Professional Documents
Culture Documents
Manuel Hernández G.
Este texto trata sobre los movimientos del final de análisis, a través del cual intenta situar el
momento de designación de un passeur, cuestión decisiva para el funcionamiento del pase.
1 Este artículo es el resultado de un trabajo de cartel cuyos miembros fueron Adriana Baschuk, Susana
Bercovich, Guy Casadamont, Patricia Garrido y Manuel Hernández. Una versión oral fue presentada en
las Assises de la passe de la École lacanienne de psychanalyse, « Passe le temps passe », en París,
noviembre de 2005. Como una evolución de este trabajo puede leerse « Yves Klein, estética de un final
de partida » en la sección e-textos de Me cayó el veinte, www.mecayoelveinte.com.
también”, es la cooptación, o bien una variación de la contratransferencia.
Otra variante de esta vía es la de la comunicación, es decir, la del malentendido
intersubjetivo que considera que no hay analista sin analizante. Lacan entendía esta frase en el
sentido de que sólo quien ha atravesado hasta el final la experiencia de analizante puede devenir
analista. En cambio, la nominación en segunda persona: “no hay analista sin analizante”, quiere
decir que el analizante hace existir al analista: porque hay analizante entonces hay analista. Si
aceptáramos esta alternativa, cualquiera a quien se le dirigiese una transferencia podría operar
como analista. ¿Es lo mismo ser tomado como analista que estar en condiciones de operar en
tanto analista? ¿Cualquiera que se llama a sí mismo analista está en condiciones de cumplir esa
función?
Si la respuesta a ambas preguntas es no, entonces sólo queda la nominación en tercera
persona: “él / ella es analista” o, todavía mejor: “ahí hay analista”. Estudiemos un momento esta
posibilidad de localización del analista.
La tercera persona es una no-persona, pues a diferencia de “yo” y “tú” el pronombre
“él” no necesita de la presencia de una persona para funcionar. Cabe entonces la posibilidad de
2
que una instancia tercera nomine al psicoanalista y que lo haga ubicándolo, a su vez, en tercera
persona. ¿Qué puede ser esa tercera persona que haga una nominación? y, ¿cómo? Hoy en día
encontramos sólo dos posibilidades: lo público como tal, y el dispositivo del pase.
La nominación social surge de una no-persona que es lo público, y su modalidad
es el “se dice”. De esta vía de localización dependen las derivaciones que recibe el
psicoanalista, lo que hace que no sea en absoluto desdeñable. ¿Cuál es entonces su
3
diferencia con el dispositivo del pase? Hay dos: en primer lugar, no hay inscripción de
la nominación en ningún lugar preciso, en ninguna instancia ubicable; en cambio, de un
pase efectivo surge la nominación A.E., inscrita en un lugar definido que es la escuela.
Por otra parte, y esto es central, la ubicación de alguien como analista en lo social no
implica ninguna relación con el fin de análisis. Es que lo social, vehiculado por el “se-
dice” no es un dispositivo pertinente para que encuentre su lugar una articulación del fin
de análisis, aún menos cuando dicho fin de análisis lleva a alguien a colocarse como
analista.
Así, en tanto dispositivo, el pase tiene dos especificidades:
1. Es un lugar para que encuentre su articulación un fin de análisis y, por un lado,
2. Produce una inscripción del lugar del analista con la nominación A.E. Gracias a eso el pase
2
Emile Benveniste, “La naturaleza de los pronombres”, Problemas de lingüística general, Siglo XXI
Editores, México, 1991, p. 176.
3
Lacan decía que el único problema que tiene el psicoanalista es que lleguen a su consultorio nuevos
analizantes. Cfr. Problèmes cruciaux pour la psychanalyse (1964-1965), primera reunión del 2 de
diciembre de 1964, se puede descargar en: http://www.ecole-lacanienne.net/seminaireXII.php
localiza al analista.
La nominación A.E. es una nominación que no depende del Padre, sino de la escuela, y
esa nominación es congruente con lo que sucede en el fin de análisis pues efectúa un corte que
separa el lugar del nuevo analista del nombre propio de aquel que fue su analista. En lo sucesivo
su nombre como analista está localizado por la escuela, no por una persona, es Analista de la
Escuela y no “el paciente de...”. ¿Qué pertinencia tendría el pase si perpetuara la pareja
analizante-analista que acaba de disolverse? A través de la nominación A.E. el pase inscribe un
corte, escribe una marca de que ahí se ha producido el paso de analizante a analista como el
efecto de un fin de análisis.
Por eso, al discutir sobre el pase y sus puntos problemáticos, lo que verdaderamente está
en cuestión es la concepción que tenemos del fin de análisis y, según la respuesta que demos a
ese problema, tomaremos posición ante lo que actualmente es el principal problema en el
dispositivo del pase, es decir, la designación de passeurs.
