You are on page 1of 11

EUTANASIA. Suicidio asistido. RESPETO A LA VIDA PRIVADA Y FAMILIAR.

Injerencia necesaria en
una sociedad democrática. Aplicaciones individuales. Criterios de admisibilidad. Margen de
apreciación de los Estados Miembros. RESPONSABILIDAD DEL ESTADO. Obligaciones positivas.

Corte Europea de Derechos Humanos

Koch v. Germany - 19-7-2012 c

Texto en inglés

Resumen

El recurrente, Ulrich Koch, ciudadano alemán nacido en 1943, se casó con B.K. en 1980. En el año 2002, tras
sufrir una caída frente a la puerta de su casa, B.K. quedó completamente paralítica y debió recurrir a la respiración
artificial y a la constante asistencia del personal de enfermería. Posteriormente, comenzó a tener espasmos.
Según las evaluaciones médicas, B.K. tenía una expectativa de vida de por lo menos quince años más. Sin
embargo, ella manifestó el deseo de poner fin –con la ayuda de su marido– a lo que consideraba una vida indigna.
En noviembre de 2004, solicitó autorización al Instituto Federal de Medicamentos y Dispositivos Médicos
(Instituto) para obtener 15 grs. de pentobarbital sódico, una dosis letal que le permitiría poner fin a su vida en
su hogar de Braunschweig. En virtud del art. 5(1) (6) de la Ley alemana sobre Narcóticos, el Instituto denegó la
solicitud y consideró que el deseo de B.K. de poner fin a su vida se oponía diametralmente al objetivo de dicha
ley, orientada a asegurar la necesaria asistencia médica a las personas interesadas. La autorización, pues, sOlo
podía concederse con el fin de mantener o prolongar la vida y no con el objetivo de ayudar a una persona a poner
fin a sus días.

B.K. entonces viajó con su marido a Suiza, donde, el 12 de febrero de 2005, puso fin a su vida con la asistencia
de la organización Dignitas.

El 3 de marzo de 2005 el Instituto confirmó su decisión previa. Un mes después, el Sr. Koch presentó una
demanda exigiendo la declaración de ilegitimidad de la decisión del Instituto y alegando que Este tenía la
obligación de conceder la autorización solicitada por su esposa. El 21 de febrero de 2006 el Tribunal Administrativo
de Colonia declaró inadmisible la acción del recurrente sosteniendo que Este no estaba legitimado para presentar
una demanda porque no podía pretender ser víctima de una violación de sus propios derechos. Asimismo, el
tribunal sostuvo que la decisión del Instituto era legítima y conforme al art. 8 de la Convención Europea de
Derechos Humanos (Convención).

En junio de 2007, la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo de Renania del Norte-Westfalia


desestimó la petición de autorización para apelar presentada por el Sr. Koch. En noviembre del año siguiente, la
Corte Constitucional Federal declaró inadmisible el recurso constitucional interpuesto por el Sr. Koch, sosteniendo
que este no podía invocar un derecho póstumo de su esposa a la dignidad humana. El alto tribunal explicó que
la protección póstuma de la dignidad humana solo podía extenderse a violaciones del derecho al honor, intrínseco
a todos los seres humanos, así como a violaciones a la reputación, moral y social adquirida por una persona
durante toda su vida. Además, agregó que el recurrente no tenía derecho a interponer un recurso en carácter de
sucesor jurídico de su esposa.

Entonces, el Sr. Koch interpuso un recurso ante la Corte Europea de Derechos Humanos (Corte) contra Alemania,
invocando la violación a los arts. 8 (derecho al respeto de la vida privada y familiar) y 13 (derecho a un recurso
efectivo) de la Convención.

SE DECIDIÓ: se declara por unanimidad que hubo una violación del art. 8 de la Convención. Asimismo, se
dispone que el Estado demandado deberá pagar al recurrente la suma de € 2.500 en concepto de daño moral y
de € 26.736.25 en concepto de costas y gastos.

Presunta violación de los derechos del recurrente en virtud del art. 8 de la Convención

Es preciso examinar si los derechos garantizados por el art. 8 de la Convención han sido suficientemente
preservados en el curso de los procedimientos internos.

El recurrente denuncia la violación de sus propios derechos garantizados por el art. 8 en razón de que el
padecimiento de su esposa y las circunstancias de su deceso lo habrían afectado en su calidad de marido
compasivo y protector.

Lo cierto es que el Sr. Koch y su esposa estuvieron casados durante veinticinco años. Él la acompañó en su
sufrimiento, aceptó su deseo de poner fin a su vida y viajó con ella a Suiza para cumplir ese deseo. Su compromiso
también se puso de manifiesto cuando interpuso un recurso contencioso-administrativo conjuntamente con su
esposa y siguió el procedimiento en su nombre después de la muerte de ella. En tales circunstancias
excepcionales, es evidente que el Sr. Koch tenía un gran interés de que los tribunales resolvieran el fondo de la
demanda inicial.

No es posible suscribir el argumento del gobierno alemán (Gobierno) según el cual no había necesidad de
concederle al Sr. Koch el derecho a tramitar la acción iniciada por su esposa, dado que ella podría haber esperado
el resultado de los procedimientos que se tramitaban ante los tribunales alemanes. Sin embargo, estos
concluyeron tres años y nueve meses después del deceso de B.K., cuando la Corte Constitucional Federal declaró
inadmisible el recurso constitucional presentado por el recurrente.

Por otra parte, en cuanto a las observaciones del Gobierno de que B.K. habría podido solicitar medidas
provisionales a fin de acelerar el procedimiento, esta Corte estima que generalmente tales medidas están
orientadas a salvaguardar la situación jurídica del demandante durante el procedimiento principal y, en principio,
no son concebidas para acelerar el resultado de este. Además, dada la gravedad de la demanda en cuestión y las
consecuencias irreversibles que la concesión de una medida tal habría necesariamente ocasionado, esta Corte no
está persuadida de que, en este caso, un requerimiento de una medida provisional habría sido adecuada para
acelerar el procedimiento ante los tribunales internos.

