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Dedicado a
Benjamín y Martina, mis enanos de piernas cortas y corazones gigantes
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Siempre tuve las piernas cortas.
Cuando iba a la escuela, era el primero en la fila. El clásico enanito de
jardín que todos se reían. No por eso, dejaba de ser feliz.
Tener las piernas cortas no es algo tan malo como puede parecer. Por
ejemplo, caerse al suelo, es mucho más rápido; y levantarse aún más.
Esconderte bajo una mesa es una tarea sencilla. Para mamá seguís
siendo el chiquito de la casa, aunque sea tan literal. La ropa te dura
más tiempo, porque no creces tanto. Y en caso de pelea en el recreo,
es mucho más fácil eludir un golpe, al escaparte por la entrepiernas
de tus enemigos.
Pese a todo esto, yo sabía que mi baja estatura también tenía sus
contras… por ejemplo, los apodos: “Chichón de piso”, “Elfo de
Santa”, “El enano de Blancanieves”, entre otros. Que la tía gorda viva
agarrándote los cachetes como si fueran de plastilina, porque sos su
“Chiquito”.
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Fue así que un día, sin dudarlo demasiado, o si… no, no lo dudé… ta,
capas que lo dudé un poco, pero no demasiado, decidí explorar el
mundo mediante los libros. En cada página encontraba algo que me
motivaba a pensar: “Che, capas que ser distinto, así sea siendo el más
chiquito de estatura, no es tan malo”. El primer libro fue “Pulgarcito”,
puede ser que me fui al punto más crítico de mi problema. Porque
hablar de un niño del tamaño de un dedo, ya es un poco extremista.
Pero ese libro, me demostró que por más chiquito que sea, no hay
gigante barbudo y mal humorado que pueda detenerme.
Seguí leyendo… uno, dos, tres, mil libros más. Hasta que un día
escribí el mío. Como no suelo tener muchas ideas inteligentes, de
esas que la gente dice “Uy que inteligente”, empecé a buscar
historias asombrosas, de personajes increíbles, en escenarios
fantásticos, de mundos maravillosos… pero me di cuenta que
básicamente, es lo que hay en todos los libros.
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que paseó por todo mi cerebro y cerebelo? Simple, ser un enano
poco creativo.
Y así, soltando palabras, una tras otra, escribí este libro… y la lista de
los mandados que mamá me dictó para ir hasta el almacén. Que
también la compartiré con ustedes.
¡¡¡Pasen la página!!!
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Mi cumpleaños número ocho, fue muy especial… lo recuerdo como si
hubiera sido ayer… porque fue ayer.
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sensei vendría a ser como la maestra Aida. El que le enseña todo a los
que quieren ser karatekas. Desde cómo dar una patada, romper un
ladrillo con las manos, o comer arroz con palitos.
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es que en la mochila llevaba las tarjetas para invitar a mis
compañeros de clase, a vivir una fiesta increíble en casa. Solo faltaba
un día para cumplir un año más.
Cuando salí al patio, como todos los días (menos los sábados y los
domingos que no voy a la escuela), noté algo muy particular en
Carolina. Ustedes se preguntarán ¿Quién es Carolina?... ¿Ya se lo
preguntaron? ¿No? ¡Háganlo! Así puedo seguir con el cuento…
…
…
…
¿Listo? ¡¡¡Bien!!! Sigo entonces, Carolina era mi compañera de
banco; aclaro por las dudas, que yo no trabajo en un banco; esos
lugares enormes donde la gente va a dormir en asientos duros,
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esperando que un señor detrás de una ventanilla, diga un numero
para que alguien se acerque, le ponga cara de interesante y el señor
le de plata. A lo que me refiero con “compañera de banco”, es que en
mi clase, tenemos unos pupitres súper archi híper mega viejos, los
cuales compartimos entre dos. Volviendo a Carolina, Yo noté una
actitud muy rara en ella cuando llegue, y era que no dejaba de
tocarse la cabeza. Se me ocurrieron muchas cosas cuando la vi, como
por ejemplo:
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La seguimos por patio, nos escondimos detrás de los árboles, dentro
del arenero y hasta logramos infiltrar a una niña como espía en el
baño. Y pese a nuestros esfuerzos, nada de eso consiguió la
información que estábamos buscando. Algo le pasaba… algo la
molestaba… ¿pero qué? No solo no dejaba de rascarse, sino que
encima, ponía cara de chupar limón. Así como toda arrugada, como si
estuviera molesta por algo.
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que se enterara la maestra y nos mandara a la dirección), le
dijéramos a su mamá que la quería mucho, que su sopa era un asco y
que todos sus juguetes los donara a un hogar de perros.
Ismael dio uno… dos… tres pasos. Ya podía oler el tufo insoportable
de los “chicitos” que estaba comiendo Carolina de merienda. Dio
cuatro… cinco… seis pasos. Ahora, el sonido de la rascada de cabeza
se percibía… siete… ocho… nueve pasos… ¡¡¡¡Y sonó el timbre!!!
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extrañísimo… sumamente extraño, tan extraño como esos individuos
que le ponen mayonesa a todo lo que comen. Esa cosa extraña que
comencé a sentir era como si un enano, sumamente enano, tan
enano que era un enano para los enanos, comenzaba a escalarme
por la cabeza. Sentía como que algo me caminaba por el coco. Y
repentinamente, la cabeza me picaba… mucho, cada vez más.
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hacer y el bizcochuelo del pastel. ¿¡¡¡Cómo le digo a mamá que estoy
infectado con un virus letal, que te convierte en un zombi rasca
cabezas y que quizás, para mi cumpleaños no podía prestar atención
a nada… ni a los regalos!!!?
Comí tan pero tan rápido, que hasta ahora me pregunto: “¿Qué fue el
almuerzo que comí?”. Salí corriendo a mi cuarto sin dar muchas
explicaciones. Es más, lo único que se me ocurrió, fue decir que iba a
hacer los deberes. Mi madre no daba crédito de lo que oía.
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que di media vuelta y cerré la ventana. Es lo malo que tiene junio,
hace un frio de novela. Volví al espejo. Ya con los ojos abiertos. Y me
vi… todito… de punta a punta, del primer pelo al último barro de la
punta de mis zapatillas. Pero no tenía nada extraño… todo era
normal. A no ser que la cabeza me picaba como si me hubiera
atrapado una horda de mosquitos asesinos picadores de cabeza
marca ACME.
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costumbre, aprovechan cualquier momento de rezongos para
dispararte todas las que no te dijo en tu vida.
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Piojos… ¡¡¡PIOJOS!!! Lo que Carolina tenía eran piojos y me los había
contagiado. Esos piojos con complejo de Cristóbal Colón, había
conquistado un nuevo continente y era mi cabeza. ¿Ahora de donde
saco espejitos de colores tan pero tan chiquitos para sacarlos de ahí?
¿Qué hago ahora? ¿Acaso los piojos son como el grillo de Pinocho y
van a darme consejos al oído? ¿Acaso los piojos y yo tenemos que
tener un contrato de arrendamiento por vivir sobre mi cabeza?
¿Cuándo pague boleto en el ómnibus, los piojos también pagan? ¿Los
piojos cumplen años, hay que hacerles una torta y festejan conmigo?
¿O como recién llegaron a mi cabeza hay que hacerles un baby
shower?
Papá trató de calmar a mamá… le dijo que era algo normal, que la
escuela, que los niños, que los areneros, que no se quien entró como
titular en Peñarol, que había que retocar la pintura del techo de la
cocina… una cantidad de cosas que aprovechó que mi madre estaba
atenta para decirle.
Mamá revolvió todo el botiquín del baño, pero no encontró nada con
que comenzar la guerra nuclear con mis piojos. Después recordó que
su madre, o sea mi abuela, cuando mi tía, o sea su hermana o sea la
otra hija de mi abuela, cuando eran chicas había tenido piojos y había
usado una formula casera. El problema, es que no se acordaba como
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era la formula. Y fue así que comenzó a experimentar en mi cabeza.
Primero me froto un limón, diciendo que los ácidos de la fruta los
iban a exterminar; pero lo único que consiguió fue llenarme de
semillas la cabeza. Luego no se acordaba si era aceite o vinagre lo
que le ponían… como vinagre no había, me tiro toda una botella en la
cabeza… así estuvo al menos unas dos horas. Los piojos siguen ahí, y
yo ahora ya no tengo olor a perfume en mi pelo, sino más bien, huelo
restaurante barato.
