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El acierto del evento creativo en la continuidad

Desde la perspectiva de un anacoreta

Adagio oriental:
“Para hablar de poesía se debe buscar a un poeta, para hablar de esgrima ha de
buscarse a un espadachín.”

De la creatividad y del arte se puede hablar con cualquiera; porque son cosas
inherentes a cada persona. Simplemente conviene no perder de vista las cosas más
obvias
1 Del ser esencial

Imaginemos dos teteras antiguas, dos objetos simples de uso cotidiano que comparten
un origen similar: iguales en material y técnica de elaboración, misma época, región y
cultura; a pesar de estas similitudes si se pide a diferentes personas que escojan alguna
de las dos teteras, casi todas prefieren la misma. Se puede decir entonces que de las
dos teteras una es especial porque suscita una reacción de mayor empatía.

Si desligamos estos dos objetos del referente tetera y sus connotaciones utilitarias, su
naturaleza esencial de objeto permanece inalterada, en tanto que independientemente
de cualquier intencionalidad, cada uno de estos objetos es la concreción de un impulso
creativo.

Un objeto bien sea una manufactura, como la tetera, o un objeto inmaterial fruto del
intelecto, por ejemplo una poesía, representa siempre el último estadio de un evento
creativo que inicia en el interior de quien lo concibe y se realiza en la concreción
externa, es decir en una obra.

Toda obra, inexorablemente recibe la impronta de su autor, de alguna manera el ser


del autor se refleja en su creación, esta impronta sea consiente o inconsciente, tiene
repercusiones en la intelección que otras personas hacen del objeto creado.

Si se considera única o primordialmente estas dos teteras en su dimensión utilitaria, el


hecho de que una sea “especial” carece de importancia, pues lo único que importa es
que sirvan para preparar té y por lo tanto las dos son iguales, pero si además se
consideran estos objetos en su naturaleza intrínseca como producto de eventos
creativos, claramente se establece una desigualdad en el grado de acierto de ambos
objetos.
Una obra acierta cuando refleja con claridad algo presente en la naturaleza esencial de
todo ser humano, algo que al ser reconocido como propio por otras personas provoca
empatía; entonces una obra acierta si refleja algo universal.

La parte de la persona que llamamos el ser esencial no se puede asir a través de la


palabra, el ser esencial reside en lo primario, en lo inmanente, por no estar sujeto al
lenguaje verbal sus vías de proyección y apropiación son directas, intuitivas, el
vehículo del ser es lo universal, no aquello que tiende a particularizar.

Las formas de conocimiento e intelección abstractivas que se apoyan en la


estructuración verbal; lenguas, sistemas lógicos, lenguaje matemático, especulación
teórica y todas las demás formas de particularización y referencia indirecta, existen
solo sobre lo primario, lo esencial; primero se existe luego se piensa y no al revés, en
términos budistas todo procede de la mente esencial.
2 De los agregados del ser

Comprender algo no necesariamente implica definirlo, de hecho en muchas ocasiones


lo más útil es prescindir de las definiciones…

El impulso creador surge en las personas como una manifestación de su ser esencial,
la creatividad es tan vital que trasciende por mucho el acto de dar respuesta a las
necesidades materiales: la ciencia, el arte, la filosofía y en general la cultura son sus
frutos.

Otras capacidades humanas inherentes: la representación abstractiva y la articulación


verbal, permitieron la sistematización de la creatividad y por consiguiente la
construcción de la cultura, sin embargo este desplazamiento hacia lo verbal tiende a
concentrar nuestra percepción de la existencia dentro de los limites de lo que es asible
por el discurso; la realidad es mediatizada por el discurso que hacemos de ella y la
conciencia queda atrapada en una especie de virtualidad discursiva que actúa como si
fuese la realidad.

A lo largo de su vida toda persona va creando, colectando y recubriéndose de capas


de agregados mentales, el conocimiento empírico, las nociones transferidas, la
influencia cultural, las vivencias traumáticas, la ambición personal y un interminable
más, dejan su huella en la psique humana, se construye una cosmovisión y se la
modifica, se crean opiniones, se juzga, se especula, y se actúa en base a creencias y
percepciones personales.

Para asimilar su propia existencia e interactuar con lo externo el ser recurre a la


abstracción mental de sí mismo y de lo circundante, todas las cosas son asimiladas a
referentes u objetos mentales cómodos a los procesos del intelecto, de esta
virtualidad mental surge el ego.
La identificación del ser con el ego conlleva a que sus facultades inherentes, como la
creatividad, sean afectadas e incluso anuladas por los procesos del ego que tienen una
vocación autonomista, por esta razón no todos los individuos logran el desarrollo pleno
de sus facultades creativas, cosas bastante insustanciales, por ejemplo la aprensión
pueden interferir gravemente los procesos creativos, el miedo ni siquiera necesita estar
fundamentado en algo real para actuar como un paralizante.

El acierto en la concreción creativa depende de la claridad mental, pasa por comprender


la naturaleza de los pensamientos que inducen cada acción; hay cosas que parecen
obvias pero al pasarlas por alto o al mal entenderlas se incurre en desacierto.

