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DOCUMENTO PARA PREPARAR EVALUACIÓN

Asignatura: Ética en salud

Docente: Cecilia González R.

Tema: Autonomía de las personas en su atención de salud – Eutanasia

PRIMERA PARTE: AUTONOMÍA DE LAS PERSONAS EN SU ATENCIÓN DE SALUD

Autonomía del paciente: Es uno de los principios fundamentales en que se basa la ética
en salud. Es el derecho que tiene todo ser humano a decidir, como disponer sobre todo en
lo que corresponde a su cuerpo

Autonomía de las personas en su atención de salud

1.- De quien está enfermo, asumimos que quiere sanarse; de quien su vida está en peligro,
asumimos que quiere sobrevivir.
2.- Nadie puede intervenir en nuestro cuerpo en contra de nuestra voluntad.
3.- No le es permitido al profesional de salud realizar una intervención terapéutica sin
obtener previamente el consentimiento del paciente.
4.- Si no se puede conocer la voluntad de paciente, se debe presumir su interés en sanarse
y sobrevivir.
5.- El derecho a rechazar el tratamiento forma parte del principio de la inviolabilidad
corporal.
6.- Atendiendo a las circunstancias, el rechazo del tratamiento objetivamente indicado
puede ser sospechoso de irracionalidad; por eso, ningún profesional de la salud puede
aceptarlo livianamente.
7.- Las dudas persistentes acerca de la competencia del paciente y la controversia
persistente acerca de la procedencia de la prestación de salud requerida por el paciente
deben ser resueltas por un tercero imparcial y calificado.
8.- Tratándose de un paciente competente que rechaza el tratamiento, nada hay que
resolver.
9.- El derecho a rechazar el tratamiento no incluye el derecho a recibir una prestación
letal.

Autonomía del paciente como principio de la bioética

Se identifica con la capacidad de tomar decisiones y de gestionar el propio cuerpo y por lo


tanto la vida, no puede interferir ni la familia ni el personal de salud ya que es algo propio
de cada persona.
Cómo respetar la autonomía del paciente

➢ La atención de salud centrada en el paciente.


➢ Dar toda la información relevante
➢ Utilizar lenguaje sencillo
➢ Escucha activa
➢ Actitud empática

Cómo lograr autonomía en salud

➢ El usuario debe estar informado de su condición


➢ Debe decidir sin la presión del personal de salud
➢ El paciente debe encontrase con todas sus facultades mentales sanas
➢ Ser mayor de edad para tomar dicha decisión

SEGUNDA PARTE: EUTANASIA

El origen etimológico de la palabra viene del griego: Eu: “Bien” Tanathos: “Muerte”. Se
puede traducir como “buena muerte”
➢ Según la RAE, eutanasia es el acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una
enfermedad incurable para poner fin a su sufrimiento.
➢ Según la OMS, la eutanasia es la acción del médico que provoca deliberadamente la
muerte del paciente desahuciado con la intención de evitar sufrimientos. Es por esto,
que la eutanasia provoca debates éticos donde sus defensores aseguran que evita el
sufrimiento de la persona y rechaza la prolongación artificial de la vida, porque la
dignidad humana consistiría en el derecho de elegir libremente su propia muerte, por
el contrario, los que no están a favor de la eutanasia creen que nadie tiene el derecho
de decidir cuándo termina la vida de una persona, ya sea basado en la religión o en los
principios de cada individuo.
La eutanasia ocurre, generalmente, en el caso de los enfermos terminales, mediante el
suministro de sustancias letales o la omisión de los cuidados debidos.
Por los fines perseguidos la eutanasia se llama homicidio piadoso si la muerte se busca
como medio para privar al enfermo de los dolores, o de una deformación física, o de una
ancianidad penosa o, en una palabra, de algo que mueve a “compasión”.
Por los medios empleados se divide en eutanasia activa (acción deliberada encaminada a
dar la muerte) y eutanasia pasiva; en ésta se causa la muerte omitiendo los medios
proporcionados necesarios para sostener la vida -p.ej. la hidratación-, con el fin de
provocar la muerte.
Desde otro punto de vista, se puede clasificar también la eutanasia en voluntaria e
involuntaria, en el caso de que lo pida o no el enfermo. Aunque sea con el consentimiento
de la víctima, la eutanasia es siempre provocada por otras personas; es un homicidio con
unas características determinadas. Si es uno mismo el que se provoca intencionadamente
la muerte se habla de suicidio, y se denomina suicidio asistido cuando es el médico quien
proporciona un fármaco letal al enfermo, pero es éste quien se lo administra a sí mismo.
Dentro del término “eutanasia” se incluyen conceptos de encontrada significación ética, y
es necesario conocer el significado real del mismo, diferenciándolo de otras prácticas
perfectamente admisibles desde un punto de vista ético y legal.
No es eutanasia la denominada LET o limitación del esfuerzo terapéutico, pues no implica
una acción destinada a provocar la muerte del paciente o acelerar su venida, sino más
bien, la cesación de uno o más tratamientos que trae como consecuencia la muerte
natural del paciente que se encuentra en estado terminal. Es el caso de la aplicación de
fármacos para aliviar el dolor u otros síntomas en un paciente terminal, aunque ello
produzca, indirecta e inevitablemente, un cierto acortamiento de la vida. Si se aplican
convenientemente los principios éticos es no sólo aceptable sino aconsejable y necesario
en ocasiones. Siempre debe procurarse no impedir que el enfermo pueda actuar
libremente en la disposición de su última voluntad y en el caso de que los medios usados
lleven a la obnubilación o pérdida de conciencia, será necesario el consentimiento del
enfermo.
Tampoco es eutanasia la omisión o retirada de medios extraordinarios o
desproporcionados para prolongar artificialmente la vida de un enfermo terminal, pues
está ausente la acción positiva de matar y la posibilidad de una vida natural. Es el médico
–consultando en algunos casos límite a otros colegas-, o los comités de ética de algunos
hospitales, los que deben determinar qué medios se pueden considerar proporcionados y
cuáles desproporcionados para un paciente determinado, teniendo en cuenta sus
circunstancias concretas. No obstante, hay una serie de medios que hoy día se consideran
habitualmente como ordinarios o proporcionados (la hidratación y la nutrición -por boca o
sonda nasogástrica- son los cuidados básicos mínimos).

ARGUMENTOS A FAVOR Y EN CONTRA DE LA EUTANASIA

A favor

➢ Toda persona es autónoma, tiene derecho a decidir sobre su vida.


➢ El paciente tiene el máximo derecho en la toma de decisiones médicas que a él se
refiere.
➢ El documento de consentimiento informado es una herramienta que regularía el
accionar médico entre situaciones donde el paciente pierda la capacidad para decidir
con respecto a su salud.
➢ Según los DDHH toda persona tiene derecho a elegir sobre todo lo que tenga que ver
con su cuerpo, por lo tanto, decidir si quiere morir o seguir viviendo.
➢ La vida, en algunas condiciones puede llegar a ser indigna; condición que pasaría a
llevar el derecho de la dignidad humana.
➢ No es justo el exponer al paciente a dolorosas situaciones, cuando se puede evitar.
En contra

➢ La vida es un derecho inviolable.


➢ No se puede saber si la persona que haya hecho el testamento autorizando a esta
práctica se arrepintió en el último momento.
➢ La esperanza se tiene si existe la vida, en un futuro podría haber una cura para tal
enfermedad.
➢ El vivir es un acto de dignidad bajo cualquier circunstancia.
➢ Todo ser humano tiene el deber cívico de permanecer con vida.
➢ Puede que aumente el número de homicidios disfrazados de eutanasia con el fin de
cobrar herencias.
➢ Podría ser aplicada con el fin de traficar órganos.
➢ El esfuerzo de investigación médica podría disminuir, ya que es más sencillo dejar
morir a las personas.
➢ En vista de que resulta más económico dejar morir a las personas, los recursos
destinados a la cura de una enfermedad determinada podrían disminuir.
➢ El hombre tiene derecho a ser tratado como una persona hasta el último momento.
➢ Al aceptar la eutanasia, se acepta que algunas vidas son menos valiosas que otras
➢ Conduciría a un cuidado menos riguroso el enfermo terminal
➢ Expone a personas vulnerables a presiones para dar término a su vida

Argumentos religiosos

➢ La vida es un regalo de Dios y solo puede ser tomada por Dios


➢ Los seres humanos son valiosos porque están hechos a imagen de Dios
➢ Todas las vidas humanas son igualmente valiosas
➢ El proceso de morir es espiritualmente importante y no debe ser perturbado

En el tema de la eutanasia, la cuestión central es dilucidar si al médico le estaría


moralmente permitido causar la muerte de un enfermo en forma prematura o dejar que
se produzca o, incluso, si fuera obligatorio hacerlo en ciertas circunstancias, y, por
consiguiente, si también debiera estar jurídicamente permitida o ser impuesta. En la
mayor parte de los países, la eutanasia no está legalmente autorizada y no deja de ser un
dato digno de atención que, hasta ahora, la mayoría de las asociaciones médicas se han
pronunciado en contra de ella. La legitimidad o ilegitimidad moral de la eutanasia ha sido
largamente debatida por filósofos, teólogos, eticistas y médicos, y sigue siéndolo hoy en
día.
La posición de las personas respecto a la eutanasia está muy marcada por las tradiciones
morales. Para la tradición moral judeo-cristiana, la proposición fundamental con respecto
a la eutanasia es que toda vida humana es sagrada, es algo dado por Dios, por lo que no
podemos disponer de ella; de allí la consecuencia normativa de no matar.
Corrientes filosóficas que se sitúan fuera de las tradiciones religiosas, tienen un punto de
vista favorable a la eutanasia, poniendo el acento sea en evitar el sufrimiento o en la
autonomía de las personas. Algunos de los argumentos que se dan a favor de la
eutanasia.