4
Se ha conservado la escritura en francés ante la imposibilidad de encontrar una traducción pertinente
para este término. “Pasador” tiene varias acepciones en español, la primera es “que pasa de una parte a
otra”, que es más pertinente decirlo del “pasante”. En especial la acepción que remite a “cerrojo” es
contraria a su sentido en francés.
5
Jacques Lacan, “Proposition du 9 octobre sur le psychanalyste de l’École”, versión impresa, Scilicet I,
Éditions du Seuil, París, 1968, p. 26. No existe publicación alguna con la traducción al castellano de este
texto, hasta dónde yo sé. En cambio existe una publicación en español de la primera versión, la
pronunciada por Lacan aquel día, comúnmente conocida como “versión oral”: “Proposición del 9 de
octubre de 1967, Ornicar?, núm. 1, Ediciones Petrel, Barcelona, 1981. Esta edición está desde hace
Lacan pregunta sobre el passeur: ¿de quién podría esperarse un testimonio preciso sobre
aquel que ha franqueado este pase, sino de otro que, como él, lo es todavía, este pase...? Esta
pregunta pone en el mismo registro al pasante y al passeur al decir que el passeur, como el
pasante, es todavía el pase; sin embargo, dice que el pasante ha franqueado este pase, mientras
que el passeur lo es aún. ¿Entonces por qué decir “como él”? ¿Qué tienen en común el passeur
y el pasante? ¿Acaso lo que tienen en común es el deser como parece sugerir Lacan? Nos vemos
de repente inmersos en un mar de problemas que surgen de estas líneas ambiguas de la
Proposición… en su versión escrita.
Veamos cómo se planteó la cuestión de las posiciones del passeur y del pasante en la
versión oral de la Proposición…
Por eso aquellos a quienes eso pasó hasta el punto de quedar beatos [béats]
por ello, me parecen juntar lo impropio con lo imposible en ese testimonio
eventual, y mi proposición será que sea más bien ante alguien que aún esté en
el movimiento original como se experimente que ha advenido efectivamente
el deseo del psicoanalista.
¿Quién mejor que ese psicoanalizante en el pase podría autentificar
allí la cualidad de una cierta posición depresiva? No estamos descubriendo
nada. Uno no puede dárselas de eso, si no está en la cosa.6
Esta versión es más clara: el pasante hablará ante alguien que está aún en el momento
original, un psicoanalizante en el pase. Por su parte el pasante está dejando atrás el lugar de
psicoanalizante. Si alguna duda hubiera en cuanto a la concepción de cosas de Lacan, basta leer
la siguiente frase: “Es que los pasantes no son ni psicoanalizante ni psicoanalizado, pues es
entre los dos que eso pasa, salvo que nada haya pasado”. Es que el pase es el movimiento que
7
mucho agotada. Sobre la inconveniencia de aproximar el duelo y la posición depresiva con el fin de
análisis, véase: Manuel Hernández García, “La posición depresiva”, Litoral N° 39: Presencias, Epeele,
México, 2007.
6
Jacques Lacan, “Proposición del 9 de octubre de 1967”, versión oral, op. cit., p. 24. En francés: Jacques
Lacan, “Proposition…”, version oral, Analytica, París, 1978, p. 20; o en Pas-tout Lacan, p. 1050, puede
descargarse en:
http://www.ecole-lacanienne.net/bibliotheque.php?id=10
7
Jacques Lacan, “Allocution prononcé pour la clôture du Congrès de l’EFP”, Scilicet, N° 4, Éditions du
Seuil, París, 1973, p. 399; también en: Pas-tout Lacan, op. cit., p. 1272
pase más que al connotarlo por una destitución subjetiva: el psicoanalizante. 8
Estar en el pase es estar en la destitución subjetiva y eso puede ser tanto para un
analizante que está en vías de concluir, como para un pasante que ha finalizado ya su análisis.
Para precisar aún más esta problemática, señalemos que Lacan añade una observación
respecto de esa figura de “estar en el pase”: “Es el momento mismo de saber si en la destitución
del sujeto adviene el deseo que permita ocupar el lugar del des-ser”. 9
8
Jacques Lacan, “Dicsours à l’E.F.P.”, Scilicet, N° 2/3, Éditions du Seuil, París, 1970, p. 21; y en: Pas-
tout Lacan, op. cit., p. 1094. Las itálicas son mías.
9
Jacques Lacan, “Proposición…”, versión oral, op. cit.
10
Jacques Lacan, “En guise de conclusion”, Lettres de l’EFP, N° 8, París, 1971, p. 210 ; y en: Pas-tout
Lacan, op. cit., pp. 1233-1234.
Saquemos buen provecho de esta cita: el psicoanalizante inflinge al analista el deser y
la pregunta de Lacan es: ¿cómo alguien que no está en el deser (y por eso hay pase de su lado)
puede deliberadamente ofrecerse a sufrir esa suerte, una y mil veces, por parte de los
analizantes? El acto analítico es precisamente eso.
