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Cristina Freire
1. Walter Zanini, “Artes Plásticas no seu presente passado e futuro”. O Estado de São Paulo, 17 de
septiembre de 1972.
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caso, en dispositivo técnico de lucha simbólica. Eso significa que no abarca
solamente un problema lingüístico o semántico, sino también político, pues se
rebate en el régimen de visibilidad de las instituciones. Son esas categorías
que ordenan y reducen lo desconocido, aplacando la confusión proveniente de
la falta de referencias, y en el caso de Brasil y de América Latina, el lugar
periférico que les fue imputado en el orden histórico de la dominación.
El hecho es que tales obras pertenecen a otro régimen de visibilidad. Así,
lo que vemos en un proyecto o una fotografía de performance, por ejemplo, no
es la performance, la acción propiamente dicha, sino un vector (informativo)
que se dirige a esa dinámica, que es necesariamente social, es decir, remite a
un contexto histórico, político, cultural y económico. Por cierto esa fue mi
primera preocupación ya en el inicio de esta investigación, hace una década,
en el MAC USP: ¿cuál es el lugar del arte conceptual en el Museo?
Sin embargo ahora, sin superar ese dilema (el del arte conceptual en el
Museo), me pregunto cuál es el sentido contemporáneo de ese interés más
extenso por el arte conceptual. Una vez más no me parece posible evaluar su
pertinencia fuera de un marco más amplio, político y social.
Como enseña Jacques Rancière “la política se refiere a lo que se ve y a
lo que se puede decir, a quién tiene la competencia para ver y la calidad para
decir, a las propiedades de los espacios y los posibles del tiempo”. 2
Sobre el término arte conceptual, me parece necesario operar comparaciones,
diferencias, orientar posiciones de debates convergentes o divergentes, pero que hacen
posible una plataforma, orientada por los discursos poscoloniales.
Los años 60 y 70 fueron un período en el cual varios países de Latinoamérica
vivían la dictadura. La internacionalización de los términos y contenidos se da en un
momento en el que muchos artistas, por fuerza de las circunstancias locales, partieron al
exilio: Horacio Zabala a Italia, Hélio Oiticica a Nueva York, Lygia Clark a París, Artur
Barrio a Suiza, Ulises Carrión a Ámsterdam, Felipe Ehrenberg a Inglaterra, etc.
Es cierto que las estrategias utilizadas por los artistas (como el arte correo en sus
redes de intercambios y envíos postales, por ejemplo) buscaban exactamente ese
internacionalismo que hacía posible alguna esfera de libertad. La historia y la crítica del
arte se constituyen como discursos que orientan las instituciones artísticas.
El museo es un prisma privilegiado de observación de ese régimen de visibilidad.
Para Preziosi, el museo representa el instrumento óptico privilegiado de la modernidad:
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Para observar esa tensión entre lo visible y lo invisible que se traba en el
espacio del Museo, tomamos una obra de Cildo Meireles, Cruzeiro do Sul
(1969/70), como ejemplo. Un cubo minúsculo, de 9 mm de arista, es realizado con
dos tipos de madera: pino y roble, árboles que representan entidades míticas en la
cosmología de los Tupís, capaces de dar origen al fuego al ser friccionadas. El
Cruzeiro do Sul, como observa Paulo Herkenhoff,4 es el emblema de la conquista,
pero también el emblema de las relaciones interamericanas desde la
Independencia.5 Ya van doscientos años de relaciones basadas en desconfianza,
resentimiento, sentimientos de victimización, intervención, relaciones ambiguas de
seducción y paternalismo, y represión de lenguas e ideas.
En el proyecto original del artista, ese minúsculo cubo debería ser
expuesto en una sala de 200m². La sala vacía da significación a una potencial
combustión. La sala vacía es una metáfora que hace visible la potencia de los
valores y representaciones (ideologías) que posibilitan explotar el espacio
sagrado, deflagrar e irrumpir otro régimen de visibilidad.
El verbo “deflagrar”6 es revelador en ambos sentidos: 1. hacer aparecer, incitar,
provocar, irrumpir; (química) propagar (una combustión) en una sustancia explosiva.
Esa noción de combustión como deflagración explosiva en el contexto de
una galería reaparece una década después, en el trabajo del mismo artista O
Sermão da Montanha: Fiat Lux (1973/79), en el cual se cubrió el suelo de una
galería con lija negra y 126 mil cajas de cerillas amontonadas en el medio del
espacio. El sonido de la fricción de los pies sobre la lija fue grabado y
amplificado. El posible contacto de los pies con el suelo remite al contenido
latente explosivo en el espacio de la galería. ¿Cómo se podría traducir hoy ese
contenido deflagrador? ¿Cuáles son ahora las fricciones que organizan ese
orden de fuerzas para neutralizar cualquier eventual combustión?
La política y el arte, advierte Jacques Rancière, tanto como los saberes,
construyen ficciones, es decir, reordenan materiales de los signos y de las imágenes, de
las relaciones entre lo que se ve y lo que se dice, entre lo que se hace y lo que se
puede hacer. Esto nos hace pensar el museo y el archivo como dispositivos teóricos.
