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¿Cómo es el México que queremos y
la comunicación que necesitamos?
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Charla con Héctor Aguilar Camín
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24/09/2010
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CONTENIDO
1
¿CÓMO ES EL MÉXICO QUE QUEREMOS?
2
en Milenio televisión en donde actúa como una especie de sinodal de los
aspirantes a la presidencia de México.
Héctor sonríe mientras toma su lugar frente al escritorio y se acomoda los lentes y
la corbata.
−Bueno, dice finalmente. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cuánto tiempo quieres que
grabemos, o qué piensas que hagamos?
− Hablé con Gaby Warkentin para decirle que no voy a poder ir a dar la charla con
los muchachos. Le dije que íbamos a tener esta entrevista y que a lo mejor se
podían usar, según su conveniencia, algunas partes de la charla para pasarlas
durante el encuentro, como si fuera una videoconferencia, y suscitar ahí alguna
discusión.
− De acuerdo.
− Gabriela me había dicho que les hablara sobre la situación de los medios frente
a lo que fue la misión de la escuela de comunicación en la Ibero; pero tú dime y yo
te contesto y a ver qué sacamos… y a ver para qué sirve.
− A ver qué va saliendo, Héctor, le digo mientras doy un sorbo al café, abro la
libreta de apuntes y me dispongo a comenzar formalmente la entrevista.
3
2010: Año emblemático. ¿Cómo pasar de la pirotecnia a la reflexión?
Héctor me observa con las manos entrecruzadas sobre el escritorio. Luego coloca
la mano izquierda en la barbilla mientras va asintiendo con la mirada.
Esa es la tarea del historiador, reconstruir a partir de unas reliquias --que pueden
ser papeles, que pueden ser monumentos-- el sentido del acontecer de una época
que por definición no está frente a ti.
¡No es cierto!, exclama Héctor mientras golpea ligeramente el escritorio con las
manos juntas. ¡No es cierto! ¡Todo es historia! Y en la medida en que hay la
capacidad colectiva de una sociedad para, a través de sus historiadores, de sus
escuelas, de sus instituciones y de sus medios de comunicación, adquirir una
sólida, compartida, conciencia histórica, en esa medida tienes una comunidad
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imaginaria, una comunidad profunda, de valores que llamamos nación, que
llamamos sociedad, que llamamos país.
Todo eso está construido. Todo eso es parte del conocimiento adquirido y
transmitido. Y una cosa, digamos que preocupa de un año como el 2010, es en
muchos sentidos la pobreza de nuestra conciencia histórica. Porque es una
conciencia histórica que está llena de exclusiones, que está llena de fabricaciones
y de mentiras que hacen difícil inducir una madurez colectiva, cívica, ciudadana,
respecto de quiénes somos y respecto de quiénes hemos sido.
Añadimos a esta conciencia débil… Héctor duda e interrumpe lo que iba a ser esa
reflexión.
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−Eso te iba a proponer…
− ¿Por qué construir esos villanos? O sea... ¿Por qué una historia de héroes y
villanos?
Héctor abre los brazos para enfatizar que le parece un despropósito tener una
historia de héroes y villanos. Luego, conforme vaya explicando su punto de vista
irá moviendo las manos sobre el escritorio como si fuera moviendo fichas en un
tablero.
Hace una pausa y bebe un sorbo de agua mineral mientras escucha la siguiente
pregunta.
− ¿Qué tanto le hace daño a un país esta parte de las leyendas negras?... a un
país o al mundo en general… ¿Qué tanto daño hace esta construcción histórica de
las leyendas negras?
En 1810 hay una rebelión fracasada que deja una secuela de violencia
absolutamente estéril, que no conduce a ninguna independencia de ningún tipo.
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Mientras explica este punto, Héctor mueve ambas manos, juntas, de un extremo a
otro. Mira fijamente, desafiante, para enfatizar su punto de vista.
Eso…eso que sería una de las grandes lecciones de nuestra historia… ¡Eso está
excluido de nuestra historia! En cambio tenemos puesto en el altar de la patria la
rebelión sangrienta y estéril.
Lo que quiero decir es que es demasiado borrar y demasiado falsificar. Los dos…
dos de los más grandes políticos, de los más grandes políticos que hayan pisado
esta tierra, están excluidos de nuestra conciencia histórica. Me refiero a Hernán
Cortés y Agustín de Iturbide.