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chiquitas chiquititas que son tan chiquitas que de chiquitas ni la más
chiquita los puede ver. Pero pese a ser tan chiquitos, vivimos con el
miedo de una mano gigantesca que nos demolía siempre nuestras
casas. Que quería atraparnos. Que nos perseguía. Y que nos llenaba
de tuco cada vez que comía. En una de las tantas huidas de esa mano
gigante, quede atrapado en sus uñas. Miraba a mi costado y venia
montañas y montañas de tierra que estaban ahí apretadas, y del otro
lado un pedazo de moco. ¡Qué asco! Hacía fuerzas para escaparme
pero era en vano… hasta que el gigante, se percató de mi presencia.
Quise esconderme tapándome con la tierra y no pude. Estaba
demasiado seca. Miré hacia mi otro lado, y ahí estaba el moco. No lo
dudé… dejé que me viera el gigante. ¿Qué? ¿Pensaron que me iba a
esconder dentro del moco? ¡Ni loco! El gigante me observó… y con
voz sumamente grave dijo… “-Fi, fai, fo, fu… (Los gigantes siempre
dicen esas cosas y tienen gallinas que ponen huevos de oro) ese piojo
eres tú”- y cuando intentó atraparme… Me desperté.
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odiemos tanto? En ese momento, comenzó a picarme la cabeza.
Estuve a punto de clavar una de mis uñas en mi coco para rascarme,
pero opté por hacerlo con la yema de mi dedo. Fue ahí, en ese
preciso momento, en el cual la piedad se apoderó de mí. ¿Quién soy
yo para exterminar al pobre piojito?
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evitar levantar sospechas… hice los deberes… y ahí si me rasque la
cabeza, porque estaba en mi cuarto… comenzó mi fiesta de
cumpleaños y cuando no me veían me rascaba la cabeza… y así todo
el resto del día.
En definitiva…
Si un día tenés piojos, no te alteres. Hay cosas peores, como
periodistas deportivos que cantan, o cantantes que se hacen
periodistas; Hay gente que a todo le pone mayonesa, o amantes de
los karatekas. Y vos y yo, lo único que somos, es ser un buen par de
piojosos. Además, en un futuro, si tenés buena relación con los
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piojos, hasta podes entrenarlos y armar tu propio circo de piojos, y
recorrer el mundo como el primer domador de piojos.
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Hay tres cosas que odio profundamente… Primero que nada, “La
Sopa”, un plato de agua sucia y caliente, el cual tu madre dice que
tiene proteínas y no sé cuántas cosas más que terminan en “inas” y
que me hacen bien. Segundo, “Los Lunes”. Las semanas deberían
comenzar el martes. Los lunes tienen ese noseque queseyo que se
vuelven interminables. Y Tercero, “Los mocos duros”. Digo yo, si
siempre los mocos son como blanditos y viscosos, que necesidad
tienen de ponerse duuuuuuriiiiiiisimos. Un día voy a llegar hasta el
cerebro intentando sacármelos.
Mi lucha y odio hacia los mocos venía creciendo día a día. Tengo la
mala suerte de ser alérgico, y cada vez que se cambia de estación…
¡Zacate! Los mocos me brotan de la ñata como agua de manantial.
Pero aquel invierno fue el peor de todos; los mocos se habían vuelto
socios vitalicios de mi nariz. El presupuesto de papel higiénico se
había despegado por las nubes, al punto tal, que papá se había
conseguido otro trabajo solo para cubrir los gastos de mis sonadas de
ñata.
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Esta historia, puntualmente, comenzó un lunes… si, un lunes, por eso
los odio tanto. Había ido a la escuela como todos los días (creo que
ya les dije que sábados y domingos no voy), y mientras jugábamos en
el patio, cayó bruto chaparrón y todos terminamos empapados.
Sentía que dentro de mis championes había todo una piscina con
pececitos incluidos. Cada paso que daba me burbujeaban las patas,
porque me quedaban un poco grandes los championes. La maestra
nos dijo que nos sacáramos las túnicas para no estar con ellas
mojadas el resto de la clase, y consiguió unas toallas viejas en el salón
de gimnasia, con las cuales nos secarnos, pero mis pies, funcionaron
como un germinador para que la gripe más grande de todos los
tiempos floreciera en mi interior.
Fue así que a medida que iba pasando la mañana, sentía como
cosquilleos en mi nariz. Y tras estos, un ¡¡¡¡ACHIS!!!! Despeinaba a la
maestra cada vez que se daba vuelta a escribir en el pizarrón.
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Banda Oriental. Todos residentes de la Republica Oriental de Brasil,
en Buenos Aires.
¡¡¡Achís!!!
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Mire cara a cara a los malditos fideos con forma de letras y les jure,
híper jure, archi ultra recontra juré, que iba a tomar venganza de este
encuentro. Y con el dolor en el alma, cargué la cuchara y comencé a
tomarla. ¡¡Huácala!! Sentir esa cosa espesa con sabor a porquerías
mezcladas en agua sucia y caliente, me hacían sentir, ahora sí,
verdaderamente enfermo.
Mi tía Gorda, no es una tía como cualquier otra. Mi tía Gorda es…
es… es gorda. Muy gorda. Tan gorda que cuando va a la playa le hace
sombra a todos los que están a su alrededor. Tiene unos dedos que
parecen tubos gigantes y regordetes. Y cada vez que viene, lo
primero que hace es apretarte los cachetes como si fuesen de
plastilina. Usa un perfume asqueroso, que se mezcla con el olor a
naftalina de su ropa. Y se pinta los labios de color rojo fuego. Y entre
cada apretón de cachetes, tiene la manía de darte besos por toda la
cara. Una tortura de 150 kilos, que hace vibrar toda la casa con cada
paso que da.
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Volviendo a mi patético día, y sincerándome, no sé si era el hambre o
qué, pero la sopa estaba “algo” rica. ¡¡No soy un traidor!! Sigo
pensando que la sopa es un asco, pero quizás la mezcla con los
mocos le dio un toque especial. Dejé el plato sobre la mesa de luz y
me acomodé en la cama para ver algo de tele. Agarré el control
remoto y comencé a hacer zapping. Comedias, comedias, comedias,
programa de chimentos, comedia, documental, comedias,
¡¡¡¡dibujitos!!! Amague era una publicidad, comedias, gente hablando
sobre sus problemas con una supuesta abogada que grita y baila
salsa, comedias… y de golpe ¡Pluf! Todo se apagó.
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otro. Conté ovejitas… tantas, que las ovejas ya se contaban entre
ellas para que yo no me perdiera contando. Canté… me imagine
toooodooo una película hasta con los créditos del final… volví a
contar ovejas y abejas… me di vuelta nuevamente… y ahí sí, me pude
dormir.
La abuela Cleta, siempre dice que las siestas son sanadoras. Por lo
tanto, después de dormir, debería haberme curado.
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ventana. Voy a tener que decirle a papá que la arregle, se vive
abriendo sola.
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invasión de mocos en mi casa. Estaba seguro, porque en las películas,
como en los libros, pasan esas cosas.
Un señor algo calvo, con un gran bigote y unos lentes grandes como
el parabrisas del auto de papá, daba la noticia…
¡¡¡Mocos Zombis!!!
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-“El presidente ha declarado Estado Moquiento, y ha pedido a todos
los policías que salgan por las calles para detener a los mocos. Para
ello, los oficiales han sido equipados con grandes pañuelos, sobrecitos
de té y grandes dosis de jengibre. Ampliaremos en nuestra edición
central”-
ESTA HISTORIA
CONTINUARÁ…
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Simplemente quería darle un poco de misterio a la historia… siempre
pasa lo mismo, cuando estas en la mejor parte de la película; o sale
un “Esta historia continuará” o van a una tanda comercial. Lo bueno
de la tanda comercial, es que te dan el tiempo justo para ir al baño,
comer algo, bañar al perro, hacer los mandados, leer el diccionario
completo de la Real Academia Española, volver al sillón y continuar
con la película. ¿Necesitas ir al baño? Puedo esperar… ¡Enserio!
