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3. 1. 1. Autorregistros: Nos centramos en tres tipos de cuestionarios para valorar cuatro indicadores
importantes: el grado de cohesión grupal, el tipo de roles asignados por los alumnos, el desempeño
de las funciones de los equipos y el clima existente entre cada uno de éstos.
A) Cuestionario de roles grupales. Este cuestionario evalúa 12 maneras de comportarse dentro del
grupo, en una escala de cinco puntos. Dos son las conductas que mide: las orientadas a la tarea y al
mantenimiento. Entre las primera se incluye dar y solicitar información, definir objetivos y roles,
resumir, motivar, comprobar la comprensión, etc. Las segundas se refieren a actividades tales como
fomentar la participación, facilitar la comunicación, relajar la tensión, observar procesos, resolver
problemas interpersonales y dar apoyo.
B) Inventario de roles en los grupos. Este inventario recoge 26 roles diferentes presentes en
cualquier trabajo grupal. Se distribuyen en tres grandes bloques: roles de tarea (contribuidor,
buscador de información, buscador de opiniones, elaborador, coordinador, evaluador, registrador,
etc.); roles socioemocionales (animador, armonizador, facilitador, observador del grupo, etc.); y
roles individuales (agresor, bloqueador, dominador, evasor y autoconfesor, buscador de ayuda,
buscador de reconocimiento, etc.). Además de registrar cuáles son los roles predominantes en los
diferentes equipos, el empleo de estos cuestionarios tiene también el propósito de incrementar el
grado de conciencia de los participantes respecto a la variedad y complejidad de roles disponibles.
C) Escala de Clima de Equipo (CES). El hecho de que exista o no un buen clima socioafectivo en el
grupo influyen mucho en el tipo de dinámica de trabajo que surge. La medición del clima incluye no
sólo las relaciones entre los integrantes del equipo, sino también las relaciones que mantienen
dichos miembros del grupo con el profesor, se agrupan en nueve subescalas de 10 ítems cada una
(implicación, afiliación, ayuda, tareas, competitividad, organización, claridad, control e innovación),
agrupadas a su vez en cuatro grandes factores: relaciones (evalúa el grado en que los alumnos se
perciben integrados en el grupo, apoyándose y ayudándose entre sí: implicación, afiliación y ayuda),
autorrealización (considera la valoración de los estudiantes de la importancia en el grupo de la
realización de las tareas: tareas y competitividad), estabilidad (evalúa cuestiones relativas al
funcionamiento adecuado del grupo, tales como la organización, la claridad y el control) y cambio.
4. LA EVALUACIÓN COMO APRENDIZAJE: Evaluar es siempre un aprendizaje que exige un ejercicio
sistemático de observación y reflexión por parte de todos los agentes implicados en una relación de
enseñanza aprendizaje (alumno-grupo-docente). Este aprendizaje exige, reflexionar sobre dónde
queremos llegar con la metodología y los criterios de evaluación que fijamos para promover los
elementos esenciales del aprendizaje colaborativo. La metodología de aprendizaje colaborativo
requiere procedimientos de evaluación que permitan valorar la interdependencia positiva entre los
miembros de un equipo, el desarrollo de habilidades sociales, el compromiso y la identidad grupal,
la responsabilidad individual, la adquisición de destrezas operacionales de gestión de proyectos en
equipo, la metacognición, etc. Considerada desde esta perspectiva, nuestra concepción de
evaluación grupal colaborativa: - Implica un itinerario formativo con seguimiento desde su inicio
hasta que se termina la práctica colaborativa, debemos dirigir nuestros esfuerzos a promover la
actividad en cada uno de los grupos; a orientar, sostener y guiar sus dinámicas y procesos.
El fin último es detectar las dificultades en el equipo antes de que se conviertan en problemas
importantes e identificar las «buenas prácticas». - Presta atención tanto al proceso seguido y al
grado de elaboración de los materiales con los que trabajan los alumnos como al producto o
resultado alcanzado en cada una de las actividades. - Permite al docente y a los alumnos mismos,
desde el principio de la capacidad de orientación autónoma que han de ir desarrollando como
competencia, realizar los ajustes necesarios según los avances de cada grupo e individuo. Para ello
se han de elaborar una serie de instrumentos que nos permitan recoger e ir valorando los procesos.
- Alude a una estrategia de reflexión y supervisión, que favorece la mejora sistémica y progresiva en
la adquisición de aprendizajes. - Plantea un encuentro dialogado entre los docentes y el alumnado
desde una redefinición de roles para ambas partes. - Significa atender tanto a las producciones de
equipo como a otras de carácter personal, sin olvidar ciertos aspectos colectivos y compartidos
entre todos. - Precisa de un alto grado de implicación y continuidad en la dinámica de clase, tanto
por parte de los alumnos como del profesor. Requiere de criterios e indicadores claros de evaluación
que favorezcan el diálogo constructivo. Ello incluye formatos plurales, como la autoevaluación y
otros procesos centrados en la reflexión colectiva, como la coevaluación o la heteroevaluación. -
Supone también, por su carácter integrador, la mejora de las funciones y tareas del profesorado y
no sólo las adquisiciones y producciones del alumnado. No queremos concluir sin resaltar que
cambiar la enseñanza pasa, ineludiblemente, por transformar la evaluación. Y hemos de tener claro
que el valor de la evaluación no depende sólo del uso de una buena técnica, ni siquiera del empleo
del instrumento adecuado para medir los indicadores que queremos. Muchas veces depende
también del buen o mal uso que hagamos de ellos según el contexto de la situación de aprendizaje
grupal. De cualquier modo, y por muy bien justificada que se presente, acometer la evaluación de
manera que se integre en el proceso con un decisivo enfoque pedagógico no 14 es una tarea fácil.
Son muchos los obstáculos y dificultades que suelen aparecer. Varios de ellos concurren a la vez,
acompañándose de un cierto efecto sinérgico. Lo expuesto constituye una pequeña pincelada en el
complejo universo de la evaluación de los aprendizajes. El nuevo concepto de evaluación necesita
de buenas prácticas que sistematicen e ilustren experiencias reales de evaluación que sirvan de guía
a la comunidad docente. En este sentido, no intentamos describir modelos a imitar, sino referencias
o experiencias a considerar y compartir. Así, hemos intentado aproximarnos un poco más a esta
realidad desde una posición constructiva, desde el propio cuestionamiento de nuestros saberes y
con la intención de ir logrando una transformación del uso y la práctica de la evaluación grupal.