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Siete verbos
—elementales—
de acceso a la Eucaristía
Dolores Aleixandre RSCJ

N
o sé si yo me atrevería a afirmar con el mismo conven­
“Un año, la cuaresma en la Catedral de San Patri­
cimiento que “la Eucaristía es lo más simple que hay”.
cio, en Nueva York, fue predicada por un famoso Pero sí pienso que, de entre todos los posibles caminos
jesuita que escogió como tema la oración. Causó de acceso a ella, los que más tendemos a rehuir son precisa­
mente los más elementales, quizá porque son los más capaces
mucha admiración. Pero el elogio que más mella
de apoderarse de nuestra vida y a eso solemos tenerle bas­
le hizo fue el de un viejo cura que, a la vista de tante miedo. Por eso preferimos aproximaciones más sutiles o
tantos y tan extensos discursos, le dijo que en sí consideraciones más alambicadas, porque así nos defendemos
mejor de aquello que amenaza cambiarnos, que es lo que, en
la cosa había sido extraordinaria por el esfuerzo
el fondo, solemos tratar de evitar.
gigantesco que suponía, ‘ya que, como Ud. sabe, La elección de estos siete verbos o acciones —tener ham­
padre —y bajó la voz, en tono de conspira­dor—, bre, compartir la mesa, recordar, entregar, anticipar, “tragar­
se a Jesús” y bendecir— está hecha mirando aquello que en la
la oración es lo más simple que hay’. Y es que la
celebra­ción de la Eucaristía aparece recor­dado, represen­tado,
simplici­dad de la oración, su claridad, su falta dicho y recibido, y que puede ir con­figurando la vida de los que
de complica­ción, es lo último que conocemos o par­ticipamos en ella.
En realidad, más que de “acceso”, habría que hablar de “cir­
deseamos conocer”1.
cularidad” porque tratar de vivir esos verbos nos adentra en la

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Eucaristía, aunque es el misterio que allí celebramos lo que de Y para comer lo primero que uno necesita es tener hambre.
verdad nos reenvía a vivirlos en nuestra existencia cotidiana. Esta realidad, estremecedora en dos tercios de nuestro mundo
Les llamo verbos o acciones “elementales” en la misma pers­ y que tendría que quitarnos el sueño al tercio restante, tiene
pectiva de estas preguntas, que también lo son: mucho que ver con un cierto “estado de vigilia” que mantiene
“¿Cómo se puede explicar el hecho —dice J. M. Castillo— despierto el deseo.
de que una persona se pase gran parte de su vida comulgan­ De entre todas las estrategias pastorales de las que echa­
do a diario y, después de muchos años recibiendo cada día a mos mano a la hora de motivar a la gente para que participe en
Jesús en la Eucaristía, resulte que tiene los la Eucaristía (y de motivarnos nosotros, que
mismos defectos que al principio o, incluso, Y es que a fuerza de estilizar los buena falta nos hace), quizá esta de invitar
que tenga defectos y faltas más importantes símbolos, de respetar los ritos y a contactar con la autenticidad del deseo es
que cuando empezó a comulgar? ¿Cómo se de las más olvidadas. Y, sin embargo, es la
de cuidar la liturgia, corremos el
puede explicar que tanta gracia, acumulada que toca la zona más honda de nuestro ser.
durante tantos años, no se note, al menos peligro de olvidar que a lo que Lo que ocurre es que requiere un trabajo
de alguna manera, en la vida concreta de estamos invitados es no a un de poda que no siempre estamos dispuestos
esa persona?”2. espec­táculo ni a una represen­ a hacer porque al Deseo —con mayúscula—
“¿Cómo es posible —se pregunta A. Pao­ lo debilitan y lo adormecen los pequeños de­
tación ni a una conferencia, sino
li— que en países de mayoría católica mucha seos parásitos que se encarga de inocular­
gente piadosa que frecuenta la Iglesia, que a una comida fraterna. nos una sociedad especialista en generarlos.