Ahora bien, por su parte el deser no es algo que simplemente sucede, es algo en donde
la dimensión del acto tampoco está ausente en la medida en que el analizante no le ahorra el
deser a quien ha sido su analista, ese “no ahorrarle” es el acto en cuestión que consigue que de
su lado parta algo, un movimiento, que llega a infligir al analista el deser.
¿Qué es entonces la destitución subjetiva? y, ¿cuál es su relación con el deser? La
destitución subjetiva surge de la caída del sujeto supuesto saber, es la constatación irrecusable
de que no hay ahí sustancia alguna. Se destituye entonces al sujeto de la expresión “sujeto
supuesto saber”. Comentemos paso a paso el siguiente párrafo del seminario L’acte
psychanalytique (1967-1968):
La pregunta es: ¿que deviene el sujeto supuesto saber? Voy a decirles que en
principio el psicoanalista lo sabe, lo que él deviene. Seguramente, él cae.
S -------------à Sq
-----------------
s(S , S , S )
1 2 …n
11
Jacques Lacan, L’acte psychanalytique (1967-1968), sesión del 17 de enero de 1968, se puede descargar
en: http://www.ecole-lacanienne.net/seminaireXV.php
Matema de la transferencia
El eclipse del saber implica todavía un efecto más radical que Lacan llamó “darle cuerpo al
objeto a”. Estamos entonces ante un fin de análisis que tiene cuando menos dos tiempos:
14
12
Jacques Lacan, “Proposition…”, versión oral, Pas-tout Lacan, op. cit., p. 1048.
13
“¿Qué ocurre con el sujeto supuesto saber, puesto que tenemos que vérnosla con esta suerte de
impensable que, en el inconsciente, nos sitúa un saber sin sujeto?”, Cfr. Jacques Lacan, L’acte
psychanalytique, op. cit., enero 17 de 1968. Véase también: “Que haya inconsciente quiere decir que
hay saber sin sujeto”. Resumen de enseñanza de L’acte psychanalytique”, Pas-tout Lacan, op. cit., p.
1196.
14
Ibidem.
15
Ibid., sesión del 10 de enero de 1968.
enmascara, taponea, esta verdad y que se llama el objeto a. 16
Para que haya fin de análisis, previamente el analista debe ser la representación del
objeto a que obtura una verdad sexual, entonces, durante el análisis el psicoanalista es “la
representación” del objeto a. ¿Vorstelung o Räpresentanz? El freudolacanismo en voga podría
pensar que se trata de representación mental, pero algún tiempo después, en 1975, Lacan retomó
la cuestión para situar claramente las cosas: “el analista funciona en el análisis como
representante del objeto a minúscula”. Se trata de una función de vicario del objeto a, a lo largo
17
el análisis, a diferencia de lo que sucede en el final, pues ahí el analista es el objeto a. Gran
diferencia, sobre la que Lacan quiso no dejar ninguna duda:
Observen bien, en efecto, que lo esencial de lo que aquí articulo, regresaré
ahí abundantemente, lo esencial no es que al término del psicoanálisis como
algunos —lo he visto en las preguntas planteadas— se lo imaginan, el
psicoanalista devenga para el otro el objeto a —ese “para el otro” aquí, toma
singularmente el valor de un “para sí”— por el hecho de que como sujeto no
hay otro que este Otro a quien es dejado todo el discurso; no es ni para el
Otro, ni en un “para sí” que no existe a nivel del psicoanalista, que reside ese
a, es efectivamente un “en-sí”, un “en-sí” del psicoanalista; es en tanto que,
como los psicoanalistas mismo lo claman, por otra parte —basta abrir la
literatura sobre esto para ver en todo momento el testimonio de ello— ellos
son realmente ese seno del “ô ma mère Intelligence”, de nuestro Mallarmé;
que ellos son la mirada, que ellos son la voz, es en tanto que son la mirada,
que son la voz; es en tanto que ellos son en sí el soporte de este objeto a que
toda la operación es posible. No se les escapa más que una cosa, es hasta qué
punto esto no es metafórico. 18
El analista, en el final, es el objeto a en-sí. No para el otro, sino en sí. Ahí se enfrenta el
todavía analizante a la encarnación de su fantasía, en donde él ocupa el lugar de sujeto tachado
y el analista es el objeto a. Se trata de una estación inevitable del final. ¿Entonces es posible
escapar a la angustia dado que el objeto a ha hecho presencia en el real? ¿No es éste el momento
de lo que Freud detectó como angustia... de castración?
