a la reeducación de las actitudes desadaptadas que han propiciado la
situación y compensando las carencias de tipo afectivo, relacional, etc. que las causaron.
7. Implicar a los padres de los alumnos acosadores, haciéndoles ver que es bueno para
estos alumnos que se reeduquen estas actitudes para que su futura vida social sea plena
y basada en los valores antes mencionados.
8. Exigir de la administración los medios necesarios: profesionales, formativos,
económicos, etc. para poder intervenir en los casos que no sea posible con los medios
del centro.
El profesorado hoy día está desbordado ante tantas y tantas situaciones de las que debe
ocuparse y para poder intervenir en estos y otros casos debe contar con el apoyo de la
administración y tener capacidad de intervenir para cortar de raíz las conductas
disruptivas que tan frecuentemente se producen en nuestros centros. Por ello se hace
necesario que la normativa sobre derechos y deberes de los alumnos dote a los docentes
de los recursos necesarios al respecto, para que puedan sancionar adecuadamente a los
alumnos que distorsionen la convivencia en el centro. Evidentemente las sanciones
deben conducir a la reparación y compensación del daño social causado.
Solo asumiendo cada uno nuestra responsabilidad y actuando con seriedad y rigor, sin
bajar la guardia podremos atajar este y otros problemas de convivencia en nuestras
escuelas e institutos.
Los estragos del acoso
escolar
El Pais, sábado 2 de abril de 2005

Luis Rojas Marcos (Profesor de Psiquiatría, Universidad de Nueva York)


Como el cáncer o el terrorismo, que tanto tememos pero
que la costumbre
nos obliga a anticipar, la violencia escolar también forma
parte del catálogo vigente de horrores predecibles. En abril
de 1999, dos adolescentes de la escuela de Columbine,
Colorado, armados hasta los
dientes, mataron a doce alumnos y un profesor antes de
suicidarse.
Justo tres años más tarde un estudiante del instituto
Gutemberg, Erfurt, asesinaba a tiros a a trece profesores,
dos condiscípulos, una secretaria, un policía y, a
continuación, se quitaba la vida. Y hace
unos dias, en Red Lake, Minnesota, Jeff Weise, de
dieciseis años,
ejecutó a sus abuelos en casa y después se fue al colegio,
donde
acribilló a cinco compañeros, una profesora y un guarda.
Acto seguido
se disparó mortalmente en la cara.

Estas espeluznantes matanzas nos espantan, nos duelen, y


echan por
tierra las expectativas más básicas sobre el
comportamiento humano.
Aun así su impacto en la sociedad es efímero. Con
independencia de los
cadáveres que acaben esparcidos por las aulas, la
indignación colectiva
se disipa a los pocos meses. La razón es, que ante estas
tragedias, la
mayoría de las personas se resigna y pasa página
escudándose en la idea
de que siempre ha habido y habrá seres inexplicables
arrebatados de
insaciable sed de sangre.
Si bien la violencia juvenil en los colegios se nutre de una
mezcla variable de ingredientes personales, familiares y
sociales, casi todos los perpetradores tienen en común
haber sido sometidos a acosamiento.
Un estudiante sufre acoso escolar cuando está expuesto a
ataques sádicos contínuos, de los que no puede defenderse
fácilmente, por parte de uno o más compàñeros de clase.
Los asaltos pueden ser físicos
(empujones, golpes), verbales (insultos, burlas), no
verbales (gesticulaciones hostiles y vejatorias) o grupales
(marginación, bromas crueles o difusión de rumores
humillantes).
Bullying es el término anglosajón -hoy en día muy
divulgado- que en los años setenta el sueco Dan Olweus,
profesor de Psicología de la Universidad de Bergen,
Noruega, aplicó a este tipo de agresiones.
Según el Servicio Secreto de Estados Unidos, el 71 % de
los asesinatos
cometidos en los institutos de bachillerato entre 1974 y
2000 fueron
protagonizados por jóvenes que habían sufrido bullying en
los seis meses
previos. A título personal puedo añadir que en otoño de
1992, en respuesta a una alarmante ola de homicidios y
suicidios en las escuelas públicas de Nueva York, el
alcalde Davis Dinkins encargó al
Departamento de Servicios Municipales de Salud Mental,
que por entonces yo dirigía,
un estudio sobre las causas de esta preocupante tendencia.
Este
proyecto concluyó, entre otras cosas, que el maltrato
continuado de
escolares por sus colegas constituía un factor determinante
de muertes
violentas entre los adolescentes neoyorquinos.
El hostigamiento prolongado de alumnos por sus
compañeros es una
realidad, aunque casi siempre esté encubierta por una
espesa nube de
tabú y de silencio. En Estados Unidos, por ejemplo,
alrededor del 30%
de los estudiantes de entre 7 y 17 años afirma haber
observado bullying
durante el año escolar, y el 23 % confiesa haber
participado personalmente. Sin embargo sólo un 13 % de
profesores dice haberlo presenciado.
En mi experiencia, aunque las ofensas más visibles suelen
ocurrir a espaldas del profesorado, bastantes maestros son
reacios a admitir que hay acoso en sus clases. A unos les
cuesta reconocer que
ciertos niños pueden ser asombrosamente crueles. Otros
temen ser
tachados de inexpertos.
Las víctimas habituales de ensañamiento son muchachos y
muchachas
pacíficos, tímidos, introvertidos y, sobre todo, vulnerables.
A menudo
muestran aspectos físicos, actitudes o hábitos diferentes a
los de la
mayoría de la clase. Los maltratadores suelen ser
personajes inseguros
y provocadores, que no han madurado la capacidad de
sentir compasión
ante el sufrimiento ajeno.
Mientras que los varones tienden a utilizar
la agresión física y verbal, las chicas recurren a la
marginación, los
bulos y la manipulación de las relaciones. Ellos y ellas
ansían la sensación excitante de poder que experimentan
cuando subyugan física y emocionalmente a sus víctimas.
Numerosas investigaciones demuestran que el
acosamiento persistente,
aparte de causar daños corporales, socava profundamente
el equilibrio
emocional de los acosados, a corto y a largo plazo. Los
efectos más
comunes incluyen ansiedad, fobia al colegio, aislamiento
social, baja
autoestima y depresión.
Cada mañana de clase, la combinación venenosa de
miedo e indefensión atormenta a las víctimas. Incluso
en los días festivos, los detalles más amargos de los
ultrajes padecidos se
entrometen en su mente y transforman su tiempo de
esparcimiento en
interminables pesadillas. A la hora de encontrar
explicaciones que les
ayuden a entender su penosa situación, la mayoría termina
culpándose a
sí mismos. El estigma de inferioridad, de vergüenza y de
impotencia que
marca a estas criaturas les impide revelar su sufrimiento a
familiares,
y mucho menos denunciar a sus torturadores.
El acoso escolar distingue con cicatrices indelebles las
mentes de los adultos que lo sufrieron de pequeños. Mas
no todos los escolares maltratados sobreviven a la
adolescencia. Unos se liberan del
intolerable suplicio quitándose la vida. En el Reino
Unido, por
ejemplo, se calcula que anualmente un mínimo de
dieciseis niños
asediados por compañeros eligen esta última salida. Otros
como Jeff
Weise, optan por un desquite implacable y sanguinario
antes de inmolarse.
Una vez que el martirio sale a la luz, los agresores, sus
allegados y
los testigos que se mantuvieron neutrales, incluyendo al
personal
docente, tienden a minimizar el problema, a recriminar
al acosado por
no haberse defendido, o a responsabilizar a sus padres.

