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Distingue cómo estas reformas económicas son implantadas por reformas desde abajo o
bien por funcionarios reformadores del Estado francés, y fundamentalmente cómo la revolución
tiende a obstaculizar el desarrollo económico, pues la estructura que deviene de los
levantamientos revolucionarios comprende a una burguesía no industrial y un campesinado (que
debido a la abolición de los privilegios feudales) ya no ofrece una mano de obra barata y
disciplinada.
En la misma línea, la autora se rehúsa a trasladar esta tesis de revolución burguesa desde
un nivel socioeconómico al plano político, arguyendo que en manera alguna la Revolución
Francesa se consolida como el triunfo del liberalismo, triunfo liderado por la lucha de clases y
fundamentalmente por la burguesía. Lo que los trastornos sociales y políticos lograron hacer fue
eliminar los “escombros medievales” cuya permanencia dependía de la continuidad del Estado
Monárquico, entidad desplazada por el Estado-nación.
Tal es así que, la Revolución francesa sólo fue “burguesa” en tanto consolidó y simplificó la
compleja variedad de derechos de propiedad prerevolucionarios, en la forma individualista y
exclusiva de la moderna propiedad privada. Y sólo fue capitalista, en tanto suprimió todo tipo de
barreras de corporación y provincia opuestas a la expansión de una economía nacional
competitiva de mercado en Francia. La revolución francesa es tanto o más, una revolución
burocrática, fortalecedora del Estado e incorporadora de las masas.
El eje del texto puede sintetizarse bajo la pregunta ¿el desarrollo de las fuerzas
productivas es condición necesaria y suficiente para que se genere la conciencia de clase o bien
esta puede surgir independientemente de esta especificidad?
Sewell pone en cuestión esta fórmula (desarrollo de las fuerzas productivas = conciencia
de clase) y distingue el desarrollo de la conciencia colectiva en la construcción de redes
interpretativas que otorgan a ciertos actos una relevancia específica, comprendiendo a la
proximidad física como una condición necesaria aunque no suficiente.
En definitiva, asevera que para dilucidar cómo los artesanos tomaron conciencia de su
pertenencia a la clase obrera, es necesario examinar su herencia cultural e institucional
corporativa, para luego determinar cómo esta herencia se transformó en un movimiento obrero
de conciencia de clase durante las transformaciones políticas del s XIX.
Es posible distinguir los móviles que los distintos enfoques teóricos atribuyen a este
fenómeno de expansión imperialista.
-Dentro del análisis antiimperialista se sitúa la raíz de este proceso en la presión del capital
por encontrar inversiones favorables, fuera de la economía interna.
Entre los móviles que se postulan como la chispa de la primera guerra mundial P.
distingue
-el enfrentamiento de las grandes potencias coloniales en el reparto del mundo en zonas de influencia.
-factores internos que animaron a algunos gobiernos a considerar una guerra rápida como la única
alternativa posible para enfrentar una crisis interior inminente.
El autor señala cómo el imaginario europeo de principios del s XX, construye una
concepción de la guerra como instrumento anacrónico y obsoleto. Una vez que estalla
concretamente el conflicto, aún así la convicción generalizada concibe las dimensiones del
incipiente acontecimiento, enfatizando sobre su carácter breve que habría de poner fin a la
monotonía cotidiana.
La revolución rusa de 1917 marca un punto de inflexión en el conflicto, pues supone el fin
de una alianza entre dos democracias experimentadas y una autocracia, otorgando a la guerra los
caracteres de una confrontación ideológica entre dos visiones de mundo distintas e
irreconciliables.
Una de las primeras iniciativas del gobierno revolucionario, presidido por Lenin fue la
promulgación de un decreto de paz -Brest-Litovsk- (sin indemnizaciones y sin anexiones, derecho a
la autodeterminación) medida que se dirime entre una solución negociada y una solución
revolucionaria (que apelaba a la solidaridad del proletariado internacional)
La reconfiguración del mapa político europeo, supuso el consenso, sólo en tanto los
intereses disímiles de las potencias vencedoras se unificaron, en función de imponer un “cordón
sanitario” que impidiese el contagio de la revolución rusa.
En síntesis, la guerra fue ante todo un caldo de cultivo y el trámite de una auténtica
mutación antropológica, que hubo de constituir la experiencia fundamental de los individuos del
principios del siglo XX, no sólo entre los civiles implicados inmediatamente en el conflicto, sino
para aquellos que se vieron en la labor de reemplazar a la mano de obra ausente.