Discusión

1. En primer lugar, es del todo evidente que para las personas que adhieren a las
religiones cristiana o judía, el rechazo a la eutanasia es absoluto (así como lo es el
suicidio). Esta posición es coherente con la creencia en que la vida es dada por Dios y de
ello deriva su santidad, lo que para los creyentes constituye un argumento decisivo para
oponerse categóricamente a la eutanasia. Aun para los no creyentes, la influencia cultural
de estas religiones se hace sentir en el modo que enfrentan el tema. La pregunta es si
existen argumentos válidos que no sean de índole religiosa para oponerse o favorecer la
eutanasia.

2. En segundo lugar, y por varias razones, para los médicos, el tema de la eutanasia es más
delicado y sensible que para quienes no lo son.
Una primera razón es que para los médicos la eutanasia ha estado explícitamente
prohibida conforme a la tradición hipocrática de más de dos milenios: «No daré a nadie,
aunque me lo pida ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia». Esta sentencia
está ligada al principio bioético contemporáneo de no-maleficencia.
Una segunda razón, es que una cosa es pronunciarse en abstracto sobre la eutanasia y,
otra, tener que aplicarla en la vida real. Son los médicos y no los filósofos o bioeticistas
los llamados a llevar a cabo la eutanasia en situaciones concretas, con la consiguiente
carga moral, psicológica y emocional que ello significa. Parece duro y agraviante para la
medicina visualizar un médico que, intencionadamente, da término a la vida de otra
persona, porque aparece contradictorio con su propósito más esencial que es
precisamente la preservación de la vida humana. Al respecto, se ha argumentado que, en
conformidad con el principio de beneficencia, también es un objetivo de la medicina evitar
el sufrimiento en enfermos irrecuperables, por ejemplo, a través de la eutanasia. Sin
embargo, la medicina dispone de recursos terapéuticos poderosos que permiten aliviar los
dolores y angustias de los enfermos terminales, sin necesidad de transgredir su propósito
central. Podrá haber excepciones, pero en la práctica, es difícil imaginar una situación
clínica en que el médico no pueda hacer nada por aliviar a un paciente de sus
sufrimientos, que no sea provocándole la muerte.
Una tercera razón es que el médico ha sido formado y entrenado para salvar vidas y no
para darles término. Por eso le es difícil aceptar que el alivio del sufrimiento se tenga que
lograr a costa de dar término intencionado a la vida de una persona; nos parece que esto
es lo que marca exactamente el límite de lo que el médico puede legítimamente hacer
para evitar el sufrimiento de un enfermo.

3. El principio bioético de no-maleficencia es un principio moral negativo que dice lo que


no podemos ni debemos hacer, por ejemplo, no matar, en tanto que la beneficencia es
un principio moral positivo: dice lo que se debe hacer, por ejemplo, ayudar al prójimo. El
principio de beneficencia no puede especificar a cuánta beneficencia estamos obligados,
lo que dependerá de la generosidad o virtud de cada cual. Es claro que no matar debe ser
de cumplimiento obligado para todos y no puede quedar sujeto a la generosidad de las
personas, en tanto que ésta no es exigible a todos por igual y en todas las circunstancias.
Sin embargo, el médico en el ejercicio de su rol, y a diferencia de los que no son médicos,
está siempre sujeto con similar fuerza y exigencia a ambos principios morales. En efecto,
como cualquier otra persona, el médico está obligado siempre a respetar el principio de la
no-maleficencia-no hacer daño intencionado a los enfermos- pero, a diferencia de otras
personas, está sujeto también siempre al principio de beneficencia _actuar en el mejor
beneficio del enfermo-, porque ayudar es el propósito específico de la medicina. En la
práctica de su profesión al médico se le exige la máxima generosidad y virtud y, en
ninguna circunstancia, podría negarse a prestar ayuda a un enfermo.

4. Otro asunto particularmente relevante se refiere a la diferenciación entre eutanasia


activa y pasiva. Algunos autores sostienen que desde un punto de vista moral no existe
una diferencia entre matar activamente a un paciente o permitirle pasivamente que
muera. Se argumenta que ambos tipos de eutanasia no diferirían, dado que el resultado
es el mismo: la muerte del paciente por razones humanitarias. Este argumento no parece
correcto. Desde luego, choca al sentido común que sea moralmente lo mismo matar
activa y deliberadamente a un enfermo terminal, que dejar de utilizar determinados
procedimientos terapéuticos excepcionales cuando son inútiles y añaden sufrimiento. El
primero, es un acto médico contrario al principio de no maleficencia, en tanto que, el
segundo, es un acto de carácter beneficente.
El deber técnico y ético del médico es utilizar siempre métodos diagnósticos y
terapéuticos proporcionados a la condición y expectativas de recuperación de un
paciente. Esto es válido, en general, para cualquier tipo de pacientes y es particularmente
así en el caso de los enfermos terminales. Cuando un sujeto joven, por lo demás sano,
tiene una insuficiencia respiratoria aguda grave y decido colocarle un respirador
mecánico, estoy indicando un procedimiento terapéutico proporcionado a la condición
del enfermo y la potencial reversibilidad de su enfermedad. Del mismo modo, cuando en
un enfermo terminal en condición irreversible un médico decide no utilizar un llamado
«método extraordinario de tratamiento» o retirarlo si lo está utilizando, está aplicando
correctamente el principio de proporcionalidad terapéutica que debe guiar su acción
médica y no está dejando de usar un tratamiento con la intención de que el enfermo
muera. En otras palabras, no es una omisión, una actitud pasiva, sino una acción médica
racionalmente determinada. Algo similar ocurre cuando, por ejemplo, en un enfermo
terminal el médico utiliza dosis elevadas de un opiáceo para aliviarlo de un dolor intenso y
rebelde: la acción proporcionada es utilizar la dosis que sea necesaria con el fin de ayudar
al enfermo en su sufrimiento, aun cuando tal dosis pueda acelerar la muerte (principio
del doble efecto). La intención del médico no es que el enfermo muera, sino que se alivie
de sus dolores.

5. Respecto al «suicidio médicamente asistido», que sus defensores fundamentan en el


deber ético del médico de no abandono de su enfermo, parece moralmente indefendible.
En general, el derecho al suicidio se basa en la autonomía de la persona, pero la
autonomía no es un valor absoluto y debe estar balanceada con otros valores éticos que
la sociedad ha abrazado. Al margen del juicio moral que nos pueda merecer el suicidio
como acto humano, el suicidio de una persona, asistido por el médico produce la
impresión de que es una manera hipócrita de eutanasia activa: aunque no es el médico
quien directamente pone término a la vida del paciente, es cómplice directo de su muerte
al proporcionarle, en su rol de médico y utilizando sus conocimientos técnicos, los medios
eficaces para su autoeliminación. Al modo de Pilatos se lava las manos, pero la intención
moral es lo que definitivamente importa, por lo que, en estos casos, el médico es tanto o
más responsable de la muerte de la persona que el propio enfermo que comete suicidio.
El suicidio es un acto privado ligado al principio de la autonomía, del cual responde
moralmente la persona que se suicida, en tanto que administrar los medios para que una
persona se suicide es un acto ligado al principio de la no maleficencia, que nos prohíbe
provocar daño intencionado, en este caso el daño vital máximo: ayudar eficazmente a
terminar con la vida de una persona. Por mucho que se argumente en contrario, es difícil
aceptar que provocar la muerte de un sujeto sea un acto de beneficencia. Parece
incongruente la posición de quienes no aceptan la eutanasia activa y, en cambio,
favorecen el suicidio asistido por el médico, ya que ambos actos comparten el mismo
propósito y vulneran el principio de no-maleficencia. En el caso del enfermo terminal, el
deber ético de no abandono de un enfermo, es ayudarlo a sobrellevar sus sufrimientos
hasta el fin de su vida. El médico dispone de muchos recursos para aliviar los dolores y
angustias de los enfermos, sin necesidad de provocarle la muerte en forma intencionada,
sea directa o indirectamente.
El deseo de morir que expresan los enfermos y los ancianos no pocas veces esconde un
mensaje al mismo tiempo de reproche y de petición de ayuda, como el siguiente:
«considerando el abandono en que me encuentro, la falta de preocupación y atención
que se me brinda es mejor que me muera». Esto es particularmente cierto para los
enfermos y ancianos más modestos que carecen de los recursos económicos necesarios
para que se le brinde una atención que les permita sobrellevar con mínima dignidad sus
dolencias. El cuidado del enfermo terminal y de los ancianos, es sumamente, complejo y
de un alto costo económico y emocional. Es un deber de la sociedad implementar los
mecanismos que posibiliten una atención de salud oportuna y eficaz, como ser la
promoción de un servicio social eficiente, la instalación de unidades de cuidados paliativos
en los centros asistenciales, la atención multiprofesional y la extensión de los cuidados
paliativos al hogar, que les permita a los enfermos y ancianos desvalidos morir en paz
rodeados de sus familiares. Estas medidas de apoyo social y humano y el uso de recursos
terapéuticos proporcionados a la condición de los pacientes, evitando el empleo de
métodos extraordinarios de tratamiento en pacientes con enfermedades irreversibles,
parecen ser más humanas y éticamente aceptables que la eutanasia activa y su variante,
el suicidio médicamente asistido.
Los cuidados paliativos

Las personas que están en contra de la eutanasia dicen que toda enfermedad irreversible
e incurable trae dolores y sufrimientos que harían a los pacientes terminales desear su
muerte, pero esto no es cierto, ya que para toda enfermedad existen cuidados paliativos
que son aquellas atenciones a enfermos con patologías avanzadas que pretenden
conseguir el máximo bienestar posible del paciente y su familia.

Entre los cuidados se encuentran:

➢ El uso de analgésicos
➢ La alimentación
➢ La hidratación
➢ La ayuda a la respiración
➢ La higiene
➢ Suministro de medicamentos, etc.

