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CRÍTICA A “APUNTES SOBRE TRANSICIÓN NEOLIBERAL, CARÁCTER

DEL PERÍODO Y ESTRATEGIA DE RUPTURA INSTITUCIONAL DE MASAS


Y REFUNDACIÓN DEMOCRÁTICA”

Concepción – 26 DE JULIO DE 2013


Soc. Carlos Lafferte

De la 2ª Parte: “El nuevo período de la lucha de clases en el país”

2.1 Introducción

Luego que en la primera parte del documento objeto de nuestra crítica


(DO) sus autores pretendieran dar sustento a un análisis sobre la
llamada “transición a la democracia” en Chile (de cuyas inconsistencias,
falsedades y equivocaciones procuráramos dar cuenta en nuestra
trabajo anterior), nos encontramos con que la segunda parte de su
insustancial obra se abre asegurando que un improbable, “modelo
neoliberal”, se vino a instalar en nuestra formación a partir de ciertos,
“cambios en la base material del modo de producción, el patrón de
acumulación” (p. 2).

Acerca de la inexistencia del artefacto ideológico denominado


“neoliberal” y de los funestos efectos que su uso tiene sobre las
prácticas políticas en el campo popular ya nos extendimos latamente en
nuestro examen anterior (pp. 2-8 y en algunas posteriores). Además, en
éste último adelantábamos que el proceso vivido en lo económico por
nuestra formación económico-social (FES) durante la dictadura cívico-
militar fue, en rigor, de imposición y despliegue de un modelo de
dominación/explotación que sirve los intereses de la fracción
burguesa hegemónica, la Monopólico Financiera, la cual es
encarnada por fusión del capital industrial con el bancario, con
predominio de éste último, en el contexto de un ingente proceso de
centralización y concentración de los capitales por parte de los
representantes de dicha fracción. Lo que acontece desde entonces es de
un claro escenario de Monopolización del conjunto de la
infraestructura, de los medios de producción, distribución e intercambio,
en manos de una puñado de multimillonarios aliados al gran capital
transnacional, determinándose con ello, en última instancia, una FES
que exhibe hoy niveles extremos de explotación, desigualdad e iniquidad
en la distribución de la riqueza social, depredación de los recursos
naturales, destrucción del medioambiente y de los hábitats y formas de
vida de múltiples comunidades. Ahora bien, como en el ámbito del
Sistema Capitalista Mundial (SCM) vivimos tiempos de transición
imperialista, de transnacionalización de las FES, en que la composición
económica no puede comprenderse tan sólo desde la perspectiva de la
relación de subordinación de unas naciones con otras, ya sea a través
de la inversión o el intercambio comercial, si no como el desarrollo de
una nueva etapa de la economía mundial donde el capital monopólico
transnacionalizado absorbe partes de la economías de las naciones para
incorporarlas a ciclos mundiales de valorización del capital, debemos
concordar que en la actualidad asistimos al incontrastable dominio del
capital Monopólico Transnacionalizado (MT), lo que nos concierne como
FES inserta periférica y contributivamente en aquel SCM ya universal.

Dicho desarrollo desigual y combinado, tiene también incidencia, en


última instancia, en los ámbitos de lo ideológico y lo político-social,
habiéndose llegado a enseñorear en las mentes de la gran mayoría de la
población los antivalores del individualismo, la discriminación, el
racismo, la insolidaridad, el patriarcado, el arribismo, el irrespeto, la
intolerancia, las prácticas autodestructivas, etc., a todo lo cual
coadyuvan los medios y recursos ideológicos e informativos, detentados
o influenciados en su inmensa mayoría por el capital financiero.
Finalmente, dentro del orden de lo jurídico-político, podemos constatar
que se ven exacerbados los sacrosantos derechos de propiedad y la libre
empresa (que resguardan, a fin de cuentas, sólo los intereses del
conjunto de la clase dominante), así como la venalidad y arbitrariedad
de un ordenamiento político, espurio desde el origen, que no asegura
siquiera los estándares mínimos de una democracia formal o liberal.

De otra parte, nos merece bastantes reparos el que en los primeros


párrafos del DO se defina el modo de producción capitalista (MPC) como
un objeto real y concreto, junto con restringirle al ámbito de lo
económico (las relaciones de producción en sentido estricto). Engels,
esquemáticamente,1 nos ilustra al respecto que el concepto modo de
producción comprende diversos niveles e instancias: lo económico, lo
político, lo ideológico y lo teórico, con posibilidades de ser aplicada una
mayor división. Junto a ello, el compañero de luchas de Marx nos aporta
que el tipo de unidad que caracteriza un modo de producción es el de un
todo complejo con predominio, en última instancia, de lo económico.
Añadamos a lo dicho que el modo de producción, ya sea esclavista,
feudal, asiático, capitalista, etc., constituye un objeto formal-abstracto
que no existe, en sentido estricto, pero que en el campo de la

1
Ver fragmentos del “Anti-Dühring” traídos a colación en “Sobre el Modo de Producción Asiático”, pp. 138-
139 y 146. Ediciones Martínez Roca, S. A.; 2ª Edición. España, diciembre 1972
epistemología nos es útil para lograr aprehender los objetos reales-
concretos (nos permite pensar y conocer una totalidad social). Es decir,
el DO yerra, así sin más, cuando se enuncia allí que la “base material”
del MPC sería el patrón de acumulación, con lo cual se pretende
establecer que una base concreta, material, determinará –directamente-
un modo de producción también de carácter material, en circunstancias
que si bien aquel patrón es un objeto concreto, históricamente
determinado, el concepto MPC –formal y abstracto- no deriva ni lineal,
expresiva o analógicamente de él. Antes bien, el patrón de acumulación
capitalista vigente en Chile, el que se impusiera a poco de perpetrado el
Golpe militar de 1973, el primario exportador con ventajas
comparativas, implica que en nuestra formación el dominio corresponde
a lo conceptualizado como MPC y, por ello, el papel predominante lo
detenta lo económico, lo que no es sino el efecto del predominio en
nuestra formación de dicho modo, el que a su vez se caracteriza, en su
integridad teórica, por el papel predominante que detenta lo
económico.2

Seguidamente, nos llama la atención la carente de base y discrecional


periodización efectuada por los autores del DO (p. 2), en referencia a la
dominación burguesa y la lucha de clases entre 1983 y hasta hoy.
Pasamos a proponer otra, basada en hechos de la realidad concreta de
cada etapa y a la que agregamos una previa a las explicitadas en el DO:

1.- 1977-primera mitad de 1981: de maduración del capital


monopólico financiero (CMF), reestructuración de lo jurídico-político por
el bloque dominante y aplastamiento del movimiento popular.
Etapa caracterizada por la estabilización y pleno desarrollo del
modelo de dominación/explotación del CMF, impuesto a partir del Golpe
(pero con énfasis desde 1974-1975) e inserto a su vez en la nueva
división capitalista mundial del trabajo. En 1977, la economía se
recuperó, lo que se expresara en un crecimiento del PIB de un 9,9%,
ello luego de una severa recesión causada por la aplicación de las
medidas contenidas en El Ladrillo, en abril de 1975. Esta última
debacle fue aprovechada por el CMF y los protegidos de la Junta a fin de
propiciar una verdadera “primitive accumulation” vernácula, para lo que
se sirvieron de la devolución de empresas antes estatizadas y otras que
se privatizaron, junto con el inmenso caudal de créditos externos de los
que pudieron disponer en aquel entonces, permitiéndose de paso la
creación de un monopolizado y codicioso “mercado de capitales”; es
decir, uno a imagen y semejanza de ellos mismos. El crecimiento del

2
Ver al respecto El Capital, Tomo III, Capítulo LI, “Relaciones de distribución y relaciones de producción”
producto se mantuvo vigoroso durante el período: en 1978, anotó un
8,2%; el “79, un 8,3%, el “80, 7,8% y sólo en 1981, descendió al 5,5%.
La fracción burguesa monopólico-financiera había consolidado su
dominio; el movimiento popular (MP) estaba política y materialmente
derrotado;3 y el Boom económico4 abría las expectativas del bloque en
el poder acerca de lograr subordinar a la oposición burguesa y ampliar
su base social de apoyo entre la pequeña burguesía, e incluso dentro de
sectores de trabajadores.
El punto de partida de esta etapa está fechado en julio de
1977, cuando el chacal Pinochet anuncia el proceso de
institucionalización del régimen de excepción burgués, lo que traerá
consigo una renovada legalidad permanente: nueva Constitución y
término de la reestructuración del Estado burgués, gracias a la favorable
correlación de fuerzas alcanzada por la dictadura y sus aliados. Con
vistas a implementar dicho proceso, se plantean siete modernizaciones,
en los ámbitos de las relaciones laborales; el sistema de salud; la
educación; la previsión social; la organización de la producción agrícola;
la administración del Estado y la Justicia. Así, el Plan Laboral, la Reforma
Previsional (AFP), la Municipalización y privatización de la educación, la
reforma del sistema de salud, todos ellos apuntan a un doble propósito:
el imperio de la propiedad privada y del mercado como reguladores de
la vida social, terminando con la concepción de derechos sociales
adquiridos y reemplazándolos por servicios provistos por privados; 5 y al
mismo tiempo, romper con el espíritu solidario y colectivo, fomentando
el individualismo y la insolidaridad.
Dentro de ese cuadro y presentada como una forma efectiva de
“erradicación de la pobreza”, comienza la remoción de tomas y
campamentos desde las comunas de Santiago, Providencia, La Reina y
Las Condes hacia los nuevos municipios de la periferia metropolitana.
Entrados los “80s, incluso lo serán hacia Tarapacá y la Región del Biobío
(en los “90s, la exConcertación igualmente proseguiría con éste proceso
segregativo/disociativo). Tal desarticulación de redes sociales tiene base
en la doctrina de Seguridad Nacional, la cual cruza las políticas que la
dictadura implementó desde el Golpe de Estado. Y mientras el régimen
llevaba a cabo su guerra contra el pueblo, Pinochet y la DINA traficaban
coca a nivel internacional;
3
Para el PS y algún sector del MIR, la segunda derrota del movimiento popular se verifica en 1977 (luego de
la de 1973), cuando la dictadura cívico-militar logra asentarse debido a sus avances económicos y la franca
capitulación popular. Los primeros, lo especificaron así en su congreso en Argelia, donde inician la famosa
“Renovación” –más bien retroacción- del socialismo. Entre los segundos, Pascal Allende relata en su balance
para el IV Congreso de ese partido (1987), que algunos de sus dirigentes definían también aquel año como
un nuevo hito del desastre.
4
Gárate Chateau, Manuel, “La revolución capitalista en Chile (1973-2003), 2012, Editorial Universidad
Alberto Hurtado; pp. 262-297.
5
Íd., pp. 284-297.
2.- Segunda mitad de 1981-comienzos de 1983: de monopolización
acelerada de la FES y de un brusco despertar del descontento en
amplios sectores, ambos instigados por un aprieto económico previsible.
Etapa marcada por la crisis recesiva de fines de 1981 y comienzos
de 1983, enmarcada ésta en la “Crisis de la Deuda Latinoamericana” y
que sobreviniera luego de la sobreoferta anterior de créditos (basada, a
su vez, en la afluencia masiva de petrodólares), lo que provocaría una
interrupción de la expansión del CMF y del proceso de
institucionalización dictatorial, con nefastos efectos en la condiciones de
vida de millones de chilenos/as y que redundaría luego en el despliegue
de un gran movimiento antidictatorial.
En la segunda mitad del 1981 se desató una violenta crisis
recesiva, lo que redujo entonces la tasa de crecimiento del producto a
un 5,3%, pero que al año siguiente se vio reducida a nada menos
que un -14,3%. El desempleo, que en 1981 alcanzaba un 15,9%,
alcanzó en 1982 un 30,9%. La producción industrial, durante 1982, cayó
en un -22%; varios centenares de empresas quebraron. El Banco
Central se hizo cargo de los créditos impagos de la mayor parte de los
bancos privados; dos de estos se debieron cerrar y otros cinco fueron
intervenidos para así salvar el sistema financiero. El bloque en el poder
entró en un proceso de tensiones interno. Se resquebrajó la relación
entre el gobierno dictatorial y algunos grupos económicos. Los sectores
empresariales y gremiales se corporativizaron en defensa de sus
intereses, surgiendo las primeras voces críticas respecto de la Junta. El
grueso de la pequeña burguesía pasó a cuestionar las políticas del
régimen. Se estancó el proceso de institucionalización de éste último. En
el segundo semestre del “82, merced a unas precarizadas condiciones
generales de vida, el movimiento popular, que ya venía en alza desde
1980, se reavivó, lo que se expresó en un aumento de la organización
sindical, universitaria y poblacional, así como de las huelgas (legales,
semilegales e ilegales) y de las movilizaciones estudiantiles.6
Con todo, durante el período las ramas dinámicas de la producción
se han fortalecido, es decir las orientadas a la exportación; las ramas
industriales tradicionales de sustitución de importaciones se han
reducido al mínimo, con excepción de algunas que no producen bienes
comerciables internacionalmente, pero que son competitivas en lo
interno; se ha desarrollado y cobra cada vez mayor importancia relativa
el sector terciario no productivo: comercio, finanzas, servicios. El Estado
ya no marca la pauta del aparato productivo; la economía se ha
privatizado. Para resolver la crisis de la deuda, se aplicaron aquí los

6
Ver Gabriel Salazar y Julio Pinto: “Historia contemporánea de Chile III”. La economía: mercados,
empresarios y trabajadores. 2002; pp. 49-62
planes de ajustes monetaristas, los cuales permitieron resituar de mejor
forma nuestra FES en el contexto de la nueva división internacional
imperialista, al mismo tiempo que contribuyeron a la creciente
centralización y concentración de capitales en manos de unos pocos
grupos monopólicos, dejando a un puñado de estos a la cabeza de la
carrera y a otros fuera de la misma (por ejemplo, los “Pirañas” o BHC);

