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LAS PALABRAS

DEL
SILENCIO

MEHER BABA

Copyright c 1967, Adi K. Irani, Ahmednagar, India


Copyright © 1987 Avatar Meher Baba Perpetual Public Charitable
Trust, Ahmednagar, India.
Séptima edición revisada en 1987.
Copyright © 2000, Avatar Meher Baba Perpetual Charitable Trust,
Ahmednagar, M.S., India
Library of Congress Cataloging in Publication Data:
Meher Baba, 1894-1969.
Discourses / Meher Baba.

Traducción al español 2005


Fundación para las Artes
Amigos del Amigo Avatar Meher Baba

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correspondiente cita.

LAS SIETE REALIDADES

Existencia, Amor, Sacrificio, Renuncia,


Conocimiento, Control y Entrega

No doy importancia a credos, dogmas, castas o celebración de


ceremonias o ritos religiosos, sino a la comprensión de las siete Realidades
siguientes:

1. La única Existencia Real es la del Dios uno y único, quien es el Ser en


cada ser finito.

2. El único Amor Real es el amor a esta Infinitud (Dios), el cual despierta un


intenso anhelo de ver, conocer y llegar a ser uno con su Verdad (Dios).

3. El único Sacrificio Real es aquél en el cual, al perseguir este amor, se


sacrifica todo: cuerpo, mente, posición, situación personal, bienestar, e incluso
la vida misma.

4. La única Renuncia Real es aquélla en la cual, incluso en medio de los


deberes propios del mundo, abandonas todo pensamiento y deseo egoísta.

5. El único Conocimiento Real consiste en conocer que Dios es quien habita


en el interior de los buenos y los denominados malos, en los santos y en los
denominados pecadores. Este conocimiento demanda que ayudes a todos por
igual, como las circunstancias lo exijan, sin esperar recompensa; que actúes sin
el más leve vestigio de enemistad u odio cuando te veas obligado a tomar parte
en una disputa; a tratar de hacer felices a los demás con sentimientos de
fraternidad hacia cada uno; y a no causar daño a nadie con pensamientos,
palabras o actos, ni siquiera a quienes te hacen daño.

6. El único Control Real consiste en disciplinar los sentidos para abstenerse


de complacer los deseos, lo cual es lo único que asegura un carácter
absolutamente puro.
7. La única Entrega Real es aquélla en la que ninguna circunstancia adversa
altera el equilibrio, y en la que el individuo, en medio de toda clase de
tribulaciones, se resigna con perfecta calma ante la voluntad de Dios.

LA NUEVA HUMANIDAD

El Plan Divino

Como en todos los períodos críticos de la historia humana, la humanidad


está experimentando hoy los intensos sufrimientos del renacimiento espiritual.
Grandes fuerzas destructivas están en movimiento y parecen predominar por
ahora; pero las fuerzas constructivas y creadoras, que redimirán a la
humanidad, también están siendo liberadas por diversos canales. Aunque la
labor de estas fuerzas luminosas es principalmente silenciosa, al final ellas
producirán las transformaciones que impulsarán un avance espiritual seguro y
firme de la humanidad. Todo esto forma parte del plan divino, el cual consiste
en dar al mundo hambriento y fatigado una renovada visión de la Verdad
única y eterna.

La guerra como síntoma de causas más graves

En la actualidad, el problema urgente que la humanidad afronta consiste en


idear métodos y medios tendientes a eliminar la competencia, el conflicto y la
rivalidad en todas las formas sutiles y materiales que ellas asumen en los
diversos ámbitos de la existencia.
Las conflictos militares son lo que evidentemente originan más caos y
destrucción. Sin embargo, las guerras no constituyen, de por sí, el problema
central de la humanidad, sino que son más bien los síntomas externos de algo
esencialmente más grave y profundo. Las guerras y el sufrimiento que éstas
producen no pueden evitarse por completo mediante propaganda; será
necesario erradicar su causa profunda y primordial. Aunque no se estén
entablando contiendas militares, hay individuos o grupos de individuos
constantemente comprometidos en una guerra económica o en alguna otra
forma de guerra sutil. Las guerras, con toda la crueldad que implican, surgen
solamente cuando se agravan estas causas subyacentes.

El egoísmo

La causa del caos que provoca las guerras es que las personas, en su
mayoría, son dominadas por el egoísmo o por actitudes egoístas, y expresan su
egoísmo y su interés propio tanto individual como colectivamente. El hombre
se halla atrapado en esta vida de valores ilusorios. Entender la verdad es
comprender que la vida es una, en y a través de sus múltiples manifestaciones;
es decir, olvidar al ego limitado y percibir la unicidad de la vida.

Las guerras son innecesarias e irrazonables

El problema de las guerras desaparecería al surgir el conocimiento


verdadero. Es preciso comprender con claridad que las guerras son
innecesarias e irrazonables; de modo que el problema inmediato no consistiría
en cómo detenerlas sino en comprenderlas desde la espiritualidad, esto en
contra de la actitud mental, la cual es responsable de esta situacion cruel y
dolorosa. En la vida desde la unicidad, la colaboración y la armonía se
convierten en algo natural e inevitable. La principal tarea que han de encarar
quienes sienten profundo interés por reconstruir la humanidad, es disipar la
ignorancia espiritual que envuelve a la humanidad.

El ego debe ser eliminado en todos los ámbitos de la vida

Las guerras no surgen para regular y reajustar el aspecto material de la vida.


Suelen ser producto de una irreflexiva e indiscriminada identificacion con
mezquinos intereses que, de modo tal que al asociarse, terminan afianzandose
en una parte de este mundo al que consideran como propio. Adaptarse
materialmente es sólo una parte de lo que es el problema más vasto de
adaptarse espiritualmente. La adaptación espiritual exige que el yo sea
eliminado, no solamente de los aspectos materiales de la vida, sino también de
los ámbitos que afectan la existencia del hombre en lo intelectual, lo emocional
y lo cultural.

La adaptación material exige comprensión espiritual

Entender que el problema de la humanidad se reduce meramente a un


problema alimenticio es relegar a la humanidad al plano animal. Aunque el
hombre se fije la limitada tarea de asegurar una adaptación netamente
material, sólo podrá tener éxito en su intento si tiene comprensión espiritual.
Los acuerdos económicos no son viables si la gente no comprende que no es
posible desarrollar una acción planificada y coordinada en estas cuestiones,
mientras los intereses particulares no cedan el puesto al amor desinteresado.
De lo contrario, aunque la humanidad posea el mejor equipamiento
instrumental y la máxima eficacia en el plano material, no podrá evitar el
conflicto y la insatisfacción.

El correcto lugar de la ciencia

La Nueva Humanidad que surge con gran esfuerzo en su lucha con el


sufrimiento, no debe ignorar a la ciencia ni a la practicidad de sus logros. Es un
error pensar que la ciencia es antiespiritual. La ciencia, según cómo se la use, es
una ayuda o un obstáculo para la espiritualidad. Así como el verdadero arte
expresa espiritualidad, la ciencia correctamente utilizada puede tambien lograr
ser una expresiòn del espíritu. El conocimiento científico sobre el cuerpo y la
vida en el plano físico pueden ser instrumentos para que el alma se conozca a
sí misma; pero, para que esto suceda deben quedar correctamente integrados
dentro de una comprensión espiritual mayor, incluyendo una firme
percepción de valores verdaderos y perdurables. En ausencia de esta
comprensión espiritual, las verdades y logros de la ciencia son plausibles de
ser utilizados para destruirse unos a otros, y a procurar una existencia
tendiente a fortalecer las cadenas que atan al espíritu. El progreso de la
humanidad en todas las direcciones sólo podrá asegurarse si la ciencia y la
religión avanzan de la mano.
La necesidad de la experiencia espiritual

La civilizacion de la Nueva Humanidad que se aproxima solo puede cobrar


vida mediante la experiencia espiritual vivida, nunca mediante áridas
doctirinas intelectuales. La experiencia espiritual se arraigará en las más
profundas verdades que son inaccesibles para el mero intelecto; no puede
nacer de un intelecto desprovisto de ayuda. A la verdad espiritual se la puede
declarar y expresar con frecuencia por medio del intelecto, y seguramente este
último es de alguna ayuda para comunicar la experiencia espiritual. Sin
embargo, el intelecto por sí solo es insuficiente para permitir que el hombre
tenga una experiencia espiritual o la comunique a los demás. Si dos personas
han tenido dolor de cabeza, pueden cooperar y examinar la cefalea que
experimentaron y analizar juntas su experiencia intelectualmente. Si una
persona nunca tuvo un dolor de cabeza, por más explicaciones intelectuales
que reciba, no serán suficientes para hacerle comprender qué es un dolor de
cabeza. La explicacion intelectual podrá preparar el terreno pero nunca podrá
sustituir la experiencia espiritual.

La naturaleza y el lugar de la experiencia espiritual

La experiencia espiritual abarca mucho más de lo que el simple intelecto


puede captar. Se suele subrayar esto llamándolo experiencia mística. Al
misticismo se lo suele considerar como algo antiintelectual, oscuro y confuso, o
poco práctico y desconectado de la experiencia. De hecho, el verdadero
misticismo no es ninguna de estas cosas. En el misticismo no hay nada que sea
irracional cuando, como debe ser, es una visión de la Realidad. Es una forma
de percepción absolutamente despejada, y tan práctica que se la puede vivir en
cada instante de la vida y expresar en los deberes cotidianos. Su conexión con
la experiencia es tan profunda que, en un sentido, es la comprensión final de
toda experiencia.
Cuando se dice que la experiencia espiritual es mística, no debemos suponer
que se trata de algo sobrenatural o enteramente más allá del alcance de la
consciencia humana. Lo único que se pretende afirmar es que no es accesible al
limitado intelecto humano hasta que éste trasciende sus límites y es iluminado
por la percepción directa del Infinito. Jesucristo señaló el camino que conduce
hacia la experiencia espiritual cuando dijo: “Déjalo todo y sígueme”. Esto
significa que el hombre debe abandonar las limitaciones y establecerse en la
vida infinita de Dios. Una experiencia espiritual real implica no sólo conocer la
naturaleza del alma durante el camino a través de los planos superiores de la
consciencia, sino también una actitud correcta respecto de los deberes propios
de este mundo. Si se pierde la conexión con las diferentes fases de la vida,
entonces lo que tenemos es una reacción neurótica que dista mucho de ser una
experiencia espiritual.

La experiencia espiritual no puede encontrarse en la evasión

La experiencia espiritual que ha de dar vida y energía a la Nueva


Humanidad no puede ser una reacción frente a las severas e inflexibles
exigencias planteadas por las realidades de la vida. Quienes no son capaces de
adaptarse a la corriente de la vida tienden a no hacer frente a las realidades de
ella y a buscar refugio y protección en una fortaleza ilusoria que ellos mismos
crean. Esta reacción es un intento para perpetuar la propia existencia separada
protegiéndola de las exigencias que la vida plantea. Esto sólo puede dar una
aparente solución a los problemas de la vida proporcionando una falsa
sensación de seguridad y plenitud personal. Ni siquiera es un avance hacia la
solución real y duradera; por el contrario, es un desvío de la verdadera senda
espiritual. El hombre se verá desalojado una y otra vez de sus refugios
ilusorios por nuevas e irresistibles oleadas de la vida, atrayendo sobre sí
mismo nuevas formas de sufrimiento al tratar de proteger su existencia
separada mediante la evasión.

La Nueva Humanidad no estará apegada a las formas externas

Así como una persona puede tratar de aferrarse a su experiencia separada


evadiéndose, también puede tratar de aferrarse a ella mediante una
identificación irreflexiva con formas, ceremonias y ritos, o con tradiciones y
convenciones. Las formas, ceremonias y rituales, junto con las tradiciones y
convencionalismos son, en la mayoría de los casos, trabas para la liberación de
la vida infinita. Si fueran instrumentos dúctiles para la expresión de la vida
ilimitada, entonces constituirían más bien un beneficio que una desventaja a fin
de asegurar el cumplimiento de la vida divina en la Tierra. Sin embargo,
tienden, en su mayoría, a acumular prestigio y reivindicar derechos,
independientemente de la vida que podrían expresar. Cuando esto sucede,
cualquier apego a estas formas externas conducirá finalmente a una drástica
reducción y restricción de la vida.
La Nueva Humanidad se liberará de una vida de limitaciones, permitiendo
el desarrollo sin obstáculos para la vida creativa del espíritu. Romperá el apego
a las formas externas y aprenderá a subordinarlas a los reclamos del espíritu.
La limitada vida de las ilusiones y de los valores falsos será entonces
reemplazada por la vida ilimitada en la Verdad; y las limitaciones, por medio
de las cuales el yo individual vive, se marchitarán al contacto con la
comprensión verdadera.

La identificación con un grupo restringido es una forma del yo limitado

Así como una persona puede tratar de aferrarse a su existencia separada


mediante evasión o identificación con las formas externas, también puede
procurar aferrarse a ella identificándose con una clase social, credo, secta o
religión de visión restringida, o con las divisiones basadas en la distinción del
sexo. En este caso, el individuo aparenta perder su existencia separada,
identificándose con un conjunto más amplio. Sin embargo, de hecho, él suele
estar expresando su existencia separada por medio de esa identificación, la
cual le permite complacerse en sentir que está separado de los demás, los
cuales pertenecen a otra clase, nacionalidad, credo, secta, religión o sexo.

El yo limitado vive a través de los opuestos

La existencia separada se origina y fortalece identificándose con uno de los


opuestos y diferenciándose de los demás. Un individuo puede tratar de
proteger su existencia separada identificándose más bien con una ideología
que con otra, o con su concepción acerca del bien en contraposición con su idea
acerca del mal. Lo que resulta de la identificación con grupos de miras
estrechas o limitados ideales no es una real fusión del yo individual sino tan
sólo una apariencia. Una fusión real del yo limitado en el océano de la vida
universal implica una completa entrega de la existencia individual en todas sus
formas.
Esperanza para el futuro

La gran masa de la humanidad se encuentra prisionera de las garras de las


tendencias separadoras y autoafirmantes. Quien contempla estupefacto este
espectáculo de una humanidad encadenada, sentirá necesariamente una
inmitigada desesperación por el futuro de ella. Debemos observar más
profundamente las realidades de estos tiempos si hemos de tener una correcta
perspectiva de lo que actualmente aflige a la humanidad. Las reales
posibilidades de la Nueva Humanidad permanecen ocultas para quienes sólo
miran la situación mundial en su superficie, pero ellas existen y lo único que
necesitan es que la chispa de la comprensión espiritual entre plenamente en
acción y se concrete. Las fuerzas de la lujuria, del odio y de la codicia producen
un sufrimiento y un caos incalculables. Sin embargo, la única característica que
redime a la naturaleza humana es que, incluso estando en medio de fuerzas
destructivas, existe en ella, invariablemente, alguna forma de amor.

El amor debe estar libre de limitaciones

Incluso las guerras requieren un funcionamiento cooperativo, pero la


identificación con un grupo o un ideal de carácter limitado restringe
artificialmente el alcance de este funcionamiento. A menudo las guerras se
entablan por alguna forma de amor, aunque se trata de un amor que no se
entendió como era debido. A fin de que el amor adquiera independencia
propia deberá ser vasto e ilimitado. El amor existe en todas las fases de la vida
humana, pero está latente o es limitado y envenenado por la ambición
personal, el orgullo racial, las mezquinas lealtades y rivalidades, y el apego al
sexo, a la nacionalidad, o a sectas, castas o religiones. Si la humanidad ha de
renacer, el corazón del hombre tendrá que abrirse para que el nuevo amor
florezca en él, un amor que nada sepa de corrupción y esté enteramente libre
de codicia individual o colectiva.

El amor es esencialmente auto-comunicativo


La Nueva Humanidad nacerá de la liberación de un amor abundante y sin
medida, y la liberación de este amor podrá sobrevenir con el despertar
espiritual producido por los Maestros Perfectos. El amor no puede nacer de
una mera determinación; en el mejor de los casos, podemos ejercitar la
voluntad al punto de actuar por deber. Con lucha y esfuerzo podemos tener
éxito asegurándonos que nuestros actos externos coincidan con el concepto que
tenemos acerca de lo que está bien, pero esa acción es espiritualmente estéril
porque carece de la íntima belleza del amor espontáneo.
El amor tiene que brotar espontáneamente desde el interior; y de ningún
modo puede someterse a forma alguna de coerción interna o externa. El amor y
la coerción nunca pueden ir de la mano; sin embargo, si bien el amor no puede
imponerse a nadie por la fuerza, puede ser despertado mediante el amor
mismo. El amor es esencialmente auto-comunicativo; quienes no lo tienen lo
obtienen de quienes lo poseen. Quienes reciban amor de otras personas no
podrán ser receptores sin dar una respuesta, ésa es en sí misma la naturaleza
del amor. El verdadero amor es inconquistable e irresistible. Prosigue
acopiando poder y expandiéndose hasta que, al final, transforma a todos
aquéllos con quienes entra en contacto. La humanidad logrará un nuevo modo
de ser y vivir mediante el amor puro que interactúe libre y sin obstáculos, de
corazón a corazón.

La redención de la humanidad a través del amor divino

Cuando se reconozca que no hay reclamo mayor que el de la Divina Vida


universal –la cual, sin excepción, incluye a todos los seres y cosas– el amor no
sólo establecerá la paz, la armonía y la felicidad en las esferas sociales,
nacionales e internacionales, sino que también brillará con su propia belleza y
pureza. El amor divino es inexpugnable ante las embestidas de la dualidad y
constituye una expresión de la divinidad misma. La Nueva Humanidad se
sintonizará con el plan divino por medio del amor divino. El amor divino no
sólo introducirá imperecedera dulzura y dicha infinita en la vida personal, sino
que también hará posible la era de la Nueva Humanidad. La Nueva
Humanidad aprenderá mediante el amor divino el arte de vivir en cooperación
y armonía. La Nueva Humanidad estará libre de la tiranía de las formas
muertas y pondrá en circulación la vida creativa de la sabiduría espiritual, se
desprenderá de toda ilusión y se establecerá en la Verdad, disfrutará paz e
imperecedera felicidad, y se iniciará en la Vida Eterna.

EL EGOÍSMO

Análisis del egoísmo

El egoísmo cobra vida debido a que los deseos tienden a concretarse en


acción y experiencia. El egoísmo nace de una ignorancia fundamental acerca de
nuestra propia naturaleza. La consciencia humana se oscurece debido a que,
durante su prolongada evolución, se depositan en ella diversas clases de
impresiones, las cuales se expresan como deseos. Estos últimos limitan
estrictamente el alcance en el que la consciencia opera. Los sanskaras, o
impresiones, forman un recinto en torno del posible campo de la consciencia.
El círculo de los sanskaras constituye el limitado ámbito en el que sólo la
consciencia individual puede enfocarse.
La acción es meramente latente en el caso de algunos deseos, pero otros
pueden realmente traducirse en acción. La capacidad de un deseo para poder
expresarse en una conducta depende de la intensidad y cantidad de los
sanskaras conectados con él. Para emplear una metáfora geométrica,
podríamos decir que, cuando un deseo pasa a la acción, atraviesa una distancia
que es igual al radio de un círculo que describe los límites de los sanskaras
conectados con él. Cuando un deseo acumula suficiente fuerza se proyecta en
la acción y actúa a fin de cumplirse.

Las cosas que el hombre quiere, al final no lo satisfacen

La medida del egoísmo es igual al alcance de los deseos. Al alma le resulta


imposible poder expresar su verdadera esencia con libertad y plenitud, porque
los múltiples deseos se lo impiden; entonces la vida se torna egocéntrica y
mezquina. La vida entera del ego personal es dominada continuamente por lo
que este último quiere, es decir, por su intento de procurar satisfacer los deseos
mediante cosas que cambian y se esfuman. Pero no podrá haber satisfacción
real mediante cosas pasajeras. La satisfacción que deriva de cosas efímeras de
la vida no es duradera, y las cosas que el hombre quiere no lo satisfacen. De
manera que la insatisfacción se generaliza y es acompañada con
preocupaciones de toda índole.

La lujuria, la codicia y la ira

Las principales formas con las que el ego frustrado puede expresarse son la
lujuria, la codicia y la ira. La lujuria se parece muchísimo a la codicia en
muchos aspectos, pero difiere en cómo se satisface y se relaciona directamente
con el plano denso. La lujuria se expresa por medio del cuerpo físico, y su
interés es lo corpóreo. Se trata de una forma de enredo con el plano denso o
material. La codicia es un estado en el que el corazón siente desasosiego, y
consiste principalmente en ansia de poder y posesiones materiales. El hombre
busca poder y posesiones para satisfacer sus deseos. Él, en su intento de
satisfacer sus propios deseos los satisface sólo en parte, y esta satisfacción
parcial aviva y acrecienta la llama de esa ansia en lugar de extinguirla. De
manera que la codicia encuentra siempre un campo de conquista sin fin y deja
al individuo interminablemente insatisfecho. Las principales expresiones de la
codicia se relacionan con la parte emocional del hombre. La codicia es una
forma de involucrarse con la esfera sutil.
Una mente irritada se desfoga por medio de la ira, porque ve frustrados sus
deseos. Alimenta al ego limitado, quien la usa para dominar y agredir. Su
objetivo es eliminar los obstáculos existentes en la satisfacción de los deseos. La
ira frenética nutre al egoísmo y al engreimiento, y es la máxima benefactora del
ego limitado. La ira tiene su asiento en la mente y se expresa principalmente
mediante la actividad de esta última. La ira es una forma de enredo mental.
Los vehículos de la lujuria, la codicia y la ira son el cuerpo, el corazón y la
mente, y se expresan por medio de éstos.

El círculo vicioso
La lujuria, la codicia y la ira hacen que el hombre se sienta decepcionado y, a
su vez, que su ego frustrado procure satisfacerse con más lujuria, codicia e ira.
La consciencia queda atrapada en un círculo vicioso e interminablemente
decepcionante. La decepción nace cuando se impide que la lujuria, la codicia o la
ira se expresen. Se trata, pues, de una reacción general de enredos densos, sutiles
y mentales. Es una depresión causada por la lujuria, la codicia y la ira
insatisfechas. Juntas, tienen el mismo alcance que el egoísmo. El egoísmo, que es
la base común compuesta por estos tres vicios, constituye la causa última de la
decepción y de las preocupaciones. El egoísmo es la causa de su propia
frustración: procura satisfacerse mediante los deseos, pero lo único que consigue
es alcanzar una insatisfacción interminable.

El camino hacia la felicidad

El egoísmo produce inevitablemente insatisfacción y decepción porque los


deseos no tienen fin. La cuestión de la felicidad se resume entonces en saber
desprenderse de los deseos. Sin embargo, no es posible vencerlos eficazmente
mediante una represión mecánica; sólo se los puede aniquilar con el
conocimiento. Si te sumerges profundamente en el ámbito de tus pensamientos
y te pones a pensar con seriedad tan sólo durante unos pocos minutos, te darás
cuenta de cuán vacuos son los deseos. Piensa en lo que has disfrutado todos
estos años y en lo que has sufrido. Todo lo que has disfrutado en la vida es
nada actualmente. Todo lo que has sufrido en la vida también es nada en el
presente. Todo fue ilusorio.
Tienes derecho a ser feliz, pero tú creas tu propia infelicidad queriendo
cosas. Estos quereres son la fuente del perpetuo desasosiego. Te decepcionas si
no consigues lo que quieres. Y si lo consigues, quieres cada vez más y eres
desdichado. Di: “No quiero nada”, y sé feliz. El hecho de que comprendas
continuamente la futilidad de las cosas que quieres, te conducirá finalmente
hacia el Conocimiento. Este Conocimiento del Yo te liberará de tus quereres y te
encauzará hacia una felicidad permanente.

Renunciar a lo que quieres


Es preciso distinguir cuidadosamente entre lo que uno quiere y lo que
necesita. El orgullo y la ira, la codicia y la lujuria, difieren totalmente de lo que
se necesita. Podrías pensar: “Yo necesito todo lo que quiero”, pero esto es un
error. Si estás en el desierto y tienes sed, lo que necesitas es agua, no limonada.
Mientras tengamos un cuerpo habrá algunas necesidades, y es menester
satisfacerlas. Pero los quereres son resultado de lo que imaginamos
obcecadamente. Ellos deben ser escrupulosamente eliminados si ha de haber
alguna felicidad. Puesto que el egoísmo consiste esencialmente en deseos,
renunciar a lo que queremos llega a ser un proceso de muerte. En sentido
corriente, morir es separarse del cuerpo físico, pero morir en sentido
verdadero, significa renunciar a los bajos deseos. Los sacerdotes preparan a la
gente para una muerte falsa describiéndole tétricas imágenes del infierno y del
cielo, pero la muerte de esas personas es ilusoria, pues la vida es una
continuidad ininterrumpida. La muerte real consiste en el cese de los deseos, y
esto se produce gradualmente y por etapas.

El amor y el servicio

El nacimiento del amor facilita la muerte del egoísmo. Morir amando es Ser.
Si ustedes son incapaces de amarse unos a otros, ¿cómo podrán amar incluso a
quienes los torturan? Los límites del egoísmo son creados por la ignorancia.
Cuando una persona comprende que podrá tener una satisfacción más
profunda ampliando el ámbito de sus intereses y actividades, entonces se
dirige hacia la vida de servicio. En esta etapa tiene muchos deseos buenos.
Quiere hacer felices a los demás aliviándoles la aflicción y ayudándolos. Y
aunque incluso en esos buenos deseos suele haber una referencia indirecta y
latente hacia el propio yo, el egoísmo mezquino no puede dominar a las
buenas acciones. Incluso puede decirse, en un sentido, que los buenos deseos
son una forma de egoísmo iluminado y más vasto, pues, como los malos
deseos, también se mueven en el campo de la dualidad. Sin embargo, cuando
la persona tiene deseos buenos, el egoísmo abarca una concepción más amplia
que, al final, genera su propia extinción. Entonces la persona aprende a ser útil
a los demás en lugar de tratar meramente de ser famosa, llamativa y posesiva.

El surgimiento del egoísmo


Los deseos que llegan a constituir el ego personal son buenos o malos.
Corrientemente se dice que los deseos malos son formas de egoísmo, y los
deseos buenos, formas de altruismo. Sin embargo, no existe una rígida línea
divisoria entre egoísmo y altruismo. Ambos se mueven en el campo de la
dualidad y, desde el punto de vista más elevado que trasciende los opuestos
del bien y el mal, la distinción entre egoísmo y altruismo consiste
principalmente en su alcance. El egoísmo y el altruismo son dos fases de la
vida del ego personal, y estas dos fases son recíprocamente consecutivas.
El egoísmo surge cuando todos los deseos se centran en torno de la
mezquina individualidad. El altruismo surge cuando esta burda organización
de los deseos se desintegra y los deseos generalmente se dispersan cubriendo,
como resultado, un ámbito mucho más vasto. El egoísmo reduce los intereses a
un campo limitado; y el altruismo extiende los intereses en un campo amplio.
Paradójicamente hablando, el egoísmo es una forma restringida de altruismo,
mientras que el altruismo consiste en involucrar al egoísmo en un amplio
campo de actividad.

La transformación del egoísmo en altruismo

El egoísmo debe ser transmutado en altruismo antes de trascender por


completo el campo de la dualidad. La realización persistente y continua de
buenas acciones desgasta al egoísmo. El egoísmo que se extiende y expresa en
forma de buenas acciones instrumenta su propia destrucción. El bien es el
principal eslabón que hace que el egoísmo medre o muera. El egoísmo, que al
comienzo es el padre de las malas tendencias, por obra de las buenas acciones
se convierte en el artífice de su propia derrota. Cuando las malas tendencias
son completamente reemplazadas por las buenas tendencias, entonces el
egoísmo se transforma en altruismo, o sea, el egoísmo individual desaparece
en el interés universal. Aunque este altruismo y esta vida buena también están
ligados por los opuestos, la bondad es un paso necesario para liberarse de los
opuestos. La bondad es el medio por el cual el alma aniquila su propia
ignorancia.

La Yoidad Universal
El alma pasa de lo bueno a Dios. El altruismo se funde en la Yoidad
Universal, la cual se halla más allá del bien y el mal, de la virtud y el vicio, y de
todos los demás aspectos duales de Maya. La cima del altruismo es el comienzo
de sentir la unidad con todo. En el estado de Liberación no hay egoísmo ni
altruismo en el sentido corriente, sino que ambos se elevan y funden en la
sensación de Yoidad para todo. La realización de esta unidad con todo es
acompañada de una paz y una dicha insondables. Esto de ningún modo genera
estancamiento espiritual ni eliminación de los valores relativos. La Yoidad para
con todo produce una imperturbada armonía sin perder la capacidad de
discriminar, y una paz inquebrantable sin ser indiferentes a lo que nos rodea.
Esta forma de Existencia no es resultado de una síntesis meramente subjetiva,
sino de un logro real de la unión con la Realidad última, la cual incluye a todo.

La unión con la Realidad última

Abre tu corazón arrancando todos los deseos y albergando solamente un


anhelo, el anhelo de unirte con la Realidad última. Esta Realidad no ha de
buscarse en lo mutable que exteriormente te rodea sino en tu propio ser. Cada
vez que tu alma se propone ingresar en tu corazón, encuentra la puerta cerrada
y el interior colmado de deseos. No mantengas cerradas las puertas de tu
corazón. La fuente de permanente dicha existe por doquier, pero todos sufren
debido a los deseos que nacen de la ignorancia. La meta de la felicidad
duradera resplandece plenamente sólo cuando el ego limitado, con todos sus
deseos, alcanza su extinción final y completa.

La espiritualidad es una actitud positiva hacia la vida

Renunciar a los deseos no significa ascetismo ni una mera actitud negativa


hacia la vida. Tal negación de la vida deshumanizaría al hombre. La Divinidad
no carece de humanidad. La espiritualidad inevitablemente hace que el
hombre sea más humano. La espiritualidad es una actitud positiva que libera
todo lo que es bueno, noble y bello en el hombre. También contribuye a cuanto
hay de exquisito y bello en lo que lo rodea. La espiritualidad no exige
renunciar externamente a las actividades propias de este mundo, ni eludir
deberes y responsabilidades. Lo único que exige es que el espíritu interior siga
libre del peso de los deseos mientras el hombre realiza sus actividades
mundanas o cumple con las obligaciones impuestas por su situación específica
individual en el mundo.
La perfección consiste en permanecer libre de los enredos de la dualidad y
esta libertad es la condición esencial para la facultad creadora sin restricciones.
Pero esta libertad no puede alcanzarse huyendo de la vida por temor a
enredarse. Esto significaría negar la vida. La perfección no consiste en rehuir las
expresiones duales de la naturaleza. Huir de las complicaciones es miedo a la
vida. La espiritualidad consiste en hacer frente a la vida de manera adecuada y
plena, sin que los opuestos nos subyuguen. La espiritualidad debe hacerse valer
e imponerse sobre todas las ilusiones, por atractivas o poderosas que éstas sean.
Sin eludir el contacto con las diferentes formas de vida, un Ser Perfecto obra con
total desapego en medio de intensa actividad.

DIOS Y EL INDIVIDUO

Dios es la única Realidad

Dios es infinito. Está más allá de los opuestos del bien y el mal, de lo
correcto y lo incorrecto, de la virtud y el vicio, del nacimiento y la muerte, del
placer y el sufrimiento. Estos aspectos duales no pertenecen a Dios. Si
consideras que Dios es un ente separado, entonces pasa a ser un término de lo
relativo de la existencia. Así como el bien es la contraparte del mal, Dios
deviene la contraparte de no-Dios, y al Infinito se lo llega a considerar el
opuesto de lo finito. Cuando hablas sobre el Infinito y lo finito, te refieres a
ellos como si fueran dos, y el Infinito ya se ha convertido en la segunda parte
de la dualidad. Pero el Infinito pertenece al orden no-dual del ser. Si
consideraras al Infinito como la contraparte de lo finito, estrictamente no
hablarías más de infinito sino de una especie de lo finito, de esta manera
estaría fuera de lo finito como su opuesto y, por lo tanto, sería limitado. Puesto
que el Infinito no puede ser la segunda parte de lo finito, la aparente existencia
de lo finito es falsa. Sólo existe el Infinito. A Dios no se lo puede hacer
descender al campo de la dualidad. En realidad, sólo existe un ser, el Alma
universal. La existencia de lo finito o limitado es sólo aparente o imaginaria.

La existencia aparente de lo finito

Eres infinito. Estás realmente en todas partes. Pero piensas que eres el
cuerpo y, por lo tanto, te consideras limitado. Si piensas que eres el cuerpo, el
cual está sentado, no conoces tu verdadera naturaleza. Si miraras en tu interior
y experimentaras tu propia alma en su verdadera naturaleza, te darías cuenta
de que eres infinito y estás más allá de todo lo creado. Sin embargo, te
identificas con el cuerpo. Esta falsa identificación se debe a la ignorancia, la
cual se concreta por medio de la mente. Una persona corriente piensa que ella
es el cuerpo físico. Un individuo espiritualmente avanzado piensa que él es el
cuerpo sutil. El santo piensa que él es la mente. Pero en ninguno de estos tres
casos es el alma teniendo conocimiento directo de sí misma. No se trata de
puro pensar sin mezcla alguna de ilusión.
El alma como alma es infinita –independiente de la mente y del cuerpo–
pero, debido a la ignorancia, el alma es sojuzgada por la mente y se convierte
en “pensadora”, identificándose unas veces con el cuerpo, y otras veces con la
mente. Para una persona cuyo limitado punto de vista no ha trascendido la
esfera de Maya, existen innumerables individuos. Aparentemente hay tantos
individuos como mentes y cuerpos. En realidad, sólo existe un Alma universal,
pero el individuo piensa que él es diferente de los demás individuos. En
definitiva, existe sólo un Alma que se halla detrás de las mentes de individuos
aparentemente diferentes y a través de ellos, tiene las múltiples experiencias de
la dualidad. El Uno en los muchos se experimenta a sí mismo como uno de los
muchos. Esto se debe a la imaginación o al falso pensar.

La causa del falso pensar

El pensar se vuelve falso debido a la interferencia de los sanskaras acumulados


durante el proceso evolutivo de la consciencia. La función de la consciencia es
desnaturalizada por el accionar de los sanskaras, los cuales se manifiestan como
deseos. A lo largo de muchas vidas, la consciencia se carga continuamente con las
secuelas de la experiencia. Estas secuelas limitan la percepción del alma. El
pensar del alma no puede atravesar el muro creado por los sanskaras, y la
consciencia queda, sin remedio, cautiva de las ilusiones proyectadas por su
propio falso pensar. Este pensamiento falsificado se halla presente no sólo en los
casos en los que la consciencia se desarrolló parcialmente, sino también en el
hombre, en donde está plenamente desarrollada.

El campo de acción de la plena consciencia

La progresiva evolución de la consciencia, desde la etapa de piedra, culmina


en el hombre. La historia de la evolución es la de un desarrollo gradual de la
consciencia. El fruto de la evolución es la plena consciencia que es característica
del hombre. Pero incluso esta plena consciencia semeja un espejo cubierto de
polvo. Debido al accionar de los sanskaras, no ofrece un conocimiento claro y
verdadero sobre la naturaleza del alma. Aunque plenamente desarrollada, no
ofrece la verdad sino una construcción imaginaria, puesto que el peso de los
sanskaras le impide funcionar libremente. Además, no puede extenderse más
allá de la jaula creada por sus deseos y, por lo tanto, su campo de acción es
limitado.

La individualización de la consciencia

Los lindes en los cuales la consciencia puede moverse, están establecidos por
los sanskaras, en tanto que el funcionamiento de la conciencia es determinado
por los deseos. Cuando los deseos apuntan hacia la satisfacción personal, toda
la consciencia se torna egocéntrica e individualista. En un sentido puede
decirse que la individualización de la consciencia es el efecto del torbellino de
los deseos. El alma queda atrapada en la red de los deseos y es incapaz de salir
de la individualidad circunscripta y constituida por estos deseos. Imagina estas
barreras y se auto-hipnotiza. Se considera limitada y separada de los otros
individuos. Se enreda con la existencia individualista e imagina un mundo
múltiplemente separado y compuesto por muchos individuos con sus
respectivas mentes y cuerpos.

La separación existe solamente en la imaginación


Cuando hacemos pasar los rayos del sol por un prisma, se dispersan y
separan debido a la refracción. Si cada uno de estos rayos tuviera consciencia,
se consideraría separado de los otros rayos, olvidando por completo que, en el
origen y en el otro lado del prisma no tenían existencia separada. Del mismo
modo, el Ser Único desciende al campo de Maya y asume una multiplicidad
que no existe realmente. La existencia separada de los individuos no tiene
realidad sino solamente en la imaginación. El alma universal imagina en sí
misma a la separación, y de esta división surge el pensamiento de “yo” y
“mío” en contraposición a “tú” y “tuyo”. Aunque el alma es realmente una
unidad indivisa y absoluta, aparece como múltiple y dividida debido a que su
propia imaginación está en actividad. La imaginación no es una realidad. Es
una desviación de la verdad hasta en sus vuelos más elevados. Es cualquier
cosa, salvo la verdad. La experiencia que el alma acumula en función del ego
individualizado es imaginación total. Se trata de un concepto erróneo del alma.
Un gran número de individuos nacen de la imaginación del Alma universal.
Esto es Maya, o Ignorancia.

El universo objetivo

El universo objetivo también nace juntamente con el nacimiento de la


individualidad separada y limitada. Así como la individualidad limitada tiene
existencia separada, no de hecho sino solamente en la imaginación, también el
universo objetivo carece de realidad independiente y separada. Es el Ser
Universal que aparece en su segunda función de la manifestación por medio de
estos atributos. Cuando el alma desciende en el campo de Maya, asume las
limitaciones de la existencia múltiple. A esta autolimitación del alma podría
considerársela como sacrificándose en el altar de la consciencia. Aunque sigue
siendo eternamente el mismo Absoluto infinito, sufre una suerte de
contracción atemporal mediante su aparente descenso en el mundo temporal,
variable y evolutivo. Sin embargo, lo que realmente evoluciona no es el alma
misma sino solamente la consciencia que, debido a sus limitaciones, da origen
a la individualidad limitada.

El triple enredo y la dualidad


La historia de la individualidad limitada es la historia del desarrollo de un
triple enredo con la mente, la energía y la materia (cuerpo). La dualidad
prevalece en todos estos campos, y el alma se enreda en ellos, aunque
esencialmente está más allá de la dualidad. La dualidad implica la existencia
de opuestos que se limitan y equilibran entre sí mediante mutua tensión.
Ejemplos de esos opuestos son el bien y el mal, y la virtud y el vicio. El alma
ignorante, enredada en la dualidad, está en las garras tanto del bien como del
mal. La dualidad del bien y el mal surge debido a la Ignorancia que subyuga al
alma una vez que ésta se enreda con aquélla.
Mientras evoluciona complicándose triplemente con la materia (el cuerpo),
la energía y la mente, el alma ignorante está continuamente en las garras de lo
que ella quiere. Quiere lo bueno y lo malo del mundo físico; quiere lo bueno y
lo malo del mundo sutil; y quiere lo bueno y lo malo del mundo mental. Por
obra de esta distinción entre el bien y el mal los quereres se convierten a su vez
en buenos y malos. Queriendo de esta manera, la perpetua tensión de los
opuestos inevitablemente la limitan. Esto origina una oscilación sin fin de un
estado a otro sin llegar al estado ilimitado que sólo puede ser descubierto en el
aspecto inmutable y eterno de la vida. Al Infinito hay que buscarlo más allá del
ámbito de la dualidad. Esto es posible solamente cuando la consciencia puede
emerger de la individualidad limitada atravesando las barreras de los
sanskaras.

El abismo existente entre la consciencia y la inconsciencia

Hemos visto que el campo posible de la consciencia es limitado por los


sanskaras. Esta limitación crea una división de la psiquis humana en dos
partes. Una parte cae dentro del campo de la consciencia, y la otra más allá de
ésta. La parte inconsciente, en su extensión plena, es idéntica al poder que
existe detrás de la materia. Las religiones ortodoxas lo denominan Dios. La
Realidad última, representada simbólicamente con esos conceptos, sólo puede
conocerse plenamente introduciendo el inconsciente en la consciencia. Una
extensión de la consciencia consiste en ser consciente de lo que anteriormente
fue una parte del inconsciente. La progresiva conquista del inconsciente por
parte del consciente culmina en la consciencia consumada, la cual es de alcance
ilimitado y su función no conoce impedimentos. Entre este estado supremo de
la consciencia y la consciencia limitada –aunque plena– de la consciencia
promedio de la humanidad, hay unos cuarenta y nueve grados de consciencia
iluminada, los cuales marcan importantes etapas de una iluminación en
aumento.

El avance espiritual

Los sanskaras originan el egoísmo y crean el abismo que existe entre la


consciencia oscurecida de la humanidad promedio y la consciencia plenamente
iluminada de un Maestro Perfecto. Los sanskaras pueden ser removidos por
medio de un carácter perfecto, devoción y servicio desinteresado, aunque los
mejores resultados son obtenidos recurriendo a la ayuda de un Maestro
Perfecto. El avance espiritual no consiste en desarrollar aún más la consciencia
(pues ya está plenamente desarrollada en el hombre), sino en emanciparla de la
esclavitud impuesta por los sanskaras. Aunque la consciencia es esencialmente
la misma en todos los diferentes estados de la existencia, jamás podrá
consumarse a no ser que sea capaz de reflejar el conocimiento del Infinito sin el
más leve vestigio de ignorancia, y de abarcar también lo creado en toda su
extensión, iluminando los diferentes planos de la existencia.

El sueño profundo

Cada vez que te duermes te unes inconscientemente con la Realidad infinita.


Esta unificación implica que la inconsciencia se expande sobre la consciencia.
Así une el abismo que existe entre el inconsciente y el consciente. Pero, puesto
que no eres consciente de esta unión, conscientemente no obtienes beneficio
alguno de ella. Es por esta razón que cuando vuelves a despertar de tu sueño
profundo, comienzas a sentir el zumbido de la individualidad que tenías antes
y empiezas a actuar exactamente igual que antes de dormirte. Si tu unión con
la Realidad suprema hubiera sido consciente, entonces tú habrías despertado
en una vida completamente nueva e infinitamente rica.

La unión consciente con la Realidad infinita


Un Maestro Perfecto está unido conscientemente con la Realidad infinita. En
su caso, el abismo entre consciencia e inconsciencia se une, no porque el
inconsciente se haya expandido sobre el consciente (como ocurre con quien
disfruta el sueño profundo) sino porque la consciencia se expandió sobre la
inconsciencia. Este movimiento creciente y menguante de la consciencia es
aplicable solamente al individuo limitado. En el caso del Maestro Perfecto, la
conquista del inconsciente por el consciente es final y permanente y, por lo
tanto, el conocimiento de Sí Mismo es continuo e ininterrumpido, y sigue
siendo el mismo todo el tiempo sin disminución alguna. De esto puedes inferir
que el Maestro Perfecto nunca duerme en el sentido corriente de la palabra. No
experimenta interrupción alguna en su consciencia cuando su cuerpo descansa.

El estado de Perfección

En el estado de Perfección, la plena consciencia se consuma al desaparecer


todo lo que obstaculiza la Iluminación. La conquista del inconsciente por el
consciente es completa, y la persona mora continuamente en el resplandor total
de la Iluminación o como quien está Iluminado. Esa persona es la Iluminación
misma.
Mientras la persona sigue siendo subyugada por la dualidad y considera
que la múltiple experiencia es verdadera y final, no ha atravesado el campo de
la ignorancia. En el estado de comprensión final, la persona se da cuenta que el
Infinito, que es uno sin segundo, es la única Realidad. El Infinito impregna e
incluye toda la existencia, no dejando nada que rivalice con él. La persona que
posee ese conocimiento ha llegado al supremo estado de consciencia. En este
estado, la plena consciencia la cual es el fruto de la evolución, es retenida y
transciende por completo las limitaciones de los sanskaras y deseos.
La limitada individualidad, que es creación de la ignorancia, se transforma
en Individualidad divina, la cual es ilimitada. La ilimitable consciencia del
Alma universal se individualiza en este enfoque, sin originar forma alguna de
ilusión. La persona está libre de todos los deseos del yo, y se convierte en
instrumento de la espontánea corriente de la voluntad suprema y universal, la
cual expresa a la divinidad.
La individualidad se torna ilimitada al desaparecer la ignorancia. Puesto que
la separación y la dualidad propias de Maya no la afectan, disfruta el estado de
Liberación en el que existe una percepción imperturbada, un ser puro y una
diáfana alegría. Esta persona ya no posee las ilusiones que desconciertan y
confunden al hombre. Está muerta en cierto sentido. El ego personal, que es la
fuente de esa sensación de separación, ha sido aniquilado para siempre. Pero en
otro sentido, está vivo para siempre, con amor insuperable y dicha eterna. Tiene
infinito poder y sabiduría, y todo el universo constituye para él el campo de su
labor espiritual dedicada a la perfección de la humanidad.

EL PRINCIPIO Y EL FIN DE LA CREACIÓN

¿De dónde y adónde?

Mientras la mente humana no experimente directamente la realidad última tal


como es, la mente se desconcertará cada vez que intente explicar el origen y el
propósito de la creación. El antiguo pasado parece estar envuelto en un misterio
inescrutable, y el futuro parece ser un libro completamente sellado. En el mejor
de los casos, la mente humana tan sólo puede efectuar brillantes conjeturas
acerca del pasado y el futuro del universo porque está sujeta al hechizo de Maya.
No puede llegar al conocimiento final de estas cuestiones, ni contentarse con
ignorarlas. “¿De dónde?” y “¿Adónde?” son dos interrogantes eternos y
profundos que inducen a la mente humana a inquietarse por lo divino.

El principio y el fin

La mente humana no puede conciliarse con la idea de un infinito retorno


mientras busca el origen del mundo, ni en la de un cambio interminable que
carezca de una meta. La evolución es ininteligible sin una causa inicial, y carece
de toda dirección y significado si todo no conduce a un punto final. Estas
mismas preguntas –“¿De dónde?” y “¿Adónde?”– presuponen el principio y el
fin de esta creación en evolución. El principio de la evolución es el principio
del tiempo, y el fin de la evolución es el fin del tiempo. La evolución tiene
principio y fin porque el tiempo tiene principio y fin.
Mahapralaya

Hay muchos ciclos entre el principio y el fin de este mundo cambiante, pero
en estos ciclos y a lo largo de ellos existe una evolución cósmica continua. La
terminación final del proceso evolutivo se llama Mahapralaya o la gran
aniquilación del universo, cuando éste se convierte en lo que fue en el
comienzo, o sea la Nada. Al Mahapralaya del universo se lo puede comparar
con el sueño de una persona. Así como el variado mundo de la experiencia
desaparece por completo para el individuo que está profundamente dormido,
de igual modo todo el cosmos –que es creación de Maya– desaparece en la
nada en el tiempo del Mahapralaya. Es como si el universo nunca hubiera
existido.

La realidad es atemporal y absoluta

El universo en sí mismo es nada más que imaginación incluso durante el


período evolutivo. Concretamente, sólo existe una Realidad indivisible y
eterna, sin que tenga principio ni fin. Está más allá del tiempo. Todo el proceso
temporal es mera imaginación desde el punto de vista de la Realidad
atemporal. Y los billones de años transcurridos y los billones de años que han
de pasar no tienen siquiera el valor de un segundo. Es como si no hubieran
existido para nada.
De modo que no se puede decir que el universo múltiple y en evolución sea
una consecuencia real de esta Realidad única. De ser así, la Realidad sería un
término relativo o un ser compuesto, lo cual no es cierto. La Realidad única es
absoluta.

La Realidad y la Nada

La Realidad incluye en sí misma a toda la existencia. Es Todo, pero tiene a la


Nada como su sombra. La idea de una existencia omniabarcante implica que
no excluye nada de su ser. Cuando analizas la idea de ser, implícitamente
llegas a la idea de lo que no existe. Esta idea sobre la inexistencia, o la Nada, te
ayuda a definir claramente tu noción del ser. El aspecto complementario del
Ser es, pues, el No-ser o la Nada. No podemos considerar a la Nada como si
tuviera su propia existencia separada e independiente. Es nada en sí misma.
Tampoco puede, en sí misma, ser causa de algo. El universo múltiple y en
evolución tampoco puede ser consecuencia de la Nada considerada en sí
misma. Por otra parte, hemos visto que tampoco puede ser el resultado de la
Realidad única. Entonces, ¿cómo surge el universo múltiple y en evolución?

La Realidad y el universo

El universo múltiple y en evolución surge cuando se combina la Realidad


con la Nada. Y brota de la Nada cuando a esta Nada se la proyecta con el
trasfondo de la Realidad. Pero no hay que considerar que esto signifique que el
universo sea, en parte, resultado de la Realidad, o tenga un elemento de la
Realidad. El universo es consecuencia de la Nada y es nada. Sólo parece tener
existencia. Su existencia aparente se debe a la Realidad, la cual, por así decirlo,
está detrás de la Nada. Cuando la Nada se añade a la Realidad, el resultado es
el universo múltiple en evolución.
La Realidad, siendo infinita y absoluta, no sufre modificación alguna. Es
absoluta y, como tal, enteramente inmune a cualquier suma o resta. La
Realidad sigue siendo lo que es, completa y absoluta en sí misma, indiferente y
sin conexión con el panorama de la creación que brota de la Nada. A esta Nada
se la podría comparar con lo que vale un cero en matemática. Carece de valor
positivo en sí mismo, pero cuando lo agregamos a otro número, origina la
multiplicidad. Del mismo modo, el universo múltiple y en evolución brota de
la Nada cuando se combina con la Realidad.

La división imaginaria entre el yo y su entorno

Todo el proceso evolutivo está dentro del dominio de la imaginación.


Cuando en la imaginación el océano único de la Realidad aparentemente se
agita, allí surge el mundo múltiple con centros de consciencia separados. Esto
implica la división básica de la vida en el yo y el no-yo, o el yo y su entorno.
Debido a que este yo limitado es falso e incompleto (se trata de una parte
imaginada de una realidad totalmente indivisible), la consciencia no puede
contentarse con identificarse eternamente con él. De manera que la consciencia
queda atrapada en una inquietud incesante, la cual la obliga a intentar
identificarse con el no-yo. Esa porción del no-yo, o del entorno, con la cual la
consciencia logra identificarse, se afilia con el yo en forma de “lo mío”. Y esa
porción del no-yo, con la cual no logra identificarse, se convierte en el entorno
irreductible que crea inevitablemente un límite y una oposición al yo.
De manera que la consciencia no llega al término de su dualidad limitadora
sino a su transformación. Mientras la consciencia esté sujeta a la actividad de
una imaginación enviciada, no podrá poner fin exitosamente a esta dualidad.
Todos los variados intentos que ella haga para asimilar al no-yo (o al entorno)
tendrán como mero resultado el reemplazo de la dualidad inicial por otras
innumerables formas novedosas de la misma dualidad. La aceptación y el
rechazo de ciertas porciones del entorno se expresan, respectivamente, como
“querer” y “no querer”, generando de esta manera los opuestos de placer y
dolor, bueno y malo y así sucesivamente. Pero ni la aceptación ni el rechazo
pueden hacer que se trascienda la dualidad y, por lo tanto, la consciencia oscila
incesantemente de un opuesto a otro. Todo el proceso evolutivo del individuo
se caracteriza por esta oscilación entre los opuestos.

El cabal determinismo de los sanskaras

La evolución del individuo limitado está totalmente determinada por los


sanskaras que éste ha ido acumulando a través de eras y eras y, aunque todo
forma parte de la imaginación, el determinismo es cabal y automático. Cada
acción y experiencia, por efímera que sea, deja detrás de sí una impresión en el
cuerpo mental. Esta impresión es una modificación objetiva del cuerpo mental y,
como el cuerpo mental sigue siendo el mismo, las impresiones que el individuo
acumula son capaces de persistir a lo largo de varias vidas. Cuando los sanskaras
que así se acumularon empiezan a expresarse (en vez de permanecer meramente
latentes en el cuerpo mental), se los experimenta como deseos, o sea, se los
percibe como subjetivos. Lo subjetivo y lo objetivo son los dos aspectos de los
sanskaras: el primero es un estado pasivo, de latencia, y el segundo, un estado
activo, de manifestación.
Mediante la fase activa, los sanskaras acumulados determinan cada
experiencia y acción del yo limitado. Así como en un cine hay que pasar varios
metros de película para mostrar una breve acción en la pantalla, también son
muchos los sanskaras que a menudo participan determinando una sola acción
del yo limitado. Los sanskaras se gastan expresando y realizando tales
experiencias. Los sanskaras débiles se gastan mentalmente, los más fuertes se
gastan sutilmente en forma de deseos y experiencias imaginativas, y los
potentes se gastan físicamente mediante acción corporal.
Aunque los sanskaras se gastan continuamente, esto no nos libera de ellos
porque inevitablemente se están creando nuevos sanskaras, no solamente
mediante nuevas acciones sino incluso mediante ese mismo proceso de
desgaste. Por eso, la carga de los sanskaras va en aumento, y el individuo se
encuentra impotente ante el problema de deshacerse de ese peso.

El equilibrio a través de los opuestos

Los sanskaras depositados por acciones y experiencias específicas hacen que


la mente sea susceptible de acciones y experiencias similares. Sin embargo,
después de llegar a determinado punto, esta tendencia es controlada y
contrarrestada por una reacción natural que consiste en un cambio hacia lo
directamente contrario, dando lugar a que operen los sanskaras opuestos.
Muy a menudo los dos opuestos forman parte del mismo proceso
imaginativo. Por ejemplo, la experiencia del individuo podría consistir
primeramente en que fuera un escritor famoso –con riqueza, celebridad,
familia y todas las cosas agradables de la vida– y posteriormente, en esa misma
vida, podría perder riqueza, celebridad, familia y todas aquellas cosas
agradables. A veces parecería que el proceso, imaginativo no contuviera ambos
opuestos en la misma vida. Por ejemplo, la experiencia de un individuo podría
consistir en que, a lo largo de una vida, hubiera sido un rey poderoso que
siempre triunfara en las batallas. En este caso, él tendría que equilibrar esta
experiencia sufriendo derrotas o cosas parecidas en la vida siguiente,
requiriendo una vida más para completar la cadena de la imaginación. De
modo que la compulsión meramente psicológica de los sanskaras está sujeta a
la más profunda necesidad del alma: la de conocerse a Sí misma.

Un ejemplo de matar

Supongamos que un individuo matara a alguien en esta vida. Esto deposita


en su cuerpo mental los sanskaras de la acción de matar. Si la consciencia se
decidiera única y simplemente sobre la base de esta tendencia inicial creada
por estos sanskaras, entonces ese hombre seguiría matando a otros una y otra
vez hasta el infinito, cobrando cada vez mayor impulso a partir de
subsiguientes acciones de igual índole. Este determinismo recurrente sería
ineludible, si no fuera por el hecho de que la lógica de la experiencia procurara
necesariamente controlarlo. Entonces el individuo se dará cuenta de que la
experiencia de un opuesto es incompleta, e inconscientemente procurará
restablecer el equilibrio perdido pasando al otro opuesto.
De manera que el individuo cuya experiencia fue la de matar, desarrollará la
necesidad y susceptibilidad psicológicas para que lo maten. Al matar a otro, él
comprendió solamente una parte de la situación total en la que participó: aquella
en la cual mató. Pero sigue sin comprender y le resulta extraña la mitad que
complementa la situación total (o sea, la parte en la cual lo matan), aunque, no
obstante ello, esa situación se incorporó a su experiencia. Así es como allí surge
la necesidad de completar la experiencia atrayendo hacia sí el opuesto de lo
vivido, y la consciencia tiende a satisfacer esta necesidad nueva y apremiante.
Quien mató desarrollará pronto una tendencia a que lo maten a fin de abarcar
toda la situación, experimentándola personalmente.
Aquí surge esta pregunta: ¿Quién se presentaría y lo mataría en la siguiente
vida? Puede ser la misma persona que fue muerta en la vida anterior, o tal vez
otra que tenga sanskaras parecidos. Entonces, como resultado de individuos
que actúan e interactúan, nacen lazos o ataduras de carácter sanskárico, y
cuando el individuo ocupa un nuevo cuerpo físico, esto puede ocurrir entre los
que tienen lazos sanskáricos anteriores o entre los que tienen sanskaras
similares. Pero la vida se adapta de modo tal que hace posible el libre accionar
de la dualidad.

Trascendiendo los opuestos mediante los opuestos

La mente humana, a semejanza de la lanzadera de un telar, se desplaza entre


dos extremos, desarrollando la trama y la urdimbre del género de la vida. Al
desarrollo de la vida se lo representa mejor como un zigzag que como una
línea recta. Tomemos como ejemplo cómo operan las dos riberas de un río. Si
no hubiera riberas, las aguas del río se dispersarían, haciendo imposible que el
río llegara a destino. Del mismo modo, la fuerza vital se disiparía de una
manera incesante e innumerable si no la limitaran los dos polos opuestos.
A estas dos riberas del río de la vida es mejor no contemplarlas como dos
líneas paralelas sino como dos líneas convergentes que se encuentran en el
punto de Liberación. La oscilación disminuye cada vez más a medida que el
individuo se acerca a la meta, y se aquieta por completo cuando él llega a ella.
Es como el movimiento de un muñeco que se mueve y tiene su centro de
gravedad en la base, y que tiende a estabilizarse gradualmente hasta quedar
quieto. Si lo movemos, sigue oscilando de un lado a otro durante cierto tiempo,
pero cada movimiento dura un poco menos y, al final, se queda quieto. En el
caso de la evolución cósmica, esa alternancia entre los opuestos que se aquieta,
significa Mahapralaya, y Liberación en el caso de la evolución espiritual del
individuo.

Los planos de la involución de la consciencia

El paso de la dualidad a la no-dualidad no es una cuestión de diferencia en


cuanto al estado de la consciencia. La diferencia entre aquéllas es infinita, pues
las dos son cualitativamente diferentes. La primera es un estado de no-Dios, y la
segunda es un estado de Dios. Esta diferencia infinita constituye el abismo
existente entre el sexto y el séptimo plano de la consciencia. Los seis planos
inferiores de la involución de la consciencia también están separados uno del
otro por una suerte de valle o distancia. Pero aunque es grande la diferencia
entre ellos, no es infinita porque todos están sujetos por igual a la bipolaridad de
la experiencia limitada, la cual consiste en la alternancia entre los opuestos.
La diferencia entre el primer plano y el segundo, entre el segundo y el
tercero, y así hasta el sexto plano, es grande, pero no infinita. De esto se
deduce, estrictamente hablando, que ninguno de los seis planos de la dualidad
esté realmente más cerca del séptimo plano que cualquiera de los demás. La
diferencia entre cualquiera de los seis planos y el séptimo plano es infinita, así
como la diferencia entre el sexto plano y el séptimo es infinita. El avance a
través de los seis planos es un progreso en la imaginación, pero la realización
del séptimo plano es el cese de la imaginación y, por lo tanto, el despertar del
individuo en la consciencia de la Verdad.

El avance a través de los planos interiores


Sin embargo, es casi imposible evitar por completo el avance ilusorio a
través de los seis planos. La imaginación tiene que agotarse completamente
antes de que la persona pueda realizar la Verdad. Cuando un discípulo cuenta
con un Maestro Perfecto tiene que atravesar los seis planos en su totalidad. El
Maestro puede llevar a su discípulo a través de los planos interiores con los
ojos abiertos o vendados. Si lleva al discípulo con los ojos vendados, sin que
sea consciente de los planos por los que está pasando, los deseos persisten
hasta el umbral del séptimo plano, pero si lo lleva con los ojos abiertos y es
consciente de los planos que está atravesando, no quedan deseos en el quinto
plano ni después de éste. El Maestro suele optar por llevar a sus discípulos con
los ojos vendados si él viene para realizar su trabajo, pues es probable que los
discípulos sean más activos y útiles para la labor del Maestro cuando los lleva
con los ojos vendados que cuando lo hace con los ojos abiertos.
La característica total del cruce de los planos es que se desenrollan los
sanskaras. Este proceso de desenrollar debe ser cuidadosamente distinguido de
aquél durante el cual se los desgasta. En el proceso de agotarse, los sanskaras
se dinamizan y se lanzan a la acción o a la experiencia. Esto no conduce hacia
la emancipación final de los sanskaras, pues la incesante y renovada
acumulación de éstos reemplaza a los ya desgastados, y el hecho mismo de que
se desgasten es responsable de la creación de nuevos sanskaras. Sin embargo,
durante el proceso en el cual se los desenrolla, los sanskaras se debilitan y la
llama del anhelo por el Infinito los aniquila.
El anhelo por el Infinito puede ser causa de mucho sufrimiento espiritual. El
sufrimiento agudo corriente no puede compararse con el intenso sufrimiento
espiritual experimentado por la persona que atraviesa los planos. El primero es
el efecto de los sanskaras, y el segundo, es el efecto de desenrollarlos. Cuando
el sufrimiento físico llega al máximo, la persona queda inconsciente y esto la
alivia, pero el sufrimiento espiritual no tiene ese alivio automático. Sin
embargo, el sufrimiento espiritual no se torna tedioso porque se entremezcla
con cierto goce.

La paz de la Realización

El anhelo por el Infinito se acentúa y agudiza hasta llegar al máximo, y


luego empieza a aquietarse gradualmente. Mientras se está aquietando, la
consciencia no renuncia por completo al anhelo por el Infinito sino que sigue
adhiriendo a su objetivo de realizarlo. Este estado de anhelo, atemperado pero
latente, es un preludio de realización del Infinito. En esta etapa, el anhelo
instrumenta la aniquilación de todos los deseos y está presto a ser saciado por
la insondable quietud del Infinito. La consciencia tiene que pasar del sexto al
séptimo plano antes de que el anhelo por el Infinito se satisfaga realizándolo.
Tiene que pasar de la dualidad a la no-dualidad. En lugar de vagar
imaginariamente, tiene que llegar al final de la imaginación.
El Maestro entiende a la Realidad como tal, y a la Nada como tan sólo la
sombra de aquélla. Para él, el tiempo es absorbido en la eternidad. Puesto que
el Maestro realizó el aspecto atemporal de la Realidad, él está más allá del
tiempo y dentro de su ser contiene tanto el principio como el fin del tiempo.
Permanece impasible frente a la temporalidad, la cual consiste en la acción e
interacción de los muchos. La persona corriente no conoce el principio ni el fin
de la creación, de manera que la abruma la marcha de los acontecimientos, los
cuales son enormes y amenazadores por falta de apropiada perspectiva al estar
atrapada en el tiempo. El individuo corriente contempla todo en función de
poner en acción o no los sanskaras, y es por eso que lo que sucede en el mundo
lo perturba profundamente. Todo el universo objetivo se le presenta como una
desagradable limitación a la que ha de vencer o tolerar.
Por otra parte, el Maestro está libre de la dualidad y de los sanskaras que la
caracterizan. Está libre de toda limitación. Las tempestades y tensiones del
universo no lo afectan. Todo el bullicio del mundo, con sus procesos
constructivos y destructivos, no pueden tener especial importancia para él. Ha
entrado en el santuario de la Verdad, en la morada del significado eterno que
se refleja sólo parcial y débilmente en los fugaces valores de la creación
fantasmagórica siempre cambiante. Dentro de su ser, él comprende todo lo que
existe y contempla todo el accionar del mundo manifiesto como si fuera tan
sólo un juego.

LA FORMACIÓN Y FUNCIÓN
DE LOS SANSKARAS
Análisis de la experiencia humana

Dos son los aspectos de la experiencia humana: el subjetivo y el objetivo. Por


un lado, están los procesos mentales que constituyen los ingredientes
esenciales de la experiencia humana y, por el otro, las cosas y objetos a los que
se refieren. Los procesos mentales dependen en parte de la situación objetiva
que ocurre de manera inmediata, y en parte de cómo operan los sanskaras, o
impresiones, que se acumulan y pertenecen a experiencias anteriores. Así es
como la mente humana se encuentra entre un mar de sanskaras pasados, por
un lado, y todo el amplio mundo objetivo, por el otro.

Los sanskaras se originan en la experiencia

Las acciones humanas se basan en la operación de las impresiones


almacenadas en la mente mediante experiencias anteriores. Cada pensamiento,
emoción y acto se basa en impresiones agrupadas que, cuando se las considera
objetivamente, se observa que son modificaciones de la mente. Estas
impresiones son depósitos de experiencias anteriores y se convierten en
importantísimos factores al determinar el curso de la experiencia presente y
futura. La mente está creando y acumulando constantemente impresiones en el
curso de su experiencia.
Cuando se ocupa de los objetos físicos del mundo (por ejemplo el cuerpo, la
naturaleza y demás cosas), la mente se exterioriza y crea impresiones densas.
Cuando se ocupa de sus propios procesos mentales subjetivos, que son
expresiones de sanskaras ya existentes, crea impresiones sutiles y mentales. La
pregunta de si son los sanskaras o la experiencia lo que se presenta primero se
parece a esta otra: ¿cuál fue el primero, el huevo o la gallina? Los sanskaras y la
experiencia se condicionan mutuamente y se desarrollan juntos. Por lo tanto,
comprender el significado de la experiencia humana es un problema que
implica comprender cómo se forman y operan los sanskaras.

Los sanskaras naturales y los no naturales

Hay dos tipos de sanskaras, los naturales y los no naturales, de acuerdo a la


forma en que se originan. Son naturales los sanskaras que el alma acumula
durante el período de la evolución orgánica. Estos sanskaras nacen cuando el
alma ocupa y abandona sucesivamente diversas formas sub-humanas, pasando
así, gradualmente, de los estados aparentemente inanimados (por ejemplo el
de la piedra o del metal) al estado humano, en el que la consciencia está
plenamente desarrollada. Todos los sanskaras que se agrupan en torno del
alma antes de que ésta alcance la forma humana son el producto de la
evolución natural y se los denomina sanskaras naturales. Hay que distinguirlos
muy bien de los sanskaras que el alma cultiva después de alcanzar la forma
humana.
Los sanskaras que se pegan al alma durante la etapa humana son cultivados
en sujeción a la libertad moral de la consciencia, junto con su consiguiente
responsabilidad: la de optar por lo bueno o lo malo, por la virtud o el vicio. Se
los denomina sanskaras no naturales. Aunque estos sanskaras posteriores al
estado humano dependen de los naturales, su creación se halla
fundamentalmente sujeta a diferentes condiciones de vida y, en su origen, son
comparativamente más recientes que los sanskaras naturales. Esta diferencia
en cuanto a extensión de los períodos de formación y a las circunstancias en las
que ésta se produce, es la causa principal de la diferencia que existe en el grado
de firme apego de los sanskaras naturales y no naturales respecto al alma. Los
sanskaras no naturales no son tan difíciles de erradicar como los naturales,
cuya herencia es antigua y, por lo tanto, están más firmemente arraigados. La
eliminación de los sanskaras naturales es prácticamente imposible, a no ser que
el neófito reciba la gracia e intervención de un Sadguru, o Maestro Perfecto.

La vida manifiesta surge de la voluntad de ser consciente


en el Absoluto

Los sanskaras no naturales dependen de los naturales, y estos últimos son


resultado de la evolución. La siguiente pregunta importante es ésta: ¿por qué la
vida que se manifiesta en diferentes etapas de la evolución debe surgir de la
Realidad absoluta, la cual es infinita? La necesidad de vida manifiesta surge
del ímpetu en el Absoluto por volverse consciente de sí mismo. En última
instancia, la voluntad de ser consciente, que es inherente al Infinito, es la que
produce la progresiva manifestación de la vida mediante la evolución. A fin de
comprender intelectualmente a la creación, es necesario situar esta voluntad de
ser consciente en el Absoluto en un estado latente, anterior al acto de la
manifestación.
El lahar dentro del Absoluto comparado con una ola en el océano

Aunque a los fines de explicar intelectualmente la creación hay que


considerar el ímpetu del Absoluto como una voluntad de ser consciente,
describirlo como una suerte de deseo inherente es falsificar su verdadera
naturaleza. Es mejor describirlo como lahar, o impulso, lo cual es tan
inexplicable, espontáneo y súbito que llamarlo esto o aquello equivale a anular
su realidad. Puesto que toda categorización intelectual necesariamente resulta
ser inadecuada para comprender el misterio de la creación, la forma más
aproximada de comprender su naturaleza no es con un concepto intelectual
sino con una analogía.
Así como una ola que atraviesa la superficie de un océano en calma genera
innumerables burbujas que se agitan intensamente, de igual modo el lahar crea
miríadas de almas individuales que surgen de la indivisible infinitud del Alma
Universal. Sin embargo, el Absoluto que todo lo abarca sigue siendo la esencia
de todas las almas individuales. Las almas individuales son creaciones de un
impulso súbito y espontáneo y, por lo tanto, apenas anticipan su continuidad
existencial, a la que están destinadas durante el período cíclico, hasta que la
agitación inicial se calme. Dentro del indiferenciado ser del Absoluto nace el
punto misterioso (el Punto Om) a través del cual sale la variada multiplicidad
de la creación. Y el inconmensurable océano, que una fracción de segundo
antes era glacial quietud, se agita con la vida de innumerables seres espumosos
que consiguen separarse con definidos tamaños y formas, autolimitándose en
la burbujeante superficie de este océano.

El Absoluto no es afectado por el bhas de la manifestación

Todo esto es una mera analogía. Sería un error imaginar que tiene lugar
algún cambio real en el Absoluto cuando el lahar de la latente voluntad de ser
consciente se concreta dando vida al mundo manifiesto. No puede haber acto
involutivo ni evolutivo dentro del ser del Absoluto, y nada real puede nacer
del Absoluto, pues cualquier cambio real es necesariamente una negación del
Absoluto. El cambio implícito en la creación del mundo manifiesto no es un
cambio ontológico, o sea, no es un cambio en el ser de la Realidad absoluta. Es
solamente un cambio aparente.
El acto de la manifestación debe ser considerado, en un sentido, como una
suerte de expansión del ilimitable ser del Absoluto, pues mediante ese acto el
Infinito, que existe sin consciencia, procura obtener su propia consciencia.
Puesto que esta expansión de la Realidad se concreta mediante su
autolimitación en diversas formas de vida, el acto de la manifestación podría
llamarse, con igual exactitud, proceso de contracción atemporal. Ya sea que al
acto de la manifestación se lo considere una suerte de expansión de la
Realidad, o como una contracción atemporal, éste es precedido por un impulso
o movimiento inicial que (intelectualmente considerado) sería un deseo
inherente y latente de ser consciente.
La multiplicidad de la creación y la separación de las almas individuales
existen solamente en la imaginación. La existencia misma de la creación o del
mundo manifiesto se basa en bhas, o la ilusión; de modo que, a pesar de la
manifestación de innumerables almas individuales, el Alma Universal sigue
siendo la misma sin sufrir expansión o contracción, incremento o disminución
real de ninguna índole. Aunque el Alma Universal no experimenta
modificaciones debido al bhas o ilusión de la individualización, su
diferenciación aparente cobra vida en muchas almas individuales.

El bhas más original

El más original bhas o ilusión, que atrajo al Alma Universal, se sincroniza


con la primera impresión. Por lo tanto, señala el comienzo de la formación de
los sanskaras. La formación de los sanskaras comienza en el centro más finito,
que se convierte en el primer foco para que la individualidad del alma se
manifieste. Un foco de esta manifestación es representado, en la esfera física,
por la piedra que tiene volumen y es inerte, la cual posee la consciencia más
rudimentaria y parcial. Este estado de consciencia, vago y sin desarrollar, es
apenas suficiente para iluminar su propia figura y forma, y es inadecuado para
cumplir el propósito de la creación, el cual consiste en permitir que el Alma
Universal se conozca a sí misma.
Cualquiera que sea la escasa capacidad de iluminación que la consciencia
posea en la fase de la piedra, deriva, en última instancia, del Alma Universal,
no de la piedra misma. Pero la consciencia es incapaz de ampliar su alcance
independientemente de la piedra misma, porque el Alma Universal se
identifica primeramente con la consciencia y después, por medio de ésta, con la
piedra. Puesto que todo ulterior desarrollo de la consciencia es detenido por la
piedra y su inercia, es indispensable la evolución de las formas superiores o
vehículos de la manifestación. El desarrollo de la consciencia tiene que avanzar
juntamente con la evolución de la forma, por la cual es condicionada. Por lo
tanto, la voluntad de ser consciente, que es inherente a la vastedad del Alma
Universal procura, mediante divina determinación, una progresiva evolución
de los vehículos para expresarse.

La evolución progresiva de la consciencia y de las formas

Así es como el Alma Universal se forja un nuevo vehículo para expresarse


en forma de metal, en el cual la consciencia se intensifica levemente. Incluso en
esta etapa es muy rudimentaria, por lo que tiene que transferirse a formas aún
más elevadas, de vegetación y árboles, en las que existe un apreciable avance
en el desarrollo de la consciencia mediante el mantenimiento de los procesos
vitales de crecimiento, deterioro y reproducción. El surgimiento de una forma
de consciencia aún más desarrollada es posible cuando el Alma Universal
procura manifestarse por medio de la vida instintiva de insectos, aves y
animales, los cuales tienen entera consciencia de sus cuerpos y respectivos
entornos, desarrollando un sentido de autoprotección, y estableciendo un
dominio sobre su medio ambiente.
El intelecto o razonamiento también aparece, hasta cierto punto, en los
animales superiores, pero sus instintos limitan estrictamente su accionar, como
por ejemplo el instinto de autoprotección y el de cuidado y conservación de sus
crías. Puesto que la consciencia no se ha desarrollado plenamente en los
animales, el resultado es que su desarrollo es incapaz de ser útil al propósito
inicial del Alma Universal de poseer la iluminación del Ser.

La consciencia humana

El Alma Universal toma finalmente la forma humana, en la que la


consciencia alcanza su más pleno desarrollo, con completa percepción del yo y
del entorno. En esta etapa, la capacidad de razonamiento es más vasta y su
alcance ilimitado. Pero puesto que el Alma Universal se identifica con el
cuerpo físico por medio de su consciencia, la consciencia no es útil para el
propósito de iluminar la naturaleza del Alma Universal. Sin embargo, puesto
que la consciencia posee su más pleno desarrollo en la forma humana, hay en
ella una latente potencialidad de realización del Ser. Y la voluntad de ser
consciente, con la que la evolución comenzó, fructifica en el Sadguru, u
Hombre-Dios, quien es la más bella flor de la humanidad.

Cómo se enrollan los sanskaras

El Alma Universal no puede alcanzar el conocimiento del Ser por medio de


la consciencia ordinaria de la humanidad porque está envuelta en una
multitud de sanskaras, o impresiones. Puesto que la consciencia pasa del
estado aparentemente inanimado de la piedra o del metal, después a la vida
vegetativa de los árboles, luego avanza hacia los estados instintivos de los
insectos, aves y animales y finalmente hacia la plena consciencia del estado
humano, ella está creando continuamente nuevos sanskaras y envolviéndose
en ellos. Estos sanskaras naturales aumentan incluso después de alcanzar el
estado humano porque se crean más sanskaras no naturales mediante
múltiples experiencias y variadas actividades.
De manera que la adquisición de sanskaras prosigue sin cesar tanto durante
el proceso evolutivo como durante el posterior período de actividades
humanas. Esta adquisición de sanskaras puede compararse con enrollar un
trozo de cordel en un palo: el cordel representa a los sanskaras, y el palo
representa a la mente del alma individual. Ese enrollamiento comienza desde
el principio de la creación y persiste a través de todas las etapas evolutivas y de
la forma humana; y el cordel enrollado representa a todos los sanskaras, tanto
naturales como no naturales.

Ejemplos de la potencia de las impresiones

Los nuevos sanskaras que se están creando constantemente en la vida


humana se deben a los múltiples objetos e ideas con los que la consciencia se
enfrenta. Estos sanskaras producen importantes transformaciones en los
diversos estados de consciencia. Las impresiones creadas por objetos bellos
tienen potencia como para crear en la consciencia una capacidad innata a fin de
que conozca y disfrute la belleza. Cuando escuchamos una bella pieza musical
o contemplamos un hermoso paisaje, las impresiones que obtenemos de estos
objetos nos producen una sensación de exaltación. Del mismo modo, cuando
tomamos contacto con la personalidad de un pensador, podemos interesarnos
en nuevas avenidas del pensamiento e inspirarnos con un entusiasmo
completamente extraño a nuestra consciencia anterior. No sólo las impresiones
de objetos o personas, sino también las impresiones de ideas y supersticiones
tienen gran eficacia pues determinan y condicionan la consciencia.

Las impresiones causadas por las supersticiones

El poder de las impresiones causadas por las supersticiones podría ilustrarse


con historias de fantasmas. De los ámbitos del pensamiento humano, tal vez
ninguno abunde tanto en supersticiones como los conectados con fantasmas de
quienes, según la creencia popular, se supone que acosan y torturan a sus
víctimas de curiosas maneras. Cuando el Gran Mogol gobernaba la India, hubo
un hombre sumamente educado pero muy escéptico respecto de las historias
de fantasmas, quien se decidió a verificarlas con su propia experiencia. Le
habían prevenido que no visitara cierto cementerio en la noche de amavasya (la
más oscura del mes), pues decían que allí habitaba un fantasma muy terrible
que infaliblemente aparecía siempre que martillaban un clavo en el suelo
dentro de los límites de ese lugar.
Con un martillo en una mano y un clavo en la otra, entró directamente en el
cementerio en la noche de amavasya y escogió un sitio, libre de pasto, para
martillar su clavo. Tanto el suelo como su capa, que colgaba flojamente,
estaban envueltos por la oscuridad y, al sentarse en el piso y tratar de martillar
el clavo, un extremo de su capa quedó sujeta entre el clavo y el suelo. Terminó
de martillar y pensó que había tenido éxito con su experimento sin toparse con
ningún fantasma. Pero al tratar de incorporarse para abandonar el sitio, sintió
que algo lo tironeaba con fuerza hacia el suelo y el pánico lo dominó. A causa
del accionar de impresiones anteriores, lo único que pudo pensar fue que, al
final, el fantasma lo había atrapado. Pensar en eso lo sobresaltó de tal forma
que el pobre hombre murió de un síncope cardíaco. Este relato ilustra el
tremendo poder que a veces existe en las impresiones creadas por una
superstición.

La experiencia es armoniosa cuando se libra de los sanskaras


Difícilmente pueda haber exageración en lo que atañe al poder y efecto de
las impresiones. Una impresión es fuerza solidificada y su inercia la hace
inmóvil y duradera. Puede estar tan grabada en la mente de alguien que, a
pesar de los sinceros deseos y esfuerzos que haga para erradicarla, ella se toma
su tiempo y tiene un modo de entrar en acción directa o indirectamente. La
mente contiene muchos sanskaras heterogéneos que, mientras procuran
expresarse en la consciencia, suelen chocar unos con otros. Este choque de los
sanskaras es experimentado en la consciencia como un conflicto mental. La
experiencia es seguramente caótica y enigmática, llena de oscilaciones y
confusión, y complicadamente enmarañada, hasta que la consciencia se libra
de todos los sanskaras buenos y malos. La experiencia podrá ser
verdaderamente armoniosa e integral solamente cuando la consciencia se
emancipe de las impresiones.

Los tipos de sanskaras y los estados de consciencia

Los sanskaras pueden clasificarse de acuerdo con diferencias esenciales


relacionadas con la naturaleza de las esferas a las cuales se refieren. En conexión
con estas distintas esferas de la existencia, encontramos tres clases de sanskaras:
1) los sans-karas físicos (densos) que permiten que el alma experimente el
mundo físico mediante el instrumento físico, y la obligan a identificarse con el
cuerpo físico. 2) Los sanskaras sutiles que permiten que el alma experimente el
mundo sutil mediante el instrumento sutil, y la obligan a identificarse con el
cuerpo sutil. Y 3) los sanskaras mentales que permiten que el alma experimente
el mundo mental mediante el instrumento mental, y la obligan a identificarse
con el cuerpo mental. Las diferencias entre los estados de las almas
individuales se deben enteramente a las diferencias existentes en las clases de
sanskaras con los que su consciencia se cargó. De manera que las almas
físicamente conscientes experimentan solamente el mundo físico; las almas
sutilmente conscientes experimentan solamente el mundo sutil; y las almas
mentalmente conscientes experimentan solamente el mundo mental. La
diversidad cualitativa de la experiencia de estos tres tipos de almas se debe a la
diferente naturaleza de sus sanskaras.

Las almas conscientes del Ser están libres de sanskaras


Las almas conscientes del Ser (Yo) difieren radicalmente de todas las demás
almas porque experimentan al Alma Universal mediante el instrumento del
Yo, mientras que las otras almas experimentan solamente sus cuerpos y los
mundos correspondientes. Esta diferencia radical entre la consciencia de las
almas conscientes del Yo y las demás almas, se debe al hecho de que, mientras
la consciencia de la mayoría de las almas es condicionada por algunas clases de
sanskaras, la consciencia de las almas conscientes del Yo, está completamente
libre de todo sanskara. La inicial voluntad de ser consciente alcanza su
realización final y real solamente cuando ningún sanskara oscurece y
condiciona a la consciencia; entonces, la infinidad y la unidad indivisible del
Absoluto es conscientemente realizada. Por lo tanto, es sumamente importante
el problema de descondicionar a la mente mediante la remoción de los
sanskaras.

LA ERRADICACIÓN DE LOS SANSKARAS

Primera Parte:
El cese, el desgaste y el desenrollamiento
de los sanskaras

Los sanskaras impiden la iluminación del Ser

Los seres humanos no poseen la iluminación del Ser porque los sanskaras, o
las impresiones de experiencias pasadas que se acumularon, cubren su
consciencia. La voluntad de ser consciente, con la cual se puso en marcha la
evolución, ha logrado crear la consciencia plena en la forma humana. Sin
embargo, la consciencia no llega a conocer al Alma Universal porque el alma
individual es impulsada a utilizar su consciencia para experimentar los
sanskaras en lugar de emplearla para experimentar la verdadera naturaleza del
alma como Alma Universal. El hecho de que experimente los sanskaras la
confina a la ilusión, de ser un cuerpo finito que trata de adaptarse al mundo de
las cosas y personas.
El problema de lograr liberarse de los sanskaras

Las almas individuales semejan gotas del océano. Así como cada gota del
océano es fundamentalmente idéntica al océano, de igual manera el alma –que
se individualiza a causa de bhas, o la ilusión– aún es el Alma Universal y no se
separa realmente de esta última. Pero la envoltura de los sanskaras, con los que
la consciencia se cubre, impide que esa gota-alma posea la iluminación del Ser
y la mantiene en el campo de la dualidad. A fin de que el alma realice
conscientemente su identidad con el Alma Universal, es necesario retener la
consciencia y que los sanskaras sean erradicados por completo. Los sanskaras,
que contribuyen a la evolución de la consciencia, se convierten en
impedimentos para la iluminación de la naturaleza del Alma Universal. De
aquí en adelante, el problema que afronta la voluntad de ser consciente no
consiste en hacer que la consciencia evolucione, sino en liberarla de los
sanskaras.

Los cinco modos de lograr librarse de los sanskaras

La liberación de los sanskaras ocurre mediante los cinco modos siguientes:

1. Cesando de crear nuevos sanskaras.


Esto consiste en poner fin a la constante actividad renovadora con la que se
crean nuevos sanskaras. Si comparamos la formación de los sanskaras a la
forma en que un cordel se enrolla en torno de un palo esto equivaldría a hacer
que el cordel de los sanskaras cese de enroscarse.
2. Desgastando los viejos sanskaras.
Los sanskaras se agotan poco a poco si les impedimos que se expresen con
acciones y experiencias. Si empleamos la analogía del cordel, este proceso
puede compararse con desgastarlo en el lugar en el que el cordel está.
3. Desenrollando los sanskaras pasados.
Este proceso consiste en anular los sanskaras pasados invirtiendo
mentalmente el proceso que los induce a formarse. Y continuando con nuestra
analogía, esto se parece a desenrollar el cordel.
4. Dispersando y agotando algunos sanskaras.
Los sanskaras se dispersan y agotan, y tienden a desaparecer, si sublimamos
y desviamos por otros canales la energía mental que se encuentra en los
sanskaras.
5. Borrando los sanskaras.
Esto consiste en aniquilar los sanskaras por completo. De acuerdo con la
analogía del cordel, esto lo podemos comparar con cortar el cordel con una
tijera. Solamente la gracia de un Maestro Perfecto puede borrar los sanskaras
de manera definitiva.
Conviene señalar que muchos métodos concretos tendientes a deshacer los
sanskaras resultan eficaces en más de un sentido, y los cinco modos antes
mencionados no tienen por objeto clasificar estos métodos en tipos
rigurosamente distintos. Representan más bien diferentes principios
característicos de los procesos espirituales que tienen lugar mientras estamos
eliminando los sanskaras. A fin de facilitar las cosas, esta primera parte sólo
tratará los métodos que ilustran de manera destacada los tres primeros
principios (cesar de crear nuevos sanskaras, y desgastar y desenrollar los
sanskaras pasados). En las partes segunda y tercera se explicarán los métodos
que ilustran de manera predominante los dos últimos principios (el de
dispersar y agotar los sanskaras sublimándolos, y el de borrarlos).

La renuncia

Es necesario que la creación de nuevos sanskaras finalice si hemos de librar


a la mente de la esclavitud de acumular sanskaras constantemente. La
renovada multiplicación de sanskaras puede ser detenida por medio de la
renuncia. La renuncia puede ser externa o interna. La renuncia externa, o física,
consiste en desistir de todo aquello a lo que la mente se apega: hogar, padres,
matrimonio, hijos, amigos, riqueza, comodidades y goces materiales. La
renuncia interna, o mental, consiste en renunciar a todo deseo vehemente,
especialmente el de objetos propios de la sensualidad.
Aunque la renuncia externa en sí misma no se acompañe necesariamente
con renuncia interna, suele allanarle el camino a esta última. La libertad
espiritual consiste en renuncia interna, no en renuncia externa, pero esta última
es de gran ayuda para lograr la renuncia interna. Quien renuncia a sus bienes
materiales se desconecta de todo lo que ha poseído o posee. Esto significa que
las cosas a las que renuncia dejan de originar nuevos sanskaras. De esta
manera da un paso importante para emanciparse de sus sanskaras, poniendo
fin al proceso de formar nuevos sanskaras. Pero esto no es todo lo que se logra
mediante renuncia externa. Al renunciar a todo, la persona renuncia también a
sus ataduras pasadas. Los viejos sanskaras conectados con sus posesiones se
desvinculan de su mente y se agotan porque no deja que se expresen.
La renuncia externa crea en la mayoría de las personas una atmósfera
favorable para que se agoten los sanskaras. El individuo que posee riqueza y
poder está expuesto a llevar una vida de indulgencia y extravagancia. Su
circunstancia favorece las tentaciones. El hombre es sobre todo el producto del
continuo corte, cincelado y modelado a que se ve sometido por el escultor, su
entorno. El hecho de que supere o no su entorno dependerá de cuán fuerte sea
su carácter. Si el hombre es fuerte, permanece libre en sus pensamientos y
acciones, incluso en medio de la acción y reacción de su entorno. Pero sucumbe
bajo la influencia de su entorno si él es débil. Aunque sea fuerte, es probable
que se deje arrebatar por el peculiar modo con que la gente en general vive y
piensa. Es difícil resistir los embates de una corriente de ideas y no ser presa de
las circunstancias. Aunque el hombre oponga resistencia a las circunstancias,
es probable que se deje llevar por algún oleaje de pasión colectiva y quede
atrapado por modos de pensar a los que es incapaz de renunciar. Es difícil
resistir y vencer a estas influencias y entornos, aunque es más fácil escapar de
ellos. Muchas personas vivirían casta y rectamente si no estuvieran rodeadas
de lujos y tentaciones. La renuncia a todo lo superfluo ayuda a agotar los
sanskaras y, por lo tanto, contribuye a la vida de libertad.

La soledad y el ayuno

La soledad y el ayuno son las dos formas importantes de renuncia externa


que poseen especial valor espiritual. Es valioso apartarse de las tempestades y
tensiones de las múltiples actividades propias del mundo y recogerse
ocasionalmente en soledad para gastar los sanskaras conectados con el instinto
gregario. Pero no hay que considerar que esto sea una meta en sí misma.
Igual que la soledad, el ayuno tiene gran valor espiritual. Comer es
satisfacción; ayunar es negación. El ayuno es físico cuando no ingerimos
comida, a pesar de que sentimos un deseo vehemente de disfrutarla, y es
mental cuando no ingerimos comida por deleite o apego, sino meramente para
que nuestro cuerpo sobreviva. El ayuno externo consiste en evitar el contacto
directo con la comida a fin de concretar el ayuno mental.
La comida es directamente necesaria para vivir, y abstenernos
continuamente de ella es, con seguridad, desastroso para la salud. Por lo tanto,
el ayuno externo ha de ser periódico y sólo por corto tiempo. Hay que
continuarlo hasta obtener una victoria completa sobre el vehemente deseo de
comida. Es posible librar a la mente de su afición por la comida poniendo en
acción las fuerzas vitales para resistir el deseo de comer. El ayuno externo
carece de valor espiritual cuando se lo efectúa con el propósito de mantener en
forma al cuerpo y exhibirse. No se lo ha de utilizar como un instrumento para
sobresalir. En el mismo sentido, no hay que llevarlo a los extremos, hasta que
el cuerpo no lo soporte más. La automortificación mediante prolongado ayuno
no nos induce necesariamente a librarnos del deseo de comida. Por el
contrario, es probable que genere una subsiguiente reacción en la que
viviremos gratificándonos excesivamente con la comida. Sin embargo, el ayuno
externo nos facilita efectuar el ayuno interno si lo hacemos con moderación y
con fines espirituales. El ayuno externo y el ayuno interno hacen que se
desenrollen los sanskaras conectados con el deseo de comida cuando ambos se
efectúan de todo corazón y con sinceridad.

La penitencia

Es posible desenrollar muchos otros sanskaras mediante penitencia. Ésta


consiste en aumentar y expresar el remordimiento que el individuo siente
después de comprender que cometió una mala acción. El arrepentimiento
consiste en revivir mentalmente las malas acciones condenándolas uno mismo
con severidad. El arrepentimiento se ve facilitado por diferentes circunstancias
y situaciones que lo fomentan, permaneciendo vulnerables a nuestros
arranques emocionales, o haciendo deliberados esfuerzos para recordar los
sucesos pasados con compunción y aguda desaprobación. Esta penitencia
desenrolla los sanskaras responsables de la acción cometida. La autocondena
acompañada por un sentimiento profundo puede negar la expresión de los
sanskaras de la ira, la codicia y la lujuria. Supongamos que alguien cometió
contra otro una mala acción irreparable porque sintió incontrolable ira, codicia
o lujuria. En algún momento puede experimentar la reacción del
remordimiento, y sentir las punzadas de la consciencia. Si en esta ocasión
comprende claramente el mal del cual es responsable, entonces el intenso
estado emocional que acompaña a esto último consumirá las tendencias por las
que él mismo se condena.
La autocondena se expresa a veces con diferentes formas de mortificación
personal. Algunos aspirantes llegan a infligirse heridas en el cuerpo cuando
están arrepentidos, pero en general no ha de usarse ni alentarse este modo
drástico de expresar remordimiento. Algunos aspirantes hindúes procuran
cultivar la humildad tomando como norma postrarse a los pies de cualquier
persona que encuentran. La penitencia puede producir, mediante humillación
personal, el buen efecto deseado en quienes tienen firme voluntad y
personalidad estable; humillarse desenrolla y erradica los diferentes sanskaras
conectados con acciones buenas y malas. Otros individuos de voluntad débil
también podrían beneficiarse con la penitencia si se sometieran a una guía
compasiva y amorosa. La penitencia nutrida y practicada cuidadosamente
tiene como resultado inevitable la derogación mental de los pensamientos y
conductas indeseables, y la disposición del individuo para llevar una vida de
pureza y servicio.
Sin embargo, hay que señalar muy bien que en la penitencia siempre existe
el peligro de que la mente se entretenga demasiado en las malas acciones
cometidas y, de esa manera, se acostumbre mórbidamente a lamentarse y llorar
por cosas insignificantes. Ese sentimiento exagerado suele ser un
indiscriminado derroche de energía y de ninguna utilidad para desgastar o
desenrollar sanskaras. La penitencia no debe parecerse al arrepentimiento
común y corriente que es la secuela de nuestros deslices cotidianos. Tampoco
debe ser la costumbre tediosa y estéril de cavilar excesiva y tristemente acerca
de nuestras propias faltas. La penitencia sincera no consiste en perpetuar el
pesar por las malas acciones, sino en decidirse a evitar en el futuro los actos
que originan el remordimiento. Si la penitencia no nos induce a respetarnos y a
tener confianza en nosotros mismos, entonces no sirve para su verdadera
finalidad, la cual consiste en hacer que resulte imposible que repitamos
determinados actos.

No dejar que los deseos se cumplan

Los sanskaras también pueden desgastarse y desenrollarse impidiendo que


los deseos se expresen y cumplan. La gente tiene diferente capacidad y aptitud
para rechazar los deseos. Los individuos en quienes los deseos surgen
impulsiva y muy velozmente son incapaces de frenarlos cuando se originan,
pero uno puede abstenerse de darles expresión a través de la acción. Quien no
es capaz de controlar la aparición de sus deseos, tiene el recurso de no
convertirlos en acciones. Rechazar los deseos controlando las acciones evita la
posibilidad de plantar semillas de futuros deseos.
Por otra parte, si una persona traduce sus deseos en acción, puede gastar y
agotar algunas impresiones. Sin embargo, está creando nuevas impresiones
durante el proceso mismo de satisfacer los deseos y, de esa manera está
sembrando las semillas de futuros deseos que, a su vez, exigirán seguramente
que se los satisfaga. El proceso por el cual se gastan o agotan las impresiones
expresándolas o realizándolas no contribuye de por sí a lograr librarse de los
sanskaras.
Cuando surgen deseos y se les impide ponerse en acción, son muchas las
oportunidades para una reflexión espontánea acerca de estos deseos. Como
resultado de esto, desgastamos los sanskaras correspondientes. Sin embargo,
hay que señalar que el hecho de que reflexionemos así, espontáneamente, no
produce el resultado buscado si adquiere la forma de una actitud mental
complaciente con esos deseos. Cuando existe una voluntad deliberada y
licenciosa de acoger y albergar los deseos en la mente, la reflexión no sólo
carece de valor espiritual, sino que además puede incluso llegar a ser
responsable de la creación de sanskaras sutiles. No debemos convalidar
conscientemente los deseos que surjan en nuestra consciencia, ni debe haber
esfuerzo alguno para que los recordemos perpetuamente. Las semillas de los
deseos se consumen cuando les impedimos expresarse y concretarse en acción,
y les permitimos atravesar el intenso fuego de una consciencia reflexiva que no
los convalida. El rechazo de los deseos y la inhibición de la respuesta física
concretan, con el tiempo, la anulación automática y natural de los sanskaras
pasados.

La ausencia de deseos

El rechazo de deseos constituye la preparación para la ausencia de deseos, o


sea, para el estado en el que no queremos nada, que es el único capaz de
generar verdadera libertad. Necesariamente, querer cosas constituye una
atadura, ya sea que esto se cumpla o no. Cuando el deseo es satisfecho, ello da
lugar a una nueva apetencia, perpetuándose así la servidumbre del espíritu.
Cuando un deseo no se cumple, provoca decepción y sufrimiento, y de esta
manera, por medio de los sanskaras, encadena la libertad del espíritu.
Los deseos no tienen fin porque los estímulos internos y externos de la
mente nos atraen e introducen constantemente en un estado de deseo o
aversión (siendo esto último otra forma de desear). Los estímulos externos son
las sensaciones provenientes de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
Los estímulos internos son los que surgen en la mente humana y derivan de los
recuerdos de la vida presente y de todos los sanskaras acumulados por la
consciencia durante el período evolutivo y vidas humanas pasadas. La mente
llega al estado en el que no quiere nada cuando se la entrena para que se
mantenga impávida y equilibrada en presencia de todo estímulo externo e
interno. Y por el hecho de no querer nada (salvo la Realidad absoluta, que se
halla más allá de los opuestos) es posible desenrollar los sanskaras de los
deseos.

El equilibrio del no querer y el principio del neti neti

Querer cosas es un estado de equilibrio alterado de la mente, y no quererlas


es un estado de equilibrio mental estable. Podemos mantener este último
equilibrio desembarazándonos de todos los estímulos, tanto placenteros como
dolorosos, tanto agradables como desagradables. La mente debe desprenderse
por completo de los estímulos externos e internos, a fin de mantenerse
impávida frente a las alegrías y pesares del mundo. Aunque la mente se está
fortaleciendo constantemente mediante sus propias sugestiones constructivas,
existe siempre la posibilidad de que a estas avanzadas defensivas se las lleve
alguna ola, repentina e inesperada, que surja en el océano del entorno natural y
mental. Es probable que, cuando suceda esto,
te sientas completamente perdido por un tiempo; sin embargo, la actitud de
desapego puede mantenerte a salvo.
Esta actitud consiste en aplicar el principio del neti neti (esto no, esto no).
Implica esfuerzo constante para mantenerse alerta y desapegado en relación
con los atractivos opuestos de la experiencia limitada. No es posible anular
solamente los estímulos desagradables y seguir internamente apegado a los
estímulos agradables. Si la mente ha de permanecer impávida frente a los
embates de los opuestos, ésta no puede seguir apegada a lo que los estímulos
agradables expresen ni ser afectada por ellos. El equilibrio consiste en
responder a ambas alternativas con completo desapego.

El elemento negador en todos los aspectos del ascetismo

La formulación afirmativa “sí, sí” de los sanskaras sólo puede ser anulada
negándolos con un “no, no”. Este elemento negador se halla necesariamente
presente en todos los aspectos del ascetismo, según los expresan la renuncia, la
soledad, el ayuno, la penitencia, el abstenerse de que se concreten los deseos, y
el no querer cosas. Una feliz combinación de todos estos métodos y actitudes
crea una saludable forma de ascetismo carente de fatiga y desmesura. Sin
embargo, el elemento negador existente en dichos métodos y actitudes debe
aparecer naturalmente sin originar desnaturalizaciones o ulteriores
limitaciones.
Tratar de coercionar a la mente a una vida ascética no resulta útil. Es
probable que cualquier adaptación forzosa a una vida ascética impida el
desarrollo de algunas buenas cualidades. Cuando a las cualidades sanas de la
naturaleza humana se les permite desarrollarse de forma natural y paulatina,
éstas contribuyen al conocimiento de valores relativos y de ese modo, allanan
el camino para tener una vida espontánea de ascetismo. Mientras que es
probable que cualquier intento tendiente a forzar o apresurar la mente hacia
una vida ascética provoque una reacción.
El proceso de liberarse de algunos apegos suele acompañarse con el de
formar algunos otros apegos nuevos. La forma más densa de apego es la que se
enfoca hacia el mundo de los objetos, pero cuando a la mente se la está
desapegando del mundo de los objetos, tiende a arribar a algunos apegos más
sutiles, de índole subjetiva. Después de que la mente logró cultivar cierto grado
de desapego, podría desarrollar fácilmente esa forma más sutil de egotismo
que se expresa con retraimiento y aire de superioridad. No hay que permitir
que el desapego forme núcleos sobre los que el ego pueda fijarse y, al mismo
tiempo, el desapego no ha de expresar nuestra incapacidad para hacer frente a
las tormentas y tensiones de la vida diaria.
Hay que renunciar a las cosas que limitan al ser puro e infinito mediante
una actitud de inmensa fortaleza, la cual no nace de una sensación de
desamparo frente a las disensiones y luchas, sino de la pureza y la iluminación.
Además, el verdadero desapego no consiste en aferrarse tan sólo a la fórmula
del neti neti, que a veces se convierte en una obsesión de la mente, sin un
arraigado anhelo de iluminación. Este interés por una mera fórmula de
negación suele coexistir a menudo con una fijación interior a las tentaciones. El
desapego puede ser integral y sincero solamente cuando forma parte
inseparable de nuestra propia naturaleza.

Los sanskaras negadores también deben desaparecer antes de la iluminación

La negadora aseveración del “no, no” es el único modo de desenrollar los


sanskaras afirmativos que se acumularon a lo largo de la evolución y de las
vidas humanas. Aunque este proceso destruye los sanskaras afirmativos, su
resultado es que forma sanskaras negadores que condicionan a su modo a la
mente y crean un nuevo problema. La aseveración del “no, no” tiene que ser
suficientemente potente como para concretar la erradicación de todos los
sanskaras físicos, sutiles y mentales, pero después de haber cumplido este
propósito, al final hay que abandonarla. La finalidad de la experiencia
espiritual no consiste en una negación lisa y llana. Someterla a una fórmula
negadora es limitarla mediante un concepto intelectual. La mente tiene que
usar la fórmula negadora a fin de descondicionarse, pero debe renunciar a ella
antes de poder alcanzar la meta final de la vida.
Hay que emplear el pensamiento a fin de superar las limitaciones que su
propia actividad plantea, pero una vez que hemos hecho esto, tenemos que
renunciar a él. Esto equivale al proceso de trascender la mente, lo cual es
posible no identificándonos con ella ni con sus deseos. Observar objetivamente
tanto al cuerpo como a todo pensamiento e impulsos inferiores, es establecerse
en un dichoso desapego y negar la expresión de todos los sanskaras. Esto
significa liberar al alma de las ilusiones que ella misma se impone –por
ejemplo: “Yo soy el cuerpo”, “Yo soy la mente” o “Yo soy el deseo”– y avanzar
hacia la etapa iluminada de “Yo soy Dios” (“Anal Haqq” o “Aham Brahmasmi”).

LA ERRADICACIÓN DE LOS SANSKARAS


Segunda Parte:
Cómo los sanskaras se dispersan y agotan

La negación de la expresión de los sanskaras


es obtenida a través del control

Al final de la Primera Parte fueron explicados los métodos con los cuales se
pueden eliminar los sanskaras; éstos se basan principalmente en negar los
sanskaras afirmativos que ocultan la Verdad a la consciencia e impiden la
iluminación del Ser, para lo cual nació toda la creación. Todos estos métodos,
tendientes a la negación de los sanskaras afirmativos se basan en última
instancia en el control del cuerpo y la mente. Es mucho más difícil controlar las
tendencias habituales de la mente que las acciones físicas. Sólo podremos
dominar los fugaces y esquivos pensamientos y deseos de la mente con gran
paciencia y práctica constante. Es necesario restringir los procesos mentales y
las reacciones para mantener a raya la formación de nuevos sanskaras, y lograr
el desgaste o desenrollado de los viejos sanskaras que expresan aquellos
procesos. Aunque al principio podría resultar difícil controlarlos, con sincero
esfuerzo es natural y fácil lograrlo gradualmente.
El control es deliberado e implica esfuerzo mientras la mente esté tratando
de descondicionarse eliminando los sanskaras. Sin embargo, después de que la
mente se liberó de ellos, el control se torna espontáneo porque entonces la
mente está funcionando en un estado de libertad y comprensión. Este control
nace de la fuerza de carácter y de una mente sana, e invariablemente implica
estar libre de temores y tener inmensa paz y calma. La mente, que se muestra
débil cuando funciona de manera desenfrenada y sin control, se convierte en
fuente de gran fortaleza cuando se la controla. El control es indispensable para
conservar la energía mental y economizar el uso de la fuerza mental con
propósitos creativos.

El verdadero control consiste en una readaptación creativa


a la luz de los verdaderos valores

Sin embargo, si el control es meramente mecánico y sin objeto, entonces


contrarresta su propia finalidad, la cual consiste en posibilitar que la mente
funcione libremente, sin condicionamientos. El control que tiene verdadero
valor espiritual no consiste en reprimir mecánicamente los pensamientos y
deseos, sino que es la restricción natural, que se ejerce percibiendo los valores
positivos descubiertos durante la experiencia. Por consiguiente el control
auténtico no es meramente negador. Cuando algunos valores positivos
ingresan en el foco de la consciencia, sus reclamos tendientes a expresarse en la
vida generan respuestas mentales y energía que, en última instancia, eliminan
todas las tendencias que impiden que esos valores se expresen libre y
plenamente. De manera que las tendencias a la lujuria, la codicia y la ira se
eliminan apreciando y reconociendo el valor de una vida pura, generosa y
bondadosa.
A la mente, que se está habituando a determinados modos de pensar y
responder, no le resulta fácil adecuarse a estos nuevos reclamos de sus propias
percepciones, debido a la inercia causada por impresiones de anteriores modos
de pensar y comportarse. Este proceso de readaptación a la luz de los
verdaderos valores toma la forma de lo que llamamos control de la mente. Este
control no consiste en torcer a la mente de manera mecánica o a la fuerza. Se
trata de un esfuerzo de la mente para vencer su propia inercia. Su finalidad es
esencialmente creativa, no negativa, pues la mente intenta llegar a readaptarse
para expresar los verdaderos valores de la vida.

El agotamiento y la dispersión de los sanskaras

El control creativo es posible porque la fuente de luz existe dentro de cada


uno, y aunque el velo de los sanskaras impida la iluminación del Ser, no todo es
oscuridad ni siquiera dentro de las fronteras de la consciencia humana
corriente. El rayo de luz consiste en una percepción de los verdaderos valores y
guía al hombre hacia adelante con diversos grados de claridad de acuerdo con
el espesor de los velos de los sanskaras. El proceso tendiente a negar la
expresión de los sanskaras es, al mismo tiempo, el que apunta a comprender los
verdaderos valores. De manera que el avance espiritual se caracteriza por el
doble aspecto de renunciar a los falsos valores de los sanskaras en favor de los
verdaderos valores de la comprensión. El proceso tendiente a reemplazar los
valores inferiores con valores superiores es el de la sublimación, y consiste en
desviar la energía mental encerrada en los viejos sanskaras hacia fines creativos
y espirituales. Cuando desviamos de esta manera la energía encerrada en los
sanskaras, éstos se dispersan y agotan.

El proceso de sublimación sostenido por un continuo interés

El método de sublimación es el más natural y eficaz para acabar con los


viejos sanskaras, y ofrece la gran ventaja de despertar en el aspirante un
continuo interés en todas las etapas. El método tendiente a negar sin
reemplazar es probable que a veces resulte tedioso y aparentemente induzca
un vacío. Sin embargo, el método de sublimación consiste en reemplazar los
valores inferiores con valores superiores y, por lo tanto, el interés es total en
cada etapa, creando una sensación de realización cada vez mayor. Podemos
sublimar la energía mental en los canales espirituales mediante: 1) meditación;
2) servicio desinteresado en favor de la humanidad; y 3) devoción.