Imaginemos un par de situaciones:

Una persona crece en un entorno melómano, donde ser músico propicia aprecio social,
consciente de esto decide “ser” músico, estudia y aprende música, pero siente que algo
se le escapa, al racionalizar el asunto lo interpreta como falta de información, así que
presta más y más atención a lo teórico, pero aún así sigue sin entenderlo…

¿Será posible decidir ser algo?

Un músico de gran talento produce música de muy buena calidad, pero en su entorno
no encuentra un público capaz de disfrutarla, esto lo frustra, empieza entonces a
prestar excesiva atención a la crítica, a quienes dicen estar en posesión de los criterios
para discernir lo que es válido de lo que no, decide producir con la intención expresa
de obtener aprobación, entonces termina aún más frustrado…

¿Se puede acertar en algo creativo partiendo de lo externo?


3 Del enfoque acertado

La facultad creadora proviene del ser, no de sus agregados, mirar en lo externo a través
de la sofisticación teórica no sirve de nada para comprender la naturaleza intrínseca de
las cosas, reflexionar sobre sus hechos más básicos probablemente si.

Desde tiempos inmemoriales se han producido obras universales en todos los ámbitos
del quehacer humano, obras que mantienen su vigencia a través del tiempo y que
resultan interesantes en cualquier entorno, no solo en aquel donde fueron concebidas;
es decir hay algo en ellas que fácilmente las hace susceptibles de ser reconocidas como
propias por el ser inmanente de la humanidad.

El ejemplo de la plástica, es muy interesante porque se proporciona un catálogo de


obras que abarca desde la prehistoria a la fecha y en él encontramos aportes de
prácticamente todas las culturas conocidas, por estas razones el conjunto de las obras
plásticas seguramente constituye el más extenso registro material de la creatividad
humana.

Desde la prehistoria misma encontramos una diversidad increíble en la forma e


intencionalidad de las obras plásticas: diversas técnicas y materiales, lenguajes
formales que van de lo figurativo a lo abstracto, de lo estilizado a lo realista, de lo
anecdótico a lo simbólico, con intencionalidades opuestas: sacro-profano,
ornamental-utilitario o producidas al influjo de innumerables variaciones estilísticas,
filosóficas, etc. Aún así en todas la épocas y culturas encontramos eso que se suele
llamar obras maestras.

Es significativo que a pesar de las enormes variaciones propias de cada sociedad y


época en el orden cognitivo, técnico, paradigmático, conceptual, ambiental y todo lo
demás, siempre surgieron individuos capaces de producir obras de gran maestría y
universalidad, la única conclusión posible es que la maestría, que no es lo mismo que la
habilidad innata, es una forma de saber intuitivo que ocurre en ciertos individuos. De
ser cierto lo anterior, factores externos como, tradición, conocimiento enciclopédico,
ambiente social propicio o disponibilidad de recursos, simplemente potencien ciertas
cualidades de los artistas buenos, pero no las inducen.

Puesto que la universalidad de una obra pasa por aquello que la hace atinente a la
humanidad entera, pareciera lógico que quien busque efectividad y maestría en su
propia obra deba primero conectarse con su humanidad más esencial, sin embargo
actualmente el enfoque más habitual es el contrario, el de resaltar ante todo los
factores externos.

Gran parte de la nueva generación y la no tan nueva, trata de injertarse en el “arte del
primer mundo” por la vía rápida, adoptando el discurso teórico de moda; olvidando que
de la esencia propia de un individuo de cualquier parte, puede surgir aquello
auténticamente universal, pero nunca de una mala copia.

El referir estas cosas pareciera una verdad de Perogrullo, pero a menudo se observa
una tendencia a ignorar que lo más básico del proceso creativo es el auto conocimiento;
de la armonía con el ser propio deriva el saber intuitivo, de esto más el saber empírico y
el descubrimiento propio surge el saber hacer.

Muchos se entregan sin más a explorar las derivaciones conceptuales y desvaríos de la


ideología global, mediante una suerte de apropiación cultural la consigna parece ser:
“somos una periferia; no podemos abstraernos ni resistirnos al influjo del gran arte que
tan solo surge en las metrópolis”. Poco parece importar que ciertas corrientes hicieran
su aparición por aquí con tres décadas de retardo…

Se podrá decir y asumir lo que sea, pero al mirar el conjunto, la gran continuidad, se
evidencia que todas las proclamas y todos los “ismos” no son más que poses pasajeras
que nunca llegaron a estar por encima de la voluntad creativa en sí, lo mismo sucede
con los periodos históricos que tan naturalmente damos por descontados; visto desde el
todo realmente no existe un arte prehistórico, uno antiguo, uno clásico, uno medieval,
uno renacentista, uno moderno, ni mucho menos uno pos moderno.
Más allá de la comodidad referencial, o del afán taxonomista de los teóricos, lo que
objetivamente existe es la concreción permanente del impulso creativo humano que a
través del evento creativo personal o colectivo, puede acertar o no, al exteriorizar el ser
esencial del individuo y de la humanidad, independientemente de la filosofía artística
que inspire las obras.

Lo universal en el arte es intangible e inenarrable porque es un reflejo de la esencia


verdadera de quien logra conectarse consigo mismo, su presencia o ausencia no está
determinada por variables externas al ser, el saber hacer es una forma de intelección
intuitiva. El evento creativo acierta cuando de forma no premeditada refleja algo
inmanente y común a personas de todas las épocas y creencias.

