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Grado en Filosofía.
Puntos.
• Introducción……………………………………………………………………..…………….…….página 2.
• Conclusiones……………………………………………………………………………………..…página 18.
• Bibliografía…………………….…………………………………………………………………….página 22.
• Índice……………………………………………………………………………………………………página 25.
2
La intensa vida del obispo de Hipona ejerció una gran influencia en toda su
obra, sobre todo, y como no podría ser de otra manera, en los trece libros que
conforman sus Confesiones. Aurelio Agustín vio la luz por primera vez cuando corría
el año 354 en la población de la Numidida de Tagaste. Su padre era un propietario
rural que se convirtió al cristianismo en el tramo final de su existencia y, su madre,
católica. En el 370 se trasladó a Cartago para cursar sus estudios de retórica,
convirtiéndose Cicerón en su paradigma. Huelga señalar que, en la época de
Agustín, el retórico ya había perdido su antigua función, que era de carácter político
y civil, convirtiéndose esencialmente en un maestro3. Años después, tras estar en
Roma desde 384, se trasladó a Milán, siendo bautizado en 387 por Ambrosio. Acto
seguido, tomó la decisión de regresar a África, falleciendo su madre en la urbe
portuaria de Ostia. Con posterioridad, en 391, fue ordenado sacerdote y, en 395,
consagrado obispo. Finalmente, murió en 430 en la ciudad de Hipona, cuando ésta
estaba siendo asediada por los vándalos.
1
Copleston, Frederick. “San Agustín”. Historia de la Filosofía. Tomo II. Ariel, Barcelona (2011). pág. 35.
2
Reale, Giovanni y Antisteri, Dario. Historia del pensamiento filosófico y científico. Vol. I. “El siglo XIII y las grandes
sistematizaciones de la relación entre Razón y Fe”. Herder, Barcelona (2010). pág. 466.
3
Ibidem. ”La patrística latina y san Agustín”. pág. 374.
4
Entre ellas se puede señalar la inclusión de bárbaros en las tropas, la adscripción de colonos a la tierra,
enfrentamientos entre decuriones / campesinos y Estado, monjes contra clérigos, el estancamiento de las ciudades
contra la modernización del campo, el patronazgo a espaldas del Estado, etc. Fossier. “Autopsia en Occidente”. pág. 76.
5
Fossier, Robert. “Preámbulo”. La Edad Media. La formación del mundo medieval,. 350-950. Crítica, Barcelona (1988).
pág. 43.
6
Kovaliov, Sergei Ivanovich. Historia de Roma. “Fin del Imperio Romano de Occidente. Revolución de los esclavos e
invasión de los bárbaros”. Vol. II. Akal, Madrid (1973). pág. 269.
7
Musset, Lucien. Las invasiones. “Las invasiones terrestres: La primera oleada (siglos IV-V)”. Labor, Barcelona (1967).
pág. 50.
3
8
Tras esto, el reino de los vándalos se hizo dueño del granero de trigo de Roma, obteniendo, bajo la dirección de
Genserico una independencia casi de facto. Fossier, “Fragmentación y cambio en Occidente”. pág. 79
9
Musset, Lucien. Las invasiones. “Las invasiones terrestres: La primera oleada (siglos IV-V)”. Labor, Barcelona (1967).
pág. 54.
10
Ibidem. “Autopsia de Occidente”. pág. 51.
12
Ibidem.
13
López. Barja de Quiroga, Pedro y Lomas Salmonte, Francisco Javier. Historia de Roma. “La Iglesia y el Estado”. Akal,
Madrid (2004). pág. 544.
14
Kovaliov, Sergei Ivanovich. Historia de Roma. “Fin del Imperio Romano de Occidente. Revolución de los esclavos e
invasión de los bárbaros”. Vol. II. Akal, Madrid (1973). pp.273-274.
15
Copleston, Frederick. “San Agustín”. Historia de la Filosofía. Tomo II. Ariel, Barcelona (2011). pág. 36.
4
Asimismo, ricos son los campos que toca el pensamiento de este autor, tales
como el conocimiento, los atributos de Dios, la creación del mundo, la libertad y el
mal. Este proyecto, empero, se focalizará en lo que pude llegar a considerarse
teoría política en este pensador, destacando, en este sentido, su obra De Ciuitate
Dei contra paganos.
La crítica que realizó Agustín de Hipona en la obra que acaba de ser referida,
relativa a la caída de la ciudad terrena y su proyección en la divina, encuentra
algunos precedentes. De este modo, se ha de citar la figura de Cipriano de Cartago,
que acusó a los emperadores de impiedad y egolatría en sus tratados Ad
Demetrianum y Ad Fortunatum. Asimismo, Comodiano, incidió en este punto en su
primer libro de sus Instrucciones, anunciando la ruina de Roma en los últimos
versos (791-1060) de su Carmen Apologeticum, de carácter apocalíptico y
escatológico16.