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−Justamente, Héctor, nos estás llevando a una reflexión respecto a estas
construcciones. A una reflexión sobre por qué nos hacen que como sociedad
conmemoremos o incluso festejemos la guerra y no nos hacen festejar los
acuerdos políticos. Yo creo que esta es una parte que tendríamos que…
¿Qué historia deberíamos poder enseñar en México?... Una historia con todos sus
detalles.
−Ok.
− ¿Qué está diciendo Arnáiz? <Señores, sin las etnias contrarias al Imperio
Azteca que se aliaron con Hernán Cortés, Hernán Cortés no hubiera podido
conquistar la gran Tenochtitlán>.
8
Hace una pausa, para tomar impulso y continúa.
Luego siguen los criollos, que también son ricos, pero no son tan eficaces,
trabajadores, ni son tan productivos, ni tienen, digamos, esas posiciones
fundamentales en estructura económica y social de la Nueva España.
Eso, la explicación de eso nos la ha quitado la historia patria que tenemos. Es una
historia patria… como todas... son cuentos de hadas... pero ésta es un cuento de
hadas de baja calidad.
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Héctor bebe otro sorbo de agua mineral mientras escucha la siguiente pregunta.
−Sin duda.
− ¿Cómo se vive una guerra, Héctor? ¿Cuáles son realmente los costos para la
gente? ¿Nos hemos puesto a reflexionar en los libros de historia, en esta
construcción de la historia oficial, reflexionamos suficiente sobre esos costos de
esta guerra?
¿Cómo concilias eso en la cabeza del niño? ¿Cómo, si no haces una explicación
adecuada, si no creas una crítica también de esa violencia y del carácter no
necesario de esa violencia? Incluso la condena de esa violencia. ¿Cómo puedes
construir a partir de la glorificación de la violencia, porque fundó la patria, la
construcción de un ciudadano que quieres pacífico, conciliador, tolerante,
democrático, respetuoso de la ley y de las minorías, y de las opiniones de los
demás? ¿Cómo lo vas a lograr si lo que estás diciendo es que tu nación ha sido
fundada sobre la sangre, sobre la intolerancia, sobre la abolición del otro? Sobre
todo eso que implica la guerra en materia de pasiones desbordadas y de
intolerancias armadas.
Hay algo profundo, digamos, en la naturaleza del ser humano, algo arcaico que
celebra a sus guerreros y a sus sanguinarios. Quizá porque de ellos dependió en
alguna época la seguridad, la supervivencia de la tribu, del clan. Quizá… Parte de
la región límbica de nuestro cerebro.
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Pero nuestro trabajo es construir esa segunda naturaleza que no es la región
límbica de nuestra historia natural, sino que es la vida civilizada, la vida con reglas,
la vida en la que lo que hay que construir son las convenciones que nos permiten
estar juntos, aceptar nuestras diferencias, construir destino común a partir de
nuestras diferencias… en fin, lo que queremos hoy en México: una sociedad
democrática, una sociedad plural, una sociedad constructiva, una sociedad
tolerante en su maravillosa diversidad. Entonces ahí tenemos una asignatura
pendiente de la construcción de nuestra conciencia histórica civilizada.
Bueno, Héctor, todo este primer segmento lo hemos dedicado a una reflexión
sobre cómo podemos transformar las fiestas de los centenarios en un ejercicio
crítico que nos ayude a crecer como país; cómo quitarle al 2010 su carácter de
mera cifra para hacerlo un espacio de memoria de la sociedad. Eso era parte de
una reflexión necesaria.
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LOS MEDIOS DEBEN CUMPLIR UN PAPEL DE INTELECTUAL COLECTIVO
Mira Regina, yo creo que los medios de comunicación en México, y la opinión
pública, tienen el sonido inconfundible de la vida democrática, el sonido de la
discordancia, de la diversidad, de la insatisfacción y de la crítica. Y creo que en
esto los medios en México han dado un paso histórico junto con la transición
democrática mexicana. Son medios más libres, más críticos, más independientes
que nunca. Al mismo tiempo… también hay que reconocer que son más ricos. Hay
mucho dinero en la sociedad para esos medios. Al mismo tiempo, yo sí echo de
menos, Regina −y esto lo digo como alguien que estudió la carrera de
comunicación−, yo sí echo de menos en los medios un compromiso más allá de
sus virtudes críticas y de su independencia informativa y analítica.
