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Palabras clave: Museo de arte, sociedad, público, valor estético, valor artístico,
Al Dr. Fabelo
Richard Brown, director del Museo de Los Ángeles en Estados Unidos, tocó
el tema de la finalidad del museo o su función principal, mencionando:
[…] consiste en que cada vez mayor número de personas hagan más
descubrimientos sobre arte, más fácilmente y en condiciones agradables
que les impulsen a volver frecuentemente, y así, mediante el placer
visual, poder alcanzar una comprensión más profunda de la naturaleza,
la historia y el hombre.3
La cita abraza la idea de este texto en tanto que el museo de arte nos per-
mite crecer como seres humanos a través de lo expuesto, y es en su acervo
donde está la diferencia con los demás tipos de museos, los cuales tendrán
otras funciones específicas y harán su justo contraste.
La reflexión sobre los usos o funciones del museo en general, y del mu-
seo de arte en particular, es abordada comúnmente desde la preocupación
de su integración social como una institución vital —ya no sólo importan-
te— para el desarrollo de la sociedad; aunque muy pocos se preocupan
por visitarlo. Esto es, si a alguien se le pregunta sobre el valor del museo,
le calificará como positivo, como muy valioso; sin embargo, si a la misma
persona se le pregunta sobre la frecuencia con que lo visita, la mayor de
las veces la respuesta se acerca al abandono.
Seguramente tiene que ver con que el público no ve una relación directa
con un uso práctico de su visita al museo. Las más de las veces, el público
1
Este trabajo es un resumen del capítulo central de la tesis Los valores estéticos y extraestéticos
del museo de arte de la MEyA (Maestría en Estética y Arte, FFyL, BUAP) que, bajo diversas
temáticas, se ha expuesto de manera amplia en otros foros.
2
Egresado dela Maestría en Estética y Arte.
3
F. Brown Richard, en R. Rojas, J. L. Crespán y M. Trallero, Los museos en el mundo, p. 37.
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4
Encuesta a públicos de museos, p. 10.
5
Ibidem, p. 11. En las conclusiones de la Encuesta nacional de prácticas y consumo culturales
(2004) se menciona: “Si consideramos la asistencia en los últimos 12 meses, los cines
se encuentran nuevamente en el primer lugar con tres de cada cuatro de los entrevista-
dos (75%), seguidos de las librerías (40.6%), los espacios para presentaciones de música
(32.2%), las bibliotecas (29.7%) y los museos (23.7%)”. Un resultado muy similar aparece
en la Encuesta a públicos de museos, antes mencionada.
6
Vid. José Ramón Fabelo Corzo, Los valores y sus desafíos actuales, pp. 56-58. Se presentó un
cuadro que resume los conceptos de José Ramón Fabelo en: Agustín Solano, “Juicios y
relaciones en el museo de arte”, en José Ramón Fabelo Corzo, Berenize Galicia Isasmendi,
coords., La estética y el arte más allá de la academia, p. 212.
7
Vid. A. Solano, idem.
8
La diferencia de los valores estéticos y artísticos es una discusión amplia que nos desviaría
del tema, sin embargo, es importante considerar que el valor estético compete a una facul-
tad general de la especie humana y nos es inherente a todos en mayor o menor medida;
mientras que el valor artístico es una especialización del estético, donde ciertos individuos
se cultivan específicamente en el lenguaje del arte y por ello, socialmente, son denomina-
dos y diferenciados como artistas.
196
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9
Rodrigo Witker, Los museos.
10
R. Witker, op. cit., p. 12.
11
Ibidem, p. 14.
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12
Ibidem, p. 17.