“[…] De esta manera, peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, avanza la Iglesia por este mundo en
estos días malos, no sólo desde el tiempo de la presencia corporal de Cristo y sus apóstoles, sino desde el mismo Abel, primer justo, a
quien mató su impío hermano, y hasta el fin del mundo […]”. Ciuitate Dei, XVIII, 51.2.
16
López Barja de Quiroga, Pedro y Lomas Salmonte, Francisco Javier. Historia de Roma. “La Antigüedad tardía”. Akal,
Madrid (2004). pág. 415.
17
Sal. 46:5.
5
Uno de los puntos centrales que se tratarán a lo largo de las páginas que componen
este trabajo es, evidentemente, el de la Iglesia, identificada con la Ciuitate Dei que
dibujó el obispo de Hipona. La historia de la Iglesia, a lo largo del acontecer
humano, ha sufrido numerosos vaivenes, cismas, reformas y tensiones y que, como
poder dominante en el viejo y en el nuevo continente, les ha dado forma, estando
su transcurrir político íntimamente ligado a Roma hasta, prácticamente, el siglo XX,
en el que la importancia del poder papal en Europa se ha visto reducida. Pero,
antes de Pío XII, de movimientos ultramontanistas, de la imaginería barroca, del
retrato de Velázquez a Inocencio X, de las tesis de Wittenberg, de la creación del
Santo Oficio, de los conflictos entre papas, etc., hubo un tiempo en el que esa
Iglesia empezó a extenderse entre los habitantes del otrora orgulloso imperio
romano. En los párrafos que siguen se dibujará sucintamente la situación de la
Iglesia exclusivamente en la época de Agustín, sin llegar a remontarse ni hasta sus
orígenes y extensión, ni a su desarrollo posterior con la extensión por Europa de los
movimientos ermitaños, iniciados por Pablo de Tebas en el siglo IV, que haría
alejarse el tema central de este trabajo a otros extremos.
18
López Barja de Quiroga, Pedro y Lomas Salmonte, Francisco Javier. Historia de Roma. “La Iglesia y el Estado”. Akal,
Madrid (2004). pág. 557.
19
Ibidem. pág. 546.
20
Ibidem. pág. 579
21
En palabras de Mommsen, “intentó retrasar el reloj de la historia universal y propiciar el agonizante paganismo una
vez más la asunción del poder”.
22
López, Barja de Quiroga, Pedro y Lomas Salmonte, Francisco Javier. Historia de Roma. “El politeísmo”. Akal, Madrid
(2004). pág. 594.
23
Ibidem. pág. 608.
6
religión: “[…] Con ello se han fundido las dos ciudadanías, se han unido la espada y
la cruz […]”24.
Por otro lado, huelga reseñar la influencia que tuvo la sociedad de la época
en la forma de disponer la Iglesia en relación a la sociedad y a la estructura civil
vigente. De este modo, la tendencia a ordenar la organización eclesiástica conforme
a la civil lo testimonia el concilio de Calcedonia (451), que dictaminó que, si el
emperador ha creado o crea una nueva ciudad, automáticamente se habría de crear
un nuevo obispado (canon 17). El cargo de obispo, al que se aludió en líneas
anteriores, le dotaba para manumitir a siervos propios y para ser nombrados
defensores ciuitatis, así como un amplio derecho a asilo. Como contrapartida, no
podía conceder refugio a deudores públicos y debía vigilar los brotes de herejía.
24
Ortega Muñoz, Juan Fernando. Derecho, Estado e Historia en Agustín de Hipona. Universidad de Málaga, Málaga
(1987). pág. 194.
25
López, Barja de Quiroga, Pedro y Lomas Salmonte, Francisco Javier. Historia de Roma. “La Iglesia y el Estado”. Akal,
Madrid (2004). pág. 548.
26
Para esto se apoya en Marc, XXII, 21 y ss. y en la Epístola a los Romanos XIII, 1,6..Flórez Flórez, Ramiro. “Los
presupuestos del agustinismo político medieval”. Actas del II congreso nacional de filosofía medieval. Litocián. Zaragoza
(1996). pág. 20. Para esto se apoya en Marc, XXII, 21 y ss. y en la Epístola a los Romanos XIII, 1,6.
27
Hegel, G.W.F. Obras completas. Vol. II. Gredos, Madrid (2010).
28
De Ciuitate Dei contra paganos, IV, 4.
7
“Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la
terrena, y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera
se gloria en sí misma, y la segunda, en Dios, porque aquélla busca la gloria de los
hombres, y ésta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia”29. Así
pues, en el libro XIV de su Ciuitate Dei, Agustín de Hipona, mostró cuáles serían los
cimientos de la pareja de ciudades a la que se refiere explícitamente en su texto.
Dicho fundamento, lo que verdaderamente inclina la balanza hacia el lado de
considerarlas ciudad o no de Dios, no es otro sino el amor30.