La meditación: su naturaleza y propósito

Meditación es concentración profunda y constante en un objeto ideal.


Durante esa concentración en un objeto ideal, la persona es consciente
solamente del objeto de la meditación, olvidándose por completo tanto de la
mente como del cuerpo. Así es cómo no se forman nuevos sanskaras y los
viejos se dispersan y agotan mediante la actividad mental consistente en
mantenerse enfocado en el objeto de la concentración. Finalmente, cuando los
sanskaras desaparecen por completo, el alma individual se disuelve durante la
intensa concentración y se funde en el objeto ideal.

Formas de meditación

Hay muchas formas de meditación de acuerdo con la aptitud de las distintas


personas. La imaginación de los individuos que trabajan arduamente se agota
muchas veces a causa del exceso de trabajo. La forma de meditar más
conveniente para estas personas consiste en que se desconecten de sus propios
pensamientos y luego contemplen éstos y su propio cuerpo con objetividad.
Después de que el aspirante consigue contemplar sus pensamientos y su
cuerpo con total objetividad, procura identificarse con el Ser universal
mediante constructivas sugestiones, como por ejemplo: “Yo soy el Infinito”,
“Yo soy todas las cosas”, “Yo estoy en todos”.
Las personas de imaginación vívida y vivaz pueden tratar de concentrarse
en un solo punto, pero quienes no tienen inclinación para ello deberían
evitarlo. Comúnmente, los diversos pensamientos de la mente dispersan la
energía de ésta. La meditación sobre un punto es muy saludable para que la
mente se recoja y asiente, pero se trata de un proceso mecánico y, por lo tanto,
carece de experiencias creativas y dichosas. Sin embargo, podemos utilizar esa
forma de meditación en las etapas iniciales como una preparación para otras
formas de meditación más exitosas.

La meditación sobre aspectos personales e impersonales de Dios

Las formas de meditación más exitosas y profundas son precedidas por un


pensamiento deliberado y constructivo acerca de Dios, el Amado. La
meditación sobre Dios es muy fructífera espiritualmente. Dios puede
convertirse en el objeto de la meditación en Su aspecto impersonal o en Su
aspecto personal. La meditación sobre el aspecto impersonal de Dios es
conveniente solamente para quienes son especialmente aptos para ella.
Consiste en enfocar todos los pensamientos en la existencia abstracta e
inmanifiesta de Dios. Por otra parte, la meditación sobre el aspecto personal de
Dios consiste en centrar todos los pensamientos en la forma y los atributos de
Dios.
Puede ocurrir que, tras intensa meditación, la mente quisiera asentarse, no
en el objeto de la meditación, sino en esa paz sostenida y expansiva que se
experimenta durante la meditación. Estos momentos son el resultado natural
de la fatiga experimentada por la facultad de la imaginación, y hay que
alentarlos sin esforzarse. La meditación no debe ser forzada sino espontánea.
Hay que dejarla en libertad y permitirle que se remonte en los momentos en
que surjan impulsos divinos. Al vuelo de la imaginación hay que controlarlo
solamente con el propósito de fundirse con el Infinito. No debería ser
influenciado por las corrientes de los diversos sentimientos de lujuria, codicia o
ira.

Los obstáculos durante la meditación


El éxito sobreviene durante la concentración sólo de manera gradual, y es
probable que el novicio se desaliente porque al principio no obtiene resultados
satisfactorios. La desazón que él experimenta es en sí misma un grave
impedimento para que comience la meditación diaria y persista en ella. Es
probable que otros obstáculos, como por ejemplo la holgazanería y la mala
salud, sean difíciles de vencer, pero se los puede superar después de fijar horas
regulares para meditar y de una práctica sostenida. La quietud de la naturaleza
es particularmente útil para la meditación en las primeras horas de la mañana
y al atardecer, pero también puede ser practicada en cualquier momento
conveniente.

La importancia de la soledad para la meditación

La soledad es una de las condiciones esenciales para tener éxito en la


meditación. Las formas mentales y los colores se entremezclan constantemente
en el mundo del pensamiento. Algunas ideas poderosas tienden a fortalecer la
mente facilitando su integración, mientras que algunos pensamientos frívolos
la disipan. La mente es atraída o rechazada por estos diversos pensamientos en
el ámbito mental. Lo aconsejable es evitar la influencia de estos pensamientos
variados a fin de asentarnos en nuestros propios pensamientos ideales. La
soledad tiene posibilidades inmensas para este propósito. Soledad significa
economizar energía mental y acrecentar el poder de concentración. Cuando
nada extraño atrae o rechaza a tu mente, entonces te internalizas y aprendes el
arte de abrirte a las corrientes superiores, cuya potencia es capaz de darte
fuerza, dicha y expansividad llena de paz.

El servicio desinteresado

Así como la meditación sobre los aspectos personal e impersonal de Dios


exige el retiro de la consciencia al interior del santuario de nuestro corazón, la
concentración de la mente sobre el aspecto universal de Dios se la alcanza más
fácilmente mediante el servicio desinteresado a la humanidad. Mientras una
persona se halla totalmente inmersa en su tarea de servir a la humanidad
permanece completamente ajena a su propio cuerpo o mente, así como a sus
funciones, como ocurre con la meditación, con lo cual cesa la producción de
nuevos sanskaras. Mediante esta actividad se rompen y dispersan los viejos
sanskaras que atan a la mente. Como el individuo concentra ahora su atención y
su interés en el bien de los demás y se olvida del suyo propio, el núcleo del ego
deja de recibir la energía que lo alimentaba. En consecuencia, el servicio
desinteresado es uno de los mejores procedimientos para desviar y sublimar la
energía almacenada en las ataduras sanskáricas.

Consecuencias del servicio desinteresado a la humanidad

El servicio desinteresado es alcanzado cuando no pensamos para nada en


premios ni en resultados y somos completamente indiferentes a nuestra
comodidad o conveniencia o incluso a la posibilidad de no ser comprendidos.
Difícilmente pensarás en ti mismo cuando te ocupes totalmente del bienestar
de los demás. Entonces tu comodidad o conveniencia, y tu salud y enfermedad
ya no importarán. Por el contrario, estás dispuesto a sacrificarlo todo por el
bienestar de los demás. Su comodidad es tu conveniencia, su salud es tu
deleite, y su felicidad es tu alegría. Encuentras tu vida perdiéndola en la de
ellos. Vives en sus corazones, y tu corazón es su refugio. Cuando los corazones
están unidos de verdad, te identificas por completo con la otra persona. Tu acto
de ayuda o tu palabra de consuelo suministra a los demás lo que pudiera
faltarles, y tú recibes más de lo que das por medio de sus pensamientos de
gratitud y benevolencia.

La libertad y la realización mediante el servicio

Viviendo para los demás tu propia vida se amplía y expande. Quien lleva
una vida de servicio desinteresado es por lo tanto apenas consciente de que lo
está prestando. De ninguna manera induce a quienes sirve a que piensen que
están en deuda con él. Por el contrario, es él quien se siente en deuda porque le
dieron la posibilidad de hacerlos felices. Él no les presta un servicio para
exhibirse ni por renombre o fama. El servicio desinteresado se realiza
completamente sólo cuando el individuo obtiene la misma felicidad al servir a
los demás que al servirse a sí mismo. El ideal del servicio desinteresado lo libra
de los sanskaras del deseo de poder y bienes materiales, de autocompasión y
envidia, y de malas acciones estimuladas por el egoísmo.
El amor

El servicio desinteresado y la meditación son espontáneos cuando los


inspira el amor. Por lo tanto, al amor se lo considera correctamente como la vía
más importante para realizar al Supremo. El alma enamorada se absorbe por
completo en el Amado y, por lo tanto, se abstrae de la actividad mental y
corporal. Esto pone fin a la formación de nuevos sanskaras, y también tiene
como resultado la eliminación de los viejos sanskaras dándole a la vida una
dirección totalmente nueva. En ninguna parte el olvido de uno mismo se
produce de manera tan natural y completa como en el amor intenso. De ahí
que se le haya asignado primerísimo lugar entre los métodos tendientes a
poder librar a la consciencia de la esclavitud de los sanskaras.

La purificante eficacia del amor

El amor tiene distintas ventajas propias de otros senderos que conducen


hacia la emancipación, y en sí mismo es el sendero más distinguido y eficaz.
Sus características inmediatas son el sacrificio propio y la felicidad. Su
peculiaridad consiste en el hecho de que se acompaña con una ofrenda
exclusiva y de todo corazón al Amado, sin admitir los reclamos de cualquier
otro objeto. De manera que el desvío de la energía mental no tiene cabida, y la
concentración es completa. Quien ama acopia todas las energías físicas, vitales
y mentales, y las pone a disposición de la causa del Amado; el resultado de
esto es que este amor se convierte en un poder dinámico. La tensión del
verdadero amor es tan grande que el hombre expulsa cualquier sentimiento
extraño que pudiera interferir. La eficacia expulsora y purificante del amor no
tiene paralelo.

El amor está presente en toda la creación

Nada hay que sea antinatural o artificial en el amor. Existe desde el


comienzo mismo de la evolución. En la etapa inorgánica se expresa
burdamente en forma de cohesión o atracción. Se trata de la afinidad natural
que mantiene las cosas unidas y atrayéndose recíprocamente. La recíproca
atracción gravitacional ejercida por los cuerpos celestes es una expresión de
esta clase de amor. En la etapa orgánica, el amor se ilumina y se aprecia a sí
mismo, y desempeña un papel importante desde las formas más bajas, como
por ejemplo, la ameba, hasta la forma más evolucionada de los seres humanos.
Cuando el amor se ilumina a sí mismo, su sacrificio consciente intensifica su
valor.

El amor se expresa mediante sacrificio consciente

El sacrificio del amor es tan completo e incondicional que lo da todo sin


esperar nada. Cuanto más da, más quiere dar, y menos piensa en haber dado.
La corriente del verdadero amor aumenta sin cesar y nunca merma. Se expresa
de manera simple, tan sólo dándose. Las complejidades del Amado son lo que
más le interesa atender y cuidar. Procura complacer de mil modos al Amado,
incesante e implacablemente. No vacila en aceptar de buen grado el
sufrimiento a fin de satisfacer tan sólo un deseo del Amado, o de aliviar al
Amado del más leve dolor que sea producto de negligencia o indiferencia.
Quien ama suspirará y perecerá gustosamente por el Amado. Agobiado de
preocupaciones y atormentado, el amor no pierde tiempo en atender al cuerpo
que es su morada y sustento. No admite injerencia alguna y el Amado es, de
por vida, la preocupación del amante. El tabernáculo del amor estalla en
ingobernable inquietud y genera corrientes de amor y suprema ternura hasta
que quien ama atraviesa las limitaciones y desaparece en el ser del Amado.

Las diferentes etapas de la devoción

El amor se llama bhakti, o devoción, cuando es profundo e intenso. La


devoción se expresa, en sus etapas iniciales, mediante culto simbólico, súplicas,
veneración de las deidades, reverencia y fidelidad a las escrituras sagradas, y
búsqueda del Ser Supremo mediante razonamientos abstractos. La devoción se
expresa, en sus etapas más avanzadas, como interés por el bienestar humano y
servicio a la humanidad, amor y reverencia a los santos, y lealtad y obediencia
a un Maestro espiritual. Estas etapas tienen sus respectivos valores y
resultados. El amor a un Maestro Perfecto vivo es una singular etapa de
devoción porque al final se transforma en para-bhakti, o amor divino.
Para-bhakti

Para-bhakti no es meramente bhakti intensificada. Empieza donde bhakti


termina. La devoción en la etapa de para-bhakti es no solamente determinación
sino que también se acompaña con extremada inquietud del corazón e
incesante anhelo de unirse con el Amado. Después de esto hay desinterés por
el propio cuerpo y su cuidado, aislamiento respecto del propio entorno, y
despreocupación por el aspecto personal o las críticas, mientras los divinos
impulsos de atracción hacia el Amado se tornan más frecuentes que nunca.
Esta fase suprema del amor es muy fructífera porque tiene por objeto a una
persona que es el Amor encarnado y puede, como el Amado supremo,
responder completamente al amante. La pureza, la dulzura y la eficacia del
amor que el amante recibe del Maestro contribuye al insuperable valor
espiritual de esta fase suprema del amor.

LA ERRADICACIÓN DE LOS SANSKARAS

Tercera Parte:
Cómo se borran los sanskaras

Las impresiones provenientes del Sadguru transforman la vida

El amor que se siente por el Sadguru, o Maestro Perfecto, es particularmente


importante porque induce a tomar contacto con él. El aspirante recibe del
Maestro, mediante este contacto, impresiones especialmente potentes para
deshacer otras impresiones del pasado, transformando así por completo el tenor
de su vida. Es probable que quien reciba esas impresiones renuncie
enteramente a sus viejos hábitos y modos de pensar. Este contacto modifica y
eleva el más depravado modo de vivir. La persona podría haber estado
llevando una vida temerariamente disipada, sin pensar nunca en otra cosa que
en satisfacer sus deseos mundanos, y afectada por el ansia de bienes y poder,
sin otro ideal que el de conseguir y acumular dinero, y pasarla bien.
Sin embargo, incluso una persona como ésta, que ni esforzando su
imaginación es capaz de pensar en librarse de lo que la encadena a esta Tierra,
es probable que descubra que los sanskaras que ella recibe por su contacto con
el Sadguru son suficientemente potentes como para dejar caer para siempre el
telón sobre su vieja manera de pensar y existir, franqueándole los panoramas
enteramente nuevos de una vida más elevada y libre. Las impresiones que se
reciben del Sadguru podrían ser igualmente beneficiosas para una persona
intelectual y culta, cuya visión es, no obstante, limitada, y cuya imaginación es
capaz de apreciar, en el mejor de los casos, la belleza del arte y la literatura, y
cuyo altruismo no va más allá de los lindes de su vecindario o de las fronteras
de su país. Al recibir las impresiones del Maestro, esa persona alcanzaría modos
de vida aún más elevados.

Cómo se borran todos los sanskaras


con la intervención del Sadguru

El Sadguru puede elevar al aspirante del nivel intelectual ordinario de la


consciencia al nivel de consciencia en el que hay inspiración e intuición, y luego
avanzar hacia el nivel de visión interna e iluminadora, que culmina con su
fusión en el Infinito. Esta elevación del aspirante corresponde a su avance desde
la esfera terrenal a la esfera sutil, desde la esfera sutil a la esfera mental y,
finalmente, desde la esfera mental al estado de Libertad. El último paso implica
que se borran todos los sanskaras naturales o no-naturales, positivos o
negativos. Tomando la analogía del cordel enroscado alrededor de un palo, este
proceso mediante el cual se borran los sanskaras consiste en cortar el cordel con
una tijera. Nunca se podrá alcanzar la erradicación de todos los sanskaras –lo
cual implica que la consciencia se libera finalmente de toda ilusión y
esclavitud– a no ser mediante la gracia de un Sadguru.

La necesidad de una completa entrega personal

Sin embargo, esta activa intervención del Sadguru da por sentada una
ilimitada relación entre aspirante y Maestro, la cual sólo podrá establecerse
cuando el aspirante logre entregarse a aquél por completo. Entrega personal
implica obedecer todas las órdenes del Maestro. Cuando todos tus deseos y
acciones son guiados por el Maestro y son el resultado de que obedeces sus
órdenes, entonces él se vuelve directamente responsable de ellos. De manera
que, cuando la entrega personal es completa, la responsabilidad de que te
liberes de los sanskaras incumbe al Maestro y, sujeto a esta nueva condición, el
Maestro aniquila todos tus sanskaras en un santiamén.

La obediencia intelectual

La obediencia al Maestro, como la que implica una completa entrega


personal, es de dos clases: la intelectual y la literal. De estas dos clases de
obediencia, la primera es la intelectual y constituye un preludio de la literal, la
cual es más fructífera. Cuando estás intelectualmente convencido de la
grandeza y Perfección del Maestro, lo amas y respetas, pero eres incapaz de
cumplir literalmente sus órdenes. Puesto que tu convicción se basa en la razón,
te resulta difícil separarla de lo que entiendes que es el Maestro, y también de
lo que él te ordena. Debido a que las dos se hallan inextricablemente
entrelazadas, tu fe razonada te mantiene dentro de los límites de la obediencia
intelectual. El Maestro no altera esta fase del discípulo, y todas las “píldoras”
de obediencia que él le ofrece son intelectualizadas a fin de que le sienten bien
al gusto y aptitud del discípulo.

La obediencia literal

Mediante obediencia intelectual al Maestro puedes aniquilar todos tus


sanskaras, siempre y cuando seas sincero al interpretar con lógica sus órdenes y
ejecutarlas. Pero el resultado es más rápido si tu obediencia es literal. La
obediencia literal es el efecto de una fe firme como una roca y de un profundo
amor que el Maestro inspira en el discípulo mediante su humano encanto. El
desbordante resplandor del aura del Maestro y su refulgente pureza y
compasión son principalmente responsables de crear en el discípulo una fe
inquebrantable que lo prepara para que acate incondicionalmente las órdenes
del Maestro, independientemente de que satisfagan su espíritu crítico.
Esta obediencia literal ni siquiera está sujeta al requisito de que el
significado real de las órdenes deba estar al alcance de la comprensión
intelectual del discípulo, y es la mejor clase de obediencia a la que puedes
aspirar. Todos los retorcidos nudos de tus deseos y sanskaras se encauzan
mediante esta obediencia incondicional y sin reservas. Asimismo, entre el
Maestro y el discípulo se crea un profundo vínculo mediante esta obediencia,
cuyo resultado es una corriente fluida y perenne de sabiduría y poder
espiritual hacia el discípulo. En esta etapa, el discípulo se convierte en hijo o
hija espiritual del Maestro y, a su debido tiempo, queda libre de toda atadura
individualista o sanskárica. Entonces, esa persona excepcional también se
vuelve un Maestro.

El papel del Sadguru

El Sadguru, o Maestro Perfecto, tiene una posición y un poder únicos. En el


mundo hay muchas almas más o menos avanzadas en el sendero espiritual,
pero son pocas las que cruzaron en su totalidad las seis etapas de los planos
internos de la consciencia y se volvieron uno con la fuente infinita de existencia,
conocimiento y dicha. El Sadguru ha experimentado no solamente los
diferentes planos de consciencia, sino que también impregna realmente el ser
mismo de todas las almas porque se convirtió en uno con el Infinito. Él es el eje
de la actividad universal.
En un sentido, a él le debes todos tus pensamientos y acciones, tus alegrías y
pesares, tus inquietudes y exasperaciones, tus fuerzas y debilidades, tus
posesiones y entrega, y tu amor y anhelo. Él no sólo impregna toda la existencia
sino que también es conscientemente versado en la ley cósmica de causa y
efecto, y en la compleja actividad de los sanskaras de las almas individuales. Él
conoce tanto las causas de la felicidad y la aflicción, y de los vicios y virtudes de
los individuos, como así también las causas de los cambios y cataclismos
cósmicos. Todo ser es un libro abierto para el reflector de su consciencia
omnipresente. Debido a su unión con el Infinito, el Maestro está dotado de un
poder sin límite y, en un abrir y cerrar de ojos, puede aniquilar todos los sans-
karas del alma y liberarla de toda complicación y esclavitud.
EL BIEN Y EL MAL

La evaluación de la experiencia por medio de los opuestos

La mente humana no sólo está teniendo experiencias, sino que también las
está evaluando constantemente. Considera que algunas experiencias son
agradables y otras, desagradables; que unas le brindan felicidad y otras,
sufrimiento; y unas las percibe como placenteras y otras, como displacenteras.
Entiende que algunas experiencias limitan la vida humana y otras generan
plenitud y libertad. Y contempla algunas experiencias como si fueran buenas, y
otras, malas. Estos son los opuestos que la imaginación humana crea cuando ve
la vida con un particular punto de vista.

Lo aceptable y lo inaceptable

El hombre concibe lo aceptable o inaceptable en función de evolución y


cambio, de acuerdo con la naturaleza de los deseos que llegan a predominar en
un momento dado. Pero mientras exista cualquier clase de deseo en su mente,
el hombre se siente impulsado a evaluar su experiencia en relación con ese
deseo y a dividirlo en dos partes, contribuyendo una a la realización de ese
deseo y que, por lo tanto, es aceptable, y la otra tendiendo a impedir que se
concrete, lo cual, por consiguiente, es inaceptable. En lugar de ver la vida y
todo lo que ella genera sin expectativas ni complicarse en ella o rehuirla, la
mente crea una norma con la que divide la vida en opuestos: a uno lo
considera aceptable, y al otro, inaceptable.

Incluso el bien se relaciona con el deseo

De los opuestos creados por la mente humana, la división entre el bien y el


mal es espiritualmente muy significativa. Se basa en el deseo del hombre de
liberarse de todas las limitaciones de sus deseos. Las experiencias y acciones
que incrementan las cadenas de los deseos son malas, y las experiencias y
acciones que tienden a emancipar a la mente de los deseos que la limitan son
buenas. Puesto que las experiencias y acciones buenas también existen en
relación con el deseo, de igual manera también atan como las experiencias y
acciones malas lo hacen. Toda atadura puede desaparecer verdaderamente sólo
cuando desaparecen todos los deseos. Por lo tanto, la libertad verdadera se
presenta cuando el bien y el mal se equilibran mutuamente y se funden uno en
el otro de tal modo que no dan cabida a opción alguna al limitado yo que
desea.

El hombre comienza con los sanskaras animales

Aunque la consciencia se halla plenamente desarrollada en los humanos,


descubrimos que en ella predominan los elementos malos, pues en las etapas
sub-humanas de la evolución, la consciencia ha estado operando
principalmente sujeta a las restrictivas experiencias y acciones creadas por
tendencias tales como la lujuria, la codicia y la ira. Las experiencias y acciones
creadas y sostenidas por estas tendencias egocéntricas han dejado sus
impresiones en la mente en desarrollo, y la mente ha almacenado estas
impresiones de la misma manera que una película registra el movimiento de
los actores. En consecuencia, es fácil ser malo y difícil ser bueno. La vida
animal, de la que surge la consciencia humana, es determinada principalmente
por lujuria animal, codicia animal e ira animal, aunque algunos animales a
veces desarrollan las buenas cualidades de la abnegación, el amor y la
paciencia. La aparición de las buenas tendencias en la consciencia humana
hubiera sido imposible si todos los sanskaras animales acumulados hubieran
sido malos y ninguno bueno.

La necesidad de cultivar sanskaras buenos

Aunque algunos sanskaras animales son buenos, en su mayoría son malos;


por eso, al principio la consciencia humana se encuentra sujeta a una fuerza
propulsora que es principalmente mala. Precisamente desde el comienzo de la
evolución humana, el problema de la emancipación consiste en cultivar y
desarrollar sanskaras buenos para que cubran en parte y anulen los sanskaras
malos que se acumularon. El cultivo de los sanskaras buenos se logra
fomentando experiencias y acciones opuestas a las que predominan en la vida
animal. Lo opuesto a la lujuria es el amor, lo opuesto a la codicia, la
generosidad, y lo opuesto a la ira, la tolerancia o paciencia. El hombre puede
borrar las tendencias de la lujuria, la codicia y la ira cultivando el amor, la
generosidad y la tolerancia.

El pecador y el santo

El proceso general por el que nos libramos de la limitación de los sanskaras


ha de acompañarse, pues, con el proceso por el cual renunciamos al mal en
favor del bien. Pero si una persona llega a ser buena o mala en un momento
dado, eso depende de cómo operen inexorablemente sus sanskaras. Desde este
punto de vista tanto el pecador como el santo son lo que son de acuerdo a las
leyes que operan en el universo. Ambos tienen el mismo comienzo y el mismo
fin.
El pecador no necesita tener el estigma de la degradación eterna, y el santo
no necesita ensoberbecerse de sus logros morales. Por santo que sea, nadie
alcanzó la cima de la virtuosidad, salvo después de una vida de deslices
morales, y nadie es tan malo como para ser incapaz de mejorar y llegar a ser
bueno. No importa cuán depravados sean, todos pueden mejorar poco a poco,
cada vez más, hasta convertirse en excelente ejemplo para todo el género
humano. Siempre hay esperanza para todos; nadie está totalmente perdido, y
nadie necesita desesperarse. Sin embargo sigue siendo verdad que el camino
que conduce hacia la divinidad pasa por renunciar al mal para dar paso al
bien.

El yo limitado vive tanto en los sanskaras buenos como en los malos

El desarrollo gradual del bien es portador de amor, generosidad y paz. Los


sanskaras buenos, depositados al ponerse de manifiesto estas cualidades,
superponen y equilibran los opuestos sanskaras malos de la lujuria, la codicia y
la ira. Cuando los sanskaras buenos y malos se superponen y equilibran
exactamente, entonces esos dos tipos de sanskaras terminan de inmediato y la
consciencia se precipita de un estado de esclavitud a otro de Libertad. El saldo
acreedor y el saldo deudor deben ser exactamente iguales si hay que cerrar la
cuenta. Pero habitualmente el saldo deudor es mayor, o bien lo es el saldo
acreedor, y la cuenta sigue abierta.
Es importante señalar que la cuenta sigue abierta no sólo porque el saldo
deudor se excedió, sino también porque el saldo acreedor también lo hizo. Esa
cuenta sólo podrá cerrarse cuando los dos saldos se equilibren mutuamente.
Este equilibrio es poco común que suceda en el campo de los sanskaras porque,
en un momento dado, predominan los sanskaras buenos o los malos. Así como
una cuenta puede seguir abierta porque el saldo deudor o el saldo acreedor se
excedieron, de igual manera la vida del yo limitado se prolonga y sostiene por
medio del exceso de sanskaras tanto malos como buenos. El yo limitado puede
dilatarse tanto mediante sanskaras buenos como malos. Lo que se necesita para
que finalmente se extingan es que los sanskaras buenos y malos se equilibren y
superpongan exactamente.

Cómo se equilibran y superponen los sanskaras buenos y malos

No es matemático el problema de igualar las cantidades de los sanskaras


buenos y malos equilibrándolos y superponiéndolos con exactitud. Si se trata de
una mera cuestión de cantidades iguales, únicamente se la podría resolver
mediante la acumulación constante de sanskaras buenos. Si se hace cesar o se
disminuye la acumulación de sanskaras malos y, conjuntamente, existe una
acumulación constante de sanskaras buenos en una mayor proporción, tarde o
temprano los buenos se emparejarían cuantitativamente con los malos, y
concretarían el necesario equilibrio. A fin de emancipar la consciencia, los
sanskaras buenos y malos no sólo tienen que equilibrar mutuamente su fuerza
sino que también tiene que haber un punto en el que un opuesto se superponga
con el otro. De modo que, en un sentido, el problema de cada centro de
consciencia es específico y se relaciona con la variedad cualitativa propia de la
naturaleza de los sanskaras que se acumularon.

La transferencia del ego a los sanskaras buenos

Si la acumulación de sanskaras buenos avanza independientemente de la


constitución específica de los ya existentes, existe la posibilidad de acumular
en algunas direcciones un exceso de sanskaras buenos, juntamente con la
existencia de sanskaras malos de diferente tipo. Por ejemplo, algunas formas
de apego podrían anularse mediante automortificación y severos tipos de
ascetismo, pero es probable que otras formas de apego no sean afectadas por
estas prácticas y sigan existiendo. Es probable que el aspirante no sólo pase por
alto las formas de apego que quedaron intactas sino que también prosiga con
sus prácticas de automortificación y ascetismo valiéndose para ello de la fuerza
propulsora de los sanskaras creados por estas mismas prácticas. En estos casos,
se crean excesivos sanskaras buenos sin que ello suponga la aniquilación del
ego limitado. Aunque las otras formas de apego que queden intactas se anulen
con posterioridad, el ego puede transferirse a estos nuevos sanskaras buenos y
seguir viviendo por medio de ellos.

La necesidad de reajustar los sanskaras

La emancipación no es una cuestión de mera acumulación de virtud; exige un


inteligente reajuste de los sanskaras. Cada centro de consciencia propende
inconscientemente a la emancipación final, la cual consiste en la Realización de
la Verdad, y en la mente existe la tendencia natural a buscar precisamente lo
opuesto que satisfaga la espiritualidad que la situación demanda. Pero no se
trata de un proceso mecánico y automático que pueda quedar librado a sí mismo
y que sea independiente de los esfuerzos inteligentes y acertados que el
aspirante haga. Muy frecuentemente al aspirante le resulta imposible descubrir
lo que realmente necesita, a no ser que tenga buena suerte y cuente con la
infalible ayuda de un Maestro Perfecto, el único que percibe sin equivocarse lo
que exactamente se necesita en un caso específico.

La prisión de lo bueno

Hemos visto que los sanskaras buenos pueden ser el instrumento que dilate
la vida del yo limitado. Cuando una persona se considera buena y no mala, se
dedica a convalidar su propia identificación con aquello de lo cual está
convencida y que es una continuación de su existencia separada, pero en una
nueva forma. En ciertos casos esta nueva casa que el ego construye para sí es
más difícil de desmantelar porque su identificación con lo bueno es a menudo
más completa que con lo malo. La identificación con lo malo es más fácil de
tratar porque, tan pronto percibimos que lo malo es malo, mengua su control
sobre la consciencia. Cuando lo bueno mengua su control, aparece una
dificultad más, puesto que lo bueno parece autojustificarse al compararse
favorablemente con lo malo. Sin embargo, al pasar el tiempo, el aspirante se
cansa de su nueva casa que, a la vez, es una prisión, y después de percibir esto,
renuncia a su existencia separada trascendiendo la dualidad del bien y el mal.

El bien comparado con el mal

El ego permuta la casa en la que se identifica con el mal por la casa en la que
se identifica con el bien porque esta última le brinda una sensación de mayor
amplitud. El aspirante percibe, tarde o temprano, que su nuevo hogar es
también una limitación. Entonces descubre que el proceso tendiente a salir de él
es menos difícil que el de salir de la casa anterior en la que se identificaba con el
mal. La dificultad relacionada con la casa del mal no es tanto percatarse de que
es una limitación sino desmantelarla cuando la percibimos como tal. La
dificultad relacionada con la casa del bien no estriba tanto en desmantelarla
sino en comprender que, de hecho constituye una limitación. Esta diferencia
surge porque los sanskaras animales están más firmemente arraigados debido a
su antiguo origen y prolongada acumulación. Es importante señalar que el bien
ata tanto como el mal, aunque la atadura del bien se desata con más facilidad
después de percibir que es una limitación.

Analogías sobre cómo los sanskaras se superponen

El ego vive por medio de los sanskaras malos o buenos, o mediante una
combinación de sanskaras buenos y malos. Por lo tanto, la consciencia puede
emanciparse de todos los sanskaras o bien haciendo que los sanskaras buenos
equilibren y se superpongan a los malos, o sino haciendo que algunos
sanskaras buenos equilibren y superpongan a los malos, y que algunos
sanskaras malos equilibren y se superpongan a los buenos. Si hay un plato
sucio lo puedes limpiar con jabón y lavarlo con agua. Así es cómo los sanskaras
buenos se superponen a los malos. Ahora bien, si el plato está grasiento, un
modo de quitarle la grasa consiste en cubrirlo con ceniza y después lavarlo con
agua. Las cenizas son una de las cosas que menos grasa tienen en el mundo y,
en un sentido, se contraponen a la grasa, de modo que es fácil limpiar un plato
engrasado cuando le aplicamos ceniza. Esto es semejante a la superposición de
los sanskaras malos sobre los buenos.
La Realización libre de sanskaras y más allá del bien y el mal

Cuando los sanskaras buenos y malos se equilibran y superponen con


exactitud, ambos desaparecen, y el resultado de esto es que lo que queda es la
pizarra limpia de la mente, sin nada escrito en ella y reflejando, por lo tanto, la
Verdad tal como es, sin deformaciones. En el alma nunca hay nada escrito. Los
sanskaras se depositan en la mente, no en el alma. El alma no se empaña jamás,
pero puede reflejar la Verdad solamente cuando la mente es un límpido espejo.
La mente ve al alma cuando desaparecen tanto las impresiones buenas como las
malas. Esto es Iluminación.
Sin embargo la contemplación del alma única por la mente no es lo mismo
que el conocimiento de sí misma del alma, porque el alma no es la mente sino
Dios, que está más allá de la mente. Por consiguiente incluso después de haber
contemplado al alma, la mente tiene que fundirse en el alma para que el alma
pueda conocerse a sí misma como la Verdad. Esto es lo que llamamos
Realización. La mente ha desaparecido, en este estado, junto con todos sus
sanskaras buenos y malos. Este estado ha trascendido a la mente y, por lo
tanto, ha trascendido la diferencia entre lo bueno y lo malo. Desde el punto de
vista de este estado, existe una sola existencia indivisible, caracterizada por
amor, paz, dicha y conocimiento infinitos. La perpetua lucha entre el bien y el
mal ha desaparecido porque no hay bien ni mal, y sólo existe la vida única,
inclusiva e indivisa de Dios.

LA VIOLENCIA Y LA NO-VIOLENCIA

Más allá de las palabras


El ser humano tiende a aferrarse a vocablos estereotipados y permite que
sean éstos los que decidan sus acciones de manera casi mecánica, sin relacionar
estas acciones directamente con la percepción de lo que hay de cierto en esas
palabras. Las palabras tienen su lugar y uso en la vida, pero si la acción ha de
ser inteligente, es imperioso analizar y establecer cuidadosamente lo que dichas
palabras se proponen transmitir. Entre los vocablos que merecen ser analizados,
se destacan por su importancia la violencia y la no-violencia, porque ejercen
una influencia directa sobre las ideologías que plasman no sólo ciertas acciones
sino también el tenor de la vida en su totalidad.

Comprender lo espiritual está más allá de los formulismos

La vida espiritual se basa en la percepción y no en la conformidad mecánica


a las reglas, aun cuando estas reglas se propongan abogar por los valores más
excelsos. Esto implica que el hecho de comprender está más allá de toda
palabra o formulación. Todas las palabras y formulaciones tienden a limitar la
Verdad. Por lo tanto, quienes procuran descubrir el espíritu que subyace en
estas formulaciones, tendrán que lanzarse a tratar de analizar los principios
formulados, y complementar este análisis manteniéndose en constante contacto
con ejemplos concretos extraídos de la vida. Esto es especialmente verdad con
los orientadores principios que se formulan mediante estos conceptos
opuestos: el de violencia y el de no-violencia.

Situaciones representativas

Las palabras violencia y no-violencia, se aplican corrientemente a


situaciones tan distintas en la vida práctica que no es posible llevar a cabo una
exposición completa de sus implicaciones, a no ser que tengamos en cuenta
esas situaciones diversas y las utilicemos como punto de partida. Sin embargo,
lo que esta exposición se propone no es agotar numéricamente todas las
diversidades posibles que estas palabras podrían abarcar. Es suficiente
examinar algunas de las situaciones más representativas. Las siguientes
situaciones, mencionadas a modo de ejemplos, han sido seleccionadas porque
pueden arrojar suficiente luz sobre los valores fundamentales centrados en los
conceptos de violencia y no-violencia.
El caso del hombre que se está ahogando

Situación número 1: Supongamos que un hombre que no sabe nadar ha caído


en un lago, se está ahogando, y cerca hay otro individuo que es buen nadador
y quiere salvarlo. Quien se está ahogando tiende a agarrar desesperadamente a
quien acude en su auxilio, y a menudo se aferra de tal modo que no sólo
imposibilita su salvataje sino que incluso puede hacer que se ahogue quien
acudió en su auxilio. Por eso es probable que quien desee salvar a quien se está
ahogando tenga que propinarle un golpe en la cabeza y dejarlo inconsciente
antes de poder auxiliarlo. En estas circunstancias, el hecho de que golpee a ese
hombre que se está ahogando no puede considerarse en términos de violencia
o no-violencia.

El caso de una operación quirúrgica

Situación número 2: Supongamos que una persona sufre una enfermedad que
sólo puede ser curada mediante una operación quirúrgica. De manera que, a
fin de remediar el sufrimiento del paciente, y también proteger a los demás
para que no contraigan una infección, el cirujano puede tener que extraer la
parte infectada. No podemos considerar que el hecho de hacer una incisión en
el cuerpo con un bisturí sea violencia o no-violencia.

El caso de la nación agresora

Situación número 3: Supongamos que una nación agresiva invade con fines
egoístas a una que es débil, y que otra nación, inspirada únicamente por el
noble deseo de resguardar la integridad de la nación débil, contrarreste con sus
fuerzas armadas esa agresiva invasión. No podemos considerar que luchar en
defensa de la nación débil sea violencia o no-violencia, pero a esto lo podemos
denominar violencia no-violenta.

El caso del perro rabioso


Situación número 4: Supongamos que un perro rabioso anda suelto y es
probable que muerda a algunos escolares, y que el maestro de la escuela lo
mata para proteger a los niños. El hecho de que haya matado al perro rabioso
implica violencia, pero sin que en ella haya odio.

El caso de la no-violencia de los fuertes

Situación número 5: Supongamos que un hombre arrogante, pero débil,


insulta y escupe a otro que es fornido. Y supongamos que el fornido, que tiene
fuerza como para aniquilar al arrogante, no sólo desiste de herirlo sino que
incluso intenta explicarle el mensaje del amor. Esta acción implica no-violencia,
pero se trata de la no-violencia de los fuertes.

Es necesario examinar delicadamente las situaciones

Las tres primeras situaciones antes mencionadas aclaran debidamente que la


cuestión de si una situación implica violencia o no-violencia no puede
determinarse sin abordar muchas consideraciones sutiles y delicadas sobre los
diversos pormenores de la situación y del motivo que provocó la acción. Las
dos últimas situaciones muestran que, incluso en los casos donde la violencia y
la no violencia están implicadas, hay otros ciertos factores que dan un sentido
más allá del corriente a estas palabras “violencia” y “no-violencia”.

Comentarios sobre el caso del hombre que se está ahogando

Un minucioso análisis de la situación número 1 muestra que, aunque ésta


entraña el uso de la fuerza sin el previo consentimiento de la víctima, el motivo
fue salvar a quien se estaba ahogando. La aplicación de la fuerza sin el
consentimiento del hombre sobre el cual fue usada puede denominarse un caso
de violencia. Pero la fuerza se emplea para beneficiar a quien se está ahogando,
sin desear lastimarlo o hacerle daño y, en ese sentido, puede decirse que no es
un caso de violencia. Puede decirse, en estos sentidos especiales, que la
situación entraña violencia y no-violencia respectivamente, pero en el sentido
corriente de las palabras no lo podemos considerar un caso de violencia o no-
violencia.

Comentarios sobre el caso de la operación quirúrgica

La situación número 2 es ligeramente diferente. También aquí se aplica la


fuerza (incluso haciendo una incisión en el cuerpo), la cual es beneficiosa para
el paciente. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el paciente da
previamente su consentimiento para que lo operen. Además, el propósito de la
operación es no sólo proteger al paciente de ulteriores estragos de la
enfermedad, sino también resguardar a los demás para que la infección no se
propague. En este caso, el motivo por el que se aplica la fuerza es beneficiar
indistintamente tanto al paciente como a muchas otras personas que pudieran
estar en contacto con él. Puesto que el propósito no es hacer daño, la aplicación
de la fuerza no implica violencia en el sentido corriente. Tampoco podemos
considerarla como no-violencia, pues se trata de un claro caso en el que se
efectúa una incisión en una parte del cuerpo.

Comentarios sobre el caso de la nación agresora

La situación número 3 es también muy interesante e instructiva. En este


caso, la lucha implica oponer resistencia a la agresión, no con motivos egoístas
o intereses personales, sino con el solo propósito de defender a la nación más
débil. Como resultado de esto, la nación agresora puede sufrir muchos daños e
incluso ser destruida, y el uso de la fuerza no es sólo sin su previo
consentimiento sino también contra su voluntad deliberada y consciente. Ni
siquiera en esta situación tenemos un caso claro de violencia. A pesar de los
daños y perjuicios implícitos, la aplicación de la fuerza no es sólo por el bien de
la nación más débil, que es la víctima, sino también, en un sentido muy
importante, por el bien de la nación agresora propiamente dicha, porque
mediante la resistencia que encuentra a su agresión, se cura poco a poco de su
debilidad o enfermedad espiritual, o sea, de su propensión a invadir y explotar
a las naciones más débiles. Esta violencia realmente no es violenta y también se
denomina violencia no-violenta.
Una comparación entre la nación agresora
y la operación quirúrgica

El caso de la lucha contra una nación agresora es muy similar al de la


operación quirúrgica en una zona del cuerpo infectada. En el caso de la lucha
con la nación agresora, el bien de la nación más débil aparece como el resultado
primario, y el bien de la nación agresora (contra la cual se ejerce la fuerza)
aparece como el resultado secundario. En el caso de la operación quirúrgica, el
bien del paciente (sobre el cual se ejerce la fuerza) aparece como el resultado
primario, y el bien de los demás aparece como el resultado secundario. Pero
sólo se trata de una diferencia menor en cuanto al beneficio, y cuando
analizamos y comparamos cuidadosamente las dos situaciones, descubrimos
que ambas promueven por igual el bien del blanco al que la fuerza apunta, al
igual que el bien de muchos otros involucrados en la situación.

Defender a los débiles es una forma de servicio desinteresado

La defensa de los débiles es una forma importante de servicio desinteresado,


y constituye una parte del karma-yoga. Cuando el uso de la fuerza es necesario
para este propósito, resulta completamente justificado como instrumento
indispensable para obtener el objetivo deseado. Pero cualquier lucha que se
emprenda para defender a los débiles debe carecer de toda motivación egoísta
u odio si ha de ser netamente importante en lo espiritual. Es similar al caso de
un hombre que defiende a una mujer que es atacada por otro individuo con
viles propósitos, salvando así la honra y la vida de la mujer, corrigiendo al
atacante, castigándolo y haciendo que se arrepienta.

Comentarios sobre los casos del perro rabioso


y la no-violencia de los fuertes

La situación número 4 es claramente un caso de violencia. Sin embargo, está


justificada porque en ella no hay odio y porque su propósito es promover el
bien mayor de los niños que podrían ser atacados por el perro rabioso. El caso
del hombre fornido que reprende en lugar de tratar de vengarse (situación
número 5) implica no-violencia, pero no es un caso de inacción. No implica
pasividad ni debilidad, sino fortaleza y verdadera acción creadora e
impersonal. Se trata de la no-violencia de los fuertes.

El entendimiento espiritual
por encima de las reglas exige amor divino

El minucioso análisis y comparación de las diversas situaciones comentadas


ponen de manifiesto el hecho de que los asuntos que atañen a la violencia y la
no-violencia –su justificación o no, y la evaluación de su verdadero valor o
ausencia de éste– no pueden decidirse mediante cualquier enunciación formal
de una norma universal. Entrañan muchos problemas e implicaciones
espirituales delicadas. Una correcta comprensión de la importancia de la
violencia y la no-violencia en el esquema de los valores espirituales exige una
verdadera percepción del significado del propósito de la existencia. Por lo
tanto, la acción no ha de gobernarse por medio de cualquier slogan (por
altisonante que sea) basado meramente en ideas incompletas e insuficientes
acerca de la violencia y la no-violencia. La acción debe ser una consecuencia
espontánea del amor divino, el cual está por encima de la dualidad, y de la
comprensión de lo espiritual, la cual está por encima de las reglas.

VIOLENCIA Y NO-VIOLENCIA:
UNA EXPLICACIÓN MÁS AMPLIA

La no-violencia

I
La no-violencia pura y simple
(basada en el amor divino)
Aquí uno ve a todos como su propio Ser, y está más allá de la amistad y la
enemistad. Ni un solo pensamiento de violencia ingresa en su mente en
circunstancia alguna.

II
La no-violencia de los valientes
(basada en el amor puro e ilimitado)

Esto se aplica a aquellos que aunque no sean uno con todos mediante la
Realización, no consideran a nadie como su enemigo. Incluso procuran
persuadir al agresor por medio del amor, y renuncian a su propia vida si los
atacan, y esto no por miedo sino por amor.

La violencia

III
La violencia no-violenta
(basada en el amor ilimitado)

La violencia que se ejerce solamente para defender a los débiles, en cuyo


caso no se trata de defensa personal ni de motivaciones personales.

IV
La violencia sin motivos egoístas
(basada en el amor humano limitado)

En este caso, la defensa se ejerce en defensa propia cuando la persona es


atacada traicioneramente y no tiene otros motivos egoístas. Por ejemplo,
defendemos a nuestra madre cuando un hombre lujurioso está a punto de
mancillar su honra. Asimismo, cuando está en juego el honor de una nación y
los enemigos la atacan, los desinteresados esfuerzos que ella hace para
defenderse son violencia desinteresada.

V
La no-violencia de los cobardes
(basada en una debilidad sin límites de carácter y mente)
Pertenecen a esta clase quienes no oponen resistencia a una agresión porque
tienen miedo, y por ninguna otra razón.

VI
La violencia egoísta
(basada en odio y lujuria)

Se denomina violencia egoísta cuando un individuo o una nación ejerce la


violencia para tener poder, ganancias egoístas, etcétera.

No-violencia pura y simple significa amor infinito. Es la meta de la vida. El


aspirante es uno con Dios cuando alcanza este estado de puro Amor Infinito.
Para llegar a esta meta debe haber un intenso anhelo, y el aspirante que lo
tenga tiene que empezar la práctica denominada no-violencia de los valientes a
fin de concretar el estado supremo. Esto se aplica a quienes –aunque sin ser
uno con todo mediante la Realización– no consideran a nadie su enemigo. Ellos
incluso procuran persuadir al agresor por medio del amor, y ofrendan sus
vidas si los atacan, no por temor sino por amor.
Como ya lo hemos indicado, la no-violencia de los valientes la pueden
practicar quienes anhelan intensamente alcanzar el estado supremo. Este anhelo
no ha de encontrarse entre las masas. Por lo tanto, si el propósito es inducir a las
masas a que practiquen la no-violencia pura, lo primero que se necesita es
prepararlas para la no-violencia de los valientes. Para alcanzar este objetivo de
una manera práctica es preciso motivarlos a observar primero el principio de la
violencia no-violenta, o sea, la violencia que se ejerce únicamente para defender
a los débiles sin ninguna clase de motivos egoístas.
En tiempos de guerra, cuando las masas son tomadas por sorpresa, no están
dispuestas a escuchar que les aconsejen tener un intenso anhelo de alcanzar la
meta suprema de la vida.
El único modo práctico de guiarlas finalmente hacia la meta consiste en
empezar a inculcarles el principio de la violencia no-violenta y después,
presentarles poco a poco el principio de la no-violencia de los valientes. Un
intento prematuro de presentar, en tiempo de guerra, la no-violencia de los
valientes entre las masas que no estén preparadas, no sólo fracasará sino que
también se correrá el grave peligro de introducir la fatal no-violencia de los
cobardes, o sea, las masas no opondrán resistencia a la agresión simplemente
por temor y no por otra razón.
A las masas también se las puede educar y conducir hacia la no-violencia de
los valientes induciéndolas a que se atengan a los principios de la violencia sin
motivos egoístas en lugar de atenerse a los principios de la violencia no-
violenta. La violencia sin motivos egoístas se ejerce en defensa propia cuando a
uno lo atacan traicioneramente. No debe permitirse que otros motivos egoístas
justifiquen la violencia. De manera que, por ejemplo, cuando un individuo
lujurioso está a punto de mancillar la honra de nuestra madre y la defendemos
recurriendo a la violencia, se dice que nos hemos atenido a los principios de la
violencia sin motivos egoístas. De manera parecida, cuando está en juego el
honor de una nación y los enemigos la están atacando, los esfuerzos que la
nación haga sin motivos egoístas para defenderse, serán violencia
desinteresada. Al existir un dejo de egoísmo (pues se trata de nuestra propia
madre), el amor que aquí se exprese será un limitado amor humano.
Como ya fue indicado, la no-violencia de los cobardes es fatal. Lo mismo
ocurre con la violencia egoísta, o sea, violencia por motivos egoístas por parte
de individuos o naciones a fin de obtener poder u otros fines egoístas.
Por consiguiente, veremos que, mientras la no-violencia pura y simple es la
meta de la vida, esta meta han de alcanzarla los individuos que busquen a Dios
ateniéndose a la no-violencia de los valientes. Las masas sin el intenso anhelo
requerido para ser uno con Él, han de ser conducidas poco a poco hacia esta
meta mediante los principios de la violencia no-violenta o los de la violencia
sin motivos egoístas, según sean las circunstancias. En conclusión, debe
entenderse muy claramente que la violencia no-violenta y la violencia sin
motivos egoístas son meros medios para alcanzar la meta de la vida, a saber, la
no-violencia pura y simple, o el Amor Infinito. No se deben confundir los
medios ni mezclarlos de manera alguna con la meta propiamente dicha.
El motivo y el resultado se juzgan siempre por la aceptación general de si
son buenos o malos. Por ejemplo, tanto la no-violencia de los valientes como la
no-violencia de los cobardes son no-violencia. Sin embargo, desde el punto de
vista de la fuerza que las motiva, la no-violencia de los valientes nace del amor
y la no-violencia de los cobardes nace del temor, el cual es lo opuesto al amor.
Como no-violencia, no son principios opuestos, pero sus motivaciones son
infinitamente opuestas entre sí. El motivo detrás de la no-violencia de los
valientes consiste en perder la propia vida para ganar el Amor Infinito, pero el
motivo de la no-violencia de los cobardes es para salvar su propia vida, lo cual
merece infinito desprecio. Por lo tanto, a la no-violencia de los cobardes la
catalogamos como “ausencia de amor”, mientras que a la de los valientes la
ubicamos bajo el título de “amor”.
A la violencia no-violenta no la catalogamos como amor sino como “deber”
cumplido sin motivos egoístas, en favor de los demás, de acuerdo con el
karma-yoga; finalmente este deber se vincula con amor ilimitado, pero
motivado por amor humano.
La diferencia entre las dos fuerzas opuestas no puede eliminarse, pero
puede ocurrir que una fuerza transforme a la otra cuando se la expresa
acertadamente por los canales adecuados. Una alimentación dada
equivocadamente se convierte en veneno, mientras que un veneno (como la
estricnina) administrado en pequeñas cantidades, como tónico, se transforma
en alimento para los nervios. Aunque el alimento como sustancia no se
transforma en veneno y viceversa, la acción y resultado son modificados de
acuerdo a su uso.

LA ACCIÓN Y LA INACCIÓN

Las formas y ceremonias son vías inertes en el sendero

Toda acción, excepto aquélla que está inteligentemente direccionada a llegar


a la realización de Dios, le crea una atadura a la consciencia. Toda acción no
sólo expresa la ignorancia acumulada sino que también se suma a ésta.
Tanto las fórmulas y ceremonias religiosas como los rituales y preceptos de
diferentes credos e instituciones espirituales, tienden a alentar el espíritu del
amor y la adoración. Como tales son útiles hasta cierto punto al desgastar el
caparazón del ego en el que la consciencia humana está atrapada. Pero si nos
atenemos a todo aquello de manera irreflexiva y mecánica, entonces el espíritu
del amor y la adoración que sentimos interiormente se marchitan. Con eso
solamente habrán logrado endurecer el caparazón del ego en vez de
desgastarlo.
Por lo tanto, los rituales y ceremonias no pueden llevar muy lejos al hombre
por el sendero espiritual, y si se atiene a ellos irreflexivamente, le crean tantas
ataduras como cualquier otra acción poco inteligente. Puesto que carecen de
vida y significado interiores, podría decirse que son incluso más peligrosos que
cualquier otra forma de acción irreflexiva porque el hombre se atiene a ella
creyendo que son útiles para que realice a Dios, mientras que en realidad
distan de ser útiles. Las formas y ceremonias muertas resultan desvíos en el
sendero a causa de este elemento ilusorio autocreado. Con frecuencia, por
mera costumbre, el hombre se apega a estas formas externas de cuyo valor
imaginario no puede desencantarse, salvo mediante intenso sufrimiento.

La vida procura librarse de los enredos que ella misma se crea

La inacción es preferible, en muchos sentidos, a la acción irreflexiva, pues al


menos tiene el mérito de no crear más sanskaras y complicaciones. La acción
buena y correcta incluso crea sanskaras y tiende a sumar más complicaciones a
las ya creadas por acciones y experiencias del pasado. Toda vida es un esfuerzo
para librarse de los enredos que ella misma se ha creado. Es una lucha
desesperada para terminar con lo que hizo por ignorancia y desprenderse de la
carga acumulada en el pasado, a fin de rescatarse de los escombros que quedan
por una serie de temporarios logros y fracasos. La vida procura desenrollar los
sanskaras limitativos del pasado y liberarse de los laberintos que ella misma ha
construido, para que sus ulteriores creaciones broten directamente del corazón
mismo de la eternidad y tengan el sello de una libertad sin estorbos y de la
intrínseca riqueza de la existencia, la cual nada sabe de limitaciones.

La inacción suele ser una etapa necesaria

La acción que ayuda a llegar a Dios es verdaderamente inteligente y


espiritualmente fructífera porque libera de la esclavitud. Es la segunda
respecto de la acción que brota espontáneamente del estado mismo de
realización de Dios. Todas las demás formas de acción (por buenas o malas, o
por eficaces o ineficaces que sean desde el punto de vista propio de este
mundo) contribuyen a la esclavitud y son inferiores a la inacción. La inacción
es menos útil que la acción inteligente, pero es mejor que la acción irreflexiva,
pues equivale a no hacer lo que hubiera creado una atadura. Con frecuencia se
pasa de la acción irreflexiva a la acción inteligente (o sea, del karma que ata al
karma que no ata) mediante la inacción. Ésta es la característica de la etapa en
la que la acción irreflexiva se detuvo debido a una duda crítica, pero la acción
inteligente aún no comenzó porque no surgió el impulso adecuado. Esta clase
especial de inacción, que desempeña su rol en el avance por el sendero, de
ningún modo ha de confundirse con la inacción corriente, que brota de la
inercia o del miedo de vivir.

LA PERFECCIÓN

Los dos tipos de perfección

Con el fin de tener una idea amplia sobre lo que la perfección implica, es
necesario clasificarla en dos categorías. Está la Perfección espiritual, que
consiste en la Realización interior de un estado trascendente de consciencia
más allá de la dualidad. Y también está la perfección como se la expresa y ve en
el campo de la dualidad. Toda la existencia que se relaciona con esta última, y
que forma parte del múltiple mundo manifiesto, admite grados. Y cuando nos
interesamos por la perfección como la vemos en este mundo manifiesto,
descubrimos que, como las demás cosas sujetas a la dualidad, también admite
grados. Lo bueno y lo malo, la debilidad y la fortaleza, y el vicio y la virtud,
son todos opuestos dentro de la dualidad. De hecho, todos estos aspectos son,
en distintos grados, expresiones de la Realidad única.

En la dualidad sólo existe una perfección relativa

De manera que el mal no es totalmente mal sino que es el bien en su grado


más bajo, la flaqueza no es mera incapacidad sino fortaleza en su grado más
bajo, y el vicio no es netamente vicio sino virtud en su grado más bajo. En otras
palabras, el mal es el mínimo nivel del bien, la flaqueza es el mínimo nivel de
la fortaleza, y el vicio es el mínimo nivel de la virtud. Todos los aspectos de la
dualidad tienen un nivel mínimo y otro nivel máximo, con todos sus grados
intermedios, y la perfección no es una excepción en esto. La humanidad se
halla incluida, en su totalidad, en los dos extremos de perfección e
imperfección, y tanto aquélla como ésta son cuestiones esencialmente
comparables y contrastables, y de existencia relativa. La perfección en el campo
de la dualidad es solamente perfección relativa. Se nos muestra como
perfección solamente cuando la comparamos con la imperfección.

La Perfección espiritual se diferencia de la excelencia

Cuando la perfección tiene que ver con la dualidad, consiste en la excelencia


de algún atributo o capacidad. En este contexto, la perfección en un aspecto no
incluye necesariamente a la perfección en otros aspectos. Por ejemplo, quien es
perfecto en ciencias, tal vez no lo sea en canto, o quien es perfecto en canto, tal
vez no lo sea en ciencias. La excelencia puede mostrarse, en un sentido, incluso
en los crímenes. Cuando se comete un asesinato de tal manera que no queda
una sola pista para encontrar al asesino, a eso se lo denomina crimen perfecto.
Entonces, hasta en caso de crímenes o pecados existe una suerte de perfección.
Sin embargo, a esta clase de perfección, que consiste en la excelencia de una
cualidad o capacidad, hay que distinguirla cuidadosamente de la Perfección
espiritual, la cual no se encuentra en el campo de la dualidad.
Todos los distintos tipos de excelencia que caracterizan a la dualidad se
encuentran en el campo del intelecto, pues es fácil formarse una idea de esta
excelencia por extensión (en la imaginación) de algo bueno que descubrimos
dentro de la limitada experiencia de la vida diaria. La Perfección que pertenece a
las almas espiritualmente realizadas, no se encuentra en el campo de la dualidad
y, como tal, está enteramente más allá del campo del intelecto. No tiene paralelo
en el campo de la dualidad. Cuando alguien es espiritualmente perfecto, sabe
que nada más que Dios existe, y que lo que aparentemente existe en el campo de
la dualidad y es capaz de ser captado por el intelecto es solamente ilusión. Para
los seres espiritualmente perfectos, Dios es la única Realidad. La ciencia, el arte,
la música, la flaqueza, la fortaleza, y el bien y el mal son nada para él, sólo
sueños. Su perfección consiste en el conocimiento de la Existencia única e
indivisible.
La Perfección espiritual contiene todas las formas de excelencia

Cuando un ser espiritualmente perfecto quiere usar todo su conocimiento y


poder, su objetivo es siempre la elevación espiritual de otras almas. Lo que él
conoce de los demás no se basa en lo que ellos expresan. El pensamiento surge
primero y es expresado luego en palabras. Puesto que él conoce directamente
la mente de todos, no depende de la expresión del pensamiento. Para él, las
palabras son innecesarias, si quiere saber algo antes de que se manifieste,
puede hacerlo, pero sólo procederá así cuando sea necesario por razones
espirituales. De la misma manera puede mostrarlo sin dificultad alguna si
quiere revelar la excelencia en cualquier otro tema. En la Perfección espiritual
está latente toda clase de excelencia.
Krishna, como el Avatar, era no sólo espiritualmente perfecto sino también
la Perfección personificada. También era perfecto en todas las cosas. Si hubiera
querido, podría haberse manifestado como un borracho perfecto, un pecador
perfecto, un malhechor perfecto o un asesino perfecto, pero eso habría
escandalizado al mundo. Aunque poseía perfección en todos los aspectos, no
necesitaba exhibirla para cumplir su misión.
Los seres espiritualmente perfectos pueden exhibir una excelencia suprema
en cualquier modo de vida que necesiten adoptar para elevar espiritualmente a
otras almas, pero no lo hacen con el mero propósito de mostrarse perfectos.
Esta excelencia no la usan para satisfacer la curiosidad de los demás sino
únicamente cuando es espiritualmente necesario. Ellos utilizan esta excelencia
con total desapego. Así como una persona con guantes puede tocar toda la
suciedad del mundo sin ensuciarse, un ser espiritualmente perfecto puede
dedicarse a una actividad de carácter universal sin quedar atado a ella.

La Perfección espiritual debe ser multifacética

La Perfección espiritual consiste en el pleno desarrollo de todos los aspectos


de la personalidad, de modo que debe ser multifacética. Perfección en un
aspecto de la personalidad no es Perfección sino el desproporcionado
desarrollo de una facultad o capacidad que se traduce en la falta de ductilidad
o incapacidad para adaptarse a las constantemente cambiantes y
numerosísimas vicisitudes de la vida. Esta persona no puede mantener a la
mente en constante equilibrio mientras se mantiene a la par de los rápidos
cambios de la vida. El individuo es provisoriamente feliz y disfruta la
sensación de estar en armonía con el mundo si se trata de un ambiente que, por
su naturaleza, hace posible el uso de la facultad que él ha desarrollado. Pero si
se encuentra en un ambiente hostil en el que esa facultad es inadecuada,
entonces se considera un fracasado y su equilibrio se altera.
Por lo tanto, la Perfección implica perfección en todos los aspectos.

La Perfección incluye a los opuestos y los trasciende

Si tratas de comprender la naturaleza de la Perfección mediante un criterio


fijo (que implique un opuesto), con seguridad la limitarás y, de esta manera, no
lograrás comprender su significado real. La Perfección incluye a los opuestos y
los trasciende; por lo tanto, un hombre Perfecto no está sujeto a reglas ni a
ideales limitados. Está más allá del bien y el mal, pero su ley provee buenas
recompensas a los buenos, y paga con la misma moneda a los malos.
Krishna demostró a Arjuna, quien era su devoto, que el hecho de que
produjera la aniquilación física y mental de los viles Kauravas tenía por objeto
su salvación espiritual. La Perfección puede ponerse de manifiesto con la acción
de matar como con la de salvar, de acuerdo a las exigencias espirituales de la
situación.
El corazón del Ser Perfecto es, a la vez, tan blando como la manteca, y tan
duro como el acero. La Perfección no limita su expresión a ninguno de los
opuestos ni excluye la posibilidad de poder expresarse por lo opuesto. Puede
expresarse mediante los opuestos según la lógica que la situación implique. Por
este motivo, la Perfección trasciende los opuestos y es capaz de dar en la vida
una respuesta racional a todas las situaciones posibles. Procura una perfecta
adaptabilidad sin renunciar al punto de vista de la Verdad, y asegura
inquebrantable paz y sensación de armonía en medio de distintas situaciones, lo
cual puede ser desconcertante para quienes no lograron un desarrollo integral.

El desarrollo pleno de la razón humana

Los opuestos limitan las actividades humanas y la Perfección las trasciende.


Sin embargo, no deberíamos imaginar que la Perfección carece de elementos
humanos. Cuando los seres humanos son desdichados, a menudo se ríen para
que ellos mismos y los demás se sientan felices. Pero ni siquiera un Ser
Perfecto, que es eternamente dichoso, carece del sentido del humor. En otras
palabras, la Perfección no consiste en ser inhumano sino superhumano; es el
completo desarrollo de lo racional implícito en la humanidad.

La Perfección es hombre que deviene Dios


o Dios que deviene hombre

La Perfección no pertenece a Dios como Dios, ni al hombre como hombre. La


Perfección es alcanzada cuando el hombre deviene Dios o cuando Dios se
vuelve hombre. El ser finito, que es consciente de su finitud, carece
evidentemente de Perfección, pero cuando es consciente de ser uno con el
Infinito, entonces es perfecto. Eso es lo que sucede cuando el hombre renuncia
a la ilusión de su finitud y llega a la Deidad realizando su divinidad. Si con
Infinito se entiende lo opuesto a lo finito o lo que está separado de lo finito y
que, necesariamente es diferente de lo finito, este Infinito sería limitado por ser
incapaz de afirmarse en y a través de lo finito. En otras palabras la Perfección
no puede pertenecer a ese Infinito. Por lo tanto, lo Infinito tiene que descubrir
su existencia ilimitada en y a través de lo finito, sin que este proceso lo limite.
La Perfección de Dios sólo se revela cuando Él se manifiesta a Sí Mismo
como hombre. El Avatar es el descenso consciente de Dios en la limitada forma
humana. Éste es otro caso de Perfección. De modo que tenemos Perfección
cuando lo finito trasciende sus límites y realiza su infinitud, o cuando lo Infinito
renuncia a su supuesto distanciamiento y se convierte en hombre. En ambos
casos, lo finito y lo Infinito no se excluyen. Tenemos Perfección cuando existe
una radiante y consciente combinación de lo finito y lo Infinito. Entonces
tenemos a lo Infinito revelándose por medio de lo finito sin limitarse por eso, y
a lo finito trascendiendo su sentido de limitación con pleno conocimiento de
que en realidad es la revelación de lo Infinito.
LA VIDA DEL ESPÍRITU

El verdadero karma-yoga

Los aspectos materiales y espirituales de la existencia se hallan


apropiadamente regulados en el verdadero karma-yoga, o vida de la acción
perfecta. En este tipo de vida la consciencia no se encuentra encadenada por las
cosas mundanas y materiales, pero al mismo tiempo, no puede evadirse de la
existencia cotidiana. A la mente no se le permite sumirse en la vida material y
sus apremiantes quereres, y tampoco en la dicha espiritual. Se la usa para que
encare y resuelva los problemas de la vida desde el punto de vista del
entendimiento espiritual.

La materia es un instrumento dúctil


para que el espíritu se exprese

No se logra regular apropiadamente los aspectos materiales y espirituales de


la vida dándoles igual importancia, ni sacando algo de los materiales y otro
tanto de los espirituales, y luego, equilibrando ambos. El espíritu debe tener, y
siempre tendrá, inviolable primacía sobre la materia; sin embargo, esta
primacía no se expresa eludiendo o rechazando a la materia sino más bien
usándola como un vehículo adecuado para que el espíritu se exprese. La
materia inteligentemente ajustada tiene que cumplir el papel de instrumento
dúctil para que el espíritu se manifieste, y de ningún modo se volverá un
obstáculo en el ejercicio de sus propios derechos. Así como un instrumento
musical es valioso sólo si expresa la canción del músico que la ejecuta, y se
convierte en obstáculo si no se subordina por completo, de igual modo la
materia es valiosa si expresa libre y adecuadamente la creatividad de la vida, y
se convierte en un obstáculo si interfiere en ella.

La espiritualidad no exige rechazo


sino subordinación por parte de la materia
La materia tiende a creerse importante debido a las innumerables cosas que
la mente desea con vehemencia. El vino es todo para el ebrio, acumular dinero
es sumamente importante para el codicioso, y andar en busca de sensaciones es
el fin supremo de la existencia para el licencioso. Estos ejemplos muestran
cómo la materia, mediante los distintos deseos de la mente, se torna
indebidamente obstructiva y pervierte las expresiones del espíritu. El modo de
restaurar la dignidad del espíritu no consiste en rechazar la materia sino en
usarla para el servicio de las exigencias del espíritu.
Esto es posible solamente cuando el espíritu está libre de todo deseo y es
plenamente consciente de su verdadera jerarquía. Una vez que logra esto,
aunque el individuo posea bienes materiales, éstos no lo atraparán. Cuando sea
necesario puede usarlos como un medio para la vida del espíritu, sin que éstos
lo seduzcan ni se inquiete por ellos. Se da cuenta de que los bienes materiales
en sí mismos no constituyen el significado real de la vida. Vive en el medio
ambiente material y social sin verse afectado por ellos y, al estar desapegado,
es capaz de convertirlos en vida espiritual.

La libertad de espíritu se expresa


teniendo dominio sobre la materia

No hay fases de la vida que no puedan ser utilizadas para la expresión de la


divinidad una vez que se logra el correcto ajuste del espíritu con la materia. Ya
no hay necesidad de evadirse de la vida cotidiana y sus complicaciones.
Libertad negativa es aquélla en la que se procura liberar al espíritu evitando el
contacto con el mundo y retirándose a una cueva o a la montaña. Este retiro
tiene sus ventajas cuando es temporal y se propone asimilar las experiencias
propias del mundo y desarrollar el desapego. Entonces brinda un tiempo de
respiro en la carrera de la vida. Pero cuando este retiro se basa en temor al
mundo y falta de confianza en el espíritu, entonces dista de ser útil para
alcanzar la libertad real. La libertad real es esencialmente positiva y debe
expresar un dominio sin trabas del espíritu sobre la materia. Ésta es la
verdadera vida del espíritu.

La espiritualidad abarca la totalidad de la vida


La vida del espíritu es la expresión de la Infinitud y, como tal, no conoce
límites artificiales. La verdadera espiritualidad no ha de confundirse con el
exclusivo entusiasmo por una moda. No le interesan los “ismos”. Cuando las
personas buscan la espiritualidad independientemente de la vida, como si no
tuviera nada que ver con el mundo material, su búsqueda es fútil. Todos los
credos y cultos tienden a hacer hincapié en alguna parte fragmentaria de la
vida, pero la verdadera espiritualidad tiene una perspectiva total. La esencia de
la espiritualidad no consiste en un interés especializado o estrecho por alguna
parte imaginaria de la vida, sino en determinada actitud iluminada respecto de
todas las distintas situaciones que predominan en la vida. Abarca e incluye a la
vida en su totalidad. Todas las cosas materiales de este mundo pueden ser
subordinadas al juego divino, y cuando se subordinan así, se convierten en
auxiliares para la autoafirmación del espíritu.

El cuerpo no es necesariamente un obstáculo


para la vida espiritual

El valor de las cosas materiales depende del papel que representan en la


vida del espíritu. No son buenas ni malas en sí mismas. Son buenas o malas de
acuerdo a si ayudan o impiden que la divinidad se manifieste por medio de
ellas. Tomemos por ejemplo el lugar que ocupa el cuerpo físico en la vida del
espíritu. Es un error establecer una antítesis entre “carne” y “espíritu”. Este
contraste termina casi inevitablemente en una injustificada condena del
cuerpo. El cuerpo obstruye la realización espiritual sólo si se lo consiente en los
reclamos que considera propios. Se entiende acertadamente que la función que
le corresponde es la de auxiliar a los propósitos espirituales.
El jinete necesita un caballo si tiene que librar una batalla, aunque el animal
sea un impedimento si se niega a someterse por completo a la voluntad de
aquél. Del mismo modo, el espíritu necesita revestirse con materia si ha de
tomar plena posesión de sus posibilidades, aunque el cuerpo pueda a veces ser
un obstáculo si se niega a satisfacer los requerimientos del espíritu. Si el cuerpo
cede ante los reclamos del espíritu, como debería hacerlo, entonces
instrumenta el descenso del reino de los cielos a la tierra. Se convierte en un
vehículo que liberará la vida divina, y cuando se subordina a este propósito,
entonces podrá denominárselo acertadamente el templo de Dios en la tierra.
La ciencia, el arte y la política
pueden estar al servicio de fines espirituales

Puesto que el cuerpo físico y demás cosas materiales pueden ser utilizados
para la vida del espíritu, la verdadera espiritualidad no adopta actitudes
hostiles contra ellos sino que procura expresarse en y por medio de los
mismos. De manera que un ser perfecto no desdeña las cosas bellas o las obras
de arte, ni los alcances de la ciencia y los logros de la política. Las cosas bellas
pueden degradarse convirtiéndose en objetos del deseo o de los celos, y en
posesividad exclusiva; y las obras de arte suelen ser usadas para incrementar y
explotar el egoísmo y otras debilidades humanas. Los logros de la ciencia
pueden ser usados para destrucción mutua, como ocurre en las guerras
modernas; y el fervor político sin visión espiritual puede perpetuar el caos
social e internacional. Sin embargo todas estas cosas pueden ser correctamente
empleadas y ser aptas para la espiritualidad. Las cosas bellas pueden
convertirse en fuente de pureza, felicidad e inspiración; y las obras de arte
pueden ennoblecer y elevar la consciencia de la gente. Los logros de la ciencia
pueden redimir a la humanidad de innecesarios sufrimientos y discapacidades;
y la acción política puede ser un medio para establecer una real fraternidad
entre los humanos. La vida del espíritu no consiste en rehuir los ámbitos de la
existencia propios de este mundo, sino en reclamarlos para el propósito divino,
lo cual es poner al amor, la paz, la felicidad, la belleza y la Perfección espiritual
al alcance de todos.

Desapego no significa indiferencia

Sin embargo, quienes vivan la vida del espíritu deberán permanecer


desapegados en medio de las cosas de este mundo, sin mostrarse fríos e
indiferentes con ellas. No hay que confundir desapego con falta de aprecio. El
desapego no sólo es compatible con la verdadera evaluación de las cosas sino
que es su condición misma. Los deseos crean sensaciones ilusorias e impiden
una percepción acertada. Nutren obsesiones y sustentan un sentimiento de
dependencia respecto de los objetos externos. El desapego promueve una
comprensión correcta y facilita la percepción del verdadero valor de las cosas
sin hacer que la consciencia dependa de las cosas externas.
Ver las cosas como son es comprender lo que realmente significan como
partes de la manifestación de la Vida Única, y ver a través del velo de su
multiplicidad aparente es estar libre de la insistente obsesión de las cosas
imaginariamente aisladas y exclusivas. A la vida del espíritu se la ha de
descubrir en una comprensión abarcativa que esté libre de apegos y con una
valoración libre de complicaciones. Es una vida de libertad positiva en la que se
infunde el espíritu a la materia, a través de la cual resplandece sin someterse a
ninguna imposición por parte de ésta.

La verdadera espiritualidad todo lo incluye

Las cosas y sucesos de esta vida terrena sólo nos resultan extraños hasta que
se sumergen en la creciente ola de la espiritualidad que todo lo incluye. Una
vez que encuentran su sitio en el esquema de la existencia, vemos que cada
uno de ellos participa en la sinfonía de la creación. Entonces la expresión de la
espiritualidad no necesita un campo separado o exclusivo para manifestarse, y
no se degrada porque se preocupe por las necesidades físicas, intelectuales y
emocionales corrientes de la gente. La vida del espíritu es una existencia
unificada e integral que no admite compartimentos separados o inconexos.

El amor divino es una respuesta creativa y dinámica al entorno

La vida del espíritu es una incesante manifestación del amor divino y del
entendimiento espiritual, y estos dos aspectos de la divinidad son
universalmente irrestrictos e irrefutablemente inclusivos. De manera que el
amor divino no necesita hallarse especialmente en determinado contexto para
hacerse sentir. No tiene necesidad de aguardar algunos extraordinarios
momentos para expresarse, ni está a la mira de algunas tristes situaciones con
cierto sabor de santidad. Encuentra su expresión en cualquier incidente y
situación, que muy bien podría pasar inadvertida para una persona no
iluminada por creer que es demasiado insignificante como para merecer su
atención.
El amor humano corriente sólo se manifiesta en condiciones adecuadas. Es
una respuesta a ciertas clases de situaciones y se relaciona con ellas. Pero el
amor divino, que brota de la fuente interior, es independiente de los estímulos.
Por lo tanto, se manifiesta incluso en circunstancias que quienes sólo han
probado el amor humano podrían considerar desfavorables. Si quienes rodean
a un Maestro Perfecto carecen de felicidad, belleza o bondad, precisamente
estas cosas le dan al Maestro una oportunidad para derramar sobre ellos su
amor divino y redimirlos de su estado de pobreza material o espiritual. Sus
respuestas diarias a su entorno terrenal se convierten en expresiones de la
divinidad dinámica y creadora, la cual se esparce, y espiritualiza todo aquello
en lo cual posa su mente.

El entendimiento espiritual no nace de una ciega imitación

El entendimiento espiritual, que es el aspecto complementario de la vida del


espíritu, debe diferenciarse de la sabiduría propia del mundo, la cual es la
quintaesencia de las convenciones de éste. La sabiduría espiritual no consiste
en aceptar sin cuestionamientos los hábitos de este mundo, los cuales son casi
siempre el efecto colectivo de las acciones de personas materialistas. La gente
mundana considera que algo es correcto y lo juzga apropiado para personas de
similares inclinaciones. Por eso, seguir ciegamente las convenciones no asegura
necesariamente una acción sabia. La vida del espíritu no puede consistir en una
vida de imitación indiscriminada, y debe basarse en el verdadero
entendimiento de los valores.

EL SERVICIO DESINTERESADO

El karma-yogi evita tanto la actividad caótica como la inacción

El karma-yogi evita tanto la actividad caótica de los deseos egoístas como la


aparente inacción de no querer nada. Lleva una vida de servicio desinteresado,
sin la más leve mezcla de motivaciones personales y fomenta la manifestación
de la divinidad en todas las fases de la vida. Es muy importante que al servicio,
aunque totalmente desinteresado, lo guíe el entendimiento espiritual, pues
cuando al servicio desinteresado se lo maneja irreflexivamente, suele crear caos
y complicaciones. Muchas personas buenas están incesantemente activas en
causas públicas a través de instituciones sociales. ¿Pero adónde conduce esa
actividad? Por cada problema resuelto crea, a menudo, otros diez más que son
consecuencias imprevistas e incontrolables de tal actividad. La gente mundana
trata de contrarrestar el mal oponiéndose a él, pero al hacerlo, a menudo se
convierte inconscientemente en autora de otros males.

El servicio irreflexivo crea caos y complicaciones

Supongamos que un grupo de hormigas subió por el cuerpo de un


individuo, y una de ellas lo picó. Es probable que, instintivamente, él quisiera
castigarla matándola, pero en caso de golpearla con las manos, al hacerlo
podría matar a muchas otras hormigas que de ninguna manera estuvieron
implicadas en esa picadura. Al tratar de hacer justicia con una hormiga, estaría
activando lo que significa una injusticia con muchas otras hormigas. La
persona que es arrastrada por el torbellino de la vida pública a través de un
impulso benevolente, sin haber sido capaz de dominar previamente el arte del
servicio puro, se hallará en una situación muy semejante. Tal vez sea
desinteresado, pero sus acciones crean caos en lugar de armonía porque no
aprendió a prestar un servicio real y eficaz sin crear complicaciones. La acción
deberá nacer de un auténtico entendimiento de la vida si ha de ser una pura
bendición para el universo. Quienes entren en contacto conmigo han de
desarrollar una verdadera comprensión de la vida y cultivar la clase de servicio
que no crea complicaciones.

El servicio desinteresado se basa en la comprensión

El servicio beneficia siempre al karma-yogi cuando lo presta con espíritu


desinteresado, aunque él no lo hace por la recompensa ni por el resultado. Sin
duda, aunque él preste con escasa inteligencia su servicio desinteresado
obtiene de ese modo algún beneficio espiritual pero, al hacerlo, no puede evitar
causar muchos sufrimientos innecesarios a los demás. Sin embargo, cuando
presta su servicio desinteresado con comprensión espiritual, no sólo él mismo
obtiene un beneficio espiritual sino que también promueve el bienestar
material y espiritual de las otras personas involucradas. El servicio
desinteresado debe basarse en la comprensión si ha de beneficiar netamente a
todos los involucrados.

Un servicio aparente puede no serlo

Lo que las personas corrientes crean que es un servicio, un Maestro Perfecto


podría considerar, en circunstancias especiales, que no lo es, pues él conoce
inequívocamente la situación y capta más profundamente cuáles son las
necesidades espirituales. De ahí que aunque dar de comer a los indigentes sea
normalmente un innegable acto de servicio, puede haber alguna circunstancia
especial que, en una situación particular, exija que, por el bien de una persona,
no debiera dársele de comer. La tendencia a mendigar la comida como un acto
de caridad crea sanskaras indeseables y al dar de comer a quien acude a ti con
esta tendencia, tal vez lo ayudarás a que aumente la carga de esos sanskaras.
De modo que, aunque te parezca que estás obrando bien ofreciéndole comida,
en realidad, lo único que lograrás será atarlo más. Aunque tu motivación no
haya sido abrumarlo para que esté en deuda contigo, es probable que, en
realidad, no estés haciendo otra cosa que eso cuando eres caritativo, no por
comprensión sino por hábito.
Lo que se aplica al anterior ejemplo de dar comida, también se aplica a
dispensar muchas otras cosas tangibles e intangibles. Y aunque desde un punto
de vista más restringido, parezca claramente que una cosa es un servicio que se
presta a quien lo recibe, desde un punto de vista más elevado, puede resultar
en definitiva un perjuicio. Así como lo que nutre a los sanos puede ser veneno
para los enfermos, lo que es bueno para la gente en general, puede ser malo
para alguna persona en particular. De ahí que la caridad inteligente exija un
profundo entendimiento del requerimiento espiritual de la situación.

El servicio poco inteligente incluso confiere beneficio espiritual

Todo esto debería hacer que la gente fuera más cuidadosa y criteriosa al
prestar sus servicios. No es menester desalentar el espíritu de servicio
desinteresado. Es verdad que solamente un Maestro Perfecto puede valuar
inequívocamente las necesidades espirituales de cualquier situación, pero sería
una lástima que quienes no puedan estar tan seguros de su propio criterio
refrenen sus espontáneos deseos de prestar un servicio desinteresado, a no ser
que, sin querer, pudieran prestar uno que no lo fuera. Esas personas siempre se
benefician espiritualmente con esto aunque el servicio que presten
desinteresadamente sea poco inteligente.

El servicio se presta con total desapego

En realidad, desde el punto de vista espiritual, el verdadero peligro en el


servicio estriba más bien en la posibilidad de prestarlo por un motivo falso y no
en la posibilidad de cometer un error en lo que se refiere a las necesidades
espirituales de la situación. Si prestas un servicio para que la persona quede en
deuda y te ufanas de eso, no sólo estás perjudicando espiritualmente a quien
recibe tu servicio sino también a ti mismo. Si mientras prestas el servicio, esto te
complace y te ufanas de hacer una cosa buena, entonces te estás apegando a tu
acción y, de ese modo, te estás atando. Así como uno puede sujetarse con
cadenas de hierro o de oro, de igual manera una persona puede quedar sujeta
espiritualmente por apegarse a sus actos malos o buenos. De ahí que el modo
de permanecer libre de karma consista en mantenerse completamente
desapegado al prestar un servicio.
Lo primero que ocurre mientras estamos prestando un servicio es que
pensamos: “Estoy haciendo que alguien quede en deuda conmigo”, pero
podemos anular este pensamiento con otro contrario: “Quien está en deuda soy
yo al dárseme esta oportunidad de servir”. Este último pensamiento facilita una
actitud desapegada y nos libera de quedar atados a las buenas acciones. El
servicio que se basa en un amplio entendimiento es no sólo desinteresado y
ajustado a las necesidades espirituales de quien lo recibe, sino que también se
presta con total desapego. Este servicio lleva más rápidamente al aspirante
hacia la meta.

El verdadero servicio comienza después de la Realización

El valor del servicio depende de la clase de bien que se obtiene a través del
mismo. Atender a las necesidades materiales de otras personas es servicio;
cultivar el intelecto de los demás es servicio; nutrir los corazones de la gente es
servicio; y satisfacer las aspiraciones culturales de la sociedad es servicio. Todas
estas formas de servicio no tienen igual valor aunque todas se acompañen con
espíritu desinteresado. La clase de bienestar que se busque mediante el servicio
dependerá de la visión de la persona, y quien perciba con más claridad el bien
final estará en condiciones de prestar el tipo más importante y valioso de
servicio. Quienes no encontraron a la Verdad suprema son incapaces de este
excelso tipo de servicio. El servicio que ellos presten no podrá tener el mismo
valor para la creación que el servicio de una persona que alcanzó la
comprensión espiritual. En cierto sentido, el verdadero servicio comienza
después de la Realización.

Servir al Maestro facilita la iluminación

No obstante, el espíritu de servicio que está invariablemente presente en los


aspirantes y en las buenas personas puede ser utilizado provechosa y
creativamente con fines espirituales en alianza con la labor del Maestro. El
Maestro sirve a todo el universo desde la finalidad que tiene la consciencia
infinita, y quienes sirven al Maestro y lo obedecen también participan en su
labor universal. El servicio de éstos tiene la ventaja de contar con la sabiduría y
visión trascendente del Maestro. La participación voluntaria en la labor del
Maestro no sólo acrecienta el valor del servicio, sino que también crea las
mejores oportunidades para la iluminación espiritual. El servicio que se origina
en instrucciones del Maestro sólo es segundo en importancia en relación con el
servicio prestado por el Maestro mismo.

Un servicio desapegado de los resultados

Para la mayoría, la idea del servicio se halla inextricablemente ligada con


obtener ciertos resultados definidos en el mundo objetivo. Para ellos, el
servicio consiste en eliminar el sufrimiento humano, el analfabetismo u otras
dificultades e incapacidades que impiden el florecimiento de la vida individual
o social. Los aspirantes, políticos, reformadores sociales y otras buenas
personas son los que prestan esta clase de servicio. Aunque este tipo de
servicio es de gran importancia espiritual, debido a su naturaleza, esta
actividad se puede prolongar indefinidamente. A pesar de lo que cualquier
individuo pudiera alcanzar en estos campos, siempre queda mucho por
realizar. Por lo tanto, mientras la idea del servicio esté así ligada a la de los
resultados, de manera inevitable será incompleta. No puede haber realización
del Infinito persiguiendo una serie interminable de resultados. Quienes aspiran
a resultados concretos y definitivos mediante una vida de servicio, tienen la
mente eternamente agobiada.

El servicio después de la Realización

Por otra parte, el servicio que tiene lugar después de la realización de la


Verdad expresa espontáneamente la comprensión espiritual de la verdadera
naturaleza del Ser. Y aunque también produce importantes resultados en el
mundo objetivo, de ninguna manera se complica anhelándolos. El sol brilla ya
que así es su naturaleza, no porque quiera lograr algo con su brillo. Del mismo
modo, quien realizó a Dios lleva también una vida de entrega debido a la
estructura básica de la existencia divina cuyo centro es la Realidad, y no porque
esa persona anhele lograr algo. Su vida no consiste en tratar de alcanzar y
lograr algo. No procura enriquecerse mediante sus logros sino que ya está
establecido en la plena realización del Infinito. Su ser desbordante bendice a la
existencia en sus otras formas y realmente produce la elevación de éstas desde
el punto de vista tanto material como espiritual. Puesto que su propia felicidad
radica en la realización de la Divinidad dentro de él, la imperfección o el
sufrimiento en otras formas no lo disminuye para nada, y su consciencia no
siente el dolor de aquellos seres no Realizados.
Existe, pues, un vasto abismo entre el servicio antes de la realización de la
Verdad y el servicio después de realizarla. La vida del Maestro es de servicio;
es una perpetua ofrenda a las otras formas de su propio Ser. Este servicio, que
caracteriza la vida de una persona que realizó a Dios, es fundamentalmente
distinto del servicio que uno encuentra en las vidas de quienes no han
realizado la Verdad.

LAS VÍAS DEL ENTENDIMIENTO


Al espíritu no lo comprendemos por medio de la mente

Las distintas vías que llevan al entendimiento espiritual pueden


comprenderse mejor diferenciando inicialmente el espíritu y la materia.
Tenemos medios materiales para comprender a la materia, y medios
espirituales para comprender al espíritu. A la materia la comprendemos con la
mente o intelecto, operando sobre la base de datos que los distintos sentidos
nos dan, pero al espíritu sólo podremos comprenderlo por medio del espíritu
mismo. Esta forma excelsa de entendimiento, en la que el espíritu goza de
conocerse a sí mismo sin utilizar instrumento o medio alguno, es muy poco
frecuente y dificilísima de alcanzar. El mejor enfoque para comprender al
espíritu no es a través de la mente sino a través del corazón.

Los conceptos de la mente respecto a la materia


son inadecuados para el espíritu

La mente acostumbra trabajar sobre cosas materiales, y su dinámica para


comprender intelectualmente los objetos materiales deriva de lo que ella ansía
y anhela con vehemencia. Cuando la mente se ocupa de los problemas
espirituales los trata con criterios que le son familiares y al hacerlo, utiliza
conceptos que ella misma inventó para comprender intelectualmente las cosas
materiales. Sin embargo, este modo de enfocar los problemas espirituales a fin
de comprenderlos está condenado al fracaso porque todos los conceptos que el
intelecto desarrolla para conocer las cosas materiales son inadecuados para
comprender al espíritu. Es como si tratáramos de ver con los oídos, y de oír con
los ojos. Si la mente trata de comprender al espíritu independientemente del
corazón, con seguridad empleará analogías del mundo material, e
inevitablemente esto la hará considerar al espíritu como un objeto de la mente,
lo cual no es cierto.

El conflicto entre la mente y el corazón

Frente al método de la mente –que se basa en sensaciones y avanza hacia sus


conclusiones mediante inferencia y pruebas– está el método más directo, el del
corazón. El corazón capta intuitivamente los valores alcanzados
progresivamente en la vida de un individuo a medida que éste pasa por las
diversas experiencias de este mundo y centra su atención en lograr el
conocimiento espiritual. La mente y el corazón están en pugna en la mayoría de
las personas, y el conflicto existente entre ambos es el que crea la confusión.
El corazón, que a su modo percibe la unidad de la vida, quiere realizarse
mediante una vida de amor, sacrificio y servicio. Tiene vivos deseos de dar en
lugar de recibir. Su impulso proviene de un recóndito anhelo espiritual, que se
expresa mediante las apremiantes intuiciones de la vida interior. No le
importan las pruebas o corroboraciones intelectuales que la mente busca al
ocuparse de los objetos materiales. En su manejo objetivo del mundo material,
la mente está saturada de experiencias relacionadas con la multiplicidad y la
separación, y, por lo tanto, alimenta las tendencias egocéntricas que dividen a
la humanidad y la tornan egoísta y posesiva. Pero el corazón, que en sus
experiencias internas siente el resplandor del amor, tiene vislumbres de la
unidad del espíritu, de manera que procura expresarlas mediante su
propensión a dar, uniendo a la humanidad y haciendo que sea desinteresada y
generosa. Por lo tanto, necesariamente hay un conflicto entre la voz interior y
los juicios del intelecto, los cuales se basan en aspectos aparentes y
superficiales de la vida.

Lo que la mente ansía es estar segura o convencida

Cuando la mente usurpa el territorio del corazón lo hace porque necesita,


como condición previa, estar segura o convencida, antes de que aparezca el
amor. Pero el amor es nada si no es espontáneo. Nunca puede ser la conclusión
de un razonamiento, ni fruto de un regateo. Si pretendemos estar seguros
previamente acerca del objeto del amor antes de amar, estaremos practicando
una forma de egoísmo calculador. Por ejemplo, muchas personas quieren
convencerse de mi divinidad a fin de poder amarme. Es decir, quieren que yo
les dé pruebas objetivas de mi jerarquía espiritual haciendo milagros. Una
convicción de esta clase suele ser más bien un obstáculo que una ayuda para
que aparezca la forma suprema del amor, la cual es totalmente indiferente a lo
que podría recibir del objeto del amor.
La convicción intelectual impide el amor espontáneo

Cuando la mente busca convicciones o corroboraciones (mediante pruebas


objetivas y milagros como auxilio para comprender lo espiritual) está
usurpando el campo que pertenece apropiadamente al corazón. Las
convicciones y corroboraciones tienen importancia cuando la persona desea
garantías para obtener determinados resultados específicos y tangibles en el
mundo objetivo. Aunque supongamos que una persona se convenza
intelectualmente de la existencia de Dios por medio de milagros o de alguno de
estos datos objetivos, esto no abrirá necesariamente su corazón. La lealtad que
tal vez podría tributar a Dios como resultado de esa fría revelación, será
producto del temor o de un sentido del deber. El amor sin restricciones no
puede nacer de una convicción basada en cosas accesibles a la mente. Y donde
no hay amor, no hay dicha ni belleza en la existencia. La mente es incapaz de
comprender la naturaleza de Dios como Océano de Amor. A Dios hay que
conocerlo mediante el amor, no mediante una búsqueda intelectual de
milagros.
Por esta razón no hago milagros para quienes están más cerca de mí y más
quiero. Preferiría que no me siguieran a tener que hacer milagros para
convencer a los demás acerca de mi divinidad. Es verdad que, mientras me
aman, las personas suelen tener experiencias espirituales que hasta ese
entonces no conocían, y estas experiencias las ayudan a abrir más sus
corazones. Pero esas experiencias no tienen por objeto alimentar lo que la
mente ansía, o sea, convencerse intelectualmente y no se las debería considerar
como la meta.

Al espíritu sólo se lo vislumbra por medio del corazón

Cuando una persona mira los resultados de las acciones en lugar de


interesarse únicamente en su valor intrínseco, está tratando de resolver los
problemas espirituales sólo por medio de la mente y, al hacerlo, está
interfiriendo el debido funcionamiento del corazón. La mente quiere tener toda
clase de cosas y, por lo tanto, busca pruebas objetivas, convicciones y
seguridades. Esta exigencia de la mente impone trabas al espontáneo flujo del
amor, que a la vez depende y fomenta la verdadera espiritualidad. No puedes
amar a través del intelecto. Lo que puedes conseguir por medio de la mente es
una teoría acerca del amor, pero no el amor mismo. Esta clase de conocimiento
que ciertos tipos de yoguis obtuvieron por medio de su mente es meramente
intelectual y árido. No puede darles la dicha espiritual que caracteriza a la vida
del amor.
El amor y la felicidad son las únicas cosas importantes en la vida, y están
ausentes en el conocimiento árido y fáctico al que el intelecto puede tener
acceso. La espiritualidad no consiste en conocer intelectualmente los valores
verdaderos sino en realizarlos. Este conocimiento de la realización interior es el
que merece llamarse conocimiento espiritual, el cual depende muchísimo más
del corazón que de la mente. El solo conocimiento intelectual equivale a mera
información y, al ser superficial, se mueve sobre la superficie de la vida. Brinda
la sombra, pero no la sustancia de la realidad. Los abismos ocultos del océano
de la vida sólo pueden medirse sondeando el corazón.

Sólo es posible estar libre de deseos en la existencia supramental

El intelecto de la mayoría de las personas está sometido a innumerables


deseos. Desde el punto de vista espiritual, dicha vida es una existencia humana
del nivel más bajo. La existencia humana del nivel más elevado está libre de
todo deseo y se caracteriza porque se tiene suficiencia y satisfacción. Todos
están buscando la felicidad, pero pocos la tienen, pues la felicidad duradera
sólo surge cuando uno está completamente libre de deseos. Este estado
supremo en el que no hay deseos tal vez parezca, externamente, implicar
inacción y ser fácil de alcanzar. Sin embargo, si alguien trata de meditar en
silencio, sin querer nada en su interior y siendo plenamente consciente (o sea,
sin quedarse dormido), comprenderá que ese estado en el que no hay deseo es
muy difícil de alcanzar y que sólo puede sostenerse mediante una formidable
actividad espiritual. De hecho, una completa ausencia de deseos es
inalcanzable mientras la vida sea dominada por la mente. Esto sólo es posible
en la existencia supramental. Uno tiene que ir más allá de la mente para
experimentar la dicha espiritual de la ausencia de deseos.

Las condiciones para que haya armonía


entre la mente y el corazón
Entre los dos extremos de una vida acosada por los deseos y una vida
completamente libre de ellos, es posible arribar a un modo de vida práctica en
la que haya armonía entre la mente y el corazón. Cuando existe esta armonía,
la mente ya no dicta los propósitos de la vida sino que sólo ayuda a concretar
los que el corazón imparte. No establece condición alguna que haya que
cumplir antes de que se adopte lo que el corazón exprese para que se traduzca
en vida práctica. En otras palabras, la mente renuncia a su papel de juez, que
está acostumbrada a representar en sus indagaciones intelectuales relacionadas
con la naturaleza del universo, y acepta los dictados del corazón sin ponerlos
en tela de juicio.

El corazón debe ser libre para determinar los propósitos de la vida

La mente es un tesoro de erudición, pero el corazón es el tesoro de la


sabiduría espiritual. El denominado conflicto entre la religión y la ciencia surge
solamente cuando no se aprecia la respectiva importancia de estas dos clases
de conocimiento. De nada vale tratar de recoger el conocimiento de los
verdaderos valores ejercitando tan sólo a la mente. La mente no puede decir
qué cosas vale la pena tener; lo único que puede decir es cómo concretar los
objetivos aceptados que provengan de fuentes intelectuales. En la mayoría de
las personas, la mente acepta propósitos impulsados por los deseos, pero esto
significa negar la vida del espíritu. Sólo cuando la mente acepta los propósitos
y valores que provienen de los más profundos impulsos del corazón,
contribuye efectivamente a la vida del espíritu. De manera que la mente tiene
que trabajar en cooperación con el corazón. El conocimiento fáctico tiene que
subordinarse a las percepciones intuitivas, y al corazón hay que permitirle que
sea plenamente libre al determinar los fines de la vida sin interferencia alguna
por parte de la mente. La mente ocupa un lugar en la vida práctica, pero su
papel comienza después de que el corazón ha hecho uso de la palabra.

La armonía entre la mente y el corazón


implica que funcionen en cooperación

El entendimiento espiritual nace de la armonía entre la mente y el corazón.


Esta armonía entre mente y corazón no necesita que sus funciones se mezclen.
No implica que funcionen entrecruzándose sino cooperando. Sus funciones no
son idénticas ni se entremezclan. Por supuesto, la mente y el corazón deben
estar equilibrados, pero este equilibrio no podrá obtenerse oponiendo la mente
al corazón u oponiendo el corazón a la mente. No se lo podrá alcanzar
mediante tensión mecánica sino mediante ajuste inteligente. Puede decirse que
la mente y el corazón se equilibran cuando están al servicio de su debido
propósito y cumplen sus respectivas funciones sin equivocarse. Sólo cuando
están de esta manera equilibrados puede haber verdadera armonía entre ellos.
Esta armonía entre la mente y el corazón es la condición más importante para
vivir integral e indivisiblemente el entendimiento espiritual.

EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD

El elemento sexual

La sexualidad es indudablemente uno de los más importantes problemas


que la mente humana afronta en el campo de la dualidad. Se trata de uno de
los aspectos que constituyen la naturaleza humana y a los que tenemos que
hacer frente. Como todo el resto en la vida humana, a la sexualidad se la llega a
juzgar por los opuestos, los cuales son creaciones necesarias de la mente
limitada. Así como la mente trata de adecuar la vida a un esquema de
alternativas –como por ejemplo, alegría o dolor, bueno o malo, soledad o
compañía, atracción o rechazo– en relación con la sexualidad ella tiende a
pensar en satisfacción y represión como alternativas que no puede eludir.
Parecería que el hombre debiera aceptar una u otra opción. Sin embargo, no
puede aceptar incondicionalmente una u otra. Cuando intenta la represión, no
le satisface su suerte y piensa con vehemencia en la satisfacción. Cuando
intenta la satisfacción, toma consciencia de que es esclavo de los sentidos y
procura liberarse volviendo a la represión mecánica. A la mente no la
satisfacen ambas opciones y allí surge, pues, uno de los problemas más vitales y
complicados de la vida humana.
Los opuestos de la satisfacción y la represión

A fin de resolver el problema de la sexualidad, la mente debe entender


primeramente que ambas alternativas también las crea la imaginación que
opera bajo el engañoso influjo de un deseo vehemente. Este último se halla
implícitamente presente tanto cuando se reprime la sexualidad como cuando
se la satisface. El resultado, en ambos casos, es que la lujuria, o deseo sensual,
corrompe la consciencia. Por lo tanto, la mente está inevitablemente inquieta,
ya sea que opte por la represión o por la satisfacción. Cuando el cielo está
nublado hay oscuridad y el sol está oculto, independientemente de que llueva
o no. De igual manera, cuando la mente humana está envuelta por los deseos,
en el hombre hay desmedro y carencia de verdadera felicidad, ya sea que los
deseos sean satisfechos o no.
Cuando el deseo inquieta a la mente, ésta crea la idea ilusoria de felicidad
consistente en la satisfacción de ese deseo y luego, sabiendo que el alma sigue
estando insatisfecha, incluso después de satisfacerlo, busca liberarse mediante
la represión. Así es cómo, en busca de su felicidad y libertad, la mente queda
atrapada entre los opuestos de la satisfacción y la represión, y los considera
igualmente decepcionantes. Puesto que no trata de ir más allá de estos
opuestos, se mueve siempre de un opuesto al otro y, por consiguiente, de una
decepción a otra.

Las falsas promesas de los opuestos

De manera que el deseo falsifica el funcionamiento de la imaginación e


invita a la mente a que opte entre la satisfacción y la represión, lo cual
demuestra ser igualmente engañoso en lo que concierne a la felicidad que
ambas prometen falsamente. Sin embargo, a pesar de la alternada y repetida
decepción tanto por parte de la satisfacción como de la represión, la mente
tiene la costumbre de no renunciar al causante de la infelicidad, o sea, al deseo.
De ahí que, mientras experimenta decepción en la represión, es fácilmente
capaz de ceder ante la falsa promesa de la satisfacción, y mientras experimenta
la decepción de la satisfacción, es capaz de ceder fácilmente ante la falsa
promesa de una represión meramente mecánica.
Renunciar al deseo despertando

Esto es como moverse dentro de una jaula. El portal del sendero espiritual
de la renuncia interna y espontánea al deseo permanece cerrado para quienes
no tienen la buena suerte de que un Maestro los despierte. El verdadero
despertar consiste en entrar en el sendero de la sabiduría que, a su debido
tiempo, conduce con seguridad hacia la libertad y la permanente felicidad de la
vida eterna. La renuncia interna y espontánea al deseo difiere tanto de la
represión mecánica como de la satisfacción. La mente apela a la represión
mecánica del deseo debido a su decepción, pero apela a la renuncia interna y
espontánea al deseo debido a la desilusión o al despertar.

La naturaleza del deseo

La necesidad de satisfacción o represión mecánica surge solamente cuando


no comprendemos con claridad la naturaleza del deseo. Cuando los aspirantes
se dan cuenta totalmente de la inevitable esclavitud y del sufrimiento que el
deseo acarrea, empiezan voluntariamente a desprenderse de la carga del deseo
comprendiéndolo con inteligencia. La cuestión de la satisfacción o la represión
surge solamente cuando hay deseo. La necesidad de ambas desaparece cuando
el deseo desaparece por completo. La mente deja de impulsarse por las falsas
promesas de satisfacción o represión mecánica cuando se libera del deseo.

La continencia está más cerca de la libertad que la satisfacción

Sin embargo, hay que tener presente que una vida de continencia respecto de
los deseos está más cerca de una vida de libertad que de otra que los satisface
(aunque ambas difieren esencialmente en cuanto a calidad de la vida de
libertad). De ahí que, para los aspirantes, una vida de estricto celibato es
preferible a la vida matrimonial si la continencia es fácil para ellos, sin una
indebida sensación de auto-represión. Esta última es difícil para la mayoría de
las personas, y a veces imposible, por lo que la vida matrimonial es
indudablemente más provechosa para ellas, a menos que tengan una especial
aptitud para el celibato.
Las posibilidades del celibato o del matrimonio

Así como la vida de celibato exige y reclama que se desarrollen muchas


virtudes, la vida matrimonial, a su vez, también nutre el desarrollo de muchas
cualidades espirituales sumamente importantes. El valor del celibato radica en
el hábito de continencia y una actitud desapegada, y en la independencia que
esto proporciona. Sin embargo, mientras la mente no esté libre de deseos, no
puede haber verdadera libertad. Del mismo modo, el valor del matrimonio
radica en las lecciones de mutua adaptación y sentido de unidad con el
cónyuge. Sin embargo, la verdadera unión o disolución de la dualidad sólo es
posible mediante el amor divino, el cual nunca podrá aparecer mientras exista
en la mente la más leve sombra de lujuria o deseo. Sólo es posible alcanzar la
verdadera libertad y unidad recorriendo el sendero de la renuncia interna y
espontánea al deseo.

El sendero de la perfección se alcanza


a través del celibato o del matrimonio

El sendero de la vida interior es el mismo tanto para célibes como para las
personas en matrimonio. Cuando el aspirante es atraído por la Verdad, no
anhela nada más, y cuando la Verdad es cada vez más comprensible para él,
entonces se va liberando gradualmente del peso de los deseos. Tanto si es
célibe o está casado ya no se deja gobernar por las engañosas promesas de la
satisfacción o de la represión mecánica y practica la renuncia espontánea del
deseo hasta librarse de los engañosos opuestos. El sendero de la perfección se
abre a los aspirantes célibes o casados, y si lo emprenden desde el celibato o
desde el matrimonio, esto dependerá de sus sanskaras y ataduras kármicas.
Aceptan alegremente las condiciones que sus vidas pasadas les han
determinado y las utilizan para avanzar espiritualmente a la luz del ideal que
han llegado a percibir.

La necesidad de una clara opción


Los aspirantes deben optar por uno de los dos rumbos que se abren ante
ellos. Deben seguir una vida de celibato o una vida matrimonial, y evitar a toda
costa las fútiles concesiones entre ambas. La satisfacción sexual promiscua hará
que los aspirantes caigan con seguridad en el más lamentable y peligroso caos
de una lujuria ingobernable. Cuando esta lujuria extendida y sin dirección vela
los valores superiores, entonces perpetúa las complicaciones y crea, en el
sendero espiritual, dificultades insuperables para renunciar interna y
espontáneamente al deseo. La sexualidad en el matrimonio es enteramente
diferente de la sexualidad fuera de él. Los sanskaras de la lujuria son mucho
más livianos en el matrimonio, y susceptibles de ser eliminados con más
facilidad. Cuando la relación sexual se acompaña con sentido de
responsabilidad, amor e idealismo espiritual, las condiciones para sublimar la
sexualidad son mucho más favorables que cuando son vacuas y promiscuas.

Los peligros de la promiscuidad

Es formidable la tentación de explorar las posibilidades del mero contacto


sexual en la vida promiscua. Sólo con suma continencia de los alcances del
mero acto sexual los aspirantes pueden llegar a comprender de alguna manera,
los valores que es posible alcanzar transformando gradualmente el sexo en
amor. Si la mente trata de comprender al sexo incrementando los alcances de
éste, será presa de interminables decepciones, pues el campo de
experimentación se amplía y no tiene fin. En la vida promiscua, las sugestiones
de la lujuria son generalmente las primeras en presentarse a la mente, y los
individuos están condenados a reaccionar ante otras personas dentro de las
limitaciones de esta perversión inicial y, de esta manera, cierran la puerta a
experiencias más profundas.

Al Infinito se lo puede alcanzar mediante el matrimonio

No podemos comprender la Verdad deslizándonos sobre la superficie de la


vida y multiplicando nuestros contactos superficiales. Ello exige una
preparación de la mente que sea capaz de centrar sus facultades sobre
experiencias seleccionadas y liberarse de las circunstancias limitativas. Este
proceso mediante el cual la mente discierne entre lo superior y lo inferior, y
opta por trascender lo inferior en favor de lo superior, resulta posible
concentrándose de todo corazón e interesándose real y fervientemente en la
vida. Tanto la concentración sincera como el interés real, quedan descartados
cuando la mente se convierte en esclava del hábito de irse por la tangente y
vagar por entre la multitud de objetos que le ofrecen experiencias similares.
Son tan vastas las perspectivas de experiencias de la vida matrimonial en
compañía del cónyuge que las sugestiones de la lujuria no son necesariamente
las primeras en presentarse ante la mente. Por lo tanto, los aspirantes tienen
una real oportunidad para reconocer y anular los factores limitantes de la
experiencia. Finalmente podrán llegar al Infinito eliminando gradualmente la
lujuria y avanzando a través de una serie de cada vez más ricas experiencias de
amor y sacrificio.

