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Economía, ortodoxia y

heterodoxia
Factores de poder, de intereses creados e ideológicos son la
base política del "costo argentino", que obstruye la necesaria
competitividad
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25 de febrero de 2017

Los mejores economistas, luego de pasar por la función pública,


terminan haciendo cursos de posgrado en ciencias políticas. En el
fondo, todos son ortodoxos, pues saben dos o tres verdades
sencillas de la escuela secundaria. Por ejemplo, que el bienestar
general en una democracia liberal, con economía capitalista exige
una proporción armónica entre sector público y sector privado;
que el primero brinde con eficiencia las prestaciones que se
esperan del Estado y el segundo sea competitivo, para satisfacer
con trabajo, impuestos y bajos precios, las expectativas de la
sociedad en su conjunto.

Para ello, bastaría con evitar que el clientelismo y la corrupción


desvíen a bolsillos privados los fondos que se aportan para el
esfuerzo colectivo, como el empleo redundante y las
contrataciones amañadas. A su vez, el sector privado requiere
reglas de juego estables y duraderas para una sana competencia,
sin bolsones de privilegio ni ganancias inmorales con la excusa del
empleo.
Parecería simple hacer fluir la economía como un río apacible que
dimana prosperidad en su curso hacia el mar. Un Nilo productivo,
generando riqueza en sus dos riberas. Pero la realidad es otra. En
la Argentina, el río se encuentra obstaculizado por múltiples rocas
bien asentadas en su lecho, que le obliga a fluir como puede. Los
factores de poder, los intereses creados, las ideologías y la lucha
política transforman en heterodoxos a los más dogmáticos. Hace
70 años que la cancha está marcada y nadie, ni civiles ni militares,
ha sabido, podido o querido traspasar esos límites.

Ser heterodoxo es políticamente correcto, pues implica reconocer


de antemano las marcas de la cancha y que la palabra eficiencia se
borrará del léxico oficial. Su dogma es "la economía al servicio de
la política", sin sacar los pies del plato, conforme lo dictan los
padrinos del proteccionismo, del clientelismo estatal y del unicato
sindical.

El Gobierno heredó un país descompensado, con enorme déficit


fiscal y un sector privado poco competitivo, salvo el campo. Las
industrias tienen serias dificultades para reconvertirse, por
inexistencia de un mercado de capitales e incertidumbre por
temor al retorno populista. Los extranjeros comparten estas
prevenciones.

El esfuerzo por reducir costos, que es la llave para el crecimiento


del sector privado y la sustentabilidad del sector público, se limita
a negociaciones caso por caso, como ocurrió con el convenio
colectivo para Vaca Muerta, la reforma a las ART o la eliminación
de aranceles a la informática. O un tímido programa de formación
para el ingreso a la función pública. Ante su debilidad de origen, el
Gobierno está forzado a emitir cheques para comprar con más
gasto los consensos que aseguren la gobernabilidad. La gran
apuesta es impulsar la economía con un despliegue inusual de
obras públicas financiadas mediante endeudamiento. Éstas
movilizan recursos dentro de la órbita de sus contrataciones, pero
no configuran una palanca que impulse el resto de las actividades.
Antes bien, aumentan el déficit fiscal, presente o futuro, y
ensombrecen la percepción de riesgo de los inversores
estratégicos, pues temen que su inversión será licuada si el "riesgo
populista" se concretase, una vez más.

Cada obstáculo que el Gobierno quiere remover tiene un dueño


innombrable por prudencia política. Las empresas se quejan de la
presión fiscal, aunque es una forma indirecta de referirse al gasto
corriente de la Nación, las provincias y los municipios. Cuando
hablan de costo laboral, piensan en la caja de las obras sociales,
jamás auditadas. Cuando hablan de productividad, señalan al
costo de la logística, un circunloquio para referirse al sindicato de
camioneros, además de las falencias de infraestructura. Pero
¿quién le pone el cascabel al gato? Hasta quienes se denominan
renovadores tienen en sus filas a la familia Moyano...