Así pues, el elemento que une a la humanidad no es otro que el amor. Esto
lo expresó Agustín en distintos pasajes de su obra, entre los que se pueden
destacar en este punto del trabajo los siguientes: refiriéndose a Tarquinio, “[…] Y
por eso se dice que gobernó la República justa y moderadamente, forzados del
terror y no por amor a la justicia […]”, al aludir a Esaú y Jacob “[…] Hubo tanta
diversidad en su vida y costumbres, tanta desigualdad en sus acciones y tanta
diferencia en el amor de sus padres, que esta distancia les hizo entre sí
enemigos[…]” 34 , “[…] Aunque, en efecto, los reyes parece que se dijeron así de
regir y gobernar, pues el reino se deriva de los reyes, y la etimología de éstos de
regire, pero el fausto y la pompa real no se tuvo por oficio y cargo de persona que
rige y gobierna; no se estimó por benevolencia y amor de persona que aconseja y
mira por el bien y la utilidad pública, sino por soberbia y altivez de persona que
manda[…]”35, “[…] Cuán ajenos deban estar los cristianos, si hicieren alguna loable
acción por el amor de la eterna patria, habiendo hecho tanto los romanos por la lo
gloria humana y por la ciudad […]”36, “[…] Porque, ¿a quién debieran consagrarse
los hombres por amor a la vida eterna, sino sólo a la felicidad, si esta fuera
diosa?[…]”37.
29
De Ciuitate Dei contra paganos , XIV, 29.
30
García-Junceda, denominó a esto una “axiología gradual”, pues las sociedades se diferenciarían por el orden de sus
amores. La cultura cristiana y san Agustín. Cincel, Madrid (1987). pág. 183.
31
Asimismo, estableció la distinción entre el amor uti y el amor frui
32
Reale, Giovanni y Antisteri, Dario. Historia del pensamiento filosófico y científico. Vol. I. “El siglo XIII y las grandes
sistematizaciones de la relación entre Razón y Fe”. Herder, Barcelona (2010). “ La patrística latina y san Agustín”, pág.
399.
33
Séptima homilía sobre la Carta de san Juan.
34
De Ciuitate Dei contra paganos, V, 4.
35
Ibidem. V, 12.
36
Ibidem, V, 28.
37
Ibidem, VI, 13.
8
38
De Ciuitate Dei contra paganos XVIII, 2. Ibidem, XIX, 1. XV, 8. XIX, 12.
39
Flórez Miguel, Cirilo. La filosofía de los presocráticos a Kant. Universidad de Salamanca, Salamanca (1979). pág. 73.
40
De Ciuitate Dei contra paganos, IV, 3.
41
Ibidem, XIX, 7.
42
Ibidem, V, 20.
43
Ibidem, V, 2.
44
Ibidem, XII, 22
45
Ibidem, V, 11.
46
Ibidem, V, 13.
47
Ibidem, VII, 26.
48
Ibidem, XI, 16.
49
Ibidem, VIII, 8.
50
Ibídem, VIII, 8
51
Mt. 7, 12
52
Fitzgerald, Allan D. Diccionario san Agustín. “Ciuitate Dei”. Monte Carmelo, Burgos (2001). pág. 271.
53
De Ciuitate Dei contra paganos, XIX, 15.
9
54
De Ciuitate Dei contra paganos, IX, 14.
55
Ibidem, X, 3.2.
56
Ibidem, X, 3.2.
57
Ibidem. XI, 28.
58
De libero arbitrio, III, 14, 41. Esta definición la retomó posteriormente Tomás de Aquino en su Summa theologicae Iª
IIª, 71,1 Resp.
59
Faustum manicch. XII, 27.
60
De Ciuitate Dei contra paganos, XIV, 2.
61
Ibidem¸XI, 27.1
62
Ibidem, XIX, 15. También se refirió a los castigos lícitos y a los justos en la sección decimosexta del libro XIX del De
Ciuitate Dei contra paganos.
63
Ibidem, XI, 27.2.
64
Ibidem, XIX, 13,2.
65
Hobbes, Thomas. Leviathan or The Matter, Forme and Power of a Common Wealth Ecclesiastciall and Civil. XIV.
66
Ibidem. XIII.
67
García-Junceda, José A. La cultura cristiana y san Agustín.. Cincel, Madrid (1987). pág. 182.
68
Ibidem. pág. 185.
69
“[…] Nuestra voluntad, conocida por Dios, es la causa de nuestros actos […]”.De Ciuitate Dei contra paganos ¸ V, 3.
10
peregrinaje por la ciudad terrena, “de la que surgen los enemigos contra quienes
hay que defender la ciudad de Dios70”.
70
Ibidem, I, 1.
71
Ibidem, XII, 22
72
Ibidem, XIV, 1.
73
De Ciuitate Dei contra paganos, I, 3.
74
Ibidem, III, 21.
75
“[…] Este rey antaño estuvo entregado de tal manera a los placeres, que se hizo escribir en la sepultura << Sólo
poseo de muerto lo que de vivo he logrado devorar para mi placer >>[…]”. Ciuitate Dei, II, 13.