Habida cuenta de estas consideraciones, en particular de la relación excepcionalmente estrecha existente entre
el Sr. Koch y su difunta esposa, esta Corte estima que el recurrente puede pretender haber sido directamente
afectado por la circunstancia de que el Instituto denegó la solicitud de autorización presentada por su esposa
para adquirir una dosis letal de pentobarbital sódico. Por ello, ha habido una injerencia en los derechos que el
art. 8 de la Convención garantiza al recurrente.

En lo referente a si los derechos del recurrente fueron suficientemente salvaguardados durante los procedimientos
ante los tribunales alemanes, lo cierto es que estos se negaron a examinar el fondo del caso sosteniendo que el
recurrente no podía, de conformidad con el derecho alemán o con el art. 8 de la Convención, reivindicar sus
propios derechos, y que no tenía legitimación para tramitar el recurso de su esposa después de la muerte de
esta. En opinión de esta Corte, la vulneración de los derechos del Sr. Koch no ha servido a ninguno de tales fines
legítimos. En consecuencia, ha habido una violación del derecho del Sr. Koch a que los tribunales examinaran el
fondo de su demanda de conformidad con el art. 8.

En cuanto al fundamento de la denuncia del recurrente, en principio les corresponde a los tribunales alemanes
examinar el fondo de la cuestión, máxime cuando no hay consenso entre los Estados miembros del Consejo de
Europa en lo referente a autorizar cualquier forma de suicidio asistido. En efecto, según los resultados de una
investigación iuscomparatista, solo cuatro de los cuarenta y dos Estados estudiados autorizan a los médicos a
prescribir una dosis letal de un medicamento que le permita a un paciente poner fin a su vida. Esto implica
reconocer al Estado demandado un margen de apreciación considerable en este contexto.

Presunta violación del derecho reconocido a la esposa del recurrente por el art. 8 de la Convención

Tanto en Sanles Sanles c. España como en Thévenon c. Francia y Mitev c. Bulgaria, esta Corte ha reafirmado el
principio según el cual los derechos contenidos en el art. 8 son intransferibles y, por ende, no pueden ser
reivindicados por un pariente cercano u otro heredero inmediato de la víctima. Por ello, en el interés de la
seguridad jurídica, de la previsibilidad y de la igualdad ante la ley, esta Corte no se aparta –en ausencia de
motivos válidos– de sus propios precedentes ni de la jurisprudencia sentada en sus fallos.

Los argumentos aquí presentados no son suficientes para que esta Corte se aparte de su jurisprudencia. El
recurrente no está legitimado para hacer valer los derechos reconocidos a su esposa por el art. 8 de la Convención
debido al carácter intransferible de los mismos. En conclusión, la denuncia del recurrente referente a la violación
de los derechos de su difunta esposa en virtud de dicho artículo debe ser rechazada por incompatibilidad ratione
personae con las disposiciones de la Convención.
ABORTO. DERECHO A LA VIDA. TRATOS INHUMANOS Y DEGRADANTES. DERECHO AL RESPETO A LA VIDA PRIVADA Y FAMILIAR.
DERECHO A UN RECURSO EFECTIVO. DERECHO A LA IGUALDAD. DISCRIMINACIÓN.

CORTE EUROPEA DE DERECHOS HUMANOS

Caso A, B, and C c. Irlanda- 16-12-2010.

Texto de la sentencia (en inglés).

Resumen

En el año 2005, las ciudadanas irlandesas A y B y la ciudadana lituana C, mayores de edad y residentes en Irlanda, que habían quedado
involunariamente embarazadas, viajaron al Reino Unido para someterse a un aborto.
A era soltera, estaba desempleada, vivía en condiciones de pobreza, y debido a su adicción al alcohol, sus cuatro hijos pequeños estaban a cargo de
los servicios sociales. Para no poner en peligro su salud ni perder la ocasión de volver a reunirse con sus hijos, había recurrido a un prestamista que le
había adelantado los fondos necesarios para hacer frente a los gastos que implicaba la intervención.
B no estaba en condiciones de cuidar sola a un hijo en ese momento de su vida.
Antes de saber que estaba embarazada, C se había sometido a unos chequeos necesarios para la cura de una rara forma de cáncer que tenía en
remisión, contraindicados durante el embarazo. Preocupada por su salud y su vida, ya que el embarazo podía provocarle una recaída, supuso que
llevarlo a término podía comportar riesgos para el feto, pero no pudo obtener asesoramiento médico alguno respecto de esta circunstancia.
La ley penal irlandesa incrimina el aborto y, en particular, el art. 58 de la Offences Against the Person Act de 1891, que aún está vigente, establece
que toda mujer embarazada o tercera persona que emprenda una acción ilegal con la intención de provocar el aborto de una mujer comete un delito
que tiene prevista la cadena perpetua.
En el año 1983, en Irlanda se realizó un referéndum que dio lugar a la VIII Enmienda a la Constitución: su art. 40.3.3 reconoce el derecho a la vida
del feto y el igual derecho a la vida de la madre, garantizando el respeto de este último en las leyes nacionales.
A raíz de los casos concernientes a la interpretación de dicha enmienda presentados ante los tribunales irlandeses, en 1992, en el caso X, la Corte
Suprema de Irlanda declaró que el aborto era legal en dicho país cuando el embarazo genera un riesgo real e importante para la vida -no así para su
salud- de la madre. Posteriormente, en casos similares, los tribunales establecieron que el Parlamento no había aprobado la legislación necesaria para
reglamentar ese derecho garantizado por la Constitución.
En 1992, se realizó otro referéndum que dio lugar a la XIIII Enmienda a la Constitución, que eliminó la prohibición de realizar viajes al extranjero
para someterse a un aborto y permitió que se divulgara en todo el país la información relativa a abortos legales que se realizaban en el extranjero.
Las tres mujeres alegaron que la imposibilidad de someterse a un aborto en Irlanda les había ocasionado una situación innecesariamente costosa,
complicada y traumática y que tal circunstancia las estigmatizaba, las humillaba y les imponía un riesgo para su salud, y, en el caso de C, inclusive
para su vida. En consecuencia, interpusieron contra Irlanda un recurso ante la Corte Europea de Derechos Humanos (Corte). Las primeras dos
recurrentes alegaron una violación a los arts. 3, 8, 13 y 14 de la Convención Europea de Derechos Humanos (Convención) y la tercera, también al art.
2.