Lacan describió varias veces esta operación fundamental:
El término del análisis consiste en la caída del sujeto supuesto saber y su
reducción al advenimiento de este objeto a, como causa de la división del
sujeto que viene a su lugar. Aquel que, fantasiosamente [fantasmatiquement],
con el psicoanalizante, juega la partida respecto del sujeto supuesto saber, a
saber: el analista, es aquel, el analista, quien viene al término del análisis a
soportar no ser nada más que ese resto. Ese resto de la cosa caída que se
llama el objeto a.
19
16
Ibid., sesión del 7 de febrero de 1968.
17
“El analista funciona en el análisis como representante del objeto a minúscula”. Cfr. Jacques Lacan,
“Intervention dans la séance de travail ‘Sur la passe’ du samedi 3 novembre”, aparecida en las Lettres
de l’École freudienne, París, 1975, N° 15, pp. 185-193; y en: Pas-tout Lacan, op. cit., p. 1511. Es
imprescindible notar que en esta intervención Lacan dice que él jamás habló de “formación analítica”,
y que, de manera muy equivocada se habla de “análisis didáctico”. En resumen, no hay “formación”.
18
Jacques Lacan, L’acte psychanalytique, op. cit., sesión del 7 de febrero de 1968.
19
Ibid., sesión del 10 de enero de 1968.
El advenimiento del objeto a es el resto de lo que fue el sujeto supuesto saber y, en el
final, el analista es ese resto. Pero, ¿puede ser lo mismo el advenimiento del objeto a que su
caída? ¿Cómo podría ser lo mismo su surgimiento que su pérdida?
Notemos que la autora no parte de una pregunta, y ni siquiera pestañea al afirmar que
“en el fin de análisis, la destitución subjetiva es un paso necesariamente simultáneo al des-ser”.
El principal problema de esta posición es que al plantear esa relación como necesaria,
escamotea el costado de acto que tiene del lado del analizante el rechazo del objeto a. Por otra
parte, esta supuesta simultaneidad borra las diferencias entre passeur y pasante y, por lo tanto,
embrolla el procedimiento del pase.
20
Ana Casalla, “Del fin de análisis: lo que queda fuera”, El análisis lacaniano ¿es terminable o
interminable?, Editorial Escuela freudiana de Buenos Aires, Buenos Aires, 2003, p. 62.
entre la destitución subjetiva y el deser. La destitución del sujeto supuesto saber realiza una
subjetivación, y al mismo tiempo hace emerger en el real al objeto a que, de repente cobra ser.
Tras la caída del sujeto supuesto saber, el analista realmente es el objeto a, no se trata de
una representación, sino de un ser en sí. El analista le “da cuerpo” al objeto a. ¿Pero se detendrá
ahí la operación? ¿Es ese el final? La caída del sujeto supuesto saber no es todavía el final, aún
si es un movimiento indispensable para que el salto que es el pase se produzca.
Para medir hasta qué punto esa caída no podría ser el final, basta recordar cuál es la
función de ese objeto a, tal como la situó Lacan en la Proposición del 9 de octubre…: el objeto
a, bajo la forma del objeto pregenital, es lo que obtura la hiancia fálica en el complejo de
castración. 21
Castración es el nombre de esa verdad que llega por el final y que es... incurable.
Pues ese deser instituido en el punto del sujeto supuesto saber, él, el sujeto en
el pase en el momento del acto analítico, no sabe nada de ello. Justamente
porque él devino la verdad de ese saber y, si puedo decirlo, una verdad que es
alcanzada “no sin saberlo” [pas sans le savoir / passant le savoir], como lo
decía hace un momento, ¡y bien!, es incurable: uno es esta verdad. 23
Entonces hay una correlación entre deser y castración, y la verdad del ser del analizante
está ahí. Pero, ¿acaso la falta fálica no ha estado ahí desde siempre? ¿No es el deseo la esencia
del hombre como acaba de decir Lacan? La falta siempre ha estado ahí, pero obturada. Por eso
21
He aquí las frases en cuestión: “El deseo del psicoanalista, es su enunciación, la cual no podría operarse
más si él viene en posición de la x:
de esa x misma cuya solución al psicoanalizante entrega su ser y cuyo valor se anota –(φ), la hiancia
que se desinga como la función del falo a aislar en el complejo de castración, o (a) en cuanto a lo que
lo obtura del objeto que se reconoce bajo la función aproximada de la relación pregenital”. Cfr.
Jacques Lacan, “Proposition…”, versión impresa, Scilicet 1, op. cit. p. 23.
22
Jacques Lacan, L’acte psychanalytique, op. cit., sesión del 10 de enero de 1968.
23
Ibidem.
atravesar la angustia de castración implica hacer efectiva la falta de ese objeto a, que se presenta
bajo la forma pregenital.
El fin de análisis tiene entonces tres estaciones. La destitución subjetiva es el primer
tiempo del final, pues ha producido un cambio de estatuto del analista en cuanto al objeto a, ha
dejado de ser un representante del objeto a, para ser el objeto a. ¿De qué manera? Corporal.
