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LA MUJER BELLAS ARTES

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180

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REMEDIO, bajo la forma de POLVOS, puede titularse
Este
MARAVILLOSO, por lo RADICAL de sus curaciones y sus
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componentes- están combinados con arreglo á la última palabra
de :a ciencia. Todos los enfermos se curan por crónica que sea
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H W la dolencia. Nunca falla. Triunfa siempre, aún en los casos más
rebeldes. Enfermos hay que se han curado con una sola caja.

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Comprobado este remedio en la clientela privada de distingui-
dos médicos, podemos asegurar el EXITO cada vez que se to-
me. No daña por mucho que se use. No hay Dispepsia, Gastralgia
ó Diarrea que resista al ESTOMAGO ARTIFICIAL. Cuando han fracasado
I— l-H todos los demás digestivos, el único remedio positivo que puede
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devolver la salud es el ESTOMAGO ARTIFICIAL ó POLVOS DEL Dr.
KUNTZ.
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wUlirm las dispepsias estomacales en sus diferentes formas
alónica-catarral-flatulenta y la dilatación de estómago,
haciendo desaparecer el peso en el estómago, llenura, la hin-
chazón de vientre, los eructos agrios ó acedías, gases, sed
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< El < después de las comidas, pesadez de cabeza, vértigos, mareos, H
ansiedad, soñolencia, opresión, repugnancia á las comidas, etc.,
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H bien proceda de comer alimentos pesados, exceso de alimenta-
ción, exceso de vino y alcohólicos, hábito sedentario y vida po-
co activa, falta de reposo después de comer ó hacerlo bajo la
inñuencia de disgustos morales que preocupan el ánimo, ó co-
o n

mer precipitadamente como los empleados, hombres de negocios


etc.. y toda persona que trabaje mentalmente después de las
H-1 comidas. I»
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1^11 Ríi cesando pronto las DIARREAS
las dispepsias intestinales,
con ó sin cólicos ó pujos, por antiguos que sean;
hace desaparecer el olor fétido y restablece la normalidad del
intestino, produciendo deposición natural; tal efecto lo realiza EL

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H ESTOMAGO ARTIFICIAL, porque destruye los microbios productores
de la infección iacestinal, adquirida bien por mala calidad de ti
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alimentos y de las aguas de beber, insalubridad del terreno, ca-
sa ó lugar donde se habite ó predisposición individual á infec
clonarse; así todo estado diarréico debe ser tratado por EL ESTO-
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MAGO ARTIFICIAL, el cual actúa también como Preventivo.

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la disenteria con flujo de sangre, diarrea catarral con
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H 5 sirj macosidades, por crónica que sea, evitando r.
m adquirirla á las personas que anualmente la padecen.
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gastritis, gastralgias y catarro crónico del
biliosidad y el estreñimiento, por falta de
estómago,
secreción
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bilibr, suprimiendo la fiatulencia, ó desarrollo de gases, proce-
El dentes de la fermentación de alimentos en el estómago ó intes-

ta
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tinos.

Se vende en las principales farmacias y droguerías á S 4-.50 > H

H la caia. S 2.50 la media caja y en el CENTRO DE ESPECIALIDADES


t—
H FARMACEUTICAS, Avenida de Mayo 1080.
Para todo lo concerniente á este medicamento en Sud Amé-
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o o o o oo o de Mayo 1080, Buenos Aires, el cual facilita cuantos datos se le >>>>>>>
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nente Dr. Salgado del Hospital de laPrincesa de Madrid. Dichos fo -

S Ueios son un estudio completo acerca de este maravilloso preparado.


O O O oí< Millares de^ certificados de todo el mundo atestiguan la bon- O no nono
H H H HH H dad del ESTOMAGO ARTIFICIAL.
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^
Año II BUENOS AIRES, Marzo 'Jd de 1900 Núm. 8

=4 L A MUJER
ALBUM-REVISTA DEDICADO Á LAS FAMILIAS
-

— Bramante Dama, señorita, introducido


¡

por la casa Tornquist — decían los ten-


deros por toda ponderación.
Y era como decir:— Plata labrada ú oro
en polvo.
Pero á don Ernesto, sin dejar de vender
trapos, le dió por tener acercamientos con
las cosas de gobierno y después de mu-
chas timideces se hizo político.
Al principio nada de dar la cara de
frente, ni de costado, ni de perfil.
¡Pues no faltaba más! Uno de los más
fuertes comerciantes de nuestra city é in-
troductor de los mejores bramantes dar
su cara, sinónimo de su ñrma, para esos
enriedos^ como decía el gauchipolítico.
¡Ni pensarlo
Don Ernesto creyó entónces que era más
circunspecto, dadas sus circunstancias en
la plaza mercantil, obrar políticamente
pero tapao, como los pasteles del negro
viejo, hasta que llegara la ocasión propi-
cia de un éxito en los que se llama al
autor.
Esto es, se metió en el foso de ese gran
teatro y formó entre el grupo de tramoyis-
tas, que, sin ser vistos del público, mueven
los hüos que dan vida á la escena y ac-
ción y voz á los fantoches, como ahora se
llaman esas figurillas de pasta á que Cer-
vantes llamaba títeres.
Don Ernesto aspiraba si, señor, aspira-
ba como cada hijo de vecino tiene derecho
á aspirar á algo así co.iio un ministerio ó
una representación en el Congreso y, al
efecto, se puso en tocamientos con los
principales fantoches ; digo, con los más
elevados funcionarios de la administración
pública, á quienes empezó á soplarles
proyectos tras proyectos sobre economía
política, que ha sido siempre su cuerda.
Y tanto sopló don Ernesto que al fin tuvo
que destaparse el pastel, cuando en la
transitoria administración de don Carlos
Pellegrini se presentaron aquellos céle-
bres proyectos sobre la unificación y na-
cionalización de todas las deudas públicas.
— ¡El autor! Que salga el autor!
i

Y como lo empujaban de atrás, no tuvo


más remedio que dejar el foso, presentar-
se -A respetable público y saludar, agra-
deciendo á los que aplaudían y lanzar
miradas desdeñosas á los que silbaban,
que también los había.
Ya era otra cosa: ya podía un comer-
D. ERNESTO TORNQUIST ciante introductor de los mejores braman-
tes ser político y sobre todo economista,
Comerciante distinguido de nuestra c/^y que tantos puntos de contacto tiene la
^ introductor de los mejores bramantes. economía con la compra, venta ó per-
¡Oh, con los bramantes de Tornquist muta. Y sino que lo diga don Ernesto
no había competencia posible! cuando de introductor de bramantes se
A la par de la ginebra de Holanda, de hizo industrial azucarero y por ende, par-
los señores W. Paats y C.^ y del wisky de tidario acérrimo del proteccionismo ultra.
Moore y Tudor. Casi lo calza entonces, pues estuvo en
ALBUM -REVISTA «LA xMUJER >

un tris que lo nombraran Ministro de Quién no sabe que el tal proyecto le *

Hacienda y si no lo nombraron íué por- pertenece á don Ernesto desde la prime-4


que lo reservaron para después. ra hasta ia ú tima letra; y no porque sea,
Pero lo cierto fué, que desde entonces una maravilla, sino porque le pertenece?
empezó á sonar su nombre y empezaron Por poco calza entonces el deseado minis-
á llover proyectos financieros á lo Torn - terio; pero es que lo ocupaba y atm !o ocu-
quist, fueran ó no 'uyos, que así son las pa el doctor Rosa,á quien ni por una una ju- '*

celebridades: —no hay cuenco verde ó jo- bilación con sueldo integro se io quitan.
coso, chascarrillo ó anécdota picante que Pellegrini lo reservó entonces para cosa
no se lo cuelguen á Quevedo !
mejor: lo hizo fundador de El Pa.s, del
Y pasaron los tiempos. que, como buen industrial protector de
Y siguió don Ernesto lloviendo proyec- sí mismo, es el m.ayor accionista... hipo-
tos.
tético pero el sueño dorado de Torn-
Y prodújose administración presente.
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quist no esiaba ni está ahí, sino en el mi-


Y Pellegrini se puso iiialito y se mar- nisterio ó Congreso.
chó á Europa á curarse con el encargo de
Roca de buscar por aque'los pagos un Le ofrecieron entonces una dipt:tación
en las hahidns ú ti mamen te.
remedio para a Hacienda Pública Argen-
Aceptada; pero es que con las reeleccio-
tina que también estaba malita y aún lo
está de enfenr.edad incurable. Y vino don
nes y altre solo quedaba una vacante.
Carlos ^ano de cuerpo trayendo la pana- Pues esa; pero es que esa había que
cea ansiada. dárse a al general Bosch, en recompensa
¿ Qué será ? ¿ Qué no será ?
de los importantísimos servicios que al
El parto de los montes? doctor Igarzabal prestóle en la parroquia
Si. pues, ¿para qué traer de Europa la de San Cristóbal.
droga Mamada Conversión (de engaña-pi- Y ahí tenemos, entonces, al señor Torns-
changa), cuando esa misma reteta, sin quií-t en esta Jo de merecer, compuesto y
quitarle una coma, ya la había indicado sin novia, como el héroe de Paul de Koch.
nuestro impertérrito proyectista político
economista ? Leafar.

