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y movimientos sociales.
¿Un giro ecoterritorial hacia nuevas alternativas?
Maristella Svampa1
3 Como sostiene el antropólogo chileno José Bengoa (2007), una primera ar-
ticulación entre discurso indigenista y ecologista se produce en el marco de
la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, en 1992, en la cual las organizacio-
nes indígenas abandonan el discurso campesinista y asumen el ecológico, al
tiempo que las organizaciones ambientalistas encuentran un sujeto sobre el
cual proyectar su utopía. Sin embargo, el “momento” real de las articulacio-
nes se hará poco después, hacia fines del año 2000, en el marco del avance
del nuevo modelo de acumulación.
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Bienes comunes
En la defensa de los recursos naturales, estos aparecen resigni-
ficados como “bienes comunes” que garantizan y sostienen las
formas de vida en un territorio determinado. El concepto, muy
generalizado en el espacio de los movimientos sociales, integra
visiones diferentes que sostienen la necesidad de mantener fuera
del mercado aquellos recursos que, por su carácter de patrimo-
nio natural, social y cultural, poseen un valor que rebasa cual-
quier precio. Este carácter de “inalienabilidad” aparece vinculada
a la idea de lo común, lo compartido y, por ende, a la definición
misma de la comunidad o ámbitos de comunidad.6 Como afir-
ma David Bollier: “El concepto de bienes comunes describe una
amplia variedad de fenómenos; se refiere a los sistemas sociales y
jurídicos para la administración de los recursos compartidos de
una manera justa y sustentable. (…) Llevan implícita una serie de
valores y tradiciones que otorgan identidad a una comunidad y la
ayudan a autogobernarse” (2008: 30).
En el contexto de nuestro análisis, la referencia en torno de los
bienes comunes aparece íntimamente asociada a la de territorio.
Así, no se trata exclusivamente de una disputa en torno a los “re-
5 Hemos escogido desarrollar solo cuatro de estos marcos comunes, los cuáles
además tienen un peso desigual en la dinámica misma de las luchas. Una
caracterización más exhaustiva debería incluir aquel de “soberanía alimen-
taria”, que no hemos tomado aquí y que sostienen la mayoría de los movi-
mientos campesinos.
6 Pese a su uso extendido, no ha habido mayores debates en América Latina
sobre la noción misma de bienes comunes. Una aproximación puede encon-
trarse en Esteva (2007), quien considera que los bienes comunes deben defi-
nirse menos por sus características que como por construcción de “ámbitos
de comunidad”. En realidad, el concepto proviene de la tradición anglosajo-
na, véase Bollier (2008).
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Justicia ambiental
El giro ecoterritorial presenta contactos significativos con lo que
los propios actores denominan “movimiento de justicia ambiental”,
originado en la década de los 1980 en comunidades negras de Esta-
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Buen vivir
Una de las consignas que recorre y ha otorgado una mayor vitali-
dad al actual giro ecoterritorial es la del buen vivir, sumak kawsay,
o vivir bien, suma qamaña, vinculado a la cosmovisión indígena
andina. Sin duda, esta es una de las consignas más movilizadoras,
que tiende a desplazar otras (como la justicia ambiental), y opera
como una suerte de horizonte emancipatorio que apunta a tender
Derechos de la Naturaleza
Esta perspectiva jurídica-filosófica, basada en la ecología pro-
funda, aparece ilustrada en la nueva Constitución ecuatoriana;
cuyo carácter innovador da cuenta de lo que Eduardo Gudynas
(2009a) ha denominado el “giro biocéntrico”, a fin de subrayar el
desplazamiento desde una visión antropocéntrica de la Naturale-
za hacia otra, centrada en ésta última como sujeto de derechos.
En esta línea, se plantearían igualmente también diferentes tipos
de ciudadanía (ciudadanía ambiental y meta-ciudadanía ecoló-
gica), o dos tipos de justicia independiente, la justicia ambiental,
que exige condiciones sociales equitativas y un medio ambiente
sano y no contaminado, y la justicia ecológica, referida a la so-
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2. Tensión de territorialidades
Antes que nada, es necesario reconocer que el actual proceso de
construcción de territorialidad se realiza en un espacio complejo,
en el cual se entrecruzan lógicas de acción y racionalidades por-
tadoras de valoraciones diferentes.
De modo esquemático, puede afirmarse que existen diferen-
tes lógicas de territorialidad, según nos refiramos a los grandes
actores económicos (corporaciones, élites económicas), a los Es-
tados (en sus diversos niveles), o a los diferentes actores sociales
organizados y/o intervinientes en el conflicto. Mientras que las
lógicas territoriales de las corporaciones y las élites económicas
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