Esta intervención del cuerpo del analista marca el segundo tiempo y una cima de la angustia de
castración.
La siguiente cita permite ver un panorama de la operación, para leerla hace falta
transcribir un esquema del seminario L’acte psychanalytique:
La falta fálica, que es el eje del deseo, está desde el inicio en cualquier ser hablante y,
por lo tanto, en cualquiera que realice la “tarea psicoanalizante” asociando libremente. Sin
embargo, el sujeto ingenuo ha estado instalado en el falso ser y el final de su análisis no va a
dejar intacto ese estado de cosas. La falta fálica ha estado obturada por el objeto a y no podría
quedar todo igual en el momento del fin, ¿cuál es el cambio?
24
Ibid., sesión del 17 de enero de 1968.
Pero [el progreso lógico] comporta que la pérdida en tanto que ella estaba
ahí, de entrada, en ese mismo punto, antes de que el trayecto sea recorrido, y
simplemente para nosotros que sabemos que —esto ha sido siempre
formulado expresamente por Freud— la pérdida del objeto que está en el
origen del estatuto del inconsciente sea realizada en otra parte.
25
Aquí está el aspecto decisivo: la falta fálica siempre ha estado ahí, pero en el final, la
pérdida del objeto ha de ser realizada en otra parte. Ahora, precisa Lacan:
Ella está, precisamente, es de ahí de donde partí, a nivel del deser del sujeto
supuesto saber.
Es por el hecho de que aquel que da el soporte a la transferencia está
ahí bajo la línea negra, que él sabe de dónde parte, no que él esté ahí, él sabe
demasiado bien que él no está ahí, que él no es el sujeto supuesto saber, pero
que es alcanzado por el deser que sufre el sujeto supuesto saber, que en el
final es él, el analista, quien da cuerpo a eso que ese sujeto deviene bajo la
forma del objeto a minúscula. 26
Una vez que para el analizante está claro que no hay ninguna sustancia del sujeto
supuesto saber, y una vez que el efecto de ello es que el analista da cuerpo al objeto a, ¿ha
concluido con ello la operación del désêtre? No podría ser el caso, pues la falta del objeto no se
ha realizado, al contrario, está ahí presente, ha “surgido”, el analista le “da cuerpo” y, todavía
27 28
más radicalmente, el analista es dicho objeto a: “ese sujeto supuesto saber se redujo a ese
término que aquel que hasta ahí lo ha garantizado por su acto, a saber el psicoanalista, él, el
psicoanalista devino ese residuo, ese objeto a”. 29
Por eso es crucial la insistencia de Lacan en
que no es que el analista sea el objeto a para el analizante, sino que realmente es dicho objeto, lo
es en sí, y eso no es metafórico. 30
25
Ibidem.
26
Ibidem.
27
Ibidem.
28
Ibidem.
29
Ibid., sesión del 10 de enero de 1968.
30
Ibid., sesión del 7 de febrero de 1968.
pero no ha concluido, y nada garantiza que eso suceda. Es el momento en que alguien puede
funcionar en tanto passeur.
Al llegar a ese punto el passeur está en grandes aprietos y, al escuchar al pasante, si éste
lo es, puede detectar que él halló la solución, pero que la llave que encontró el pasante no abrirá
su propia puerta. Sin embargo, el passeur, bajo el impacto de haber escuchado a alguien que
franqueó el paso que a él aún se le escabulle, será propulsado a hablar de ello al jurado.
La diferencia entre el passeur y el pasante es la efectiva conclusión del análisis, el salto
efectuado por el pasante en donde se ha realizado la falta, la pérdida de a.
¿Cómo concibe Lacan esta operación de la efectuación de la pérdida del objeto a?
Insistentemente lo dijo: se trata de un rechazo (rejet). Veámoslo poniendo en serie las siguientes
citas al respecto:
17 de enero de 1968:
Si hay alguna parte en donde el psicoanalista a la vez no se conoce, y es
también el punto en donde él existe, es en tanto que seguramente él es sujeto
dividido, y hasta en su acto, y que el final en donde se lo espera, a saber este
objeto a, en tanto que no es el suyo, sino aquel que de él como Otro requiere
el psicoanalizante, para que con él, sea de él rechazado. 31
7 de febrero de 1968:
Tenemos ya para guiarnos, al objeto a. Pues si al término del psicoanálisis
terminado, este objeto a, que está ahí sin duda desde siempre, al nivel de lo
que es nuestra cuestión, a saber, el acto psicoanalítico, no es con todo más
que al término de la operación que él va a reaparecer en el real, de otra
fuente, a saber, como rechazado desde y por el psicoanalizante.