Esto pretende controlar los síntomas de la enfermedad sin empeorar la calidad de vida del
paciente.

Encarnizamiento terapéutico

Como existen personas que creen que no es lícito causar la muerte para aliviar un dolor,
tampoco lo es preservar la vida a cualquier precio, esto es el encarnizamiento
terapéutico y se puede definir como la aplicación de tratamientos inútiles o
desproporcionados por su costo o molestia y cuyos resultados no mejoran las
condiciones de vida del paciente. Frente a la muerte inevitable es lícito no aplicar
tratamientos que supondrían una prolongación difícil de la vida, pero sin interrumpir los
cuidados básicos (alimentación, hidratación, etc.), en aquellos casos no se busca la
muerte directamente, sino que se acepta la natural fragilidad humana frente a este
proceso.

Testamento vital

Bajo la denominación de testamento vital se entiende la manifestación de voluntad de


una persona sobre las elecciones terapéuticas y médicas que le afectarán en la fase final
de su vida. En ella se expresa el deseo de ser o no asistido e, incluso, de dejarse morir,
rechazando cualquier medio, proporcionado o menos, de sostén vital, cuando se
encuentre afectado por una enfermedad grave que compromete su calidad de vida.
Este elemento jurídico merece algunos reparos.

En primer lugar, la experiencia indica que las decisiones libres de los sujetos suelen
ponderarse en base a las circunstancias presentes al tomar la decisión. Y en muchísimos
casos es lícito cambiar de decisión, como ocurre en los hechos, cuando las circunstancias
varían. La rigidez del testamento vital, lejos de respetar la libertad de la persona la limita,
pues impide ese cambio de decisión que, tratándose de la salud, es inherente. Además,
esta figura limita la voluntad en cuanto a la opción por terapias futuras. Nadie puede
predecir el desarrollo de la medicina y es perfectamente posible que quien haya
manifestado una cierta decisión con los actuales recursos terapéuticos, pueda cambiar de
opinión ante la aparición de otros nuevos.
En segundo lugar, el Testamento vital, quedaría plasmado en una ley cuya interpretación
podría fácilmente variar con el paso del tiempo. Es lo que ha ocurrido en las legislaciones
donde se la legalizado el aborto. El primer paso es no penalizar un acto ilícito, pero luego
esa no penalización se transforme en la reivindicación de un derecho. En el caso del
testamento vital su consagración en la ley podría originar un falso concepto: el “derecho a
morir”. Lo delicado de esta posibilidad es que correlativo a todo derecho, siempre hay un
deber ¿Podría penarse, entonces, en la posibilidad de un “deber de matar” por parte del
personal sanitario o de los familiares de un enfermo terminal? Como puede verse la
consagración de esta institución conlleva peligros evidentes.

Ley 20.584; regula los derechos y deberes que tienen las personas en relación con
acciones vinculadas a su atención en salud.

Los derechos más importantes son:


➢ El derecho a ser informado acerca de su estado de su salud y de las alternativas de
tratamiento con los riesgos que ello pueda representar.
➢ El derecho a otorgar o denegar su voluntad para someterse a cualquier
procedimiento o tratamiento vinculado a su atención de salud, salvo que el rechazo al
tratamiento tenga como objeto la aceleración artificial de la muerte, la realización de
prácticas eutanásicas o el auxilio al suicidio
➢ El derecho del enfermo terminal a otorgar o denegar su voluntad para someterse a
cualquier tratamiento que tenga como efecto prolongar artificialmente su vida,
manteniendo las medidas de soporte ordinario
➢ El derecho a los cuidados paliativos que les permitan hacer más soportables los
efectos de la enfermedad, a la compañía de sus familiares y personas a cuyo cuidado
estén y a recibir, cuando lo requieran, asistencia espiritual.

En resumen, se excluye expresamente de la ley cualquier práctica de eutanasia; se


contemplan, como derecho, los cuidados paliativos y se permite la negativa a recibir
terapias desproporcionadas, evitando el encarnizamiento terapéutico.
Aspectos relevantes de la ley N° 20.584

La normativa de la Ley N° 20.584, recoge en su artículo 16, al tratar sobre las personas que
se encuentran en estado de salud terminal, que ellas tendrán derecho a vivir con
dignidad hasta el momento de la muerte. Acto seguido, la misma norma entrega una
enumeración de derechos consecuenciales al concepto de dignidad, los que implican: el
derecho a los cuidados paliativos que les permitan hacer más soportables los efectos de la
enfermedad, a la compañía de sus familiares y personas a cuyo cuidado estén, y a recibir,
cuando lo requieran, asistencia espiritual
El proyecto señala que la dignidad de las personas, como principio inspirador de la norma,
se reflejaría en avanzar en el desarrollo humano, una de cuyas expresiones sería la
ampliación de sus libertades, como la autonomía y control sobre el propio cuerpo, y
sobre las decisiones del entorno que conciernen a su integridad y al ejercicio de sus
derechos. En este sentido, el proyecto busca reconocer dicho espacio de soberanía
personal
En este punto, es importante recordar que pese a la consagración o ampliación de la
autonomía de las personas (dígase, por ejemplo, decisiones para disponer sobre el propio
cuerpo, sobre la vida o la integridad física) tiene como demarcación legal expresa,
cualquier tipo de práctica eutanásica. Algunos autores no reconocen el concepto de
dignidad dentro de una legislación que proscribe las prácticas eutanásicas y en general,
cualquier actuación médica que acelere el proceso mortal.

¿Cuál es el modo de enfrentar dignamente a la muerte?

1.- Saber que uno se está muriendo, de este modo se preocupará de resolver los asuntos
pendientes, cumplir sus promesas o despedirse.
2.- Es necesario seguir siendo agente de vida y no solo un paciente, por esto se debe
compartir la decisión sobre el modo de pasar el tiempo de vida que le queda.
3.-Se debe mantener ciertas actividades y relaciones familiares, sociales y profesionales.
4.-Es necesario saber afrontar de modo consciente y en la intimidad del alma el hecho
crudo de la muerte próxima.
5.-Interrumpir una terapia y permitir la muerte, puede ser perfectamente compatible con
el respeto que se debe a la vida, porque se puede respetar la vida no solo preservándola,
sino también permitiendo que llegue a su término de modo natural.
6.-Lo que más necesita el ser humano para hacer frente a la muerte es la valentía y la
capacidad de resistir el miedo al dolor.
Muchos de los que propugnan la eutanasia, especialmente cuando es solicitada por el
propio enfermo, agitan la bandera de muerte digna. La defensa de la dignidad humana
exigiría poder elegir el momento de la propia muerte, poniendo fin a un sufrimiento al que
no ven sentido. Pero habría que preguntarse qué significa realmente morir con dignidad.
La expresión morir con dignidad implica ciertamente que hay maneras más o menos
dignas de morir. Si las peticiones en favor de una muerte digna están aumentando, es
porque cada vez hay más gente que ve cómo otros mueren de un modo menos digno, y
temen que les ocurra lo mismo a ellos o a sus seres queridos. La posibilidad de morir
dignamente puede frustrarse por muchas cosas: coma, senilidad, locura, dolor
insoportable, parálisis total, aislamiento, muerte repentina, y también por desmedidas o
impersonales intervenciones médicas dirigidas únicamente a prolongar una muerte
segura. Por eso hay quienes reivindican una muerte digna sin obstáculos antinaturales.

Encarar la propia muerte

En su sentido etimológico, la palabra dignidad implica elevación, honor, nobleza. No


puede ser exigida o reivindicada, porque no es algo que pueda ser suministrado o
atribuido sin más.
La vida ofrece muchas ocasiones para mejorar en las virtudes: fortaleza y ecuanimidad,
generosidad y amabilidad, valentía y autodominio. Muchas veces la adversidad estimula
las mejores fibras del hombre. Enfrentarse a la propia muerte -o a la de nuestros seres
queridos- supone una oportunidad para ejercitar nuestra humanidad, tanto en lo grande
como en lo pequeño. La muerte digna, en su sentido más esencial, ha de significar una
actitud digna y una conducta virtuosa ante el último momento.
Una muerte digna no es un asunto que se reduce a quitar enchufes o suministrar
sustancias letales

Lo que deshumaniza la muerte

Crece el deseo de autonomía y de dignidad frente a la medicalización del término de la


vida. Personas orgullosas de su antigua independencia acaban encontrándose
impotentes, con la única compañía de tubos y artilugios mecánicos y eléctricos.
Ciertamente les cuesta desempeñar el nuevo papel de seres pasivos, obedientes y
sometidos a una férrea disciplina. La muerte significaría ante todo suprimir esos aspectos
que degradan y deshumanizan el fin de la vida. Se comprende esta preocupación. Pero
suprimir esos obstáculos no basta para conseguir una muerte digna. En primer lugar,
porque no todos son artificiales y externos: los achaques e incapacidades, la demencia y
las parálisis tienen causas naturales e internas. Además, no hay nada de dignidad en el
mismo proceso fisiológico de la muerte, sino en el modo en que la afrontamos. En tercer
lugar, por el mismo hecho de dirigirnos a un médico para buscar la salud y la longevidad,
nos convertimos en paciente.

Voluntad contra necesidad

Hay dos razones por las que la eutanasia realizada por los médicos parece contradictoria.
De un lado, por las desastrosas consecuencias sociales que comportaría. De otro, y
principalmente, porque matar a un paciente -incluso aunque lo pida- viola el significado
esencial del arte de curar. Hay, sin embargo, quienes dicen que la eutanasia voluntaria es
un acto libre, y como tal, reafirma la dignidad de una voluntad libre contra la ciega
necesidad. Pero las personas que realmente contemplan la eutanasia como una
posibilidad para sí mismas, ¿se plantean la cuestión en estos términos? ¿No estarán más
bien buscando una salida para acabar con sus problemas y dolores? ¿No hay más dignidad
en la valentía de afrontarlos? Respecto a la dignidad de la persona, la eutanasia es algo
paradójico e incluso contradictorio ¿Cómo puedo honrarme a mí mismo suprimiendo mi
propio ser?
Otros argumentan que la legalización de la eutanasia favorece la causa de la libertad
humana al aumentar las opciones posibles. Ciertamente habría mucho que discutir,
también desde el punto de vista teórico, sobre el modo de entender la libertad humana
como un mero aumento de posibilidades.