todos los días recibe la Eucaristía y que ha­ Y así andamos, ingenuos y desprevenidos,
bla de Cristo y adora a Cristo, viva indiferente ante la injusticia dejándonos invadir en zonas de nuestro ser que deberían ser
y la desigualdad y, más aún, contribuya con sus opciones po­ el espacio de ese deseo que expresa tan bien el simbolismo
líticas y económicas a mantener cada vez más la desigualdad del Antiguo Testamento:
y la injus­ticia?”3. “Mi alma te ansía en la noche/ mi espíritu en mi interior
No me considero capaz de contestar a la radicalidad de esas madruga por ti/ ¡con qué ansia por tu nombre y tu recuerdo!”
preguntas. Solamente pretendo provocar una reflexión que, al (Is 26, 8-9).
menos, nos pueda ayudar a planteárnoslas con un poco más “Mi garganta tiene sed de ti, mi carne tiene ansia de ti,/ como
de honradez. tierra seca, agostada, sin agua.../ Me saciaré como de enjundia
y de manteca/ y mis labios te alabarán jubilosos” (Sal 63, 2.6).
TENER HAMBRE “¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta pascua antes
de padecer!...” (Lc 22,14), decía Jesús.
En una asamblea numerosísima de religiosas, en una casa Pero nosotros andamos desganados o aparen­temente satis­
en medio del campo, un obispo celebraba la Eucaristía. Todo fechos, entretenidos en mil distracciones y el deseo hondo del
estaba resultando extremadamente solemne. La práctica de Señor y su Reino nos resultan demasiado exigentes, y su pre­
la ceremonia era escrupulosamente observada y la homilía tensión de totalizar nuestra vida una exageración propia de
versaba sobre la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, a tiempos juveniles que se quedaron ya atrás.
razón de diez minutos por nota. En el jardín había una alga­ “Cuando vuelva el hijo del Hombre, ¿encontrará deseo en
rabía de pájaros acomodán­dose en los árboles al atardecer la tierra?”, podríamos decir, parafraseando la frase de Lucas
y me distraje pensando que si estuviera Jesús sentado entre (cf Lc 18, 8). Porque quizá nosotros tenemos ya bastante con
los fieles como laico que era, a lo mejor se hubiera levantado programar un viaje o planear unas vacaciones, estar al tanto
y le hubiera planteado con muchísimo respeto al obispo si no de las últimas noticias, conseguir que nos conozca y reconoz­
le importaba callarse un momentito para que todos pudiéra­ ca una docena más de personas, alcanzar la felicitación de un
mos escuchar a los pájaros. Eso me inundó de consolación, jefe, no tener ni un minuto libre (la agenda llena nos inunda de
que llegó a su cumbre cuando en el ofertorio el que ayudaba un prestigio estresado que se lleva mucho), escribir el artículo
a la misa tropezó, empujó el cáliz, se derramó el vino y la agi­ que dará que hablar, o lograr —por fin— aquel automóvil que no
tación que provocó hizo que aquello empezara a parecerse a desmerece de nuestra importan­cia... Es difícil “tener hambre”,
una cena de verdad. si son esas o parecidas las claves desde donde nos movemos.
Y es que a fuerza de estilizar los símbolos, de respetar los Cuenta el Libro de los Reyes que cuando Elías caminaba por
ritos y de cuidar la liturgia, corremos el peligro de olvidar que, el desierto hacia el Horeb y desfallecía en la marcha, un ángel lo
en el origen de lo que celebramos, hubo una cena de despedida reconfortó con pan y agua, “y con la fuerza de aquel alimento,
y que a lo que estamos invitados es no a un espec­táculo ni a una caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta llegar al Horeb,
representación ni a una conferencia, sino a una comida fraterna. el monte de Dios” (1 Re 19, 8).