Salón toilette de la Señora Maria Sánchez de Mendevilie. 1820..B


ALBUM -REVISTA' *LA MUJER»

Con que llegó el general? Si juera al gobernador, pongamos por


Contento y gordo después del pequeño ejemplo, de Caiamarca. que parecía no
descanso que lué á tomarse tierra adentro. serlo ó que andaba jugando sucio í.icil
Y con qué era la derrocadura] pero derrocar á Echa-
.-4 ansia lo e -pe- güe es como si se pretendiera derrocar
ra ba su vice al mismo Roe !

Pués ahí esna- La intervención


irá... Claro! Irá á man-

da el petardo tener doctor Echagüe, sea o no justo


al
que le dejó :
— el mantenimiento constitucional ese go-
1 as dichosas bernador.
elecciones! Sí Para ello ha venido el general, llamado
pues, las eleccionesque aunque ya esta- apresuradamente por su vice, quien no ha
ban arregladas para ios niesinos no han querido cargar con el perro muerto.
dejado de ocasionarle pesadumbres al Como es natural, al asumir el mando el
doctor Quirno, poco avezado á los intrin- general estuvo de recepción de sns hom-
giilis del cubileteo electoral. bres para darse cuenta de cómo habían
Y aunque contaba con la asesoria de pasado las cosas en su ausencia.
Igarzabal y la muñeca de Pellegrini no Confereció con Pellegrini y luego con
ha podido evitar el estallido entre-riano Igarzabal.
si bien consiguió q^ue en la gran cap tal Oh, Igarzabal estaba radiante!
del Sud pasara todo como balsa en aceite. —En toda la linea, señor Presidente, en ^

Y eso que los araiijistns estaban por re- toda la línea y cumplida la cjnsigna co-
belarse en variüs parroquias contra el mo si luera de líne», sin qne se moviera
taita Igarzabal, pero se les chingó el tri- una paja.
quitraque y ni de oidas se supo nada de — Así megustan á mi las elecciones,—
ellos. dicen que contestó el general — p ero a- ;

Ahí vuelve el general y ya lo tenemos ra ello habría necesidad de tener un Igar-


de nuevo en su puesto; esto es, asumien- zabal en cada provincia
Presiden-
do la
de la Repú-
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blicaydispuesto
[rá entendérselas

fiirectaínente
jjcon los revolto-
jlsos, que para
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ocasiones d i-
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^fíciles son los
ilombresde tem-
ple.
A este respec-
to El Faís, con
lOda la ingenui-
iad de una can-
íorosa doncella
ie pregunta qué
ie propone la
j'ebelión y con
a misma inge-
luidad de don-
'•eJla candorosa
•e responde que
io que pretende
a rebelión es^^-
rocar á Ec ha-
ll üe.
¿Derrocar <á

I-chagüe? Impo-
ible!Pues si no
ay un roqitista
lás pur sang Casa del Sr. Devotto donde se albergará al Excmo. Presidente de los Estados Unidos del Brasil
ue éll Dr. Campos Salles
ALBUM -REVISTA «LAMUJER»

LAS TEES COSAS DEL TÍO ga que Lucía me tira un poco, unpocazo»
si se han de decir las cosas conforme son.
Y como me parece á mi que yo también
CUENTO PREMIADO (500 PESETAS) EN EL CERTAMEN LITERA- le tiro una migaja, venía, porque es razón,
RIO DE «EL LIBERAL» DE MADRID EN FEBRERO DE 1900 á decirle qué le parece á usted de este ti-
raero que va con buen fin y por derecho
Todo el pueblo sabía que Apolinar se cami '.o. '

estaba derritiendo vivo por Lucía, y que, Diose tío Juan cuatro rasconazos en el
aunque ésta no se derretía por nadie, no testuz, y, volviendo las espaldas, fue á bus-
ponía mala cara á las solicitudes del mo- car el jarrillo y la venencia, y con ambas
zo. Matrimonio igual: ella, joven, guapa, cosas en las manos, como quien echa el
robusta y, de añadidura, rica; él, en ios lin- Dominus vobisctcm, se abrió de brazos, di-
deros de los veinticinco, no pobre, medio ciendo:
señoritín, por lo que iba para alcalde, y —Todo el toque del hombre está entre
entrambos hijos únicos. No faltaba al na- un sí y un no. Así es que, antes de soltar
ciente alecto más que el sacramento de la uno ú otro, hay que rumiar bien las cosas.
conlirmación^ y para ese no había otro Tomaremos un par de alu.nbradores y que
obispo sino tío Juan, el Planiao, padre y Dios sea con todos.
señor natural de la dama requerida. Y después de beber por rigoroso turno,
El ilustre linaje de los PLantao distin- quedóse tío Juan rumiando aquel escopeta-
guióse desde muy antiguo tiempo por una zo, como un hermoso y prudente buey,
terquedad nativa, dt; que estaba justamente que no pone la pata sino en terreno firme.
orgulloso, y, de haber querido proveerse — Pues, atento á eso, digo que me pare-
de heráldica, su escudo no íuera otro que ce á mí que la mujer se hizo para el hom-
un clavo clavado por el revés en una pa- bre y el hombre para la mujer... y que
red de gules. Apolinar seniíase cohibido por eso tiran el uno del otro. Pero como
por esta testarudez hereditaria, y recelaba ni el hombre ni la mujer son siempre li-
que el tío Juan saliese con una gaita de bres, otros han de agarrarse á lamancera
las suyas, porque era hombre que no se para que el surco sa ga bien hecho y la
apartaba de sus síes ó sus noes así lo hicie- simiente no se desperdicie. Yo, que por lo
ran pedazos. de ahora soy el gañán en este negocio, te
No hubo más remedio que pasar el Ru- digo que quien quiera ayutarse con mi
bicón.... y tirarse de cabeza en aquellas cordera ha de hacer tres cosas, sin que
honduras insondables de la voluntad pa- ninguna le perdone; no haciéndolas, ya se
terna. El tío Juan había dicho una vez: puede ir con viento fresco y levantar la
« ¿qué trae ese por aquí? » Y para los que parva.
le conocían el genio, era bastante. —Aunque sean trescientas haré yo, ccn
—Ahora que está tu padre en la bodega, tal de meterme debajo del 5'Ugo. Eche
voy y se lo espeto, y Dios quiera que pue- usted, tío Juan, por esa boca, que ya se
da salir con cara alegre... Pero antes di- me hace tarde, y aunque me mande car-
me, para que lleve fuerza, que me quieres gar con la bodega, todavía me había de
como yo te quiero, con los redaños del parecer mandato ligero, según loencalam-
alma. brinado y emperrado que estoy con el
—Apolinar, que me aburres con tus que- aquel del tiraero que ya. le he dicho.
reres y tonteos. Si quieres decírselo, anda: —No soy tan bárbaro para mandar lo
y lo que saques á mi padre del buche eso que está fuera de las fuerzas del hombre,
será, porque yo también soy planta. por animal que sea. Las tres cosas que
Renegando de aquellos bravios rigores pido son éstas: que me traigan todos los
de la casta, encaminóse Apolinar á la bo-
dega, pasando primero bajo la llorosa pa-
rra que tendía sus sarmientos como cuer-
das secas, y después por el angosto corral
atestado de aperos de labranza y cachiva-
ches de vendimias. En la puerta de la bo-
dega enredósele un manojo de telarañas
en el bombín, y tragando saliva entró en
la obscura pieza.
—¡Tío Juan; eh tío Juan...!
—¡Aquí! ¿Eres tú? Con este jinojo de tin-
glao no se ve gota.
Estaba el hombre muy metido en faena,
en mangas de cainisa, despechugado, con
una pelambre de pecho que parecía una
maceta de albahaca. Era más que media-
namente apersonado, canoso y fuerte; y
stidando como estaba parecía un oso polar.
—¿No se figur.T usted á lo que vengo?
—A tomar un jarrillo.
—No. señor; á tomar un parecer.
—Pues no es lo mesmo. Pero, anda,suél- días la primera gallinaza que suelte el ga-
tala; que no hay hombre sin hombre. romper el alba, para hacer un re-
llo al
— Con esa licencia. no sé cómo le di- medio de este dolor de hijares que me
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ALBUM- REVISTA «LA MUJER^

'-rvmo general que arenga á sus tropas


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-Para hacer eso hay que criar mucha Los sembrados del primo Epifanio no
fuerza de espinazo y que las patas no se resistían la comparación. La tierra era la
blandeen. Es menester cavar viñas y darle misma; pero rutmas, codicias, caprichos,
al cuerpo buenos remojones de sudor. ifjnorancia y necesidad la habían esquilma-
— ;Sí?venga un azadón. Este no pesa, do y empobrecido. El vieio jornalero ex-
otro... plicaba el caso.
r .

