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La variable determinista de lo social ha servido y continua aun hoy, para algunos profesores,
avalada por una tradición de corte empirista, para justificar la dificultad de acceso al
conocimiento lingüístico y comunicativo que presentan ciertos alumnos, y, como
consecuencia, determinar el fracaso escolar. Sin embargo, cabe el análisis de otros aspectos:
¿son considerados lectores y escritores los niños con "problemas" de alfabetización?, ¿qué
conocimiento lingüístico y comunicativo se les reconoce?, ¿qué se espera de ellos con
relación al desarrollo curricular?, ¿qué capacidades vinculadas con la producción escrita se
consideran "adecuadas" para avanzar en la "línea esperada"?, ¿con que contenidos, en qué
circunstancias y con qué expectativas lograran ser competentes para el sistema escolar?
Las causas de no aprender interactúan, se solapan y, sin embargo, una de ellas, la pobreza del
entorno familiar, ha servido como paradigma explicativo de los problemas para aprender a
leer y escribir. En cualquier caso, hoy ya no se sostiene: las ideas de una parte importante del
profesorado se han enriquecido durante los últimos años con las investigaciones que ponen
en evidencia el proceso socio-cognitivo que permite a los escritores y lectores principiantes
reconstruir el lenguaje escrito, fundamental mente en el ámbito de la conceptualización del
sistema de escritura (Ferreiro y Teberosky, 1979). Afloro en la realidad de la formación lo
que siempre estuvo latente en las narraciones de muchos profesores: una multiplicidad de
causas, muchas de ellas propias del contexto escolar, mediatizan el proceso de aprendizaje.
Se han roto ciertos esquemas explicativos del fracaso escolar: el profesorado necesita
continuar reconstruyendo otros que den cuenta de los procesos de complejidad e
interactividad socio-cognitiva que están implicados en el aprendizaje. Sin embargo, este
planteamiento, en algunos casos, suele ser una "caja de pandora" que no se qué ere abrir: se
teme que entre todos sus "males", salga el que señala la necesidad de revisar las prácticas
docentes. Eso trae inseguridad: las palabras que narran estas situaciones pueden ayudar a
superarlas.
Las narraciones registradas en los procesos de formación son una expresión de las ideas que
guían y evalúan los procesos de innovación en contextos específicos: su análisis permite, a
través de distintos procesos de reflexión, avanzar por caminos más asequibles hacia la
ejecución de los cambios que cada uno considere adecuados y, sobre todo, que puedan actuar
dentro de su zona de desarrollo próximo (Vigotsky, 1978). Desde esta perspectiva, las
narraciones pasan a ser un material muy valioso para entender el pensamiento socio-
psicopedagógico de quien narra y sus intenciones didácticas, así como, las acciones que se
desencadenan en consecuencia (fundamentalmente, la organización de secuencias del
aprendizaje en el aula, con los respectivos criterios de evaluación). Paralelamente, permiten
interpretar en mejores condiciones, dado el carácter interactivo que tiene el aprendizaje, los
significados de las experiencias de lectura y escritura que los alumnos realizan e: el contexto
de dichas secuencias: ¿qué puede significar la lectura para un nido que aún no descubrió el
principio alfabético y, sin embargo, se ve implicado en una propuesta de leer en clase, en voz
alta, sin ninguna intención comunicativa, para que el maestro evalúe sus logros (o "no
logros") ante sus compañeros que, seguramente, se reirán de él porque se sienten con el
"poder" de saber más?, ¿qué está aprendiendo sobre sí mismo en su papel de lector?
En el seguimiento que se está realizando, en relación directa con los procesos de evaluación,
de producciones escritas de los alumnos con "problemas" en su proceso de alfabetización, se
optó por comenzar definiendo, obviamente, los criterios que guían la mirada del evaluador.
Para ello, se consideró que la narración de sucesos en torno a la producción de textos en
distintas circunstancias (según se especifica a continuación) podría ser un recurso adecuado
para facilitar, por un lado, la identificación de las capacidades lingüísticas y comunicativas
que se activan en la resolución de cada una de ellos y, por otro, una elección consciente de
las competencias que se pretende desarrollar en los alumnos:
Marcada confusión entre los conceptos de leer y escribir con el de descifrar, tal como
la bibliografía especializada lo ha registrado reiteradamente; de modo que, cuando
los niños con problemas en su proceso de alfabetización utilizan el sistema de
escritura en sus niveles de conceptualización más primitivos, no son acreditados
como lectores y escritores y, por tanto, no se les facilita la posibilidad de desarrollar
capacidades lingüísticas y comunicativas en toda su amplitud.
Dificultades para identificar cuáles son las capacidades lingüísticas y comunicativas
implicadas en los actos de leer y escribir: la tradición didáctica, que refuerza la
evaluación de los prerrequisitos como condición para el abordaje de los contenidos
lingüísticos, acota el repertorio de las capacidades que pueden desarrollar los niños
con problemas en el proceso de alfabetización, fundamentalmente, a las de carácter
perceptual y motriz (excesiva presencia de las propuestas de copia y dictado sin
sentido comunicativo para los niños).
Dificultades para evaluar las capacidades que actúan en la concreción de distintos
tipos de producciones escritas: fundamentalmente, entre copiar un texto (de forma
pasiva, selectiva), escribir el texto que otra persona dicta (con y sin perspectiva
comunicativa) y ser autor de un texto con intención de comunicar un contenido.
Errores para identificar 1as capacidades propias de cada acto de lectura y escritura:
se suelen considerar escritores a niños que son reproductores pasivos del texto de otro
autor en el contexto de una perspectiva poco comunicativa.
Excesiva valoración de los logros infantiles relacionados con el conocimiento del
principio alfabético y 1a coordinación motriz: los niños alcanzan estos logros con
mayor facilidad en situaciones de copia y dictado que en los de producción de textos
propios, a causa de la mayor cantidad de variables lingüísticas, cognitivas, sociales,
etc. que interactúan en dicho acto. El profesorado no suele hacer estas distinciones y
evalúa el nivel de logro del alumnado con relación a la combinatoria alfabética
independientemente al contexto en que se produce la producción.