Apúrate… hace pis rápido que me aburro y no termino el cuento. Te
espero por acá…
…
…
…
…
…
…
¿Y? ¿Seguís en el baño?... ¡Espero!
…
…
…
…
…
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…
¡Muy bien! ¡Ya con la vejiga vacía y con el pichí eliminado, podemos
continuar con…! ¿Te lavaste las manos? ¿¿¡¡No!!?? ¡¡¡Anda a lavarte
las manos, no seas asqueroso!!! Ya bastante tenemos con la invasión
de mocos, como para que vos andes por la vida con olor a pichí entre
los dedos… andá que yo espero por acá…
…
…
…
…
…
…
Ahora sí, con las manos limpias y sin pichí, continuamos con la
historia…
Como les comentaba tres páginas atrás, antes de las 197 palabras, de
los 846 caracteres sin espacio, 1020 con espacio, 23 párrafos y 557
líneas, la ciudad entera había sido invadida por una horda de Mocos
mutantes zombis asesinos. Grandes caravanas de autos tapaban las
carreteras queriendo huir de las bestias moquientas. Mujeres
gritando, niños llorando, viejas chusmeando, perros ladrando y
vendedores callejeros en los semáforos aprovechando la ocasión
para vender pañuelos descartables. La ciudad se había convertido en
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un verdadero caos. Y yo ahí, parado al borde de la escalera, mirando
las imágenes en la tele, queriendo averiguar donde se habían metido
mis padres y mi hermana.
¡¡¡Paff!!! Otra vez algo se cae… Tenía que juntar coraje y bajar.
Quizás mi madre había sido atacada por uno de los mocos… o peor
aún, mi hermana. Tengo que ser sincero, mi hermana es medio
insoportable, pero no se merece para nada que un moco la ataque.
Volví corriendo al cuarto a ponerme mis pantuflas, lo único que
faltaba que por andar descalzo mi madre me rezongara. Otra vez al
corredor, y me deje deslizar por el pasamanos de la escalera. Ya en el
hall de la casa, mire hacia un lado y hacia el otro, no hay moros en la
costa… ¿No hay moros en la costa? ¿Qué son los moros? Nunca
entendí muy bien que quiere decir ese dicho… será algo así como “No
hay enemigos a la vista”. ¿Y no es más fácil decir lo de los
“enemigos”, que hacerle acuerdo a los moros que no pueden ir a la
costa? ¿Serán alérgicos al sol y por eso no van a la playa? ¿Qué
tienen los moros contra las costas que no se animan a ir? ¡Que
alguien me lo responda, por favor!
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verde que se iban deslizando por el piso. Como cuando se derrite un
helado de crema, pero la crema pasa a ser moco, el helado pasa a ser
moco y todo es moco, moco y moco. Con dos grandes ojos, una boca
gigante y mucha baba, pero no era baba, sino más moco. Hacían unos
ruidos raros, bien a lo zombi; como un lamento… Aaaaahhh...
Aaaaahhh… algo así.
Enseguida, como buen detective que soy, me metí entre los arbustos
del jardín para espiarlos y ver que hacían. Nada… no hacían
absolutamente nada. Solo se arrastraban y Aaaaahhh para un lado y
Aaaaahhh para el otro. ¡Que embole! Espere 1… 2… 3… 10 minutos y
nada, siempre lo mismo. Ahí me di cuenta de algo importantísimo
para mi misión. Los mocos zombis mutantes son re lentos, porque al
no tener piernas y tener que arrastrarse, no pueden ir muy rápido.
Eran como una babosa… pero más grande… y verde… de moco…
básicamente no tenían nada que ver con las babosas, pero eran como
ellas. Dejando atrás el tema de las babosas y retomando con mi
historia, salí de atrás de los arbustos y comencé a correr por la
vereda. ¿Hacia dónde? ¡Ni idea! ¡Solo corría! Igual que los perros
cuando los soltás en la playa. Parecía Usain Bolt, metía pata a lo loco.
Salté un moco, dos, tres… estaba listo para las olimpiadas, el día que
se agregue la disciplina “salta de mocos como obstáculo”.
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Cuando llegue a la esquina, ya de lengua afuera y sumamente
cansado, me di cuenta que estaba corriendo sin un rumbo y sin una
meta. Mi cometido era poder encontrar a mi familia y asegurarme
que estaban todos sanos y a salvo. Fue ahí que se me prendió la
lamparita… Hoy mamá me había dicho que iba a venir la tía gorda, y
quizás, en el momento que llegaron los Mocos Zombis Mutantes, mi
madre había ido hasta la parada del ómnibus a buscarla. Y a lo que yo
me había acostado a dormir la siesta, no habría querido despertarme.
La parada no estaba muy lejos de casa, para ser exactos, había que
dar la vuelta a la manzana y listo. Iba rapidísimo. Rápido como quien
se caca y no llega al baño, pero sin agarrarme la cola. ¿Por qué la
gente cuando se hace caca, se agarra la cola? ¿En realidad no es más
peligroso hacer eso? ¿O sea, si se escapa algo lo terminas agarrando?
¡Wuacala!
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podía creer lo que veía… no el que se estuvieran defendiendo, sino el
aguante del banco con mi tía encima. Cuando mamá me vio grito mi
nombre… obvio, no iba a gritar otro nombre, sino yo no lo iba a
reconocer. Supongamos que me veía y gritaba “¡¡¡Juan!!!”, yo no me
iba a dar vuelta porque no me llamo Juan, me llamo Mateo. No tengo
nada con los que se llaman Juan, por el contrario, tengo pila de
amigos que se llaman Juan… como 2. Pero pasa que ya con mis 8
años, me acostumbre a que me diga Mateo. Perdón, me fui por las
ramas… les decía mi madre grito mi nombre, es que Mateo, y no
Juan. Ojo, Juan es un nombre re lindo, pero más me gusta el mío. Eso
no quiere decir que si te llamas Juan te lo cambies por Mateo. No,
para nada. Quedate con tu nombre Juan, y yo me quedo con Mateo
que es el mío. Además, si te llamas Juan, debes de tener cara de Juan
y no de Mateo. Viste que la gente grande dice “Tiene cara de…”, y si
tenés cara de Juan, te tenés que llamar Juan, y no Mateo como yo.
¿Se entendió? Retomo la historia… En el momento en el que mamá
grita mi nombre (Mateo, por si no quedó claro), el Moco Zombi
Mutante giró su cabeza y me vio… y al grito de “Aaaaahhh” salió
disparado hacia donde estaba yo (Mateo, no Juan). Para mi suerte y
la de mi madre, como ya les había dicho, los mocos eran muy lentos.
Tan lentos, que mi madre con Rocío en sus brazos y mi tía Gorda,
bajaron del asiento, vinieron hasta donde estaba yo, me saludaron,
me preguntaron si había comido algo, si llevaba campera, volvimos
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caminando hasta casa, de camino compramos un litro de leche y
unos biscochos, y el moco no había avanzado ni un metro.
Tengo que admitir que mientras la Tía hacia todo su discurso sobre
los limones, las vitaminas y no se cuentas cosas más, yo no podía
dejar de mirar su ENORME papada. ¿Cómo explicarlo? Digamos así,
debajo de su pera, hay una gran bola de piel, tan pero tan grande,
que papá Noel podría guardar todos los regalos para cuatro o cinco
navidades juntas en ella. Y cuando la tía hablaba, se movía para todos
lados. Era como si tuviera vida propia. Además, para completar la
postal, la Tía transpiraba muy fácil… ya hablar la hacía transpirar, y
ver esa enorme papada, toda rociada de transpiración, ya se
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convertía en un momento para el olvido. Pensar que los profesores
de gimnasia siempre dicen, “Hay que transpirar para quemar grasas”,
pero se ve que la tía no las quemaba… las soldaba a su cuerpo.
Después del discurso de la tía, y que los Mocos Zombis Mutantes que
estaban haciendo “Aaaaahhh” y se dirigían hacia la mesa donde
estábamos todos (Ya casi habían avanzado medio metro, les restaba
como cuatro metros más), Mamá sugirió preparar grandes dosis de té
con muuuuuucho limón y ponerlas en botellas de plástico, para rociar
a los mocos y exterminarlos.