Lo que procede de los entresijos del ego, de esas inevitables e innumerables capas de
agregados mentales, producto del saber empírico, del conocimiento académico y de
tantas otras cosas, evidentemente matiza y condiciona la obra, pero la creatividad en sí
no procede de ahí.
4 De la coexistencia con el discurso externo

La globalización no perdona, incluso en países pequeños como Costa Rica existe un


sector más o menos estructurado que hace de la cultura su negocio, una especie de
circuito en el que confluyen intereses de empresarios “promotores de la cultura”,
galeristas, curadores, artistas, periodistas, “formadores de opinión”, mercaderes y
demás, naturalmente en un escenario en el que concurren tantos intereses distintos,
cada quien busca legitimarse de alguna manera; algo que por lo general se intenta
mediante la construcción de un discurso paradigmático. La argumentación ha pasado a
ser central en el actual mundo del arte, pero esto no necesariamente implica la
existencia de un discurso aglutinador, lógico, bien estructurado o cuando menos creíble.

Las interpretaciones más usuales del actual momento en el arte, giran en torno a la
supuesta vigencia de un periodo llamado la “postmodernidad”, a pesar de que
realmente no existe una definición conceptual o programática de lo que la pos
modernidad representa en el arte, su irrupción en Costa Rica hace poco más de 20
años*, indujo profundos cambios en la manera en que los artistas hacen y entienden su
obra**, en la relación de estos con la burocracia cultural y en el papel social que se
pretende asignar al arte, algo que en principio pereciera paradójico puesto que la pos
modernidad en sí, no viene a plantear nuevas ideas estéticas o éticas sobre el arte, pero
que resulta comprensible si se tiene en cuenta que este fenómeno no sucedió
espontáneamente, sino a raíz de la promoción sistemática de una determinada manera
de entender el arte. En términos prácticos podríamos definir el efecto de la pos
modernidad, como el advenimiento de un periodo altamente discursivo dentro de la
plástica y el arte en general, respecto a su intencionalidad.

Ya desde los años sesenta el arte conceptual quiso reinventar al artista plástico,
haciéndolo devenir en una especie de instigador o proponente de experiencias estéticas,

*Quien este interesado en esto puede encontrar información en el libro: Arte costarricense: un Siglo, de José Miguel
Rojas.
**-en el pasado me referí un poco a eso-
en las que “la idea prima por sobre la manualidad”, esto no tuvo mayor repercusión en
nuestro medio sino a partir de finales de los noventa, cuando se produjo esa gran
interpolación o apropiación cultural instantánea que algunos han dado en llamar la
“irrupción de la postmodernidad en Costa Rica”, aunado a esto la ya para entonces
prolongada exposición de la sociedad al arte conceptual, fue provocando una aceptación
y transposición paulatina de sus paradigmas hacia el arte en general. En su momento el
arte conceptual pretendía eliminar las supuestas barreras entre el arte y la vida, algo
que evidentemente no se alcanzó, pero la verdadera importancia del arte conceptual
radica en que sus planteamientos pavimentaron la senda que condujo desde la plástica
tradicional, a eso que hoy se prefiere llamar “arte visual contemporáneo”, su impronta
sobre la plástica de nuestros días se evidencia positivamente en la mayor cantidad de
recursos formales y dialécticos a disposición del artista, pero por otra parte la noción de
que la idea prima sobre la manualidad destapó la caja de Pandora y de ella salió una
orgía de diletantismo y de tergiversaciones, no solo en cuanto a la naturaleza que se
pretende atribuir al arte, sino también en el papel que la tecnocracia reclama para sí;
muchos artistas “plásticos” producen ex profeso para satisfacer las expectativas de
su público meta que no es otro que la “tecnocracia cultural”, en este mundo tan
profusamente discursivo que rodea al arte visual contemporáneo, parece ser que la
verdadera estrella es quien oficia de curador o de jurado, en muchos casos el artista
solo les proporciona una oportunidad de lucimiento. En más ocasiones de las
convenientes el hacer de los artistas se articula en torno a “propuestas institucionales”
o de curadores, cuando naturalmente debería ser a la inversa, pareciera que un sector
de la tecnocracia busca asumir un papel rector sobre el arte y el trabajo de los artistas.

Este artículo: “Encuentro de miradas y de voces” *, escrito por la directora del Museo
de Arte Y Diseño Contemporáneo de Costa Rica Fiorella Resenterra y publicado por
coincidencia al tiempo que escribo esto, ilustra con mediana claridad cual es el
panorama actual de las artes visuales, constantemente aparecen artículos y reportajes
en la misma línea.

*Diario La Nación, Costa Rica 15 de agosto de 2010


“El año pasado, Costa Rica recibió al curador español Santiago Olmo, quien había sido
designado comisario de la XXXI Bienal de Pontevedra. Esta llegada fue una buena noticia
Centroamérica y el Caribe serían objeto de una de las más importantes bienales de Europa.”

“Así pues, ha sido exitoso el itinerario de Santiago Olmo por Centroamérica en colaboración con
la curadora adjunta Tamara Díaz. Ambos imaginaron un nuevo concepto de bienal, con énfasis
en la documentación y el encuentro interdisciplinario basado en la información y la educación.”