3.- 1983-1986: de retoma del proceso de nueva institucionalidad


capitalista y de remontamiento de la lucha antidictatorial (con un
desenlace desafortunado).
Es esta una etapa de carácter bifronte, donde podemos distinguir
un gran impulso de la lucha y organización populares, las cuales se
expresan en potentes ciclos de protestas nacionales (con un momento
álgido el 2-3 de julio de 1986), pero también de robustecimiento del
modelo MT. Desde fines de 1986, la dictadura cívico-militar dio un
nuevo impulso a su proceso de modernización e institucionalización.
Reinició la privatización de empresas estatales: CAP, FF.CC., ENDESA,
ENTEL, SQM, ENAP, etc., mediante su venta a precio de huevo a los
mismos buitres encargados de ellas, lo que produjo una capa de nuevos
ricos. Asimismo, procedió al ‘saneo’ de los bancos y empresas
intervenidas a raíz de la crisis de 1981-1982, devolviéndolas al sector
privado. Este proceso se vio respaldado por la tendencia a la
recuperación económica, pasando el crecimiento del PIB de un -0,7%,
en 1983, a un 6,3%, en 1984; luego el producto crecería 2,4%, en 1985
y un 5,6%, en 1986. El imperialismo norteamericano, asimismo, cesó
sus presiones hacia la dictadura, comprendiendo que ningún sector de la
burguesía era capaz de ofrecer una alternativa viable inmediata. De allí,
entonces, que pasara a apoyar su mantención hasta 1989, limitando sus
presiones a que la Junta presentase para el plebiscito que ya se
avizoraba a un candidato civil, el cual pudiese lograr un mayor consenso
entre los sectores dominantes que Pinochet.
El período se cierra, durante el segundo semestre de 1986, con la
derrota de la alternativa revolucionaria antidictatorial y -junto con él-
del MP. Ello se consigue gracias a la brutal e intensa represión ejercida
por las fuerzas del régimen en contra de los sectores más avanzados del
pueblo (encontrando fraccionados, por entonces, al MIR y al FPMR), así
como a nivel masivo (allanamientos mediante), y encuadrada en la
aplicación de los estados de excepción. Si bien esta es la segunda
derrota histórica del MP chileno en las últimas cuatro décadas,
igualmente se puede constatar la persistencia de un extendido
sentimiento de rebeldía entre la población, por lo que las FF.AA., con el
imperialismo y con el CMF, se allanan a negociar con la oposición
burguesa y el socialismo renovado. De hecho, es notorio el
acercamiento producido entre dicha oposición y la Junta a mediados de
1986, en el marco de las masivas y violentas protestas populares y de
situaciones como el intento de tiranicidio y el descubrimiento de la
internación de armas en el norte, todo lo cual atemoriza, tanto a las
fuerzas que sostienen al régimen como al conjunto de las que
conforman la oposición burguesa;

4.- 1987-1990: etapa de la verdadera transición a la democracia de


baja intensidad, protegida, gorila, con un MP abatido y confundido.
En ella, la dictadura cívico-militar termina de implementar todas
sus propuestas económicas, político-sociales y jurídico-políticas que
terminarían por sellar la refundación en términos capitalistas de nuestra
FES. Gran parte de estos cambios son respaldados por leyes orgánicas
“constitucionales”: definitivas unas, de los estados de excepción, de
partidos políticos, del banco central, de las FF.AA. y carabineros (ambas
en febrero de 1990), del congreso, de educación (en marzo), todas las
que facilitarían la privatización de las empresas que todavía eran
estatales (Emporchi, agua potable y alcantarillado, Polla Chilena, Metro,
mineras, etc.), etc.; otras, en etapa de formulación y espera de ser
desplegadas en los marcos de la democracia gorila: de bases generales
de la administración del Estado, de votaciones y escrutinios, etc.
Coadyuva a los cambios que se producen la bonanza económica del
período, lo que se expresa en variaciones del PIB que van desde un
6,6% en 1987, a un 10,6% en 1989, lo que a su vez permitió que en el
Gran Santiago, por ejemplo, mejorase como nunca después la
distribución de los ingresos (como razón entre el quintil más pobre y el
más rico).
Cristaliza el acuerdo “por arriba” entre la Junta y sus aliados con
los cabecillas de la exConcertación, el cual condujera –luego de 1990- a
una democracia de baja intensidad y que, en lo esencial, mantendría la
misma política económica y las políticas excluyentes y represivas contra
quienes osaran luchar por la justicia social para los pueblos de Chile. A
la par, se produce un acuerdo no explicitado a fin de echar un manto de
impunidad y silencio sobre los crímenes contra los DD.HH. cometidos en
dictadura y respecto de sus autores, cómplices, encubridores e
instigadores (por ejemplo, se deja a firme la Ley de Amnistía). En todo
momento las fuerzas del oprobioso régimen tuvieron la iniciativa y
manejaron con éxito la estrategia del ‘todo o nada’, mientras la
oposición negociadora aplicaba la lógica del ‘peor es nada’. Para Tomás
Moulian, la excepcionalidad de nuestra “transición” se debe a que es
aquí donde, “(…) mejor se logra preservar el edificio institucional del
autoritarismo, a través del esquema de la ‘democracia protegida’,
consagrada por la Constitución de 1980”.7 Sin embargo, debemos

7
Revista Proposiciones 25, 1994, p. 26
señalar que no es única ni exclusivamente gracias a ese espurio estatuto
que se mantuvo y continúa gozando de buena vida el modelo de MT,
puesto que existe todo un entramado jurídico e institucional, generado
en dictadura y consolidado bajo la seudodemocracia posterior, que
asegura su reproducción. A lo anterior también contribuye la
conformación, previo a 1990, de un nuevo Bloque Político de Estado
(BPE), el que incluye a la otrora oposición burguesa y que se
compromete a resguardar las bases del sistema;

5.- 1990-2000: de asentamiento de la democracia gorila y de todos los


amarres políticos pactados antes, lo que propendió al aseguramiento y
reproducción del modelo del CMF. Despliegue del nuevo BPE.
Los Grupos Mantenedores (GM) del modelo de
dominación/explotación (a los cuales identificáramos en nuestro análisis
anterior), representados por la exConcertación y toda su periferia, se
apropian de los cargos de la administración y gestión pública; época de
desinflamiento de las promesas de una vida mejor y verdadera
democracia; de apaciguamiento exitoso de la demanda social y
aplastamiento de las últimas expresiones de resistencia armada. De aquí
en adelante, con un velado interés chantajista, se hablará de la
existencia de una eterna “Transición a la democracia”, desatendiendo el
hecho que no es efectivo que nuestra formación haya transitado o lo
esté haciendo, en una especie de continúo, desde una situación
dictatorial a una democrática.
Rápidamente se hace notar dentro del nuevo ordenamiento la
mantención de la desigualdad para con las grandes mayorías, cuando
constatamos que el crecimiento del salario promedio sólo anota un 4,1%
entre 1990-1997, lo que contrasta con un PIB que crece un 7,1% en el
período (inclusive, la variación de éste alcanzó un 12,3% en 1992)8. En
la otra orilla, las ganancias del CMF llegan a niveles soberbios,
apuntalados por la seudodemocracia y la apertura de nuevos mercados
para la exportación de materias primas y algunas manufacturas.9
Durante esa década, las exportaciones de bienes y servicios –ambos en
millones de pesos de 1986- crecieron nada menos que en un 244,5% y
el IMACEC pasa de 131.1, en 1990, a 248,4, en 2000 (base 1986).10 En
suma, los ‘nuevos tiempos’ son un buen negocio para el gran capital.
Los gobiernos de turno tienen una permisiva política respecto de
varios actos de insubordinación de sectores de las FF.AA., mediante los
cuales estos buscaban mantener prebendas económicas, defendían
corporativamente sus robos del erario público y exigían impunidad para
con los crímenes de lesa humanidad que habían perpetrado hasta poco
8
Indicadores Económicos y Sociales de Chile 1960-2000, Banco Central de Chile, mayo 2001, p. 35
9
Íd., p. 37
10
Ibíd., p. 46-47, p. 82, respectivamente
antes. Al contrario, la exConcertación, sus “Oficinas” I y II (Consejo de
Seguridad Pública CSP y la Dirección de Seguridad Pública e
Informaciones DISPI, respectivamente) y las policías, se mostraron muy
decididas e inmisericordes a la hora de aplastar a los grupos
revolucionarios que habían sobrevivido a la dictadura. Por arte de
birlibirloque, la aplicación de la doctrina de la Seguridad Nacional da
paso a la de “Seguridad Ciudadana”, cambiando el enemigo interno por
el “miedo al otro”, incluyendo en ésta última categoría a los pobres, los
que no lucen de acuerdo al estándar, los “inconformistas”, todos los
cuales se convierten en candidatos a ser sometidos, reprimidos o
anulados. En vez de “la alegría que venía” (o tal vez porque no llegó), el
consumo de alcohol y de pasta base de cocaína pasan a enseñorearse
en las poblaciones de la mayor parte de las ciudades del país, con
graves efectos sociales y hasta políticos, permitiendo de paso avalar la
represión contra sectores populares ante “tanto delincuente drogadicto”.
Creemos que la elección como presidente del mal llamado
“socialista” Lagos (gracias a los votos del PC), a fines de 1999,
demuestra que la fracción socialdemócrata de los GM está más que
madura para hacerse cargo del ejecutivo y el tercer gobierno de estos
resultó ser todo un agasajo para los capitales monopólicos internos y
extranjeros: TLCs, concesiones de servicios públicos, CAE, aprobaciones
ambientales fraudulentas, etc. Es el lapso en que se da a conocer un
informe sobre torturas cometidas bajo dictadura sin que sean
nombrados los torturadores, de unas irrelevantes reformas a la Carta de
1980 y que estuviera salpicado de unos sabrosos casos de corrupción;

6.- 2000-2010: el modelo MT se mantiene invicto (pese a la crisis


asiática), mientras que la democracia de baja intensidad muestra sus
insuficiencias, con algunos brotes de descontento popular, pero sin
llegar a verse seriamente cuestionada.
El peculado de la casta política se hace costumbre y de ello nos
informamos de tanto en tanto.
Los niveles de desigualdad e injusticia social quedan más en
evidencia. La desigualdad en cuanto a salarios entre los quintiles V y I
es mayor en 2007 que en 1989 (razones 14,75 y 18,4,
respectivamente). El crecimiento del salario promedio sólo registra un
1,9% entre 1998-2007; es decir, la mitad respecto del decenio anterior
(4,1%), mientras que otro tanto ocurre con el salario mínimo: 3,9% y
5,2%, respectivamente, en circunstancias que la variación del PIB entre
1990-2007 alcanzara un 5,4%. A su vez, aquellas condiciones generan
graves y extendidos problemas de salud mental, tales como la
ocurrencia de suicidios (entre 1990 y 2003 estos se incrementaron en
un 50%). Lagos y su pandilla legan para la posteridad y para desgracia
de millones de chilen@s, una nueva forma de intervención del capital
financiero en la educación: el CAE, así como un sufrimiento diario para
los santiaguinos de a pie: el Transantiago.
Mientras los GM siguen con su cuento del lobo sobre el fin de la
“transición a la democracia”, en que diferentes e insulsos momentos
habrían anunciado su plena vigencia, tal como los acuerdos de 2005
entre la exConcertación y la Derecha, efectuados con el fin de ‘civilizar’
algunos dispositivos y cierta legalidad dictatoriales (que no cambiaron
en nada las bases del modelo), entre abril y junio de 2006, Chile se ve
sacudido por la potente “Revolución Pingüina” (con un antecedente
anterior, “El Mochilazo”, de 2001), la que arrastra a las calles a cientos
de miles de estudiantes y profesores. Inicialmente, esta revuelta,
considerada el primer gran Movimiento Social en Chile en la
seudodemocracia, se activó por demandas básicas de infraestructura en
un Liceo de Lota y prontamente, respecto de las mismas, se sumaron la
mayoría de los liceos y escuelas públicas, añadiéndose a esas peticiones
otras de carácter inmediato: pase escolar 365/24, gratuidad de la PSU,
reforma de la JEC, etc. En un ejemplo del cómo las demandas
economicistas e inmediatas pueden escalar hasta constituirse en
verdaderas prácticas políticas populares, siempre que ellas cuenten con
un adecuado y democrático tratamiento al interior de la organización
social, junto con una conducción del proceso a cargo de sus sectores
más consecuentes y rupturistas, dicho movimiento consiguió cuestionar
toda la Educación heredada de la dictadura, LOCE incluida, y a exigir
condiciones mínimas de calidad e infraestructura, logrando de paso
poner en evidencia la incompetencia del orden “democrático”. Su
desenlace fue fallido, no porque escaseara la audacia de las bases y la
masividad de sus demostraciones, sino por un factor que continúa
siendo el talón de Aquiles del MP y sus dirigentes (incluidos los que nos
autoproclamamos “revolucionarios): un insuficiente desarrollo y manejo
en los ámbitos de lo político e ideológico. Claro, tampoco faltó la
violentísima represión policial (dos jefes de FF.EE. se tuvieron que ir) y
el trabajo sucio político-ideológico de los GM, aliados con la derecha en
defensa del orden social que les legara la dictadura cívico-militar;