Por eso la primera intervención de las


autoridades escolares debe ser atender las
necesidades de seguridad y apoyo
emocional del alumno perseguido y sus
familiares.
En cuanto a los acosadores, aparte de administrar justicia,
es importante maximizar sus posibilidades de
rehabilitación. Después de
todo, el bullying nos plantea un doble reto:
salvar la vida de los oprimidos y
rescatar la humanidad de los opresores.

En mi opinión, todos los centros de enseñanza requieren


programas de
formación y sensibilización para estudiantes, profesores y
padres con
el objetivo de establecer una cultura de "tolerancia cero
al acoso y a su
encubrimiento".

La inacción y el disimulo protegen siempre a los verdugos,


nunca a las víctimas. Ningún joven debería temer ir al
colegio por miedo a ser golpeado o denigrado, y ningún
padre o madre
debería necesitar preocuparse de que su hijo pueda estar
sufriendo
vejaciones en el colegio. Conscientes de este derecho,
cada día son
más los paises que establecen leyes o regulaciones contra
el bullying.
Este es el caso, entre otros, de Suecia, Noruega, Inglaterra,
Irlanda,
Dinamarca y Japón.

El acoso escolar nos deshumaniza a todos y su


erradicación nos incumbe a
todos. En palabras del escritor libanés Jalil Gigrán,
"a menudo escucho
que os referís al hombre que comete un delito como si no
fuera uno de
vosotros, como un extraño y un intruso en vuestro
mundo... Mas yo os
digo que de igual forma que ni una sola hoja se torna
amarilla sin el
conocimiento silencioso del árbol, tampoco el malvado
puede hacer el
mal sin la oculta voluntad de todos vosotros".

¿COMO IDENTIFICAR A UN MATON?


Todas las personas tenemos o hemos mostrado alguna vez alguna de las
características siguientes. Mientras más de estas características estén
presentes, mayor es la probabilidad de que sea un MATON. Y si alguna de
estas características es un comportamiento habitual o recurrente,
seguramente es un MATON:
- Alguien con doble personalidad: cruel y vengativo en privado, pero inocente
y simpático frente a testigos neutros, compensando así su falta de empatía.
- Mentiroso espontáneo, convincente y compulsivo cuando confrontado.
Contraataca con alegatos distorsionados o fabricados, y si falla, finge
victimización, e incluso cae en llanto para manipular a la audiencia.
- Utiliza el encanto y la imitación para convencer a otros que son “normales”,
pero sus palabras y hechos son superficiales, descuidados y no sinceros.
- Muestra una gran confianza en si mismo y asertividad para esconder su
inseguridad.
- Es experto en el engaño.
- Presenta un acercamiento “anormal” a asuntos de carácter sexual o en su
conducta sexual; debajo del exterior simpático puede haber elementos de
hostigamiento sexual o violencia sexual.
- Exhibe una conducta controladora a nivel fanático.
- Necesita criticar compulsivamente a la vez que rehúsa reconocer valores
en otros.
- Cuando es llamado a compartir y referirse a las necesidades y
preocupaciones de otros, responde con impaciencia, irritabilidad y agresión.
- Muchas veces tienen una necesidad apabullante, insana y narcisista de
retratarse como una persona maravillosa, bondadosa, atenta y compasiva.
- No es conciente de la discrepancia entre como creen ser vistos y como son
vistos en realidad.
- Tiene una confianza arrogante de sus cualidades de líder, pero no
distingue entre este concepto (madurez, decisión, asertividad, confianza e
integridad) y Matonaje (inmadurez, impulsividad, agresión, desconfianza y
engaño).
- Es agresivo, torcido, manipulador, rencoroso, vengativo, no escucha, no
puede mantener una conversación madura, carece de conciencia, no muestra
remordimiento, le atrae el poder, emocionalmente es frío y plano, sin humor,
sin alegría, desagradecido, disfuncional, destructivo, disgregador, rígido e
inflexible, egoísta, no sincero, inseguro, inmaduro y muy deficiente,
especialmente en habilidades sociales.
Según Tim Field (www.Bullyonline.org) una persona de cada treinta tiene
este perfil de comportamiento.