La eutanasia no voluntaria

¿Y qué decir de la eutanasia no voluntaria, de los que están en tales condiciones (en
estado comatoso, senil o psicótico) que ni siquiera pueden solicitarla? ¿Pueden ser algo
que sirva a su dignidad humana? La dignidad está vinculada a la propia autoconciencia y
voluntad, entonces la eutanasia no voluntaria o delegada nunca podrá ser un acto digno
para el que la sufre. Es precisamente la ausencia de humanidad digna lo que invita a
considerar la alternativa de la eutanasia activa.

En los casos extremos

¿Y en los casos de una persona en estado vegetativo persistente sin ninguna relación con
quienes le rodean? ¿Qué queda ahí de dignidad humana? ¿Por qué no deberíamos
tratar tales seres humanos como tratamos (justamente) a los animales, sacándolos de su
estado miserable? Incluso aquí uno no puede estar absolutamente seguro de la completa
ausencia de consciencia en el enfermo. Hay casos, si bien bastante raros, de personas que
se han despertado de un coma profundo (incluso con electroencefalograma plano) y han
contado después que tenían conciencia bastante clara de lo que se decía y hacía en torno
a ellos, aunque no manifestaban entonces ninguna reacción. En estos casos, unopreferiría
estar al lado del enfermo, dejándole morir si ése es el proceso natural. No iría mucho más
allá de suministrarle los medios mínimos para seguir viviendo. Pero nunca podríamos
ponerle una inyección letal o realizar otras acciones que provocaran la muerte del
paciente. Entre los métodos indignos, esto parece el menos digno

¿Debe permitirse la eutanasia en Chile?

Se ha puesto en discusión por ciertos parlamentarios de la Comisión de Salud del Senado,


la necesidad de legalizar la eutanasia en nuestro país -presentando proyectos de ley-, por
cuanto sería una necesidad social el reconocimiento “al buen morir”. La verdad es que
nada de ello es correcto. En efecto, los proyectos en cuestión, más que dignificar la vida
de los más vulnerables, lo que hacen es tratar a las personas como objetos desechables
debido a su complejo estado de salud y significativa vulnerabilidad. Ello explica, por
ejemplo, que tan sólo Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Suiza y Estados Unidos la tengan
legalizada. Sin lugar a dudas constituye una excepción en el concierto internacional, ya
que atenta contra la dignidad misma de la persona.
Nuestra legislación está en absoluta sintonía con la abrumadora mayoría de los países que
están por la vida. En el artículo 1 de la Constitución Política de la República se establece
expresamente la garantía del derecho a la vida de todas las personas, incluyendo
aquellas más vulnerables.
El Código Penal chileno, establece que “el que con conocimiento de causa prestare auxilio
a otro para que se suicide, sufrirá la pena de presidio menor en sus grados medio a
máximo, si se efectúa la muerte”.
Por otro lado, desde un punto de vista médico, la eutanasia, al igual que procedimientos
como el aborto, no son actos médicos, ya que el fin de la medicina es curar, y si no se
puede curar, al menos mitigar el dolor, atendiendo y acompañando. La eutanasia no cura
nada. Los médicos que entran en una mentalidad eutanásica la incorporan a toda su visión
profesional y olvidan a Hipócrates.
Los proyectos presentados para consagrar la eutanasia, más que dignificar la vida, lo que
hacen es tratar a las personas como objetos desechables debido a su complejo estado de
salud
La eutanasia no es un derecho humano, no se encuentra recogido en ningún tratado
internacional ni tampoco emana de la misma naturaleza humana. Es simplemente un
atentado contra la vida de una persona inocente y vulnerable. Así las cosas, más que
presentar proyectos de ley encaminados a dar alternativas de muerte como soluciones,
hay que realzar la vida de los más vulnerables, acompañándolos y dándoles todo el apoyo
psicológico, afectivo y médico que se merecen
La creciente capacidad de la medicina para curar enfermedades, aliviar el sufrimiento, y
prolongar la vida de las personas ponen a la sociedad ante una serie de interrogantes
éticas y políticas ¿Es legítimo eliminar directamente a una persona para aliviarle un dolor
o sufrimiento? ¿Puede alargarse la vida a cualquier precio? ¿Es lícito rechazar
determinadas terapias, sabiendo que ello acelerará la muerte?
Los avances de la medicina han permitido alargar el tiempo de la vida, pero al mismo
tiempo han dado lugar a situaciones complejas en las que se ha hecho más difícil
distinguir entre lo natural y lo artificial, entre el dolor inevitable y el sufrimiento debido a
determinadas intervenciones de las nuevas técnicas médicas.

Proyectos que estuvieron en trámite en Chile.

Hace algún tiempo, se encontraban en tramitación dos proyectos que pretendían legalizar
la eutanasia: uno en la Cámara y otro en el Senado.
Proyecto de ley que Modifica diversos cuerpos legales, con el objeto de permitir la
eutanasia, haciendo efectiva la autonomía de las personas en caso de enfermedades
terminales La idea matriz de esta moción es reconocer el derecho de cada persona a no
padecer males o dolores innecesarios y a evitar la prolongación artificial de su vida,
regular su ejercicio para garantizar que esta decisión sea adoptada de manera autónoma,
informada y que no admita dudas por parte del paciente que ha sido diagnosticado en
estado terminal
Modificar el Código Penal con el objeto de asegurar que la eutanasia, en los casos en que
esta haya sido ejecutada por un médico de acuerdo con las formalidades y conforme los
procedimientos autorizados por la ley. En lo sustancial el proyecto buscaba modificar la
ley 20.584, agregándole una norma que señala que “la persona que ha sido diagnosticada
en estado de salud terminal o, en estado de sufrimiento físico o mental constante e
insoportable que no puede ser apaciguado por el actual estado de las ciencias médicas y
que resulta de una lesión o condición patológica incurable, tiene derecho a decidir y
solicitar no padecer dolores o sufrimientos innecesarios y a evitar la prolongación
artificial de su vida. Los requisitos para esta solicitud eran dos diagnósticos médicos que
acreditaran el estado terminal y/o el sufrimiento físico o mental constante e insoportable;
ser mayor de edad; tener pleno uso de sus facultades mentales al momento de la
solicitud; y manifestar su voluntad de manera libre y sin presión externa. Estas
condiciones habilitarían al médico competente para no iniciar o interrumpir un
tratamiento médico innecesario en cuanto este tenga por efecto prolongar artificialmente
una vida de agonía, o para provocarle directamente la muerte, de acuerdo con los
procedimientos que autoriza esta ley. Además, el proyecto modificaba el Código Civil,
consagrando lo que se ha denominado “testamento vital”. Ello se concreta en la
modificación al código civil agregando un artículo que consagra la disposición
testamentaria en la cual el testador exprese la voluntad de ser sometido a procedimientos
autorizados para causar la muerte en los casos previstos en la ley. Esta declaración es
irrevocable cuando se esté definitivamente imposibilitado de manifestar claramente su
voluntad, pero no antes de esta incapacidad.”
Finalmente, se modificaba el artículo 393 del Código Penal, en los siguientes términos:
“No será aplicable la pena prevista al médico que, conforme a los procedimientos
previstos en la ley 20.584, cause o preste auxilio a la muerte del paciente que,
cumpliendo con los requisitos y formas establecidas por la ley, ha solicitado de manera
expresa e inequívoca poner término a su vida”.

Proyecto de ley, que modificaba el Código Sanitario para regular la eutanasia

Este proyecto de ley se encontraba en el Senado en primer trámite constitucional. A


diferencia de la anterior moción, que modificaba la ley de derechos y deberes de los
pacientes, esta iniciativa modificaba el código sanitario, estableciendo en esa normativa la
figura de la eutanasia. Entre sus ideas matrices se encuentran las siguientes:
Distinción entre eutanasia pasiva cuando una persona –normalmente el médico o
sus ayudantes, aunque también algún pariente– que se encuentra al cuidado de
otra, omite alargar una vida que está tocando a su fin; y una activa que consiste
en la ayuda prestada a una persona gravemente enferma, por su deseo o por lo
menos en atención a su voluntad presunta, para posibilitarle una muerte
humanamente digna en correspondencia con sus propias convicciones.
Comisión de Salud del Senado rechazó proyecto que permite la eutanasia en Chile

Con informe rechazado, la Sala del Senado recibió el proyecto de ley que buscaba acoger
la solicitud de muerte asistida a enfermos terminales, luego que la Comisión de Salud
despachara la idea de legislar en negativo con dos votos a favor y tres en contra.

Países en donde está legalizada la Eutanasia

Holanda, Bélgica, Suiza y Luxemburgo legalizaron la eutanasia. En América latina, sólo


Colombia permite esta polémica práctica. La ley holandesa fue aprobada en 2002, seguida
por Bélgica, que fue el primer país de creencias mayoritariamente católicas en hacerlo.
Luxemburgo aprobó la eutanasia en el año 2008
En Suiza, la eutanasia es legal, pero el paciente debe mostrar cierta documentación que es
revisada por profesionales.
En EE. UU., sólo cinco estados permiten el suicidio asistido: Washington, Oregón,
Montana, Nuevo México y Vermont. El médico puede prescribir drogas para que los
pacientes se las administren.