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Mateo! Segundo intento, Mamá Tijera y yo papel, ¡Punto para
Mamá! Ahora se definía todo. Era como ver jugar a la selección que
todo se resuma en un par de penales… que nervios. Sentía mariposas
en la panza… después me di cuenta que era hambre. ¡Como odio la
sopa! Con mamá nos mirábamos fijo a los ojos… parecía un duelo del
lejano oeste. Faltaban las grandes bolas de pasto seco pasando de un
lado al otro. Una palma hacia abajo, la otra en puño apoyada arriba…
chocaron una vez… dos veces… y llegaba la definición. Me imaginaba
el relator del encuentro como si estuviera escuchándolo por la
radio…
-“Mateo se prepara… ajusta un puño… dos… se viene la definición…”-
-“La definición de este encuentro es auspiciada por Almacén Lo De
Chola, venga compre barato y no haga colas… nunca hay gente,
porque Chola siempre esta Chola”-
Piedra…
Papel…
O Tijera…
¡¡Tijera!!
Mala suerte la mía, mamá eligió “Piedra”.
-“Era de esperar… falto táctica, movimiento, poco ejercicio mental,
para poder eludir la estrategia el equipo. Domina Mamá, dejando
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para el repechaje a Mateo, que en esta ocasión tendrá que lidiar por
un lugar en el repechaje”-
Malditos comentaristas de mi cabeza, siempre dando para atrás.
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Después que se le pasó la bronca, como a los diez o quince minutos
de refunfuñar, continuó disparando té a los demás mocos. ¡¡Pum!!
¡¡Plaf!! ¡¡Chacatras!! ¡¡Aduuuuuquen!! Moco tras moco reventando
en la cocina… siguió con los que estaban en el living… luego los del
patio… al que estaba en el baño, Mamá esperó que terminara de
hacer sus necesidades y luego le disparó… salió a la vereda y continuó
con todos los mocos que se cruzaban. Se sentía el “Exterminator” de
los mocos. Al punto tal que les decía: -“Hasta la vista, baby”-. Se puso
unos lentes de sol y una chaqueta de cuero negra que papá usaba los
días de mucho frio.
La cuestión que dos horas más tarde, no quedaba un solo moco sobre
la ciudad. Mi madre estaba copadísima con eso de ser la súper
heroína de la ciudad. Ya se imaginaba un gran monumento de ella en
medio de la plaza, una calle con su nombre, una película con su
historia y una telenovela de esas venezolanas que pasan en la tarde
que hablara de su vida…
-“Oh, Jose Armando, no puede ser lo nuestro. Debo luchar contra los
mocos para salvar a la humanidad… pero te amo”-
-“Oh, Maria Antonieta, debo decirte algo… que no se si lo tomaras a
bien…”-
-“Oh, ¿Qué Jose Armando?”-
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-“Oh, Maria Antonieta… yo en realidad… ¡¡¡Soy un moco!!!”-
Primer plano cerrado del actor sacándose la máscara de hombre y
mostrando sus facciones moquientas.
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enchufado con sus auriculares al celular, escuchando en youtube las
canciones de una película de karatekas.
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¡Ay me hago pis!
Abrí los ojos…
Miré a mí alrededor y estaba en mi cuarto…
Que silencio…
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Que paz…
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Lo prometido es deuda… la lista de los mandados que me dictó
mamá…
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Eh… no se me ocurre nada para escribir…
…
…
…
…
…
Capaz que una historia sobre… no… mejor no…
…
…
…
…
…
…
No, nada… ¡No se me ocurre nada!
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Es difícil explicar lo que es Pancho para mi… no es cualquiera… ¡Es el
mejor! ¿Qué digo “El mejor”? Me quedo corto, es el más mejor de los
mejores mejorados último modelo de los mejores. Porque cuando lo
necesito está ahí… a mi lado. Me escucha, me rezonga, me
acompaña, juega… ¡Es un crac! ¡El más crac! ¿Qué digo “El mas crac”?
Me quedo corto, es el más crac de los mejores cracs mejorados
último modelo de los cracs. Pese a que entre todo es más grande que
yo, aunque me cueste entenderlo, porque para mí es más chico, pero
mi madre dice que es más grande; compartimos las mismas pasiones:
Salir corriendo como unos locos… hacer mucho barullo cuando
jugamos… rompemos fácilmente cualquier cosa que llega a nuestras
manos… somos re amistosos… y nos encanta la carne. A él más que
nada los huesos. Se come toda la carne y luego mastica el hueso y los
chupa todos. Creo que ahí está la diferencia en él y yo. Además que
yo soy un niño y él un chihuahua.
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Papá tenía la esperanza que como todo lo que hacen los chinos, tarde
o temprano, el perro se hiciera el “Hulk” de los perros. Probó
mojándolo, soplándolo, y hasta dándole pastillas para perros
grandes. Pero Pancho, siguió tan pancho como en un principio. Y ni
miras de crecer de ese talle de enanes, al cual denomine “Perro de
bolsillo”.
Así que mi perro, que era más chico pero más grande, era uno de mis
más mejores amigos.
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El problema comenzó no hace mucho tiempo… para ser más exactos,
el pasado lunes. ¡¡¡Y otra vez lunes!!! No les dije que los lunes son
horribles, todo lo malo pasa los lunes. Retomando la historia, ese
lunes, como todos los lunes, y los martes, y los miércoles y así los
siete días de la semana, como los siete años del perro, como los siete
meses del año (Que en realidad son doce, pero no se me ocurrió otra
cosa que fuera con siete), en la tarde, cuando el sol se comenzaba a
esconder, sacamos a pasear a Pancho.
Venía todo con total normalidad… Pancho hizo pis… Yo me tiré por el
tobogán… Mamá tomo mate… Rocío hizo pis (pero en los pañales, no
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quedaba muy bien que hiciera contra el árbol)… Pancho volvió a
hacer pis… yo me volví a tirar por el tobogán, pero en esta ocasión no
me frené bien y termine tragando la suficiente arena como para
armar mi propia playa privada en mi estómago… Mamá siguió
tomando mate… Roció siguió haciendo pis en sus pañales… Pancho…
Pancho… ¿Dónde se metió Pancho?
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tratando de darme cuenta que llamaba su atención, pero no, no pude
ver que era lo que hacía que mi más mejor amigo me convirtiera en
un cero a la izquierda.
Los días fueron pasando y cada vez estaba más raro Pancho. Pasaba
todo el día mirando por la ventana, como esperando ver pasar algo a
alguien. Comía despacio, como cuidando no ensuciarse. Y cada tarde,
se desesperaba por ir a la plaza. Y una vez en ella, subía como bólido
a la cima del tobogán, y ahí, por un largo rato, contemplaba a la
nada.
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dibujitos miraban a la pantalla y preguntaban cosas esperando a que
respondamos… ¿Si yo respondo mal, el dibujito me va a corregir? ¿O
peor aún, va a cambiar el final de la historia? Y Tercero, ¡¡¡las
canciones eran terribles!!! Cantaban feo y no tenían rima… pero
bueno, a Rocío le gustaba, y como le tocaba elegir a ella, no dijimos ni
“mu”. Que dicho más raro ese… “No dijimos ni MU”. Si alguien en
una charla o en una discusión, dice “MU”, ¿Es malo? ¿Se puede
generar una gran pelea por un “MU”? ¿En qué países “MU” es mala
palabra? ¿En esos países no pueden vivir las vacas por lógicas
razones, no? ¿Y si en lugar de “MU” digo “BEEEEE”, como una oveja,
se toma como un insulto menor? Si alguien tiene la respuesta, puede
mandármela a mateonoentiendenada@gmail.com y con gusto le
contestaré.
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papas fritas… ¿Qué? ¿Acaso las hamburguesas con papas fritas no
son la comida más rica del mundo entero?
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-“Hacer lo imposible por verla…”-
-“Así tengas que subir a la montaña más alta”-
¿Se dan cuenta? ¡Es obvio! ¡Súper obvio! ¡Aclaró todas mis
sospechas! Si… lo que pensaba se estaba demostrando en esta
charla… El amor es cursi. ¿Qué dicen? ¿Qué Pancho qué? No…
imposible… dame un segundo que vuelvo unas líneas atrás…
…
…
…
¿Ustedes están seguros de lo que dicen? ¿Cómo se llama este
cuento? Pará… ¿Ustedes me están queriendo decir que Pancho, mi
pancho, el chihuahua más crac del mundo mundial está enamorado?