Comparado con Mateo Alemán


Hábil periodista, novelista apremiado
por la falta de tiempo, su mejor obra
quedó asilada en vi diílcil arte del re-
lato breve. En el cuento dio dos notas
principales: la sevillana, copiando es-
cenas del natural y presentando perso-
najes previamente descubiertos por ca-
llejas y por plazas, mesones y casas
grandes; y, la histórica, el episodio re-
creado, rehecho, ajustado a la verdad
sin dejar desfallecida la creadora fa-
cultad del narrador.
No sabemos si alguna casa editora,
de las que están atentas con las osci-
laciones del mostrador a la-; má.'^ inco-
loras producciones de los autores ex-
tranjeros, ha recopilado en España al-
gunos de los excelentes cuentos firma-
dos por Nogales Recordamos algunos
pocos, no más que los publicados en
Buenos Aires por diarios y revistas que
contaban con la colaboración valiosa
del escritor sevillano. Muchos habrá
en el país que recuerden al autor de
"Las nnricL-s Hol alférc-z", una página
d'- ^ ''I rumien-

{v,jv..r.....1,,
. n i.-.i lui.Mña de Fe-
.
.

lipe IV loreio. nijlando i-n el centro df


EL AUTOR DE "LAS TRES COSAS DEL TÍO JUAN" la plaza del Parque, en celebración
del cumpleaños del heredero don Bal-
tazar Carlos, un toro de un certero
DON JOSÉ NOGALES arcabuzazo.
Compararon alguna vez a Nogales con
pr^Nsn Maleo Alemán, no por su vida, aunque
Por BERNARDO GONZALEZ ARRILI E<.,.r,„i r.ar<. -l,.
vivió en Sevilla, sí por su ingenio cas-
tizo A tres siglos cabales de distancia
Buenos Aira. 1959 ñas y brazos, de carrillos abultados, si
la obra del de 'Guzmán" encuentra un
color míirenu. los ojos chicos, de mirar
DON José Nogales y Nogales era el
autor de "Las tres cosas del tío agudo y manso. Usaba bigote y mosca.
Hablaba con un poquito de ceceo, muy
eco precioso en el estilo Hay un tra-
bajo, de los últimos de Nogales, que
Juan", y estas tres cosas que de se publicó después de sus días, titulado
pronto se hicieron famosas en España y andaluz, algo irónico .

"Hernán Pérez o la gran llanura", don-


llegaron a América para irse de prisa de asoma la dicliosa gracia del incan-
a las antologías literarias y a los li- El iinal de Rociname
bros de texto colegiales, no eran más
que un cuento: diez páginas de un li- Para saber cómo acabó sus días Boci-
nante, poco después de abandonar este
bro común, de los llamados de 16.
A pesar de Nevar más de cuarenta mundo el Caballero, debe leerse la car-
la que el Licenciado Pero Pérez escri-
años escribiendo en los periódicos y de
circulación innumera- bió a un su amigo y que se mantuvo
haber dado a la
inédita hasta hace ahora medio siglo,
bles relatos, novelas cortas y largas,
Un año, cierto en un Archivo innominado de la Man-
casi nadie lo conocía
cha. Rocinante murió de lo que debía
diario madrileño llama a concurso pa-
morir para completar su trajinada vi^
ra premiar el mejor cuento. Se presen-
da heroica: de hambre. Falleció don
tan algunos cientos de originales. Los
jurados deben pedir que se les ampUe
Alonso — "la mejor pieza que comió

el plazo porque no les queda tiempo


pan en el mundo" —y se le enterró con
exequias nunca vistas en el lugar, en
para leer tanta resma de papel escri-
una fosa junto al coro. Entre homena-
to. Por fin se deciden. Unánimes votan
|es y disputas, "cuidados de la codicia
por el titulado "Las tres cosas del tío
y la ambición", se descuidó a Rocinan-
Juan" Tiene todas las virtuil'>s del
am- te, que tres días con sus noches estuvo
buen relato. Amenidad, intriga,
sin comer ni beber. Cuando Sancho acu-
biente, personajes, exactitud, fantasía.
dió con el pienso, estaba en las últimas.
Y un cuasi inesperado, aconse-
final,
"Tentóle la oreja y halló que la tenia
jable para el momento que está pa-
fría como hocico de galgo". De nada
sando la Península y sus tiijos. Abren
sirvió cunnto int nlA simuálicu
sobic que acompaña a los _oi:íginEi-
_!-.]

el
escudero, y ' menos que nada las dos JCSÉ NOGAtE".
ies y averiguan que el autor se llama
'

sangrías que te aplicó maese Nicolás,


José Nogales. Como, de pronto, nadie sable pecador que no deja de arrepen-
sangrador concienzudo y sin remilgos.
acierta con quien sea José Nogales, que tirse cada vez que hace falta. Y hay
El rucio se tendió largo a largo en el
ha escrito un cuento magnífico, en una una coincidencia que nos párete nota-
suelo, "con tanto reposo y gravedad
prosa castellana denunciadora de larga ble. Se dice que Alemán tenía escrita
práctica y fuerte amor, salen los re-
como su amo" y se quedó mirando a
los que le rodeaban con ojos que pare- una "Historia de Sevilla que dejó sn *

porteros en busca de información. Se España cuando embarcó para México v


clan "dos pedazos de sal de piedra".
encontraron los rastros. Se trataba de allá se perdió. Nogales soñó siempre ^on
Pensaron darle sepultura adecuada "en
iin periodista andaluz, con familia nu- escribir una historia de su ciudad :ín-
el mismo corral, debajo de la oliva
merosa, que se ganaba la vida en Huel- cantada y anduvo años enteros rebus-
grande", pero sucedió que aquel mismo
por temporadas en Sevilla, llenan- cando en archivos y museos, y más que
dia paró en el llano un carro condu-
.

páginas para periódicos de provin- eso. paseando curioso las calles viejas
Cuando se ampliaron las noticias, ciendo dos leones como "hacienda de
y visitando los incones con tufo de
Su Majestad" y el carréro pidió que le
I. i

supo que era republicano de izquier- cronicón. Si llegó a preparar algunos


que el pueblo dieran "carne mortecina" para ración
da, catalngable entre los de sus capítulos no se sabe de üitóitü.
de las fieras, Así sirvió la carne enju-
la "de cáscara amarga", pero al
ta del famoso rocín para comida de
TIO tiempo, un enamorado de la Otras tres cosas suyas
leones y no de gusanos como fuera lo
Iradición, de la historia pasada, del
vulgar. Y con un trozo de pellejo aco- Don José Nogales y Nogales falleció
iigln de oro. Otro dia se pudo saber
modado se rehizo un pandero en Madrid a fines de 1908. hace medio
¡lie era hombre de no muy buena sa-
ud, admirador de la naturaleza, de al- La carta del Licenciado la encontró siglo, de hidropesía, después de unos
na Cándida, buen diente y una pobreza y copió al pie de la letra don José No- meses de quedar ciego. El título del
?iemplar y tesonera que no le habla gales, el poeta de las calles y jardines, cuento al que debió su repentina fama
ii'iado de la mano jamás. de las casas históricas y de las tapias literaria, se cambia en las tres cosas
legendarias, como le tituló Gómez Ca- de don José; el anonimato, la notorie-
optimismu rrillo al recordar sus discursos ante los dad y la muerte, en lapsos desparejos.
Con e¡
nuc pudieran señalarse así: 40 f 9 = 0
portales vetusto.'i de Sevill
de la buena salud
La dirección de ''El Liberal", al da
,c el premio por el cuento, le ofrei
un puesto en su redacción, Nogales
trasladó a Madrid, contento de s
ío. pero cansado, con las ilusiones
is, poco seguro de poder intent
provectos levantados en la juven
tud Había escrito alguna nov_.
ga. como "Mariquita León" que publ
có en Barcelona (Maucci) en 1901. T
nía muchos cuentos, mejores acaso q
el premiado. Pero,. La popularidad
llegaba con algún atraso y todo ven
i quedar ya a trasmano del camino
odos los dias. Ahora, con el trasl
a la capital, le llegaban los pedidos
colaboración de distintos lugares, espe
lalmente de periódicos y revistas
América. Ganaba el doble, el triple qu
cuando permanecía en la semioscurid
de las redacciones sevillanas, pero
jmago amenazaba con presentar
nta atrasada, de los créditos otor
gados en los tiempos de penuria Los
amigos nuevos, reconocieron en Noga
les a un hombre leal, abierto,
franco
sencillo, inteligente, sin vanidades Su
virtudes personales corrían parejas coi
sus aptitudes de escritor. Narraba
con
un derroche de ternura que emoción
ba. Se le desbordaba el cariño por
hombres y las cosas. Difícilmente el lee
tor de sus cuentos quedaba con el áni
mo aplastado bajo la amargura de
grandes tragedias. Tenía el optimismo
de la buena salud para desmentir
-premisas de los galenos y los psicól
gos. Era parecido a Balzac. dice
uno
de sus amigas. Grueso, corto de pl
. . .