7.- Fines de 2010-…: de un creciente descrédito, tanto del modelo de


dominación/explotación como de la casta política civil que lo mantiene y
reproduce, alcanzando ello al empresariado. Activación de un gran MP,
que avanza las más de las veces sobre el ‘presentismo’, aunque con
algunos cruciales momentos transversales. Y de fondo, un sistema MT y
un patrón de acumulación maduros y funcionando a plena capacidad.
Cada vez es mayor la poca fe en ésta seudodemocracia y sus
portaestandartes, como que la vía electoral comienza a quedar fuera de
las estrategias de las fuerzas de la izquierda anticapitalista. El sistema
MT se encuentra más que maduro, tanto que ya no importa cuál de las
fuerzas del establishment se haga cargo de los poderes públicos, lo que
igualmente deja en la estacada a los GM, que desde el primer gobierno
de la Bachelet han comenzado a demostrar el agotamiento de su
venerado rol.
Es evidente la extrema y vergonzosa asimetría existente entre los
dos Chiles, el del 1% más rico y el resto de la población, así como la
existencia de un patriarcal y discriminador sistema laboral, y de todo
ello nos informa la OCDE11: el índice de desigualdad Gini, a 2015, es un
50% mayor en Chile que la media de esa instancia; somos la 4ª FES con
peor relación de ingresos entre el decil más rico y el más pobre; existen
elevadas disparidades regionales en las tasas de pobreza; la cantidad de
trabajadores temporales, a 2016, es 2,6 veces mayor en nuestro país
que el promedio OCDE; nuestros pésimos resultados en educación
tienen que ver con la creciente desigualdad de los ingresos; estamos
dentro de las formaciones con los menores porcentajes de impuestos
sobre la propiedad y a la renta; persisten las brechas de género en
cuanto a empleabilidad y salarios; el 52% de nuestras exportaciones
siguen siendo minerales (el cobre representa el 48% del total), un 61%
de los envíos son materias primas y sólo un 39% manufacturas. Resalta
el hecho que la informalidad, como proporción de los trabajadores
asalariados y por cuenta propia que no contribuyen al sistema de
pensiones, se situaba nada menos que en el 32% de la fuerza
laboral en 2015 y se ha mantenido estable desde 2006.
Paradojalmente, la OCDE (así como las IFI) recomienda más bencina
para resolver la conflagración: mayor flexibilización laboral, eliminar las
indemnizaciones por despido, aumentar las edades y los aportes para
efectos de jubilación, el crecimiento como la panacea y gracias a la
exportación con ventajas comparativas y echando mano de nuevas
fuentes de materias primas, focalizar como sea algún gasto social en los
sectores empobrecidos. Con todo, como dicha multilateral se haya
permeada de cierto racionalismo tecnocrático, sugiere que en nuestra
formación los empresarios no se hagan los tontos e inviertan más, a la
par de recomendar que sean incrementados, “los ingresos públicos
procedentes de los impuestos ambientales, de los impuestos sobre la
propiedad y a la renta (…) para aumentar la equidad y estimular el
crecimiento”12.
Esta es la década cuyas ¾ partes iniciales fueron signadas por el
apriete del cinturón a causa del estancamiento del patrón de
acumulación, azuzado a su vez por la crisis de las hipotecas basura o
subprime, la cual conmocionó el SCM a fines de la década anterior, pero
con efectos hasta inicios de la actual. A lo anterior se vino a sumar un
11
Estudios Económicos de la OCDE; Chile, febrero 2018, Visión General, en:
https://www.oecd.org/eco/surveys/Chile-2018-OECD-economic-sruvey-Spanish.pdf
12
Ídem, p. 3
fuerte deterioro en los términos de intercambio, visto desde nuestra
adscripción periférica del sistema (el BC informa que entre 2010 y 2015,
el índice de variación interanual de dichos términos pasó de 17,3 a -
4,4). El efecto acumulativo de las situaciones mencionadas derivó en
una ralentización de las tasas de ganancias del CMF, aunque sin que
llegaran a perder, pues la crisis, en última instancia, la pagó -y sigue
pagando- la clase trabajadora. Sólo en 2017, las ganancias de las
empresas internas ascendieron un 7,4% y las ventas un 9,4%,
expresándose el modelo MT en que únicamente 20 de un total de 665
empresas monopolizaron ¡el 50% de las ganancias!; en cambio, ese
año, el salario mínimo se incrementó sólo un 4,8% y el reajuste de l@s
trabajador@s del sector público representó apenas un 2,5%.
Lo acontecido en el plano de la política en lo que va recorrido
desde 1990, pero con especial atención desde fines de 2010, pone de
manifiesto que el sistema político en curso no es democrático ni
representativo de la soberanía popular, y que los diversos gobiernos a lo
largo de ésta supuesta democracia ‘recuperada’ no tienen interés en
resolver dicha impasse (o ‘crisis de representatividad’, al decir de cierta
sociología), ni siquiera en los marcos de una típica democracia liberal.
La calmada convivencia seudodemocrática de éste país vino a
romperse gracias a la gran movilización de los trabajadores del sector
público, de fines de 2010, en que a su tradicional petición de aumento
salarial unieron también demandas político-sociales. Durante dos meses,
se remeció el aparato público producto del paro y las multitudinarias
marchas, alcanzando un inmenso apoyo por parte de la ciudadanía. Para
nosotros, tal movimiento representa el debut de un renovado MP. No
obstante, desde ese momento y hasta nuestros días, los gobiernos de la
Nueva Mayoría (NM) y la derecha comenzaron a calificar de ‘antisocial’ y
hasta de ‘terrorista’ a todo/a aquel/lla que lucha consecuentemente por
cualquiera de las demandas y aspiraciones sociales de los pueblos y l@s
trabajador@s, ya sean ellas de carácter sectorial o nacional.

Al final del apartado introductorio del DO (pp. 2-3), sus autores plantean
que los cambios ocurridos en las últimas cuatro décadas en la
infraestructura de nuestra FES han inducido cambios en las estructuras
sociales y políticas. A continuación, afirman que ciertas definiciones:
izquierda-derecha, progreso-progresismo, reformas-reformismo,
tendrían un carácter obsoleto en los actuales tiempos de bestialidad
organizada. Sobre lo primero, no nos queda más que estar de acuerdo,
aunque faltó agregar que también se operaron cambios trascendentales
en la esfera de lo ideológico. Y es en relación con esto último –creemos-
que se han producido una serie de mutaciones en ciertas
categorizaciones, tales como las anotadas en segundo término. Ahora
bien, el que las definiciones planteadas tengan en la actualidad un
significado ambiguo o que aparentemente invistan una acepción alejada
de los estándares con que se los conociera en nuestra formación, no
debe depender de la clara intencionalidad de nuestros enemigos de
clase (así como de los sectores que otrora defendieran la causa popular
y que luego la traicionaron) por darles un contenido y sentido útil a sus
intereses, sino que, en rigor, el darles la acepción y alcances que les
corresponde dependerá de la decisión y las prácticas de los sectores
revolucionarios. Son estos los que deben trazar una línea de
demarcación rotunda entre las ideas verdaderas y las ideas falsas en el
campo de la lucha político-ideológica, una de las instancias que cobra
mayor preponderancia en el presente estadio de la lucha de clases.

2.2 Algunas características del nuevo período de la lucha de clases

Como es usual, el DO insiste en la realidad de lo que describe como


“capitalismo neoliberal”, el que al ser conjurado y en una especie de
revelación divina, nos permitiría avizorar todas las facetas vitales de
nuestra FES. El problema, nos parece, es que al ser bien otro el carácter
actual del capitalismo, monopólico-financiero y transnacionalizado,
aquella otra caracterización no serviría efectivamente para intervenir en
la contienda clasista y formular la estrategia de los revolucionarios
(como se pretende en el DO). Porque, de ser efectiva la existencia de
ese legendario “neoliberalismo”, ¿quién/es encarna/n la burguesía
‘neoliberal’ contra la cual combatir?, ¿en dónde reside el centro o los
centros de su poder, el cual o los cuales debemos golpear?, ¿cuáles son
sus debilidades?, ¿quiénes son sus aliados, amigos y neutrales?, ¿cómo
contribuye a estructurar el ser social?, etc. Todas estas cuestiones son
imposibles de resolver apelando a un ilusorio “capitalismo neoliberal”,
por cuanto el mencionado artefacto ideológico no tiene asidero en la
realidad, en el contexto de las relaciones sociales de producción de
nuestra FES y por tanto, no puede ni podría significar un aporte a los
esfuerzos teoréticos y prácticos de los/as revolucionarios/as.

2.2.1 La fusión de las antiguas fracciones burguesas:


Estabilidad de la dominación política por arriba

En realidad, es desastroso e ininteligible el cómo se enuncia en el DO los


cambios y fusiones ocurridos dentro de la clase dominante; las
transformaciones operadas por ella en los ámbitos económico, político e
ideológico de nuestra formación; su inserción en el siempre dinámico
SCM y las perspectivas de su dominación.

Insistimos que lo acaecido durante la dictadura cívico-militar en nuestra


FES, en las esferas de lo económico y político, fue, en rigor, de
imposición y despliegue de un modelo de explotación y dominación que
sirve los intereses de la fracción burguesa hegemónica, la Monopólico
Financiera, la que se encuentra fuertemente aliada al capital
transnacional.

Resulta que la constitución de aquella fracción de la burguesía aconteció


antes del derrocamiento de Allende y la UP. Los grupos monopólicos
tradicionales, de la etapa del desarrollo capitalista del mercado
administrado u orientado por los capitales monopólicos (1950-1970),
cuya conformación, despliegue y poder expusiera tan bien para el caso
chileno el otrora “radical” Ricardo Lagos, dan paso, entre inicios de los
“60s y entrado los “70s, a los grupos monopólico-financieros, los cuales
encarnan la fusión del capital industrial con el bancario, con predominio
de éste último (de hecho, cada uno cuenta generalmente con una
institución o red financiera que sirve de matriz y sistema nervioso del
mismo), en el contexto de un ingente proceso de centralización y
concentración de los capitales por parte de los representantes de dicha
fracción (Lagos alcanza a advertirlo, cuando anota que el largo proceso
de concentración de capitales da vida al “súper-grupo económico”). Ya
no existe una necesaria integración económica vertical u horizontal;
antes bien, estos grupos se muestran ávidos por subsumir las áreas más
dinámicas del nuevo patrón de acumulación, por lo que no es raro que
tengan presencia en el sector forestal a la vez que en el agrícola
industrial o de servicios, etc.

A mediados de los años “50s, el entonces vigente modelo nacional-


desarrollista, representado por un patrón de acumulación sustitutivo de
importaciones, entra en crisis. A partir de ello, tanto la burguesía en su
conjunto como la clase trabajadora y sus aliados, deben comenzar a
perfilar un nuevo modelo económico, lo que presentará serias
implicancias en lo social, político e ideológico.

Durante el gobierno de Alessandri (1958-1964), se fomentó el desarrollo


de ciertas áreas industriales, vía créditos al sector privado y se practicó
la llamada ‘estabilización con desarrollo’, a través de las obras públicas y
un Plan Habitacional. Luego de mayo de 1960, los efectos del terremoto
permiten al gobierno expropiar el 1% de los salarios a los trabajadores
para financiar el “Plan de Reconstrucción del Sur”. La crisis no hace sino
profundizar la fusión entre diversos grupos monopólicos. Un dato
relevante, en términos de perspectiva histórica, es que Alessandri trató
de reformar los sistemas de previsión social, sin lograrlo, pues la
movilización social y la presión política lo impidieron. Gestor de esta
idea fue Jorge Prat, que se debe considerar como uno de los promotores
de las políticas de la Escuela de Chicago. Finalmente, y como otro hecho
notable, fue en el “gobierno de los gerentes” que se dio impulso -
mediante la concesión de franquicias- a las industrias relacionadas con
la exportación, sean las derivadas de la celulosa, del acero de
Huachipato o de la harina de pescado.

Es 1964, se inicia el gobierno de Frei Montalva (1964-1970) y ya


entonces sólo 12 empresas controlaban el 50% del capital industrial. De
7 mil empresas industriales, sólo 63 (menos del 1% del total) ocupaban
el 42% de los obreros y el 46% de la producción. Esta concentración
convirtió a la burguesía industrial, asociada al capital extranjero, en una
fracción burguesa más monopólica que la terrateniente. Como se sabe,
el PDC fue escogido por el imperialismo USA para ejecutar sus nuevos
planes de desarrollo y dominio (y más tarde, para colaborar en la
realización del Golpe militar de 1973), en base a la política económica
denominada ‘desarrollismo’ y que bajo una apariencia de ‘progreso
industrial’, reforzó los lazos de subordinación y acentuó el carácter de
enclave de la FES Chile. Durante el gobierno democratacristiano se
consolida la ‘desnacionalización’ de la industria chilena, proceso iniciado
bajo la administración de J. Alessandri y así como éste, E. Frei también
estimuló el desarrollo de las industrias de exportación, reforzando las
franquicias que les entregara “El Paleta”.