Mismo día:
Ahora bien, esto no ocurre sin que deba retener nuestra atención, porque
aquello de lo que se trata es de que esta posición él la toma, que este acto en
suma él lo repita, sabiendo muy bien lo que es la consecuencia de este acto,
que él se haga partisano de aquello de lo que él conoce el resultado, a saber,
que al ponerse en el lugar que es el del analista, llegará a ser bajo la forma
del a, este objeto rechazado, este objeto en que se especifica todo el
movimiento del psicoanálisis, a saber aquel que llega al final, que viene al
lugar del psicoanalista, por el hecho de que aquí el sujeto decisivamente se
separa, se reconoce como siendo causado por el objeto en cuestión. ¿Causado
en qué? Causado en su división de sujeto, a saber por el hecho de que en el
final del psicoanálisis, él queda marcado por esta hiancia que es la suya y que
se define en el psicoanálisis por la forma de castración.32
27 de marzo de 1968:
Después de haber definido al acto psicoanalítico de manera tan audaz,
31
La riqueza de cada una de estas citas amerita un comentario específico que no podemos hacer aquí.
Corresponden, como es evidente, al seminario de Jacques Lacan, L’acte psychanalytique, op. cit.
32
Con la llegada del nudo borromeo, el sujeto dividido por el final de análisis pasará a ser un sujeto
agujereado. Se trata de una diferencia crucial en la subjetivación. Cfr. Manuel Hernández García, “La
caída”, E-texto publicado en Me cayó el veinte, revista de psicoanálisis (requiere ser leído en pantalla y
con conexión a Internet), véase:
http://www.mecayoelveinte.com/textos/txt_laCaida.htm
incluso puse en el centro esta acepción de ser rechazado a la manera del
objeto a, es enorme, es nuevo, jamás nadie dijo eso, eso se vuelve tangible, es
tangible; se podría incluso tratar de contradecirme, de decir lo contrario, de
traer otra cosa, de hacer una objeción; es curioso que, después de lo que dije
no hace tanto tiempo, que puse en el primer plano, nadie ha ni siquiera
comenzado a refunfuñar para decir algo en contra, mientras que, en el fondo,
es absolutamente enorme, se podría gritar, decir: “¡qué historia es esta! Jamás
nadie nos explicó el fin del análisis así, ¿qué es eso de este analista que es
rechazado como una mierda? La mierda perturba a mucha gente; no hay sólo
mierda en el objeto a, pero a menudo es a título de mierda que el analista es
rechazado; eso depende únicamente del psicoanalizante; hay que saber si
para él la mierda es verdaderamente eso de lo que se trata.
Una cosa es una caída, y otra cosa es un rechazo. La caída está del lado del sujeto
supuesto saber, y ella produce un desecho, ¿y qué se hace con los desechos? Este es un enorme
problema para el mundo moderno, como cada uno sabe. Una salida posible ¿pero es la única? es
rechazarlos y tirarlos al bote de la basura. A riesgo de que todo se pudra y se infecte, a los
desechos es necesario desecharlos y no conservarlos. Esto no es algo que suceda simplemente,
hay que hacer algo para conseguirlo: el rechazo es del orden del acto. La distinción se puede
encontrar en la fórmula de Jean Allouch: Terminar un análisis es tirar al analista que ha caído. 33
No es lo mismo tirar que caer. No es lo mismo tirar a la basura, que una caída. El sujeto
supuesto saber cae, el objeto a se tira, se desecha, y con él al analista. Esta es la consumación
del deser y por lo mismo de la castración, ahora realizada en otra parte.
Tras lo dicho hasta ahora, acaso ya resulte claro que desechar al analista que ha caído no
es cualquier rechazo, sino que está entramado con un cierto tratamiento del objeto a, y por eso,
de la fantasía radical.
Tras el acto de tirar el desecho, el pasante ya no es la presa del objeto a. Al menos no
será presa sin recursos.
33
Jean Allouch, “Le meilleur aimé”, L’Unebévue, N° 21: Psychanalystes sous la pluie de feu, L’Unbévue
Editeur, París, 2004, p. 194. [En español: Jean Allouch, “Del mejor amado”, Litoral, N° 35: L'amour
Lacan, Epeele, México, 2005, p. 19.
pase, en el acto analítico.
Hay un acto del pasante —que lo constituye en tanto tal— que es impactar al ser del
analista con el deser. Dejar atrás al analista implica efectuar la pérdida sin sustitutos ni
reparaciones de aquel objeto que nunca tuvo, pero que aporta miseria a cada analizante
teniéndolo cautivo y cautivado. Ahí hay un acto, o mejor dicho un reacto. Se trata de un acto
34 35
que responde al acto analítico, aquel instaurado al inicio del análisis por quien fue su analista.