Analicemos y comparemos la situación…
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-“Cuidarte para estar bello”-
ANÁLISIS DE PANCHO
Puede ser que no esté comiendo como siempre… capaz que un poco
menos. Pero es re chiquito, debe tener un estómago súper híper
mega ultra pequeño y se llena más rápido. ¿Qué antes comía más?
Eso tiene una explicación lógica, y es que… eh… bueno… Pancho…
después se las explico.
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nunca. Arrancó una rosa con los dientes, como nunca; y salió como
un torpedo dirigido al tobogán. Y atrás de él, salí yo. Busco por un
lado, buscó por el otro… se lo veía desesperado. Hasta que un suspiro
salió de su ocio. En la vereda de enfrente, había un perro. Y desde
ahí, aquel can, observaba a MI PANCHO. ¡¡¡Pancho movía la cola!!!!
Estaba feliz… estaba… estaba… no quiero decirlo… ena… enam…
¡¡Enamorado!!
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y a la anterior y a la anterior de las anteriores. Pero creo, y casi no
tengo dudas, que aquel chihuahua no estaba prestándome atención.
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EJ. 1- “El irresistible olor de las milanesas un sábado al mediodía”
¿Quién puede ser capaz de no ser atraído por un buen pedazo de
carne lleno, llenito de pan rallado, acompañado de una gran montaña
de papas fritas? ¡¡¡Nadie!!! ¡¡¡Es irresistible!!! ¡¡Aunque sean
milanesas de pollo!! Porque hay que decir la verdad, las verdaderas
milanesas son de carne… las otras, son simple imitaciones.
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comiendo esos helados sin azúcar con sabores como “Mango-
Melón”, “Tanjarina- Pera” o una mezcla de todos juntos. Esto último
se da cuando quedan restitos de jugos en la heladera, y mamá jura
que eso termina siendo “Multi Fruta”, pero para cualquier ser vivo,
eso no es más que agua sucia congelada.
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jugando con la tierra y chupándose los dedos. Así que para ella, esto
sería un manjar, pero al resto no les caería ni un poquitito en gracia.
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tobogán – descubre que está enamorado de un Gran Danés – Me
pone cara de “Dale, no seas botón llévame que es re linda y yo un
galán de comedias como Rin tintín”- Le pido a mamá para cruzar y me
autoriza – le pongo la correa a Pancho – Pancho se rasca una pulgas
que tiene el lomo y cruzamos.
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haciendo pichi en un árbol. Ya con la vejiga vacía y las pulgas
mareadas de tanto rascarlas, cruzamos la calle.
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vereda. Me pregunto por cosas de Pancho, sobre su raza, como era,
si era amigable… lo mismo que todo el mundo pregunta cuando ve
un perro tan pero tan sexy como Pancho. Luego, y para que no se
sintiera menos le pregunté por “Nelson”, y ella me contó muchas
cosas. Que era súper cariñoso, amigable y que vivía jugando. Que
pese a ser tan grande era un cachorro, que apenas tenía 2 años. Al
toque me acordé de los cálculos matemáticos de mamá y la teoría de
los 7 años de los perros. Por ende, Nelson y Pancho, tenían la misma
edad.
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y debería hacer la cena. Que cuando quiera traiga a Pancho, que será
bien recibido y que puede jugar cuando quiera con Nelson. Le dije
que todas las tardes venía a la plaza, y me dijo que cruzara tranquilo,
y que entrara al patio sin ningún problema. La salude… acaricié el
lomo de Nelson y volvimos con mi madre y mi hermana, que desde
lejos me hacían seña que ya nos íbamos a casa.
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Un pequeño silencio se generó… mamá hizo una cara rara, como
diciendo “¿Cómo te lo explico?”, pero supo resumirlo de una forma
muy sencilla… -“La gente se ama. Y digamos que no importa a quien
ames, mientras que lo importante sea descubrir el verdadero amor. Y
que por sobre todas las, te haga feliz”-. Me dio un beso, me dijo que
me amaba y que soñara con los angelitos. Apagó la luz y salió del
cuarto.
Me acomodé en mi cama… aquellas palabras de mamá habían sido,
creo yo, hermosas. Pancho roncaba junto a mi cama en una pequeña
alfombra. Se lo veía feliz. Casi en un susurro le dije: -“Te amo Pancho,
y que bueno que hallas descubierto a quien te hace muy feliz”-. Le
acaricié el lomo, me di vuelta y me dormí.
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Había una vez… ¡y se acabó!
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Aquel viernes no era un viernes cualquiera… y menos que menos,
una noche cualquiera. Aquel viernes era “Noche de Machos”. Si, así
como lo leen. Noche de hombres recios… de esos con pelos en el
pecho… que escupen en la calle… que se sacan los mocos y te los
muestran… ¡¡¡Hoy era noche de amigos!!! Y como debía ser, íbamos a
hacer cosas re zarpadas… ¿Cómo cuál? Comer Pizza, tomar refresco y
quedarnos hasta tarde jugando al Play. Lo que hacen los verdaderos
machos. Eso sí, antes tuve que ordenar el cuarto, hacer los deberes,
ayudar a mamá a hacer los mandados y cambiarle el pañal a Rocío…
pero después de eso, ¡Noche de amigos en casa!
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Cerca de las siete de la tarde llegaron mis amigos. Con ellos juego en
todos los recreos. Tuvimos la mala suerte que nos tocó en grupos
separados, pero veníamos desde el jardín juntos. La hora del recreo
era el momento ideal, para que aquel clan se juntara. Y cada vez que
podíamos, inventábamos alguna excusa para vernos fuera de la
escuela. Por suerte entre las madres se llevaban divino, y cada vez
que nos juntábamos, ellas estaban horas y horas conversando. Por
momentos llegamos a creer que hasta podía ser peligroso, porque
parecían tener una lengua atómica. Se contaban todos los chismes de
la cuadra, hablaban de los programas de chismes, de las revistas de
chismes, de los chismes que le contó otra persona, y hasta creo que
inventaban algún chisme nuevo para no ser menos que el chisme que
estaba chismeando una de ellas.
¡Fran y Benja son re cracs! No solo porque son mis mejores amigos,
sino porque son los más mejores de los mejores amigos. Del
“grupete”, Fran es el más tranqui. Le gusta mucho leer. Yo diría que
demasiado. Con decirle que lee hasta los grafitis de los baños
públicos. Y si con eso no le alcanza, se lee la letra chiquita de los
envases, ¡les juro! Al punto tal, que cuando te ve tomando una
chocolatada en cajita te dice: “Esta hecha con fluoruro de no sé qué
cosa y glucosa de no sé qué”. ¡¡Es un verdadero genio!!
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En cambio, Benja es más haragán para leer. Pero hay que admitir que
es casi un técnico de la NASA. Maneja las computadoras como un
verdadero astronauta. Conoce todo sobre el internet, y hasta tiene su
propio Email. No sé muy bien para que, porque ninguno de nosotros
tiene email, por lo tanto no tiene a quien escribirle, pero igual es feliz
porque él ya tiene el suyo.
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ronquidos de aquel perro eran insoportables. ¿Cómo un perro tan
pero tan chiquito podía generar esos ronquidos tan pero tan
estruendosos?
Ya eran como las once de la noche… medio cuerpo tapado por una
colcha vieja, las cabezas asomadas junto a la cabecera, cada quien
con su joystick y la adrenalina a mil… creo que tanto refresco
azucarado nos estaba jugando una mala pasada.
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Hasta que algo sucedió… “Monics” no corría más. Se había quedado
quietito como una estatua en medio de la pantalla. Apretamos X O y
nada. Triangulo y Cruz, y nada. Los escenarios se movían, pero el
erizo estaba ahí, sin nada que hacer. Pensamos que se habían rotos
los controles, pero no. Pusimos unos que estaban guardados, y el
erizo nada. Reiniciamos la consola, y al volver el juego el erizo seguía
ahí, quietito, de brazos cruzados mirando hacia nosotros.
Del julepe que nos pegamos, volamos los controles al diablo y nos
tapamos la cabeza casi que coreográficamente.
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reaccionaba a los mandos del joystick, sino que ahora estaba
enojándose y… Algo se estaba moviendo afuera de la colcha. Algo
caminaba por la habitación. Algo estaba sirviendo un vaso de
refresco… algo lo estaba bebiendo… algo… algo… algo eructó. ¡Qué
asco!