Yo creo que en un país como México, en donde vemos tantas deficiencias en los
instrumentos públicos para educar e informar a la gente, tantas deficiencias en
nuestras escuelas, los medios tienen que jugar un papel social mucho más
trascendente que el de sólo entretener, sólo informar y sólo expresar la diversidad
crítica de un país.
Los medios tienen que tener una responsabilidad social, tienen que ser los
intelectuales colectivos de su sociedad, tienen que pensar por su sociedad, tienen
que enseñar a pensar a su sociedad, y tienen que ser más inteligentes que su
sociedad a la hora de revisar en dónde está esa sociedad, a dónde puede y a
dónde debe ir.
El País es el colectivo que quiere hacerte más inteligente para ver los deportes y
entenderlos, más inteligente para ver la bolsa y el curso de la economía y
entenderla, más inteligente para tomar tus decisiones respecto de eso. Más
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inteligente para saber, conocer y entender cómo se mueve tu sociedad, de qué
está compuesta. Más inteligente para entender y saber cómo se mueve tu política
y que tú, a través del periódico te vuelvas un ciudadano más inteligente de lo que
eras antes de tomar el periódico.
Y esa inteligencia incluye algo que está ausente por completo de prácticamente
todos los medios mexicanos. Implica, por parte de los medios, eso que tanto
reclamamos de los políticos: una idea de país, un proyecto de país, un
compromiso con las cosas que deben ser transformadas para poder llegar a tener
ese país. Un compromiso crítico, específico, subrayado, potenciado, contra todo
aquello que estorbe el camino hacia la construcción de ese país deseado.
En México, nuestros medios hacen como que no juegan, hacen como que no
saben, hacen como que no quieren nada en especial. La frase que utilizan mucho
nuestros medios y que me empieza a resultar cada vez más molesta es: ―Nosotros
sólo somos el mensajero. Nosotros sólo somos el espejo. No nos reclamen a
nosotros la fealdad que se refleja en nuestras páginas. No es más que la fealdad
de la sociedad en que vivimos‖.
Héctor hace una breve pausa para tomar impulso y luego señalar las siguientes
frases con vehemencia.
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¡Mentira!... ¡Mentira absoluta!... ¡Mentira de principio a fin! Cada cosa que se
publica en un periódico es la decisión intencionada de alguien. La demostración es
que cada periódico y cada medio es distinto y da en México una visión muy
distinta, tanto en la valoración de sus primeras planas, como en el enfoque de sus
primeras planas.
Pero no basta tampoco con ser espejos. En México hay que tener… los medios
tienen que ser una fuente de pedagogía pública. Tienen que ser medios que
educan a su sociedad. ¿Por qué? Pues en particular porque tenemos una
sociedad de grandes desigualdades educativas… y los medios −en particular los
medios masivos, los medios de la televisión y de la radio− tienen que ser medios
que mejoren la inteligencia, que mejoren la información, que mejoren la calidad de
compresión de esa sociedad educativamente desigual.
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Nosotros nos educamos, Héctor, en algo así como la prehistoria de esta época
que ahora estamos transitando… (risas) Una prehistoria donde no había celulares,
no había internet, no había Twitter, no había todo esto que hoy son instrumentos
muy importantes que tenemos a nuestro alcance. Todo eso no existía cuando tú
yo estudiamos comunicación, pero pues hemos tenido que tratar de adaptarnos a
esos cambios.
Entonces, Héctor, recordemos ese momento… aquella tarde en que te llamé para
proponerte el debate vía Twitter. En aquella conversación tú me decías: ―¿Bueno,
y todo esta reflexión sobre los medios y la violencia la tenemos que hacer en 140
caracteres? ¿Se puede plantear una reflexión seria en 140 caracteres?
Hablaron los resultados, ¿no? ¿Qué pasó con eso? ¿Qué sentiste cuando se te
presentó un desafío de esta naturaleza?
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Mi postura la puedo resumir de la siguiente manera: Cada uno de los muertos
terribles de los que nos dan cuenta los medios todos los días, cada noticia sobre la
violencia brutal que registra México en estos días, que aparece en los medios, es
verdad. Cada una de esas informaciones es cierta.
