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De Patricia Suárez
Argentina.
Un crudo invierno de los ‘50.
Una ciudad de provincias.
Personajes
Fina, la renga
Octavio, su amante
FINA (canta):.
OCTAVIO: Sí.
FINA: Comiste?
OCTAVIO: Algo.
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FINA: Octavio: si esa mujer te quisiera, no te haría gallina. La gallina tiene una grasa
que daña el hígado. Además, como que me llamo Josefina Díaz, que le pone culantro.
La semilla de culantro es veneno puro para el hígado. ¿Vos le pasaste las recetas que yo
te di, a tu mujer? Mirá que son las que usamos en el hospital, las del doctor Belcredi; las
cocineras me la dieron tal como son y si tu mujer te cocinara como yo te digo, vos
marcharías bien. Venderías salud, mirá lo que te digo. En cambio, ¿te viste cómo estás?
Parecés un membrillo que al primer viento se cae del árbol.
FINA: Apenas…?
FINA: ¿Cómo? No es una cuestión de fe, querido. ¿Te duele o no te duele? ¡Jesús, qué
de mentiras! Por qué me decís que estás lleno, si no estás lleno?
OCTAVIO: No sé.
OCTAVIO: No…
FINA (amenazante): Octavio… Voy a comerme uno también yo. Que me raspa la
garganta. Tuve que cantar para distraer a los pobrecitos tullidos. Me miraban con una
carita, ¡cómo les gusta la música a los niños! Hache i jota ka,/ ele elle eme a,/
que si usted no me quiere,/ otro amante me querrá… Al doctor Belcredi
se le iban los ojos; “Qué voz tiene, Fina, qué afinada es”. Qué viejo verde. Los niños,
qué dulzura, estiraban las manitos y me pedían: “¡Otra, otra!” (suspira) Al final me
enojé y los planté en la mitad de la canción. ¿Sabés qué hacían? Se burlaban, Octavio!
“Me tomaron por un lorito?”, les pregunté. Los canallas se reían doblados. De mi pie
cojo se reian; pero les pegué cuatro gritos: “¡No les canto más, malvados del infierno!!”
Se quedaron mudos. ¿Tu mujer le canta a tu hijo?
OCTAVIO: …
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FINA: ¿Canta o no canta? Se me pegó: Hache i jota ka/ ele elle eme a/… ¿Es
que doy risa bailando, es eso? Yo no sé de qué se ríen los tullidos si ellos van a quedar
así o peor todavía. Se hacen los valientes porque les dicen que los científicos
experimentan con una vacuna contra la polio. ¡Jesús, qué de mentiras! ¿Le diste a tu
hijo el cubrepiés que le tejí? ¿Te dio las gracias?
OCTAVIO: …
FINA: Cuando lo tragues, hablás. No te habrá dado las gracias: es un chico, los chicos
son todos así... Angelitos del cielo, dicen algunos. Pero son egoístas, ingratos, crueles.
Además vaya uno a saber la educación que le darán… a tu hijo quiero decir… vos no,
querido: a tu mujer, me refiero. Porque vos debés hacer una cosa y ella debe deshacer y
malcriarlo apenas te das vuelta. Yo una vez lo vi a Albertito y a la nenita cuando iba a lo
de la tía y no me pareció un chico muy… Salió a ella. Tu hijo, ¿tira más para tu mujer?
FINA: La gente no te quiere insultar. A veces es mejor callarse lo que uno piensa. Qué
te van a decir? Para mí que tu hijo es igual a tu mujer. O vaya uno a saber quién, de la
raza de ella. (Viene con una cacerola y le sirve). Carne seca y papas. El manjar de los
enfermos del hígado, dice el doctor. Ya te sirvo. Ay, hablo y me duele acá. El pecho, el
ardor. Un año atrás, yo que soy una romántica, te hubiera dicho: es el amor. Pero hoy te
digo: es la pleura. Es que tuve un día, querido, que más que un día pareció una noche.
Yo mañana sin falta pido que me cambien del pabellón de niños paralíticos. No los
atiendo más. Vos qué pensás, Octavio?
FINA: ¿Qué?
FINA: Siempre pensando en comer lo que no podés. Tu mujer te sigue comprando esas
porquerías en la pastelería La Blanquita.
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OCTAVIO: Hablo de lo que le pasa a Octavio.
OCTAVIO: Que Fina va a pedir el cambio del pabellón de los paralíticos a otro.