76
Basándose en el célebre verso de Ennio “Moribus antiquis res stat Romana uirique” [“Si Roma subsiste es gracias a
sus costumbres y a sus héroes antiguos”].
77
De Republica, V, 1.
78
De Ciuitate Dei contra paganos, III, 21.
79
Ibidem, V, 19.
11
Llegados a este punto, conviene analizar uno de los ejes básicos del
pensamiento agustiniano recogido en De Ciuitate Dei. Éste no es otro que el de la
Justicia. Ésta ya ocupó un lugar básico en el transcurrir del pensamiento durante
épocas anteriores, especialmente en Platón, que procedió a examinar “cuál es la
naturaleza de la justicia y en las ciudades, y después en cada individuo, tratando de
descubrir la semejanza con la grande en los rasgos de la primera” 80 y en
Aristóteles, quien afirmó sobre ella que “se piensa que la Justicia es la más
importante de las virtudes y que ni la estrella vespertina ni el lucero del alba son
tan dignos de admiración; y al igual que el proverbio afirmamos: en la justicia
están comprendidas todas las virtudes”.
Esta cita que se acaba de referir ubicada en el libro XIX, sirve para engarzar
con una de las críticas más mencionadas que realizó en el Ciuitate Dei a propósito
de Cicerón y de Roma. Asimismo, rechazó la definición de república dada por
Cicerón, ya que, nunca fue cosa del pueblo, porque si pueblo es el que está unido
por la consecución de un bien común ¿Qué bien auténtico consigue un pueblo que
no cree en el dios verdadero?86. En todo caso, sí que se vio obligado a mantener
que Roma fue una república y un pueblo como tal, aunque no reconociera en ellos
una verdadera justicia. De este modo, el primer precepto de todo príncipe cristiano
ha de ser el de gobernar con Justicia, considerando que Teodosio “no dejó de dar
leyes justas y benignas”87.
80
Politeia, 368e-369a. No ha de omitirse tampoco la interpretación de Platón en Politeia, 433b y en Leyes, 759d –
840c.
81
De Ciuitate Dei contra paganos, IV, 4.
82
Ibidem, XIX, 4.
83
Ibidem, XI, 2.
84
De Ciuitate Dei contra paganos, II, 21 y XIX, 17
85
Ibidem, XIX, 23.
86
Ibidem, XIX, 1 y 2.
87
Ibidem, V, 26.1
88
Ibidem, XIX, 21, 2.
12
hace que el Dios único y supremo impere, según su gracia en la ciudad obediente, y
que no se sacrifique a nadie fuera de Él”89, pues “la verdadera justica no existe más
que en aquella república cuyo fundador y gobernador es Cristo” 90 y “es útil para
todos el sometimiento a Dios”91. En todo caso, en su Contra epistolam quam uocant
Fundamenti se mostró partidario de no coaccionar a quien no profesa su religión,
convencido de que el que busca la verdad termina llegando a la Iglesia Católica.
Esto se basa en la creencia en que la herejía sería más imprudencia que maldad,
Dios manda que se busque preferentemente la corrección de los delincuentes y no
su castigo. Por ende, la Iglesia no debe recurrir a la coacción para que no cause la
impresión de que lucha por la vida presente y la utilidad de los herejes, entendida
esta última como que éstos contribuyen al hallazgo de la Verdad, “pues no habría
tanta diligencia en hallarla sin adversarios tan mendaces”92. En todo caso, como se
refirió antes, se mostró en contra de la pena de muerte.
El mentar a los reyes cristianos96, sirve para hilvanar con la concepción sobre el
Poder que se puede concluir de las palabras latinas del hombre al que bautizó
Ambrosio, aunque, qué duda cabe, de que no se encuentra en sus páginas un
estudio tan pormenorizado como el que llevó a cabo, verbigracia, Foucault en el
siglo pasado. El poder, como punta del iceberg de la sociedad y lugar en el que se
toman las decisiones que afectarán al transcurrir de la ciudad, al costo de la vida, al
precio de las judías, del pan, de la harina, del vestido y del zapato, como escribió
Brecht97.
89
Ibidem, XIX, 23,5.
90
Ibidem, II, 4.
91
Ibidem, XIX, 2. “Dichoso el pueblo cuyo dios es el Señor” (Sal 143:15), “la ley de Dios está grabada en su corazón”
(Sal. 36,31.)
92
Serm. 51, 11.
93
De corrept. Contati, VI, 26.
94
De correptione Donatistarum, VI, 21.
95
De correptione Donat. V, 19.
96
Las palabras reyes cristianos pueden, a nuestro entender, resultar ligeramente anacrónicas si uno ve cuándo escribió
Agustín de Hipona su obra y si se remite a monarquías fuertemente cimentadas en la religión católica que llegarían en
años posteriores. En todo caso, las breves pinceladas que se dieron en la sección anterior, pueden ayudar a entender el
por qué ya aludió a estos términos.
97
Brecht, Bertolt. “El analfabeto político”.