¡¡¡Zacate!!! La colcha que nos cubría voló por los aires. Habíamos
quedado al descubierto. Desprotegidos (Es cierto que una colcha no
es la mejor protección, pero es lo que había). Frente a nosotros, ahí,
a escasos centímetros de nuestras narices, había un par de
championes rojos. ¡Y no solo un par de championes rojos! Sino que
dentro de esos championes rojos, había unos pies. ¡Y no solo eran un
par de pies dentro de unos championes rojos! Sino que esos pies
tenían piernas, y esas piernas tenían un tronco, y ese tronco tenia
brazos, y esos brazos manos, y esas manos guantes, y si volvemos al
tronco, también tenía un cuello y del cuello salía una cabeza y de esa
cabeza salían unos largos pelos azules. Aunque todo era azul. Brazos,
tronco, cuello, piernas y championes, que eran rojos. Ahí frente a
nuestras narices, el mismísimo “Monics”. El protagonista de mi video
juego. De brazos cruzados y cara de pocos amigos. Quisimos decir
algo, pero no nos salía ni una sola palabra. El erizo azul se agachó
hacia nosotros, y con el ceño fruncido dijo…
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-“¿Con que les divierte tirarme en los pozos? ¿Les divierte que me
aplasten grandes piedras? ¿Qué me pateen aliens enanos?”-
-“Un poco”- ¡¡¡Callate Benja!!! Que manía de abrir la boca cuando no
tiene que hacerlo. Aquella respuesta, hizo que el erizo se enojara aún
más. De un manotazo nos arrancó los controles, nos apuntó con uno
de ellos, y con una gran sonrisa en su cara nos dijo…
-“Es tiempo de comenzar a jugar…”- Y presionó “Star”.
Oscuro.
Todo se volvió totalmente oscuro. Como cuando hay apagón. O como
cuando te ponen un pañuelo en los ojos para romper la piñata. Nada,
absolutamente nada se veía. Hasta que una música comenzó a sonar.
La luz comenzó a volver, y para sorpresa nuestra, ya no estábamos en
el living. Y mucho menos rodeados de pizzas y refrescos. Estábamos
en una especie bosque. Sobre un camino de ladrillos. A nuestras
espaldas un castillito con una bandera. La cara de un dragón estaba
dibujada en la tela. En el aire flotaban cubos y como si esto fuera
raro, estaba lleno de grandes caños color verde, de los cuales salían
unas horribles plantas carnívoras.
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-“¿No se dieron cuenta…? Estamos en el universo de la Princesa J”-
Benja estaba fascinado, no daba crédito que estuviera ahí.
Yo no sabía que decir, lo único que pensaba era en el lío que se iba a
armar si mi madre descubría que no estábamos en casa, y encima
que había un erizo azul gigante en el living.
Benja corría y saltaba pegándole a esos cubos flotantes. Cada vez que
los golpeaba, caían monedas. O aparecían hongos, o flores, o colas de
mapaches, o enredaderas que subían hasta el cielo. Él estaba
fascinado… hasta que una voz lo hizo detenerse.
-“¡Tranquillo Ci Intrusi!”-
Frente a nosotros estaba parado él. ¿Él quien? Un hombre petizo.
Bigotón. Con una nariz súper gorda y redonda. Vestía un jardinero
rojo con una “M” en el pecho y sombrerito del mismo color y el
mismo grabado. En una de sus manos una sopapa. En la otra, una
estrella súper brillante.
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-“Nessuno può entrare nel regno della principessa J”-
-“Esattamente, fratello”-
Ahora un flaco, igual pero alto y con las ropas de color azul y una “L”
en lugar de la “M”, apareció en escena.
Oscuro.
Todo se volvió totalmente oscuro. Como cuando jugas a la gallinita
ciega. O como cuando te despertás en la noche y la tele del cuarto
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está apagada. Nada, absolutamente nada se veía. Hasta que otra
música comenzó a sonar.
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música tenebrosa, apretaba los ojos tan pero tan fuerte, que hasta
me llegaron al cerebro.
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Otro dicho que jamás voy a entender y que mi abuela vive diciendo
cuando alguien sale apurado. “Le hervía el copete”. ¿A quién le
hierve el copete? ¿Qué es el copete? ¿Por qué hierve? ¿Quién
invento estos dichos tan espantosos?
-“¡¡Por acá!!”-
Era Benja que nos esperaba en una especie de túnel. Nosotros nos
apuramos cada vez más, pero mi despiste fue mayor y tropecé con
una de las piedras amarillas. Fran se detuvo al ver que me había
caído. Le dije que siguiera, que era muy peligroso. Pero él no lo dudó,
se cómodo los lentes y volvió hacia donde estaba, me ayudo a
pararme y cuando íbamos a comenzar a correr…
¡¡¡¡¡GRRRRRAAAAAAAAA!!!!! La bestia estaba a nuestro lado. Una
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respiración fría y fuerte nos daba contra la cara. Aquel monstruo
gigante de boca enorme y ojos negros, estaba sobre nosotros. Era el
final. El “Game Over” de nuestras vidas. Cerré los ojos, no quería ver
cuando me estuviera masticando.
Del otro lado de la pantalla, “Monics” muy tirado en el sillón, con las
patas sobre la mesa, un pedazo de pizza en la boca y tomando
refresco de ¡¡¡MI vaso!!! ¡¡Que emoción!! Mi video juego favorito
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está usando mi vaso… mirando atentamente todo lo que nosotros
hacíamos.
Ante nosotros había una huerta. Repleta de plantas. Una casa vieja.
Una furgoneta parada a un costado llena de cosas, como rastrillos,
palas, bolsas de estiércol y semillas. Y frente a nosotros una cerca
alta de madera. Detrás del muro venían unos lamentos. Como
alguien sufriendo. Llorando. Lentamente nos acercamos. Dimos uno…
dos… tres pasos… hasta que Benja se frenó, nos miró con una cara de
espanto total y nos dijo…
-“No se acerquen… son Zombis”-
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La cerca comenzó a temblar. Lo que fuese que hubiese del otro lado
la estaba empujando. Las maderas rechinaban, mucho no iban a
soportar. Cada vez era más fuerte el sonido de los lamentos. Benja
miró hacia todos lados y nos señaló la puerta de la casa. ¡¡Plaff!! Un
gran golpe contra la cerca. –“¡Vamos!”- gritaba Benja. Yo estaba
paralizado el miedo. Fran y Benja llegaron hasta la puerta y me
gritaban para que fuera, pero no podía moverme del miedo. Estaba
como en “Pausa”. Volvieron hacia mí, me agarraron de las manos y
comenzaron a cincharme… arrastro me llevaron hasta la puerta.
Abrieron, entró Benja… entró Fran… y en el momento en que estaba
por entrar, el muro se cayó. Del otro lado, una horda de Zombis
avanzaba. ¡Eran cientos! ¿Qué digo cientos? ¡Eran Miles! ¡¡Y
asquerosos!! A algunos le colgaban los ojos… a otros le faltaban las
manos y eran todo huesitos… no caminaban arrastraban los pies. Se
les caía la baba. Y de sus bocas asomaban unos dientes todos
podridos. Parecían los personajes de una serie que mira mi padre en
internet.
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Benja se asomó por la puerta, me agarró por los hombros y me
empujó hacia adentro.
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se estaba haciendo tratamiento para el cutis, porque tenía toda una
crema en la cara con pedazos de pepinos. En la misma fila de asientos
donde estaba Fran, un Hombre X apoyaba sus garras de acero en la
mesa, para que una muñeca le pasara esmalte rosado. El Caballero de
la Noche, le explicaba a la recepcionista como quería el corte de pelo
porque tenía una cita con La Chica Gato. Mientras Araña-Man se
hacia el brushing en sus telas.
Aquel Spa para muñecas era muy reconfortante, hay que admitirlo.
La música, los masajes en el pelo, bomboncitos de chocolate sobre la
mesa… ¿Qué más se podía pedir? ¿Nada podía salir mal?
Cuando nos vio comenzó a los gritos, decía cosas en italiano que
nadie le entendía. Lucy quiso oficiar de traductora, pero fue peor. La
comunidad de personajes de video juego, resolvió hacer un “dígalo
con mímica”.