1 Cuenta la anécdota W. M. Beckett, carmelita del Monasterio de Quiden­ham, Sclerder Abbey (Cornwall), en un artículo sobre la oración.
2 “Solo hay sacramento donde hay experiencia de fe”, Sal Terrae, 11 noviembre 1979, pp. 739-840.
3 Notas mecanografiadas de una conferencia pronunciada en Medellín.

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Al repetir insistente­mente a lo largo del día COMPARTIR la MESA


“Bendito seas, Señor, Dios del universo
“No serás amigo de tu amigo hasta que os
por...”, reconoce a Dios como origen hayáis comido juntos una porción de sal”,
de todo lo que existe, al mundo como dice un proverbio árabe. Y eso supone tiem­
un don a acoger y a los demás como po compartido, conversación prolongada,
confidencias entre amigos.
hermanos.
Compartir la mesa es el gran símbo­
lo de la capacidad de convivencia, de
la reconciliación y la inclusión y, desde
Experimentamos hambre cuando es­ el Antiguo Testamento, los banquetes
tamos en marcha hacia algún “Horeb”, son la mejor metáfora de lo que Dios
cuando nos desgasta el trabajo por el prepara a su pueblo:
Reino, la preocupación por los otros, la “El Señor de los ejércitos prepara/
lucha por un mundo más humano y por para todos los pueblos en este mon­
abrir caminos al Evangelio; pero el andar te/ un festín de manjares suculentos,/
pendientes del “que si subo-que si bajo”, un festín de vinos de solera;/ manjares
agarrados a la barra del caballo del carru­ enjundiosos, vinos generosos./ El Señor
sel que gira en torno a nosotros mismos, Dios aniquilará la muerte para siempre,/
nos anestesia peligrosamente y paraliza la enjugará las lágrimas de todos los rostros/
urgencia de acudir a ese Pan que sostiene y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo
nuestras fuerzas. el país,/ lo ha dicho el Señor” (Is 25, 6-8).
“Querellémonos de nosotros —decía Juan de La imagen que elige Jesús para hablarnos de
Ávila—, que, por querer mirar a muchas partes, no lo que es central en el Reino no es la visión estática
ponemos la vista en Dios y no queremos cerrar el ojo y beatífica que ha contami­nado de platonismo nuestras
que mira a las criaturas para, con todo nuestro pensamiento, imágenes de vida eterna, sino un ban­quete, una comida festiva.
mirar a solo Él. Cierra el ballestero un ojo para mejor ver con Su gesto de compartir mesa con gente marginal no era un acto
el otro y acertar en el blanco ¿y no cerrare­mos nosotros toda eucarístico en el sentido estricto del término, pero prefigu­ra­
la vista a lo que nos daña, para mejor acertar a cazar y herir ba y preparaba la Eucaristía como culminación de algo que se
al Señor? Recoja su amor y asiéntelo en Dios quien quiere al­ había ido gestando y expresando en aquellas comidas en las
canzar a Dios”4. que los últimos eran acogidos y tenían un lugar preferente.
La teología y la espiritualidad han dado un giro y nos parece La primera comunidad recordaba este gesto, profundamente
fatal eso de “no mirar a las criatu­ras”. Pero su equivalente fin subversivo, precisa­men­te porque incluía a judíos y no judíos, a
de siglo sería eso que A. Chércoles llama “la mirada carroñe­ libres y esclavos, a mujeres y hombres, a pobres y ricos.
ra” que ve la realidad como adquisición y revela nuestra codi­ “Partir el pan expresaba y creaba la fraternidad porque su­
cia posesiva. primía las barreras discriminatorias. No era un rito de evasión
“Sin Eucaristía no podríamos vivir”, dicen que decían los pri­ o de enclaustramiento, sino un compromiso y una toma de po­
meros cristianos, ballesteros determinados a dar en el blanco, sición frente a una sociedad dividida en grupos opuestos. Partir
convencidos de necesitar un alimento de vida que viniera de el pan iba unido a la preocupación de que comieran los pobres y
fuera de ellos mismos y revelando una actitud que está en las desposeídos de la comunidad y esto era así no solo por razones
antípodas de la autosufi­ciencia y de la dispersión. humanita­rias, sino, sobre todo, por una exigencia de formar la
Y nosotros, ¿nos atreveríamos a decir con sinceridad que Iglesia concreta, que tiene el deber de rechazar la distinción
no podríamos vivir sin Eucaristía, o esta es para nosotros una entre ricos y pobres”5.