Incluso cuando el objeto a toma cuerpo, todavía habrá que encontrar la buena manera
para realizar su desecho, esa que responde efectivamente a la fantasía sin desconocerla. Sólo
entonces hay deser, efectuando una pérdida que pone al sujeto en otro lado. Es imposible 36
predecir cuál será esa solución, pues depende de la configuración singular de la fantasía de tal o
cual sujeto, configuración experimentada ahora en el real. Y ahí incluso la imaginación queda
rebasada en sus posibilidades de generar variantes.
Se puede ver hasta qué punto difieren las posiciones del passeur y del pasante. El
passeur está en el pase, pero continúa en análisis en la medida en que no ha dado ese salto que
es el deser. En el passeur el deseo del analista está presente, pero “está en dificultades”. 37
34
Lacan señaló lo mismo en un contexto que no está de más citar aquí: “Yo denunciaré en este
circunloquio, esta manera de embrollar todo de este ‘ser el único’ que es la infatuación más común a
toda experiencia, y familiar para el médico, al cubrirlo por el ‘ser el único’ que para el analista consiste
propiamente el escrutinio que renueva cada vez que entra en su oficio, o más bien al hacer como si ‘ser
el único’ no fuera más que la casulla digna de revestir su soledad de oficiante.
Ahora bien, no hay nada de eso, es decir, que él no es más que el i(a) que funda al yo y toda relación
narcisista, no es la capa protectora de este objeto a en donde el sujeto descubre su miseria esencial.
Esto incluso si la a se precipita ahí en ocasión del desalojo, fuente de angustia, como haría el cangrejo
ermitaño al encontrar cualquier concha para darse camuflaje y abrigo”, Jacques Lacan, “Allocution du
6 décembre,1967”, Pas-tout Lacan, op. cit., pp. 1089-1090.
35
Jacques Lacan, L’acte psychanalytique, op. cit., sesión del 20 de marzo de 1968.
36
Esta es la razón por la que hemos elegido traducir el désêtre por deser. Hay una perfecta homofonía con
la otra opción, “des-ser”, además, el privativo “de” sigue estando presente, como al decir “deforme”; y
hemos visto a Lacan aclarar que el ser del que se trata es el ser de deseo. El deser es la operación por la
que habiendo quedado el analista reducido al estatuto de objeto a se produce su desecho, lo que abre
una nueva relación con el deseo. Así, la cercanía entre deser y deseo no es para nada inoportuna.
37
Jacques Lacan, “Une procédure pour la passe”, Ornicar ?, N° 37, París, 1986; y en Pas-tout Lacan, op.
cit., p. 1082. Este texto, que data sin duda de 1967 y que en Pas-tout Lacan es publicado sin título, es la
reproducción de un documento dactilografiado en ciruclación en la École Freudienne de Paris,
intitulado « Appendice n° 1”. Jacques-Alain Miller en Ornicar ?, donde es reproducido con el título
Une procédure pour la passe, dice que “no puede ser tomado como un escrito de Lacan por ser un
primer envío [jet]”. Cf. Ornicar ?, n° 37, Ed. Du Seuil, París, abril-junio de 1986, p. 7-12.
Hace falta un passeur para escuchar eso. 38
En un pase efectivo, el passeur encuentra en las palabras del pasante los efectos del
deser, efectos que todavía no experimenta en sí mismo. El pasante pone en movimiento algo en
el passeur. Si el passeur puede ser impactado por el acto de un gracioso sacrificio, al mismo
tiempo está en condiciones de reconocer la futilidad de cualquier intento por su parte de
apropiarse de esa solución. Por la destitución subjetiva en la que se encuentra, el passeur puede
funcionar como buen secretario y situar con precisión las diferencias entre lo que le concierne y
la disposición de cosas a la que el movimiento del pasante responde. Es que un gracioso
sacrificio no es algo vago ni abstracto, se trata de un movimiento que implica una configuración
que ha llegado a ser extremadamente precisa en esa existencia, y que por eso es irrepetible.
La pérdida del objeto no es azarosa, se trata de un movimiento en el que el analizante
desecha algo que ya es un residuo. Pero, ¿podría no hacerlo? De la respuesta a esa pregunta
depende la concepción del fin de análisis como un proceso o como un acto. Si “desechar” fuera
inevitable una vez que el objeto a se presentifica, quizá no existirían las fobias, y los finales de
análisis serían una constante.
El amo no suelta ni se somete al movimiento del sexo (objeto a) ni al del significante
(unebévue): busca manejar, controlar, manipular, dominar al sexo y al lenguaje. De ahí la
importancia insoslayable de la figura del katapougon. 39
El acto analítico requiere que haya la posibilidad de decir, como Bartleby, y como
Juanito, I’d rather not..., el acto radica en soltar cualquier intento de controlar o de evitar una
caída y, simplemente... dejar caer.