SE DECIDIÓ: en el caso de las dos primeras recurrentes, no hubo violación al art. 8 de la Convención; ni al art. 13 en conjunción con el art. 8.
En el caso de la tercera recurrente, hubo violación del art. 8 de la Convención, pero no existe una cuestión independiente fundada en el art. 13 en
conjunción con el art. 8.
Tampoco existe una cuestión independiente fundada en el art. 14 en conjunción con el art. 8 en el caso de las tres recurrentes.

Presunta violación del art. 2 de la Convención


No se presentó obstáculo legal alguno para que las recurrentes viajaran al extranjero a fin de someterse a un aborto. Además, la tercera recurrente,
que sufrió complicaciones tras el aborto, no manifestó que éstas representaran una amenaza para su vida, razón por la cual resultan inadmisibles sus
reclamos fundados en el art. 2 de la Convención (derecho a la vida).

Presunta violación del art. 3 de la Convención


Se rechazan los reclamos fundados en el art. 3 de la Convención, ya que las cargas psicológicas y físicas que indudablemente sufrieron las tres
recurrentes a raíz de su viaje al extranjero para someterse a un aborto son insuficientes para constituir un trato inhumano o degradante.

Presunta violación del art. 8 de la Convención


El concepto de “vida privada” en el sentido del art. 8 de la Convención es amplio y abarca, entre otros, el derecho a la autonomía y al desarrollo
personal, y está referido a asuntos tales como la identidad de género, la orientación sexual y la vida sexual, la integridad física y psicológica de la
persona y la decisión de tener o no tener hijos o de convertirse en padres genéticos.
Por otro lado, la legislación que regula la interrupción del embarazo corresponde a la esfera de la vida privada de la mujer. Sin embargo, el art. 8 de la
Convención no puede ser interpretado en el sentido de que el embarazo y su interrupción pertenecen únicamente a la vida privada de la mujer, ya que
ésta siempre resulta ligada íntimamente al feto en desarrollo. Por consiguiente, el derecho de la mujer al respeto de su vida privada debe ser
contrapuesto a otros derechos y libertades invocados, entre ellos los del feto.

Las dos primeras recurrentes


En el caso de las dos primeras recurrentes, la prohibición de interrumpir el embarazo constituyó una interferencia, en términos de la ley, en su
derecho al respeto de su vida privada y persiguió el legítimo objetivo de proteger la moral pública tal como es entendida en Irlanda.
En cuanto a si la prohibición era necesaria en una sociedad democrática y, en particular, a si respondía a una necesidad social apremiante, esta Corte
observa que, en principio, debe otorgarse un amplio margen de apreciación al Estado irlandés para que determine si existió un justo equilibrio entre el
derecho a la vida del feto y el derecho de las dos primeras recurrentes al respeto de su vida privada, que garantiza el art. 8 de la Convención.
En efecto, contrariamente a la opinión del gobierno irlandés, en la mayoría de los Estados miembros del Consejo de Europa hay consenso en cuanto a
autorizar el acceso al aborto en una mayor cantidad de supuestos que en el derecho irlandés. De hecho, las recurrentes podrían haberse sometido a
un aborto en alrededor de treinta Estados miembros del Consejo de Europa. La primera de ellas lo podría haber hecho por motivos de salud en
aproximadamente cuarenta Estados miembros y la segunda, por motivos de bienestar, en alrededor de treinta y cinco de ellos. Únicamente en
Andorra, Malta y San Marino el acceso al aborto es aún más restringido que en Irlanda, ya que en tales países la prohibición rige independiente de la
existencia de un riesgo para la vida de la mujer. Pero Irlanda es el único miembro del Consejo de Europa que sólo autoriza el aborto cuando el
embarazo plantea tal riesgo.
Sin embargo, el indiscutible consenso existente entre los Estados miembros del Consejo de Europa no resulta suficiente para reducir en forma decisiva
el amplio margen de apreciación del que goza el Estado.
En Vo c. Francia, esta Corte decidió que la determinación de cuándo comienza la vida se encuentra dentro del margen de apreciación de cada Estado.
Al no existir consenso a nivel europeo acerca de la definición científica y legal del comienzo de la vida, y dado que el derecho del feto y el de la madre
están estrechamente ligados, el margen de apreciación otorgado a un Estado para que proteja a un niño por nacer necesariamente se traslada a un
margen de apreciación sobre la forma en que dicho Estado hace el balance con los intereses contrapuestos de la madre.
Por otro lado, a las dos primeras recurrentes se les ha reconocido el derecho a viajar al extranjero para someterse a un aborto y a recibir en Irlanda
una adecuada atención médica antes y después del mismo, y dado que la prohibición del aborto por razones de salud o bienestar surge de los más
profundos valores morales del pueblo irlandés con respecto al derecho a la vida del feto, esta Corte llega a la conclusión de que tal prohibición no
excede el margen de apreciación otorgado al Estado irlandés a ese respecto. En efecto, la prohibición constituye un justo equilibrio entre el derecho de
las dos primeras recurrentes al respeto de sus vidas privadas y los derechos invocados en nombre del feto. En consecuencia, no ha habido violación
del art. 8 en el caso de las primeras dos recurrentes.