FINA: ¿No sos el hombre que está a mi lado? No puedo decir mi marido, porque vive la
alacrana esa que se sacude en tu casa. Pero para mí es como si lo fueras, Octavio. Tenés
la autoridad de opinar sobre cuanta cosa yo te interrogue.
FINA: Sí, pero no son problemas de igual importancia. Porque vos, a ver, ¿qué es lo
peor que podés hacer? Despachar mal una carta. Iba a Tandil y vos la mandás por error
al Africa Negra, por ejemplo. Pero yo, si me equivoco, mato un paralítico. Puedo
confundir la medicación y ese paralítico no camina nunca más.
OCTAVIO:
FINA: Anoche soñé con vos. Ay, qué sueño. Mirá (se rasca la mejilla), me pongo roja.
Ves que me pongo roja? No es colorete. En el sueño, yo estaba entre tus brazos y vos me
besabas…
OCTAVIO carraspea: …
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OCTAVIO: Fina lo quiere a Octavio?
FINA: Yo soy una mujer que cuando quiere, se entrega por completo a su hombre.
FINA: Ay, Octavio. Vos no tenés seso. Me dio pudor por el quinielero. Mirá si se me
arrima, me hace una propuesta indecente después. Viste cómo son los hombres, tienen
prejuicio. Creen que las enfermeras somos todas unas cualquiera. No comprenden que
somos unas apóstoles de la medicina.
FINA seria, autoritaria: ¿Qué pasa? Te comés todo el plato. No quiero ningún
berrinche. Esto es una panacea para los enfermos del hígado y hasta del riñón.
FINA: Respirá hondo. Podés decírmelo. ¿Qué fue? ¿Robaste estampillas otra vez?
FINA: …
FINA: Cómo?
OCTAVIO: Eso.
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FINA: Vos abriste la boca.
OCTAVIO: No.
FINA: ¡Jesús, qué de mentiras! Tu cuñada hace dos años que te ve entrar y salir.
OCTAVIO: Pero estaban peleadas y ahora parece que se amigaron. Le hizo una visita a
la Angiolina y le contó.
FINA: Las culebras nunca están mudas. (comprende de pronto) ¿Venís a dejarme? Es
eso? Por eso tanto silencio…? Se enteró la santa esposa y rápido hacemos desaparecer a
la manceba, a la engañada…
FINA: el hazmerreír de todo el mundo, el quasimodo, ¡el monstruo! Ay, ay. Pero cuando
viniste a mí… cuando llegaste solo, abandonado de la mano de Dios, vomitando bilis,
hecho pedazos, que creías que te morías y yo en la guardia te miré… fue mirarte nada
más, jugar con fuego… El doctor te desahució en un cuarto de hora, pero yo te cuidé.
Cada vez que te hacía beber té dulce… ¡ah! me enamoré de vos. Hablabas bajito,
palabritas dulces… aunque al principio mucho no te entendia por eso de Octavio esto,
Octavio lo otro… Pero vos, ahora, me das a beber del tazón de la amargura…
FINA: ¿Y acaso vino ella a verte en todos esos días? No, la señora estaba con sus
parientes en el campo. ¿Qué época era esa? La siega, la yerra, la doma? Todas esas
prácticas bárbaras que sigue tu mujer y los suyos. ¿Y a quién tenías al lado? A Josefina
Díaz, enfermera diplomada por la Cruz Roja Argentina, entregada a su trabajo desde su
primera juventud…
Fina llora.
FINA: Andáte, Octavio. Enfardelá tu corazón y andáte. Yo sé qué es. No es tu mujer que
te apremia. ¡Si lo sabré yo, Jesús! No importa…
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OCTAVIO: No.
FINA: El doctor Belcredi me dijo que existe una operación. Es un riesgo, pero se puede
intentar. En el país se lo hicieron a un señorito de abolengo, por retacón… Te ponen un
taco, una especie de taco de acero abajo en el talón… Con que me lo hagan aquí, ya
puedo andar parejo…Ahí sí, ya no te daría la vergüenza de salir a la calle conmigo.
Saldrías del brazo por la calle con una mujer que anda parejito, y dejarías a tu mujer.
Ahí no le tendrías pena a tu mujer …
OCTAVIO: …
FINA encima de la frase de él: Volvéte con tu mujer, Octavio. Yo no tengo coraje para
hacerme una operación.
OCTAVIO: Escapemos los dos a otra parte. Octavio vino a decirte que si Fina quiere, él
deja a su esposa.