SECCIÓN SEGUNDA

EL TRAJE
Vicente López. Buer

aquel tiempo era olra cosa, Tan-


EN to. Que parece mentira. Pero era
asi: un cafe costaba diez centavos.
— ,Mo?o 'Un exprés.
Y Manolo Linares repetía el pedido,
mientras caminaba por entre las
— Marche un exprés!
,

La maquina largaba vapor, con un


bufido, y el hombre que la servia un —
poco mago, un poco malabarista des- —
pachaba el pocilio, que dejaba sobre el
mostrador, Manolo Linares lo colocaba
en la bandeja y apoyándola sobre la
palma de la mano, extendido el brazo,
lo dejaba ante el cliente.
—Servido, señor

. .

Y el cliente cuestión de tiempo dis-


ponible —
lo bL'bla a sorbos rápidos o
.

pausados, se quedaba o no un largo ra-


to ante la mesa, y después se iba, De-
Jaba diez centavos por el café, diez de
propina.
Asi, con los diez centavos de propi-
na, y muchas privaciones, Manolo Lí-
. nares iué haricndo 4u p^onaAn fnT>»,,

te busco, leyendo los otiecimicnlos a'ia. iinulo lo perdía todo. Lau-


recidos en los diarios. Recorrió los ba- ra Rosa le había echado los bra¿os al
rrios robándole horas al sueño. Analizó cuello. Fragante, fresca, fruta maduro,
la ubicación, perspectivas de trabajo, Manolo se acordó de su sueño: Casarse,
hijos, ser atendido, buena
instalaciones, llave, Y se quedó (

café y bar "La Esperan?, da, ropa limpia, mujer querendona.


una estación de ferrocarril, donde el Laura Rosa exigió.
tránsito de peatones era incesante. —¿Y . . , ?

El nombre le gustó a Manolo Lina- —Está bien. Laura Rosa, como tú


res: "La Esperanza". Porgue esperanza quieras ya nos arreglaremos.
, .

tenia de hacer allí, si no fortuna, lo Para arreglarse alquilaron aquella


necesario para lograr el bienestar so- alegre, entre árboles, campo en tor-
ñado: casarse, tener hijos, buena no y mucho sol. Treinta minutos de tr<
da. buena cama, ropa limpia, mujer y ya estaba Manolo Linares en eí bar.
querendona. Y tantas otras cosas que Otros treinta, y de regi-eso a casa. Allí,
existían, lo sabia bien, y hacen agra- donde Laura Rosa tenia todo brillante,
dable la vida. pulcro. Donde Manolo Lin
Y luchó, Aquel café y bar "La Espe- traba atención, buena comida, ropa lim-
ranza" era lo suyo. Sólo al principio, pia. Y a don Domingo, sentado ante la
era patrón puerta en el buen tiempo o al caloi'
y mozo. Multiplicándose,
acreditó el negocio y "La Esperanza" de la cocina cuando, afuera, no cr.n
fué una realidad Dos años después agradable estar.
contó sus pesos v se permitió el lujo — Buenas, don Domingo.,.
— <iue ya era necesidad de "tomar — — Buenas, Manuel.
personal". Dejó de andar entre las Después Laura Rosa, que le echaba
sas, se limitó al despacho y la cobran- los brazos al cuello y le decía:
za. Un año más, y sólo atendía el co- — iQueridoManoio!
bro, "la caía". Aquella máquina regís Laura Rosa que. mientras lo mima-
tradora que instaló con orgullo, tinti ba, le decía siempre:
neante, llena de teclas que hundli —Marido como el mío, ¿quién lo tie-
sus dedos, con elegante y despreocupada ne?. Bueno, trabajador ., Una joya.,,
. .

indiferencia —
ahora él, un poco mago, Manolo Linares se dejaba quei
hubiera gustado estar en la casa solo
un poco malabarista— mientras daba y
recibía las fichasque entregaba el mo- Laura Rosa y que, al regresar, fue-
1

zo y con mirada avizora, experta, ob- ra ella quien lo saludara antes que don
servaba las mesas para que todo clien- Domingo- Cosas Pero se habla re- , ,

te fuera atendido con rapidez. signado. Una sola vez habla insistido:

¡Atiende allí. .! .
— Laura Rosa, podíamos tener bien
a tu padre en otra parte. .

„ Ella na se enojó. Era suave, ami-


Casarse,*^ tener ' hljo^.'- ser afendta»,
gante
buena comida, buena cama, ropa limpia,
mujer querendona La idea vuelve a
,
— ¿En otra parte? No podré vivir si
los dos no están conmigo.
,

Manolo Linares. Vuelve, porque ve pa- ¿.Compren. . .

sar otra vez a Laura Rosa. La ve des-


de allí, desde "la caja". La ve, sin de- —SI mujer, si, .

jar de mirar hacia las mesas. Sin dejar Y Manolo Linares


de hacer, cada tanto, la advertei hablar más del asunto.
— ¡Atiende allí. . .!

Laura Rosa sabe que Manolo Lina- Claudia, la hija, llegó con et sol.
res la mira, ¡Vaya si lo sabe! Por eso Porque cuando Claudia
pasa frente al bar "La Esperanza" va- cía. Manolo Linares se sintió feliz. Besó
rias veces durante el dia, ingeniándose a Laura Rosa.
para incluir en el recorrido que le exi-
gen sus quehaceres callejeros el al-
macén, el mercado, la lechería, la tien-
— —Y después tendrás el varón, Ma-
nolo.
da del mercero Pablo aquellas pasa- — Pero el varón no llegó. No
iba a po-
das. Siempre muy compuesta, siempre der llegar, Manolo Linares no se afli-
como de fiesta, fragante como fruta gió mucho cuando lo supo. Hasta con-
fresca, risueña. soló a Laura Rosa.
Hasta que un día Manolo Linares no — Asi debía ser. .

piensa más. Sabe que si piensa no lo Y todo fué para la niña, que creció
hace, Es tímido con las mujeres, mimada. En lo demás, como decía don
sofuto. Y el mercero Pablo la mira mu- Domingo, era 'poquita cosa". Calladita,
cho, también, a Laura Rosa. Por eso es, costaba creer que estaba en la casa.
de pronto, todo impulso Todo un de- ella. Creció el pueblo, Apren-
Jarse lle\'ar. Todo el escuchar una voz costura y comenzó a trabajar allí
que le dice: "O lo haces o la pierdes, mo, para los vecinos. Se sentaba an-
que a esa muchacha la codician mu- a máquina, junto a la ventana gran-
chos". Por eso. al verla otra

Moniei blrmofio* descolzot, de diilintoí e


Rangún y solicitar conlfíboí

El viejo dejó liacer, halagado. A Lau-


ra Rosa le sirvió de compañía. Porque
era verdad que se sentía muy sola,

También para no sentirse tan sola


se sentó una tarde junto a Claudia.
Después Los
llegó el viejo.tres nura-
ban. por la ventana, la calle arbolada,
con cielo arriba. Y lo de una tarde se
hizo costumbre. Laura Rosa, además,
ayudaba a Claudia: un hilván, un plan-
chado, unas costuras sin mucha impor-
tancia, algún botón. Todo entre mate
y mate.
Por la calle arbolada, con cielo arri-
ba, apareció un día cualquiera Carlos
Rutbales. Se detuvo ante la ventana.
Saludó, cortés. Y ofreció las fantasías
que brillpban. con relumbre de joya au-
téntica, en la valija. Ya entrado en
años, sin ser viejo, era todavía un buen
El cabello cano, sobrt
,
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maceta de alba,
ñámente apersonado, canoso y inerte; y
sudando como estaba parecía un oso polar.
—¿No se figurn usted á lo que vengo?
—A tomar un jarrillo.
—No. señor; á tomar un parecer. ga-
—Pues no es lo mcsmo. Pero, anda, suél- días 1a primera gallinaza que suelte el

romper el para hacer un re-


alba,
tala; que no hay hombre sin hombre.
llo al
— Con esa licencia. . no sé cómo le di- medio de este dolor de hijares que me
ALBUM-REVISTA «LA MUJER=>