13
En primer término, huelga reseñar las palabras de Pablo “toda potestad viene
de Dios” 101 ; a lo que añadió Agustín de Hipona que “de Dios nace todo poder,
aunque no todo querer” 102 . En un pensador cristiano, evidentemente, ésta es la
concepción seguida, aunque cabe señalar que Agustín de Hipona, a pesar de hacer
referencias a si una guerra es justa o no, no se centró en la legitimidad de la
autoridad política – el “agustinismo político” se referirá en el apartado final - en un
grado comparable al que se puede observar en mentes posteriores de la talla de
Juan de Salisbury (1115-1180), Tomás de Aquino (1225-1274), Duns Escoto
(1266-1308) o Guillermo de Ockham (1280-1349), entre otros muchos, en
cuestiones relativas al dar muerte o no al tirano que ostenta el poder o la relación
entre poder terrenal y poder divino.
Como se ha ido viendo a lo largo de las páginas que conforman este trabajo,
Agustín de Hipona, a pesar de que distinguió un orden temporal y otro celestial
inalcanzable en esta vida – aunque las dos ciuitates se entremezclarían -, se
propuso trazar las líneas básicas que nutrieran un orden social y político nuevo, que
continuara la Historia, a fuer de llevar a la práctica las palabras de las Escrituras y
que el hombre fuera una imago Dei. En el libro decimonoveno, llegó a asignar a la
Autoridad tres funciones: mandar, prever y aconsejar103. Llegó a argüir que “[…]
Con toda certeza, es la divina Providencia es la que establece los reinos humanos
[…]”104, llegando a nombrar Dios “a un rey bribón por la perversidad del pueblo”,
remitiéndose a Job, 34,30 y desechando la concepción de “tirano” propia del mundo
antiguo y que recogió en palabras de Virgilio 105 . El Estado bien orientado y
entendido, sería el reflejo, la expresión política en la tierra de la Ciuitas de Dios106,
“pulcherrima atque optima” 107 . Además, debe mantener un orden, valiéndose en
este apartado del ordo amoris, que se puede encontrar en distintos apartados de su
pensamiento. Sobre el orden desaparecido en la época en la que fue tomada
Hipona por los vándalos, reflexionó Kovaliov en su Historia de Roma:“[…] He aquí a
qué había venido a deparar la historia del Imperio Romano sobre el mundo: basaba
98
De Ciuitate Dei contra paganos, XXII, 20.2.
99
Fossier, La Edad Media. La formación del mundo medieval, 350-950. “Autopsia de Occidente”.. Crítica, Barcelona
(1988). pág. 53
100
Ibidem. pág. 53
101
Rom, XIII, 1.
102
De Ciuitate Dei contra paganos, V, 1.
103
Ibidem, XIX, 14.
104
Ibidem¸V, I.
105
Eneida, VII, 266. “Para mí será prenda de paz el estrechar la mano a vuestro tirano”.
106
Ortega Muñoz, Juan Fernando. Derecho, Estado e Historia en Agustín de Hipona. “La sociedad civil”. Universidad de
Málaga, Málaga (1981). pág. 147.
107
De Ciuitate Dei contra paganos. II, 19
14
Los ciudadanos han de vivir en ella durante “el tiempo de su destierro en este
mundo”109 , dado que el Estado es fruto de la voluntad de Dios110, y su formación,
propia de los hombres que se aúnan por el amor. Asimismo, se ha de acatar las
leyes de la ciudad terrena, pues quien obedece al poder civil obedece a Dios que es
su autor, como esgrimió en el Tractatus de Martha et Maria, aunque las ciudades de
este mundo “no han de poner obstáculo a la religión por la que debe ser honrado el
único y supremo Dios verdadero”111.
Saint Augustin, Philippe de Champaigne. 1645-1650, Los Angeles County Museum of Art, Los Angeles.
“[…] El hombre honrado, aunque esté sometido a servidumbre, es libre. El malvado, aunque sea rey, es esclavo, y no de un hombre,
sino de tantos dueños como vicios tenga. […]”. De Ciuitate Dei contra paganos, IV, 3.
108
Kovaliov. , Sergei Ivanovich. Historia de Roma. “Fin del Imperio Romano de Occidente. Revolución de los esclavos e
invasión de los bárbaros”. Vol. II. Akal, Madrid (1973). pág.272
109
De Ciuitate Dei contra paganos, XIX, 17.
110
Ibidem, XIX, 13.2.
111
Ibidem XIX, 17.
112
Expos quarumd. Proposit ex Epist Rom 72, 13, 1. 211.
113
De Ciuitate Dei contra paganos, XIX, 17.0
114
Ibidem, XIII, 5.
115
Ibidem, XIX, 21.
15
Así pues, la existencia de los Estados queda justificada como una vuelta del
hombre egoísta al orden social, del que se apartó por el pecado, sirviéndose del
ejemplo de Caco116. A su vez, tampoco consideró al Estado por encima del hombre,
dado que éste es elemento constitutivo de la ciudad, como lo es la letra al discurso.