Siendo presidente Salvador Allende (1970-1973), las expropiaciones e


intervenciones del Gobierno Popular afectaron los intereses de la
industria productora de bienes básicos e intermedios, pero las industrias
productoras de bienes de consumo final y las empresas distribuidoras y
comerciales seguían en manos de la burguesía. De tal forma, los
capitalistas contaron con materias primas y energía baratas, a la vez
que pudieron desarrollar actividades especulativas en el mercado de
productos finales, el que ellos mismos controlaban. Si bien se intervino
el sistema bancario y se bajaron los intereses crediticios, no cambió la
estructura de asignación de créditos, por lo cual los más beneficiados
resultaron ser los grandes capitalistas, quienes pusieron sus capitales a
salvo en el exterior, mientras que los más perjudicados fueron sectores
de trabajadores, y de la pequeña y mediana burguesía. Además, en otro
equívoco de la política reformista de la UP, podemos señalar que su
profundización de la Reforma Agraria logró restringir el poder de los
terratenientes, pero no afectó a la burguesía agraria orientada al
mercado de exportación, la que venía desenvolviéndose desde el
gobierno de Frei e incluso Alessandri. Así, pues, se mantuvo a firme la
inexpropiabilidad de las tierras productoras de uva y madera,
fortaleciendo la exportación de frutas, maderas y celulosa.
A mediados de los “80s, en un aporte vernáculo al análisis del fenómeno
imperialista y sus implicancias para nuestra formación periférica dentro
del SCM, aún calificábamos correctamente la fase de transición
imperialista que transitamos hasta la fecha: “(…) a diferencia de los
sectores tradicionales de la burguesía, (durante la dictadura militar) los
sectores de la burguesía monopólica financiera vinculados a las áreas
más dinámicas de la economía y al capital extranjero, consideraban que
el anterior sistema de dominación estaba agotado y su proyecto era
fundar una nueva forma de Estado, de carácter autoritario, que no sólo
consolidara la dominación burguesa sobre la clase obrera y el pueblo,
sino además les permitiera imponer sus intereses particulares al resto
de la burguesía. Tal propósito era coincidente con las concepciones de
“seguridad nacional” y la estrategia contrainsurgente de las FFAA, y se
ajustaba igualmente a los intereses imperialistas y las tendencias del
capital financiero internacional. La Junta Militar abandonó pronto su
autonomía relativa y se convirtió en la Dictadura Militar del capital
monopólico-financiero nacional e internacional” (negritas
nuestras).13 Se nota que todavía no nos salpicaba el lenguaje del
enemigo.

Para la década de los “90s, con la llegada de la democracia gorila, los


grupos del CMF prosiguen su monstruoso proceso monopolizador. Así, la
característica del sistema bancario chileno seguía siendo su alta
concentración, pero a diferencia de las décadas anteriores su propiedad
se encuentra en un alto porcentaje en manos extranjeras. En 1996 se
fusionaron los bancos Osorno y Santander; en 1997, los bancos
O’Higgins y Santiago; en 1999, el grupo Luksic vende al Santander
español la mitad de OHCH, que controlaba el Santiago, lo que condujo al
crecimiento en Chile de los hispanos; en 2001, se fusionan los bancos A.
Edwards y de Chile; finalmente, en 2002, los bancos Santiago y
Santander. Además, se producen las compras de las financieras
Conosur, por parte del BCI y las financieras Condell y Corfinsa, por parte
de Corp Banca.

Cabe destacar que en 2000, el grupo Luksic (reconocido dispensador de


dinero para campañas de un amplio espectro de politicastros), compra el
Banco de Chile, con un préstamo del Banco del Estado avalado por su
encargado de entonces, el “socialista Estévez, quien –muy
coincidentemente- había sido encargado de la campaña presidencial de
Lagos, en 1999. Más tarde, en 2015, el Chile compraría el Banco Penta,
a poco del estallido del caso de financiamiento ilegal de campañas

13
Andrés Pascal A.: “Balance Histórico”; Mimeo; Chile, 1985; p. 39.
políticas que perpetraran los “Carlos”. El Banco Chile se encuentra
asociado al estadounidense Citigroup en partes iguales.

Recapitulando, algunos grupos monopólicos tradicionales, anteriores a


los “60s, se embarcaron con fortuna dentro del nuevo esquema, y
salieron airosos: Matte, Luksic, Yarur, Angelini, Said, etc. Otros
siguieron un tanto a la vera del camino: Hirmas, Edwards, etc., y
algunos desaparecieron: o en los “60s, como el Consorcio Español,
Grace, Soto Bunster, etc., o después, como indicáramos más arriba en
el caso de BHC y también de “Los Cocodrilos” (Fluxá-Yaconi). Unos
nuevos y briosos, que se hicieron ricos esquilmando las empresas que
creara el Estado, surgirían dentro del período dictatorial: Yaconi-Santa
Cruz, Ponce Lerou, Lecaros, Saieh, Izquierdo Menéndez, Yuraszeck, etc.;
mientras que otros vendrían del exterior: Cencosud.

Respecto del capital foráneo y su impacto en nuestra FES, aportemos


que los flujos de inversión extranjera directa (IED) en Chile, que
alcanzaron un máximo en 2012 (27 MM14 USD, aunque otros lo elevan a
30.323 millones), han vuelto a los niveles anteriores a ese año. En
2016, los flujos de IED alcanzaron 11,3 MM USD, descendiendo en 4,6
MM respecto de 2015, pero enmarcado ello en una baja generalizada en
América Latina. Sin embargo, sólo en el 1er cuatrimestre de 2018 ha
ingresado casi un 25% más que en todo 2017. Nuestro país es el
tercero más atractivo de Sudamérica en términos de IED, después
de Brasil y Colombia (Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2017,
CNUCYD), ello gracias a la política económica implementada en Chile,
que como buena FES periférica del SCM y con una condescendiente
burguesía, es totalmente permisiva al capital extranjero (sobre todo si
proviene del centro imperial), lo que se evidencia en que somos el
quinto país en el mundo más abierto a las importaciones e
inversiones extranjeras. A los inversores les atrae nuestra riqueza en
recursos naturales a bajo precio; la estabilidad de un sistema
macroeconómico aceptado y validado por todo el BPE; el potencial de
crecimiento; la seguridad jurídica e impositiva a rajatabla de lo invertido
y retirado (ello, pues a pesar que la ley 20.848, 2015, vino a reformar el
DL 600 o Estatuto de IE de la dictadura, 1974, no cambio lo sustantivo
de éste y aún somos campeones en IE); el bajo nivel de riesgo político-
social o de “paz social” existente; y la infraestructura de alto nivel, toda
orientada a satisfacer las necesidades del patrón de acumulación, creada
con dineros estatales o por concesiones. Nuestro país ocupa el puesto
57 entre 190 países donde le conviene invertir al capital transnacional,
según la clasificación Doing Business 2017, del Banco Mundial. Como

14
Miles de millones
nuestro modelo capitalista, periférico y todo, también ha generado un
importante capital MT, ávido de invertir sus jugosas ganancias en otras
tierras, resulta que ellos son los primeros en cuanto a flujos externos de
la región (6,2 MM USD en 2016) y los 7º en tanto inversionistas en la
misma (con 39 MM USD en 2015).

Históricamente, la inversión en la minería ha explicado más del 45% de


la IED total en Chile (aunque el clímax se alcanzó en 2011, con un 78%
del total), generando un ‘derrame’ hacia los demás sectores dinámicos y
de apoyo al modelo: servicios, comercio e infraestructura. En segundo
término (y cómo no, si hablamos de capitales especulativos), de un 25%
fue en promedio la IE en servicios financieros en el 1er lustro de esta
década, mientras que el 3er lugar lo ocupa el área de servicios públicos
(electricidad, gas y agua), con algo más de un 10%. Respecto de los
capitales transnacionales que intervienen en Chile, el peso lo lleva
EE.UU., quien lo hace a través de corporaciones con base en su
territorio o bien en paraísos fiscales, tales como Panamá, Islas Caimán y
Vírgenes, etc.; luego le siguen Brasil y Perú. Acerca del ignominioso rol
que desempeña la IE, al menos en el sector minero, atendamos al hecho
que en un informe al Senado del año 2003, el SII confirmó que
prácticamente ninguna minera había pagado un solo dólar de impuesto
a la renta en Chile, por la sencilla razón de que no declaran utilidades,
sólo pérdidas (¡¿?!). Las inversiones en éste sector se iniciaron durante
la dictadura, pero la gran masa de IE en la minería se aceleró a partir de
1990, bajo los gobiernos “democráticos”. Es más, la exConcertación, con
la entusiasta ayuda de la derecha, legisló para que las mineras
extranjeras no pagaran impuestos en Chile. En particular, al cambiar la
tributación minera de renta presunta a renta efectiva, ello mediante la
aplicación de la Ley 18.985, de junio de 1990.

Pero lo anterior son los datos de la inversión en general. Ahora bien, si


ponemos atención a la práctica devoradora de esa IE, constataremos
que son capitales de las potencias centrales del SCM (aliados a grupos
del CMF interno en diversa proporción, aunque siempre estos en
minoría) los que controlan las empresas que generan sobre el 67% de la
electricidad del país, proveen el 99% de gas de cañería y dan agua
potable a más del 90% de los chilenos. Los bancos de dueños de origen
foráneo representan el 44,6% de las colocaciones. Allí resuenan
corporaciones transnacionales de EE.UU., España, Australia, Canadá,
Italia, Japón y Francia.

En suma, el proceso de centralización y concentración de capitales no se


ha detenido desde hace seis décadas en nuestra FES, exhibiendo esta
un claro escenario de Monopolización del conjunto de la infraestructura,
de los medios de producción, distribución e intercambio, en manos de
una puñado de multimillonarios aliados al gran capital transnacional. El
período del Gobierno Popular –creemos- vino a ser sólo un traspié en el
desarrollo de éste proceso de crecimiento y hegemonía del capital MT.
Fue durante el período dictatorial, arrasado el campo de cualquier atisbo
de organización o reclamo popular, que se aplicó en plenitud desde el
Estado la política económica que orientará el nuevo período: el motor
del crecimiento económico será el mercado externo y su piloto –y
principal beneficiario- será el CMF.

Sin duda que la temprana hegemonía del CMF permitió unificar tras de
sí al resto de las fracciones burguesas y solventar la resistencia de la
clase dominante al Gobierno Popular, de la mano de la CIA y con el
apoyo de corporaciones transnacionales yanquis y europeas. De igual
forma, otorgó estabilidad al sistema de dominación luego de consumado
el Golpe militar de 1973, por cuanto dotó a la dictadura cívico-militar de
un programa, de metas y de políticas a aplicar en todas las esferas de la
FES, lo que permitió refundar –en términos del capital MT- nuestra
formación.

Ello resultó y resulta fantástico aún para los sectores dominantes


nacionales y sus amigos foráneos, lo que avala lo dicho en el DO (p. 4),
sobre la alta improbabilidad que se presenten contradicciones
interburguesas en materias de primer orden y que las secundarias serán
resueltas sin mayores complicaciones. Al contrario, para las grandes
mayorías nacionales los resultados al finalizar el oprobioso período
dictatorial fueron: a) una extrema concentración de la riqueza (el 10%
más rico de la población concentraba casi 10 puntos más de ella que en
1974); b) aumento de la pobreza (los hogares pobres aumentaron del
17% al 38,2% de la población); c)atomización sindical y precarización
de salarios (las remuneraciones reales se redujeron en casi un 20%
en comparación a 1974); y d) disminución del gasto social del Estado
(considerando 1970=100, el gasto en salud cayó un 30%, en educación
un 13% y en vivienda casi un 35%). No obstante, los GM que se
hicieron cargo del gobierno luego del período de transición pactada, no
realizaron cambios sustantivos al modelo económico-social que
gustosamente heredaron. En lo medular, el patrón de acumulación
continuó descansando en la exportación de materias primas (por
ejemplo, con la aplicación y prórroga del DL 701 de la dictadura, que
subsidia con platas públicas a privados del sector forestal), la libertad de
mercado, la privatización de empresas públicas y un mercado de trabajo
sin intervención. En términos laborales, desde 1990, los gobiernos han
optado por la flexibilidad en la compra-venta de la mano de obra y la no
intervención del Estado, el que se limitaría a favorecer las negociaciones
entre sindicatos y patronales dentro de los “Acuerdos Marcos”.15 Fue en
el primero de estos que se establecieron ciertos principios para las
futuras negociaciones. De parte de los trabajadores, representados por
una CUT, que era y sigue siendo la oficina de asuntos laborales de los
partidos que integran los GM, se estuvo por reconocer el rol “social” de
la empresa privada y la aceptación de la competitividad como marco
para las políticas socio-laborales. Por parte de los empresarios, estos se
comprometieron a dar un sentido más cooperativo al mercado del
trabajo, cumplir la legislación y revisar la institucionalidad del Código
Laboral; todas, buenas intenciones, que nunca se concretaron. Los
principales temas que trataron estos acuerdos anuales fueron los
referidos al reajuste del salario mínimo, asignaciones familiares y
pensiones, pero ya mencionamos más arriba (en nuestra periodización,
específicamente de las casi tres últimas décadas) el detrimento que, en
la práctica, han tenido los ingresos de la clase trabajadora en estos años
de democracia protegida, patronal.

Es por lo expresado hasta aquí, que resulta impensable algún tipo de


alianza entre los sectores populares y las diversas fracciones de la
burguesía (como bien se anota en el DO), en términos de esperar –
ilusamente- un acuerdo que propenda a una verdadera democratización
de los ámbitos vitales de nuestra formación social. Antes bien, quienes
conforman el bloque en el poder son nuestros enemigos de clase y
nuestros esfuerzos se deben centrar en construir el contrapoder de los
explotados y oprimidos que sea capaz de golpear, en todos los planos y
frentes, las bases de su dominación y arrebatarles el poder para
construir, sobre las ruinas de ésta, una sociedad mejor, el Socialismo.
Es decir, estamos convencidos que será sólo mediante la construcción
del poder popular y la lucha político-material contra nuestros enemigos
que podremos transformar radicalmente la situación político-social
actual y no por la vía electorera y reformista, la que sólo sirve a quienes
nos dominan y a los que les sirven.

Pero, asimismo, también creemos que resulta inviable una alianza de los
revolucionarios con aquellas fuerzas que identificamos como GM,
llámense Concertación, NM, Frente Amplio u otras que estén por
conservar y reproducir, con más o menos retoques, el modelo de
explotación/dominación prohijado en dictadura. A este respecto,
pensamos que resultará un deber de los sectores más conscientes y
consecuentes advertir al conjunto del MP sobre la labor de cipayos que
estas fuerzas mantenedoras han venido desempeñando, así como

15
DRAKE, P. (1996): Labour movements and dictatorships; the southern cone in comparative
perspective, Baltimore: John Hopkins University Press.
respecto de las prácticas electoreras que ellas alientan y que nada
aportan a la hora de construir la fuerza político-social popular que
librará los combates que, en definitiva, posibilitarán la liberación de
nuestro pueblo.