especie de “plus piadoso”, un complemento alimenticio que no • Preguntarnos cómo y con quiénes compartimos el banquete
nos dejaría hambrien­tos si prescindiéramos de él? de nuestra vida, a quiénes sentamos a nuestra mesa: la de
• Podemos preguntarnos por nuestros deseos/hambres: dón­ nuestro tiempo, nuestra amistad, nuestros bienes, nuestro
de los tenemos puestos, cómo los alimentamos, cuáles son interés; a quiénes excluimos y por qué.
nuestros “deseos parásitos”. • Tratar de detectar qué dinamismos de inclusión están ya
• Puede resultar liberador poner nombre a nuestras tentaciones presentes y actuantes dentro y fuera de la Iglesia para ad­
de saciedad satisfecha para mantener despierto el deseo de herirnos a ellos. Discurrir cómo podemos crecer en esta in­
otro Pan di­fe­ren­te del que intentan vendernos desde tantos tención de incorporar, agregar, atraer o vincular. Proyectar
mercados. “estrategias de inclusión”, modos concretos de continuar

Carta a una señora en tiempo de Adviento. Obras completas del Beato Juan de Ávila. Madrid, 1952, p. 563.
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M. Díaz Mateos: Te reconocimos, Señor, al partir el pan, abril 1988, p. 35.


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—en lo corriente de nuestra vida— la experiencia de ser in­ guardar, retener, acumular, poseer. Acostumbrados a la lógica
cluidos que vivimos en cada Eucaristía. del cálculo, de la medida y la cautela, no nos es fácil entrar en
la lógica de la Eucaristía en la que celebramos el máximo de­
RECOR­DAR rroche, el total despilfarro.
Pero es precisamente eso lo que se nos llama a celebrar
Tengo asociado el tema del recuerdo con una tarde de Jueves y a vivir: “hagan esto en recuerdo mío”. No dice “mediten”,
Santo en la Escuela Bíblica de Jerusalén, durante la procesión “escri­ban”, “reflexionen teológicamente”, “compongan him­
en la que se lleva el Santísimo Sacramento al monumento. Los nos”, “borden ornamentos”, “organicen procesiones”, “cele­
celebran­tes eran muchos, casi todos ellos ilustres profesores bren congresos”, sino, sencilla­mente “háganlo”. No como una
de Sagrada Escritura y entre el gótico simple de la iglesia, los ejecución mimética, sino como algo que nace de dentro, de ese
hábitos dominicanos, las fachas impresionantes de aquellos rincón secreto de nuestra verdad última.