Legalizar la eutanasia no es bueno porque:

1- La eutanasia legal favorece una “pendiente peligrosa” en contra del derecho a la vida
En Holanda la eutanasia se aplica no ya a enfermos, sino simplemente a gente que no
quiere vivir, como el senador socialista octogenario Brongersma, que pidió y logró ser
“finalizado” no porque estuviese enfermo o deprimido, sino porque estaba cansado de
vivir. Se calcula que en Holanda se dejan morir a unos 300 bebés al año por nacer con
minusvalías y hay casos (en este país rico) de negar la implantación de marcapasos a
mayores de 75 años; la eutanasia favorece otras actuaciones de “eliminación de los
inútiles”.

2- La eutanasia empeora la relación médico-paciente e incluso la relación paciente-


familiares
¿Queda algún margen para que los enfermos, ancianos o incapacitados, sigan
manteniendo aquella plena confianza en quienes, hasta ahora, tenían por obligación —
casi sagrada— procurar la sanación de sus dolencias? ¿Quién impondrá a la víctima
potencial el deber de confiar en su verdugo? ¿Y cómo confiar en que el médico va a
esforzarse por mi vida si mis parientes presionan en un sentido contrario?

3- La eutanasia desincentiva la inversión en cuidados paliativos y en tratamientos para el


dolor

De 1995 a 1998 Holanda apenas invirtió en cuidados paliativos; sólo a partir de 1998 ha
invertido en cuidados paliativos, pero presentados siempre como una alternativa más,
siendo la eutanasia la más apoyada desde las instituciones e incluso por parte de la
sociedad. Se tiende a pensar que, si tratar el dolor con cuidados paliativos es caro, hay
que fomentar la opción barata: matar el enfermo.

4- La eutanasia pervierte la ética médica que desde Hipócrates se ha centrado en


eliminar el dolor, no en eliminar el enfermo
Los médicos insisten en que la eutanasia, como el aborto, no son actos médicos, ya que el
fin de la medicina es curar, y si no se puede curar al menos mitigar el dolor, y en todo caso
atender y acompañar. La eutanasia no cura nada. Los médicos que entran en una
mentalidad eutanásica la incorporan a toda su visión profesional y olvidan a Hipócrates. Es
significativo que el primer régimen que instaura la eutanasia desde del viejo paganismo
romano es la Alemania nazi y sólo dos estados por ahora se han apuntado a la eutanasia.

5- La eutanasia no es solicitada por personas libres, sino casi siempre por personas
deprimidas, mental emocionalmente trastornadas
Cuando uno está sólo, anciano, enfermo, paralítico tras un accidente… es fácil sufrir
ansiedad y depresión que llevan a querer morir. En un país sin eutanasia, los médicos y
terapeutas se esfuerzan por curar esta depresión, devolver las ganas de vivir y casi
siempre tienen éxito si el entorno ayuda. Por el contrario, en un país con eutanasia, en vez
de esforzarse por eliminar la depresión se tiende a eliminar al deprimido “porque lo
pide”.

6- La eutanasia no es un derecho humano, no está recogido en el Convenio Europeo de


Derechos Humanos, por ejemplo
Según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, no existe el derecho a procurarse la
muerte, ya sea de manos de un tercero o con asistencia de autoridades. El derecho a la
autonomía personal no es superior al deber de los Estados de amparar la vida de los
individuos bajo su jurisdicción.

7- La eutanasia, como el suicidio, es contagiosa


Una vez una persona deprimida se suicida, otras personas deprimidas de su entorno
pueden copiar su comportamiento con más facilidad. Esto es así en suicidios con o sin
asistencia, lo cual incluye la eutanasia.

8- La eutanasia dificulta el trabajo de los terapeutas que trabajan con minusválidos,


deprimidos, enfermos, etc.
Las personas que ayudan a otros a vivir con una grave minusvalía o en duras
circunstancias ven su trabajo saboteado por la otra opción, la eutanasia, que legalizada
aparece con atractiva insistencia como una salida fácil para el enfermo.

9- La eutanasia tenderá a eliminar a los más pobres y débiles


Como el aborto, la eutanasia tenderá a hacerse especialmente accesible y promocionada
entre las clases económicamente más débiles, los grupos étnicos desfavorecidos, etc… Al
desatenderse la oferta en cuidados paliativos, éstos serán un lujo sólo para gente con
medios adquisitivos.
10- La eutanasia legal no impedirá las eutanasias ilegales, sino que las potenciará
Como en el caso del aborto, aprobar una ley que permite la eutanasia “con todos los
controles que haga falta” no impedirá que se extienda el fraude de ley, los permisos
escritos sin examinar al paciente, la laxitud en la aplicación de la ley y el fraude de ley
generalizado.
Con todo, el mejor argumento contra la eutanasia siempre será el testimonio de miles de
hombres y mujeres en circunstancias dificilísimas que, apoyándose mutuamente, con la
ayuda de sus valores, su familia, amigos o profesionales demuestran día a día que la
dignidad del hombre los lleva a vivir y enriquecer la vida de otros.

Enfermo terminal

El tipo de enfermos en los que con mayor frecuencia se plantea la eutanasia son los que se
encuentran en situación terminal; conviene delimitar algunos conceptos al respecto.
El término "incurable", se refiere a la imposibilidad de mejorar o superar la enfermedad;
"terminal" indica la cercanía de una muerte inevitable, aunque la enfermedad por su
naturaleza pueda ser curable. Así, podemos encontrar enfermedades incurables
terminales -un cáncer con metástasis-, y enfermedades en principio curables pero que han
llevado al paciente a un estado "crítico" –una grave neumonía con depresión inmunitaria-.
Los enfermos incurables terminales son los principales candidatos a la eutanasia; los
enfermos curables en estado crítico no presentan mayores dificultades, ya que
habitualmente se les dan los cuidados máximos.
Otro concepto es el de estado vegetativo persistente (EVP); los pacientes en este estado
pertenecen a la categoría de incurables incapaces, aunque no necesariamente son
terminales; son pacientes con una pérdida de conciencia permanente, en coma
irreversible.
Un enfermo en situación terminal es aquél en el que se prevé que la muerte es segura y
ocurrirá en un plazo no lejano (hasta seis meses, según algunos autores), abandonándose
el esfuerzo médico terapéutico para concentrarse en el alivio de los síntomas y en el
apoyo tanto al paciente como a su familia.

Respeto de las personas en situación de salud terminal.


Como una necesaria consecuencia de la consagración del derecho a consentir cualquier
intervención que, en el ámbito de la propia salud, asoma la posibilidad que aún en una
situación de salud de extrema precariedad, llamada en el proyecto estado terminal, la
persona atendida pueda rechazar tratamientos que estime desproporcionados e
innecesarios.
Así, lo que el legislador se propuso fue regular, o evitar, lo que se ha denominado el
encarnizamiento, o también conocida, dentro del ámbito de la bioética, como obstinación
terapéutica. Se trata de evitar una prolongación innecesaria de la agonía del paciente, y
por el otro, que ello no se traduzca en la muerte a petición o por compasión.
Como primera medida, un objetivo imprescindible en el tratamiento de cualquier enfermo
terminal es el control de síntomas. De ordinario hará falta un tratamiento analgésico
etiológico y/o sintomático. Se podría llegar también a otras actuaciones, como reducir el
nivel de conciencia o indicar una sedación, si las medidas adecuadas no son efectivas. La
alimentación y la hidratación son problemas que se prestan a un debate más amplio; ¿en
qué medida su ausencia puede acelerar la muerte de un enfermo terminal? Los datos de
que disponemos hasta ahora nos hacen dudar de que, efectivamente, influyan seriamente
sobre la evolución de un enfermo terminal o sobre su pronóstico a corto plazo. No
obstante, continúa siendo un motivo de debate. Los enfermos que se acercan o entran en
una situación agónica, o los que precisan una sedación, normalmente son incapaces de
comer o de beber en cantidad suficiente y, además, algunos autores opinan que no se les
debe indicar hidratación o nutrición parenteral por el riesgo de que originen otros
problemas, como un edema agudo de pulmón. Pero no está claro que sea motivo
suficiente para omitir siempre la nutrición y/o la hidratación parenteral: como con muchas
cuestiones en Medicina, la solución se suele encontrar cerca de un justo medio y en evitar
caer en el autoritarismo. Por otra parte, la familia podría malinterpretar la retirada de una
hidratación establecida y tampoco se debe minusvalorar las consecuencias de la
deshidratación en enfermos que reciben medicación opioide” (Ej. Morfina).

Argumentos en favor de la eutanasia y respuesta crítica

1. El argumento de la pobre calidad de vida. Aquellos que defienden la eutanasia,


argumentan que en algunas circunstancias vivir es peor que morir, ya que el dolor y el
sufrimiento causado por una enfermedad terminal pueden hacer la vida tan
agonizante y difícil de llevar que la muerte puede parecer un "acto humanitario" y se
considera racional que el médico ayude al suicidio como una forma de morir con
dignidad. Para el enfermo terminal, el sufrimiento puede ir más allá del dolor como
resultado de las condiciones en que se encuentra y estas hacer la vida insoportable,
como, por ejemplo: la progresiva pérdida de movimiento y actividad, la pérdida de
libertad asociada con la dependencia de otros, molestias físicas como náuseas,
vómitos o disnea, la incapacidad de tragar o de hablar, el miedo a morir, la
incontinencia, la debilidad, la pérdida de la dignidad personal, la demencia. La vida
pierde toda calidad y significado, de forma que la muerte es preferible.