¿Alguna duda de quienes son los nuevos protagonistas de la plástica?


¿Alguna duda de quienes deciden que senda debe transitar la plástica?

“Deseamos acercar la producción artística al público, pero también intentamos que la Bienal
incluya otros lugares de información, como archivos relacionados con el arte, explica Olmo”

“El nuevo modelo de bienal propuesto por el comisario se aleja del concepto tradicional de
bienales conformadas por exhibiciones colectivas o individuales, temáticas o cronológicas”

“Múltiple información. El Centro de Documentación es otro de los ejes que los curadores
plantean para la bienal. El centro integra a los espacios expositivos dentro del Museo de
Pontevedra como un área de descanso y consulta de las publicaciones artísticas y literarias,
revistas, producciones musicales y videos documentales creados en Centroamérica.
El MADC y TEOR/éTica contribuyeron con esa iniciativa y ofrecieron sus proyectos editoriales y
enlaces a sus páginas de Internet.”

Si en estas nuevas bienales tipo expo-feria el énfasis se desplaza de los artistas y sus
obras a la documentación, entonces:

¿Son las obras apenas un pretexto, no es la bienal en sí la verdadera obra?


¿Se utilizaran la infraestructura y los recursos públicos para la difusión de proyectos
privados, con el pretexto de una bienal?

“Así mismo, la Bienal pretende resaltar la creación artística y cultural que rompa con los
“tópicos del mundo paradisíaco”, expreso el comisario.
Añadió que la Bienal privilegia los proyectos de transformación, emancipación y modernidad que
desde allí se han generado; además presenta a Centroamérica y el Caribe como un área muy
activa de producción cultural y estrechamente vinculada a la modernidad”

¿No hay un claro tono dirigista por parte de los curadores hacia los artistas?
¿Son estos eventos plataformas para que los curadores difundan su visión personal y
política del mundo?

“La presente Bienal Ha atraído el interés de curadores internacionales, coleccionistas, artistas y


publico en general hacia una zona Geográfica poco visible en Europa”

Observen la organización jerárquica de este enunciado: 1 curadores internacionales, 2


coleccionistas, 3 artistas, 4 publico en general. ¡Ojalá! no sea un reflejo inconsciente
de la mentalidad de la burocracia cultural ja, ja.

En resumen el año pasado nos visitó un curador español que tenía a su cargo una bienal
en España, esto es una buena noticia para Costa Rica, Centroamérica y el Caribe,
porque en conjunto con una curadora (cubana) idearon un nuevo tipo de bienal que no
busca presentar una exhibición individual, colectiva, temática o cronológica, esta bienal
está dedicada a nuestra región, pero su énfasis está en la documentación que procede
de centros oficiales y privados. Con fondos de todos los gallegos se privilegia y
promueve una visión política de la región a gusto de los curadores, la bienal fue un gran
éxito porque atrajo la atención de otros curadores, coleccionistas, artistas y público.
Como dicen por ahí: ¡Junten miedo! Ja, ja.

De estos pocos párrafos, se puede inferir fácilmente el panorama de la plástica actual,


da la impresión que el proceso de cambio, lejos de haber concluido se está
radicalizando, es evidente que la tecnocracia con todo su auto bombo empuja el arte
oficial en una dirección que más que interés suscita desencuentro con la sociedad, aún
controlando el acceso a los mejores espacios de exposición que reservan para los
artistas que mejor calzan en su visión del mundo, sus propuestas no son demasiado
convincentes, no es que se deban perpetuar los paradigmas del arte tradicional, pero
tampoco es de esperar que al conducir la creatividad por sendas ideológicas
contranaturales pueda surgir un arte acertado. Es casi inevitable preguntarse si este
tipo de arte que responde al discurso oficial tiene una existencia propia verdadera o si
las obras en el fondo son apenas una eventualidad menor destinada a ilustrar ideología.

El trabajo del artista siempre ha sido un acto de equilibrio entre sus convicciones y las
expectativas del público y el mercado, si bien los hechos básicos del proceso creativo
son los mismos en todas las épocas, las expectativas que se depositan en los artistas
cambian en cada época, del artista moderno, incluso de aquel que trabaja con medios
tradicionales, se espera la capacidad de referir su proceso creativo; es decir, un artista
debe ser lúcido en su intencionalidad, debe fundamentar sus planteamientos y debe
justificar los pasos que lo llevan a un resultado, además desde la óptica de la supuesta
pos modernidad, también se espera del artista una cierta actitud argumentativa o
reactiva, no tanto en un sentido ideológico o programático, al estilo de las viejas
vanguardias, sino a la inmediatez de su contexto histórico.

El riesgo para el artista es que a partir de esta fijación “conceptual” y “contextual” se


lo quiera restringir en su expresión a las formas y al discurso que en su momento se
consideren políticamente correctas; desde siempre el poder y las estructuras de
mecenazgo han intentado instrumentalizar a los artistas, el elemento novedoso, al
menos por aquí, es la proliferación de tecnócratas como historiadores del arte,
museógrafos, curadores e incluso periodistas que buscan ejercer su influencia desde la
burocracia cultural y también desde el sector privado, a través de centros culturales y
galerías con agendas políticas y comerciales propias.