LA SANTIFICACIÓN
DE LA VIDA MATRIMONIAL

La vida matrimonial es un emprendimiento espiritual

La mayoría emprende rutinariamente la vida matrimonial, pero el


matrimonio se convertirá en una ayuda o un obstáculo de acuerdo a cómo se lo
maneje. Sin duda, existen algunas posibilidades espirituales inmensas a las que
la vida matrimonial puede tener acceso, pero todo esto depende de que la
persona posea la actitud adecuada. Desde el punto de vista espiritual, la vida
matrimonial será exitosa solamente si es determinada de manera total por la
visión de la Verdad. No será mucho lo que podrá ofrecer si se basa solamente
en las limitadas motivaciones de la mera sexualidad, o si la inspiran
consideraciones que suelen prevalecer en una sociedad comercial. Hay que
llevarla a cabo como un verdadero emprendimiento espiritual cuyo propósito
es descubrir lo que la vida sería en su expresión más elevada. Cuando ambos
cónyuges se lanzan juntos a la aventura espiritual de explorar las posibilidades
superiores del espíritu, al principio no pueden limitar su experimento
efectuando minuciosos cálculos sobre la naturaleza y cantidad de ganancias
individuales.
La vida matrimonial difiere totalmente de la promiscuidad

La vida matrimonial casi siempre plantea muchas exigencias a ambos


cónyuges a fin de que se adapten y entiendan mutuamente, y crea muchos
problemas que originalmente no se esperaban. Aunque esto pudiera ser
verdad en un sentido respecto de la vida en general, en la vida matrimonial
resulta ser particularmente cierto. Las dos almas se conectan de muchas
maneras en la vida matrimonial, y el resultado de esto es que están obligados a
resolver más bien el complejo problema de la personalidad en su totalidad que
cualquier simple problema creado por un deseo aislado. He aquí precisamente
por qué la vida matrimonial difiere totalmente de las relaciones sexuales
promiscuas. La promiscuidad sexual intenta separar el problema del sexo de
las demás necesidades de la personalidad en vías de desarrollo, y procura
resolverlo aislándolo de los demás. Aunque una solución de esta clase pudiera
parecer fácil, resulta ser muy superficial y, además, tiene la desventaja de
apartar a los aspirantes de intentar la solución real.

La vida matrimonial exige sublimación

Los respectivos valores de los diversos aspectos de la personalidad limitada


pueden apreciarse mejor cuando se entrelazan y aparecen en variados
escenarios y perspectivas. Son difíciles de discernir si aparecen en una serie
inconexa y con intervalos. En la vida matrimonial hay muchísimo lugar para
variadas experiencias, y el resultado de esto es que las diferentes tendencias
latentes en la mente empiezan a organizarse en torno del cristalizado esquema
de la vida matrimonial. Esta organización de variados propósitos no sólo
proporciona un campo ilimitado para discernir entre los valores superiores e
inferiores, sino que también crea entre ellos una tensión necesaria que exige y
reclama una sublimación eficaz e inteligente.

Las condiciones del matrimonio


precipitan los cambios en la vida interior
A la vida matrimonial se la puede considerar, en un sentido, como la
intensificación de la mayoría de los problemas humanos. Como tal, se
convierte en el eje en torno al cual se aglutinan las fuerzas de la esclavitud y
también las de la libertad, junto con los factores de la ignorancia y también los
de la luz. Cuando la vida matrimonial de las personas corrientes es
determinada por motivaciones y consideraciones mixtas, esto provoca
inevitablemente una intransigente oposición entre el ego superior y el ego
inferior. Esta oposición es necesaria para que el ego inferior se desgaste y el
verdadero Ser divino aparezca.
La vida matrimonial desarrolla tantos puntos de contacto entre dos almas
que cortar todas las conexiones significaría alterar y desarreglar prácticamente
todo el curso de la vida. Puesto que esta dificultad de ruptura entre ambos
provoca y precipita una readaptación interior, el matrimonio realmente brinda
una oportunidad para que las almas establezcan una comprensión real y
duradera que sea capaz de hacer frente a las situaciones más complejas y
delicadas.

La vida matrimonial debe estar de acuerdo con el plan divino

El valor espiritual de la vida matrimonial se relaciona directamente con la


naturaleza de los factores preponderantes que determinan su curso diario. Si se
basa en consideraciones superficiales, puede deteriorarse y convertirse en una
sociedad egoísta dirigida contra el resto del mundo. Si la inspira un alto
idealismo, puede elevarse hasta convertirse en un compañerismo que no sólo
exige y provoca cada vez mayores sacrificios recíprocos, sino que se convierte
realmente en un instrumento por medio del cual las dos almas pueden brindar
su amor y su servicio unidos a toda la familia humana. Cuando a la vida
matrimonial se la pone así directamente de acuerdo con el plan divino de la
creación para que los individuos se desarrollen, entonces se convierte en pura
bendición para los hijos que sean el fruto de ese matrimonio, pues ellos tienen
la ventaja de absorber la atmósfera espiritual desde el comienzo mismo de su
estadía en esta tierra.

Los hijos enriquecen la vida matrimonial


Los hijos son, pues, los beneficiarios de la vida matrimonial de sus padres y,
a su vez, la vida matrimonial de los padres se enriquece con la presencia de los
hijos. Los hijos dan a sus padres una oportunidad para que expresen y
desarrollen un amor puro y espontáneo en el que el sacrificio sea fácil y
agradable. Y es formidable el papel que los hijos representan en la vida de los
padres para que estos avancen. Por lo tanto, se colige que los padres deben
recibir con entusiasmo a sus hijos cuando éstos hacen su aparición en la vida
matrimonial.

El control de la natalidad

El control de la natalidad merece cuidadosa atención y examen crítico en


vista de los derechos de los hijos en la vida matrimonial. Esta cuestión no
debemos considerarla desde el punto de vista de intereses especiales o
limitados sino, en última instancia, desde el punto de vista de los individuos y
la sociedad. Para llegar a un juicio correcto en esta cuestión, lo mismo que en
todas las demás, es necesario basarse en consideraciones de carácter espiritual.
La actitud de la mayoría de las personas respecto del control de la natalidad es
pendular y confusa porque contiene una mezcla de elementos buenos y malos.
Si bien el control de la natalidad tiene un objetivo correcto al regular el
crecimiento demográfico, es desastrosamente desafortunado en cuanto a los
medios elegidos.
Sin duda alguna, regular el embarazo puede ser deseable por razones
personales y sociales. La reproducción incontrolada intensifica la lucha por la
vida y puede producir una competencia cruel e inevitable en el orden social.
Además de imponer a los padres una responsabilidad, que probablemente
sean incapaces de asumir como es debido, se convierte en una causa indirecta
que contribuye a la delincuencia, la guerra y la pobreza. Aunque ciertas
consideraciones humanitarias y racionales exijan y justifiquen todo intento
serio que se haga para regular la natalidad infantil, el uso de medios físicos con
esta finalidad sigue siendo fundamentalmente indefendible e injustificable.

Los medios físicos eliminan el incentivo de controlar la mente


Los medios netamente físicos por los que generalmente abogan quienes
apoyan el control de la natalidad son muy objetables desde el punto de vista
espiritual. Aunque reivindiquen los medios físicos tendientes a controlar la
natalidad por razones humanitarias, casi siempre los usan con fines egoístas y
para eludir la responsabilidad de tener hijos, criarlos y educarlos. Puesto que
las consecuencias físicas de someterse a la lujuria pueden evitarse exitosamente
utilizando estos medios, quienes no han empezado a darse cuenta de los
valores superiores carecen de incentivos para moderar la satisfacción de sus
pasiones. De manera que se convierten en víctimas de sus excesos y provocan
su propia ruina física, moral y espiritual dejando de controlar su mente y
siendo esclavos de sus pasiones animales.

El control de la mente es indispensable


para elevarse desde lo pasional hacia la paz

El cómodo uso de los medios físicos oscurece el aspecto espiritual de la


cuestión y está lejos de contribuir a hacer que los individuos despierten a la
real dignidad y libertad que tienen como seres espirituales. La satisfacción
sexual irreflexiva e incontrolada provocará inevitablemente una reacción y
esclavitud espiritual. Es absolutamente desaconsejable para todos los
aspirantes espirituales en particular, pero también para todos los seres
humanos (porque todos ellos son aspirantes espirituales en potencia), que
confíen en los medios físicos para regular el embarazo. Los individuos deben
confiar tan sólo en el control mental para regularlo.
El control de la mente asegura los propósitos humanitarios que inspiran el
control de la natalidad, pero también libra de los desastres espirituales que
acompañan al uso de medios físicos. El control de la mente es útil no sólo para
regular la cantidad de hijos, sino que también es indispensable para restituir a la
humanidad su dignidad divina y su bienestar espiritual. Solamente mediante el
sabio ejercicio del control de la mente es posible que la humanidad se eleve de lo
pasional a la paz, de la esclavitud a la libertad, y de la animalidad a la pureza. El
muy ignorado aspecto espiritual de esta cuestión debe tener la importancia que
merece en la mente de las personas reflexivas.

La responsabilidad conjunta de los padres


Puesto que es la mujer la que tiene que hacerse cargo de los problemas y
obligaciones propias de dar a luz y criar a sus hijos, aparentemente resulta más
seriamente afectada que el hombre por cualquier posible fallo del control de su
mente. En realidad esto no supone una verdadera injusticia hacia la mujer. Si
bien es cierto que la mujer tiene que hacerse cargo de esos problemas y
obligaciones, también se resarce con la alegría de amamantar y el gozo de
cuidar a sus hijos. De manera que la alegría de ser madre es mucho mayor que
la alegría de ser padre. Además, es el hombre quien debe afrontar y asumir la
obligación de sostener económicamente y educar a sus hijos. En un matrimonio
bien avenido no debe haber injusticia alguna cuando tanto el hombre como la
mujer se reparten las responsabilidades que han de compartir. Si los dos son
verdaderamente conscientes de su mutua responsabilidad, la irreflexión cederá
ante el empeño activo y colaborador de alcanzar el pleno control mental. En
caso de que este control falle, asumirán con alegría y buena voluntad la
responsabilidad conjunta de ser padres.

Los hijos deben ser bienvenidos

Sólo les queda un modo de proceder a quienes no están preparados para


asumir la responsabilidad de tener hijos: deben permanecer célibes y practicar
un estricto control de la mente, y aunque este último es muy difícil de lograr,
no es imposible. Desde el punto de vista netamente espiritual, lo mejor es el
estricto celibato, pero pocos son los que lo practican, puesto que es tan difícil.
El mejor modo de proceder, por parte de quienes no pueden practicarlo, es que
se casen en lugar de ser promiscuos. Dentro de la vida matrimonial pueden
aprender a controlar las pasiones animales. Éste será seguramente un proceso
gradual y, en los casos en los que no logren practicar ese control, ambos
cónyuges deben dejar que la naturaleza siga su curso en lugar de interferirla
con medios artificiales. Deben recibir con alegría y de buen grado las
consecuencias y estar dispuestos a asumir la responsabilidad de criar a sus
hijos.

Los medios físicos se vuelven adictivos


Desde el punto de vista espiritual, el control de la natalidad debe efectuarse
esencialmente mediante control de la mente y nada más. Los medios físicos no
son aconsejables en circunstancia alguna, aunque los cónyuges procuren
usarlos tan sólo como un auxilio provisorio y secundario, sin la intención de
pasar por alto el ideal de desarrollar el control de la mente. Aunque realmente
lo quisieran, nunca podrán llegar a controlar la mente mientras usen medios
físicos. Por el contrario, se volverán adictos a usarlos e incluso empezarán a
justificarlos.
Para explicar esto con más claridad aún, lo que sucede cuando se usan
medios físicos es que, mientras los individuos piensan que los están usando
meramente como un paso preliminar antes de controlar plenamente la mente,
en realidad se acostumbran a usarlos y se vuelven esclavos de ese hábito.
Aunque durante un tiempo se ilusionen con que están tratando de controlar la
mente (juntamente con el uso de medios físicos), en realidad están perdiendo
poco a poco ese control. En una palabra, el poder de la mente se debilita
cuando se recurre a los medios físicos. De manera que el uso de medios físicos
perjudica el desarrollo del control personal y es absolutamente desastroso para
el avance espiritual. Por lo tanto, es enteramente desaconsejable incluso con las
mejores motivaciones.

El avance espiritual mediante la vida matrimonial

En el comienzo de la vida matrimonial, los cónyuges se sienten mutuamente


atraídos tanto por la lujuria como por el amor. Valiéndose de su colaboración
consciente y deliberada pueden reducir paulatinamente la lujuria y acrecentar
el amor. En última instancia, la lujuria da paso al profundo amor mediante este
proceso de sublimación. Al compartir mutuamente las alegrías y pesares, los
cónyuges pasan de un triunfo espiritual a otro –desde el amor profundo hacia
un amor más profundo aún– hasta que el amor del período inicial, con su
posesividad y sus celos, es enteramente reemplazado por un amor vasto y de
entrega personal. De hecho, mediante el manejo inteligente del matrimonio,
ellos pueden recorrer un trayecto tan grande del sendero espiritual que lo único
que necesitan es el contacto de un Maestro Perfecto que los eleve e introduzca
en el santuario de la vida eterna.
EL AMOR

El amor impregna el universo

La vida y el amor son mutuamente inseparables. Donde hay vida hay amor.
Hasta la consciencia más rudimentaria está siempre tratando de emerger de
sus limitaciones y experimentar alguna clase de unidad con otras formas.
Aunque cada forma esté separada de las demás, en realidad todas ellas son
formas de la misma unidad de vida. El sentido latente de esta oculta realidad
interior se hace sentir incluso en el mundo ilusorio mediante la atracción que
una forma ejerce sobre la otra.

El amor en la naturaleza inanimada

La ley de gravedad, a la que todos los planetas y astros están sujetos, es a su


modo un débil reflejo del amor que impregna todo el universo. Hasta las
fuerzas que se rechazan son, en verdad, expresiones del amor, puesto que las
cosas se repelen mutuamente porque son atraídas más potentemente hacia
algunas otras cosas. La repulsión es una consecuencia negativa de la atracción
positiva. Las fuerzas de la cohesión y la afinidad, que prevalecen en la
constitución misma de la materia, son expresiones positivas del amor. En este
nivel, un notable ejemplo de amor lo encontramos en la atracción que un imán
ejerce sobre el hierro. Todas estas formas de amor son de la clase más baja,
puesto que necesariamente son condicionadas por la consciencia rudimentaria
en la cual aparecen.

El amor en el mundo animal

El amor en el mundo animal es más explícito en forma de impulsos


conscientes dirigidos hacia diferentes objetos del entorno. Este amor es
instintivo, y toma la forma de satisfacción de diferentes deseos apropiándose
de objetos adecuados. Cuando un tigre procura devorar un ciervo, está
enamorado de éste en un sentido muy real. La atracción sexual es, en este
nivel, otra forma de amor. Todas las expresiones del amor tienen una cosa en
común en esta etapa, a saber, todas procuran satisfacer algún impulso o deseo
corporal mediante el objeto del amor.

El amor humano tiene que ajustarse a la razón

El amor humano es mucho más elevado que todas estas inferiores formas de
amor porque los seres humanos han desarrollado plenamente la consciencia.
Aunque el amor humano mantiene una continuidad con las formas
subhumanas inferiores de amor, se diferencia de ellas en un sentido. De ahora
en más, el amor se manifestará junto a un nuevo factor: la razón. A veces el
amor humano se manifiesta como una fuerza separada de la razón y corre
paralelamente con ésta. A veces se manifiesta como una fuerza que se mixtura
con la razón y entra en conflicto con ésta. Finalmente, se expresa como parte
constitutiva del todo armónico en la que el amor y la razón se han equilibrado
y fundido en una unidad integral.

Tres combinaciones de amor y razón

De manera que el amor humano admite tres tipos de combinación con la


razón. En el primer tipo, la esfera del pensamiento y la esfera del amor se
mantienen separadas dentro de lo posible, o sea, la esfera del amor está
prácticamente fuera del alcance del accionar de la razón, y al amor se le
permite muy poco o nada el acceso a la esfera del pensamiento. Por supuesto,
nunca es posible una completa separación entre estos dos aspectos del espíritu.
Pero cuando el amor y la razón funcionan alternadamente (con un predominio
pendular), tenemos un amor no esclarecido por la razón, y una razón no
vivificada por el amor.
En el segundo tipo, el amor y la razón funcionan de manera simultánea, pero
no trabajan en mutua armonía. Aunque este conflicto crea confusión, se trata de
una fase necesaria en la evolución de un estado superior en el que el amor y la
razón se sintetizan realmente. En el tercer tipo de amor, esta síntesis entre el
amor y la razón es un hecho consumado, y el resultado de esto es que el amor y
la razón se transforman tan completamente que precipitan el surgimiento de un
nuevo plano de consciencia que, comparado con la consciencia humana normal,
podemos describirla mejor como superconsciencia.

Las variadas cualidades del amor

El amor humano hace su aparición en la matriz del ego-consciencia, el cual


tiene incontables deseos. Estos factores tiñen de diversos modos al amor. Así
como en un calidoscopio conseguimos variados y cambiantes dibujos
combinando de diversas maneras elementos simples, de igual manera
encontramos cualidades casi ilimitadamente variadas en los alcances del amor,
debido a una novedosa combinación de factores. Y así como las diferentes
flores tienen colores de infinitos matices, de igual modo existen diversas y
delicadas diferencias en el amor humano.

Las formas inferiores del amor

El amor humano está rodeado de una cantidad de factores obstructivos,


como por ejemplo, la pasión, la lujuria, la codicia, la ira, la envidia y los celos.
En un sentido, incluso estos factores obstructivos son formas de amor inferior o
inevitables efectos laterales de estas formas inferiores de amor. La pasión, la
lujuria y la codicia podrían considerarse como formas pervertidas e inferiores
del amor. Cuando una persona se apasiona, se enamora de un objeto sensual;
cuando la domina la lujuria, desarrolla un vehemente deseo de sensaciones
relacionadas con ese objeto; y cuando codicia desea poseerlo. De estas tres
formas de amor inferior, la codicia tiende a proyectarse desde el objeto original
hacia los medios para obtenerlo. Así es como la persona codicia dinero, poder o
fama, los cuales pueden ser instrumentos para poseer los distintos objetos
deseados. La ira, la envidia y los celos nacen cuando estas formas inferiores del
amor se ven obstaculizadas o frustradas.

Las formas de amor inferiores son enemigas de las superiores

Estas formas inferiores del amor impiden la libre expansión del amor puro.
La corriente del amor nunca puede llegar a ser cristalina y constante hasta que
se la libre de estas formas inferiores de amor que limitan y pervierten. Las
formas inferiores son enemigas de las superiores. Si el ritmo de las formas
inferiores del amor atrapa a la consciencia, ésta no podrá emanciparse de los
hábitos que ella misma creó, resultándole difícil salir de ellos y avanzar más.
Así es como las formas inferiores del amor siguen interfiriendo en el desarrollo
de la forma superior; por lo que es preciso renunciar a ellas a fin de permitir la
ilimitada aparición de la forma superior del amor.

El amor y la pasión

Ejercitando constantemente el discernimiento ayudamos a que el amor


superior surja del caparazón del amor inferior. Por lo tanto, hay que diferenciar
cuidadosamente al amor de los obstructivos factores de la pasión, la lujuria, la
codicia y la ira. Cuando la persona se apasiona, es una víctima pasiva del
hechizo que ella misma concibió al sentirse atraída por el objeto. Cuando la
persona ama, aprecia activamente el valor intrínseco del objeto amado.

El amor y la lujuria

El amor también difiere de la lujuria. Aquél que siente lujuria es


dependiente del objeto sensual y, por consiguiente, se subordina
espiritualmente a él, mientras que quien ama se relaciona directa y
coordinadamente con la realidad existente detrás de la forma. Por lo tanto, a la
lujuria se la siente pesada, y al amor, liviano. La vida se reduce en la lujuria, y
el ser se expande en el amor. Haber amado a alguien es como si añadieras otra
vida a la tuya propia. Por así decirlo, tu vida se multiplica y vives virtualmente
en dos centros. Si amas al mundo entero, vives por extensión en todo el
mundo, pero en la lujuria la vida decae y hay una sensación general de
depender sin remedio de una forma, a la que consideramos ajena. Así, en la
lujuria se acentúa la separación y el sufrimiento, mientras que en el amor existe
la sensación de unidad y alegría. La lujuria es disipación, y el amor, re-
creación. La lujuria es un deseo vehemente de los sentidos, y el amor, la
expresión del espíritu. La lujuria procura la satisfacción, pero el amor la
experimenta. En la lujuria hay excitación, y en el amor, tranquilidad.
El amor y la codicia

El amor también difiere de la codicia. La codicia es posesividad en todas sus


formas físicas y sutiles. Procura apropiarse de las personas y de los objetos
físicos, y también de cosas abstractas e intangibles, como por ejemplo, la fama y
el poder. En el amor, no pensamos en anexar al otro a nuestra vida personal, y
hay una efusión libre y creativa que aviva y restaura el ser de la persona amada,
independientemente de cualquier expectativa personal. Paradójicamente, la
codicia, que procura apropiarse de otro objeto, en realidad conduce hacia el
resultado contrario: pone a la persona bajo la tutela del objeto, mientras que el
amor, que apunta a que uno se entregue al objeto, en realidad hace que el
amado se incorpore espiritualmente en el ser mismo de quien lo ama. En la
codicia, uno trata de poseer al objeto, pero es el objeto el que nos posee. En el
amor, uno se brinda sin reservas al amado, pero en ese hecho mismo descubre
que ha incluido al amado en su propio ser.

El amor puro despierta por medio de la gracia

La pasión, la lujuria y la codicia constituyen una enfermedad espiritual, la


cual suele volverse más virulenta al agravarse los síntomas de la ira, la envidia
y los celos. El amor puro, en agudo contraste, es el florecimiento de la
perfección espiritual. Estas limitadoras condiciones atan tanto al amor humano
que es imposible que el amor puro aparezca espontáneamente desde el interior.
De modo que, cuando este amor puro surge en el aspirante, se trata siempre de
un don. El amor puro surge en el corazón del aspirante en respuesta a la gracia
que desciende de un Maestro. Cuando se recibe por primera vez el amor puro
como un don del Maestro, se aloja en la consciencia del aspirante como una
semilla en suelo propicio y, con el paso del tiempo, la semilla crece hasta
convertirse en planta, y luego, en árbol crecido.

La preparación espiritual para la gracia

Sin embargo el descenso de la gracia del Maestro está condicionado por la


preparación espiritual preliminar del aspirante. Esta preparación espiritual
para la gracia nunca es completa hasta que el aspirante ha incorporado algunos
atributos divinos en su naturaleza psíquica. Por ejemplo, la persona está lista
para recibir la gracia del Maestro cuando evita la habladuría y piensa más en lo
bueno que en lo malo de los demás, y puede poner en práctica la suprema
tolerancia y desea el bien para los demás, incluso a costa de sí misma. Uno de
los grandes impedimentos de esta preparación espiritual por parte del
aspirante es la preocupación. Cuando supera con supremo esfuerzo este
obstáculo de la preocupación, su camino se allana para que cultive los atributos
divinos que constituyen la preparación espiritual del discípulo. La gracia del
Maestro desciende tan pronto el discípulo está preparado, pues el Maestro, que
es el océano del amor divino, está siempre en busca del alma en la que su
gracia fructificará.

El amor puro es muy poco común

La clase de amor despertado por la gracia del Maestro es un raro privilegio.


La madre dispuesta a sacrificarlo todo y morir por su hijo, y el mártir que está
listo para renunciar a la propia vida por su país, por cierto son de una nobleza
suprema, pero ellos no han probado necesariamente este amor puro que nace
por la gracia del Maestro. Ni siquiera tienen necesariamente este precioso amor
los grandes yoguis de largas barbas que meditan en cuevas y montañas, y
están enteramente absortos en profundo samadhi.

El amor puro supera toda disciplina

El amor puro, despertado por la gracia del Maestro, es más valioso que
cualquier otro estímulo que el aspirante pueda utilizar. Este amor combina en
sí no sólo los méritos de todas las disciplinas sino que también las supera a
todas en su eficacia para conducir al aspirante hacia la meta. Cuando nace este
amor, el aspirante tiene un solo deseo: el de unirse con el Amado divino. Este
retiro de la consciencia de todos los demás deseos conduce hacia la pureza
infinita; por lo tanto nada purifica más completamente al aspirante que este
amor. El aspirante está siempre dispuesto a ofrendarlo todo por el Amado
divino, y ningún sacrificio es demasiado difícil para él. Sus pensamientos ya no
se centran en sí mismo para concentrarse exclusivamente en el Amado divino.
Mediante este amor intenso y cada vez mayor, al final rompe las cadenas del
yo y se une con el Amado. Ésta es la consumación del amor. Cuando el amor
encuentra su fructificación se vuelve divino.

El amor divino y el amor humano

El amor divino es cualitativamente diferente del amor humano. El amor


humano es para los muchos en el Uno, y el amor divino es para el Uno en los
muchos. El amor humano produce innumerables complicaciones y enredos,
pero el amor divino integra y libera. En el amor divino, los aspectos personales
e impersonales se equilibran por igual; en el amor humano, los dos aspectos
preponderan alternadamente. Cuando la nota personal predomina en el amor
humano, genera total ceguera respecto del valor intrínseco de las demás
formas. Cuando, como en un sentido de deber, el amor es predominantemente
impersonal, éste suele volver a la persona fría, rígida y mecánica. El sentido del
deber aparece en el individuo como una limitación externa impuesta a su
conducta, pero en el amor divino hay libertad ilimitada y espontaneidad
infinita. El amor humano, en sus aspectos personales e impersonales, es
limitado; el amor divino, con su fusión de los aspectos personales e
impersonales, es infinito en su naturaleza y expresión.

En el Amor divino, el amante se vuelve uno con el Amado

Hasta el tipo más elevado de amor humano está sujeto a las limitaciones de
la naturaleza individual, la cual persiste hasta el séptimo plano. El amor divino
surge después de que la mente individual desaparece y se libra de las trabas de
la naturaleza individual. En el amor humano, la dualidad del amante y el
amado persiste, pero en el Amor divino, amante y Amado se vuelven Uno. En
esta etapa, el aspirante salió del campo de la dualidad y se vuelve uno con
Dios, pues el Amor divino es Dios. Cuando el amante y el Amado son uno, es
el final y el principio.

El universo surgió a causa del amor

El universo entero surgió a causa del amor, y es a causa del amor que su
existencia continúa. Dios desciende en el reino de la Ilusión porque la aparente
dualidad del Amado y del amante contribuye finalmente a que Él disfrute
conscientemente su propia divinidad. La tensión de la dualidad condiciona y
sostiene el desarrollo del amor. Dios tiene que sufrir la aparente diferenciación
en la multiplicidad de las almas a fin de continuar el juego del amor. Ellas son
sus propias formas, y en relación con ellas Él asume simultáneamente los roles
del Amante Divino y del Amado Divino. Como el Amado, Él es el objeto
verdadero y último de su apreciación. Como el Amante Divino, Él es el
salvador real y último de ellas, trayéndolas de vuelta hacia Sí. De esta manera,
aunque todo el mundo de la dualidad es sólo una ilusión, esa ilusión nació
para un propósito significativo.

La dinámica del amor

El amor es el reflejo de la unidad de Dios en el mundo de la dualidad.


Constituye el significado total de la creación. Si el amor fuera excluido de la
vida, todas las almas existentes en el mundo se mantendrían completamente
ajenas unas de otras, y las únicas relaciones y contactos posibles en este mundo
desamorado serían superficiales y mecánicas. Es debido al amor que los
contactos y relaciones entre las almas individuales se tornan significativos. El
amor es el que da significado y valor a todo lo que sucede en el mundo de la
dualidad. Pero mientras el amor da significado al mundo de la dualidad, al
mismo tiempo es un constante desafío a la dualidad. A medida que el amor
cobra fuerza, genera inquietud creadora y se convierte en la principal fuerza
impulsora de esa dinámica espiritual que, en última instancia, logra restituir a
la consciencia la unidad original de la Existencia.

LA INFINITUD DE LA VERDAD

Fuente de error en la evaluación espiritual

La mayoría de las personas tiene la impresión de que cuanto pueda


afirmarse que es espiritualmente importante debe ser necesariamente muy
grande desde el punto de vista de este mundo. De manera que, para que
consideren que un acto es espiritual deberá tener efectos trascendentes o
deberá afectar sustancialmente un vasto ámbito de la vida. Están juzgando
constantemente el valor de una acción por la magnitud de sus consecuencias.
Por lo común, el hombre está tan inmerso en los objetos del mundo físico que
las dimensiones, magnitudes y cantidades del mundo físico se filtran
inconscientemente en su estimación del valor espiritual y desnaturalizan su
evaluación.

La infinitud matemática

Toda esta confusión se debe al hecho de que las ideas matemáticas suelen
dominar la mente del hombre, aun cuando su interés sean las estimaciones de
naturaleza espiritual. Sin embargo, lo espiritualmente grande difiere en especie
de lo matemáticamente grande. La idea matemática de la infinitud se construye
imaginando la colección de un número infinito de unidades, cada una de las
cuales posee un valor o una importancia fija e idéntica. Esta infinitud
matemática es en realidad inalcanzable incluso imaginariamente porque ante
cualquier número que pudiéramos imaginar seríamos capaces de concebir un
número que sería aún mayor. Cada unidad es falsa si consideramos que tiene
una existencia o importancia separada y exclusiva. De manera que la idea
matemática de infinitud resulta ser producto de una imaginación activada por
falsas suposiciones.

La infinitud espiritual

La infinitud espiritual no es resultado de imaginarias sumas de lo falso. Se


trata de la Realidad misma, que nosotros percibimos cuando la falsa
imaginación descansa. La infinitud de la Verdad no puede incrementarse para
nada mediante sumas, ni reducirse para nada mediante restas. De hecho, no es
posible sumarle y restarle nada porque lo abarca todo, y no deja espacio para
nada más, ya sea pequeño o grande. Es inconmensurable, indivisible e integral.
Los cambios en el universo no afectan para nada a la infinitud de la Verdad.
Todo lo que sucede en el universo es fenoménico y, como tal, vale cero desde el
punto de vista de la Verdad. Por ejemplo, quienes tienen una mente fija en lo
mundano consideran que un terremoto es una calamidad aterradora y
desastrosa a causa de la inmensa destrucción de vidas y propiedades que
acarrea. Sin embargo, incluso una calamidad como ésta de ninguna manera
puede afectar a la Verdad infinita, la cual se halla en el centro mismo de la
Realidad. De hecho, la infinitud espiritual de la Verdad no experimenta
limitación alguna aunque el universo entero se disolviese. Por lo tanto, de nada
vale medirla en función de lo que es grande de acuerdo con las normas de este
mundo.

La Verdad no es solamente una meta para el futuro

La ilusión de la que a la mayoría de los aspirantes le cuesta librarse es la


creencia de que la Verdad infinita es un objeto que ha de alcanzarse en algún
futuro lejano, y que toda la vida es sólo un medio para esta realización. La
Verdad no sería infinita si se redujera solamente al futuro, dejando de lado al
pasado y al presente. A la vez, se volvería limitada, como un suceso cuyo origen
existiera en el tiempo. Todo lo que la vida es y todo lo que tiene, queda
desprovisto de significado intrínseco si la hemos de considerar como un mero
instrumental en función de algún suceso lejano. Ciertamente, éste es un falso
punto de vista.

El eterno ahora

El sentido de la vida no es ser rico en trascendencia espiritual en alguna


fecha lejana, pues puede serlo en todo momento si la mente se libra de las
ilusiones. La verdadera naturaleza de la infinitud espiritual sólo se comprende
con una mente despejada y tranquila, no como algo que aún ha de ser, sino
como algo que ha sido, es y será para siempre la eterna realización del ser.
Cuando cada instante es rico en trascendencia eterna, no existe la prolongada
adhesión al extinto pasado, ni una anhelante expectativa por el futuro, sino el
hecho de vivir integralmente en el ahora eterno. Viviendo así, la infinitud
espiritual de la Verdad podrá realizarse en la vida.

La plenitud de ser
No es acertado privar al presente de toda importancia subordinándolo a un
fin en el futuro, pues esto significa que acumulamos toda la importancia en el
futuro que imaginamos, en lugar de percibir y comprender la verdadera
importancia de todo lo que existe en el ahora. En la eternidad no puede haber
flujo y reflujo ni intervalos sin sentido entre cosechas intermitentes, sino una
plenitud de ser que no puede empobrecerse ni un solo instante. Cuando la vida
parece estéril y vacía no se debe a una reducción de la infinitud de la Verdad
sino a una carencia de capacidad para entrar en plena posesión de ella.

Las cosas importantes y grandiosas

Así como no es acertado reservar toda importancia espiritual para un futuro


anticipado, tampoco lo es atribuirlo exclusivamente a cosas que producen gran
impacto. Las cosas importantes y grandiosas de la vida no son las únicas
sobrecargadas de significado espiritual. No es necesario que una cosa sea
insólita o particularmente notable para que sea espiritualmente significativa.
Lo insólito y notable existe en relación con lo usual y habitual, pero no son
necesariamente representativos de una absoluta belleza espiritual.
De manera que un individuo no necesita dar enormes sumas de dinero para
una causa a fin de ser espiritualmente grande. Es probable que un pobre no
pueda hacer eso; no por ello será menos espiritual si da lo que puede. No es la
cantidad lo que dota de significado espiritual a la donación sino el espíritu con
el cual se dona. De hecho, es probable que el orgullo o algún motivo egoísta
acompañen a menudo a una generosa donación, la cual pierde entonces su
valor espiritual. Incluso un pequeño donativo, efectuado con humildad y amor
totalmente desinteresado, está dotado de un valor espiritual mucho mayor.

La infinitud espiritual abarca lo más grande y lo más pequeño

La vida espiritual no es cuestión de cantidad sino de calidad de vida


inherente. La infinitud espiritual incluye, en su perspectiva, todas las fases de
la vida. Abarca actos grandes, y también pequeños. Puesto que la infinitud
espiritual supera en magnitud a lo máximo, también es más pequeña que lo
más pequeño, e igualmente puede expresarse mediante sucesos,
independientemente de que éstos sean externamente grandes o pequeños. Una
sonrisa o una mirada están en el mismo nivel que el ofrendar la propia vida
por una causa, siempre y cuando la sonrisa o la mirada broten de la consciencia
de la Verdad. La importancia espiritual no admite grados cuando se vive toda
la vida a la sombra de la Eternidad. La vida sería no solamente finita sino
también extremadamente pobre si consistiera solamente en cosas grandes, y
todas las cosas pequeñas fueran suprimidas de su campo de acción. La Verdad
infinita, que se halla latente en todo, sólo puede revelarse cuando la vida es
vista y aceptada en su totalidad.

La libertad y la alegría de la no-dualidad

La limitación nace debido a los deseos egocéntricos y a la voluntad del yo.


La posesividad en todas sus formas induce una vida limitada. Por ejemplo, si
codiciamos el amor de una persona, pero en vez de ganar su amor lo perdemos
porque ella lo da a otra persona, el resultado es que la libre vida del espíritu se
reduce y ahoga, y somos agudamente conscientes de nuestra limitación. He
aquí el origen de los celos dolorosos y asfixiantes. Pero si miramos la situación
con un corazón libre de deseos vehementes, el amor que es recibido por la otra
persona será percibido en su natural hermosura. Debido a una clara percepción
que aparece cuando no somos posesivos, no sólo saborearemos la libertad de la
ausencia de la dualidad sino que además disfrutamos de su alegría. Cuando es
otra persona la que recibe ese amor es como si nosotros mismos lo
estuviéramos recibiendo, puesto que dejamos de insistir en reclamar esa forma,
tras identificarnos con la vida en todas sus formas.

La realización de la infinitud espiritual


por medio de la no-dualidad

En la no-dualidad se es libre de la limitación, y también se conocen y


aprecian las cosas como son. Solamente en la no-dualidad es realizada la
verdadera infinitud espiritual que asegura una dicha permanente e
imperecedera. La limitación propia de los celos es como todas las demás
limitaciones, como por ejemplo, la ira, el odio y los deseos vehementes: son la
propia creación del individuo. Toda finitud y limitación es subjetiva y
autocreada. Al renunciar a la imaginación autoafirmante y egocéntrica, surge
una verdadera percepción del valor infinito de lo que ES.

Los problemas sociales

Cuando se comprende la infinitud de la Verdad desde el punto de vista de


la no-dualidad, esta comprensión es también fructífera para resolver
adecuadamente los problemas sociales, basados en la dualidad como un hecho
irreductible. La mera manipulación de los números, por inteligente que sea,
jamás podrá producir un acertado ajuste entre el individuo y la sociedad, ni
una verdadera armonía entre varios grupos que eventualmente existan dentro
de la sociedad.

La minoría y la mayoría

Si una pequeña minoría es la que considera y determina los reclamos


sociales de carácter general, entonces los intereses de la vasta mayoría quedan
sin conciliar, y esta última sigue inevitablemente rivalizando y oponiéndose a
la minoría. Por otra parte, los reclamos de carácter general son considerados y
determinados, en las naciones democráticas, por el punto de vista de la
mayoría en lugar del de la minoría. Sin embargo, este punto de vista se
encuentra aún dentro del campo de la dualidad, en el cual existe la
multiplicidad y, por lo tanto, el problema de las minorías sigue sin resolver. La
minoría sigue inevitablemente rivalizando y oponiéndose a la mayoría puesto
que sus intereses quedan sin conciliar.

La totalidad indivisible

No hay solución duradera de un problema social mientras predomine la idea


de los números y la multiplicidad. La solución verdadera sólo podrá aparecer
cuando la ilumine la verdad de la totalidad indivisible y de la unidad intrínseca
de todo. No podremos tomar contacto con el Uno en todos multiplicando la
multiplicidad sino solamente desechando la falsa idea de la pluralidad.
Cualquier número, por grande que sea, será seguramente finito. La infinitud
espiritual no es un número, por grande que éste sea, la infinitud espiritual es la
única Realidad sin rival.

El mundo de la multiplicidad

Donde hay muchos, necesariamente existe una comparación entre ellos. Hay
grandes y pequeños, una jerarquía de pretensiones, privilegios y derechos, así
que cualquier valoración aparece distorsionada por el hecho de que se
reconozcan graduaciones de distinto tipo. Desde el punto de vista espiritual,
todas estas son formas de falsa consciencia porque la misma Verdad vibra en
todos. Sin embargo, la unidad que se experimenta en la Realización es
necesariamente diferente del principio de igualdad. En la dualidad, una
persona puede ser igual a cualquier otra respecto de reclamos, derechos y
valores, pero jamás podrá ser igual a dos o más personas dentro de la
dualidad.

El Uno en todos y en cada uno

Por otra parte, la infinitud espiritual de la Verdad da lugar a la paradoja de


que a un individuo se lo pueda considerar como la totalidad misma. Por lo
tanto, una persona es no sólo capaz de que la consideren de igual importancia
que dos o más personas, sino también igual a todas. Toda comparación está
fuera de lugar en la infinitud espiritual. No hay personas más grandes o más
pequeñas, ni una jerarquía de reclamos, privilegios y derechos; y la evaluación
no se distorsiona gracias a la percepción no desfigurada del Uno en todos y en
cada uno. Puesto que en la creación cada uno se halla no sólo en la infinitud
espiritual sino que también es esa infinitud espiritual indivisible, entonces cada
uno es primero en importancia, y nadie es segundo.

La civilización se basa en la infinitud de la Verdad

En la vida social, reconocer la infinitud espiritual de la Verdad significará un


desafío al individualismo y también al colectivismo. Es el inicio de un nuevo
modo de pensar en función de una totalidad indivisible, desechando todos los
valores relacionados con comparar y poder así reconocer el valor intrínseco de
todas las cosas. En una civilización basada en una verdadera idea de la
infinitud espiritual de la Verdad, no habrá por lo tanto problemas de mayoría
y minoría, de rivalidad y competencia, y de esas comparaciones y difíciles
evaluaciones que con tanta frecuencia sirven para cobijar al orgullo y al ego
separatista. Entonces la vida será infinitamente simple e integral porque las
ilusiones que crean escisiones y complejidades habrán desaparecido por
completo.

LA BÚSQUEDA DE DIOS

Grados de la creencia en Dios

Son mayoría las personas que ni siquiera sospechan de la existencia de Dios,


y lógicamente el tema de Dios no las entusiasma mucho. Hay otras que, por
influencia de la tradición, pertenecen a una fe u otra, y adquieren por su
entorno la creencia en la existencia de Dios. Su fe es suficientemente fuerte
como para mantenerlas ligadas a ciertos rituales, ceremonias o creencias, y
raras veces posee la vitalidad necesaria para que cambien radicalmente de
actitud respecto de la vida. E incluso hay otras personas de mentalidad
filosófica e inclinadas a creer en la existencia de Dios debido a sus propias
especulaciones o a afirmaciones de otros; en el mejor de los casos, Dios es para
ellas, una hipótesis o una idea que es producto del intelecto. Esta tibia creencia
nunca podrá ser en sí misma suficiente incentivo para lanzarse a buscar
seriamente a Dios. Estas personas, no saben de Dios a través de un
conocimiento personal, y Dios no es para ellas objeto de un intenso deseo o
esfuerzo.

El verdadero aspirante busca


el conocimiento directo de las realidades espirituales
Un verdadero aspirante no se contenta con conocer realidades espirituales
que se basen en lo que otros dicen, ni les satisface conocer meramente por
inferencia. Para él, las realidades espirituales no son objeto de vagos
pensamientos, y su aceptación o su rechazo implican trascendentales
consecuencias para su vida interior. Por ende, el aspirante lógicamente insiste
en el conocimiento directo de esas realidades. Un ejemplo de esto es un hecho
que ocurrió en la vida de un gran sabio. Un día, él estaba conversando sobre
tópicos espirituales con un amigo muy adelantado en el sendero. Mientras
dialogaban, su atención se desvió hacia el cuerpo de un difunto que
transportaban frente a ellos. “He aquí el final del cuerpo, pero no del alma”,
observó el amigo. “¿Has visto al alma?,” preguntó el sabio. “No,” le contestó el
amigo. Y el sabio siguió siendo escéptico acerca del alma, pues persistió en su
conocimiento personal.

El aspirante tiene una mente abierta

Aunque el aspirante no pueda contentarse con conocimientos de segunda


mano ni con suposiciones, él no se cierra mentalmente ante la posibilidad de la
existencia de realidades espirituales que no han llegado ser parte de su
experiencia. En otras palabras, es consciente de las limitaciones de su propia
experiencia individual y se abstiene de convertir a esta última en el criterio de
toda posibilidad. Su mente está abierta a todas las cosas que se hallan más allá
del alcance de su experiencia. Si bien no las acepta de oídas, tampoco se
precipita a negarlas. La limitación de la experiencia tiende frecuentemente a
reducir el alcance de la imaginación, de manera que el individuo llega a creer
que no existen otras realidades que aquéllas que han formado parte sus
experiencias pasadas conocidas. Sin embargo, habitualmente algunos episodios
o sucesos de su propia vida harán que el aspirante se escape de su dogmático
encierro y obtenga una mente realmente abierta.

Un episodio ilustrativo

Un ejemplo de esta etapa de transición se puede ilustrar con una anécdota


de la vida del mismo sabio, el cual resultó ser un príncipe. Unos días después
del episodio ya mencionado, iba a caballo cuando apareció un caminante que
avanzaba hacia él. Puesto que su presencia impedía el paso del caballo, el sabio
le ordenó arrogantemente al hombre que saliera del camino. Éste se negó, por
lo que el sabio desmontó y ambos tuvieron la siguiente conversación: “¿Quién
eres?,” preguntó el caminante. “Soy el príncipe,” contestó el sabio. “Pero yo no
sé que tú eres el príncipe,” dijo el caminante y continuó: “Te aceptaré como
príncipe solamente cuando yo sepa que lo eres, y no de otra forma”. Este
encuentro hizo que el sabio se diera cuenta de la potencial existencia de Dios
aunque él no Lo conociera por experiencia personal, así como él era realmente
un príncipe aunque el caminante no lo supiera por su propia experiencia
personal. Entonces, al abrirse su mente a la posible existencia de Dios, se abocó
a resolver esa cuestión con fervor.

Indiferencia acerca de la existencia de Dios

Dios existe o no existe. Si existe, su búsqueda se halla ampliamente


justificada. Si no existe, no se pierde nada buscándole. Sin embargo, el hombre
no suele dedicarse a buscar realmente a Dios como si se tratara de una iniciativa
voluntaria y alegre. Él es impulsado a esta búsqueda al desilusionarse con las
cosas de este mundo que lo seducen y de las que no puede desviar su mente. La
persona corriente se enfrasca por completo en sus actividades del mundo físico.
Vive sus múltiples experiencias alegres y penosas sin siquiera sospechar que
existe una Realidad más profunda. Él procura por todos los medios tener
placeres sensuales y evitar diferentes clases de sufrimiento.

Ocasiones que hacen pensar

Ésta es la filosofía del individuo común y corriente: “Come, bebe y


diviértete”. Sin embargo, a pesar de su incesante búsqueda del placer, de
ninguna manera puede evitar enteramente el sufrimiento, y aunque logre
complacer sus sentidos, a menudo lo llevan al hartazgo. De manera que,
mientras atraviesa la ronda diaria de variadas experiencias, suele surgir una
ocasión en la que él empieza a preguntarse: “¿Cuál es el fin de todo esto?”. Este
pensamiento puede surgir de algún episodio desafortunado y para el que no
está mentalmente preparado. Puede tratarse de la frustración de algo que
esperaba y de lo que estaba seguro, o de un importante cambio en su situación
que exigía un reajuste radical y renuncia a modos de pensar y comportarse ya
establecidos. Normalmente esta ocasión surge como consecuencia de la
frustración de un fuerte deseo. Si por casualidad, algo que él desea
profundamente se frustra de tal manera que no existe la más leve posibilidad de
que alguna vez se concrete, la psiquis experimenta un shock tal que no acepta
más el tipo de vida que hasta entonces podría haber aceptado sin cuestionarla.

La incontrolada fuerza de la desesperación es destructiva

Es probable que, en estas circunstancias, la persona sienta forzosamente una


desesperación total. Y si la formidable fuerza generada por esta alteración de
su psiquis sigue careciendo de control y dirección, puede incluso desembocar
en un grave trastorno mental o en tentativas de suicidio. Esta catástrofe vence a
aquéllos en quienes la desesperación se une con la irreflexión, pues permiten
predominio libre y total del impulso. Lo único que la incontrolada fuerza de la
desesperación puede hacer es destruir. La desesperación de una persona
reflexiva es, en similares circunstancias, totalmente diferente en cuanto a sus
resultados porque la energía liberada es controlada y dirigida inteligentemente
hacia un propósito. La persona toma una importante decisión para descubrir y
concretar el objetivo de su vida en el momento de esta divina desesperación.
Así nace una verdadera búsqueda de valores duraderos. De ahí en adelante, la
candente pregunta que no puede silenciarse es ésta: “¿A qué conduce todo
esto?”

La divina desesperación es el comienzo del despertar espiritual

Cuando la energía mental del individuo se concentra, pues, en descubrir la


meta de la vida, utiliza creativamente la fuerza de la desesperación. Las cosas
efímeras de la existencia no le satisfacen más, y es totalmente escéptico acerca
de los valores comunes y corrientes que hasta entonces había aceptado sin
dudar. Su único deseo es encontrar la Verdad a toda costa, y no se contenta con
cualquier cosa en la que la Verdad esté ausente. La divina desesperación es el
comienzo del despertar espiritual porque da lugar a que la persona aspire a
realizar a Dios. En el momento de la divina desesperación, cuando todo parece
hundirse, la persona decide correr cualquier riesgo e indagar el significado de
su vida, el cual está detrás del velo.
Dios o nada

Falló todo lo que le servía de consuelo, pero al mismo tiempo su voz interior
rehúsa reconciliarse por completo con la posición de que la vida carece de todo
sentido. Si él no postula aún alguna realidad oculta que hasta ese momento no
conoció, entonces no hay nada por lo que valga la pena vivir. Tiene solamente
dos opciones: o existe una Realidad espiritual oculta, que los profetas han
descripto como Dios, o todo carece de sentido. La segunda opción es
cabalmente inaceptable para la personalidad total del hombre, por lo que
deberá ensayar la primera opción. De manera que el individuo se vuelve hacia
Dios cuando los asuntos de este mundo lo acorralan.

Reevaluar las experiencias a la luz de la Realidad postulada

Ahora bien, puesto que no existe un acceso directo a esta realidad oculta que
él postula, inspecciona sus experiencias habituales en procura de vías posibles
que conduzcan hacia un significativo más allá. Así retorna a sus experiencias
habituales con el propósito de recoger un poco de luz sobre el sendero. Esto
implica mirar todo desde un nuevo ángulo y supone una reinterpretación de
cada experiencia. Ahora tiene no solamente experiencia sino que también trata
de sondear su significado espiritual. No le interesa meramente lo que es, sino
también lo que significa en la marcha hacia esta meta oculta de la existencia.
Toda esta cuidadosa reevaluación de la experiencia tiene como resultado el
logro de una percepción que no le sucedía antes de iniciar su nueva búsqueda.
Reevaluar la experiencia equivale a una nueva porción de sabiduría, y cada
complemento de la sabiduría espiritual produce necesariamente una
modificación de nuestra actitud general hacia la vida. De modo que la
búsqueda puramente intelectual de Dios o de la Realidad espiritual oculta,
repercute en la vida práctica de la persona. Ahora su vida se convierte en un
real experimento con los valores espirituales percibidos.

Encontrar a Dios es volver hacia nuestro propio Ser


Cuanto más continúa experimentando inteligente y decididamente con su
propia vida, más profundamente comprende el verdadero significado de la
vida. Hasta que finalmente descubre que está experimentando una completa
transformación de su ser, llegando a percibir de verdad el significado real de la
vida tal como es. Dueño de una visión clara y tranquila de la verdadera
naturaleza y valor de la vida, comprende que Dios, a quien ha estado buscando
con tanta desesperación, no es un ser extraño, oculto o externo. Porque Él es la
Realidad misma y no una hipótesis. Es la Realidad vista con una visión no
empañada: la Realidad misma de la que él es una parte, en la que había tenido
todo su ser y a la que de hecho él es idéntico.
De manera que, aunque empieza a buscar algo totalmente nuevo, en
realidad llega a una nueva comprensión de algo que es antiguo. La travesía
espiritual no consiste en llegar a un nuevo destino en el que la persona obtiene
lo que tenía o se convierte en lo que no era. Consiste en que se disipa su
ignorancia respecto de sí mismo y de la vida, y crece gradualmente esa
comprensión que empieza con el despertar espiritual. Encontrar a Dios es
volver hacia nuestro propio Ser.

LAS ETAPAS DEL SENDERO

La esclavitud da valor a la libertad

Todas las personas tienen que pasar por el estado de esclavitud, pero este
período de esclavitud no hay que considerarlo un episodio sin sentido en la
evolución de la vida. Tenemos que experimentar el hecho de estar enjaulados
si hemos de apreciar la libertad. Si un pez no sale del agua una sola vez
siquiera en todo el transcurso de su vida, entonces no tiene la posibilidad de
apreciar el valor del agua. Desde su nacimiento hasta su muerte vivió
solamente en el agua, sin estar en condiciones de comprender qué significa
realmente el agua para su existencia. Pero si lo sacamos del agua tan sólo un
instante, anhelará el agua y esa experiencia lo calificará para apreciar la
importancia de aquélla. Del mismo modo, si la vida fuera constantemente libre,
sin que la esclavitud se pusiera de manifiesto, el hombre no llegaría a entender
lo que la libertad significa realmente. Experimentar la esclavitud espiritual y
conocer el intenso deseo de estar libre de ella es una preparación para disfrutar
plenamente la libertad que ha de venir.

El sendero comienza con un anhelo de realidad más profunda

Así como el pez que sacamos del agua anhela regresar a ella, de igual
manera el aspirante que percibió la meta anhela unirse con Dios. De hecho, este
anhelo de regresar a la fuente está presente en cada ser desde el tiempo mismo
en el que el velo de la ignorancia lo separó de aquélla, pero el individuo no es
consciente de este anhelo hasta entrar como aspirante en el sendero espiritual.
En un sentido podemos acostumbrarnos a la ignorancia, así como quien viaja
en tren puede acostumbrarse a la oscuridad de un túnel cuando el convoy lo
está atravesando. Incluso entonces existe una clara incomodidad y una
inquietud vaga e indefinible, debidas a la sensación de que está faltando algo.
Desde el comienzo mismo, el individuo percibe que este “algo” tiene una
importancia formidable. En las etapas de densa ignorancia, a este “algo” suele
identificárselo indeliberadamente con las variadas y diversas cosas de este
mundo material.
Sin embargo, cuando la experiencia que tenemos de este mundo está
suficientemente madura, las repetidas desilusiones de la vida nos encauzan
debidamente para que descubramos lo que nos está faltando. A partir de este
entonces, el individuo busca una realidad más profunda que las formas
cambiantes. Podríamos describir acertadamente este momento como la primera
iniciación del aspirante. Desde el momento de la iniciación en el sendero, el
anhelo de unirse con la fuente de la que se había separado se expresa e
intensifica. Así como la persona que está en el túnel anhela la luz, y aún más
intensamente después de ver un destello que llega desde el otro extremo, de
igual manera quien tuvo una vislumbre de la meta anhela apresurarse e ir
hacia a ella con toda la celeridad de la que dispone.

El velo de la imaginación múltiple

Seis son las estaciones del sendero espiritual, y la séptima es la terminal, o


meta. Cada estación intermedia es, a su modo, una suerte de anticipo
imaginario de la meta. El velo que separa al hombre de Dios consiste en su
falsa imaginación, y este velo tiene muchos pliegues. Antes de entrar en el
sendero, este velo de la imaginación múltiple cubre a la persona, y el resultado
de esto es que ni siquiera es capaz de pensar que es otra cosa que un individuo
separado, encerrado y finito. Su consciencia personal, la de su ego, ha
cristalizado el accionar de su imaginación múltiple y falsa, y el anhelo
consciente de unirse con Dios es lo primero que conmueve toda la estructura
de ese ego, el cual ha sido construido durante el período del falso trabajar de la
imaginación.
Atravesar el sendero espiritual consiste en deshacer los resultados de ese
falso trabajar de la imaginación, o en dejar caer los diversos pliegues del velo,
el cual ha creado una sensación de inexpugnable separación y aislamiento
irredimible. Hasta aquí la persona se había aferrado firmemente a la idea de su
existencia separada, asegurándola detrás de los formidables muros de la densa
ignorancia, pero de ahora en adelante entra en una suerte de comunicación con
la vasta Realidad. Cuanto más contacto establece con la Realidad, más fino se
torna el velo de la ignorancia. Con el gradual desgaste de la separación y el
egoísmo, él adquiere una sensación cada vez mayor de que se está fundiendo
con la vasta Realidad.

La inversión gradual del falso accionar de la imaginación

La construcción de la sensación de separación es producto de los vuelos de


la imaginación. Por lo tanto, la ruptura de ese autocreado sentido de
separación y la subsiguiente unión con la Realidad se consiguen mediante la
inversión del falso accionar de la imaginación. El acto de librarnos por
completo de la imaginación puede ser comparado con el despertar de un sueño
profundo. Las diferentes etapas del proceso por el cual nos libramos de la falsa
imaginación se podrían comparar con los sueños que a menudo sirven de
puente entre el sueño profundo y el estado de plena vigilia. El proceso por el
que nos libramos del múltiple accionar de la falsa imaginación es gradual y
tiene siete etapas.
Desprenderse de un pliegue del velo de la imaginación es indudablemente
un avance hacia la Luz y la Verdad, pero no equivale a llegar a ser uno con la
Realidad. Significa meramente renunciar a la imaginación más falsa en favor
de la que es menos falsa. La imaginación tiene diferentes grados de falsedad, y
corresponden a los grados de la sensación de estar separados, constituida por
la consciencia personal, la del ego. Cada etapa del proceso por la cual se
elimina la imaginación falsa es un claro desgaste del ego. Pero todas las etapas
intermedias del sendero, hasta la Realización final de la meta, consisten en
abandonar un vuelo de la imaginación para pasar a otro. No equivalen a un
cese de la imaginación.

Las etapas intermedias del sendero


son creaciones de la imaginación

Estos vuelos de la imaginación no producen cambios reales y esenciales en


el Ser tal como éste es. Lo que cambia no es el Ser sino la idea que tenemos
acerca de lo que él es. Supongamos que soñamos despiertos o fantaseamos que
estamos en la China mientras nuestro cuerpo está en la India. Cuando
terminamos de fantasear, nos damos cuenta de que nuestro cuerpo no está
realmente en la China sino en la India. Desde el punto de vista subjetivo esto
equivale a regresar de China a India. Del mismo modo, la gradual
desidentificación con el cuerpo y la progresiva identificación con el Alma
Universal son comparables a atravesar el sendero, aunque de hecho, las
distintas etapas intermedias del sendero son, por igual y en su totalidad,
creaciones del juego de la imaginación.

La pseudo sensación de Realización

De manera que las seis etapas ascendentes se encuentran todas en el campo


de la imaginación. Sin embargo, en cada etapa, cuando el individuo rompe con
la sensación de separación y descubre una fusión en la vasta Realidad, ambas
sensaciones son tan fuertes y claras que él tiene a menudo una pseudo
sensación de Realización. Así como quien está escalando una montaña descubre
un profundo valle y este espectáculo lo fascina tanto que, olvidándose de la
meta real, por un instante cree haber llegado a su propia meta, de igual modo el
aspirante confunde las etapas intermedias con la meta misma. Pero quien
realmente anhela escalar la montaña, se da cuenta, un rato después, que debe
cruzar ese valle, y el aspirante también cae en la cuenta de que, tarde o
temprano, tiene que trascender la etapa intermedia. La pseudo sensación de
Realización, que se presenta en las etapas intermedias, se parece al individuo
que está soñando que despertó de su sueño aunque en realidad todavía está
dormido. Después de despertar, se da cuenta de que su primera sensación de
estar despierto fue realmente un sueño.

Los planos y estados

Cada definida etapa de avance representa un estado de consciencia, y el


avance de un estado de consciencia a otro se produce juntamente con el cruce
de los planos internos. De manera que los seis planos intermedios y sus estados
de consciencia han de experimentarse antes de llegar al séptimo plano, el cual
es el final de la jornada y en el que existe la Realización final del estado de
Dios. Se puede comparar un plano con una estación ferroviaria en la que el tren
se detiene un rato, y al estado de consciencia con los movimientos del pasajero
que desciende en la estación.

La naturaleza del samadhi

Después de entrar en un nuevo plano de consciencia, la persona suele tardar


un tiempo antes de poder funcionar libremente en ese plano. Puesto que hay un
cambio radical en las condiciones de la vida mental en su totalidad, la persona
experimenta una suerte de parálisis de su actividad mental, la cual se conoce
como samadhi. Cuando el peregrino entra en un nuevo plano, se funde en éste
antes de poder experimentar el estado característico de ese plano. Así como un
peregrino cansado por el esfuerzo realizado en un viaje a veces se duerme, de
igual modo la consciencia –cuando ha hecho el esfuerzo de ascender a un nuevo
plano– atraviesa un período en el que la actividad mental se reduce, la cual
puede compararse con el hecho de dormir. Sin embargo, el samadhi difiere
fundamentalmente del hecho de dormir. La persona está totalmente
inconsciente cuando duerme, mientras que en el samadhi es consciente de la
dicha, de la luz o del poder, aunque inconsciente de su cuerpo y del entorno.
Tras un lapso de comparativa quietud, la mente empieza a funcionar en el
nuevo plano y experimenta un estado de consciencia que difiere totalmente del
estado que quedó atrás.

Cada etapa del sendero reduce la vida del ego


Cuando el aspirante entra en un nuevo plano, se sumerge en éste, y junto
con la reducción de la actividad mental, experimenta una sustancial
disminución de la vida del ego. Esta reducción de la vida del ego difiere de la
aniquilación final del ego, la cual tiene lugar en el séptimo plano. Pero igual
que la aniquilación final en el séptimo plano, las diferentes etapas de la
reducción del ego en los seis planos intermedios merecen especial mención
debido a su respectiva importancia. Según la tradición espiritual de los sufis, a
la aniquilación final del ego se la describe como Fana-Fillah. Y a los primeros
samadhis de los seis planos de la dualidad también se los ha reconocido como
especies de fana, puesto que también implican una aniquilación parcial del ego.

Los tres primeros fanas

Por medio de todos estos fanas de carácter ascendente existe una


continuidad en el avance hacia el Fana-Fillah final, y cada uno tiene una
característica especial. Cuando el peregrino llega al primer plano, experimenta
su primer fana, o aniquilación menor del ego. El peregrino se halla
provisoriamente fuera de su individualidad limitada, y experimenta la dicha.
De manera que muchos peregrinos piensan que realizaron a Dios y, por ende,
quedan atascados en el primer plano. Si el peregrino se libera de su
autoengaño y llega a darse cuenta de que lo que logró es en realidad una fase
de transición en su travesía, entonces avanza más por el sendero espiritual y
llega al segundo plano.
Se denomina fana-i-batili, o aniquilación de lo falso, cuando el peregrino se
sumerge en el segundo plano. Ahora el peregrino está absorbido en la dicha y
la luz infinita. Algunos creen que llegaron a la meta y quedan varados en el
segundo plano, pero otros, que se liberan de su autoengaño, siguen adelante y
entran en el tercer plano. Sumergirse en el tercer plano se llama fana-i-zahiri, o
aniquilación de lo aparente. Aquí el peregrino deja de ser consciente de su
cuerpo y del mundo durante días, y su experiencia es de un poder infinito.
Puesto que no es consciente del mundo, no tiene ocasión para expresar este
poder. Esto es videh samadhi, o estado de coma divino. A la sazón, la
consciencia se retiró completamente del mundo entero.
Los peligros del cuarto plano

Si el peregrino avanza aún más, llega al cuarto plano. Sumergirse en el


cuarto plano se llama fana-e-malakuti, o aniquilación que conduce hacia la
libertad. El peregrino experimenta un peculiar estado de consciencia en el
cuarto plano, ya que no sólo siente poder infinito sino que ahora tiene muchas
ocasiones para expresarlo. Además, no sólo tiene la oportunidad de usar sus
poderes sino que también se inclina especialmente por expresarlos. Si es
víctima de esta tentación, sigue expresando estos poderes y queda atrapado en
las seductoras posibilidades del cuarto plano. Por esta razón el cuarto plano es
uno de los más difíciles y peligrosos para cruzar. El peregrino nunca está
espiritualmente a salvo, y siempre es posible que ocurra un retroceso hasta no
haber cruzado exitosamente el cuarto plano y llegado al quinto plano.

Los fanas de los planos quinto y sexto

Sumergirse en el quinto plano se llama fana-e-jabruti, o aniquilación de todos


los deseos. Aquí se detiene la incesante actividad del intelecto inferior. El
peregrino no piensa de la manera común y corriente, pero indirectamente es
fuente de muchos pensamientos inspiradores. Ve, pero no con los ojos físicos.
La mente habla con la mente, sin que haya preocupaciones o dudas. Ahora se
halla espiritualmente a salvo y ha trascendido toda posible caída, pero a
muchos peregrinos que están en este plano exaltado les resulta difícil resistir el
engaño de que han llegado a la Deidad. En su engaño, dicen: “Yo soy Dios” y
creen haber llegado al final del sendero espiritual.
Pero si el peregrino sigue su marcha, se da cuenta de su error y avanza hacia
el sexto plano. Sumergirse en el sexto plano se llama fana-e-mahabubi, o
aniquilación del yo en el Amado. Ahora el peregrino ve a Dios tan directa y
claramente como una persona común y corriente ve las diferentes cosas de este
mundo. Esta continua percepción y deleite de Dios no se interrumpe ni
siquiera un instante. Sin embargo, el viajero no se convierte en uno con Dios, el
Infinito.

Fana-Fillah, o Nirvikalpa, el estado de Deidad consciente


Si el peregrino asciende al séptimo plano, experimenta la última fusión, la
cual se llama Fana-Fillah, o aniquilación final del yo en Dios. Mediante esta
fusión, el peregrino pierde su existencia separada y se une permanentemente
con Dios. Ahora es uno con Dios y su experiencia no es sino ser Dios. Este
Fana-Fillah del séptimo plano es la estación terminal del sendero espiritual, la
meta de toda búsqueda y empeño. Es el estado de Nirvikalpa Samadhi, que
caracteriza a la Deidad consciente. Es el único despertar real. El peregrino llegó
a la otra orilla del vasto océano de la imaginación, y advierte que esta Verdad
última es la única Verdad, y que todas las demás etapas del sendero son
enteramente ilusorias. Ha arribado al destino final.

LLEGAR AL CONOCIMIENTO DEL YO

El progresivo avance hacia el Conocimiento


del Yo es gradual e imperceptible

Cuando el tiempo está maduro, el avance de la persona hacia el


Conocimiento del Yo (Ser) se produce tan naturalmente como el crecimiento
del cuerpo físico de un niño hasta su pleno desarrollo como adulto. El cuerpo
físico crece y se desarrolla por el accionar de leyes naturales, y el avance del
aspirante hacia el Conocimiento del Yo se desarrolla por el accionar de leyes
espirituales concernientes a la transformación y emancipación de la
consciencia. El cuerpo físico de un niño crece de manera muy gradual y casi
imperceptible, y lo mismo se aplica al avance espiritual de una persona una
vez que ésta entró en el sendero. El niño no sabe cómo crece su cuerpo físico;
del mismo modo, el aspirante a menudo suele ignorar la ley por la cual avanza
hacia el destino de su progreso espiritual.
Por lo general, el aspirante es consciente de la manera con la que ha estado
reaccionando ante las diversas situaciones de la vida, pero raras veces es
consciente de la manera con la que avanza hacia el Conocimiento del Yo. Sin
que él lo sepa de manera consciente, está llegando gradualmente al
Conocimiento del Yo atravesando el sendero interior, mediante sus alegrías y
pesares, su felicidad y sufrimiento, sus éxitos y fracasos, sus esfuerzos y
descanso, y mediante momentos de clara percepción y voluntad armónica, y
también momentos de confusión y conflicto. Así se ponen de manifiesto los
diversos sanskaras que él trajo del pasado, y el aspirante forja su camino hacia
el Conocimiento del Yo atravesando las marañas de los sanskaras como el
viajero recorre su camino por un bosque agreste y tupido.

El campo de acción de la consciencia y su actividad

Podríamos comparar la consciencia humana con una linterna que revela la


existencia y naturaleza de las cosas. La región que puede iluminar esta linterna
está definida por el funcionamiento de este instrumento, así como quien esté
dentro de un bote puede pasearse por cualquier parte sobre la superficie del
agua pero sin tener acceso a lejanos lugares en la tierra o en el aire. El real
accionar de la linterna de la consciencia es determinado por los sanskaras que
se acumularon, así como el curso de los arroyos que bajan por una montaña
son determinados por los canales creados por los contornos naturales de la
misma.

Las personas corrientes sólo son conscientes del mundo físico

En el caso de una persona común, el ámbito de su vida y la etapa de su


accionar se reducen al mundo físico porque, en ella, la linterna de la consciencia
cae en el cuerpo físico y opera por medio de éste. Al verse reducido al
instrumento del cuerpo físico, esa persona puede ser consciente de cualquier
cosa dentro de los límites del mundo físico, pero es incapaz de establecer
contacto con las realidades sutiles o mentales. El plano físico constituye, pues, el
ámbito del individuo común, y todas sus actividades y pensamientos tienden a
dirigirse hacia los objetos físicos a los que él puede tener acceso. Durante este
tiempo permanece inconsciente de las esferas sutil y mental de la existencia,
puesto que la linterna de su consciencia no puede enfocarse a través del
instrumento del cuerpo sutil o del cuerpo mental.

La identificación con el cuerpo físico

En esta etapa, el alma es consciente del mundo físico, pero completamente


ignorante de su naturaleza verdadera. Se identifica con el cuerpo físico sobre el
cual cae el haz de luz de la consciencia, y esto se convierte naturalmente en la
base de todas las actividades dentro de su alcance. El alma no se conoce a sí
misma a través de sí misma sino mediante el cuerpo físico. Y puesto que todo
el conocimiento que el alma puede recoger por medio del cuerpo físico apunta
hacia el cuerpo físico mismo como el centro de las actividades, se conoce como
cuerpo físico, el cual es, de hecho, solamente su instrumento. Por lo tanto, el
alma se imagina hombre o mujer, joven o viejo, y asume los cambios y
limitaciones del cuerpo.

La identificación con el cuerpo sutil

Tras innumerables vidas dentro del escenario que el mundo físico le brinda,
las impresiones conectadas con el mundo físico se debilitan con la prolongada
duración de la experiencia de los opuestos, como la gran felicidad y el intenso
sufrimiento. El debilitamiento de las impresiones es el comienzo del despertar
espiritual, el cual consiste en que el haz de luz de la consciencia se retira
gradualmente de la fascinación del mundo físico. Cuando sucede esto, las
impresiones densas se tornan sutiles, facilitando e induciendo así al alma a
transferir la base de su actuación consciente del cuerpo físico al cuerpo sutil.
Ahora el haz de luz de la consciencia cae sobre el cuerpo sutil y opera por
medio de éste como su instrumento, dejando de trabajar por medio del cuerpo
físico. Por lo tanto, todo el mundo físico se retira de la consciencia del alma, y
sólo se vuelve consciente del mundo sutil. Ahora la esfera sutil de la existencia
constituye el contexto de su vida, y el alma se considera el cuerpo sutil, el cual
se convierte y ve como centro de todas sus actividades. Aunque el alma se
volvió consciente de lo sutil, sigue ignorando su naturaleza verdadera, puesto
que no puede conocerse directamente por sí misma sino sólo mediante el
cuerpo sutil.
Sin embargo, el cambio de etapa de la acción, de la esfera física a la esfera
sutil de la existencia, es de considerable importancia. En la esfera sutil, los
convencionalismos del mundo físico son reemplazados por nuevas normas que
están más cerca de la Verdad, y resulta posible un nuevo modo de vivir al
aparecer nuevos poderes y al ponerse en circulación la energía espiritual. La
vida en el mundo sutil es sólo una fase pasajera de la travesía espiritual, y está
lejos de ser la meta, pero de millones de almas conscientes de lo físico, apenas
una es capaz de llegar a ser consciente de lo sutil.

La identificación con el cuerpo mental

Las impresiones conectadas con el mundo sutil se gastan a su vez, por


ejemplo, mediante algunas formas de penitencia o yoga. Esto facilita y produce
un ulterior retiro de la consciencia hacia su interior, con lo que el haz de luz de la
consciencia llega a enfocarse en el cuerpo mental y comienza a funcionar por
medio de él. La ruptura de la conexión consciente con los cuerpos sutil y físico
significa que las esferas física y sutil de la existencia quedan excluidas por
completo del alcance de la consciencia. Ahora el alma es consciente del mundo
mental, el cual brinda más profundas posibilidades para comprender
espiritualmente y percibir más claramente la Verdad última.
En este nuevo escenario de la esfera mental, el alma disfruta una inspiración
continua, una profunda visión interior y una intuición infalible, y se halla en
contacto directo con la Realidad espiritual. Aunque está en contacto directo con
Dios, el alma no se ve como Dios, puesto que no puede conocerse directamente
por sí misma sino sólo mediante el instrumento de la mente individual. Se
conoce por medio de la mente individual y se considera la mente individual,
pues ve a la mente individual como la base y el centro de todas sus actividades.
Aunque el alma ahora está mucho más cerca de Dios que en las esferas física
o sutil, todavía se halla encerrada en el mundo de la sombra, y sigue
sintiéndose separada de Dios debido al velo creado por las impresiones
conectadas con la esfera mental. El haz de luz de la consciencia está
funcionando con la limitación de la mente individual y, por lo tanto, no posee
el conocimiento del alma tal como es en sí misma. Aunque el alma todavía no
se realizó como Dios, su vida en la esfera mental de la existencia constituye un
formidable avance más allá del ámbito de la esfera sutil. De los millones de
almas conscientes de lo sutil, raramente una de ellas puede establecer contacto
con la esfera mental de la existencia.

La necesidad de un Maestro

Es posible que un aspirante se eleve hasta la esfera mental de la existencia


sin ayuda y por propio esfuerzo. Pero abandonar el cuerpo mental equivale a
renunciar a la existencia individual. Este paso, final e importantísimo, no
puede darse, salvo con la ayuda de un Maestro Perfecto, quien Realizó a Dios.
De las almas conscientes de la esfera mental, son escasas las que pueden retirar
de la mente individual el haz de luz de la consciencia. Este retiro implica la
completa desaparición de los últimos rastros de impresiones conectadas con la
vida mental del alma. Cuando el haz de luz de la consciencia ya no enfoca
ninguno de los tres cuerpos, entonces pasa a reflejar la verdadera naturaleza
del alma.

El conocimiento directo de Sí Misma

Ahora el alma tiene conocimiento directo de sí misma sin depender de


instrumento alguno, y no se ve como un cuerpo finito sino como Dios infinito, y
se conoce como la única Realidad. En esta crucial crisis en la vida del alma, se
cortan por completo las conexiones con los tres cuerpos. Puesto que la
consciencia de las diferentes esferas de la existencia depende directamente de
los respectivos cuerpos, ahora el alma se abstrae definitivamente de todo el
universo. El haz de luz de la consciencia deja de enfocar todo lo que sea extraño
o externo y se vuelve hacia el alma misma. Ahora el alma es verdaderamente
consciente de Sí Misma y ha llegado al conocimiento del Yo.

El falso conocimiento del ser es un substituto provisorio

El proceso por el que se llega al Conocimiento del Yo a lo largo de las tres


esferas de la existencia se alcanza con la adquisición del falso conocimiento del
ser, el cual consiste en identificarse con el cuerpo físico, sutil o mental, de
acuerdo con la etapa del proceso evolutivo. Esto se debe al propósito inicial de
la creación, el cual consiste en hacer que el alma sea consciente de Sí Misma. El
alma no puede tener Verdadero conocimiento, salvo al final de la travesía
espiritual, y todas las formas intermedias del falso conocimiento de sí misma
son, por así decirlo, substitutos temporarios del verdadero conocimiento de Sí
Misma. Son errores necesarios en el intento por llegar al Verdadero
conocimiento.
Puesto que el haz de luz de la consciencia se vuelve, a lo largo del sendero,
hacia los objetos del entorno y no cae sobre el alma misma, ésta tiende a
enfrascarse tanto en estos objetos que se olvida casi por completo de su propia
existencia y naturaleza. Este riesgo de olvidarse de sí misma de manera total y
absoluta es contrabalanceado al afirmar el alma su propio ser mediante los tres
cuerpos, los cuales utiliza como puntos de foco del haz de luz de la
consciencia. De manera que el alma se conoce como sus propios cuerpos y
conoce a las demás almas como sus cuerpos, sosteniendo de ese modo un
mundo dual en el que hay identidad sexual, competencia, agresión, envidia,
mutuo temor y exclusiva ambición egocéntrica. De ahí que el conocimiento de
sí misma mediante cualquier signo externo sea fuente de indecible confusión,
complicación y enredos.

El cuento de la calabaza

Podemos ilustrar esta forma de la ignorancia con el famoso cuento de la


calabaza, mencionado por el poeta persa Jami en uno de sus versos. Había una
vez un hombre distraído, y sin igual para olvidarse de las cosas, incluso de su
propia identidad. Un amigo inteligente y de confianza quiso ayudarlo a no
olvidarse. Así que le sujetó una calabaza en el cuello, y le dijo: –Ahora
escúchame, viejo amigo, un día podrías desorientarte por completo y no saber
quién eres. Por eso, como una señal, te ato esta calabaza en el cuello para que
cada mañana, cuando te despiertes, la veas y sepas que eres tú quien está ahí.
El hombre distraído veía la calabaza todos los días al despertarse por la
mañana y se decía: “¡No estoy perdido!”. Un tiempo después, cuando ya se
había acostumbrado a identificarse por medio de la calabaza, el amigo le pidió
a un extraño que se quedara con el hombre distraído, le sacara la calabaza del
cuello mientras dormía, y se la atara él mismo en el cuello. El extraño lo hizo, y
cuando el hombre distraído se despertó por la mañana, no vio la calabaza en su
cuello por lo que se dijo: “¡Estoy perdido!”. Entonces vio la calabaza en el
cuello del otro hombre y le dijo: – ¡Tú eres yo! ¿Pero entonces quién soy yo?
Explicación de esta analogía

Este cuento de la calabaza brinda una analogía sobre las diferentes formas
de falso conocimiento del yo, derivado de identificarse con uno de los cuerpos.
El hecho de conocerse como el cuerpo equivale a conocerse por medio de la
calabaza. Podemos comparar la perturbación causada por la no identificación
con el cuerpo físico, sutil o mental con la confusión del hombre distraído
cuando no pudo ver más la calabaza en su propio cuello. El principio de la
disolución de la percepción de la dualidad, equivale al hombre que se
identifica como el extraño que tiene colgada la calabaza. Además, si el hombre
distraído del cuento aprendiera a conocerse por sí solo e independientemente
de cualquier signo externo, a este conocimiento podríamos compararlo con el
verdadero conocimiento de Sí Misma por parte del alma, que después de cesar
de identificarse con los tres cuerpos, sabe que ella no es otra que Dios infinito.
La meta misma de la creación es llegar a este Conocimiento.

LA REALIZACIÓN DE DIOS

Realizarse a Sí Mismo es realizar a Dios

Llegar al conocimiento de Sí Mismo es alcanzar la realización de Dios. La


realización de Dios es un estado de consciencia único. Es diferente de los otros
estados de consciencia porque todos los otros estados de la consciencia son
experimentados a través de la mente individual, mientras que el estado de
consciencia de Dios de ninguna manera depende de la mente individual o de
cualquier otro medio. Se necesita un medio para conocer aquello que no es el
verdadero Ser, pues para conocer a este último no se necesita medio alguno.
De hecho, la asociación de la consciencia con la mente es definitivamente un
obstáculo más que una ayuda para obtener la Realización. La mente individual
es el asiento del ego o la consciencia de estar aislado. Crea la individualidad
limitada que, a la vez, alimenta y es alimentada por la ilusión de la dualidad,
del tiempo y del cambio. De modo que, a fin de conocer al verdadero Ser como
es, la consciencia tiene que librarse por completo de la limitación de la mente
individual. En otras palabras, la mente individual tiene que desaparecer, pero
la consciencia debe ser retenida.

La consciencia y la mente se entrelazan

A través de la historia pasada de la vida del alma, su consciencia ha crecido


junto con la mente individual, y todas las operaciones de la consciencia han
tenido lugar sobre el trasfondo de la mente individual. Por lo tanto, la
consciencia llegó a incrustarse firmemente en la mente individual, sin poder
librarse de este engaste en el que fue entrelazada. El resultado de esto es que si
la mente se aquieta, también desaparece la consciencia. Este entretejido de la
mente individual y la consciencia es ampliamente ilustrado por la tendencia a
volverse inconsciente cuando se hace cualquier esfuerzo para detener la
actividad mental por medio de la meditación.

Una explicación sobre el dormir

El fenómeno diario del dormir no difiere en esencia de ese intervalo de


calma que experimentamos durante la meditación, pero es ligeramente distinto
en su origen. La mente individual se halla en incesante conflicto puesto que se
enfrenta continuamente con el mundo de la dualidad, y cuando se cansa de
esta lucha sin cuartel, quiere perder su identidad como ente separado y
regresar al Infinito. Entonces se retira del mundo que ella misma se ha creado y
experimenta un intervalo de calma, acompañado también invariablemente por
el cese de la consciencia.

La reanudación de la vigilia

El aquietamiento de la actividad mental mientras dormimos implica la


completa sumersión de la consciencia, pero este cese de vida mental y de
funcionamiento consciente es sólo temporario porque las impresiones
almacenadas en la mente la acicatean para que renueve sus actividades. Poco
tiempo después, los estímulos psíquicos de las impresiones agitan la mente y
así reviven la función consciente, la cual se restablece a través de este medio.
De modo que al lapso durante el cual dormimos lo sigue otro durante el cual
estamos despiertos, y a este período lo sigue otro durante el cual dormimos, de
conformidad con la ley de actividad y descanso alternados. Sin embargo,
mientras las impresiones latentes de la mente no desaparezcan por completo,
no hay una aniquilación final de la mente individual, o emancipación de la
consciencia. La mente se olvida temporariamente de su identidad cuando
dormimos, pero no pierde finalmente su existencia individual. Cuando la
persona despierta, se encuentra nuevamente sujeta a sus viejas limitaciones. La
consciencia resurge, pero la mente aún la domina.

El obstáculo del ego

La mente limitada es el suelo en el que el ego echa seguras raíces, y perpetúa


la ignorancia mediante las muchas ilusiones que lo tienen atrapado. El ego
impide que el conocimiento infinito, que ya está latente en el alma, se ponga de
manifiesto, y es el más formidable obstáculo para realizar a Dios.
Acertadamente, un poema persa dice: “Es sumamente difícil traspasar el velo
de la ignorancia, pues el fuego está tapado por una piedra”. Así como la llama
no puede elevarse mucho si le ponemos una piedra encima, de igual manera el
deseo de conocer nuestra propia naturaleza verdadera no puede conducirnos
hacia la Verdad mientras el peso del ego permanezca sobre la consciencia.
Resulta imposible que logremos encontrar a nuestro propio Ser mediante la
continuación del ego, pues éste persiste a lo largo de toda la travesía del alma.
En la vejez, un dolor de muela puede provocar indecibles trastornos porque no
es fácil extraerla aunque esté floja en su alvéolo. Del mismo modo, el ego, que
se vuelve débil a través de amor o penitencia, es sin embargo difícil de
erradicar. Persiste hasta el final. Aunque se afloje a medida que el alma avanza
por el sendero, subsistirá hasta la última etapa, el séptimo plano.

La dificultad de vencer al ego

El ego es el centro de toda actividad humana. Los intentos del ego para
obtener su propia extinción podrían compararse con el intento de una persona
que pretende pararse sobre sus hombros. Así como el ojo no puede verse, de
igual manera el ego es incapaz de poner fin a su propia existencia. Medra con
los esfuerzos que él realiza para su propio aniquilamiento. Florece con los
mismísimos esfuerzos que emprende contra sí mismo. De manera que es
incapaz de desaparecer por completo mediante su propia actividad
desesperada, aunque logre transformar su propia naturaleza. La desaparición
del ego es condicionada por la disolución de la mente limitada, en la cual tiene
su asiento.

Un paralelo entre dormir y realizar a Dios

El problema de la realización de Dios es el de emancipar a la consciencia de


las limitaciones de la mente. Cuando la mente individual se disuelve, todo el
universo relacionado con la mente desaparece en la nada, y la consciencia ya
no está atada a nada. La consciencia es ahora ilimitada, sin que nada la
oscurezca, y cumple la finalidad de iluminar el estado de Realidad infinita.
Mientras el alma está inmersa en la dicha de la Realización, se olvida por
completo de imágenes, sonidos u objetos del universo. En este sentido, semeja
el sueño profundo, pero hay muchos e importantes puntos de diferencia entre
la realización de Dios y el sueño profundo.
La ilusión del universo desaparece cuando dormimos, pues toda la
consciencia queda en suspenso, pero no experimentamos a Dios
conscientemente, porque esto exige que el ego se disuelva por completo y que
la plena consciencia se vuelva hacia la Realidad última. En ocasiones, cuando
la continuidad de nuestro sueño profundo se interrumpe durante breves
intervalos, podemos sentir que retenemos la consciencia sin ser conscientes de
nada en particular. Hay consciencia, pero no del universo. Es consciencia de la
nada. Estas experiencias son análogas a las de la realización de Dios, en el
hecho de que la consciencia se liberó completamente de la ilusión del universo
y pone de manifiesto el conocimiento infinito oculto detrás del ego.

La diferencia entre dormir y realizar a Dios

La mente individual continúa existiendo durante el sueño profundo, aunque


se haya olvidado de todo, e incluso de sí misma, y las impresiones latentes en
la mente crean un velo entre la consciencia sumergida y la Realidad infinita. De
manera que, cuando la persona duerme, la consciencia está sumergida en el
caparazón de la mente individual, pero aún no puede escapar de aquél.
Aunque el alma se olvidó de su separación de Dios y alcanzó realmente la
unidad con Él, no es consciente de esta unidad. Sin embargo, al realizar a Dios,
la mente no sólo se olvida de sí misma sino que también perdió realmente su
identidad (junto con todas sus impresiones). La consciencia, que hasta aquí se
asociaba con la mente individual, quedó ahora libre e irrestricta, y estableció
contacto directo y unidad con la Realidad última. Puesto que ahora no existe el
velo entre la consciencia y la Realidad última, la consciencia se fusiona con el
Absoluto y permanece eternamente en él como un aspecto inseparable,
promoviendo un interminable estado de conocimiento infinito y de dicha
ilimitada.

La realización de Dios es un logro personal

Sin embargo, la manifestación del conocimiento infinito y de la dicha


ilimitada en la consciencia, está estrictamente confinada al alma que logró
realizar a Dios. La Realidad infinita en el alma que realizó a Dios posee el
conocimiento explícito de su propia infinitud. Este conocimiento explícito no lo
experimenta el alma que no se Realizó, la cual está aún sujeta a la ilusión del
universo. De manera que, si la realización de Dios no fuera un logro personal
del alma, todo el universo tocaría su fin tan pronto cualquier alma lograra
realizar a Dios. Esto no sucede porque la realización de Dios es un estado
personal de consciencia, que pertenece al alma que trascendió el campo de la
mente. Las demás almas siguen estando en la esclavitud, y sólo podrán obtener
la Realización librando su consciencia de la carga del ego y de las limitaciones
de la mente individual. De ahí que el logro de la realización de Dios tenga
significado solamente para el alma que emergió del proceso temporal.

Se pone de manifiesto lo que estaba latente en el Infinito

Después de alcanzar la realización de Dios, el alma descubre que siempre ha


sido la Realidad infinita que ahora sabe que ella es, y que en realidad fue una
ilusión el hecho de que se considerara finita durante el período de su evolución
y avance espiritual. El alma también descubre que el conocimiento y la dicha
infinitos que ahora disfruta también han estado latentes en la Realidad infinita
desde el inicio mismo del tiempo, y que simplemente se pusieron de manifiesto
en el momento de la Realización. De manera que la persona que realizó a Dios
no se vuelve realmente algo diferente de lo que era antes de la Realización.
Sigue siendo lo que ella era, y la única diferencia que la Realización opera en
ella es que anteriormente no conocía conscientemente su naturaleza verdadera,
que ahora conoce. Sabe que nunca fue otra cosa que lo que ahora sabe que ella
es, y que todo lo que le sucedió fue tan sólo el proceso tendiente a encontrarse
a Sí Misma.

Dos tipos de beneficios

Todo el proceso tendiente a lograr realizar a Dios es solamente un juego en el


que el comienzo y el final son idénticos. No obstante, lograr la realización de
Dios es un claro beneficio para el alma. Hay dos tipos de beneficios: uno
consiste en conseguir lo que antes no poseíamos, y el otro en comprender
plenamente lo que realmente somos. La realización de Dios pertenece al
segundo tipo. Sin embargo, esto crea una diferencia infinita entre el alma que
logró realizar a Dios y la que no lo consiguió. Aunque el alma que realizó a
Dios no posea nada nuevo, su conocimiento explícito de todo lo que ella
realmente es, ha sido y será para siempre, hace que la realización de Dios sea
importantísima. El alma que no realizó a Dios se siente finita, y los opuestos de
las efímeras alegrías y pesares la perturban constantemente. Pero el alma que se
Realizó se desprendió de aquellos opuestos y experimenta el conocimiento
infinito y la dicha ilimitada de ser consciente de Dios.

El valor de la realización de Dios

Al realizar a Dios, el alma abandona a su consciencia separada y trasciende


la dualidad en el conocimiento permanente de su identidad con la Realidad
infinita. Rompió las cadenas de la individualidad limitada, el mundo de las
sombras terminó, y el telón de la Ilusión cayó para siempre. La tranquilidad y
la dicha de la consciencia de la Verdad reemplazan las búsquedas febriles y
angustiosas de la consciencia limitada. La intranquilidad y la furia de la
existencia temporal se consumen en la paz y quietud de la Eternidad.
EL VERDADERO DISCIPULADO

El discipulado es un lazo vital

Cuando un aspirante se conecta voluntariamente con un Maestro, se dice


que se convirtió en discípulo. Sin embargo, si esta conexión es meramente
formal, no constituye un verdadero discipulado. La relación entre discípulo y
Maestro es enteramente diferente, por ejemplo, de las relaciones legales que
crean derechos y obligaciones mediante transacciones verbales o acuerdos
formales. El discipulado es uno de los rasgos fundamentales que caracterizan
la vida del aspirante avanzado, y no es producto de procedimientos artificiales.
Surge de leyes que son básicas en la vida espiritual. Por lo tanto, es mucho
más importante que las relaciones mundanas que surgen en el contexto de la
vida social corriente como resultado de asociaciones incidentales o de contratos
temporales. Muchas de estas relaciones mundanas no integran el tejido
espiritual de la vida del aspirante, sino que permanecen ligados
superficialmente a su ser.
De manera que no tiene grandes consecuencias el hecho de que uno le
compre algo a un comerciante u otro, con tal de que le paguemos su precio, y
no importa si uno viaja en un barco u otro, con tal de que lleguemos a destino.
Aún estas transacciones son incluso determinadas internamente por ataduras
sanskáricas y leyes kármicas; por lo tanto no carecen enteramente de
importancia espiritual. Pero estas relaciones son intrínsecamente provisorias
y superficiales, y de ninguna manera se las puede comparar con el lazo vital
entre discípulo y Maestro, el cual brinda sustancia y dirección a la vida del
aspirante.

El amor constituye el núcleo del discipulado


La relación entre Maestro y discípulo es una inevitable consecuencia de las
condiciones intrínsecas de la vida del aspirante. Principalmente es una
relación entre el amante y su divino Amado. Desde el punto de vista
espiritual, es la relación más importante que una persona puede establecer. El
amor que constituye el núcleo del discipulado se destaca de las diferentes
clases de amor que prevalecen en las relaciones sociales corrientes. El amor
mundano es una interacción entre dos centros que no son conscientes de
Dios, mientras que el amor que el discipulado implica, es el amor de Dios
inconsciente por Dios consciente. Todos son Dios, pero algunos no son
conscientes de su divinidad, otros son parcialmente conscientes de su
divinidad, y unos pocos son plenamente conscientes de Dios. Quienes no son
conscientes de su divinidad no tienen idea del Estado Divino; sólo son
conscientes del estado corporal. Para que hereden el Estado Divino, tienen que
amar, venerar y ser guiados por el Maestro, quien se encuentra
constantemente en el Estado Divino.

La supremacía de las exigencias del Maestro

El amor del aspirante por el Maestro es realmente la respuesta suscitada


por el mayor amor que el Maestro siente por el aspirante. Hay que ubicarlo
por encima de todos los demás amores. El amor al Maestro se convierte
naturalmente en el poder central de la vida del aspirante porque éste sabe
que el Maestro es la encarnación y representación de Dios infinito. Por lo
tanto, todos sus pensamientos y aspiraciones se entretejen en torno de la
personalidad del Maestro. Así el Maestro ejerce incuestionada supremacía
sobre las exigencias que el aspirante reconoce como válidas, y es mediante esta
supremacía que el Maestro se convierte en foco central de irradiación de
fuerzas espirituales que disipan toda oscuridad, arrancan del corazón los
pecados, e inician al aspirante en una vida libre y consciente de la Verdad.

Todo amor conduce hacia el Maestro,


como en el relato de Majnun y Layla

El requisito fundamental para que el aspirante sea un verdadero discípulo


es un incuestionable amor por el Maestro. Todas las otras corrientes de amor
se unen en última instancia con el gran río de amor por el Maestro y
desaparecen en él. Un ejemplo de esto es la historia de Majnun y Layla.
Majnun amaba a Layla tan intensamente que pensaba en ella en cada instante
de su vida. No podía comer, beber ni dormir sin pensar en ella, y todo lo que
quería era la felicidad de Layla. Gustosamente la habría visto casarse con otro
si él considerara que era para beneficio de ella, e incluso habría muerto por su
marido, si hubiera pensado que de ese modo ella sería feliz. Al final, su amor
totalmente abnegado y sincero le condujo hacia su Maestro. Cada segundo de
su vida, Majnun no pensaba en sí mismo sino en su amada, y esto elevó su
amor desde el plano físico o intelectual, al espiritual. La espiritualización del
amor lo condujo hacia el divino Amado.

La purificación mediante amor y entrega

El Maestro es el divino Amado, y cuando el discípulo se encuentra con su


Maestro, todo lo que tiene que hacer es amarlo, pues si el discípulo ama al
Maestro de todo corazón, su unión final con él está asegurada. No necesita
preocuparse por la calidad de su amor. Debe amar a pesar de sus
debilidades, sin demorarse hasta purificar su propio corazón. El Maestro es la
fuente misma de la pureza, y el principio de la propia purificación consiste en
depositar nuestro corazón en el del Maestro. Cuando la devoción del discípulo
hacia el Maestro es incondicional, su corazón se abre para recibir el amor
divino que el Maestro derrama sobre él. Todas sus debilidades se consumen
en este fuego de amor divino y él se convierte de esta manera en su
recipiente. Si el discípulo ha de liberarse de todas las debilidades y alcanzar la
pureza incorruptible e infinita, tiene que consagrar su vida al Maestro sin
reserva ni cláusula alguna. Debe ofrendar tanto sus debilidades como sus
vicios, y tanto sus méritos como sus pecados. Su ofrenda no debe tener ni
“síes” ni “peros”. Su entrega personal debe ser tan completa que no permita
que en su mente tenga siquiera cabida la sombra de cualquier deseo secreto
y personal.

El valor de la fe

La entrega total y el amor incondicional son posibles cuando el discípulo


logra tener inquebrantable fe en el Maestro. La fe en el Maestro es parte
indispensable del verdadero discipulado. Una vez que se realiza a Dios ya no
es una cuestión de fe, como así también, no es una cuestión de fe cuando un
hombre se conoce como hombre. Pero hasta alcanzar este estado de
Realización, la fe que el discípulo deposita en el Maestro es la más confiable
luz que lo guía, y podemos compararla con el timón de un barco. No es
correcto describir la fe como ciega, pues la fe es más parecida a la vista que a la
ignorancia absoluta; no obstante, a la fe le falta la experiencia directa hasta
que el aspirante realiza a Dios.
No es casual que toda religión reciba el nombre de “fe”. Uno de los factores
esenciales de la vida del aspirante es que debe tener fe. La fe puede expresarse
de diversas formas, pero desde el punto de vista psicológico son una misma
cosa, y no se las puede rotular de diversa manera. Las únicas diferencias de la fe
son las de grado. La fe puede ser fuerte y vital, o débil y tibia. Una fe débil y
tibia no conduce a la persona más allá de su adhesión a rituales y ceremonias,
pero una fe fuerte y vital conducirá seguramente al aspirante más allá de las
formas religiosas externas, ayudándole a evitar la cáscara e ir a la esencia de la
verdadera vida espiritual. La fe alcanza su natural culminación y meta cuando
llega a centrarse en nuestro propio Maestro.

La historia de Kalyan

La fe del discípulo debe tener siempre, como base segura, su experiencia


acerca de la divinidad del Maestro. No debe parecerse a una paja que la más
leve brisa lleva a cualquier parte. Debe parecer una roca que permanece
impávida ante las más rudas tormentas. La historia de Kalyan aclara el
significado de una fe muy firme en el Maestro. Kalyan era un discípulo del
Swami Ramdas, un Maestro Perfecto de la época de Shivaji. Un Maestro ama a
todos los discípulos por igual, aunque podría querer a algunos en especial, tal
como un individuo ama todas las partes de su cuerpo, aunque quiera más a sus
ojos que a sus dedos. El Swami Ramdas tenía muchos discípulos, pero Kalyan
era el predilecto. Los demás discípulos no comprendían muy bien por qué el
Maestro debería querer más a Kalyan que a los demás.
Un día el Swami Ramdas puso a prueba la devoción de sus discípulos, les
pidió que fueran a verle y fingió estar enfermo y a punto de morir. Había
puesto un fruto de mango en la articulación de su rodilla y se la vendó para
que pareciera que estaba enormemente hinchada. El Swami Ramdas señaló la
hinchazón y dijo a los discípulos que se trataba de un tumor maligno y que no
había posibilidades de que él viviera, a menos que alguien chupara el veneno
de la articulación. Al mismo tiempo, les aclaró a todos que quien succionara
ese veneno moriría instantáneamente. Entonces preguntó si algún discípulo
estaba dispuesto a succionar el veneno del tumor a costa de su propia vida.
Todos los discípulos vacilaron con excepción de Kalyan, quien de inmediato se
puso de pie y empezó a succionar esa “hinchazón”. Kalyan se sorprendió al no
encontrarse con el veneno sino con el dulce zumo del mango, y el Swami
Ramdas elogió su fe inquebrantable y su abnegado amor. Estar dispuesto a
morir por la felicidad del Amado es verdadero amor. Una fe incondicional, un
amor firme y una íntegra lealtad como los de Kalyan sólo pueden aparecer en
el discípulo por la gracia del Maestro.

Al Maestro se lo Realiza sirviéndolo

Una íntegra lealtad al Maestro no reduce para nada la esfera vital de la vida
del discípulo. Servir al Maestro es servir a nuestro propio Ser en todos los
demás seres. El Maestro mora en la consciencia universal y desea el bienestar
espiritual del universo. Por lo tanto, servir al Maestro es participar en su causa,
la cual consiste en servir a toda la vida. Mientras participa en la labor del
Maestro, es probable que al discípulo se le pida que esté en contacto con el
mundo. Pero aunque actúe en el mundo de conformidad con la labor que ha de
llevar a cabo, el discípulo se halla en contacto interior con el Maestro como Ser
infinito. Por lo tanto, compartiendo la labor del Maestro, el discípulo se acerca
más a éste y se convierte en parte integral de su consciencia. Servir al Maestro
es el medio más rápido para Realizarlo.

Compartiendo la labor del Maestro

El servicio que el discípulo puede brindar al Maestro se vincula no


solamente con la causa universal de la humanidad sino que también es uno de
los medios más potentes para aproximar al discípulo a su meta espiritual.
Cuando el servicio del discípulo es espontáneo, desinteresado, generoso e
incondicional le procura más beneficio espiritual que el que pudiera llegar por
cualquier otro medio. Servir al Maestro es una alegría para el discípulo,
aunque significa una dura prueba para su cuerpo o su mente. El servicio
brindado en condiciones displacenteras o molestas es una prueba de la
devoción del discípulo. Cuanto más difícil sea este servicio, más gustosamente
el discípulo lo acepta. Y cuando acepta voluntariamente el sufrimiento físico y
mental en su dedicado servicio al Maestro, experimenta la dicha de la
Realización espiritual.

La lealtad al Maestro

El sentido de íntegra y absoluta lealtad al Maestro resulta posible


comprendiendo correctamente lo que el Maestro es y aquello por lo que
realmente aboga. Si el discípulo capta imperfectamente la verdadera jerarquía
y función del Maestro, es probable que establezca una falsa antítesis entre su
propio Ser superior y el Maestro. Como consecuencia de esta antítesis, podría
crear en su mente un conflicto artificial e imaginario entre los reclamos del
Maestro y los otros reclamos que parecen legítimos. Un discípulo debe saber
desde el comienzo mismo que lo único que el Maestro le pide es que realice su
propio Ser superior. De hecho, el Maestro simboliza este Ser superior del
discípulo y nada más que este Ser superior, el cual es una misma Realidad en
todo.
Esta lealtad al Maestro es, pues, la única otra forma de lealtad a nuestro Ser
superior. Sin embargo, esto no significa que la lealtad meramente formal al Ser
superior sea, de alguna manera, un sustituto adecuado de la lealtad al Maestro.
El discípulo no puede tener una clara percepción de su propio Ser superior
hasta que haya realizado a Dios, y a menudo lo que se le presenta como su
deber es en realidad el impulso de algunos sanskaras interpolados entre el Ser
superior y su campo de consciencia. Por el contrario, el Maestro es uno con el
Ser superior y no puede equivocarse en su correcta evaluación.

Casos conflictivos

Por lo tanto, el discípulo debe poner siempre a prueba sus propios impulsos
por medio de las normas u órdenes que el Maestro le dé. En caso de cualquier
conflicto entre los dos, debe examinar cuidadosamente sus propias ideas para
descubrir los puntos en los que podrían carecer de perfección. Una pequeña
reflexión casi siempre es suficiente para percibir la armonía básica entre los
verdaderos dictados de su propio Ser superior y los requerimientos del
Maestro.
Sin embargo, si ocasionalmente el discípulo es incapaz de conciliar los dos,
puede estar seguro de que no entendió como es debido los dictados de su
propio Ser superior o no captó apropiadamente el significado de lo que el
Maestro le requirió. En estos casos, el Maestro deja al discípulo en libertad para
que obre según su propia consciencia a cualquier costo. A veces el Maestro
puede dar instrucciones con el propósito de preparar a su discípulo para un
modo de vida superior. En estas circunstancias, el discípulo se encuentra frente
a una divergencia aparente y temporal entre sus propias inclinaciones y las
instrucciones del Maestro. Pero habitualmente el Maestro no da instrucciones
para las que el discípulo no haya estado preparado ya interiormente.

Lo que el verdadero discipulado significa

El Maestro es supremamente impersonal, y su único interés es siempre


quitar los velos entre la consciencia del discípulo y su Ser superior. Por lo
tanto, nunca podrá haber reales conflictos entre la lealtad del discípulo a su
propio Maestro y su lealtad a su propio Ser superior. En verdad, al final de su
búsqueda, el discípulo descubre que el Maestro no es otro que su propio Ser
superior en otra forma. El Maestro, en su total impersonalidad y divinidad
irrestricta, es tan completo que no tiene deseos. Todo lo que él demanda, en
relación con el discípulo, es que éste se reedifique a la luz de la Verdad
suprema. Convertirse en discípulo es empezar a recorrer el sendero que
conduce hacia la meta espiritual. Esto es lo que el verdadero discipulado
significa.

LOS MÉTODOS DE LOS MAESTROS

Los Maestros siempre están dispuestos a ayudar


Los Maestros son absolutamente impersonales y universales en su
consciencia, pero pueden limitar el alcance de su labor con fines espirituales y
también permitir que su personalidad manifiesta se convierta en el centro de
las aspiraciones de sus discípulos. Usan las relaciones personales como claros
canales para pasar su ayuda a los aspirantes que se conectan con ellos. Los
Maestros están siempre a la mira de quienes necesitan y merecen su ayuda, y
no se les escapa el menor destello de anhelo espiritual. Fomentan y promueven
el adelanto de todos los aspirantes de múltiples modos que son infaliblemente
eficaces, si bien éstos no necesariamente tienen que ser del todo inteligibles
para los demás.

En qué consiste la ayuda de los Maestros

La ayuda de un Maestro consiste en hacer que el aspirante realice sano y


salvo su travesía espiritual, y también en acortar el tiempo de su llegada a la
meta. El aspirante puede recorrer un largo trecho efectuando
independientemente su búsqueda, pero es incapaz de cruzar el sexto plano sin
la ayuda de un Maestro. Incluso en los planos intermedios, la ayuda del
Maestro es extremadamente valiosa porque impide que el aspirante se atasque
en el camino, y lo protege contra escollos, peligros y asechanzas del sendero
espiritual. Kabir, el Maestro Perfecto, comparó las tres etapas del sendero con
las tres fases del fuego. Así como al principio hay solamente humo y no hay
fuego, después fuego cubierto de humo, y al final fuego sin humo, de igual
manera, al comienzo al sendero lo envuelve una espesa ignorancia, en la mitad
del trayecto hay una confusa percepción de la meta, y al final existe la
realización de la Verdad sin la más leve mezcla de ilusión. Puesto que a lo
largo del sendero hay ilusiones de toda clase, el aspirante nunca está seguro sin
la ayuda de un Maestro, quien conoce todas las etapas del sendero y puede
llevarlo a través de ellas.

La morada de la ilusión

Antes de que el ojo interno se abra, la mente concibe a la meta como si fuera
el Infinito, y esta concepción se basa en alguna imagen simbólica de la infinitud,
como por ejemplo, el cielo o el océano, lo cual sugiere una idea de vastedad.
Aunque este concepto del Infinito es claro y bien definido, ha de ser suplantado
por la percepción directa del Infinito. El aspirante ve directamente al Ser
cuando se abre su ojo interno del espíritu. Cuando sucede esto, la mente se
obnubila con lo que ve, lo cual deja de ser claro como antes de que su ojo
interno se abriera. Obnubilada por la percepción del Ser, la mente pierde su
capacidad para pensar con claridad y confunde la visión del Ser con haberse
realizado. De ahí viene la ilusión de estar al fin del sendero cuando aún uno se
encuentra transitándolo. En términos sufis, esta parte específica del sendero se
conoce como muqam-e-afsan, o la morada del engaño. El Maestro puede
intervenir hábilmente en estas difíciles fases del sendero e impulsar al aspirante
para que continúe en lugar de quedar varado en el camino.

La contribución del Maestro

De hecho, el aspirante corre peligro de quedar detenido en cada uno de los


planos internos porque cada uno es, a su modo, muy seductor y como una
trampa para el aspirante. El Maestro hace que el aspirante pase por estos planos
o los atraviese sin demoras innecesarias. Sin embargo, es el aspirante quien
tiene que recorrer su propio camino. La contribución del Maestro consiste en
confirmar y consolidar las intuiciones y percepciones que el aspirante adquirió
previamente, y en hacer que su consciencia ingrese en la etapa siguiente que,
aunque es inevitable, por su propia naturaleza es imposible que el aspirante la
prevea.