2.2.2 El proletariado, las masas populares y la


inestabilidad de la dominación por abajo

Lamentablemente, en este punto tampoco es claro lo que sus autores


desean transmitir. Por tanto, pasamos a exponer lo que nos parece más
adecuado al tenor de su encabezado.

Las dictaduras militares, que golpean América Latina entre los “70s-
“80s, vinieron a impedir que los movimientos populares se opusieran a
los cambios en la infraestructura y a sus secuelas sociales,
transformaciones motivadas por la hegemonización del capital
monopólico, externo e interno. Dichos regímenes de excepción
constitucional burguesa, compartían algunos rasgos centrales: 1.-
Modificaron parcialmente el carácter del poder político en las
formaciones y cambiaron radicalmente su mecanismo, su estructura; 2.-
Congelaron la situación social en las diversas formaciones, proceso
acompañado de un aumento en la tasa de acumulación y de un
aceleramiento de la centralización y concentración del capital; 3.- Hubo
una afluencia acelerada del capital financiero extranjero, atraído por los
bajos salarios y precarias condiciones laborales de los trabajadores de
las ramas industriales más dinámicas, condiciones totalmente
permisivas para los inversionistas y por la estabilidad política lograda
militarmente.16 Sobre lo indicado en el punto 2, acerca de la
cristalización del proceso de monopolización interna, podemos decir que
desde fines de los “50s y hasta después de la resolución impuesta desde
el centro a la gran crisis capitalista de 1980-1982, fue en este último
cuarto de siglo que en las formaciones de Latinoamérica con un
desarrollo capitalista mayor, unas antes otras después, vieron
conformarse las fracciones burguesas monopólicas, fuertemente ligadas
a los intereses del CMF transnacional. Las IFI y las potencias del centro,
sobre todo EEUU, avalaron y sostuvieron a tales dictaduras militares,17
sin hacerles cuestionamiento alguno.

Es en los marcos de ese proceso general, que a poco de entronizarse en


el poder la dictadura cívico-militar chilena dicta una serie de Decretos

16
Marta Harnecker: “La revolución social (Lenin y América Latina)”; Editorial Contrapunto S. R. L., Argentina,
1986.
17
Eric Toussaint: “El apoyo del Banco Mundial y del FMI a las dictaduras” – CADTM, 2004; en página web de
cadtm.org, 2006.
Leyes, mediante los cuales se procedió a desestructurar la organización
sindical, a promover la insolidaridad y el apoliticismo entre los
trabajadores, a orientar el “mercado laboral” a los fines del patrón de
acumulación primario-exportador con ventajas comparativas, y a
conformar un enorme “ejército de reserva”, de cesantes, que actuaría
como colchón ante la presión social y a abaratar los costos de la mano
de obra: sobre contrato individual, D.L. Nº 2200; organización sindical,
D.L. Nº 2756; negociación colectiva, D.L. Nº 2758. La Ley 18.134, que
faculta a los empresarios a rebajar el monto de las remuneraciones a
sus trabajadores, dio comienzo al más drástico proceso de desregulación
del mercado del trabajo conocido en América Latina. Dicho proceso
culminaría 14 años después, con la promulgación, en 1987, del nuevo
Código del Trabajo, a partir del cual se asientan en Chile un conjunto de
normas laborales que aseguran al empresario una amplia flexibilidad en
cuanto a su manejo de la relación contractual con sus trabajadores,
trasladando a estos los costos y riesgos propios del modelo capitalista.

Lo anterior, lo podemos resumir así:

1.- Flexibilidad salarial: Permite asociar en forma cada vez más directa
los salarios a la productividad real del trabajador, liberando al
empresario del pago de buena parte de las cargas vinculadas al
empleador;
2.- Flexibilidad numérica: Busca liberar al empresario del pago
innecesario de costos relacionados con despidos y desempleo,
disminuyendo al máximo los costos de indemnizaciones y otros pagos
relacionados y quedando en condiciones de ampliar o reducir la fuerza
laboral ocupada de acuerdo a las demandas que impone el mercado;
3.- Flexibilidad funcional: Permite al empresariado reorganizar el
proceso productivo, con amplios márgenes de libertad, basándose en la
ampliación de las funciones y responsabilidad del trabajador, su
movilidad dentro de la empresa y el aprovechamiento de diferentes
aspectos de su capacitación y experiencia.

El proyecto de flexibilización laboral, que arranca con el Código de 1980,


de autoría de José Piñera, luego de 1990 ha pasado a ser adoptado e
incluso perfeccionado -con pleno consenso- por parte de los GM y la
derecha política. Los Colegios Profesionales han presentado diversos
grados de oposición a la misma, así como la deleznable CUT y otras
centrales alejadas de los GM, pero sus críticas son contenidas en los
límites de la estéril discusión parlamentaria. Con el tema de la
flexibilidad laboral vino a ocurrir lo mismo que con las privatizaciones: la
exConcertación señaló que estas iban a ser revisadas; sin embargo, la
primera y estas últimas simplemente terminaron por profundizarse.
En nuestra formación, el empresariado dispone de una relación con la
fuerza de trabajo que le es muy favorable, por cuanto esta ha visto
mermar sus condiciones laborales y de empleo, lo que responde a la
necesaria adaptabilidad y flexibilidad de esa fuerza en el contexto del
modelo de explotación/dominación vigente, al mismo tiempo que
permite a la patronal trasladar fácilmente los costos de las variaciones
del mercado a sus trabajadores. La desregulación del mercado del
trabajo ha traído consigo importantes modificaciones en las
características del empleo en el país, entre las cuales podemos señalar,
al menos, las siguientes:

1.- La expansión de un amplio sector de trabajadores que, pese a contar


con una ocupación estable, no logra superar los límites de la pobreza.
Cerca del 79% de la población laboral del país gana menos de dos
salarios mínimos (salario mínimo desde 1/1/18=$276 mil), lo que lo
deja como pobre según la propia métrica que el Estado ha establecido
para que una familia de 4 personas pueda superar la línea de pobreza,
que es de algo más de $417 mil (en un contexto en que el 1% más rico
de la población se queda con el 31% de los ingresos);
2.- Empleos con deficiente protección previsional y de salud. Esto afecta
a los llamados trabajadores temporales, a honorarios, a los que laboran
en el comercio callejero e incluso a los obreros extranjeros;
3.- La desproletarización de la fuerza laboral, con expansión de formas
no tradicionales y precarias de empleo: por horas, eventual, temporero,
domiciliario, por cuenta propia, por faena, etc.;
4.- La incorporación creciente de la mujer y la juventud al trabajo
asalariado, en condiciones desmedradas respecto de los hombres y
adultos;
5.- El establecimiento de una fuerza laboral atomizada, desestructurada
y con expectativas reivindicativas fuertemente rebajadas.

Como efectivamente se apunta en el DO (pp. 5-6), las luchas


reivindicativas, económicas y sociales, “de los muchos excluidos tienden
a masificarse, a chocar rápidamente con las bases estructurales del
modelo, a generar nuevas formas de lucha y organización, alimentando
y potenciando la conciencia y la lucha democrática” (aunque estas
movilizaciones, como asegura el DO, no son ni podrían ser propiciadas
por “los pocos integrados”).

No obstante, preferimos explayarnos sobre el particular, aportando un


panóptico sobre las movilizaciones populares de los últimos 18 años, con
sus protagonistas, demandas, formas del enfrentamiento, actitud del
BPE frente a ellas y planteándonos algunas perspectivas al respecto.
Luego de la masiva movilización de l@s trabajador@s del sector público
de fines de 2010, que mencionáramos anteriormente y que nos parece
que abre la etapa actual del enfrentamiento clasista, vendrían los
movimientos sociales territoriales. Estos se abrieron con la arremetida
de la población de Punta Arenas, a mediados de enero de 2011, la cual
protestó durante toda una semana ante el anuncio de una exagerada
alza en el precio del gas (16,8%) y en contra del centralismo. Un año
después, en febrero de 2012, saltaría a la palestra la multitudinaria
protesta de la comunidad de la región de Aysén, donde son los
pescadores artesanales los que encienden la mecha con dos
reivindicaciones centrales: rechazo a la nueva ley de pesca (‘Longueira’)
y la eliminación del impuesto específico a los combustibles; luego, estas
se fundirían con otras demandas. Desde enero de 2012, se harían
conocidos los habitantes de la zona sur de la III Región, en especial los
de Freirina, por tener problemas con el abastecimiento de agua potable,
la instalación de una termoeléctrica en Punta Alcalde, y la gota que
rebalsó el vaso fue la instalación de una planta de cerdos de Agrosuper
(propiedad de Gonzalo Vial y uno de los 3 monopolios que dominan la
agroindustria nacional) que transformó todo en un mierdal, situaciones
que hicieron escalar un cuasilevantamiento popular y que finalmente
logró que se suspendieran los dos últimos ‘emprendimientos’. En el caso
de la planta de cerdos de Freirina, por ella se la jugaron a fondo el DC
Jaime Mulet y el PRSD Alberto Robles.

Durante el segundo semestre de 2011, se realizarían dos paros locales


en Calama, pero sería a partir de marzo de 2012 que se desplegaría una
movilización más constante demandando que parte de las ganancias
mineras se quedasen para mejorar las condiciones de la región
(Fondenor). A los loínos se les unirían, al poco andar, los atacameños,
también por mayores recursos para las comunas mineras y por la
descentralización. También resultó muy enfervorizada y extendida la
revuelta que por dos semanas y media, en mayo de 2016, llevaron a
cabo las comunidades de la zona norte de la isla de Chiloé y parte de la
sur de la Región de Los Lagos. Nuevamente una movilización así era
liderada por pescadores, quienes logran arrastrar a su lucha y
aspiraciones a buena parte de pobladores de la isla, así como a
trabajadores de diversos ámbitos a ambos lados del canal de
Chacao.

Llama la atención la organización de todas estas instancias como de


‘Asamblea Ciudadana de NN’, las cuales –en general- rehuían una
impronta más “política”.
Un quiebre más intenso de la militarizada paz social vino a darse con la
tremenda acometida del Movimiento Estudiantil (ME) de mediados de
2011, el cual aún pervive, aunque con mucho menos masividad y
rupturismo. Durante años, secundarios y universitarios dejaron la vida
en la calle tras el slogan “Educación Pública, Gratuita, Democrática y de
Calidad”. Claro que no debemos olvidar que éste tuvo su prolegómeno
en 2006, cuando se movilizaron sobre todo los estudiantes secundarios:
la ‘Revolución Pingüina’ (que analizáramos más arriba), la que demostró
–en la práctica- el enorme potencial de lucha del estudiantado.

Llegamos a 2016. El 24 de julio se lleva a cabo en las principales


ciudades una gran movilización por el fin del sistema previsional basado
en las AFP, una sentida demanda transversal, siendo liderado este
movimiento desde entonces por la Coordinadora No+AFP. La consigna
es reemplazar el indigno sistema de ahorro forzoso previsional actual
(que inyecta dinero fresco al sistema financiero a costillas del
proletariado) por un sistema de reparto solidario y tripartito. Sus
multitudinarias marchas, familiares diríamos, se efectúan en días
domingo y no en época de campañas políticas (para no molestar las
campañas de varios candidatos de la izquierda neorreformista). Realiza
una consulta, convoca a un Paro Nacional relativamente exitoso, y en el
último año se repliega a cabildos poco masivos.

Desde 2017, pero con mayor vigor desde el pasado 8 de marzo, se hace
presente en el escenario político-social otra interesante e histórica lucha
transversal: la del movimiento feminista antipatriarcal y que exige
verdad y justicia en los muchísimos casos de feminicidios, acoso y
discriminación sexuales. Si bien cuenta con variadas vertientes, nos
parece trascendente el que se esté desplegando con fuerza aquella que
considera la lucha antipatriarcal dentro de un programa más amplio de
combate por la liberación popular y la emancipación humana.

Sin embargo, como dicen los filósofos que saben, todo contiene su
contrario.

Así fue como el inmenso movimiento reivindicatorio de los funcionarios


públicos, fue como el canto del cisne. Desde entonces, tanto el gobierno
de Tatán Piraña como el posterior, de la NM, supieron coartarlo muy
bien, mediante ofrecimientos diferenciados y hartas promesas, reformas
que anunciaban la plena gratuidad y que sólo implicaban más becas o
bien, por la simple aplicación de castigos. Por otro lado, contaron con la
infame labor de dirigentes partidarios de la NM o de la derecha, quienes
entregaron la movilización sectorial a cambio de mantener la paz social
y algunas prebendas para sus personas, como un cargo público o de
representación “popular”, viajes al extranjero, becas y la posibilidad de
escalar en la jerarquía de sus respectivas tiendas políticas.

Así también ha ocurrido con los potentes movimientos sociales


territoriales o “ciudadanistas”. Los engatusaron con subsidios,
morigerando el alza de algunos precios de alimentos y/o servicios,
prometiendo futuros -aunque improbables- proyectos de ley que todo lo
vendrían a resolver, elevando a algunos de sus próceres a funcionarios
de gobierno o al Olimpo del congreso, etc.

La Revolución Pingüina culminó con el binomio en el poder tomándose


de las manos y alzándolas con júbilo junto a unos pocos dirigentes
secundarios; fue un buen ‘cambiazo’. Al ME que se agita desde 2011, lo
han reprimido, invitado a diversos e insulsos diálogos, mediatizado por
los dirigentes pro-Concertación y ahora NM, etc. El movimiento No+AFP
se ha adocenado y le ha faltado un ánimo más rupturista en su
despliegue, a la par que surge muy de la mano con la emergencia de
cierta izquierda que aspira a ocupar el nicho político que dejara el otrora
reformista (y hoy comprometido miembro del BPE) Partido Comunista.
En suma, la cooptación político-social y la represión han sido la
constante en la relación gobiernos mantenedores del sistema-
movimientos sociales.