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LA ESTÉTICA Y EL ARTE DE REGRESO A LA ACADEMIA
El museo y la imaginación
Lejos de la apreciación de la relación entre el museo y la imaginación, que a
continuación se expone, hay que tener muy en cuenta que “sin imaginación
nunca podríamos aplicar conceptos a la experiencia sensoria. En tanto que
una vida plenamente sensoria carecería de regularidad o de organización,
una vida puramente intelectual carecería de todo contenido real”.13 Así
que el asunto de valorar esta facultad en relación con nuestra cotidianidad
se refuerza en el museo de arte de maneras particulares; pues un asunto
interesante del acto artístico es el imaginativo.
La imaginación no ha de contemplarse sólo como la facultad de crear
y recrear imágenes, que es determinante en nuestros pensamientos; más
allá de esta importancia, “es la facultad de formar imágenes que sobrepa-
san la realidad. Es una facultad de sobrehumanidad. […] La imaginación
inventa algo más que cosas y dramas, inventa la vida nueva, inventa el
espíritu nuevo; abre ojos que tienen nuevos tipos de visión”.14 Además, el
acto imaginativo puede presentarse de forma individual o colectiva —en
un imaginario social—. Esta doble situación nos permite entender la im-
portancia social del museo en este rubro, pues no sólo incluye la colectivi-
dad y su identidad en un imaginario social, sino que también refuerza al
individuo en una actividad que le recrea y le integra con su especie. Por lo
que “inadecuado sería describir la imaginación tan sólo como aquello que
produce imágenes o representaciones de objetos; hemos de añadir que estas
representaciones siempre irán acompañadas de emociones”,15 por lo que
nos da un puente directo con lo estético. Por ello, se ha decidido abordar
la relación del museo de arte y la imaginación desde estas dos relaciones.
Motivar la imaginación
La imaginación como un proceso consciente es promovida en el museo de
arte al estar inmerso en un espacio donde las obras son producto de ese
mismo suceso como resultado de la expresión humana. El proceso, incluso,
puede comenzar desde antes de visitar el museo de arte, pues conociendo
sus contenidos permanentes —y temporales— a través de su enunciación,
se lleva a cabo dicho suceso mental al visualizar los posibles objetos que el
museo expone e incluirlos en un mundo personal. Hablamos del proceso
13
Mary Warnock, La imaginación, p. 44.
14
Gaston Bachelard, El agua y los sueños: ensayo sobre la imaginación de la materia, p. 31.
15
M. Warnock, op. cit., p. 63.
202
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16
María Noel Lapoujade, Filosofía de la imaginación, pp. 249-250.
17
M. Warnock, op. cit., p. 59.
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18
M. N. Lapoujade, op. cit., p. 243.
19
M. Warnock, op. cit., p.19.
20
M. N. Lapoujade, op. cit., p. 249.
21
Para ello hay que tener en cuenta a la obra de arte como un fenómeno subjetivo que
promueve valores y/o antivalores, exaltándolos o mostrándolos objetivamente. Esto es, la
obra de arte, como subjetividad, no muestra belleza, temor, ansia, etc., sino que a través
de materiales (tela, pigmentos, superficies, etc.) permite que el individuo reconstruya su
subjetividad o se manifieste en ella.
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22
M. Warnock, op. cit., p. 59.
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23
George Dickie, El círculo del arte: una teoría del arte.
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Tomamos como instituciones del arte: 1) grandes complejos culturales, 2) grandes mu-
seos nacionales de arte, 3) museos de arte moderno y contemporáneo, 4) galerías de arte,
5) centros y talleres de arte, y 6) museos especializados de arte.
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LAS FUNCIONES DEL MUSEO DE ARTE
Por otro lado, el museo de arte resguarda y conserva objetos con valora-
ción estética importante para su exhibición. Sin embargo, dicha exhibición
contiene características específicas muy distintas para la mirada que se tiene
en un museo de antropología, ciencia o historia, en el que el proceso herme-
néutico es imperante. La exhibición, en el museo de arte, procura una mirada
hacia la contemplación con la experiencia estética como objetivo principal,
más no único. Experiencia que se encuentra delimitada, por lo que debe
verse según un discurso a través de un patrimonio instituido. Esto es, si bien el
museo protege y procura un patrimonio, ¿cómo se valora y selecciona dicho
acervo para instituirlo? Esta pregunta es pertinente entonces para quien se
enfrenta a obras de arte dudosas25 que están exhibidas en un museo de arte.