Respuesta crítica: En el argumento de la calidad de la vida se confunde el valor de la


calidad de la vida con la calidad que la vida tiene. La vida humana tiene un valor
intrínseco en sí misma. La buena salud no puede dotar de dignidad a la vida humana, ya
que la salud no posee vida en sí misma, más bien participa de la vida. La salud es un bien
que se ha de disfrutar y cuidar, pero no es un bien absoluto al que haya que subordinar
todo. La salud es para el ser humano y no el ser humano para la salud. La dignidad de la
persona no desaparece por la enfermedad. Más bien, la pérdida de dignidad se imputa al
enfermo por las reacciones de los profesionales de la salud y de la familia del enfermo a la
apariencia externa que este ofrece. El enfermo mismo nos enseña con su estado que la
salud, aun siendo muy importante, no es un valor absoluto. Juzgar qué calidad tiene una
vida, tiene un fuerte carácter subjetivo. Muy fácilmente el profesional de la salud puede
sustituir sin darse cuenta su concepto de calidad de vida con aquel que tiene el paciente.
No es posible juzgar que a partir de conceptos existenciales individuales de la calidad de
vida se pueda decidir el acabar activamente con una vida. El morir con dignidad no ha de
entenderse como un derecho a la eutanasia activa o el suicidio asistido, cuando uno se
encuentra bajo una pobre calidad de vida por el dolor y el sufrimiento, sino como un
derecho a morir en un entorno digno del ser humano, recibiendo de las personas cercanas
contactos humanos sencillos y el derecho a no prolongar la vida por medio de una
tecnología que no puede sanar. El sufrimiento no es solo causado por el dolor, a la
persona se la ha de ayudar atendiendo a los valores que expresa que la hacen sufrir.

2. El argumento del respeto de la autonomía del enfermo. Los defensores de la


eutanasia consideran que el respeto por la autonomía de las personas requiere el
reconocer su derecho a decidir cómo vivir sus vidas. Esto incluye el proceso de la
muerte y la habilidad de elegir el destino propio. De tal forma que se propone el
derecho de evitar el sufrimiento intolerable ejerciendo un control sobre la forma de
morir. Lo que está en juego es ser libre para tomar responsabilidades sobre la propia
vida, parte de la cual la constituye la muerte. Cada persona tiene un nivel de tolerancia
para el sufrimiento y por tanto no existe una respuesta objetiva que se pueda aplicar a
todos acerca de cuándo la vida se hace insoportable. Por ello es necesario que el
paciente se manifieste ejerciendo su autonomía. Algunos autores creen que existe el
derecho a cometer suicidio y que no debe haber restricciones irrazonables sobre la
forma en que uno puede ejercer este derecho. El Estado no tendría derecho a privar al
paciente de su libertad de quitarse la vida. El derecho del paciente a la
autodeterminación ha sido un argumento central en favor de la eutanasia. Pero a
menudo se asume, sin argumento, que esto implica el derecho del paciente a pedir
que otra persona intervenga en su ayuda para procurar la muerte. Un enfermo
terminal puede no ser capaz físicamente por sí solo de ejercitar la opción del suicidio.
Se considera que los enfermos terminales serían discriminados a causa de su
incapacidad, ya que las personas con capacidad física sí tendrían la opción. Se
disminuiría además la ansiedad en futuros pacientes si saben que existe la posibilidad
de que un médico les asista en el suicidio. Además, hay que considerar que aun con un
adecuado cuidado paliativo hay casos en que no es posible evitar el dolor.

Respuesta crítica: El enfermo terminal se encuentra en una posición extremadamente


vulnerable, de forma que su capacidad de autonomía se halla comprometida, sufriendo
de depresión, ansiedad, miedo, rechazo o culpabilidad. El pedir la muerte no tiene por qué
reflejar un deseo duradero, voluntario, pasado por la reflexión. En las condiciones en que
se encuentra el enfermo terminal o casi terminal es muy difícil tener una conciencia clara
para tomar decisiones, y la tendencia es a seguir casi ciegamente las indicaciones y
sugerencias del médico. El enfermo podría desear la muerte por deficiencias en la
atención médica, como el no poder aliviar el dolor, no por una decisión libre. Además, no
es lo mismo cometer suicidio que ayudar a un suicidio. Lo último es una forma de
homicidio, aun cuando la razón por la que se haga sea por compasión. Aunque el intento
de suicidio se haya descriminalizado, el Estado sigue teniendo interés en prevenir contra
el suicidio, incluyendo la penalización de aquellos que ayudan a que otro se suicide. Por
otra parte, tampoco tenemos derecho a cometer suicidio, simplemente porque la vida no
nos pertenece por completo y, por tanto, nuestra autonomía se halla limitada. Nadie
puede decir que se ha dado la vida a sí mismo. No todas las posibilidades acerca de la vida
de uno mismo pueden ser consideradas como derechos que deben ser protegidos.

3. El argumento del principio de beneficencia o tener compasión por el que sufre. El


médico actúa bajo el principio de beneficencia para aliviar el dolor y el sufrimiento de
pacientes terminales. Bajo esta forma de pensar, la eutanasia es considerada un acto
virtuoso. El no abandonar al enfermo ha sido parte del cuidado tradicional ejercido
por el médico. Se juzga que el que el médico asista al enfermo en su suicidio es una
forma de ejercer el principio ético de no abandonarlo. Hoy día, los médicos son
considerados los candidatos lógicos para buscar ayuda en el morir, ya que para
muchos enfermos terminales el asistir en la muerte es considerado como una
extensión del rol del médico de aliviar el sufrimiento y como una forma de ejercer su
cuidado, consistente con la profesión.

Respuesta crítica: La compasión de que hablan aquellos que defienden la eutanasia refleja
una visión distorsionada de esta actitud. La verdadera compasión no puede ser eliminar al
que sufre, sino buscar el aliviar la causa del sufrimiento. De otra forma, se devaluaría la
vida de los enfermos. Además, la compasión es una cualidad espiritual que significa "sufrir
con", estar presente al que sufre, no se trata de un principio o una razón auto justificante.
El elegir el suicidio asistido corta toda posible relación y los lazos que nos unen a las
personas que nos acompañan en los momentos difíciles de la cercanía de la muerte.
Además, procurar la muerte por eutanasia no es competencia de la profesión médica.
Asistir al suicidio no es consistente con el compromiso del médico a curar y tratar la
enfermedad, va en contra de los códigos tradicionales de ética médica (promesa
hipocrática, Asociación Mundial de la Salud). Aceptar esto llevaría a una desconfianza de
las personas en general hacia los médicos. El profesional de la salud también tiene su
autonomía y no debe ser presionado para actuar en contra de los valores profesionales.

4. El argumento de la experiencia positiva de la aceptación de la eutanasia en Holanda.


Las personas en general y la profesión médica en ese país considera positiva la
despenalización de la eutanasia, de forma que ningún médico que siga ciertas líneas
puede ser penalizado por la justicia por cometer un acto eutanásico. Estas líneas son:
el enfermo tiene que ser competente y pedir voluntariamente la muerte después de
haber sido aconsejado; su sufrimiento tiene que ser insoportable, no puede haber
forma de hacérselo soportable al enfermo, y el juicio del médico con respecto al
diagnóstico y el pronóstico debe ser confirmado por otro médico.

Respuesta crítica: La experiencia de la eutanasia en Holanda ha demostrado la realidad


del argumento de la "colina deslizante". Se han dado pasos sucesivos en la relajación de
criterios por los que la acción eutanásica es permitida. De aceptarse solo para enfermos
terminales que hayan expresado su voluntad de terminar con la vida, se ha extendido a
enfermos no terminales, a menores, a personas con el síndrome de Down, a pacientes con
enfermedades mentales o con depresión severa o demencia, y se ha extendido a casos de
eutanasia involuntaria bajo ciertas condiciones. Esta realidad devalúa el efecto positivo
que se argumenta tenga la despenalización de la eutanasia.

5. El argumento de la disminución del estigma de culpa asociado al suicidio. El estigma


público adosado al suicidio ha disminuido en los últimos tiempos. En muchas
jurisdicciones el suicidio o el intento de suicidio es un acto que no está penalizado. Los
estudios de investigación demuestran que la mayor parte de los suicidios resultan de
enfermedades mentales transitorias, generalmente la depresión. Sin embargo, se
argumenta que la razón por la que los enfermos terminales desean acortar el proceso
de la muerte es terminar con su sufrimiento. Esto hace surgir el concepto de suicidio
racional.

Respuesta crítica: El suicidio sigue considerándose un mal en la sociedad y cuando se


tiene noticia de que alguien intenta suicidarse se toman medidas para prevenirlo. No
importa cuán enferma una persona esté, el hecho es que todavía se encuentra entre los
vivos y por lo tanto tiene el derecho a vivir. Los resultados de la investigación sugieren que
el interés de los enfermos por la eutanasia se debe en la mayoría de los casos a
depresiones o estrés psicológico, más que al dolor. Esto sugiere que la mayor parte del
debate acerca de la eutanasia está siendo manipulado, ya que se enfoca en el dolor y se
usa la eutanasia como una forma de liberarse del dolor, cuando de hecho el motivo
principal por el que se pide la eutanasia no es el dolor. El sufrimiento de origen
psicológico puede ser tratado con el aconsejamiento adecuado y por intervención
psiquiátrica o psicológica. Con el soporte adecuado, incluyendo el alivio del dolor, la
terapia psicológica y espiritual, y la amistad, el enfermo puede morir de forma digna
como miembro de la familia humana sin intervención eutanásica. Ninguna legislación
presente permite el ayudar al suicidio a una persona que sufre de un período transitorio
de depresión. Más bien, su depresión debe ser tratada. El legalizar la eutanasia
contribuiría a hacer a la sociedad insensible al hecho del matar.