Una debilidad que presenta el MP de las últimas casi dos décadas, nos
parece, tienen que ver con el ‘presentismo’, deformación conceptual que
hunde sus raíces en la acción o práctica política reformista de la
izquierda tradicional (previa a la del Golpe de Estado), esa que hace de
la lucha reivindicativa inmediata el espacio privilegiado de la misma. El
presentismo es hijo natural de la concepción del PODER COMO SUMA
CERO, esa que pretende mostrarnos al Estado capitalista como a una
especie de salchichón, en donde cada espacio arrebatado al enemigo es
una suma de poder para las clases subalternas; es decir, no se le
visualiza como a una estructura totalizante. Así, el presentismo se
presenta como aquella práctica política que se levanta ante cada
desajuste natural del despliegue del sistema de dominación capitalista,
generando luchas aisladas, fragmentadas, atomizadas, todas las cuales,
teniendo como trasfondo demandas reivindicativas, son posibles de
absorber por parte del Estado capitalista.

Todo lo anterior no despoja de su validez a las luchas reivindicativas,


que son el paso necesario en el cambio dialéctico entre la clase en sí a la
clase para sí, teoría tan cara al marxismo en su tradición más
revolucionaria. Hoy por hoy, en nuestra formación social, ese paso es
fundamental y perentorio, siendo tarea de los diversos destacamentos y
organizaciones de la izquierda anticapitalista convertirse en la cadena
que enlace las luchas locales, nacionales y mundiales; entre lo
inmediato y lo futuro.

2.2.3 Rigidez – fragilidad estructural del modelo: su


irreformabilidad

Relativizamos el optimismo de los autores del DO, que estiman en


mucho para la causa popular la rigidez del modelo para enfrentar las
demandas de diversos sectores del MP. Creemos que, siendo ello una
condición potencial y aprovechable por parte de las fuerzas de la
Izquierda Revolucionaria (IR) y el MP, lo será siempre que se vea
expuesta al fragor de una coyuntura que pase del presentismo a una
lucha que ligue las reivindicaciones inmediatas con las políticas; que
lleve los combates de lo local-territorial a lo nacional; que unifique todas
y cada una de las demandas de los pueblos y los trabajadores. Entonces
sí que será cierto que estaremos apuntamos a desestabilizar el sistema
y hacer saltar sus acotados límites. Porqué o si no, ¿cómo han podido
lidiar hasta ahora los GM y la derecha con tan masivos movimientos
populares si no es precisamente por su capacidad para manipularlos,
cooptarlos o encauzarlos por las vías formales del sistema de
dominación?

Es más, como prueba de las posibilidades de renovar las formas de su


dominación, el BPE podría dejar de lado a los GM actuales (que hace
rato dan muestras de haber agotado el rol que han acometido por tres
décadas) y echar mano del maleable FA para hacerse cargo del
ejecutivo, lo que ciertamente morigerará a gran parte de las dirigencias
de sectores sociales que hoy se encuentran activados y con ello se
podría retrasar (que no detener) la conformación de la Fuerza Social
Revolucionaria (FSR), tan necesaria para acometer las tareas de la
revolución en Chile. En línea con aquel posible recambio, lo más seguro
es que prontamente (municipales 2020) vengan los nuevos aspirantes a
reformistas, quizás aliados al PC y la “izquierda” de la exNM, requiriendo
el apoyo electoral para su causa y con ello nuevamente contribuirán a
desinflar la movilización social que se pueda acumular en los próximos
años. De ello hay evidencia, pues nadie más vio en las calles a los
grupos de apoyo del Coordinador No+AFP, a ciertos sectores del ME y a
conspicuos movimientos de pobladores y allegados entrado el segundo
semestre de 2017, ya que sus dirigencias habían dispuesto de todos los
recursos con vistas a las presidenciales y parlamentarias de fines de ese
año. Y claro, esos líderes, así como antaño lo estaban los de los partidos
de la izquierda tradicional, están convencidos que no conviene hacer
olas en períodos de tan idílico contenido democrático, cual es una
elección nacional.

Con todo, en esta nueva etapa, de dominio del CMF, no se han


suprimido las contradicciones inherentes a la realización del capital y
todas sus nefastas implicancias político-sociales al interior de la
formación social, puesto que sus representantes y defensores no pueden
asegurarle a las grandes mayorías un bienestar creciente y un desarrollo
continuo -más menos armonioso- en los marcos de un sistema cada vez
más concentrador y excluyente. Es más, surgen también en esta etapa
nuevos sectores sociales lanzados a la explotación y exclusión, los
cuales se ven impelidos a actuar como nuevos sujetos revolucionarios,
lo sepan o no, los cuales encarnan el potencial de los movimientos
sociales y populares para reconstruir su propia y muchas veces
desgastada fuerza de combate. De tal forma, un sistema que sólo sirve
para alimentar los intereses de un puñado de supermillonarios y que no
es capaz de dar satisfacción a unas cada vez más acuciantes demandas
por justicia e igualdad sociales, las que motivan a cientos de miles y
quizá millones de chilen@s, ciertamente que es un campo propicio para
que las ideas y propuestas de la IR se hagan carne en los sectores más
de avanzada del MP y pueda ella nutrirse, a su vez, del pensar y sentir
de l@s que ya no quieren vivir más como lo están haciendo.

2.2.4 Las demandas populares y sus choques con la institucionalidad


irreformable: la tendencia a la ilegitimidad creciente de la institucionalidad
política del modelo neoliberal

Efectivamente, como afirma el DO (p.8), desde fines de 2010 podemos


constatar que la coyuntura se agita por las movilizaciones sociales de
aquellos sectores que buscan tomar parte en las decisiones políticas y
administrativas que les afectan, enfrentando estos siempre una
inflexible negativa y la mayor parte de las veces una franca respuesta
represiva por parte de los gobiernos de turno y los sectores dominantes.

Ahora bien, habida consideración del aumento en el descredito y


reprobación del modelo de dominación/explotación por parte de amplios
sectores de la población, se convierte en un imperativo que la IR y los
sectores más claros del MP avancen, en el seno de éste e irradiándose
hacia el conjunto de los pueblos y l@s trabajador@s, en el despliegue de
la contienda político-ideológica, de la lucha en el campo de las ideas,
mediante las cuales quede en evidencia frente a las mayorías nacionales
la ilegitimidad e incluso ilegalidad, en términos del derecho burgués
(origen dictatorial), de la institucionalidad actual y de quienes se sirven
de ella, la preservan o sólo buscan enmendarla. La labor, entonces, es
hacer saltar esa crisis en la relación entre el espacio político y la
sociedad civil, mediante aquellas prácticas que propendan al ejercicio
del poder político popular y la acción directa de los activos democráticos.
¿Y cómo?: impulsando, legitimando y dando toda la relevancia posible a
las acciones de lucha ejercidas por los sectores movilizados y en pie de
guerra contra el sistema, tanto por objetivos inmediatos (los sin casa,
portuarios, estudiantes, funcionarios públicos, etc.), como los que
aspiran a dar cuenta de temas de fondo y mayor aliento, donde
destacan el movimiento por la recuperación de tierras del pueblo
Mapuche; por los derechos de la mujer; el ME; por la defensa del medio
y de las comunidades; en la promoción y defensa de los DD.HH. y por
un sistema de seguridad social que incluya una satisfactoria previsión.

En el penúltimo párrafo de este apartado (p. 9), parece que se quiso


señalar que las fuerzas del BPE tenderán a deslegitimar la estrategia y
las prácticas de los sectores revolucionarios una vez que despunten en
la coyuntura. Por cierto que bastará que estos muestren un mínimo de
organización y actividad para acarrearse, no sólo las diatribas de los
dueños del país y sus sirvientes, sino también la más feroz y amplia
represión. No es una posibilidad; es un hecho de la causa y para lo cual
sólo cabe prepararse.

Ya en el último párrafo de este apartado, se deja vislumbrar la


posibilidad de hacer uso de los, “espacios institucionales para la
acumulación de fuerzas”. Nos parece que tal contingencia hace rato que
dejo de ser posible en una estrategia de cambio revolucionario en
nuestra formación. Inclusive, sólo insinuarlo viene a contradecir lo dicho
por los autores en todo lo demás de esta misma parte de su insustancial
análisis.

2.2.5 Neoliberalismo y democracia

Este apartado del DO (pp. 9-10), resuma un nominalismo difícil de


aprehender, aunque igualmente deja entrever la necesidad –la cual
compartimos- en relación a que la IR y el MP incluyan e impulsen la
lucha por objetivos democráticos dentro de su estrategia.

A este respecto, lo reiteramos: lo acontecido en el plano de la política en


lo que va recorrido desde 1990, pero con especial atención desde fines
de 2010, pone de manifiesto que el sistema político en curso no es
democrático ni representativo de la soberanía popular, y que los
diversos gobiernos a lo largo de ésta supuesta democracia ‘recuperada’
no tienen interés en resolver dicha impasse (o “crisis de
representatividad”), ni siquiera liberalizando en algo el actual sistema de
dominación de baja intensidad. Así, pues, serán los pueblos y l@s
trabajador@s de Chile, combatiendo resueltamente y en todos los
planos del enfrentamiento clasista, asentados en una organización
fuerte y extensa, la cual se apoye en órganos de contrapoder edificados
al calor de la lucha, quienes impongan esos objetivos democráticos. Un
aporte a lo que podría ser un Programa Democrático Popular se puede
ver aquí.

Pero, profundicemos ahora en lo que nos parece debiera considerarse en


una lucha popular por objetivos democráticos.

Vemos que en el último tiempo, aproximadamente desde 2015, se ha


ido imponiendo en nuestra formación una especie de enmascaramiento
de la lucha de clases entre los pueblos y los trabajadores, de una parte,
y el BPE, de la otra. Un empantanamiento en términos de las prácticas
políticas concretas y virtuales de clase.

Es evidente que hoy por hoy existen variados y extendidos sectores


sociales activados y movilizados en pos de concretar sus postergadas
demandas, en donde algunos muestran un mayor desarrollo que otros
en cuanto a ese accionar. Así, constatamos interesantes prácticas
políticas entre los estudiantes, secundarios y universitarios; el
movimiento por los derechos de las mujeres; franjas radicalizadas de
pobladores y deudores habitacionales; importantes segmentos de
trabajadores, públicos y privados; y sobre todo en las comunidades
Mapuche en resistencia desde el Biobío hasta la región de Los Lagos. Y
el hecho que afirmemos que por estos días existe un soterramiento del
combate entre el BPE y el MP en su conjunto, no significa que éste
último esté claudicando, ni mucho menos. Al contrario, nos parece que
los niveles en cuanto a organización, coordinación y lucha entre los
sectores y frentes sociales que llevan adelante una lucha consecuente
demuestran una mejora cuantitativa respecto de la situación existente
un lustro atrás, y cualitativamente superior a la de hace una década. Sin
embargo, creemos que los combates político-sociales librados por esos
sectores de los pueblos y l@s trabajador@s, a los cuales se suman
diversas organizaciones sociales y políticas de izquierda (derechamente,
de aquella que no está por la vía electorera), no pueden rebatir el hecho
que el MP, en general, se muestra aun compartimentalizado e
insuficientemente politizado, apareciendo las diversas movilizaciones
como entidades aisladas, restringidas al interés sólo de los sectores
involucrados en ellas, terminando por difuminarse –en última instancia-
el enfrentamiento clasista. Esto se ha prestado, por cierto, para un
aprovechamiento de los sectores reformistas y neorreformistas para sus
políticas electoreras, ciudadanistas; en una palabra, oportunistas.
Ahora bien, de cara a una consecuente lucha del MP por objetivos
democráticos y estando claros si bien en la actualidad no contamos
(como quisiéramos) con un monolítico y extendido Movimiento Popular
chileno, queda en manos de la IR y los sectores políticos-sociales más
adelantados gravitar positivamente sobre las expresiones sectoriales de
él, aquellas que hayan demostrado un carácter rupturista y consecuente
en su conflicto con las fuerzas sostenedoras del sistema de dominación;
en suma, que sean portadoras de un ethos con un gran potencial
revolucionario. Trabajadores, mujeres, estudiantes, pobladores,
Mapuche y otros más, avanzan hace rato en la construcción de una
alternativa popular a la crisis de los de abajo, a través de varias
iniciativas que no son contradictorias entre sí y que en algún momento,
dependiendo de la voluntad real unitaria tributada por los sujetos
politizados y activos democráticos, además del respeto por los proyectos
que cada cual porte, decantará en el nodo político-social capaz de
integrar, potenciar y dar continuidad a los esfuerzos de las fuerzas que
lo constituyan. Por tanto, el empeño en éste ámbito debe apuntar a la
superación de una serie de debilidades y falencias al interior del MP, por
ejemplo, politizando todavía más las luchas, todas las luchas; darles
mayor contenido y alcance, sumando en la acción a aquellos menos
conscientes y organizados; abordando el esencial tema de la unidad, de
su profundización y extensión, sin protagonismos estúpidos y dejando
atrás los sectarismos; fortalecer la confianza y la seguridad en nosotros
mismos y en nuestras fuerzas.