Fe incondicional

El Maestro utiliza a Maya para hacer que el aspirante salga de Maya, y como
él mismo está más allá del bien y el mal, es probable que a menudo exija cosas
que sean inaceptables e incluso chocantes para el buen sentido común de sus
discípulos. Lo mejor que el discípulo puede hacer es seguir las instrucciones
del Maestro con fe incondicional, sin someterlas al juicio de sus limitadas
facultades. Los que siguen son ejemplos conocidos que ilustran esto.
En el Koran hay un relato histórico sobre Abraham, a quien el Señor le pide
que sacrifique a su querido hijo Ismael. Cuando Abraham, firme en su decisión
y fe, estaba a punto de matar a Ismael, intervino Dios y aceptó que se
sacrificara un carnero en lugar de su hijo.
Cuando Shams-e-Tabriz ordenó a su discípulo, el Maulana Jalaluddin Rumi,
que le trajera vino, éste cumplió resueltamente para complacer a su Maestro y
obtener su gracia. En esa época, el Maulana tenía a sus órdenes un importante
séquito de teólogos musulmanes debido a su fama de gran teólogo en el
mundo islámico, y el vino está religiosamente vedado (haram) a los
musulmanes. Por ende, cargar sobre sus hombros una tinaja de vino por las
calles fue una prueba crucial para el Maulana, pero lo hizo.
Uno de sus Maestros pidió a Ghausali Shah, quien vivía en una choza junto
al río Ganges, que llenara un recipiente con agua potable, pero sólo del medio
de la corriente. Era cerca de medianoche y el río Ganges estaba en plena crecida
a causa del monzón. Al principio el discípulo vaciló, pero al final juntó coraje
para intentar lo imposible, creyendo en la omnisciencia del Maestro. Ni bien se
internó en las furiosas aguas del Ganges observó que el panorama se
transformaba prodigiosamente. En lugar de oleajes y correntadas, el río se había
convertido en un delgado hilo de agua, y el recipiente que él tenía que llenar
por poco no tocaba el lecho de ese río. El discípulo casi lo cruzó hasta la ribera
de enfrente buscando la mitad de la corriente.
Estaba ocupado en eso cuando el Maestro apareció en escena y le preguntó
por qué razón se demoraba. Cuando Ghausali Shah le explicó que no podía
ubicar la mitad de la corriente, el Maestro le permitió llenar el recipiente con el
hueco de su mano y él mismo le ayudó a hacerlo. Luego el Maestro dejó al
discípulo con un pretexto, pidiéndole que lo siguiera de inmediato después de
llenar el recipiente. Cuando Ghausali Shah regresó a la choza con el recipiente
lleno de agua, se desconcertó al enterarse por los otros discípulos que el
Maestro nunca había salido de la choza ni siquiera un minuto mientras él
estaba ausente, sino que había estado conversando con ellos todo el tiempo
acerca de él.

Los métodos corrientes

Estos relatos muestran cómo los Maestros pueden usar sus poderes ocultos
en ocasiones especiales para doblegar el ego de sus discípulos y ayudarlos a
avanzar por el sendero. Por regla general, los Maestros retacean muchísimo el
uso de sus poderes divinos, y nunca los usan, a menos que esto sea
absolutamente necesario para fines espirituales. Corrientemente, ellos logran
sus propósitos con métodos normales y de este mundo. Al hacerlo, no sólo
muestran gran comprensión, agudo sentido del humor, infinita paciencia y
consumado tacto, sino que también se toman la gran molestia de ayudar a sus
discípulos y adaptarlos de innumerables modos a cuanto las necesidades de la
situación pudieran implicar.

Una historia de Bahlul

La historia sobre el gran místico Bahlul aclara eficazmente algunas de estas


cuestiones. Por sus propias razones, Bahlul quería tomar contacto con notables
personalidades de Persia, y el único modo de hacerlo era concurrir a la fiesta
del príncipe a la que aquéllos asistían. Por desgracia Bahlul era calvo y, en
aquella época, los calvos tenían vedado asistir a una fiesta dada por el príncipe.
Éste había perdido todo su cabello, y cuando veía que otros tampoco lo tenían,
se acordaba de eso y no podía disfrutar la fiesta. Puesto que el príncipe era
muy quisquilloso en este asunto, no se permitía la asistencia de los calvos, de
modo que a Bahlul lo echaron cuando se presentó pobremente vestido. Sin
embargo, la fiesta duró tres días, y el segundo día a Bahlul le prestaron ropa
fina y una peluca, se disfrazó, y fue nuevamente a la fiesta.
En el transcurso de la fiesta nadie lo reconoció, su fino atuendo causó gran
impresión a todas las personas y se mostró tan agradable que hasta el príncipe
lo recibió con cariño y lo invitó a sentarse cerca de él. Ni bien lo hizo, le guiñó
un ojo, el príncipe no entendió qué le quería decir con ese guiño, pero pensó
vagamente que un gesto como ése, de un hombre ilustre como Bahlul, debía
significar algo importante, por lo que, juzgando que eso exigía una respuesta
inmediata, también le guiñó el ojo. Quienes estaban cerca vieron este
intercambio de guiños y se sintieron impulsados a imitarlos. Entonces se
guiñaban el ojo unos a otros, y pronto los guiños se difundieron entre los
presentes, de modo que todos estuvieron viendo nada más que guiños durante
cinco minutos.
Entonces Bahlul gritó: “¡Alto! Hombres sabios: ¿por qué hacéis guiños?”. Y
los notables replicaron: “Hacemos guiños porque vosotros, los más ilustres, lo
están haciendo. Lo único que hacemos es imitaros”. Entonces Bahlul se quitó
inmediatamente la peluca y dijo: “Nosotros dos somos calvos. Imitadnos”.
Entonces los notables se marcharon, y al tercer día regresaron con sus cabezas.
Luego Bahlul se dirigió al príncipe con estas palabras: “Nosotros dos somos
calvos permanentemente; estos hombres tendrán que afeitarse diariamente la
cabeza para seguir siendo calvos”. De manera que, con su diplomacia y sentido
del humor, Bahlul logró tener acceso a aquéllos a quienes quería ayudar.

El Maestro se ocupa de las flaquezas del discípulo

El Sadguru hace lo imposible para tomar contacto con el discípulo y ganarlo


para la vida espiritual. Puesto que el progreso del discípulo es seguro si no
permite que su amor por el Maestro disminuya, este último se esmera
muchísimo en eliminar todo lo que pueda obstaculizar la ferviente devoción
del discípulo. Si alguna vez parece que el Maestro se muestra complaciente con
la naturaleza individual del discípulo es solamente para impedir que esos
obstáculos le creen un grave impedimento en su camino. En ocasiones incluso
podría parecer que alimenta el ego del discípulo, pero lo único que todo esto
hace es dar un poco más de vía libre a la ignorancia del discípulo. Es sólo una
preparación para la extinción final de su ego, tal como los animales que se
ofrendarán en sacrificio son alimentados cuidadosamente antes de eliminarlos.
El Maestro está más allá del bien y el mal, y las flaquezas del discípulo no le
perturban. Las tolera con indefectible paciencia e infinita capacidad de espera,
sabiendo muy bien que estas flaquezas serán eliminadas rápidamente una vez
que el discípulo se establezca en el sendero.
Una vez que el Maestro está satisfecho porque el discípulo se estableció
firmemente en el sendero, tiene vivos deseos de limpiar su mente de toda
mancha. Cumple a menudo esta tarea corriendo incluso el riesgo de parecer
cruel, tal como el cirujano utiliza su bisturí sin prestar atención para nada a las
protestas del paciente. En última instancia el discípulo no puede dejar de ver
que todas esas medidas son realmente para su bien. Por lo tanto, nunca es
apartado de su Maestro sino que más bien se acerca a él a través de este
proceso de limpieza que podría haber parecido molesto o doloroso.

La ayuda por medio del elogio

Sin embargo, el método habitual del Maestro para con el discípulo es tan
dulce y agradable como eficaz. El Maestro queda muy complacido cuando el
discípulo muestra cualquier progreso real en la vida espiritual. Elogiando al
discípulo que bien se lo merece, confirma en éste las cualidades espirituales
que está concretando y despierta en él la confianza que le permitirá hacer
frente a cualquier situación. Una emoción noble y grata, un gesto de
abnegación, un sacrificio heroico o un episodio que revele extraordinaria
paciencia, amor o fe, cualquiera de estas actitudes son suficientes para hacer
sentir feliz al Maestro y provocar su aprobación. El método que el Maestro
utiliza habitualmente para estimular buenas cualidades en el discípulo consiste
en apreciar sus logros lisa y llanamente, y sin tapujos. El discípulo pronto
empieza a valorar la aprobación del Maestro, y esto lo complace más que
cualquier otra cosa. Está dispuesto a resistir las más grandes tentaciones y a
sufrir las pruebas más exigentes, que de otro modo le parecerían imposibles, si
sabe que esto hará feliz al Maestro.

La solución de todos los problemas

Puesto que el Maestro es para el aspirante un símbolo del Ser Supremo en


todo, el problema de adaptarse verdaderamente al Maestro le parece lo mismo
que realizar su propia divinidad interior y llegar a adaptarse verdaderamente a
todas las demás formas del Ser Supremo. Mediante su lealtad al Maestro, el
aspirante logra apreciar conscientemente la unidad fundamental de todos estos
problemas. Desde el punto de vista psicológico, está en condiciones de
resolverlos como aspectos de un solo problema, no como problemas separados.
Así puede alcanzar la verdadera integración, la cual difiere de un compromiso
provisorio entre reclamos en pugna. A fin de ayudar al discípulo para que
cumpla esta difícil tarea, el Maestro tiene que convertirse en el núcleo de todo
el idealismo espiritual porque el aspirante ha de concentrar intensamente la
energía mental si ha de atravesar las muchas barreras existentes entre él y su
meta.

El supremo derecho a exigir del Maestro

El supremo derecho a exigir del Maestro no puede ser cuestionado ni


limitado siquiera por la reverencia espontánea que el discípulo seguramente ha
de sentir por otros Maestros distintos a aquél que lo aceptó. Todos los Maestros
Perfectos son uno en su consciencia, y es absurdo imaginar que existan grados
entre ellos. Aunque un Maestro no es más grande que otro, el discípulo, en
función de lo que se propone, deberá ubicar el reclamo de su Maestro por
encima de todos los reclamos de los otros Maestros, hasta que trascienda el
campo de la dualidad y realice la unidad de toda la vida. La energía mental se
disiparía a no ser que surgiera un reclamo supremamente imperioso entre los
muchos reclamos conflictivos de la vida.
Por lo tanto, la concentración exclusiva en un Maestro suele ser
indispensable para juntar la energía mental del discípulo que se halle dispersa.
En muy contados casos, debido a circunstancias especiales, son los Maestros
mismos quienes deciden compartir la labor espiritual relacionada con un
discípulo en particular. Por lo tanto, hay casos excepcionales de discípulos que
han tenido que ponerse en contacto con dos o más Maestros. Esto es más bien
una excepción que una regla, y en los casos en los que los Maestros son más de
uno, ellos se encargan de repartirse la labor con tanto cuidado que no planteen
conflicto alguno en sus reclamos.

LA NATURALEZA DEL EGO


Y SU ERRADICACIÓN

Primera Parte:
El ego como centro del conflicto

El origen del ego

En la etapa pre-humana la consciencia tiene experiencias, pero éstas no se


relacionan explícitamente con un “yo” central. Por ejemplo, un perro puede
ponerse furioso, pero no sigue sintiendo “Yo estoy furioso”. Incluso en este
caso descubrimos que el perro aprende por medio de algunas experiencias y
así basa la acción de una experiencia sobre otra, pero esta acción es resultado
de una tensión semimecánica de impresiones conexas, o sanskaras. Esto difiere
de la síntesis inteligente de las experiencias que el desarrollo de la consciencia
del yo hace posible. El primer paso al someter la labor de las impresiones
aisladas a una regulación inteligente consiste en relacionar todas con el centro
de la consciencia, el cual aparece como el explícito ego limitado. La
consolidación de la consciencia del ego es muy clara y definida desde el
comienzo de la consciencia humana.

La formación del ego

La consciencia humana sería nada más que un depósito de acumuladas


impresiones de variadas experiencias si no contuviera el principio de la
integración centrada en el ego, la cual se expresa en el intento de organizar y
comprender la experiencia. El proceso por el que se comprende la experiencia
implica la capacidad de tener distintas porciones de experiencias juntas como
partes de una unidad, y la capacidad de evaluarla relacionándolas
mutuamente. La integración de los opuestos de la experiencia es una condición
para emancipar a la consciencia de la servidumbre de compulsiones y rechazos
diversos que tienden a dominar a la consciencia sin tener en cuenta la
evaluación. Los primeros intentos para obtener esta integración se efectúan
mediante la formación del ego como su base y centro.

El ego surge para satisfacer una necesidad

El ego surge como un acompañamiento explícito e indefectible de todos los


sucesos de la vida mental a fin de satisfacer determinada necesidad. El papel
que el ego representa en la vida humana se puede comparar con la función del
lastre en un barco. El lastre del barco evita una oscilación excesiva. Es probable
que sin lastre sea demasiado liviano e inestable, y corra peligro de zozobrar a
causa de vendavales y oleajes. Entonces la energía mental se bloquearía
interminablemente en los múltiples laberintos de la experiencia dual, y se
derrocharía y disiparía totalmente si no existiera un núcleo provisorio. El ego
se sirve de todas las experiencias adquiridas, y junta las tendencias activas
nacidas de diversos instintos relativamente independientes, heredados de la
consciencia animal. La formación del ego es útil para dar cierta medida de
estabilidad a los procesos conscientes, y también asegura un equilibrado
accionar, lo cual propende a una vida planificada y organizada.

El mal necesario
Por lo tanto, sería un error imaginar que el ego surge sin propósito alguno.
Aunque sólo surja para finalmente desaparecer, provisoriamente satisface una
necesidad que no podría haber sido ignorada en la larga travesía del alma. El
ego no tiene por objeto ser una permanente desventaja, puesto que puede ser
superado y trascendido mediante la labor espiritual. Sin embargo, la fase
durante la cual el ego se está formando hay que considerarla un mal necesario
que de momento tiene existencia.

El ego crea divisiones y separación

De manera que el ego señala y satisface determinada necesidad en el avance


de la consciencia. Sin embargo, puesto que el ego se refugia en la falsa idea de
que es el cuerpo, es fuente de mucha ilusión, la cual desnaturaliza la
experiencia. Es la esencia del ego sentirse separado del resto de la vida
contraponiéndose a las otras formas de vida. De modo que, aunque
internamente trate de completar e integrar la experiencia individual, el ego
también crea una división artificial entre la vida externa y la vida interna en su
intento de sentir y asegurar su propia existencia. Esta división en la totalidad
de la vida sólo puede tener repercusiones en la vida interior del individuo, que
el ego preside como genio y guía.

El ego se convierte en fuente de conflictos

El ego nunca puede concretar su objetivo, si bien se empeña siempre en


lograr la unidad y la integración sobre la base de la experiencia. Aunque
establece cierta clase de equilibrio, éste es sólo provisorio y temporal. El hecho
de que sus logros sean incompletos es evidente por el conflicto interno que
nunca está ausente mientras a la experiencia se la encare desde el punto de
vista del ego. Un momento tras otro, la mente del hombre experimenta una
serie de conflictos. Vemos cómo la mente de las personas eminentes y
distinguidas, y también la de la gente común y corriente, son acosadas por
deseos y tendencias en pugna. El conflicto que la mente afronta es a veces tan
agudo que la persona cede a las presiones psíquicas, y la mente se trastorna
total o parcialmente. En realidad no hay una diferencia vital entre el individuo
normal y el denominado anormal. Ambos tienen que hacer frente a los mismos
problemas, pero uno puede resolver más o menos exitosamente los suyos, y el
otro no.

La falsa evaluación

El ego intenta resolver sus conflictos interiores mediante evaluaciones falsas


y elecciones equivocadas. Lo característico del ego es que considera importante
todo lo que no lo es, y resta importancia a todo lo que es importante. De
manera que, aunque el poder, la fama, la riqueza, la habilidad y otros logros y
realizaciones de este mundo realmente no son importantes, al ego le encanta
poseer y aferrarse a todo esto considerándolo “mío”. Por otra parte, la
verdadera espiritualidad es muy importante para el alma, pero el ego
considera que no lo es.
Por ejemplo, si una persona experimenta algún trastorno corporal o mental
mientras realiza una labor espiritualmente importante, el ego interviene para
asegurarle al cuerpo o a la mente una comodidad que no es importante, aún a
costa de que renuncie a la labor espiritual que es realmente importante. La
comodidad corporal y mental, y también los demás logros y realizaciones
propios de este mundo suelen ser necesarios, pero no por ello son importantes.
Es enorme la diferencia entre lo necesario y lo importante. Muchas cosas le
parecen necesarias al ego, pero en sí mismas no son importantes. La
espiritualidad, que al ego le parece innecesaria, es muy importante para el
alma. De manera que el ego representa un principio profundo y fundamental
de la ignorancia, cuya preferencia es siempre lo no importante en detrimento
de lo importante.

Los conflictos se resuelven con una verdadera evaluación

Raras veces la mente funciona de manera armoniosa porque es


principalmente guiada y gobernada por las fuerzas del subconsciente. Son
pocas las personas que se toman la molestia de lograr dominar estas fuerzas
ocultas que dirigen el curso de la vida mental. La eliminación del conflicto
solamente es posible mediante el control consciente de las fuerzas psíquicas del
subconsciente. Este control puede lograrse de manera permanente sólo
ejercitando reiteradamente la verdadera evaluación en todos los casos en los
que a la mente se le presenten conflictos.

La necesidad de una elección inteligente y firme

Si la mente no se libra del conflicto, deberá elegir acertadamente y preferir


de manera indefectible lo verdaderamente importante dejando de lado lo que
no lo es. La elección ha de ser inteligente y firme en todos los casos de
conflicto, tanto los importantes como los que no lo son. Tiene que ser
inteligente porque sólo buscando los valores verdaderos y permanentes es
posible alcanzar un equilibrio que no vaya en detrimento de la corriente
dinámica y creativa de la vida mental. Si la elección no inteligente es firme,
puede vencer temporalmente al conflicto, pero con seguridad, a la larga
reducirá la perspectiva de la vida o impedirá la realización de la personalidad
total. Además, el conflicto reaparecerá seguramente de alguna otra forma si no
lo resolvimos inteligentemente. Por otra parte, una solución inteligente exige
ver los verdaderos valores en profundidad, la cual deberá estar libre de valores
falsos. De manera que el problema de los deseos en conflicto resulta ser el de
valores en pugna, y la solución del conflicto mental exige, por lo tanto, una
búsqueda profunda del real significado de la vida. Sólo a través de la sabiduría
la mente podrá librarse del conflicto.

Ser fiel a la elección correcta

Una vez que sabemos cuál es la elección acertada, el próximo paso consiste
en ser fieles a ella. Aunque las tendencias mentales en pugna se calmen
eligiendo un rumbo en especial prefiriéndolo a otras opciones, aquéllas siguen
actuando como obstáculos para que elijamos de una manera totalmente eficaz
y operativa. A veces existe el peligro de que una decisión quede derribada al
intensificarse las fuerzas en pugna en el subconsciente. A fin de evitar la
derrota, la mente debe ser tenazmente fiel a los valores correctos que percibió.
De manera que la solución del conflicto mental exige no solamente percepción
de los valores correctos sino también inquebrantable fidelidad a ellos.

Los verdaderos valores deben gobernar todos los asuntos


Sin embargo, una elección inteligente y firme tiene que ejercerse en todos los
asuntos, tanto pequeños como grandes, pues las preocupaciones corrientes de
la vida de ninguna manera son menos importantes que los graves problemas
que la mente afronta en tiempos de crisis. Las raíces del conflicto mental no
podrán desaparecer por completo mientras sólo se ejerza esporádicamente una
elección inteligente y firme. La vida de los verdaderos valores sólo podrá ser
espontánea cuando la mente haya desarrollado el hábito ininterrumpido de
elegir los valores correctos. Nuestra vida está compuesta por tres cuartas partes
de cosas comunes y corrientes, y aunque el conflicto relacionado con estas
últimas no atormente mucho a la mente, sin embargo deja en ella una
sensación de inquietud, como si algo anduviera mal. Los conflictos que giran
en torno de cosas comunes y corrientes raras veces siquiera son llevados a la
superficie de la consciencia. En cambio, proyectan una sombra sobre lo que en
general sentimos acerca de la vida, como si fuera detrás de una pantalla. Estos
conflictos hay que traerlos a la superficie de la consciencia y afrontarlos
francamente antes de que puedan ser resueltos adecuadamente.

Los conflictos ocultos

Sin embargo, el proceso durante el cual traemos el conflicto a la superficie de


la consciencia no debe degenerar en un proceso en el que imaginemos un
conflicto donde no lo hay. La verdadera señal de un conflicto oculto real es la
sensación de que no estamos de todo corazón en el pensamiento o acción que en
ese momento predomina. Hay una vaga sensación de desmedro o radical
limitación de la vida. En estas ocasiones, debemos tratar de analizar nuestro
estado mental mediante profunda introspección, pues este análisis trae a la luz
los respectivos conflictos ocultos.

El anhelo del ideal como fuerza motivadora

De manera que cuando traemos los conflictos a la luz, podemos resolverlos


con elecciones inteligentes y firmes. El requisito más importante para resolver
satisfactoriamente el conflicto es el poder motivador, o inspiración, que sólo
puede provenir de desear ardientemente un ideal omnicomprensivo. El análisis
puede de por sí ayudar a elegir, pero la elección seguirá siendo una preferencia
intelectual estéril e ineficaz a menos que la vitalice el celo que se sienta por
algún ideal que apele a los estratos más profundos y significativos de la
personalidad humana. Mucho ha hecho la psicología moderna para revelar
cuáles son los orígenes del conflicto, pero aún tiene que descubrir métodos que
despierten la inspiración y suministren a la mente algo que haga que a la vida
valga la pena vivirla. En verdad, esta es la creativa tarea que los salvadores de
la humanidad tienen ante sí.

La desintegración del ego culmina al realizarse la Verdad

El establecimiento de un verdadero ideal es el comienzo de la correcta


evaluación. A su vez, la evaluación correcta consiste en deshacer las
construcciones del ego, el cual medra con falsas evaluaciones. Cualquier acción
que exprese los valores de la vida contribuye a la desintegración del ego, el
cual es producto de eras y eras de ignorante accionar. La vida no puede estar
permanentemente aprisionada en la jaula del ego. En algún momento deberá
pugnar por la Verdad. En la madurez de la evolución llega el trascendental
descubrimiento de que la vida no puede ser comprendida y vivida plenamente
mientras gire teniendo al ego como eje. Entonces el hombre se impulsa con la
lógica de su propia experiencia para encontrar el centro de ésta y reorganizar
su vida en la Verdad. Esto implica acabar con el ego y reemplazarlo con la
consciencia de la Verdad. La desintegración del ego culmina en la realización
de la Verdad. El falso núcleo de sanskaras consolidados debe desaparecer si ha
de existir una verdadera integración y realización de la vida.

LA NATURALEZA DEL EGO


Y SU ERRADICACIÓN
Segunda Parte:
El ego afirma la separación

El ego es un obstáculo para la emancipación espiritual

El ego afirma la separación, y toma muchas formas. Puede tomar la forma


de un recuerdo continuo y personalmente consciente que se expresa en
rememoraciones como estas: “Yo hice esto e hice aquello”, “Yo sentí esto y
sentí aquello”, o “Yo pensé esto y pensé aquello”. También toma la forma de
esperanzas egocéntricas para el futuro, que se expresan por medio de planes
como estos: “Yo haré esto y haré aquello”, “Yo sentiré esto o sentiré aquello”, o
“Yo pensaré esto o pensaré aquello”. Además, en el presente el ego se
manifiesta como un fuerte sentimiento de ser alguien en particular y afirma sus
diferencias y separatividad de todos los demás centros de la consciencia. Si
bien el ego sirve provisoriamente a un propósito útil como centro de la
consciencia, al afirmar la separación constituye el principal obstáculo para la
emancipación e iluminación espiritual de la consciencia.

El ego se nutre con sentimientos exclusivos

El ego afirma su separatividad por medio de deseos vehementes, odio, ira,


temor o envidia. Cuando una persona desea la compañía de otras, es
vivamente consciente de que está separada de ellas, por lo tanto siente
intensamente su propia existencia separada. El sentimiento de estar separada
de los demás es muy agudo en el caso en el que existe un deseo grande y no
mitigado. También cuando hay odio e ira, la otra persona es, por así decirlo,
expulsada de nuestro propio ser, y considerada no sólo como una extraña sino
también claramente hostil para el propio ego. El temor es también una forma
sutil de afirmar la separatividad y existe en el caso en el que la consciencia de
la dualidad no hubiera menguado. El temor actúa como una gruesa cortina
entre el yo y el tú. Y no sólo alimenta una profunda desconfianza del otro sino
que inevitablemente produce una retracción o retiro de la consciencia para
excluir el ser de la otra persona del contexto de nuestra propia vida. Por lo
tanto, no debemos temer sino amar no sólo a las demás almas sino también a
Dios. Temer a Dios o a sus manifestaciones da fuerza a la dualidad; amar a
Dios y a sus manifestaciones la debilita.

Los celos fortalecen al ego

El sentimiento de separación se expresa más acerbamente en los celos. Existe


en el alma humana una profunda e imperiosa necesidad de amar e identificarse
con otras almas. Esta necesidad no se satisface en los casos en los que hay
deseos intensos, odio, ira o temor. Cuando hay celos, además de no satisfacerse
esta profunda e imperiosa necesidad de identificarnos con otras personas,
existe la creencia que alguna otra alma se ha identificado exitosamente con la
persona a la cual pretendíamos querer. Esto crea una actitud de reprobación
permanente e inconciliable contra ambos individuos por desarrollar una
relación que realmente deseábamos reservar para nosotros. Todo sentimiento
exclusivo, como por ejemplo, los deseos intensos, el odio, la ira o los celos,
producen un desmedro de la vida, y contribuyen a limitar y restringir la
consciencia e instrumentan directamente la afirmación del ego que se siente
separado.

Debilitar al ego mediante el amor

Todo pensamiento, sentimiento o acción que brote de la idea de una


existencia exclusiva o separada es una atadura. Todas las experiencias,
pequeñas o grandes, y todas las aspiraciones, buenas o malas, crean una carga
de impresiones y nutren el sentido del yo. La única experiencia que propende
al debilitamiento del ego es la experiencia del amor, y la única aspiración que
propicia una mitigación de la separatividad es el anhelo de llegar a ser uno con
el Amado. Los deseos intensos, el odio, la ira, el temor, los celos y la envidia
son actitudes excluyentes que crean un abismo entre uno mismo y el resto de la
existencia. Sólo el amor es una actitud inclusiva que ayuda a unir este abismo
artificial que nosotros mismos creamos, y tiende a abrirse paso a través de la
separatista barrera de lo falso que imaginamos. En el amor verdadero el
amante también anhela, pero anhela la unión con el Amado. Cuando busca o
experimenta la unión con el Amado, el sentido del yo se debilita. Cuando ama,
el yo no piensa en su propia conservación, así como la mariposa nocturna no
tiene miedo de quemarse en la llama. El ego es la afirmación de estar separado
del otro, mientras que el amor es la afirmación de ser uno con el otro. De ahí
que el ego sólo pueda disolverse por medio del amor real.

El ego está compuesto por deseos

Deseos de diversas clases constituyen al ego. Cuando se frustra la


satisfacción de los deseos, es el ego el que se frustra. Cuando se tiene éxito en
alcanzar los objetos deseados, es el ego el que tiene éxito. El ego cobra mayor
fuerza tanto satisfaciendo como no satisfaciendo los deseos. El ego puede
incluso nutrirse con un comparativo adormecimiento del surgir de los deseos y
afirmar su tendencia separatista al sentir que ya no tiene deseos. Sin embargo,
cuando todos los deseos cesan realmente, cesa el deseo de afirmar de cualquier
forma la separatividad. Por lo tanto, la libertad real respecto de todo deseo
produce la finalización del ego. El ego está compuesto por una gran variedad y
diversidad de deseos, y la destrucción de éstos equivale a la destrucción del
ego.

Las raíces del ego se hallan en la mente subconsciente

Sin embargo, es muy complicado el problema de borrar al ego de la


consciencia porque las raíces del ego se hallan en la mente subconsciente en
forma de tendencias latentes, las cuales no siempre son accesibles a la
consciencia explícita. El ego limitado de la consciencia explícita es sólo un
pequeño fragmento del ego total. El ego semeja un témpano que flota en el
mar. Una séptima parte del témpano permanece sobre la superficie del agua y
es visible para el observador, pero la porción principal permanece sumergida e
invisible. Del mismo modo, sólo una pequeña porción del ego se pone de
manifiesto en la consciencia en forma de yo explícito, y la porción principal del
ego real permanece sumergida en los oscuros e inexpresados santuarios de la
mente subconsciente.

La composición del ego es heterogénea


El ego explícito, que se pone de manifiesto en la consciencia, de ninguna
manera es una totalidad armoniosa, puede llegar a ser y realmente es una
palestra de muchísimos conflictos entre tendencias opuestas. Sin embargo,
tiene limitada capacidad para permitir que surjan simultáneamente tendencias
en pugna. Dos personas, por ejemplo, para poder discutir verbalmente tienen
que hablarse, pues si no se hablan, mal pueden encontrar un terreno común
para la disputa. De la misma manera, para que dos tendencias puedan entrar
conscientemente en conflicto deberán tener una base común. Si son demasiado
desiguales, no podrán ser admitidas en la palestra de la consciencia –ni
siquiera como tendencias conflictivas– sino que tienen que permanecer
sumergidas en la mente subconsciente hasta que ambas se modifiquen
mediante la tensión ejercida por las diversas actividades conectadas con la
mente consciente.

El ego explícito y el ego implícito

Aunque el ego en su totalidad es esencialmente de constitución heterogénea,


el ego explícito de la consciencia es menos heterogéneo que el ego implícito de
la mente subconsciente. El ego explícito opera como una totalidad formidable
si se lo compara con las aisladas tendencias subconscientes que buscan
emerger en la consciencia. El ego organizado de la consciencia explícita se
convierte pues en una barrera restrictiva que impide definidamente que los
diversos componentes del ego implícito tengan acceso a la consciencia. Todos
los problemas del ego sólo pueden ser resueltos con una acción inteligente y
consciente. Por lo tanto, la completa aniquilación del ego sólo es posible
cuando todos los componentes de éste pasan por el fuego de la consciencia
inteligente.

La intensificación del conflicto


termina al alcanzarse el equilibrio y la armonía

La acción de la consciencia inteligente sobre los componentes del ego


explícito es importante, pero en sí misma no es suficiente para los resultados
deseados. Los componentes del ego implícito de la mente subconsciente tienen
que ser traídos de alguna manera a la superficie de la consciencia y convertirse
en partes del ego explícito, y luego someterse a la acción de la consciencia
inteligente. Para lograr esto el ego explícito deberá debilitarse de tal manera
que permitirá que surjan en la consciencia aquellos deseos y tendencias que no
eran permitidos en la palestra de la consciencia. Esta puesta en circulación de
las tendencias inhibidas produce más confusión y conflicto en el ego explícito.
Por lo tanto, la desaparición del ego suele acompañarse más bien con
intensificados conflictos en la palestra de la mente consciente antes que con un
confortable aquietamiento de los mismos. Sin embargo, al final de la lucha
encarnizada y aguda se halla el estado de verdadero equilibrio e inexpugnable
armonía, el cual sobreviene después de que todo el témpano del ego se ha
derretido.

El ego vive por medio de los opuestos de la experiencia

Una parte importante del proceso por el cual se aniquila al ego consiste en
extraer de los más profundos estratos del subconsciente las raíces del ego que
están sepultadas, y en traerlas a la luz de la consciencia. La otra parte
importante consiste en manejar inteligentemente los deseos después de que
éstos logran entrar en la palestra de la consciencia. El proceso por el cual se
tratan los componentes de la consciencia explícita de ninguna manera es claro
y sencillo, pues el ego explícito tiene la tendencia a vivir por medio de
cualquiera de los opuestos de la experiencia. Si el intenso accionar de la
consciencia inteligente lo expulsa de un opuesto, tiende a desplazarse hacia el
otro extremo y vivir por medio de éste. Mediante una repetida alternancia
entre los opuestos de la experiencia, el ego elude el ataque de la consciencia
inteligente y procura perpetuarse.

El ego es una hidra de muchas cabezas

El ego es una hidra de muchas cabezas y se expresa de innumerables modos.


Vive de cualquier clase de ignorancia. El orgullo es el sentimiento específico
con el que el egoísmo se manifiesta. Una persona puede ufanarse de las cosas
más pueriles y tontas. Hay casos conocidos de esto, por ejemplo, personas que
se dejan crecer anormalmente las uñas y las conservan así a pesar de las
muchas molestias que les causan, por ninguna otra razón que la de afirmar su
separatividad respecto de los demás. Si el ego ha de vivir en sus logros, deberá
magnificarlos de manera grotesca. Es muy común que el ego se afirme
directamente en la sociedad exhibiéndose, pero hay normas de conducta que le
prohíben esa afirmación; entonces el ego tiende a buscar el mismo resultado
denigrando a los demás. Representar a los demás como malos es glorificarse
proponiendo una comparación: una comparación que el ego efectuaría con
gusto, aunque a menudo se abstenga de hacerlo por alguna otra razón.

Las tretas del ego

El principio de perpetuación personal activa al ego, el cual tiende a vivir y


crecer por todos los medios que no le están vedados. Si descubre que lo
restringen en una dirección, entonces procura compensarse y expandirse en la
otra. Si es abrumado por un torrente de conceptos y acciones espirituales,
incluso tiende a aferrarse a esta fuerza misma que originalmente entró en acción
para expulsarlo. Si una persona intenta cultivar la humildad a fin de mitigar el
monstruoso peso del ego y logra hacerlo, el ego puede transferirse con
sorprendente prontitud a este atributo de la humildad. El ego se alimenta
mediante repetidas afirmaciones, como por ejemplo: “Yo soy espiritual”, tal
como en las primeras etapas realizó la misma tarea afirmando: “La
espiritualidad no me interesa”. Así surge lo que podría llamarse un ego
espiritual, o un ego que siente su separatividad en el logro de cosas que él
considera buenas y sumamente espirituales. Desde el punto de vista
verdaderamente espiritual, este tipo de ego espiritual constituye una atadura tal
como lo es el ego primario y tosco, el cual no formula estas pretensiones.

La guerra de guerrillas

De hecho, en las etapas más avanzadas del sendero, el ego no procura


mantenerse con métodos francos sino que se refugia en aquellas cosas cuyo
objetivo es debilitarlo. Estas tácticas del ego se parecen muchísimo a la guerra
de guerrillas y son muy difíciles de contrarrestar. Expulsar al ego de la
consciencia es necesariamente un proceso intrincado, que no puede realizarse
mediante un enfoque constante y uniforme. Puesto que la naturaleza del ego es
muy complicada, igualmente complicado es el tratamiento que se necesita para
librarse de él. Como el ego tiene posibilidades casi infinitas de asegurar su
existencia y crear el autoengaño, el aspirante encuentra casi imposible hacer
frente a las nuevas formas de ego que surgen interminablemente. El aspirante
sólo puede lidiar exitosamente con las tretas engañosas del ego con la ayuda y
la gracia de un Maestro Perfecto.

El Maestro como último recurso

En la mayoría de los casos, el aspirante se acerca al Maestro solamente


cuando se ve forzado a comprender cuán fútiles son todos sus esfuerzos. No
puede avanzar por sí solo hacia la meta que él divisa y busca difusamente. La
terca persistencia del ego lo exaspera, y al percibir claramente su desamparo,
se entrega al Maestro como su último y único recurso. La entrega personal
equivale a admitir francamente que el aspirante renunció ya a toda esperanza
de confrontar por sí solo los problemas del ego y que confía solamente en el
Maestro. Es como si dijera: “Soy incapaz de poner fin a la miserable existencia
de este ego. Por lo tanto, acudo a ti para que intervengas y lo liquides”. Sin
embargo, este paso resulta más fructífero que todas las demás medidas que
podrían haberse intentado para debilitar y subsiguientemente aniquilar al ego.
Cuando la ignorancia que constituye el ego se disipa mediante la gracia del
Maestro, entonces despierta la Verdad que es la meta de toda la creación.

LA NATURALEZA DEL EGO


Y SU ERRADICACIÓN

Tercera Parte:
Las formas del ego y su disolución

El ego vive mediante la idea de “lo mío”


El ego subsiste poseyendo cosas mundanas, como por ejemplo, poder, fama,
riqueza, habilidades, logros y proezas. Crea y reconoce lo “tuyo” para
diferenciarlo claramente de lo “mío”. Sin embargo, a pesar de todo lo
mundano que él reclama como “mío”, se siente constantemente vacío e
incompleto. A fin de compensar esta profunda inquietud existente en su
propio ser, procura fortalecerse adquiriendo más cosas. Y se consuela
mostrando toda su imponente y variada colección de cosas comparándolas con
otras que serían inferiores a las denominadas “mías”. A menudo usa estas
posesiones por capricho y exhibicionismo fuera de lugar, incluso en detrimento
de los demás. El ego no se siente satisfecho a pesar de lo que posee, pero en
lugar de procurar desapegarse de eso, busca satisfacerse con una posesividad
más intensa que lo diferencie de las otras personas. El ego, como afirmación
separatista, vive con la idea de lo “mío”.

Las formas del ego

El ego quiere sentirse separado y único, y procura expresarse en el papel de


alguien indudablemente mejor que los demás, o en el de alguien
indudablemente inferior. La dualidad está implícita mientras exista el ego, y
mientras haya un trasfondo de dualidad, la actividad mental de la
comparación y el contraste no podrá aquietarse efectivamente largo tiempo.
Por ello, aunque una persona se sienta aparentemente igual a otra, este
sentimiento carece de bases firmes. Esto señala más bien un punto de
transición entre dos actitudes del ego que el haberse librado permanentemente
de la distinción entre yo y tú.

La idea de igualdad

El pseudo sentido de igualdad, si existiese, se lo podría expresar con esta


fórmula: “De ningún modo yo soy inferior o superior al otro”. De inmediato se
ve que esto es una aseveración negativa del ego. El equilibrio entre el yo y el tú
es perturbado constantemente por el predominio de un complejo de
superioridad o inferioridad. Entonces surge la idea de igualdad para
restablecer este equilibrio que se perdió. Sin embargo, la aseveración negativa
del ego en forma de igualdad es totalmente diferente del sentido de unidad
que caracteriza a la vida de libertad espiritual. Aunque lo igualitario constituye
la base de muchas ideas sociales y políticas, las condiciones reales de una vida
rica en cooperación sólo se cumplen cuando la realización de la unidad de toda
la vida reemplaza a la escueta idea de igualdad.

Los dos complejos

Los sentimientos de superioridad e inferioridad son reacciones recíprocas, y


al sentimiento de igualdad, inducido artificialmente, podría ser considerado
como una reacción frente a ambos. El ego logra afirmar su separatividad en
todas estas tres modalidades. El complejo de superioridad y el complejo de
inferioridad permanecen en su mayoría desconectados uno del otro. Ambos
procuran expresarse separada y alternadamente mediante objetos adecuados,
como cuando una persona domina a quienes considera inferiores y se somete a
quienes considera superiores. Pero esta expresión alternativa mediante un
comportamiento contrario sólo acentúa estos complejos opuestos en lugar de
inducir su disolución.

El complejo de superioridad

El complejo de superioridad se pone en movimiento cuando una persona se


encuentra con alguien que de algún modo es notablemente inferior en lo que se
refiere a posesiones mundanas. A pesar de lo mucho que posee, el ego se
enfrenta constantemente con el espectáculo de su vacío intrínseco. Es por eso
que se aferra, como consuelo, a sus engañosos merecimientos, demostrando
cuán grandes son sus posesiones. Este contraste no se reduce a una
comparación teórica sino que a menudo se muestra como un choque real con
los demás. De manera que la agresividad es una consecuencia natural de la
necesidad de compensar la pobreza de la vida del ego.

El complejo de inferioridad

El complejo de inferioridad se activa cuando la persona se encuentra con


alguien que de algún modo es notablemente superior en lo que se refiere a
posesiones mundanas. Pero su sumisión al otro se basa en el temor o en el
egoísmo. Nunca puede ser incondicional o espontánea porque siente una
envidia indefinible, o incluso odio, hacia el otro porque éste posee algo que al
ego le gustaría tener. Toda sumisión forzada y externa es meramente el efecto
de un complejo de inferioridad, y sólo puede hacer que el ego se destaque en
una de sus peores formas. El ego atribuye su sensación de vacío a las posesiones
aparentemente inferiores que dice ser “suyas”, en lugar de atribuirla a su muy
arraigado y cruel empeño de buscar contento a través de esas mismas
posesiones. El hecho de saberse inferior en lo referente a las posesiones es sólo
otro estímulo para que realice desesperados esfuerzos a fin de poseer más con
los medios de que dispone. De manera que mientras perpetúa la pobreza
interior del alma, el complejo de inferioridad, como el complejo de
superioridad, constituye un agente del egoísmo y del caos social, y de
acumulación de la clase de ignorancia que caracteriza al ego.

La entrega difiere del complejo de inferioridad

Cuando una persona entra en contacto con un Maestro Perfecto y reconoce


que éste tiene el estado de Perfección carente de ego, se entrega
voluntariamente al Maestro. El discípulo percibe que el ego es una fuente de
ignorancia, inquietud y conflicto perpetuos, y también reconoce su propia
incapacidad para terminar con él. Pero esta entrega personal debe diferenciarse
cuidadosamente del complejo de inferioridad porque se acompaña con la
convicción de que el Maestro es el ideal y, como tal, es fundamentalmente uno
con el discípulo. Esta entrega personal de ninguna manera expresa pérdida de
confianza. Por el contrario, expresa confianza en que todos los obstáculos serán
superados con la ayuda del Maestro. Apreciar la divinidad del Maestro es la
manera con la que el Ser superior del discípulo expresa la dignidad que siente.

La intervención del Maestro

A fin de producir una rápida disolución de estas dos formas principales del
ego, el Maestro puede despertar deliberada y alternadamente estos dos
complejos. Si el discípulo está a punto de desanimarse y renunciar a su
búsqueda, el Maestro podría despertar en él una profunda confianza en sí
mismo. Si está a punto de volverse egoísta, podría remover este nuevo
obstáculo creando situaciones en las que el discípulo tuviera que aceptar y
reconocer su propia incapacidad y futilidad. Así el Maestro ejerce su influencia
sobre el discípulo a fin de acelerar las etapas que el ego en disolución atraviesa
antes de su desaparición final.

Ajustarse al Maestro es resultado


de la disolución de los complejos

A los complejos de superioridad e inferioridad se los tiene que relacionar


inteligente y mutuamente si han de contrarrestarse uno al otro. Esto requiere
una situación en la que a ambos se les permita actuar al mismo tiempo, sin
necesidad de reprimir a uno a fin de expresar al otro. Cuando el alma establece
una relación dinámica y vital con el Maestro, a los complejos relacionados con
los sentidos de inferioridad y superioridad se los pone en acción, y se
conciertan con tanta inteligencia que se contrarrestan mutuamente. Entonces el
discípulo siente que en sí mismo no es nada, pero en su Maestro y a través de
él se vivifica ante la perspectiva de poder ser Todo.
De manera que, de un golpe, los dos complejos experimentan mutua tensión
y tienden a aniquilarse uno al otro en el intento que el discípulo hace para
ajustarse al Maestro. Con la disolución de estos complejos opuestos, las
separativas barreras del ego son derribadas en todas sus formas. El amor
divino surge al ser abatidas las barreras de la separación. Con el surgimiento
del amor divino, el sentimiento separatista del yo, en contraposición al tú, se
agota en su sensación de unidad.

La analogía del conductor

Se necesita un chofer para que un automóvil se mueva hacia su destino. Sin


embargo, el conductor puede sentirse fuertemente atraído por las cosas que
encuentre en el camino, y no sólo podría detenerse en sitios intermedios por
tiempo indefinido, sino también extraviarse al ir en pos de cosas cuyo encanto
es solamente temporario. De manera que podría mantener al automóvil en
marcha todo el tiempo sin acercarse a la meta, e incluso alejarse más de ella.
Algo parecido a esto sucede cuando el ego asume el control de la consciencia
humana. Al ego podemos compararlo con el conductor que tiene cierta dosis
de control sobre el automóvil y cierta capacidad para manejarlo, pero ignora
por completo su destino final.
Para que el automóvil llegue a su destino final no basta meramente que
alguien pueda conducirlo, sino que además sepa mantener el motor. También
es necesario que el conductor pueda guiar el automóvil hacia su destino.
Mientras el movimiento de la consciencia sea total y exclusivamente dominado
por el ego, el avance espiritual de la persona corre peligro porque el ego tiende
naturalmente a fortalecer las separativas barreras de la falsa imaginación. De
modo que, debido a las actividades centradas alrededor del ego, la consciencia
permanece encerrada por las paredes que ella misma construyó, y se mueve
dentro de los límites de su prisión mayávica.
Si la consciencia ha de emanciparse de sus limitaciones y adecuarse para
ponerse al servicio del propósito original para el cual hizo su aparición, no debe
tomar impulso y dirección desde el ego sino desde algún otro principio. En
otras palabras, al conductor que nada sabe de su destino final se lo debe
cambiar por otro conductor al que no lo fascinen todas las cosas que encuentre
accidentalmente en el camino, y que no concentre su atención en apeaderos o
atractivos adyacentes sino en la meta final en la que la dualidad no existe.
Cuando el centro de nuestro interés pasa de las cosas sin importancia a otras
que son verdaderamente importantes, esto puede compararse con transferir el
poder del conductor ignorante al conductor que conoce el destino. Junto con
este cambio gradual del centro de interés, hay progresiva disolución del ego y
movimiento hacia la Verdad.

El ego intenta integrarse en torno de una idea falsa

Si el ego fuera tan sólo un instrumento para integrar la experiencia humana,


sería posible que nos estableciéramos en la Verdad final siguiendo adelante
con la actividad del ego. Pero mientras cumple un papel específico en el avance
de la consciencia, el ego también representa un principio activo de la
ignorancia que impide el ulterior desarrollo espiritual. El ego intenta integrar
la experiencia, pero lo hace en torno de la falsa idea de separatividad. Puesto
que considera a una ilusión como la base sobre la cual construirá su edificio,
nunca consigue nada, salvo construir ilusiones una sobre otra. En vez de
ayudar a llegar a la Verdad, la función del ego realmente lo impide. El proceso
por el que se llega a la Verdad solamente puede ser fructífero si la integración
que el ego preside se acrecienta sin introducir la básica ignorancia separativa.
El Maestro se convierte en el nuevo núcleo integrador

Mientras la experiencia humana se halle dentro de los lindes de la dualidad,


la integración de la experiencia es una condición esencial para una vida
racional y significativa. Pero hay que renunciar al ego como núcleo integrador
debido a su inevitable alianza con las fuerzas de la ignorancia. Entonces allí
surge la imperiosa necesidad de un centro integrador que evite en su base la
ignorancia separativa y dé campo libre a la incorporación de todos los valores
anteriormente inaccesibles al centro del ego. Este nuevo centro lo provee el
Maestro, quien expresa todo lo que tiene real valor y que representa la Verdad
absoluta. El cambio de interés, de las cosas sin importancia a los valores
importantes, se facilita con fidelidad y entrega personal al Maestro, quien se
convierte en el nuevo núcleo integrador.

La unión con el Maestro y la realización de la Verdad

El Maestro es una permanente afirmación de la unidad de toda la vida


cuando lo comprendemos de verdad. Por eso, la lealtad al Maestro produce una
gradual disociación del núcleo del ego, el cual afirma su separatividad. Después
de esta crisis importante en la vida de un individuo, toda la actividad mental
tiene un nuevo marco de referencia. Y su importancia ha de suponerse a la luz
de su relación con el Maestro como la manifestación de la Verdad infinita, y no
a la luz de cualquier relación con el núcleo del ego como yo limitado. De ahí en
adelante la persona descubre que todas las acciones que emanan de ella ya no
tienen su inicio en el yo limitado sino que, en su totalidad, son inspirados por la
Verdad que opera por medio del Maestro. Tampoco le interesa más el bienestar
del ego limitado, sino que lo único que le interesa es el Maestro como
representante de la vida universal e indivisa. Ofrenda todos sus deseos y
experiencias al Maestro, sin reservar nada bueno ni malo para el yo limitado,
desnudando al ego de todo contenido.
Esta progresiva bancarrota del ego no interfiere con el proceso de
integración porque la función ahora se cumple en torno del nuevo centro del
Maestro como representante de la Verdad. Cuando el núcleo del ego está en
bancarrota total y privado de poder o ser, el Maestro, como la Verdad, se halla
firmemente establecido en la consciencia como guía inspirador y principio
motor. Esto constituye el logro de la unión con el Maestro y la realización de la
Verdad infinita.

El conocimiento del verdadero Yo

El ego sufre una drástica restricción cuando se adapta gradualmente a las


exigencias espirituales de la vida mediante la labor hacia la humanidad, el
desinterés y el amor, la entrega incondicional y la ofrenda personal al Maestro
en su carácter de Verdad. No sólo opone cada vez menos resistencia al
desarrollo espiritual sino que también experimenta una radical transformación.
A su debido tiempo, esto resulta ser tan grande que finalmente el ego, como
afirmación separatista, desaparece por completo y es sustituido por la Verdad,
la cual nada sabe de separatividad.
Los pasos intermedios tendientes a debilitar al ego y ablandar su naturaleza
se pueden comparar con recortar y podar las ramas de un enorme árbol
silvestre, mientras que el paso final tendiente a aniquilar al ego equivale a
arrancar a ese árbol por completo. El conocimiento del verdadero Yo surge
cuando el ego desaparece totalmente. De manera que la larga travesía del alma
consiste en desarrollar, desde la consciencia animal, la explícita consciencia
personal como yo limitado, y luego, en trascender el estado del yo limitado por
medio del Maestro. En esta etapa, el alma se inicia en la consciencia del Ser
supremo y real como un “Yo soy” eterno e infinito, en el que no hay
separatividad y que incluye toda la existencia.

EL LUGAR DEL OCULTISMO


EN LA VIDA ESPIRITUAL

Primera Parte:
El valor de las experiencias ocultas

Las aptitudes paranormales ayudan o impiden la emancipación


El sendero espiritual que conduce hacia la emancipación de la consciencia
implica un desarrollo de muchas aptitudes paranormales que están latentes en
el alma humana. Este desarrollo acrecienta el campo y alcance de la consciencia
humana. Estos nuevos elementos cumplen a menudo un importante papel al
ayudar o impedir la emancipación espiritual de la consciencia. Por lo tanto, el
aspirante no sólo tiene que comprender el valor de experiencias tales como los
sueños insólitos y significativos, las visiones, los viajes astrales y las vislumbres
del mundo sutil, sino que también tiene que aprender a diferenciar las
experiencias realmente ocultas de las alucinaciones y experiencias engañosas.

El desdén hacia lo oculto nace de la ignorancia

Aunque se acostumbre exagerar la importancia de las experiencias ocultas,


no es raro que se dude de su validez y se las trate con el desdén que suele
atribuírsele a todas las formas de aberraciones o anormalidades mentales. Por
supuesto, la actitud despreciativa respecto de las experiencias ocultas es muy
pronunciada en quienes ni siquiera conocen directamente lo elemental de las
ciencias ocultas. Al ego le duele admitir y pensar que pudiera haber vastos e
inexplorados campos del universo accesibles tan sólo a un número limitado de
personas, y del que uno resultara excluido. El inmerecido desprecio que el
ocultismo a veces recibe es casi siempre la consecuencia de una profunda
ignorancia acerca de su real significado. Esta actitud desdeñosa difiere, por
supuesto, de una actitud cauta y crítica. Quienes adoptan una actitud cauta y
crítica, y poseen humildad y criterio amplio, están siempre dispuestos a
reconocer y admitir los fenómenos ocultos cuando éstos ocurren.

Algunos sueños tienen significado espiritual

Habitualmente el aspirante es ayudado con medios corrientes por el Maestro


Perfecto, quien prefiere llevarlo velado a lo largo del sendero espiritual. Pero
cuando hay indicaciones específicas, también puede usar técnicas ocultas para
ayudarlo. Los sueños de carácter especial se hallan entre los métodos utilizados
para tomar contacto con la vida más profunda del aspirante. No es un hecho
raro que los Maestros efectúen su primer contacto con los aspirantes
apareciéndoseles en sus sueños. Sin embargo, hay que diferenciar
cuidadosamente estos sueños de los comunes y corrientes. En los sueños
corrientes, el cuerpo sutil está en actividad al ejercer sus funciones de la vista,
el gusto, el olfato, el tacto y el oído, pero el alma no está usando con total
consciencia al cuerpo sutil. Puesto que estas experiencias durante los sueños
corrientes se reciben subconscientemente, en la mayoría de los casos son
puramente subjetivas, relacionándose con actividades físicas y concernientes al
mundo material, y son creaciones de sanskaras emergentes almacenados en la
mente. Sin embargo, en algunos casos, un sueño que no se puede distinguir de
los sueños comunes y corrientes puede ser el reflejo, en el subconsciente, de
alguna experiencia objetiva del mundo sutil, y no meramente un producto de
la fantasía.

Sueños poco comunes

En su mayoría, los sueños son experiencias puramente subjetivas y


subconscientes del cuerpo sutil. No tienen significados espirituales especiales,
salvo que pueden ser ocasiones para forjar nuevos sanskaras o gastar los viejos,
y que ocasionalmente arrojan luz sobre complejos ocultos y problemas no
encarados de nuestra personalidad. Estos sueños nunca pueden incluir algo
que, de algún modo, no forme parte de la experiencia pasada de la persona.
Dan campo a la novedad solamente respecto de nuevos detalles combinados
que ya hicieron su aparición en la experiencia pasada. Estos sueños poco
comunes se refieren a personas y cosas desconocidas en esta vida, pero
conocidas en alguna o algunas vidas pasadas. Sin embargo, más fuera de lo
común son los sueños sobre personas y cosas que nunca aparecieron en esta
vida ni en vidas anteriores, pero que van a aparecer en esta vida en el futuro.
De manera que los sueños comunes son totalmente diferentes de los que tienen
significado oculto.

Los inicios de la experiencia oculta

Cuando el aspirante está desarrollando sus facultades paranormales, muy


frecuentemente tiene ocasionales experiencias místicas del mundo sutil en
forma de significativas visiones, luces, colores, sonidos, aromas o contactos.
Estas experiencias son esporádicas al principio, y es probable que el aspirante
considere que son alucinaciones. Pero aunque las trate como tales, le resulta
imposible resistir su influencia directiva debido a la potencia intrínseca que
poseen. Sin embargo, la jornada espiritual se torna más suave si el aspirante
aprende a cultivar una actitud correcta respecto de las experiencias ocultas, la
cual consiste en valorarlas por lo que son. Esta actitud equilibrada es
precisamente lo que al aspirante le resulta difícil mantener en las etapas
iniciales.

La actitud equilibrada es difícil de mantener

El principiante tiende a exagerar la importancia de sus vislumbres en los


mundos internos y a desarrollar un ingobernable deseo de que estas
experiencias se repitan, o bien las considera fenómenos anormales y subestima
su importancia. De estas dos opciones, la actitud de exagerar la importancia de
las experiencias ocultas es la más común porque la novedad y rareza de las
experiencias ocultas son factores que contribuyen a asignarles abrumadora
importancia.

El ansia de experiencias ocultas

De hecho, el ego del aspirante tiende a apegarse a este nuevo campo que se
le revela, el cual le hace creer que es una persona fuera de lo común, a la que se
le concedió un privilegio exclusivo, y en la medida que tiene más experiencias,
la persona más deseará abarcar. También se habitúa a depender de un
incentivo oculto para cada paso que da en el sendero, tal como quienes
consumen drogas y se hacen adictos a ellas, necesitan un estímulo hasta para
hacer cosas que anteriormente podían hacer sin ese estímulo. A fin de evitarle
este peligro al aspirante, el Maestro se esmera en no satisfacer sus nuevos
deseos de experiencias ocultas. Le concede estas experiencias siempre y
cuando sean absolutamente necesarias a los fines espirituales, pero no cuando
el aspirante las quiere o pide.

Cómo el Maestro trata el deseo de experiencias ocultas

Si el Maestro descubre que el aspirante da indebida importancia a las


experiencias ocultas o desarrolla un ingobernable deseo de ellas, entonces
puede ocuparse de este obstáculo de acuerdo con su propio método,
debilitando o anulando las experiencias ocultas que se convirtieron en la base
de su engañosa búsqueda. Esto es como aliviar inmediatamente a un paciente
extrayendo quirúrgicamente la causa de una afección física. Su finalidad es
proteger al aspirante de que forje nuevas cadenas que lo limiten. En ninguna
circunstancia permitirá que el aspirante quede atrapado en valores falsos y
fútiles búsquedas. Estas experiencias sólo harán que se extravíe y retrasarán
innecesariamente la llegada a la meta real, la cual consiste en iniciarse en la
verdadera vida espiritual. La introducción del aspirante en los fenómenos
ocultos es necesariamente un proceso muy gradual y prolongado. El Maestro
jamás demuestra prisa, porque son muy pocas las personas que están en
verdad preparadas para soportar la ampliación de su experiencia en esta nueva
dimensión.

La validez de la experiencia oculta

La aparición de los fenómenos ocultos es muy esporádica en las etapas


iniciales, y a veces el aspirante duda de su validez, tratándolas con precaución
a fin de excluir la posibilidad de estar engañándose. Pero las experiencias
ocultas suelen tener pruebas inequívocas de su validez, las cuales, aunque no
sean evidentes, obligan a respetarlas y prestarles debida atención por su
significado fuera de lo común, por la dicha, por la paz y por su valor directivo
intrínseco. Principalmente debido a estas características, el aspirante puede
diferenciar las experiencias ocultas reales de las alucinaciones y experiencias
engañosas.

Lo oculto se diferencia de las alucinaciones


y las experiencias engañosas

Las alucinaciones son percepciones erróneas y consisten en ver y oír cosas


que en realidad no existen. Aunque en este aspecto se diferencian claramente
de cosas meramente imaginarias, siguen siendo objetos de duda a pesar de su
semejanza con las percepciones normales. Las experiencias engañosas son aún
más falaces, porque consisten no sólo en ver cosas que en realidad no existen
sino también en que se tiene una total convicción de su existencia. Sin
embargo, las alucinaciones y experiencias engañosas no procuran dicha o paz
extraordinaria a la persona que las experimenta. La dicha y la paz que
acompañan a las reales experiencias ocultas son criterios justamente confiables
por los que se las distingue como genuinas. Las alucinaciones son como las
pesadillas de la consciencia vigil.

El aspirante debe desarrollar confianza en sí mismo

Aunque a la experiencia oculta real se la pueda diferenciar claramente de las


ilusiones, su poder y su eficacia se resienten si es objeto de duda. Esto puede
suceder cuando la persona que tuvo la experiencia comenta la cuestión con
otros que, debido a que son incapaces de comprender estas cosas, opinan en
contrario y debilitan su convicción. Por esta razón, el Maestro suele pedir al
discípulo que mantenga sus experiencias en estricto secreto. Es probable que
hasta una experiencia profunda se debilite cuando otros la contradicen y se
muestran escépticos, a no ser que el aspirante haya aprendido a atenerse a su
propia experiencia interior independientemente de lo que los demás piensen o
digan. Si el aspirante ha de progresar rápidamente y aprovechar más la ayuda
del Maestro, deberá desarrollar una confianza inmensa e inquebrantable en sí
mismo y en el Maestro. No deberá buscar que sean los demás quienes lo guíen
porque serán muy pocos los que comprenderán sus problemas o experiencias.
En verdad, el aspirante deberá estar dispuesto a afrontar la posibilidad de que
sus amigos o parientes no lo comprendan, pues es probable que ellos ignoren
los fundamentos de sus ideas y su curso de acción.

El efecto de la duda sobre la experiencia oculta

Si en el momento en el que la experiencia oculta ocurre, ésta fue útil para dar
un nuevo impulso al esfuerzo espiritual, a menudo no importa si el aspirante la
analiza retrospectivamente y piensa que se trata de una forma de ilusión. Sin
embargo, hay algunas experiencias ocultas que son concedidas
deliberadamente al aspirante para que sean fuentes permanentes de inspiración
y guía. Respecto de estas experiencias especiales, es necesario que el aspirante
cese de dudar de su validez e importancia.
La actitud general de buscar interminables corroboraciones de las
experiencias ocultas no es sana en absoluto, y el Maestro sólo las ratifica cuando
lo considera necesario. Además, es él quien toma la iniciativa del modo que
juzgue mejor en esa situación. Cuanto él hace es producto de su libre accionar, y
de ninguna manera se relaciona con, ni depende de expectativa alguna por
parte del aspirante. Pero cuando es espiritualmente necesario, el Maestro
incrementa ciertamente la eficacia de la experiencia oculta, confirmando su
validez y autoridad mediante alguna ratificación directa o indirecta valiéndose
para ello, de la gama habitual de experiencias del aspirante.

Los viajes astrales

En las etapas de avance que llevan al inicio del sendero, el aspirante se


prepara espiritualmente para que se le confíe el libre uso de las fuerzas del
mundo interno de los cuerpos astrales. Entonces puede emprender viajes
astrales en su cuerpo astral, dejando al cuerpo físico dormido o despierto. Los
viajes astrales hechos inconscientemente son mucho menos importantes que los
que se emprenden con plena consciencia y como resultado de una volición
deliberada. Esto implica el uso consciente del cuerpo astral. La separación
consciente del cuerpo astral respecto del vehículo externo del cuerpo físico,
tiene su propio valor al hacer que el alma se sienta diferente del cuerpo físico y
llegue a controlarlo más plenamente. Podemos ponernos y quitarnos el cuerpo
físico externo a voluntad, como si fuera una capa, y usar el cuerpo astral para
tener experiencias en el mundo interno del astral y viajar por él, siempre y
cuando sea necesario.

La esfera de acción se amplía para avanzar

Las visiones, aromas, gustos, contactos y sonidos que se experimentan


mediante el uso consciente del cuerpo astral son claros y definidos, como las
experiencias que se obtienen mediante el uso consciente del cuerpo físico. No
son vagos o subjetivos, como en los sueños comunes y corrientes, sino tan
objetivos y eficaces como las experiencias de la consciencia vigil. Por lo tanto, la
capacidad para emprender viajes astrales implica una considerable expansión
de la esfera de acción de nuestra experiencia, y nos da oportunidades para
promover nuestro avance espiritual, el cual comienza con la involución de la
consciencia.
La experiencia oculta no reemplaza al esfuerzo interno

El dominio de las fuerzas ocultas de ningún modo ha de considerarse como


un sustituto del esfuerzo interno que el aspirante debe hacer para un avance
mayor. Cuando las experiencias ocultas son dones de un Maestro o almas
espiritualmente avanzadas, resultan útiles para quitar el velo de gran parte de
la intuición hasta aquí oscurecida, eliminando algunas dificultades en el
sendero espiritual y llenando al aspirante de gran confianza y entusiasmo, los
cuales son necesarios para hacer frente a las nuevas exigencias de cada etapa.
Sin embargo, el aspirante avanza realmente poniendo en práctica las mejores
intuiciones de su corazón, sin ser un mero receptor pasivo de experiencias
ocultas.

EL LUGAR DEL OCULTISMO


EN LA VIDA ESPIRITUAL

Segunda Parte:
La relación con el Maestro en la vida espiritual

Las personas interactúan constantemente en los planos internos

Incluso quienes están preliminarmente familiarizados con la estructura y las


leyes de las esferas internas de la existencia saben que el total aislamiento de
los seres humanos es una ficción producto de la imaginación. Ya sea que lo
deseen o no, todas las personas están actuando e interactuando de manera
constante y recíproca por el hecho mismo de que existen, aunque no
establezcan contactos en el plano físico. No hay límites en la propagación de la
influencia del individuo. El influjo magnético de las esferas sutiles no sabe de
barreras fronterizas propias de las naciones, ni de otras limitaciones
convencionales.
Los pensamientos buenos y malos, los ánimos de alegría y también las de
pesimismo, y los sentimientos nobles y expansivos al igual que las emociones
baladíes y mezquinas, lo mismo que las aspiraciones desinteresadas y las
emociones egoístas tienden en su totalidad a difundirse e influir sobre los
demás, aunque no se los exprese con palabras o acciones. El mundo de la vida
mental es un sistema mucho más unificado que el mundo de la materia física.
El mundo físico, como vehículo de la vida espiritual, tiene, fuera de toda duda,
su propia importancia, pero los vínculos y conexiones que existen entre
diferentes personas de ningún modo pueden estimarse plenamente si tan sólo
consideramos las transacciones tangibles que tienen lugar en el mundo físico.

El valor del darshan y del sahavas

El hecho de que el aspirante vea a santos y Maestros no tiene un significado


pleno, salvo en el contexto de todo lo que sucede, correspondientemente, en los
planos internos. Los antiguos rishis, o sabios, dan gran importancia a tener el
darshan de santos y Maestros, pues éstos son fuente de una corriente constante
de amor y luz, la cual emana de ellos y apela de manera irresistible a los
sentimientos internos del aspirante, aunque no reciba instrucciones verbales de
ellos. El efecto del darshan depende de la receptividad y respuesta del
aspirante, cuya reacción es determinada por sus propios sanskaras y
conexiones pasadas.
A menudo ocurre que el aspirante se encuentra plenamente satisfecho con el
darshan de un Maestro, sin desear nada más de él. Es una gran cosa obtener
dicha y plenitud del darshan del Maestro porque indica que el aspirante posee
amor y carece de deseos, dos factores esenciales de la vida espiritual. Después
de recibir el darshan del amado Maestro, es natural que el aspirante no desee
nada, salvo más darshan de él, por lo que, internamente, sus ansias espirituales
lo impulsarán a buscar el sahavas (la compañía) del Maestro tan a menudo
como sea posible. El hecho de que obtenga más sahavas del Maestro
instrumenta y fortalece el efecto purificador del darshan y, como resultado, el
aspirante también se acerca cada vez más al Maestro en los planos internos.

Los pies del Maestro

Igual que el darshan, caer a los pies de un Maestro tiene también su especial
valor. Los pies, que físicamente son la zona más baja del cuerpo, desde el
punto de vista espiritual son la más alta. Físicamente, los pies recorren todo, lo
bueno y lo malo, lo bello y lo feo, y lo limpio y lo sucio, pero siguen estando
por encima de todo. Espiritualmente, los pies de los Maestros están por encima
de todas las cosas del universo, el cual es para ellos como si fuera polvo.
Cuando las personas van a ver al Maestro y le tocan los pies con sus manos,
descargan en él el peso de sus sanskaras. Él recoge los sanskaras de todo el
universo, tal como una persona común y corriente recoge en sus pies polvo a
medida que camina.
Según una antigua tradición, después de que el aspirante obtiene el darshan
de un Maestro y cae a sus pies, lava los pies de éste con leche y miel, y deposita
cerca de los pies un coco a modo de ofrenda. La miel representa a los sanskaras
rojos (malos), la leche a los sanskaras blancos (buenos), y el coco a la mente. De
manera que esta convención, establecida en ciertas regiones en conexión con la
salutación al Maestro, simboliza realmente descargar todos los sanskaras en el
Maestro y ofrendarle la mente. La adopción de esta actitud interior constituye
el paso más crítico e importante que el aspirante debe dar a fin de iniciarse en
el Sendero.

El contacto mental

Una vez que el aspirante experimenta la dicha del darshan de un Maestro,


esa visión queda esculpida en su mente. Y aunque no pueda establecer con él
un frecuente contacto personal, su mente acude una y otra vez al Maestro en un
esfuerzo por comprender lo que el Maestro significa. Este proceso por el que
establece un contacto mental con el Maestro es esencialmente diferente del
mero hecho de revivir imaginariamente episodios del pasado. En el juego
corriente de la imaginación, el recuerdo de episodios pasados no es animado
necesariamente por un claro propósito, mientras que hay un propósito claro al
establecer el contacto mental. Debido a la dinámica del propósito, la
imaginación cesa de ser meras ideas que están dando vueltas, se empeña en
llegar hasta el Maestro y establece contacto con él.
Este contacto mental con el Maestro suele ser tan fructífero y eficaz como su
darshan físico. La repetición interna de estos contactos mentales equivale a
construir un canal entre el Maestro y el aspirante, quien de este modo se
convierte en receptor de la gracia, del amor y de la luz que emanan
constantemente del Maestro, a pesar de la aparente distancia que existe entre
ellos. De manera que el Maestro ofrece su ayuda no sólo a quienes están
físicamente en su presencia sino también a los demás que establecen contacto
mental con él.

Precauciones especiales

El Maestro dedica esmerada atención a las necesidades individuales del


discípulo, y lo primero que hace es protegerlo contra las influencias que
desviarán su atención del sendero o interferirán en su avance. El Maestro suele
requerir al discípulo que acepte aislarse de alguna manera por un tiempo para
que su mente quede al resguardo de impactos que podrían impedirle avanzar
espiritualmente. Así es cómo algunos yoguis, siguiendo instrucciones de sus
Maestros, preparan su propia comida, sin permitir que persona alguna esté
presente cuando la están comiendo. La razón de esto es para evitar malas
impresiones provenientes de la mirada de personas malas. También es probable
que el discípulo recoja las impresiones lujuriosas de otra persona, tal como la
ropa limpia puede ensuciarse fácilmente.
En las primeras etapas, el aspirante debe resguardarse de cualquier
complicación que pudiera surgir por asociarse con otras personas que no estén
en el sendero. Pero el Maestro le da instrucciones especiales para que
interrumpa o evite determinadas conexiones y contactos solamente cuando eso
es específicamente indicado para un caso especial. Sin embargo, en la mayoría
de los casos, todo lo que el discípulo necesita es obtenido por la simple y
constante compañía del Maestro, sin que sea necesario someterlo a un real
aislamiento. Aunque el discípulo se halla externamente en contacto con el
mundo, sigue estando mentalmente desapegado del mundo debido a su
conexión interna con el Maestro.
Los contactos y asociaciones útiles

Así como el Maestro puede aislar al discípulo cercano de contactos y


conexiones indeseables, de igual manera también puede alentar y producir
nuevos contactos que juzgue de interés espiritual para el discípulo. El Maestro
conoce acabadamente los sanskaras y las ataduras kármicas, y sus
complicaciones. De manera que puede ayudar conscientemente a las personas
a que establezcan asociaciones que permitan y procuren importantes
respuestas y actividades, y que ayuden a avanzar a todos los que corresponda
por la línea de menor resistencia y por la ruta más corta posible. El Maestro
utiliza su conocimiento de las vidas pasadas, de los sanskaras y de las
conexiones de las personas para ayudarlas a economizar su energía espiritual y
usarla para obtener los mejores resultados.

El discípulo como instrumento

La unidad y la solidaridad de los planos internos hacen posible que el


Maestro utilice a su discípulo como un instrumento para su labor, aún cuando
el discípulo no esté al tanto de que esté sirviendo a este propósito más vasto
del Maestro. Esto es posible porque el discípulo en su amor y comprensión al
Maestro, y también por su obediencia y entrega, establece una estrecha relación
con el Maestro y llega a estar en sintonía con él. Quienes están en contacto
directo con el Maestro reciben su ayuda directa, y quienes están estrechamente
conectados con sus discípulos reciben la ayuda indirecta del Maestro.

El Maestro como estación retransmisora

De ninguna manera el hecho de compartir la labor espiritual es algo


unilateral. Hasta los discípulos que meramente piensan en el Maestro o
meditan sobre él tienen el privilegio de compartir la labor espiritual y universal
a la que el Maestro podría estar dedicado en ese momento. Puesto que el
Maestro es uno con la eternidad, se halla más allá del tiempo y de toda
limitación temporal. Puesto que lo que le interesa es la elevación espiritual de
la humanidad, asume muchas limitaciones temporales, y la cooperación
voluntaria de sus discípulos puede ser de ayuda en su labor. El Maestro se
nutre con el amor de sus discípulos y utiliza para su labor universal las fuerzas
espirituales que ellos ponen en circulación. Así es cómo el Maestro es como
una estación retransmisora que recibe un canto solamente para propalarlo por
el mundo en general. Amar al Maestro es amar a todos, no sólo simbólicamente
sino también de manera concreta, pues el Maestro espiritualiza y distribuye lo
que recibe en los planos internos. De modo que no sólo fortalece los vínculos
personales de los discípulos con él sino que también les concede el privilegio
de compartir su divina labor.

El ojo interno

El Maestro intenta de infinitas maneras atraer al aspirante hacia su propio ser


para que se libre de los laberintos del universo y llegue a desear a Dios. Este
anhelo de Dios está presente en el aspirante desde el comienzo mismo, pero el
Maestro hace que este primer anhelo se intensifique y exprese más abriéndole el
ojo interno. Cuando su ojo interno se abre él ve realmente a Dios, que es su
objeto de búsqueda y anhelo. Cuando la mirada del alma se vuelve hacia dentro
y se fija en la Realidad suprema, el deseo de unirse con ella se torna mucho más
ardiente que cuando el alma está buscando a Dios a tientas valiéndose de meras
especulaciones o de la imaginación. El Maestro puede abrir este ojo interno en
un instante cuando el tiempo está maduro.

El punto Om

En última instancia, el aspirante tiene que comprender que Dios es la única


Realidad y que él es en verdad uno con Dios. Esto implica que el espectáculo del
universo multiforme no debe cautivarlo. De hecho, todo el universo se halla en
el Ser y hace su aparición desde el minúsculo punto del Ser que se conoce como
Punto Om. Pero el Ser como alma individualizada se ha habituado a recoger
experiencias por un medio u otro y, por lo tanto, experimenta al universo como
un formidable rival que es distinto de sí mismo. Quienes realizaron a Dios ven
constantemente que el universo brota de este Punto Om, el cual está en todo.

Invirtiendo el proceso de la percepción


El proceso de la percepción corre paralelamente con el de la creación, e
invertir el proceso de la percepción sin borrar la consciencia equivale a
comprender que la nada del universo es un ente separado. El Ser ve primero
por medio de la mente, luego por medio del ojo sutil, y por último por medio
del ojo físico, pero el Ser es más vasto que todo lo que pueda percibir. Los
grandes océanos y los vastos espacios celestes son diminutos en comparación
con el Ser. De hecho, todo lo que se puede percibir es finito, pero el Ser mismo
es infinito. Cuando el Ser conserva la consciencia total y sin embargo no ve
nada, ha cruzado el universo que él mismo creó, dando el primer paso para
conocerse como el Todo.

Los siddhis

Todo el proceso por el cual la consciencia se retira del universo y deviene


consciente del Ser se acompaña con un control cada vez mayor de todos los
vehículos de la consciencia. Este control resulta posible por la vivificación y
activación de centros de control en desuso, y el funcionamiento de los nuevos
centros trae consigo una cantidad de poderes ocultos. A estos nuevos poderes
se los conoce comúnmente como siddhis, y el aspirante los puede tener antes de
llegar a ser espiritualmente perfecto. De hecho, el egotismo puede florecer a
través de la adquisición de estos poderes. Es probable que el aspirante no sólo
se deleite poseyéndolos, sino que además podría usarlos con propósitos
mundanos de los que necesariamente aún no se liberó.
Por lo tanto, a los siddhis se los considera obstáculos para alcanzar la
Realización. Sin embargo, después de realizar a Dios, todos estos poderes
pierden su importancia. Los siddhis tienen su campo de acción en la nada que
es el universo, mientras que la persona que realiza a Dios se halla establecida
permanente e inquebrantablemente en la Realidad suprema. Aunque todo el
universo equivalga a cero para quien realizó a Dios, es posible que esa persona
se haga voluntariamente responsable de las almas que están enredadas en las
marañas del universo. En ese caso, quien realizó a Dios podrá utilizar libre y
legítimamente estos poderes para beneficiar espiritualmente a los demás.

Fomentar el plan divino


No existe nada que escape al control directo o indirecto por parte de los
Maestros de la sabiduría. Tanto los grandes fenómenos sociales, como las
guerras, revoluciones y epidemias, o los fenómenos cósmicos como terremotos
e inundaciones u otros hechos, pueden ser igualmente controlados y dirigidos
por los Maestros, liberando las fuerzas de los elevados planos en los que
aquéllos están estacionados conscientemente. Los Maestros pueden asimismo
emplear fuerzas ocultas para asegurar la colaboración y coordinación en la
labor espiritual. Ellos se reúnen y conferencian frecuentemente en los planos
internos superiores a fin de asegurar el avance de la humanidad. El Alma
Universal es Una, y funciona siempre como unidad. Quienes tomaron
consciencia de esta unidad son aptos para comprender su ilimitada
responsabilidad porque se desprendieron de las limitaciones de la mente
humana, y tornaron tan impersonales y universales sus intereses que son
eficaces vehículos para ejecutar y fomentar el plan divino en la Tierra.

EL LUGAR DEL OCULTISMO


EN LA VIDA ESPIRITUAL

Tercera Parte:
El Ocultismo y la Espiritualidad

El ocultismo como ciencia

El ocultismo es una rama del conocimiento que estudia determinados


aspectos y fuerzas del universo y de la personalidad humana. A este respecto,
en principio no hay diferencias entre el ocultismo y las otras ciencias que
estudian estos temas. La diferencia entre el ocultismo y las otras ciencias surge
porque estas últimas conciernen a aspectos y fuerzas a los que la observación y
la manipulación corrientes pueden tener acceso directa o indirectamente,
mientras que el ocultismo concierne a aspectos y fuerzas esencialmente
inaccesibles para la observación y la manipulación corrientes. El desarrollo del
conocimiento oculto es condicionado por el desarrollo de los poderes latentes
del espíritu humano. Muchas sociedades modernas que investigan actualmente
lo paranormal encaran los conocimientos ocultos con la misma actitud que
caracteriza al estudio de otros campos del conocimiento. En principio no habría
razón para que se los considere menos valiosos o más valiosos que otros
campos del conocimiento teórico. Lo que se observa es que estas sociedades
están tratando de estudiar los conocimientos ocultos organizadamente y en
cooperación.

El conocimiento teórico

Los Maestros han juzgado deseable revelar a veces a la humanidad en


general algunos conocimientos teóricos sobre importantes características del
mundo oculto, como por ejemplo, la inmortalidad y la reencarnación, la
existencia de diferentes cuerpos y planos, y las leyes relacionadas con la
evolución y el accionar del karma. Estos conocimientos brindan un acertado
trasfondo para las aspiraciones y esfuerzos espirituales, y permiten que la
perspectiva de la persona corriente se acerque lo más posible a la Verdad de
acuerdo con las circunstancias. Sin embargo, con excepción de estos
conocimientos básicos generales, los Maestros han preferido constantemente
atribuir la mínima importancia a la difusión de detallados conocimientos
acerca de los fenómenos ocultos. Incluso se abstuvieron escrupulosamente de
informar sobre aquellas cuestiones que probablemente se relacionen vitalmente
con el ocultismo como arte.

Los que conocen y los que no conocen

Más que en cualquier otra ciencia, en el ocultismo existe una bien marcada y
significativa división entre los que conocen y los que no conocen. Hasta cierto
punto, en otras ciencias el conocimiento indirecto puede ocupar el lugar del
conocimiento directo. En el ocultismo, el conocimiento indirecto de ninguna
manera puede aproximarse al conocimiento directo en lo que se refiere a
significado e importancia. Por lo tanto, aunque el ocultismo es una ciencia
importante, la difusión de información puramente teórica acerca de estas
realidades ocultas tiene poca importancia. El conocimiento meramente teórico
de algunos hechos ocultos no pueden ser especialmente valiosos para quienes
no poseen experiencias de las realidades ocultas de primera mano.
Seguramente, para estos últimos, los fenómenos ocultos han de seguir
perteneciendo, en mayor o menor medida, a la categoría descriptiva de las
regiones desconocidas o al producto de la imaginación.

El ocultismo como arte

El ocultismo como ciencia se halla más o menos en el mismo nivel de las


demás ciencias, pero el ocultismo como arte se mantiene por sí mismo. Sin
embargo, la difusión de informaciones meramente teóricas sobre hechos
ocultos incluso viene, a veces, acompañada de actitudes perniciosas, puesto
que es probable que despierten inútil curiosidad y estimulen el deseo de poder
controlar fuerzas desconocidas a fin de usarlas con fines egoístas. En los
poderes ocultos como tales, nada hay que sea particularmente espiritual.
Probablemente, como ocurre con cualquier otro poder material o invención
científica, pueden ser utilizados con fines buenos o malos. Brindan un inmenso
campo para una labor cooperativa en los planos superiores, pero esto implica
preparación espiritual para asumir esta especial responsabilidad.

El mal uso de los poderes ocultos

El principiante tal vez busque algunos poderes ocultos y, dentro de


determinados límites, incluso los consiga. Pero esta nueva obtención resultará
ser más bien una maldición que una bendición, si él no está espiritualmente
preparado para cumplir adecuadamente la nueva responsabilidad, que la
adquisición de los nuevos poderes implica. Hasta el más leve mal uso de los
poderes ocultos causa una grave reacción y al alma le crea una atadura. A
veces puede retardar el avance del aspirante e incluso inducir un considerable
retroceso. Independientemente de la ruina espiritual que el principiante puede
provocarse con el uso indiscreto de los poderes ocultos, con seguridad
originará un daño incalculable a los demás sobre los que logró poseer una
formidable ventaja.
Los poderes ocultos deben fomentar propósitos espirituales

Los poderes ocultos en manos de los Maestros de la sabiduría espiritual son


no solamente seguros, sino que también poseen inmensas capacidades que
pueden ser utilizadas para servir a la humanidad. Aun ellos los usan de
manera módica y medida. El ocultismo como arte, por su misma naturaleza,
tiene sus propias limitaciones naturales. No se lo puede utilizar con
prodigalidad para aliviar las necesidades materiales de la humanidad o
auxiliarla en sus propósitos materiales. La introducción de un factor incierto e
incalculable, que el libre uso de los poderes ocultos implicaría, crearía
seguramente mucha confusión y trastorno en los objetivos corrientes del
hombre; quien debe quedar librado a sus propias limitaciones, recursos y
posibilidades de cumplir de manera pareja e ininterrumpida la ley kármica.
Por lo tanto, el uso de los poderes ocultos tiene que limitarse estrictamente al
fomento de propósitos espirituales.

El aliciente material de los propósitos espirituales

Los Maestros a veces satisfacen algunos deseos materiales de sus devotos.


Sin embargo, no lo hacen porque estén interesados en asuntos de este mundo
sino para ir apartándolos de sus deseos materiales. A menudo, a los hijos no se
los puede inducir a que aprendan el alfabeto cuando son muy chicos, por lo
que a fin de llamarles la atención sobre el abecedario, a veces sus padres les
presentan letras especialmente armadas con dulces. Entonces ellos prestan
atención a estas lecciones, no porque les interesen las letras como tales, sino
porque les interesan los dulces. Sin embargo, a menudo esto resulta ser el
comienzo del interés de esos niños por las letras propiamente dichas, y las
golosinas son pronto descartadas después de que cultivaron este interés. La
gente del mundo se parece a estos niños. Así como un padre a veces da a su
bebé un trozo de chocolate para alentarlo a que se porte bien, los Maestros
podrán dar a sus devotos de mentalidad materialista, ciertos objetos
inofensivos que ellos desean para que, al final, estén dispuestos a deshacerse
de ellos e interesarse en la verdadera espiritualidad.
No hay que acudir a los Maestros por motivos materiales

Las personas mundanas están tan inmersas en sus deseos materiales que
nada despierta su interés, a menos que se relacione directamente con satisfacer
esos deseos. De manera que tal vez vayan a ver a un Maestro, y lo sirvan y
respeten con la esperanza de que él los ayude en sus problemas materiales.
Cuando una persona se acerca respetuosamente a un Maestro, el deber de éste
es ayudarla espiritualmente, aunque haya acudido por algún otro motivo. Por
eso, el Maestro, que comprende perfectamente a la mente humana, puede
decidir ayudar materialmente a esa persona a fin de ganársela para la
verdadera espiritualidad. Este incentivo material, que el Maestro brinda con
fines espirituales, es antes una excepción que una regla. Son mayoría los
Maestros que disuaden a la gente de acercarse a ellos en procura de beneficios
materiales. Desde el punto de vista espiritual, es infinitamente mejor que una
persona ame a un Maestro simplemente porque es digno de ser amado, a que
lo ame por fines egoístas. Las personas deberían ir a ver a un Maestro porque
están auténticamente interesadas en la verdadera espiritualidad y por ninguna
otra razón. Sólo entonces obtienen el máximo beneficio de su contacto con el
Maestro.

La purificación del corazón humano

El ocultismo como arte se justifica porque es apto para fomentar y promover


propósitos espirituales; y podemos considerar que su uso es indebido cuando
se lo desvía de este fin para cualquier otro motivo. No se debe apelar a él
meramente por fines materiales. Su verdadera función no es la de satisfacer
deseos humanos sino purificar el corazón humano. El ocultismo como arte se
encuentra entre los factores más eficaces y potentes que pueden contribuir a la
purificación de la humanidad ayudándola a renunciar a los deseos más bajos.

El uso de los poderes en los planos superiores

El ocultismo como arte resulta particularmente relevante y necesario para


quienes están a punto de desarrollar sus facultades paranormales latentes, y
para quienes ya desarrollaron considerablemente los poderes pero a veces no
están despiertos totalmente al mundo físico, debido a que retiraron su
consciencia a los planos superiores. De ahí que haya que hablarles con un
lenguaje que ellos puedan comprender. Los aspirantes muy avanzados
desarrollan numerosos poderes ocultos, pero a menudo tienen mucha
necesidad de auxilio espiritual como la humanidad común y corriente. Debido
a que poseen muchos poderes, un Maestro Perfecto los podrá auxiliar fácil y
eficazmente independientemente de cuán lejos estén. Cuando el auxilio del
Maestro puede ser recibido conscientemente en los planos superiores, es
mucho más fructífero que la ayuda que puede dar a través del plano físico.

El descenso

Además de las dificultades que existen cuando se avanza por el sendero,


una de las características de los aspirantes adelantados es que se afirman tan
intensamente en la felicidad del lugar en que se encuentran que son reticentes
a “descender” para trabajar en la esfera física. No debemos confundir este
descenso de los aspirantes avanzados con el retorno a la consciencia normal
después de experimentar el séptimo plano, el cual es el estado de realización
de Dios, propio de los Maestros Perfectos.
El viaje de retorno de un Maestro Perfecto, y también la consiguiente
ubicación en distintos planos después de la Realización, responde a
motivaciones altruistas y es el resultado del prarabdha (destino inevitable), que
utiliza para elevar espiritualmente a la humanidad de acuerdo con la autoridad
que él inviste. Aunque los Maestros Perfectos son conscientes de todos los
planos simultáneamente, se dice que, por ejemplo, Khwaja Muinuddin Chishti,
de Ajmer, India, se situó en el quinto plano de la involución de la consciencia.
También es verdad que el Avatar funciona simultáneamente desde todos los
planos de la consciencia, pero a veces se sitúa en un plano en especial para
efectuar su trabajo universal. Por eso se dice, por ejemplo, que el Profeta
Muhammad se situó en el séptimo plano, mientras que el Buda se situó en el
quinto.
Por otra parte, el descenso de los aspirantes avanzados es inducido a fin de
ayudarlos a acelerar su avance por el sendero espiritual cuando se encuentran
estancados en algún lugar entre los planos. De manera que, si un aspirante se
estanca en algún lugar entre los planos tercero y cuarto, un Maestro suele
traerlo al tercer plano antes de empujarlo hacia el cuarto. El descenso de una
posición elevada también suele ser necesario para bien de los que aún se
encuentran en la jungla del mundo y todavía no entraron en el sendero. A
veces el Maestro puede decidir que algún trabajo espiritual se realice por
medio de un aspirante avanzado y le pida que, en aras de los demás, posponga
su empeño en avanzar individualmente.
Este descenso resulta ser finalmente una preparación espiritual para
atravesar tranquila y rápidamente la siguiente etapa del sendero, pero aún así,
al aspirante le resulta difícil renunciar a las ventajas de lo logrado con el fin de
auxiliar a los demás. El descenso es particularmente difícil para la persona que
experimenta intensamente un estado de fascinación. A esta fascinación se la
conoce como hairat en sufismo. Al aspirante le resulta extremadamente difícil
salir de este estado donde existen muchos tipos de fascinación. Sin embargo, es
necesario que se resista a sumirse en la fascinación, porque a veces deberá
descender al mundo en aras de los demás. Un Maestro tiene múltiples maneras
de ocuparse de un aspirante avanzado y puede persuadirlo a dar cualquier
paso que no sea de su agrado.

La historia de Ganj-e-Shakkar

Esto lo ilustra muy bien la historia de un wali famoso que se llamaba Baba
Fariduddin, también conocido como Ganj-e-Shakkar. Este wali, o “amigo de
Dios”, mucho antes de alcanzar la Iluminación estaba en hairat y
completamente absorto en ese estado. No podía cerrar los ojos, los tenía
siempre abiertos, deslumbrados y vidriosos, y no podía comer. Su Maestro,
Khwaja Muinuddin Chishti, quería sacarlo de este estado de fascinación y
hacerlo “descender”, pero al wali le resultaba difícil obedecer a su Maestro.
Fue entonces cuando el Maestro “hizo girar la llave” y lo persuadió de la
siguiente manera.
El Maestro indujo internamente a cinco ladrones a que se acercaran al lugar
en el que Ganj-e-Shakkar estaba, se sentaron a cinco pasos del wali y se
pusieron a repartir lo que habían robado. Pronto empezaron a pelearse, y dos
de ellos mataron a los otros tres. Los dos que habían salido airosos en la pelea
se dividieron el botín y huyeron, pero mientras lo hacían pasaron por el lugar
en el que estaba sentado el wali, quien en ese momento recobró la consciencia
normal. La proximidad de aquellos criminales fue un estímulo grosero pero
suficiente para hacerlo descender a su consciencia normal.
Lo primero que el wali vio fueron dos gorriones, y su primer impulso fue
ensayar con ellos sus nuevos poderes, diciendo: “¡Mueran, gorriones!”, y los
gorriones cayeron muertos. Después dijo: “¡Resuciten, gorriones”!, y los
gorriones revivieron. Atónitos, los dos ladrones vieron esto y le pidieron al
wali que resucitara a los tres ladrones a los que habían matado en un arranque
de ira. Entonces el wali se dirigió a los tres ladrones muertos y les dijo:
“¡Levántense!”, pero no volvieron a la vida. Horrorizado al pensar que había
perdido sus poderes, y arrepentido de haberlos usado frívolamente, fue
llorando a ver a su Maestro y, al acercarse a éste, vio que los tres ladrones
estaban masajeando los pies de su Maestro.
Entonces el wali regresó a su lugar original, indiferente a la comida o a la
bebida, adelgazó y permaneció diez años en el mismo sitio hasta que las
hormigas empezaron a comerle el cuerpo, pero como la gente acostumbraba
visitarlo y ponerle cerca grandes cantidades de azúcar, las hormigas optaron
por comer el azúcar. Y puesto que siempre estaba rodeado por montones de
azúcar, se lo llegó a conocer como Ganj-e-Shakkar, o el “tesoro de azúcar”. Su
historia muestra que hasta los aspirantes más avanzados necesitan la ayuda de
un Maestro si han de avanzar por el camino hacia la Realización.

Los fenómenos ocultos no tienen valor intrínseco

La historia de Ganj-e-Shakkar es un ejemplo de cuál es la ocasión que


reclama el uso de métodos y poderes ocultos, pero conviene señalar que
ningún fenómeno oculto, independientemente de su magnitud, puede tener
algún valor intrínseco en sí mismo. El valor aparente de cualquier fenómeno –
oculto o no– es puramente ilusorio o enteramente relativo. Los valores
ilusorios surgen cuando algo cobra una importancia que es falsa, porque esto
estimula o promete satisfacer deseos pasajeros y limitados propósitos nacidos
de la ignorancia. Si esto se saca del contexto de los deseos pasajeros y limitados
propósitos, se lo despoja inmediatamente de todo el significado que
aparentemente investía. Los valores relativos surgen cuando algo cobra
importancia porque sirve para que la Verdad se realice o exprese. La
importancia de estas cosas proviene de que son condiciones esenciales para el
accionar de la vida divina y, por lo tanto, aunque sea relativo, este valor no es
ilusorio sino real.
El ocultismo es distinto de la espiritualidad

En su mayoría, las personas atribuyen consciente o inconscientemente


indebida importancia a los fenómenos ocultos y los confunden con la
espiritualidad. Según esas personas, los milagros y fenómenos del mundo del
espíritu son tópicos reales de absorbente interés, y suponen que esto indica un
interés en vivir la verdadera espiritualidad. Sin embargo, existe una diferencia
muy clara y definida entre ocultismo y mística, y entre espiritualismo y
espiritualidad, y cuando de cualquier modo no se logra comprender el
significado pleno de esta diferencia, eso solamente puede crear confusión.

Lo único importante es realizar la Vida Divina

Todos los milagros pertenecen al mundo de los fenómenos, o sea, de las


sombras. Como fenómenos, están sujetos al cambio, y nada que cambie podrá
tener valor duradero. La realización de la Verdad eterna es la iniciación en el
Ser inmutable, el cual es la Realidad suprema, y ningún conocimiento del
mundo oculto o ninguna aptitud para manejar sus fuerzas puede equivaler
realmente a la realización de la Verdad. Los fenómenos ocultos se hallan
dentro del campo de la imaginación falsa tanto como los fenómenos corrientes
del mundo físico. Desde el punto de vista espiritual, lo único importante es
realizar la Vida Divina y ayudar a los demás para que la realicen poniéndola
de manifiesto en los sucesos cotidianos. El único juego de valor intrínseco y
absoluto consiste en captar la esencia de todo lo existente y significativo, y
emanar la fragancia de ese logro interior para guiar y beneficiar a los demás,
expresando la verdad, el amor, la pureza y la belleza en el mundo de las
formas. Todos los demás sucesos, episodios y logros no pueden tener
importancia duradera en sí mismos.

TIPOS DE MEDITACIÓN
Primera Parte:
La naturaleza de la meditación y sus condiciones

La meditación es un camino para atravesar


las limitaciones de la mente

Podemos describir a la meditación como un camino que el mismo individuo


va abriendo mientras procura superar las limitaciones de su mente. Si quien
está bloqueado en un bosque tupido y enmarañado trata de salir al aire libre,
sus esfuerzos por abrirse paso a través de los obstáculos que lo rodean dejarán
detrás las señales de su recorrido. Estudiándolas, un observador podría
describir el camino que aquella persona atravesó al intentar salir al aire libre.
Por ejemplo, los movimientos de quien sale del bosque difieren en principio de
los de una locomotora, la cual se desplaza sobre rieles ya trazados en el rumbo
que ha de tomar. El individuo no sigue por un sendero trazado de antemano;
el sendero queda impreso después de que lo atravesó. Del mismo modo, quien
está sumido en profunda meditación, está luchando a brazo partido con los
problemas espirituales que encara, y no meramente tratando de seguir un
rumbo rígido que ya existe en su estructura mental.

Es posible prever el perfil general de la meditación

No obstante, quienes comprenden, de manera directa, los particulares


perfiles de la mente de un individuo pueden prever cómo se desarrollará su
meditación, tal como, quien está minuciosamente familiarizado con la
composición de la solidificada corteza terrestre, por lo general puede esperar
que un volcán haga más bien erupción en una región que en otra. Cuando las
fuerzas que brotan de las entrañas de la Tierra están por entrar en erupción,
deben seguir la línea de menor resistencia, y el lugar por donde pasen
dependerá en gran parte de cómo serán los alrededores con los que se
enfrentarán. La diferencia entre las fuerzas volcánicas y el anhelo espiritual es
que las primeras son inconscientes, mientras que el segundo es un fenómeno
consciente. La inteligencia cumple un papel importante durante la meditación,
y es el Maestro quien enciende esta inteligencia dándole al aspirante unas
pocas sugerencias simples sobre qué clase de cosas tiene que hacer o esperar en
sus meditaciones.

El interés sostiene a la meditación inteligente

La meditación ha sido a menudo interpretada erróneamente como un


proceso mecánico durante el cual se fuerza a la mente sobre alguna idea u
objeto. Naturalmente, la mayoría aborrece meditar porque le resulta muy
difícil obligar a la mente a que siga una dirección en especial o se atenga a una
cosa en particular. Cualquier manejo mecánico de la mente es no solamente
molesto sino que, en última instancia, seguramente fracasará. El primer
principio que los aspirantes tienen que recordar es que, durante la meditación,
a la mente sólo se la puede controlar y dirigir de acuerdo con leyes inherentes
de la estructura mental misma, y de ninguna manera mediante la aplicación de
fuerzas mecánicas o semi-mecánicas.
Muchas personas que técnicamente no meditan se encuentran frecuentemente
profunda e intensamente enfrascadas en pensar de manera sistemática y clara
sobre algún problema práctico o algún tema teórico. El proceso mental de esas
personas es, en un sentido, muy parecido a la meditación, puesto que la mente
se aboca por completo a pensar intensamente en un tema particular excluyendo
todas las demás cosas que son irrelevantes. La meditación suele ser fácil y
espontánea en esos procesos mentales porque la mente medita sobre un objeto
que le interesa y que comprende cada vez más.
La tragedia espiritual de los sucesivos pensamientos comunes y corrientes es
que no se dirigen hacia cosas que realmente importan. Por otra parte, el objeto
de la verdadera meditación siempre tiene que ser escogido cuidadosamente y
debe ser espiritualmente importante, y ha de ser alguna forma u objeto divino,
o algún tema o verdad espiritualmente significativos. A fin de que la
meditación sea exitosa, la mente debe interesarse no solamente en temas o
verdades de carácter divino sino que también debe empezar a tratar de
comprenderlos y apreciarlos. Este tipo de meditación inteligente es un proceso
natural de la mente, y puesto que evita la monótona rigidez y regularidad de la
meditación mecánica, se torna no sólo espontánea e inspiradora sino también
fácil y exitosa.
La meditación y la concentración

Hay que diferenciar la meditación de la concentración. La meditación es la


primera etapa de un proceso que evoluciona gradualmente hasta llegar a la
concentración. Durante la concentración, la mente procura unirse con su objeto
procediendo a fijarse en ese objeto, mientras que la meditación consiste en
pensar cabalmente en un objeto particular excluyendo todas las demás cosas.
Durante la concentración prácticamente no hay movimiento mental, pero
durante la meditación la mente se mueve de una idea pertinente a otra.
Durante la concentración la mente piensa meramente acerca de alguna forma o
fórmula sucinta y concisa, sin ampliarla mediante una sucesión de ideas.
Durante la meditación, la mente trata de comprender y asimilar al objeto
pensando en los diversos atributos de la forma o en las variadas implicaciones
de la fórmula. Durante la concentración, al igual que durante la meditación, se
entremezclan el amor y el anhelo que la mente siente por el objeto divino o por
el principio acerca del cual está pensando, y estas dos actividades son muy
diferentes de los procesos meramente mecánicos que son rigurosamente
regulares y absolutamente monótonos.
Quienes no son capaces de concentrarse intensamente tienen que empezar
con la meditación, mientras que para quienes tienen capacidad para
concentrarse, la meditación es innecesaria. Basta con que se concentren en la
mera forma del Dios-Hombre o de un Hombre-Dios, o en alguna forma sencilla
como por ejemplo: “Yo no soy el cuerpo físico, el cuerpo sutil ni el cuerpo
mental: yo soy el atma (alma)”.

El silencio y el aislamiento

La meditación es esencialmente un asunto individual en el sentido de que


no propende a la exhibición social sino al propio adelanto espiritual. El total
aislamiento del individuo respecto de su entorno social conduce casi siempre a
una práctica de la meditación sin perturbaciones. Los yoguis de la antigüedad
procuraban recluirse por completo en la cima de las montañas o en cuevas.
Una gran quietud y un imperturbado silencio son esenciales para tener éxito.
Sin embargo, no es necesario que la persona se dirija a montañas o cuevas en
busca de estas condiciones. Si el aspirante se toma un poco la molestia puede
obtener, incluso en las ciudades, la quietud, el silencio y el aislamiento
necesarios que faciliten y promuevan su avance en las diversas formas de
meditación.

El valor de la oscuridad

Estar a oscuras o cerrar los ojos no es absolutamente necesario para meditar.


Si el aspirante encara directamente el objeto de la meditación, puede meditar
exitosamente incluso teniendo los ojos abiertos. Pero en la mayoría de los
casos, alejarse de escenas y sonidos físicos es más propicio para la meditación
intensa. Conseguir un silencio externo total implica escoger cuidadosamente el
sitio en el que se meditará, pero sólo habrá que cerrar los ojos a fin de proteger
a la mente de escenas que la perturben. A veces, cuando hay luz, cerrar los ojos
no basta para evitar todo estímulo visual. Entonces es aconsejable empezar a
meditar en completa oscuridad. Normalmente la oscuridad fomenta el
progreso durante la meditación.

La postura para meditar

No hay reglas fijas en relación con la postura. Se puede adoptar cualquier


postura cómoda, en la medida que contribuya a que la mente esté alerta y no
provoque sueño. La postura no debe implicar tensiones ni dolores físicos
porque entonces atraería la atención del cuerpo mismo. Por lo tanto, el cuerpo
debe estar completamente relajado como cuando nos disponemos a dormir,
pero debe evitarse la postura habitual que se adopta al dormir porque tiende a
provocar sueño. Una vez adoptada una postura adecuada y conveniente, es de
ayuda pensar que la cabeza es el centro del cuerpo. Cuando se considera que la
cabeza es el centro, resulta más fácil olvidar el cuerpo y fijar la atención en el
objeto de la meditación.

La importancia de fijar el sitio, la postura y la hora

Lo deseable es que el aspirante mantenga la misma postura para cada


meditación. Las anteriores asociaciones de la postura del aspirante con sus
meditaciones lo capacitan especialmente para inducir y facilitar meditaciones
similares. Cuando el cuerpo adoptó la postura elegida, se encuentra
constantemente bajo la sugestión subconsciente de que no debe obstruir más a la
consciencia y que tiene que ser útil al propósito de la meditación. La elección del
mismo sitio y de una hora fija tiene también un saludable efecto. De ahí que el
aspirante deba interesarse seriamente en elegir un lugar, una postura y una hora
idénticos. La elección del sitio también implica tener en cuenta sus asociaciones y
posibilidades. Hay que dar especial importancia a meditar en lugares sagrados en
los que los Maestros vivieron o meditaron personalmente.
El lugar, la postura y la hora de la meditación tienen todos su respectiva
importancia, y varían de acuerdo con las peculiaridades y la historia del
individuo. Por eso, un Maestro suele impartir a cada discípulo instrucciones
distintas y convenientes para cada caso. Sin embargo, cuando la meditación ya
es habitual mediante práctica constante, es posible dejar de atenerse a un lugar,
una postura o un tiempo fijos, y el aspirante podrá seguir meditando en
cualquier hora y circunstancia. Puede abstraerse y meditar aunque esté
caminando.

La meditación debe ser alegre

No hay que encarar con pesadumbre la meditación, como si fuéramos a


tomar aceite de castor. Tenemos que tomarla con seriedad, pero sin gravedad o
melancolía. El buen humor y la alegría no sólo no afectan el progreso de la
meditación sino que también contribuyen realmente a ella. La meditación no
debe convertirse en algo desagradable y molesto. El aspirante debe permitirse
libremente la alegría natural que acompaña a la meditación fructífera, sin
volverse adicto a ella. La meditación debe ser algo parecido a una excursión
por los planos superiores. A semejanza de las excursiones por entornos
naturales nuevos y bellos, la meditación es portadora de una sensación de
entusiasmo, aventura, paz y júbilo. Hay que eliminar todo pensamiento que
implique depresión, temor o preocupación si ha de haber una meditación
realmente exitosa.

La meditación colectiva

La meditación colectiva tiene sus propias ventajas aunque la meditación es


esencialmente un asunto individual. Si los distintos aspirantes, que están
recíprocamente en armonía, encauzan juntos la misma meditación, sus
pensamientos tienden a acrecentarse y fortalecerse unos con otros. Esto se nota
particularmente cuando los discípulos del mismo Maestro se dedican a meditar
colectivamente sobre su Maestro. Si la meditación colectiva de ese tipo ha de
ser totalmente ventajosa, cada aspirante que participe no deberá interesarse en
lo que los otros integrantes del grupo estén haciendo sino en la marcha de su
propia meditación. Aunque el aspirante inicie su meditación en compañía de
otros, tiene que sumirse en el objeto de su meditación. Tiene que olvidarse del
mundo entero, incluido su propio cuerpo, y estar exclusivamente al tanto del
objeto convenido antes del comienzo de la meditación. La meditación colectiva,
cuando se la maneja con inteligencia, es de inmensa ayuda para los
principiantes, mientras que los aspirantes avanzados pueden continuar por su
cuenta.

El surgimiento de pensamientos perturbadores

Es un hecho común que en el pensamiento ordinario, existe una


ininterrumpida corriente de sucesivas ideas, pero cuando la mente se pone a
meditar de manera sistemática, la reacción inevitable es que tienda a que
pensamientos irrelevantes y contrarios surjan y creen perturbaciones. Ésta es la
ley que rige en la mente, y al aspirante no debe molestarle que en la
consciencia aparezcan muchos pensamientos contrarios e indeseables que
hasta entonces no habían aparecido nunca. La meditación implica traer al
primer plano de la consciencia el contenido subconsciente de la mente. A
semejanza del prestidigitador que hace que muchas cosas extrañas e
inesperadas cobren vida, el proceso de la meditación provoca muchos
pensamientos absurdos e indeseados. El aspirante debe esperar y estar
preparado para todos estos pensamientos perturbadores y debería tener
paciencia inagotable junto con inquebrantable confianza de que, en última
instancia, todas estas perturbaciones serán superadas.

Técnica para tratar los pensamientos perturbadores

La condición final, pero no menos importante, para una meditación exitosa es


adoptar la técnica acertada para manejar los pensamientos perturbadores y los
influjos de la mente. Es inútil malgastar energía tratando de combatir y reprimir
directamente los pensamientos perturbadores. Cualquier intento de esta índole
implica prestarles más atención, y ellos se nutren con esta misma atención que
les prestamos con el fin de reprimirlos, con lo que se fortalecen y establecen más
en la consciencia. Lo mejor es ignorarlos y volver lo antes posible al objeto de la
meditación sin dar indebida importancia a los factores perturbadores. Si
reconocemos la insignificancia e irrelevancia de los pensamientos perturbadores,
así como el valor relativo y la importancia del objeto de la meditación,
conseguiremos que esos pensamientos perturbadores mueran por abandono, lo
que hace que la mente quede perfectamente enfocada respecto al objeto de la
meditación.