quita el resuello de cuando en cuando; Y como general que arenga á sus tropas
que al que tengaese querer, véalo yo una dijo, blandiendo el instrumento:
vez siquiera trincar un bocado de hierba — Hoy seré uno de tantos. Hay que apre-
sin doblar los corvejones, ni acularse, ni tar... y no os compadezcáiz de mí si veis
tenderse; que el tal liie dé candela en la que reviento, porque necesito echar un es-
palma de la mano el día de mi santo por pinazo que sea á la vez tronco de olivo}'
la mañana, y esto ha de ser con sosiego, vara de mimbre.
sin hacer bailes, ni meneos, ni soplar, ni Aquella fue una jornada heroica. Los
sacudir.
—¿Nada más?
— En eso me he
plantao, y ha de ser á
lo justo, que
sobre ni falte.
ni
—Tío Juan, vaya usted preparando el
yugo más fuerte que haya en casa, por-
que yo me lo hecho encima si Dios no
dispone otra cosa.
Y Apolinar salió de allí con la cara ra-
diante, bailándole los ojos en una ráfíiga
de alegaría loca y dando al viento como
romántica pluma aquel jirón de telarañas
que se pegó en el sombrero.
—¡Troncho, qué suerte! Lucía, me ha di-
cho tu padre que te vayas preparando,
que tenemos que abrir un surco.
—Que tonto eres. ¿De qué surco hablas?
Me parece que viene su merced algo re-
puntado y que el jarro habló más que las
persona». cavadores, viendo cuan gallardamente tra-
--Te hablo del surco que han de hacer bajaba Apolinar, mermaron cigarros, aho-
en el mundo todas los yuntas humanas. rraron coloquios, apresuraron meriendas
Verás qué labor más dulce. y sacaron el unto á sus brazos. Al poner-
—¡Pero qué borrico te has vuelto! se el sol, no presentaba aquella cara bur-
lona, henchida de risa, con que apareció
* entre las brumas de la mañana, sino otra
* *
muy grave, casi austera, que parecía com-
placida con la ofrenda del sudor humano
; «La del alba sería» cuando Apolinar acu- que riega el terrón y fecundiza el mundo.
;
dió solícitamente á su corral sin quitar ojo Al dar de mano, dijo el jefe de la cua-
del gallo hasta que dió de sí el extraño drilla:
remedio de] mal de hijares, que en caliente —¿No has visto la sementera?
i

recogió, bien así como si llevase dentro -No.


una preciosa esmeralda. Cumplida por Y Apolinar sintió una vergüenza muy
ac^uel día la primera condición y no sa- honda por aquella confesión hecha en ple-
I
biendo qué hacer á tales horas, tan desa- no campo.
I
costumbradas para su vigilia, fuese con —Pues, vamos, hombre: hay día para to-
I los cavadores á su majuelo d matar el do. Tengo una disputa con tu primo Epi-
tiempo hasta que el estómago le avisase. fanio: él, que lo suyo es mejor: yo^ que lo
: Al llegar á la viña dijo á los jornaleros: tuyo. Como sementera temprana la ceba-
' —Vamos á ver, muchachos; un cuartillo da nos llega á la rodilla: el trigo parece
de vino hay para quien, sin doblarlos oor- un' íorrajal.
. vejones, ni acularse ni tenderse, trinque Y fueron al sembrado, que con su ver-
- un bocado de sarmientos. dor alegraba el alma, y en ella sintió Apo-
Í— ¿Pero eso qué tiene quehacer? ¡Valien-
te hombría!
linar una voz gozosa que parecía brincar
en otra mancha verde y lozana, gritándo-
Y cuatro ó cinco, los más jóvenes, salie- le: ¡Todo es tuyo: regocíjate ó no eres
ron del grupo y doblándose y enderezán-
\ hombre!
dose, sacó cada cual un sarmiento del mo- Y se regocijó honradamente, paternal-
do y manera que los palomos cogen paji- mente, como si toda aquella vigorosa fuer-
tas para hacer el nido.
'
za germinativa hubiese salido de sus pro-
ver yo... —A pias entrañas.
I ¡Qué si quieres! Cuántas veces quiso pro- —¡Yo que no había visto esto! ¡Maldito
bar, dió de cabeza en el montón. Una risa sea el Casino y las cartas y quien las in-
.franca y noblota alegró el majuelo, y has- ventó! ¡Malditos los tabernáculos, que nos
»ta el sol de color de cereza que subía por chupan el tiempo 3^ no nos dejan ver esta
Ha cuesta azul parecía una gran cara hin- gloria^ esta bendición de Dios derramada
chada de risa.
j por los campos!
-Para hacer eso hay que criar mucha Los sembrados del primo Epifanio no
IJuerza de espinazo y que las patas no se
I

resistían la comparación. La tierra era la


blandeen. Es menester cavar viñas y darle
1
misma; pero rutmas, codicias, caprichos,
al cuerpo buenos remojones de sudor,
í

'

¿Sí? venga un azadón. Este no pesa,
otro...
ignorancia y necesidad la habían esquilma-
do y empobrecido. El viejo jornalero ex-
plicaba el caso.

l
ALBUM-REVISTA «LA MUJER.^

—Dale á un trabajador carne y vino; á Llegó el día de la prueba; el día temido


otro, papas y tomates. Eso es la tierra: un y deseado en que Apolinar tenía puestos
trabajador. Según le eches así produce. todos los grandes anhelos de su vida. An-
Apolinar sintió que otro amor sano y tes que el canticio de los gallos sonaron
fuerte se le entraba en el alma: el amor las ca npanas de la torre con un repique
á la tierra, el amor á lo suyo, el gozo ín- de gloria, de alegría, como voces de un
timo y callado del que posee, del que se coro nupcial que celebrase las bodas del
conforta al calor del surco, como semilla cielo y de la tierra.
que g:ermina, brota, crece y se reproduce. No pudo Lu ía convencer á su padre de
- ¿En qué estaría yo pensando? 1 ío \ga- que, al menos aquel día, debiera pasarlo
pito, usted me hace un hombre. Voy á con la chaqueta puesta. — Me ahogaría.—
echarme al campo como una fiera. Y por parecerle esta razón de suficiente
—¡Al campo, campo! Esa es la ubre...
al peso, no daba otra. Con orgullo heredita-
¡Si vieras á cuánto gandul mantiene el rio cubría su busto de oso polar con lim-
campol písima camisa de lienzo por entre la cual
—Yo soy el primero. Mejor dicho, lo fui. .*íe desbordaba la crespa pelambre co-
Ya soy otro. Me duelen los pies... zapatos mo maceta frondosísima. Cuando entró
de vaca... Me duele la cabeza... tiraré este Apolinar, ya estaba allí el primo Climaco,
apestoso bombín y compraré un sombrero la hermana Bella con sa dilatada prole,
de esos fuertes como si los hicieran de los trabajadores de la casa y vanos veci-
cerdas de cochino. No más vestidos de nos, atraídos por aquellos olores de coci-
Carnaval. Tío Agapito, un abrazo, y pída- na y fritanga, fieros despertadores de la
le usted á Dios que allá por la primavera gula.
pueda yo comer hierba sin doblar los cor- —Qué los tenga usted muy felices, tío
vejones. Juan y la compaña.
—Apolinar, tantas gracias, v lo mesmo
-
* digo.
* *
—Vaya, aquí tiene usted la gallinaza de
hoy, que parece un bruño.
No durmió bien, porque el excesivo can- Y sin pedir permiso, fuese á la cuadra
sancio riñe con el sueño. En las manos pa- y trajo un brazado de amapolas que tiró
recían arder sus huesos desencajados; el por el suelo.
espinazo se le engarrotaba, y en medio de —Tío Juan eche usted cuenta.
sus dolores, otro sentimiento nuevo lo iba
conquistando mansamente; un sentimiento
de infinita piedad hacia el jornalero des-
heredado, que todos los días, t cambio
de unos cuartos roñosos, aumenta el cau-
dal ajeno con bárbaro derroche de su pro-
pia vida. Y como á la madrugada oyese
cantar al gallo, pregonero de su deber y
compromiso volvió á ver la claridad del
naciente día, y otra vez cogieron sus dolo-
ridas manos el azadón lustroso, y el sudor
del amo cayó como lluvia fecunda en la
heredad, que parecía estremecerse de amor
y agradecimiento.
\ un día tras de otro se tue curtiendo al
sol y al aire, y mientras más se endurecían
la corteza, más nobles blanduras aparecía
por dentro. — Como la viña de Apolinar
no hay ninguna. La sementara de Apolinar
es la capitana. ¡Qué suerte de hombre! —
Este era el tema de conversación entre la
gente labradora Los jornaleros se dispu- Y más ágil que un pájaro, doblóse y pes-
taban la casa porque había lormalidad y có un manojo de h erba en flor que le caía
trago de vino, y allí no se hacía el agio sobre el pecho como una llama.
vergonzoso para la baja de jornales. Con —Si usted quiere, me la como.
Apolinar trabajaban los sanos, los hombres — No tienes que comerla. El toque está
de empuje, estimulados con su ejemplo. en trincarla.
Pasó el invierno y el sol primaveral vis- — Lucía, coge el ascua más grande que
tió el campo de gala. Los habares en flor haya en la hornilla: hala, ya esiá.Tío Juan,
henchían el aire de aromas purísimos; los encienda usted su cigarro, y si quiere liar
trigos azuleaban, los cebadales se mecían otro, por mí no hay apuro: que ni me me-
orgullosamenle á compás del viento, las neo, ni bailo, ni soplo, ni sacudo... ¡Como
yemas del higueral, reventando al esfuer- que tengo aquí un callo que parece una
zo de las primeras hojas tendían al sol onza de oro!
una espléndida gasa de oro verde.... 3^ los — Ya está. Ahora... Justo, las tres co-
viñedos extendían sobre la rojiza tierra sas. Ahora, tú, Lucía, ahraza á este bruto.
otra gasa de pámpanos, y ya eí olor tem- El bruto no esperó á Lucía; él la abra-
pranero del cierne se esparcía como una zó con toda su tuerza.
caricia dulce y vivificante. —Tío Juan, ¿de veras que es para mí?
ALBUM -REVISTA « LA MUJER »