De otra parte, por más que porfiadamente los sectores izquierdistas que
se la juegan por ganar el espacio dejado por el reformismo tradicional se
las han batido en quiméricas lides electoreras; por más que
ciudadanistas y nuevas izquierdas sigan apostando a encantar con cierta
estética antes que arriesgar el más escarpado camino de la construcción
político-social en la base popular, nuevamente se dieron con la cabezota
contra la pared en las pasadas elecciones del 19/11 y 17/12 (aunque no
lo entendieron así y bien luego aseguraban que en la próxima sí que sí),
en un escenario en que todo olía al recambio en el gobierno entre las
dos fuerzas políticas encargadas de salvaguardar el actual modelo.
Dichas fuerzas reformistas y neorreformistas seguirán apostando por el
camino legal, por la vía electorera, para alcanzar unos improbables
objetivos democratizadores, alejándose de estrategias que comporten la
construcción de la FSR y que impulse el enfrentamiento clasista en todos
los terrenos y mediante todas las formas de lucha. Es contra los cantos
de sirena de esos sectores, que una y otra vez nos vendrán a decir que
ahora sí que mediante los votos y acatando las reglas del juego
politiquero de nuestros dominadores se pueden alcanzar más y más
sillones donde apoltronarse, que la IR debe advertir al MP y mostrarle
con total claridad cuál es el único camino para su emancipación y
liberación sociales, que no es otro que el del despliegue del Poder
Popular y la Revolución.

2.3 Los factores que potenciarán o debilitarán el despliegue de una


estrategia de ruptura institucional de masas y refundación democrática en
el período

En este capítulo (pp. 10-12), el DO desarrolla algunos aspectos de lo


que sus autores denominan una, “estrategia de ruptura institucional de
masas y refundación democrática”, cuyo despliegue dependería del
desarrollo de ciertos factores que se indican.

2.3.1 Integración subjetiva de sectores de masas

Donde, al parecer, se pretende abordar la adscripción o apoyo al modelo


(alienación en última instancia), conscientemente o no, de una parte
importante de la población. En todo caso, aquí los autores del DO se
refieren literalmente a tal fenómeno como de una “integración” con
aquel, y no creemos que éste sea el concepto más adecuado para dar
cuenta de la problemática en cuestión, por cuanto ello implicaría
fusionarse, incorporarse o unificarse con el modelo, lo que en la realidad
no llega a suceder.

Hemos señalado antes, en este mismo trabajo, y toda elaboración


teórica que se precie de marxiana también lo respalda, que el factor
ideológico es uno de los elementos fundamentales a la hora de
comprender el fenómeno planteado, a la par de explicarnos, en parte
importante, el actual estado de debilidad, división y confusión en que se
encuentra el movimiento popular chileno; y por qué no decirlo, también
los que aspiramos a construir la IR.

Pero esto no es nada nuevo, Marx y Engels lo explicitaron hace ya más


de ciento setenta años. Comenzó con una reinterpretación de la
‘alienación’, noción desarrollada antes por Feuerbach, pero en que éste
hacía referencia sólo al ámbito religioso. Los dos insignes teóricos del
socialismo científico lo extienden, en una sociedad capitalista, a todas
las esferas de la actividad humana, empezando por una esencial para el
ser humano: la producción de bienes. Pero la alienación no sólo se da en
el terreno de la actividad productiva, del trabajo. Además de la
alienación económica, estructural y radical en la sociedad capitalista,
derivan de ella otras formas de alienación, como la social (a través de la
división de la sociedad en clases), la política (con la división entre la
"sociedad civil" y el "Estado"), de las que a su vez derivan otras formas
de alienación, del tipo ideológicas (como la religiosa y la filosófica), las
que buscan justificar la situación real de injusticia social y, al
mismo tiempo, confundir y mistificar la realidad, creando una
falsa conciencia de la misma.

La última fase de la alienación es, pues, la alienación ideológica.


La ideología dominante es una falsa conciencia respecto del mundo que
nos rodea y que satisface los intereses de la clase también dominante;
una representación inadecuada de la realidad a fin de que los explotados
y oprimidos consideren naturales y por tanto justificables e inevitables
sus condiciones de vida: “siempre ha habido ricos”, “es natural que la
patronal se enriquezca: al fin y al cabo, son los dueños de la industria,
del servicio público o de la tierra”, “si no fuera por los empresarios,
¿quién nos daría trabajo”, “son ricos porque trabajaron mucho y saben
hacer las cosas”, etc., son expresiones que manifiestan la aceptación de
la ideología dominante por parte de los dominados. La ideología oficial,
entonces, se constituye en la culminación del proceso de alienación;
pero, a su vez, esa falsa conciencia de la realidad viene a justificar el
modelo de explotación/dominación vigente y hace que, en una
formación postraumatizada luego de un período de dictadura militar y de
refundación en términos capitalistas de nuestra formación, se rompan
los agrupamientos clasistas y atomicen social y políticamente las clases
y capas populares, con la clara finalidad que no resurjan elementos de la
otra ideología: la conciencia de clase de los explotados (al decir de
Lenin).

Hoy por hoy, l@s trabajador@s en Chile casi no se sienten explotados,


sino que, por medio de una serie de mecanismos ideológicos, más bien
se perciben formando parte del bullado crecimiento económico y que, en
la medida en que se autoexploten y endeuden, podrían acceder a las
“delicias” que les ofrece el capitalismo. A ello coadyuvan los incesantes
y acelerados cambios tecnológicos, los que desperdigan el ideologismo
oficial por doquier y en segundos. El conjunto de estos cambios y
situaciones potencian mayores niveles de explotación, junto con un
creciente deterioro de la conciencia y la organización clasistas, todo lo
cual gravita en un aumento del poder y de las ganancias de la
burguesía. En la actualidad, los cambios ideológicos y de la subjetividad
ocurridos en las grandes mayorías nacionales nos deslumbran por su
discordancia y extensión. Ya habíamos comentado que el electorado que
se declara de derecha se incrementa rápidamente, mientras que una
abismante sector de la población –¡un 84%!- ya no se declara pobre o
perteneciente a la clase trabajadora: sin más, creen componer la clase
media.
Para abordar adecuadamente estos nefastos cambios en la mentalidad
de los explotados y oprimidos, la IR no puede pensar y actuar como ha
venido haciendo. Se requiere aprender mucho más sobre la ideología
dominante,18 sus contenidos, alcances y efectos, así como de los aportes
que en el campo de la izquierda marxiana existen sobre el desarrollo de
la conciencia de clase, para poder co-construir, al interior de las
organizaciones que se dan hoy los pueblos y los trabajadores, una
conciencia liberadora y que se transforme en prácticas políticas efectivas
en el campo de la lucha de clases contra nuestros enemigos. Debemos
impulsar cuanto sea posible el debate político-ideológico, sin escatimar
los medios y sus formas, entre los activos democráticos y sectores más
conscientes del MP para, a continuación, irradiar ésta discusión y las
prácticas pertinentes al interior de este movimiento y en todos los
frentes sociales y territorios.

En éste ámbito, resulta vital para la IR dotarse de los instrumentos


teórico-prácticos más elaborados y efectivos para los fines de censar la
realidad, posibilitando así una auténtica, contundente y eficaz praxis
revolucionaria. Como dijéramos en otra parte, de lo que se trata para
los revolucionarios es no profesar un retrogrado fijismo teórico, que nos
podría llevar a perdernos en esto de la ideología/conciencia social. En
consonancia con lo anterior, si bien no podemos las diversas fuerzas que
aspiramos a conformar la IR, por separado, formular una interpretación
la más completa de la totalidad social, al menos lograríamos, mediante
nuestros aportes, superar a la exégesis convencional, cosificada,
avanzando de conjunto (en ello nos será útil la ‘división social’ de la
tarea teórico-política) en la cristalización de una interpretación
temporalmente definitiva (toda elaboración, consciente o
inconscientemente, refleja nuestra temporalidad y forma parte de
nuestra respuesta a la pregunta, más amplia, de qué concepto hemos
de formarnos de la formación en que vivimos), la cual venga a exponer
la realidad íntima de la totalidad de nuestra FES (“La precisión es un
deber, no una virtud”, Housman).

Otro factor al cual debemos prestar mucha atención en lo tocante a la


adscripción o apoyo al modelo por parte importante de la clase

18
Obviamente, luego de casi dos siglos de planteados estos temas por Marx y Engels, las cosas han
cambiado y seguirán haciéndolo, lo que ha traído de la mano una rica discusión en todos los ámbitos de los
postulados marxianos, incluido el ideológico. Ante ello, no podemos permanecer al margen de un debate
que se ha acrecentado en las últimas décadas, donde podemos verificar escuelas, diversos ‘ismos’ y
destacados teóricos: de Fráncfort (con dos épocas), sociológica histórica, el estructuralismo, el
autonomismo, el castro-guevarismo, marxismo sin dialéctica, el neomarxismo, S. Amin, I. Wallerstein, S.
Žižek, D. Harvey, etc.
trabajadora, es la falta de “politización” del discurso, de las prácticas y
de la intervención en la coyuntura por parte de la izquierda
anticapitalista, situación a la que nos hemos ido acostumbrando y que
en forma autocrítica debemos reconocer. Durante casi tres décadas, nos
fuimos formateando en actos o movilizaciones que debían tener un
carácter político, pero que eran transformados en fiestas, en
celebraciones. La advertencia común era: no se debe ser latero, el
“público” no quiere llantos ni lágrimas. Hasta la saciedad se señaló que
no se debía “contaminar” al movimiento popular y social con la
“política”. Lo “social” y lo “político” eran espacios estancos y nada tenían
que ver entre sí. ¡No se deben levantar banderas políticas, compañeros!,
se gritaba en muchas partes. Inclusive, las campañas “políticas” de la
izquierda no tradicional (neorreformista digamos) se hacen al compás de
un formato empleado también por la derecha, en que no importa el
contenido y las propuestas, sino la ‘pinta’ del candidato (sin iconografía
partidista o sectorial alguna) y un slogan fácil y pegador. “¡El pueblo
unido, avanza sin partido!”, era la consigna ya en el paroxismo de esa
otra forma de hacer “política”. Mientras tanto, la Derecha y los GM
hacían y hacen ‘Su’ política.

Como un corolario dentro de éste punto, digamos que, en la actualidad,


resulta indispensable que los distintos destacamentos, colectivos y
equipos que se identifican con la IR, se acerquen y reúnan para ir
conformando, en conjunto, una política básica de este sector de la
izquierda. Si disponemos nuestras fuerzas en la tarea de unificar a las
diversas formas de agrupación de los revolucionarios, aunque sea en
torno a mínimos grados organizativos, y comenzamos a hacer política
revolucionaria, en algo cambiaría la actual situación político-social. Y esa
unidad no sólo es deseable y posible, sino que urgente y humanamente
necesaria.

2.3.2 El neoliberalismo bacheletista

En este apartado del DO (pp. 11), los autores del mismo nos cuentan
que otro factor que debilita el despliegue de una estrategia de cambio
revolucionario en nuestra formación es el bacheletismo, el que, como
sospechábamos, no es más que otra, “representación política
neoliberal”.

Aparte el hecho que de “neoliberal” no tiene nada ninguna de las


representaciones políticas del BPE, en una FES signada por el
capitalismo MT; dando por sentado que en la fase actual el Estado se
encuentra al servicio del CMF (aliado al gran capital financiero
transnacional), determinado esto porque en el bloque en el poder es la
fracción burguesa monopólico-financiera la que detenta, en última
instancia, el poder político, sólo nos queda refutar lo alegado en el DO
señalando que la Concertación, primero, y luego la NM, conglomerado
que se identificara con la figura de la Bachelet y que tan patético final
tuviera, en realidad han constituido -lo repetimos- Grupos Mantenedores
(GM) de lo político y económico del modelo prohijado bajo la dictadura
cívico-militar.

El DO fue escrito en 2013, inclusive antes de la elección de Bachelet,


acaecida a fines de ese año y salvo algunos temas puntuales (un tibio
apoyo inicial en las encuestas, no se pusieron de acuerdo para unas
primarias parlamentarias, los tiras y aflojas de Navarro y Aguiló, etc.),
nada hacía prever, por entonces, que el último gobierno de los
mentados GM terminaría en la ruina política más grande.

A poco de asumir el gobierno, en marzo de 2014, se haría evidente que


la NM haría una pésima gestión y terminaría por demostrar el
agotamiento del rol histórico de estos. Desde un comienzo, tuvieron un
mal manejo de la crisis de gobernabilidad que les tocó enfrentar, lo cual
fue gatillado en su mayor parte por la irresponsabilidad de sus propias
autoridades, representantes oficiales y oficiosos, todo lo cual terminó
ocasionado un gran desconcierto y desorden entre sus filas, incluidos
sus dirigentes-funcionarios de frentes y organizaciones sociales. Valga
recordar sólo los bullados casos Penta-SQM, Caval y Operación Huracán.

En medio del reinado del bacheletismo, para el común de la gente la


situación política en Chile era “Mala o muy Mala” (diversas encuestas).
Sin embargo, lo anterior no implicaba la existencia de una ‘crisis política’
o de gobernabilidad generalizada ni menos de la “élite chilena”, como se
atrevió a afirmar Alberto Mayol en un opúsculo, lo que le valió una
merecida y acertada crítica por parte de un gran poeta y escritor.

Unos más, otros menos, l@s chilen@s sabían y saben que éste sistema
político-social y económico no cambiará mientras no exista un cambio
de fondo de la formación. Al mismo tiempo, durante 2016 (y en un
proceso que no se ha detenido hasta hoy), crecía la indefinición político
partidista y sectorial dentro del espectro formal, con una más que
atendible baja en la adscripción a la “Centro Izquierda + Izquierda”,
entendido éste espacio como el que ocupaba la NM y sus periferia.
Debemos atribuir dicha merma a todo el trabajo sucio realizado por la
‘centro izquierdista’ NM, sobre todo por las vilezas del PS-PPD, y el rol
de comparsa efectuado por el PC en esos años.
Ad portas de la segunda llegada al gobierno del multimillonario Piñera
(diciembre de 2017) y en medio de su crisis moral y política, la NM y la
derecha buscaban salidas que de alguna manera les dieran cobertura y
algún grado de credibilidad. Y he aquí que el manido cuento de la
delincuencia les vino como anillo al dedo a las fuerzas de la derecha,
pero no a la agonizante NM. Y lo beneficioso para Piraña y los suyos,
respecto de dicha veta política (de la que también usufrutuó Bachelet y
los suyos), es que sirve hasta para acusar y reprimir a todos los que se
atrevan a cuestionar el poder de los de arriba o simplemente exigir sus
derechos.