Héctor hace una pausa, bebe otro sorbo de agua mineral y continúa
cuestionándose a sí mismo.
¿Por qué digo que es una imagen falsa? Porque después de toda esta espiral de
violencia brutal, irresistible para los medios, en el sentido de que no puedes dejar
de informar de ella, el número de homicidios en México por cada 100 mil
habitantes, según las cifras de la ONU, es de 11.5 homicidios por cada 100 mil
habitantes. En el año 2007 era de 8, por cada 100 mil habitantes; en 1990 eran
20, por cada 100 mil habitantes, había bajado a 8 y volvió a subir a 11.5.
Eso, 11.5, es la mitad de los homicidios que hay en Brasil; es la tercera parte de
los homicidios que hay en Colombia; es la octava parte de los homicidios que hay
en Washington y es la décima parte de los homicidios que hay en Nuevo Orleans.
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Ahora tú dime, ¿por qué nosotros, nuestros medios, hemos construido, con estas
cifras, una imagen de México como un país mucho más violento y peligroso que
Brasil, Colombia, Washington o Nuevo Orleans?
Yo creo que hay algo serio que pensar ahí respecto a los medios, respecto de si
están o no están diciendo la verdad; respecto a si están o no están informando a
su sociedad de una manera inteligente sobre lo que pasa; respecto a si están
siendo inteligentes como el lugar en donde la sociedad se informa y piensa sobre
sí misma. Tenemos que preguntarnos si los medios no han cometido un gran
error durante estos años al enfrentar los temas de la violencia de esta manera.
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−Bueno, Regina, mi respuesta es que entre las cifras que indican la realidad, por
imperfectas que sean… a lo mejor no son 11, son 12 ó 13 homicidios… son 15.
Pero no son 150. Entre esas cifras que indican la realidad y la percepción de la
gente, ¿quién está?
−Los medios.
− ¿Tienen algo qué pensar?... Toda mi pregunta es: ¿Tienen algo que pensar los
medios respecto al abismo que hay entre lo que dicen las cifras de la realidad
nacional y la percepción que tienen los ciudadanos a través de los medios? ¿Hay
algo ahí qué pensar desde el punto de vista de la ética, de la verdad, de la
responsabilidad social de los medios… o no hay nada? ¿O los medios son
espejos?... ¡Los medios son espíritus puros!
−Es que también, justamente la otra parte de la reflexión ahí con los twiteros fue
esa precisamente… Esa inconformidad de muchísimos de nosotros con la calidad
de la información respecto a la violencia. Esa inconformidad con el hecho de que
los medios no estén dispuestos a asumir esta responsabilidad social. Y eso estuvo
reflejado en los planteamientos que se te hicieron.
−Y el otro tema es que los medios somos muy exigentes con la calidad, con la
transparencia, con la responsabilidad de los otros actores sociales. Le exigen a los
políticos, a los empresarios, a los deportistas… ¡cuánto no les exigimos a nuestros
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deportistas!... Los medios somos muy exigentes con nuestros jueces, con nuestros
policías. Pero los medios casi nunca hacemos la autocrítica de los medios. Los
medios no existen en los medios, son transparentes.
−Esto, Héctor es algo que debiera formar parte de una costumbre de rendir
cuentas.
−Pero si nadie… nadie puede exigir más rendir cuentas que los medios. Nos
pasamos la vida exigiendo rendición de cuentas... a todos… menos a nosotros
mismos. Creo que hay algo que pensar en esto; y algo que pensar muy serio
respecto de la profesión. Hay que dejar atrás la autocomplacencia, la idea de que
somos espejos… espejos puros de la sociedad; que no tenemos pasiones,
distorsiones, ni intereses.
Los medios tenemos que preguntarnos, con todo rigor crítico, si estamos
sirviéndole a nuestra sociedad, realmente, o estamos siendo simplemente un
factor más de confusión, de discordia, de falta de claridad hacia el futuro, de
confusión del proyecto del país que puede ser, y de desconocimiento del
verdadero país que somos.
Ahora me ha dado por decir una cosa que es una exageración, pero que no deja
de gustarme. México es un país… México es una ballena que se piensa un
ajolote… Es un país enorme, diverso, potente.