—Para tí, cernícalo. Y


dale gracias al los ojos relucientes,con callos en las ma-
gallo que te curó; porque ni yo tengo do- nos y el azaónhombro....
al
lor de hijares ni cosa que se le parezca. Uñ alarido triunfal hendió como dardo
—¿Entonces?. . sonoro el aire azul de aquella serena ma-
—No seas borrico — dijo — Padre
Lucía. ñana del estío. El sol, deslumbrante, caía
quería que madrugases; si no madrugas en lluvia de oro sobre los aperos de la-
no me abrazas. branza; dos mariposas de color de fuego
Apolinar soltó un relincho estrepitoso; volaban bajo el íresco toldo de pámpanos,
un relincho de salud, de amor, de fortale- y el alegre repique de las campanas pa-
za y de ventura. recía responder, allá en lo alto, al alborozo
—¿Sabéis lo que soñé esta noche?— dijo de la raza nueva, de la raza fuerte, que
el tío Juan.— Pues que yo era el Padre abría su fecundo surco de amor en la lla-
Eterno y ésta mi cordera era la España, nura humana.
y yo se la daba á una gente nueva, recién
vení, no sé de aónde, con la barriga llena, JOSÉ NOGALES Y NOGALES.

ÚLTIMOS ECOS CARNAVALESCOS

Los pierrots
Esta sociedad fue una de las que por su originalidad consigruió muchos de los mejores premios en el
pintoresco pueblo de Belgrano, en «La Prensa» y en varios corsos de la Capital. — La fotog^rafía fue tomada en
el hall de «La Prensa» por nuestro fotóg-rafo señor Costa, con la luz de raagnecio

CHIRIGOTA >echo de esa palabra un común de dos.


— ¡I Común de dos 1! ¿Y qué es eso ?
BuUrich interrogando á Williams: —Eso es, la rata y el rata. Lo primero
—Diga, secretario, rata, ¿á qué género ese animalito por el que el señor Inten-
pertenece gramaticalmente? Se lo pre- dente ha ofrecido veinte centavos y el
gunto porque no quiero incurrir en nue- segundo el que se ha robado los cien mil
vo-> errores de retórica. adoquines. La primera pone en peligro
—Al género femenino, señor Intendente. la salud pública y hay que extirparla *y el
-Se dice, la rata, porque es la hembra segundo...
del ratón. — Hay que destriparlo también porque
—No diga, señor Secretario. A ver, pone en peligro los intereses, no de dos.
amigo Martí.— dirigiéndose al Sub-Secre- sino de todo el común. A ver, secreta-
tario:— ¿Usted qué dice? rio, amplié esa ordenanza sobre la destri-
—Digo, señor Intendente, que el uso ha pación de ratas, común de dos.
ALBUM REVISTA LA MUJER
- « »

FUEGO Y CENIZA — Buscando voy.


— ; Y sientes ?
— ¡Con toda el alma!
— Y ; vives ?
—Niña, ¿qué tienes^ — Tras de la calma.
-Dolorl
Señor de mi dicha voy.
—Por qué estás entristecida?
—¡Maldito amor que en dolor
-Porque no escuché en mi vida trocó mi fe, ya perdida!
una palabra de amor! —¡Cuándo escucharé en mi vida
—El sentimiento que invocas una palabra de amor!
"

sólo te ha de hacer llorar. R. B.


— Amar, señor, es gozar!
— Ay, cuán torpe te equivocas!
--¿Entonces, no habéis sabido
lo que es eso para el alma?
—Dardo agudo que la calma
destruye si la has tenido!
—Amasteis?
—Qué si amé? Sí!
—Y sufristeis?
-Por mi mal!
—En dicha celestial
la
nunca el sufrimiento vi!
—Escucha, niña inesperta,
la historia de mi penar.
-Ojalá pueda enjugar
las lágrimas que usted vierta!
—Cual eres tú, niño íuí
y sentí que el corazón
le mandaba á la razón. .

Ay, sin razón me sentí,


porque, loco, á una mujer
la di el alma de. mi vida!...
¡Y me engañó, íementida
aquella pobre mujer!
Yo la creí. . .

— Ay, señor!
—Me mintió su hábio aleve!
—Y por qué el vuestro se atreve
á decir que eso es amor?
No es amor lo que una vez
quisimos y luego odiamos;
amor es lo que adoramos
antes, ahora y después.
Amor es el nianantial
fecundo de la esperanza,
que no odia nunca y que alcanza
darle bien al que hace mal.
Amor se mira, señor,
cuando titilan las flores...
Y amor de los amores
es
de una madre el santo amor.
Es amor lo que de dos
seres se hace uno solo. .

¡Lo que se jura sin dolo


en la presencia de Dios!
—Niña, tu apostura al ver
siento mi dolor calmar!
¿Cómo has aprendido?
— A
¡
amar
se aprende desde el nacer!
— ¿ Y buscas ?
ALBUM -REVISTA «LA ]V1UJI{R'>

ULTIMOS ECOS CARNAVALESCOS

Sociedad Juventud Unida y Comparsa de Gauchos, que obtuvieron varios premios.


(Fotografía sacada de noche en el Hall de "La Pi'ensa", por nuestro fotógrafo Sr. Costa.)

CORSO EN GENERAL ACHA


omplementa la vista que damos á continuación, las
que dimos en nuestro número pasado, respecto á las
más notables comparsas y corsos habidos, no solo en
la Capital Federal sino en la provincia de Buenos Aires
durante el carnaval pasado. Es verdíideramente curioso
y pintoresco el que presenta esta vista tomada por la
Junta Defensora de la Capital de la Pampa Central^
y que nos ha sido proporcionada directamente.

Vista tomada^desde el Hotel d« París, á su pasada por la Plaza General^Belgrano.


ALBUM REVISTA LA fMUJKR
- «

PREMIOS OBTENIDOS POR SER


EL CARRUAJE MEJOR ADOR-
NADO DE IOS QUE HAN
RECORRIDO LOS SIGUIEN-
TES corsos:
Corso Brandzen de Par-
ticlilar áBrown, gran pre
mió de honor medalla de
oró
^j^orso Olavarríade Mou-
ssi á Necochea, g-ran pre
mijO,
Corso Suarez de Palo á
Crucero, primer premio de
honor.
Corso Suarez de Brown
a Necochea, primer pre
mió especial.
Corso Brasil de Defen-
sa á Buen Orden, primer
premio especial
Corso Cuyo de Artes á
Callao, premio al mejor
carruaje.
Corso Patricios de Mar-
tín García á Olavarría,
primer premio.
Un premio particular
donado por el señar Nilo
Storíno. - f
1

Lostrajes representan
Rossaglieri dei Cavalieri
de la Traviata.
Dirijido y adornado por
Cárlos Colombo é ilumi-
nado á gas acetileno.

TRES POTENTADOS de veneno con nombre de café, 'manifes-


tándole que io era un povevo pittove que
gastaba sus últimos centavos en farras tras-
í ( CUADRO NOCTURNO ) nochadoras.
Estábamos en ello, cuando en la mesa
Enla hora en que no recorren esas ca-
cercana, única ocupada y alumbrada por
llesde Dios si no almas perdidas, y siendo los dos únicos picos de gas que daban cla-
yo una de ellas, entro en uno de esos ca- ridad á la hotelleria, suena un golpe de
fetines inmundos en donde no se habla
nudillos y fijo mi atención.
sino el patuá del compadre trasnochador . Eran tres clientes; tres piamonteses que
ó un italiano endemoniado. gruñían como piara de cerdos urgados.
—¿Che cosse volette?— me pregunta una Había en la mesa cuatro botellas de la
camarera rubia, algo ajada, sin duda por birra y disputaban de una manera colo-
los insomnios.
sal á quien de éllos tenía ma3'0r cúmulo
de negocios entre manos,
— Ma
mirra,— decía, uno con el som-
brero de «panza de burro» levantado
hacia atrás y echados hacia adelante
unos mechones de pelo rojo enmara-
ñado,— io, si voleva, mi porto en tutti
11 banqui y me laclan prender tutto
lo que io voglio. .