hombres, la ciencia que se suponía detrás de cada uno y las Gracias al relato de la Cena, sabemos (podemos “conocer
voces graves y bien timbradas con que cantaban el Pange Lin- internamente”, diría Ignacio de Loyola), lo que había en el in­
gua, el impacto estético era fuertísimo. terior de Jesús ante su muerte. Sin la Eucaristía, sería posible
Y en aquel momento tuve la sensación —y que me perdo­ pensar que murió por una especie de “lógica de la necesi­dad”,
nen los liturgistas— de que toda aquella belleza era ambigua. por­que no podía ser de otro modo. Sabemos que no fue así:
Es verdad que abría un camino hacia la trascendencia, pero la noche en que iba a ser entrega­do, cuando su vida estaba en
suponía, a la vez, una amenaza por su capacidad de distraer­ peligro pero aún no estaba detenido y todavía estaba abierta
nos sutilmente de aquello que estábamos recordando. La so­ la ocasión de escapar de una muerte que le pisaba los talones,
lemnidad, el incienso, el latín, el gótico, las velas y las flores él hizo el gesto de ponerse entero en el pan que repartió e hizo
podían alejarnos de la historia dramática de la que estábamos pasar la copa con el vino de una vida que iba a derramarse hasta
haciendo memoria: un galileo arrastrado por las calles de Je­ la última gota. Y aquel gesto y aquellas palabras, recordadas
rusalén, torturado en unos sótanos, abucheado por la multi­ en cada Eucaris­tía, nos permiten adentrarnos en el misterio
tud, senten­ciado por las autorida­des, ejecutado públicamente de una voluntad de entrega que se anticipa a la pérdida: nadie
fuera de la ciudad. puede arrebatarle la vida, es él quien la entrega voluntaria­
Soy consciente de que este es un tema delicado, pero si nos mente (cf. Jn 10, 18).
atrevemos a abordarlo quizá llegaríamos a un reconocimiento Siempre he pensado que las explicaciones “satisfactorias”
sanador de nuestra tendencia a transfugarnos hacia la estética, (todo aquello de la ofensa infinita y de un dios neurótico nece­
la rituali­zación, la majestuo­sidad, la privatización o la “lightiza­ sitado de una víctima que le diera reparación adecuada) están
ción” de todo lo que tenemos a nuestro alcance. grabadas de manera tan indeleble en el pueblo cristiano porque,
Porque “partir el pan” es mucho más que un gesto ritual, es en el fondo, nos hacen el favor de dejarnos a nosotros fuera
una forma de comer que expresa una forma de vivir. Hacemos de ese “ajuste de cuentas” entre el Padre y Jesús. Y eso nos
memoria de Jesús para seguir haciendo lo que él hizo: “partir­ resulta más cómodo que hacer de su entrega un estilo de vida,
se la vida”, “vaciarse hasta la muerte”, según la expresión del un camino de seguimiento, una llamada perentoria a continuar
cuarto canto del Siervo (Is 53, 12). De esa memoria nace nuestra viviendo eucarísticamente, es decir, escapando de la espiral de
fraternidad y solo se “reconoce a Jesús al partir el Pan” cuando la codicia y de la posesividad para entrar en la danza de la vida
el estilo de vida que él expresó en su entrega se hace presen­te, que no se retiene, en el gozo extraño de ofrecerse y darse, de
aunque sea germinalmente, en los que pretendemos seguirle. des-vivirse, de entregar todo lo que se es y se tiene.
• “Cuidado: guárdate muy bien de olvidar los hechos que pre­ • Podríamos visualizar a cámara lenta el gesto del ofertorio
senciaron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mien­ con todo lo que implica de desapropiación, desprendimiento,
tras te dure la vida” (Dt 4, 9). alegría de poder regalar, disponibilidad, esfuerzo por liberar
• Recordar qué es lo que “presenciaron nuestros ojos”, lo que la posesividad de nuestras manos. Y observar qué resisten­
signi­fica para cada uno “hacer memoria de Jesús” y confe­ cias sentimos si lo que ofrecemos es el tiempo, las fuerzas,
sarnos las razones secretas por las que pre­fe­ri­mos vivir la atención desplazada de nosotros mismos hacia los demás,
desmemo­ria­dos a volver una y otra vez al recuerdo perturba­ la tarjeta de crédito, las llaves de nuestra casa, esos ‘fines
dor de quien llegó por noso­tros “hasta la muerte y muerte de semana largo’ que reservábamos para nosotros.