Sin importar la naturaleza del discurso externo que un artista deba afrontar, quizás lo
mejor que este pueda hacer por sí mismo es no perder de vista que la madurez artística
es una forma de saber intuitivo que surge cuando se logra amalgamar y armonizar lo
propio del ser con aquello adquirido a través de la experiencia y el aprendizaje.

El saber técnico, teórico, histórico, político o de cualquier otra naturaleza, una vez
interiorizado incide en la creación artística, pero ni la facilita ni la propicia, de hecho la
experiencia traumática y la divagación sofística pueden ser poderosos atrofiantes de la
creatividad y por tanto del arte, tratar de justificar el acoso teórico y la injerencia en la
obra de los artistas bajo el pretexto de que su obra acertará en la medida que estos
asimilen “el discurso teórico correcto”, es una ingenuidad o quizás una argucia con
segunda intención que se podría disculpar en un tecnócrata o en un crítico porque su
mundo es teórico y el que alguien hable de arte constantemente no implica que lo
llegue a conocer, pero no en un artista.

¿Acaso aquel que ve algo directamente necesita que se lo describan?

Probablemente un enunciado como el anterior enoje a quien prefiera mantener la


apariencia de que eso que es referido por el término arte, solo existe y es entendible a
partir de un discurso paradigmático sofisticado. Naturalmente quienes patrocinan y
trafican con arte indigesto, quienes dispensan las dádivas oficiales, quienes controlan el
acceso a las salas de exhibición y quienes ofician de jurados en la bienales, aducen la
necesidad de un marco teórico para poder ubicar sus decisiones en contexto y por lo
general son muy prolijos y solícitos en sus razones. Lo que pocas veces se está en
disposición de discutir abiertamente son los criterios para elegir una determinada
orientación teórica, porque es a partir de esto que realmente se determinan las cosas,
es política pura que poco o nada tiene que ver con el arte en sí.

Ciertos discursos “técnicos”, proferidos en tono dogmático, doctrinal y totalizador


simplemente se hacen para promover una determinada cosmovisión, -generalmente
micro visión-, un poco a la estilo de la vieja dialéctica marxista que pretendía cambiar
el modo de pensar de la gente cambiando su lenguaje. El término “arte” se ha definido
y vuelto a definir de modo interesado ya tantas veces que devino en lo que se podría
describir como un “plurisignificante” sin convención posible, o más sencillamente en un
término fallido, porque no hay un acuerdo básico sobre lo que ese término engloba,
especialmente en lo relativo a las artes plásticas.

Talvez una buena manera de tratar con el asunto sea señalar aquello que con certeza el
arte visual no es, por ejemplo: no es política, no es sociología, no es no es historiografía,
no es semiología, no es filosofía, no es documentalismo, no es concienciación social;
ciertamente todas estas cosas pueden estar implícitas en el arte, pero no son su razón.

Es cierto que en gran medida el arte verdadero es un asunto mental del que las obras
son tan solo reflejos, pero esto hay que saberlo entender en su dimensión correcta: que
algo suceda a nivel mental no implica que sea de naturaleza intelectual, la razón de ser
del arte en sí, -si es que tiene alguna-, es la de permitir al ser vías de expresión directa
para aquellas cosas que existen por si mismas y son independientes del pensamiento
verbal o que no se quieren comunicar a través de una vía intrínsecamente abstractiva y
por ende indirecta como la del lenguaje verbal.

Esa discusión recurrente sobre lo que es arte y lo que no, o las “responsabilidades” que
el arte debería asumir, por lo general es una forma exacerbada de diletantismo que no
merece atención, ni mucho menos respuesta, excepto por un argumento contra natura
que surge a menudo y si merece repudio: el de que toda creación artística está
supeditada a una “justificación conceptual”. Eso es inadmisible porque no se puede
confinar dentro de los límites de la intelección argumentativa, es decir dentro de una
existencia abstractiva o virtual, uno de los rasgos más esenciales de la naturaleza
humana: la creatividad, que se basta a si misma y no requiere ni de permisos ni de
buenas razones.

Como desconocer el hecho básico de que el impulso creativo no se genera a partir de


argumentaciones y que la empatía o rechazo hacia los objetos artísticos u otros hechos
estéticos, tampoco sucede por razonamientos.

A varios años de transitar esta senda que inició con el supuesto arribo de la pos
modernidad, ya hemos visto de todo un poco: desde certámenes específicos de pintura
en los que se premia un dibujo o una fotografía, hasta la marginación solapada de
quienes no se atienen al discurso oficial que en estos años ha querido vender la idea de
la obsolescencia del arte tradicional; claramente se le ha dicho al artista que debe
reinventarse y mutar de “artesano” a una especie de agente sociopolítico; un
provocador que busca obligar a la sociedad a que reflexione a partir de sus propuestas,
pero a través de ese sistema lo que generalmente se ha conseguido es convertir a
muchos “artistas” en meros amplificadores del discurso de oficial. Pareciera que vamos
hacia una situación en la que el artista deviene en ayudante del curador, quien seria el
cerebro y por tanto el verdadero encargado de la obra, resulta comprensible que
últimamente tantos artistas se decanten por la curaduría, como decía mi abuelita: “el
que parte y reparte se lleva la mejor parte”.