La tercera recurrente
La rara forma de cáncer de la tercera recurrente constituye un riesgo para su vida. Esta Corte considera que la generación de cualquier riesgo
importante para su vida por causa del embarazo afecta claramente los valores fundamentales y los aspectos esenciales de su derecho al respeto a la
vida privada (ver X y Y c. Holanda).Contrariamente a lo manifestado por el gobierno irlandés en su presentación, no es necesario que la recurrente
acreditara ulteriormente el presunto riesgo médico, ya que su denuncia se fundaba en la inexistencia de un procedimiento interno eficaz para
establecer ese riesgo.
El gobierno irlandés afirma que en Irlanda una mujer cuenta con procedimientos efectivos y accesibles para establecer su derecho a someterse a un
aborto legal. Sin embargo, esta Corte ha examinado el único medio no judicial a que el gobierno irlandés se refiere -la consulta médica de una mujer
embarazada-, que considera de dudosa efectividad como medio para determinar el derecho de la tercera recurrente a un aborto legal en Irlanda.
En efecto, a partir de la interpretación del art. 40.3.3 de la Constitución que la Corte Suprema de Irlanda hizo en el caso X, el derecho irlandés no ha
establecido criterios ni procedimientos legislativos ni jurisprudenciales que permitan evaluar ni determinar el riesgo para la vida de la mujer
embarazada, circunstancia que ha generado incertidumbre respecto de la aplicación exacta de la norma. Por otra parte, los arts. 58 y 59 de
la Offences Against the Person Act de 1891 nunca han sido reformados, razón por la cual la absoluta prohibición del aborto y los delitos penales
asociados allí previstos continúan vigentes.
En este contexto, resulta evidente que dichas disposiciones penales constituyen un factor significativamente adverso para las mujeres así como para
los médicos en el marco de la consulta. En efecto, tanto la tercera recurrente como cualquier médico corrían el riesgo de verse enfrentados a una
condena penal grave y al encarcelamiento si decidían que la mujer, debido a un riesgo para su vida, tenía derecho a realizarse un aborto en Irlanda, y
si tal decisión luego se declaraba contraria al art. 40.3.3 de la Constitución. Los médicos también corrían el riesgo de quedar expuestos a
procedimientos disciplinarios laborales y severas sanciones. Por esta razón, la Corte considera que el proceso normal de consulta médica no puede ser
considerado un medio efectivo para determinar si un aborto puede realizarse legalmente en Irlanda dada la existencia de un riesgo para la vida de la
madre.
Por otro lado, el gobierno irlandés argumentó que la tercera recurrente podría haber iniciado acciones ante los tribunales constitucionales a fin de
determinar si tenía derecho a un aborto legal y obtener el dictado de órdenes de cumplimiento obligatorio para que los médicos interrumpieran su
embarazo. Sin embargo, esta Corte considera que tal acción tampoco es efectiva, ya que la función de los tribunales constitucionales no es
determinar si una mujer tiene derecho a un aborto legal.
Igualmente inapropiado resulta requerir que las mujeres sigan tales procedimientos constitucionales cuando su derecho a un aborto no está en
discusión si el embarazo plantea un riesgo para sus vidas.
Más aún, no resulta claro de qué manera los tribunales pueden dictar una orden para que los médicos realicen un aborto, dado que el gobierno
irlandés no ha brindado suficiente información a esta Corte en lo concerniente a la realización de abortos legales en Irlanda.
Por consiguiente, ni las consultas médicas ni las acciones legales constituyen procedimientos efectivos y accesibles que hayan podido permitir a la
tercera recurrente establecer su derecho a realizarse un aborto legal en Irlanda. Además, el gobierno irlandés no ha brindado explicación alguna a
esta Corte de por qué el art. 40.3.3 no ha sido aplicado hasta el momento.
En estas circunstancias, esta Corte rechaza el argumento del gobierno irlandés según el cual la tercera recurrente no agotó los recursos internos. En
efecto, las autoridades no cumplieron con su obligación positiva de garantizarle el efectivo respeto de su vida privada, habida cuenta de la inexistencia
de una reglamentación legislativa o de un régimen regulador que determine un posible derecho al aborto legal en Irlanda mediante un procedimiento
accesible y efectivo de conformidad con el art. 40.3.3 de la Constitución.
En consecuencia, ha habido una violación del art. 8.

Notas del Instituto: 1) v. Shannon K. Calt , “A., B. & C. v. Ireland: 'Europe's Roe v. Wade'?”, en Lewis & Clark Law Review, vol. 14, No. 3, p.
1189, 2010, en <http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1540344>; 2) dada la polarización que existe en relación con el
aborto, hay innumerables artículos en Internet de orientación religiosa que comentan esta sentencia.
LIBERTAD DE EXPRESIÓN. LIBERTAD IDEOLÓGICA. LIBERTAD DE OPINIÓN. Alcances. Declaraciones relativas a cuestiones de hecho.
Juicios de valor. INJURIAS. Crítica a instituciones del Estado. PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD. TERRORISMO. Apología.

Corte Europea de Derechos Humanos

Otegi Mondragón c. España - 15-3-2011

Texto de la sentencia (en inglés)

Resumen

El 21 de febrero de 2003, la sede del periódico vasco Euskaldunon Egunkaria (Egunkaria) fue allanada y clausurada por orden de un juez de instrucción
de la Audiencia Nacional de España por sus presuntos vínculos con la organización terrorista ETA. El redactor en jefe y varios miembros del consejo de
administración fueron arrestados y, tras cinco días de permanecer incomunicados, denunciaron haber sido sometidos a malos tratos.

Algunos días después, el rey de España visitó el País Vasco para asistir a la inauguración de una central eléctrica. El mismo día, durante una conferencia
de prensa, Arnaldo Otegi Mondragón, legislador vocero del grupo parlamentario vasco de izquierda independiente Sozialista Abertzaleak, sostuvo que la
visita del rey resultaba patética y una verdadera vergüenza política, y, en relación con la situación de Egunkaria, agregó que el rey, jefe supremo del
ejército español, debía responder por quienes habían torturado a los detenidos y por haber protegído la tortura.