¿COMO ES UN MATON?

A pesar de la fachada de asertividad y simpatía, los matones tienen poca


confianza en si mismos y baja autoestima, y por lo tanto se sienten
inseguros. Baja autoestima es un factor destacado por todos los estudios
sobre matonaje.

Un matón es una persona que


• nunca ha aprendido a aceptar la responsabilidad por su comportamiento.
• quiere disfrutar de los beneficios de vivir en el mundo adulto, pero que no
puede y no está dispuesto a aceptar las responsabilidades.
• rechaza y niega la responsabilidad por su comportamiento y sus
consecuencias (rechazo y negación son rasgos comunes del matonaje)
• no puede y no está dispuesto a reconocer el efecto de su comportamiento
sobre otros
• no quiere saber de otras formas de comportamiento
• no está dispuesto a reconocer que podría haber mejores formas de
conducta

EL ENVIDIOSO
(El Envidioso: Extractos seleccionados de "La Envidia" de Carlos Castilla del
Pino en http://www.acosomoral.org/indexsoc.htm )

- El envidioso/a es un hombre (o mujer) carente de algunos atributos.


Sabremos de qué carece el envidioso a partir de aquello que envidia en el
otro. Ésta es la razón por la que el discurso envidioso es permanentemente
crítico o incluso hipercrítico sobre el envidiado, y remite siempre a sí
mismo.
- El envidioso/a odia al envidiado, por no poder ser como él; pero también se
odia a sí mismo por ser quien es o como es. Pero a la vez, en tanto el
envidiado representa el ideal del yo, se le ama.
- El error del envidioso/a es inaceptarse a sí mismo y proponerse ser otro,
hace de su vida un proyecto imposible. Lo que el envidioso no logra es su
proyecto de ser el envidiado. Por eso la tristeza del envidioso, posee un
tinte persecutorio.
- El envidioso/a no dejará de serlo por lo que ya posee; seguirá siéndolo por
lo que carece y ha de carecer siempre, a saber; ser como el envidiado.

El microsistema escolar en el Bullying


El microsistema escolar en el Bullying
Los estudios realizados en los últimos años sobre la violencia escolar (a la que se ha
denominado con el término inglés bullying, derivado de bull, matón) reflejan que dicha
violencia:

1) suele incluir conductas de diversa naturaleza (burlas, amenazas, intimidaciones,


agresiones físicas, aislamiento sistemático, insultos);

2) tiende a originar problemas que se repiten y prolongan durante cierto tiempo;

3) suele estar provocada por un alumno (el matón), apoyado generalmente en un grupo,
contra una víctima que se encuentra indefensa, que no puede por sí misma salir de esta
situación;

4) y se mantiene debido a la ignorancia o pasividad de las personas que rodean a los


agresores y a las víctimas sin intervenir directamente.

CONSECUENCIAS

Los estudios realizados sobre el bullying en la escuela reflejan que éste se produce con
una frecuencia bastante superior a lo que cabría temer. Parece que a lo largo de su vida
escolar todos los alumnos podrían verse dañados por este problema, como observadores
pasivos, víctimas o agresores.
Y es que como sucede con las otras formas de violencia, la intimidación y victimización
que se produce en la escuela puede dañar a todas las personas que con ella conviven:

1) En la víctima produce miedo y rechazo al contexto en el que se sufre la violencia,


pérdida de confianza en uno mismo y en los demás, así como diversas dificultades que
pueden derivarse de estos problemas (disminución del rendimiento, baja autoestima...).

2) En el agresor aumentan los problemas que le llevaron a abusar de su fuerza:


disminuye su capacidad de comprensión moral así como su capacidad para la empatía,
el principal motor de la competencia socio-emocional, y refuerza un estilo violento de
interacción que representa un grave problema para su propio desarrollo, obstaculizando
el establecimiento de relaciones positivas con el entorno que le rodea.

3) En las personas que no participan directamente de la violencia pero que conviven con
ella sin hacer nada para evitarla puede producir, aunque en menor grado, problemas
parecidos a los que se dan en la víctima o en el agresor (miedo a poder ser víctima de
una agresión similar, reducción de la empatía...); y contribuyen a que aumente la falta
de sensibilidad, la apatía y la insolidaridad respecto a los problemas de los demás,
características que aumentan el riesgo de que sean en el futuro protagonistas directos de
la violencia.

4) En el contexto institucional en el que se produce, la violencia reduce la calidad de la


vida de las personas, dificulta el logro de la mayoría de sus objetivos (aprendizaje,
calidad del trabajo...) y hace que aumenten los problemas y tensiones que la provocaron,
activando una escalada de graves consecuencias.

PREVENIR
Para prevenir o detener la violencia que a veces se produce en la escuela es preciso:

a) Adoptar un estilo no violento para expresar las tensiones y resolver los conflictos que
puedan surgir

.
b) Desarrollar una cultura de la no violencia, rechazando explícitamente cualquier
comportamiento que provoque la intimidación y la victimización.

c) Romper la "conspiración del silencio" que suele establecerse en torno a la violencia,


en la que tanto las víctimas como los observadores pasivos parecen aliarse con los
agresores al no denunciar situaciones de naturaleza destructiva, que si no se interrumpen
activamente desde un principio tienden a ser cada vez más graves.

CAUSAS
Apenas se han realizado investigaciones sobre qué condiciones incrementan el riesgo de
que surja la violencia en las relaciones que se establecen entre profesores y alumnos,
pero los escasos estudios existentes sugieren la posibilidad de extrapolar la mayoría de
los resultados obtenidos, en este sentido, en contextos familiares; según los cuales, el
riesgo de violencia se incrementaría, por ejemplo, con: la falta de habilidades sociales
(de comunicación y de resolución de conflictos), el estrés y la justificación de la
violencia.