En tiempos de las viejas vanguardias constantemente se acuñaban neologismos para


referir el hacer de los artistas: modernismo, cubismo, suprematismo, dadaísmo,
abstraccionismo, surrealismo…

En el discurso de la “pos modernidad” no se acuñan muchos “ismos”, pero si que los


hay: diletantismo, esnobismo, amiguismo, clientelismo, dirigismo…
5 De la pervivencia de lo procesos creativos acertados

A través de la historia se observa una total concordancia entre cada sociedad y su


“arte”, es decir en el arte de cada pueblo, -quizás debiésemos decir creatividad-, hay
implícito un registro de su cosmovisión y paradigmas sociales, esto ha sido así por
siempre, a pesar de que el arte de otras épocas difícilmente se cuestionaba cual era “su
papel” de cara a la sociedad, la concepción narcisista del arte ocupado de si mismo es
algo reciente.

Resulta interesante que casi nadie tenga problemas o ponga objeciones cuando se habla
del “arte antiguo”; ya se trate del arte de antiguas civilizaciones o del arte de antiguos
grupos étnicos, se acepta con naturalidad que objetos antiguos de carácter utilitario
como utensilios de cocina, joyas, objetos de culto, arquitectura y un sin fin de cosas más
sean considerados objetos artísticos, a pesar de que muchas de las culturas que los
produjeron ni siquiera manejaron el concepto de arte en el sentido que hoy lo hacemos,
simplemente eran sus objetos necesarios.

Es probable que ningún ego o interés se sienta amenazado por conferir el estatus de
arte a objetos con siglos de antigüedad o puede ser que en el fondo todos
comprendamos intuitivamente lo que es el arte. Lo cierto es que la creatividad vital
que se manifiesta de modo particular en cada individuo, inexorablemente encuentra
vías para desembocar en el arte, aún si no se lo busca conscientemente el arte es parte
de la vida, los procesos que se ponen en marcha para crear utensilios, vestimentas,
habitáculos o cualquier objeto necesario, por no mencionar la obviedad de lo decorativo,
muchas veces desembocan en obras que trascienden lo utilitario y que sin proponérselo
comportan una significativa carga de esencia humana que las hace universales, esa es
la naturaleza real de la creatividad humana y es por esa razón que toda sociedad
produce su arte verdadero, lo quiera o no.

Más allá de las múltiples tentativas históricas de reducir el concepto de arte a un objeto
semántico bien definido, se debe entender que los intentos por definir eso que es
englobado por el concepto de arte, suelen ser especulación caprichosa o en el mejor
de los casos simples acercamientos descriptivos a un fenómeno vital, planteados desde
ópticas particulares, por tanto el solo intento de relacionar el ser, la legitimidad o el
acierto del arte con los parámetros de alguna ideología resulta irrisorio, la vida no
necesita justificaciones ni avales.

Le ha pasado que al observar fotografías de objetos sin grandes pretensiones artísticas,


quizás tablillas de arcilla con escritura cuneiforme o algo así, estas le resulten más
atrayentes, significativas y próximas a su propia humanidad que algunas obras
contemporáneas expresamente concebidas para inducirlo a “reflexionar desde el arte”.

Como ya lo expresé el arte que recibe difusión casi en cualquier lugar del mundo, es el
que pasa por los filtros de la tecnocracia, podría decirse que en alguna medida estamos
asistiendo a una apropiación o asimilación institucional del arte; los estados como
dueños de la mejor infraestructura y de los aportes para el “desarrollo de las artes”
devienen en árbitros y electores. Quienes ofician de autoridades culturales son parte
del establecimiento, por tanto deben atenerse al discurso político “correcto” y eso se
nota, la burocracia y sus pares de las “iniciativas privadas” instrumentalizan el arte para
difundir su cosmovisión: no escasean las “propuestas culturales y artísticas” en apoyo a
alguna causa o destinadas a “sensibilizar y concienciar” sobre alguna cosa que sea de
su interés, de alguna manera empieza a universalizarse la visión del arte en “función
de”.

Por su parte el arte insular de los artistas solitarios, tampoco parece atravesar un buen
momento, quienes no optan por la vía oficial afrontan una gran escasez de salas
decentes para dar a conocer su trabajo, los pocos sitios estatales para exposiciones de
buena calidad que pudiésemos llamar independientes, son disputados por aquellos
artistas de cierta trayectoria que no se sienten cómodos con las nuevas tendencias y
una innumerable cantidad de artistas más jóvenes. El sector de las galerías comerciales
tampoco es mejor para el desarrollo del arte visual, muchas veces también ahí se espera
que los artistas se plieguen a exigencias que van desde limitaciones temáticas y
técnicas a cargos por promoción y cosas así.
El panorama actual de las artes plásticas o artes visuales aún no está claro, parece
pronto para determinar cual será su legado, la corriente que parece estar de moda en la
plástica tiende a relativizar, casi menospreciar la parte visual, es decir se llegó a un
punto en el que se cuestiona el fundamento mismo de la plástica, independientemente
de cual sea el medio al que se recurra, los elementos visuales suelen devenir en una
especie de ilustración o talvez una referencia provocadora, a la que parece no ser
necesario prestarle demasiada atención en cuanto a su forma; lo que realmente se
valora es la reflexión, experiencia o impacto que se espera provocar en el espectador,
se busca captar la atención del espectador aludiendo a referentes que le resulten
directos en el plano psicológico, social, político, religioso, de identidad nacional o
cualquier otro elemento significativo del contexto inmediato, por el cual se lo pueda
interpelar o confrontar; un ejemplo típico de esto lo encontramos en el recurrente
manoseo de la iconografía religiosa, a la que muchos acuden para “sacudir la
sensibilidad de la gente”, a menudo se busca descontextualizar el referente visual
elegido y se lo coloca en asociaciones absurdas, cuando no malintencionadas, de modo
que resulte lo más chocante posible, el espíritu circense o exhibicionista no es mal visto
en este tipo de arte.