6. El argumento de la no diferencia moral entre matar y dejar morir. La distinción entre


eutanasia "pasiva" y "activa" ha sido criticada por depender de concepciones de
causación que son consideradas problemáticas y que se basan en la creencia de que la
diferencia entre matar y dejar morir es relevante moralmente. El discontinuar las
medidas de soporte vital y la eutanasia voluntaria activa son similares desde el punto
de vista del paciente en que su deseo fundamental es una muerte más rápida y más
confortable. Son también moralmente similares en que ambas son hechas con la
intención de acabar con la vida. Se argumenta que la intención es moralmente
irrelevante en la evaluación de la moralidad de la acción. Por ejemplo, en el caso de
dejar de alimentar artificialmente a un enfermo en coma, claramente se atenta contra
su vida con la intención de acabarla, ya que la persona moriría de hambre. En el caso
de discontinuar mecanismos de soporte vital y permitir que el enfermo muera, esto
ocasiona días o semanas de sufrimiento. Bajo esta forma de pensar, la eutanasia activa
parece ser preferible moralmente. Para algunos, discontinuar la ventilación mecánica
no puede ser considerado negarse a recibir un tratamiento, sino una petición de
procurarse la muerte. Para algunos, no existe una diferencia moral intrínseca que sea
esencial entre una máquina que sustituya funciones orgánicas y órganos naturales del
cuerpo; así que omitir un tratamiento, en que intervenga una de estas máquinas es
una forma de matar, ya que priva a la persona de un órgano que puede solamente
funcionar con la ayuda de una máquina o de tecnología médica y, por tanto,
necesitamos poner a un lado nuestros prejuicios en contra de lo artificial y extender la
opción de la buena muerte (eutanasia activa) a aquellos que han sido atrapados por la
naturaleza al encontrarse en estado terminal. Si nuestra sociedad ha sido capaz de
reconocer que la vida puede ser lo suficientemente irresistible bajo tratamientos de
sostenimiento vital, tales como la ventilación mecánica o las máquinas de diálisis, y
que estas intervenciones médicas pueden ser discontinuadas o abstenerse de ellas (lo
que algunos llaman eutanasia pasiva), entonces también la vida puede ser lo
suficientemente irresistible como para justificar la eutanasia activa.

Respuesta crítica: Existe una relación especial entre el médico y el enfermo. Una omisión,
si resulta en daño, puede traer responsabilidad legal. Si un enfermo competente se niega
a recibir un tratamiento o a continuar con uno, el efecto legal es que el médico es
absuelto de su deber de tratar al enfermo por el enfermo mismo. El médico deja de tratar
al enfermo y la muerte resultante es causada por la enfermedad que tiene el enfermo. El
médico por lo tanto no mata al enfermo, sino que deja que se muera. No puede ser
prohibida la aceptación voluntaria de una muerte que la intervención médica solo puede
posponer, ya que no hay posibilidad de curación. Una conclusión acerca de la causación
simplemente refleja un juicio acerca de la forma correcta de asignar responsabilidades.
Cuando una persona desconecta la ventilación mecánica de soporte vital sin autorización,
está claro que causa la muerte del enfermo, pero cuando un médico sigue las directrices
del enfermo de desconectar la ventilación mecánica cuando no hay esperanza de
curación, no actúa equivocadamente, ya que no tiene el deber de continuar el
tratamiento en contra del deseo del enfermo, aun cuando su acción está causalmente
relacionada con la muerte resultante del enfermo. Además, el derecho a poder negarse a
un tratamiento médico está basado en el derecho a resistirse a invasiones físicas que sean
consideradas desproporcionadas, no en el derecho a acelerar la muerte, el cual no existe.
A menudo en el diálogo existe una confusión entre la eutanasia pasiva y la eutanasia por
omisión. La última lleva consigo responsabilidad moral, pero no la primera, ya que la
muerte natural no es un homicidio y por tanto no es ni ilegal ni inmoral y no está sujeta a
responsabilidad. Se acepta el discontinuar la ventilación mecánica después de la muerte
cerebral total, el no aplicar terapias en el caso de un coma irreversible, excepto los
cuidados considerados ordinarios, la no aplicación e interrupción de las "terapias de
sustento vital" en el caso de enfermos terminales, el no emplear técnicas de reanimación
cuando su aplicación es considerada inútil u onerosa por la profesión médica, el no
emplear terapias ineficaces que aumenten el dolor o claramente desproporcionadas en
relación a los costos humanos y la utilidad para el enfermo. En este sentido, sería
provechoso el que se evitase el término de eutanasia pasiva mientras que se retiene el
concepto de eutanasia omisiva, que implica un acto de negligencia. Un ejemplo de que la
intención tiene su lugar en la vida moral es que cuando la persona no muere después de
parar el tratamiento, a esta se la deja continuar viviendo. Esto no ocurre con el suicidio
asistido. Una cosa es desear la muerte y actuar para que ocurra de forma activa y otra
diferente desear la muerte y permitir que ocurra. Una cosa es respetar el deseo del
enfermo de rechazar el tratamiento y otra el tomar su vida. No es simplemente una
diferencia psicológica, sino moral. Matar constituye siempre una lesión del principio de no
maleficencia, pero permitir morir, bajo ciertas condiciones, no constituye una lesión de
este principio. El consentir que alguien muera de una enfermedad de la cual no es
responsable y que no puede ser curada, es permitir que la enfermedad sea la causa de la
muerte. La intención en permitir la muerte es por compasión y no por desear la muerte,
mientras que la intención de la eutanasia activa es procurar la muerte como medio de
ejercer la compasión. Continuar el tratamiento a un enfermo cuando no hay posibilidades
de curación (tratamiento ineficaz) es una forma innecesaria de hacer sufrir al enfermo y
por tanto va contra su dignidad. Un tratamiento ineficaz ya no produce ningún beneficio al
enfermo, sino más bien daño. No es lo mismo ayudar a vivir a alguien que está viviendo
que prevenir morir a quien está muriendo. Un tratamiento es considerado ineficaz si solo
preserva la inconsciencia o no permite acabar con la dependencia de la unidad de
cuidados intensivos. Cuantitativamente, un médico puede considerar infructuoso un
tratamiento para el que los datos empíricos demuestran que tiene menos de un 1% de
probabilidad de ser beneficioso para el paciente. El optar por el tratamiento o el dejarse
morir no puede decidirse con absoluta certeza, simplemente porque no existe una
relación estricta y específica entre la etiología y la enfermedad. Nuestro conocimiento de
una realidad empírica es siempre aproximado, probable. No podemos pedir al médico un
grado absoluto de certidumbre en sus decisiones. Por lo tanto, el enfermo está en su
derecho de continuar con un tratamiento que es considerado ineficaz, ya que no existe
una certeza absoluta. Para que una acción de omisión sea eutanásica, el tratamiento
omitido o discontinuado debe haber sido considerado útil por la profesión médica.

7. El argumento de que el principio del doble efecto es una forma de eutanasia activa.
A los médicos se les permite dar dosis en aumento de narcóticos cuando el dolor es
severo o al menos se presume, siempre que la intención sea aliviar el sufrimiento, a
sabiendas de que estas drogas pueden afectar la respiración y acelerar la muerte. Se
argumenta que si la muerte de la persona que desea morir no es un mal que se inflige
a la misma, entonces la doctrina del doble efecto no tiene relevancia para la
permisividad de la eutanasia voluntaria.

Respuesta crítica: Se puede proveer un cuidado óptimo paliativo para aliviar el dolor a la
mayor parte de los enfermos terminales. Las unidades de cuidados paliativos constituyen
un ejemplo de cómo es posible proveer una existencia lo más confortable posible al final
de la vida con cuidados de soporte que incluyen una atención integral a la persona. El
legalizar la eutanasia desviaría los esfuerzos y los avances que se han logrado en el
manejo del dolor y el cuidado paliativo hacia el camino fácil de acabar rápidamente con
los enfermos difíciles por medio de la eutanasia. Por otra parte, el acelerar la muerte por
intervenciones paliativas de manejo del dolor en pacientes terminales es aceptado ética y
legalmente siempre que la intención del médico sea aliviar el dolor y otros síntomas y no
el producir la muerte. Los médicos deben tener cuidado de no introducir drogas como la
morfina en grandes dosis, sin darle tiempo al paciente de que desarrolle tolerancia, ya
que puede deprimir la respiración. Una sedación desproporcionada, además, puede
causar la interrupción de la alimentación y la hidratación del paciente, que morirá de
hambre o sed en un estado de inconsciencia. En este caso, la eutanasia puede hacerse de
una forma escondida y es efectuada por una acción u omisión que conduce a la muerte
del paciente. Éticamente, el médico debe buscar el método de alivio del dolor que tenga
menos riesgo de abreviar la vida y todavía liberar al paciente de sufrimiento innecesario.

8. El argumento del deber de no imponer cargas pesadas a los parientes y seres


queridos. Algunos argumentan que cuando la Medicina moderna nos permite
sobrevivir por mucho más tiempo del que podemos cuidarnos a nosotros mismos,
existe un deber o responsabilidad de morir en consideración a los seres queridos, en
quienes recae el peso económico, para no imponerles cargas pesadas. En una
sociedad en que la disponibilidad de recursos para la práctica médica se halla muy
restringida, puede no ser ético el embarcarse en tratamientos extremadamente caros
para enfermos terminales. Podría llegarse a considerar ético el pedir suicidio asistido o
eutanasia por amor a los parientes cercanos, considerando que en la doctrina
cristiana hay instancias en que matar está justificado y a que se puede considerar que
la aceptación de Cristo de la cruz, o la aceptación de la muerte de los mártires, es un
acto equivalente al suicidio, ya que pudiendo evitar la muerte, la aceptaron, donando
su vida por los demás.