Dos meses después, el Ministerio Público promovió una acción penal contra Otegi Mondragón por injuria grave contra el rey en términos del art. 490.3
del Código Penal (CP), fundada en el art. 208 del mismo código. El legislador alegó que no había tenido intención de atentar contra la dignidad y el
honor del rey de España al afirmar que este era el jefe supremo de la guardia civil porque ello era una realidad en el Estado español, donde el comandante
supremo de las fuerzas armadas es el rey. Además, agregó que un político como él dispone de un amplio margen de maniobra cuando se trata de
informar a la sociedad sobre cuestiones de interés público.

En marzo de 2005, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (Tribunal Superior) declaró a Otegi Mondragón no culpable de los hechos que se le
imputaban.

El Ministerio Público, entonces, interpuso un recurso ante el Tribunal Supremo señalando que la ley protege el honor del rey en tanto persona física
concreta, titular de su dignidad personal y objeto del delito de injuria. Además, agregó que el objetivo de la ley es asegurar el respeto por el contenido
simbólico de la institución de la Corona tal como establece la Constitución española. Asimismo, sostuvo que la inviolabilidad de la persona del rey,
proclamada por el art. 56.3 de la Carta Magna, demuestra la posición excepcional que ella tiene en el sistema de la Constitución española de 1978, la
cual pone de manifiesto el carácter desproporcionado de las expresiones vejatorias e insultantes proferidas por Otegi Mondragón. Por todo ello, lo
condenó a un año de prisión, a la suspensión del derecho al sufragio pasivo durante la duración de la pena, y al pago de costos y gastos en tanto autor
penalmente responsable de un delito de injuria grave contra el rey. Asimismo, sostuvo que las declaraciones del parlamentario expresaban menosprecio
por el rey y por la institución que representa, afectando de esa manera el núcleo de su dignidad, dado que las mismas le atribuían una de las
manifestaciones delictivas más graves en un Estado de derecho. Además, observó que el contexto en el que las declaraciones habían sido formuladas,
no modificaron en nada su carácter intolerante.

Otegi Mondragón, entonces, interpuso un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional, alegando la violación de su derecho a la libertad de expresión
y a la libertad ideológica, contemplados respectivamente en los arts. 20.1 y 16 de la Constitución. Según el legislador, el Tribunal Supremo no había
hecho un balance de los derechos en conflicto. Las frases controvertidas no contenían expresiones injuriosas o vejatorias, ni estaban dirigidas
principalmente contra el rey de España, sino contra el presidente de la Comunidad Autónoma vasca y, en todo caso, se correspondían con la realidad y
no se referían a la vida privada ni a la actitud del rey. Además, no eran desproporcionadas en el contexto en el que habían sido formuladas, a saber, la
cordial acogida que el gobierno vasco le había reservado al rey después del cierre del periódico Egunkaria y la tortura de los detenidos. El Tribunal
Constitucional declaró inadmisible el recurso por defecto manifiesto de contenido constitucional. Observó que el derecho a la libertad de expresión no
incluye el derecho al insulto y que la Constitución no prohíbe el empleo de expresiones hirientes, pero que la libertad de expresión no protege las
expresiones vejatorias que, sin perjuicio de su veracidad, sean ofensivas, ignominiosas y no pertinentes para transmitir opiniones o información. En
consecuencia, entendió que estaban protegidas como forma de ejercicio del derecho a la libertad de expresión.

En mayo de 2006, el Tribunal Supremo suspendió la pena impuesta a Otegi Mondragón por el plazo de tres años. En julio de 2009, dicha pena le fue
condonada.

En junio de 2007, cuando el Tribunal Supremo confirmó la sentencia de la Audiencia Nacional que había impuesto al legislador una pena de quince meses
de prisión por el delito de apología del terrorismo, Otegui Mondragón fue encarcelado. Actualmente, cumple una prisión preventiva dispuesta en el marco
de otros procesos.

Otegi Mondragón entonces presentó un recurso contra España ante la Corte Europea de Derechos Humanos (Corte), alegando la violación de los arts.
10 y 14 en conjunción con el art. 10 de la Convención Europea de Derechos Humanos (Convención).

SE DECIDIÓ: se declara por unanimidad que hubo violación del art. 10 de la Convención. Además, se dispone que el Estado demandado debe pagar al
recurrente la suma de €20.000 en concepto de indemnización por el daño moral y de €3.000 por los costos y gastos.

El recurrente alega que la decisión del Tribunal Supremo que lo declaró culpable de injurias graves contra el rey restringe indebidamente su derecho a
la libertad de expresión garantizada en el art. 10 de la Convención.

En primer lugar, es dable observar que, sin lugar a dudas, Otegui Mondragón se expresó en su carácter de vocero de un grupo parlamentario, de modo
que sus declaraciones fueron una expresión política. Por otra parte, eran de interés público en el País Vasco, ya que se referían a la acogida que el jefe
de gobierno vasco había dado al rey de España en ocasión de su visita oficial, en el contexto del cierre del periódico Egunkaria y de la detención de sus
responsables y su denuncia de malos tratos. El margen de apreciación del que disponían las autoridades para juzgar la necesidad de la sanción impuesta
al recurrente era, en consecuencia, particularmente restringido.

En cuanto a los términos empleados por Otegui Mondragón, esta Corte recuerda que es preciso distinguir entre afirmaciones relativas a hechos y juicios
de valor. Mientras que los hechos puedan probarse, los segundos no requieren acreditación de su exactitud. Exigir la demostración de la veracidad de
los juicios de valor no es factible y vulnera la libertad de opinión, elemento fundamental del derecho garantizado en el art. 10. El Tribunal Supremo
afirmó en su fallo que las declaraciones de Otegi Mondragón eran juicios de valor y no afirmaciones relativas a hechos. Sin embargo, el contexto en el
que fueron formuladas no puede justificar su gravedad, teniendo en cuenta que las denuncias de presuntas torturas formuladas por los responsables
del periódico Egunkaria habían sido posteriormente archivadas por falta de pruebas. Esta Corte observa que las palabras del recurrente tenían un vínculo
suficiente con las denuncias de malos tratos que el redactor en jefe de Egunkaria había difundido después de su liberación y podían inscribirse en el
marco de un debate público más amplio sobre la eventual responsabilidad de las fuerzas de seguridad del Estado en los casos de malos tratos.