TIPOS DE MEDITACIÓN

Segunda Parte:
Los principales tipos de meditación
y su respectivo valor

Los tipos de meditación clasificados según tres principios

La meditación es de distintos tipos que pueden diferenciarse


convenientemente unos de otros sobre la base de tres principios distintos: 1) la
función que la meditación cumple en el avance espiritual; 2) el papel que la
personalidad representa predominantemente durante el proceso de la
meditación; o 3) los elementos de la experiencia que la meditación procura
comprender. Pueden adoptarse cualquiera de estos tres principios para
clasificar los diferentes tipos de meditación. Se utilizará el último principio
mientras se da cuenta detallada de las diferentes formas de meditación, pues es
lo más apropiado para enumerarlas. Aquí se utilizarán los dos primeros
principios, pues son útiles de diferentes modos para explicar el valor
respectivo de las diversas formas de meditación.
La meditación asociativa y la meditación disociativa

En relación con el primer principio, la meditación tiene que servir al propósito


de asociar a la consciencia con la Verdad eterna y disociar a la consciencia de las
cosas falsas y carentes de importancia pertenecientes al mundo de los
fenómenos. De manera que surgen dos tipos de meditación. La meditación
asociativa implica predominantemente la actividad sintética de la mente
(anwaya), y la meditación disociativa la actividad analítica de la mente
(vyatireka). Un ejemplo de meditación asociativa puede ser esta fórmula: “Yo
soy infinito”, y otro de meditación disociativa: “Yo no soy mis deseos”. El
aspirante procura, mediante meditación asociativa, unirse con la idea espiritual
que él construyó mentalmente. El aspirante procura, mediante meditación
disociativa, separarse de las condiciones que se le presentan como
antiespirituales. La meditación asociativa es un proceso de asimilación de lo
esencial de la vida espiritual, y la meditación disociativa es un proceso de
eliminación de aquellos factores que impiden la vida del espíritu.

La meditación disociativa allana el camino


de la meditación asociativa

La meditación asociativa se interesa en los objetos como son, es decir,


seleccionados del mundo de la luz, y la meditación disociativa se interesa en
los objetos que forman parte del mundo de las sombras. El mundo de las
ilusiones, como el mundo de la sombras, posee su propio encanto asombroso.
Si una persona ha de lograr salir del mundo de las ilusiones y llegar a la
Verdad, debe desarrollar resistencia a las incitantes seducciones del mundo de
las ilusiones reconociendo reiteradamente que ese mundo no tiene valor, tal
como una persona debe desarrollar su descontento con el mundo de las
sombras si ha de entrar en el de la luz. Por lo tanto, la meditación disociativa es
un preludio de la meditación asociativa. Llega en primer lugar y tiene valor
propio, pero su objeto es tan sólo allanar el camino de la meditación asociativa.

La meditación asociativa es muy fructífera


La meditación asociativa y la meditación disociativa son necesarias a su
modo, pero al final la meditación asociativa resulta ser mucho más fructífera e
importante que la meditación disociativa. Si una persona está rodeada de
sombras, no le es de mucha ayuda que se sienta continuamente molesta por
ellas. Si lo único que le interesa es estar enojada con ellas, entonces sus
preocupaciones no tendrán fin. Pero si en lugar de impacientarse y enfurecerse
con las sombras que la rodean se dedica a la importante tarea de ponerse
totalmente bajo el sol abrasador, entonces descubrirá que todas las sombras
han desaparecido.
Lo que realmente importa no es el descontento sin objeto por las
limitaciones que existen sino dirigir los esfuerzos hacia el ideal establecido.
Mientras la persona se vuelva hacia el sol y esté tratando de ingresar en la luz,
las sombras que la circundan no podrán ser graves impedimentos para su
emancipación. Del mismo modo, el aspirante no necesita preocuparse
demasiado por sus fallas mientras su corazón se fije firmemente en unirse con
su ideal espiritual. Todas sus fallas habrán desaparecido en la nada cuando
termine su peregrinación.

La analogía de la comida

La meditación asociativa es para el espíritu lo que la asimilación de la


comida es para el cuerpo. El cuerpo puede cubrir sus deficiencias asimilando la
clase acertada de comida. De manera parecida, la mente puede conservarse
sana asimilando las verdades espirituales mediante la meditación. Es necesario
equilibrar las diferentes formas de meditación asociativa, aunque todas ellas
sean buenas a su modo, así como es necesario tener una dieta equilibrada
aunque estemos satisfechos con el valor nutritivo de los diferentes
componentes de la dieta actual. El desarrollo desproporcionado de la vida
mental impide el avance debido a la fractura interior que lo acompaña,
mientras que las felices combinaciones de diferentes formas de meditación
facilitan un rápido progreso porque aseguran una mente armonizada y
equilibrada. Las combinaciones acertadas son las que fomentan cada vez
mayor equilibrio haciendo hincapié solamente en aquellos aspectos de la
Verdad que son relevantes para eliminar los obstáculos especiales con los que
el aspirante se enfrenta en el momento.
Ampliando la analogía de la dieta

La analogía de la dieta puede ampliarse incluso hasta el segundo tipo, la


meditación disociativa, el cual consiste en evitar y eliminar cosas que son
antiespirituales. Una dieta defectuosa puede alterar la salud física, y los tipos
defectuosos de meditación pueden desordenar la mente. Así como el tipo
desacertado de comida puede arruinar la salud en lugar de nutrirla, de igual
modo la meditación instintiva sobre los objetos del deseo le crea más cadenas a
la mente en lugar de romper las ya existentes. Por lo tanto, es importante evitar
el tipo desacertado de meditación, como lo es el evitar el tipo desacertado de
comida. Además, así como el buen estado de salud exige eliminar
constantemente los desechos y toxinas, de igual modo la salud espiritual exige
expulsar los pensamientos y emociones indeseables.

El segundo principio

Hasta aquí las explicaciones han determinado dos tipos de meditación


observables desde el punto de vista del primer principio, la función que la
meditación cumple en el avance espiritual. Es igualmente esclarecedor
comprender el principio según el cual el proceso de la meditación se diferencia
considerando la naturaleza del papel que la personalidad predominantemente
cumple durante el proceso meditativo. La aplicación de este segundo principio
tiene como resultado tres tipos distintos de meditación.

La meditación discriminativa
y las meditaciones del corazón y la acción

En el primer tipo de meditación, es el intelecto el que predominantemente


entra en juego; se la podría llamar meditación discriminativa. En el segundo
tipo, el que predominantemente entra en juego es el corazón; se la podría
llamar meditación del corazón. En el tercer tipo, quien entra
predominantemente en juego es la naturaleza activa del hombre; se la podría
llamar la meditación de la acción. La meditación discriminativa es representada
mediante la aseveración intelectual de una fórmula como ésta: “Yo no soy mi
cuerpo sino el Infinito”. La meditación del corazón es representada por una
libre e ininterrumpida corriente de amor desde el aspirante hacia el Amado
divino. La meditación de la acción es representada por la dedicación
incondicional de nuestra vida a servir desinteresadamente al Maestro o a la
humanidad. De estos tres tipos, la meditación del corazón es la más elevada e
importante, pero los otros dos tipos tienen también su propio valor y no
podemos pasarlos por alto sin un grave perjuicio para el progreso espiritual
del aspirante.

Los tipos de meditación se complementan entre sí

Los diferentes tipos de meditación no deben considerarse como si cada uno


fuera único y exclusivo respecto de los demás, pues pueden seguir adelante en
toda clase de combinaciones. Algunas veces un tipo de meditación conduce
inevitablemente hacia otro tipo, y el progreso en una de las meditaciones suele
detenerse hasta que exista un correspondiente progreso en las demás. Todos los
diferentes tipos de meditación son valiosos para asegurar el avance espiritual
del aspirante. Casi siempre compensan sus mutuas deficiencias y se
complementan entre sí.

Un tipo de meditación puede interferir con otro

Un tipo de meditación también puede interferir seriamente el progreso de


otro tipo si se recurre a él en un momento inoportuno. Los diferentes tipos de
meditación genuina hacen hincapié en aspectos de la vida que son igualmente
verdaderos, pero al depender del estado mental del individuo, la asimilación
de determinada verdad de la vida suele ser más urgentemente necesaria que la
asimilación de algunas otras verdades de la vida. Por lo tanto, un Maestro
nunca prescribe la misma forma de meditación para todos sino que imparte
instrucciones específicas de acuerdo con las necesidades individuales del
aspirante.

La necesidad de que sea el Maestro


quien imparta las instrucciones
A menudo, el aspirante no descubre correctamente por sí solo el tipo de
meditación necesario para una situación en particular. El aspirante puede
volverse adicto de manera tan exclusiva a un tipo de meditación que le resulte
difícil salir de la rutina que el tipo de meditación que está practicando grabó en
su mente. De este modo no logrará ver ni le atraerá la importancia de cualquier
otro tipo de meditación. Por supuesto, es probable que sea el mismo aspirante
quien llegue a percibir su propia deficiencia en lo que se refiere a una
meditación en particular. Pero así como muchos medicamentos son
desagradables para el paciente, a menudo al aspirante le parecen
desagradables los tipos de meditación realmente indicados en una situación
específica, y no se siente inclinado a adoptarlos. La ayuda y el consejo de un
Maestro son indispensables en esta cuestión. La visión del Maestro acerca de
las necesidades espirituales más profundas y reales del aspirante es mucho
mayor que la que el aspirante puede esperar tener personalmente. Las
instrucciones específicas del Maestro suministran las correcciones necesarias
para los aspectos de la personalidad que fueron descuidados.

El verdadero valor de la meditación s


se percibe solamente practicándola

Aunque al principio el aspirante sienta aversión hacia el tipo de meditación


que necesita, se interesa en él cuando ve su verdadero valor y propósito.
Solamente cuando lo haya practicado podrá llegar a apreciar el real valor y
propósito de un tipo particular de meditación. No es posible descubrir el valor
y las posibilidades de cualquier tipo de meditación con meras especulaciones
teóricas acerca de esa modalidad de meditación. Estas conjeturas meramente
teóricas pueden tener algunos resultados superficiales, pero no logran sondear
la real utilidad de la meditación. Igual que muchas otras cosas espiritualmente
importantes, la meditación revela su total significado después de que la
persona se internó en ella, no cuando está tratando de comprenderla
formándose una idea de ella desde afuera.

La determinación es necesaria para tener éxito en la meditación


A fin de tener realmente éxito en cualquier tipo de meditación, el aspirante
debe lanzarse a ella decidido a explorar todas sus posibilidades. No debe
comenzar con reservas que lo limiten, y debe estar dispuesto a encontrarse con
inesperados estados de consciencia. Debe estar listo para ir hasta donde ese
tipo de meditación lo conduzca sin plantear rigurosas exigencias basadas en
previas expectativas personales. La esencia misma de la meditación estriba en
su unidireccionalidad con exclusión de toda otra consideración, por más
atractivas que resulten estas consideraciones.

La supervisión del Maestro es indispensable

Sin embargo, si el aspirante sigue cualquier tipo de meditación por propia


iniciativa y sin contar con la beneficiosa guía y supervisión del Maestro puede
internarse tanto en ella que pierda la perspectiva y sea incapaz de recobrarse.
Probablemente le sea imposible pasar a algún otro modo complementario de
meditación, aunque esto sea absolutamente necesario. El aspirante evita este
riesgo si la meditación que está siguiendo es según las órdenes de su Maestro.
Cuando el aspirante se somete a la guía y supervisión de un Maestro, éste no
sólo podrá pedirle que se detenga cuando corresponda sino que también podrá
ayudarlo a salir de la rutina grabada por su meditación anterior.

Un relato ilustrativo

En este sentido hay un ilustrativo relato: un hombre muy inteligente quería


saber, por experiencia personal, qué era lo que se sentía cuando a uno lo
ahorcaban. El solo hecho de imaginar cómo sería eso no le satisfacía, y quería
experimentarlo personalmente, de modo que le pidió a un amigo que lo
ayudara a realizar el experimento. Le dijo que se colgaría con una soga y le
haría una seña cuando sintiera que la asfixia alcanzaba un límite peligroso.
Además le pidió a su amigo que no lo sacara de la horca antes de recibir la seña
propuesta.
El amigo estuvo de acuerdo en todo esto, y el hombre se colgó atándose el
cuello con una soga. Pero cuando se asfixió quedó inconsciente y, por lo tanto,
no pudo hacerle a su amigo la seña prometida. Sin embargo, el amigo fue
prudente pues, cuando vio que el grado de asfixia de su amigo llegaba a ser
realmente peligroso, hizo caso omiso de lo convenido y libró a ese hombre en
el momento justo para salvarle la vida. A este hombre no lo salvó su previsión
y cautela sino la prudencia de su amigo. Del mismo modo, para el aspirante es
más seguro que confíe en el Maestro que en cualquier estipulación personal.

TIPOS DE MEDITACIÓN

Tercera Parte:
Clasificación general de las formas de meditación

La meditación es universal

El proceso de la meditación tiene por objeto comprender y trascender el


vasto y variado campo de la experiencia. Cuando a la meditación se la
interpreta de esta manera, de inmediato se la ve como algo que no es peculiar
de unos pocos aspirantes. Resulta ser un proceso al que se dedican de alguna
manera todas las criaturas vivientes. El tigre que se propone devorar un
cordero al que ha acechado, “medita” sobre el cordero. Y éste, a su vez, tras
avistar al tigre, “medita” sobre el tigre. El pasajero que espera un tren en el
andén está “meditando” sobre el tren, y el maquinista, que espera que en la
siguiente estación lo releven, está “meditando” sobre la estación. El científico
que trabaja sobre un problema sin resolver, “medita” sobre ese problema. El
paciente que espera tensa y ansiosamente a un médico, está “meditando” sobre
el médico; y el médico que está esperando que le paguen una cuenta, está
“meditando” sobre la cuenta. Cuando un policía trata de atrapar a un ladrón,
los dos meditan, uno acerca del otro.
Quien se enamora está “meditando” sobre el ser amado, y quien vigila
celosamente a un rival está “meditando” sobre el rival. El individuo
apesadumbrado por la muerte de un amigo está “meditando” sobre el amigo.
Alguien que procura vengarse de un enemigo “medita” sobre el enemigo. La
persona ensimismada en elegir ropas atractivas para ponérselas está
“meditando” sobre sí misma centrándose en su cuerpo, y la persona que se
jacta de sus realizaciones intelectuales o psíquicas está “meditando” sobre sí
misma como si ella fuera la mente.

La meditación es espiritualmente importante

Todas las antedichas son, en un sentido, formas de meditación, pero en los


discursos espirituales el vocablo meditación se suele reducir a las formas de
meditación que resuelven el problema de comprender intensa y
sistemáticamente la experiencia. En los anteriores ejemplos, la meditación es
un resultado de aplicar naturalmente la mente a los objetos que se le presentan.
En esta aplicación de la mente, el individuo es casi inconsciente del propósito
último del proceso meditativo. Sin embargo en el campo de la espiritualidad, la
meditación en las etapas iniciales es al menos deliberada.
El sujeto es más específicamente consciente del objetivo último durante esta
meditación. No obstante, las formas de meditación características del campo
espiritual son continuas con las que se hallan en todo el mundo de la
consciencia. Las formas espirituales de la meditación sólo cobran existencia
cuando las otras formas generales de meditación llevaron a la persona a cierta
crisis o callejón sin salida. Entonces la persona se ve obligada a elegir el objeto
de la meditación a la luz de algún ideal espiritual y también debe revisar la
manera de meditar a la que tal vez se haya acostumbrado.

La meditación general y la meditación especializada

Hay dos clases de formas de meditación espiritualmente importantes: la


meditación general, que consiste en asimilar las Verdades divinas, y la
meditación especializada, en la que la mente selecciona algún definido aspecto
de la experiencia y se interesa exclusivamente en él. La meditación general
extiende, de manera sistemática e intensiva, los procesos de pensamiento
ordinario. Esto difiere de las muchas meditaciones pre-espirituales de una
persona non-sadhaka (mundana), ya que los procesos mentales se dirigen ahora
hacia realidades que tienen importancia espiritual, y la mente utiliza
inteligentemente las exposiciones de las Verdades divinas dadas por los que
conocen, sin renunciar a sus poderes críticos y fervor inherente por la Verdad.
La meditación especializada es práctica

Por otra parte, las formas especializadas de meditación implican y


demandan algo más que una aproximación puramente intelectual a la Verdad.
En las formas especializadas de meditar, así como en la meditación general, la
mente tiene ocasión de comprender intelectualmente el objeto de la
meditación. Pero además, también ayudan a cultivar la disciplina mental,
desarrollar aptitudes hasta entonces dormidas, y desarrollar posibilidades
latentes de la personalidad. El problema de las formas especializadas de
meditación no es teórico, sino práctico. Las formas especializadas de meditar
son útiles para superar obstáculos específicos en el camino de la iluminación y
la Realización; apuntan a controlar la mente y trascenderla. Las formas
especializadas de meditar se parecen más a los desesperados intentos de una
persona que trata de atravesar los muros de una prisión que a la ociosa
actividad especulativa que implica formar opiniones acerca de cuán fuertes son
las distintas partes de los muros de la prisión o lo que será visible una vez
fuera.

El fin práctico puede prevalecer sobre la verdad formal

En la vida espiritual, aun un sincero error encarado con seriedad puede


incluso ser más valioso que la poca entusiasta lealtad a la verdad teórica o
formal. El fin práctico debe prevalecer, algunas veces, en las formas
especializadas de meditar, aun a costa de la verdad formal y teórica. De manera
que en la meditación, durante la concentración sobre una forma o fórmula en
particular, a ninguna otra forma o fórmula se le permitirá tener acceso a la
mente, aunque, intrínsecamente, esta otra forma o fórmula tenga la misma o
incluso mayor importancia espiritual. Si un aspirante ha estado meditando
sobre la forma de un Maestro, tiene que excluir de su mente toda idea acerca de
otros Maestros aunque éstos sean tan perfectos como aquél sobre el cual está
meditando. Del mismo modo, pensar intensamente puede ser tan útil para
alcanzar la meta como el proceso de poner la mente en blanco.

La función de la meditación en general


Por regla general, no es deseable mezclar las formas especializadas de
meditación aunque teóricamente se las pueda dirigir por igual hacia diferentes
aspectos de la Verdad. La tarea de juntar las diferentes facetas de la Verdad y
edificar una vista total y completa de la vida se emprende con la meditación
general, en la que el pensamiento está en libertad y es vasto y receptivo
respecto de todos los aspectos de la Verdad. Esta meditación general tiene su
propio valor y justificación. La meditación general es útil antes de las formas
especializadas de meditar y también después de practicarlas, pero no puede
ocupar el lugar de las formas especializadas de meditación porque éstas tienen
un propósito y una función diferentes.

Ambas formas de meditación son necesarias

Las diferentes formas de meditación especializada son comparables con


distintas formas de ejercicio corporal, cada una de las cuales puede tener algún
propósito específico. El único objeto del ejercicio muscular es fortalecer los
músculos, pero esto no significa que los músculos sean la única parte
importante del cuerpo. Todos los tipos de ejercicio son importantes para
asegurar la salud general del cuerpo, aunque no sea posible ejercitar todos
ellos al mismo tiempo. Sin embargo, las funciones de las diferentes formas
especializadas de ejercicio tienen que correlacionarse y regirse a la luz de
nuestro conocimiento de la verdadera salud o de un proporcional desarrollo
del cuerpo. Del mismo modo, las funciones de las formas especializadas de
meditación han de ser correlacionadas y regidas por el ideal total y completo
de la vida. El aspirante construye esto mediante el proceso de la meditación
general, o del pensamiento irrestricto, el cual nada sabe de leyes, salvo la de
encontrar a la Verdad en todos sus aspectos. Así como las formas
especializadas de meditar no pueden ser reemplazadas por la meditación
general, la meditación general no puede ser reemplazada por formas
especializadas de meditación. Ambas son necesarias y tienen su propio valor.

Las diferentes meditaciones especializadas


A título enumerativo, las diferentes formas especializadas de meditación
pueden clasificarse convenientemente sobre la base de los aspectos de la
experiencia que la mente trata de comprender. La experiencia humana, en toda
su variedad, se caracteriza enteramente por el aspecto dual de sujeto y objeto.
Algunas formas de meditación se interesan en los objetos de la experiencia;
algunas, en el sujeto de la experiencia; y otras formas de meditación, en las
operaciones mentales implícitas en la interacción del sujeto y del objeto. Así se
definen tres clases de meditación.

Nirvana, Nirvikalpa y Sahaj Samadhi

Todas las formas de meditación que el aspirante (sadhak) pudiera adoptar


culminan en última instancia en la meta de toda meditación la cual es
establecerse en el Sahaj Samadhi o la meditación espontánea del alma
espiritualmente perfecta. Sahaj Samadhi tiene dos formas, Nirvana o Absorción
y Estado de Nirvikalpa o Divinidad Expresada.

Tabla de Clasificación General de los Tipos de Meditación

A LAS DIVERSAS FORMAS DE MEDITACIÓN ANTES


DE QUE LA PERSONA SE CONVIERTA EN ASPIRANTE (Sadhak)
B FORMAS DE I La Meditación 1 El pensamiento
MEDITACIÓN General y la filosófico
DEL asimilación de la
ASPIRANTE Verdad Divina 2 Escuchar los
discursos de los
Maestros

3 Leer exposiciones
escritas de los
Maestros

II La Meditación 1 La meditación
especializada sobre los objetos de
que selecciona la experiencia
algunos
elementos
2 La meditación
definidos
sobre el sujeto de la
experiencia

3 La meditación
sobre las
operaciones
mentales

C SAHAJ SAMADHI, 1 Nirvana, o


O LA MEDITACIÓN DE AQUÉLLOS Absorción
ESPIRITUALMENTE PERFECTOS
(Siddha)
2 El Estado de
Nirvikalpa, o la
Divinidad
Expresada

Tabla de Clasificación General

La clasificación general de los tipos de meditación ha sido presentada en la


Tabla de Clasificación General que sirve para resumir este capítulo. Entre las
diferentes clases de meditación mencionadas en esta Tabla, las diversas formas
de meditación que se encuentran antes de convertirse en sadhak ya han sido
ilustradas al comienzo de esta Parte. Las diferentes formas de Meditación
General serán tratadas en la Cuarta Parte. Las diferentes formas de Meditación
Especializada, junto con sus subdivisiones, serán explicadas en cada caso en las
Partes Quinta y Sexta. El Sahaj Samadhi y sus formas serán explicados en las
Partes Séptima y Octava.

TIPOS DE MEDITACIÓN

Cuarta Parte:
Asimilación de las Verdades Divinas
Sección A
Modos de Meditación General

Los límites de la meditación filosófica

Los comienzos de la vida espiritual están signados y ayudados por la


meditación general, la cual no atañe exclusivamente a selectos aspectos
específicos de la experiencia sino que, en su vasto campo, procura comprender
y asimilar las Verdades divinas de la vida y del universo. Cuando el aspirante
se interesa en los problemas más vastos de la naturaleza última de la vida y del
universo y empieza a pensar en ellos, puede decirse que se ha lanzado a esa
meditación. Mucho de lo que la filosofía contiene es resultado de tratar de
desarrollar una comprensión intelectual de la naturaleza última de la vida y
del universo.
La comprensión puramente intelectual de las Verdades divinas sigue siendo
débil, incompleta e indecisa, debido a las limitaciones de las experiencias
obtenibles como cimiento de estructuras especulativas. La meditación filosófica,
que consiste en pensar libremente y sin ayuda, no conduce a resultados
concluyentes. A menudo conduce hacia diversos sistemas o puntos de vista en
pugna; no obstante, la meditación filosófica no carece de valor. Además de
introducir al aspirante, hasta cierto punto, en el campo del conocimiento,
proporciona una disciplina intelectual que le permite recibir y captar las
Verdades divinas cuando él llega a descubrirlas de la mano de aquellos que
saben.

El estudio de las Verdades reveladas

La modalidad más fructífera de meditación general consiste en estudiar las


Verdades reveladas concernientes a la vida y al universo. Este modo de
comprender y asimilar las Verdades divinas puede comenzar escuchando o
leyendo exposiciones sobre la Verdad divina, que tienen su fuente en los
Maestros de la sabiduría. Los discursos del Avatar o de los Maestros Perfectos
vivos, los escritos del Avatar o de los Maestros Perfectos del pasado, son temas
adecuados para este modelo de meditación general porque la asimilación de
las Verdades divinas reveladas por medio de ellos permite al aspirante alinear
su vida con el propósito de Dios en el universo.

El valor de escuchar

Las Verdades divinas pueden ser comprendidas y asimiladas más


fácilmente cuando un Maestro las transmite directamente al aspirante. Estas
comunicaciones personales del Maestro tienen una fuerza y una eficacia que
nunca pueden pertenecer a la información recibida por el aspirante por medio
de otras fuentes. La palabra cobra vida y potencia debido a la vida y
personalidad del Maestro. De ahí que las escrituras recalquen que es necesario
escuchar las Verdades divinas expresadas directamente por un Maestro
(Gurumukh). El modo de meditación general que depende de escuchar las
exposiciones sobre las Verdades divinas es indudablemente el mejor cuando el
aspirante tiene la oportunidad de tomar contacto con un Maestro y de
escucharlo.

La ventaja de la meditación por medio de la lectura

Sin embargo, al aspirante no siempre le es posible tomar contacto con un


Maestro y escucharlo. En estos casos la meditación por medio de lectura tiene
ciertas ventajas. Para los aspirantes en general, la meditación mediante lectura
difícilmente pueda ser sustituida, porque consiste en exposiciones escritas que
pueden conseguirse cómodamente a cualquier hora. La meditación que se
inicia con una lectura sobre las Verdades reveladas tiene esta ventaja especial:
su fácil acceso a la mayoría de los aspirantes.

Sección B
La lectura como meditación

Las desventajas de la meditación a través de la lectura


La meditación mediante lectura tiene sus desventajas porque, en su mayoría,
las exposiciones escritas sobre las Verdades divinas tienen por objeto más bien
el estudio intelectual que la asimilación por medio de la meditación. Las
dificultades que los aspirantes experimentan en relación con esto se deben a
que: el método de la meditación no se adapta al tema; o hay cierto defecto en el
método, lo cual lo vuelve mecánico y carente de inspiración; o a la
inconsistencia y vaguedad del tema utilizado para la meditación.

La meditación específica mediante lectura elimina las dificultades

Todas estas causas, que desnaturalizan y frustran la meditación han sido


evitadas en la meditación específica recomendada en esta Parte. Su propósito
es no sólo explicar la manera de desarrollar la meditación mediante lectura
sino también proporcionar una exposición sobre la Verdad divina a fin de
satisfacer los requisitos de esta forma de meditar. Las dificultades habituales
que existen en la meditación mediante lectura han sido eliminadas en esta
meditación específica, asegurando que el proceso meditativo y el tema se
adapten entre sí y también a las condiciones de la meditación inteligente;
elaborando las diferentes fases de la meditación a partir de la lectura; y
proporcionando una exposición breve y especialmente preparada acerca de las
Verdades divinas, que es un tema adecuado y valioso para la meditación
mediante lectura.

Las tres etapas de la meditación mediante lectura

La forma de meditar a partir de la lectura sobre las Verdades divinas tiene


tres etapas:
1. En la primera etapa, el aspirante tendrá que leer diariamente la exposición
y pensar simultánea y enteramente en ellas.
2. En la segunda etapa, es innecesaria la lectura real, pero hay que revivir
mentalmente y pensar constantemente en el tema de la exposición.
3. En la tercera etapa, a la mente le es totalmente innecesario revivir separada
y consecutivamente las palabras de la exposición, y toca a su fin todo el
pensamiento discursivo sobre el tema. En esta etapa de la meditación, la mente
ya no se ocupa de la serie de pensamientos sino que percibe clara, espontánea e
intuitivamente las Verdades divinas expresadas en la exposición.

El tema sobre el cual hay que meditar

Puesto que la meditación inteligente consiste en pensar en un tema en


particular, de esto se deduce que el mejor auxilio para meditar sería una
exposición breve y clara sobre el tema de la meditación. La siguiente
exposición concisa sobre las Verdades divinas abarca toda la historia de la
creación, y también un relato completo sobre el sendero espiritual y la meta de
la realización del Ser. El aspirante podrá leer inteligentemente la exposición y
asimilar las Verdades divinas que la exposición encarna.

Ventajas de una forma específica de meditación

Esta forma especial de meditación es muy fácil y útil porque la lectura del
tema y el pensar sobre éste tienen que efectuarse simultáneamente. Además, al
hacer que la exposición sobre el tema sea clara y concisa, se elimina la
probabilidad de cualquier trastorno que surja de pensamientos irrelevantes. Es
muy difícil evitar el trastorno causado por pensamientos irrelevantes mientras
meditamos sobre algún ensayo o libro extenso, aunque lo sepamos de
memoria. Por lo tanto, es impracticable la meditación espontánea sobre eso. La
aparición de pensamientos irrelevantes es muy probable durante la meditación
prolongada sobre ideas abstractas o algún objeto concreto de la experiencia.
Pero los pensamientos irrelevantes son extremadamente improbables si el tema
utilizado para meditar consiste en una breve exposición sobre la Verdad
supersensible. Si el aspirante medita sobre la siguiente exposición acerca de las
Verdades divinas de la manera antes indicada, la meditación se volverá no sólo
espontánea y fácil, encantadora e inspiradora, sino también útil y exitosa. Así
el aspirante estará dando un importantísimo paso hacia la realización de la
meta de la vida.

Sección C
Las Verdades divinas
(para la meditación mediante lectura)
La Travesía del Alma hacia el Alma Universal

El alma y su ilusión

En realidad, Atma, o el alma, es idéntica a Paramatma, o el Alma Universal, la


cual es una, infinita y eterna. De hecho, el alma está más allá de los mundos
físico, sutil y mental. Sin embargo, la experimentamos como si fuera limitada,
debido a su identificación con el sharir (o cuerpo físico), el pran (o cuerpo sutil,
que es el vehículo de los deseos y fuerzas vitales), y el manas (o cuerpo mental,
que es el asiento de la mente). El alma en su estado trascendental es una –sin
forma, eterna e infinita– pero se identifica con el mundo fenoménico de las
formas, las cuales son muchas, finitas y destructibles. Esto es Maya, o la Ilusión
cósmica.

Los estados del mundo fenoménico

El mundo fenoménico de los objetos finitos es totalmente ilusorio y falso.


Tiene tres estados: el físico, el sutil y el mental. Aunque todos estos tres estados
del mundo son falsos, representan diferentes grados de falsedad. De manera
que el mundo físico es el que se halla más lejos de la Verdad (Dios), el mundo
sutil está más cerca de la Verdad, y el mundo mental es el más próximo a la
Verdad. Todos estos tres estados del mundo deben su existencia a la Ilusión
cósmica, que el alma tiene que trascender antes de realizar la Verdad.

El propósito de la creación

El único propósito de la creación es que el alma disfrute conscientemente el


estado infinito del Alma Universal. Aunque el alma existe eternamente en y
con el Alma Universal, en una unidad inviolable, no puede ser consciente de
esta unidad independientemente de la creación, la cual se halla dentro de los
límites del tiempo. Por lo tanto, debe hacer que la consciencia evolucione antes
de poder comprender que su verdadera jerarquía y naturaleza es idéntica a la
infinita Alma Universal, la cual es sólo Una. Para que la consciencia evolucione
necesita la dualidad de sujeto y objeto: el centro de la consciencia y el entorno
(o sea, el mundo de las formas).

La causa de la Ilusión cósmica

¿Cómo queda el alma atrapada en la Ilusión? ¿Cómo es que el Alma sin


forma, infinita y eterna llega a experimentarse como si tuviera forma y fuera
finita y destructible? ¿Cómo es que Purusha, o el Espíritu supremo llegó a
“pensarse” como prakriti, o el mundo de la naturaleza? En otras palabras, ¿cuál
es la causa de la Ilusión cósmica en la que el alma individualizada se
encuentra? El alma necesita consciencia para comprender la verdadera esencia
del Alma Universal, la cual es Una, indivisible, real e infinita. El alma adquiere
consciencia, pero esta consciencia no es de Dios sino del universo, no es del
Alma Universal sino de su sombra, no es de la Unidad sino de la multiplicidad,
no es de lo Infinito sino de lo finito, y no es de lo Eterno sino de lo transitorio.
De manera que el alma, en lugar de realizar al Alma Universal, se involucra en
la Ilusión cósmica y es por eso que, aunque realmente es Infinita, llega a
experimentarse como finita. En otras palabras, cuando el alma desarrolla la
consciencia, no toma consciencia de su propia naturaleza sino del mundo
fenoménico, el cual es su propia sombra.

La evolución y los grados de la consciencia

A fin de tomar consciencia del mundo fenoménico, el alma debe adoptar


alguna forma como su instrumento para experimentar el mundo; el grado y la
clase de consciencia son determinados por la naturaleza de la forma que use
como instrumento. Primeramente el alma toma consciencia del mundo físico
por medio de una forma material. La clase de consciencia del mundo físico que
el alma tiene al comienzo es muy parcial y rudimentaria. Por consiguiente, el
alma adopta la forma menos desarrollada, o sea, la de la piedra.

La fuerza dinámica de la evolución


La fuerza dinámica de la evolución consiste en el impulso que la consciencia
recibe debido a que conserva las impresiones (sanskaras) dejadas por diversos
deseos o condiciones. De manera que los sanskaras cultivados de una forma
particular tienen que desarrollarse y concretarse instrumentando una forma
superior de consciencia y, por consiguiente, una forma más desarrollada del
mundo físico. Por lo tanto, el alma tiene que adoptar formas cada vez más
elevadas, como metal, vegetal, gusano (e insecto), pez, ave y animal hasta
asumir finalmente una forma humana, en la que desarrolló totalmente la
consciencia en todos los aspectos relacionados con los conocimientos,
sentimientos y voliciones del mundo físico.
La manera con la que los sanskaras tienen como corolario la evolución de la
consciencia, y las formas correspondientes, tienen una útil analogía con la
experiencia común. Si el deseo de un hombre es representar en el escenario el
papel de un rey, sólo podrá tener esa experiencia adoptando realmente el porte
de un rey y subiendo al escenario. Esto es verdad respecto de las aspiraciones y
deseos, los cuales solamente pueden concretarse y cumplirse produciendo un
cambio real en toda la situación, al igual que el instrumento, por medio de lo
cual puede experimentarse adecuadamente la situación. Este paralelismo es
muy útil para comprender la dinámica de la evolución, la cual no es mecánica
sino que tiene un propósito.

La identificación con las formas

Los sanskaras no son solamente responsables de la evolución de la forma


(del cuerpo) y la clase de consciencia conectada con él, sino que también son
responsables de la sujeción de la consciencia al mundo fenoménico. Los
sanskaras hacen que sea imposible la emancipación de la consciencia (o sea,
que ésta se retire del mundo fenoménico hacia el alma misma) en la etapa
subhumana, y que sea difícil en el plano humano. Puesto que la consciencia se
aferra a los sanskaras anteriores, y la experiencia del mundo fenoménico es
condicionada por el uso de una forma adecuada (un cuerpo) como
instrumento, en cada etapa de la evolución el alma se identifica a sí misma con
la forma. De manera que el alma, que en realidad es infinita y sin forma, se
experimenta como finita y piensa que ella misma es piedra, metal, vegetal,
gusano, pez, ave o animal, de acuerdo con el grado de desarrollo de la
consciencia. Finalmente, mientras experimenta el mundo físico por medio de la
forma humana, el alma piensa que es un ser humano.

La reencarnación y la ley del karma

El alma tiene la consciencia plenamente desarrollada y completa en la


primera forma humana y, por lo tanto, no necesita ulteriores evoluciones la
forma física (cuerpo). De manera que la evolución de las formas toca a su fin al
alcanzar la forma humana. El alma tiene que reencarnar una y otra vez en las
formas humanas para experimentar los sanskaras cultivados en aquéllas
formas. Las innumerables formas humanas por las que el alma tiene que pasar
son determinadas por la ley del karma, o sea la naturaleza de sus anteriores
sanskaras (de vicio o virtud, o de felicidad o aflicción). El alma, que es eterna,
se identifica durante estas vidas con el cuerpo físico, que es destructible.

Los cuerpos sutil y mental

Mientras el Alma desarrolla la plena consciencia del mundo físico en la


forma humana, simultáneamente desarrolla los cuerpos sutil y mental. Pero
mientras su consciencia se limite únicamente al mundo físico, no puede usar
conscientemente estos cuerpos en estado de vigilia. Sólo es consciente de estos
cuerpos y de los mundos correspondientes cuando su consciencia plena se
internaliza, o sea, se vuelve hacia ella misma. El alma se identifica con el cuerpo
sutil cuando es consciente del mundo sutil, y se identifica con el cuerpo mental
cuando es consciente del mundo mental, así como se identifica con el cuerpo
físico cuando es consciente del mundo físico por medio del cuerpo físico.

El sendero espiritual

El viaje de regreso del alma consiste en que se libre de la ilusión de que ella
es idéntica a sus cuerpos físico, sutil y mental. Cuando la atención del alma se
vuelve hacia el conocimiento de Sí Misma y la realización de Sí Misma, los
sanskaras que mantienen a la consciencia volcada hacia el mundo fenoménico
se sueltan y desaparecen gradualmente. Los sanskaras van desapareciendo a
medida que el alma atraviesa el velo de la Ilusión cósmica; entonces empieza
no sólo a trascender los diferentes estados del mundo fenoménico sino que
también se conoce como diferente de sus cuerpos. El sendero espiritual
comienza cuando el alma se encuentra y vuelca toda su consciencia hacia la
Verdad (Dios).
En la primera etapa, el alma está totalmente inconsciente de su cuerpo físico
y del mundo físico, y experimenta el mundo sutil por medio de su cuerpo sutil,
con el cual se identifica. En la segunda etapa, el alma está totalmente
inconsciente de sus cuerpos físico y sutil, y también de los mundos físico y
sutil, y experimenta el mundo mental por medio de su cuerpo mental, con el
cual ahora se identifica. En esta etapa puede decirse que el alma está frente a
frente con Dios, o el Alma Universal, a quien reconoce como infinita. Pero
aunque reconoce la infinitud del Alma Universal, a la cual objetiva, se
considera finita debido a su identificación con el cuerpo mental o mente.
Tenemos pues la paradoja de que el alma, que en realidad es infinita, ve su
estado infinito, pero aún sigue considerándose finita porque, mientras ve su
estado infinito, considera que ella es la mente. Ello es debido a que se imagina
que es la mente y contempla al Alma Universal como objeto de la mente.
Además, no sólo anhela ser Una con el Alma Universal objetivada, sino que
también se esfuerza en satisfacer ese anhelo.

La meta

En la tercera etapa, la plena consciencia del alma se ve atraída aún más hacia
el interior y cesa de identificarse aún con el cuerpo mental. Así el alma en la
tercera y última etapa, que es la meta, deja de identificarse con los tres cuerpos
que ella había desarrollado para que evolucionara la plena consciencia. Ahora
no sólo se conoce como sin forma y más allá de todos los cuerpos y mundos,
sino que también realiza con plena consciencia su propia unidad con el Alma
Universal, la cual es Una, indivisible, real e infinita. Durante esta realización de
la Verdad, ella disfruta la dicha, la paz, el poder y el conocimiento infinitos, las
cuales son características del Alma Universal.

Resumen de la travesía del alma hacia el Alma Universal


Al principio, el alma, al no haber desarrollado aún la plena consciencia, es
inconsciente de su identidad con el Alma Universal. De ahí que, aunque
intrínsecamente sea inseparable del Alma Universal, el alma no puede percibir
su propia identidad con ella ni experimentar la paz, la dicha, el poder y el
conocimiento infinitos. El alma no puede percibir el estado del Alma Universal,
ni siquiera después de la evolución de su plena consciencia, si bien está todo el
tiempo con y en el Alma Universal, porque su consciencia está restringida al
mundo fenoménico debido a los sanskaras conectados con la evolución de la
consciencia. El alma ni siquiera es consciente de sí misma en el sendero, y sólo
es consciente de los mundos físico, sutil y mental, los cuales son sus propias
sombras ilusorias.
Sin embargo, al final del sendero, el alma se libra de todos los sanskaras y
deseos conectados con los mundos físico, sutil y mental. Entonces le es posible
librarse de la ilusión de que ella es finita, la cual cobró vida debido a su
identificación con los cuerpos físico, sutil y mental. En esta etapa, el alma
trasciende por completo el mundo fenoménico y es consciente de Sí Misma,
Realizándose. El alma debe retener su plena consciencia para alcanzar esta
meta, y al mismo tiempo conocerse como diferente del sharir (cuerpo físico),
del pran (cuerpo sutil, que es el vehículo de los deseos y fuerzas vitales), y del
manas (cuerpo mental, que es el asiento de la mente), y también conocerse
como más allá de los mundos físico, sutil y mental.
El alma tiene que emanciparse gradualmente de la ilusión de que es finita
liberándose de la esclavitud de los sanskaras y conociéndose como diferente de
sus cuerpos físico, sutil y mental. Entonces aniquila al falso ego (o sea, a la
ilusión de “yo soy el cuerpo físico”, “yo soy el cuerpo sutil”, o “yo soy el
cuerpo mental”). Mientras el alma se libra así de su ilusión, aún retiene la
plena consciencia, la cual ahora da por resultado el conocimiento de Sí Misma
y la realización de la Verdad. Escapar a través de la Ilusión cósmica y realizar
con plena consciencia su identidad con el Alma Universal infinita es la meta de
la larga travesía del alma.

TIPOS DE MEDITACIÓN
Quinta Parte:
Meditaciones especializadas personales

Clases de meditación especializada

En la Tercera Parte se ha visto que la meditación especializada es de tres


clases: 1) la meditación sobre los objetos de la experiencia; 2) la meditación
sobre el sujeto de la experiencia; y 3) la meditación sobre las operaciones
mentales. Estas tres clases de meditación están muy entrelazadas unas con
otras. El sujeto de la experiencia, los objetos de la experiencia y las diferentes
operaciones mentales que surgen como resultado de su interacción, se hallan
inextricablemente entretejidos en su totalidad. De modo que estas tres clases de
meditación no son muy definidas ni exclusivas sino que a menudo se
superponen unas a otras.
De manera que la meditación sobre los objetos de la experiencia puede
referirse a menudo al sujeto de la experiencia, y también a las diversas
operaciones mentales implícitas en ella. La meditación sobre el sujeto de la
experiencia puede referirse a menudo a las diversas operaciones mentales y a los
objetos hacia los cuales estas operaciones mentales se dirigen. Y la meditación
sobre las diversas operaciones mentales puede a menudo referirse tanto al sujeto
como a los objetos de la experiencia. Sin embargo, cada clase de meditación
sigue siendo en un sentido distinta debido a algún factor predominante. De ahí
que la primera clase de meditación siga siendo predominantemente sobre los
objetos de la experiencia, la segunda clase sobre el sujeto de la experiencia, y la
tercera clase sobre las diversas operaciones mentales.

(Continúa en pág. )

Tabla en la que se enumeran y clasifican las formas


de la meditación especializada

A Meditación 1 Meditación sobre las FORMAS DE


sobre los cualidades divinas del MEDITACIÓN
objetos de la Maestro PERSONAL
experiencia
2 Concentración sobre la
forma del Maestro

3 Meditación del corazón

4 Meditación de la acción

5 Meditación sobre las


numerosas formas de la
vida manifiesta
6 Meditación sobre nuestro
propio cuerpo

7 Meditación sobre el
aspecto sin forma e
infinito de Dios
FORMAS DE
B Meditación 8 Búsqueda del agente
MEDITACIÓN
sobre los de la acción
IMPERSONAL
sujetos de la 9 Considerarse como
experiencia testigo
C Meditación 10 Escribir los
sobre las pensamientos
operaciones
mentales 11 Observar las operaciones
mentales

12 Poner la mente en blanco

Tabla de enumeración y clasificación

Además, cada una de estas tres clases de meditación puede dividirse en


numerosas formas específicas de acuerdo con el contenido de la meditación y
con la manera con la que se la lleva a cabo. De estas numerosas formas de
meditación especializada sólo es necesario mencionar las que son
representativas o importantes. En la Tabla anterior se describen doce formas de
meditación especializada.
La meditación personal y la meditación impersonal

Hay que señalar que de estas doce formas de meditación especializada, las
cuatro primeras son formas de meditación personal y las ocho restantes, de
meditación impersonal. La meditación es personal cuando trata sobre una
persona, y es impersonal cuando trata sobre aspectos de la personalidad
humana o de algo que está fuera del campo de la personalidad humana como se
la entiende habitualmente. Las formas de meditación especializada que son
personales serán explicadas una por una en esta Parte, y las formas de
meditación especializada que son impersonales serán explicadas una por una
en la Sexta Parte.

Ventajas especiales de la meditación personal

La meditación personal tiene algunas claras ventajas sobre la meditación


impersonal. La meditación personal es fácil y alegre para los principiantes,
mientras que la impersonal suele considerársela árida y difícil, a menos que la
persona tenga una aptitud especial para ella. Además, las formas de
meditación impersonal son principalmente disciplinas para la mente o el
intelecto, mientras que las formas de meditación personal son no sólo
disciplinas para la mente o el intelecto sino que también avivan al corazón. En
la Perfección espiritual la mente y el corazón tienen que estar plenamente
desarrollados y equilibrados. Por lo tanto, tiene especial importancia la
meditación personal, que ayuda a desarrollar y equilibrar la mente y el
corazón. La meditación impersonal es especialmente fructífera y eficaz cuando
el aspirante se preparó debidamente mediante formas de meditación personal.

La meditación sobre los seres espiritualmente perfectos

La meditación personal es orientada hacia quienes son espiritualmente


perfectos. Así como quien admira el carácter de Napoleón y piensa
constantemente en él tiende a parecérsele, el aspirante que admira a quien es
espiritualmente perfecto piensa constantemente en esa persona y tiende a
llegar a ser espiritualmente perfecto. Un objeto adecuado para la meditación
personal es un Maestro o el Avatar (ya sea que esté en el cuerpo o no). Es
importante que el objeto de la meditación sea espiritualmente perfecto. Si
sucede que el individuo escogido es espiritualmente imperfecto, es muy
posible que las flaquezas de esa persona se filtren en la mente del aspirante que
medita sobre ella. El aspirante ha seguido el camino seguro y acertado si la
persona que escogió para meditar es espiritualmente perfecta.

La meditación sobre las cualidades divinas del Maestro

La meditación personal suele comenzar con la admiración que el aspirante


siente espontáneamente hacia alguna cualidad divina que él ve en un Maestro.
Cuando el aspirante enfoca su mente en las cualidades divinas expresadas en
la vida del Maestro, él las embebe en su propio ser. En definitiva, el Maestro
está más allá de toda cualidad, buena y mala. No está atado a ellas. Las
cualidades que él muestra, mientras interactúa con la vida que lo rodea, son en
su totalidad diferentes aspectos de la divinidad en acción, y la expresión de la
divinidad mediante estas cualidades es un instrumento que ayudará a quienes
las reciben con aprecio.
El aprecio de la divinidad percibida en el Maestro da origen a formas de
meditación en las que el aspirante piensa constante y empeñosamente en el
Maestro como una encarnación de cualidades tales como amor universal o total
desapego, ausencia de ego y firmeza, y conocimiento infinito o acción
desinteresada. A veces la mente se centra en alguna de estas cualidades por
separado, otras veces prefiere meditar sobre una combinación de cualidades
que reflejan sus interrelaciones. Esta forma de meditación es muy valiosa
cuando es espontánea. Esto lleva a tener una mayor comprensión del Maestro
y poco a poco remodela al aspirante a semejanza del Maestro, contribuyendo
así a que se prepare personalmente para realizar la Verdad.

La concentración en la forma del Maestro

Cuando se hace hincapié sobre las cualidades del Maestro, a menudo esto
facilita la concentración en la forma del Maestro. En este tipo de meditación, el
aspirante es consciente de la Perfección espiritual del Maestro y fija
espontáneamente su atención en la forma de éste, sin analizar su Perfección
espiritual en cuanto a las cualidades que la componen. Sin embargo, aunque
estas cualidades no son revividas de forma separada en la mente, todo lo que el
aspirante pueda haber comprendido de ellas (mediante meditación
preparatoria sobre las diversas cualidades del Maestro) constituye el trasfondo
implícito de esta concentración unidireccional y contribuye a tornarla eficaz y
valiosa. Esta forma de meditación implica identificar totalmente al Maestro con
el ideal espiritual.

La meditación del corazón

Identificar completamente al Maestro con el ideal espiritual hace que se


eliminen todas las barreras que pudieran existir entre el aspirante y el Maestro.
Esto da origen a que afluya un desenfrenado amor hacia Maestro e induce la
meditación del corazón, la cual consiste en pensar constantemente en el
Maestro con una ininterrumpida corriente de amor ilimitado. Este amor
aniquila la ilusión de la separatividad, la cual parece trazar una división entre
el aspirante y el Maestro, y posee una espontaneidad que virtualmente no tiene
paralelo con otras formas de meditación. En sus etapas finales, la meditación
del corazón se acompaña con una alegría sin límites y un profundo olvido de
uno mismo.

Modos de meditar sobre la acción

El amor al Maestro genera una creciente identificación con él, por lo que el
aspirante desea vivir en y para el Maestro, no para su propio menguado yo.
Esto induce la meditación sobre la acción. Los modos iniciales de meditar sobre
la acción suelen tener las siguientes formas: 1) el aspirante ofrenda
mentalmente al Maestro todo lo que existe en él, renunciando pues a todo lo
bueno o malo que posee. Esto lo libra de los ingredientes tanto buenos como
malos del ego y le ayuda no sólo a trascender estos opuestos sino también a
encontrar una integración duradera y verdadera con el Maestro. 2) El aspirante
se ofrece voluntariamente para servir al Maestro o a la causa de éste. Trabajar
para el Maestro con espíritu de desinteresado servicio es tan bueno como la
meditación. 3) El aspirante no permite que el ego se nutra con ningunos de sus
actos, ya sean pequeños o grandes, buenos o malos. No piensa: “Yo hago esto”
sino que, por el contrario, piensa sistemáticamente que por medio de él, el
Maestro está haciendo realmente todo lo que el aspirante hace.
Por ejemplo, cuando mira, piensa: “El Maestro está mirando”; cuando come,
piensa: “El Maestro está comiendo”; cuando duerme, piensa: “El Maestro está
durmiendo”; y cuando maneja un automóvil, piensa: “El Maestro está
manejando”. Aún cuando haga algo mal, piensa: “El Maestro está haciendo
esto”. De manera que se desliga totalmente de sus acciones, y todo lo que hace
lo relaciona directamente con el Maestro. Esto automáticamente implica que
decida cada acción a la luz del ideal espiritual tal como es contemplado en el
Maestro.

Cuatro formas de meditación personal


que representan etapas ascendentes

Las cuatro formas de meditación personal sobre el Maestro representan


cuatro etapas ascendentes principales: 1) percibir el ideal espiritual en el
Maestro; 2) concentrarse en el Maestro como una encarnación del ideal
espiritual; 3) amar al Maestro como una manifestación del ideal espiritual; y 4)
expresar en la propia vida el ideal espiritual que se percibe en el Maestro. La
meditación personal sobre el Maestro contribuye en última instancia, en sus
diferentes formas, a liberar la vida creativa de la completud espiritual. La
meditación sobre el Maestro es una meditación sobre el ideal vivo, no sobre un
mero concepto de la Perfección. Por lo tanto genera un poder dinámico que, al
final, permite que el aspirante una el abismo existente entre la teoría y la
práctica, y unifique en su propia vida el ideal espiritual con la actividad diaria.
Vivir una vida inspirada e iluminada por el ideal espiritual, como el encarnado
en el Maestro, es la culminación de todas las formas de meditación personal.

TIPOS DE MEDITACIÓN

Sexta Parte:
Meditaciones especializadas impersonales
La diferencia entre meditación personal y meditación impersonal

La Quinta Parte fue dedicada a explicar y comentar las meditaciones


especializadas personales. Esta Parte será consagrada a las meditaciones
especializadas impersonales. Se podría recordar que la meditación personal es
sobre una persona, y la impersonal sobre aspectos de la personalidad o sobre
algo que se halla fuera del campo de la personalidad humana, como se la
entiende comúnmente. En la Tabla respectiva, que aparece en la Quinta Parte,
las cuatro primeras formas de meditación son personales, y las ocho restantes,
impersonales. Tal como las formas de meditación personal, cada una de las
formas de meditación impersonal también merece comentarios y explicaciones
aparte.

La meditación sobre las formas de vida

El hombre tiende a fijar la atención en su propio cuerpo o en otras formas


independientes del espíritu, que se manifiestan. Esto crea ilusiones, enredos y
otras complicaciones. De ahí que sea necesario un tipo de meditación que
permita al aspirante desarrollar una apropiada perspectiva sobre la verdadera
importancia y el significado de las numerosas formas, y cultivar una acertada
actitud respecto a ellas. En este tipo de meditación, el aspirante adquiere el
hábito constante de considerar que todas las formas por igual son
manifestaciones de la misma vida omnipresente y, separadamente, son nada en
sí mismas. Este tipo de meditación ayuda a desenredarse del mundo de la
creación y fomenta el cultivo del tipo supremo de amor universal, que
considera a toda la humanidad y a todas las criaturas vivas como miembros de
una totalidad indivisible.

La meditación respecto de nuestro cuerpo

Pero el tipo de meditación sobre las numerosas formas de la vida manifiesta


sigue siendo incompleto a menos que la complemente otro tipo de meditación
sobre nuestro propio cuerpo. Nuestro propio cuerpo –físico, sutil y mental– es,
como los cuerpos de los demás, una forma de la vida única y omnipresente. No
obstante, la consciencia se encuentra fijada a nuestros propios cuerpos porque
está tan profundamente apegada que se identifica con ellos. Pensar
continuamente en desapegarnos de nuestro propio cuerpo ayuda a que la
consciencia se emancipe y a que el verdadero conocimiento del Ser pueda
florecer. Este tipo de meditación es fructífero para el aspirante, quien entonces
considera a los cuerpos físico, sutil y mental como vestiduras que se pone y se
saca.

Las meditación sobre el aspecto sin forma e infinito de Dios

El tipo de meditación sobre las numerosas formas de la vida manifiesta y el


tipo de meditación sobre nuestros propios cuerpos, son preparaciones para esa
forma de meditación impersonal en la que nos esforzamos en retirar la
consciencia de todas las numerosas formas de la vida manifiesta, incluidos
nuestros propios cuerpos, y en la que la consciencia se centra en el aspecto sin
forma e infinito de Dios. En las fases iniciales, esta forma de meditación
impersonal se vale de algunos símbolos de la infinitud. Realmente es más útil
empezar con alguna imagen que sugiere y significa la infinitud que con la idea
abstracta de la infinitud. A la mente se la puede fijar en una imagen del cielo,
del océano o del vasto vacío, pero una vez que elige una imagen en particular,
el aspirante debe ser fiel a ella durante todo lo que dure la meditación, sin
permitir que otra imagen la reemplace.
Es difícil imaginar un vacío completo e ilimitado a partir de estos símbolos
de la infinitud; sin embargo, éste es el mejor símbolo si podemos presentarlo
con éxito ante nuestra mente. Aunque al vacío ilimitado se lo usa para
significar la infinitud, en esta forma de meditación no se supone que el
aspirante llegue a poner completamente su mente en blanco. Esto último
implica el cese de toda actividad mental, sin tener absolutamente pensamientos
o ideas, pero en esta forma de meditación la mente trata de captar y
comprender el aspecto sin forma e infinito de Dios por medio de un símbolo
significativo.

Representar la infinitud dentro de uno mismo


Hay una variación importante de esta forma impersonal de meditación. En
ella la infinitud no es imaginada como una proyección mental externa
considerada como un espacio ilimitado de algo que está fuera del aspirante.
Resulta más útil representar a la infinitud como dentro del aspirante. Después
de representar a la infinitud interiormente, el aspirante debe sugerirse
enérgicamente que se identifica con la infinitud repitiendo mentalmente:
“Interiormente soy tan infinito como el cielo”, “Interiormente soy tan infinito
como el océano”, o “Interiormente soy tan infinito como el vacío”. Incluso
puede ser más útil utilizar esta simple fórmula: “Interiormente soy el Infinito”
y, mientras se la repite mentalmente, captar y comprender la importancia de la
infinitud con la imagen elegida. No es necesario repetir la fórmula con tantas
palabras; basta con atenerse al pensamiento que la fórmula expresa.
La meditación en la que se repite “Yo soy infinito” puede generar la fusión
del aspirante en el aspecto sin forma e infinito de Dios. Algunos aspirantes se
funden tan completamente que aunque estuvieran rodeados por enjambres de
mosquitos, no los oirían. Otros aspirantes podrían alterarse y perturbarse
fácilmente. No deberían preocuparse porque no tengan éxito en su meditación
sino persistir tenazmente ya sea que experimenten esa fusión o no. Una
postura relajada es útil para esa fusión. Sin embargo, la fusión final es
imposible, salvo con el auxilio de un Maestro.

La búsqueda del agente de la acción

Las formas de meditación que hasta aquí explicamos se refieren


predominantemente a los objetos impersonales de la experiencia, pero algunas
formas impersonales de meditación atañen al sujeto de la experiencia. Una
forma importante de meditación como ésta consiste en plantear
incesantemente este interrogante: “¿Quién es el que hace todas estas cosas?”. El
aspirante se descubre pensando: “Yo duermo, camino, como y hablo”, “Yo veo,
oigo, toco, gusto y huelo”, “Yo pienso, siento y deseo”, etcétera. El perspicaz
interrogante de esta forma de meditación es: “¿Quién es este ‘yo’?”. El alma no
experimenta ninguna de estas cosas. El alma no duerme, no camina, no come
ni habla; no ve, no oye, no toca, no gusta ni huele; y no piensa, no siente ni
desea. ¿Quién es entonces el agente? La fuente de todas estas actividades hay
que descubrirla, y así explicar el misterio de toda la vida.
Hay un poder que crea todas estas cosas, y debemos saber que somos
diferentes de este poder y capaces de usarlo con desapego. El aspirante piensa
que camina, pero en realidad es su cuerpo el que camina. El aspirante cree que
ve, oye, piensa, siente o desea, pero en realidad es su mente la que hace todas
estas cosas mediante un instrumento apropiado. Como alma, el aspirante está
en todas partes y en realidad no hace nada. Pero no es suficiente pensar que,
como alma, está en todas partes y en realidad no hace nada. Él debe conocer
esto.

Considerarse un testigo

Se puede aspirar al conocimiento del alma mediante una forma de


meditación en la que el aspirante trata de considerarse un mero testigo de
todos los episodios físicos y mentales. Después de que alguien despierta y deja
de soñar, se da cuenta de que no era el agente real de las acciones soñadas sino
que era un mero testigo de ellas. Si el aspirante practica con persistencia que se
considera un testigo de todos los episodios físicos y mentales que experimenta
tanto estando despierto como cuando sueña, pronto desarrolla un total
desapego, el cual lo libera de toda preocupación y sufrimiento respecto de los
episodios materiales. Esta forma de meditación tiene por objeto liberar al
aspirante de las ataduras del tiempo y aliviarlo inmediatamente del frenesí
relacionado con las diversas expresiones de la energía limitada. Como testigo,
el alma permanece aislada de todos los sucesos temporales, sin que los
resultados de las acciones la aten. Todo esto ha de ser experimentado, y no
meramente pensado.

La importancia de aquietar la mente

Sin embargo, las formas de meditar sobre el sujeto de la experiencia tienen la


desventaja de que el verdadero sujeto de la experiencia jamás podrá ser el
objeto del pensamiento o de la meditación en el sentido corriente. De manera
que estas formas de meditación pueden, en el mejor de los casos, acercar
mucho al aspirante al conocimiento de sí mismo, el cual sólo podrá surgir con
todo su esplendor después de atravesar totalmente el ámbito de la mente.
Algunas formas impersonales de meditación especializada se relacionan, por lo
tanto, a operaciones mentales, y en última instancia apuntan a aquietar la
mente.

Anotar los pensamientos

Adquirir control sobre los pensamientos es ser plenamente consciente de lo


que ellos son. Hay que prestarles atención antes de controlarlos. Raras veces el
aspirante puede dedicar la atención adecuada, durante la introspección
corriente, a todos los esbozados pensamientos que pasan por su mente. Por lo
tanto, es útil que el aspirante en ocasiones anote todos sus pensamientos a
medida que aparecen y luego los examine cuidadosamente con tranquilidad.
Este proceso difiere del hecho de escribir planificados ensayos. Permite que los
pensamientos surjan sin dirección ni límite alguno para que hasta los
elementos reprimidos de la mente subconsciente tengan acceso a la mente
consciente.

La observación de las operaciones mentales

En una etapa avanzada, puede tener lugar una intensa percepción de los
procesos mentales mientras los pensamientos aparecen en la consciencia;
entonces es innecesario anotarlos. Las observaciones de las operaciones
mentales deben acompañarse con una crítica evaluación de nuestros
pensamientos. No es posible controlar los pensamientos si no determinamos si
tienen o no tienen valor. Cuando se evalúan críticamente los diversos
pensamientos que asaltan la mente, y cuando las turbulencias internas que los
sanskaras provocan son afrontadas, entendidas y consideradas en su justo
valor, entonces la mente se libra de todas las obsesiones y compulsiones
relacionadas con ellos.

Poner la mente en blanco

Así preparamos el camino para la meditación en la que se intenta poner la


mente en blanco, lo cual es una de las cosas más difíciles de lograr. Durante el
sueño la mente no tiene ideas, pero entonces la consciencia se halla en
suspenso. Si durante el estado de vigilia a la mente se le ocurre ponerse en
blanco, lo que hace es pensar en esa idea y se halla lejos de ponerse en blanco.
Sin embargo, esta difícil treta de poner la mente en blanco es posible
alternando dos formas incompatibles de meditación, de modo que la mente
queda atrapada entre la concentración y la distracción.

Alternar entre la concentración y la distracción

De manera que el aspirante puede concentrarse en el Maestro durante cinco


minutos y luego, cuando la mente se establece en la forma del Maestro, puede
fijar su mente, durante los cinco minutos siguientes, en la meditación
impersonal en la que el pensamiento es éste: “Yo soy infinito”. Es posible
recalcar la disparidad entre las dos formas de meditación teniendo abiertos los
ojos durante la meditación sobre la forma del Maestro y cerrándolos durante la
meditación impersonal. Esta alternancia ayuda a poner la mente en blanco,
pero para que tenga éxito, ambas formas de meditación han de proseguir
seriamente. Aunque después de cinco minutos hay que pasar a otro tipo de
meditación, no hay que pensar en eso mientras continúa el primer tipo de
meditación. No hay distracción a menos que haya concentración. Y cuando se
efectúa el cambio, no se debe pensar en el primer tipo de meditación. La
distracción tiene que ser tan completa como la anterior concentración. Cuando
hay una rápida alternancia entre concentración y distracción, las operaciones
mentales son, por así decirlo, cortadas por una misma sierra que va hacia atrás
y hacia adelante.

La Verdad reflejada en la mente tranquila

La desaparición de operaciones mentales de todo tipo contribuye a aquietar


absolutamente a la mente sin dejar que la consciencia se adormezca. Todos los
pensamientos que aparecen en la mente del aspirante son formas de
perturbación y tienen su origen en el impulso de los sanskaras almacenados.
La agitación de la mente sólo puede desaparecer cuando el aspirante puede
controlar de tal manera a su mente que descarta todos los pensamientos a
voluntad. A la Verdad sólo se la encuentra en el total silencio interior. El lago
refleja las estrellas cuando su superficie está quieta. La mente refleja la
naturaleza del alma tal cual es cuando está en quietud.
TIPOS DE MEDITACIÓN

Séptima Parte:
Sahaj Samadhi

El Sahaj Samadhi es único

Las diferentes formas de meditación practicadas antes de entrar


conscientemente en el sendero espiritual, lo mismo que las diferentes formas
de meditación general y especial adoptadas después de convertirse en
aspirante son etapas preparatorias para alcanzar el estado más elevado de
Sahaj Samadhi, o meditación espontánea, en la que el aspirante se establece
permanentemente después de realizar la meta última de la vida. El Sahaj
Samadhi del Siddha –ser que realizó a Dios–, está ligado a todas las formas
anteriores de meditación y es la culminación de ellas. Sin embargo, es de un
tipo distinto y pertenece a un orden enteramente diferente.

La meditación pre-espiritual de las personas mundanas

La espontaneidad del Sahaj Samadhi debe distinguirse cuidadosamente de


la seudo-sensación de espontaneidad presente en las meditaciones habituales
de una persona mundana que aún no ingresó en el sendero. La mente del
individuo mundano se enfrasca en objetos sensorios, y no experimenta ningún
sentido de esfuerzo al meditar sobre esos objetos. Su mente hace hincapié en
dichos objetos porque se interesa naturalmente en ellos, no porque él se
esfuerce deliberadamente. La sensación de esfuerzo no surge si se le permite a
la mente hacer hincapié en esos diversos objetos materiales sino cuando se
trata de disuadirla de ellos. De modo que las formas pre-espirituales de la
meditación parecen tener alguna semejanza con la culminación del Sahaj
Samadhi del Siddha por su sensación de espontaneidad. Pero esta semejanza
entre la fase inicial de la meditación y su fase final es sólo superficial puesto
que el Sahaj Samadhi y las meditaciones pre-espirituales están divididas entre
sí por vitales diferencias de gran importancia espiritual.

La ilusoria espontaneidad de las meditaciones pre-espirituales

La sensación de espontaneidad que se experimenta durante las meditaciones


pre-espirituales sobre objetos y búsquedas de carácter material se debe a los
intereses que los sanskaras crean. Las meditaciones pre-espirituales son
resultado del impulso de los sanskaras acumulados en el pasado, y no
solamente distan de expresar verdadera libertad sino que son realmente
síntomas de esclavitud espiritual. En el plano pre-espiritual, el hombre vive
sumido en una ignorancia absoluta sobre la meta de la libertad infinita.
Aunque no se sienta para nada feliz ni contento, se identifica tan
profundamente con los intereses sanskáricos que se complace en fomentarlos.
Pero el placer de lo que él busca es condicional y transitorio, y la
espontaneidad que experimenta con ellos es ilusoria porque, a lo largo de
todas sus búsquedas, su mente está trabajando bajo limitaciones.

La verdadera libertad y la espontaneidad


sólo existen en el Sahaj Samadhi

La mente es capaz de una genuina acción libre y espontánea solamente


cuando está completamente libre de ataduras e intereses sanskáricos, y esto
sólo es posible cuando la mente se sume en el estado de Sahaj Samadhi del
Siddha. Por lo tanto, es importante señalar que, aunque parezca existir un
parecido superficial entre el Sahaj Samadhi del Siddha y las meditaciones pre-
espirituales de las personas mundanas, este parecido oculta realmente la
importante diferencia entre espontaneidad ilusoria y la espontaneidad
verdadera, entre esclavitud y libertad, y entre placer fugaz y felicidad
permanente. En las meditaciones pre-espirituales, la actividad de la mente está
sujeta a una compulsión inconsciente, y en el Sahaj Samadhi, la actividad
mental se produce por una iniciativa consciente y libre.
La meditación es una parte de la lucha del aspirante
en pos de la emancipación

Las diferentes formas de meditación que caracterizan la vida del aspirante


espiritual se hallan a mitad de camino entre las meditaciones pre-espirituales
del individuo mundano y el Sahaj Samadhi final del Siddha. También
constituyen un eslabón entre ellas. Cuando los contratiempos, derrotas y
sufrimientos perturban profundamente su primaria aceptación de los intereses
sanskáricos, o una chispa de conocimiento espiritual lo conmueve, entonces el
aspirante espiritual toma consciencia de su esclavitud y de la falsedad de sus
percepciones. Todas las diferentes formas de meditación a las que entonces él
recurre surgen como partes de su lucha para emanciparse de la esclavitud de
los engañosos deseos de la existencia mundana. Las formas de meditación que
son espiritualmente importantes comienzan cuando la persona se ha convertido
en aspirante, o sadhak.

La meditación implica esfuerzo

La meditación del aspirante en todas sus formas es deliberada, en el sentido


que la experimenta para contrarrestar las tendencias instintivas inherentes de la
mente. El aspirante adopta diferentes formas de meditación como medios
tendientes a un fin, o sea, porque considera que son vías que conducen hacia la
Verdad. No son el resultado de un impulso dado sino partes de un esfuerzo
inteligente y deliberado. Aunque estas formas de meditación sean deliberadas al
comienzo, la mente se habitúa a ellas gradualmente. La mente se interesa
también por los distintos aspectos de la Verdad que las distintas formas de
meditación tratan de captar, lo cual contribuye a aumentar la espontaneidad.
En ninguna de las meditaciones de un sadhak los elementos espontáneos
son más pronunciados que en aquellas formas de meditación personal que dan
vía libre al amor y exigen que éste se exprese. Pero la espontaneidad total y la
verdadera libertad siguen sin alcanzarse hasta llegar a la meta de la
meditación. Hasta entonces la sensación de deliberación y la de espontaneidad
se entremezclan. La búsqueda de la libertad espiritual se acompaña siempre
con una sensación de esfuerzo, lo cual persiste en alguna medida hasta superar
todos los obstáculos de las falsas percepciones. Aunque la intensidad del
esfuerzo varíe, nunca desaparece enteramente hasta sumirse en la quietud de
la realización final.

El avance hacia el Sahaj Samadhi

En el Sahaj Samadhi no hay esfuerzo porque no hay obstáculos que superar


ni objetivos que alcanzar. Existe la espontaneidad infinita de una libertad sin
trabas, y la paz y la dicha ininterrumpidas de la realización de la Verdad. El
avance hacia el estado de Sahaj Samadhi consiste en la transición desde el
estado de incuestionada aceptación al impulso de los sanskaras hacia el estado
de lucha desesperada con las limitaciones sanskáricas y, finalmente, hasta el
estado de completa libertad, en donde las acumulaciones del pasado dejan de
tener decisión sobre la consciencia, y ésta se halla en actividad percibiendo
claramente la Verdad eterna.

La mente individual se disuelve en el Sahaj Samadhi

El Sahaj Samadhi del Siddha es diferente de la meditación del aspirante, no


sólo en lo que se refiere a la libertad y espontaneidad de la consciencia sino
también a muchos otros importantes puntos. Todas las distintas formas de
meditación a las que el aspirante podría dedicarse apuntan a obtener directa o
indirectamente una completa disolución de la mente en la Verdad infinita. Sin
embargo, consiguen esta disolución solamente en forma parcial, y no llegan a
aniquilar a la mente individual. Representan diversos grados de aproximación
a la meta espiritual, pero no la realización de ésta. Por otra parte, en el estado
de Sahaj Samadhi se realiza la meta espiritual, puesto que la mente individual
es aniquilada por completo, llegando a una total fusión en la Verdad infinita.

La exaltación temporal

La meditación del aspirante, en sus vuelos más elevados, suele producir una
sensación de libertad y expansión, al igual que la alegría e iluminación de los
planos superiores. Sin embargo, nada de lo apuntado es permanente porque,
en casi todos los casos, cuando el aspirante desciende de su elevado estado de
meditación, vuelve a ser lo que él era, a saber, una persona común y corriente,
sujeta por las inflexibles cadenas de las limitaciones sanskáricas.

La historia de un yogui

Lo incompleto de los diferentes samadhis del aspirante puede ser ilustrado


con la historia de un yogui de Gwailor, en la India, quien era muy codicioso.
Había dominado mediante el yoga el arte de entrar en samadhi. Un día se
sentó frente al palacio del rajá y, antes de entrar en samadhi, pensó lo
siguiente: “Debo conseguir mil rupias del rajá”. Luego entró en samadhi y
permaneció siete días completos en ese estado. En este lapso no comió ni bebió,
sino que sólo estuvo sentado en un lugar, totalmente absorto en su meditación
en trance. La gente consideraba que él era un santo, y cuando el rajá se enteró
que el yogui estaba ahí, fue también a verlo para recibir su darshan. El rajá se
acercó al yogui y le tocó la espalda. Ese ligero contacto fue suficiente para
hacerlo descender de su samadhi y, ni bien el yogui despertó de su meditación-
trance, pidió al rajá mil rupias.

Análisis de la meditación-trance

Así como un prisionero, que mira por la ventana de su prisión la vastedad


del cielo, puede abismarse en la visión del espacio ilimitado, de igual modo el
aspirante que se sume en la meditación-trance puede olvidarse temporalmente
de todas sus limitaciones mientras se halla inmerso en su luz y dicha. Pero
aunque el prisionero se haya olvidado de la prisión, no se ha escapado de ella.
Del mismo modo, el aspirante absorto en la meditación-trance ha perdido de
vista las cadenas que lo atan al mundo de la Ilusión pero en realidad no las ha
roto. Así como el prisionero vuelve a estar consciente de su esclavitud ni bien
mira su entorno inmediato, de igual manera el aspirante es consciente de todas
sus deficiencias ni bien recupera la consciencia normal. Las formas ascendentes
de la meditación-trance pueden procurar al aspirante cada vez más poderes
ocultos, pero no el eterno estado de conocimiento y dicha al que puede tener
acceso el Siddha en Sahaj Samadhi, quien ha logrado la Emancipación final
rompiendo las cadenas de Maya.
El Sahaj Samadhi se auto-sostiene

Otra diferencia importante consiste en que, durante la meditación-trance, el


aspirante suele ser sostenido por algún objeto fenoménico capaz de ejercer
irresistible atracción. Las luces, los colores, los aromas y los sonidos de la esfera
sutil representan su papel seduciendo y apartando a la mente de las cosas
mundanas a las que pudiera haberse apegado. De manera que la meditación-
trance no se auto-sostiene sino que depende del objeto hacia el cual la mente se
dirige. El Sahaj Samadhi del Siddha se auto-sostiene y no depende en absoluto
de objetos de la mente. La meditación-trance se parece más bien al estupor
producido por drogas intoxicantes. Este estupor dura solamente lo que dura el
efecto de la droga. De modo que el trance sigue existiendo mientras la mente es
dominada por el objeto que la sostiene. El Sahaj Samadhi, que está libre de ser
dominado por el objeto, es un estado de plenamente despierto en el que no hay
flujos, reflujos, crecientes ni menguantes sino solamente una constante
percepción verdadera.

Quienes se hallan en Sahaj Samadhi


son apropiados objetos de meditación

Las diferentes formas de meditación general y especializada a las que el


aspirante recurre son útiles y valiosas dentro de sus propios límites. No se las
debe considerar como del mismo valor o igualmente necesarias para todos. Se
cuentan entre los métodos que conducen al aspirante hacia su destino divino.
Casi todas las formas corrientes de meditación son innecesarias para las pocas
personas que se hallan en un avanzado estado espiritual. Muchas formas
especiales de meditación suelen ser innecesarias para quienes están en contacto
directo con un Maestro Perfecto o con el Avatar. A ellos les basta con que él los
guíe, y con amarlo. Y los pocos seres que lograron realizar al Ser y se
convirtieron en Maestros Perfectos se hallan siempre en el estado de Sahaj
Samadhi. Ellos no sólo no necesitan formas de meditación sino que también se
convierten en objetos de meditación para los aspirantes, pues entonces pueden
auxiliar mejor a quienes meditan sobre ellos.
TIPOS DE MEDITACIÓN

Octava Parte:
El ascenso al Sahaj Samadhi y su naturaleza

La culminación de la meditación

Cuando la mente está en la más fina sintonía con el objeto de meditación, se


funde totalmente en la Verdad, experimenta el estado de Sahaj Samadhi, de
espontánea dicha e ininterrumpido conocimiento del Ser, en el cual el aspirante
pierde su individualidad limitada para descubrir que es idéntico a Dios, quien
está en todo. El estado de Sahaj Samadhi es la culminación de las anteriores
formas de meditación personal e impersonal, no del producto de ellas. Todas las
formas de meditación que el aspirante adopta, al igual que sus otros esfuerzos
espirituales, a pesar de sus diferencias, tienen un solo objetivo, a saber, acelerar
la concreción de su anhelo de unirse con el Infinito.

El Sahaj Samadhi experimentado después de la Unión

Cuando se concreta esta unión, el sadhak (aspirante) se convierte en Siddha


(quien alcanzó la Meta). Los sufis denominan Vasl a la unión que el Siddha
logra con el Infinito. Jesucristo describe con estas palabras este estado de unión
con Dios: “Yo y mi Padre somos uno”. Muchos han escrito sobre este elevado
estado de consciencia, pero sigue siendo esencialmente indescriptible. No se lo
puede expresar con palabras y, por lo tanto, no se lo puede explicar
adecuadamente. Aunque una persona no lo pueda explicar a otra, sí puede ser
experimentado por cada uno para sí mismo. Este más elevado estado del
Siddha es denominado Sahaj Samadhi.

El estado corporal
Estar en Sahaj Samadhi es experimentar el estado Divino, en el cual el alma
sabe que ella misma es Dios porque se ha despojado de todos los factores que
la limitaban y que hasta ahora habían contribuido a un falso conocimiento de
uno mismo. El estado Divino que el Siddha experimenta contrasta claramente
con el estado corporal de las personas mundanas. El individuo mundano
considera que él es el cuerpo y vive en un estado en el que predominan el
cuerpo y sus deseos. Su consciencia se centra en el cuerpo. Le interesa comer,
beber, dormir y satisfacer otros deseos corporales. Vive para su cuerpo y
procura satisfacerlo. Su consciencia no puede extenderse más allá del cuerpo;
piensa en función del cuerpo, sin poder concebir nada que carezca de cuerpo o
forma. Todo el ámbito de su existencia está compuesto por formas, y el teatro
en el que vive, se mueve y tiene su existencia, consiste en espacio.

El estado de energía

El primer paso hacia el estado Divino del Sahaj Samadhi se da cuando se


trasciende el estado corporal. Despojarse del estado corporal significa entrar en
la esfera de la existencia compuesta por energía. Entonces el alma permanece
en un estado en el que las formas o los cuerpos dejaron de predominar, y se
eleva al campo de la energía. El cuerpo o forma es energía solidificada, y
elevarse del mundo de las formas hacia la esfera de la energía equivale a
avanzar hacia un estado del ser más primordial y puro. El estado de energía está
libre de muchas de las limitaciones que predominan en el mundo de las
formas. En este estado, la consciencia se vincula con la energía y vibra
continuamente en y a través de la energía.
En el estado de energía, el absorber y asimilar energía es análogo al comer y
beber del estado corporal. En este nivel, el alma logra controlar plenamente la
energía y procura realizarse utilizándola. Sin embargo, sus acciones aún se
encuentran dentro del campo de la limitación espiritual. Puede ver, oír y oler
muchas cosas inaccesibles en el estado corporal, y realizar muchas proezas (por
ejemplo, producir luz en la oscuridad o vivir miles de años alimentándose
solamente con energía), que a quienes se hallan en el estado corporal les
parecen milagros. Todo el ámbito de su existencia está compuesto por energía
y es dominado por energía. Todo lo que ella puede concebir o hacer es en
función de energía y lo logra mediante energía. El estado de energía es el de las
almas espiritualmente avanzadas, pero dista de ser el estado de Perfección, el
cual se expresa mediante el Sahaj Samadhi del Siddha.

El estado mental

El segundo paso importante hacia el Sahaj Samadhi lo da el alma cuando


trasciende el dominio de la energía y entra en el de la mente. En última
instancia, toda la energía es una expresión de la mente; por lo tanto, la
transición del estado de energía al estado de la mente constituye un avance aún
mayor hacia el estado de Dios del Sahaj Samadhi. En el estado de la mente, la
consciencia se encuentra enlazada directamente con la mente. El cuerpo o la
energía de ninguna manera la atan ni dominan sino que está bajo el dominio
de la mente. Las almas avanzadas, que están en el estado de la mente, pueden
leer las mentes de los demás e influir sobre ellas. Sin embargo, el dominio del
estado de la mente se halla aún en el campo de la dualidad o ilusión, y ha de
ser trascendido antes de alcanzar la unión con el Infinito.

La mente vela la Verdad

Desde su comienzo mismo, todo avance consiste en reducir y trascender


gradualmente el accionar de la mente individual. La mente está funcionando
incluso en los estados corpóreo y de energía. En el estado corpóreo, la mente
piensa en términos del cuerpo, en el estado de energía en términos de energía,
y en el estado mental en sus propios términos. Sin embargo, aunque la mente
piense en sus propios términos, no alcanza a conocer y realizar al Infinito
porque se convierte en su propio velo entre el pensamiento y la Verdad.
Aunque vivir en el estado corpóreo o de energía no estorbe a la mente, la
consciencia separativa aún la limita. Podríamos comparar esto con un espejo
cubierto de polvo. Por lo tanto, la mente tiene que fundirse y disolverse
completamente en el Infinito antes de que sea posible experimentar el estado
Divino del Sahaj Samadhi. Las formas son energía solidificada, la energía es
una expresión de la mente, la mente es el espejo cubierto de la Eternidad y la
Eternidad es la Verdad que se deshizo de la máscara de la mente.
Trascender a la mente requiere anhelo y paciencia

No es cosa fácil deshacerse de la mente limitativa. La principal dificultad


consiste en que la mente tiene que aniquilarse a sí misma. Un intenso anhelo de
unirse con la Realidad infinita, al igual que una infinita paciencia son
indispensables en el proceso de trascender a la mente. Un Maestro dijo a su
discípulo que, a fin de alcanzar el estado supremo tenía que arrojarse a un río
atado de pies y manos a una tabla, en la que debía conservar secas sus ropas. El
discípulo no pudo comprender el sentido interior de esta orden, por lo que
anduvo vagando hasta encontrar un santo a quien le preguntó qué significaba
la orden impartida por el Maestro.
El santo le explicó que para alcanzar a Dios, tenía que anhelar intensamente
unirse con Él –como si no pudiera vivir otro instante sin ello– pero tener
inagotable paciencia para poder esperar billones de años. Si falta el intenso
anhelo de unirse con Dios, entonces la mente cae en su actividad sanskárica
habitual, y si falta infinita paciencia, lo que la mente anhela sostiene la
actividad de la mente limitada. Sólo cuando hay equilibrio entre el anhelo
infinito y la infinita paciencia, el aspirante puede tener esperanza de atravesar
el velo de la mente limitada, y estos extremos combinados sólo podrán
aparecer por la gracia de un Maestro.

Sahaj Samadhi, el conocimiento de Sí Mismo

Permanecer en el Sahaj Samadhi es permanecer en la consciencia de la


Verdad. Ninguna persona cuya mente se halla aún en actividad podrá captar
este estado de Dios. Está más allá de la mente, pues surge cuando la mente
limitada desaparece en la unión final con el Infinito. Entonces el alma se conoce
a sí misma por medio de sí misma, y no a través de la mente. El individuo
mundano sabe que él no es un perro sino un ser humano. Del mismo modo, en
el Sahaj Samadhi lo único que el alma sabe es que ella no es una cosa finita sino
Dios. La persona mundana no tiene que seguir repitiendo que ella no es un
perro sino un ser humano, sin tener que hacer esfuerzos especiales,
simplemente sabe que es un humano. Del mismo modo, en el Sahaj Samadhi, el
alma no necesita inducciones artificiales de la consciencia de Dios mediante
repetidas autosugestiones. Simplemente, el alma sabe por sí sola, natural e
intuitivamente, que ella es Dios.
La vida en la Eternidad

Quien experimenta el Sahaj Samadhi se establece en el conocimiento del


alma. Este Conocimiento no viene y se va sino que es permanente. En el estado
de ignorancia, el aspirante se considera hombre o mujer, como agente de
acciones limitadas y receptora de alegrías y pesares. En el estado del
Conocimiento, ella se conoce como el alma, la cual de ninguna manera es
limitada ni afectada por estas cosas. Una vez que conoce su propia naturaleza,
tiene este Conocimiento para siempre y nunca más queda envuelta en la
ignorancia. Este estado de la consciencia de Dios es infinito y se caracteriza por
comprensión ilimitada, pureza, amor y felicidad. Alcanzar el Sahaj Samadhi es
llegar a la vida interminable en la Eternidad.

Dos estados del Sahaj Samadhi

El Sahaj Samadhi tiene dos estados: 1) el Nirvana, o la absorción en la


divinidad, y 2) el Nirvikalpa, o la divinidad expresada. Cuando la consciencia
se retira enteramente de todos los cuerpos y del mundo de la creación, conduce
hacia el Nirvana, o estado del Más Allá. Pero cuando la consciencia vuelve a
funcionar por medio de los cuerpos sin apego ni identificación, entonces esto
conduce al Sahaj Samadhi del estado de Nirvikalpa, o sea el estado del
Sadguru. En este caso, aunque la consciencia se encuentra ligada a los cuerpos
como instrumentos, está desapegada internamente de ellos no identificándose
con los mismos.
Atravesar el velo de la mente equivale a la consciencia retirándose
enteramente del universo para absorberse totalmente en Dios. Este es el estado
en el que el universo es igual a cero: esto es Nirvana. La mayoría de quienes
alcanzan el Nirvana nunca retornan a la consciencia del universo. Los muy
pocos que descienden a la conciencia del universo lo experimentan como nada
excepto Dios y permanecen constantemente en el Sahaj Samadhi del estado de
Nirvikalpa. El estado de Nirvikalpa significa una vida en la que la actividad
mental de la falsa imaginación ha tocado a su fin, y todas las oscilaciones de la
mente limitada se aquietan en la realización de la Verdad inmutable.

El estado de los Sadgurus y del Avatar


Al Sahaj Samadhi del estado de Nirvikalpa lo experimentan las almas que
descienden del séptimo plano, y pertenece a los Sadgurus y al Avatar. El
equilibrio y la armonía de este estado se mantienen inalterados incluso
mientras responde energéticamente ante las cambiantes circunstancias de la
vida. Quienes se hallan en este estado viven la vida de Dios y experimentan a
Dios en todo y en todas las cosas. Por lo tanto, su estado de Dios de ninguna
manera disminuye cuando se ocupan de las cosas de este mundo. Ellos se
encuentran continuamente en el estado de dicha consciente de la Verdad
inmutable, ya sea tensando un arco o blandiendo una espada en el campo de
batalla, volando en un avión o hablando con la gente, o dedicados a otras
actividades que exijan una gran atención.

Moksha, Nirvana y Nirvikalpa

El Nirvana y el Nirvikalpa son similares al estado de Mukti o Moksha,


representan la fusión del alma individual en Dios y brindan eterna dicha,
infinito conocimiento y superconsciencia. El alma experimenta Moksha después
de abandonar el cuerpo, mientras que los estados de Nirvana y Nirvikalpa
pueden experimentarse antes de dejar el cuerpo. Sin embargo, aunque los
estados de Nirvana y Nirvikalpa son similares en cuanto a la retención de los
cuerpos y aunque también son fundamentalmente iguales en esencia, hay una
pequeña diferencia entre los dos.

La diferencia entre el estado de Nirvana y de Nirvikalpa

Cuando el alma sale del caparazón del ego e ingresa en la vida infinita de
Dios, su individualidad limitada es reemplazada por la individualidad
ilimitada. El alma sabe que ella es consciente de Dios y así conserva su
individualidad. Un importante punto es que la individualidad no es totalmente
extinguida, permanece en una forma espiritualizada. Aunque la ilimitada
individualidad del alma es en cierta manera retenida al unirse con el Infinito,
no obstante permanece absorta experimentando la divinidad contenida en sí
misma. Nadie retorna al mundo de la consciencia de este estado de Nirvana o
de Absorción. Sin embargo, en unos muy pocos casos, el alma que acaba de
ingresar en la vida infinita de Dios, establece su individualidad ilimitada por
medio de la liberación de la divinidad dinámica. Esto es Sahaj Samadhi del
estado de Nirvikalpa.

DINÁMICA DEL AVANCE ESPIRITUAL

Subyugar al cuerpo en procura de una vida más elevada

La persona mundana empieza a avanzar espiritualmente cuando cambia


radicalmente de actitud. El individuo mundano vive principalmente para su
cuerpo y, hasta en aquellos propósitos que aparentemente no se relacionan con
el cuerpo de manera directa, en última instancia al poder motivador hay que
encontrarlo en los deseos conectados con el cuerpo. Por ejemplo, no come para
vivir sino que vive para comer. Todavía no descubrió propósito alguno que
vaya claramente más allá del cuerpo, por lo que éste y sus comodidades llegan
a ser el centro de todas sus actividades. Pero cuando descubre los valores en los
que el alma predomina, el cuerpo es relegado de inmediato a un segundo plano.
Entonces el mantenimiento del cuerpo es utilizado meramente como un
instrumento para concretar un propósito superior. Su cuerpo, que había sido un
obstáculo para la verdadera vida espiritual, se convierte en un instrumento para
que emane la vida superior. En esta etapa, la persona atiende a las necesidades
de su cuerpo sin sentirse especialmente identificada consigo misma, como el
conductor de un automóvil que lo llena de combustible y agua para que pueda
seguir en marcha.

La búsqueda de la meta

El comienzo mismo del avance espiritual es condicionado por la búsqueda


de esa meta por la que el hombre vive: la meta por la que él ama y odia
inconscientemente, y por la que pasa por variadas alegrías y sufrimientos. Por
mucho que sienta la movilizante atracción de este destino divino,
incomprensible e irresistible, puede tardar mucho tiempo antes de que llegue a
la cima de la montaña de la realización de la Verdad, y el sendero está
constantemente lleno de peligros y resbaladizos precipicios. Quienes intentan
llegar a la cima de esta montaña tienen que trepar cada vez más alto. Y aunque
la persona haya logrado escalar grandes alturas, el más leve error de su parte
podría precipitarla al sitio mismo en el que empezó. Por lo tanto, el aspirante
nunca está a salvo, a no ser que pueda contar con la ayuda y guía de un
Maestro Perfecto, quien conoce cada detalle del sendero espiritual, y no sólo
puede proteger al aspirante contra una posible caída sino también conducirlo
hacia la meta de la Realización sin recaídas innecesarias.

Lo que obstaculiza el avance

El aspirante que intenta llegar a la meta carga con todos sus sanskaras
acumulados en el pasado, los cuales permanecen momentáneamente en
suspenso y sin efecto debido al intenso anhelo espiritual que él siente. Sin
embargo, cuando su esfuerzo espiritual mengua, los sanskaras que hasta ese
momento estaban inactivos y en suspenso, cobran renovadas fuerzas y se
rearman nuevamente, constituyendo formidables obstáculos en el avance
espiritual del aspirante.

La analogía de un río

Podríamos ilustrar esto con la analogía de un río. La poderosa correntada de


un río traslada desde su origen y sus riberas sedimentos en gran cantidad.
Mientras esto último permanece flotando en el agua, no obstaculiza la corriente
del río, aunque puede reducir su velocidad. Cuando la corriente es más lenta en
las llanuras, y especialmente hacia la desembocadura, aquella masa de
sedimentos tiende a depositarse en el lecho del río y formar enormes islas o
deltas. Éstos no sólo obstruyen la corriente sino que a menudo también la
desvían o incluso dividen en cursos más pequeños y, en total, debilitan la
fuerza de ese río caudaloso. O bien, cuando el río se desborda arrasa todos los
obstáculos, tales como árboles, arbustos y desperdicios que encuentra a su paso,
pero cuando esto último se acumula hasta cierto punto, entonces puede
constituir un serio obstáculo para que el río fluya. Del mismo modo, el sendero
del avance espiritual suele ser bloqueado por obstáculos de su propia creación,
los cuales sólo pueden ser eliminados con el auxilio del Maestro.

El egoísmo debe desaparecer

La ayuda del Maestro es muy eficaz cuando el aspirante renuncia a la vida


de su ego en favor de la vida ilimitada que el Maestro representa. La completa
entrega personal es muy difícil de lograr, pero la condición más esencial para
avanzar espiritualmente consiste en reducir al egoísmo a su mínima expresión.
El objetivo del avance espiritual no consiste tanto en las “obras” sino en una
calidad de vida libre de la consciencia del ego. Si el aspirante acredita muchas
grandes cosas que él afirma que son suyas, su ego se aferra a esos logros, y esto
constituye un tremendo estorbo para la vida ilimitada. Es por eso que de nada
valen los ritos y ceremonias, los actos caritativos y las buenas obras, y la
renunciación externa y las penitencias cuando todo esto está enraizado en el
ego.

El dilema

Por lo tanto, es muy necesario que el aspirante se abstenga de la idea: “Yo


hago esto, yo hago aquello”. Esto no significa que el aspirante tenga que evitar
toda actividad por temor a desarrollar esta forma de ego. Puede que tenga que
dedicarse a una vida activa a fin de desgastar el ego que él ya desarrolló. De
manera que se encuentra en un dilema: si permanece inactivo, no hace nada
para salir de la prisión de su vida “egoica”, y si se dedica a vivir activamente,
afronta la posibilidad de que su ego se traslade a estas nuevas acciones.

Recorrer el sendero es como caminar por el filo de una espada

A fin de avanzar espiritualmente, el aspirante tiene que evitar estos dos


extremos, pero seguir viviendo activa y creativamente. Recorrer el sendero
espiritual no es como montar un caballo ensillado sino como caminar por el filo
de una espada. Una vez que el jinete montó, en la práctica está en reposo,
sentado más o menos cómodamente, y necesita poquísimo esfuerzo o atención
para avanzar. Sin embargo, recorrer el sendero espiritual exige total atención y
esmero, puesto que el sendero no ofrece paradas ni lugar para la expansión de
la vida “egoica”. Quien ingresa en el sendero no puede detenerse ni permitirse
perder su equilibrio. De manera que se parece a quien intenta caminar por el
filo de una espada.

La construcción del nuevo ego al servicio del Maestro

Por un lado, para no estar inactivo, y por el otro, para no sentirse orgulloso
de estar activo, es necesario que el aspirante construya de la siguiente manera
un ego provisorio y activo que esté enteramente al servicio del Maestro. Antes
de empezar cualquier cosa, el aspirante piensa que no es él quien la está
haciendo sino el Maestro que la está haciendo por medio de él. Después de
realizar la tarea no se queda reivindicando los resultados de su acción ni
disfrutándolos sino que se libra de ellos ofrendándolos al Maestro. El aspirante
entrena su mente con este espíritu y así logra crear un nuevo ego que, aunque
está activo sólo provisoriamente, es sumamente capaz de convertirse en una
fuente de confianza, afecto, entusiasmo y superación que la verdadera acción
debe expresar. Este nuevo ego es espiritualmente inofensivo pues su vida y su
ser derivan del Maestro, quien representa a la Infinitud. Y cuando llega la hora
puede ser desechado como si fuera una prenda de vestir.
Hay pues dos clases ego: uno que sólo puede acrecentar las limitaciones del
alma, y el otro que ayuda a su emancipación. El paso desde el restringente ego
del individuo mundano hacia la ausencia de ego, propia de la vida infinita,
estriba en la construcción de un ego provisorio generado por una ardiente
lealtad al Maestro. La construcción del nuevo ego, enteramente al servicio del
Maestro, es indispensable para la dinámica del avance espiritual.

Es imposible una transición repentina a una vida sin ego

El aspirante se acostumbró a derivar de su ego limitado el entusiasmo que él


siente por la vida. Una transición repentina de una vida egoica activa a una
vida de acción en la que el ego no exista es imposible y tampoco es vivificante.
Si al aspirante le pidieran que evitara de inmediato toda forma de consciencia
egoica, tendría que volver a un estado de pasividad negativa, sin alegría
expresa. O bien tendría que expresarse con una actividad meramente
automática, como la de una máquina sin vida y, por lo tanto, sin obtener
sensación alguna del logro realizado. El verdadero problema consiste en que el
aspirante tiene que abandonar su vida del ego limitado e ingresar en la
ilimitada vida sin ego, sin caer en un estado de coma en el que toda la vida
menguaría. Este estado de coma aliviaría temporalmente la limitación de la
vida del ego, pero no podría iniciar al aspirante en la infinitud de una
actividad en la que el ego no existiera.

El avance espiritual suele ser gradual

Es por esta razón que, en la mayoría de los casos, el avance espiritual tiene
que ser muy gradual y a menudo tarda varias vidas. En los casos en los que
una persona aparentemente dio grandes pasos en su avance espiritual, lo que
hizo fue tan sólo recapitular el avance que ya realizó en vidas anteriores, o
existió la intervención especial de un Maestro. El avance del aspirante tiene
que ser gradual en los casos normales. La distancia entre la limitada vida del
ego y la ilimitada vida sin ego tiene que recorrerse en etapas graduales
transformando al ego; así la humildad reemplaza al egoísmo, un contento
constante y cada vez mayor reemplaza a los deseos que surgen, y el amor
desinteresado reemplaza al interés personal.

El ego puesto al servicio del Maestro asegura la ayuda de éste

Cuando el ego está enteramente al servicio del Maestro, no sólo es


espiritualmente inofensivo sino indispensable, contribuyendo directamente al
avance espiritual del aspirante, porque lo acerca cada vez más al Maestro
mediante una vida de servicio desinteresado y amor. Su constante contacto
interior con el Maestro lo torna particularmente dúctil a la ayuda especial que
solamente el Maestro puede darle. El aspirante que renuncia a la vida de un
ego indómito y separatista para propiciar una vida de ofrenda personal al
Maestro está obrando, mediante este nuevo ego subordinado, como un
instrumento en las manos del Maestro. En realidad, el Maestro está trabajando
por medio del aspirante. Así como un instrumento tiende a descomponerse
cuando lo estamos usando, de igual manera es probable que el aspirante falle
mientras esté trabajando en el mundo. Al instrumento hay que limpiarlo,
revisarlo, repararlo y ponerlo a punto cada tanto. Del mismo modo, al
aspirante que durante su labor ha desarrollado nuevos problemas, enredos y
refugios para su ego personal hay que ponerlo a punto para que pueda
avanzar.

La necesidad de recurrir al contacto con el Maestro

El aspirante que se pone al servicio del Maestro puede compararse con una
escoba mediante la cual el Maestro barre a fondo las impurezas del mundo. La
escoba acumulará la suciedad del mundo, y a no ser que la limpiemos una y
otra vez, y la pongamos nuevamente en forma, será menos eficiente a medida
que el tiempo pase. Cada vez que el aspirante va a ver al Maestro lo hace con
nuevos problemas espirituales. Podría haber quedado atrapado en nuevas
complicaciones relacionadas con el deseo de honores, riqueza u otras cosas
materiales que atraen al ser humano. Es probable que consiga eso si lo busca,
pero podría estar lejos de la meta de experimentar a Dios, en quien ha
depositado su corazón.
Estos desórdenes espirituales pueden ser curados solamente mediante la
intervención activa del Maestro. Esta tarea de curar enfermedades espirituales
puede ser comparada con la operación realizada por un cirujano que extirpa
rápidamente la causa misma que estaba minando la vitalidad de un paciente.
Si alguien contrae dolencias y afecciones físicas debe ir a ver al médico, y si sus
trastornos son espirituales debe acudir al Maestro. De manera que recurrir al
contacto con el Maestro es muy necesario durante todo el proceso de avance
espiritual.

Cada vez que el ego resucita necesita rendirse nuevamente

El Maestro ayuda al aspirante con sus propios métodos invencibles que no


pueden compararse con los del mundo. Si el aspirante ha de recibir esta ayuda,
deberá esforzarse realmente entregándose a la divina voluntad del Maestro. El
ego personal, al que el aspirante renunció cuando se entregó por primera vez al
Maestro, puede volver a aparecer con un nuevo aspecto –incluso dentro del
ego artificial, cuyo objeto es estar enteramente al servicio del Maestro–
alterando su tranquilo funcionamiento. De ahí que esta nueva resurrección del
ego personal limitado del aspirante necesite ser contrarrestado entregándose
nuevamente al Maestro. La serie de sucesivas resurrecciones del ego personal
tiene que acompañarse con una serie de nuevos actos de entrega al Maestro.

La entrega final es la de la separatividad

El avance de una entrega a otra mayor es una progresión de una conquista


menor hacia otra mayor. Las formas más completas de entrega representan los
estados superiores de la consciencia, puesto que aseguran mayor armonía entre
el aspirante y el Maestro. De manera que la vida infinita del Maestro puede
fluir más abundantemente a través del aspirante. El avance espiritual es una
sucesión, de una entrega tras otra, hasta alcanzar por completo la meta de la
entrega final de la separada vida egoica. La última entrega es la única entrega
completa. Equivale a la unión final en la que el aspirante deviene uno con el
Maestro. Por lo tanto, en cierto sentido, la entrega más completa al Maestro
equivale a realizar la Verdad, que es la meta última de todo avance espiritual.

LOS ASPECTOS MÁS PROFUNDOS


DEL SADHANA

La transición hacia los aspectos más profundos del sadhana

El sadhana (o práctica) espiritual consiste para la mayoría de las personas en


la observancia externa de rituales y ceremonias prescriptos por su propia
religión. Esta observancia tiene su valor en las etapas iniciales como un factor
que contribuye a purificarse uno mismo y disciplinar la mente. Sin embargo,
en última instancia, el aspirante tiene que trascender la fase de adecuación
externa e iniciarse en los aspectos más profundos del sadhana espiritual.
Cuando sucede esto, el aspecto externo de la religión pasa a segundo plano, y
el aspirante se interesa por los principios esenciales revelados en todas las
grandes religiones. El verdadero sadhana consiste en una vida basada en la
comprensión espiritual, el cual sobreviene cuando la persona ansía
verdaderamente las realidades espirituales.

Los diversos sadhanas

Nunca hay que considerar al sadhana como si consistiera en la aplicación de


leyes rígidas. Así como en la vida no puede haber ni se necesita una
uniformidad estricta y absoluta, de igual manera en la vida espiritual hay
amplio espacio para la diversidad de sadhanas. El sadhana útil para un
aspirante en particular tiene que relacionarse con sus sanskaras y su
temperamento, de modo que, aunque la meta espiritual es la misma para todos,
el sadhana de un aspirante determinado puede ser peculiar para él. Sin
embargo, puesto que la meta es la misma para todos, las diferencias respecto al
sadhana no son de vital importancia; en cambio, los aspectos más profundos del
sadhana sí tienen importancia para todos los aspirantes a pesar de sus
diferencias.

El sadhana de los planos espiritual y material

El sadhana del campo espiritual tiene que ser esencialmente diferente del
sadhana del campo material porque la finalidad es intrínsecamente diferente.
El fin que se busca en el campo material es un producto con principio y fin en
el tiempo. El fin buscado en el campo espiritual es una completud que
trasciende las limitaciones del tiempo. Por lo tanto, el sadhana se dirige, en el
campo material, hacia la realización de algo que aún ha de ser, pero en la vida
espiritual se dirige hacia la realización de lo que siempre ha sido, siempre será
y ahora ES.

La meta del sadhana espiritual

La meta espiritual de la vida no ha de buscarse fuera de la vida sino en la


vida misma, de manera que el sadhana del plano espiritual ha de ser tal que
acerque nuestra vida al ideal espiritual. El sadhana del plano espiritual no
apunta al logro de un objetivo limitado que probablemente un día se logre y
luego desaparezca para siempre sin pena ni gloria. Apunta a producir un
cambio radical en la calidad de vida para que nuestra vida sea expresión
permanente de la Verdad en el Ahora eterno. El sadhana es espiritualmente
fructífero si logra armonizar la vida del individuo con el propósito divino, el
cual ha de permitir que todos disfruten conscientemente la dicha del estado
Divino. El sadhana tiene que adecuarse por completo a este fin.

El sadhana perfecto se funde en la meta

Cada parte del sadhana debe apuntar, en el plano espiritual, hacia la


realización de la meta espiritual consistente en divinizar todas las fases de la
vida. Por lo tanto, los diferentes aspectos del sadhana espiritual representan,
desde un punto de vista, diferentes graduaciones de la Perfección espiritual. El
sadhana es perfecto en la medida en que expresa el ideal espiritual, o sea, en
qué grado se asemeja a la vida perfecta. De manera que cuanto mayor sea la
disparidad que exista entre el sadhana y el ideal al cual aspira, menor será la
perfección del sadhana; y mientras menor sea la disparidad entre el sadhana y
el ideal al cual apunta, tanto más perfecto será. Cuando el sadhana es perfecto
o completo, se funde en la meta –en una vida espiritualmente perfecta– de
modo que la división entre los medios y el fin desaparece en una inviolable
integridad del ser indivisible.

El sadhana como participación parcial en la meta

La relación entre el sadhana espiritual y el fin que con éste se busca puede
cotejarse con la relación que existe entre ellos en el campo material. En el
campo material, el fin suele caer más o menos fuera del sadhana con el cual se
obtiene este fin y existe una clara disparidad de naturaleza entre el sadhana y
el fin que con éste se logra. De manera que, apretar el gatillo de un arma de
fuego puede llegar a ser un medio para matar a una persona, pero matar a
alguien es esencialmente diferente de apretar el gatillo. Sin embargo, en el
plano espiritual, el sadhana y el fin buscado por medio de éste no pueden tener
una completa inconexión, y no poseen una naturaleza claramente dispar entre
ellos. En el plano espiritual no es posible mantener un abismo infranqueable
entre el sadhana y el fin buscado por medio de éste. Esto origina esta paradoja
que es fundamental en la vida espiritual: la práctica de un sadhana equivale a
una participación parcial en la meta. De ahí que resulte comprensible, por qué
muchos sadhanas espirituales han de considerarse seriamente como si fueran en
sí mismos la meta.

Los sadhanas del conocimiento, de la acción y del amor

El sadhana espiritual consiste, en sus aspectos más profundos, en practicar:


1) el sendero del conocimiento (dnyan), 2) el sendero de la acción (karma), y 3) el
sendero del amor o devoción (bhakti). El sadhana del conocimiento se expresa
ejercitando el desapego nacido del verdadero conocimiento, de las diferentes
formas de meditación y del uso constante del discernimiento y la intuición.
Cada una de estas modalidades con las que se busca o expresa el conocimiento
espiritual requiere comentarios explicativos.