de cruz” (Fil 2, 8). • Al leer este poema de Rilke podemos encontrar un reflejo
Y comprobar desde la propia experien­cia cómo ese síndro­ de la actitud posesiva que es la opuesta a la del don y en la
me amnésico suele ir unido a la despreocupación y el olvido de que quizá nos reconocere­mos ‘penitencialmente’: “No te in­
todos los que hoy siguen en la cruz. quietes, Dios./ Ellos dicen “mío”/ a todas las cosas que son
pacientes./ Son como el viento que roza la rama/ y dice “mi
ENTREGAR árbol”./ Ellos apenas notan cómo arde su mano,/ de modo
que también en su limbo último/ podrían sostenerlo sin que­
Es este un verbo que resulta extraño a nuestra cultura, pues marse./ Dicen “mío” como el que al conversar/ con campe­
en ella se conjugan precisamente los contrarios: apropiarse, sinos llama amigo al príncipe/ si el príncipe es muy grande

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y está lejos./ Dicen “mío” y llaman su po­ Nosotros andamos desgana­ Unidos en el pan los muchos granos,/ ire­
sesión/ a lo que se cierra cuando se acer­ dos o aparen­temente satis­ mos aprendiendo a ser la unida/ Ciudad de
can,/ al modo que un insulso charlatán/ Dios, Ciudad de los humanos./ Comiéndote
fechos, entretenidos en mil
llama acaso suyo al sol y al relámpago...6 . sabremos ser comida.
• Para tener memoria agradecida, nos ayu­ distracciones, y el deseo hon­ El vino de sus venas nos provoca./ El pan
daría “levantar acta” de tantas actitudes do del Señor y su Reino nos re­ que ellos no tienen nos convoca/ a ser Con­
de entrega gratuita que existen a nuestro sultan demasiado exigentes. tigo el pan de cada día.
alrededor y que quizá no reconocemos por Llamados por la luz de Tu memoria,/ mar­
pura miopía del corazón. chamos hacia el Reino haciendo Historia,/ fra­
terna y subversiva Eucaristía”7.
ANTICIPAR
“TRAGARSE” A JESÚS
Algo difícil de encajar para los primeros cristianos fue el
retraso de la llegada del Señor y del Reino. Detrás de muchas Por más que lo he intentado, no he conseguido encontrar
imágenes de las parábolas que llamamos escatológicas se es­ otro verbo menos áspero que este, que al menos tiene la ven­
conde el intento de descifrar una realidad desconcertante: por taja de ser familiar en nuestro vocabulario: “No trago a tal per­
eso hablan de “noche”, de “ausencia”, de “retraso”. Por eso su sona”, “ese disgusto aún no me lo he tragado...”, “todavía lo
fe necesitó, como la nuestra, dirigir su mirada a “las cosas últi­ tengo aquí” (y señalamos la garganta). Nos es fácil sacar la
mas”, escucharlas, simbolizarlas, imaginarlas, convertirlas en lengua o poner la mano para comulgar y tragarnos el Pan y,
palabras pronunciables. A esa necesidad profunda de “antici­ luego, volver a nuestro sitio con recogimiento y dar gracias lo
par”, de pregustar ya, aquí, algo de lo que será definitivo, res­ mejor que podemos.
ponde “literariamente” el Apocalipsis y, “sacramentalmente”, Pero de vez en cuando tendríamos que cambiar la expresión
la celebración eucarística. “comulgar” por la de “tragarnos a Jesús” para caer un poco más
El hebreo, viviendo entre las demás cosas, las ve a todas en la cuenta de lo que significaría “tragarnos” su mentalidad
como promesas: para el hebreo, la piedra no “tiene” dureza, no (es el metanoeite, “cambien de mentalidad”, de Mc 1, 15, o el
“es” dura en el sentido que el griego daría a estas palabras. La “tengan los mismos sentimientos que Cristo Jesús”, de Fil 2, 5),
piedra, por eso que llamamos dureza suya, se le presenta como sus preferen­cias, sus opciones, su estilo de vida, su extraña
permaneciendo firme en el futuro, comportándose sólidamente manera de vivir, de pensar y de actuar.