Así que se tienen dos visiones extremas del museo de arte, sin dejar de
abarcar la gama entre ellas, pero que en esos puntos distantes se presenta
una reflexión más flexible por las características de oposición y que, de
alguna manera, parece que la segunda es el cobro histórico de la primera
hacia lo instituido.
Por un lado está el museo percibido como megasujeto, concepto arrai-
gado por su institucionalidad, que impide una respuesta directa por parte
del visitante; entendiendo esto como una actitud de réplica y una relación
dialógica entre los sujetos que administran el museo de arte y los que lo
visitan. Si hay que agregar lo anterior a que la valoración de la colección
del museo de arte es alta por su carácter de patrimonio y su representación
estética, lo que tenemos es un templo artístico con carácter religioso donde
existe la pulcritud y el silencio como ambiente y guardianes del tesoro: un
mausoleo. Por otro lado, existe la visión del museo como centro recreativo
dentro de la esfera del ocio en una sociedad industrializada, en la que es
participante desde esta manera y, por ello, entre otros aspectos, se cuestiona
sus funciones en el rol social, ya que entre las razones principales de la
visita al museo, “entretenerse y pasar un rato agradable” ocupa 39.5%.26
En cuanto a la relación entre museo de arte e historia de arte, los
documentos impresos del museo sirven de relación, consciente o no, con
25
No se piense únicamente en el arte contemporáneo con sus productos de dudosa incur-
sión a la labor artística, sino en aquellas piezas que no responden al criterio artístico de
la sociedad en general y por ello parecen estar fuera de contexto en salas de museos de
arte, como objetos de diseño o publicitarios por tener alguna propuesta moderna, pero
pueden mencionarse aquellos que están catalogados como artes industriales o menores
donde pueden aparecer, sin restricción alguna, unos pendientes prehispánicos de obsidia-
na o una vestimenta medieval.
26
Encuesta a públicos de museos, p. 11.
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la historia del arte para quien tiene contacto con dichas divulgaciones, ya
sean publicitarias, académicas u otras. Considerablemente no importa el
tipo de la publicación, pues el hecho de promover una exhibición artística
(propaganda, folleto, etc.) o asentir una investigación en el área del arte
(libro, catálogo, etc.) da una visión de que lo tratado en dicho documento
es tema del arte, importante o no, y entran eventos, personajes y objetos en
esa esfera que antes no se concebían en ella, pues la inclusión está avalada
por el museo. Esto es, si los libros que algunos artistas leen, las relaciones
sociales que tienen, los discursos epistolares que hacen, la vestimenta que
usan, por mencionar algunos ejemplos, son objeto de estudio o exhibición
desde el museo de arte, entran en una nueva relación de valoración que
fue impulsada por el mismo museo, diferenciándolo del valor que el objeto
tiene en la realidad. No se diga entonces de las exhibiciones que, con mayor
fuerza, introducen al espectador un discurso de la historiografía del arte
que sesga su finitud. Aquí existen dos situaciones que envuelven al museo
de arte con la percepción de la historia del arte.
Por un lado, los recorridos del museo sirven como modelos y discursos
historiográficos, pues surgieron de esos patrones. Paradójicamente, en
la búsqueda de discursos alternativos de los primarios, las exhibiciones
muestran novedades que el espectador asume para entender el fenómeno
artístico y se lleva para dialogar del arte. Si bien la intención es buena y
requiere de un rigor científico para proponerla, hace falta, en el visitante,
una educación estética y artística para la adopción correcta de la mayoría de
los discursos. Básicamente se resuelve con enormes cédulas introductorias
llenas de textos que, por decisión propia del visitante, difícilmente lee. Así
que el entendimiento y el diálogo de lo artístico, que antes se mencionó,
se distorsiona. Si bien tampoco es un problema exclusivo del museo, este
debe tomar cartas en el asunto, porque le incumbe directamente y segura-
mente nos llevará a la función de la educación estética-artística por sobre
la educación en general, que se abordará más adelante.