El desapego

El alma individual, enredada en el mundo de las formas, no se conoce a sí


misma como una con el ser de Dios. Esta ignorancia constituye la esclavitud
del alma, y el sadhana espiritual debe tener por objeto obtener la emancipación
respecto de esta esclavitud. Por lo tanto, la renuncia externa a las cosas de este
mundo se cuenta a menudo entre los sadhanas que conducen hacia la
Liberación. Esta renuncia externa no es absolutamente necesaria aunque tenga
su valor. Lo que se necesita es renunciar interiormente a anhelar las cosas de
este mundo. Cuando renunciamos a estos deseos, poco importa si el alma
renunció o no externamente a las cosas de este mundo porque interiormente se
libró del mundo ilusorio de las formas y se preparó para el estado de Mukti. El
desapego es una parte importante del sadhana del conocimiento.

La meditación
La meditación es otro medio con el que se busca el conocimiento espiritual.
No hay que considerar a la meditación como un interés extraño y peculiar de
quienes viven en cuevas. Cada persona siempre se encuentra meditando sobre
una cosa u otra. La diferencia entre esta meditación natural y la de un aspirante
consiste en que este último piensa de manera sistemática y organizada en cosas
que tienen importancia espiritual. La meditación, como sadhana, puede ser
personal o impersonal.
La meditación es personal cuando se enfoca en quien es espiritualmente
perfecto. Un objeto adecuado para la meditación personal puede tomarse (de
acuerdo con la inclinación del aspirante) del Avatar o de los Maestros Perfectos
vivos o del pasado. Mediante esta meditación personal, el aspirante se embebe
de todas las cualidades divinas y del conocimiento espiritual del Maestro.
Puesto que esta meditación implica amor y entrega personal, induce la gracia
del Maestro, la única que puede brindar la Realización final. De modo que el
sadhana de la meditación personal hace no sólo que el aspirante se vuelva
similar al Maestro sobre el cual medita, sino que también le prepara el camino
para que se una en la Verdad con el Maestro.
La meditación impersonal atañe al aspecto sin forma e infinito de Dios. Esto
puede conducir a la persona hacia la realización del aspecto impersonal de
Dios, pero en su totalidad esta meditación es estéril a menos que el aspirante se
haya preparado debidamente a través de la meditación personal y una vida
virtuosa. En la realización final de la Infinitud, no hay limitación de la
personalidad ni distinciones entre los opuestos de bien y mal. A fin de lograr la
Realización hemos de pasar de lo personal a lo impersonal, y del bien a Dios,
quien se halla más allá de los opuestos del bien y del mal. Otra condición para
llegar a la Verdad mediante la meditación impersonal es que el aspirante ha de
ser capaz de aquietar su mente de manera absoluta. Esto es posible solamente
cuando los diversos sanskaras (impresiones) desaparecieron de la mente.
Puesto que la eliminación final de los sanskaras solamente es posible mediante
la gracia del Maestro, éste es indispensable para tener éxito incluso en el
sendero de la meditación impersonal.

El uso del discernimiento y de la intuición

El sadhana del conocimiento, sigue siendo incompleto a menos que el


aspirante practique un discernimiento constante y devele sus más elevadas
intuiciones. La realización de Dios llega al aspirante que usa tanto el
discernimiento como sus intuiciones acerca de los verdaderos e imperecederos
valores. El conocimiento infinito está latente en todos, pero no ha sido
develado. El modo de acrecentar el conocimiento consiste en poner en práctica
esa porción de sabiduría espiritual que una persona puede llegar a tener. Las
enseñanzas que llegaron a la humanidad por medio de los Maestros de la
sabiduría y la innata percepción de los valores que el aspirante trae consigo
arrojan luz suficiente sobre el siguiente paso que él ha de dar. Lo difícil es
actuar sobre el conocimiento que él tiene. Uno de los mejores métodos
tendientes a acrecentar nuestra sabiduría espiritual consiste en utilizar el
conocimiento que ya tenemos. Si ha de ser fructífero, el sadhana del
conocimiento debe implementarse a cada paso haciendo debido hincapié en la
acción. El discernimiento deberá guiar la vida cotidiana y las más elevadas
intuiciones deberán inspirarla.

La importancia de la acción

El karma-yoga, o sendero de la acción, consiste en actuar de acuerdo con las


mejores intuiciones del corazón, sin temor ni vacilación. Lo que cuenta en el
sadhana no es la mera teoría sino la práctica. La cabal práctica es mucho más
importante que la firme teoría. Por supuesto, la práctica basada en el
conocimiento correcto será más fructífera; sin embargo, un error que se cometa
durante la práctica puede procurar valiosas lecciones. Pero, la mera
especulación teórica sigue siendo espiritualmente estéril aunque sea impecable.
De manera que una persona que, sin mucha instrucción, pronuncia
sinceramente el nombre de Dios y cumple con entusiasmo sus humildes
deberes, puede estar más cerca de Dios que quien conoce toda la metafísica del
mundo pero no permite que sus teorías modifiquen su vida cotidiana.

Un cuento esclarecedor

La diferencia entre la importancia de la teoría y la práctica comparadas en el


campo de los sadhanas puede ilustrarse mediante el famoso cuento del asno.
Un asno, que había estado recorriendo un camino durante mucho tiempo,
sintió hambre y vio dos parvas de pasto, una a cierta distancia a la derecha del
camino y la otra a cierta distancia a la izquierda del camino. Ahora bien, el
asno pensó que era sumamente importante estar absolutamente seguro de cuál
de las dos parvas era claramente la mejor antes de poder decidir con
inteligencia si se dirigiría a una más bien que a la otra. Si al decidirlo no
pensara concienzudamente ni tuviera suficientes razones para preferir una u
otra, actuaría por impulso y su acción no sería inteligente.
Por lo tanto, primeramente estudió la distancia en la que las dos parvas
estaban respectivamente ubicadas desde el camino que él estaba recorriendo.
Para su desgracia, tras considerarlo minuciosamente, llegó a la conclusión de
que las parvas se hallaban a igual distancia del camino. Fue por eso que se
preguntó si debía considerar alguna otra cosa que le permitiera elegir
“acertadamente” y especuló sobre los respectivos tamaños de ambas parvas.
Incluso con este segundo intento de estar teóricamente seguro antes de actuar,
sus esfuerzos no se vieron coronados por el éxito porque llegó a la conclusión
que las dos parvas eran de igual tamaño. Entonces, con la tenacidad y paciencia
de un asno estudió otras cosas, como por ejemplo, la calidad del pasto. Pero el
destino quiso que, después de todo lo que comparó y pensó, las dos parvas
resultaran ser igualmente deseables.
Al final, como el asno no pudo descubrir un factor decisivo que hiciera que
su preferencia pareciera teóricamente firme, no se encaminó hacia ninguna de
las dos parvas sino que siguió de largo cansado y hambriento como antes, sin
sentirse para nada mejor por haberse encontrado con aquellas dos parvas. Si el
asno se hubiera encaminado hacia una de ellas, sin insistir sobre la certeza
teórica de haber elegido sabiamente, tal vez se habría dirigido hacia la parva
que no era tan buena como la otra. Y a pesar de cualquier error que su juicio
intelectual hubiera cometido, él habría estado infinitamente mejor desde un
punto de vista práctico.
En la vida espiritual no es necesario tener un mapa completo del sendero
para empezar a transitarlo. Por el contrario, insistir en tener tan completo
conocimiento sobre ese mapa puede realmente obstaculizar en lugar de ayudar
a avanzar por el sendero. Los secretos más profundos de la vida espiritual se
desentrañan para quienes se arriesgan y la experimentan con audacia. Porque
esos secretos no están destinados al holgazán que busca garantías a cada paso.
Quienes desde la playa especulen acerca del océano, lo único que conocerán es
su superficie, pero quienes conocen las profundidades del océano deben estar
dispuestos a sumergirse en él.
El servicio desinteresado

La realización del sadhana del karma-yoga exige que la acción surja de la


percepción de la Verdad. La acción iluminada no ata porque no está enraizada
en el ego y es desinteresada. El egoísmo representa a la ignorancia, mientras
que el altruismo es un reflejo de la Verdad. La real justificación para una vida
de servicio desinteresado no hemos de encontrarla en ulteriores resultados o
consecuencias sino en el valor intrínseco de esa vida. Lo paradójico de la acción
desinteresada estriba en el hecho de que aporta al aspirante mucho más de lo
que jamás podría éste alcanzar dentro del campo del egoísmo ignorante. El
egoísmo genera una vida reducida que gira en torno de la falsa idea de un
individuo limitado y separado, mientras que la acción desinteresada
contribuye a disipar la ilusión de la separatividad y resulta ser el pórtico hacia
la vida ilimitada en la que existe el Desprendimiento Total. Lo que una persona
tiene puede perderlo, y lo que él desea tener tal vez nunca lo obtenga, pero si
se desprende de algo con espíritu de ofrenda a Dios, ya lo ha recuperado. Éste
es el sadhana del karma-yoga.

Amor

El sadhana del amor (bhakti) es aún más importante que los sadhanas del
conocimiento y de la acción. El amor es su propia excusa para existir. Es
completo en sí mismo, sin necesidad de complementos. Los más grandes
santos se contentaron con amar a Dios sin desear otra cosa. El amor no es amor
si se basa en alguna expectativa. En la intensidad del amor divino el amante se
vuelve uno con el Amado. No hay mayor sadhana que el amor, no hay ley
superior al amor, y no hay meta que esté más allá del amor, pues el amor se
torna infinito en su estado divino. Dios y el amor son idénticos, y quien tiene
amor divino ya tiene a Dios.

Del esfuerzo a la ausencia de esfuerzo

Se puede considerar al amor tanto como formando parte del sadhana como
de la meta. El valor intrínseco del amor es tan evidente que a menudo se piensa
que es un error considerarlo un sadhana que tenga alguna otra finalidad. En
ningún sadhana la fusión en Dios es tan fácil y completa como en el amor. El
sendero hacia la Verdad es alegre y sin esfuerzo cuando el amor es el genio que
lo preside. Por regla general, el sadhana implica esfuerzo y, a veces, incluso
esfuerzo desesperado, como en el caso de un aspirante que tal vez pugne por
desapegarse frente a las tentaciones. En el amor la sensación de esfuerzo no
existe porque es espontáneo. La espontaneidad es la esencia de la verdadera
espiritualidad. El supremo estado de consciencia, en el cual la mente se funde
por completo en la Verdad, se conoce como Sahajawastha, el estado de
espontaneidad ilimitada, en el que el conocimiento del Ser es ininterrumpido.
Una de las paradojas conectadas con el sadhana espiritual es que todo el
esfuerzo del aspirante apunta a llegar a un estado en el que el esfuerzo no
existe.

Historia sobre el ciervo almizclero

Hay un bello relato acerca de un kasturi-mriga, o ciervo almizclero, que pone


de relieve el carácter de todo sadhana espiritual. Una vez, mientras vagaba y
retozaba por colinas y valles, el kasturi-mriga percibió de repente un aroma
exquisito que nunca antes había conocido. Aquel aroma agitó tan
profundamente lo más recóndito de su alma que decidió averiguar de dónde
provenía. Su anhelo era tan intenso que, a pesar de los fríos rigurosos y de los
intensos calores, el ciervo continuó, tanto de día como de noche, buscando
desesperadamente el origen de aquella agradable fragancia. Impávido, sin
miedo ni titubeos, prosiguió su infructuosa búsqueda hasta que al final,
trastabilló en un risco, cayó al vacío y sufrió una herida fatal. Mientras
exhalaba su último suspiro, el ciervo descubrió que el aroma que había
embelesado su corazón e inspirado todos sus esfuerzos provenía del centro de
su propio vientre. Este último momento de su vida fue el más feliz, y en su
rostro había una paz inefable.

La meta del sadhana es el conocimiento de Sí Mismo

Todos los sadhanas espirituales se parecen a los esfuerzos del kasturi-mriga.


La fructificación final del sadhana implica que el ego del aspirante cesa de
existir. En ese momento, el aspirante comprende que él mismo ha sido, en un
sentido, el objeto de toda su búsqueda y todos sus esfuerzos. Todo lo que
sufrió y disfrutó –todos sus riesgos y aventuras, todos sus sacrificios y
esfuerzos desesperados– tenían como propósito lograr el verdadero
conocimiento de Sí Mismo, en el cual él pierde su limitada individualidad sólo
para descubrir que es realmente idéntico a Dios, quien está en todo.

EL AVATAR

Toda criatura viviente busca consciente o inconscientemente una cosa. La


búsqueda es inconsciente en las formas de vida inferiores y en los seres
humanos menos avanzados, y es consciente en los seres humanos avanzados.
Al objeto de la búsqueda se lo denomina de muchas formas: felicidad, paz,
libertad, verdad, amor, perfección, realización del Ser, realización de Sí Mismo,
realización del Yo, realización de Dios, unión con Dios. Esencialmente es una
búsqueda de todo eso, pero de un modo especial. Todos tienen momentos de
felicidad, vislumbres de la verdad y fugaces experiencias de unión con Dios; lo
que quieren es hacer que sean permanentes. Quieren establecer una realidad
permanente en medio del cambio constante.
Este deseo natural se basa fundamentalmente en un recuerdo –difuso o
claro, pues la evolución del alma individual puede ser baja o alta– de su
unidad esencial con Dios, pues toda cosa viva es una manifestación parcial de
Dios, condicionada solamente por su falta de conocimiento de su propia
naturaleza verdadera. De hecho, la evolución en conjunto es a partir de la
divinidad inconsciente hacia la divinidad consciente, en la que Dios mismo,
esencialmente eterno e inmutable, asume una infinita variedad de formas,
disfruta una infinita variedad de experiencias, y trasciende una infinita
variedad de limitaciones que él mismo se impone. Desde el punto de vista del
Creador, la evolución es un juego divino, en el que el Incondicionado pone a
prueba la infinitud de su conocimiento, poder y dicha absolutos en medio de
toda condición. Pero la evolución desde el punto de vista de toda criatura, con
su conocimiento, poder y capacidad limitados para disfrutar la dicha es una
epopeya en la que el descanso y la lucha, la alegría y el pesar, y el amor y el
odio se alternan hasta que, en el hombre perfeccionado, Dios equilibra los
pares de opuestos y se trasciende la dualidad.
Entonces la criatura y el Creador se reconocen como Uno, se establece lo
inmutable en medio del cambio, y se experimenta la eternidad en medio del
tiempo. Dios se conoce como Dios, inmutable en esencia, infinito en la
manifestación, experimentando siempre la suprema dicha de la realización del
Ser en un conocimiento continuamente nuevo en Sí Mismo por Sí Mismo. Esta
Realización debe tener lugar, y ciertamente lo tiene solamente en medio de la
vida, pues la limitación sólo puede experimentarse y trascenderse en medio de
la vida, pudiendo disfrutarse la subsiguiente libertad respecto de la limitación.
Esta libertad respecto de la limitación asume tres formas.
En su mayoría, las almas que realizaron a Dios abandonan el cuerpo al
instante y para siempre, y permanecen eternamente fundidas en el aspecto
inmanifiesto de Dios. Sólo son conscientes de la dicha de la Unión. La creación
no existe más para ellas. Su constante ronda de nacimientos y muertes tocó a
su fin. Esto se conoce como Mukti, o Liberación.
Algunas almas que realizaron a Dios retienen el cuerpo por un tiempo, pero
su consciencia se funde por completo en el aspecto inmanifiesto de Dios y, por
lo tanto, no son conscientes de sus cuerpos ni de la creación. Experimentan
constantemente la dicha, el poder y el conocimiento infinitos de Dios, pero no
pueden usarlos conscientemente en la creación ni ayudar a los demás a que
alcancen la Liberación. No obstante, su presencia en la Tierra semeja un foco
para que el poder, el conocimiento y la dicha infinitos de Dios se concentren e
irradien, y quienes se acercan a ellos y los sirven y reverencian se benefician
espiritualmente con su contacto. Estas almas se llaman Majzubs-e-Kamil, y este
tipo especial de Liberación se llama Videh Mukti, o liberación con el cuerpo.
Unas pocas almas que realizaron a Dios conservan el cuerpo, pero son
conscientes de sí mismas como Dios en sus aspectos inmanifiesto y manifiesto.
Se conocen tanto como inmutable Esencia divina y como su manifestación
infinitamente variada. Se experimentan como Dios aparte de la creación; como
Dios Creador, Conservador y Destructor de toda la creación; y como Dios que
ha aceptado y trascendido las limitaciones de la creación. Estas almas
experimentan constantemente la paz absoluta y el conocimiento, el poder y la
dicha infinitos de Dios. Disfrutan al máximo el juego divino de la creación. Se
conocen como Dios en todas las cosas; por lo tanto, son capaces de ayudar
espiritualmente a todas las cosas y, de esta manera, ayudan a otras almas a
realizar a Dios, como Majzubs-e-Kamil, Paramhansas o Jivanmuktas, o incluso
como Sadgurus, que es su propia denominación.
En el mundo y en todas las épocas hay cincuenta y seis almas que realizaron
a Dios. En cuanto a consciencia son siempre Una. Difieren siempre en cuanto a
función. En su mayoría viven y trabajan independientemente del público en
general, sin que éstos las conozcan, pero cinco de ellas, que en un sentido
actúan como un cuerpo rector, trabajan siempre en público y llegan a ser
públicamente eminentes e importantes. Se las conoce como Sadgurus, o
Maestros Perfectos. Durante los períodos Avatáricos, el Avatar, como el
Sadguru Supremo, ocupa su lugar como jefe de este cuerpo y de la jerarquía
espiritual en su conjunto.
Los períodos Avatáricos semejan la primavera de la creación. Ponen en
circulación un nuevo poder, un nuevo despertar de la consciencia y una nueva
experiencia de vida, no tan sólo para unos pocos sino para todos. Cualidades
de energía y percepción que habían sido usadas y disfrutadas solamente por
unas pocas almas avanzadas son puestas a disposición de toda la humanidad.
En su conjunto, la vida asciende a un nivel superior de consciencia y se adecua
a un nuevo ritmo energético. Un paso fue la transición de la sensación a la
razón, y el otro será de la razón a la intuición.
Este nuevo influjo del impulso creativo se manifiesta por medio de una
personalidad divina, una encarnación de Dios en un sentido especial: el
Avatar. El Avatar fue la primer alma individual surgida del proceso evolutivo
e involutivo como Sadguru, y Él es el único Avatar que se manifestó siempre y
se manifestará siempre. Por medio de Él, Dios primeramente completó la
travesía desde la divinidad inconsciente hasta la divinidad consciente, y
primero inconscientemente devino hombre a fin de llegar a ser Dios
conscientemente. Por medio de Él, Dios se hace hombre conscientemente, en
forma periódica, para la liberación de la humanidad.
El Avatar aparece en diferentes formas, con diferentes nombres, en
diferentes épocas y en diferentes partes del mundo. Puesto que su aparición
coincide siempre con la regeneración espiritual del hombre, el período
inmediatamente precedente a su manifestación es siempre aquél en el que la
humanidad sufre los agudos dolores de un próximo renacer. El hombre parece
estar más esclavizado que nunca por el deseo, más impulsado que nunca por la
codicia, más dominado que nunca por el temor, y más azotado que nunca por
la ira. Los fuertes dominan a los débiles, los ricos oprimen a los pobres, y las
muchedumbres son explotadas para beneficio de los pocos que ejercen el
poder. Sin hallar paz ni descanso, el individuo procura olvidarse buscando
mayores estímulos. La inmoralidad va en aumento, la delincuencia medra y la
religión es ridiculizada. La corrupción se extiende por toda la sociedad
organizada. Se despierta y fomenta el odio entre clases sociales y naciones.
Estallan guerras. La humanidad desespera. Parece no haber posibilidad de
contener la marea de destrucción.
El Avatar aparece en este momento. Puesto que Él es la total manifestación de
Dios en forma humana, semeja una escala con la que el hombre puede medir lo
que es y lo que puede llegar a ser. Reajusta el estándar de los valores humanos,
interpretándolos en función de una vida divinamente humana.
Le interesa todo, pero nada le preocupa. La más leve desgracia puede
suscitar su compasión; la tragedia más enorme no lo acongojará. Se encuentra
más allá de las alternancias del dolor y el placer, del deseo y la satisfacción, del
descanso y la lucha, y de la vida y la muerte. Todas estas cosas son, por igual,
ilusiones que Él trascendió pero que atan a los demás, y de las que Él vino a
liberarlos. Él utiliza toda circunstancia como un medio para conducir a los
demás hacia la Realización.
Sabe que los individuos no cesan de existir cuando mueren y, por lo tanto, la
muerte no lo preocupa. Sabe que la destrucción debe preceder a la
construcción, que la paz y la dicha nacen del sufrimiento, y que la liberación
respecto de las ataduras de la acción es resultado de la lucha. Lo único que le
concierne es aquello de lo cual se ocupa.
Despierta, en quienes toman contacto con Él, un amor que consume todos los
deseos egoístas en la llama de un único deseo: servirle. Quienes le consagran la
vida gradualmente se identifican con Él en cuanto a su consciencia. La
humanidad de esos seres se absorbe poco a poco en la divinidad de Él, y se
liberan. A quienes están más cerca de Él se los conoce como su Círculo.
Cada Sadguru tiene un Círculo íntimo de doce discípulos que, al llegar a
realizarse, se igualan al Sadguru mismo, aunque sean diferentes de él en
cuanto a función y autoridad. El Avatar tiene, durante los períodos Avatáricos,
un Círculo de diez Círculos concéntricos que totalizan ciento veinte discípulos,
todos los cuales eventualmente experimentan la Realización y trabajan para
liberar a los demás. El Avatar y sus discípulos trabajan no solamente para la
humanidad contemporánea sino también para la posteridad. El desarrollo de la
vida y la consciencia de todo el ciclo Avatárico, trazado en el mundo de la
creación antes de que el Avatar tome forma, se ratifica y fija en los mundos de
las formas físicas durante la vida del Avatar sobre la Tierra.
El Avatar despierta a la humanidad contemporánea para que reconozca su
propia naturaleza espiritual verdadera, da liberación a quienes están
preparados, y acelera la vida del espíritu en su época. Queda para la
posteridad el estimulante poder de su ejemplo divinamente humano: de
nobleza, por una vida supremamente vivida; de amor sin mezcla de deseo; de
poder utilizado exclusivamente en favor de los demás; de paz no turbada por
la ambición; y de conocimiento no oscurecido por la Ilusión. Él demostró que
es posible vivir divinamente en pro de toda la humanidad, vivir celestialmente
en la Tierra. Quienes sean suficientemente valerosos e íntegros podrán seguir
ese camino cuando quieran.
Quienes están espiritualmente despiertos fueron conscientes, durante un
tiempo, de que el mundo atraviesa actualmente un período como el que
siempre precede a las manifestaciones Avatáricas. Incluso los hombres y
mujeres que no despertaron están tomando consciencia de esto ahora. Desde la
oscuridad en la que se hallan están buscando la luz; acongojados como están,
anhelan consuelo; desde la lucha en la que están sumidos, rezan por la paz y la
liberación.
Por ahora deberán ser pacientes. La ola de destrucción aún debe elevarse y
esparcirse más todavía. Pero cuando el hombre desee, desde lo recóndito de su
corazón algo más duradero que la riqueza y algo más real que el poder
material, la ola retrocederá. Entonces vendrá la paz, vendrá la alegría y vendrá
la luz.
No está muy lejos el día en que yo rompa mi silencio y dé la señal para
manifestarme públicamente. Traigo el máximo tesoro que el hombre podrá
recibir, un tesoro que incluirá todos los otros tesoros, que durará eternamente,
y que aumenta cuando se lo comparte con los demás. Prepárense para
recibirlo.

EL HOMBRE-DIOS
Primera Parte:
Los aspirantes y los seres que realizaron a Dios

La alegría de la Ebriedad Divina

Los aspirantes avanzados pasan, incluso antes de realizar a Dios, por


estados de consciencia que, en cierto modo, son afines al estado de realización
de Dios. Por ejemplo, los masts y las almas avanzadas de los planos superiores
dejan de tener deseos y se sumen en el júbilo de la Ebriedad Divina. Puesto que
lo único que les interesa es Dios, se convierten en receptores de la felicidad
única que caracteriza al estado de Dios. Su amado no es otro que Dios, y su
único anhelo es Dios. Dios es para ellos no solamente el único Amado sino
también la única Realidad que importa. Desapegados de todo, excepto de Dios,
no los afectan los placeres ni los dolores a los que están sujetas las personas
mundanas. Son felices porque se hallan siempre frente al Amado divino que es
el océano mismo de la felicidad.

Los poderes de los aspirantes avanzados

Los aspirantes avanzados no sólo participan en algunos privilegios del


estado Divino sino que también poseen grandes poderes ocultos (siddhis).
Desde el punto de vista relacionado con los poderes que posean, los aspirantes
pertenecen a diferentes tipos. Por ejemplo, incluso en el primer plano el
aspirante empieza a ver luces y colores, a oler perfumes, y a oír la música del
mundo sutil. Quienes están más avanzados pueden ver y oír cosas a cualquier
distancia. Algunos aspirantes ven el mundo físico como si fuera un espejismo.
Otros aspirantes avanzados pueden adoptar un cuerpo nuevo inmediatamente
después de morir. Algunos representantes de los Maestros Perfectos tienen tal
control sobre el mundo físico que pueden cambiar de cuerpo a voluntad. Se los
llama abdal, según la tradición sufí. Todos estos logros de los aspirantes
avanzados pertenecen al mundo fenoménico. El ámbito de sus poderes es el de
la Ilusión, y los milagros que realizan no significan necesariamente que se
encuentren de alguna manera más cerca del estado Divino.

Los diferentes estados de los aspirantes

También desde el punto de vista de la consciencia, los aspirantes son de


varios tipos, de acuerdo con la dirección en la que avanzaron y su proximidad
al estado de Dios. Algunos se embriagan con sus poderes extraordinarios y,
bajo la tentación de usarlos, hacen una larga pausa en su marcha hacia Dios,
quedando detenidos en la consciencia de los planos intermedios. Algunos se
obnubilan y confunden, e incluso se autoengañan. Otros quedan atrapados en
un coma. Hay algunos que tratan dificultosamente de descender a la
consciencia física repitiendo un acto físico o una frase muchas veces. Están los
que, en su divina embriaguez, son tan indiferentes a la vida del mundo físico
que su comportamiento externo se parece en todo aspecto al de los dementes.
Y hay algunos que recorren el sendero espiritual mientras cumplen deberes
propios de este mundo.

El estado del unmatta

Algunos aspirantes avanzados, debido a sus elevados estados de


consciencia, son dignos de adoración, pero de ningún modo se los puede
comparar con los seres que realizaron a Dios en lo que atañe a belleza
espiritual y perfección del estado interior de consciencia o a sus poderes. Todos
los aspirantes, hasta el sexto plano, son limitados por la consciencia finita, y
todos se hallan en el campo de la dualidad y la Ilusión. Los aspirantes son
principalmente felices: esto se debe a su contacto y comunión con Dios. El
júbilo de estar internamente en compañía del Amado divino es tan grande que
se comportan desequilibradamente. Como resultado de esto, en su estado de
Embriaguez Divina que no pueden controlar, es probable que insulten a las
personas, les tiren piedras y se comporten como si fueran posesos. Su estado es
descripto frecuentemente como el del unmatta. Debido a ese júbilo desbordante
e incontrolado, propio de su contacto interno con el divino Amado, no hacen
caso para nada de las normas o valores del mundo. Su total desapego los torna
tan intrépidos que su manera de expresarse suele confundirse fácilmente con
un comportamiento peculiarmente intratable.

La armonía y la felicidad de los que realizaron a Dios

El alma sólo puede controlar plenamente su júbilo cuando llega a realizar a


Dios en el séptimo plano. La ilimitada felicidad que es suya desde la eternidad
de ninguna manera desequilibra a la persona porque ahora está establecida
permanentemente en el equilibrio de la no-dualidad. Ya no es afectada por la
desmesura del amor y la dicha recién encontrados. También toca a su fin la
inestabilidad ocasional debida a su júbilo cada vez mayor a medida que más se
aproxima a Dios porque ahora está inseparablemente unido con Él. Desaparece
en el Amado divino y se funde en Él, que es el océano infinito de ilimitada
felicidad. La felicidad de la persona que realizó a Dios es incondicional y se
sostiene por sí misma. Por lo tanto, es eternamente la misma, sin flujo ni
reflujo. La finalidad alcanzada es incondicional, y su ecuanimidad,
inexpugnable.
La felicidad de los aspirantes nace de su creciente proximidad e intimidad
más estrecha con el Amado divino, quien sin embargo sigue permaneciendo
externalizado como el Otro, mientras la felicidad de quien realizó a Dios es un
aspecto inalienable del estado de Dios, en el que la dualidad no existe. La
felicidad de los aspirantes es derivada, pero la felicidad de quienes realizaron a
Dios está basada en su mismísimo Ser. La felicidad de los aspirantes proviene
de la merced de la gracia divina, pero la felicidad de quienes realizaron a Dios
meramente ES.

Las diferencias en relación con el universo

Cuando una persona llega a realizar a Dios posee poder, conocimiento y


dicha infinitos. Estas características intrínsecas de la realización interior son
siempre las mismas a pesar de diferencias menores, las cuales originan y
permiten distinguir ciertos tipos de seres que realizaron a Dios. Estas
diferencias entre los que realizaron a Dios son puramente extrínsecas y sólo
pertenecen a la relación que ellos tienen con el universo. Éstas no crean grados
espirituales jerárquicos entre los que realizaron a Dios, quienes son todos
perfectos y Uno con toda vida y existencia. Sin embargo, desde el punto de
vista de la creación, estas diferencias entre los que realizaron a Dios no sólo son
claras sino también dignas de notar. Después de realizar a Dios, algunas de las
almas abandonan todos sus cuerpos y permanecen inmersos eternamente en la
consciencia de Dios. Dios es para ellas la única Realidad, y el universo entero
es igual a cero. Se hallan tan completamente identificadas con el aspecto
impersonal de la Verdad que no tienen vínculos directos con el mundo de las
formas.

Majzubs-e-Kamil

Algunas almas que realizaron a Dios retienen sus cuerpos físico, sutil y
mental pero, al estar absortas en la consciencia de Dios, no son para nada
conscientes de que sus cuerpos existen. Otras almas siguen viendo en la
creación estos cuerpos y los tratan como si fueran personas encarnadas, pero
estos cuerpos existen solamente desde el punto de vista del observador. A esas
personas que realizaron a Dios se las llama Majzubs-e-Kamil, según el léxico
sufí. Estos Majzubs no usan conscientemente sus cuerpos porque su
consciencia está totalmente absorta en Dios, sin enfocarse en los cuerpos o en el
universo. En lo que a ellos respecta, tanto sus propios cuerpos como el mundo
de las formas no existen, por lo tanto de ningún modo usan sus cuerpos en
relación con el mundo de las formas. Sin embargo, sus cuerpos son
necesariamente centros desde los cuales se irradia y derrama, de manera
impremeditada y constante, la dicha, el conocimiento y el amor infinitos que
ellos disfrutan. Quienes los reverencian obtienen gran beneficio espiritual de
esta espontánea irradiación divina.

Algunas almas que realizaron a Dios son indiferentes a la creación

Además de la consciencia Divina, algunos seres que realizaron a Dios son


conscientes de la existencia de otras almas que aún están en la esclavitud.
Saben que todas estas almas son formas del Paramatma (Alma Universal), y que
todas ellas están destinadas a lograr un día la Emancipación y la realización de
Dios. Al poseer este conocimiento, permanecen indiferentes a las vicisitudes
provisorias y cambiantes de las almas que están en la esclavitud. Estas almas
que realizaron a Dios saben que, así como ellas mismas realizaron a Dios, otros
también lo harán en algún momento. Sin embargo, no les importa acelerar la
realización de Dios en quienes están en la esclavitud ni se interesan
activamente en el proceso temporal de la creación.

El Hombre-Dios (Sadguru)

Poquísimas almas que realizaron a Dios poseen no sólo consciencia Divina


sino que también son conscientes de la creación y de sus propios cuerpos. Se
interesan activamente en las almas que están en la esclavitud y usan
conscientemente sus propios cuerpos para su labor en la creación, ayudando a
otras almas en su marcha hacia Dios. Este tipo de alma que realizó a Dios se
llama Hombre-Dios, Maestro Perfecto, Sadguru, Qutub o Salik-e-Mukammil. El
Hombre-Dios se experimenta como el centro de todo el universo, y cada uno –
encumbrado o humilde, bueno o malo– se halla a la misma distancia de él.
Según la tradición sufí, este centro se llama Qutub; el Qutub controla todo el
universo por medio de sus representantes.

El Dios-Hombre (Avatar)

Cuando el hombre se convierte en Dios y retiene la consciencia de la


creación, se lo llama Hombre-Dios, pero cuando Dios se convierte en hombre,
se lo llama Dios-Hombre, Mesías o Avatar. El Dios-Hombre, el primer
Sadguru, fue el primero en emerger del proceso de la evolución y la
involución; y Él ayuda a todas las almas esclavas mediante sus recurrentes
advenimientos. Sin embargo, desde el punto de vista de las características
fundamentales de la consciencia y de la naturaleza de su labor en la creación, el
Avatar es como cualquier otro Sadguru (Hombre-Dios). El Avatar y el Sadguru
nunca pierden la consciencia Divina siquiera un instante aunque se dediquen a
toda clase de actividades relacionadas con la creación. Ni uno ni otro tiene una
mente finita y limitada; ambos trabajan por medio de la mente universal cuando
desean ayudar a otras almas.
EL HOMBRE-DIOS

Segunda Parte:
El Estado del Hombre-Dios

Convertirse en Dios

Dios es el más significativo de todos los temas que los hombres estudian. Sin
embargo, el estudio meramente teórico de Dios no lleva muy lejos al aspirante
hacia el propósito real de la vida humana, aunque siempre es mejor estudiar a
Dios que ignorar completamente su existencia. Buscar intelectualmente a Dios
es infinitamente mejor que ser un mero escéptico o agnóstico. Y es mucho
mejor sentir a Dios que estudiarlo por medio del intelecto, aunque incluso
sentir a Dios es menos importante que experimentarlo. Sin embargo, incluso
experimentarlo no da la verdadera naturaleza de la Divinidad porque Dios,
como el objeto de la experiencia, sigue siendo diferente y ajeno al aspirante. El
aspirante sólo conoce la verdadera naturaleza de Dios cuando llega a unirse
con Él, desapareciendo en su Ser. De manera que es mejor estudiar a Dios que
ignorarlo; es mejor sentir a Dios que estudiarlo; es mejor experimentar a Dios
que sentirlo; y es mejor convertirse en Dios que experimentarlo.

La certidumbre suprema

Al estado de realización de Dios no lo afectan las dudas que oscurecen las


mentes de quienes están en la esclavitud. Quienes están en la esclavitud se
hallan en constante estado de incertidumbre acerca “de dónde vienen” y “hacia
dónde van”. Por otra parte, quienes realizaron a Dios están en el centro mismo
de la creación, en el que se conoce su origen y su final. La persona que realizó a
Dios sabe que ella misma es Dios, con tanta seguridad como una persona
corriente sabe que ella no es un animal sino un ser humano. La duda, la
creencia, el autoengaño o la conjetura no cuentan para quien realizó a Dios,
porque se trata de una certidumbre suprema e inconmovible que no necesita
corroboraciones externas, y no le afectan las contradicciones de los demás
porque su certeza se basa en un continuo conocimiento de Sí Mismo. Nadie ni
nada puede cuestionar esta certidumbre espiritual. El alma realizada no puede
pensar de sí misma nada que no sea Dios, así como una persona corriente no
puede pensar de sí misma nada que ponga en duda que ella es un ser humano.
Sin embargo, la persona piensa que es lo que en realidad no es, mientras que el
alma que realizó a Dios sabe que ella misma es lo que en realidad es.

La gloria de la realización de Dios

La realización de Dios es la meta misma de toda la creación. Todos los goces


de esta Tierra, por enormes que sean, son solamente una sombra fugaz del
gozo eterno de la realización de Dios. Todos los conocimientos propios de este
mundo, por vastos que sean, son solamente un deformado reflejo de la Verdad
absoluta de la realización de Dios. Todos los poderes humanos, por
impresionantes que sean, son solamente un fragmento del poder infinito de la
Realización. Todo lo noble, bello y encantador, y todo lo magnifico, bueno e
inspirador que en el universo existe es tan sólo una fracción infinitesimal de la
gloria inmarcesible e inefable de la realización de Dios.

El precio de la realización de Dios

La dicha eterna, el poder infinito, la gloria imperecedera y la Verdad


absoluta de la realización de Dios no se logran gratuitamente. El alma
individualizada tiene que experimentar toda clase de adversidades y dolores, y
pugna por evolucionar, reencarnar e involucionar antes de poder heredar este
tesoro, el cual está oculto en el corazón mismo de la creación. El precio que
tiene que pagar para entrar en posesión de este tesoro es su propia existencia
como ego separado. La individualidad limitada deberá desaparecer
enteramente si ha de ingresar en el ilimitado Estado Divino.
La individualidad limitada que en una persona corriente de este mundo se
identifica con un nombre y una forma finitos, predomina y crea un velo de
ignorancia sobre el Dios interior. Si esta ignorancia ha de desaparecer, el
individuo limitado tiene que renunciar a su propia existencia limitada. Cuando
él desaparece de escena sin dejar rastros de su vida limitada, lo que queda es
Dios. Renunciar a la existencia limitada es renunciar al engaño, firmemente
arraigado, de tener una existencia separada. No es renunciar a algo real: es
renunciar a lo falso y así heredar la Verdad.

Dos aspectos del Hombre-Dios

Cuando una persona cruza los planos internos hacia la realización de Dios
deja de ser sucesivamente consciente tanto de los mundos físico, sutil y mental
como de sus propios cuerpos físico, sutil y mental. Pero después de realizar a
Dios, unas pocas almas descienden o bajan nuevamente y toman consciencia
de toda la creación –al igual que de sus cuerpos físico, sutil y mental– sin
comprometer su consciencia Divina. Solamente cinco de ellos funcionan como
Maestros Perfectos. Dios como Dios no es hombre conscientemente, y el
hombre como hombre no es Dios conscientemente; el Hombre-Dios es
conscientemente tanto Dios como hombre. Sin embargo, volviéndose
nuevamente consciente de la creación, el Hombre-Dios no sufre el más leve
deterioro en su jerarquía espiritual.

El Hombre-Dios no es afectado por la creación

Lo que es espiritualmente desastroso para el alma que aún está en la


esclavitud no es que sea meramente consciente de la creación sino el hecho de
que la creación afecta su consciencia a causa de los sanskaras. De manera que
la ignorancia tapa a la consciencia y esto impide la realización de la Divinidad
interior. Del mismo modo, lo que también es espiritualmente desastroso no es
que el alma sea meramente consciente de los cuerpos sino que se identifique con
ellos a causa de los sanskaras. Estos sanskaras impiden la Realización del Alma
infinita, la cual es la Realidad última y la base de toda la creación. Sólo en ella
ha de encontrarse el significado final de toda la creación.
El alma esclavizada está atada al mundo de las formas por una cadena de
sanskaras, los cuales crean la ilusoria identificación del alma con los cuerpos.
La desarmonía dentro de la consciencia y las deformaciones con las que se
exprese surgirán de la identificación sanskárica con los cuerpos, y no del mero
hecho de ser consciente de los cuerpos. Puesto que el Hombre-Dios está libre
de todo sanskara, es constantemente consciente de que es diferente de los
cuerpos, y los usa armoniosamente como meros instrumentos para expresar
con total pureza la voluntad Divina. Los cuerpos son para el Hombre-Dios
como la peluca para un calvo. El calvo se pone la peluca cuando va a trabajar
durante el día, y se la saca cuando se acuesta por la noche. De igual manera, el
Hombre-Dios usa sus cuerpos cuando los necesita para su labor, pero está libre
de ellos cuando no los necesita y sabe que son cabalmente diferentes de lo que
Él es verdaderamente como Dios.

La mutable sombra de Dios no puede afectar


la consciencia Divina

El Hombre-Dios sabe que es infinito y que está más allá de todas las formas,
y por lo tanto, con completo desapego puede permanecer consciente de la
creación sin que ésta le afecte. Lo falso del mundo fenoménico consiste en que
no se lo comprende apropiadamente, o sea, como una expresión ilusoria del
Espíritu infinito. La ignorancia consiste en considerar que la forma es completa
en sí misma, sin referencia alguna al Espíritu infinito del cual es la expresión.
El Hombre-Dios realiza la Verdad. Es consciente de la verdadera naturaleza de
Dios, al igual que de la verdadera naturaleza de la creación. Sin embargo, esto
no implica que tenga consciencia alguna de la dualidad porque la creación no
existe para él, salvo como mutable sombra de Dios. Él es la única Existencia
eterna y real, y está en el corazón de la creación. Por lo tanto, el Hombre-Dios
puede seguir estando consciente de la creación sin reducir su consciencia
Divina, y continúa su labor en el mundo de las formas para fomentar el
propósito prístino de la creación, el cual consiste en crear pleno conocimiento
del Ser, o realización de Dios, en todas las almas.

El Hombre-Dios trabaja por medio de la mente universal

Cuando el Sadguru desciende e ingresa en el mundo de las formas desde el


aspecto impersonal de Dios, adquiere mente universal, y sabe, siente y trabaja
por medio de esta mente universal. La limitada vida de la mente finita no
existe más para él, no existen más los dolores y goces de la dualidad, y
tampoco la vacuidad y vanidad del ego separatista. Es conscientemente Uno
con toda la vida. No sólo experimenta, mediante su mente universal, la
felicidad de todas las mentes, sino también el sufrimiento de ellas. Puesto que
en casi todas las mentes prepondera principalmente el sufrimiento sobre la
felicidad a causa de la ignorancia, el sufrimiento que de esa manera el Hombre-
Dios experimenta, por el estado en el que los demás se hallan, es infinitamente
mayor que la felicidad. El sufrimiento del Hombre-Dios es grande, pero la
dicha infinita del estado Divino, que él disfruta constantemente y sin esfuerzo,
lo sostiene en todos los sufrimientos que le sobrevienen, dejándolo impávido y
sin que lo afecten.

El Hombre-Dios se desprende de la mente universal


después de cumplir su misión

El alma individualizada no tiene acceso a la dicha infinita del estado Divino,


y su felicidad y su sufrimiento sanskáricos la perturban y afectan seriamente
debido a que, por su ignorancia, se identifica con la mente limitada. El Hombre-
Dios ni siquiera se identifica con la mente universal que él asume cuando
desciende al mundo. Utiliza la mente universal solamente para cumplir su
misión en el mundo, sin identificarse con ella, y puesto que la usa únicamente
para su trabajo, no lo afectan los sufrimientos ni la felicidad que la
identificación produce. Él se desprende de la mente universal una vez
terminada su tarea. Aunque esté trabajando en el mundo por medio de su
mente universal, él se sabe Dios eterno y único, y no la mente universal.

El sufrimiento del Hombre-Dios y del Dios-Hombre

La unión que el Hombre-Dios tiene con Dios es perfecta. Aunque descienda


a la dualidad para realizar su labor universal, sigue sin poder separarse de
Dios siquiera por un instante. En su estado normal, como hombre, tiene que
estar a la altura de todos, y comer, beber y sufrir como los demás. Sin embargo,
como conserva su Divinidad incluso mientras hace todas estas cosas,
experimenta constantemente paz, dicha y poder. Jesucristo sufrió en la cruz,
pero no fue perturbado por este sufrimiento. En el continuo conocimiento que
su Divinidad consciente le dio, supo al mismo tiempo que todo en el mundo
dual es ilusión, y dicho estado Divino lo sostuvo.

La Crucifixión
Como Dios, el Hombre-Dios experimenta todas las almas como la suya
propia. Se experimenta a Sí Mismo en todas las cosas, y su mente universal
incluye a todas las mentes. El Hombre-Dios se sabe Uno con todas las demás
almas que están en la esclavitud. Aunque se sabe idéntico a Dios, y así
eternamente libre, también sabe que es Uno con las demás almas en esclavitud,
de manera que está encadenado. Aunque es consciente de la dicha eterna de su
Estado Divino, también experimenta el sufrimiento infinito, debido a la
esclavitud de los demás de quienes Él sabe que son sus propias formas. Éste es
el significado de la Crucifixión del Cristo. Por así decirlo, el Hombre-Dios está
siendo crucificando continuamente, y está naciendo continuamente. El
propósito de la creación se ha realizado completamente en el Hombre-Dios.
Nada tiene que obtener para Sí Mismo permaneciendo en el mundo, pero
conserva su cuerpo y sigue usándolo para emancipar de la esclavitud a otras
almas y ayudarlas a alcanzar la consciencia de Dios.

La no-dualidad en medio de la dualidad

Incluso mientras trabaja en el mundo de la dualidad, el Hombre-Dios de


ninguna manera es limitado por la dualidad. En su estado Divino, la dualidad
de “yo” y “tú” se absorbe en el amor divino que todo lo abarca. El estado de
Perfección en el que el Hombre-Dios mora está más allá de todas las formas de
la dualidad y los opuestos. Es un estado de libertad ilimitada y plenitud sin par,
de inmortal dulzura y felicidad imperecedera, de divinidad impoluta y de
creatividad sin trabas. El Hombre-Dios está inseparablemente unido con Dios
para siempre y permanece en un estado de no-dualidad en medio mismo de la
dualidad. No solamente sabe que Él es Uno con todo, sino que también Él es el
Único. Desciende conscientemente desde el estado en el que es Dios al estado
en el que experimenta a Dios en todas las cosas. Por lo tanto, sus relaciones en
el mundo de la dualidad no solamente no lo atan sino que también reflejan la
gloria prístina de la Realidad única, la cual es Dios, y contribuyen a liberar a los
demás de su estado de esclavitud.

EL HOMBRE-DIOS
Tercera Parte:
El Trabajo del Hombre-Dios

Dar y recibir sin ataduras

Realizar a Dios es el fin eterno de la creación y la consumación y


fructificación atemporales del karma inteligente y sin ataduras. Las almas que
no realizaron a Dios aún se hallan en el campo de la dualidad, y sus
transacciones de mutuo toma y daca en diferentes ámbitos crean las cadenas de
deudas y haberes kármicos a los cuales no se puede escapar. Sin embargo, el
Hombre-Dios mora en la consciencia de la unidad, y todo lo que él hace, no
sólo no lo ata sino que también contribuye a emancipar a los demás que aún
viven en la ignorancia. En lo que atañe al Hombre-Dios, nadie se halla excluido
de su propio ser. Él se ve en todos, y puesto que todo lo que Él hace surge de
que es consciente de que la dualidad no existe, puede dar y recibir libremente
sin crear ataduras para sí ni para los demás.

El contacto con el Hombre-Dios es beneficioso para todos

Si una persona acepta sin reservas los dones que el Hombre-Dios derrama,
ella crea un vínculo que conservará hasta alcanzar la Libertad y la realización
de Dios. Si una persona sirve al Hombre-Dios, ofrendándole su vida y todo lo
que posee para servirle, crea un vínculo que acrecentará su progreso espiritual
atrayendo hacía sí la gracia y la ayuda del Hombre-Dios. De hecho, hasta la
oposición a la labor del Hombre-Dios a menudo resulta ser un comienzo de
desarrollo que conduce a la persona imperceptiblemente hacia Dios, porque
mientras se opone a la labor del Hombre-Dios, el alma está estableciendo un
vínculo y un contacto con Él. De manera que todo aquel que voluntaria o
involuntariamente entra en la órbita de las actividades del Hombre-Dios se
convierte de algún modo en receptor de un impulso espiritual.

El Hombre-Dios y los sacerdotes


La labor del Hombre-Dios en el universo es fundamentalmente diferente de
la clase de cosa en la que, en su mayoría, los sacerdotes o clérigos ponen su
corazón. Casi todos ellos asignan demasiada importancia a las formas externas,
a los rituales y a los convencionalismos. Puesto que no están libres de egoísmo,
estrechez mental o ignorancia, explotan a los débiles y crédulos planteándoles
el miedo al infierno y la esperanza de los cielos. Por otra parte, el Hombre-Dios
ha entrado para siempre en la vida eterna de amor, pureza, universalidad y
entendimiento. Por lo tanto, las únicas cosas que le atañen son las que
realmente importan y al final producen el desarrollo interior del espíritu en
todos aquellos a los que Él ayuda.
Quienes viven en la ignorancia pueden usar el mismo lenguaje del Hombre-
Dios por autoengaño o egoísmo deliberado, y tratar de imitarlos en muchas
cosas externas asociadas con la vida del Hombre-Dios. Sin embargo, por la
naturaleza misma de sus limitaciones espirituales, no pueden imitar realmente
al Hombre-Dios en cuanto a su conocimiento perfecto, infinita dicha o poder
ilimitado. Estos atributos pertenecen al Hombre-Dios en virtud de que alcanzó
la unidad con Dios.

El autoengaño y la hipocresía

Quienes viven en la ignorancia carecen de los rasgos fundamentales del


Hombre-Dios. Y si por autoengaño o hipocresía procuran adoptar la pose de
un Hombre-Dios, en algún momento su autoengaño o fingimiento queda
invariablemente al descubierto. Si una persona adopta un modo de vivir
debido a su autoengaño, su situación es desdichada. Cree ser lo que no es, y
piensa que sabe lo que en realidad no sabe. Pero si la persona es sincera en
todo lo que piensa o hace, no hay que culparla, aunque con cierta limitación
pueda llegar a ser un peligro potencial para los demás. Sin embargo, el
hipócrita sabe que no sabe y finge ser lo que no es por razones egoístas. Al
actuar así crea una grave atadura kármica para sí mismo. Aunque sea fuente
de considerable peligro para los débiles y crédulos, no podrá seguir engañando
deliberada e indefinidamente, pues con el paso del tiempo queda
automáticamente al descubierto por algo que pretende y que es incapaz de
sustentar.
El Hombre-Dios puede jugar el papel del aspirante

El Hombre-Dios posee infinita adaptabilidad en cumplimiento de su labor


universal. No se apega a método alguno para ayudar a los demás; no se atiene
a reglas o antecedentes sino que él es una ley en sí mismo. Puede aprovechar
cualquier situación y representar el papel que las circunstancias impongan sin
que eso lo ate. Una vez un devoto preguntó a su Maestro por qué ayunaba, y
éste le contestó: “No estoy ayunando para alcanzar la Perfección, pues al haber
alcanzado ya la Perfección, no soy un aspirante. Ayuno por el bien de los
demás”. Un aspirante espiritual no puede actuar como aquél que alcanzó la
Perfección, puesto que el Maestro Perfecto es inimitable. Sin embargo, este
último puede actuar como un aspirante para guiar o beneficiar a los demás.
Quien aprobó los últimos exámenes universitarios puede escribir las letras
del alfabeto sin dificultad para enseñárselas a los niños, pero éstos no pueden
hacer lo que él hace. A fin de mostrar el camino hacia la Divinidad, el Hombre-
Dios suele cumplir el papel de bhakta (devoto) de Dios, aunque ya haya logrado
unirse completamente con Dios. Cumple este papel, aunque realizó a Dios, a
fin de que los demás conozcan el camino. No está obligado a cumplir papel
alguno, y puede adecuar su técnica auxiliadora a las necesidades de quienes
procuran su guía. Cuanto él hace es, en última instancia, por el bien de los
demás. En lo que a él respecta, no hay nada que valga la pena alcanzar porque
llegó a ser Todo.

El Hombre-Dios usa a Maya para aniquilar a Maya

El Hombre-Dios no sólo no está obligado a técnica alguna en particular


cuando auxilia espiritualmente a los demás, sino que tampoco está obligado por
lo que convencionalmente es bueno. El Hombre-Dios está más allá de la
diferencia entre el bien y el mal; aunque lo que él haga parezca indebido a los
ojos del mundo, su propósito último es el bien de los demás. Usa diferentes
métodos para diferentes personas. No tiene intereses ni motivaciones
personales, y lo inspira siempre la compasión que busca el verdadero bienestar
de los demás. Por lo tanto, él sigue siendo libre en todo lo que hace.
Usa a Maya para alejar de Maya a sus discípulos, y emplea infinitos medios
y operaciones para cumplir su tarea espiritual. Sus métodos son diferentes con
diferentes personas, sin que sean los mismos con la misma persona en todo
momento. A veces hasta puede hacer algo que desagrade a los demás porque
contraría sus habituales expectativas. Sin embargo, esto tiene siempre por
objetivo algún propósito espiritual. Muchas veces un breve sueño chocante
sirve para despertar a una persona de un hermoso y largo sueño. A semejanza
de los sueños chocantes, los choques que, en su discreción el Hombre-Dios
administra deliberadamente, son finalmente provechosos aunque puedan ser
desagradables en ese momento.

Salvar a quien se está ahogando

El Hombre-Dios puede incluso parecer indebidamente severo con


determinados individuos. Pero los espectadores no tienen idea de lo que está
ocurriendo internamente y, por lo tanto, no pueden entender apropiadamente
qué es lo que justifica su aparente crueldad. De hecho, las necesidades
espirituales de la situación suelen exigir que sea severo, y esto es necesario
para mayor provecho de aquéllos a quienes él les parece riguroso. Una buena
analogía que ilustra esta acción aparentemente cruel es cuando un nadador
experimentado trata de salvar a una persona que se está ahogando.
Es bien sabido que si alguien se está ahogando, tiende a aferrarse a cualquier
cosa que tenga a mano. Su desesperación le impide ver las consecuencias de
que, aferrándose tan irreflexivamente a quien vino a socorrerlo, no sólo
imposibilita el auxilio sino que a menudo hace que se ahogue la persona
misma que procura salvarlo. De hecho, quien tiene experiencia en este arte de
salvar vidas, a menudo tiene que propinar un golpe en la cabeza de quien se
está ahogando y dejarlo inconsciente. Aparentemente es cruel, pero así reduce
el peligro que ese individuo pueda crear, asegurando el éxito de su esfuerzo.
Del mismo modo, la severidad aparente del Hombre-Dios tiene el propósito de
asegurar, en última instancia, el bienestar espiritual de los demás.

La falsa consciencia

El alma que está en la esclavitud está presa en el universo, y el universo es


nada más que imaginación. Puesto que la imaginación no tiene fin, es probable
que una persona vague indefinidamente por los laberintos de la falsa
consciencia. El Hombre-Dios puede ayudarla a acortar las diferentes etapas de
la falsa consciencia revelando la Verdad. Cuando la mente no percibe la
Verdad, es probable que imagine toda clase de cosas, por ejemplo, que es
mendigo o rey, hombre o mujer, etcétera. De esta manera, el alma, por medio
de la mente, sigue acumulando experiencias de los opuestos.

La semilla de la realización de Dios

Dondequiera que haya dualidad, existe una tendencia a restaurar el


equilibrio por medio de lo opuesto. Por ejemplo, si la experiencia de alguien es
la de un asesino, tiene que equilibrarla con la experiencia de que lo asesinen. O
bien, si su experiencia es la de un rey, entonces tiene que equilibrarla con la
experiencia de ser un mendigo. De manera que el individuo puede vagar hasta
el infinito de un opuesto al otro sin poder poner fin a la falsa consciencia. El
Hombre-Dios puede ayudarlo para que llegue a la Verdad haciéndosela
percibir y acortándole la actividad de su imaginación que, de otro modo, no
tendría fin. El Hombre-Dios ayuda al alma que está en la esclavitud sembrando
en ella la semilla de la realización de Dios, pero esta realización siempre
requiere tiempo. Todo proceso de crecimiento lleva tiempo en el universo.

La ayuda del Hombre-Dios

Sin embargo, la ayuda del Hombre-Dios es mucho más eficaz que la que
algún aspirante avanzado pueda dar. Cuando un aspirante ayuda, puede hacer
que la persona sólo ascienda hasta donde él mismo llegó. Incluso esta ayuda
limitada que pueda prestarle cobra efecto de manera muy gradual, y el
resultado de esto es que la persona que asciende con dicha ayuda tiene que
quedarse largo tiempo en el primer plano, luego en el segundo, y así
sucesivamente. Cuando el Hombre-Dios decide ayudar, mediante su gracia
puede llevar al aspirante hasta el séptimo plano en un segundo, aunque en ese
segundo la persona tenga que atravesar todos los planos intermedios.
Al llevar al aspirante hasta el séptimo plano, el Hombre-Dios lo hace igual a
sí mismo, y quien alcanza de esta manera la suprema jerarquía espiritual
también puede convertirse en Hombre-Dios. Esta transmisión de conocimiento
espiritual, del Hombre-Dios a su discípulo, puede compararse con encender
una lámpara con otra. La lámpara que ha sido encendida es capaz de dar luz a
las demás como la lámpara original misma. No hay diferencia entre ellas en
cuanto a importancia o utilidad.

La analogía del árbol baniano

Al Hombre-Dios se lo puede comparar con un baniano. El baniano crece


hasta ser enorme y fuerte, dando sombra y refugio a los viajeros y
protegiéndolos del sol, la lluvia y las tormentas. Ya plenamente crecido, las
raíces descendentes de sus ramas llegan hasta la tierra y se arraigan en el suelo.
A su debido tiempo, crean otro baniano. Éste también llega a ser igualmente
enorme y fuerte –brindando sombra y refugio a los viajeros y protegiéndolos
del sol, la lluvia y las tormentas– y posee el mismo poder potencial para que
crezcan similares banianos. Lo mismo es verdad respecto del Hombre-Dios,
quien despierta la Divinidad latente en los demás. De manera que la continua
sucesión de Maestros Perfectos en la Tierra es una perpetua bendición para la
humanidad, ayudándola a que siga adelante en su lucha para abrirse paso a
través de la oscuridad.

El Hombre-Dios, Señor y Servidor

Sin embargo, puede decirse que el Hombre-Dios es a la vez Señor y Servidor


del universo a un mismo tiempo. Como aquél que derrama su don espiritual
con abundancia total y sin medida, Él es el Señor del universo. Como aquél que
carga continuamente el peso de todos y los ayuda a atravesar innumerables
dificultades espirituales, Él es el Servidor del universo. Así como Él es Señor y
Servidor en uno solo, el Hombre-Dios también es el Amante supremo y el
Amado sin par. El amor que Él da o recibe es para librar al alma de la
ignorancia. Al dar amor, Él se lo da a Sí Mismo en otras formas; al recibir amor,
Él recibe lo que se despertó por medio de su propia gracia derramada
continuamente sobre todos sin distinción. La gracia del Hombre-Dios es como
la lluvia que cae por igual en todas las regiones, independientemente de si son
estériles o fértiles, pero fructifica en las tierras que han sido fertilizadas
mediante trabajo arduo y paciente.
EL CÍRCULO

El ingreso en el Círculo del Maestro Perfecto

Después de varias vidas de búsqueda, purificación, servicio y abnegación,


algunas personas tienen la buena fortuna de conocer y conectarse con un
Maestro que realizó a Dios. Tras varias vidas en estrecha relación con quien
ahora se convirtió en Maestro Perfecto, por su amor y servicio a este Maestro
ingresan en su Círculo. Quienes ingresaron en el Círculo de un Maestro son
almas que, mediante su esfuerzo, adquirieron el derecho de ser elegidas para la
realización de Dios, y la logran por la gracia del Maestro cuando llega el
momento exacto para ello.

La función de las impresiones de la dualidad

Los sanskaras de la dualidad impulsan todas las acciones en el mundo de la


dualidad. Tener consciencia de la dualidad implica que las impresiones de la
dualidad están operando. Las impresiones de la dualidad sirven primeramente
al propósito de la consciencia evolucionante y limitada, y luego, sirven al
propósito de liberarla para facilitar el conocimiento del Ser, o la realización de
Dios. El alma es incapaz de alcanzar la consciencia de su propia unidad a
menos que pase por las experiencias de la dualidad, las cuales presuponen y
demandan correspondientes impresiones de la dualidad.

Sanskaras prarabdha

Desde el comienzo mismo y hasta el final, el alma está sujeta al impulso de


las impresiones, las cuales constituyen el destino del alma. Estas impresiones se
llaman sanskaras prarabdha. Estos sanskaras prarabdha se relacionan siempre con
los opuestos de la experiencia, por ejemplo, los sanskaras de la codicia y sus
opuestos, los sanskaras de la lujuria y sus opuestos, los sanskaras de la ira y sus
opuestos, los sanskaras de los malos pensamientos, palabras y acciones y sus
opuestos.

La desaparición de los sanskaras

Desde la etapa del átomo hasta la realización de Dios, las impresiones de la


dualidad sujetan al alma y deciden todo lo que le sucede a ésta. Todos los
sanskaras del alma desaparecen cuando ella realiza a Dios. Si permanece
inmersa en la experiencia de la Divinidad sin regresar a la consciencia normal
del mundo de la dualidad, ella está eternamente más allá de todo tipo de
sanskaras. No tiene ni puede tener sanskara alguno.

Los sanskaras yogayoga de la mente universal

Si el alma que realizó a Dios regresa a la consciencia normal del mundo de la


dualidad, asume la mente universal. Esta mente universal tiene sanskaras
superfluos que no atan y se conocen como sanskaras yogayoga. En el estado del
Más Allá el Maestro Perfecto está eternamente libre de todo sanskara. Aunque
sea consciente de la creación y esté trabajando en ella, no está atado por estos
sanskaras yogayoga que residen libremente en su mente universal. Los
sanskaras yogayoga le sirven como canales para su labor universal, sin formar
una cadena que restrinja su consciencia.

La función de los sanskaras yogayoga

Los sanskaras yogayoga operan automáticamente. Todos los contactos y


vínculos específicos a los que el Hombre-Dios responde en su labor se basan, en
última instancia, en estos sanskaras yogayoga. No crean un velo en la mente
universal, ni constituyen una nube de ignorancia. Sólo sirven como una
estructura necesaria para activar la acción definida. La voluntad universal de
Dios se particulariza en sus expresiones por medio de estos sanskaras
yogayoga. Cualquier acción llevada a cabo en el mundo del espacio y del
tiempo debe estar en relación con determinada situación definida o conjunto
de circunstancias. Siempre debe haber alguna razón de por qué, en cierta
situación, se da una respuesta determinada y no otra, y por qué se actúa de una
manera y no de otra. A la causa de la autolimitación de los actos de un alma
sometida a servidumbre espiritual hay que buscarla en los sanskaras
prarabdha que la están atando. La base de la autolimitación de las acciones de
un alma que es espiritualmente libre se halla en sus sanskaras yogayoga, que
no la atan.

La labor de un Maestro está sujeta a las leyes de la creación

El Hombre-Dios, cuando desciende a la consciencia normal, no podría


realizar obras de un carácter definido si no tuviera estos sanskaras yogayoga.
Los sanskaras yogayoga lo ayudan a particularizar y materializar la voluntad
divina por medio de Él, y a cumplir su misión. El Maestro es –y se conoce
como– infinito en cuanto a existencia, consciencia, conocimiento, dicha, amor y
poder, y sigue siendo siempre infinito en el estado del Más Allá. Pero la labor
que realiza en el mundo creado está sujeta a las leyes de la creación y, por lo
tanto, es finita en un sentido. Puesto que su labor se relaciona con quitar el velo
que oculta a la Infinitud y la Divinidad en cada uno y puesto que la realización
de esta Infinitud y Divinidad es el único propósito de toda la creación, su labor
es infinitamente importante. Sin embargo, cuando el criterio con el que se la
mide es el de los resultados, como cualquier obra posible en el mundo
solamente puede consistir en eso, y en nada más.

Los sanskaras yogayoga determinan la labor del Maestro

Los resultados que la gente de mentalidad mundana alcanza serán triviales


si se miden con la labor del Hombre-Dios, atendiendo a la magnitud de sus
resultados. Las almas más elevadas, que aún están en la esclavitud espiritual,
no pueden aproximarse a las realizaciones del Hombre-Dios. Detrás de la labor
del Maestro se encuentra el poder infinito de Dios, mientras que la persona
mundana está trabajando con el limitado poder de que dispone mediante su
mente egoica. A veces un Hombre-Dios puede terminar su encarnación
después de realizar una tarea limitada. Esto no se debe a que su poder sea
limitado sino a que el trabajo, que es determinado por sus sanskaras yogayoga,
consiste en eso, y en nada más. De ninguna manera se apega al trabajo como
tal. Después de terminar el trabajo que sus sanskaras yogayoga le asignan, está
dispuesto a reabsorberse en el aspecto impersonal del Infinito. No se demora
en el mundo de lo irreal y dual un minuto más del que sus sanskaras yogayoga
necesitan.

El Avatar y su Círculo

Como ocurre con los Maestros Perfectos, el Avatar también tiene su Círculo
(de diez Círculos concéntricos). Cuando el Avatar encarna tiene ante sí una
clara misión que marcha de acuerdo con un plan, el cual se ajusta
adecuadamente al curso del tiempo. El proceso de encarnación del Avatar es
único. Antes de tomar un cuerpo físico y descender en el mundo de la
dualidad, se asigna y asigna a los miembros de sus Círculos tipos especiales de
sanskaras, los cuales se conocen como sanskaras vidnyani. Los Círculos del
Avatar consisten siempre en un total de ciento veintidós miembros, y todos
ellos tienen que encarnar cuando el Avatar encarna. Ponerse los sanskaras
vidnyani antes de encarnar en el cuerpo físico es como si arrojara un velo sobre
Sí Mismo y sobre sus Círculos. Después de encarnar, el Avatar permanece bajo
este velo de los sanskaras vidnyani hasta la época que Él Mismo fijó. Cuando
llega la hora señalada, experimenta su propia Divinidad original y empieza a
trabajar por medio de los sanskaras vidnyani que, a la sazón, se transmutaron
en sanskaras yogayoga de la mente universal.

La naturaleza de los sanskaras vidnyani

Los sanskaras vidnyani se parecen, para toda finalidad y propósito, a los


sanskaras corrientes de la dualidad, aunque esencialmente difieran en cuanto a
su naturaleza. Los sanskaras vidnyani impulsan actividades y promueven
experiencias parecidas a las actividades y experiencias causadas por los
sanskaras corrientes. Sin embargo, mientras las actividades y experiencias
causadas por los sanskaras corrientes tienden generalmente a fortalecer el
predominio de la dualidad ilusoria, las actividades y experiencias causadas por
los sanskaras vidnyani operan sistemáticamente para debilitar el predominio de
la dualidad. Por lógica, la disolución de los sanskaras vidnyani promueve
necesariamente la realización de la unidad de la existencia. Por lo tanto se los
conoce como un umbral de la Unidad.
Tiempo fijo para la Realización

Los miembros de los Círculos permanecen bajo el velo de los sanskaras


vidnyani hasta que llegan a realizar a Dios en el tiempo fijado por el Avatar.
Después de alcanzar la realización por medio del Avatar, los sanskaras
vidnyani que trajeron consigo no constituyen un velo, pero en algunos se
convierten en sanskaras yogayoga y sirven como un instrumento para cumplir
el plan divino sobre la Tierra.

Las diferencias entre los sanskaras vidnyani


y los sanskaras yogayoga

Existen importantes diferencias entre los sanskaras vidnyani y los sanskaras


yogayoga. Aunque en última instancia los sanskaras vidnyani operan con el fin
de realizar la Unidad, hacen que la persona se sienta limitada hasta la
Realización. Los sanskaras yogayoga llegan después de la Realización, sin
interferir para nada en la experiencia de la Infinitud, la cual se halla por encima
de la dualidad, aunque sirvan como instrumentos para permitir y determinar
respuestas y actividades en el mundo dual. El desgaste de los sanskaras
vidnyani contribuye al proceso de la realización de uno mismo, mientras que el
desgaste de los sanskaras yogayoga contribuye hacia el proceso de la
realización en los otros que aún están en la esclavitud.

El estado del Más Allá

El tiempo, el espacio y todo el mundo fenoménico no existen en el estado del


Más Allá. El espacio, el tiempo, y la operación de la ley de causa y efecto
existen solamente en el mundo fenoménico de la dualidad. La labor del
Maestro queda sujeta a las leyes del tiempo, del espacio y de la causalidad
cuando las realiza en el plano de la dualidad para elevar a la humanidad. A
veces parece estar limitado desde el punto de vista de la labor externa, aunque
en realidad esté experimentando en todo momento la unidad e infinitud del
estado del Más Allá. Aunque él mismo esté más allá del tiempo, el tiempo
importa cuando él trabaja para quienes están en la dualidad.

La labor específica para el Círculo

La labor universal que el Maestro realiza por la humanidad prosigue


generalmente sin interrupción hasta los planos superiores. Cuando trabaja para
los miembros de su Círculo, sus acciones se atienen a un tiempo que él mismo
fija con sumo cuidado, pues su intervención tiene que ser precisa y definida
para agotar mecánicamente los sanskaras de sus integrantes. El Maestro trabaja
para el Círculo en tiempos pautados. Por lo tanto, quienes, al cumplir las
instrucciones que reciben del Maestro y se atienen al plazo asignado, se
benefician con el trabajo especial del Maestro. Desde el punto de vista de las
tareas especiales que el Maestro se fija, el tiempo se convierte en un factor
extremadamente importante. La labor especial que el Maestro emprende en
relación con los miembros de su Círculo no sólo atañe y afecta a estos
miembros propiamente dichos, sino también a quienes están estrechamente
conectados con los miembros de su Círculo.

Al Avatar y a los Maestros no los limita el Círculo

Tanto el Círculo del Avatar como el de los Maestros Perfectos constituye el


rasgo particular más importante en relación con el cual y mediante el cual el
Avatar y los Maestros cumplen su deber espiritual con la humanidad. Esta
particularidad ha cobrado vida como resultado de los estrechos vínculos y
conexiones durante varias vidas pasadas. El Avatar y todos los Maestros
Perfectos poseen siempre este Círculo de discípulos íntimos, pero el Círculo de
ninguna manera crea una limitación en la consciencia del Avatar y de los
Maestros. Ellos en su estado Divino, se hallan tanto en el centro del universo
como en el centro de Todas las cosas, y no hay Círculo que circunscriba su Ser.
No hay preferencias en la infinitud de la no-dualidad; el Círculo existe
solamente en relación con el deber y la labor que el Avatar y los Maestros
Perfectos han emprendido en el mundo fenoménico. Sin embargo, desde el
punto de vista de esta labor espiritual en el mundo fenoménico, el Círculo es
tan real como el Himalaya.
LOS CÍRCULOS DEL AVATAR

La Unidad absoluta prevalece en la Realidad. El espacio y el tiempo son


solamente ilusorios. Son meramente el efecto del reflejo de la infinitud de Dios.
Cuando el hombre conoce la Realidad, desaparece el reflejo que lo apartó de la
Realidad y experimenta lo absoluto de la Unidad absoluta de Dios. Y cuando
ese Ser continúa su vida en la Ilusión, vive sobre la Tierra como un Hombre-
Dios, o Maestro Perfecto y, con su experiencia permanente de la Realidad
absoluta, sirve como eje alrededor del cual gira todo el universo cósmico. Cada
punto del cosmos es equidistante respecto del Maestro Perfecto, quien vive en
la Ilusión como núcleo del cosmos.
Aunque el Maestro Perfecto permanece en la ilusión como centro de la
periferia cósmica e irradia uniformemente su influencia sobre todo el universo,
en el transcurso de su vida congrega alrededor de sí a doce hombres que tienen
directamente su centro de interés en Él. Mediante su asociación constante y
estrecha con Él en el pasado –precisamente desde las primeras etapas
evolutivas de la consciencia– estos hombres cosechan ahora el máximo
beneficio cuando aquél con quien estuvieron estrechamente asociados en el
pasado se convierte en un Maestro Perfecto. Este grupo de doce hombres se
llama el Círculo de un Maestro Perfecto. Sin embargo, a este grupo de doce
hombres se suman dos mujeres, las cuales completan en todos sus aspectos al
Círculo de un Maestro Perfecto. Estas dos mujeres también deben su posición
en el Círculo a su pasada conexión con el Maestro Perfecto.
Uno o más de estos catorce individuos estrechamente asociados con el
Maestro Perfecto realizan el estado Divino durante o después de la vida del
Maestro Perfecto y, en algunos casos, después de una reencarnación o unas
pocas más. Sin embargo, el Maestro Perfecto cumple sus obligaciones
estableciendo su Círculo durante su vida, y el máximo bien que él otorga es la
realización de Dios, con toda su perfección, por lo menos a un integrante de su
Círculo.
Esto es diferente en el caso del Avatar, quien tiene un total de diez Círculos,
como lo muestra el diagrama anterior. El Círculo primero, o interno, del Avatar
consiste en doce hombres, a los que se suman dos mujeres; y cada uno de los
nueve Círculos externos siguientes consiste en doce personas (hombres y
mujeres). En total hay ciento veinte personas en los diez Círculos del Avatar,
más las dos mujeres del Círculo interno las cuales complementan aquel Círculo
particular: ciento veintidós en total. Una o más personas de los ciento ocho
miembros de los nueve Círculos externos realizan el estado Divino durante o
después de la vida del Avatar, y algunos en la siguiente encarnación o después
de unas pocas reencarnaciones.
Como en el caso del Círculo del Maestro Perfecto, el Círculo interno del
Avatar consiste en doce hombres solamente, a los que se suman dos mujeres.
La diferencia entre el Círculo del Maestro Perfecto y el Círculo interno del
Avatar consiste en que el Maestro Perfecto establece su Círculo con aquellos que
estuvieron estrechamente conectados con él precisamente desde las primeras
etapas evolutivas de su consciencia. Pero el Avatar, en sus advenimientos
actuales, no pasa por el proceso de la evolución, la reencarnación y la
involución; por lo tanto, no tiene los mismos vínculos asociativos para
establecer nuevamente su Círculo interno, el cual es siempre el mismo en todos
sus advenimientos. Con su descenso a la Tierra, el Avatar trae consigo, por así
decirlo, la asociación de su Círculo interno.
La conexión del Círculo interno en relación con el Avatar podemos
compararla con la de una persona que se asocia con catorce partes de su propio
cuerpo: dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales, la boca, dos manos, dos piernas,
los genitales, el ano y el tronco del cuerpo. Tan pronto nace el individuo,
utiliza directamente estas catorce partes de su cuerpo y, a la vez, estas partes
responden individual o colectivamente a sus dictados. De manera parecida,
con el advenimiento del Avatar a la Tierra, su Círculo interno con las mismas
doce individualidades y las mismas dos individualidades que se le suman
empiezan directamente a funcionar de manera individual y colectiva, de
acuerdo con los dictados del Avatar mismo.
Con cada advenimiento del Avatar a la tierra, los doce hombres del Círculo
interno más las dos mujeres se congregan en torno de la personalidad del
Avatar, como los mismos catorce tipos de individualidades. Estas catorce
individualidades diferentes, en forma de diferentes personalidades, ocupan
siempre sus funciones respectivas siempre que el Avatar se manifiesta en la
Tierra. Y durante y después de la vida del Avatar, funcionan –individual y
colectivamente– del mismo modo que sus predecesoras, quienes han ocupado
–y funcionado en– los mismos roles del Círculo interno durante los pasados
advenimientos del Avatar.
Por lo tanto, no sería erróneo decir que, con la nueva venida del Cristo,
vienen Pedro, Judas y todos sus apóstoles. Pero esto nunca puede significar
que sea el mismísimo Pedro o el mismo Judas quien reencarne una y otra vez.
Ellos nunca pueden reencarnar, pues todas las personalidades individuales del
Círculo interno del Avatar llegan a realizar a Dios en cada período Avatárico,
durante o inmediatamente después de la vida del Avatar. La reencarnación es
imposible una vez que se realizó a Dios. Esta regla tiene una sola excepción y
es el Avatar, quien viene una y otra vez para redimir a la humanidad.
No son las mismas personalidades individualizadas del Círculo interno las
que reencarnan; son las individualidades de sus respectivas funciones las que
llegan con cada advenimiento del Avatar. Esto es así porque, en todos los
advenimientos del Avatar, cada uno de los doce hombres y dos mujeres del
Círculo interno ocupa exactamente el mismo puesto y funcionan exactamente
de la misma manera, por cuanto se dice que el Avatar siempre trae consigo al
mismo Círculo. Tan pronto el velo con el que el Avatar desciende a la Tierra es
rasgado –por los Maestros Perfectos o Maestros que a la sazón viven– y el
Avatar realiza su Estado Avatárico, los doce hombres y las dos mujeres se
agrupan automáticamente en torno de la personalidad del Avatar para ocupar
sus respectivas posiciones en el Círculo interno y para funcionar como de
costumbre, de acuerdo con los dictados del Avatar de la Era.
La posición del Avatar respecto del Círculo interno y su función puede
compararse con una persona dormida. Tan pronto se la despierta con algún
medio externo, el individuo descubre espontáneamente que todas las catorce
partes de su cuerpo (antes mencionadas) ya están ahí cumpliendo sus
respectivos roles, listas para funcionar ante su más leve deseo. De manera
parecida, tan pronto uno, dos o más de los cinco Maestros Perfectos de la época
hacen que el Avatar realice su Estado Avatárico, Él también advierte que las
catorce personalidades, con sus roles característicos del Círculo interno, están
listas para cumplir sus deberes.
Necesitaríamos todo un libro para explicar pormenorizadamente por qué
estas catorce personalidades particulares ocupan estas posiciones en cada
advenimiento del Avatar. ¿Quiénes pueden llegar a ser los catorce miembros?
¿Y cómo se agregan al Círculo interno del Avatar? Estas preguntas
demandarían más libros aún para contestarlas con una explicación. Basta decir
que, cuando cada una de estas catorce personalidades particulares ocupa su
puesto y funciona en el Círculo interno, no sólo debe parecerse a la
individualidad característica de su predecesor o predecesora en los anteriores
advenimientos del Avatar, sino que también debe ser exactamente similar en
todo aspecto. Por ejemplo, Pedro ocupaba uno de los sectores del Círculo
interno de Jesús el Cristo. En el “segundo advenimiento” del Cristo, este sector
particular deberá ocuparlo otro Pedro, al que podemos llamar “A” pero que
tiene las mismas cualidades de mente y corazón, y demás características que
Pedro. Lo mismo se aplica a los roles ocupados por Judas, Juan, Santiago y
otros que pertenecieron al Círculo interno en la época de Jesús el Cristo.
Todos los catorce miembros del Círculo interno del Avatar realizan a Dios
por la gracia del Avatar durante el mismo período Avatárico, el cual tiene una
duración de cien años después de la manifestación del Avatar sobre la Tierra.
Respecto de los Círculos externos del Avatar, ninguna de las ciento ocho
personas de los nueve Círculos ocupa puestos parecidos a los ocupados por los
del Círculo interno. Todas estas ciento ocho personas llegan a Realizar a Dios
por la gracia del Avatar, pero no necesariamente durante el período Avatárico.
Estas ciento ocho personas de los Círculos externos tienen sus respectivos
lugares en los nueve Círculos de acuerdo con sus conexiones pasadas con los
miembros del Círculo que los precedió. Por ejemplo, los miembros del segundo
Círculo de doce personas, a continuación del Círculo interno, se agrupan en
torno del Avatar de acuerdo con sus conexiones pasadas con los miembros del
Círculo interno. De manera parecida, las doce personas del tercer Círculo, a
continuación del segundo, se agrupan en torno del Avatar de acuerdo con sus
pasadas conexiones con los miembros del segundo Círculo, y así sucesivamente
con todos los siete Círculos restantes.

LAS TRIBULACIONES
DEL NUEVO ORDEN DEL MUNDO

El tempestuoso mundo
La tempestad del mundo, que ha ido cobrando impulso, ahora está
estallando al máximo y, al alcanzar su culminación, producirá un desastre
universal. Todas las injusticias asumieron fantásticas proporciones en la lucha
en procura de bienestar material, y los variados intereses humanos acentuaron
tanto sus diferencias que han precipitado un marcado conflicto. La humanidad
no ha podido resolver sus problemas individuales y sociales, y la prueba de
este fracaso es clarísima. La incapacidad de las personas para resolver
constructiva y creativamente sus problemas revela una trágica deficiencia para
comprender correctamente la naturaleza básica del hombre y el verdadero
propósito de la vida.

El conflicto entre las fuerzas de la luz y las de la oscuridad

El mundo está presenciando un agudo conflicto entre las fuerzas de la luz y


las fuerzas de la oscuridad. Por una parte, hay personas egoístas que buscan
ciegamente su felicidad mediante sed de poder, desenfrenada codicia y odio
insaciable. Al no conocer el propósito real de la vida, se han hundido en el
nivel más bajo de la civilización. Entierran su ser superior entre ruinosas
formas que se desmoronan y que persisten desde un pasado muerto. Ligados a
intereses materiales y limitadas concepciones, se olvidan de su destino divino.
Se extraviaron, y el odio y el rencor desgarran y hacen estragos en sus
corazones. Por otra parte, hay personas que descubren su ser superior innato
soportando dolores y penurias, y obrando noblemente con valentía y sacrificio.
La guerra actual está enseñando al hombre a ser valiente y capaz de sufrir,
comprender y sacrificarse.

Es necesario curar el egoísmo

El egoísmo es una enfermedad de la humanidad que necesitará una cura de


aplicación no sólo universal sino también de carácter drástico. El egoísmo se
halla tan profundamente arraigado que sólo podrá erradicárselo si se lo ataca
por todos lados. La paz y la felicidad reales aparecerán espontáneamente
cuando el egoísmo sea eliminado. La paz y la felicidad que provienen de un
abnegado amor son permanentes. Hasta los peores pecadores pueden llegar a
ser grandes santos si tienen valentía y sinceridad para promover en sus
corazones un cambio drástico y completo.

El hombre enfermará de deseos, codicia y odio

El caos y la destrucción actuales sumergirán al mundo entero, pero en el


futuro a esto seguirá un muy prolongado período en el que no habrá guerras.
Los sufrimientos y aflicciones pasajeros de nuestra época valdrán la pena
soportarlos en aras de un largo período de felicidad que al final seguirá.
¿Adónde conducirá el caos actual? ¿Cómo terminará todo esto? Puede terminar
de un solo modo: la humanidad se enfermará de todo eso. El hombre
enfermará de deseos y luchas que serán producto del odio. La codicia y el odio
alcanzarán tal intensidad que todos se cansarán de ambas cosas. La salida de
este punto muerto se hallará por medio del altruismo. La única opción que
traerá una solución será dejar de odiar para amar, dejar de desear cosas para
darlas, y dejar de dominar para servir.

El sufrimiento genera comprensión

Un gran sufrimiento despierta una gran comprensión. El sufrimiento


supremo cumple su propósito y pone de manifiesto su verdadero significado
cuando despierta a la humanidad exhausta y fomenta un anhelo genuino de
real comprensión. Un sufrimiento sin precedentes genera un crecimiento
espiritual sin precedentes. Contribuye a construir la vida sobre el inconmovible
cimiento de la Verdad. Ya es tiempo de que el sufrimiento universal acelere a
la humanidad hacia la crítica coyuntura de su historia espiritual. Ya es tiempo
de que la humanidad se enfrente con las verdaderas causas de la catástrofe que
la desborda. Ya es tiempo de buscar una nueva experiencia de la Realidad.
Saber que la vida es real y eterna es heredar una dicha imperecedera. Ya es
tiempo de que el hombre obtenga esta Realización uniéndose con su propio
Ser.

La afirmación de la Verdad
Unificándose con el Ser superior, el hombre percibe al Ser infinito en todos
los seres. Se libera superando y desechando las limitaciones de la vida egoica.
El alma individual tiene que realizar con plena consciencia su identidad con el
Alma universal. El hombre reorientará su vida a la luz de esta antigua Verdad
y readaptará su actitud para con su prójimo en la vida cotidiana. Percibir el
valor espiritual de la unidad es promover la unidad y la cooperación reales. La
fraternidad surge espontáneamente entonces como una consecuencia natural
de la percepción verdadera. La nueva vida, basada en la comprensión
espiritual, es una afirmación de la Verdad. No es algo utópico sino
completamente práctico. Ahora que la humanidad cayó en la hoguera de
sangrientos conflictos, por medio de inmensas angustias está experimentando
la cabal inestabilidad y futilidad de una vida basada en concepciones
meramente materiales. Ya está cercana la hora en la que el hombre, ávido de
real felicidad, buscará su verdadero origen.

Heredar el amor divino por medio del Dios-Hombre

También está maduro el tiempo en el que la humanidad buscará


fervientemente tomar contacto con la encarnación de la Verdad en el cuerpo
del Dios-Hombre (Avatar), por medio del cual su comprensión espiritual se
inspirará y elevará, entonces aceptará la guía de la autoridad divina. Solamente
los efluvios del amor divino podrán producir el despertar espiritual. En esta
hora crítica de sufrimiento universal, la humanidad se está aprestando a
volverse hacia su Yo superior y a cumplir la voluntad de Dios. El amor divino
realizará el milagro supremo de introducir a Dios en el corazón del hombre y
de establecerlo en la felicidad duradera y verdadera. Este amor satisfará las
más grandes necesidades y anhelos de la humanidad. El amor divino hará que
las personas sean desinteresadas y serviciales en sus relaciones mutuas, y
producirá la solución final de todos los problemas. La nueva hermandad sobre
la Tierra será un hecho concreto, y las naciones se unirán en la fraternidad del
Amor y la Verdad.
Mi existencia tiene por objeto este Amor y esta Verdad. Y a la humanidad
que sufre le digo:
Tengan esperanza. He venido a ayudarles para que se entreguen a la causa de
Dios y acepten su gracia de Amor y Verdad. He venido para ayudarles a ganar
la única victoria de todas las victorias: ganar su Ser.
LA REENCARNACIÓN Y EL KARMA

Primera Parte: El significado de la muerte

La identificación del alma con el cuerpo físico

La persona mundana se identifica completamente con las manifestaciones y


actividades del cuerpo físico. Por lo tanto, el comienzo y el final de su
existencia corporal son también el comienzo y el final del alma
individualizada. Toda su experiencia parece atestiguar la transitoriedad del
cuerpo físico, y a menudo ha presenciado la desintegración de otros cuerpos
físicos que otrora estuvieron vibrantes de vida. De ahí que esa persona se
sienta naturalmente impulsada a creer que la vida termina juntamente con la
existencia corporal.

La muerte como trasfondo de la vida

El individuo mundano da gran importancia a la vida puesto que considera


que ésta cesa con la muerte. Sin embargo, hay unos pocos que reflexionan
largamente sobre la muerte. Y a pesar del hecho de que en su mayoría las
personas se enfrascan por completo en sus afanes mundanos, la muerte como
un hecho las sobresalta cuando se enfrentan con ella.

Importancia atribuida a la muerte

Al margen de que, en general, sea el trasfondo en el escenario de la vida, la


muerte también asume una importancia pronunciada y abrumadora entre los
abigarrados episodios de la vida. A la muerte se la encuadra entre los sucesos
más temidos y lamentados. Las personas tratan de matarse entre sí, por
maldad o ira, como último castigo o como la peor venganza, y se apoya en ella
como el modo más seguro de eliminar la agresión o la interferencia de terceros.
Asimismo la gente entrega su vida como prenda de suprema abnegación y, a
veces, busca la muerte esperando falsamente poner fin a toda preocupación y
problema material que ella es incapaz de afrontar o resolver. Así es cómo, en la
mente de la mayoría, la muerte asume pronunciada y abrumadora
importancia.

La continuidad de la vida

La abrumadora importancia de la muerte deriva de que el hombre se apega


a una forma particular. Pero la muerte deja en gran parte de ser algo punzante
e importante, incluso para la gente mundana, si se tiene una visión más vasta
del curso de la vida. A pesar de toda su transitoriedad, existe una continuidad
ininterrumpida de la vida a través de estas formas, desechándose las viejas y
creándose nuevas para habitar en ellas y expresarse. La recurrencia de la
muerte se equipara con la recurrencia del nacimiento. Las viejas generaciones
son reemplazadas por las nuevas; la vida renace en nuevas formas,
renovándose y revitalizándose incesantemente. Las corrientes de la vida, con
su antiguo origen, están avanzando siempre a través de las formas que vienen
y se van como las olas del océano.

El apego a formas específicas

De modo que, incluso dentro de los límites de la experiencia de las personas


mundanas, hay muchas cosas que deberían mitigar el pensar morbosamente en
la muerte como un hecho irreparable. Una actitud sana respecto de la muerte
sólo es posible si a la vida se la considera impersonalmente, sin apego a formas
en particular. Esto es lo que a la persona mundana le resulta difícil porque se
involucra en formas específicas. Una forma no es tan buena como otra para esa
persona. Y la forma con la que ella se identifica es con creces la más importante
de todas. No tiene especial interés la conservación y avance generalizado de la
corriente de la vida. Lo que el individuo mundano anhela es una continuación
de su propia forma y de otras formas particulares con las que se involucró. Su
corazón es incapaz de reconciliarse con el intelecto. Cuando desaparecen las
formas que tanto quiso, es víctima de una aflicción interminable, aunque la
vida en su conjunto reemplace en otra parte con formas nuevas aquéllas que él
perdió.

La aflicción por la muerte, una forma de egoísmo

Tras un análisis más cuidadoso, la aflicción que la muerte produce resulta


que tiene sus raíces en el egoísmo. Quien pierde a su ser amado tal vez sepa
intelectualmente que la vida en su conjunto ha compensado la pérdida en otro
sitio, pero lo único que él siente es esto: “¿Qué es eso para mí?”. Cuando la
consideramos desde nuestro propio punto de vista personal, la muerte se
convierte en una causa de aflicción interminable. Desde el punto de vista de la
vida general, es un episodio de menor importancia.

Los problemas del intelecto impersonal

Las consideraciones impersonales fortalecen en gran medida a la mente


contra la aflicción personal causada por la muerte, pero por sí solas no
resuelven los problemas más vastos que incluso confunden al intelecto
impersonal del hombre cuando éste examina algunas implicaciones de la
muerte dentro de los límites de su experiencia corriente. Si considera que la
muerte es la aniquilación final de la existencia individual, entonces parece ser
que el universo sufrió una pérdida irreparable. Cada individuo puede estar en
posición de aportar al universo algo tan único que nadie más pueda
reemplazarlo exactamente. Además, en la mayoría de los casos, la vida terrenal
se acorta mucho antes de que el individuo alcance la Perfección Espiritual.
Todas sus luchas en pos del ideal, todo su esfuerzo y entusiasmo por lo grande,
bueno y bello, y todas sus aspiraciones en procura de lo divino y eterno
parecen terminar en esa vasta nada creada por la muerte.

El conflicto entre intelecto e intuición

Lo que implica suponer que la muerte es la terminación de la existencia


individual contrarresta las inextirpables expectativas que se basan en la
intuición sujeta a la razón. Habitualmente surge un conflicto entre lo que la
intuición sostiene y las conclusiones del intelecto impuro, el cual supone que la
muerte es la terminación de la existencia individual. Este conflicto suele
originar un pensamiento puro que inmediatamente pone en duda la creencia
habitualmente aceptada de que la existencia individual termine realmente con
la muerte. La muerte como extinción de la vida jamás podrá ser totalmente
aceptable para las aspiraciones espirituales del hombre. Por lo tanto, la mente
humana suele aceptar sin mucha resistencia la creencia en la inmortalidad del
alma individualizada, incluso en ausencia de conocimientos directos y más allá
de nuestros sentidos sobre que exista vida después de la muerte.
Son pocos los que saben, por experiencia personal, que la inmortalidad del
alma es verdad. La vasta mayoría de las personas no puede tener acceso a un
conocimiento más allá de los sentidos físicos sobre la existencia de la vida
después de la muerte. Para estas personas, la inmortalidad deberá seguir
siendo una creencia conveniente y aceptable, pero nada más. Se convierte en
parte del conocimiento personal para quienes, porque les interesa lo oculto, han
construido medios de comunicación con “otros mundos”, o para aquellas
personas cuyas circunstancias especiales tuvieron como resultado que
experimentaran personalmente la aparición o la intervención de ánimas, o para
aquéllas que, debido a su adelanto espiritual, desarrollaron automáticamente
ciertas aptitudes perceptivas latentes de los vehículos internos de la
consciencia.

La inmortalidad del alma

La inmortalidad del alma individualizada resulta posible por el hecho de


que el alma individualizada no es lo mismo que el cuerpo físico. El alma
individualizada continúa existiendo con todos sus sanskaras en los mundos
internos por medio de sus cuerpos mental y sutil aún después de haber
descartado el cuerpo físico en la hora de la muerte. De ahí que la vida, por
intermedio del cuerpo físico, sea una parte de la vida continua del alma
individualizada; las otras partes de su vida se expresan en otras esferas.

Los tres mundos


La Naturaleza es mucho mayor que lo que una persona puede percibir con
los sentidos corrientes del cuerpo físico. Los aspectos ocultos de la Naturaleza
consisten en materia y fuerzas más finas. No hay un abismo infranqueable que
separe los aspectos más finos de la Naturaleza de sus aspectos densos. Todos
se interpenetran y existen juntos. Los aspectos más finos de la Naturaleza no
son perceptibles para el individuo corriente, pero no obstante son continuos
con los aspectos densos que él puede percibir. No son remotos, pero son
inaccesibles para la consciencia que está funcionando por medio de los
sentidos físicos, los cuales no son idóneos para percibir los aspectos más finos
de la Naturaleza. La persona corriente no es consciente de los planos internos,
así como un sordo no es consciente de los sonidos, ni puede manejarse con
ellos conscientemente. Por lo tanto, para esa persona, y en función de todo
propósito práctico, aquéllos son otros “mundos”.
La parte más fina y oculta de la Naturaleza tiene dos importantes divisiones,
a saber, la sutil y la mental, correspondientes a los cuerpos sutil y mental del
hombre. Por lo tanto, a toda la Naturaleza la podemos dividir
convenientemente en tres partes: mundo denso, mundo sutil y mundo mental.
Cuando el alma individualizada encarna en un cuerpo físico, expresa su vida
en el mundo físico. Cuando abandona la envoltura externa, o sea, el cuerpo
físico, continúa expresando la vida en el mundo sutil por medio del cuerpo
sutil o en el mundo mental por medio del cuerpo mental.

Los efectos de una muerte extemporánea

Corrientemente, la vida en el cuerpo físico sólo termina cuando en esa


encarnación se expresan y agotan todos los sanskaras correspondientes a la
misma. En algunos casos excepcionales, el alma abandona su cuerpo antes de
agotar por completo estos sanskaras. Por ejemplo, un individuo que se suicida
acorta artificialmente su lapso de vida y de este modo impide que sus
sanskaras correspondientes fructifiquen. Cuando a causa de una muerte
extemporánea a los sanskaras que tienen que fructificar se les impide
expresarse, el alma desencarnada queda sujeta a la fuerza impulsora de estos
sanskaras incluso después de que el cuerpo físico ha sido desechado. El
impulso de los sanskaras a los que se les impidió operar queda retenido
incluso en la vida después de la muerte, y el resultado de esto es que esa ánima
desea las cosas del mundo físico.
El impulso irresistible

En estos casos, el alma desencarnada se siente irresistiblemente impulsada


hacia el mundo físico y tiene tan intensos deseos de objetos materiales que
procura satisfacerlos con los cuerpos físicos de las almas que aún están
encarnadas. Así, por ejemplo, el alma desencarnada tal vez tenga tantos deseos
de bebidas alcohólicas que apele a métodos nada naturales para satisfacerlos, y
espera la oportunidad. Cuando encuentra a alguien que es un instrumento
adecuado que es afecto a las bebidas alcohólicas en el mundo físico, el espíritu
satisface su propio deseo por medio de esa persona tomando posesión de su
cuerpo físico. Del mismo modo, si quiere experimentar cómo se manifiesta
físicamente una ira brutal, lo hace por medio de alguien que se está
encolerizando en el mundo físico.
Estas almas están constantemente a la espera para acosar a las personas
encarnadas con sanskaras similares, y tratan de mantenerse en contacto con el
mundo físico tanto tiempo como pueden por medio de otros. En la vida
después de la muerte, cualquier complicación que persista en el mundo físico
constituye un grave obstáculo para que el curso natural de la vida del alma
progrese. A quienes se hallan sujetos a este estado precario se los debe
considerar particularmente infortunados puesto que fomentan en sí y en los
demás muchos sufrimientos innecesarios procurando satisfacer de manera
nada natural sus deseos más groseros por medio de otros que aún están
encarnados. En comparación con estas almas infortunadas, la vida póstuma de
otras almas es mucho más sosegada.

La muerte inicia un intervalo entre dos vidas

En los casos normales, la muerte ocurre una vez que se agotan todos los
sanskaras que procuran fructificar. Cuando el alma abandona su cuerpo físico,
interrumpe por completo toda conexión con el mundo físico, aunque el ego y la
mente permanecen con todas las impresiones acumuladas en la existencia
terrena. A diferencia de los casos excepcionales de espíritus que aún están
obsesionados con el mundo físico, las almas corrientes procuran reconciliarse
con esa separación del mundo físico y se adaptan a las limitaciones y cambios
de condición. Se sumen en un estado de subjetividad en el que se inicia un
nuevo proceso en el cual se repasan mentalmente las experiencias de la
existencia terrena reviviendo los sanskaras conectados con ellas. Así la muerte
inaugura un período de comparativo descanso, el cual consiste en un retiro
temporal de la acción en el plano físico. Es el comienzo de un intervalo entre la
última encarnación y la siguiente.

LA REENCARNACIÓN Y EL KARMA

Segunda Parte:
El Infierno y el Cielo

La subjetividad de la vida después de la muerte

El alma corriente no es consciente del mundo físico después de la muerte


porque la consciencia depende directamente del cuerpo físico. Aunque la
consciencia del mundo físico así se pierde, las impresiones de las experiencias
del mundo físico se retienen en el cuerpo mental y continúan expresándose por
medio del mundo semi-sutil. Durante el intervalo entre la muerte y la siguiente
encarnación, la consciencia del alma se vuelve hacia estas impresiones, y el
resultado de esto es que las impresiones se vivifican y las correspondientes
experiencias se reviven. Sin embargo, esta alma no es consciente del entorno
sutil; está sumida en completa subjetividad y absorta en vivir mediante
revividas impresiones.

Infierno y Cielo, estados de la mente

En la vida después de la muerte las experiencias dolorosas y placenteras se


intensifican mucho más que en la vida terrena. Estos estados subjetivos de
intensificado sufrimiento y alegría se llaman Cielo e Infierno. El Infierno y el
Cielo son estados de la mente; no hay que considerarlos como lugares. Y
aunque subjetivamente sean muy importantes para el alma individualizada,
ambos son ilusiones dentro de la gran ilusión del mundo fenoménico.

Los deseos y experiencias se intensifican


después de abandonar el cuerpo

En el estado de infierno, al igual que en el estado de cielo, los deseos se


intensifican mucho más pues ya no necesitan expresarse con el instrumento
físico. Tal como ocurre con los deseos, las experiencias con las que se los
satisfizo o no, también se intensifican mucho. En la existencia terrena, los
deseos, igual que los goces y sufrimientos que aquéllos producen, se
experimentan por medio del cuerpo físico. Por supuesto, el alma está usando
realmente sus cuerpos superiores al mismo tiempo, pero, en la existencia
terrena, su consciencia está ligada al cuerpo físico. Por lo tanto, los procesos de
la consciencia tienen que atravesar un velo adicional, el cual reduce su fuerza,
vitalidad e intensidad, tal como los rayos de luz decrecen cuando deben
atravesar un grueso vidrio. Mientras ocupamos el cuerpo, la intensidad de los
deseos y experiencias se deteriora, pero cuando lo abandonamos, se
incrementa relativamente su intensidad.

Los deseos son saciados por medio del pensamiento

Los deseos no son saciados en el estado de cielo como ocurre en el plano


físico, en el que dependen del objeto del deseo. El deseo se satisface meramente
pensando en el objeto deseado. Por ejemplo, si una persona desea oír una
música exquisita, experimenta este goce con solo pensar en ella. En este estado,
la idea imaginativa de la música exquisita substituye las vibraciones sonoras
físicas del plano material. El goce derivado de pensar en una música exquisita
es mucho mayor que el goce derivado en su existencia terrena al escuchar
realmente sonidos físicos. En el estado de cielo no hay obstáculos entre los
deseos y su satisfacción; el goce de la auto-satisfacción siempre está al alcance
con el pensamiento o con el sentimiento.

El Cielo en la Tierra
De hecho, incluso en el plano terreno de la existencia algunos individuos
desarrollan esta capacidad para que su goce tenga lugar independientemente
de poseer un objeto físico. Por ejemplo, Beethoven era totalmente sordo, pero
ejercitando únicamente su imaginación, podía disfrutar intensamente sus
propias composiciones musicales. En un sentido, podría decirse que, incluso en
esta Tierra, estuvo en el estado de Cielo. Del mismo modo, una persona que
medita sobre el Amado con amor, es feliz por el mero hecho de pensar en el
Amado sin necesidad de su presencia física. Después de la muerte, en el estado
de Cielo, el gozo derivado de esta satisfacción imaginativa es infinitamente
mayor, puesto que la consciencia se libró del velo más externo del cuerpo
físico.

Los deseos más groseros fomentan el estado de infierno

Algunos deseos se relacionan directamente con poseer y asimilar objetos


materiales por medio del cuerpo físico. Son de este tipo los deseos más
groseros, como por ejemplo la lujuria, la gula o el ansia de bebidas alcohólicas
o tóxicos. Estos deseos son específicamente terrenos porque son posesivos e
implican aferrarse al objeto físico. En estos deseos no sólo predominan las
sensaciones derivadas del contacto con el objeto sino también las sensaciones
que constituyen la respuesta del cuerpo mismo. Estos deseos más groseros
fomentan el estado de infierno.

La diferencia entre los deseos más groseros y los deseos más finos

En contraste con los deseos más finos, los más groseros privilegian en grado
sumo las meras sensaciones, independientemente de cualquier significado
intelectual o cualquier valor moral. En los deseos más finos, como ocurre con el
relacionado con la música, por supuesto hay un elemento en el que se quiere
tomar contacto sensorio con los sonidos físicos. Sin embargo, estos sonidos no
son importantes tanto por lo que invisten sino más bien por su capacidad para
expresar la belleza. Del mismo modo, un deseo de escuchar discursos no
predomina en la mente tanto por sus sensaciones sonoras sino más bien por lo
que transmiten, o sea, por lo que significan intelectualmente y por las
emociones que aducen.

Las sensaciones corporales de los deseos más groseros

De manera que, en los deseos más finos, las sensaciones reales cumplen un
papel que se subordina a los aspectos derivados que se basan en las
sensaciones. En los deseos más groseros, las sensaciones son las que
proporcionan el principal elemento conectado con el objeto físico y las
sensaciones que esos deseos despiertan mediante la reacción corporal tendiente
a poseerlos. Las sensaciones orgánicas del cuerpo físico cumplen el papel más
importante en las experiencias conectadas con los deseos más groseros. Por
medio de aquéllas, el alma individualizada siente su propia existencia como
cuerpo físico mucho más eficaz y vívidamente que mediante experiencias
conectadas con los deseos más finos.

Los sufrimientos del Infierno y los goces del Cielo

Las sensaciones corporales propiamente dichas son las que constituyen casi
todo lo importante de las experiencias que son producto de la satisfacción o no
de los deseos más groseros. Por lo tanto, raras veces pueden hacer que se
experimente plenamente la satisfacción que se logra con los deseos más finos
ejercitando meramente el pensamiento y la imaginación. Lo característico de
los deseos más groseros es que insisten en poseer y asimilar los objetos físicos.
Cualquier idea que derive de imaginar objetos físicos es meramente útil para
acentuar las ansias de alcanzarlos. Puesto que los objetos de los deseos más
groseros no están disponibles en el mundo sutil, estos deseos son los que
principalmente hacen que se experimente intensamente y se sufra
insatisfacción. Así como en el mundo físico la presencia de deseos más
groseros hace que el sufrimiento predomine sobre el goce, en la vida después
de la muerte las experiencias revividas conectadas con estos deseos más
groseros también hacen que el sufrimiento predomine sobre el goce, generando
de esta manera el estado de infierno. De manera parecida, en la vida después
de la muerte las experiencias revividas conectadas con los deseos más finos
hacen que el goce predomine sobre el sufrimiento, generando de esta manera
el estado de cielo.

El tiempo en el mundo sutil

Sin embargo, el Cielo y el Infierno son estados de esclavitud, y sujetos a las


limitaciones de los opuestos del goce y del dolor. Ambos son estados cuya
duración es determinada por la naturaleza, cantidad e intensidad de las
impresiones acumuladas. El tiempo en el mundo sutil no es el mismo que el
del mundo físico, debido a la acrecentada subjetividad de los estados de
consciencia. Aunque al tiempo en el mundo sutil no se le puede medir con el
tiempo del mundo físico, es determinado estrictamente por las impresiones
que se acumularon en el mundo físico. Sin embargo, el hecho importante es
que el estado de infierno y el estado de cielo distan de ser duraderos y,
después de cumplir su propósito en la vida del alma individualizada, ambos
tocan a su fin.

La vivificación de las impresiones

Los deseos sensuales más groseros, como por ejemplo la lujuria y sus
productos emocionales, como por ejemplo el odio y la ira, contribuyen a la vida
ilusoria y al sufrimiento que predomina en el estado de infierno. Los deseos
más finos –como por ejemplo las aspiraciones idealistas, los intereses estéticos
y científicos, la benevolencia hacia el prójimo y otros de la misma índole,
incluyendo sus derivados emocionales, como por ejemplo el amor personal o
los sentimientos fraternos– contribuyen a la vida iluminada y placentera que
predomina en el estado de cielo. Estos estados consisten para la mayoría de las
almas en revivir las experiencias de la vida terrena vivificando las impresiones
que aquéllas les dejaron. Su duración y naturaleza dependen de la duración y
naturaleza de lo que el alma experimentó mientras ocupó el cuerpo físico.

La terminación del Infierno y del Cielo


Así como a un disco fonográfico lo hacemos a un lado cuando la púa recorrió
cada uno de sus surcos, el estado de infierno y el estado de cielo terminan
después de que la consciencia atravesó las impresiones dejadas por la vida
terrena. Así como la canción que un disco produce es determinada
estrictamente por la canción original grabada en él, de igual manera la calidad
de las experiencias intensificadas y magnificadas por las que el alma pasa
después de la muerte es determinada estrictamente por la clase de vida que la
persona llevó en la Tierra en su cuerpo físico. Desde este punto de vista, el Cielo
y el Infierno son sombras proyectadas por nuestra vida en la Tierra.