Por ende, la sociedad civil es la suma de muchos hombres y éstos, junto a la
compañía de Dios, la medida fundamental del Derecho entre las ciudades. La
felicidad de cada individuo, se corresponde con la de la ciuitas que le engloba, dado
que “[…] Como claramente establecen las Escrituras, la Bienaventuranza del
hombre, no es diferente de la del Estado […]”117.
Por tanto, es la misma ley moral la que tiene validez para los Estados y para
los individuos; es el cristianismo el que hace a los hombres buenos ciudadanos. De
esto se puede llegar a concluir que, si sólo el cristianismo es el que hace buenos a
los hombres, el Estado no puede estar por encima de la Iglesia, ni siquiera a su
nivel, “debiéndose procurar que también el prójimo ame a Dios”118. En esta línea,
ha de apuntarse el hecho de que considerara injusto el ir en contra de la moral
“porque si es injusto meterse en el campo ajeno llevado de la avidez de poseer,
¿cuánto más lo será traspasar las barreras de las costumbres?”119. A pesar de los
apuntes históricos que se han realizado en páginas anteriores, la obra Ciuitate Dei
se ha entender con una finalidad moral, no coincidiendo exactamente con ninguna
organización real, como apuntó Copleston 120 , aunque en diversos pasajes de su
obra, se asocia la Ciudad de Dios con la Iglesia121. De hecho, el propio Padre no vio
incompatible el desempeño de un cargo de Estado por algún cristiano. De este
modo, se observa cómo a pesar, de ser clérigos existieron numerosos pleitos ya
durante estos primeros pasos, como lo testimonian los casos de simonía,
verbigracia la acusación de Basilio de Cesarea en la carta LIII a algunos
corepíscopos de cobrar dinero por ordenaciones122.
Por otro lado, Agustín también reflexionó sobre el mundo como totalidad, en lo
relativo a la relación entre las diferentes ciuitates que lo componen. De este modo,
116
Ibidem, XIX, 12,2.
117
Ortega Muñoz, Juan Fernando. Derecho, Estado e Historia en Agustín de Hipona. Universidad de Málaga, Málaga
(1981). pág. 153
118
De Ciuitate Dei contra paganos, XIX, 14.
119
Ibidem, XV, 16, 2.
120
Copleston, Frederick. Historia de la Filosofía. “San Agustín”. Vol. II. Ariel, Barcelona (2011). pág. 70.
121
Ibidem, VIII, 24.2, XIII, 16.1, XVI,2.3 , XX, 9.3.
122
http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf208.ix.liv.html. Consultado el 11-X-2011.
123
Enart. In Ps. 185.
124
Ortega Muñoz, Juan Fernando. Derecho, Estado e Historia en Agustín de Hipona. Universidad de Málaga, Málaga
(1981). pág. 162.
16
entre los distintos Estados que existen ha de reinar la ayuda mutua, sustentada por
la caridad125. Así pues, el hombre es conducido por las leyes de la Naturaleza a
unirse en sociedad pacífica, en cuanto le es posible, con todos los hombres de la
tierra, concluyendo que “esta tendencia hacia los demás que radica en la
Naturaleza trasciende la artificiosa división del mundo en estamentos cerrados por
nacionalismos, razas o política”126. Es la Ciudad de Dios se erige como el paradigma
de toda sociedad, dado que en ella confluyen y reinan la Justicia, el orden y la paz
verdadera.
125
De Ciuitate Dei contra paganos. XIX, 23
126
Ibidem XII, 28.
127
Ibidem, XV, 4.
128
Ibidem, IV, 6
129
Quaest, in Hept. VI, 10.
130
De libero arbitrio. 1, VI.
131
De Ciuitate Dei contra paganos, XI, 18, 22.
132
Epist, 138, 14.
133
De Ciuitate Dei contra paganos, XIX, 15.
134
Epist. 264
135
Fitzgerald, Allan D. Diccionario san Agustín. “Ciuitate Dei”. Monte Carmelo, Burgos (2001). pág. 275.
136
De Ciuitate Dei contra paganos, XIX, 24.
137
Ibidem, I, 24.
17
Pese a todo lo dicho, también expuso una serie de problemas que dificultarían la
realización de ese mundo unido de hombres sobre el que habló, pues “el universo
es como un gran océano: cuanto mayor es, tanto más abunda en escollos”141. Entre
esta serie de dificultades, la primera sería la relativa a la lengua. Otro de los
obstáculos sería la búsqueda del propio interés por encima del colectivo, “la
sociedad de los mortales se divide con frecuencia contra sí misma…Esto se debe a
que cada uno busca su propia utilidad y apetencias”142. Asimismo, defendió que la
ciuitas había de unirse bajo la religión, “pues no se defiende ni constituye mejor
que sobre el fundamento y la unidad de la fe”143. La Iglesia, pues, sería el punto de
unión, puesto que “aunque permanezca la diversidad de lenguas, en el corazón es
invocado un único Dios, se guarda una única paz […] las lenguas dividen, la Paloma
une” 144 . La división entre las lenguas nacería como castigo de Dios por sus
pecados145, manteniendo el pueblo de Dios su unidad tanto de territorio como de
lengua. Por otro lado, la ruptura en pequeños Estados, también sería consecuencia
de esta tendencia egoísta146.