FINA: A veces creo que estoy con el ventrílocuo y el muñeco. Uno de esos que habla
con el estómago…
FINA: Ya lo sé, Octavio. Que me querés mucho y que no me engañás con tu mujer: en
un corazón tan chico no pueden caber dos almas.
OCTAVIO: Fina lo cuida a Octavio. Ahora Octavio pagará los favores recibidos y…
y… y te cuidará a vos.
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OCTAVIO: Viajan los dos a Alta Gracia. O a Santa Rosa de Calamuchita. Allá mi tío
tiene una fonda, yo puedo trabajar ahí. O puedo criar animales. Conejos, pollos. Patos,
chanchos. Fina no tendrá que trabajar.
OCTAVIA: La chacra.
FINA: Una chacra. Vos qué sabés para tener una chacra, Octavio?
OCTAVIO: Me gustan los animales. Fina no, Fina no tiene que meterse en el barro, en
el chiquero. Fina puede poner inyecciones,. Puede ofrecer a poner inyecciones, si
quiere… Estará tranquila con su Octavio, Fina.
FINA: Juntos…
OCTAVIO: Sí.
FINA: No sé.
FINA: …
FINA: No es cierto.
OCTAVIO: ¡Pero si no le importa que seas renga! Fina pedía… Cuántas veces le dijo
que no lo quería a su Octavio del alma, que si lo quería dejara a su esposa …?
OCTAVIO: Sí, comí. Le dije a la Angiolina que mañana tomo una decisión. Y que se la
haré saber. Le pasaré plata para que críe a los hijos, ¿cómo se dice?, que los envíe a la
escuela y que no les falte comida. Que no les falte remedios, que no les falte nada. Y
Octavio formará otra familia, con la mujer que ama.
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FINA: A veces siento que estoy oyéndote contar una cinta que viste en el cine.
FINA. …
OCTAVIO: Fina dice que la Angiolina me quiere matar. Le dice bicho rastrero.
FINA: Es que te cocina unas cosas muy malas para tu salud, Octavio. Esa manía que
tiene con el ajo y con el puerro… Pero de ahí a dejarla así… No sé, me podrías
consultar primero. No soy un poste, soy un alma sensible, como dice el doctor, y por eso
canto con tanto sentimiento a los paralíticos y los escrofulosos…
OCTAVIO: Primero Fina quiere una cosa, después parece que quiere otra. Llora, se tira
de los pelos, se enrabiá porque existe la santa esposa Angiolina y Fina lo quiere a
Octavio para ella sola. Se lo repite dos años, noche y día, día y noche. Que no quiere
compartir a su Octavio. Pero ahora que por fin Octavio toma la decisión de hacerla
suya, parece que lo prefiere de pelele.
FINA: Cuánto tiempo vas a tardar en avergonzarte, Octavio? Voy a querer un día
agarrarte del brazo y vos vas a decirme: Salí de acá adefesio mal hecho. ¿Acaso alguien
pensó que Adefesia es mi segundo nombre? ¿Que Adefesia es mi nombre de pila?
Yo eso no podría soportarlo, querido. Volvéte a tu casa. Después de todo este tiempo…
¿qué necesidad de …? Es linda tu mujer. La vi una vez que salía de La Buenos Aires.
Tenía un vestido verde… y se bamboleaba acá y allá, parejito…
OCTAVIO:...
FINA: …parecía que bailaba el vals cuando andaba… ¿Para qué le servirá a ella su
elegancia y su hermosura, digo yo?
OCTAVIO: Me voy.
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FINA: Como que hay un Dios, que si no te cuidás del hígado, Octavio, te viene un
ataque cuando menos lo esperás y te quedás duro.
Fina asomándose.
FINA: Vos me querés volver loca. Me duele el pie, me duele el pie que me parece que
me muero. ¡Jesusito, auxíliame en mi aflicción!
FINA: …
FINA: …
FINA: Si?
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FINA: Así de repente? Ay! Pobre tu mujer…
OCATVIO: Ya lo sé. Fina no se da cuenta todavía del sacrificio que hizo Octavio por
ella.
OCTAVIO: Octavio dejó atrás todo su pasado. Y empezará una nueva vida
OCTAVIO: A la Angiolina.
OCTAVIO: Cómo que no? Ojalá se seque; que se le pudran los dientes de adelante; que
se enferme de picor en la casucha…
FINA: Es que viniste tan pronto… No hace ni dos horas que te fuiste.