Antecedentes de los escolares que ejercen o sufren la violencia en la escuela


Los estudios realizados en las dos últimas décadas sobre la violencia entre escolares
(Defensor del Pueblo, 2000; Olweus, 1993; Ortega y Angulo, 1998; Pellegrini, Bartini y
Brooks, 1999; Salmivalli et al, 1996), reflejan que ésta se produce con una frecuencia
superior a lo que cabría temer. En dichos estudios se observa, también, que tener amigos
y ser aceptado por los compañeros constituyen factores protectores de dicha violencia.
Entre los escolares que son víctimas de la violencia de sus compañeros suelen
diferenciarse dos situaciones:1) la víctima típica o pasiva; 2) y la víctima activa.

· La víctima típica, o víctima pasiva se caracteriza por :


1) Una situación social de aislamiento (con frecuencia no tiene ni un solo amigo entre
los compañeros); detectado tanto a través de las pruebas sociométricas, que se incluyen
en el apartado 1.8, como a través de la observación (en el recreo o cuando los propios
alumnos eligen con quién llevar a cabo una actividad); en relación a lo cual cabe
considerar su escasa asertividad y dificultad de comunicación, así como su baja
popularidad, que según algunos estudios llega a ser incluso inferior a la de los agresores.
Para explicarlo, conviene tener en cuenta que la falta de amigos puede originar el inicio
de la victimización, y que ésta puede hacer que disminuya aún más la popularidad de
quién la sufre.
2) Una conducta muy pasiva, miedo ante la violencia y manifestación de vulnerabilidad
(de no poder defenderse ante la intimidación), alta ansiedad (a veces incluso miedo al
contacto físico y a la actividad deportiva), inseguridad y baja autoestima; características
que cabe relacionar con la tendencia observada en algunas investigaciones en las
víctimas pasivas a culpabilizarse de su situación y a negarla, debido probablemente a
que la consideran más vergonzosa de lo que consideran su situación los agresores (que a
veces parecen estar orgullosos de serlo).
3) Cierta orientación a los adultos, que cabe relacionar con el hecho observado en
algunos estudios entre las víctimas pasivas de haber sido y/o estar siendo
sobreprotegidas en su familia.
4) La conducta de las víctimas pasivas coincide con algunos de los problemas asociados
al estereotipo femenino, en relación a lo cual es preciso interpretar el hecho de que
dicha situación sea sufrida por igual por los chicos (que probablemente serán más
estigmatizados por dichas características) y por las chicas (entre las que las
características son más frecuentes pero menos estigmatizadoras). La asociación de
dichas características con conductas infantiles permite explicar, por otra parte, por qué
las víctimas pasivas disminuyen con la edad.

· La víctima activa . En la mayoría de los estudios realizados sobre


este tema se menciona la necesidad de diferenciar distintos tipos de víctimas,
incluyendo como la segunda situación de victimización (menos frecuente y clara que la
anterior), la de los escolares que se caracterizan por:
1) Una situación social de aislamiento y fuerte impopularidad, llegando a encontrarse
entre los alumnos más rechazados por sus compañeros (más que los agresores y las
víctimas pasivas); situación que podría estar en el origen de su selección como víctimas,
aunque, como en el caso de las anteriores, también podría agravarse con la
victimización.
2) Una tendencia excesiva e impulsiva a actuar, a intervenir sin llegar a elegir la
conducta que puede resultar más adecuada a cada situación, con problemas de
concentración, disponibilidad a emplear conductas agresivas, irritantes, provocadoras. A
veces, las víctimas activas mezclan dicho papel con el de agresores.
3) Un rendimiento y un pronóstico a largo plazo peores, en ambos casos, al de las
víctimas pasivas.
4) Los escolares que son víctimas activas agresivas en la relación con sus compañeros
parecen haber tenido desde su primera infancia un trato familiar más hostil, abusivo y
coercitivo, que los otros escolares.5) Esta situación es más frecuente entre los chicos
que entre las chicas. No disminuye de forma significativa con la edad. Y en ella pueden
encontrarse con mucha frecuencia los escolares hiperactivos.
LOS AGRESORES
· Los agresores. Se caracterizan por:
1) Una situación social negativa, siendo incluso rechazados por una parte importante de
sus compañeros, pero están menos aislados que las víctimas, y tienen algunos amigos,
que les siguen en su conducta violenta.
2) Una acentuada tendencia a la violencia, a dominar a los demás, al abuso de su fuerza
(suelen ser físicamente más fuertes que los demás). Son bastante impulsivos, con
escasas habilidades sociales, baja tolerancia a la frustración, dificultad para cumplir
normas, relaciones negativas con los adultos y bajo rendimiento; problemas que se
incrementan con la edad.
3) Su capacidad de autocrítica suele ser nula; en relación a lo cual cabe considerar el
hecho observado en varias investigaciones, al intentar evaluar la autoestima de los
agresores, y encontrarla media o incluso alta.
4) Entre los principales antecedentes familiares de los escolares que se convierten en
agresores típicos suelen destacarse: la ausencia de una relación afectiva cálida y segura
por parte de los padres, y especialmente por parte de la madre, que manifiesta actitudes
negativas y/o escasa disponibilidad para atender al niño; y fuertes dificultades para
enseñarle a respetar límites, combinando la permisividad ante conductas antisociales
con el frecuente empleo de métodos coercitivos autoritarios, utilizando en muchos casos
el castigo físico.

5) La situación de agresor es mucho más frecuente entre los chicos que entre las chicas,
y suele mantenerse muy estable, o incrementarse a lo largo del tiempo; especialmente en
la preadolescencia.

6) Aunque el grupo de agresores es menos heterogéneo que el de víctimas, la mayoría


de las investigaciones diferencian entre los agresores activos, los que inician la agresión
y la dirigen, de los agresores pasivos, que les siguen, les refuerzan y les animan; y que
parecen caracterizarse por problemas similares a los anteriormente mencionados pero en
menor grado.