— Maé tropo piccola la tua gra-


zia,— replica otro, calvo como la pal-
ma déla mano, de ojos ribeteados de
rojo y camisa un tanto negra. — io mi
dentro in la Bursa é tutti le bursista
trovan spaventosi di verme...
si
— Andate
al diábo^o tutti due! -re-
plica el tercero, respingando su nariz
aporongada ^Miir.piándose su bismar-
keño bigote^ que hacía sombra á su
enjuto rostro, - volete comparare
con me? Io sonó il principale homine
di questa socieiá, perqué io sonó il
más lortecomerciante detutto Sonó...
-Cualquier cosa, —
la digo tomando — Ma io posso presentare miglione di
asiento junto á una mesa. lire ,.. — exclama el primero.
—Lo que voi volette, signore—m^ re- — Nunca come
io —repone el segundo.
plica con amabilidad. — Póveri!..
—replica el tercero alargando
.

Este signare me huele á agente de po- sus poderosos contenentes inferiores de


licía secreta, y para disuadirla de que no las columnas movibles.
lo era me esp'layo, mientras bebo un poco Siofuiendo el orden:
ALBUM-KLVISTA «LA MUJER=>

— Mirate, farfantone, io sonó ca-


pace de comprare tutte le fabrica
chi se portan en questa república.
— Ma io sonó capace di compra-
re con el mió denaro tutte le buque
de la armata universale.
— Io me compraría, si volesse,
Parigi, Torino, Roma y a fortuna í

del emperatore di Russia.


— No!— gritó el priiiiero con voz
estentórea,— voi non siette capace.
— E sí! - dijeron segundo y terce-
ro dando golpes en la mesa
— Che cosa volette?— preguntó-
les una pelinegra, alta y delgada
como caña de tacuara.
— Niente,— dijo el primero.
— Cualunqüe cosa, — replicó el
segundo.
—Pórtate de la ¿??>r«,— dijo el
tercero despreciativamente, mien-
tras la caña tacuara recogía las
botellas vacías.
Los tres callaron por algunos momen- fabulosamente acaudalados comerciantes
tos, mientras yo seguía tomando agua ca- van á dormir la cerveza á la cuadra dala
liente ennegrecida sabe Dios con que comisaría.
droga y que la rubia llamaba café. Miraba Al día siguiente á la correccional por
aquellos cuadros mamarrachescos que estafadores. Tres bc^rrachos menos y, pro-
adornaban la pared y admiraba aquellos bablemente, tres ladrones mas.
infelices fantoches llamados camareras que
estaban iras el mostrador, sentadas ó lim- R. B.
piando mesas, bostezando, gruñendo y lan-
zando miradas de codornices fascinadas.
La caña tacuara se acercó á los pia-
montesescon una boteVa de birra y pide
que paguen el gasto hecho.
Silencio sepulcral; ninguno de aquellos
potentados nocturnos se atreve á romper
el fuego primero.
— Ma, paga tu, dice, por fin, el primero
-

dirigiéndose al segundo.
Lei.— le dice el segundo al tercero in-
sin «índole despreciativamente.
11

— E per ché?— contesta el tercero brus-


camente. -Io he lasciato el mió denaro.
— Io non porto nínte.
— Io non tengo piata; raá tengo crédito.
—Paguen, so pelandrunes,— les dice la
caña tacuara en buen criollo,- y dejen de
embromar porque llamo al vigilante,
i
—Non porto denaro,--dice el primero.
— Ni io tampoco.
—Ni io,— contestó el último relamiéndose
los bigotes con cara de idiota.
Aquí se arma un pango mayúsculo.
Las mujeres chillan y se les van al humo
á los bravos piamonteses.
La policía acude y mis tres grandes y

CHIRIGOTA con sangre en el ojo por las injusticias


que le hicieron ha de ser inflexible...
En la Intendencia de Guerra: — Qué inflexible ni que flexible. Todo
Un paniaguado le dice al Intendente: eso es por guardar las formas y nada
—Lo que es de esta hecha, compadre,
;
mÁs. Pura cacofonía, compañero, pura
parece que no se escapa. cacofonía.
— ¿Y por qué ? —i Caco. . . qué ?
—Porque le han nombrado al general — Fonia.
Pico para que lo sumarien. — No entiendo.
— ¿ Y qué tiene ? —Porque usted no conoce las lenguas
— Que ese es un pico que habla poco; muertas. Pregúntele á Figueroa que me
pero que ha de obrar mucho y como está acusa lo que quiere decir eso
\LBLM -REVISTA *LA MUJER»

LAS PASIONES Nubes blancas, de nieve... y ni una gota


En lacopa de ayer para endulzaros!
De aquel hogar tan sólo las cenizas...
¡Sólo espmas al paso!
Fermenta el ámbar del champagne, amigos; Rafael Barreda.
Brindemos todos por Amor y Baco.
La luz en el hogar chisporrotea
Y alegres nos^miramosl

Lanlaa enaechas o trovad amantes^


A la esperanza y los recuerdos gratoslj
Gigantes somos, que la faz airada
Al cielo levantamos.

No hay que cejar! Porfía y mas poríía!


Esfuerzo tras esfuerzo sobrehumano!
No miremos atrás!... Siempre adelante!
Sin parar... sin descanso!

No haya tregua al aliento que da vida!...


Romped el dique que os impida el paso!..

Adelante seguid, que allá os espera


Üh trono... ¡ó un osario!

Cada pecho un volcán, cada alma un cielo,


Gada instante que pasa sea cien años,
Y no esquivéis herida por herida,
Hermano contra hermano!

Hidrópicos sentidos que os combaten,


Que no se encuentran de saciarse hartos,
Dejadlos trabajar en vuestro cuerpo,
Que os destruyan dejadlos!
Y cuando hallá en la cima ó en lo hondo,
Sin luerzas, sin aliento, ya cansados
exclaméis: -Ay, no puedo!— vuestros ojos.
Dirijid al pasado. ¿Seguirá enojada con migo?

^escando en Mar del Plata


ALRUM-RKVTSTA «T.A MUTKT?.

'Já

A ALCIRA
Vo no soy; es mi Dios; es mi sino;
es el cauce que guía; es la fuerza
que arrastra, que absorbe,
que conduce, domina y gobierna.
Yo no soy; es un í=er invisible
que subyuga y señala la senda
al hombre... al instinto...
No 8oy yo quien te adora; es mi estrella.
Soy la nube inconsciente que vaga
sin limón, albedrío ni idea
besando los picos
que á su paso le ofrece la esfera.
Soy el viento que impuha á la nube
sin saber quien irazó su carrera.
Soy pájaro hei 'do
que sin tino, frcnéüco vuela.
Soy la nave perdida en el pié'ago
qui azotó sin piedad la tormenta,
que flota sin rumbo
y á merced de las olas navega.
Soy errante molécula exótica;
SO}" cometa perdido que rueda
al infero abismo
ó al martirio de ruta perpétua.
Sólo sé que te adoro. Perdona
si fl destino á adorarte me lleva.
Inútil quf inicnies
del destino vencer la influencia.
No me cu'pes; yo soy quien te adora
pero lú eres el Dios de mi estrella,
que anasna. que absorbe,
que conduce, domina y gobieina.
(Remitido) ENRIQUE pi.A.
ALBUM REVISTA LA MUJER
- <• »