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FINA: Tu mujer como lo tomó?
OCTAVIO: Estaba dormida y cuando se despertó vio las dos valijas y se dio cuenta.
FINA: Pero vos le hablaste, le explicaste? Porque a lo mejor vio las valijas y pensó que
te convertiste en viajante comisionista. Le dijiste, así como hablás vos, Octavio se
marcha para siempre a la casa de su amante?
OCTAVIO: La primera.
OCTAVIO: No.
OCTAVIO: “Me voy, Lina. Hoy, 28 de junio, le llegó mi olvido. Respecto de los niños
no se preocupe. No le faltará nada, verá.”
FINA: A ella no le decís Octavio así, Octavio asá? No le hablás con el muñeco al lado?
Con ella hablás como un hombre normal? Yo nunca conocí a nadie así, Octavio. Y mirá
que yo conocí una punta de locos, porque la de enfermera es una profesión que…
bueno, que siempre los hombres están rondando como moscardones, por eso… La
verdad, a veces pienso y no sé cómo me fui a enamorar de vos. Qué vaga ilusión tendría
cuando te vi…?
FINA: ¿Qué?
OCTAVIO: Verde.
FINA: …
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OCTAVIO: La bilis. Era verde.
FINA: Sí, sí… Cada vez que te daba la cucharada de jarabe, me pedías una cita.
“¿Puede Octavio salir con usted?” Y yo me negaba. Claro, pensaba que me hablabas de
un amigo tuyo, que te esperaba en la vereda. ¡Qué risa me dio! Coqueteaba; ya sé, ya sé.
No debí jugar con fuego. Tardé en caer que el otro era vos mismo. Que tenías la rareza
de hablar así… Hasta que me dí cuenta que vos amigos no podés tener… Ojo, te digo
esto porque me hacés hacer memoria.
OCTAVIO: Mirá lo que trajo Octavio para los dos. (Se abre la gabardina, saca dos
pollitos).
FINA: ...
OCTAVIO: Dos pollitos, se los robé a doña Márgara, la vecina. Tiene un montón, todas
gallinas blancas y gordas. A los perros se les caen la baba cuando las miran y los gatos
se tiran de los bigotes de deseo. Mirálos qué lindos. ¿No le gustan a la adorada Fina? Si
son dos gallinas, el lunes voy y compro un gallito. Y así ya tenemos el primer paso del
criadero de Octavio y Fina.
OCTAVIO: Los dos criaremos pollos, Octavio y su adorada van a tener un criadero
grande y próspero que será la envidia de todos los polleros de la provincia.
OCTAVIO: Hoy los encierro en la cocina y mañana consigo tejido de alambre y les
armo un gallinero.
OCTAVIO: Seremos ricos. Sabe Fina cuándo los pollos de Octavio respiren el olor de la
montaña cordobesa, cómo van a crecer?
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OCTAVIO: Parece que Fina quiere que Octavio se vuelva con la esposa.
OCTAVIO: Eso.
OCTAVIO: No irán los dos tortolitos a estar muy apretujados? Es chiquito el lecho
virginal de Fina. Fina puede caerse de la cama y se da un chingazo en el pie
malformado.
FINA: Ves que tengo razón. Si vos me hubieras dicho, por ejemplo, yo el 5 de agosto o
mejor, el 10, que ya cobré el sueldo, dentro de dos meses, la dejo a mi mujer, yo hubiera
comprado unas frazadas, hubiera encargado una colcha tejida; le pedía la lámpara a
Celestina, mi hermana…
FINA: …
OCTAVIO: Pongo acá los bultos y una cobija y listo. Duermo acá.
Octavio hace como dijo. Desarma los bultos, sale al dormitorio de Fina, vuelve con
una cobija.
OCTAVIO: Duerme.
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FINA: ¿Qué?
OCTAVIO: Siempre.
OCTAVIO: Bueno, que Fina cante una del repertorio que sabe a su Octavio.
FINA:
Me casé con un enano
Por hartarme de reír,
Le puse la cama en alto
Y no se podía subir
Ay chunga lagalá cachunga lá
Ay chunga laga la gachón
Ay chungalá las señoritas
Que gastan el polisón.
FINA: Sí.
FINA:
Qué tontas son las mujeres
Que se asustan del ratón
Y no se asustan del hombre
Que es un animal mayor…
OCTAVIO: Octavio tendría que levantarse a bailar con su Fina adorada. Pero Octavio
está que tirita de frío…
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FINA: Quedáte así, quedáte así.