El examen retrospectivo de las experiencias terrenas

Sin embargo, el Cielo y el Infierno no servirían a propósitos especialmente


útiles en la vida del alma individual si consistieran meramente en revivir
mentalmente nuestro pasado en la Tierra. Eso significaría una mera repetición
de lo que ya ocurrió. La consciencia, en estos estados después de la muerte, está
en condiciones de examinar pausada y eficazmente el vivo registro de su vida
en la Tierra. Mediante una intensificación de las experiencias, puede observar
más fácilmente y con mejores resultados la naturaleza de aquéllas. En la Tierra,
la consciencia de la mayoría de las personas es predominantemente objetiva,
con miras hacia adelante y presionada por los sanskaras que aún no se gastaron.
Su principal preocupación es que los sanskaras sean colmados por medio del
presente o del futuro. En la vida después de la muerte, la consciencia de la
mayoría de las personas es predominantemente subjetiva y retrospectiva. Al
estar ausentes los sanskaras incitantes e impulsores, como ocurre con las
reminiscencias, la principal preocupación de la consciencia consiste en rever y
evaluar el significado del pasado.

La analogía del cine

Las apresuradas y tempestuosas reacciones inmediatas ante las cambiantes


situaciones de la vida terrena son reemplazadas, después de la muerte, por una
mayor parsimonia, libre de la urgencia de acciones inmediatamente necesarias.
Todas las experiencias de la existencia terrena están disponibles para la
reflexión con mayor vivacidad que la que es posible mediante el recuerdo de la
vida en la Tierra. Todas las tomas de la vida se hallan registradas en la película
cinematográfica de la mente, y ahora es tiempo de estudiar la vida terrena
original mediante proyecciones ampliadas del registro filmado sobre la
pantalla de la consciencia subjetivizada.

Asimilación de las experiencias terrenales

Así es cómo el estado de infierno y el estado de cielo instrumentan la


asimilación de las experiencias adquiridas en la fase terrena, y el alma
individualizada puede iniciar su siguiente encarnación en un cuerpo físico con
todas las ventajas de haber digerido su experiencia. Las lecciones que el alma
aprendió mediante este inventario y reflexión son afirmadas en el cuerpo
mental por la fuerza de su ampliado sufrimiento o felicidad. Durante la
siguiente encarnación, aquéllas son parte integral de la estructura intuitiva de
la consciencia activa, sin que de manera alguna revivan detallada y
minuciosamente los sucesos que el individuo experimentó en la encarnación
anterior. Las verdades que la mente absorbe en la vida después de la muerte se
convierten, en la siguiente encarnación, en una parte de la sabiduría innata. La
intuición desarrollada es comprensión consolidada y comprimida, la cual se
destila por medio de múltiples y diversas experiencias acumuladas en vidas
anteriores.

El Cielo y el Infierno, y la sabiduría intuitiva que aflora

Las diferentes almas comienzan con distintos grados de sabiduría intuitiva


su capital inicial para los experimentos y aventuras de sus existencias terrenas.
Esta intuición tal vez parezca ser producto de experiencias pasadas,
sumándose pues al equipo de la psiquis, pero lo cierto es que más bien se trata
de un desarrollo de lo que ya está latente en el alma individualizada. Desde
este punto de vista más profundo, las experiencias de la vida terrena –al igual
que los procesos de reflexión y consolidación a los que están sujetas en la vida
después de la muerte– son meros instrumentos que hacen aflorar la sabiduría
intuitiva ya latente en el alma desde el inicio mismo de la Creación. Tal como
ocurre con la existencia terrena y sus experiencias, los estados de infierno y de
cielo en la vida después de la muerte, son parte integral en los episodios de la
travesía del alma individualizada, la cual en última instancia tiene como
propósito llegar a la Fuente de todas las cosas.

LA REENCARNACIÓN Y EL KARMA

Tercera Parte:
La existencia y el recuerdo de vidas pasadas

Los portales del nacimiento y la muerte

Los que tienen acceso inmediato a las verdades suprasensibles sobre la vida
del alma y su reencarnación saben, porque lo perciben claramente, que lo que
se denomina nacimiento es solamente una encarnación del alma
individualizada en la esfera física. La ininterrumpida continuidad de la vida
del alma que reencarna está marcada por el nacimiento y la muerte, y ambos
pueden compararse con portales existentes en la corriente de la vida cuando
ésta avanza de un tipo de existencia a otro. Ambos son igualmente necesarios
en la vida del alma, y el intervalo entre la muerte y el nacimiento es tan
necesario como el intervalo entre el nacimiento y la muerte.

Lo que la intuición reclama

Tal como ocurre con quienes consideran que la muerte es la terminación de


la existencia individual, de igual modo quienes consideran que el nacimiento
del cuerpo es su comienzo también afrontan un conflicto entre sus falsas
suposiciones y lo que la intuición racional reclama. Desde el punto de vista de
la justicia individual, la despareja distribución del bien y el mal en relación con
la felicidad o la prosperidad parece impugnar seriamente la racionalidad y la
justificación de todo el esquema del universo. Ver a veces a los virtuosos
sufriendo profundamente y a los viciosos poseyendo las cosas agradables y
placenteras crea insuperables dificultades a quien prefiere considerar que la
vida tiene por objeto cumplir un propósito eterno y divino.

La tendencia a aceptar explicaciones más profundas

A menos que haya alguna explicación venidera más profunda, la mente


humana está plagada de atormentadoras confusiones que tienden a amargar la
actitud de la persona frente a la vida y a fomentar un cruel cinismo. Esto es
incluso peor, en muchos sentidos, que la más profunda aflicción personal que
la muerte pueda causar. Pero, a pesar de todo lo aparentemente contrario, la
mente humana posee una innata tendencia a recuperar su fe honda e
inconmovible en la cordura intrínseca y en el valor de la vida. Salvo en caso de
que se creen resistencias artificiales, la mente humana considera aceptable las
explicaciones que se adecuan a esta ley más profunda del espíritu.

El efecto de tener un nuevo cerebro

Quienes tienen acceso directo a la verdad de la reencarnación son menos


aún que los que tienen acceso directo a la verdad sobre la inmortalidad del
alma individual. Los recuerdos de todas las vidas pasadas se almacenan y
conservan en el cuerpo mental del alma individual, pero no son accesibles para
la consciencia de las personas corrientes porque se corrió un velo sobre éstas.
Cuando el alma cambia su cuerpo físico, tiene un cerebro nuevo, y su
consciencia vigil normal funciona en estrecha asociación con los procesos
cerebrales. En circunstancias corrientes, sólo los recuerdos de la vida actual
pueden aparecer en la consciencia porque el nuevo cerebro obstaculiza las
experiencias reunidas mediante otros cerebros en vidas pasadas.

El recuerdo de vidas pasadas

En muy pocos casos, a pesar de la resistencia que el cerebro ofrece, algunos


recuerdos de vidas pasadas se filtran en la vida actual en forma de sueños que
son totalmente inexplicables en función de la vida actual. Un individuo puede
ver en sus sueños a personas a las que nunca vio en su vida actual. Suele
suceder que quienes se le aparecieron en sueños fueron personas que ese
individuo conoció en sus vidas pasadas. Pero por supuesto estos sueños,
cuando son de tipo corriente, no pueden considerarse como un recuerdo de
vidas pasadas. Lo único que indican es que la imaginación, activa durante esos
sueños, fue afectada por una información tomada de vidas pasadas. El
verdadero recuerdo de vidas pasadas es claro, preciso y seguro, como el
recuerdo de la vida actual. Cuando un individuo lo tiene, ya no tiene dudas de
que existió en vidas anteriores junto con muchos otros individuos. Así como no
puede dudar de su propia vida pasada en la encarnación actual, no puede
dudar de su vida en encarnaciones pasadas.

El recuerdo activo de vidas pasadas

Es muy pequeño el número de personas capaces de recordar sus vidas


pasadas en comparación con la vasta mayoría que se halla tan enteramente
atada al plano físico de la existencia que ni siquiera sospechan de realidades
suprasensibles. La actividad de estos recuerdos se halla seriamente
condicionada por las limitaciones del cerebro, mientras la consciencia está
involucrada con el cuerpo físico y sus procesos cerebrales. Cuando la
consciencia se emancipa de las limitaciones que el cerebro le impone, puede
recobrar y restablecer los recuerdos de vidas pasadas, todos los cuales se hallan
almacenados en el cuerpo mental. Esto implica un grado de desapego y
comprensión que sólo tienen los seres espiritualmente avanzados. El recuerdo
de vidas pasadas puede sobrevenir con total claridad y certeza incluso en
quienes aún están cruzando los planos internos de la consciencia pero que
todavía no llegaron a ser espiritualmente perfectos.

Perder el recuerdo de vidas pasadas no afecta el progreso

La persona no recupera el recuerdo de vidas pasadas salvo en casos


anormales y excepcionales, a no ser que sea suficientemente avanzada desde el
punto de vista espiritual. Esto lo estipulan las leyes de la existencia, las cuales
aseguran una evolución espiritual sin obstáculos por parte del alma
individualizada. A primera vista podría parecer que la pérdida de la memoria
de vidas pasadas es una pérdida total, pero esto dista de ser así. Para casi todos
los fines, el conocimiento de vidas pasadas no es necesario en absoluto para
guiar el progreso de la vida espiritual. La evolución espiritual consiste en guiar
la vida a la luz de los valores supremos percibidos mediante la intuición, sin
permitir que el pasado determine esa evolución. En muchos casos, hasta el
recuerdo de la vida actual obstaculiza ciertos ajustes exigidos por las
necesidades espirituales de las cambiantes situaciones de la vida. Puede
decirse que el problema de la emancipación es, en un sentido, el de liberarse
del pasado, el cual plasma la vida actual en el caso de quienes están atados a la
rueda del nacimiento y la muerte.

Protegerse de las complicaciones

La vida sería infinitamente más complicada si quien no avanzó


espiritualmente cargara con el recuerdo consciente de innumerables vidas
pasadas, pues los diversos escenarios en los que las personas se le aparecieran
a la luz de su recuerdo lo aturdirían e intranquilizarían. Sin embargo, no se le
reclama que afronte semejante confusión porque está protegido de que el
recuerdo de vidas pasadas pueda volver a cobrar vida. El individuo percibe
cosas y personas en un contexto y en un escenario claramente definido y
limitado, y el resultado de esto es que le resulta fácil determinar sus acciones y
reacciones a la luz de lo que él conoce de la vida actual.
Esto no significa que sus acciones y reacciones sean determinadas
enteramente por lo que él conozca de su vida actual. Todo lo sucedido en vidas
pasadas tiene también su propia parte inconsciente pero eficaz en la
determinación de sus acciones y reacciones. A pesar de que las vidas pasadas
realmente influyen, el hecho es que, puesto que el individuo está protegido
para que el recuerdo consciente no vuelva a cobrar vida, su consciencia no está
sujeta a la confusión que resultaría si el recuerdo consciente de vidas pasadas,
se hallara entre los datos que él tuviera que tener en cuenta con el fin de
determinar sus acciones y reacciones.

La condición para liberar los recuerdos

Sólo se pueden enfrentar los recuerdos de las vidas pasadas, sin temor a caer
en la confusión o a perder el equilibrio mental, cuando la persona deja de tener
deseos y pierde la noción de lo “mío” y lo “tuyo”. Puede ocurrir que esté
viendo a personas que en otro tiempo le pertenecieron a él, como
pertenecientes ahora a alguien más en la vida actual. Si tuviera que continuar
con sus vinculaciones y pretendidos derechos, atraería sobre sí mismo y sobre
los demás un sinfín de complicaciones, miserias y confusiones. Por eso es
preciso que el aspirante borre de su mente toda noción de posesión, si ha de
estar espiritualmente preparado para soportar a la influencia perturbadora de
los recuerdos de las vidas pasadas.

La preparación espiritual

Cuando un individuo está espiritualmente preparado, carece enteramente de


deseos y rebosa amor impersonal. Todos los enredos propios del ego personal
han desaparecido de su mente. Ahora puede contemplar a sus antiguos amigos
y enemigos con la misma ecuanimidad. Ha superado de tal manera sus propias
limitaciones que para él ya no difieren sus relaciones y no relaciones de sus
vidas pasadas y su vida presente. Está libre de pensar en cualquier derecho o
reclamo de su parte frente los demás, o de los demás frente a él, porque ha
realizado la verdad más profunda sobre la unidad de toda la existencia y sobre
la ilusoriedad de los sucesos propios del mundo.

El sabio uso del recuerdo recobrado

De este modo, cuando la persona está preparada espiritualmente ya no le


afecta el recuerdo de vidas pasadas. Sólo entonces vale la pena que tenga
acceso a ellas, pues podrá tener el juicio puro e infalible y el amor incorruptible
que le permitirán utilizar acertada y sabiamente el nuevo conocimiento
adquirido al recuperar el recuerdo de vidas pasadas. Este conocimiento pone a
su disposición muchísima información sobre sus propias encarnaciones y las
de otros que estuvieron conectados con él en vidas pasadas. Esto le permite no
sólo avanzar más por el sendero espiritual ajustando conscientemente el karma
sino también ayudar a los demás que están en el sendero dirigiéndolos a la luz
de sus vidas pasadas.
Las ventajas del recuerdo recuperado

La evolución espiritual se acelera más después de recuperar naturalmente el


recuerdo de encarnaciones pasadas. El conocimiento consciente de cómo se
desarrollaron históricamente esos enredos hace más fácil desenredarse de lo
mundano. La evolución espiritual, principalmente inconsciente de las
limitaciones del pasado, a la sazón es consciente de ellas. Tanto los obstáculos
como las facilidades creadas por el pasado se hallan ahora al alcance de la
consciencia y, por lo tanto, se los puede manejar inteligente y cuidadosamente.
La intuición incapaz de expresarse se complementa con datos racionalizados.
Por lo tanto, la acción tiene menos posibilidad de error y es más potente al
producir resultados deseables.

El conocimiento de vidas pasadas

Tras convertirse en espiritualmente perfectos, los Maestros de la sabiduría


no tienen especial interés en las encarnaciones pasadas, las cuales se hallan
entre los muchos hechos sin importancia de la existencia mundana. Si hacen
uso de su conocimiento acerca de las vidas pasadas de una persona, es
solamente para ayudarla para que avance hacia la Verdad eterna. El
conocimiento que ellos tienen sobre el pasado los pone especialmente en la
posición de poder brindar al aspirante la guía que éste precisamente necesita.
Los pormenores del Sendero del aspirante suelen ser determinados por los
episodios del pasado, por la manera con la que buscó la Verdad suprema en
sus vidas pasadas, y por los obstáculos o facilidades que creó para sí mediante
sus acciones pasadas. Todas estas cosas, ocultas para el aspirante, son claras
para la nítida percepción del Maestro, quien usa su conocimiento a fin de
acelerar el progreso espiritual del buscador de la Verdad. El Maestro conduce
al aspirante desde el lugar que éste último alcanzó por medio de la
experimentación y búsqueda de varias vidas. Tanto en los asuntos espirituales
como en los mundanos, el conocimiento mayor e infalible significa economía
de energía y tiempo.
LA REENCARNACIÓN Y EL KARMA

Cuarta Parte:
Las condiciones específicas de una encarnación

El sexo es una forma específica de la dualidad

El alma individualizada tiene su comienzo y origen en el Infinito, en la


existencia de Dios, sin forma ni sexo, e indivisible, quien está más allá de todas
las formas de la dualidad o de la evolución. Con el comienzo del alma
individualizada comienzan la dualidad y la evolución, aunque la forma
específica de la dualidad, que consiste en la diferenciación y atracción basadas
en el sexo, haga su aparición en una posterior etapa evolutiva. La dualidad
existe tan pronto existe el sujeto y el objeto, o sea, un centro de consciencia, por
débil que sea, y su entorno. Por otra parte, el sexo es una forma específica de
atracción corporal que presupone diferenciación de las formas, género
específico de la psiquis involucrándose y enredándose con las formas, y
expresión específica de vida y energía.

El sexo en las formas subhumanas

En el reino mineral no hay diferencias sexuales. En el reino de las plantas y


los árboles cobraron vida las diferenciaciones sexuales con funciones biológicas
especializadas. Las plantas y los árboles no generan consciencia sexual, puesto
que el desarrollo de la consciencia es rudimentario en ellos, y estas
diferenciaciones corporales no influyen sobre sus expresiones. El contacto entre
macho y hembra en plantas y árboles (por estar fijos en el suelo) no es directo
sino solamente indirecto por medio del viento, de las abejas, etcétera. Por lo
tanto, desde el punto de vista de la evolución de las formas, puede decirse que
la diferenciación sexual ha empezado a surgir incluso en el nivel de plantas y
árboles, pero desde el punto de vista de su propia consciencia, no podemos
decir que se diferencien sexualmente porque su consciencia de la dualidad de
ninguna manera es afectada por el sexo.
En la evolución de la dualidad sexual, las plantas y los árboles están a mitad
de camino entre los minerales, los cuales no se diferencian sexualmente, y las
aves y los animales, cuya diferenciación sexual es completa. Antes de que el
alma encarne en la primera forma humana, alcanza plena consciencia y energía
en su última forma animal, que luego abandona para ocupar un cuerpo
humano. La reencarnación del alma individualizada mediante formas
humanas es precedida por sus sucesivas encarnaciones en formas subhumanas.

La psiquis es modificada por el sexo

En los animales, el sexo no sólo se expresa mediante diferencias y actividades


corporales sino que también es un factor profundamente arraigado que afecta a
la consciencia. Puesto que los humanos heredan tanto sus cuerpos como la
consciencia de animales altamente evolucionados, como por ejemplo, los
monos, los humanos también se hallan sujetos a la dualidad sexual. En los
humanos, el sexo se halla tan completamente desarrollado que ya no se trata de
un asunto meramente corporal. Modifica sustancialmente a la psiquis, la cual
procura expresarse mediante el cuerpo según su forma sea masculina o
femenina.

Las encarnaciones masculina y femenina

Después de alcanzar la forma humana, por regla general no se retorna a las


formas animales; los casos de retroceso a formas subhumanas son excepciones
especiales y escasas. Una vez que el alma alcanzó la jerarquía humana, lo
normal es que pase por incontables reencarnaciones en la forma humana. A
veces la forma humana puede ser masculina, y a veces femenina, de acuerdo
con los sanskaras y las necesidades espirituales del alma. La forma femenina
tiene la prerrogativa especial de que hasta los Sadgurus y el Avatar tienen que
nacer por medio de la forma femenina. La forma masculina tiene la
prerrogativa de que la mayor parte de los Sadgurus adoptan la forma
masculina. El Avatar aparece siempre en forma masculina aunque las mujeres
puedan llegar a ser santas y Sadgurus.
La encarnación específica es determinada por los sanskaras

Las ventajas y desventajas generales de una encarnación son determinadas


siempre por los sanskaras específicos que el alma individual acumuló en el
pasado. Las necesidades implícitas en el ulterior desarrollo del alma se
relacionan con la naturaleza de los sanskaras acumulados. Por lo tanto, estos
sanskaras acumulados determinan realmente si el alma encarna en la Tierra en
Oriente o en Occidente, en forma masculina o femenina, y en un ciclo de la
existencia o en otro. Las facilidades que una encarnación específica brinda
dependen no sólo de si se encarna en forma masculina o femenina sino
también de si se encarna en un ciclo de la existencia o en otro, y si está a tono
con la vida terrena en el hemisferio oriental o en el occidental.

Oriente y Occidente

En general, actualmente todo el Oriente se ha desarrollado más en lo


espiritual que en lo material, y el resultado de esto es que la mente de los
orientales aspira más espontáneamente a Dios. En conjunto, Occidente se ha
desarrollado más en lo material que en lo espiritual, y el resultado de esto es
que la mente de los occidentales anhela más espontáneamente lo intelectual y
artístico. Una encarnación en Oriente suele implicar una mayor tendencia a la
vida espiritual que en Occidente, y una encarnación en Occidente suele
entrañar una mayor tendencia a la vida material que en Oriente. Pero el alma
tiene que experimentar los aspectos tanto materiales como espirituales de la
vida antes de librarse de las cadenas de una vida dual. Por lo tanto, la misma
alma tiene que encarnar tanto en Oriente como en Occidente.

El cambio de esfera

Si un alma encarnó muchas veces sucesivas en Oriente y luego encarna en


Occidente, lleva consigo las impresiones de sus vidas en Oriente y, aunque
viva en Occidente, su vida coincide esencialmente con las pautas orientales. Si
un alma encarnó muchas veces sucesivas en Occidente y luego encarna en
Oriente, lleva consigo las impresiones de su vida en Occidente y, aunque viva
en Oriente, su vida coincide con las pautas occidentales. De manera que, a
veces, uno puede tener alma europea en cuerpo indio o alma india en cuerpo
europeo. Hay que tener presente que esta diferencia se relaciona sólo con
encarnaciones y sanskaras del pasado, y que el alma como tal se halla más allá
de estas diferencias.

Los ciclos de la existencia

Las facilidades que las encarnaciones masculinas y femeninas brindan no


son rigurosamente invariables. Cambian de acuerdo con los ciclos de la
existencia, al igual que si se encarna en Oriente o en Occidente. Hay algunas
épocas en las que los hombres son más activos, dinámicos y materialistas que
las mujeres, y otras en las que sucede lo contrario. Las mujeres del pasado eran
valientes e intelectuales en Oriente. No pensaban que sacrificio alguno fuera
demasiado grande para la felicidad y el bienestar de sus esposos, y eran tan
espirituales y humildes que llegaban a considerar al esposo como si fuera Dios
Mismo. Actualmente, en el hemisferio oriental, el hombre promedio tiene
mayores inclinaciones espirituales que la mujer promedio, así como en
Occidente la mujer promedio de la actualidad tiene mayores inclinaciones
espirituales que el hombre promedio. Un hombre que vive en Oriente es
diferente de un hombre que vive en Occidente, y una mujer que vive en
Oriente es diferente de una mujer que vive en Occidente.
Lo divertido del caso es que, en comparación con los miembros del sexo
opuesto, la misma alma muestra diversos grados de superioridad, inferioridad o
igualdad respecto de asuntos espirituales o materiales, los cuales dependen del
ciclo de la existencia, del sexo de su cuerpo, y del plano terreno en el que
encarna.

LA REENCARNACIÓN Y EL KARMA

Quinta Parte:
La necesidad de encarnaciones masculinas
y femeninas

Las particularidades de las formas masculina y femenina

Aunque lo propicio de cada sexo varíe según la época y el lugar en el que


ocurra cada encarnación, cada sexo facilita el desarrollo de una experiencia
específica. Las lecciones que se aprendieron fácilmente en encarnaciones
masculinas es probable que no se obtengan con facilidad en encarnaciones
femeninas, y las lecciones que se aprendieron fácilmente en encarnaciones
femeninas es probable que no se obtengan con facilidad en encarnaciones
masculinas. Por regla general, los hombres sobresalen en cualidades de la
mente y la voluntad. Son capaces de un juicio razonable y de un propósito
firme. Por regla general, las mujeres sobresalen por las cualidades del corazón.
Son capaces de amar intensamente, lo cual hace que estén dispuestas a
cualquier sacrificio por el ser amado. A causa de esta capacidad de las mujeres
para amar, cuando devotamente se menciona al Avatar, el nombre de una
mujer suele tener precedencia, como cuando los bhaktas (devotos) de Rama o
Krishna ensalzan a “Sita-Ram” o a “Radha-Krishna”.
Las mujeres suelen ser superiores al hombre en lo que atañe a cualidades del
corazón, y los hombres suelen ser superiores a las mujeres en lo que atañe a
intelecto y voluntad. Lo interesante del caso es que la misma alma sobresale en
cualidades del corazón o en intelecto y voluntad según encarne como mujer o
como hombre. El desarrollo alternado de cualidades espirituales específicas
sigue alternándose entre formas masculinas y femeninas hasta que el
desarrollo sea completo.

Las encarnaciones masculinas y femeninas


son igualmente necesarias

Puesto que las encarnaciones masculinas y femeninas son igualmente


necesarias para el conocimiento de Sí Mismo, no está bien considerar que una
es más importante que la otra. Ambas son indispensables aunque difieran en
cuanto a la naturaleza de sus respectivas particularidades. El alma debe pasar
tanto por encarnaciones masculinas como femeninas si ha de tener riqueza de
experiencias, lo cual es una condición para comprender que el alma, en sí
misma, está más allá de toda forma de dualidad, incluida la pronunciada
dualidad que se basa en el sexo.

Las encarnaciones masculinas y femeninas se complementan

Antes de que el alma se libere de todos los sanskaras asume numerosas


formas masculinas y numerosas formas femeninas. Si el alma sólo tuviera que
encarnar en formas masculinas o sólo en formas femeninas, su experiencia
seguiría siendo unilateral e incompleta. La dualidad de la experiencia puede
ser superada solamente con comprensión, y la comprensión de la experiencia
sólo es parcial mientras se circunscribe a uno solo de los opuestos. La unidad
del sujeto y del objeto de la experiencia es inalcanzable mientras en el objeto
haya cualquier aspecto o elemento que nuestra propia experiencia no abarque,
y esto se aplica particularmente a la dualidad sexual.

La mente retiene la experiencia de las encarnaciones

La mente retiene la experiencia recogida de las encarnaciones masculinas y


femeninas. Puesto que el alma se identifica con el cuerpo, las tendencias
psicológicas que armonizan con el sexo del cuerpo encuentran un instrumento
adecuado para expresarse. Las tendencias que son características del sexo
opuesto comúnmente se reprimen en la parte inconsciente de la mente porque
no armonizan con el sexo del cuerpo y encuentran obstruido el medio para
expresarse. Cuando el alma toma un cuerpo femenino, las tendencias
masculinas quedan en suspenso, y las tendencias femeninas se liberan y
expresan. Análogamente, cuando el alma toma un cuerpo masculino, las
tendencias femeninas quedan en suspenso, y las tendencias masculinas se
liberan y expresan.

Génesis del enredo sexual

La identificación con el cuerpo implica identificación con el sexo del cuerpo.


Por lo tanto, implica un libre juego sólo para la parte limitada de la psiquis
(mente) que está en sintonía con el sexo del cuerpo. Puesto que la otra parte de
la psiquis está reprimida y latente en el inconsciente, en la parte consciente
surge una sensación de algo incompleto al igual que una tendencia a
restablecerlo y completarlo apegándonos a personas del sexo opuesto. Al
enredarse con el sexo opuesto, la parte sepultada de la mente que no está en
sintonía con el cuerpo busca algún tipo de expresión por medio de otro. Desde
este punto de vista, podría decirse que la atracción sexual es resultado del
esfuerzo que la mente hace para unirse con su propia parte inconsciente.
El sexo es una manifestación del intento ignorante que la mente consciente
hace para compensar la fragmentación que acarrea la identificación con el sexo
del cuerpo. Sin embargo, este intento para compensar la fragmentación está
condenado a ser fútil porque se basa no solamente en la identificación con el
cuerpo sino también porque la acentúa contraponiéndola al cuerpo del sexo
opuesto y enredándose con éste mediante apego y posesividad.

Comprensión mediante desapego

Cuando el alma está tratando de trascender a la dualidad sexual


desapegándose del sexo opuesto, está allanando el camino para comprender
desde dentro la experiencia asociada con el sexo opuesto. Entonces el hombre
trata de comprender a la mujer, no con ojos de varón, sino tratando de
comprender imaginariamente lo que la mujer siente ser por su propia
experiencia personal. Del mismo modo, entonces la mujer trata de comprender
al hombre, no con ojos de mujer, sino tratando de comprender
imaginariamente lo que el hombre siente ser por su propia experiencia
personal. De modo que, aunque parezca paradójico, el cuerpo del sexo opuesto
impide comprender de verdad la experiencia asociada con el sexo opuesto. El
desapego respecto a la forma del sexo opuesto facilita la verdadera
comprensión de la experiencia asociada con el sexo opuesto porque elimina la
barrera creada por la imaginación obsesionada con el sexo.

Liberarse de la imaginación dominada por el sexo

Si trascendemos la dualidad sexual y tratamos de comprender la experiencia


asociada con el sexo opuesto, a veces exhibimos realmente los rasgos asociados
habitualmente con el sexo opuesto. Así, por ejemplo, algunos aspirantes en
cuerpo masculino en una fase u otra se visten como mujeres, hablan y sienten
como ellas y adoptan sus hábitos, pero se trata solamente de una fase pasajera.
Cuando completan su comprensión interna de las experiencias pertinentes,
ellos no se sienten varones ni mujeres sino más allá de la diferencia sexual. Las
experiencias conectadas con las formas masculina y femenina son accesibles e
inteligibles para los aspirantes que trascendieron las diferencias sexuales. No
los afectan las limitaciones masculinas ni femeninas porque, comprendiendo,
se liberaron de las limitadoras obsesiones que caracterizan a la imaginación
dominada por el sexo.

La reconciliación de la mente consciente e inconsciente

La plenitud que la mente busca no puede alcanzarse apegándose y teniendo


acceso a otras formas. Hay que buscarla dentro recobrando la unidad mental
que se perdió. La reconciliación de la mente consciente con la mente
inconsciente no es posible mediante atracción sexual o mediante otras formas
posesivas, sino no identificándose con el cuerpo y su sexo. El no identificarse
con el cuerpo quita la barrera que impide que la experiencia depositada en la
mente se amalgame e integre totalmente. La plenitud interna ha de buscarse
superando la dualidad y la diferenciación sexual, la cual acentúa la
identificación con el cuerpo.

El amor divino

Estar libre del apego al sexo opuesto es estar libre del dominio del sexo del
cuerpo en el que el alma encarnó, aniquilando de ese modo a la mayoría de los
sanskaras que obligan al alma a identificarse con el cuerpo. Trascender la
dualidad sexual no equivale de por sí a superar totalmente a la dualidad, pero es
ciertamente un gran avance para que sea más fácil trascender la dualidad en
todas sus formas. Por otra parte, es igualmente cierto que el problema de la
dualidad sexual es una parte del problema de la dualidad como tal. Su solución
completa aparece cuando el problema más vasto de la dualidad total se resuelve
con amor divino, en el cual no existen el “yo” ni el “tú”, ni el hombre ni la mujer.
El propósito de las encarnaciones masculinas y femeninas es el mismo que el
propósito de la evolución, que es permitir al alma arribar a su propia existencia
indivisa e indivisible.

LA REENCARNACIÓN Y EL KARMA

Sexta Parte:
Funcionamiento del karma
a través de sucesivas vidas

Las encarnaciones sujetas a la ley del karma

En las sucesivas encarnaciones del alma individual, no sólo la continuidad e


identidad se extienden –manifestadas en el recuerdo personal y revividas en el
caso de las almas avanzadas– sino que también reina ininterrumpidamente la
ley de causa y efecto mediante la persistencia del karma y su constante operar.
Las sucesivas encarnaciones, con todas sus particularidades, son exacta e
infaliblemente determinadas por una ley racional, de modo que al alma
individual le es posible plasmar su futuro con sabiduría e inteligencia. Las
acciones de las vidas pasadas determinan las condiciones y circunstancias de la
vida presente, y las acciones de la vida presente participan determinando las
condiciones y circunstancias de las vidas futuras. Las sucesivas encarnaciones
del alma individual revelan su pleno significado sólo a la luz de la operación
de la ley kármica.

El karma persiste por medio del cuerpo mental

Las intermitentes encarnaciones en el mundo físico sólo están desconectadas


aparentemente. El karma persiste como vínculo conector y factor determinante
por medio del cuerpo mental, el cual sigue siendo un factor permanente y
constante a lo largo de todas las vidas del alma. La ley del karma y su manera
de operar no puede entenderse totalmente mientras el cuerpo físico y el mundo
material sean considerados los únicos hechos de la existencia. La
determinación kármica se hace posible por la existencia de los mundos y
cuerpos sutiles y mentales.

Los cuerpos mentales y sutiles

El lugar en el que se puede poseer consciencia física es en el mundo material.


Los planos en los que se puede poseer consciencia de los deseos están en el
mundo sutil, y los planos en los que el alma puede tener consciencia mental
están en el mundo mental. El origen de los deseos ha de encontrarse en la
mente, la cual está en los planos mentales. Aquí la semilla del deseo se apega a
la mente; el deseo existe aquí en forma latente, del mismo modo que el árbol
está latente en la semilla. El cuerpo mental, que es la sede de la mente, a
menudo se llama karan sharir, o cuerpo causal, porque almacena en su interior
las semillas o causas de todos los deseos. La mente retiene todas las impresiones
y disposiciones en forma latente. El yo limitado, o ego, está compuesto por estos
sanskaras. Sin embargo, la manifestación real de los sanskaras en la consciencia,
como se expresan mediante diferentes procesos mentales, tiene lugar en el
cuerpo sutil.

La formación y continuación de la mente egoica

El alma, que en realidad es Una e indiferenciada, aparentemente se


individualiza mediante las limitaciones del cuerpo mental, el cual es la sede de
la mente egoica. Las impresiones de experiencias y acciones pasadas forman la
mente egoica. Y esta mente egoica es la que constituye el quid de la existencia
del individuo que reencarna. La mente egoica, como depósito de impresiones
latentes, es el estado del cuerpo mental. La mente egoica, volviéndose espíritu y
experimentando las impresiones que se activan y manifiestan, es el estado del
cuerpo sutil. La mente egoica, cuando desciende al plano físico para la actividad
creadora, es el estado de la encarnación física. De manera que la mente egoica;
cuya sede es el cuerpo mental, es la entidad que contiene todas las fases de la
continua existencia como individuo separado.

Las impresiones almacenadas determinan


las condiciones de la encarnación

La mente egoica, cuya sede es el cuerpo mental, ocupa cuerpos inferiores de


acuerdo con las impresiones almacenadas en ella. Estas impresiones
determinan si los individuos morirán jóvenes o viejos; si serán sanos o
enfermos, y bellos o feos; si sufrirán impedimentos físicos, como la ceguera, o
disfrutarán un cuerpo generalmente eficiente; si serán inteligentes o torpes, de
corazón puro o impuro, y de voluntad inconstante o firme; y si se dedicarán a
buscar ganancias materiales o a buscar la luz interior del espíritu.

El juego de la dualidad

A su vez, la mente egoica se modifica con las impresiones kármicas


depositadas, las cuales incluyen no solamente acciones físicas y densas sino
también pensamientos y sentimientos. Y las circunstancias de cada encarnación
se adaptan a la composición y a las necesidades de la mente egoica. De manera
que si la persona desarrolló ciertas aptitudes o tendencias especiales en una
encarnación, las lleva consigo a las sucesivas encarnaciones. De manera
parecida, las cosas que quedaron incompletas en una encarnación podrán
completarse en las encarnaciones siguientes. Los vínculos kármicos forjados en
una encarnación se llevan y desarrollan en sucesivas encarnaciones merced a la
persistencia de las impresiones. Los que han estado estrechamente asociados
entre sí por relaciones buenas o malas tienden, por lo tanto, a tener contactos
recurrentes. Así el juego de la dualidad continúa el tiempo suficiente como para
recoger tantas experiencias de los opuestos que el alma, ya colmada de
experiencias, al final madura como para abandonar a la mente egoica e
internalizarse a fin de conocerse como Alma Universal.

Los derechos y reclamos creados por el toma y daca


Si entre ciertas personas ha habido un toma y daca, forjando entre ellas
ataduras kármicas y sanskáricas, y creando derechos y reclamos, tendrán que
volver a encontrarse y relacionarse a fin de resolver esos derechos y reclamos.
Lo que una persona da con motivos egoístas la ata del mismo modo que quien
recibe con sentimientos de separatividad. La transacción en la que se da o
recibe, que por lo tanto ata, no necesita ser puramente en un plano material en
forma de intercambio de bienes o dinero, ni cumpliendo alguna tarea física.
Podría consistir en un intercambio de pareceres o sentimientos.

El karma de interferencia

Si una persona reverencia a un santo que está en los planos superiores de


consciencia, le plantea un reclamo. El santo, que aún está cruzando los planos
internos y recorriendo el sendero espiritual, debe entonces detenerse y ayudar
de tal modo que lleve a esa persona que lo está reverenciando hasta el sitio del
sendero al que él mismo llegó. Reverenciar a un alma avanzada equivale, pues,
al karma de interferencia. Aunque sea bueno recibir una reverencia como tal,
cuando el alma avanzada la recibe, es probable que tenga que detenerse en el
sendero espiritual hasta haber ayudado a la persona que acudió a él y lo
reverenció.

La sensibilidad de las almas

La sensibilidad rápida e infalible de las almas se expresa en la ley según la


cual el odio genera odio, la lujuria genera lujuria, y el amor genera amor. Esta
ley rige no sólo durante una sola vida sino también a lo largo de varias vidas.
Un individuo siente el impulso de odiar o temer a un enemigo de vidas
pasadas, aunque en la vida presente no le haya brindado aparentes razones
para esta actitud. Del mismo modo, sin aparentes razones de la vida actual,
siente el impulso de amar y ayudar a un amigo de vidas pasadas. En la
mayoría de los casos es probable que la persona no conozca la razón de su
inexplicable actitud, pero eso no significa que no haya razón para ello. Muchas
cosas que en la superficie parecen inexplicables pueden entenderse cuando se
las examina a la luz de vínculos kármicos que se suscitan y provienen de vidas
pasadas.
La ley del karma es la ley de acción y reacción

La ley kármica aparece mediante mutuos ajustes que cambian


continuamente y deben proseguir cuando hay almas individuales que
procuran expresarse en un mundo que es común a ellas. Esto es consecuencia
del reaccionar de las mentes egoicas. El ritmo con el que dos almas inician su
relación tiende a perpetuarse, a menos que estas almas, mediante un karma
inteligente y renovado, modifiquen el ritmo y lo eleven hasta que sea de
superior calidad.

La libertad respecto al karma

Por regla general, el karma acumulado posee determinada inercia. No


modifica la naturaleza de su impulso, a menos que exista una razón especial
para ello. Antes de que el karma se cree, el individuo tiene cierta libertad para
elegir lo que ese karma será. Sin embargo, una vez que este karma se perfiló, se
convierte en un factor que no puede ignorarse y que ha de agotarse mediante
los resultados que aquél fomenta o contrarrestarse con un karma nuevo y
apropiado.

El destino

El goce y el dolor que experimentamos al vivir en la Tierra, los éxitos y


fracasos de nuestra vida, y las realizaciones y obstáculos esparcidos en ella, y
los amigos y enemigos que aparecen en nuestra vida, todo esto es determinado
por el karma de vidas pasadas. La determinación kármica es denominada
popularmente como destino. Sin embargo, el destino no es un principio extraño
y opresivo. El destino es la propia creación del hombre, que lo persigue desde
vidas pasadas, y así como al destino lo plasmó el karma pasado, también el
karma podrá modificarlo, plasmarlo de nuevo e incluso deshacerlo en la vida
presente.

El karma creativo sólo es posible en el cuerpo físico


Así como la naturaleza del karma es determinada en la vida terrena por las
impresiones almacenadas en la mente egoica, a su vez las impresiones son
determinadas en la vida terrena por la naturaleza del karma. Las impresiones
existentes en la mente egoica y la naturaleza del karma son interdependientes.
El karma cumple un importante papel en la Tierra al modelar y remodelar las
impresiones en la mente egoica, y dar un impulso que decide el ulterior
destino del individuo. El karma creador y eficaz puede expresarse, por medio
del cuerpo físico, en la palestra de la existencia terrena.

Volverse dueño del propio destino

La comprensión y el uso adecuados de la ley kármica capacitan al hombre


para que sea dueño de su propio destino actuando inteligente y sabiamente.
Cada persona llegó a ser lo que es por medio de las propias acciones que
acumuló. Y es mediante sus propias acciones que podrá modelarse de acuerdo
con los dictados de su corazón y finalmente emanciparse de la determinación
kármica, la cual lo gobierna a lo largo de la vida y de la muerte.

Las dos clases de karma

En términos generales, el karma es de dos clases: el que ata y el que ayuda a


emanciparse y realizar al Ser. Tanto el karma bueno como el malo atan
mientras nutren a la mente. Pero el karma se convierte en una fuerza
Emancipadora cuando surge del conocimiento correcto. En este sentido, son los
Maestros quienes mejor imparten el conocimiento correcto, pues ellos conocen
al alma en su verdadera naturaleza y destino, junto con las complicaciones
creadas por las leyes kármicas.

El verdadero karma comienza


cuando se diferencia el bien del mal

El karma que verdaderamente importa cobra vida después de que la persona


llegó a percibir la distinción entre el bien y el mal. Son muy débiles las
impresiones que se expresan durante los primeros siete años de la niñez.
Asimismo, la consciencia que tienen del mundo implica ser coincidentemente
menos reactivo a las distinciones que en él existen. Por lo tanto, las acciones de
los niños menores de siete años no dejan impresiones fuertes o efectivas en la
mente egoica ni cumplen un papel importante en cómo se plasme el futuro de
ellos. El verdadero y eficaz karma que sirve para moldear la mente egoica y su
futuro, nace después que el individuo adquiere el sentido de la responsabilidad.
Este sentido de responsabilidad depende de que perciban la diferencia entre el
bien y el mal, la cual aparece plenamente después de que hemos pasado los
primeros años de la niñez.

La comparación con la ley de causa y efecto

En el mundo de los valores, la ley del karma es la contraparte de la ley de


causa y efecto que rige en el mundo físico. Si en el mundo físico no hubiera ley
de causa y efecto, existiría el caos, y la gente no sabría qué esperar. Del mismo
modo, si no hubiera ley del karma en el mundo de los valores, la incertidumbre
sería total en cuanto a los resultados que las personas estiman, sin que supieran
si deberían esperar lo bueno o lo malo como producto de sus acciones. En el
mundo de los sucesos físicos, hay una ley de conservación de la energía, según
la cual la energía nunca se pierde. En el mundo de los valores hay una ley según
la cual una vez que el karma cobra vida, no se esfuma misteriosamente sin
producir sus resultados naturales sino que persiste hasta que da su fruto o lo
anula un karma que lo contrarresta. Las buenas acciones causan resultados
buenos, y las malas acciones resultados malos.

La ley kármica mantiene el orden moral del universo

El orden moral del universo es sostenido por la conexión sistemática entre la


causa y el efecto en el mundo de los valores. Si la ley kármica estuviera sujeta a
cualquier laxitud, retroceso o excepción, y si no se aplicara estrictamente en el
campo de los valores, no habría orden moral en el universo. La existencia
humana sería precaria desde el punto de vista de la realización de los valores.
El esfuerzo humano estaría perpetuamente lleno de duda e incertidumbre en
un universo sin orden moral. No puede haber una seria búsqueda de los
valores si no se asegura una conexión entre los medios y los fines, o si a la ley
del karma se la puede dejar de lado. La inflexibilidad de la ley kármica es una
condición para que las acciones humanas tengan sentido, lo cual sería
enteramente imposible si la ley kármica pudiese ser ignorada o no cumplida.

Karma y responsabilidad

Por ser inviolable, la ley kármica es como las otras leyes de la Naturaleza.
Sin embargo, la rigurosa vigencia de las leyes kármicas no se presentan al alma
como algún poder opresor, externo y ciego, sino como algo implícito en lo
racional, en el plan de la existencia. La determinación kármica es condición de
verdadera responsabilidad. Esto significa que un individuo cosechará lo que
siembre. Lo que un individuo recoja a modo de experiencia se hallará
invariablemente conectado con lo que él haga.

La ley kármica es una expresión de justicia

Si un individuo actuó mal con otro, deberá aceptar el castigo y acoger de


buena gana lo malo que repercuta sobre él. Si obró bien con alguien, también
deberá recibir la recompensa y disfrutar lo bueno que repercuta sobre él.
Porque lo que él hace a otros se lo hace a sí mismo, aunque tal vez le lleve
tiempo comprender que esto es exactamente así. La ley kármica es una
expresión de la justicia y un reflejo de la unidad de la vida en el mundo de la
dualidad.

LA REENCARNACIÓN Y EL KARMA

Séptima Parte:
El destino del individuo que reencarna

Las deudas y créditos kármicos


La serie de encarnaciones que el alma es impulsada a tomar por
determinación de su karma tiende a ser interminable. El individuo tomó
contacto con innumerables personas mediante innumerables vidas, y tuvo con
ellas toda clase de relaciones en las que dio y recibió, enmarañándose en una
red que consiste en toda clase de deudas que tiene que pagar y créditos que
tiene que recibir. Según la ley kármica, no puede evitar las deudas ni los
créditos puesto que ambos son consecuencia del karma inspirado por el deseo.
Sigue encarnando a fin de saldar sus deudas y recibir sus créditos, pero aunque
esto signifique querer cancelar su cuenta, a menudo es incapaz de hacerlo.

La dificultad de cancelar deudas y créditos

Todas las personas con las que el individuo tuvo vínculos kármicos de
deudas o créditos, es probable que no hayan encarnado cuando él encarnó. O
debido a las limitaciones impuestas por sus propias capacidades y
circunstancias, es probable que sea incapaz de satisfacer todas las complejas
necesidades que una situación exija. Mientras está tratando de cancelar esas
cuentas con quienes tiene vínculos en el pasado, precisamente al intentarlo no
puede dejar de crear nuevos derechos y reclamos relacionados con aquéllas. Ni
siquiera con personas nuevas podrá dejar de crear deudas y créditos de diversa
clase y magnitud, e involucrarse con esas personas. De manera que el
individuo sigue incrementando sus deudas y créditos, y el resultado de esto es
que sus complicaciones kármicas interminables, complejas y en aumento no
tienen salida.

El Maestro puede ayudar a saldar las deudas y los créditos

El hilo de las deudas y créditos kármicos se devanaría interminablemente si


esas complicaciones kármicas no tuvieran salida con el auxilio de un Maestro.
Éste no sólo puede iniciar al aspirante en el arte supremo de no atarse
kármicamente sino que también puede instrumentar directamente su
liberación respecto de sus complicaciones kármicas. El Maestro alcanzó la
unidad con Dios, cuya vida cósmica y universal incluye a todas las personas.
Al ser uno con toda la vida y con la capacidad que él representa, puede llegar a
ser, en beneficio del aspirante, el instrumento que cancelará toda las deudas y
créditos que cobraron vida por las relaciones del aspirante con incontables
individuos con los que estuvo en contacto en sus encarnaciones. Si una persona
tiene que atarse a alguien, lo mejor para ella es que se ate a Dios o a un
Maestro, porque esta atadura facilita en última instancia la emancipación
respecto de todas las demás ataduras kármicas.

La relación entre discípulo y Maestro continúa


a través de las vidas

Cuando el karma bueno de vidas pasadas aseguró al aspirante el beneficio de


tener un Maestro, lo mejor que aquél puede hacer es entregarse al Maestro y
ponerse a su servicio. Al entregarse, el aspirante arroja su carga kármica al
Maestro, quien tiene que hallar los modos y medios para liberarlo de eso. Al
ponerse al servicio del Maestro, gana la oportunidad de deshacerse de sus
enredos kármicos. La relación entre el Maestro y el discípulo suele continuar de
una vida a la otra durante varias encarnaciones. Los que han estado conectados
en vidas pasadas con un Maestro son atraídos hacia éste por un magnetismo
inconsciente, sin que sepan por qué son atraídos de esa manera. En forma
habitual y aparentemente inexplicable, hay una larga historia de devoción que
el discípulo siente por su Maestro. El discípulo a menudo está comenzando en
el sitio que dejó en la última encarnación.

Suscitando la gracia del Maestro

Cuando el discípulo suscita la atención y la gracia de un Maestro, no lo hace


sin razón. A veces el Maestro parece impartir espiritualidad a un discípulo sin
que de parte de éste haya aparentemente esfuerzo o sacrificio. Pero éstos son
siempre casos en los que el discípulo ganó el derecho a este favor por sus
asociaciones y esfuerzos en vidas pasadas. El amor y la devoción que el
discípulo haya sentido por el Maestro en vidas pasadas ha formado una
profunda conexión entre él y el Maestro, por lo que el despertar del anhelo
espiritual en el discípulo se equipara con la gracia y el auxilio que fluyen hacia
él desde el Maestro. Es por medio de su propio karma no vinculante (que no
crea ataduras) que una persona suscita la gracia del Maestro, tal como
mediante su propio karma vinculante suscita sobre sí el goce y el dolor, al igual
que lo bueno y lo malo, de lo cual él es receptor en esta vida.

El progreso espiritual requiere enérgico esfuerzo

Por regla general, la persona que entró en el sendero espiritual avanza


gradualmente hasta que alcanza la meta; esto no se aplica a quienes no
ingresaron definitivamente en el sendero y no tienen un Maestro que los guíe.
En su caótica búsqueda que dura varias vidas, son mayoría las personas que
probablemente se aparten de la meta por la acumulación de sanskaras que las
atan. De ahí que no pueda decirse que el progreso espiritual sea automático, en
el sentido de que no se producirá sin enérgico esfuerzo correspondiente de la
persona.

El peligro de retroceder

Sin embargo, tarde o temprano, la lógica de la experiencia recogida durante


varias vidas impulsa a todos a entrar en el sendero y buscar la meta suprema.
Una vez que el aspirante entra en el sendero, suele avanzar de modo constante.
A medida que avanza por el sendero, suele desarrollar ciertas aptitudes
latentes que le permiten no sólo experimentar conscientemente los mundos
internos sutil y mental sino también manejar fuerzas y poderes disponibles en
planos superiores de la consciencia. Sin embargo, el cruce de los primeros
planos no asegura un avance seguro y constante. En el sendero hay muchos
peligros y, a menos de que cuente con la segura guía de un Maestro, el
aspirante corre el riesgo de retroceder.

El Yoga-bhrasta

Desde los primeros planos, el aspirante puede experimentar un receso. En


vez de avanzar hacia Dios puede llegar a sufrir un severo retroceso, como
ocurre en casos excepcionales en un aspirante del cuarto plano. Por abusar de
sus poderes puede provocarse una caída tal, que tarde muchísimo tiempo en
regresar al primer punto de su avance. Al aspirante que tiene una caída de ésas
se lo llama yoga-bhrasta. Hasta los yoguis están sujetos a la inexorable ley
kármica, la cual nada sabe de excepciones, concesiones o preferencias. La
travesía espiritual se torna segura y constante solamente cuando el aspirante
tiene la ventaja de que un Maestro Perfecto lo guíe, y sólo entonces no hay
posibilidades de caer o retroceder. El Maestro guía al aspirante a fin de evitar el
karma negativo en el que de otra manera podría involucrarse.
El aspirante sigue recorriendo el sendero espiritual durante varias
encarnaciones antes de que llegue a la meta. Tienen que pasar siglos de
continuos sacrificios, servicio, purificación personal, sufrimiento y empeñosa
búsqueda si el aspirante ha de estar espiritualmente preparado para realizar
finalmente a Dios. La realización de Dios, que es la meta del alma que
reencarna, nunca se logra en una sola vida. Es siempre la culminación de su
continuo esfuerzo a través de muchas vidas. El karma poco inteligente de
muchas vidas ha creado las ataduras del alma individual, y hay que deshacerlo
mediante la persistente creación de un karma inteligente y no vinculante
durante muchas vidas más.

El poder del deseo detrás de las reencarnaciones

El poder que mantiene atada al alma individual a la rueda del nacimiento y


la muerte es el deseo de existencia separada, la cual es una condición para que
una hueste de deseos se conecte con objetos y experiencias del mundo de la
dualidad. La mente egoica sigue encarnándose para satisfacer los deseos. Las
impresiones que crean y dan vida a la mente egoica desaparecen cuando
desaparece toda forma de deseo. Al desaparecer estas impresiones, la mente
egoica queda de lado y el resultado de esto es que se realiza el Alma Universal
única, eterna e inmutable, o Dios, que es la única Realidad. La realización de
Dios es el fin de las encarnaciones de la mente egoica porque es el fin de su
existencia misma. Mientras la mente egoica existe en alguna forma, hay un
deseo inevitable e irresistible de encarnaciones. Cuando la mente egoica cesa,
las encarnaciones cesan al cumplirse finalmente la realización del Ser.

La culminación de las reencarnaciones


La vida del alma que reencarna tiene muchos episodios y fases. La rueda de
la vida gira incesantemente, elevando al individuo hasta las alturas o
haciéndolo bajar de altas posiciones. Así contribuye a que enriquezca su
experiencia. Los ideales que no se concretaron en una vida se persiguen
ulteriormente en la siguiente; se termina lo que no se concluyó; se pulen las
aristas de los esfuerzos inacabados; y finalmente se enderezan los entuertos.
Las cuentas que las personas contraen al dar y recibir se reajustan saldando las
deudas y créditos kármicos. Por último, por la madurez de la experiencia y la
disolución de la mente egoica, el alma ingresa en la unidad única de la vida
divina. En esta vida divina no existen las ataduras de dar ni las ataduras de
recibir porque el alma ha trascendido por completo la consciencia de la
separatividad o dualidad.

La analogía del drama

El drama de la vida continua del alma individual tiene muchos actos. Desde
el punto de vista de la existencia mundana del alma, puede decirse que al
terminar cada acto, el telón cae sobre esa vida. Pero ningún acto tiene verdadera
significación si se lo considera completo en sí mismo. Hay que contemplarlo
desde su más amplio contexto como un eslabón entre los actos que ya se
representaron y los que aún han de venir. Su significado se entrelaza con el tema
de todo el drama del cual es una parte. El final del acto no es el final del tema
progresivo. Los actores desaparecen del escenario terrenal solamente para
volver a reaparecer con nuevas aptitudes y nuevos contextos.

El juego de las escondidas

Los actores se enfrascan tanto en sus respectivos papeles que los consideran
la esencia y el fin totales de toda la existencia. Durante la mayor parte de sus
vidas continuas (a través de innumerables encarnaciones), no son conscientes
de esta verdad fielmente guardada: que el Autor del drama, en su producción
imaginativa, Él Mismo se convirtió en todos los actores y se puso a jugar a las
escondidas a fin de entrar en posesión plena y consciente de su propia
infinitud creadora. La infinitud tiene que pasar por la ilusión del estado finito
para conocerse como Infinitud; y el Autor tiene que representar todos los roles
de todos los actores para conocerse a Sí Mismo como el Autor de esta máxima
historia detectivesca, elaborada a través de los ciclos de la creación.

VIVIR PARA DIOS Y MORIR POR DIOS

Esta guerra es un mal necesario; está en el plan de Dios, el cual consiste en


despertar a la humanidad hacia valores superiores. La humanidad habrá
sufrido en vano si no logra aprovechar las lecciones de la guerra. Esta guerra
está enseñando que hasta una persona corriente puede elevarse hasta las
máximas alturas del sacrificio en aras de una causa desinteresada. También
está enseñando que todas las cosas materiales del mundo –riqueza, posesiones,
poder, fama, familia e incluso el mismísimo sentido de la vida en la Tierra– son
transitorias y carentes de valor duradero. Mediante las lecciones que dan, los
episodios bélicos ganarán al hombre para Dios, el cual es la Verdad, y lo
iniciarán en una nueva vida inspirada por valores verdaderos y perdurables.
Las personas están haciendo sacrificios sin límite y soportando indecibles
sufrimientos en aras de su país o de su ideología política. Por lo tanto son
capaces de los mismos sacrificios y paciencia en aras de Dios, o de la Verdad.
Todas las religiones han reclamado inequívocamente que el hombre viva en la
Verdad, de manera que es puro desvarío luchar en nombre de la religión. Es
hora de que la humanidad tenga una renovada visión de la verdad de que toda
la vida es una y de que Dios es lo único real y lo único que importa. Vale la
pena vivir para Dios, y también vale la pena morir por él. Todo lo demás es
vana y estéril búsqueda de valores ilusorios.

EL TRABAJO EN FAVOR DE LA LIBERTAD ESPIRITUAL


DE LA HUMANIDAD
El grito de libertad

El espíritu del hombre pide a gritos libertad en todo el mundo. El amor a la


libertad y la búsqueda de la libertad son las principales características de la
humanidad. ¡La consigna de la humanidad, que anda a tientas y lucha, ha sido
siempre libertad en todas las razas y en todas las regiones, en todos los países y
en todos los tiempos! Sin embargo, son poquísimas las personas que entienden
realmente todo lo que implica la libertad verdadera e incondicional. Y son
muchas las que, al comprender parcialmente las verdaderas condiciones de la
libertad, se empeñan en alcanzar solamente la clase de existencia que les brinde
una sensación de relativa libertad. De manera que diferentes personas anhelan
diferentes clases de libertad de acuerdo con las diferentes cosas que ellas
llegaron a valorar.

Las clases de libertad

A la libertad para vivir como uno desea se la busca en todos los ámbitos de
la vida. Este imperioso reclamo de libertad suele expresarse ajustándose a
algunas condiciones externas de la clase de existencia que la gente desea vivir.
De ahí que quienes se identifican con su país buscan la libertad nacional o
política. Y los animados por propósitos económicos buscan la libertad
económica. Los inspirados por aspiraciones religiosas buscan la libertad
religiosa. Los que se entusiasman con una ideología sociológica o cultural
buscan la libertad de movimiento y la libertad para expresar los ideales que
ellos persiguen y desean propagar. Pero son pocos los que comprenden que la
libertad fundamental, la única que certifica lo realmente valioso de estas
diferentes clases de libertad relativa es la libertad espiritual. Aunque se
cumplieran y garantizaran por completo todas las condiciones externas de una
vida libre, el alma del hombre seguiría estando en una lamentable esclavitud si
no lograra concretar la libertad espiritual.

Los límites de la libertad


Todos los diferentes tipos de libertad que se ajustan a algunas condiciones
externas deben existir, dentro de su propia naturaleza, con determinados
límites, pues la libertad que un individuo, una comunidad o un estado busca
debe ser coherente con una libertad similar para otros individuos,
comunidades o estados. La libertad nacional, económica, religiosa o cultural se
expresa en y por medio de la dualidad de la existencia. Vive en la dualidad y
es sostenida por la dualidad; por lo tanto, tiene que ser relativa y limitada, y no
puede ser infinita. Existe en diversos grados. Aunque se la gane con esfuerzo
constante, no puede ser un logro permanente, pues una vez que se aseguran
las condiciones externas, éstas no pueden ser para siempre sino que pueden
deteriorarse con el correr del tiempo.

Sólo la libertad espiritual es ilimitada

Solamente la libertad espiritual es absoluta e ilimitada. Cuando se la gana


con esfuerzo persistente, se la asegura para siempre. Aunque la libertad
espiritual puede expresarse y se expresa ciertamente por medio de la dualidad
de la existencia, se basa en la realización de la unidad inviolable de toda vida y
es sostenida por ella. Una condición importante de la libertad espiritual es
estar libre de todo deseo. El deseo es el que encadena a la vida mediante el
apego a condiciones que lo satisfagan; si no hay deseos, no hay dependencia ni
limitación. El alma se esclaviza por medio del deseo. Cuando el alma rompe las
cadenas del deseo, se emancipa y deja de estar esclavizada por los cuerpos
físico, sutil y mental. Ésta es la libertad espiritual que trae consigo la
realización final de la unidad de toda vida y pone fin a toda duda y
preocupación.

La importancia de la libertad espiritual

Solamente en la libertad espiritual podemos tener felicidad permanente y


absoluto conocimiento del Ser. Solamente en la libertad espiritual surge la
suprema certeza de la Verdad. Solamente en la libertad espiritual terminan para
siempre la aflicción y la limitación. Solamente en la libertad espiritual podemos
vivir para todos, pero desapegados en medio de toda actividad. Cualquier tipo
menor de libertad es comparable con una casa construida sobre arena, y
cualquier tipo menor de realización está lleno de temor de desmoronamiento.
Por lo tanto, no hay don mayor que el de la libertad espiritual, y no hay tarea
más importante que la de ayudar a los demás para que logren la libertad
espiritual. Quienes comprendieron la importancia suprema de la libertad
espiritual no sólo deben pugnar por ella para sí mismos sino también compartir
la tarea divina de ayudar a los demás a ganarla.

El verdadero servicio

Quienes son inspirados por el espíritu de desinteresado servicio se


apresuran a prestar a la humanidad toda la ayuda posible proveyendo a las
necesidades de la vida, como por ejemplo, ropa y vivienda, alimento y
medicamentos, educación y otros beneficios de la civilización. Al seguir el
sendero del deber no sólo están preparados para luchar por los débiles contra
la agresión y la opresión, sino que también ofrendan la propia vida en aras de
los demás. Todos estos tipos de servicio son grandes y buenos, pero en última
instancia, la ayuda que asegura la libertad espiritual para la humanidad los
supera a todos. Es de insuperable importancia.

El modo de ayudar a los demás a alcanzar la libertad espiritual

El modo de ayudar a los demás a alcanzar la libertad espiritual es muy


diferente del modo de prestar otros tipos de ayuda. A los hambrientos se les
puede dar comida, y lo único que tienen que hacer es comerla. A los desnudos
se les puede dar ropa, y lo único que tienen que hacer es usarla. A los que no
tienen casa se les puede dar una, y lo único que tienen que hacer es vivir en
ella. Sin embargo, para quienes sufren las angustias de la esclavitud espiritual
no se les puede dar nada ya hecho que los alivie de inmediato. Uno mismo es
quien tiene que ganar la libertad espiritual mediante una guerra de indefectible
desvelo contra el yo inferior y los deseos inferiores. Quienes sean soldados en
la causa de la Verdad tienen que ayudar a todos, no sólo a lanzarse a la
empresa de lograr la victoria sobre sí mismos, sino también en cada paso que
dan hacia esa realización. No hay otro modo de compartir su carga.

El llamado
Tengo plena confianza en que ustedes, mis devotos, compartirán esta carga.
Muchos de ustedes han obedecido mis órdenes y cumplido mis instrucciones
durante muchos años, teniéndome fe y amándome. Han sido fieles a mí y a mi
causa espiritual contra viento y marea, en todas las circunstancias. Llegó la
hora para que ustedes ofrezcan todos sus servicios en mi misión de ayudar a la
humanidad a recorrer el sendero espiritual y realizar a Dios. La Verdad eterna
de que sólo Dios es real tiene que ser entendida con claridad y aceptada sin
reservas, y ha de expresarse inequívocamente con palabras y actos. El hombre
alcanzará la libertad espiritual al realizar plenamente la Verdad.
Ningún sacrificio es demasiado grande para liberar al hombre de la
esclavitud espiritual y ayudarlo a heredar la Verdad, que es la única que dará
paz permanente a todos y la única que sostendrá una inexpugnable sensación
de fraternidad universal, consolidada por el incondicional amor de todos y a
todos, como expresiones de la misma Realidad. En esta tarea de procurar
libertad espiritual a la humanidad –una tarea que es voluntad de Dios, y que
está divinamente planificada y predestinada– ustedes, mis devotos, tienen que
ayudarme, incluso a costa de sus vidas. Tienen que aceptar de buena gana
sufrimientos y sacrificios de toda clase en cumplimiento de su deber de ayudar
a los demás a encontrar a Dios.

LA TAREA DE LOS TRABAJADORES ESPIRITUALES

Sean portadores de la antorcha para la humanidad

Me siento muy feliz porque, respondiendo a mi llamado, ustedes se han


reunido para recibir el mensaje que les envié. La condición más importante del
discipulado es estar dispuesto a trabajar, en el sendero, por la causa espiritual
de acercar cada vez más a la humanidad a la realización de Dios. Me alegra
notar que, por la fe que me tienen y porque me aman, se han ofrecido de todo
corazón para participar en mi labor universal de espiritualizar al mundo.
Tengo plena confianza de que no sólo heredarán para sí la Verdad que yo les
traigo, sino que también llevarán la antorcha con entusiasmo y valentía a la
humanidad que está envuelta en profunda ignorancia.

La naturaleza de la labor espiritual

Debido a que la labor espiritual es sumamente importante para el bienestar


verdadero y último de la humanidad, la labor espiritual conlleva un natural e
imperioso llamado para todos aquéllos que aman a la humanidad. Por lo tanto,
es muy necesario conocer claramente su naturaleza. El mundo entero se
sostiene firmemente en la falsa idea de la separatividad y, atrapado en la
ilusión de la dualidad, está sujeto a todas las complejidades de la dualidad. Los
trabajadores espirituales tienen que redimir al mundo de las angustias de la
imaginada dualidad, haciendo que se dé cuenta de la verdadera unidad de
toda vida.

El origen de la multiplicidad

La causa de la multiplicidad ilusoria es que el alma, en su ignorancia, se


identifica con sus cuerpos o con la mente egoica. Los cuerpos físico, sutil y
mental son todos instrumentos para experimentar por medio de la mente
egoica, los diferentes estados del mundo de la dualidad. Sin embargo, no
pueden ser instrumentos para conocer la verdadera naturaleza del alma, la
cual está por encima de todos ellos. El alma queda atrapada en la ignorancia de
la multiplicidad al identificarse con los cuerpos o con la mente basada en el
ego. El alma en todos los cuerpos, con la mente egoica, es realmente una sola
existencia indivisa. Sin embargo, cuando se mezcla con estos cuerpos y con la
mente egoica, los cuales son solamente sus vehículos, se considera limitada y
se contempla como un alma separada entre la multiplicidad de la Creación, en
lugar de considerarse como la Realidad única “sin segundo”.

Los estados de consciencia

Cada alma es eterna e inviolablemente una con el Alma Universal única,


indivisa, e indivisible, la cual es la única Realidad. Sin embargo, la falsa
identificación con los cuerpos y con la mente egoica crea la ilusión de la
multiplicidad y de la diferenciación dentro de la totalidad. Los cuerpos, con la
mente egoica, son solamente instrumentos o vehículos de la consciencia y,
cuando el alma experimenta los diferentes planos internos con distintos
instrumentos o vehículos, pasa por diferentes estados de consciencia.

La Realización de Dios

En su mayoría, las almas no son conscientes de su verdadera naturaleza


como Dios, quien es la Unidad y la Realidad de todas las almas. La realización
de Dios está latente en ellas, pues todavía no se llegó a experimentar
conscientemente. Quienes se quitaron el velo de la dualidad experimentan al
alma por sí misma independientemente de cualquier instrumento o vehículo.
En esta experiencia, el alma se conoce conscientemente como idéntica a Dios,
quien es la Unidad y Realidad de todas las almas. La vida en la Verdad de la
unidad de todo trae consigo la libertad respecto de toda limitación y todo
sufrimiento. Es la afirmación personal de lo Infinito como infinito. En este
estado de Libertad y Perfección espirituales, la vida egoica capitula final y
completamente a fin de experimentar y liberar la Vida Divina en la Verdad,
conociendo y afirmando que Dios es la única Realidad que vale la pena vivir.

La importancia del tiempo

Realizar a Dios es vivir en la eternidad; es una experiencia atemporal. Pero


la labor espiritual debe efectuarse para las almas que están atrapadas en los
laberintos de la creación, la cual está sujeta al tiempo. Los trabajadores
espirituales no pueden permitirse ignorar el elemento del tiempo en la
creación. Ignorar al tiempo sería ignorar a la labor espiritual misma. Es
imperioso estar al tanto con discernimiento del fluir del tiempo en la creación,
y apreciar plenamente la suprema importancia del momento, en el futuro
cercano, que será testigo de dispensación universal de la Verdad de la
sabiduría espiritual.

Advertencia a los trabajadores espirituales


La tarea de los trabajadores espirituales consiste en ayudarme en esta
dispensación universal de la Verdad a la humanidad sufriente. Ustedes no sólo
tienen que preparar a la humanidad para que reciba esta Verdad sino también
establecerse ustedes mismos en ella. Es extremadamente importante recordar
que podrán ayudar a los demás a ganar la libertad espiritual y salir de la
ilusión de la dualidad solamente si no olvidan esta idea de la unidad mientras
están trabajando por los otros, quienes tienden a crear divisiones donde no
existen y así no dan respiro a los trabajadores espirituales.

La tarea para los trabajadores espirituales

La mente de las personas ha de ser purificada completamente de toda forma


de egoísmo e intolerancia si han de heredar la vida en la eternidad, de la que
soy portador. De ninguna manera es una tarea fácil persuadir a la gente para
que renuncie al egoísmo y la intolerancia.
No es por accidente que las personas se dividen en ricos y pobres, mimados
y abandonados, gobernantes y gobernados, líderes y masas, opresores y
oprimidos, encumbrados y humildes, ganadores de laureles y receptores de
ignominia. Estas diferencias han sido creadas y sostenidas por los que, porque
son espiritualmente ignorantes, se apegan a ellas y sus pensamientos y
sentimientos perversos están tan arraigados que ni siquiera son conscientes de
su perversidad. Se acostumbraron a considerar que la vida está dividida en
inviolables compartimentos, y se niegan a renunciar a su actitud separatista.
Cuando ustedes se lancen a su labor espiritual, ingresarán en un campo de
divisiones a las que la gente se aferra desesperadamente, y que ella misma
acentúa y pugna por perpetuar consciente o inconscientemente.

Ayudar a la gente a que viva en la Verdad

La mera condena de estas divisiones no les permitirá destruirlas. Las


divisiones se nutrirán con pensamientos y sentimientos separatistas, los cuales
sólo podrán ceder en contacto con el amor y la comprensión. Tienen que
ganarse a la gente para que viva en la Verdad; no pueden obligarla a
espiritualizarse. No es suficiente que sus corazones estén repletos de genuina
amistad y de gran bondad. Si han de tener éxito en su labor, tienen que hacer
que la gente se dé cuenta cabalmente con fe y convicción que ustedes la están
ayudando a redimirse de la esclavitud y el sufrimiento, y a Realizar al Ser
Supremo, del cual son legítimos herederos. No hay otro modo de ayudarlos
para que alcancen la libertad espiritual y la iluminación.

Sugerencias para los trabajadores espirituales

Deben comprender claramente los cuatro puntos siguientes para prestar


ayuda espiritual:
1. Aparente descenso a un nivel más bajo.
A menudo puede ser necesario que ustedes aparentemente desciendan al
nivel de aquéllos a quienes están tratando de ayudar. Aunque lo que ustedes se
propongan sea elevar a las personas a superiores niveles de consciencia, ellas
no aprovecharían lo que ustedes les dijeran si no les hablaran con términos que
pudieran comprender, pues no captarían los pensamientos y sentimientos que
ustedes les transmitieran. Necesariamente no entenderían a menos que ustedes
se adecuaran a la aptitud y la experiencia de esa gente. Sin embargo, es
igualmente importante recordar que mientras hagan esto, ustedes no deben
perder realmente su propio nivel elevado de comprensión. Ustedes irán
modificando su actitud y su técnica cuando esas personas gradualmente
lleguen a una comprensión cada vez más y más profunda, y entonces el
aparente descenso de ustedes a ese nivel inferior será solamente temporal.
2. La comprensión espiritual asegura un progreso integral.
No deben dividir la vida en sectores ni empezar luego a tratar cada sector
por separado y de manera exclusiva. Sectorizar lo que pensamos suele ser a
menudo un obstáculo para tener una visión integral. De manera que, si dividen
la vida en política, educación, moralidad, progreso material, ciencia, arte,
religión, misticismo y cultura, y después piensan de manera exclusiva en uno
solo de estos aspectos, las soluciones que ustedes den a la vida no podrán ser
satisfactorias ni definitivas. Pero si logran despertar inspiración y comprensión
espirituales, el progreso que sobrevendrá en todos estos ámbitos de la vida
será automático. Tendrán que aspirar a dar, como trabajadores espirituales,
una solución completa y real a todos los problemas individuales y sociales de
la vida.
3. El progreso espiritual consiste en desarrollar espontáneamente una comprensión
que surja desde dentro.
Como trabajadores espirituales también tienen que recordar que la sabiduría
espiritual que ustedes desean transmitir a los demás ya está latente en ellos, y
que lo único que ustedes tienen que instrumentar es el “develamiento” de esa
sabiduría espiritual. El progreso espiritual no es un proceso que consista en
acumular desde afuera, sino un proceso de desarrollo desde dentro. Un
Maestro es absolutamente necesario para que cualquier persona llegue al
Conocimiento de Sí Mismo, pero el verdadero significado de la ayuda que el
Maestro da, consiste en el hecho de que él hace posible que los demás entren en
plena posesión de sus propias posibilidades latentes.
4. Algunas preguntas son más importantes que las respuestas.
Como trabajadores espirituales, no deben perder de vista la verdadera labor
que el Maestro desea efectuar por medio de ustedes. Cuando comprendan
claramente que la sabiduría espiritual está latente en todos, ya no estarán
ansiosos de dar a los demás respuestas y soluciones ya hechas. En muchos
casos se contentarán con plantear a los demás un problema nuevo o con
aclararles la naturaleza del problema que afrontan. Pueden haber cumplido su
deber si les formulan una pregunta que ellos no se harían cuando se
encuentran en una situación práctica. En algunos casos habrán cumplido su
deber si logran hacer que la actitud de ellos sea la de buscar y preguntar, de
modo que ellos mismos empiecen a comprender y resolver sus problemas de
manera más fructífera y creativa. Darles un punto de vista más profundo o
sugerirles un modo fructífero de pensar y actuar puede significar mucho más
que confiarles los resultados del criterio que ustedes tienen. Las preguntas que
tal vez les ayuden a formularse por sí mismos no han de ser meramente
teóricas ni necesariamente complicadas. Si son simples, directas y
fundamentales, se contestarán solas, y la gente encontrará sus propias
soluciones. Les habrán prestado un servicio indispensable y valioso porque, sin
la discreta intervención de ustedes, ellos no habrían llegado a resolver sus
múltiples problemas desde el punto de vista espiritual.

Vencer los obstáculos

Se ha visto que los trabajadores espirituales deben necesariamente enfrentarse


con muchos obstáculos, pero los obstáculos están para que se los venza. Aunque
algunos de ellos parezcan insuperables, ustedes tienen que esmerarse en ayudar
a los demás independientemente de resultados o consecuencias. Todos los
obstáculos y su superación, y el éxito o el fracaso son ilusiones dentro del campo
infinito de la Unidad. La tarea de ustedes ya está hecha cuando la realizan de
todo corazón. Si se muestran constantes y enfocados en su deseo de ayudar a mi
causa de despertar a la humanidad respecto de la realidad única y de que, en
última instancia, lo único que vale es Dios y solamente Dios, entonces tendrán
muchas oportunidades para trabajar espiritualmente. Hay una vasta perspectiva
para trabajar en este campo.

Los resultados de la labor espiritual

Deben efectuar su labor sin preocuparse por las consecuencias,


independientemente del éxito o del fracaso, pero deben confiar en que está
asegurado el resultado de lo que hagan con este espíritu y con esta
comprensión. Mediante las incansables actividades de los trabajadores
espirituales, la humanidad emprenderá una nueva vida de paz permanente y
dinámica armonía, fe imbatible y dicha imperecedera, inmortal dulzura y
pureza incorruptible, y amor creador y comprensión infinita.

APTITUDES DEL ASPIRANTE

Primera Parte:
El ingreso en las Realidades de la Vida Interior

El valor y las limitaciones de adecuarse a lo externo

Aunque la realización de Dios es el destino final de todas las personas, son


muy pocas las que tienen la preparación necesaria para cumplir
tempranamente este futuro glorioso. La mente del individuo mundano está
oscurecida por una capa espesa de sanskaras que se acumularon, los cuales
deben debilitarse considerablemente incluso antes de que el aspirante ingrese
en el sendero espiritual. El método habitual para disipar gradualmente la carga
de sanskaras consiste en cumplir tan estrictamente como sea posible el código
externo de rituales y ceremonias religiosas.
Esta etapa de adecuación a los preceptos o tradiciones de carácter religioso
se conoce como búsqueda de shariat, o karma-kanda. Abarca acciones tales como
la recitación diaria de plegarias, la visita a lugares sagrados, el cumplimiento
de deberes prescriptos por las escrituras, y la observancia de normas ya
establecidas de códigos éticos aceptados por la consciencia moral de las épocas.
La etapa de adecuación externa es, a su modo, útil como disciplina espiritual,
aunque no está absolutamente libre de malos efectos, pues tiende no solamente
a la aridez, rigidez y mecanicidad sino que también nutre algún género de sutil
egoísmo. Sin embargo, la mayoría de las personas se apegan a esta vida de
adecuación externa porque consideran que es el modo más fácil de aplacar su
intranquilidad de conciencia.

Las realidades de la vida interior

El alma suele pasar varias vidas recogiendo lecciones de adecuación externa,


pero siempre llega un tiempo en el que se cansa de ella y se interesa más por las
realidades de la vida interior. Cuando una persona mundana se dedica a esta
búsqueda superior, podría decirse que se convirtió en aspirante. Como el
insecto que se metamorfosea y pasa a la siguiente etapa de la existencia, el
aspirante trasciende la fase de la adecuación externa (shariat, o karma-kanda) y se
adentra en el sendero de la emancipación espiritual, que se conoce como tariqat,
o adhyatma-marga. En esta fase superior, al aspirante ya no le satisface adecuarse
externamente a determinadas reglas sino que quiere adquirir las aptitudes que
embellezcan espiritualmente su vida interior.

Las limitaciones de lo convencional

Desde el punto de vista de las realidades de la vida interior, la vida de


adecuación externa suele ser espiritualmente estéril, y una vida que se aparta
de esta rigurosa adecuación suele ser espiritualmente rica. Al procurar
adecuarse a lo convencional y formal ya establecido, casi siempre tendemos
más bien a incurrir en una vida de valores falsos o ilusorios que en una vida
basada en valores verdaderos y perdurables. Lo que se reconoce como
convencional no es preciso que siempre sea espiritualmente saludable. Por el
contrario, muchos convencionalismos expresan y encarnan valores ilusorios,
pues cobran vida como resultado de la actividad de la mentalidad más
corriente que por lo general es espiritualmente ignorante. Los valores ilusorios
son principalmente convencionales porque crecen en la matriz de una
mentalidad que es mayormente común. Esto no significa que lo convencional
encarne necesariamente nada más que valores ilusorios.

La libertad respecto de lo convencional


basada en el pensamiento crítico

A veces las personas son fieles a las cosas no convencionales por la sola
razón de que no son comunes y corrientes. El carácter inusual de sus fines e
intereses les permite sentir su separatividad y que son diferentes de los demás,
y se deleitan en eso. Asimismo, lo no convencional suele generar interés
solamente porque es novedoso, en comparación con lo que es convencional.
Los valores ilusorios de lo que es habitual se tornan insípidos cuando la mente
se familiariza con ellos, y entonces tienden a trasladar la ilusión de lo valioso a
cosas que no son habituales, en lugar de tratar de descubrir los valores
verdaderos y perdurables.
Trascender la etapa de adecuación externa no implica un cambio meramente
mecánico e irreflexivo de lo convencional a lo no convencional. Este cambio
tendría esencialmente un carácter de reacción sin que contribuyera en absoluto
a lograr una vida de libertad y verdad. La libertad respecto de lo convencional,
que aparece en la vida del aspirante, no se debe a reacciones no críticas sino al
ejercicio del pensamiento crítico. Quienes trasciendan la etapa de la adecuación
externa e ingresen en la elevada vida de las realidades interiores deben llegar a
ser capaces de distinguir entre los valores falsos y los valores verdaderos,
independientemente de lo convencional o no convencional.

El discernimiento entre lo verdadero y lo falso

Por lo tanto, el elevarse de shariat (karma-kanda) a tariqat (adhyatma-


marga) no ha de ser interpretado como apartarse meramente de la adecuación
externa. No se trata del cambio de lo convencional a la idiosincrasia, o de lo
habitual a lo que no lo es. Es cambiar de una vida de irreflexiva aceptación de
arraigadas tradiciones a un modo de ser que se base en una reflexiva
evaluación de la diferencia que existe entre lo importante y lo que no lo es. Es
cambiar de un estado de ignorancia implícita a un estado de crítica reflexión.
En la etapa de mera adecuación externa, la ignorancia espiritual del individuo
suele ser tan completa que ni siquiera se da cuenta de que es ignorante. Pero
cuando la persona despierta e ingresa en el sendero, empieza a darse cuenta de
que es necesaria verdadera luz. En las etapas iniciales, el esfuerzo para
alcanzar esta luz toma la forma de discernimiento intelectual entre lo duradero
y lo transitorio, lo verdadero y lo falso, lo real y lo irreal, y lo importante y lo
que no lo es.

La bancarrota de las creencias estériles

Sin embargo, no es suficiente que el aspirante espiritual practique


meramente el discernimiento intelectual entre lo falso y lo verdadero. Aunque
el discernimiento intelectual es indudablemente la base de toda preparación
ulterior, sólo fructifica cuando los nuevos valores percibidos entran en relación
con la vida práctica. Desde el punto de vista espiritual, lo que importa es la
práctica, no la teoría. Las ideas, creencias, opiniones, pareceres o doctrinas que
una persona pueda tener intelectualmente constituyen una capa artificial de la
personalidad humana. Muy frecuentemente alguien cree en una cosa y hace
exactamente lo contrario. La bancarrota de las creencias estériles es sumamente
lamentable porque la persona que se nutre con ellas se engaña creyéndose
espiritualmente adelantada, cuando en verdad ni siquiera ha comenzado la
vida espiritual.

Los dogmas y credos

A veces hasta un parecer erróneo, sostenido con fervor, puede suscitar


indirectamente una experiencia que abre los portales hacia la vida espiritual.
Incluso en la etapa de shariat, o karma-kanda, la lealtad a las religiones es con
frecuencia una fuente de inspiración para muchos actos desinteresados y
nobles, pues mientras a los dogmas y credos se los acepta ciegamente, se los
suele sostener con un fervor y un entusiasmo que proporcionan el elemento
dinámico a la ideología que la persona aceptó por el momento. Los dogmas y
credos, cuando se los compara con pareceres y doctrinas estériles, tienen la
clara ventaja de que los abraza no sólo el intelecto sino también el corazón.
Abarcan y afectan una parte más vasta de la personalidad que las opiniones
puramente teóricas.

Los dogmas y credos pueden causar daño

Sin embargo, los dogmas y credos generalmente son tanto una fuente de
bien como de mal, porque en ellos la visión que guía se oscurece debido a que
el pensamiento crítico degenera o queda en suspenso. Si bien la lealtad a
credos y dogmas a veces ha sido buena para el individuo o la comunidad a la
que pertenece, más a menudo ha hecho daño. Aunque la mente y el corazón
comparten su lealtad a dogmas y credos, ambos funcionan en esos casos con la
grave desventaja de que el pensamiento crítico queda en suspenso. De ahí que
los dogmas y credos no contribuyan a algo que sea completamente bueno.

La necesidad de poner en práctica a la teoría

Cuando una persona renuncia a dogmas y credos que había aceptado sin
discernimiento para dar cauce a criterios y doctrinas a los que consagró su
pensamiento, se produce cierto avance, en la medida en que su mente ya
empezó a pensar y examinar críticamente sus creencias. Sin embargo, muy a
menudo es dable observar que esas recientes creencias carecen del fervor y del
entusiasmo que caracterizaban la lealtad a dogmas y credos. Si estas creencias
recientes carecen de una fuerza que las motive, sólo pertenecen a los aspectos
superficiales de la vida, y cuelgan flojamente sobre la persona como si fueran
un sobretodo. La mente se emancipó del dominio de una emoción no
cultivada, pero esto suele lograrse sacrificando la cooperación del corazón. Si
los resultados del pensamiento crítico han de ser espiritualmente fructíferos,
deben volver a invadir y recapturar al corazón para conseguir su cooperación.
En otras palabras, las ideas aceptadas tras un examen crítico deben volver a
ponerse en circulación en la vida activa si han de dar todo su beneficio. En el
proceso de la vida práctica, a menudo experimentan una sana transformación y
se entrelazan más sólidamente en el tejido mismo de la vida.
El pensamiento crítico y creativo equilibra
a la mente y al corazón

La transición de la adecuación externa (shariat, o karma-kanda) a la vida de


las realidades internas (tariqat, o adhyatma-marga) implica dos pasos: 1) librar
a la mente de la inercia de una aceptación sin reparos basada en ciega
imitación, e incitarla a pensar críticamente; y 2) introducir en la vida práctica
los resultados de pensar críticamente y con discernimiento. El pensamiento no
debe ser solamente crítico sino también creativo a fin de que sea
espiritualmente fructífero. El pensamiento crítico y creativo induce la
preparación espiritual cultivando las cualidades que contribuyen a
perfeccionar y equilibrar la mente y el corazón, y a una Vida Divina sin trabas.

APTITUDES DEL ASPIRANTE

Segunda Parte:
Algunas cualidades divinas

Las cualidades necesarias para la vida espiritual


están interconectadas

Si la vida interior del aspirante ha de ser armoniosa e iluminada, tiene que


desarrollar y expresar muchas cualidades divinas mientras se dedica a sus
deberes diarios. Cada cualidad tal vez no parezca extremadamente importante
por sí sola, pero es un error considerarla independientemente de su necesaria
relación con otras cualidades importantes. En la vida espiritual, estas
cualidades se complementan y apoyan entre sí, y su interconexión es tan vital
que ninguna de ellas puede ser ignorada por completo sin detrimento de
muchas otras cualidades esenciales. Por ello, considerada cada una de estas
cualidades divinas en su verdadera función resulta ser absolutamente
indispensable para una vida plena.

La paciencia y la persistencia

Toda persona es legítima heredera de la Verdad. Pero quien la herede


deberá estar espiritualmente preparado para ello, y esta preparación espiritual
a veces tarda varias vidas de esfuerzo paciente y constante. Por lo tanto, uno de
los primeros requisitos del aspirante es que debe combinar indefectible
entusiasmo con inquebrantable paciencia. Una vez que el individuo está
determinado a realizar la Verdad, descubre que son muchas las dificultades
que lo acosan en su sendero, y son muy pocos los que persisten firme y
valientemente hasta el final. Es fácil renunciar al esfuerzo cuando nos
enfrentamos con obstáculos.
Un ejemplo de esto podría ser la historia de un hombre de Puna, en la India,
quien una vez leyó un libro sobre espiritualidad que lo impresionó tan
profundamente que sintió el impulso de renunciar a todo. Se fue de Puna y se
dirigió hacia un bosque cerca de la ciudad, se sentó bajo un árbol con sus
cuentas de oración en una mano, y empezó a repetir el nombre de Dios. Siguió
haciendo esto durante todo el día, a pesar de las muchas molestias que sentía y
de que su entusiasmo comenzaba a disminuir. Cuando cayó el sol oyó por
todos lados los rugidos y gruñidos de los animales y, aunque eran cada vez más
fuertes a medida que iba anocheciendo, persistió en lo que había decidido
hacer. Sin embargo, cuando a través de la oscuridad vio que un oso enorme se
acercaba a él, huyó para salvar su vida y corrió a toda velocidad hasta que, de
regreso en Puna, cayó desmayado en un comercio. Cuando volvió en sí, contó
su aventura a quienes se habían reunido alrededor de él, divirtiéndolos mucho,
y así terminó su ánimo de renuncia.

Aceptar al mundo como es

El esfuerzo espiritual exige no sólo resistencia física y valentía sino también


impávida paciencia e inexpugnable coraje moral. El mundo está atrapado en
Maya y es afecto a los falsos valores. Por lo tanto, las costumbres del mundo
contrarían las normas que el aspirante se fijó. Y si se escapa del mundo, eso no
lo ayudaría, tendrá que regresar al mundo otra vez para desarrollar la cualidad
que le permita afrontar y aceptar al mundo como es. Su sendero transita muy
frecuentemente por el mundo al cual él tiene que servir a pesar de que no le
gusten sus costumbres. Si el aspirante ha de amar y servir al mundo que no lo
comprende o incluso no lo tolera, deberá desarrollar infinita paciencia.

La paciencia

A medida que el aspirante avanza por el Sendero, a través de su contacto


con un Maestro adquiere una comprensión cada vez más profunda del
verdadero amor. Esto lo sensibiliza dolorosamente respecto de cómo
repercuten las acciones externas, que no sólo no tienen el sabor del amor sino
que además lo ponen a él realmente en contacto con fríos desdenes,
indiferencias cínicas, atroces antipatías y odio incesante. Todos estos tropiezos
ponen a prueba su paciencia al máximo. Incluso la persona mundana que sufre
en el mundo, lo encuentra a veces indiferente y hostil, pero está más curtida y
su sufrimiento es menos agudo. No espera nada mucho mejor de la naturaleza
humana y piensa que estas cosas son inevitables e incurables. El aspirante, que
probó un amor más profundo, conoce las posibilidades ocultas en cada alma.
Su sufrimiento es, pues, más agudo porque percibe el abismo que existe entre
lo que es y lo que podría haber sido si el mundo hubiera apreciado siquiera
débilmente el amor que él empezó a comprender y abrigar.

La valentía moral y la confianza

La paciente tarea sería fácil si el aspirante pudiera reconciliarse con las


costumbres del mundo y aceptarlas sin desafiarlas. Sin embargo, después de
ver las verdades superiores, su deber imperioso es atenerse a ellas aunque todo
el mundo esté contra él. La lealtad a las verdades superiores que él mismo
percibe exige valentía moral inquebrantable para hacer frente a las críticas, el
desprecio e incluso el odio de quiénes todavía no han florecido a estas
verdades. Aunque en esta lucha despareja tiene la indefectible ayuda del
Maestro y de otros aspirantes, tiene que desarrollar su capacidad para luchar
por sí mismo por estas verdades y sin contar con ayuda externa todo el tiempo.
Este coraje supremo sólo puede aparecer con suprema confianza en sí mismo y
en el Maestro. Amar al mundo y servirlo como los Maestros acostumbran
hacerlo no es un juego para débiles y pusilánimes.

Estar libre de preocupaciones

El coraje moral y la confianza en uno mismo deben acompañarse con


libertad respecto de las preocupaciones. Pocas cosas consumen en la mente
tanta energía como las preocupaciones, una de las cosas más difíciles es no
preocuparse por nada. La preocupación se experimenta cuando las cosas salen
mal, y en relación con sucesos del pasado es pretencioso desear meramente que
pudieran haber sido de otro modo. El pasado está petrificado y es lo que es, y
ninguna cantidad de preocupaciones va a hacer que sea diferente de lo que fue.
No obstante, la limitada mente egoica se identifica con el pasado, se enreda con
él, y mantiene vivas las angustias de los deseos que se frustraron. De manera
que las preocupaciones continúan creciendo en la vida mental de una persona
hasta que la mente egoica queda abrumada por su pasado.
También nos preocupamos en relación con el futuro, cuando presentimos
que éste será desagradable. En este caso, la preocupación procura justificarse
como una parte necesaria del intento de prepararse para hacer frente a
situaciones con anticipación. Pero las cosas nunca pueden evitarse por el mero
hecho de preocuparse. Además, muchas cosas previstas no ocurren nunca, o si
ocurren, resultan ser mucho más aceptables que lo esperado. La preocupación
es producto de la febril imaginación que trabaja estimulada por los deseos.
Preocuparse es experimentar sufrimientos que principalmente nosotros
mismos creamos. La preocupación nunca sirvió para nada, y es muchísimo
peor que un mero derroche de energía psíquica porque concretamente reduce
la alegría y la vida plena.

Alegría, entusiasmo y ecuanimidad

Entre las muchas cosas que el aspirante necesita cultivar, hay pocas tan
importantes como la alegría, el entusiasmo y la ecuanimidad, todo esto resulta
imposible a menos que el aspirante logre eliminar de su vida las
preocupaciones. Cuando la mente está triste, deprimida o perturbada, sus
acciones son caóticas y crean ataduras. De ahí que sea sumamente necesario
mantener la alegría, el entusiasmo y la ecuanimidad en toda circunstancia.
Todo esto resulta imposible a menos que el aspirante logre eliminar de su vida
las preocupaciones. Las preocupaciones resultan necesariamente del apego al
pasado o al futuro que se anticipa, y siempre persisten en una forma u otra
hasta que la mente se desprende completamente de todo.

Unidireccionalidad mental

Las dificultades del Sendero sólo pueden superarse si el aspirante tiene


unidireccionalidad mental. El avance se torna muy lento si disipa sus energías
psíquicas en búsquedas mundanas. Unidireccionalidad implica desapasionarse
de todos los alicientes del mundo fenoménico. La mente debe apartarse de toda
tentación, y establecer un completo control sobre los sentidos. De manera que es
necesario controlar y desapasionarse para alcanzar la unidireccionalidad mental
cuando se procura una verdadera comprensión.

La ayuda del Maestro

La condición suprema de un avance seguro y firme por el Sendero es contar


con la beneficiosa guía de un Maestro. El Maestro brinda precisamente la guía
y la ayuda necesarias de acuerdo con las necesidades inmediatas del aspirante.
Todo lo que el Maestro espera es que el aspirante se empeñe en avanzar
espiritualmente. No espera una transformación inmediata de la consciencia,
salvo donde el terreno fue previamente preparado. El tiempo es un factor
importante en el avance espiritual, tal como ocurre con todo esfuerzo de
carácter material. Una vez que el Maestro impulsó espiritualmente al aspirante,
aguarda hasta que asimile por completo la ayuda que le dio. Una sobredosis de
espiritualidad tiene una reacción malsana, particularmente cuando es
inoportuna. Por lo tanto, el Maestro selecciona cuidadosamente el momento en
el que su intervención asegure máximos resultados y, después de intervenir,
aguarda con infinita paciencia hasta que el aspirante necesite realmente más
ayuda.
APTITUDES DEL ASPIRANTE

Tercera Parte:
La buena disposición para servir

La aptitud y las habilidades

El aspirante ha de estar siempre dispuesto a ponerse al servicio de la causa


de la humanidad. No es necesario que se dedique a cualquier clase de trabajo
sin tener en cuenta sus aptitudes para ello. Tiene que elegir el tipo de trabajo
para el que sea idóneo en virtud de su aptitud y sus habilidades individuales.
Pero cualquier servicio que preste en virtud de su aptitud, lo prestará aunque
las circunstancias sean sumamente difíciles.

Sin reclamos del yo limitado

Muchas son las duras pruebas por las que tal vez tenga que pasar, pero su
determinación de servir siempre que sea posible deberá permanecer
impertérrita.
Sin embargo, el aspirante de ningún modo se apega a la idea de servir en el
sentido de que los máximos resultados son obtenidos sólo gracias a él. Si es
preciso que preste cualquier servicio, está dispuesto a prestarlo sacrificando lo
que sea pero sin atarse nunca a la falsa idea de “El mérito por hacer esto será
solamente mío”. Si le toca a otro el privilegio de prestar el servicio, no lo
envidia. Si tuviera que buscar oportunidades para sí mismo de prestar un
servicio, esto sería una forma de egoísmo. Tratándose de servicio, lo que
realmente cuenta para la vida espiritual, es el olvido de sí mismo. No deberá
sentir que algo es para sí mismo, o que es el único capaz de dar algo a los
demás. El yo tiene que desaparecer enteramente en todas sus formas. El
servicio ha de surgir libre y espontáneamente siempre y cuando sea necesario,
y tiene que aparecer con un espíritu de cooperación en el que el yo limitado no
insiste con sus reclamos.
Libertad respecto de los opuestos
de las cosas grandes y pequeñas

El aspirante se desapega por completo de todo trabajo y de sus resultados, y


se libera de los perniciosos opuestos de las cosas grandes y pequeñas. Las
personas de mentalidad mundana sienten su existencia separada a través de
sus realizaciones. Por lo tanto, tienden naturalmente a juzgar sus realizaciones
en función de cantidades tangibles. Se aferran a las cosas grandes y evitan las
pequeñas. Desde el punto de vista espiritual, a lo que se denomina pequeñas
cosas a menudo son consideradas tan importantes como las denominadas
grandes. De ahí que el aspirante no tenga razones para evitar una cosa y buscar
la otra; atiende con tanto celo tanto lo pequeño como lo grande.

Los convencionalismos restringen el campo del servicio

Aunque en la vida espiritual incluso las pequeñas cosas importen tanto


como las grandes, el convencionalismo del mundo, habitualmente no logra
reconocer esta simple verdad. Al acatarse las ideas convencionalmente
aceptadas, el campo de acción del posible servicio se reduce artificialmente a
aquellas actividades que convencionalmente se consideran importantes. Se
hace caso omiso de gran parte de lo que realmente tiene vital importancia para
la vida, y el resultado de esto es que la vida se empobrece espiritualmente.

Los valores aceptados determinan los tipos de servicio

De manera que, en una sociedad dominada por concepciones meramente


materiales de la vida, al servicio se lo interpreta en función de proveer pan,
ropa u otras comodidades físicas de la existencia. En una sociedad sensible a
los valores de la cultura intelectual, al servicio se lo interpreta en función de
difundir la educación en diferentes formas. En una sociedad que desarrolló el
gusto por la belleza, al servicio se lo interpreta en función de organizar la
producción y distribución de obras de arte. En una sociedad sensible a los
inefables valores del corazón, al servicio se lo interpreta en función de
construir canales que faciliten el cultivo y la expresión del corazón. En una
sociedad sensible a la importancia suprema del espíritu, al servicio se lo
interpreta en función de impartir la comprensión espiritual. De estos diferentes
tipos de servicio, el que se refiere a la comprensión espiritual es el más
elevado, porque comprender lo espiritual incluye la perspectiva correcta de
todos los problemas humanos y fomenta la solución de éstos.

Dos clases de servicio

Si no se comprende lo espiritual, el deseo de prestar servicio es encauzado


por limitadas concepciones. El servicio es de dos clases: consiste en agregar a la
vida de los demás aquellas cosas que son en verdad valiosas, o en quitar de la
vida de los demás las desventajas que les impiden tener cosas que son valiosas.
Si nuestra idea de lo valioso es reducida, el campo de acción del posible servicio
se torna también correspondientemente reducido.

Las cosas pequeñas que importan

El campo de acción del servicio no se limita a grandes gestos, como por


ejemplo, efectuar grandes donaciones a instituciones públicas. También
prestan un servicio quienes expresan su amor en las pequeñas cosas. Una
palabra de aliento a un corazón que desfallece o una sonrisa que procura
esperanza y alegría en medio de la tristeza, tiene tanto derecho a que se lo
considere un servicio como los sacrificios onerosos y los heroicos
renunciamientos. Una mirada que borra la amargura del corazón y hace que
palpite con renovado amor también es servicio, aunque no se lo considere así.
Todas estas cosas parecen pequeñas cuando se las considera en sí mismas, pero
la vida está compuesta por muchas cosas pequeñas como ésas. La vida no sólo
carecería de belleza sino también de espiritualidad si pasáramos por alto estas
pequeñas cosas.

Los errores que se cometen cuando se juzga mundanamente

Así como las personas de mentalidad mundana tienden a juzgar las


contribuciones positivas en función de sus dimensiones, también cometen un
error similar al juzgar los obstáculos, impedimentos y adversidades. De
manera que para la mayoría de las personas la adversidad de los otros debe
asumir colosales proporciones para tener mérito de ser noticia. Lo
característico de las personas mundanas es que dan más importancia a las
cosas que se plasman de manera externa y tangible que a las que son
silenciosos elementos de la vida interior. Por ejemplo, a una guerra
devastadora se la considera una calamidad mayor que seguir viviendo lleno de
un intenso odio, aunque desde el punto de vista puramente espiritual, las
vidas llenas de odio intenso de ninguna manera son menos malas que las
guerras devastadoras. La guerra asume tanta importancia debido a los muchos
ejemplos visibles de crueldad, pero el odio es igualmente detestable aunque no
se materialice en una acción externa. Del mismo modo, las epidemias, las
heridas y los sufrimientos de quienes están en su lecho de muerte suscitan más
atención en las personas mundanas que un corazón torturado y abrumado por
un deseo insaciable.

La vida como totalidad integral

Para el aspirante que ansía prestar un servicio sin desear que se lo


reconozcan y acrediten, todo lo que impide o desnaturaliza una vida plena
merece atención, independientemente de si es grande o pequeño según la
opinión del mundo. Así como la construcción o el derrumbe de los imperios
ocupa su lugar en la corriente de la vida universal, los fugaces momentos de
tristeza también tienen su propio lugar en ella. La importancia de uno no
debería medirse en los mismos términos que el otro, y los reclamos de uno no
deben ignorarse por los reclamos del otro. El aspirante contempla la vida como
una totalidad integral, sin permitir que parte alguna monopolice su atención a
costa de las demás.

El servicio inspirado por el amor asegura la armonía

Aunque el aspirante esté prestando un servicio desinteresado, mantiene a


su mente constantemente en guardia. El aspirante debe ser humilde, honesto y
sincero. El servicio que preste no deberá ser en procura de un mero
espectáculo sino que ha de ser una consecuencia del verdadero amor. Si lo
inspira el amor, éste le permitirá estar en completa armonía con los otros
trabajadores, sin sentirse celoso. Si no hay completa armonía entre los que
trabajan juntos, el servicio que presten será incompleto para el ideal espiritual.
Además, si el aspirante presta el servicio externo sin que lo anime el espíritu
del amor, está actuando como si se tratara de un deber, como en las
instituciones del mundo en el que hay trabajadores pagos. En las instituciones
del mundo, las personas trabajan por su paga. En el mejor de los casos se trata
de un sentido del deber que los impulsa a ser eficientes. Su labor no puede
tener la belleza interior de la que se realiza espontáneamente por amor.

La importancia del contacto con un Maestro

El aspirante puede asimilar mejor las lecciones del servicio verdadero si


tiene la buena suerte de estar en contacto con un Maestro. El Maestro no
enseña con prédicas sino con el ejemplo. Cuando ve al Maestro en condiciones
de prestar un servicio a la humanidad, el aspirante se apresura a captar ese
espíritu por el amor que profesa al Maestro. El contacto con el Maestro también
es útil al embeberse de espíritu de cooperación que los aspirantes podrán
cultivar fácilmente por el amor que ellos comparten por el Maestro. Prestan
servicio porque el Maestro lo quiere. Realizan la labor del Maestro, no la suya
propia, y no lo hacen por su cuenta sino porque el Maestro les confió ese
trabajo. Por lo tanto, están totalmente libres de pensar en reclamos, derechos o
privilegios de carácter individualista. Lo único que los entusiasma es la labor
del Maestro, están listos para ponerse al servicio de su causa con sus mejores
aptitudes cuando los llama para que lo hagan, e igualmente están dispuestos a
ceder ese trabajo a otro aspirante si éste puede hacerlo mejor.

Servicio sin alharaca

Al cooperar así, los aspirantes están sirviéndose de algún modo unos a otros
porque todos ellos aceptan como propia la labor del Maestro. Y al ser útil a un
aspirante colega para que realice la labor del Maestro, el aspirante está
prestando un servicio tanto a aquél como al Maestro. En ese servicio no puede
haber quien mande porque el aspirante es siempre consciente de que se trata
de la labor del Maestro, que él aceptó como propia y está haciendo. Además
sabe que, como aspirantes, todos son iguales, y le resulta fácil cultivar el hábito
de servir con espíritu de absoluta humildad. Mejor que no hubiera prestado su
servicio si éste lo enorgulleciera. Una de las cosas más difíciles de aprender es
prestar servicio sin ser mandones, sin hacer alharaca por ello, y sin consciencia
alguna de lo alto o lo bajo. La humildad cuenta, por lo menos, tanto como la
utilidad en el mundo de la espiritualidad.

El ideal del servicio

Cuando el Maestro sirve a otros, no lo hace porque se apegue al trabajo sino


a fin de ayudar, y también para dar a sus discípulos un ejemplo de servicio
desinteresado. Mientras está sirviendo a los otros, él se ve en ellos y tiene la
experiencia de servirse a sí mismo. En su dichoso sentimiento de unidad sin
mengua, el Maestro se conoce a la vez como el Señor de todos y sirviente de
todos. Por lo tanto, es un ejemplo del ideal de servicio en el que la esclavitud
no existe por parte de quien recibe el servicio como por parte de quien lo
presta. El aspirante puede concretar rápidamente el ideal del verdadero
servicio si tiene ante sí el ejemplo de un Maestro. Sin embargo, la preparación
espiritual del aspirante jamás podrá denominarse completa hasta que haya
aprendido el arte de prestar servicio que no da aburrimiento sino alegría, que
no produce esclavitud sino libertad, y que no formula derechos ni reclamos,
sino que brota de un dar y recibir espontánea y libremente, que está libre de la
carga del deseo personal, y que es sostenido por el sentido de una realización
siempre renovada.

APTITUDES DEL ASPIRANTE

Cuarta Parte: La fe
La fe y sus formas

Una de las más importantes aptitudes del aspirante es la fe. Hay tres clases
de fe: la fe en uno mismo, la fe en un Maestro, y la fe en la vida. La fe es tan
indispensable para la vida que, a menos que esté presente en algún grado, la
vida misma sería imposible. La vida en cooperación y sociedad es posible
debido a la fe. La fe de unos con otros es la que hace que resulte fácil
intercambiar libremente el amor y compartir libremente el trabajo y sus
resultados. Cuando la vida está agobiada por el injustificado temor entre unos
y otros, entonces se vuelve comprimida y restringida.

La fe y su equivalente

Los niños tienen una fe natural en sus mayores. Instintivamente buscan en


ellos protección y ayuda sin necesidad de cartas de presentación. Esta cualidad
de confiar en los demás persiste posteriormente en la vida a menos que una
persona sea golpeada inesperadamente por otros que, por intereses personales,
la engañen y exploten. De modo que, aunque la fe es natural en el hombre,
crece y florece en una sociedad en la que las personas son confiables, honestas
y dignas de fe, y desaparece en un ambiente hostil. La fe recíproca se completa
y consolida cuando encuentra su equivalente en aquellas cualidades que
suscitan y confirman la fe. Merecer la fe que otros depositan en uno y tener fe
en los demás son dos virtudes que se complementan. Son condiciones para que
la vida colectiva e individual fluyan y se desarrollen sin obstáculos.

La importancia de la fe en uno mismo

La fe incondicional, implícita y recíproca entre una persona y otra, pertenece


al mundo de los ideales. Prácticamente existe sólo en casos especiales. Aunque
la deseemos muchísimo, no puede aparecer a menos que el mundo esté
poblado por personas que merezcan una fe ilimitada. Esta condición requiere
un perfecto desarrollo de las cualidades de ser confiable, fiel e invariablemente
servicial. Pero estas cualidades que fomentan la fe mutua siguen estando sin
desarrollar, a menos que uno tenga una fe suprema en sí mismo. Si un
individuo no tiene fe en sí mismo, no puede desarrollar las cualidades que
suscitan y fomentan fe por parte de los demás. La superestructura de un
carácter confiable tiene como base la confianza de que podemos seguir siendo
leales, en toda clase de circunstancias difíciles, a lo que consideramos que es
correcto.

La base segura de la confianza en uno mismo

La fe inquebrantable en uno mismo es tan fuera de lo común como la fe


incondicional en alguna otra persona. Pocos la desarrollaron hasta el grado que
asegura un control eficaz y constructivo de uno mismo. En la mayoría de las
personas, la fe en uno mismo siempre está siendo puesta a prueba y anulada
por la constante experiencia de nuestras propias fallas y debilidades, las cuales
muestran ser inflexibles, aunque sepamos qué es lo correcto. La confianza en
uno mismo, que así corre perpetuo peligro de hacerse añicos, sólo puede
establecerse seguramente cuando el individuo contempla ante sí un ejemplo
vivo de Perfección, y tiene fe en ese ejemplo.