Esa suma de factores de poder, de intereses creados, de ideologías,


es la base política del "costo argentino" que obstruye la
competitividad para sostener los derechos y conquistas que las
mayorías parlamentarias aplauden. Incrementarlo está en el ADN
del populismo e ignorarlo es común a todos los partidos, más
propensos a cuestionar los "errores políticos" del Gobierno que a
encarar la dramática cuestión de fondo. Es el huevo de la
serpiente de los atrasos cambiarios, de las quiebras de las
economías regionales y de las alquimias monetarias que siempre
terminan en estallidos dolorosos.

El costo argentino es la contracara del "atraso cambiario", pues


son costos reales y no la cotización del dólar, del real o del yuan
los que asfixian a las empresas que están fuera de los "sectores
sensibles" con mercados cautivos. Pero la experiencia les ha
enseñado a ser escépticos: confiar en una verdadera reducción del
costo argentino es una ingenuidad que puede llevarlos a la
quiebra. En la Argentina, no está permitido enfrentarse al gasto
público, al poder sindical y a los sectores privilegiados. Por tanto,
apuestan en silencio por una refrescante devaluación, para
mejorar sus números sin llamar la atención.

No por otra razón los desajustes terminan siempre con


devaluaciones "al bulto", afectando a todos los ciudadanos con
ingresos fijos, en lugar de ser evitadas con cirugía láser, apuntada
a las causas concretas. Los saltos cambiarios son el atajo para
reducir costos sin enfrentarse con los factores de poder. Con tal de
no ceder sus privilegios, hasta los dirigentes sindicales prefieren
las devaluaciones a las flexibilizaciones.

Gobierno de Juan Velasco Alvarado (1968 -


1975)
Carpeta Pedagógica Presidentes del Perú
En portada Juan velasco Alvarado, revista Caretas.

Gobierno de Juan Velasco Alvarado (1968 - 1975)

 Gobernó entre 1968 y 1975 .


 Fue llamado “el chino.”
 Representó la primera fase más radical del régimen militar.
 Puso en práctica el Plan Inca, cuyo objetivo esencial era eliminar al sector oligárquico y
relacionarse mucho más con los sectores populares.
 Afirmó que su gobierno no era ni comunista ni capitalista.
 Realizó la reforma agraria, el 24 de junio de 1969, mediante el Decreto Ley 17716. Esa fecha
quedaría establecida como el día del campesino. En dicha reforma popularizó la frase: “La tierra es para
quien la trabaja”, que se convirtió en la medida social más importante de su régimen.
 Desconoció el Acta de Talara, con lo cual va a nacionalizar la Brea y Pariñas.
 El 9 de octubre de 1968, las fuerzas armadas ocuparon las instalaciones de la empresa
norteamericana petrolera, expropiando sus bienes y la explotación del “oro negro”, a ese día se le conoce
con el nombre de La Dignidad Nacional.
 Nacionalizó los ferrocarriles, los yacimientos mineros, empresas de servicios públicos, etc.
 Se produce la confiscación de la prensa escrita en 1974. Los diarios pasan a formar parte del
Estado.
 Se renueva el material militar obsoleto que poseíamos. Con ello el Perú se coloca como uno de
los más equipados de Sudamérica.
 Se crea el Sistema Nacional de Defensa.
 Restableció las relaciones con Cuba.
 Se estableció el quechua como idioma oficial de la República en mayo de1975.
 El industrial pesquero Banchero Rossi es asesinado el 1 de enero de 1972.
 Se produce el terremoto de 1970, que ocasionó desastres en Ancash, La Libertad, Lima y
Huánuco.
 En 1971 se celebró el sesquicentenario de la independencia nacional.
 El 5 de febrero de 1975 paralizó toda la guardia civil, ello trajo como consecuencia hechos
delictivos y violentos en la ciudad.
 Es derrocado por Francisco Morales Bermúdez en 1975.

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