El director gerente del Banco Mundial acaba de decir que México tiene todo para
convertirse en los siguientes 30 años, en la quinta economía del mundo. ¡No lo
vemos!... Otros lo ven… ¡nosotros no lo vemos! Nosotros pensamos que es un
país chiquito, desabrido, fracasado, inepto, sangriento, corrupto. Todo eso también
es… todo eso también es, pero no es todo, ni lo más importante. Entonces yo creo
que los medios deberían empezar a volverse su propio espejo también, su propio
espejo crítico y ser menos autocomplacientes consigo mismos, más exigentes.
Exigirse… no te digo mucho… con que se exigieran una quinta parte de lo que les
exige a los otros actores políticos…
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EL RETO DE LOS MEDIOS TRADICIONALES ES ACERCARSE A LA SOCIEDAD
−Mira Héctor. Yo creo que también, ahora que estamos reflexionando para un
público de estudiantes de comunicación, respecto a cuál es la comunicación que
el país necesita, pues habría que subrayar la necesidad de que los propios medios
se vayan adecuando a las formas de comunicación que está desarrollando la
sociedad. Porque si no, Héctor, vamos a tener unos medios cada vez más
rebasados por los mecanismos alternos que va desarrollando la propia sociedad.
Me refiero a que los medios tradicionales en este momento sí son un poder, sí son
un poder económico, pero justamente el hecho de estar todavía con un concepto
de una comunicación vertical, autoritaria, que te impone sus propios criterios, los
va alejando de la sociedad. Y si los comunicadores nos alejamos de la sociedad,
pues entonces dejamos de tener razón de ser y eso es lo que no se está
reflexionando.
En ese debate de Twitter yo recuerdo que había mucha gente que decía: ―Bueno,
los medios siguen pensando que todo lo que es sangre es morbo y vende‖. En
ciertos sectores sí, pero hay cada vez más gente que está rechazando ese tipo de
mecanismos para ―atraer‖ lectores. ¿Por qué? Porque ya nos estamos hastiando;
y porque ya ciertas partes de la sociedad están también en un ánimo en que ya no
quieren toda esa táctica de ventas que exhibe colgados, decapitados, etcétera.
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−Lo que pasa, Regina, es que la violencia a veces se vuelve irresistible y vuelve a
derrotar, digamos, todos los hartazgos.
Pero bueno, déjame hacer un paréntesis para recordar ese intercambio de Twitter
que en efecto fue muy divertido… Déjame decir algo sobre el tema de los 140
caracteres. En realidad lo que hace esa limitación de espacio es que obliga a una
mayor concisión y a una mayor elocuencia; y yo creo que es un gran ejercicio
tratar de poner lo que sea en 140 caracteres.
Es decir, no podemos negar que están pasando cosas muy serias y entonces…
Claro, la realidad te va ganando y te va imponiendo la narrativa de ciertos
acontecimientos. Por eso yo hago la reflexión en el largo plazo, digamos, hay que
salir también un poco del día con día y tratar de ver el conjunto del efecto de la
prensa, y empezar a hacer la autocrítica.
Ahora, volviendo al caso del Twitter… Para mí, digamos, Twitter es el instrumento
de organización política − o de organización en general− con mayor impacto
político que he visto en los últimos años. Pienso también en la campaña de
Obama y en cómo reclutó a través de Internet muchos donantes de 200 dólares,
millones de donantes de 200 dólares, en lugar de un donante de una enorme
cantidad de dólares.
En México, tuvimos también pruebas de la eficacia de las redes sociales con algo
que aquí le llamaron Internet necesario. No sé si lo recuerdas...
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Pero lo del Internet necesario me pareció una experiencia, digamos,
comprobatoria y superior a la del voto nulo. Porque fue una experiencia que tuvo
una consecuencia política inmediata, silenciosa, quirúrgica, y de una eficacia como
no hay dos, que fue que los twiteros vieron el tema de que el impuesto a la
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telefonía y al Internet iba a limitar el acceso e iba encarecer el uso de esta
herramienta efectivamente horizontal y democrática.
−No. Yo creo que eso se aprende en otro lado o eso se aprende en los medios,
pero…
−Lo recuerdo
−Las redes sociales reportaron que Reynosa estaba tomada, que había una
balacera, que no se pasara por ahí, que había una balacera… y bloqueos. Nada
de eso… nada fue cierto.
