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7 cosas que no pueden faltar en el día de un buen católico

Lo entendemos. Quizás ya tenemos una lista de tareas que es larga, pero ésta no tiene la

intención de hacernos sentir culpables o en un régimen imposible de muchísimos checks al

comenzar el día ya abarrotado de ocupaciones. El objetivo es comenzar a incorporar una o dos

de estas cosas en tu día y luego seguir trabajando hasta que estas acciones se convierten en

parte natural de lo que eres. Lograr que sean hábitos saludables y esenciales−como cepillarse

los dientes− por lo que ni siquiera tenemos que pensarlos dos veces antes de hacerlos. Es por

eso que hemos hecho esta lista con 7 cosas que los católicos deben hacer todos los

días, pensando en que nuestras acciones tienen una repercusión no solo en esta vida, sino en la

que nos espera en el cielo.

1 Comienza tu día con una oración, la Biblia y una pequeña charla con tu Madre

Suena tan simple, pero no entiendo por qué algunos días me parece que no logro «encajar»

en la oración, pero creo que esto lo puedo ganar a través del hábito. Hagamos como si fuera

una cita. Pongamos una alarma en nuestro despertador o en el teléfono celular a la hora en el

que se puedas darte un tiempo para esto y no dejar a Dios de lado. Las mañanas son las

mejores, pero si no funciona para ti encontrar un momento en ellas: saca la biblia en algún

ratito y lee una línea o dos. Las lecturas diarias de la misa son un gran lugar para comenzar.

Para conversar con nuestra Madre seria ideal rezar el rosario todos los días, pero algunos de

nosotros no podemos hacerlo. Si no podemos rezar un rosario completo, comenzar con al

menos, un Ave María y poco a poco llegar a un denario o quien sabe ¡completar un rosario!

«La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y

unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que embriaga, se siente

como rodeado de una luz admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos

de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar» (San Juan Vianney).
2. Dile a alguien lo amas y por qué

Yo no conozco a nadie que esté cansado de oír que es amado. Ya se trate de tus padres,

hermanos, o tus propios hijos, puedes convertir esto en un hábito diario. Ama a las

personas con acciones concretas y que sin decirlo (literalmente) ellas puedan darse cuenta

que en cada cosa que haces por ellas las estás amando.

«Se aprende a hablar, hablando. A estudiar, estudiando. A trabajar, trabajando. De igual forma se

aprende a amar, amando» (San Fancisco de Sales).

3. En las redes sociales, ¡haz apostolado!

Sí, sé que tenemos un montón de mensajes sobre cómo los medios sociales son usados en

exceso, pero se trata de utilizarlos para hacer apostolado. Compartir una cita con un amigo,

buscar conectarte con la gente para construir relaciones verdaderas, contarles tus experiencias

de fe. ¡Qué esta sea una meta semanal para hacer apostolado a un amigo o miembro de la

familia!

«La amistad es la fuente de los mayores placeres, y sin amigos incluso las actividades más

agradables llegar a ser tediosas» (Santo Tomás de Aquino).

4. Habla de Dios

Hacer de Dios parte importante de nuestra jornada, no solo de nuestro tiempo de oración. Traerlo

a nuestra vida cotidiana, a nuestras conversaciones. Hablar de Dios de la misma manera como

lo haríamos de cualquier otro tema importante en nuestro día. No se trata de dar un sermón

moral, sino de incluirlo en los temas más sencillos y cotidianos.

«Pero esto no significa que deberíamos posponer la misión evangelizadora; más bien, cada uno

de nosotros debe encontrar la manera de comunicar a Jesús donde quiera que esté. Todos

nosotros estamos llamados a ofrecer a los demás un testimonio explícito del amor salvífico del

Señor, que a pesar de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su palabra y su fuerza, y

da sentido a nuestras vidas» (Papa Francisco).


5. Sacrifica algo

¡Es tan importante que aprendamos a hacer sacrificios diarios y ofrecerlos al Señor! No tiene que

ser algo loco. Pueden ser pequeñas cosas como: comer pan sin mantequilla, apagar la radio y

conducir en silencio, no prender el aire acondicionado, etc. Es en las pequeñas cosas donde se

cultiva nuestra santidad y estas nos ayudan a superar nuestro apego a las cosas del

mundo.

«¡No hay lugar para el egoísmo y no hay lugar para el miedo! […] No tengáis miedo cuando el

amor se vuelva exigente. No tengáis miedo cuando el amor requiera sacrificio. No tengáis miedo

de la Cruz de Cristo. La Cruz es el Árbol de la Vida» (San Juan Pablo II).

6. Sirve siempre

Busca una manera de servir a alguien todos los días. Una vez más, esto no tiene que ser algo

importante como irte a África en viaje de servicio. Se puede hacer lavando los platos para tu

mamá, haciendo algún favor a un desconocido o recogiendo la basura mientras caminas por la

calle. No dejes pasar un día en el que no hayas hecho algo por otra persona.

«El Señor no ve tanto la grandeza de nuestras acciones, ni siquiera su dificultad, pero ve el amor

con el que lo hacemos» (Santa Teresa del Niño Jesús).

7. Reflexiona sobre tu día

Al final de cada día, tomémonos unos minutos para pensar. Un examen de conciencia es una

gran manera de hacer esto. ¿Necesito perdonar a alguien? ¿Hay alguien a quien necesita para

buscar el perdón? Piensa en las formas en que las que el Señor estuvo presente en tu día.

Pregúntate, ¿estoy más cerca o más lejos de Dios a través de mis acciones de hoy? ¿Cómo

puedo hacerlo mejor mañana?

«Debes esforzarte con todo el cuidado posible en agradar a Dios de tal manera de hacer ni

contemplar nada, sin antes consultarle, y en todo busquemos solo su gloria» (P. Alfonso

Rodríguez).
Y como bonus…

No olvidar cada semana:

 Ir a misa el domingo (y con más frecuencia si es posible durante la semana).

 Buscar ir a la Adoración los jueves.

 Reunirse con un amigo en persona y/o tener a una cita con tu esposo.

Cada mes:

 Acudir a la confesión.

 Hacer algún tipo de servicio (ayuda con un grupo de jóvenes, servir en algo a los más

necesitados).

 Leer un libro espiritual.

 Reunirse con un consejero espiritual.

Todos los años:

 Ir a un retiro.

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