FINA: ¿Qué?
OCTAVIO: Porque no. Voy a renunciar. Ahí no aprecian como se debe a Octavio
Monferrato. Empiezo otra vida y mañana no, porque me quedo, pero pasado mañana
voy y renuncio al Correo. No voy nunca más.
FINA: ¿Y qué vas a hacer, Octavio? ¿Vas a salir a buscar trabajo así, en pleno invierno,
con este frío…?
OCTAVIO: No.
FINA: No.
OCTAVIO: No.
FINA: …
FINA: Estoy necesitando una pastilla. El dolor me viene del tobillo para arriba y me dá
arcadas.
FINA: …
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Fina se sienta y lo acaricia.
Al segundo, Octavio está dormido.
OCTAVIO:
Escena 3:
Dos meses después.
Octavio está tallando figuritas de madera.
Las gallinas van y vienen libremente por la casa.
Entra Fina, abrigada, con la renguera muy acentuada.
FINA: …
FINA: No.
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OCTAVIO: Ah. Justo que hoy que yo no fui a vender las estatuitas, ella fue? Le cobraste
al doctor López los dos chanchitos que le vendí? Los quería para un sobrinito. Les hice
un hociquito lo más mono! No, mono, no. Chanchito.
FINA: Podés terminarla con eso, Octavio? Día y noche me repetís lo mismo.
FINA: No.
OCTAVIO: El maíz pisingallo que les di estaba picado. Creo que les hizo mal y por eso
ensucian por todas partes… Pero ya colgué la colcha para que se oree… no le va a
quedar nada…
OCTAVIO: ¿Cuál es el escándalo? Las gallinas tienen el culito así de chiquito: Fina no
debe ser tan aspamentosa.
OCTAVIO: …
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OCTAVIO: Oigo.
FINA haciendo enorme acopio de paciencie: Oíme bien, querido. Hablé con tu esposa.
La cité en el comedor del hospital. Estuvo muy bien la charla. Yo, con todo lo que me
dijiste de tu mujer, pensé que iba a hacer una escena. Nada de eso, se sentó y escuchó
todo lo que le dije. Una señora lo más bien para vos; con la boca como un buzón de
grande, pero muy compuesta. Si debo ser sincera, tengo que admitir que yo estaba más
nerviosa que ella. Por eso me había anotado las palabras que le tenía que decir. Primero
le aclaré que yo no soy una desalmada…
OCTAVIO: Le habló la esposa perdida a Fina adorada del accidente del caballo?
FINA: Me comentó, sí. Cuando eras jovencito, me dijo. Estabas comprometido con ella
cuando te pateó el alazán.
FINA: Sí, sí. Dice que ella se sintió responsable del accidente. Porque como sucedió en
el campo de su familia… Se sintió obligada a casarse con vos, aunque fuera un
matrimonio póstumo. Que es si vos te hubieras muerto.
FINA: No, esperá. No terminé. Como sea, tu mujer dice que te perdona y que podés
volver con ella.
OCTAVIO: …
FINA: Eso, que te espera esta noche misma en la casa. Que te mantendrán la estufa
encendida. Y que no te demores callejeando.
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FINA: No seas así, Octavio. No te creas que no me costó convencerla. Le expliqué
claramente que no la habías dejado por hacerle un daño. Que te dejaste llevar por un
impulso funesto, pasional. Pero que en tu corazón siempre la seguiste amando y… Ella
no es una mujer reconrosa y te perdona. No eches a la basura el perdón de una mujer tan
piadosa, Octavio.
FINA: Octavio, ¡basta de capricho! Mirá la gallina blanca! Sacá la gallina de arriba de
la carpetita de coco! ¡Me la va a arruinar con las pezuñas!
FINA: Bueno, que juntes tus petates y ella te recibe esta tarde o mañana y ya verán
cómo se arreglan. Yo, Octavio, te deseo todo lo mejor. Digámonos adiós en paz y
tengamos el mejor recuerdo posible de nosotros. ¡Sacáme esa gallina de la vista! Está
arañando la alfombrita, qué bicho de mierda. Cagan comen y duermen no hacen otra
cosa. No ponen un huevo ni por milagro.
OCTAVIO: Pero si Octavio se va del lado de Fina, ¿la adorada qué hará?