Para prevenir las situaciones de victimización y agresión, o ayudar a salir de ellas,


conviene prestar una especial atención a su detección: 1) erradicando las situaciones de
aislamiento y de confrontación que las favorecen, a través de procedimientos como el
aprendizaje cooperativo que se describe en los apartados 1.5 y 1.6; 2) desarrollando las
habilidades de comunicación (apartados 2.3 y 4.4) y de resolución de conflictos
(apartados 4.2, 4.3, 4.5 y 4.6), así como las habilidades de prevención del abuso escolar
(incluidas en el apartado 3.7); 3) y creando contextos normalizados en los que las
víctimas puedan pedir ayuda sin ser estigmatizadas por ello, como las asambleas de aula
que se describen en el apartado 5.2.

ESCUELA Y FAMILIA

La relación entre la escuela y la familia


La mayoría de las investigaciones que se han realizado sobre las características del
mesosistema de los niños que influyen en el riesgo de violencia se han concentrado en
el estudio de la vida familiar y su entorno, encontrando como principal condición de
riesgo que aquél suele estar aislado de otros sistemas sociales (parientes, vecinos,
amigos, asociaciones...).
La cantidad y calidad del apoyo social del que una familia dispone representa una de las
principales condiciones que disminuyen el riesgo de violencia, puesto que dicho apoyo
puede proporcionar: 1) ayuda para resolver los problemas; 2) acceso a información
precisa sobre otras formas de resolver los problemas; 3) y oportunidades de mejorar la
autoestima.
A partir de lo expuesto en los dos párrafos anteriores se deduce que la lucha contra la
exclusión a la que están sometidas algunas familias debe ser considerada como un
principio básico de prevención de la violencia.
Conviene tener en cuenta, por otra parte, como se reconoce desde el enfoque ecológico,
que el potencial evolutivo de los diversos contextos que forman parte del mesosistema
de los niños aumenta cuando existe comunicación entre ellos.
De acuerdo al principio básico planteado por el enfoque ecológico, una importante línea
de actuación para mejorar la eficacia de la educación en la prevención de la violencia es
estimular una comunicación positiva entre la escuela y la familia, comunicación que
resulta especialmente necesaria para los niños con más dificultades de adaptación al
sistema escolar y/o con más riesgo de violencia. Cabe temer, sin embargo, que las
razones que subyacen al aislamiento que suele caracterizar a sus familias dificulten
también la relación entre dichas familias y el sistema escolar. Las investigaciones hemos
realizado recientemente, en este sentido, sugieren la necesidad y posibilidad de
desarrollar nuevos esquemas de colaboración con dichas familias (respetando el papel
de cada agente educativo y evitando el paternalismo y la estigmatización...) para que
esta comunicación resulte eficaz. (Díaz-Aguado, Dir., 2001).

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

El papel de los medios de comunicación


Los medios de comunicación nos ponen en contacto casi permanente con la violencia,
con la que existe en nuestra sociedad y con la que se crea de forma imaginaria.
Probablemente por eso son considerados con frecuencia como una de las principales
causas que origina la violencia en los niños y en los jóvenes. Los estudios científicos
realizados en torno a este tema permiten extraer, en este sentido, las siguientes
conclusiones:
1.-Los comportamientos y actitudes que los niños observan en la televisión, tanto de
tipo positivo (la solidaridad , la tolerancia...) como de tipo negativo (la violencia...),
influyen en los comportamientos que manifiestan inmediatamente después. En los que
se detecta una tendencia significativa a imitar lo que acaban de ver en la televisión. De
lo cual se derivan dos importantes conclusiones: 1) la necesidad, ampliamente
reconocida, de proteger a los niños de la violencia destructiva a la que con frecuencia
están expuestos a través de la televisión; 2) así como la posibilidad y conveniencia de
utilizar la tecnología de la televisión con carácter educativo, para prevenir la violencia.

2) La influencia de la televisión a largo plazo depende del resto de las relaciones que el
niño establece; a partir de las cuales interpreta todo lo que le rodea, incluyendo lo que
ve en la televisión. En función de dichas relaciones algunos niños y adolescentes son
mucho más vulnerables a los efectos de la violencia televisiva que otros.
3) La repetida exposición a la violencia a través de los medios de comunicación puede
producir cierta habituación, con el consiguiente riesgo que de ello se deriva de
considerar la violencia como algo normal, inevitable; reduciendo la empatía con las
víctimas de la violencia. Para favorecer la superación de esta tendencia conviene
promover en los niños y en los jóvenes una actitud reflexiva y crítica respecto a la
violencia que les rodea, también la que les llega a través de la televisión.
4) La incorporación de la tecnología audiovisual (televisión, cine, vídeo....) al aula de
clase puede ser de gran utilidad como instrumento educativo para prevenir la violencia,
proporcionando un excelente complemento de otros instrumentos (los textos, las
explicaciones del profesor). Entre las ventajas que los documentos audiovisuales
adecuadamente seleccionados pueden tener, como complemento de otras herramientas
más utilizadas, cabe destacar que aquellos: favorecen un procesamiento más profundo
de la información; logran un mayor impacto emocional; son más fáciles de compartir
por el conjunto de la clase; y llegan incluso a los alumnos con dificultades para atender
a otros tipos de información, entre los que suelen encontrarse los alumnos con mayor
riesgo de violencia (que no suelen leer ni atender a las explicaciones del profesor). En
los apartados 4.4, 3.3, 3.4, 3.5 y 3.6, se incluyen diversas actividades y materiales
audiovisuales de gran eficacia en este sentido.