Como sabemos, los conceptualismos y los archivos mantienen estrechas
relaciones. Muchos archivos de artistas, alimentados por el flujo de las redes
de arte postal organizan y hacen posible esa memoria (individual y colectiva)
del arte contemporáneo. Sugieren aún una dialéctica interesante entre museo,
biblioteca y casa, dominios públicos en espacios privados, donde reside (o a
veces padece) una parte significativa de la memoria artística contemporánea.
4. Paulo Herkenhoff, “The void and Dialogue in the western Hemisphere”, En: Gerardo MOSQUERA (ed.)
Beyond the Fantastic. Contemporary art criticism from Latin America, London, International Visual Arts
(Inva), 1995.
5. N. de T.: se refiere a la Independencia de Brasil que ocurrió oficialmente en 1822.
6. N. de T.: la autora se refiere principalmente a los significados que abarca la palabra en portugués que
en alguna acepción puede no corresponder al castellano.
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Al tomar las producciones conceptuales de los años 60 y 70 en Brasil
como operación deflagradora y punto de inflexión, enfocamos principalmente la
interrogación que provocan en las instituciones. Así podemos tomar el archivo
como una metáfora, las narrativas del museo como fricciones (sacudidas por el
arte conceptual y los conceptualismos) y observar su alcance más amplio y
fecundo en el dominio del arte contemporáneo.
En parte del extenso proyecto intelectual del filósofo Michel Foucault se
configura la búsqueda arqueológica de los sentidos y articulaciones de las
prácticas discursivas. Con Foucault entendemos que solamente en el plano del
discurso es posible yuxtaponer entidades heterogéneas, en este caso, el
archivo y el museo, lo moderno y lo contemporáneo.
Proviene de ahí un concepto de archivo, obviamente diferente del sentido
común, de un espacio físico para almacenamiento de documentos y obras. El
archivo no es para el filósofo un dispositivo que conserva cosas, sino que
revela sobre todo un sistema de funcionamiento y ordenación de ideas aunque
por fragmentos. La narrativa histórica para Foucault 7 no es secuencial, sino que
pasa por cambios abruptos y profundos. La cuestión relevante que se coloca en
los análisis históricos no son continuidades que se establecerán como tradición
y rastro, pero el recorte, la ruptura y el límite, las transformaciones que valen
como fundación y renovación de los fundamentos.
El acento político en la producción brasileña y latinoamericana, y, no por
casualidad, el período de más relevancia para el arte conceptual, coincide en
los países latinoamericanos con el proyecto de modernización impuesto por la
dictadura y el “milagro” brasileño que sofocó las poéticas de conflicto en los
discursos institucionales.
Pero antes de eso, en la Guerra Fría y en los acuerdos de “buena vecindad”
con Estados Unidos, el proyecto de modernización para la región incluía, ya en los
anos 1946 y 47, la creación de Museos de Arte Moderno. Ellos deberían fortalecer
el esperanto del arte abstracto, ficción naturalizada con el liberalismo contra las
amenazas del comunismo en la región, y reivindicar con el arte moderno la
modernización de Brasil. Es cierto que el MoMA estadounidense forjó un modelo,
creando el sedimento inicial del programa (no siempre declarado o consistente) de
los museos modernos en Brasil.
En ese sentido, como analizó Guilbaut:
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iniciando un amplio programa internacional (financiado por el fondo Rockefeller)
dedicado a la defensa y divulgación del arte moderno, pero también de la
producción cultural estadounidense en Europa, India y América Latina”. 8
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Pienso que el gran peligro con el cual nos afrontamos al rescatar la producción
conceptual de los años 60 y 70 es el riesgo de la transformación del pensamiento
vanguardista y utópico de ese momento en algo nostálgico y paralizado.
Me pregunto, entonces, ¿cómo alejar ese ardid y operar con base en aquel vigor
de los cuestionamientos lanzados por los artistas conceptuales, en especial en Brasil y
los demás países de Latinoamérica, que hace ya algunas décadas siguen movilizando
nuestro pensamiento, sea en el ámbito de la investigación, sea en las prácticas
cotidianas en las instituciones artísticas? Parece que una posibilidad es partir de esas
estrategias conceptuales, contestatarias y críticas del sistema del arte, como vectores
para pensar el cuerpo social y verificar la pertinencia de esa fuerza movilizadora frente a
la reconfiguración geopolítica e ideológica del mundo. En esta clave, es fundamental
indagar con cual concepto de arte las instituciones y, sobre todo, las esferas públicas
oficiales operan. El cuadro es ya conocido por todos: vemos museos públicos en
dificultades en diversos puntos del país y colecciones enteras que acaban siendo
vendidas para instituciones privadas o para museos de Europa y de Estados Unidos. En
ese controvertido escenario actual, el mercado se viene afirmando como mecanismo
privilegiado de atribución de valor. En consecuencia, pienso que el programa crítico en
el que se inscribe el arte conceptual y los conceptualismos en Latinoamérica revela su
potencial para reorientar esa narrativa de la historia que se construye fuera de los
centros hegemónicos, así como ofrece otros parámetros para nuevas prácticas
institucionales, pues el arte conceptual y los conceptualismos en sus orígenes y
estrategias son depositarios legítimos de aquel poder deflagrador aludido en la vacía
sala del Cruzeiro do Sul.
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