FINA: Vos hablás de mí, de yo? ¡Necesito una rosa de los vientos para entenderte,
Octavio! ¡Ah, ah! Ya estoy confundida; hablo como vos, camino como las gallinas: en el
hospital me van a meter en el pabellón de locos mansos cualquier día. Pero no me van a
dejar salir. ¡Ni cantar! Apenas abra la boca, me amordazan.
FINA: No, no. Yo te fui fiel, Octavio. Porque soy una mujer de ley, que cuando quiere…
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OCTAVIO: Si tanto quiere Fina al coso ese, Octavio le puede proponer que gaste en el
criadero. Que ponga una platita y cuando haya ganancias, se le devuelve. Tiene un
nombre en economía cuando una persona pone plata en un asunto ajeno. ¿Cómo se
dice?
FINA: Inversión se llama, Octavio. Vos me tendrías que haber contado lo del caballo a
tiempo. Un accidente lo puede tener cualquiera. Uno pasea por el campo y viene un
caballo y te da una patada en la nuca… Pasa todos los días que los caballos patean en la
cabeza a los incautos; es la fatalidad. Decímelo a mí que soy renga. Un accidente no
envilece el alma de las personas, sino que… Una cosa es la fatalidad y otra es vivir
como una bomba de tiempo que le explota a los seres queridos en el rostro sin el menor
aviso.
FINA: No me digas eso, Octavio… Yo te he querido con todo mi ser, con desesperación.
Si algún reproche tenés, hacéselo a mi desesperación. Que si yo hubiera sido sensata, si
yo hubiera usado la cabeza… ¡No se puede vivir pensando con el liguero! Pero me
enamoré, los besos, las caricias… Jesús, Jesús… ¡Está bien, está bien! Tenían razón,
tienen razón: no hay que jugar con fuego. ¿Y qué? Ya está hecho y bien que lo padezco.
OCTAVIO: Cuando uno quiere a una y esa una no lo quiere, es como cuando un calvo
encuentra un peine.
FINA: Así, sin brújula no me hables. (…) Y lleváte ese gallo maldito que hace dos
semanas que no duermo.
OCTAVIO: Octavio se marcha. Pero Fina, ¿qué hará cuando vengan a sacarla de la casa
los religiosos? Adónde irá Fina, sin casa…? Porque allá en Calamuchita la esperaba el
tío de Octavio, a Octavio y a su adorada y a todos los pollos, para poner el criadero y
hacerse ricos.
FINA: No entiendo…
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OCTAVIO: La casa, ésta. La vendí.
OCTAVIO: Sí.
FINA: La vendiste.
FINA: Cómo?
OCTAVIO intentando aclararse: Fina le hizo el poder a Octavio para que le retire las
pastillas en la farmacia del Saladillo. Las pastillas para el dolor del pie de la pobre Fina.
Ella hace el turno noche, Octavio busca las pastillas por la mañana. Fina puso: Denle las
pastillas a Octavio Monferrato en calidad de testaferro… y la firma: dos letritas: J. D.
OCTAVIO: Fina lo adora a Octavio; ya no está la tarasca alacrana de la esposa que les
hacía la vida imposible. Ahora están juntos para siempre y se irán a Calamuchita a
ponerse un criadero. Necesitan plata; Octavio hace …¿cómo se dice? El padre Adolfo
compra la casa, de la Orden Salesiana… el Escribano Rapetti, el que estaba internado en
la 216 por la apendicitis, que se recuperó gracias a los rezos al Jesús de Fina, hizo el
boleto de compra-venta… todo muy correcto; cobró una comisión un poco salada…
Fina horrorizada.
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FINA: Rapetti, el de la apendicitis? El que tiene la escribanía en el centro? Ese?
OCTAVIO:
Queriendo hacer testamento
Llamaron al abogado
Dejó a la gatita parda
Un cuarto de charqui asado.
Con el golpe y las heridas
Se murió el señor don gato
Lo llevaron a enterrar
Cuatro gatos colorados.
OCTAVIO saca de su chaqueta dos pasajes de tren: Los boletos de tren. Para Octavio y
su adorada. A Córdoba ciudad; ahí el tío los busca y se los lleva a Calamuchita en
carreta.
Un tiempo
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FINA: No, Octavio, no!
OCTAVIO: Que Fina se busque otro amor, que para Octavio está muerta.
Octavio sale.
FINA:
Al tururú, duerme niña tranquila,
Al tururú, duerme no tengas miedo
Al tururú, que son las once y media
Ay, ay, ay, que me lo ha dicho el sereno…
Apagón final
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