En cuanto a la temática gran parte de la obra plástica “pos moderna” se hace eco de los
clichés oficiales*, esos temas con los que forzosamente hay que estar de acuerdo para
no incurrir en el pecado social de la incorrección política y que un día si y otro también
nos dan a degustar en los medios de manipulación colectiva.

Mucho de lo que hoy se privilegia en los mejores espacios de exhibición de arte tiene
más traza de ideología pobremente ilustrada que de verdadero arte visual. Pareciera
difícil que el devenir le asigne un mejor sitio histórico, a este arte contemporáneo que se
hace en nombre de la “pos modernidad” que el conferido al realismo socialista o a

*-Actualmente el discurso oficial no es necesariamente el que dimana del estado, sino el que es tan profusamente
difundido por los medios de comunicación colectiva que termina por generar o potenciar tendencias sociales, a
menudo su origen está en universidades, ONG y muchas otras organizaciones políticas de pelambre variada que
están a la casa de pequeñas parcelas de poder y que en su conjunto gustan de autodenominarse la “sociedad civil”-
cualquier otro movimiento panfletario. En todo caso este tipo de arte apunta más a lo
transitorio que hacia algo intemporal capaz de recoger la esencia universal del espíritu
humano.

El arte que ha buscado refugio en los espacios oficiales pareciera conforme con ceder la
iniciativa y hasta el control a la tecnocracia, en asuntos que naturalmente le competen
exclusivamente al artista, como la orientación de su propia creatividad, las formas en
que esta se concreta en obra y el modo en que la obra se presenta de cara a la
sociedad.

Se podría argumentar con cierta razón que esta indecisión de algunos artistas por
marcar su propio rumbo es un reflejo o hasta una metáfora inconsciente, de la dinámica
de una sociedad fragmentada en muchas maneras y en la que la intemperancia y la
reclamación social formulada en tono perentorio, inevitablemente se traduce en
incoherencia, confusión y crisis del liderazgo. Desde ese punto de vista la plástica y el
arte en general nos estarían mostrando la sociedad que estamos construyendo cada día,
lo que implica algún grado de acierto, pero se trata de un “acierto” que solo atina a
retratar lo externo, lo superficial y circunstancial. El tiempo se encargará de mostrar el
devenir de la plástica, pero al mirar lo que sucede con ella se tiene la impresión de que
su tiempo protagónico ya pasó.

También es seguro que una forma de concebir el arte opuesta a la corriente actual va a
pervivir en el hacer de artistas anacoretas que no buscan la legitimidad de su obra en
factores externos; una vez que se comprende que los hechos básicos de la creatividad
no son susceptibles de ser legitimados o descalificados mediante el discurso, la
insistencia en visiones ideológicas de lo que es o debería ser el arte, no solo carece de
sentido sino que resulta sospechosa.

En un mundo tan saturado de imágenes que pocas perduran más de cinco minutos en la
memoria, la insistencia en plantear el arte como algo político, ligado a la ética o con
responsabilidades sociales, parece un esfuerzo desesperado por dar nueva vigencia a la
plástica al asignarle alguna función, el problema es que si se acepta el arte como un
instrumento explícito para la promoción de visiones de mundo, automáticamente surgen
contradicciones evidentes que están lejos de poderse dirimir, por ejemplo:

Las obras surgidas de una plástica instrumentalizada, intencionada o en función de:


¿No son automáticamente objetos artísticos de carácter utilitario?

¿No es cierto que la atribución de características específicas a los objetos artísticos se


hace precisamente para distinguirlos de los objetos utilitarios?

Las respuestas a esas preguntas retóricas carecen de importancia, pero la sola


posibilidad de plantearlas a partir de la visión dominante, evidencia que en el mejor de
los casos el arte oficial está enredado en sus propias cuerdas y en el peor en un callejón
sin salida. Lo poco convincente de muchas de las propuestas artísticas que medran en
los espacios oficiales, es algo que realmente invita a mirar en otra parte. Es natural que
en un mundo fragmentado de tantas maneras, las expresiones artísticas más auténticas
tengan cierto carácter insular e incluso que surjan en espacios que algunos suponen no
son los propios del arte.