Pasando al otro punto, los objetos exhibidos y resguardados en los
museos parecen ser los valiosos para el discurso presentado y son los que,
desde el punto de vista oficial, se estudian y promueven culturalmente.
Las salas de los museos de arte están llenas de objetos que detentan la
historia del arte cuando en realidad podrían ser otros los que llevaran
a cabo esa acción si los primeros no existieran, o incluso, aunque estos
existan. A esto hay que agregarle, nuevamente, el fenómeno de difusión,
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LAS FUNCIONES DEL MUSEO DE ARTE
Por concluir
Como se ha expuesto, el museo de arte tiene funciones generales que com-
parte con otros museos por su condición instituida y otras específicas por
el tipo de colección que alberga. Entenderlo desde sus particularidades,
27
André Malraux, en su Museo imaginario, además de su propuesta explícita sobre la cons-
trucción individual del museo como acceso al mismo y por tanto a la cultura, implícita-
mente muestra una invitación hacia la educación estética del individuo desde el mismo
individuo, esto es, un autodidactismo estético. Así que la negación de la importancia o de
la existencia del museo de arte se refiere a que a pesar de que este exista y aun cuando
haya una democratización de la cultura, el acceso personal a ella continúa siendo pobre, y
entonces: ¿para qué visitar un museo de arte? Esta pregunta abre la posibilidad de enten-
derle y valorarle en una nueva dimensión objetiva desde una visión positiva.
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dará como resultado una valoración positiva para el visitante, pero sobre
todo, que este pueda:
1) Encontrarse en un imaginario colectivo y reconocerse dentro de un
grupo para reforzar una identidad social; esto es, entender por qué somos
parte de lo que somos a través de las imágenes y los objetos artísticos que
nos representan socialmente.
2) Recrearse como ser humano y persona en la imaginación propia para
alimentar el sentido de lo que se es, así como reiterarse en uno mismo.
3) Valorar positivamente el arte al reencontrarse frente a un hecho que
deviene de una facultad humana que intenta explicar el mundo desde su
propio lenguaje para ver la realidad desde otras perspectivas.
4) Entender y hallar el acto artístico y la historia del arte dentro del
museo, comprendiendo la importancia que este último tiene al promoverlo.
Los puntos anteriores, junto con otros más que pueden salir del texto
expuesto, son argumentos que redimensionan nuestra visita al museo de
arte y que van más allá de hacer la tarea o entretenerse.
Bibliografía consultada
Bachelard, Gaston, El agua y los sueños: ensayo sobre la imaginación de la ma-
teria, FCE, México, 1978.
Conaculta, Encuesta a públicos de museos, Sistema de Información Cultural,
Conaculta, México, 2009.
__, Encuesta nacional de prácticas y consumo culturales, Sistema de Información
Cultural, Conaculta, México, 2004.
Dickie, George, El círculo del arte: una teoría del arte, Paidós, Barcelona, 2005.
Fabelo Corzo, José Ramón, Los valores y sus desafíos actuales, BUAP, México,
2001.
Fabelo Corzo, José Ramón y Berenize Galicia Isasmendi, coords., La estética
y el arte más allá de la academia, BUAP, FFyL, Puebla, 2011.
Lapoujade, María Noel, Filosofía de la imaginación, Siglo XXI, México, 1988.
Malraux, André, Le musée imaginaire de la sculpture mondiale, Gallimard,
París, 1954.
Rojas, Roberto, Los museos en el mundo, Salvat, Barcelona, 1973.
Warnock, Mary, La imaginación, FCE, México, 1981.
Witker, Rodrigo, Los museos, Tercer Milenio, CNCA, México, 2001.
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