en él. La piedra “es” dura, significa: la piedra permanecerá. La Recuerdo una devota costumbre que me inculcaron de niña
verdad no es, así, un atributo del presente, sino una promesa que se llamaba “hacer una comunión espiritual”: consistía en
del futuro (...). La verdad no está oculta tras el movimiento, mandar el corazón al sagrario (se recomendaba mucho hacer­
como en Grecia, sino tras la historia. La verdad es cuestión de lo en los viajes, al ver un campanario) y desear recibir a Jesús
tiempo. Lo que las cosas son, su destino, será transparente espiritual­mente ya que no podía hacerse sacramen­talmente. Se
cuando llegue la “consumación de los siglos”. me ocurre que podría ser un buen ejercicio hacer algo parecido
“La verdad es cuestión de tiempo”. La Eucaristía nos revela abriendo el Evangelio por donde nos salga. Y cuando leamos,
cómo será el futuro: una humanidad reconciliada y fraterna, una por ejemplo, “el que quiera ser el mayor entre vosotros que sea
mesa para todos en la que circularán el Pan y la Palabra, una vuestro servidor” (Mt 23, 12), “no te digo que perdones hasta
comunidad reunida en torno al Resucitado y partici­pando de su siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18, 22), “me
Vida. Al acercarnos a ella desde la experiencia dolorosa de un dan compasión estas gentes, dénles ustedes de comer” (Mc
mundo dividido y roto, nuestra esperanza se rehace al celebrar 6, 34.37 ), “no recolecten tesoros en la tierra” (Mt 6, 19), “las
anticipadamente la realización del sueño de Dios sobre su mundo. prostitutas os precederán” (Mt 21, 31), “presten sin esperar nada
Vivir la Eucaristía como anticipación utópica, como “maqueta” a cam­bio” (Lc 6, 35)..., hacer el gesto interior de “tragarnos”
del mundo que el Padre quiere, nos hace volver a lo cotidiano más eso, de comulgar con ello, de desear, al menos, irnos poniendo
capaces de perdonar y de ser perdonados, más decididos a trabajar de acuerdo con Jesús, creciendo en afinidad con él, pidiendo
por ensanchar espacios en los que cada hombre y cada mujer en­ al Padre, con la pobreza de quien se siente incapaz desde sus
cuentren su lugar en torno a la mesa común, más dispuestos a ser fuerzas, que “nos ponga con su Hijo” y nos haga ir teniendo
pan compartido y presencia real del amor de Dios para los últimos. “parte con él” (cf. Jn 13, 8), con las consecuencias de que sea
Podemos evocar situaciones en que vivir “eucarísticamente” el “Primogé­nito de una multitud de hermanos...”.
nos ha hecho gustar de antemano lo que es nuestro destino final. Este fragmento de un poema de B. Gz. Buelta puede ayu­
“Mis manos, esas manos y Tus manos/ hacemos este gesto, darnos a continuar esta reflexión en una actitud más orante:
compartida/ la mesa y el destino, como hermanos./ Las vidas “Te ofreces a nosotros/ para que comulguemos con tu pre­
en Tu muerte y en Tu vida. sencia/ y, al acogerte a ti,/ hecho de tiempo/ y de historia nues­

R. M. Rilke, El Libro de las horas, Antología poética. Madrid, 1980.


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7 P. Casaldáliga, Todavía estas palabras, Estella, 1989, p. 80.

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La imagen que elige Jesús para hablarnos de lo que es central en el Reino no es la visión estática y beatífica
que ha contami­nado de platonismo nuestras imágenes de vida eterna, sino un ban­quete, una comida festiva.