Hace ya muchos años tras la irrupción de los medios fotográficos, las imágenes
invadieron la cotidianidad y rápidamente se evidenciaron como una fuerza capaz de
influir y transformar a la sociedad entera, esto llevo a que en su momento muchos
consideraran al cine como el arte visual por excelencia del siglo XX, el advenimiento de
otras imágenes en movimiento, quizás más inmediatas como las de la televisión y la
informática disiparon aquella impresión inicial.

Hoy día en una sociedad basada en el consumo, el diseño de productos en todas sus
variantes cobra cada vez mayor relevancia, algo lógico si consideramos cuanto más
cercano, significativo y relevante para la mayoría de las personas, resulta un objeto
utilitario bien diseñado, en contraposición a muchas “propuestas artísticas serias” que
calan poco o nada en la mayoría de las personas.
Otras manifestaciones importantes del arte contemporáneo vinieron de la mano de
ciertos arquitectos emblemáticos como Le Corbusier o Niemeyer que abrieron la senda a
una arquitectura concebida expresamente con fines icónicos, como la que se continúa
levantando en los grandes centros de poder financiero y se corresponde perfectamente
con el superficial espíritu de ostentación de nuestro tiempo.

Por supuesto en torno a la cultura pop surgen continuamente nuevos fenómenos que
pudríamos llamar de la “plástica informal”, entre los que se puede citar cosas como la
pinta de aceras con tiza pastel, la escultura en arena o hielo, la iconografía en torno al
animé, la modificación de vehículos, los graffitis o los tatuajes, entre varios. Por lo
general estas manifestaciones creativas sin grandes pretensiones, logran captar mejor
el espíritu de la época y suscitan más empatía que la plástica formal.

La plástica, la arquitectura, el cine, el diseño y la cultura pop, son vías importantes por
las que discurre el arte visual contemporáneo, pero el vehículo a través del cual la
creatividad de nuestros días entrega sus obras más significativas y más en sintonía con
la sensibilidad de este tiempo es la tecnología, algo que no debería sorprender a nadie
si se tiene en cuenta que las diferencias entre arte y técnica en el fondo son un asunto
más de matiz que de esencia, para comprenderlo basta observar la etimología de estos
términos según el diccionario de la Real Academia Española:

“arte.(Del lat. ars, artis, y este calco del gr. τχνη ).”
“técnica.(Del lat. technĭcus, y este del gr. τεχνικς, de τχνη , arte).”
“tecnología.(Del gr. τεχνολογα, de τεχνολγος, de τχνη , arte, y λγος, tratado).”

En el origen de todo está la palabra griega téchne (τέχνη), arte en español, es decir
desde un punto de vista etimológico el arte es lo mismo que la técnica, por tanto es
natural que los objetos tecnológicos puedan devenir en arte, basta recordar que antes
del advenimiento de los medios fotográficos, la pintura era la mejor tecnología
disponible para el registro visual y que muchas cosas que hoy se exhiben en los museos
como arte, eran la tecnología de su tiempo.
A menudo también sucede que tecnologías que no se han desarrollado en función del
arte, aporten nuevas herramientas y medios al arte tradicional, como sucedió con la
revolución informática, por poner un solo ejemplo.

A pesar de lo anterior a veces se prefiere obviar la relación entre el arte y la tecnología,


ya sea por comodidad referencial o para hacer calzar las cosas dentro de alguna visión
de mundo, se desestima la relación natural entre cosas que tienen un origen en común y
se incurre en ordenamientos taxonómicos más rígidos, aún así la creatividad como
expresión vital simplemente no está sujeta a categorizaciones de orden teórico; no se
trata de negar la delimitación de las áreas del conocimiento, ni las bifurcaciones
surgidas naturalmente por efecto de la especialización: hoy día a nadie se la ocurriría
encargarle la construcción del edificio más importante que se esté construyendo a un
artista plástico, como ocurrió en el caso de Miguel Ángel y la Basílica de San Pedro, se
trata de reconocer que aquellas cosas que tienen un origen común no dejan de ser
connaturales a causa de una clasificación referencial. Muchas veces los objetos
tecnológicos captan mejor la esencia de lo humano y el espíritu del tiempo en que
fueron creados que los objetos del arte propiamente dicho.

Independientemente de cualquier ideología, sería muy difícil negar que en nuestro


tiempo lo más acertado de la creatividad humana, surge del hacer de ingenieros,
tecnólogos y diseñadores industriales, más que del hacer de los artistas, la razón no la
sé, pero es evidente que mientras los científicos y los técnicos trabajan en forma
aplicada, metódica y efectiva en lo suyo, muchos artistas se dispersan en desvaríos
ideológicos y su arte se revuelca entre espasmos de diletantismo. Si algo de nuestra
cultura perdurase más allá de estos tiempos convulsos y personas de épocas futuras
tuviesen oportunidad de dar un vistazo a lo que fuimos como sociedad, a través de los
vestigios de nuestra creatividad, seguramente verían lo mejor de nosotros reflejado en
nuestra ciencia y en nuestra tecnología, en tanto que estas construcciones ideológicas
que obscurecen tantas facetas de nuestra vida social, includo el arte, seguramente no
pasarían de un chiste, como las discusiones teológicas bizantinas lo son para nosotros.
Paul SJ 2009
Arqueología futura
Acrílico
paulsj@operamail.com

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