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La segunda… cortada… Sol… SO… segunda parte de la palabra…
(Señala la paleta de colores de las tintas) ¡¡Negro!!... cortado… ¡¡¡N!!!
“Ellos Son…..”
Faltaba la última palabra… señalo el televisor, en el que estaban
pasando un programa de chimentos. ¡¡¡Intrusos!!! Gritó el Caballero
de la Noche.
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Al doblar en una esquina de aquella rara ciudad, nos topamos con un
pequeño hombrecito de traje metalizado azul. Era extraño. No era ni
un niño, ni un robot… sino, que era ambos a la vez. Se acercó a
nosotros y nos dijo que era Mega Hombre. Benja dijo conocerlo, que
había jugado su juego. Nos dijo que lo siguiéramos, que él conocía la
salida.
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1) Cuando nos dijera “Ahora”, deberíamos correr hasta la
plaqueta central de la consola donde estaba el disco y
detenerlo.
2) Cuando nos dijera “Ya”, deberíamos tocar el interruptor que
decía “Reset”.
3) Cuando no nos dijera nada, nos quedábamos quietitos como
peinado de la Tía Gladys. La tía es fanática del Gel fijador, y
siempre tiene los pelos duros duriiiiiiisimos. Todos
engominados y con peinados tan pero tan raros que hasta el
hombre con los pelos más raros se sorprendería de lo raros
que son sus peinados.
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-“Yo de niño fui convertido en un robot. Mi corazón es de metal, mi
estómago es de metal y mis sentimientos…”-
-“¿Son de metal?”-
-“¡No! Son verdad”- dijo, mientras que una lagrima de metal recorría
su rostro… de metal.
-“Yo fui uno de los juegos más populares de los 90… pero un día una
corporación china creó a Monics”-
Después nos contó, que vive en una eterna lucha contra el erizo azul
y que por eso nos estaba ayudando a nosotros. Que debíamos salir
de la consola, porque si no, quedaríamos encerrados para siempre.
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¡¡¡Plaaaaa!!! Sonó el portón del galpón. Los animados estaban del
otro lado.
-“Rompé el portón con tus garras”-
-“¿Estás loco? Recién me las pinté”-
Se escuchaba del otro lado.
-“No hay tiempo que perder, debemos detener el disco para que
ustedes puedan salir”-
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Había un pequeño detalle que Mega Hombre había obviado. Él era
súper poderoso, pero nosotros éramos solo niños. Ni Fran podía con
el disco, y menos aún Benjamín presionar un botón tan grande.
Hay que admitir que tanto leer le enseño palabras preciosas, pero
para niños de ocho años se nos complica el comprender la mitad del
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plan… ¿Qué digo la mitad? Yo hasta el “Toda equipación…” entendí
bárbaro, pero del resto ni idea.
-“¡Ahí!”- Señaló Fran un gran cable que se unía a una fuente que
emanaba mucho calor. Fuimos los tres e intentamos cinchando pero
nada. El cable era muy grande y pesado.
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pequeñas. Fue entonces que Fran se sacó sus lentes y los usamos
como si fueran una lupa.
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la hélice de un helicóptero, y de su color amarillo “patito”. Sino que
aquel zorro, que decía venir a ayudarnos, era el mejor amigo de
Monics.
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Mega Hombre y Zorro, se levantaron y se pusieron en postura de
combate.
Miré a Fran… mire a Benja… sabía que ese era el momento indicado…
-“Prontos… voy a presionar el botón… a la una… a las dos… y a las…”-
-“¡Para! Dejame mirar esta pelea épica”-
-“¡Apretálo!”- Grito Fran. Pero antes que pudiera reaccionar, lo
apretó él.
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suelo. Fran y Benja dormían a pata ancha. Y sobre el sillón, Pancho no
dejaba de roncar.
Que sueño tan raro… quizás, tanto refresco azucarado me hizo tener
aquella extraña pesadilla.
-“Mateo, vení que está pasando algo raro en uno de los juegos”-
¿Y ahora qué pasó? Salí corriendo hacia el living. Cuando llegué, Fran
y Benja miraban extrañados la tele. MANPAC, aquel bichito amarillo
cómelo todo, no avanzaba en el juego. Estaba paradito en un rincón
de la pantalla llorando, mientras que unos fantasmas trataban de
consolarlo.
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Hay un montón de cosas que quisiera entender, pero mis 8 años me
limitan a conocerlas. No porque no pueda entenderlas, sino porque
los grandes, tienen esa maldita costumbre de cuando les decís algo
que los incomoda, Te ponen su mejor cara de “¡Oh socorro sáquenme
de aquí!”, y recurren a la misma y trillada excusa: “Sos muy chico
para entenderlo”.
¿Sos muy chico para entenderlo? ¡¡Basta de esa excusa!! ¿Qué? ¿Si
quedo petizo para siempre, no me lo van a contar? ¿Qué tan grande
hay que ser para que te expliquen las cosas? Entiendan adultos que
no estoy pidiendo que me develen el código Da Vinci, que bastante le
costó a Tom Hans, sino que respondan a esas dudas existenciales a
las cuales un niño como yo no puede acceder.
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Como no obtuve aquella noche la respuesta, comencé a investigar y
me encontré con 4 posibles teorías:
TEORÍA 1- “Los bebes vienen de París”. Esta primer teoría la
descarté casi que automáticamente. ¿Por qué? Porque no se hablar
francés. Y evidentemente, si hubiera nacido en París lo haría. Ojo,
que esta teoría no se descarta para los nacidos en Francia. Lo otro
que me genera dudas es, ¿Si nos trajeron en una encomienda desde
París, además de un cartel de “Frágil” en el paquete en que
veníamos, nuestros pagues tuvieron que pagar impuestos por
nuestras importación? ¿Nos eligen por catálogo? ¿Hay una página
web donde se ven los bebes y les das clic para ponernos en el
“carrito” y comprarnos?
TEORÍA 2- “Nacimos de un repollo”. Odio el repollo, ¿Será la culpa
de haber nacido de uno de ellos? Quizás eso explica por qué las
madres detestan que sus hijos jueguen con tierra, deben de tener el
miedo de que hagamos un pozo y nos volvamos a meter en otro
repollo. Los que tiene patio con pasto pueden plantar repollos, ¿Y los
que viven en edificio como hacen? ¿Hay macetas lo suficientemente
grandes como para un repollo del tamaño de un bebe? ¿El repollo
madre es una regallina?
TEORÍA 3- “Nos trajo la cigüeña”. Indiscutidamente estamos
hablando de una Cigüeña fisicoculturista. Porque esos pajarracos, son
como súper flaquitos. Y aguantar el peso de un bebe en el pico no es
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para cualquiera. Ahora… Nos trae una cigüeña, ¿pero de dónde? ¿De
parís o de un repollo? ¿Las cigüeñas son francesas? ¿Vive en el
campo una cigüeña? ¿Las cigüeñas tienen un GPS de futuros padres?
Porque no de tenerlo ¿Cómo saben a qué casa llevar al bebe? ¿Y si se
equivocan? ¿Y si yo en realidad era el hijo de un rey o un Sultán y la
cigüeña no tenía ganas de volar tan lejos?
TEORÍA 4- “Estamos en la panza de mamá por 9 meses”. Esta
teoría es la que más me perturba. ¿Mamá se comió un bebe? ¿Cómo
llegue a la panza de mi madre? Una de las ideas que se me ocurre, es
que mamá se tomó una pastilla, que al mojarse con la saliva se
hincho y aparecimos nosotros en su panza. Seríamos algo así como
bebes transgénicos. Escuche por ahí, que estando en la panza, nos
alimentaríamos por una especie de cordón. En este proceso de
investigación, logré descartar ese rumor. ¿Cómo? Un día mamá había
preparado churrasco con papas fritas. Aproveché su distracción, me
saque los cordones de los championes y lo metí en la comida. Hice
mucha pero mucha fuerza absorbiendo desde la otra punta del
cordón, pero nada. No pude comer el churrasco por el cordón.
