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- Analice el tema de la incomunicación y la soledad en las obras: La metamorfosis de

Franz Kafka, El extranjero de Albert Camus, El túnel de Ernesto Sabato y Pedro


paramo de Juan Rulfo.

Si nos detenemos a analizar un poco el devenir de la literatura en la historia occidental, es


posible rastrear, hasta cierto punto, una suerte de transformaciones cruciales en la episteme
de todo tiempo, qué a su vez se presentan como acontecimientos que van fijando límites en
las diferentes formas de pensar y actuar. La literatura se presenta ante el hombre como una
forma de representar el mundo desde una mirada distinta a cómo las ciencias y la historia
universal nos lo han representado. Aristóteles en su poética define el arte como mímesis,
como imitación de la vida. Es así como el poeta (y el escritor, en todo tiempo), imita la vida
misma a partir de unos medios propios como la escritura. El poeta, tal y como nos lo muestra
Aristóteles, es el artista, el creador de una representación más o menos verosímil de lo que
constituye el vivir en todo su esplendor de complejidades y ficciones.

Una vez asegurado el terreno sobre el cual podemos dar rienda suelta a la reflexión que nos
permite comprender la escritura como expresión de una episteme determinada y propiamente
verosímil, por fin podemos adelantar un poco la discusión en relación a los temas de la
incomunicación y la soledad en las obras de grandes escritores como Kafka, Camus, Sabato
y Rulfo. De esta manera no nos queda más que tratar de ubicar un punto común que nos
permita alimentar el dialogo. Teniendo esto en cuenta, bien podríamos tratar de resumir cada
obra para que este texto pareciera un poco más amistoso para el lector promedio, aquel que
en su momento no ha llegado aún con demasiado gozo a las obras de algunos de estos autores,
pero este ejercicio tomaría mucho más que unas cuartillas, y la reflexión se perdería entre el
eco que se extiende a lo largo de obras tan complejas e infinitas. Por el momento, y para
mesurar un poco, me disculparé con el lector y pasaré por alto estos resúmenes tan esenciales
para poner en juego lo aparentemente esencial de la discusión.

Para poder comenzar a relacionar estos temas, es necesario comprender que Kafka, a partir
de su escritura, descubre una nueva dimensión tanto estética como de contenido. Es Kafka
quien descubre o inaugura (en la escritura) la dimensión del sentido interno, la reflexión ya
no centrada en la exterioridad sino en el sujeto absurdo, heredero de la complejidad de las
ciencias y la moral, sumido en la rutina y confundido por la dicotomía entre lo mundano y lo
celeste. No está demás decir que Camus es un heredero de la tradición Kafkiana, al punto de
representar a sus personajes desde la dimensión del sentido interno, desde la dialéctica entre
el sujeto contemplativo y su relación con el mundo. Por su parte, Sábato representará en
Castiel todas las características que hemos descrito sin siquiera darnos mucho trabajo en
intentar establecer relaciones forzosas. Finalmente, Pedro Paramo nos va a confrontar con el
sentido real de la muerte y el devenir de una existencia absurda que cobra sentido en la
medida en que se acepta.

Hasta aquí no hemos hecho nada más que ahondar un poco en el punto común que nos
permite situarnos frente a los temas de la incomunicación y la soledad, aunque siendo un
poco más observadores, podremos darnos cuenta que lo hemos venido matizando como una
sobra que se oculta entre la discusión. Es así como la dimensión del sentido interno nos ha
permitido establecer un punto común entre estas obras.

Pero ¿Qué tiene que ver la dimensión del sentido interno con los temas de la incomunicación
y la soledad? ¿Cómo podríamos establecer una relación coherente entre la episteme que se
representa en la literatura y el manejo de esto temas que resultan tan subjetivos difíciles de
rastrear? Y para responder a estas interrogantes es necesario comprender que la dimensión
del sentido interno constituye un acontecimiento que tuvo relevancia tanto en las ciencias, en
el arte, como en la vida misma (formas de organización social). Es precisamente eso lo que
constituye una episteme determinada.

Desde finales del siglo XIX e incluso mucho antes, las reflexiones de la psicología y la
preocupación histórica y cultural de ese tiempo, llevaron al hombre a contemplarse bajo unas
formas de relación bastante particulares. Se decía entonces que el hombre de la modernidad
(y especialmente desde el siglo XVIII con la ilustración) se caracterizaba por una
individualidad bastante particular, por un estado de incertidumbre existencial que le lleva a
representar la vida misma como una labor personal y hedonista. Es entonces cuando el
hombre, aceptando la muerte de los universales (como Dios y la naturaleza absoluta en
Nietzsche), comprende su posición existencial y contingentemente histórica bajo la
dimensión del sentido interno que le lleva a contemplar la soledad, el aislamiento y la
incomunicación, como formas particulares de relación con el mundo. Es entonces cuando
entra en escena Kafka para inaugurar toda una tradición literaria.

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