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2. Otra de las propuestas que ha generado polémica ha sido en materia de corrupción. Lo que
propone Duque es reducir inventivos económicos de funcionarios que hagan parte de actos de
corrupción, además ha afirmado que “en un gobierno del Centro Democrático, las empresas,
representantes legales, miembros de junta y funcionarios que sobornen o reciban sobornos no
podrán volver a contratar con el Estado ni aspirar a cargos públicos”. De esta manera, Duque
planea acabar con la corrupción y por supuesto, con la mermelada.
Esta propuesta ha sido bien recibida por los ciudadanos, sin embargo, muchos sectores de la
sociedad han afirmado que aunque es una propuesta viable, no es la solución a la corrupción ni
a los problemas de Colombia. Evidentemente se necesitan cambios más grandes, es por esto
que Duque ha destacado que los funcionarios públicos como concejales y congresistas, no
podrán estar por más de tres periodos en su puesto. Es así como planea aumentar la participación
política de los ciudadanos.
Teniendo en cuenta esto, el debate por propuestas como estas se ha centrado específicamente
en las ventajas y desventajas de reducir los incentivos económicos para la corrupción, el
aumento de responsabilidad jurídica y la transparencia en el sistema judicial.
3. Otra de sus propuestas controversiales es que el Congreso tenga la capacidad de elegir a los
magistrados de las altas cortes y de contratación. Muchos han criticado esta propuesta, pues
afirman que esto beneficiaría a Uribe en cuanto a la evasión de sus investigaciones, favorecería
la corrupción y aumentaría la mermelada. Es controversial teniendo en cuenta el historial de
Colombia en cuanto a la elección para cargos públicos. Los ciudadanos creen que esta sería una
forma del Congreso para pagar por favores recibidos y poner a familiares y amigos en el
gobierno, en este caso en las altas Cortes, tomando como ejemplo el caso de la Yidispolítica.
Quienes están a favor de la propuesta, han afirmado que esto ampliaría la participación del
Congreso en cuanto a licitaciones públicas y que más allá de aumentar la mermelada, frenaría
la corrupción y permitiría que funcionarios públicos ascendieran de cargo por meritocracia y
no por conveniencia.
Igualmente preocupante nos resulta que Duque proponga crear garantías de responsabilidad jurídica y de
incentivos a la inversión. Volver a los tiempos de los contratos de estabilidad jurídica sería inconveniente,
pues abriría un hueco adicional en las finanzas públicas. Además, no conocemos evidencia alguna de que las
exenciones parciales otorgadas por el gobierno de Uribe hayan aumentado el empleo o el desarrollo.
La propuesta de Duque de disminuir el gasto y priorizar la inversión es obvia, etérea, poco novedosa (ya lo ha
hecho el gobierno de Santos) y, sobre todo, poco creíble viniendo del Centro Democrático. Como bien ha
demostrado Oskar Nupia, Uribe subió el gasto como proporción del PIB de 14 % a 18,4 %. Uribe gastaba
apenas un peso en inversión por cada cuatro pesos en funcionamiento (un verdadero gobierno “derrochón”),
mientras que Santos en promedio se ha gastado un peso en inversión por cada tres pesos en
funcionamiento. Por lo tanto, la promesa de Duque de racionalizar el gasto priorizando la inversión equivale
a decir que hará lo que ha hecho Santos, quien reversó lo que hizo Uribe. Esto nos resulta poco creíble, por
decir lo menos.
En suma, las propuestas fiscales de Duque son poco realistas, poco factibles, poco novedosas y, sobre todo,
inconvenientes. Brilla por su ausencia una explicación de cómo balanceará las delicadísimas finanzas de la
Nación hacia adelante, gastando lo que el país necesita sin perder el grado de inversión. Todos los
economistas sabemos que la única forma de lograrlo es con una reforma tributaria, que deberá
inexorablemente aumentar las tarifas que pagan los más ricos de Colombia (máxime si queremos reducir los
impuestos que pagan las empresas). No aparece absolutamente ninguna referencia de Duque al respecto, lo
cual es preocupante y poco honesto con el electorado.
En materia de crecimiento económico, varias de las propuestas de Duque no son en realidad propuestas, sino
manifestaciones de intenciones. Propone, por ejemplo, “buscar un crecimiento de la economía, expandiendo
la clase media y reduciendo la pobreza”. No se entiende con claridad cuál es la propuesta allí.
Encontramos conveniente su propuesta de adelantar acciones para aumentar la oferta exportable, aunque lo
que propone para hacerlo (mecanismos alternativos de financiación y acompañamiento técnico) ya se hace
hoy en día.
En cuanto a propuestas para el sector rural, estamos de acuerdo con fortalecer la provisión de bienes
públicos agropecuarios. Pero tenemos dudas acerca de la conveniencia y factibilidad de dar incentivos
tributarios para la inversión en el agro. ¿De dónde saldrá la plata para pagar estos incentivos? Además, la
historia (particularmente la historia del gobierno Uribe) nos muestra que en muchas ocasiones los subsidios
agropecuarios han sido ineficientes, y que corren un alto riesgo de ser asignados sin seguir criterios técnicos
y con sesgos políticos.
Otro aspecto francamente preocupante es que Duque no plantee absolutamente ninguna solución a la
inmensa desigualdad en la tenencia de la tierra, y que tampoco haga mención alguna a la necesidad de dar
asistencia técnica y acompañamiento a los pequeños productores. Estos últimos solo aparecen mencionados
como agentes que podrán ser integrados a los procesos agroindustriales.
En resumen, los pequeños productores y los campesinos sin tierra parecen tener en la política de Duque el
rol de empleados, jornaleros y asociados, y no el de pequeños propietarios eficientes que provean el
alimento de los colombianos.
Sobre este punto lo que hay que decir es claro y poco. Duque tiene una buena hoja de vida. Ha realizado
estudios en prestigiosas universidades estadounidenses, ocupó un alto cargo en el BID (Banco
Interamericano de Desarrollo) y realizó una muy buena gestión como senador, presentando proyectos como
la Ley de ampliación a la licencia de maternidad y la Ley Naranja. Esta excelente hoja de vida carece, sin
embargo, de la mínima experiencia como administrador. Es claro que un presidente puede asesorarse muy
bien por su gabinete, y que la microgerencia es indeseable; pero un candidato a jefe de Estado debe mostrar
evidencia de su experiencia administrativa y capacidad de ejecución.
Sobre estos aspectos también consideramos que lo que hay por decir es poco y es claro. No hemos podido
ver mucho del carácter de Duque, pues éste se ha enfocado fuertemente en remedar el carácter del
expresidente Uribe. Sobre su estilo de liderazgo tampoco tenemos mucha evidencia, principalmente porque
no lo hemos visto liderando ningún cargo aún en su trayectoria.
Sin embargo, es justo decir que en lo que va corrido de la campaña, se evidencia más bien un liderazgo
externo: nuevamente, el del expresidente Uribe. Creemos que es muy inconveniente para la democracia
colombiana que un candidato a jefe de Estado tenga de antemano un jefe de facto que no está sujeto a
rendición de cuentas, y que no respetó plenamente durante sus gobiernos la división de poderes.
En este sentido, creemos que una presidencia de Duque pondría en peligro principios fundamentales de
nuestra democracia, y podría dar lugar al surgimiento de más poderes para-institucionales de los que ya
tenemos.
* Allison Benson es estudiante de PhD en Desarrollo Internacional del London School of Economics and
Political Science (LSE) y Andrés Trejos es estudiante de PhD en Economía del University College London.
https://www.ivanduque.com/propuestas/justicia/2