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BREVE RESEÑA HISTORICA DE LA DANZA DE LOS DIABLOS

Autor: Prof. Juan Rojas Cabanillas.

Fue por al año 1822 que el cura Luis Castañeda, párroco de San Marcos, luego de acordar con
los regidores de ese entonces Srs: Cayetano Abanto, José Álvarez, Bartolo Carrera, Juan
Idelfonso López y Tomás Mendoza. Encargaron y obligaron a los indios de la Guaranga de Milco,
para organizar esta celebración, teniendo en cuenta dos aspectos:

1. Milco era un lugar muy saludable y su gente gozaba de muy buena salud, libre de las
fiebres palúdicas, propias del valle sanmarquino.
2. Porque en Milco y en aquel entonces, las cosechas de maíz, frejol, trigo y otras
menestras, se presentaron muy buenas y abundantes.

Para acompañas a los de Milco en la celebración, aquí en la ciudad, las autoridades obligaban a
cada centro poblado de los alrededores (hoy caseríos) a presentar una danza que constaba de
seis individuos. El encargado o mayordomo, contrataba seis jóvenes que tenían sus disfraces
propios y que se ponían zapatos solo para dicha fiesta.

Estos tales jóvenes tenían el solemne compromiso de bailar de diablos durante doce años
seguidos, su pena de que si no cumplían, cuando muriesen su alma se la llevaría el demonio.
Hubo casos de hombres tan devotos que cumplieron dos y hasta tres veces este compromiso;
tal es el caso de don Leovigildo Arrilucea, quien aparte de ser el mejor diablo que bailaba al uso
antiguo, este año (1997) acaba de cumplir su cuarto periodo, es decir los cuarenta y ocho años
seguidos que viene bailando.

El mayordomo encargado llevaba primero sus danzantes a su casa, donde les daba un almuerzo
especial, cuy entero, con papa y arroz de trigo, buena chicha y a cada le pagaba cincuenta
céntimos de sol (S/. 0.50).

Luego acompañado de un tocador de violín y con sus calabazos de chicha en una alforja, iban al
pueblo a presentarse ante las autoridades, quienes le señalaban su turno para bailar.

Comenzaban siempre en la esquina principal de la plaza de armas, que es la esquina del Jr.
Leoncio Prado con Alfonso Ugarte; bailaban tres veces en cada esquina, dos marineras y una
cashua o huaino; la gente formaban un amplio círculo, los diablos al centro, por pareja, bailaban
con un zapateo propio, los pañuelos en alto en la mano izquierda, el rebenque o chicote en la
derecha, la cabeza cubierta con la máscara, atada y reluciente, de la cintura hacia abajo el
faldellín y arriba una blusa como la de mujer, con cintas cruzadas por los hombros y pequeños
espejos en el pecho; todo de colores vivos y brillantes; dos diablos bailaban alrededor, eran “los
Galanes”; terminado su tercer baile se habría el círculo de gente y los diablos saltando y
haciendo mil piruetas y haciendo sonar sus chicotes hacia la otra esquina con el tono marcial
que le tocaba la banda y cuya letra es la siguiente:

EL LUNES NACIO LA NIÑA


EL MARTES SE BAUTIZO
EL MIERCOLES FUE AL COLEGIO
EL JUEVES SE RECIBIO
EL VIERNES ESTUBO ANCIANA
EL SABADO SE MURIO;
EL DOMINGO YA DE NUEVO
LA NIÑA RESUCITO
CHIN CHIN… PACHACHAC
CHIN CHIN… PACHACHAC
Comenzaban a bailar a las once de la mañana del día sábado y el turno de danzas duraba hasta
las cuatro o cinco de la tarde; esto para los del campo. Por la noche y con la banda de músicos,
salían a bailar los jóvenes de la ciudad y esto se llamaba la contradanza.

En aquellos tiempos solo bailaban hombres y si alguna chica se decidía a bailar, no se ponía
máscara en la cabeza, sino que sobre el sombrero se ponía un velo oscuro y se llamaba “La
Dama”.

Al siguiente día, domingo, se repetía la cosa, con gran mortificación para los comerciantes y
vendedores ambulantes, porque los diablos bien disfrazados y borrachos se convertían en
ladrones y arranchaban las cosas al paso, saltando y brincando de una esquina a otra; por eso
algunos vendedores se preparaban con palos para pegarles en las manos; a eso de las doce del
día domingo, después de la misa, sacaban a procesión la imagen del santo, en sus andas
adornadas con los mejores frutos de la tierra; chiclayos, camotes, toronjas, mazorcas de maíz,
espigas de trigo, etc. La gente acompañaba a la vuelta de la plaza, tocaba la banda de músicos,
repicaban las campanas, los cohetes atronaban el espacio y los diablos muy tranquilos y
seriecitos, seguían a la procesión, pero solo llegaban a la puerta de la iglesia y allí se quedaban
mientras un grupo de beatas con voz ronca y desentonada se despedían del Santo cantando:

SAN ISIDRO TANTARAICO,


COSTILLAS DE PALO DE HUAYO
SI NO TE CUELGAN LOS CHOCLOS
TE COLGARAN LOS CHICLAYOS.

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