La toma de Reynosa no existió más que en la red y eso me parece que también es
algo que habría que registrar, porque, como digo, el instrumento es muy poderoso
y te puede servir igual para construir una demanda muy potente y muy deseable, o
para construir una más de las fantasías y de los rumores que suelen construir en
nuestros medios, ¿no?
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ESTRATEGIAS CRIMINALES DE PROPAGANDA DEL TERROR
−Un referente que no teníamos en el momento del debate en Twitter, era el abierto
reconocimiento, la conciencia sobre las estrategias de propaganda del crimen
organizado. Eso no lo conocíamos en ese momento, no era tan explícito; hoy ya
tenemos que vivir con eso. ¿Cómo vamos a hacer, Héctor, para asimilar esta
situación? Porque yo sí creo que hay un antes y un después del secuestro de los
periodistas en Durango, donde grupos del crimen organizado hicieron evidente la
intención de imponer a los medios de comunicación de alcance nacional e
internacional una agenda informativa acorde a sus intereses.
- Tenemos que aprender, Regina… Como todo, ¿no? No hay un regreso de ahí,
ese es el mundo… ese es el futuro que viene hacia nosotros. Tenemos que vivir
con eso y tenemos que aprender a utilizarlo. Y tenemos que admitir que como
todas las cosas tiene un lado inadecuado, un lado que no nos gusta, un lado que
puede ser riesgoso, pero como toda la modernidad crea destruyendo. Va trayendo
nuevos instrumentos, desplazando viejos. Los nuevos instrumentos tienen
grandes ventajas, pero también tienen grandes defectos que no ves si no en el
tiempo, con el uso, con su aclimatación efectiva en la sociedad. Pero esa es la
historia… esa es la historia.
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Bueno, esa cámara que pones ahí y que parece una especie como de tubito y
tiene dentro una gran complejidad; una sabiduría y un conocimiento acumulado
extraordinario, una capacidad de compresión... Entonces… bueno… En eso
estamos. Estamos en el cambio dramático, y muy rápido, del mundo. Yo creo que
simplemente, hay que tratar de usar la tecnología lo mejor posible.
Cuando yo entré estaba muy vivo el ―evangelio‖… esto es, el ideario del fundador
de la carrera, del padre Sánchez Villaseñor; un ideario que me parece que
conforme pasa el tiempo adquiere mayor peso y una mayor pertinencia.
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Él lo que decía es que esa carrera debía formar gente capaz de pensar por sí
misma, gente capaz de entender el mundo que la rodea, y con acceso y dominio
de los instrumentos de la comunicación, que permitiera transmitir esa
comunicación y compartirla y volverla influyente, y volverla de peso en el
comportamiento, en el desarrollo de la sociedad. Lo decía con un sentido muy
filosófico, muy ético, de tener un mundo mejor. No tenía un componente religioso,
ni profesional, ni proselitista, sino que era realmente una idea muy humanista, muy
de un hombre con una formación humanista y con unos instrumentos de
comunicación modernos. Y yo creo que si tú revisas la historia de esa escuela
desde entonces podrías decir que Sánchez Villaseñor consiguió… o que el tiempo
le hizo justicia a Sánchez Villaseñor, con su propósito de entones.
Héctor hace una pausa para beber un poco más de agua mineral y tomar impulso
para señalar con vehemencia:
Entonces creo que sería interesante volver a leer… a mí me gustaría volver a leer
cuál era su planteamiento, porque creo que vuelve a ser pertinente este tema de la
responsabilidad de los medios y de su papel en la sociedad moderna y en
particular en la sociedad mexicana.
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Yo creo que puede ser inspirador volver a esa visión del comunicador con un
ethos, con una ética, con una idea de hacia dónde es conveniente inducir el
desarrollo de una sociedad: Hacia qué valores, hacia qué solidaridades, hacia qué
tipo de transformación, de equidad, de desarrollo. Sigue siendo, digamos, la gran
asignatura pendiente de México, volverse el gran país que puede ser. Y esto
implica eso… implica riqueza, implica equidad, implica democracia e implica
solidaridad. Estamos en construcción de eso.
−Influencia no es poder.
−Cercanía tampoco es poder. Ni estoy seguro de haber estado tan cercano del
poder.
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Mira, Regina, la gente que está cerca del poder es la que trabaja en el poder y la
que trabaja por del poder todos los días. Tomando decisiones, discutiendo
decisiones, buscando espacios, abriéndose espacios; son los políticos
profesionales. Ellos son los profesionales del poder.