CULTURA DE LA VIOLENCIA

El macrosistema social. Creencias y actitudes que contribuyen a la violencia


Conviene tener en cuenta, por otra parte, que determinadas actitudes y creencias
existentes en nuestra sociedad hacia la violencia y hacia los diversos papeles y
relaciones sociales en cuyo contexto se produce (hombre, mujer, hijo, autoridad, o
personas que se perciben como diferentes o en situación de debilidad, ...) ejercen una
decisiva influencia en los comportamientos violentos. De lo cual se deriva la necesidad
de estimular cambios que favorezcan la superación de dichas actitudes; entre los que
cabe destacar, por ejemplo:
1) La crítica de la violencia en todas sus manifestaciones y el desarrollo de condiciones
que permitan expresarse y resolver conflictos sin recurrir a ella. Extendiendo dicha
crítica al castigo físico, como una de las principales causas que origina la violencia, y
sensibilizando sobre el valor de la comunicación como alternativa educativa.
2) La conceptualización de la violencia como un problema que nos afecta a todos, y
contra el cual todos podemos y debemos luchar. Y la sensibilización sobre los efectos
negativos que tiene la violencia no sólo para la víctima sino también para quién la
ejerce, al deteriorar las relaciones y el contexto en el que se produce.

3) La comprensión del proceso por el cual la violencia genera más


violencia así como de la complejidad de las causas que la originan; y la
superación del error que supone atribuir la violencia a una única causa
(la biología, la televisión...); causa que suele utilizarse como chivo
expiatorio, excluyendo a quién realiza dicha atribución de la
responsabilidad y posible solución al problema.
4) El desarrollo de la tolerancia como un requisito imprescindible del
respeto a los derechos humanos, y la sensibilización de la necesidad de
proteger especialmente, en este sentido, a las personas que se perciben
diferentes o en situación de debilidad, situación en la que todos
podemos encontrarnos.
5) La superación de los estereotipos sexistas, y especialmente de la
asociación de la violencia con valores masculinos y la sumisión e
indefensión con valores femeninos.
Los 25 Comportamientos del Acoso
Escolar:
1- Llamarles motes
2- No hablarle
3- Reirse de él cuando se equivoca
4- Insultarle
5- Acusarle de cosas que no ha dicho o no ha hecho.
6- Contar mentiras sobre él
7- Meterse con él por su forma de ser
8- Burlarse de su apariencia física
9- No dejarle jugar con el grupo
10- Hacer gestos de burla o desprecio
11- Chillarle o gritarle
12- Criticarle por todo lo que hace
13- Imitarle para burlarse
14- Odiarle sin razón
15- Cambiar el significado de lo que dice
16- Pegarle collejas, puñetazos y patadas
17- No dejarle hablar
18- Esconderle cosas
19- Ponerle en ridículo ante los demás
20- Tenerle manía
21- Meterse con él para hacerle llorar
22- Decir a otros que no estén con él o que no le
hablen
23- Meterse con él por su forma de hablar
24- Meterse con él por ser diferente
25- Robar sus cosas

Acoso entre alumnos


El "bullying" es un fenómeno de actualidad y hoy
analizamos, con ayuda de un experto, en qué consiste,
cuáles son las causas y cómo combatirlo. DDN 16/11/04
Últimamente se habla mucho del «bullying», el maltrato
entre iguales que se produce en el medio escolar,
especialmente desde que un joven de 14 años de
Fuenterrabía se suicidase tras ser presuntamente hostigado
por compañeros. Sin embargo, para Teodoro Hernández de
Frutos, sociólogo de la UPNA, que lleva años
investigando este tema, «"bullying" ha habido siempre,
sólo que es ahora cuando se le está empezando a prestar
atención».
Hernández es autor, junto a otros investigadores de la
UPNA, del estudio Aportaciones teorico-prácticas para el
conocimiento de las actitudes violentas en el ámbito
escolar, que fue promovido por el Instituto Navarro de la
Mujer y que incluye una encuesta a más de 600 alumnos
de secundaria de Navarra. Un dato es que la violencia
«bullying» afecta a entre un 7 y un 10% de la población
escolar. O que al menos un 25% de los alumnos se han
sentido amenazados alguna vez.
Los alumnos de 3º de ESO (13 y 14 años) son los que más
sufren y ejercen el acoso escolar. Los chicos de esta edad
suelen desarrollar una violencia física con sus compañeros
y las chicas, en cambio, llevan a cabo una violencia verbal
y de exclusión (hacen el vacío o dejan de lado a algunos
compañeros). Estos datos los recoge el informe sobre
acoso escolar que elaboraron dos profesores de Sociología
de la UPNA en 2002. Teodoro Hernández de Frutos y
Esther Casares entrevistaron a 603 alumnos de ESO para
ver el sistema de convivencia.
De su investigación se desprende que de todos los casos de
bullyng, el 1,8% son graves, el 10% moderados y el 50%
leves. El informe también destaca que la mayoría de las
agresiones se producen en centros de Pamplona y
Comarca. Y que los jóvenes que viven sólo con un familiar
(padre o madre) se meten más con sus compañeros que
aquellos que conviven con más familiares. Además,
prosiguen, cuando el alumno tiene una buena relación con
su familia y está contento en el colegio, no suele acosar a
sus compañeros.
Según el estudio, la violencia se puede desarrollar en
cualquier espacio del colegio (patios, baños, pasillos...)
Sin embargo, en las aulas es donde siempre «suele surgir
la chispa», el detonante del problema.
El tipo de bullying más frecuente se traduce en insultar,
reírse de los compañeros o ponerles motes. En el extremo
opuesto está el hacer chantaje a los compañeros para
pedirles dinero. El 26% de los alumnos confesaba que
alguna vez habían visto a un compañero abusando de otro.