La fe en un Maestro

La fe en un Maestro es importantísima porque nutre y sostiene a la fe en uno


mismo y la fe en la vida frente a muy violentos reveses y fracasos, obstáculos y
dificultades, y limitaciones y fallas. La vida, tal como la persona la conoce en sí
misma o en la mayoría de sus semejantes, puede ser de estrechas miras,
retorcida y perversa, pero la vida, como esa persona la ve en el Maestro, es
ilimitada, pura e inmaculada. El hombre ve en el Maestro su propio ideal
realizado, y el Maestro es lo que su propio ser más profundo preferiría ser. Ve
en el Maestro el reflejo de lo mejor de sí mismo, lo cual aún debe volverse pero
que un día él realizará con seguridad. Por lo tanto, la fe en el Maestro llega a
ser la principal fuerza motora para realizar a la divinidad que está latente en el
hombre.

La fe y el razonamiento crítico
La verdadera fe se basa en las más profundas experiencias del espíritu y en
las inequívocas entregas de la intuición purificada. No hay que considerarla
como la antítesis de la razón crítica sino como la guía infalible de la razón
crítica. Cuando la razón crítica se implementa con una fe profunda y viva que
se basa en la intuición pura, su funcionamiento es creador, fructífero y
significativo en lugar de ser estéril, ineficaz y sin sentido. Por otra parte,
muchas formas de ingenua credulidad no pueden deshacerse salvo mediante el
intrépido y libre accionar de la razón crítica.
Sin embargo, lo cierto es que la razón crítica puede tomar contacto y
participar solamente con aquellas clases de fe que no se basan en la intuición
pura. La verdadera fe basada en la intuición pura sigue siendo un imperativo
que en última instancia no puede reducirse a las conclusiones del intelecto
racional. No deriva del intelecto limitado sino que es más fundamental y
primordial, y el resultado de esto es que ninguna acrobacia intelectual puede
silenciarla. Sin embargo, esto no significa que la fe sea ciega en etapa alguna,
en el sentido de que al intelecto crítico no se le permita examinarla. La fe
verdadera es una forma de vista, y no de ceguera. No hay por qué temer el
libre funcionamiento de la razón crítica.

La credulidad y la duda

A los discípulos siempre se les ha concedido el derecho de poner a prueba al


Maestro mediante el razonamiento crítico. Sin embargo, si después de ponerlo
a prueba y quedar satisfechos con la Perfección del Maestro, el discípulo
muestra alguna vacilación en su fe, esto es resultado de que lamentablemente
su actitud no fue sincera y su propósito no fue honrado. Así como se acuerda
mucha credulidad inmerecida y carente de sentido crítico a quienes pretenden
ser espiritualmente sabios, de igual modo hay mucha fe injustificada y
fluctuante a pesar de que ésta se base en la convicción de la propia experiencia.
Así como la credulidad no crítica es en última instancia resultado de la
actividad inconsciente de muchos deseos mundanos, de igual manera una fe
fluctuante e injustificada se debe a la actividad inconsciente de deseos que
contrarrestan la eficaz manifestación de una fe sujeta a razón. En el primer
caso, el deseo es la fuente de una creencia injustificada, y en el segundo caso es
la fuente de una duda injustificada. Los deseos vehementes tienden a viciar el
funcionamiento de la razón crítica. Una fe firme que se base en la intuición
pura sólo puede tenerla una mente que esté libre de la presión de diversos
deseos. Por lo tanto, la fe verdadera es cuestión de crecimiento gradual. Crece
en proporción al éxito que el individuo alcanza al liberar de diversos deseos a
su consciencia.

Las creencias y opiniones

A la fe hay que distinguirla cuidadosamente de la mera creencia u opinión


intelectual. Cuando una persona tiene una buena opinión sobre alguien, se dice
que tiene determinada clase de fe en ese individuo. Pero esta clase de opinión
no tiene la potencia espiritual que pertenece a una fe viva en un Maestro. Las
creencias y opiniones de una persona suelen constituir una capa muy
superficial de la psiquis humana. No se relacionan integralmente con las
fuerzas más profundas de la psiquis. Permanecen en una región de la mente
sin producir cambios radicales en lo recóndito de la personalidad, lo cual
determina la actitud respecto de la vida. Las personas tienen estas creencias
como si fueran las ropas que usan, y cuando hay una urgencia, tienden a
cambiarse la ropa que siente a sus propósitos inmediatos. En estos casos, las
creencias son determinadas inconscientemente por otros propósitos; los
propósitos no son determinados conscientemente por las creencias.

Una fe viva dinámica y creativa

Por otra parte, la fe viva tiene la relación más vital e integral con todas las
fuerzas y propósitos más profundos de la psiquis. No se la sostiene
superficialmente, ni se la cuelga, como meras creencias intelectuales, en la
periferia de la consciencia. Por el contrario, la fe viva se convierte en un
poderoso factor que reconstruye toda la psiquis; es creativamente dinámica. No
hay pensamientos que ella no vivifique, sentimientos que ella no ilumine, ni
propósito que ella no vuelva a plasmar. Esta fe viva en el Maestro se convierte,
en el discípulo, en suprema fuente de inspiración y en inexpugnable confianza
en sí mismo. Se expresa primordialmente con espíritu de confianza dinámica en
el Maestro, y no meramente con alguna opinión sobre él. La fe viva no es una
suerte de certificado que el discípulo da al Maestro. Es una dinámica actitud de
confianza en el Maestro, que se expresa no sólo esperando incondicional y
confiadamente su ayuda sino también con espíritu de entrega y dedicación
personales.

La fe viva nacida de la experiencia

Esta fe fructífera y viva en el Maestro nace siempre de alguna experiencia


profunda que el Maestro imparte al discípulo meritorio. Es fundamentalmente
diferente de las creencias que la gente tiene aceptando sin sentido crítico o
pensando superficialmente. Las meras creencias intelectuales de la mayoría
tienen muy poca importancia espiritual. Por lo tanto, al Maestro no le
concierne para nada si el discípulo cree en él o en otra persona, e igualmente
tampoco le concierne si en cualquier momento el discípulo cree o no en él. Si
por fortuna el Maestro interviene benignamente y gana para sí la fe viva del
discípulo (fe que se diferencia de la mera creencia), esto es así porque sabe que
el discípulo será ayudado con ella.

Poner a prueba al discípulo

Así como el discípulo está probando si el Maestro tiene la capacidad de


guiarlo, a su vez el Maestro está probando la integridad de lo que el discípulo
se propone. Al Maestro no le concierne si el discípulo duda de él o tiene fe en
él. Pone a prueba si el discípulo es o no sincero y entusiasta en su búsqueda y
objetivo espiritual. Al Maestro no le interesa para nada dar al discípulo una
prueba de su divinidad, salvo cuando piensa que esta prueba es probable que
indefectiblemente sea útil e inevitablemente necesaria para beneficio espiritual
de quien se ha entregado a Él.

MAYA

Primera Parte:
Los falsos valores
La importancia de comprender qué es Maya

Todos quieren conocer y realizar la Verdad, pero la Verdad no puede ser


conocida y realizada como Verdad, a menos que a la ignorancia se la conozca y
realice como ignorancia. De ahí surge la importancia de comprender qué es
Maya, o el principio de ignorancia. La gente lee y oye muchas cosas acerca de
Maya, pero pocos comprenden qué es realmente. No es suficiente comprenderla
superficialmente sino que es necesario comprenderla como Maya es, en su
realidad. Comprender qué es Maya, o el principio de ignorancia, es conocer la
mitad de la Verdad del universo. La ignorancia en todas sus formas debe
desaparecer si el alma ha de establecerse en el estado de conocimiento del Ser.

La esencia de la falsedad

Por lo tanto, es imperiosamente necesario que la humanidad sepa qué es


falso, lo conozca como tal, y se libre de lo falso sabiendo que lo es. ¿Cuál es la
esencia natural de la falsedad? Si sabemos que lo verdadero es verdadero o que
lo falso es falso, no existe la falsedad sino una forma de conocimiento. La
falsedad consiste en considerar que lo verdadero es falso o lo falso verdadero,
o sea, pensar que algo es distinto de lo que realmente es en sí mismo. La
falsedad es un error al juzgar la naturaleza de las cosas.

Dos clases de conocimiento

En términos generales, hay dos clases de conocimiento: los juicios puramente


intelectuales acerca de los hechos de la existencia, y los juicios de valoración, los
cuales implican apreciar lo que las cosas valen o importan. Los juicios
puramente intelectuales o las creencias adquieren importancia porque se
relacionan de algún modo con valores. En sí mismos son muy escasamente
importantes cuando están separados de los valores. Por ejemplo, nadie se
interesa mucho en contar exactamente el número de hojas de un árbol en
especial aunque, desde el punto de vista puramente teórico, esta información
sería una forma de conocimiento. A esta información o conocimiento se la
considera sin importancia porque no está vitalmente conectada con otros
valores. El conocimiento intelectual se torna importante cuando permite que el
hombre realice ciertos valores dándole el control de los medios para realizarlos,
o cuando al conocimiento intelectual mismo se lo evalúa como un factor
importante, modificando o de algún otro modo afectando los valores aceptados.

Errores al evaluar

Así como hay dos clases de juicio, de igual modo hay dos clases de falsedad:
errores al aceptar como hechos cosas que no son hechos, y los errores que se
cometen al evaluar. Los errores al evaluar pueden cometerse de los siguientes
modos: 1) al considerar que es importante lo que no lo es; y 2) al considerar
que no es importante lo que es importante; o 3) al dar a una cosa una
importancia distinta de la que realmente tiene. Todas estas falsedades son
creaciones de Maya.

El precio de los errores al evaluar

Aunque Maya incluye todas las falsedades desde el punto de vista


espiritual, hay algunas falsedades que importan y otras que no importan
mucho. Si una persona ocupa un trono para elevarse más de lo que ella es, eso
sería una falsedad, pero no importaría mucho. Por otra parte, si una persona
considera que ese trono es lo único importante en su vida, eso sería una
falsedad que afectaría el curso y el significado de su vida. En conjunto, los
errores que se cometen al evaluar tienen mucho más efecto en cuanto al
desacertar, desnaturalizar y limitar la vida que los que se cometen con juicios
puramente intelectuales acerca de ciertos hechos objetivos.

Falsos valores debido a la influencia de quereres subjetivos

Los errores que se cometen al evaluar surgen debido a la influencia de


deseos o quereres de carácter subjetivo. Los verdaderos valores son los que
pertenecen a las cosas que lo merecen por derecho propio. Son intrínsecos y,
por serlo, son absolutos y permanentes, sin que sean susceptibles a cambiar de
tiempo en tiempo o de una persona a otra. Los valores falsos derivan de deseos
o quereres. Dependen de factores subjetivos y, por depender de éstos, son
relativos y efímeros, y susceptibles de cambiar de tiempo en tiempo y de una
persona a otra.

Ejemplos de valores relativos

Por ejemplo, un individuo que tiene mucha sed y está en un desierto como el
del Sahara piensa que nada hay más precioso que el agua, mientras quien tiene
agua en abundancia y no está muy sediento, no asigna la misma importancia al
agua. Del mismo modo una persona que tiene hambre considera que la comida
es importantísima, pero el individuo que cenó opíparamente no piensa en
comida hasta que vuelve a tener hambre. Lo mismo se aplica a toda lujuria e
intensos deseos, los cuales proyectan valores imaginarios y relativos sobre
objetos que satisfagan dicha lujuria y dichos deseos.

Los falsos valores derivados y relativos

El valor de los objetos sensorios es grande o pequeño de acuerdo con la


intensidad o urgencia con que se los desea. Si esta lujuria e intensos deseos
aumentan, los objetos correspondientes asumen mayor importancia. Si su
intensidad o urgencia mengua, los objetos también pierden considerablemente
su importancia. Si la lujuria y los intensos deseos aparecen intermitentemente,
los objetos retienen su valor potencial al estar latentes la lujuria e intensos
deseos, y el valor correspondiente cuando se ponen de manifiesto. Estos son
falsos valores porque no son inherentes a los objetos mismos. Cuando a la luz
del verdadero conocimiento toda esta lujuria y deseos desaparecen por
completo, entonces los objetos, a los que por obra de aquella lujuria y deseos se
daba importancia, pierden inmediatamente la prestada importancia, y se
presentan como carentes de sentido.

La vacuidad de los objetos sensorios


Así como se considera falsa a una moneda que no es de curso corriente
aunque de alguna manera exista, a los objetos de la lujuria y deseos se los
considera falsos cuando se observa su vacuidad aunque estos objetos siguieran
siendo contemplados de alguna manera. Todos existen, y se los puede conocer
y ver, pero ya no significan lo mismo. Hacen falsas promesas de realización a
una imaginación desnaturalizada por lujuria y deseos; sin embargo, cuando la
percepción es serena y constante, se ve que no tienen importancia cuando se
los considera separados del alma.

Cuando se considera importante lo que no lo es

Cuando muere un ser querido hay dolor y soledad, pero esta sensación de
pérdida tiene sus raíces en el apego a la forma independientemente del alma.
Lo que desapareció fue la forma, no el alma. El alma no murió; en su verdadera
naturaleza ni siquiera se marchó pues está en todas partes. No obstante, por
apego al cuerpo, a la forma se la consideró importante. Las ansias, deseos,
emociones y pensamientos se centraron todos en la forma, y cuando ésta
desaparece con la muerte, hay un vacío, el cual se expresa cuando extrañamos
a los que se han ido.
Si a la forma como tal no se la hubiera sobrecargado de falsa importancia, no
nos acongojaríamos extrañando a quien partió. El sentimiento de soledad, el
persistente recuerdo del ser amado y el anhelo de que aún esté presente, las
lágrimas de aflicción, y los suspiros por esa separación se deben en su totalidad
a una evaluación falsa, al trabajo de Maya. Cuando a lo que no es importante
se lo considera importante, nos hallamos ante una principal manifestación del
trabajo de Maya. Desde el punto de vista espiritual esto es una forma de
ignorancia.

Cuando se considera sin importancia lo que es importante

Por otra parte, el trabajo de Maya también se expresa haciendo que lo es


importante parezca sin importancia. En realidad, lo único que tiene
importancia es Dios, pero a muy pocas personas les interesa realmente Dios
por Dios mismo. Si es que las personas de mentalidad mundana se vuelven
hacia Dios, es principalmente debido a sus propósitos egoístas y mundanos. Lo
que buscan es satisfacer sus propios deseos, esperanzas e incluso venganzas
mediante la intervención del Dios que ellos imaginan. No buscan a Dios como
la Verdad. Desean todo, salvo la Verdad única, a la que consideran sin
importancia. Esto es nuevamente ceguera causada por el accionar de Maya. La
gente busca su felicidad por medio de todas las cosas, salvo Dios, quien es la
única fuente infalible de alegría permanente.

La importancia equivocada

El trabajo de Maya también se expresa haciendo que la mente dé a una cosa


una importancia distinta de la que realmente tiene. Esto sucede cuando a los
ritos, ceremonias y otras prácticas religiosas externas se los considera fines en
sí mismos. Tienen su propio valor como medios orientados hacia un fin, como
vehículos de la vida, como instrumentos expresivos, pero tan pronto se
arrogan derechos, se les da más importancia de la que les pertenece. Cuando se
los considera importantes en sí mismos, atan la vida en lugar de servir al
propósito de expresarla. Cuando a lo que no es esencial se le permite que
predomine sobre lo esencial dándosele equivocada importancia, entonces
tenemos la tercera forma principal de ignorancia relacionada con la evaluación.
Este es, otra vez, el trabajo de Maya.

MAYA

Segunda Parte:
Las falsas creencias

Las cadenas de Maya

Las cadenas que esclavizan espiritualmente al alma consisten


principalmente en valores equivocados, o falsedades, referidos a la evaluación.
Algunas falsedades, en su carácter de erróneas creencias, cumplen también un
importante papel al esclavizar espiritualmente al alma. Las falsas creencias
implementan valores falsos que, a su vez, fortalecen los falsos valores que
sujetan al alma. Todas las falsas creencias son tanto creaciones de Maya como
falsos valores, y Maya los usa para que el alma permanezca en la ignorancia y
en sus garras.

El intelecto que cae en manos de Maya

Maya se vuelve irresistible tomando posesión de la sede misma del


conocimiento, que es el intelecto humano. Es difícil superar a Maya porque, al
dominar al intelecto, crea barreras y sostiene creencias e ilusiones falsas. Crea
barreras para que se realice la Verdad intentando constantemente sostener y
justificar creencias erróneas. El intelecto que funciona en libertad allana el
camino hacia la Verdad, pero el intelecto que cae en manos de Maya crea
obstáculos para el verdadero entendimiento.

Las falsas creencias pueden parecer evidentes

Las falsas creencias creadas por Maya están tan arraigadas y son tan fuertes
que parecen evidentes. Con el ropaje de verdaderas, se las acepta sin
cuestionar. Por ejemplo, una persona cree que ella es su cuerpo físico.
Corrientemente nunca se le ocurre que puede ser algo que es diferente de su
cuerpo. Se identifica instintivamente con el cuerpo físico sin pedir pruebas de
ello, y cree en eso con todas sus fuerzas porque está al margen de una prueba
racional.

La identificación con el cuerpo físico

La vida de un individuo tiene como centro al cuerpo físico y a los deseos de


éste. Renunciar a creer que él es el cuerpo físico implica renunciar a todos los
deseos pertenecientes al cuerpo físico y a los valores falsos que aquéllos
implican. Creer que él es su cuerpo físico propicia los deseos y apegos físicos,
pero creer que él es otra cosa que su cuerpo físico contraría los deseos y apegos
aceptados. Por lo tanto, resulta natural que el individuo crea que él es su
cuerpo físico. Esto es una creencia fácil de sostener y difícil de erradicar. Por
otra parte, creer que él es otra cosa que su cuerpo físico parece reclamar una
prueba convincente. Es difícil sostenerlo y es fácil resistirse a ello. Asimismo,
cuando la mente se desprende de todos los deseos y apegos físicos, se advierte
que es falso creer que él es su cuerpo físico, y verdad creer que él es algo
distinto de su cuerpo.

La identificación con el cuerpo sutil

Aunque una persona logre despojarse de la falsa creencia de que ella es el


cuerpo físico, sigue siendo víctima de la falsa creencia de que ella es su cuerpo
sutil. Entonces el centro de su vida es el cuerpo sutil y los deseos de éste.
Renunciar a creer que el individuo es el cuerpo sutil implica renunciar a todos
los deseos pertenecientes al cuerpo sutil y a los falsos valores que ellos
implican. Por lo tanto, ahora le resulta natural creer que él es el cuerpo sutil, y
creer que él es algo que es diferente de su cuerpo sutil parece reclamar una
prueba convincente. Pero cuando la mente se desprende de todos los deseos y
apegos pertenecientes al cuerpo sutil, entonces la persona renuncia a creer
falsamente que ella es su cuerpo sutil con tanta facilidad como renunció a creer
falsamente que ella era su cuerpo físico.

La identificación con el cuerpo mental

Sin embargo, las falsas creencias no terminan aquí. Aunque una persona
deje de creer falsamente que ella es el cuerpo sutil, abriga la ilusoria creencia
de que es su cuerpo mental. La persona abriga la falsa creencia porque lo
disfruta. Durante toda su larga vida como alma individual, el individuo se
aferró a la falsa idea de su existencia separada. Todos sus pensamientos,
emociones y actividades han aceptado y confirmado constantemente un
dictado único, a saber, la existencia del yo separado. Renunciar a creer
falsamente que él es la mente egoica del cuerpo mental es renunciar a todo lo
que parecía constituir su existencia misma.

Despojarse de la última falsedad

Al renunciar a creer falsamente que él es su cuerpo físico o sutil,


necesariamente tiene que renunciar a varios deseos y apegos, y esto es
renunciar a algo que se ha tenido largo tiempo. Al renunciar a creer falsamente
que él es su mente egoica o cuerpo mental, al individuo se le reclama que
renuncie a lo que esencialmente él creyó que era. Por lo tanto, lo más difícil de
hacer es despojarse de este último vestigio de falsedad. Pero esta última
falsedad no dura más que las primeras falsedades que eran aparentemente
certidumbres irrefutables. Esta falsedad también termina, y el alma se despoja
de ella cuando renuncia a desear con vehemencia una existencia separada.

El alma está más allá de pensar, desear y hacer

Cuando el alma sabe que ella es diferente de los cuerpos físico, sutil y
mental, sabe que es infinita. Nada hace como Alma infinita, meramente ES.
Cuando la mente se suma al alma individualizada parece pensar. Cuando el
cuerpo sutil se suma al alma junto con la mente parece desear. Cuando el
cuerpo físico se suma a aquéllos el alma parece dedicarse a actuar. Creer que el
alma está haciendo algo es una falsa creencia. Por ejemplo, un individuo cree
que él está sentado en la silla, pero de hecho es el cuerpo el que está sentado en
ella. La creencia de que el alma está sentada en la silla se debe a la
identificación con el cuerpo físico. Del mismo modo, una persona cree que ella
está pensando, pero de hecho es la mente la que está pensando. La creencia de
que el alma está pensando se debe a la identificación con la mente. Es la mente
la que piensa, y es el cuerpo el que está sentado. El alma no se dedica a pensar
ni a efectuar cualquier otra actividad física.

La ilusión de que el alma es el agente

De hecho, no es la mente o el cuerpo el que piensa y efectúa cualquier acción


física, pues la mente y el cuerpo en sí, no existen. Existen como ilusiones del
alma individualizada, y es cuando el alma se identifica falsamente con ellas
que ocurre el pensamiento o la acción. El alma, y los cuerpos mental, sutil y
físico considerados juntos constituyen el agente de las acciones, o el yo
limitado, pero el alma en su verdadera naturaleza no es responsable de pensar
o desear, o de las acciones. La ilusión de que el alma es la mente o los cuerpos,
y la ilusión de que el alma es el agente de los pensamientos, deseos y acciones
son creadas por Maya, la cual es Ilusión y el principio de ignorancia.
La creencia de que el alma está sujeta a la experiencia dual

Del mismo modo, también es falsa la creencia de que el alma experimenta


los placeres y dolores de la vida, o pasa por los opuestos de la experiencia. El
alma está más allá de los opuestos de la experiencia, pero no se conoce como
tal. De modo que acepta las experiencias características de los opuestos debido
a la identificación con la mente y con los cuerpos sutil y físico. El alma que se
mezcla con la mente y los cuerpos se convierte en receptora de dolores y
placeres. De manera que todos los placeres y dolores a los que estamos sujetos
tienen sus raíces en la ignorancia.
Cuando un individuo piensa que es la persona más desgraciada del mundo,
se abraza a una ilusión que cobra vida por medio de la ignorancia, o Maya. En
realidad no es desdichado, pero imagina que lo es porque se identifica con la
mente y los cuerpos. Por supuesto, no es la mente por sí misma, ni los cuerpos
por sí mismos, los que pueden tener experiencias de los opuestos. Es el alma, la
mente y los cuerpos considerados juntos los que están sujetos a la experiencia
dual, pero el alma, en su verdadera naturaleza, está más allá de los opuestos de
la experiencia.

La naturaleza de la mente y los cuerpos enlazados al alma

De manera que la mente y los cuerpos juntos son los que constituyen el
agente de las actividades y el sujeto de las experiencias duales. Sin embargo, no
asumen este doble papel por derecho propio sino solamente cuando se los
considera junto con el alma. La mente y los cuerpos, enlazados al alma, son los
que juntos se convierten en el agente de las actividades o en el sujeto de la
experiencia dual. El proceso de enlace se basa en la ignorancia, pues el alma, en
su verdadera naturaleza, se halla eternamente libre de calificaciones,
modificaciones y límites. Parece ser calificada, modificada y limitada por la
ignorancia, o por el accionar de Maya.
MAYA

Tercera parte:
Trascendiendo las falsedades de Maya

Cómo distinguir lo que es falso

Son incontables las falsedades a las que la persona dominada por Maya se
abraza en el estupor de su ignorancia; desde el comienzo mismo, las falsedades
son portadoras de su propia insuficiencia y quiebra. Tarde o temprano se sabe
que son falsedades. Esto hace que nos preguntemos: ¿Cómo discernimos que la
falsedad es falsedad? No hay modo de salir de lo falso, a menos que sepamos
que lo es, pero este conocimiento de lo falso como tal nunca se hubiera
producido a menos que haya estado de algún modo latente desde el principio
mismo.

En la falsedad hay recelo y temor

La aceptación de lo falso es siempre un compromiso forzado. El alma


cuestiona de alguna manera lo falso incluso hallándose en los abismos de la
ignorancia. Por débil e incapaz de expresarse que parezca en sus etapas
iniciales, es el comienzo de esa búsqueda de la Verdad la que en última
instancia aniquila toda falsedad e ignorancia. En la aceptación de una falsedad
existe inquietud cada vez mayor, hondo recelo y un vago temor. Por ejemplo,
cuando un individuo considera que tanto él como los demás son el cuerpo
físico, él no puede reconciliarse completamente con esta creencia. Al abrazar
esta falsa creencia hay temor a la muerte y temor de perder a los demás. Si una
persona hace que su felicidad dependa solamente de la posesión de las formas,
en su corazón sabe que está construyendo sus castillos sobre arena movediza,
que con seguridad esto no lo conduce hacia la felicidad permanente, y que un
día cederá el apoyo al que desesperadamente se aferra. De ahí que sea
profundamente receloso de sus razones.
Lo falso se traiciona a sí mismo

El individuo está inquieto porque es consciente de su propia inseguridad:


sabe que algo está mal en alguna parte y que él está contando con sus falsas
esperanzas. La falsedad es traicioneramente inconfiable, y simplemente no
puede abrazarse a ella para siempre. Más valdría, usar como guirnalda una
serpiente venenosa o irse a dormir en la boca de un volcán que sólo esté
inactivo temporalmente. El sello de la falsedad es que es incompleta e
insatisfactoria, temporal y provisoria. Apunta a otra cosa. Aparenta para la
persona ocultar algo mayor y más verdadero de lo que parece ser. Lo falso se
traiciona a sí mismo y, al hacerlo, hace que conozcamos la verdad.

Los dos tipos de falsedad

Las falsedades son de dos tipos: las que surgen debido a pensamientos
irregulares y vagos, y las que surgen debido a pensamientos viciados. Las
falsedades que surgen de pensamientos irregulares son menos perjudiciales
que las que surgen de pensamientos viciados. Las falsedades de carácter
netamente intelectual surgen debido a una errónea aplicación del intelecto,
mientras que las falsedades que cuentan desde el punto de vista espiritual
surgen debido a que el intelecto se vicia con el accionar de los deseos que lo
ciegan y privan de razón.

La analogía de las enfermedades funcionales y estructurales

La diferencia entre estos dos tipos de falsedad puede aclararse con una
analogía de carácter fisiológico. Algunas perturbaciones de los órganos vitales
del cuerpo son funcionales y otras estructurales. Las enfermedades funcionales
surgen debido a algún funcionamiento irregular de un órgano vital. En estos
casos no hay nada grave respecto de la estructura del órgano vital. Meramente
se volvió perezoso o irregular, y lo único que necesita es un ligero estímulo o
corrección para que funcione como es debido. La enfermedad cobra vida en los
desórdenes de carácter estructural debido a que se desarrolla alguna
deformidad en la estructura o constitución del órgano vital. En estos casos el
desorden del órgano vital es de carácter mucho más grave. Se dañó o se volvió
ineficaz debido a algún factor tangible que afectó la constitución misma del
órgano. Ambos tipos de enfermedades pueden corregirse, pero es mucho más
fácil corregir desórdenes meramente funcionales que los que son estructurales.

La importancia de purificar el intelecto

Las falsedades que surgen debido a alguna aplicación irregular del intelecto
se parecen a los desórdenes funcionales, y las que surgen al enviciar el intelecto
se parecen a las estructurales. Así como los desórdenes funcionales son más
fáciles de corregir que los estructurales, de igual modo las falsedades que
surgen de la aplicación irregular del intelecto son más fáciles de corregir que
las que surgen debido a que el intelecto se vició. A fin de corregir una
enfermedad funcional de un órgano vital, todo lo que se necesita es mejorar su
tónica y su fuerza. En caso de enfermedad estructural suele ser necesario
efectuar una operación. Del mismo modo, en caso de que surjan algunas
erróneas aplicaciones del intelecto, todo lo que se necesita es ser más
cuidadoso en su aplicación. Pero en caso de que las falsedades surjan porque se
vició el intelecto, es necesario purificarlo. Esto exige recurrir al doloroso
proceso de eliminar los deseos y apegos que son responsables de viciar al
intelecto.

Las ciudadelas de Maya

Las falsedades de los pensamientos viciados surgen de iniciales errores de


evaluación. Surgen como un derivado de la actividad psíquica, el cual consiste
en la búsqueda de ciertos valores aceptados. Cobran vida como parte de la
racionalización y justificación de valores aceptados, y deben su predominio
sobre la mente humana a que aparentemente sostienen estos valores aceptados.
Si no afectaran los valores humanos o la realización de éstos, inmediatamente
disminuirían hasta ser insignificantes y perderían su predominio sobre la
mente. Cuando las falsas creencias cobran vida y vitalidad a partir de deseos
profundamente arraigados, entonces los nutre una falsa búsqueda. Si el error de
las falsas creencias es puramente intelectual, es fácil corregirlo. Pero las falsas
creencias que se nutren con falsas búsquedas son las ciudadelas de Maya.
Implican mucho más que un error intelectual y las refutaciones de carácter
puramente intelectual no las minimizan.

La clara percepción a partir de la pureza interior

Los deseos y apegos que vician los pensamientos no se eliminan meramente


intelectualizándolos. Esto exige correctos esfuerzos y acciones. Las verdades
espirituales no se descubren con especulaciones de escritorio sino haciendo lo
correcto. El preludio de la eliminación de las falsedades espirituales consiste en
actuar con honestidad. La percepción de las verdades espirituales no exige
meramente pensar esforzada y furiosamente sino pensar con claridad, y el
pensamiento verdaderamente claro es fruto de una mente pura y tranquila.

Dios como la única Verdad

A Dios lo conocemos como la Verdad tan sólo después de despojarnos del


último vestigio de falsedad que Maya crea. El conocimiento de que Dios es la
Verdad única surge solamente cuando se trasciende completamente a Maya.
Sólo Dios es real. Todo lo que no es Dios, todo lo que es efímero y finito, y todo
lo que parece existir en el campo de la dualidad, es falso. Dios es la Realidad
infinita. Todas las divisiones concebidas dentro de esta Realidad se conciben
falsamente y no existen realmente.

Dios es indivisible

Cuando a Dios se lo considera divisible, esto se debe a Maya. El abigarrado


mundo de la multiplicidad no efectúa la división de Dios en varias porciones
diferentes. Hay diferentes mentes egoicas, diferentes cuerpos y diferentes
formas, pero solamente un Alma. Cuando la única Alma (Dios) ocupa
diferentes mentes egoicas y cuerpos, hay diferentes almas individualizadas; sin
embargo, esto no genera multiplicidad alguna dentro del Alma misma. El
Alma es y sigue siendo siempre indivisible. El Alma única e indivisible es la
base de las diferentes mentes egoicas, que efectúan los pensamientos y acciones
de varios tipos y pasan por innumerables clases de experiencias duales. Pero el
Alma única e indivisible está y sigue estando siempre más allá de todo
pensamiento y acción, y más allá de toda experiencia dual.

Dentro del Alma no hay opiniones ni modos de pensar

Las diferentes opiniones o los diferentes modos de pensar no generan


multiplicidad en el Alma única e indivisible, por la sencilla razón de que
dentro de ella no hay opiniones ni modos de pensar. Toda la actividad
pensante y todas las conclusiones extraídas de ella están dentro de la mente
egoica, la cual es finita. El alma no piensa: la única que piensa es la mente
egoica. Tanto el pensamiento como el conocimiento derivado de pensar son
posibles en el estado de conocimiento imperfecto e incompleto, que pertenece a
las mentes finitas. En el Alma no existe ni el pensamiento ni el conocimiento
que se obtiene pensando.

El alma es pensamiento e inteligencia infinitos

El alma es pensamiento e inteligencia infinitos; no hay división entre


pensador y pensamiento y las conclusiones a las que se arriba pensando, ni
división entre la dualidad de sujeto y objeto. Sólo la mente egoica, con el alma
detrás, puede convertirse en el pensador. El alma, la cual es pensamiento e
inteligencia infinitos, no piensa ni tiene actividad intelectual alguna. El
intelecto con sus pensamientos limitados sólo cobra vida con la mente egoica
finita. En la plenitud y suficiencia de la inteligencia infinita, la cual es el Alma
única, ni el intelecto ni sus actividades son necesarios.

Dios es la única Realidad

Al despojarse del último vestigio de las falsedades que Maya creó, el alma
no sabe que su realidad es diferente del cuerpo físico, sutil o mental, sino que
sabe que ella misma es Dios, quien es la única Realidad. En este estado el alma
sabe que la mente, el cuerpo sutil y el cuerpo físico son todos por igual
creaciones de su propia imaginación, y que nunca existieron realmente. Sabe
que, por medio de la ignorancia, el alma concibió que ella era la mente, el
cuerpo sutil o el cuerpo físico. El alma individual también sabe que, en un
sentido, ella se convirtió en la mente, el cuerpo sutil y el cuerpo físico, y luego
se identificó con todas estas ilusiones que ella misma creó.

MAYA

Cuarta Parte: Dios y Maya

Dios está por encima de la dualidad

Dios es infinito porque está por encima de los limitantes opuestos de la


dualidad. Está por encima de los limitados aspectos del bien y del mal, de lo
pequeño y lo grande, de lo correcto e incorrecto, de la virtud y el vicio, y de la
felicidad y el sufrimiento; por lo tanto Él es infinito. Si Dios fuera bueno en vez
de malo, o malo en vez de bueno, o si fuera pequeño en vez de grande, o
grande en vez pequeño, o correcto en vez de incorrecto, o incorrecto en vez de
correcto, o si fuera virtuoso en vez de malo, o malo en vez de virtuoso, o si
fuera dichoso en vez desdichado, o desdichado en vez de dichoso, entonces Él
no sería infinito sino finito. Dios es infinito al estar por encima de la dualidad.

El finito no puede ser parte dual de lo infinito

Cuanto es infinito debe trascender la dualidad; no puede ser parte de la


dualidad. Lo que es verdaderamente infinito no puede ser parte dual de lo
finito. Si al infinito se lo considera a la par con lo finito, deja de ser infinito,
pues entonces se convierte en la segunda parte de la dualidad. Dios, que es
infinito, no puede descender a la dualidad. De modo que es ilusoria la aparente
existencia de la dualidad como Dios infinito y mundo finito. Solamente Dios es
real; Él es infinito, único sin segundo. La existencia de lo finito es sólo
aparente; es falsa, no es real.
El mundo de las cosas finitas creadas por Maya

¿Cómo cobra existencia el mundo falso de las cosas finitas? ¿Por qué existe?
Lo creó Maya, o el principio de ignorancia. Maya no es la ilusión; es la creadora
de la Ilusión. Maya no es falsa; es la que da impresiones falsas. Maya no es
irreal; es la que hace que lo real parezca irreal, y lo irreal, real. Maya no es la
dualidad; es la que causa la dualidad.

Las creaciones de Maya son finitas

Sin embargo, a fin de explicar esto intelectualmente, a Maya se la debe


considerar infinita. Ella crea la ilusión del estado de finitud, pero en sí misma
no es finita. Todas las ilusiones creadas por Maya son finitas, y también es
finito todo el universo de la dualidad, el cual parece existir debido a Maya.
Aparentemente el universo contiene innumerables cosas, pero no por eso es
infinito. Las estrellas pueden ser incontables, su número es enorme, pero no
obstante ello, todas las estrellas juntas son finitas. El espacio y el tiempo
parecerían infinitamente divisibles, pero no obstante ello, son finitos. Todo lo
que es finito y limitado pertenece al mundo de la Ilusión, aunque el principio
que causa esta ilusión de cosas finitas debe considerarse, en un sentido, como
que no es una ilusión.

El espacio no limita a Maya

A Maya no se la puede considerar finita. Una cosa es finita cuando el


espacio la limita. Maya no existe en el espacio, y éste no puede limitarla. Maya
no puede limitarse en el espacio porque el espacio es creación de Maya. El
espacio, con todo lo que éste contiene, es una ilusión y depende de Maya. Sin
embargo, Maya de ningún modo depende del espacio. En consecuencia, Maya
no puede ser finita por ninguna limitación del espacio.

El tiempo no limita a Maya


Maya tampoco puede ser finita debido a cualquier limitación temporal.
Aunque Maya toca a su fin en el estado de Superconsciencia, por esta razón no
es menester considerarla finita. Maya no puede tener principio ni fin en el
tiempo porque el tiempo mismo es una creación de Maya. Cualquier parecer
según el cual Maya es un suceso que tiene lugar en un momento dado y
desaparece después de un tiempo ubica a Maya en el tiempo, no al tiempo en
Maya. El tiempo está en Maya; Maya no está en el tiempo. El tiempo, al igual
que todo lo que sucede en el tiempo, es creación de Maya. El tiempo cobra
existencia debido a Maya, y desaparece cuando Maya desaparece. Dios es la
Realidad atemporal, de manera que la realización de Dios y la desaparición de
Maya son un acto atemporal. De ningún modo Maya es limitada por el tiempo.

Maya vista como infinita, finalmente es falsa

Por ninguna razón puede considerarse que Maya sea finita, si lo fuera, eso
sería una ilusión; y por ser una ilusión, carecería de potencia para crear otras
ilusiones. Para el propósito de una explicación intelectual es mejor considerar
que Maya es tanto real como infinita, del mismo modo que a Dios
habitualmente se lo considera tanto real como infinito.

En última instancia Maya no puede ser verdadera

Entre todas las explicaciones intelectuales posibles, la explicación de que


Maya, como Dios, es tanto real como infinita, es muy aceptable para el intelecto
del hombre. En última instancia Maya no puede ser verdadera. Siempre que
existe la dualidad, en ambos lados existe el estado de finitud. Una cosa limita a
la otra. No puede haber dos Infinitos reales. Podrá haber dos entidades
enormes, pero no dos entidades infinitas. Si tenemos la dualidad de Dios y
Maya, y si a ambos los consideramos existencias coordinadas, entonces a la
realidad infinita de Dios se la consideraría la segunda parte de una dualidad.
Por lo tanto, la explicación intelectual de que Maya es real no tiene el sello del
conocimiento final, aunque la explicación sea muy plausible.

La dificultad intelectual de comprender a Maya


Existen dificultades relacionadas con que Maya es ilusoria y con que,
esencialmente, también es real. De manera que todo intento del intelecto
limitado por comprender a Maya lleva a un impasse. Por un lado, si a Maya se
la mira como finita, entonces ella se vuelve ilusoria y no puede ser la razón del
mundo ilusorio de las cosas finitas. Por lo tanto, a Maya se la tiene que
considerar tanto real como infinita. Por otra parte, si consideramos que en
última instancia Maya es real, entonces ella se convierte en la segunda parte de
la dualidad de otra Realidad infinita, a saber, Dios. De ahí que, desde este
punto de vista, Maya parece ser finita y, por lo tanto, irreal. De modo que en
última instancia Maya no puede ser real, aunque se la considera así a fin de
explicar el mundo ilusorio de los objetos finitos.

Maya como la sombra de Dios

De cualquier manera, el intelecto limitado trata de comprender qué es Maya,


sin que llegue a comprenderlo de verdad. No es posible comprender a Maya
mediante el intelecto limitado; Maya es insondable como Dios. Dios es
insondable e incomprensible; de modo que Maya es insondable e
incomprensible. De manera que se dice que Maya es la sombra de Dios. Donde
una persona está, ahí también está su sombra. Donde está Dios, ahí está la
inescrutable Maya.

El enigma de Maya se resuelve después de la Realización

Aunque Dios y Maya son inescrutables para el intelecto limitado que


funciona en el campo de la dualidad, ambos pueden ser comprendidos en su
verdadera naturaleza en el conocimiento final de la Realización. El enigma de
la existencia de Maya sólo puede ser resuelto después de la Realización,
cuando se sabe que Maya no existe en realidad.

Dos estados en los que Maya no existe

Hay dos estados en los que Maya no existe: en el estado inconsciente


original de la Realidad no hay Maya, y en el Estado de Dios, Consciente del Ser
o Superconsciente, no hay Maya. Existe solamente en la consciencia de Dios,
propia del mundo fenoménico de la dualidad, o sea, cuando hay consciencia
del mundo físico, del mundo sutil o del mundo mental. Maya existe cuando no
hay Consciencia del Ser sino solamente consciencia del otro imaginado, y
cuando la consciencia es dominada sin remedio por las falsas categorías de la
dualidad.

Maya existe sólo para la ilusión

Maya existe solamente desde el punto de vista de lo finito. Maya existe


solamente en la ilusión en su carácter de creadora real e infinita de cosas
irreales y finitas. Desde el punto de vista de la última y única Verdad de la
Realización nada existe a excepción de Dios infinito y eterno. Allí desapareció
la ilusión de las cosas finitas como separadas de Dios, y con ella también
desapareció Maya, la creadora de esta ilusión.

El conocimiento de la Realización

El Conocimiento del Ser ocurre al mirar en el interior del alma y trascender a


Maya. En este Conocimiento del Ser no sólo se sabe que las diferentes mentes
egoicas y cuerpos nunca existieron, sino también que todo el universo y Maya
misma nunca existieron como un principio separado. Cualquier realidad que
Maya haya tenido ya desapareció en el ser indivisible del Alma única. Ahora el
Alma sabe que ella es lo que siempre fue: eternamente autorrealizada,
eternamente infinita en conocimiento, dicha, poder y existencia, y eternamente
libre de la dualidad. Sin embargo, esta forma suprema de Conocimiento del Ser
es inaccesible para el intelecto, y es incomprensible, salvo para quienes llegaron
a la cima de la Realización final.

LAS CONDICIONES DE LA FELICIDAD


Primera Parte:
La eliminación del sufrimiento
mediante el desapego

Todos buscan la felicidad

Todas las criaturas del mundo están buscando la felicidad, y el ser humano
no es una excepción. Aparentemente el hombre pone su corazón en muchas
clases de cosas, pero en última instancia todo lo que desea o emprende es en
aras de la felicidad. Si ansía tener poder, es porque espera obtener felicidad
valiéndose de ese poder. Si se afana por el dinero, es porque piensa que le
asegurará las condiciones y medios para tener felicidad. Si lo que busca es
conocimiento, salud o belleza, ciencia, arte o literatura, es porque cree que la
felicidad que busca depende directamente de aquello. Si lucha por éxito y
fama, es porque espera encontrar la felicidad alcanzándolos. El ser humano
quiere ser feliz valiéndose para ello de todos sus esfuerzos y búsquedas. La
felicidad es, en última instancia, la fuerza motriz que lo impulsa en todo lo que
él hace.

El placer y el dolor se entrelazan

Todos buscan la felicidad, pero la mayoría de las personas está sumida en


algún género de sufrimiento. Si a veces consiguen en su vida alguna cuota de
felicidad, esta felicidad no es pura ni permanente. Sus vidas nunca son una
serie de exclusivo placer, y oscilan entre los opuestos del placer y el dolor,
entrelazados como los nubarrones y un brillante arco iris. Los momentos de
placer que aparecen ocasionalmente en la vida de esas personas desaparecen
pronto, como el arco iris, el cual sólo resplandece para desaparecer del cielo. Si
estos momentos placenteros dejan algún rastro, éste es del recuerdo que sólo
aumenta el dolor de haberlos perdido. Este recuerdo es un invariable legado de
la mayoría de los placeres.

El deseo da dos clases de fruto


El ser humano no busca el sufrimiento sino que éste le ocurre como
consecuencia inevitable de la manera misma con la que él busca la felicidad. La
busca mediante la satisfacción de sus deseos, pero esta satisfacción nunca es
algo que esté asegurado. De ahí que, al perseguir lo que desea, el hombre
también se prepara inevitablemente para sufrir por no satisfacerlos. El mismo
árbol del deseo da dos clases de fruto: uno es dulce y se trata del placer, y el
otro es amargo, y es el sufrimiento. Si permitimos que este árbol florezca, no
podremos hacer que nos dé una sola clase de fruto. Quien apuesta por una clase
de fruto debe también prepararse para tener la otra. El ser humano busca
frenéticamente el placer y se aferra a él fervorosamente cuando aparece. Trata
de evitar desesperadamente el sufrimiento inminente, y resiente su llegada. Su
frenesí y su afición no le sirven de mucho, pues un día su placer está condenado
a esfumarse y desaparecer. Y su desesperación y su resentimiento igualmente
no le sirven de nada, pues no puede eludir el sufrimiento resultante.

Los cambiantes estados de ánimo

Aguijoneado por múltiples deseos, el ser humano busca los placeres del
mundo con una esperanza sin mengua. Sin embargo, su entusiasmo por ese
placer no siempre se mantiene constante, porque incluso cuando logra apurar
la copa del placer, a menudo se ve obligado a aceptar a la vez ciertas dosis de
sufrimiento. Su entusiasmo por el placer se ve reducido por el sufrimiento, el
cual es secuela de lo placentero. El hombre está sujeto a súbitos estados de
ánimo e impulsos. A veces se siente feliz y eufórico, y otras veces se siente muy
desdichado y abatido. Sus estados de ánimo cambian a medida que sus deseos
se cumplen o se frustran. La satisfacción de algunos deseos le da una felicidad
momentánea, pero esta felicidad no dura mucho, y pronto produce una
reacción depresiva. Sus estados de ánimo lo someten a altibajos y cambios
constantes.

El sufrimiento causado por los deseos

La satisfacción de los deseos no hace que éstos terminen; se sumergen un


rato, tan sólo para reaparecer con más intensidad. Cuando una persona tiene
hambre, come para satisfacer el deseo, pero pronto vuelve a sentir hambre. Si
come demasiado, experimenta dolor y molestia incluso satisfaciendo su deseo.
Lo mismo ocurre con todos los deseos del mundo: sólo pueden dar una
felicidad que es efímera. Incluso en el momento mismo en el que se los
satisface, la felicidad que ellos dan ya empezó a esfumarse y desaparecer. Por lo
tanto, los deseos mundanos nunca producen felicidad permanente. Por el
contrario, invariablemente suscitan interminables sufrimientos de muchas
clases. Cuando un individuo está colmado de deseos mundanos, tiene
inevitablemente una abundante cosecha de sufrimientos. Inevitablemente el
deseo es madre de gran sufrimiento; esta es la ley.

Mitigar los deseos a través de contemplar el sufrimiento

Si una persona experimenta o imagina el sufrimiento que los deseos le


deparan, sus deseos se mitigan. A veces, un intenso sufrimiento hace que se
desapegue de la vida mundana, pero este desapego a menudo es desechado
nuevamente a causa de un renovado torrente de deseos. Muchas personas
pierden provisoriamente su interés por los objetos mundanos debido al
impacto de agudos sufrimientos que los deseos le produjeron, pero el desapego
debe ser duradero si ha de allanar el camino para que se libre de los deseos.
Hay diversos grados de desapego, y no todos ellos son duraderos.

El desapego provisorio

A veces, una experiencia desusadamente fuerte sacude a la persona, como


por ejemplo, cuando ve morir a alguien o presencia un sepelio o una
cremación. Estas experiencias hacen reflexionar, y ponen en marcha largas
series de ideas sobre la futilidad y vacuidad de la existencia mundana.
Presionada por estas experiencias, la persona se da cuenta de que un día
deberá morir y despedirse de todos los objetos mundanos que ella quiere tanto.
Sin embargo, estos pensamientos así como el desapego que acarrean, no son
duraderos. El individuo olvida pronto todas estas consideraciones y vuelve a
aferrarse al mundo y a las cosas que lo seducen. A este estado de ánimo
provisorio y pasajero, en el que la persona se desapega, se lo conoce como
shmashan vairagya (desapego propio de campos de cremación o sepelio) porque
suele surgir cuando se presencia una cremación o un sepelio, y la mente lo
retiene solamente mientras la persona está en presencia del cadáver. Este
desapegado estado de ánimo es tan provisorio como repentino. Parece fuerte y
eficaz mientras dura, pero lo único que lo sostiene es lo vívido de alguna
experiencia. Cuando ésta desaparece, ese desapegado estado de ánimo también
pasa con rapidez, sin afectar seriamente nuestra actitud general hacia la vida.

Una historia que sirve de ejemplo

La pasajera actitud de desapego podría ilustrarse con la historia de una


persona que una vez vio en el teatro un drama espiritual sobre Gopichanda, el
gran rey indio que renunció a todo para buscar la Verdad. El drama le causó
tan profunda emoción que, haciendo caso omiso de todos sus deberes para con
su familia, se unió a un grupo de bairagis (ascetas errantes) que pertenecían al
culto de Gopichanda. Tras renunciar a todos sus anteriores modos de vivir, se
vistió como un bairagi, se afeitó la cabeza y se sentó bajo un árbol, como otros
integrantes del grupo le habían aconsejado. Al principio se sumió en profunda
meditación, pero a medida que el calor del sol era cada vez más fuerte, su
entusiasmo por la meditación empezó a enfriarse. Con el paso del día empezó
a tener hambre y sed, y se sintió muy inquieto y desdichado.
Sus familiares se preocuparon cuando notaron su ausencia del hogar y, tras
andar buscándolo, lo encontraron sentado bajo un árbol en ese desdichado
aprieto. Se había puesto ojeroso y, a las claras, parecía desdichado. Su
enfurecida esposa se apresuró a reprenderlo cuando lo vio en esa extraña
situación. La desapegada actitud de él había desaparecido y, puesto que estaba
completamente cansado de esta nueva vida, recibió los reproches de su esposa
como un favor del cielo. De modo que una vez que él se puso el turbante y la
ropa de costumbre, ella se calló y él la siguió mansamente de regreso a casa.

El intenso desapasionamiento

A veces esta actitud de desapego dura más, y no solamente un tiempo


considerable, sino que también modifica seriamente nuestra actitud general
hacia la vida. Esto se llama tivra vairagya, o intenso desapasionamiento. Este
intenso desapasionamiento suele surgir en una gran calamidad, por ejemplo,
cuando perdemos a un ser querido, algo que nos pertenece, o la reputación.
Afectada por esta oleada de desapego, la persona renuncia a todas las cosas de
este mundo. Esta clase de tivra vairagya posee valor espiritual propio, pero
también es probable que desaparezca con el paso del tiempo o que la perturbe
la irrupción de un repetido torrente de deseos mundanos. La aversión hacia el
mundo que en estos casos la persona siente se debe a la fuerte impresión que
una desgracia le produjo, pero esta impresión no dura porque no nace del
entendimiento y es solamente una fuerte reacción frente a la vida.

El completo desapego

La clase de desapego que realmente dura se debe a que se comprende al


sufrimiento y su causa. Su base es, con seguridad, el inquebrantable
conocimiento de que todas las cosas del mundo son momentáneas y pasajeras,
y que aferrarse de cualquier modo a ellas debe ser, finalmente, una fuente de
dolor. El ser humano busca en el mundo objetos de placer y trata de evitar las
cosas que producen dolor, sin darse cuenta de que no puede tener una y
abstenerse de la otra. Mientras haya apego a los objetos de placer propios del
mundo, el hombre estará siempre expuesto al sufrimiento por no tenerlos, y al
sufrimiento por perderlos después de haberlos tenido. Al desapego
perdurable, que libera de todo deseo y apego, se lo llama purna vairagya, o
completo desapasionamiento. El completo desapego es una de las condiciones
esenciales de la felicidad perdurable y duradera, pues quien tiene completo
desapego ya no crea para sí el sufrimiento causado por la esclavitud sin fin que
los deseos producen.

Los opuestos

La ausencia de deseos hace que un individuo sea firme como una roca.
Inmutable al placer o al pesar, el embate de los opuestos no lo perturba. La
persona afectada por cosas agradables, necesariamente es afectada por las
desagradables. Si un presagio que considera propicio alienta los esfuerzos de
una persona, necesariamente se desalentará cuando el presagio sea poco
propicio. No podrá resistir el desalentador efecto de un presagio poco propicio
mientras un presagio propicio le permita cobrar fuerza. El único modo de que
los presagios no lo perturben es que sea indiferente tanto con los presagios
propicios como con los que no lo son.
Alabar y culpar

Lo mismo se aplica a los opuestos consistentes en alabar y culpar. Si a una


persona le agrada que la alaben, necesariamente se sentirá desdichada cuando
le echen la culpa. No puede permanecer impávida cuando le llueven culpas
mientras interiormente se deleita recibiendo alabanzas. El único modo de que la
culpa no la perturbe consiste en desapegarse también del elogio. Sólo entonces
la persona permanece impasible ante los opuestos del elogio y la culpa.
Entonces no pierde su ecuanimidad. La firmeza y la ecuanimidad que no son
afectadas por los opuestos son posibles solamente mediante completo
desapego, el cual es una condición esencial de la felicidad perdurable y
duradera. El individuo que posee completo desapego no está a merced de los
opuestos de la experiencia y, al estar libre de la esclavitud de todos los deseos,
deja de crear su propio sufrimiento.

El sufrimiento físico y mental

El hombre está sujeto a mucho sufrimiento físico y mental. De estos dos, el


sufrimiento mental es el más agudo. Aquellos con estrecha visión piensan que
el sufrimiento sólo puede ser físico. Su idea acerca del sufrimiento es que se
trata de una suerte de enfermedad o tortura corporal. El sufrimiento mental es
peor que el sufrimiento físico. A veces el sufrimiento físico sobreviene como
una bendición porque es útil para mitigar el sufrimiento mental, apartando
nuestra atención del sufrimiento mental.

La felicidad permanente por medio de la ausencia de deseos

No está bien atribuir mucha importancia al sufrimiento puramente físico, el


cual puede soportarse con fuerza de voluntad y capacidad de resistencia. El
sufrimiento que verdaderamente importa es el mental. Hasta a los yoguis¸ que
son capaces de soportar grandes sufrimientos físicos, les resulta difícil librarse
del sufrimiento mental, cuyas raíces son los deseos frustrados. Si una persona
no quiere nada, no se siente infeliz en circunstancias adversas, ni siquiera
estando en las garras de un león. El estado de ausencia total de deseos está
latente en todos. Y cuando mediante total desapego uno llega al estado en el
que no quiere nada, entonces utiliza la infalible fuente interior de felicidad
eterna e inextinguible, la cual no se basa en los objetos del mundo sino que es
sostenida por el Conocimiento y la Realización de Sí mismo.

LAS CONDICIONES DE LA FELICIDAD

Segunda Parte:
Contento, amor y realización de Dios

El contento libera del sufrimiento autoinfligido

La mayor parte del sufrimiento del ser humano se lo crea principalmente él


mismo con sus deseos incontrolados y sus insoportables exigencias. Todo esto
es innecesario para la realización de sí mismo. Si el hombre siente contento y
deja de tener deseos será libre del sufrimiento autoinfligido. Su imaginación no
lo acosará constantemente para que alcance cosas que realmente no importan,
y se establecerá en una paz inexpugnable. Cuando un individuo siente
contento, no exige soluciones a los problemas porque los problemas que las
personas mundanas afrontan han desaparecido. No tiene problemas y, por lo
tanto, no tiene que preocuparse por solucionarlos. Las complejidades de la
vida no existen para él porque su vida se torna completamente simple en el
estado en el que los deseos no existen.

El sufrimiento propio del renunciamiento

Cuando una persona comprende que los deseos son tan sólo esclavitud del
espíritu, decide renunciar a ellos, pero aunque este proceso sea voluntario, a
menudo es doloroso. Existe el sufrimiento que se produce al purificar la mente
de sus muchos deseos –aunque el alma esté dispuesta a renunciar a ellos–
porque esta decisión del alma contraría la inclinación de la mente egoica a
empeñarse en sus deseos habituales. Renunciar a los deseos acota la vida
misma de la mente egoica. Por lo tanto, a este proceso lo acompañan
invariablemente agudos sufrimientos. Pero estos sufrimientos son saludables
para el alma porque la libera de la esclavitud.

Analogías

No todo sufrimiento es malo. Cuando el sufrimiento produce la eterna


felicidad de estar libre de deseos, se lo debe considerar una bendición
disfrazada. Así como un paciente puede ponerse en manos de un cirujano para
operarse a fin de librarse de un dolor persistente y maligno, de igual modo el
alma tiene que aceptar de buen grado el sufrimiento producido por renunciar a
los deseos a fin de librarse del sufrimiento reiterado e interminable que
aquéllos le causan. Puede ser muy agudo el sufrimiento del alma al renunciar a
los deseos, pero ella lo soporta por la sensación de mayor libertad que
sobreviene cuando los deseos desaparecen de la mente poco a poco. Si una
parte del cuerpo es abierta para curar una infección, esto produce mucho dolor
pero también mucho alivio. De manera parecida, al sufrimiento producido por
renunciar a los deseos lo acompaña un alivio que lo compensa: comienza
progresivamente la vida en la que la libertad y la felicidad no tienen límites.

El sufrimiento purifica los deseos del alma

Una de las cosas más difíciles de lograr es la vida simple de libertad y


felicidad. El ser humano se complicó la vida desarrollando deseos artificiales e
imaginarios, y retornar a la simpleza equivale renunciar a los deseos. Los
deseos se convirtieron en parte esencial del limitado yo del hombre, y el
resultado de esto es que se niega a abandonarlos a menos que la lección según
la cual los deseos nacen de la ignorancia se grabe en su mente con un agudo
sufrimiento mental. Cuando un individuo afronta un gran sufrimiento causado
por sus deseos, entonces comprende la verdadera naturaleza de éstos. Cuando
este sufrimiento sobreviene, hay que aceptarlo. El sufrimiento puede ocurrir a
fin de eliminar más sufrimiento. Una espina puede sacar otra espina, y un
sufrimiento otro sufrimiento. El sufrimiento tiene que ocurrir cuando es útil
para purificar al alma de sus deseos; entonces es tan necesario como los
remedios para un enfermo.

El sufrimiento causado por la insatisfacción

Sin embargo, el noventa y nueve por ciento del sufrimiento humano no es


necesario. La gente se inflige sufrimiento y hace sufrir a sus semejantes porque
es obstinadamente ignorante y, entonces hace esta pregunta bastante extraña:
“¿Por qué debemos sufrir?” Al sufrimiento se lo suele simbolizar con escenas
de guerra, casas devastadas, miembros fracturados y sangrantes, terribles
torturas y muerte. Pero la guerra no entraña sufrimientos especiales; en
realidad, la gente sufre todo el tiempo. Sufre porque no está satisfecha: quiere
cada vez más y más. La guerra es más bien una consecuencia del sufrimiento
universal de insatisfacción que de una representativa materialización del
sufrimiento. Las personas se producen ellas mismas y producen a los demás
indecibles sufrimientos por medio de su codicia, vanidad y crueldad.

La búsqueda egoísta de la felicidad hace al hombre insensible

Las personas no se contentan con crearse sufrimientos para ellas mismas


sino que se empeñan implacablemente en hacer sufrir a sus semejantes. Todos
buscan su propia felicidad, incluso a costa de la felicidad de los demás, y así
generan crueldad y guerras sin fin. Mientras el ser humano piense solamente
en su propia felicidad, no la encontrará. El yo limitado crece y agobia al buscar
su propia felicidad individual. Cuando una persona es egoísta puede volverse
totalmente insensible y cruel con los demás al buscar falsamente una felicidad
separada y exclusiva, pero esto repercute en el individuo envenenando la
primavera misma de su vida. Una vida sin amor carece de belleza; sólo vale la
pena vivir una vida de amor.

La felicidad a través del amor y olvido de sí mismo

Si un individuo no tiene deseos, no sólo eliminará lo mucho que hace sufrir


a los demás sino también muchos sufrimientos que él mismo se crea. Sin
embargo, la mera ausencia de deseos no puede dar positiva felicidad aunque
proteja del sufrimiento autocreado y sea un gran avance que posibilite la
verdadera felicidad. La verdadera felicidad comienza cuando uno aprende el
arte de adaptarse acertadamente a otras personas, lo cual implica olvidarse de
uno mismo y amar. De ahí surge la importancia espiritual de transformar la
vida del yo limitado en una vida de amor.

El amor desinteresado es poco común

El amor puro es poco común porque, en la mayoría de los casos, las


motivaciones egoístas desnaturalizan al amor, introduciéndose
subrepticiamente en la consciencia con la actividad de los sanskaras malos que
se acumularon. Es extremadamente difícil purificar a la consciencia de la
ignorancia profundamente arraigada que se expresa con la idea de “yo” y
“mío”. Por ejemplo, aunque una persona diga que ama a su ser amado, a
menudo sólo quiere decir que desea posesivamente al ser amado para estar con
éste. El sentimiento de “yo” y “mío” se halla notablemente presente aún
cuando se expresa el amor.
Si un hombre ve que su hijo está harapiento, hace todo lo posible para darle
ropa buena y ansía verlo feliz. En estas circunstancias, consideraría que lo que él
siente por su hijo es amor puro. Pero al reaccionar rápidamente ante la desgracia
de su hijo, de ninguna manera podemos dejar de considerar el papel
representado por la idea de “mío”. Si por caso viera andrajoso en la calle al hijo
de un extraño, no reaccionaría como lo hizo en el caso de su propio hijo. Esto
muestra que, aunque no sea plenamente consciente de ello, su comportamiento
con su propio hijo fue concretamente egoísta en gran parte. En la mente existe,
en segundo plano, el sentimiento de “mío”, aunque sólo se lo pueda traer a la
superficie mediante agudo análisis. Si ese hombre reacciona con el hijo de un
extraño tal como lo hizo con el suyo propio, sólo entonces puede decirse que su
amor es puro y desinteresado.

El campo del amor puro

El amor puro no es algo que pueda imponerse a alguien, y tampoco se lo


puede sacar a otro por la fuerza. Tiene que manifestarse desde dentro, libre y
espontáneamente. Lo que se puede lograr con audacia y decisión es la
eliminación de los factores que impiden que el amor puro se manifieste. Puede
decirse que lo que se logra desinteresadamente es difícil y fácil a un mismo
tiempo. Es difícil para quienes no se decidieron a salir de su yo limitado, y es
fácil para quienes se decidieron a hacerlo. Cuando falta una firme
determinación, entonces los apegos conectados con el yo limitado son
demasiado fuertes como para acabar con ellos. Pero si una persona resuelve
dejar de lado su egoísmo a toda costa, descubre que es fácil entrar en el campo
del amor puro.

Es necesaria una audaz decisión

El yo limitado es como un sobretodo que el alma viste. Así como un


individuo se lo puede quitar ejercitando su voluntad, de igual manera puede
dar un paso decisivo y audaz, tomar la decisión de despojarse de su yo limitado
y librarse de él de una vez por todas. La tarea, que de otra manera sería difícil,
se torna fácil tomando una decisión audaz e inflexible. Esta decisión podrá
nacer en su mente solamente cuando sienta un intenso anhelo de amor puro.
Así como quien tiene hambre anhela comer, de igual modo el aspirante que
quiera experimentar el amor puro deberá anhelarlo intensamente.

Solamente un Maestro despierta amor puro

Cuando el aspirante desarrolló este intenso anhelo de amor puro, entonces


puede decirse que se preparó para que intervenga un Maestro, quien
dirigiéndolo apropiadamente y dándole la ayuda necesaria lo introduce en el
estado del amor divino. Solamente el Maestro puede despertar amor puro
mediante el amor divino que Él imparte, no hay otro modo. Quienes quieren
consumirse de amor deben acudir a la llama eterna del amor. El amor es lo más
importante en la vida. No puede ser despertado excepto entrando en contacto
con la Encarnación del amor. Cavilar teóricamente sobre el amor dará por
resultado que se entreteja una teoría acerca del amor, pero el corazón seguirá
estando vacío como antes. El amor engendra amor, y ningún medio mecánico
puede despertarlo.

El amor conduce hacia la realización de Dios


Cuando en el aspirante se despierta verdadero amor, lo conduce hacia la
realización de Dios, abriéndosele el campo ilimitado de la felicidad perdurable
e imperecedera. La felicidad de la realización de Dios es la meta de toda la
Creación. No es posible que una persona tenga la más ligera idea acerca de esa
felicidad inexpresable sin haber tenido realmente la experiencia de la Deidad.
Es enteramente limitada la idea que la gente del mundo tiene acerca del
sufrimiento o felicidad. La verdadera felicidad que sobreviene al realizar a
Dios vale por todos los sufrimientos físicos y mentales del universo. Entonces
es como si todos los sufrimientos nunca hubieran existido.

La felicidad de la realización de Dios

Quienes no realizaron a Dios pueden controlar sus mentes por medio del
yoga, a tal punto que nada les haga sentir dolor o sufrimiento, aunque los
entierren vivos o los sumerjan en aceite hirviendo. Sin embargo, aunque los
yoguis avanzados sean capaces de arrostrar y anular cualquier sufrimiento, no
experimentan la felicidad que significa realizar a Dios. Porque en el momento
en que nos convertimos en Dios, todo el resto equivale a cero. Por lo tanto, la
felicidad de realizar a Dios no puede ser menguada por nada. La felicidad de
realizar a Dios se autosustenta, eternamente renovada e imperecedera,
ilimitada e indescriptible. Es por esta felicidad que el mundo cobró vida.

DIOS COMO AMOR INFINITO

La esencia de Dios es Amor

Quienes tratan de comprender a Dios valiéndose para ello solamente del


intelecto obtienen un concepto frío y árido que pierde la esencia misma de la
naturaleza de Dios. Es verdad que Dios es Conocimiento infinito, Existencia
infinita, Poder infinito y Dicha infinita, pero a Dios no se lo comprende en su
esencia hasta que también se lo comprende como Amor infinito. En el estado
del Más Allá, desde el que el universo entero brota y en el cual en última
instancia se funde, Dios es eternamente Amor infinito. Solamente cuando al
amor de Dios se lo contempla dentro del limitado contexto de las formas (que
surgen en el período intermedio de la aparición del universo ilusorio de la
dualidad) su infinitud parece haber sido afectada.

Las fases del amor manifiesto

Cuando el amor de Dios se experimenta en y por medio de las formas


manifiestas del universo, pasa por las siguientes fases: 1) experimentándose
como extremadamente limitado; 2) experimentándose como cada vez menos
limitado y cada vez más parecido al amor infinito; y 3) experimentándose
como lo que realmente es: infinito en esencia y existencia. La experiencia de la
limitación en el amor surge debido a la ignorancia causada por los sanskaras,
los cuales son subproductos de la evolución de la consciencia. Y el proceso del
amor que se torna infinito se caracteriza por despojarse de esos sanskaras que
limitan.

El amor como lujuria

El amor, luego de pasar por las etapas casi inconscientes del reino mineral,
se vuelve consciente de sí mismo en el reino animal como lujuria. Su aparición
en la consciencia humana también es inicialmente en forma de lujuria. La
lujuria es la forma más limitada del amor en la consciencia humana. A pesar de
la clara vinculación que la lujuria tiene con las otras personas, no se la puede
diferenciar de un neto egoísmo porque a todos los objetos a los que la lujuria se
aferra se los desea desde el punto de vista del ser limitado y separado. Al
mismo tiempo, es una forma de amor porque posee cierto aprecio por los
demás, aunque este aprecio es completamente desnaturalizado por una densa
ignorancia acerca del verdadero Ser.

El amor en la esfera física


Cuando la consciencia humana está completamente atrapada en la dualidad
de la esfera física de la existencia, el amor no puede expresarse como otra cosa
que como un tipo de lujuria. El curry nos puede gustar porque nos hace
cosquillas en el paladar. En esto no hay consideraciones más elevadas, por lo
que se trata de una forma de lujuria. Es solamente un deseo de sensaciones
gustativas. La mente también desea con vehemencia las sensaciones corporales
de la vista, el olfato, el oído y el tacto, y nutre su vida egoica densa con las
excitaciones obtenidas de estas sensaciones. La lujuria de todo tipo implica
involucrarse con las formas físicas, independientemente del espíritu que yace
tras ellas. Es una expresión de mero apego a objetos sensuales.
Puesto que, en todas las formas de lujuria, el corazón sigue desnutrido y sin
expresarse, se convierte en un vacío perpetuo y se halla en un estado de
sufrimiento e insatisfacción sin fin.

La lujuria es limitación extrema

El amor que se expresa como lujuria neta o en un ciento por ciento lujurioso,
se halla en un estado de extrema limitación porque está atrapado sin remedio
en deseos vehementes e incesantes. Cuando el corazón está en las garras de la
lujuria, el espíritu queda, por así decirlo, en un estado de engaño y estupor. La
limitadora ignorancia a la que está sujeto reduce y desnaturaliza gravemente
su funcionamiento. Sus potencialidades superiores se ven impedidas de
expresarse y realizarse, y este desmedro y supresión de la vida del espíritu
implica un estado de esclavitud total.

La lujuria expresa en forma incompleta algo más profundo

La lujuria es la forma más limitada del amor que funciona esclavizado por la
ignorancia. El claro sello de insuficiencia que la lujuria invariablemente lleva,
es una señal de que expresa incompleta e inadecuadamente algo más profundo
que es vasto e ilimitado. Por medio de los múltiples e interminables
sufrimientos que acompañan a la espesa lujuria y a las continuas experiencias
frustrantes que aquella produce, el espíritu está registrando su inflexible
protesta contra la total superficialidad de una vida incondicionalmente
lujuriosa. De esta manera, la irreprimible voz del amor infinito de Dios hace
valer sin mengua los imperiosos reclamos de su realidad no expresada.

Las etapas del amor

Dios tiene la experiencia como amante hasta en la vida más baja y lujuriosa
del plano físico, pero se trata del estado del amante que ignora por completo su
propia naturaleza verdadera o la naturaleza del Amado. Es el estado del
amante que se halla inexorablemente separado del Amado por una opaca
cortina de dualidad incomprendida. No obstante, es el comienzo de un largo
proceso mediante el cual el amante se abre paso a través de la envolvente
cortina de la ignorancia y penetra en su propia verdad como Amor ilimitado y
sin trabas. Pero a fin de iniciarse en el amor infinito, el amante tiene que pasar
por otras dos etapas que caracterizan a las esferas sutil y mental.

El amor en la esfera sutil

El amante no está libre de lujuria en la esfera sutil, pero la lujuria que él


experimenta no es espesa como en la esfera física. La intensidad de la lujuria en
la esfera sutil es cerca de la mitad de la que existe en la esfera física. Además no
hay expresión densa de la lujuria como en la esfera densa o física. El amante se
halla enredado inextricablemente con objetos materiales en la esfera física, por
lo que la lujuria se manifiesta en forma densa. Sin embargo, el amante que se
halla en la esfera sutil se ha liberado del apego a objetos físicos; de ahí que, en
este caso, la lujuria no se expresa en forma densa. Esta lujuria tiene expresiones
sutiles, pero no expresiones densas. Además, puesto que cerca de la mitad de
la lujuria original de la esfera física se sublima en la esfera sutil, el amante no
experimenta al amor en la esfera sutil como lujuria densa sino en una forma
superior: como anhelo de unirse con el Amado.

El amor como anhelo

Entonces, el amor se expresa en la esfera física como lujuria, y en la esfera


sutil como anhelo. La lujuria es deseo vehemente de sensaciones y, como tal, su
motivación es completamente egoísta. Hace caso omiso por completo del
bienestar del amado. Hay menos egoísmo en el anhelo, y aunque sigue siendo
posesivo en un sentido, al Amado se lo reconoce como teniendo infinito valor e
importancia. El anhelo es una forma menos limitada del amor que la lujuria. En
el anhelo la cortina de la dualidad se ha vuelto más transparente y menos
obstructiva, puesto que el amante ahora busca conscientemente superar la
dualidad entre amante y Amado, anhelando la presencia del Amado. En la
lujuria se hace hincapié solamente en el yo limitado, y el amado se supedita
completamente a las necesidades físicas del yo. En el anhelo se hace hincapié
en una distribución equitativa en el yo y en el Amado, y el amante comprende
que él existe para el Amado, tal como el Amado existe para él.

El amor en la esfera mental

El amante incluso expresa de manera más elevada y libre el amor en la


esfera mental. En este caso, la lujuria está principalmente sublimada aunque no
desapareció por completo. Aproximadamente una cuarta parte de la lujuria
original de la esfera física es la que queda, pero en forma latente, sin expresarse
para nada. La lujuria ni siquiera se expresa sutilmente en la esfera mental. El
amante se desapega de los objetos sutiles en la esfera mental, y está libre de
anhelar posesivamente el objeto del amor, que caracteriza al amante en la
esfera sutil.

El amor como entrega

El amor se expresa en la esfera mental como completa entrega a la voluntad


del Amado. Todo deseo egoísta, incluso anhelar la presencia del Amado, ha
desaparecido, pues ahora sólo se hace hincapié en el valor del Amado. El
egoísmo es eliminado totalmente, y lo que circula mucho más abundantemente
es el amor en su forma pura. Sin embargo, el amor tampoco se tornó infinito en
la esfera mental, pues aún se halla presente la delgada cortina de la dualidad,
la cual separa al amante del Amado. El amor deja de estar en las garras del
egoísmo, pero aún no llega a ser infinito porque se lo experimenta mediante la
mente finita, así como en las esferas inferiores se lo experimenta por medio de
los cuerpos inferiores.

El amor divino es infinito


El amor se torna conscientemente infinito tanto en esencia como en
expresión cuando se trascendió a la mente individual. A este amor se lo llama
acertadamente divino porque es característico del estado de Dios en el que
finalmente se superó toda dualidad. La lujuria desapareció por completo en el
amor divino. Ni siquiera existe en forma latente. El amor divino es de esencia y
expresión ilimitados porque el alma lo experimenta por medio del Alma
misma. En las esferas física, sutil y mental, el amante es consciente de que está
separado del Amado, pero una vez que fueron trascendidas todas estas esferas,
el amante es consciente de su unidad con el Amado. El amante desaparece en
el ser del Amado y sabe que él es Uno con el Amado. El amor divino está
enteramente libre de la esclavitud de los deseos o del yo limitador. En este
estado de Infinitud, el amante no existe separado del Amado. Él es el Amado
Mismo.

El romance divino

De manera que uno tiene a Dios, como Amor infinito, primero limitándose
en las formas de la creación, y luego recuperando su infinitud mediante las
diferentes etapas de la creación. Todas las etapas en las que a Dios se lo
experimenta como amante finito culminan en última instancia en Él, como el
único Amado. La travesía del alma es un emocionante romance divino en el
que el amante –quien al principio no es consciente de nada, salvo de vacío,
frustración y superficialidad, y de las punzantes cadenas de la esclavitud– llega
gradualmente a expresar el amor cada vez con mayor plenitud y libertad. Y al
final, el amante desaparece y se funde en el Amado divino para concretar la
unidad de amante y Amado en el hecho supremo y eterno de Dios como Amor
infinito.

DOCE MANERAS DE REALIZARME


1. El anhelo
Si experimentas el mismo anhelo y la misma sed de unión Conmigo como
quien tras estar durante días bajo el ardiente sol del Sahara anhela el agua,
entonces Me realizarás.

2. La paz de la mente
Si alcanzas una paz semejante a la de un lago congelado, entonces también
Me realizarás.

3. La humildad
Si tienes la humildad de la tierra, a la que se puede moldear de cualquier
forma, entonces Me conocerás.

4. La desesperación
Si experimentas la desesperación que hace que un hombre se suicide y
sientes que no puedes vivir sin Mí, entonces Me verás.

5. La fe
Si tienes la fe total que Kalyan tuvo en su Maestro –al creer que era de noche
aunque fuera de día porque su Maestro lo decía– entonces Me conocerás.

6. La fidelidad
Si tienes la fidelidad de tu respiración que te acompaña hasta el final de tu
vida –incluso sin que la percibas constantemente, tanto en la felicidad como en
el sufrimiento, sin volverse nunca contra ti– entonces Me conocerás.

7. El control por medio del amor


Cuando tu amor por Mí te aleje de tu lujuria por las cosas de los sentidos,
entonces Me realizarás.

8. El servicio desinteresado
Si tienes la cualidad del servicio desinteresado sin que te afecten los
resultados, una cualidad parecida a la del sol, el cual sirve al mundo brillando
sobre toda la creación –en la hierba de los campos, en las aves del cielo, en los
animales del bosque, y en toda la humanidad con sus pecadores y santos, y con
sus ricos y pobres– indiferente a la actitud que tengan para con él, entonces Me
ganarás.

9. El renunciamiento
Si renuncias por Mí a todo lo físico, mental y espiritual, entonces Me
tendrás.

10. La obediencia
Si tu obediencia es tan espontánea, completa y natural como la luz lo es para
los ojos o el olor para la nariz, entonces vendrás a Mí.

11. La entrega
Si tu entrega a Mí es tan incondicional como la de quien, sufriendo de
insomnio, se entrega súbitamente al sueño sin temor de desaparecer, entonces
Me tendrás.

12. El amor
Si el amor que tienes por Mí es el que San Francisco tuvo por Jesús, entonces
no sólo Me realizarás sino que también Me complacerás.
Meher Baba

GLOSARIO

Abreviaturas:
lit.: literalmente.
Sct.: sánscrito.
S.: Sufi.
V.: Vedanta.

Primera Parte:
Términos usados en el texto de Las Palabras del Silencio

abdal (S.): almas espiritualmente avanzadas que pueden tomar diferentes formas
físicas a voluntad.
Abraham: el Profeta; el Patriarca. En el relato del Corán, a Abraham (Ibrahim) se le
reclama que sacrifique a su hijo Ismael (Ismail); en la Biblia se le reclama que
sacrifique a su hijo Isaac.
abrar. Ver wali.
adhyatma-marga (V.): el sendero interior del avance espiritual.
ahadiyat. Ver vidnyani sanskaras.
Aham Brahmasmi (V.): “Yo soy la Realidad”; la afirmación del estado de
Realización de Dios.
Aikya. Ver Unión; Vasl.
alam-e-jabrut. Ver esfera mental.
alam-e-malakut. Ver esfera sutil.
alam-e-nasut. Ver esfera física.
Alma Universal: el Alma suprema y universal; Dios Todopoderoso.
V.: Paramatma. Ver también Glosario Segunda Parte, Ahuramazda; Alá; Yezdan.
amavasya (Sct.): la noche más oscura del mes lunar.
Anal Haaq (S.): “Yo soy la Realidad”; la afirmación del estado de Realización de
Dios.
Ver Aham Brahmasmi. Ver también “Yo soy Dios”; Realización.
anna bhuvan. Ver esfera física.
anwaya (V.): actividad sintética de la mente; proceso conectivo.
Arjuna. Ver Krishna.
aspirante. Ver sadhak; yogui.
atma (V.): el alma.
Atmapratisthapana. Ver Sahaj Samadhi.
Aum. Ver Om.
Avatar, el (también Estado Avatárico, Avatárico) (V.): la manifestación total de Dios
en forma humana sobre la Tierra, como el Eterno Maestro Perfecto Viviente; el
descenso directo de la Realidad en la Ilusión; el Salvador, el Más Alto de lo Alto, el
Antiguo. También se lo llama Dios-Hombre, el Mesías, el Buddha, el Cristo, el Rasul.
Azad-e-Mutlaq. Ver Jivamuktas.
Baba Farid/Fariduddin. Ver Ganj-e-Shakkar.
Bahlul: rey persa que abandonó todo y se convirtió en un gran místico.
bairagi (hindi): ascetas errantes o seres que renunciaron a todo.
Baqah-Billah. Ver Sahaj Samadhi.
Bhagavad Gita. Ver Krishna.
bhakta (V.): devoto.
bhakti (V.): devoción o amor.
Ver también para-bhakti.
bhas (V.): ilusión.
Brahmi Bhuts. Ver Majzubs-e-Kamil.
Buddha: Buddha Gautama o Gotama, el Iluminado; el Avatar.
Buddha, el: el Iluminado, el Avatar (ver definición completa).
Corán, el. Ver Muhammad, el Profeta.
Chisthi, Muinuddin, Khwaja: Maestro Perfecto sufí, de Ajmer, India, siglo XII.
Creación, Punto de. Ver Punto Om.
Cristianismo: Ver Jesucristo.
Cristo, el: el Mesías, el Salvador, el Avatar. Ver también Jesucristo.
cuerpo astral: la forma (cuerpo) que experimenta el mundo astral, el cual sirve de
enlace entre los mundos físico y sutil.
Ver también mundo semisutil. (Para más información, ver Dios Habla.)
cuerpo causal. Ver karan sharir; manas: cuerpo mental.
cuerpo/forma denso: el cuerpo (o la forma) físico, que funciona en el plano denso
(o físico).
cuerpo/forma mental: el cuerpo causal, que funciona en la esfera mental; el asiento
de la mente.
cuerpo/forma sutil: la fuerza energética vital (pran), que funciona en la esfera sutil;
el vehículo de los deseos y fuerzas vitales.
darshan (V.): el acto de ver; unir las manos en señal de adoración o postrarse para
expresar devoción al ser venerado.
dharma shastra. Ver karma-kanda.
Dios-Hombre: el descenso directo de Dios a la Tierra en forma humana; Dios hecho
hombre; el Avatar. Ver también Hombre-Dios.
dnyan (V.): conocimiento; conocimiento de las verdades espirituales; gnosis. Ver
también vidnyani sanskaras.
Ebrios de Dios, los. Ver masts; unmatta.
Emancipación: Ver Libertad.
encantamiento. Ver hairat.
esfera/mundo físico: el mundo material; los mundos visibles de la Creación, que el
cuerpo físico (o denso) puede experimentar mediante nuestras impresiones densas o
físicas.
esfera/mundo mental: la esfera que consiste en los planos quinto y sexto de
consciencia como los experimenta el cuerpo mental mediante nuestras impresiones
mentales, las cuales son más finas (o sea, mucho menos densas) que las impresiones
sutiles.
esfera/mundo sutil: la esfera que consiste en los cuatro primeros planos de
consciencia como los experimenta el cuerpo sutil mediante nuestras impresiones
sutiles, las cuales son menos densas que las impresiones físicas. El cuarto plano sirve
de umbral para la esfera mental, pero no es plenamente sutil ni mental.
estado de Dios (divino); estado en el que el alma se experimenta como Dios.
estado del Más Allá: un estado de Dios más allá del tiempo y del espacio;
asimismo, el estado supremo, en el cual Dios en forma manifiesta es infinitamente
consciente tanto de la Realidad como de la Ilusión. (Ver Dios Habla, para más
información.)
estado de Nirvikalpa (V.): el estado de “Yo soy Dios”, propio de los Seres
Perfectos.
estado de Vacío Absoluto. Ver Nirvana.
experiencias/poderes ocultos: experiencias y poderes que ocurren en las esferas
física y semisutil, incluyendo al mundo astral. En los tres primeros planos de
consciencia, a los poderes ocultos se los conoce como poderes místicos. Los poderes
del cuarto plano son los poderes divinos y omnipotentes de Dios. Ver siddhis. (Para
más información ver Dios Habla.)
fana (S.): aniquilación, disolución; la aniquilación de algún aspecto del yo (ego)
falso.
dharma shastra. Ver fana-e-batili (S.): aniquilación de lo falso; sumergirse en el
segundo plano de consciencia.
fana-e-jabruti (S.): aniquilación de todos los deseos; sumergirse en el quinto plano
de consciencia.
fana-e-mahabubi (S.): aniquilación del yo (del amante) en el Amado (Dios);
sumergirse en el sexto plano de consciencia.
fana-e-malakuti (S.): aniquilación que conduce hacia la libertad; sumergirse en el
cuarto plano de consciencia.
fana-e-zahiri (S.): aniquilación de lo aparente; sumergirse en el tercer plano de
consciencia, en el que uno experimenta el videh samadhi, o el estado de coma divino.
Fana-Fillah (S.): el estado de “Yo soy Dios”, propio de los Maestros Perfectos; la
aniquilación final del falso yo en Dios; sumergirse en el séptimo plano de consciencia.
Ver estado de Nirvikalpa. Ver también Realización.
Fana final. Ver Nirvana.
Francisco, San. (1181 o 1182-1226); de Asís, Italia.
Ganj-e-Shakkar (ver también Baba Fariduddin): el famoso wali que quedó
atrapado en el estado de encantamiento (hairat) pero que finalmente su Maestro
Khwaja Muinuddin Chisthi guió hasta convertirlo en un Maestro Perfecto.
Ghausali Shah: santo musulmán del norte de la India.
Gopichanda: el gran rey de la India, quien renunció a todo para buscar la Verdad.
haram (S.): vedado o prohibido, en el Islam.
Hinduismo. Ver Krishna; Rama; Vedanta.
Hombre-Dios: hombre que se volvió Dios; un Maestro Perfecto.
S.: Qutub; Salik-e-Mukammil. V.: Param Mukta; Sadguru. Ver también Dios-
Hombre.
Ignorancia: Ver Maya.
Iluminación: estado de iluminación espiritual en el que la mente ve al Alma (Dios)
pero no realizó a Dios. Ver Realización.
Ilusión. Ver Bhas; Maya.
impresiones. Ver sanskaras.
Insan-e-Kamil. Ver Ser Perfecto.
involución de la consciencia, planos de la. Ver planos de consciencia.
irfan. Ver dnyan.
Ismael e Isaac. Ver Abraham.
Islam. Ver Muhammad, el Profeta.
Jalaluddin Rumi. Ver Rumi, Jalaluddin, Maulana.
Jami (1414-1492); poeta y místico persa.
jan. Ver atma.
Jesucristo: el Hijo de Dios; el Avatar (Ver) cuyas enseñanzas llegan a nosotros por
medio del Cristianismo y del Nuevo Testamento de la Biblia. Ver también Cristo.
jism-e-altaf. Ver karan sharir; manas; cuerpo mental.
jism-e kasif. Ver cuerpo fisico; sharir; sthul sharir.
jism-e-latif. Ver pran; cuerpo sutil; sukshma sharir.
Jivanmuktas (V.): quienes alcanzaron el estado de “Yo soy Dios” siendo
conscientes de la Creación pero libres de deberes (u obligaciones) espirituales; almas
encarnadas liberadas.
Jivanmukti. Ver Mukti.
jnana. Ver dnyan.
Kabir (1440-1518): Maestro Perfecto y poeta del norte de la India.
Kalyan: 1) discípulo favorito del Maestro Perfecto Swami Ramdas Samarth,
mencionado en “El verdadero discipulado”; 2) Kalyan (mencionado en el Epílogo
titulado “Doce modos de Realizarme”; también se lo conoce como Kamal, discípulo
favorito de Kabir, el Maestro Perfecto.
Kamal. Ver Kalyan.
karan sharir (V.): el cuerpo causal o mental; el asiento de la mente. Ver también
manas.
karma (V.): acción, trabajo, accionar; efecto; destino. Lo que sucede natural y
necesariamente en nuestra vida, condicionado previamente por nuestras vidas
pasadas.
karma-kanda (V.): conformidad (con) y adhesión externa al dharma shastra
(preceptos y tradiciones de carácter religioso); ortodoxia.
S.: shariat.
karma-yoga (V.): el yoga de la acción desinteresada; el yoga mediante el
desinteresado cumplimiento de los deberes.
karma-yogui (V.): quien practica el yoga de la acción desinteresada.
kasturi-mriga (Sct.): ciervo almizclero; ciervo que produce almizcle en su ombligo.
Kauravas. Ver Krishna.
Khwaja Saheb. Ver Chisthi, Muinuddin, Khwaja.
Krishna: el Avatar (Ver) cuya historia se narra en la epopeya hindú del
Mahabharata, y cuyas enseñanzas llegan a nosotros por medio del Hinduismo. Su
discurso dirigido al guerrero Arjuna antes de la batalla contra los Kauravas se conoce
como el Bhagavad Gita.
Kutub. Ver Qutub.
lahar (V.): impulso; ola, onda; antojo de Dios que causó la Creación.
Layla. Ver Majnun y Layla.
Liberación: liberación respecto del ciclo de nacimientos y muertes (reencarnación).
V. Moksha; Mukti.
Libertad: libertad respecto de la esclavitud de los nacimientos y muertes
(reencarnación); Emancipación. Ver también Liberación; Mukti.
Maestro: término utilizado muy frecuentemente a lo largo del texto en lugar de
Hombre-Dios o Sadguru. Ver también Dios-Hombre.
Maestro Perfecto: un Hombre-Dios. Un alma que Realizó a Dios, que retiene
simultáneamente la consciencia de Dios y de la Creación, y trabaja en la Creación para
ayudar a otras almas a fin de que lleguen a la Realización de Dios. A lo largo del texto
se lo menciona simplemente como “Maestro”.
Mahabharata. Ver Krishna.
Mahapralaya (V.): la gran disolución de la Creación al finalizar el ciclo cósmico.
mahapurush. Ver wali.
Muhammad, el Profeta: el Rasul; el Avatar cuyas enseñanzas llegan a nosotros por
medio del Islam y del Corán.
Var.: Mahomed.
Majnun y Layla: el relato islámico sobre el singular amor que Majnun sentía por
Layla. Tiene sus orígenes en Arabia y se considera que su base es una historia
verdadera.
Majzubiyat. Ver Videh Mukti.
Majzub-Saliks. Ver Parahamsas.
Majzub-e-Kamil (S.): almas del séptimo plano de consciencia, sumidas en Dios
absortas en la divinidad, pero que conservan por un tiempo el cuerpo físico o denso.
manas (V.): lit. mente; el cuerpo causal o mental; el asiento de la mente.
mast (S.); femenino mastani; almas que, en el sendero espiritual, están
experimentando el estado de “ebriedad divina” (masti).
Maya (V.): Ilusión, Ignorancia; la sombra de Dios.
Mejaz (S.) Ver Maya.
Mente “egoica”: el asiento de la individualidad (o sea, del alma individualizada)
que experimenta las impresiones mediante los cuerpos físico, sutil y mental.
Mesías, el: el Salvador esperado; el Avatar.
Moksha (V.): Mukti común y corriente, o la Liberación que la mayoría de las
almas logra, o sea, liberándose del ciclo de nacimientos y muertes (reencarnación).
moksha-marga. Ver adhyatma-marga.
mujahida. Ver sadhana.
mukam-e-afasan. Ver muqam-e-afsan.
Mukta. Ver Mukti.
Mukti (V.): Liberación; liberación respecto del ciclo de nacimientos y muertes
(reencarnación). Hay cuatro tipos de Mukti: 1) Mukti común y corriente, o Moksha; 2)
Videh Mukti; 3) Jivanmukti, de los Jivanmuktas, y 4) Param Mukti, de los Maestros
Perfectos.
mundo semisutil: una etapa entre las esferas física y sutil.
muqaddar. Ver prarabdha.
muqam. Ver muqam-e-afsan.
muqam-e-afsan (S.): morada del engaño; la ilusión de estar donde termina el
sendero espiritual que uno aún está atravesando.
Nada, la: la sombra infinita del Todo (Dios).
Najat. Ver Liberación; Moksha; Mukti.
neti neti (V.): lit. esto no, esto no; el principio de la negación.
Nirvana (V.): absorción total y final en la divinidad (Dios); aniquilación de la mente
(del yo); el estado de Absoluto Vacío; la primera etapa del Fana final.
Nirvikalpa Samadhi (V.): la expresión de la divinidad; la experiencia del estado de
“Yo soy Dios” por parte de los Seres Perfectos.
nuqush-e-amal. Ver sanskaras.
ocultismo: teoría o práctica oculta; creencia en (o estudio de) la acción o la
influencia de poderes y fuerzas de carácter oculto o sobrenatural.
ocultismo como arte: ocultismo aplicado; el uso de poderes ocultos, especialmente
con fines espirituales.
ocultismo como ciencia: el estudio de los fenómenos ocultos.
oculto: más allá del ámbito de la experiencia común y corriente; escondido, no
revelado; psíquico, sobrenatural.
para-bhakti (V.): amor divino.
Paramatma (V.): el Alma universal; Dios Todopoderoso.
Paramhansas (V.): Seres Perfectos que a veces están totalmente absortos en Dios
(se los llama Majzoob-Saliks) y en otras ocasiones, conscientes de la Creación (se los
llama Salik-Majzoobs).
Param Mukta. Ver Maestro Perfecto.
Param Mukti. Ver Mukti.
Perfección: atributo del estado divino.
planos de consciencia: los estados de consciencia que el alma experimenta
mientras atraviesa el sendero espiritual. Ver Dios Habla, para más información.
prakriti (V.): el mundo fenoménico; la Creación. Asimismo, la energía cósmica
inmanifiesta que, junto con Purusha, genera la existencia fenoménica.
pran (V.): energía vital; el cuerpo sutil (el asiento de los deseos y de las fuerzas
vitales).
pran bhuvan. Ver esfera sutil.
prarabdha (también prarabdha sanskaras) (V.).: el inevitable destino de cada vida;
las impresiones que predeterminan el destino de una persona.
Punto Om (V.): Punto de la Creación; el punto del que brota toda la Creación.
Sílaba sagrada.
purna vairagya (V.): completo desapasionamiento o desapego; renunciamiento
total.
Purusha (V.) el Espíritu supremo, que juntamente con prakriti causa la existencia
fenoménica.
Qiamat. Ver Mahapralaya.
Qutub (S.): lit.: centro o eje; el centro espiritual del universo; un Maestro Perfecto.
Radha-Krishna: Radha era una cuidadora de vacas cuyo amor sin par por Krishna,
el Avatar, la hizo acreedora a la jerarquía de ser Su amada.
Rama: el Avatar cuya vida es el tema de la epopeya hindú el Ramayana, y cuyas
enseñanzas llegan a nosotros por medio del Hinduismo.
Ramdas Samarth, Swami: Maestro Perfecto del siglo XVII.
Realización (también realización de Dios, realización del Ser, realización del Yo,
realización de Sí Mismo); cuando el alma se experimenta como Dios; el estado de “Yo
soy Dios”.
rishis (V.): sabios.
ruh. Ver atma.
Rumi, Jalaluddin, Maulana (alrededor de 1207-1273); Maestro Perfecto sufí y
poeta persa; fue discípulo de Shams-e-Tabriz.
Sadguru (V.): Guía hacia la Verdad; un Maestro Perfecto.
sadhak (V.): un aspirante; quien atraviesa el sendero espiritual.
sadhana (V.): práctica, empeño, esfuerzo en dirección a la meta.
Sahaj Samadhi (V.): la experiencia espontánea de los Maestros Perfectos y del
Avatar quienes viven en la Perfección sin esfuerzo y de manera continua; la divinidad
en acción.
Sahajawastha (V.): el estado sin esfuerzo de la consciencia infinita con
espontaneidad ilimitada e ininterrumpido conocimiento del Ser.
sahavas (V.): vivir en compañía de.
Saheb-e-Zaman. Ver Avatar, el.
santo: quien se destaca por su piedad o virtud; un alma espiritualmente avanzada
en los planos de consciencia interiores. (Ver Dios Habla, para más información.)
Salik-e-Kamil. Ver Jivanmuktas.
Salik-e-Mukammil (S.): un Ser supremamente Perfecto; un Maestro Perfecto.
Salik-Majzubs. Ver Paramhansas.
samadhi (V.): trance meditativo; absorción, unión.
sanskaras (V.): impresiones; acumulación de las impresiones de las experiencias
pasadas, las cuales determinan nuestros deseos y acciones.
sant. Ver santo; wali.
sendero, el: el sendero interior del avance espiritual que el aspirante atraviesa por
los planos internos de consciencia.
Ser Perfecto: quien Realizó a Dios y alcanzó la Perfección en forma humana.
Shams-e-Tabriz (fallecido en 1247): Maestro Perfecto sufí y Maestro de Jalaluddin
Rumi.
shariat (S.): conformidad externa con los preceptos y tradiciones de carácter
religioso; ortodoxia.
sharir (V.): lit. cuerpo; la forma física o el cuerpo físico o denso.
Shivaji (1630-1680): fundador del reino de Maratha, en la India; reformador social,
jefe militar y defensor de la tolerancia religiosa.
Shiv-Atma. Ver Ser Perfecto.
smashan vairagya (V.): lit. desapego en el camposanto o campo de cremación;
desapego repentino pero provisorio.
Siddha: (V.): alguien que ha realizado a Dios y que ha alcanzado la perfección.
siddhis (V.): poderes divinos o místicos; también, poderes ocultos.
Sita-Ram: Sita era la amada de Krishna, el Avatar.
sthan. Ver muqam-e-afsan.
sthul bhuvan. Ver esfera física o densa.
sthul sharir (V.): la forma física o cuerpo físico o denso.
Sufismo (también Sufí); mística cuya meta es purificar el corazón de todo, salvo de
Dios, mediante contemplación espiritual y éxtasis, y finalmente lograr la absorción
total en Dios. Esta mística, cuyos comienzos se pierden en la antigüedad, es una
expresión del modo de vida que se repite después de cada advenimiento del Avatar
por parte de quienes adhieren a la esencia misma de Sus enseñanzas. A los adherentes
a las enseñanzas esotéricas de Muhammad, el Profeta, con el tiempo se los conoció
como sufis.
sukshma sharir (V.): el cuerpo sutil, que es el vehículo de los deseos y fuerzas
vitales.
tajalliyat. Ver siddhis.
tariqat (S.): el camino; el sendero interior de avance espiritual.
tivra vairagya (V.): intenso desapasionamiento, desapego o renunciamiento.
Todo, el: Dios, el Infinito; puesto que el Todo es infinito, incluye a la Nada.
Unión: el estado de unión con Dios, el Infinito.
Unmatta (V.): quien se halla en el estado de incontrolada “ebriedad divina”, sin
prestar atención a las normas y valores del mundo.
vali. Ver wali.
Vasl (S.): Unión; el estado de unión con Dios, el Infinito.
Vedanta (también vedántico, vedantista, vedantistas); sistema filosófico hindú (que
deriva y depende de los pensamientos expresados en los Vedas) que concierne a la
Realidad última, la Liberación del alma, y la identidad del alma con el Alma
Universal.
Videh Muktas. Ver Majzubs-e-Kamil.
Videh Mukti (V.): estado de Liberación, o Mukti, en el que se conserva al cuerpo
físico por un tiempo.
videh samadhi (V.): estado de coma divino, en el que el sujeto está totalmente
inconsciente de su cuerpo o del mundo.
vidnyan. Ver vidnyani sanskaras.
vidnyani sanskaras (V.): tipo especial de sanskaras (impresiones) que el Avatar
tiene antes de develarse, y tipo de sanskaras que Él da a los que están en Sus Círculos.
vyatireka (V.): la actividad analítica de la mente.
wali (S.): lit. amigo; amigo de Dios quien está en el quinto plano de consciencia.
yoga (V.): uncir, unión; actividad disciplinada o modo de vida.
yoga-bhrashta (V.): el aspirante que experimenta un retroceso o una caída en el
sendero espiritual.
yogayoga sanskaras (V.): los sanskaras (impresiones) que no atan; corresponden a
los Seres Perfectos que retornan a la consciencia normal; las impresiones de Quienes
carecen de impresiones.
yogui (V.): quien practica o ha llegado al yoga; aspirante.

Segunda Parte:
Términos comúnmente utilizados
en otros textos de Meher Baba

Ahuramazda (Avesta): El Ser Supremo del Zoroastrismo.


Alá, Alah (S.): Dios Todopoderoso; el Ser Supremo para el Islam.
Amartithi (hindi/marathi): lit. “amar” = inmortal; “tithi” = día. Día aniversario (31
de enero) en el que Meher Baba, el eterno, abandonó Su cuerpo.
arti (V.): cántico piadoso o plegaria, que contiene un estribillo o tema que expresa
el anhelo y la ofrenda personal al ser venerado; acto de devoción; celebración de
cánticos piadosos y plegarias.
Avesta. Ver Zoroastro.
daaman (urdu): dobladillo de una prenda de vestir; en el caso de Meher Baba,
aferrar su daaman implica aferrarse a Él, al Avatar
dhuni (hindi): fuego purificador que simboliza la luz divina.
Elahi (Avesta): el Dios único.
Ezad: el Dios único, el Único digno de adoración.
jai (también –ki jai) (sct/hindi): salve, victoria, gloria. Se lo utiliza muy
frecuentemente, por ejemplo, en “Jai Meher Baba” y “Avatar Meher Baba-ki jai”.
mandali (sct./marathi): círculo de discípulos íntimos.
Parabrahma (V.): Espíritu supremo; Dios en el estado de Más allá de Más Allá (Ver
Dios Habla).
Parameshwar (V.): Dios Todopoderoso.
Parvardigar (S.); Dios como Conservador y Sustentador.
Prabhu (V.): el Señor (Dios).
prasad (V.): don precioso de Dios; regalo pequeño, a menudo comestible, dado por
o en nombre de un santo, de un Maestro Perfecto o del Avatar (Ver Glosario Primera
Parte).
samadhi (hindi/marathi): tumba; por ejemplo el samadhi de Meher Baba.
Vedanta. Ver Vedanta, Glosario Primera Parte.
Vishnu. Ver Parvardigar.
Yezdan (Avesta): Dios Todopoderoso.
Zoroastro: el Avatar (Ver Glosario Primera Parte), cuyas enseñanzas llegan a
nosotros por medio del Zoroastrismo y del Avesta.
Ver.: Zaratustra.

BIBLIOGRAFÍA

Libros de Meher Baba en castellano:

Dios Habla, Meher Baba

Las Palabras del Silencio, Meher Baba

El Todo y la Nada, Meher Baba

El Lenguaje del Corazón, Meher Baba

Destellos de Meher Baba sobre el Enfoque Espiritual, Meher Baba

Lo Mejor de la Vida, Meher Baba

Libros seleccionados sobre Meher Baba:

Tres Increíbles Semanas con Meher Baba,


Malcolm Schloss y Charles Purdom
Historias de La Nueva Vida con Meher Baba

Meher Baba, Biografía del Avatar de esta Era,


Bhau Kalchuri

Las enseñanzas de Meher Baba, Don Stevens

CENTROS DE INFORMACIÓN:

Avatar Meher Baba Trust


King’s Road
Ahmednagar (MS) 414 001
India

Meher Baba Information


Box 1101
Berkeley, CA 94701
E.U.A.

Meher Spiritual Center


10200 Highway 17 North
Myrtle Beach, SC 29577
E.U.A.

Avatar Meher Baba Center of Southern California


10808 Santa Monica Boulevard
Los Angeles, CA 90025
E.U.A.

Avatar’s Abode Trust


P.O. Box 779
Nambour, 4560 Qld.
Australia

Meher Baba Association


1/228 Hammersmith Grove
London W67FH

Fundación para las Artes


Amigos del Amigo Avatar Meher Baba
La Plata, Argentina
www.meherbaba.com.ar
e mail: amigosdelamigoamb@gmail.com

ÍNDICE

Las siete Realidades


La Nueva Humanidad
El egoísmo
Dios y el individuo
El principio y el fin de la Creación
La formación y función de los sanskaras
La erradicación de los sanskaras
Primera Parte: El cese, el desgaste
y el desenrollamiento de los sanskaras
Segunda Parte: Cómo los sanskaras se dispersan y agotan
Tercera Parte: Cómo se borran los sanskaras
El bien y el mal
La violencia y la no-violencia
Violencia y no-violencia: una explicación más amplia
La acción y la inacción
La perfección
La vida del espíritu
El servicio desinteresado
Las vías del entendimiento
El problema de la sexualidad
La santificación de la vida matrimonial
El amor
La Infinitud de la Verdad
La búsqueda de Dios
Las etapas del Sendero
Llegar al Conocimiento del Yo
La realización de Dios
El verdadero discipulado
Los métodos de los Maestros
La naturaleza del ego y su erradicación
Primera Parte: El ego como centro del conflicto
Segunda Parte: El ego afirma la separación
Tercera Parte: Las formas del ego y su disolución
El lugar del Ocultismo en la vida espiritual
Primera Parte: El valor de las experiencias ocultas
Segunda Parte: La relación con el Maestro
en la vida espiritual
Tercera Parte: El Ocultismo y la Espiritualidad
Tipos de meditación
Primera Parte: La naturaleza de la meditación
y sus condiciones
Segunda Parte: Los principales tipos de meditación
y su respectivo valor
Tercera Parte: Clasificación general de las formas
de meditación
Cuarta Parte: Asimilación de las Verdades Divinas
Quinta Parte: Meditaciones especializadas personales
Sexta Parte: Meditaciones especializadas impersonales
Séptima Parte: Sahaj Samadhi
Octava Parte: El ascenso al Sahaj Samadhi
y su naturaleza
Dinámica del avance espiritual
Los aspectos más profundos del sadhana
El Avatar
El Hombre-Dios
Primera Parte: Los aspirantes y los seres
que realizaron a Dios
Segunda Parte: El Estado del Hombre-Dios
Tercera Parte: El Trabajo del Hombre-Dios
El Círculo
Los Círculos del Avatar
Las tribulaciones del Nuevo Orden del mundo
La reencarnación y el karma
Primera Parte: El significado de la muerte
Segunda Parte: El Infierno y el Cielo
Tercera Parte: La existencia y el recuerdo
de vidas pasadas
Cuarta Parte: Las condiciones específicas
de una encarnación
Quinta Parte: La necesidad de encarnaciones masculinas
y femeninas
Sexta Parte: Funcionamiento del karma
a través de sucesivas vidas
Séptima Parte: El destino del individuo que reencarna
Vivir para Dios y morir por Dios
El trabajo en favor de la libertad espiritual de la humanidad
La tarea de los trabajadores espirituales
Aptitudes del aspirante
Primera Parte: El ingreso en las Realidades
de la Vida Interior
Segunda Parte: Algunas cualidades divinas
Tercera Parte: La buena disposición para servir
Cuarta Parte: La fe
Maya
Primera Parte: Los falsos valores
Segunda Parte: Las falsas creencias
Tercera Parte: Trascendiendo las falsedades de Maya
Cuarta Parte: Dios y Maya
Las condiciones de la felicidad
Primera Parte: La eliminación del sufrimiento
mediante el desapego
Segunda Parte: Contento, amor y realización de Dios
Dios como Amor Infinito
Doce maneras de Realizarme
Glosario
Primera Parte: Términos usados en el texto
de Las Palabras del Silencio
Segunda Parte: Términos comúnmente utilizados
en otros textos de Meher Baba
Bibliografía
Centros de información
Índice

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