Yo nunca he tenido, ni
remotamente, en mis manos, la
administración de un medio con
esa influencia que permita decir
que es un poder. Nunca he
dirigido Televisa, nunca he
dirigido TV Azteca, nunca he
dirigido un periódico nacional. Lo
más que he dirigido es una
editorial que se llama Cal y Arena,
que es una editorial pequeñita, y
la Revista Nexos, ahora por
segunda vez.
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programa de televisión de muy poco rating, que pasaba muy tarde, por la noche.
He dirigido esta revista; y el único poder que yo siento ha cruzado a través de
estos medios es el de sembrar –con otras muchas gentes, por cierto— algunas
ideas. Algunas preocupaciones de élite que al principio parecen extravagantes y
remotas o ilusorias, y que poco a poco, por alguna razón, se van volviendo un
lugar común y una especie de… digamos… una especie de lugar de paso
obligatorio para todas las gentes que quieran pensar, por ejemplo, en el espacio
público.
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Y en el año 88 escribí un libro que se llama ―Después del Milagro‖, en donde
planteaba con bastante claridad todo esto que ahora estoy contando. Ahí señalaba
cómo se habían agotado ya prácticamente todas las virtudes del sistema
corporativo mexicano: las del Presidente absoluto; las del partido hegemónico; las
de las corporaciones campesinas; las de las organizaciones obreras; las de las
organizaciones empresariales. Señalaba yo también, la presencia de un nuevo
pueblo, de lo que después, como hemos dicho, se denominaría como una nueva
sociedad civil, que estaba reclamando otras cosas: Libertades económicas,
desconstrucción del Estado, democratización del poder.
Eso fue lo que quedó escrito en aquel libro de 1982, y de ahí no me he movido. No
me he movido, en el sentido de que en todo lo que yo he coincidido desde
entonces con el poder ha sido sólo en sus proyectos de modernización. En
proyectos de distintos sexenios, de distintos presidentes, proyectos que han tenido
como propósito abrir este país al mundo, abrir la economía a la competencia y a la
libertad, y a la competencia económica; a la libertad de comercio; a la libertad de
emprender; y al Estado, abrirlo también a la pluralidad y a la democracia.
Y por otra parte… (pausa) desde luego que necesitas un Estado, pero un Estado
democrático, un estado eficaz, un Estado que tome de la riqueza generada un
porcentaje muy importante y convierta en políticas públicas esos recursos para
darle a la sociedad un piso de equidad parejo, lo más alto posible, y un piso de
cohesión social.
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Eso es lo que han hecho las sociedades europeas social-demócratas. Eso es lo
que México tiene que hacer. No hacer eso lo único que hace es retrasar el tiempo
en que México ha de volverse… como se volverá, de eso no cabe la menor
duda… y lo puedes leer, en las páginas finales de ´Después del Milagro´, de
1988… México se volverá el país moderno, el país próspero, el país equitativo y
democrático que puede ser… que en cierto sentido ha empezado a ser.
Entonces −dijo Héctor haciendo una breve pausa para buscar mi mirada
cómplice− ahora tenemos que mirar hacia atrás, pero para mirar hacia adelante,
¿ehhh?
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−Así es.
−No, respondió con una sonrisa. Creo que hemos abordado varios temas. Vamos
a ver qué queda. De todos modos, mándame la transcripción cuando la tengas y si
veo que faltó algo, pues se lo agrego.
El día que yo crea que he dicho la última palabra, será el día en que ya no habré
logrado eludir a esa señora que siempre me persigue, esa señora molesta, esa
señora… la muerte>. Así, evadiendo las conclusiones, los cierres definitivos, las
verdades absolutas, Andrés Henestrosa llegó a vivir 101 años.
<La historia está en nosotros o en ninguna parte>, escribió Héctor Aguilar Camín
en el ejemplar de Nexos, de enero de 2010. Está en nuestra conciencia, en
nuestra capacidad de reflexionar sobre los tiempos que se han ido, pero también
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sobre los tiempos que nos está tocando vivir… ¡Cierto! –me digo con una sonrisa
satisfecha−, quizás faltaron y ojalá falten todavía algunas cosas por decir. Pero
esta charla en algo habrá de ayudar a construir ese México que queremos… esa
comunicación que necesitamos.
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