tra,/ acojamos también/ la vida de los otros/ que en ti se ha hermanos con los que hay que participar del único banquete
hecho/ sacramento cercano. Te ofreces a nosotros/ para que de la vida9.
comulguemos con tu proyecto/ que congrega y resucita/ tantas “Bendecir significa revelar la última identidad de las cosas,
horas humanas/ desmenuzadas como harina/ por mecanismos su profunda interiori­dad, que consiste en hacer entrar en rela­
que giran/ como prensas y molinos. ción con el Creador”. Los objetos, la actividad, el trabajo, las
Un día, toda la historia/ descansará en tu encuentro,/ re­ relaciones, el espesor de la vida, pueden volverse opacos y
conciliada eternidad,/ como el pan y el vino/ de la vida tuya y ser ocasión de desencuen­tro. Pero la bendición consigue que
nuestra,/ compartidos sin codicia/ en la mesa fraterna/ donde la realidad se vuelva translú­ci­da: ilumina nuestra mirada y la
festejaremos sin ocaso”8. hace llegar hasta llegar a Dios, que es su origen10..
La Eucaristía nació en ese contexto: “Tomó el pan y, pronun­
BENDECIR ciada la bendición, se lo dio...” (Mc 14, 22; cf.; Mt 26, 26; Lc 22,
15; 1 Cor 11, 24). Ella es para nosotros la ocasión de convertir en
Es el verbo central de la Eucaristía y la médula de nuestra bendición nuestra vida entera, de “arrastrar” hasta ella todo
vida. La palabra griega eucharistía, acción de gracias, tuvo más el peso de nuestro agradecimiento, todo lo que en nosotros y
fortuna en el Nuevo Testamento que eulogia, alabanza, la otra en toda la creación está llamado a convertirse en canción, en
palabra con que la Biblia griega traduce la berakah hebrea, (ben­ “un himno a su gloriosa generosidad” (Ef 1, 14).
dición). Y, cuando decimos “Eucaristía”, estamos recogiendo Tenemos en las manos y en el corazón la opción de vivir “en
toda la herencia de bendición, de alabanza y de agradecimiento clave de murmura­ción”: quejas, resentimiento y desencanto,
desbordante que recorre todo el Antiguo Testamento. como Israel en el desierto (cf.; Ex 16-17) o “en clave de ben­
Una de las experiencias más gozosas de Israel es la de reco­ dición”, descubriendo en la vida, más allá de su opacidad, la
nocer que la bendición de su Dios le conce­de vida, fecundi­dad, presencia que hacía estremecerse de alegría a Jesús (cf.; Mat
protección. Decir “bendición” es decir “regalo”, don gratuito 11, 25) cuando sentía la “afinidad” de sus preferen­cias con las
(el “bendecir” de Dios es “bienhacer”, dice A. Schokel) y los del Padre.
creyentes bíblicos reaccionan con una “bendi­ción ascenden­te” La Eucaristía nos invita a comulgar con su bendición, su gozo
que dirige hacia el Señor su alabanza y su acción de gracias. se nos ofrece como un pan que se parte: “Al que venga, le daré
La bendición es el término que condensa la riqueza y la ori­ un maná escondido...” (Ap 2, 17). “Estoy a la puerta y llamo: si
ginalidad de la tradición en que aprendió a orar Jesús. alguien escucha mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa
A través de ella, el creyente israelita entra en una triple y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).
relación con Dios, con el mundo y con los demás: al repetir Quizá solo seamos capaces de esos gestos elementales:
insistente­mente a lo largo del día “Bendito seas, Señor, Dios poner la mesa, estar despiertos, quedarnos en silencio, vigi­
del universo por...”, reconoce a Dios como origen de todo lo lar, reconocer una voz, abrir la puerta, acoger agradecidos ese
que existe, al mundo como un don a acoger y a los demás como maná escondido. MSJ
8 González Buelta, Benjamín: En el aliento de Dios. Salmos de gratuidad. Santander, 1985, p. 57-59.
9 C. Di Sante, La priere d`Israel, Aux sources de la liturgia chrétienne, París, 1986.
10 Son ideas del Rabino BARUK GARZÓN en una conferencia sobre la oración judía dada en la facultad de Teología de Comillas en Enero de 1995.

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