Pero, ¿qué es el «bullying»? Lo analizamos en detalle con


la ayuda del profesor Teodoro Hernández:

Qué es.
El «bullying» hace referencia a un grupo de personas que
se dedican al asedio, persecución y agresión de alguien, o
bien a una persona que atormenta, hostiga o molesta a
otra. Aparecen cuatro aspectos claves:
a) ataques o intimidaciones físicas, verbales o
psicológicas, destinadas a causar miedo, dolor o daño a la
víctima;
b) abuso de poder, del más fuerte al más débil;
c) ausencia de provocación por parte de la víctima;
d) repetidos incidentes entre los mismos niños o jóvenes
durante un tiempo largo y sostenido.
Tipos de abusos.
Los chicos suelen desarrollar una violencia física, y las
chicas, verbal y de exclusión
Pueden ser físicos (golpes, empujones, patadas...),
psicológicos (burlas, poner motes, amenazas, gestos
obscenos...), relacionales (dar de lado, aislar, extender
rumores maliciosos...) o económicos (exigir dinero o
cosas, robar...).

Perfil del agresor.


Suelen ser grupos de chicos (45%) o de chicos y chicas
(23%), o un chico solo (14%). Más raros son los grupos de
chicas o chicas solas. Suelen ser chicos conflictivos, que
no se identifican con el colegio, a veces con problemas
familiares, sobre todo de falta de supervisión y control. A
veces hay consumo de drogas y alcohol. Buscan chivos
expiatorios para purgar sus problemas y frustraciones.
Obtienen satisfacción a través de la violencia para
reafirmar su personalidad y su posición de liderazgo. No
controlan sus impulsos y emociones. Los chicos tienden a
los abusos físicos, seguidos por los psicológicos, y las
chicas, a los psicológicos y relacionales.

Perfil de las víctimas.


Puede ser cualquiera. Pero puede haber rasgos que hagan
especialmente vulnerables a algunos, como ser tímido,
introvertido, hiperactivo, encerrado en sí mismo o tener
alguna característica física que le diferencia (estar gordo,
llevar gafas, ser bajito) o bien una característica
académica, como ser «empollón» o llevarse bien con los
profesores («pelota», para el agresor). Los efectos del
«bullying» en la víctima pueden ser devastadores: se
siente violentada, desprotegida, humillada, insegura,
aislada, indefensa.

Dónde se da.
En cualquier centro y, según el estudio en Navarra, en
cualquier parte de él: en el aula, en el patio, en los pasillos,
en los aseos... aprovechando que no está el profesor o
incluso en su presencia. También, en los alrededores del
centro, en los lugares de ocio, etc.

Qué hacen los demás.


La mayoría de quienes no son ni víctimas ni agresores
permanecen como meros «espectadores» y no hacen nada.

Violencia machista.
El estudio de Hernández reveló también la persistencia de
ideas y actitudes machistas entre los más jóvenes. Por
ejemplo, no eran pocos quienes decían que «las chicas son
más débiles que los chicos», «las mujeres están más
adaptadas para cocinar y planchar que los hombres» o,
peor, que «es comprensible que un chico pegue a una
chica si ésta antes le ha insultado».

La «ley del silencio».


Uno de los problemas es que no es fácil detectar el
«bullying» y sobre todo conseguir pruebas, ya que impera
una especie de «ley del silencio». Tanto las víctimas como
los «espectadores» tienen miedo de hablar, por las posibles
represalias. Y, sin embargo, como dice Teodoro
Hernández, es necesario atajar esta violencia; se trata de
una cuestión de «derechos humanos».
MITOS
Mitos. Ideas preconcebidas, Creencias que
Alimentan la CONFUSIÓN

1. «Han sucedido desde siempre y no pueden cambiarse»