CINEMATÓGRAFO AMBULANTE

D i LA VIDA INTIMA jer envidiada. Pero don Eleuterio no ha


nacido para sabio ni para político de figu-
Hay hombres que nacen con buena es- ración. Dueño de una modesta fortuna he-
trella, y otros de los que bien puede de- redada y de modestas aspiraciones, mi
cirse que nacen estrellados. amigo no se sintió nunca con ánimo su-
Mi amigo don Eleuterio Pelotón, es uno ficiente para abordar empresas donde pu-
de los últimos. diera hallar el renombre codiciado por su
Desde que se casó con doña Petronila esposa. Y esto desespera á doña Petronila
—y de ello hace ya la íriolera de veinti- á tal punto, que no pasa día sin que apro-
siete años -no ha tenido, probablemente, veche algún momento para echar en cara
un solo día completo de felicidad, y no á su esposo lo que ella llamaba teUica-
porque por hombre de bien no lo merezca, mente su «obtusidad cerebraica» y otros
pues lo es á carta cabal, sino porque con calificativos por el estilo que el buen hom-
una esposa como la suya la telicidad es bre soporta con resignación admirable.
imposible. Antagonismo de carácter quizá, —Pero, hombre— le dice en esos momen-
pero el hecho es positivo. tos doña Petronila,— ¿vas á consentir que
Doña Petronila acariciaba en sus bue- sigamos viviendo en esta medianía, sin que
nos tiempos de soltería la risueña ilusión trates de conseguir un nombre que sea
de que el hombre que tuvise la suerte de pronunciado con admiración, por el que
ser su marido no sería un hombre vulgar, sea yo admirada con envidia y tus hijas
sino que pertenecería á la privilegiada puedan fiar en un porvenir tal como se
clase de personaje de alta figuración, ya lo merecen?
en la ciercia^ el arte ó la política, que á - El cuotidiano sermón no te falta.
élla la elevase al preciado rango de mu- — No te gusta porque no eres hombre.
--¿Y qué he de hacer yo?
—Un hombre que no sabe
serlo nunca encuentra me-
dios, pero el que lo es sale
siempre adelante y con el
éxito deseado; ahí tienes á
Policarpo, ¿qué ha sido ése?
un cualquiera, un muerto de
hambre. sin embargo, hoy
es diputado, y aunque en
la Cámara no hace otra cosa
que meter la pata escanda-
losamente, su nombre no
falta nunca en las crónicas
aristocráticas de los grandes
diarios, como tampoco el de
su íamilia, que 3'a ves como
se da corte cuando luce en
público su diputación.

— Policarpo replica don
Eleuterio, —
ha sido toda su
vida un adulador rastrero y
á esa condición impropia de
un hombre irreprochable de-
be cuanto es. ¿Por qué es
hoy diputado? Sencillamen-
te/ porque un día que esta-
ba en la casa de gobierno
vió entrar á uno de los mi-
nistros con las cintas de los
calzoncillos que le arrastra-
ban y sin decir oste ni moste
se arrodillo ante S. E., le
arremangó el panta'ón, le
ató las cintas y cátate que
el ministro agradecido le hizo
diputado en las primeras elec-
ciones. Yo no sirvo para eso.
—Tu no sirves para nada.
— Yo tengo vergüenza, Pe-
tronila, y con la ^vergüenza
son incompatibles esas za-
randajas.
ALBUM REVISTA
- «LA MUJER»

—Lo que lu tienes es mucha «obtusidad ser periodista no se necesita más que des-
<:erebraica». ¿Por qué no te haces perio- caro.
dista? ¿Es eso algo del otro jueves? Siendo — Sí, y saber escribir.
periodista podrías e'ogiar á tu mujer y á —Como si los tipógrafos no estuvieran
tus hijas en los diarios, como merecemos, para ocultar mala letra.
la
tendríamos palco en todos los teatros y —No lo digo en ese sentido, mujer.
-Pero ¿qué miga tienen esos ar-
tículos y esas crónicas que se publi-
can á millares todos los días? La
única gracia que tienen es que por
más que disculpan el fondo con tí-
tulos mas ó menos grotescos, resul-
tan que, efectivamente, parecen es-
critos con los pies. El caso es pu-
blicar y que el nombre corra.
—Convéncete, Petronila suplica —
don Eleuterio, —
yo no sirvo para
periodista bueno ni para periodistas
de esos que llaman zapateros. Para
bueno no nací con el sello corres-
pondiente, y para malo me falta el
prurito de contemplar con impavi-
dez que me tomen en el pelo y me
pongan de vuelta y media. Yo no
sirvo, vaya, desengáñate.
— lY que yo me haya casado con
un hombre tan apocado!— exclama
furiosa doña Petronila. ¡Eres un —
pusilánime! ¡Si yo fuera hombre!...
Y don Eleuterio, ante la actitud
poco halagüeña de su implacable
esposa, concluye por marcharse, no
sin precauciones, pues son peligro-
sos para él los furores de doña Pe-
tronila, la que, cuando se descuida, le
araña impunemente.
Mi buen amigo podría ser conta-
do con mas razón, quizá, que otros
que lo son, en el santoral, con la
podríamos asistir á banquetes y recepcio- denominación de esposo... y mártir.
nes. Tus hijas encontrarían escelentes par- Mártir inconsolable, porque ni en sus
tidos y. .
dos hijas encuentra el consuelo á que, como
—Ser periodista— la interrumpe su ma- padre tendría derecho, porque éllas. .

rido —no es tan fácil como parece. Se ne- Pero mejor será dejar su presentación
cesita mucho estudio y mucha esperiencia, para otro día
—¡Valiente cosa! Eso sería' antigua-
mente^ pero ahora bien sé \'0 que para AUGUSTO LOREDO.

INTERVENCION
Le ha tocado al Entre-Ríos
El tener revolución
Otra farsa como aquella
Que en Catamarca estalló
Pretextando situaciones
Que van de mal en peor,
Y que no son si no:— Quítate
Para que me ponga yo.
Qué apostamos á que el golpe
Se dió por la intervención
Y que va don Mariano
De Vedia de interventor?
Justo, quién mejor que el
Podrá arreglar la función
Al paladar de don Sabas
Y al colmillo de Carbó
Y sobre todo que el hombre
Le tomó gusto al turrón
Cuando lo de Buenos Aires,
Y hay que hartarlo; si, señor. Fin de 'a Temporada en Mar del Plata
ALBUM-REVIST/V «LA MUJER.

Foco conocido de nuestro público el jóven barítono


argentino Julio Quercia por no haberse presentado
como aficionado en liestas musicales conciertos, etc.,
salvo una uue otra sesión privada entre sus más ínti-
mos amigos, favorecemos nuestra publicación dando
hoy su fotograií;!
El jóV(.n Quercia cuenta solamente veinte años y
es ya una hermosa esperanza pura el arte lírico posée
un órgano vocal espléndido que domina todc^s los re-
gistros y dotes naturales poco ccinune^. que cultiva-
dos le auguran un i)orvenir brillante, tiene verdadera
pasión por la carrera en que inicia, bastando de;ir,
que ha hecho abandono completo de sus estudios de
ingeniería para df^dicarse al teatro.
Ha sido su profesor de canto durante tres años Vi-
cente Majulli. uno de los maestros m^s competentes y
mejor reputado en nuestro muñólo musical.
Por el paquete «Regina Mai gher ita». salido recien-
temente de nuestro puerto, se ha ausentado Quercia
para el viejo mundo. Se t-stablecerá e Ñapóles, con el
objeto de peí feccionar sus e^^iudios musicales, hacién-
dolo bajóla dirección del m te-tro Cacelli, considera-
do una notabilidad en su género. Permanece) á en Ita-
lia dos años, tiempo que considera suficiente para
salir á las tablas y son sus más fervientes deseos for-
mar partedel cuadro de ari istas que vienen á actuar en
la temporada lírica á nuestro piimer Coliseo y hacer
su df-but enti e nosotros.
El jóven Quercia nos ha ofrecido enviarnos desde
Italia correspondencias sobre asuntos de arte musical,

JULIO QUERCIA á las que daremos publicidad con mucho placer.


Deseamos al amigo el mejor éxito en sus estudios,
( canianie argentino) y que cuanto antes le aplaudamos en la Opera, son
nuestros votos.
F. M.

Sr. C. A. G. — Recibí su extraviado artículo titu- Sr. A. A. —


El Nocturno empieza bien; pero acaba
lado El Buitre y por ahora me es imposible reprodu- mal- Es de sentirse porque á La Mujer le gusta Jj»
cirlo por la falta de espacio, buena mtísica.

GEROGLIFICO
A Varios — Que me preguntan si hay tapas ó cubier M. Ca/'wes— Aplaza-
Sr. J.
tas apropósito para encuadernar el 1er. año de La mos para el número siguiente
Mujer les manifiesto que en la Administración se han ra contestación.
concluido las que se habían hecho exprofeso.
Kru^er—A sus dos estrofas
Sr. Steelpen — Tarde ha llegado su artículo A mi les falta que decía el léxi-
lo
poder; hoy ya no es oportuno. co Domínguez que le fallaba
á la Academia: zandnnga.
Sr. R. 1 ierrots —
uy desabrido su epíarrama, y
'

en cuanto soneto... ¿Quién le ha hecho á Vd. creer


al Sr. MoJiterrej'as—Víx en es-
que es soneto? Si dijera sonsonete^ pase. te número.

O. e S. — Como quiere que le publique tantas Jie- Sr. Mariitt Scalti—'L.o que
re^ias, como le dice Vd. á ese pobre hombre? Segur usted nos cuenta en su suelto
que si mjiñana hacen ustedes las paces, se arrepiente referente ;\ Irma Gaspei i- ya
usted de haber producido eso. La Mujer obra piado lo han dicho otros criiicos.
samante no publicándolo. ¿A qué lepetirlo? POR MONTERREJAS

LA. IVIUJCR
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