El BPE, de más en más, al verse cuestionado por las grandes mayorías y


minado por su corrupción indesmentible, tenderá a utilizar no digamos
ya la descalificación, demonización y criminalización (en ese orden) de
los movimientos sociales, sino que empleará la represión física lisa y
llana. Ese bloque político se saca su careta democrática y reimpone,
entonces, el concepto original del Estado de clase capitalista que señala
que a partir de la luma, la patada, la tortura o el balín se forja el
“Estado de derecho”.

Al final, ellos mismos, incluidos todas las agrupaciones en que se


encarnen los GM (llámense ‘progresismo’, bacheletismo, etc.), han
incumplido con el rol que se autoasignaron con el famoso ‘contrato
social’, entre dominadores/dominados. Han quebrantado la fe pública y
la confianza de los portadores de la etérea ‘voluntad general’. A éste
BPE, conformado a fines de los “80s, se le olvida que le son propias y
sistemáticas las prácticas del cohecho, las coimas, el soborno, la
corrupción, el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias, el
incumplimiento de deberes, la mentira, el lavado de activos, la
instigación a las FF.AA. y de orden para que, sin parar mientes, cumplan
su rol de fieles guardianes del orden de los ricos, etc. Pero su moral se
mantiene incólume, según ellos, por cuanto los medios no importan si el
fin, en este caso mantener la institucionalidad, logra salir indemne. Pero
cada día va quedando más al descubierto que su maquiavélico proceder
sólo oculta fines muy terrenales y muy contradictorios con el respeto de
esa gran mayoría nacional que, supuestamente, coloca en manos del
estrato político civil la soberanía y a la vez acepta los ingentes niveles
de riqueza arrancados por la patronal.

Respecto del rol jugado por el PC en el despreciable gobierno de la NM,


y que el DO no considera digno de análisis, digamos que sobre ellos
también recae la crítica que hacemos del conjunto de los GM. En todo
caso, esperable resultaba ser que los que de comunista sólo llevan el
nombre apoyaran a Bachelet y Cía. (a partir de una reunión de su CC,
en mayo 25, 2013), puesto que con su apoyo a la candidatura que
mejor representaba a los GM, la dirección del PC culminó un proceso de
entreguismo ideológico que comenzara en las presidenciales de 2005.
Entonces, fueron capaces de desconocer el acuerdo previo signado con
sus socios del Juntos Podemos, de anular en la 2ª vuelta, decidiendo por
sí solos secundar a la candidata de la Concertación (luego presidenta
gracias a esos votitos) a cambio de la realización de 5 puntos, promesa
cuyo gobierno jamás llegó a cumplir. Más aún, en 2013, cometieron un
gran error político: apoyaron a una candidata sin que mediara programa
político alguno. En todo caso, no fue un acuerdo fácil, pues su militancia
resintió el mazazo de apoyar a los que anteriormente eran considerados
por sus líderes como unos monstruos “neoliberales”. “La línea que nos
separa de ser comunistas o dejar de serlo es muy delgada”, sentenció,
por entonces, agorero y certero, un dirigente de las JJ.CC.

En el último párrafo de éste apartado, el DO rescata la figura de Allende


y el Allendismo como forma de disputar el espacio al bacheletismo.
Creemos que tal contienda ya no tiene sentido, por la debacle en que
término por caer el último gobierno de la NM, pero nos parece
sospechoso que se pretenda rebajar el legado de un socialista señero,
como lo fue Allende, a fin de enarbolarlo en el contexto de una pedestre
contienda electoral. Hasta pareciera que los autores del DO desean
tentar a las fuerzas de la IR a avanzar por el trillado e inconducente
camino electorero, utilizando como cebo para ello el arrojo y la
consecuencia del Presidente mártir, lo que nos parece un despropósito.
De otra parte, se inscribe allí que lo obrado por Allende, en términos de
su programa antiimperialista y democrático, podría asimilarse a un
actual, “allendismo en la Venezuela Bolivariana”, pero si bien ambos
procesos tienen algunas similitudes de forma, no nos parece que ambos
sean equivalentes en el fondo, si atendemos a todos los factores
históricos, políticos, de desarrollo de sus respectivos MP, etc., entre las
formaciones chilena y venezolana.

2.3.3 El espacio electoral

Nos parece grave que los autores del DO ni siquiera sopesen que lo
planteado en los dos párrafos que componen éste apartado (p. 12),
confronta una grave contradicción. En el primero, se enuncia la
imposibilidad de optar por la vía y el espacio electoral, pues se
encuentran a total disposición de la, “burguesía transnacionalizada” y de
sus, “representaciones políticas”, con lo cual no cabe sino concordar
plenamente, aunque quisiéramos agregar como otros escollos
insalvables para los amantes de las urnas el rol actual del Estado de
contrainsurgencia, junto con el consenso amplio y activo al que adhieren
el bloque dominante y los GM del sistema de dominación/explotación.
Contrario sensu, en el párrafo siguiente se indica que el uso de dichos
espacios son de gran importancia, “tanto para el acierto y avance de la
lucha”, y aunque pueda haber “desilusión (…) y nuevas derrotas”,
igualmente se lo hace parte de su estrategia. A este último respecto y
sin ir más atrás en el tiempo, sólo permítasenos recordar los tristes –y
más que desilusionantes- papeles jugados en las lides electoreras por
parte de Roxana Miranda y Eduardo Artés y sus respectivos
conglomerados.

2.4 Conclusiones sobre el carácter del período

1.- Creemos que lo que alienta y define nuestra formación social, desde
fines de 2010, es un creciente descrédito, tanto del modelo de
dominación/explotación como de la casta política civil que lo mantiene y
reproduce, alcanzando ello al empresariado; la activación de un gran
MP, que avanza las más de las veces sobre el ‘presentismo’, aunque con
algunos cruciales momentos transversales; y de fondo, un sistema MT
que se encuentra más que maduro, tanto que ya no importa cuál de las
fuerzas del establishment se haga cargo de los poderes públicos, lo que
igualmente deja en la estacada a los GM. Por tanto, no “habitamos y nos
habita” lo expresado en el primer punto de estas conclusiones, respecto
de la definición que se hace allí del actual período de la lucha de clases,
la cual carece de asidero en la realidad concreta;

2.- Lo acontecido en las esferas de lo económico y político en nuestra


FES durante la dictadura cívico-militar fue, en rigor, de imposición y
despliegue de un modelo de explotación y dominación que sirve los
intereses de la fracción burguesa hegemónica, la Monopólico Financiera.
Identificar el actual modelo con un inexistente “neoliberalismo”, tal
como se hace en estas conclusiones y majaderamente en el total del
DO, no hace sino escamotear las fuerzas que en verdad agitan la
coyuntura, así como las que efectivamente detentan la hegemonía en el
bloque en el poder y el BPE, por lo que a partir de ello no será posible
obtener, “características y datos estratégicos”, para construir un
estrategia revolucionaria, como irracional e incoherentemente se
explicita en la segunda de estas conclusiones;

3.- Para atreverse a hablar de reeditar en nuestra formación un nuevo


período prerrevolucionario, como hace en esta parte el DO, con total
seguridad podemos afirmar que para ello no bastará con la mera
existencia de un “carácter irreformable” respecto de las estructuras de
dominación. Antes bien, tal condición potencial será aprovechable para
las fuerzas que componen la IR en la medida que logren, en conjunto
con el MP, forzar la coyuntura hasta hacer saltar los acotados límites del
modelo de dominación. Para ello, aún resta avanzar por un largo trecho,
en que las fuerzas político-sociales de los pueblos y l@s trabajador@s
logren pasar desde el presentismo a las luchas más políticas; que lleven
los combates de lo local-territorial a lo nacional; que unifique todas y
cada una de las demandas sociales y populares. Entonces sí que será
cierto que estaremos apuntando a generar una crisis de gobernabilidad
o una situación prerrevolucionaria, la cual comporte la existencia de una
situación socio-política que Lenin expuso, correctamente, así: “Sólo
cuando las ‘capas bajas’ no quieren lo viejo y las ‘capas altas’ no pueden
sostenerlo al modo antiguo, sólo entonces puede triunfar la revolución”;

4.- Para la realización de lo anterior, resulta vital impulsar, legitimar y


dar toda la relevancia posible a las acciones de lucha ejercidas por los
sectores movilizados y en pie de guerra contra el sistema, tanto por
objetivos inmediatos como aquellos de fondo y mayor aliento, donde
destacan el movimiento por la recuperación de tierras del pueblo
Mapuche; por la Educación pública, gratuita, de calidad, democrática y
no patriarcal; por los derechos de la mujer; por la defensa del medio y
de las comunidades; en la promoción y defensa de los DD.HH.; y por un
sistema de seguridad social, que incluya salarios y previsión
satisfactorios. Son las mujeres y los hombres que constituyen estos
movimientos, así como todo aquel que se sienta explotado y marginado
y aspire a cambiar sus condiciones de vida, y no un etéreo, “sujeto
social y político colectivo actuando desde una estrategia tras un objetivo
a conquistar”, como apunta otra de las conclusiones del DO, los que
conformarán el sujeto social y político que hará la revolución en Chile;

5.- Se postula, en la antepenúltima conclusión del DO, el colapso


respecto del control social ejercido tanto por los gobiernos de los GM
(categoría ésta última muy útil, pero desconocida por los autores del
trabajo en cuestión), como los de la derecha, dando a entender que ya
no queda para el bloque en el poder más cartas que jugarse de cara a la
mantención de su dominación. Lo que nos dice la realidad, pensamos, es
que los conglomerados representantes de esos GM, al asumir tal calidad
firmaron al mismo tiempo su acta de caducidad, la que tardó en llegar,
pero finalmente pudimos constatar que en el segundo gobierno de
Bachelet el agotamiento del proyecto mantenedor se hizo evidente de
una manera simplemente patética. Sin embargo, hoy nuevas fuerzas en
la arena de la política se la juegan para llegar a interpretar tan
oprobioso rol: el PC y sus pocos amigos, y los neorreformistas del Frente
Amplio. Al mismo tiempo, la derecha, con un discurso exitista y
‘apolítico’, que apuntala y aprovecha los cambios en la ideología
ampliamente infiltrada en sectores populares, ha logrado conformar un
base de apoyo social importante y en base a ello, junto con una tórpida
crítica a las farisaicas reformas de la Concertación/NM, es capaz de
asumir un papel preponderante como defensor del modelo y con
capacidad para hacerse del poder político formal;

6.- La penúltima conclusión, hace referencia a la “convicción” que


presentarían los sectores populares en lucha por sus derechos respecto
de la, “ilegitimidad de la institucionalidad política del modelo”. Pensamos
que aún resta bastante trecho como para asegurar que existe dicho
convencimiento, el que –por ahora- sólo aparece más definido entre los
sectores organizados política y materialmente del pueblo-nación
Mapuche, y en parte del ME y del movimiento por los derechos de las
mujeres. Es en relación a la necesidad que esa convicción se haga carne
en las grandes mayorías nacionales, lo que implica dar atajo a los
efectos de la ideología dominante que les impide dar el crucial paso
hacia el cuestionamiento de la legitimidad del orden vigente, que
pensamos en que se hace necesario: aprender mucho más sobre la
ideología dominante, sus contenidos, alcances y efectos, junto con
recuperar el acervo marxiano y la discusión actual sobre la
problemática, con vistas a poder co-construir, al interior de las
organizaciones del MP, la conciencia de clase que se transforme en
prácticas políticas efectivas en el campo de la lucha de clases; impulsar
el debate político-ideológico entre los activos democráticos y sectores
más conscientes del MP para, a continuación, irradiar ésta discusión y
las prácticas pertinentes al interior de ese movimiento y en todos los
frentes sociales y territorios. Además, resulta indispensable que las
fuerzas que aspiran a ser IR se reúnan para ir construyendo, en
conjunto, la política de esa izquierda, para enseguida darse a la tarea de
intervenir con esa política conjunta en la coyuntura, en cada frente,
sector, territorio que sea posible;

7.- La última conclusión, apunta a la importancia de la lucha por los


objetivos democráticos dentro de la estrategia y la política de la IR. No
se puede estar en desacuerdo con tal afirmación, pero pensamos que la
lucha por los objetivos señalados implica no sólo destacarlos en todos
los programas y pliegos, sino también que la IR y los sectores más
claros del MP realicemos un empeño mayor en cuanto a politizar aún
más todas las luchas, sumando en la acción a aquellos menos
conscientes y organizados; profundizando y extendiendo la unidad en la
acción de las fuerzas sociales y políticas del campo popular.
Y en éste ámbito de la lucha nos parece que ante la relativa
debilidad, compartimentalización y grados mínimos de politización del
MP, debemos estar advertidos del aprovechamiento que de esto hacen y
harán los sectores reformistas y neorreformistas para sus oportunistas
políticas electoreras.

Al finalizar ésta crítica de la segunda parte del DO y en consonancia con


el mismo, nos parece clave destacar que de no mediar el desarrollo de
una alternativa de la IR en el seno mismo del MP, todas las
movilizaciones basadas en el presentismo, una creciente separación
entre la sociedad civil y la institucionalidad política, y la constante
irrupción de los cantos de sirena del electoralismo, por cierto que
tenderán a desplazar los esfuerzos de los movilizados hacia formas de
organización y participación que no son efectivas en la perspectiva de la
construcción del contrapoder autónomo de los explotados y marginados.

¡Que la Historia Nos Aclare el Pensamiento!

Círculo de Estudios Sociales Miguel Cabrera

Julio 2018

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