Respuesta crítica: Permitir que el médico asista al suicidio de enfermos terminales dejará
un impacto en otras personas que sufren por enfermedad, edad o debilidad. Esto
devaluaría las vidas de estas personas, que podrían verse presionadas a que ejerzan el
suicidio asistido. Mayor presión es ejercida si existen dificultades económicas, pero el
simple hecho de sugerir esto al enfermo es un signo de falta de generosidad. Los
enfermos terminales perderían los lazos con las personas que los acompañan en los
últimos momentos de la vida, tendrían que justificar su decisión de mantenerse vivos, en
vez de aceptar que la familia y la comunidad tienen el deber de cuidar a la persona hasta
el final, aunque resulte una carga y un sacrificio. El gesto de solidaridad que se pide a las
personas que acompañan al enfermo es liberarlo de presiones extras, ya tiene suficiente
con la enfermedad. Ayudar a descubrir, a través del sufrimiento, el significado de la vida
en su condición presente puede liberar al enfermo del sentimiento de abandono y
desesperación que significa encarar la muerte. Para que un enfermo se sienta tratado con
dignidad, debe tener confianza en que las personas que lo acompañan van a estar con él
hasta el final y proteger su derecho a la vida. Tampoco se puede interpretar la aceptación
voluntaria de la muerte de Cristo como un acto de suicidio. Cristo nos ha enseñado que la
vida tiene como meta la unión con Dios y su cruz fue una forma de ofrecimiento a Dios. El
suicidio, en cambio, es un acto en que la persona se vuelve sobre sí misma y busca la
muerte sin perseguir dicha unión. Los mártires nunca aceptaron la muerte bajo la premisa
de evitar una carga sobre ellos mismos o sobre sus parientes o hermanos en la fe. Al
contrario, aceptaron con humildad la indignidad y el sufrimiento de su muerte por una
causa superior, la unión con Dios. Este criterio no tiene nada que ver con la eutanasia o el
suicidio.

Reflexión ética

Prácticamente todas las tradiciones religiosas consideran la vida como un don de Dios,
que nos es dado y retirado en el momento que Él elige; el suicidio no puede ser nunca una
opción ética. Ya Aristóteles afirmó que el suicidio es un acto injusto y no puede ser
permitido, no porque vaya en contra del individuo, sino porque va en contra de la
comunidad. Además, la vida humana tiene un valor y dignidad en sí misma a causa de que
se trata de la vida de una persona. La vida física es constitutiva de la persona y condición
para su existencia, es el valor fundamental de la persona y por lo tanto no puede ser
valorado con criterios que son menores y relativos y tampoco puede ser declarada a la
disposición de otros. Por otra parte, como cristianos, creemos que Dios sostiene a las
personas en el sufrimiento y, por lo tanto, buscar activamente el final de la vida
representa una falta de fe en la promesa Divina. El quitar la vida es usurpar la
prerrogativa que tiene Dios sobre la vida de cada uno. También como cristianos tenemos
la obligación de apoyar y estar con aquellos que sufren y creemos que el sufrimiento nos
acerca a Cristo, identificándonos con su cruz y participando en la redención. Parte del
problema con el debate actual sobre la eutanasia está en que no se da ningún valor al
sufrimiento, cuando este puede ser ocasión para que la persona profundice en su propia
existencia, se reconcilie y encuentre un sentido transcendente a su vida. El dolor y el
sufrimiento es algo que no interesa, que no conviene, de lo que es mejor no hablar. El
hombre de hoy tiene muy poca tolerancia ante el dolor, más bien lo teme. Este temor se
debe a poner una excesiva preocupación en el cuerpo, olvidándose del ser espiritual, a
poner como meta placeres momentáneos de la vida, y al progreso de la técnica, en que
gracias al tratamiento del dolor por analgésicos y por el uso de la anestesia, el hombre de
hoy está mucho menos familiarizado con el dolor que sus antecesores y, por tanto, le
teme más. Ha llegado a rechazarse tanto el dolor, que se acepta más la muerte que el
dolor o el sufrimiento. El proceso contemporáneo de no aceptación del sufrimiento está
dando como resultado la aceptación social de la eutanasia. El sufrimiento, sin embargo,
da lugar a una experiencia espiritual y se puede encontrar significado a la vida que queda
cuando uno se enfrenta a una enfermedad que no tiene curación. La espiritualidad
fortifica a la persona que sufre y la capacita para aceptar la condición en que se
encuentra.
Aun considerando que la vida pueda llegar a ser irresistible, la cuestión final es que la vida
no puede ser tomada y el suicidio no es ético. La cuestión que surge es si los creyentes
tienen el derecho de extender sus propias creencias personales a la población entera,
incluyendo ateos, agnósticos y aquellos que se rigen por lo secular. Los creyentes sí tienen
este derecho porque se trata de algo que compete a la vida misma, independientemente
de la religión y, por tanto, es posible encontrar una solución racional. Tanto los creyentes
como los no creyentes han de estar de acuerdo en que la vida y la muerte no nos
pertenecen por completo, nos han sido dadas. No todo es autónomo en el ser humano.
No nos damos la vida a nosotros mismos, la hemos recibido de nuestros padres y nos
debemos a ellos y a la sociedad a la que pertenecemos. Por lo tanto, no tenemos un
dominio absoluto sobre nuestra vida y no podemos tomarla. Este argumento refuerza
todos los argumentos críticos en contra de la eutanasia, ya que la calidad de la vida no
puede tener mayor valor que la vida misma, la autonomía del enfermo no puede ser
absoluta en cuanto se refiere a su vida misma, la verdadera compasión no puede consistir
en eliminar al que sufre, el sufrir no puede ser razón suficiente para aceptar el suicidio, el
dejar morir está en el contexto de aceptar la muerte como un proceso de la vida misma, y
aliviar el dolor y el sufrimiento es ayudar a la vida. Tratar el cuerpo como si fuera un
objeto que puede ser destruido viola la dignidad intrínseca de la persona. Tenemos la
responsabilidad y el deber de cuidarnos los unos a los otros hasta el final de nuestra vida.
Debemos distinguir entre poseer algo como la vida y el hecho de poder asumirla. Nuestra
vida la hemos recibido, no es un objeto que podamos poseer, más bien somos
responsables de lo que hacemos con nuestra vida, somos capaces de tomar opciones y
esta posibilidad nos hace ser capaces de asumir nuestra vida. Somos seres personales
vivientes, pero no poseemos nuestra vida como si fuera un objeto.

Posición de la Iglesia frente a la eutanasia

La eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y


moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley
natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y
enseñada por el Magisterio ordinario y universal. Semejante práctica conlleva, según las
circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio.
Ahora bien, el suicidio es siempre moralmente inaceptable, al igual que el homicidio. La
tradición de la Iglesia siempre lo ha rechazado como decisión gravemente mala. Desde el
punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral, porque comporta el rechazo del
amor a sí mismo y la renuncia a los deberes de justicia y de caridad para con el prójimo,
para con las distintas comunidades de las que se forma parte y para la sociedad en
general. En su realidad más profunda, constituye un rechazo de la soberanía absoluta de
Dios sobre la vida y sobre la muerte, proclamada así en la oración del antiguo sabio de
Israel: «Tú tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte.
Compartir la intención suicida de otro y ayudarle a realizarla mediante el llamado «suicidio
asistido » significa hacerse colaborador, y algunas veces autor en primera persona, de una
injusticia que nunca tiene justificación, ni siquiera cuando es solicitada. «No es lícito —
escribe con sorprendente actualidad San Agustín— matar a otro, aunque éste lo pida y lo
quiera y no pueda ya vivir... para librar, con un golpe, el alma de aquellos dolores, que
luchaba con las ligaduras del cuerpo y quería desasirse». La eutanasia, aunque no esté
motivada por el rechazo egoísta de hacerse cargo de la existencia del que sufre, debe
considerarse como una falsa piedad, más aún, como una preocupante «perversión» de la
misma. En efecto, la verdadera «compasión» hace solidarios con el dolor de los demás, y
no elimina a la persona cuyo sufrimiento no se puede soportar. El gesto de la eutanasia
aparece aún más perverso si es realizado por quienes —como los familiares— deberían
asistir con paciencia y amor a su allegado, o por cuantos —como los médicos—, por su
profesión específica, deberían cuidar al enfermo incluso en las condiciones terminales más
penosas.
Ciertamente existe la obligación moral de curarse y hacerse curar, pero esta obligación se
debe valorar según las situaciones concretas; es decir, hay que examinar si los medios
terapéuticos a disposición son objetivamente proporcionados a las perspectivas de
mejoría. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio
o a la eutanasia; expresa más bien la aceptación de la condición humana ante la muerte.

Lo que dice la Biblia

La muerte es un evento natural. Algunas veces Dios permite que una persona sufra
mucho antes de que la muerte llegue; otras veces, el sufrimiento de la persona se acorta.
Nadie disfruta del sufrimiento, pero esto no justifica el determinar que una persona está
lista para morir. Con frecuencia, los propósitos de Dios son cumplidos a través del
sufrimiento de una persona. “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad
considera, Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después
de él.” (Eclesiastés 7:14) Romanos 5:3 enseña que las tribulaciones producen paciencia.
Dios se preocupa por aquellos que imploran que la muerte termine sus sufrimientos.
Dios otorga un propósito a la vida aún hasta su final. Solo Dios sabe lo que es mejor, y Su
tiempo aún en la muerte de uno, es perfecto.
Al mismo tiempo, la Biblia no nos ordena hacer todo lo que podamos para prolongar la
vida de una persona. Si una persona ha sido mantenida viva sólo por máquinas, no es
inmoral apagar las máquinas y permitir que la persona muera. Si una persona ha estado
en un persistente estado vegetativo por un prolongado período de tiempo, no sería una
ofensa a Dios el desconectar los tubos o máquinas que estén manteniendo viva a la
persona. Si Dios deseara mantener viva a una persona, Él es perfectamente capaz de
hacerlo sin la ayuda de tubos y/o máquinas.
Tomar una decisión como ésta, es muy difícil y doloroso. Nunca es fácil decirle a un
médico que suspenda lo que sostiene la vida de un ser querido. Nunca debemos buscar
terminar la vida prematuramente, pero al mismo tiempo, tampoco debemos preservar
una vida tanto como sea posible. El mejor consejo para cualquiera que enfrente esta
decisión es orar a Dios por sabiduría respecto a lo que Él quiera que hagas (Santiago 1:5).

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