Es posible admitir que el lenguaje utilizado por el recurrente pudo considerarse provocador. Sin embargo, si bien todas las personas que participan en
un debate público de interés general no deben sobrepasar ciertos límites en lo que hace a la reputación y a los derechos de los demás, también es cierto
que pueden recurrir a cierta dosis de exageración, o bien de provocación, es decir, a cierta falta de moderación en sus manifestaciones. Si bien algunas
palabras utilizadas en el discurso del Otegui Mondragón ofrecen un cuadro negativo del rey en tanto institución y otorgan una connotación hostil a sus
expresiones, lo cierto es que no incitan al uso de la violencia ni son expresiones de odio.

Por otro lado, estas afirmaciones verbales fueron pronunciadas en el marco de una conferencia de prensa, circunstancia que privó al recurrente de la
posibilidad de reformularlas, de perfeccionarlas o de retirarlas antes de ser publicadas.

Además, esta Corte observa que los tribunales nacionales condenaron al recurrente con base en el art. 490.3 CP. Esta norma confiere al Jefe de Estado
un nivel de protección más elevado que a otras personas (protegidas por el régimen común de la injuria) o instituciones (tales como el Gobierno o el
Parlamento) en relación con la divulgación de información o de opiniones que les conciernen y prevé sanciones más graves para los autores de
declaraciones injuriosas. Con respecto a ello, esta Corte ha declarado en otra oportunidad que una mayor protección brindada por una ley especial frente
a las injurias no se compadece, en principio, con la Convención.

El hecho de que el rey ocupe una posición neutral en el debate político, una posición de árbitro y de símbolo de la unidad del Estado, no lo exime de la
crítica en el ejercicio de sus funciones oficiales o –como en este caso- en tanto representante del Estado, sobre todo por parte de quienes impugnan
legítimamente las estructuras constitucionales de ese Estado e inclusive de su régimen monárquico. Con respecto a esto, el Tribunal Supremo, al liberar
al recurrente en primera instancia, recordó que la crítica a una institución constitucional está comprendida en el derecho a la libertad de expresión.

En efecto, las denuncias de Otegui Mondragón no pusieron en tela de juicio la vida privada del rey. Para el Tribunal Supremo, las declaraciones del
recurrente fueron formuladas en un contexto público y político. Por otra parte, tampoco cuestionaron la forma en que el rey había cumplido con sus
funciones oficiales en un ámbito específico ni le atribuyeron responsabilidad individual en la comisión de un delito penal determinado. Las palabras del
recurrente se referían únicamente a la responsabilidad institucional del rey en tanto jefe y símbolo del aparato estatal y de las fuerzas que, según el
dicente, habían torturado a los responsables del periódico Egunkaria.

Esta Corte ha considerado anteriormente que si bien la fijación de las penas es, en principio, competencia de los tribunales nacionales, una pena de
prisión impuesta por un delito cometido en el marco del discurso político solo es compatible con la libertad de expresión garantizada por el art. 10 de la
Convención en circunstancias excepcionales, particularmente cuando otros derechos fundamentales han sido gravemente vulnerados, como sucede en
los supuestos de la difusión de un discurso del odio o de la incitación a la violencia.

Las expresiones del recurrente fueron hechas en el marco de un debate sobre una cuestión de interés público legítimo, por lo que nada podía justificar
una condena a una pena de prisión como la impuesta. Por su misma naturaleza, una sanción semejante produce indefectiblemente un efecto disuasivo,
a pesar de que su ejecución posteriormente se suspendió. Si bien dicha suspensión pudo aliviar la situación del recurrente, lo cierto es que no borra su
condena ni las consecuencias de la inscripción en el registro de antecedentes penales.

Aun suponiendo que las razones invocadas por los tribunales nacionales puedan ser pertinentes, no bastan para demostrar que la injerencia denunciada
fue necesaria en una sociedad democrática. No obstante el margen de apreciación de las autoridades nacionales, esta Corte considera que la condena
del recurrente es desproporcionada al objetivo perseguido. Por ello, ha habido una violación del art. 10 de la Convención.
LA CORTE EUROPEA DE DERECHOS HUMANOS Y UN PASO HACIA
LA EUTHANASIA
EUTANASIA Y MUERTE DIGNA, TEMAS
JUNIO 15, 2015
BY C. B.
El 5 de junio de 2015, en el caso “Lambert y otros v. Francia” (application no.
46043/14), la Corte Europea de Derechos Humanos dictó sentencia sosteniendo que no
violaría el artículo 2 de la Convención Europea de Derechos Humanos la eventual
implementación de la resolución del Consejo de Estado de Francia del 24 de junio de
2014 que autorizó a retirar la alimentación y la hidratación de Vincent Lambert.

El caso: Vincent quedó en un estado de mínima conciencia el 29 de septiembre de 2008


luego de un accidente de tránsito. Actualmente se encuentra en el hospital universitario
de Reims. En 2013 la esposa de Vicent solicitó que se aplique la ley “Leonetti” del 22
de abril de 2005 que regula los derechos del paciente en el final de la vida. El Dr.
Kariger, a cargo en ese momento del cuidado de Vincent, decidió en virtud del
testimonio de la esposa de Vincent y otras diligencias, quitar al paciente la nutrición y la
hidratación. Comenzó entonces un largo litigio iniciado por los padres de Vincent que
concluyó con una decisión del Consejo de Estado de Francia el 24 de junio de 2014 en
la que se sostuvo que el médico debía tener en cuenta si el paciente expresó su voluntad
de alguna forma. Basándose en el testimonio de su mujer y de uno de sus hermanos, el
Tribunal francés entendió que Vincent había sostenido que no quería ser mantenido
vivo en forma artificial y por ello consideró que se cumplían las condiciones exigidas
por la ley para considerar que el acto de quitar la alimentación y la hidratación no era
ilegal.