El triunfo de san Agustín, Coello, Claudio. 1664, Museo del Prado, Madrid.
“[…] Mejor es una guerra con esperanza de eterna paz que una cautividad sin sospecha siquiera de liberación […]”. De Ciuitate Dei
contra paganos, XXI, 15.
138
Ibidem, XIX, 15.
139
Algunos señalan a Tucídides (460- 396 ca.) y a Sun Tzu (544-496) como sus precursores, mucho antes, pues, que el
periodo en el que redactó su obra el obispo de Hipona.
140
Epist. 229 y 230.
141
De Ciuitate Dei contra paganos, XIX, 7.
142
Ibidem, XVIII, 2, 1.
143
Epist, 137, V, 17. 159
144
In Joann. Evg, vi, 10.
145
De Ciuitate Dei contra paganos, XVI, 4.
146
Ibidem, XVIII, 18,1.
18
Conclusiones.
Si en su escrito Filosofía y política147, Hannah Arendt sostuvo que la brecha entre
filosofía y política se abrió con el juicio y condena de Sócrates, Agustín de Hipona
intentó perfilar cómo debía continuar el curso de la relación entre la única filosofía
que había alcanzado la Verdad y descubierto al verdadero dios, y la política –
cimentada principalmente entre la Iglesia y el poder de reyes y de señores que
habían ido ocupando el espacio perteneciente a la autoridad imperial pasada - en
los años sucesivos. Todo ello enmarcado en una época de cambio, de
incertidumbre, donde los otrora orgullosos romanos observaban cómo, al igual que
Quevedo tiempo después, los muros de su patria se desmoronaban.
Por otra parte, tampoco se habla de la inclusión de las minorías, tal y como
se puede entender esto en el siglo XXI, pues se traza una distinción entre creyentes
y no creyentes, en la que también caben subdivisiones como la de aquéllos que
actuarían mal a sabiendas y los que no, y la de paganos y ateos. Sin embargo, sí se
hizo referencia al rol social que jugarían las mujeres, no dejándolas en un lugar
destacado, como se reflejó en páginas precedentes, a pesar de la importancia que
tuvieron en la vida del obispo de Hipona. Este hecho, al igual que se adujo
anteriormente, puede ser debido al papel que se le asignaba en la época, aunque
no conviene olvidar aquello que se lee en el Nuevo Testamento cuando se dice “[…]
Que vuestras mujeres callen en las congregaciones porque no les es permitido
hablar, sino que estén sujetas, como también la ley dice. Y si quieren aprender
alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos; porque deshonesta cosa es hablar
con una mujer en la congregación […]”150. En todo caso, huelga recordar que, el
propio Diderot, ya en 1753, en su Encyclopédie, aseveró que “la mujer no tiene
propiamente los derechos de un ciudadano”151.
147
Arendt, Hannah. Filosofía y política. Heidegger y el existencialismo. Martínez Rubio, Elena (trad.). Besatari, Bilbao
(1997).
148
La situación del Estado romano en proceso de derrumbe, puede llevar a preferir este término.
149
Ibidem, XIX, 23.
150
Cor. 14, 34-35.
151
Sánchez Marcos, Fernando. “La cultura en el siglo de las luces”. Historia moderna universal. Floristán, Alfredo
(coord.). Ariel, Barcelona (2009).
152
De Ciuitate Dei contra paganos, XX, 11.
19
153
Needham, Nich. Pp.8 y 9. http://www.sbts.edu/media/publications/sbjt/SBJT_2008Summer4.pdf . Consultado: 18-
X-2011.
154
De Ciuitate Dei contra paganos, XV, 2.
155
Helm, Toby. “Greek debt crisis prompots fears of EU disintegration”. The Guardian. 25-VI-2011.
http://www.guardian.co.uk/world/2011/jun/25/greek-default-threatens-european-union.Consultado el 13-X-2011.
156
“David Cameron blocks EU treaty with veto, casting Britain adrift in Europe”.
http://www.guardian.co.uk/world/2011/dec/09/david-cameron-blocks-eu-treaty . Consultado: 3 - I- 2012.
157
Feinmann, José Pablo. Nietzsche, vida y voluntad de poder. Canal Encuentro, Argentina.
20
Por otra parte, las relaciones entre Iglesia y Estado no son una página
pasada en el transcurrir humano, dejada atrás a partir de los siglos XVIII, XIX y XX.
