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Originalmente, la palabra insolencia significó inhabitual, desacostumbrado, que no

suele hacerse, extraño, raro, inusual. De un nombre rarísimo decían los latinos que era
insolentíssimum nomen. Y a un lugar infrecuentado y solitario, al que nadie iba, lo
llamaban ínsolens locus, lugar insolente.

“Insolencias” dice Cervantes de las cien mil cosas inauditas que hizo Roldán, “dignas de
eterno nombre y escritura”. (Quijote, Parte I, c. 25.)

De este sentido original de la palabra insolencia se ha derivado el sentido moderno


de atrevimiento y descaro. El insolente es el hombre irritante, impertinente, desafiante, el
que dice o hace cosas insólitas.

La insolencia es, pues, lo que no se suele decir, lo que no se suele hacer, y lo que,
por tanto, cuando dicho o hecho, irrita y desconcierta.

Lo contrario, o sea lo que se suele hacer o decir, lo sólito o acostumbrado, lo usual, lo


común y corriente, es la solencia, voz propuesta hace alrededor de medio siglo por el
filósofo español Julián Marías y que hasta ahora no admite la Academia, a pesar de ser
término impecable, útil y necesario. Cierta vez me dijo un académico que la Academia no
admitía solencia por su escasa o nula difusión. Le repliqué que en el lexicón académico
hay muchísimos términos que no tienen prácticamente usuarios; por ejemplo, engandujo, y
le aclaré que era falso que solencia no los tuviese. Los tiene, aunque desde luego entre
gente culta.

Solencia es un deverbal, porque se deriva del verbo soler, así como empuje se deriva de
empujar y salvamento de salvar.

Vejez psicoanalítica

Dice Erich Fromm que Freud inauguró con el psicoanálisis un nuevo mercado; pero pronto
advirtieron los psicoanalistas que si el nuevo mercado quería prosperar tenía que
adaptarse al Orden Establecido. Nadie iba a decir, por ejemplo, como dijo muchos años
después Herbert Marcuse, que lo más sensato que se podía hacer con los medios de
comunicación masiva era intervenirlos, para que no siguieran embruteciendo a la gente.
Ningún psicoanalista con consultorio iba a decir eso. El psiconálisis se había adecentado.

La crisis del psicoanálisis o su ostensible envejecimiento se inició cuando dejó de


ser una teoría innovadora y se convirtió en una teoría conformista.

“Al comienzo –dice Fromm– fue una teoría revolucionaria, profunda, liberadora, pero fue
perdiendo paulatinamente ese carácter y se estancó, refugiándose en el conformismo y en
la búsqueda de la respetabilidad.” (Erich Fromm, La Crisis del Psicoanálisis, 16.)

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