La decisión de la Corte Europea: Los padres de Vincent presentaron una acción ante
la Corte Europea de Derechos Humanos para que se proteja la vida de Vincent bajo los
artículos 2, 3 y 8 de la Convención. La Corte dictó una medida cautelar que suspendió
la aplicación de la decisión del Consejo de Estado y se avocó de inmediato a tratar el
tema en su composición plenaria. En la decisión del 5 de junio de 2015 que
comentamos, la Corte Europea analizó el artículo 2 de la Convención referido a las
obligaciones del Estado en relación al derecho a la vida, tanto en su faz negativa (no
quitar la vida a nadie) como positiva (adoptar medidas para salvaguardar la vida).
Respecto a las medidas negativas, la Corte consideró que tanto los requirentes como
Francia hicieron una distinción entre quitar intencionalmente la vida y abstenerse
terapéuticamente y para la Corte, la ley francesa prohíbe quitar la vida artificialmente
pero permite quitar mecanismos de sostén vital en circunstancias específicas. Concluye
que no se viola el derecho a la vida en su faz negativa según el artículo 2. En cuanto a
las obligaciones positivas, para la Corte Europea hay que considerar el margen de
apreciación de cada Estado porque no hay un consenso en Europa sobre permitir o no
quitar las medidas de soporte vital, aunque considera que sí hay consenso en dar gran
importancia a los deseos del paciente en el proceso de toma de decisiones. Considera
que los Estados tienen que tener un margen de apreciación sobre los medios para lograr
un balance entre la protección del derecho a la vida del paciente y la protección de su
derecho al respeto a la vida privada y la autonomía personal. Para la Corte todo el
proceso de toma de decisiones que se hizo en el caso Lambert cumple en exceso las
disposiciones de la ley francesa y considera que la organización del proceso de toma de
decisiones, incluyendo la persona que tomó la decisión final de quitar las medidas y las
previsiones para tomar esa decisión quedan enmarcadas en el margen de apreciación
estatal.

La respuesta de los padres: Sin embargo, según ha publicado el diario Avvenire en


Italia, la sentencia de la Corte Europea podría no ser de aplicación inmediata en la
medida en que los padres de Vincent sostienen que hay que comprobar que las
condiciones médicas permanezcan iguales al momento en que el Consejo de Estado
dictó su resolución y además ofrecieron llevar a Vincent a su casa para ofrecerle allí los
cuidados.

Una reflexión bioética: La decisión de quitar la alimentación y la hidratación


constituye uno de los tópicos más debatidos en bioética en el final de la vida. Mientras
que algunos consideran que se trata de tratamientos desproporcionados y extraordinarios
que prolongan artificialmente la vida, la postura personalista entiende que se trata de
cuidados ordinarios, debidos a todo ser humano y que quitar la alimentación y la
hidratación conduciría a una muerte por inanición y deshidratación violatoria del
derecho a la vida. Si bien la Corte Europea ubicó su polémica sentencia en el margen de
apreciación del Estado, parece un paso hacia una forma encubierta de eutanasia.
Esperamos que el camino jurisprudencial y legislativo no vaya en tal medida y haya una
más firme defensa del derecho a la vida en estos casos.

Fuente oficial: http://hudoc.echr.coe.int/sites/eng-press/pages/search.aspx?i=003-


5099865-6285870#{"itemid":["003-5099865-6285870"]}

REFLEXIONES SOBRE EL CASO "VINCENT LAMBERT" Y LAS


DECISIONES EN EL FIN DE LA VIDA
EUTANASIA Y MUERTE DIGNA, OPINIÓN, TEMAS
JULIO 20, 2015
BY C. B.
20VINCENT LAMBERT es un enfermero francés, casado y padre de una niña, quien
sufrió un accidente automovilístico y entra en un estado de coma irreversible desde hace
7 años, siendo internado en el Hospital de Reims. En el año 2012 fue diagnosticado por
un centro especializado de Bélgica como “estado de conciencia mínimo” y se indicaron
diversos estímulos, alimentación e hidratación por vía parenteral. Actualmente se
alimenta a través de una gastrostomía y se lo hidrata convenientemente. El paciente
respira por sí mismo sin ayuda. Se le permitió pasar algunos días en su domicilio.

En el año 2013, frente a una evolución no positiva de su estado, su médico de cabecera,


en reunión con sus colegas y autorización de su esposa y algunos hermanos, decide
suspender la alimentación, los estímulos y descender la hidratación a un mínimo de 500
centímetros cúbicos por día, esperando un próximo desenlace fatal, pero el paciente
sobrevive 31 días, y enterados sus padres y otros hermanos de la situación, solicitan al
tribunal de Chalon-en-Champagne que intervenga. Este Tribunal dictamina que no
existiendo directivas anticipadas escritas y considerando que esta situación lo conduce a
un estado de muerte irreversible, ordena la restitución de la alimentación e hidratación,
que se cumple. La esposa interpone un recurso ante el Consejo de Estado, quien a su vez
consulta: al Consejo Nacional de la Orden de Médicos, al Comité Consultivo Nacional
de Ética y a la Academia Nacional de Medicina, sobre varios conceptos y la aplicación
de la ley Leonetti, que prohíbe la eutanasia y el encarnizamiento terapéutico.