Sirva como ejemplo cercano la visita de Benedicto XVI, cuya tesis, al igual que la
de Hannah Arendt versó sobre Agustín de Hipona, en este caso, en torno a la
eclesiología 158 , a la ciudad de Madrid en el verano del 2011, con motivo de la
celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Durante este encuentro159,
se pudo ver al Jefe del Estado, al presidente del Gobierno y al presidente del
Congreso recibiéndole; o, como ejemplo, las declaraciones, aún más recientes del
arzobispo de la archidiócesis de Madrid, Rouco Varela, en las que esgrimía que “las
leyes de Dios debían guiar las decisiones públicas”160, animando al nuevo gabinete
a derogar determinadas leyes 161 . Tomando como referencia las tesis de Agustín,
Gilson concluyó que “[…] aunque no haya formulado jamás el principio, la idea de
un gobierno teocrático no es inconciliable con su doctrina, pues si el ideal de la
Ciuitas de Dios no implica esta doctrina, tampoco la excluye […]”162.
158
“Benedicto XVI propone a san Agustín como modelo para el cristiano de hoy”. 31-VIII-2007.
http://www.revistaecclesia.com/content/view/164/113/ . Consultado: 15-XI-2011.
159
http://www.rtve.es/noticias/20101107/rey-agradece-papa-generosidad-espana-valora-importancia-
cristianismo/368677.shtml. Asimismo, el diario Público, en su edición del 19-VIII-2011, recogió una serie de imágenes
que muestran el recibimiento de los distintos poderes del Estado: http://www.publico.es/espana/392112/inclinados-
ante-el-papa
160
“Rouco quiere que la ley de Dios vuelva a guiar las decisiones públicas”.
http://www.publico.es/espana/411129/rouco-quiere-que-la-ley-de-dios-vuelva-a-guiar-las-decisiones-publicas .
Consultado: 8-XII-2011.
161
“Rouco lanza su primer mensaje al PP para cambiar la ley del aborto”.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2011/12/30/actualidad/1325273717_196216.html . Consultado: 30-XII-2011.
162
Gilson, Étienne. Introduction a l’étude de saint Agustin. Vrin, París (1929). pp. 225 y ss.
163
Flórez Flórez, Ramiro. “Los presupuestos del agustinismo político medieval”. Actas del II congreso nacional de
filosofía medieval. Litocián. Zaragoza (1996). pág. 12.
164
Ibidem. Pág.19.
165
Flórez Flórez, Ramiro. “Los presupuestos del agustinismo político medieval”. Actas del II congreso nacional de
filosofía medieval. Litocián. Zaragoza (1996). pág. 15.
166
Eco, Umberto. Il nome della rosa. RBA, Barcelona (1992). pág. 25.
21
Finis gloriae mundi, Valdés Leal, Juan de. 1671-1672. Hospital de la Caridad, Sevilla.
“[… ] Entremezcladas, de hecho, y mezcladas mutuamente están estas dos ciudades, hasta que sean separadas en el último juicio […]”.
De Ciuitate Dei, I, 35.
167
Fitzgerald, Allan D. Diccionario san Agustín. “Lutero”. Monte Carmelo, Burgos (2001). pág. 820.
168
Ferrater Mora, José. “Ciudad de Dios”. Diccionario de Filosofía. Vol. I. RBA, Barcelona (2010).
169
Needham, Nick. Augustine of Hippo: the relevance of his life and thought today.
170
Borges, Jorge Luis. El Aleph. “Los teólogos”. Alianza Editorial, Madrid (2009).
22
Bibliografía.
- Needham, Nick. Augustine of Hippo: The Relevance of his life and thought
today.
- Sánchez Jiménez. San Agustín. Tema VII, Grado en Derecho. Sevilla (2010).
- artehistoria.jcyl.es
24
- ccel.org
- elpais.com
- guardian.co.uk.
- publico.es
- revistaecclessia.com
Índice.
-A-
Al-Farabi. 21.
Alejandro Magno. 6.
Aristóteles. 2, 7, 10.
Averroes. 2.
-B-
-C-
Caco. 14.
Carlomagno. 20.
Comodiano. 4.
Concilio de Antioquía. 5.
Concilio de Calcedonia. 6.
Constantino. 5, 6, 15.
-D-
de Cantherbury, Anselmo. 2.
de Cartago, Cipriano. 4.
de Cesarea. 14.
-E-
Ennio. 9.
Esclavitud. 9, 16.
-F-
Fausto. 3.
-G-
-H-
-I-
Inocencio X. 5.
-J-
Job. 13.
-L-
Libido dominandi. 9.
Lucrecia. 10.
-M-
Maimónides. 2.
Mónica.3.
Montesquieu. 18.
-N-
-P-
Pablo, apóstol. 5.
Paloma. 17.
Pío XII. 5.
27
Plotino. 11.
-S-
Salustio. 9.
Salviano. 2.
Sardanápalo. 10.
Sócrates. 18.
-T-
Tarquinio. 7.
Teodosio II. 5.
-V-
Virgilio. 13.
Voltaire. 18.
-Z-
Zambrano, María. 2.
28