Reiterar la castración
La sumisión a los tropiezos, a un lenguaje que está mal hecho para decir el mundo y del que sin
embargo depende la existencia del sujeto, señalan la destitución subjetiva; el gracioso sacrificio
de algo que nunca se tuvo, pero que se encarnó en el analista, es el acto que constituye el final y
la fórmula más acabada del deser. El deser impacta al analista y con ello realiza la castración en
el sujeto.
La formulación de Lacan fue innovadora y está aún llena de puntos oscuros. Sin
embargo, con ella Lacan daba solución al punto de atoramiento de Freud en cuanto al final de
análisis, la angustia de castración. Con el desecho del analista y del objeto a abrió una vía
distinta a lo que hasta entonces era el fin de análisis como identificación con el analista y la
consiguiente perpetuación del vínculo con él. Estaba advertido de la enormidad de lo que hacía
38
Este texto se conoce como « Note sur les passeurs », apareció en Analyse freudienne presse, 1993, n° 4,
p. 42; según aparece citado en Pas-tout Lacan, op. cit., p. 1558.
39
Cfr. La articulación que de ello ha hecho Jean Allouch en “Para introducir el sexo del amo”, El sexo del
amo, Epeele, México, 2001, pp. 37-99.
y se sorpendió que nadie más lo detectara.
¿Es ya momento de considerar que ya se han extraído todas las consecuencias de una
concepción del fin de análisis que todavía estamos tratando de situar en sus detalles? Para nada,
pero al menos ahora se puede localizar la disimetría entre passeur y pasante, disimetría que es
crucial en sí misma y para el funcionamiento del pase. Ambos están en el pase, pero de diferente
manera. Ambos han sido tocados por la destitución subjetiva, pero sólo el pasante ha dado el
salto del deser, por el cual ha arriesgado su ser como deseante. Este salto le permitirá, en lo
sucesivo, reiterar la operación por la que está incurablemente afectado. Una vez franqueado el
paso, se puede reiterar, y eso es lo que le permite operar como analista, en tanto sujeto
advertido.
No hay psicoanalizado, hay un “habiendo sido psicoanalizante”, de donde no
resulta sino un sujeto advertido de aquello a lo cual él no podría pensar como
constituyente de toda acción suya.
Para concebir lo que debe ser de ese sujeto advertido, no tenemos
ningún tipo aún existente. No se puede juzgar más que respecto de un acto
que está por construirse como aquel en que, reiterándose la castración, se
instaura como pasaje al acto, al igual que su complementario, la tarea
psicoanalítica misma, se reitera anulándose como sublimación. 40
El ser del pasante es una verdad que se llama castración, y que puede reiterar, pero esa
reiteración no tiene nada que ver con una vuelta atrás, pues el final llega una sola vez y es
irreversible.
Entonces, partamos de las cosas tal como se presentan. Uno ha llegado al
final una vez, y es ahí donde hay que deducir la relación que ello tiene con el
comienzo de todas las veces. Uno llegó al fin de psicoanálisis una vez, y es
este acto tan difícil de aprehender en el comienzo de cada uno de los
psicoanálisis que sostenemos. Eso debe tener una relación con este final una
vez.42
Así, se llega al final una sola vez, no dos, ni tres. No hay varios finales de análisis, sólo
40
Jacques Lacan, L’acte psychanalytique, op. cit., sesión del 20 de marzo de 1968.
41
Jacques Lacan, Les fondements de la pscyhanalyse / Les quatre principes fondamentaux de la
psychanalyse, sesión del 24 de junio de 1964, se puede descargar en:
http://www.ecole-lacanienne.net/seminaireXI.php [En español : Jacques Lacan, Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis (1964), Paidós, Buenos Aires, 1987, p. 281].
42
Jacques Lacan, L’acte psychanalytique, op. cit., sesión del 10 de enero de 1968.
hay uno, o no ha sucedido. La verdad de la castración no tiene vuelta atrás, y ella permite que
haya inicios de otros psicoanálisis, aquellos que en lo sucesivo hará posibles el pasante en tanto
analista. En consecuencia, este pasante no está en posición de deser, sino de sujeto castrado. Su
ser de deseante se afirma más que nunca, gracias a la destitución subjetiva que lo afecta y al
deser de quien fue su analista.
Se trata de hacer escuchar que no es [la destitución subjetiva] la que hace
deser, más bien ser, singularmente y fuerte. 43
Un fin de análisis no ocurre todos los días, pero si hay suerte y llega a suceder una, diez
o “cien y mil veces” en la práctica de algún analista, en cada final de análisis le será infligido el
deser. El pasante está advertido de ello, a diferencia del passeur que, como analizante, todavía
busca los caminos para no quedarse con su objeto entre las manos, es decir, con el ser empeñado
en el consultorio de su psicoanalista.
43
Jacques Lacan, “Discours à l’E.F.P.”, Scilicet, N° 2/3, op. cit., p. 21; y en Pas-tout Lacan, op. cit., p.
1105.