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asado. Mamá puede limpiar la casa, cuidarnos a Rocío y a mí, mirar la
novela y preparar la comida para cuando venga papá, todo a la vez. Si
a Papá le hablas cuando está jugando Peñarol, no puede armarte una
oración entera. A que voy con estos ejemplos, que evidentemente,
las madres son mucho más inteligentes que los padres. Por lo que
recepcionan más información en su cabeza. Y cuando le preguntas
algo a papá y no lo puede responder, el hámster que corre en una
rueda en su cerebro, automáticamente deriva la orden al sector
“excusas” de su cerebro, y emite la frase “Preguntále a tu madre”,
acompañada de una cara de pánico maravillosa. Es bueno aclarar,
que esta teoría es totalmente personal.
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DUDA Nº 4- ¿QUÉ ES EL BIGOTE?
Tengo claro que es el pelo que les sale a los varones arriba del labio.
¿Pero para qué? ¿Solo para identificar que son varones? Mi tío
Bernardo está casi pelado ¿No sería mejor que en lugar de barba y
bigote, los pelos se le subieran y le salieran en la cabeza? Mi primo
Martín es igual a mi tía ¿Por eso mi tía Zulma también tiene bigotes?
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mosquitos. Es una mezcla entre fragancia de wáter (y no es
exactamente “agua” en inglés, sino en referencia al trono del baño) y
a kerosén. Yo tengo miedo que un día se le caiga una gota de ese
perfume en el piso y con el ácido del mismo, termine haciendo una
reacción nuclear, la cual lleve a la extinción de toda la humanidad.
Por mis investigaciones, puede averiguar que lo adquirió en su viaje
al Chuy. Así que por favor, si van al Chuy y ven un perfume que viene
en botella de un litro con un peine fino de regalo, no lo compren.
Puede ser nocivo para su salud.
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DUDA Nº 8- ¿Qué TAN ADENTRO DE MI CABEZA PUEDE LLEGAR UN
MOCO?
Yo tengo la triste sensación, que un día en plena lucha por intentar
sacarme un moco, voy a llegar gasta el cerebro. Y lo peor de todo,
que ese moco, en fuga a mi dedo, va a salir corriendo por todo mi
interior como si fuera un prófugo del dedo justiciero. Ahora, lo que
me intriga es saber ¿Hasta dónde puede llegar ese moco? ¿Puede
escaparse en una lacha hecha de bacterias y atravesar mi torrente
sanguíneo? ¿Es capaz de infiltrarse entre mis venas para irse de
vacaciones al corazón? La Nariz es el punto de salida… ¿Pero dónde
se crean? ¿Tenemos un aparto de mocos dentro de nosotros? ¿El
aparato se activa cuando nacemos o es dependiente de la edad de
uno? ¿Los mocos crecen en proporción a la edad y al tamaño del
individuo?
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bóxer por encima? ¿En lugar de tanta malla alicrada, porque no se
ponen un pantalón deportivo y listo?
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Desde que somos chicos, nos llenamos la boca diciendo que
queremos crecer. Que “somos grandes”. Que podemos hacer esto y
aquello, porque ya no somos “bebitos”. ¿Pero estamos seguros que
queremos crecer? ¿Está bueno convertirse en un adulto? ¿O lo mejor
es ser siempre los nenes mimados de mamá y papá?
Ser un niño está demás. Jugas todo el día, comes golosinas, vas a la
plaza, miras dibujos… ¿Qué más se puede pedir? Obvio que tiene sus
contras también. Ir a la escuela, juntar los juguetes, consulta con el
pediatra, y lo peor de lo peor del mundo mundial… soportar a la tía
Gorda. En realidad lo de la tía es un rato, y sé que ella no lo hace de
mala. Para ella, esos besos re babosos y con ese lápiz labial colorado,
es lo máximo. Pero a mí no me gusta… en realidad me gusta, porque
es una muestra de cariño, pero estoy horas pasándome el jabón en la
cara para sacar esa pintura colorada.
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El problema de crecer, es que te volves alguien amargo. Si, súper
amargo como el mate que toma mamá. Los adultos se vuelven
personas aburridas y sin imaginación. Ellos no tienen amigos
invisibles, no sueñan con convertirse en astronautas y no salen a
mojarse bajo la lluvia porque se pueden enfermar. Ellos están
pendientes de otras cosas… que el trabajo, la comida, el vecino, el
perro, la casa, las películas de karatekas, que viene la tía y hay que
guardar las sillas de plástico, que ir a hacer mandados… una infinidad
de cosas, que además de ser re aburridas, los cansan. Y los cansa
tanto, que les quita las ganas de jugar, de soñar, de cantar parados
sobre el sillón con un peine de micrófono. De imaginarse que están
en un teatro repleto, haciendo un recital de rock y que la gente grita
su nombre. Pero no pueden hacerlo… porque ya están cansados de
ser grandes.
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mágico bajo las estrellas, y me esfuerzo por ser el mejor hijo y el
mejor hermano cada día. Cuando lo hablé con mis padres, me dijeron
que era distinto, que cuando crezca lo voy a entender. Que disfrute
de ser niño, que es una etapa única.
Por eso quise contarles esto y proponerles algo… algo que podría
cambiar el mundo… algo que solo nosotros, los más chicos podemos
hacer…
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despierte. Porque él sigue ahí, adentro de ellos. Tapado entre
montañas de archivos, recibos y cartas de quejas.
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Preparémonos para crecer, para ser adolescentes, para ser adultos…
pero con una sonrisa. Riéndonos, jugando, soñando… sin dejar que
nadie nos borre la alegría de ser nosotros mismos.
Seamos el motor del cambio… ese cambio, que hará que los grandes
se vuelvan niños al llegar a sus casas. Que antes de ponerse a mirar
noticias tristes, quieran agarrar un puzle y armarlo mil veces con
nosotros, por más que ya se sepan el dibujo de memoria. Que cada
noche, se abra la página de un nuevo libro y que ese cuento avance
antes de irnos a dormir. Plantemos un árbol, escribamos ese libro, y
hagamos que los grandes sean niños. Para después, colgar una
hamaca en nuestro árbol, le leamos a nuestros hijos ese libro, y
nuestros padres sean los amigos de nuestros hijos.
Quizás suene medio locura este plan. Quizás para muchos esta idea
se vuelva un poco fantasiosa, o digna de la cabeza de un niño… y si es
así, aplaudo por eso. Porque eso es lo que somos… niños.
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Hace mucho tiempo atrás, no tanto sobre la extinción de los
dinosaurios, ni de cuando a Julio Ríos se le dio por cantar… entre
medio de todo eso, en una pequeña ciudad al sur del sur, nace un
botija precioso… uf! Hermoso si los hay… dulce, tierno, con una
mirada enternecedora, la delicadeza de una montaña nevada, y con
un futuro prometedor… mientras que en la habitación de al lado
nacía yo. Un 21 de mayo de 1984, al grito de “buaaa, buaaaa”, llegué
a este mundo.
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Comencé a pulular por distintos talleres de teatro… Alejandro
Camino y Andrea Fantoni fueron los primeros en soportarme… luego
Imilce Viña… y finalmente Washington Sassi. Hicieron lo que
pudieron, pero no lograron detenerme. Con el correr de los años, fui
perfeccionando mi técnica, demostrando al mundo que siempre,
siempre, hay actores mejores que uno.
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La vida me sigue regalando sonrisas… y me deja vivir el día a día
sobre el escenario. Disfrutando del teatro y del carnaval. Compartir el
escenario con amigos y grandes directores, disfrutando del aplauso y
las carcajadas… con un único objetivo: dejarme lejos de las ocho
horas… aunque normalmente, se ensaya mucho más.
RECONOCIMIENTOS
Ganador Premio Florencio “Texto de Autor Nacional” 2011
Nominado Florencio Mejor Dirección 2011
Nominado Florencio Mejor Espectáculo Preadolescente 2011
Nominado Florencio Mejor Dirección 2012
Nominado Florencio Mejor Espectáculo Preadolescente 2012
Ganador Florencio Mejor Espectáculo Musical 2014
Nominado Florencio Mejor Espectáculo para niños 2015
Nominado Florencio Director 2015
Ganador Florencio Voto del público “Espectáculo” 2015
Ganador Florencio Actor 2016
Nominado Florencio Dirección 2016
Nominado Florencio Actor de Reparto 2016
Nominado Florencio Espectáculo Musical 2016
Ganador Premio Graffiti Mejor álbum de música para niños 2012
Nominado Premio Iris Mejor programa infantil (LaboraToon) 2012
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