La Academia se pronuncia en un extenso informe, que vale la pena rescatar:

1. Establece una distinción entre fin de vida y supresión de la vida. Que los
enfermos en estado vegetativo o de conciencia mínima, no se encuentran al final
de la vida. Que la demanda de supresión de la vida hecha por un paciente que no
está en estado terminal o con su vida seriamente amenazada a su final, equivale
a un suicidio, que este no comporta un acto médico, se trataría de una ayuda al
suicidio, una eutanasia activa, y que no pertenece a la misión médica el provocar
deliberadamente la muerte a su enfermo, y ninguna ley puede obligar a hacerlo.
(1) (2)
2. Se dice que en los estados vegetativos o de mínima conciencia, están en
“sobrevida” o mantenidos artificialmente en vida a través del tratamiento, pero
aun aceptando esto, ¿podemos decir que sean tratamientos desproporcionados
(deraissonable)? ¿Puede un médico aceptar que el derecho de su enfermo a la
alimentación hidratación y cuidados esté subordinada a su capacidad relacional?
3. A pesar de los progresos de la neurociencia, el 30 a 40 % de los pacientes en
estado de mínima conciencia son diagnosticados como estados vegetativos
crónicos irreversibles. No se puede aceptar el término de mantenimiento
artificial de la vida, fundado sobre el estado aleatorio de conciencia subjetiva del
enfermo. La Academia no suscribe una distinción entre estado vegetativo y
estado de conciencia mínimo. Dar la muerte al enfermo en estas condiciones,
obligaría al médico a ser transgresor de la prohibición fundamental de no
provocar deliberadamente la muerte de su enfermo, que quebrantaría la relación
de confianza que es la base de su relación.
4. La determinación de un tratamiento desproporcionado debe tomarse
colegialmente por un grupo de profesionales.
5. Deplora el poco interés en las directivas anticipadas, pero que si esta están
ausentes es muy riesgoso presumirlas, más aun en jóvenes que por lo general no
desean morir. Deplora también la ausencia suficiente de establecimientos
adecuados para la atención de estos pacientes que en Francia llegan a los 1700
por distintas etiologías.
6. Establece que la ley Leonetti sobre tratamientos desproporcionados puede
aplicarse en estos casos.

El Consejo de Estado acepta la información de la esposa en cuanto a que en una


conversación informal, en estado de salud del paciente, habría manifestado el no querer
ser mantenido artificialmente en vida, y decide aceptar la indicación de suspensión de
alimentación e hidratación que se cumple. Indica que esta decisión no puede
extrapolarse a otros pacientes, que el estado de conciencia del enfermo no es
determinante de la decisión, y que el enfermo no debe ser trasladado.(3)

Los padres interponen un recurso ante la Corte Europea de los Derechos del Hombre,
quien ordena la suspensión de la medida hasta tanto esta se expida.
La Corte Europea de Derechos Humanos se expidió en junio 2015: la decisión del
Consejo de Estado de suspender la alimentación e hidratación no contraría los artículos
2 y 8 de la Convención Europea, pero se abstiene de indicarla. De los 17 jueces, 12
votaron a favor y 5 en contra.

Los jueces disidentes(4) fundamentan válidamente su decisión de manera extensa, pero


podemos resumirla: “la Corte Europea llamada Conciencia de Europa, falló en contra de
los derechos de un enfermo no terminal, con un handicap muy pronunciado que le
impedía manifestarse por sí mismo. Por este fallo la Corte no debería llamarse más
Conciencia de Europa”. Los padres plantean nuevo recurso y el traslado del paciente.

Así expuesto ¿qué importancia tiene, el affaire V. LAMBERT? Casos similares ocurren
a diario en todos los países, incluso en el nuestro. Pero este caso fue movilizador:
movilizó la justicia, la ciencia, la iglesia, la bioética y… la política.

Se demostró con fundamentos científicos, que no es irracional ni encarnizada la


hidratación y la alimentación, que el mandato supremo para el médico es proteger la
vida de su paciente, que el provocarle la muerte deliberada, aún a solicitud del mismo,
no constituye un acto médico, que la suspensión de un tratamiento considerado fútil o
desproporcionado, que originaría un encarnizamiento terapéutico, debe tomarse por su
seriedad, en un sistema colegial donde se valoren distintas opiniones y posiciones, y se
fundamente científica, ética y humanamente sus conclusiones. Que suspender la vida de
un paciente que no ha llegado a su fin, no es un acto médico y quiebra la relación de
confianza entre ellos que es fundamental en esa relación.

Nos mostró cuánto nos falta aún para llegar a una medicina realmente humanizada.

La necesidad de una Bioética de fundamentos sólidos y verdaderos, no ideológicos ni


irreales, para ofrecer soluciones válidas.

La debilidad de la Justicia cuando defiende deseos y no derechos.

¿Y la política? También fue movilizada. Todos saben el interés de Holland de legalizar


la eutanasia y el suicidio asistido, por eso la reforma de marzo 2015 a la ley Leonetti, y
todos saben el esfuerzo de Leonetti para mantenerlas ilegales, prohibidas en la nueva
ley. Quedó sin embargo una ley confusa que deberá ser revisada. El mismo partido de
Leonetti propuso modificarla suprimiendo el término vida útil, ya que no se puede
determinar la utilidad de una vida, la sedación profunda hasta la muerte, y el quitar el
término “tratamiento” a la hidratación y alimentación, pasando a simples cuidados
necesarios y por lo tanto no estando sujetas a supresión como tratamiento
desproporcionado. Por supuesto fue en primera instancia rechazado.

El caso evidencia todo el entramado injusto que se puede dar cuando la ciencia médica
olvida sus objetivos, la Justicia olvida lo que es justo, la política se debilita ante el
poder, y los eticistas equivocan sus fundamentos.

Tenemos que dar un Alerta para no seguir nosotros cayendo en esa trampa mortal.

La vida de Vincent Lambert es una vida útil ya que pudo movilizar tantas conciencias,
esperemos que su sufrimiento rinda los frutos del bien y oremos por él.

Informe de la Prof. Dra. Teresa M. Fraix


REFERENCIAS:

1:Academie National de Medecine: Communiqué de presse: www.academie-


medecine.fr

2: Academie National de Medecine: Reponse a la saisine du Conceil


d’Etat, www.academie-medecine.fr

3: La desition du Coseil d’Etat

4: Opinion a partie dissident commun aux juges : Le Figaro

You might also like