Estas creencias inciden en «que no se intervenga» en la
búsqueda de una solución.
2. Esas agresiones «son cosa de los chavales», como
sinónimo de poco importante.
Las edades clave son de diez a quince años. Hay un primer
tramo, de diez a doce, en el que se comienzan a fraguar las
relaciones interpersonales de manera importante. Aquí hay
bastante frecuencia de casos. De doce a quince años, los
casos se dan menos, pero son los más graves.
3. El síndrome de Estocolmo del Menor
La sintonía interna (o externa) con el ‘bully’ se da cuando
los iguales (o el adulto testigo) asumen en su interior esa
inmoralidad, miran para otro lado y la víctima queda sola.
Aquí entraríamos en el fenómeno del gregarismo y de
amoralismo ético. Evitar y evadir todo conlicto de
conciencia (“a mí que me registren...”) (con lo cual el
síndrome de Estocolmo se convierte en síndrome de
Pilatos).
4. La violencia en centros educativos es una «respuesta a
una provocación»
Como argumentan los agresores o los testigos (“algo habrá
hecho”, “que espabile”, “así se hace fuerte”). Esa idea es
especialmente peligrosa porque hace al agredido
«doblemente víctima» ya que se le considera culpable del
suceso.
5. El agresor no mide las consecuencias de sus actos, no
tiene capacidad responsable.
«El niño acosador tiene una mentalidad maquiavélica y
necesita ayuda psicológica». El agresor «no tiene un pelo
de tonto, sabe mentir estupendamente, enreda a los
adultos, y acusa y atribuye la provocación a la
víctima». El agresor sabe que lo que está haciendo está
mal. Esto está muy estudiado. No se trata de un burro
inconsciente. Es alguien de mentalidad un poco
maquiavélica, que busca siempre una justificación a sus
actos: «Es que se lo buscaba», «es que es tonto...».
6. No notamos nada. Parecen felices.
Normalmente los padres no se enteran y si lo hacen es de
forma accidental pues alguien próximo al niño (un
compañero de clase o un hermano) es el que da la voz de
alarma. El principal motivo por el que un niño no explica
en su casa lo que le están haciendo en el cole es porque
NADIE le ha dicho que es bueno decirlo
Como los protagonistas saben que es una conducta
prohibida e indecente, procuran ocultarlo y actúan en los
sitios oscuros, físicos y psicológicos. Por ejemplo,
pasillos, aseos de colegios, salidas de patio... También
dentro del aula, pero de forma oculta. Es un fenómeno que
se ubica en el microsistema de los iguales, en donde los
niños se comunican sin compartirlo con los mayores.
Un niño no explica en su casa lo que le están haciendo en
el cole porque NADIE le ha dicho que es bueno decirlo. Y
eso se reviste de un montón de excusas: no querer ser
chivato, no aparecer como débil, no preocupar a los
padres, o bien creer que nadie puede hacer nada dado que
el "Bully" (acosador-matón) es más fuerte que los propios
padres.
7. Los profesores «no se enteran» de que están ocurriendo
esos incidentes.
Los docentes lo saben o lo intuyen, pero «muchos»
minimizan el problema o carecen de técnicas de resolución
de conflictos.
8. Los afectados son chic@s problemátic@s
Suelen estar en el grupo de los buenos estudiantes, suelen
ser psicológicamente menos fuertes y asertivos, en el
sentido de enfrentarse a las agresiones y no afrontarlas...
9. El síndrome del chivato o del pelota-esquirol
Los compañeros miran para otro lado cuando se producen
las agresiones, físicas o psicológicas. El 85% de los
alumnos se enteran de las agresiones. Realmente es un
fenómeno que se ubica en el microsistema de los iguales,
en donde los niños se comunican sin compartirlo con los
mayores. No se quiere ser chivato, ni aparecer como débil.
10. “No es para tanto...”
El suicidio y el asesinato son los efectos más graves del
acoso. Se dan muy poco, pero se dan... El acoso puede
llevar a la víctima al suicidio. En Suecia, en 1978, se
suicidaron sucesivamente y en pocos meses tres niños tras
sufrir acoso escolar. A partir de ese momento, el Gobierno
sueco hizo el primer estudio de bullying que se conoce.
Los suicidas de la escuela Columbine, en Littleton,
Colorado, fueron a jugar a los bolos antes de liquidar a tiro
limpio a sus compañeros y morir ellos mismos (de ahí el
título Bowling for Columbine, de Michael Moore).
11. Escarmiento punitivo al provocador. Verás cómo se le
quitan las ganas.
¿Hay que buscar culpables? Una cosa es impunidad y otra
irrresponsabilidad. Se tienen que depurar
responsabilidades. Si no se aclaran responsabilidades, el
fenómeno se puede repetir más de la cuenta. El culpable es
una figura que, como estamos hablando de juventud y de
infancia, no es necesariamente útil. Es muy importante que
el clima de la escuela comprenda lo qué ha ocurrido y que
se aclare.
Frente al chico "bully" es recomendable una terapia
intensiva por un psicólogo fuera de la escuela, así como un
"control- positivo" de sus acciones, se le ha de valorar
cada vez que actúe bien.
12. Ya se pasará. Todos hemos pasado por esto.
La violencia deja huella en todo el mundo. No sólo en la
víctima. En los agresores, las huellas son muy importantes
a corto, medio y largo plazo. También deja huella en los
testigos. El pensar que quizás se podría haber hecho algo
es muy duro para mucha gente. No deja indiferente a
nadie. Deja secuelas.
13. El bullying escolar va en aumento
Lo que está en auge es la búsqueda de transparencia.
Faltan datos recientes. Ahora hay maltrato y seguramente
lo hubo antes. Y es menor el porcentaje de incidencia que
en la UE.
El último informe del Defensor del Pueblo, realizado en
1999 con encuestas a 3.000 alumnos de la ESO, destacaba
que más del 30% de los escolares declaraba sufrir
agresiones verbales con cierta frecuencia y cerca de un 9%
amenazas con la finalidad de meterles miedo.
LA VERGÜENZA

La vergüenza es el sentimiento que surge en puntos conflictivos entre el individuo y la sociedad.


Ocultamos y no amamos aquello de lo que nos avergonzamos .

Nos asusta la ignominia: ser marginados con injurias y oprobios . Lo que está mal visto por la
sociedad despierta vergüenza en el individuo.

Las personas que se sienten avergonzadas con frecuencia no son libres , no se aman, tienden a
fundirse con referentes idealizados...y a la depresión. Padecen la herida de los no amados.

Cuando iba al colegio, uno de mis compañeros de clase era huérfano. Era un niño anodino y tímido,
llevaba calcetines largos de lana y jerseis oscuros que olían a naftalina, y no dejaba de parpadear. En
ocasiones, no podía apartar la vista de él, por desagradable que me resultara su imagen. Por el
contrario, yo procedía de una familia respetable , por lo que estaba muy pagado de mi mismo, y
siempre llevaba la ropa adecuada. Algo ardía en mi interior cuando contemplaba a aquel niño. Ahora
se que se trataba de la herida de los no amados . Cuando lo castigaban yo también me sentía atrapado
y culpable . En lo más profundo de mi ser anidaba un niño que era huérfano y deseaba serlo. Quería
manifestarlo, y, al mismo tiempo , temía hacerlo.

Una vez que falsifiqué la firma de mi padre , el profesor que lo advirtió pronunció unas palabras que
se clavaron para siempre en mi interior como símbolo de vergüenza:

-"Ahora no mereces más respeto que ese de ahí"- refiriéndose al niño huérfano.

Nunca las palabras habían despertado en mi tal sensación de vergüenza. Me sentía avergonzado
porque mi arrogancia social acababa de hacerse añicos, pero, ante todo, sentía vergüenza por el niño
huérfano, carecía de valor, no era amado.

De forma confusa percibía lo siguiente: "Si el profesor sólo me quiere siempre y cuando sea distinto
al niño huérfano , es decir siempre y cuando sea un niño adaptado y respetable, entonces no me
quiere". A partir de aquel día , viví con la inquietante sensación, no sólo en la escuela, sino también
en casa , de que no era amado, de que era un huérfano, aun cuando las apariencias dictaban lo
contrario.

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