Rusia habrá de ser considerada una “potencia atrasada” en tanto en términos económicos
había permanecido “estancada” en un modo de producción feudal, con lo cual, la industrialización
supuso un proceso tardío. En términos políticos, la continuidad de la autocracia (con sus poderes
intactos) y la inexistencia de partidos políticos legales, y un parlamento central electo. Finalmente,
la primacía de una extrema polaridad social, consistente en una nobleza terrateniente –grupo
minoritario- y una mayoría representada por campesinos y una burguesía industrial débil e
incipiente.
El campesinado, sector mayoritariamente rural y no urbanizado, mantiene un régimen de
propiedad/explotación comunal de la tierra, donde el mir (consejo de la aldea) opera como
organismo de redistribución.
Esta heterogeneidad de experiencias campesinas, crea las condiciones de una clase obrera
urbana inmediatamente ligada al campesinado (muchos de estos trabajadores permanentes aún
conservaban tierras en las aldeas). La principal razón para la estrecha interconexión entre ambas
clases, era que la rápida industrialización de Rusia constituía un fenómeno sumamente reciente.
En este contexto, los trabajadores de primera generación, predominantemente originados en el
campesinado, conformaban la mayor parte de la clase obrera rusa.
En función de esta última, esta corriente del pensamiento radicalizado, se propuso “tender
puentes sobre el abismo que la separaba del pueblo”, generando un movimiento de masas
espontáneo que peregrinaba de la ciudad a la aldea, autoproclamándose “esclarecedores del
campesinado”, elevando el mir como institución igualitaria, que cimentaría las bases hacia una
rusa socialista. La reacción del campesinado fue inmediata, ante grupos que desde su óptica se
perfilaban como “enemigos de clase”
Argüían que la industrialización capitalista de Rusia era inevitable, así como el estado de
desintegración interna del mir campesino, apenas sustentado por las necesidades de recaudación
de impuestos del estado. Por tanto, aseveraban que el capitalismo constituía la única vía posible al
socialismo, y que el proletariado industrial producido por el desarrollo capitalista era la única clase
en condiciones de producir una auténtica revolución socialista.
-Bolcheviques, el ala más radicalizada del marxismo, identificada bajo la figura de un único
líder (Lenin) quien habría de depositar en énfasis de su conducción en la organización partidaria, y
en los intereses del proletariado.
-Mencheviques, representativos del ala más ortodoxa del marxismo (Plejánov) más bien
vinculada a los intereses de la burguesía.
El partido bolchevique (no implicado en la estructura de poder dual) surge como elemento
exterior que inicia la Revolución de Octubre, volcándose a los intereses del proletariado (abolición
de las diferencias de clase a través de la destrucción de la propiedad privada de los medios de
producción)
La toma del poder por parte del partido bolchevique supuso, tanto en las provincias como
en el centro, la constante necesidad de adaptar sus actitudes a la autoridad de los soviets locales.
La consigna “todo el poder a los soviets” según F. es representativa de la ausencia transitoria de
una autoridad gubernamental central.
En lo que respecta a la proclamación de la “dictadura del proletariado”, la autora distingue
la ambivalencia del término, que podría sugerir la necesidad de refrenar los esfuerzos
contrarrevolucionarios de las antiguas clases propietarias, a través de órganos coercitivos, o bien
una concreta dictadura del Partido Bolchevique.
La guerra civil habrá de ser equiparada a la guerra o lucha de clases (proletariado ruso-
burguesía rusa/ revolución internacional- capitalismo internacional). Su desarrollo crea las
condiciones de una polarización social, una economía devastada, la militarización de la cultura
política revolucionaria y fundamentalmente, la desintegración y dispersión del proletariado
industrial (clase cuyos intereses se hallaban representados en el partido)
Pero indudablemente, fue el campesinado (Ejército verde), que constituía la gran mayoría
de la población, el que dirimió la situación. Las deserciones en masa de campesinos estaban
estrechamente ligadas a las tomas de tierras y su redistribución por parte de las aldeas (aspecto
donde los bolcheviques eran el “mal menor”)
En el marco de lo que luego fue denominado “comunismo de guerra”, emergen aspectos
económicos concretos, que según la clave de interpretación (pragmática/ ideológica) entran o no
en contradicción con los pilares ideológicos del bolcheviquismo (abolir la propiedad privada y el
libre mercado, distribuir la producción de acuerdo con las necesidades)
- la nacionalización del circuito de producción en manos del poder soviético, como correlato de
una economía centralizada, que detenta el control de la organización fabril.
-En este punto F. distingue es sesgo utópico que atraviesa las prácticas políticas del
bolcheviquismo- Habrá de describir a la revolución de octubre en términos como el “golpe de un
partido, no de los soviets”. Estos desempeñaron un papel a nivel local, allí donde la vieja
maquinaria administrativa se había desintegrado por completo.
En esta instancia surge como eje, la necesidad de una nueva política económica en función
de reemplazar el comunismo de guerra. La retirada económica que representó la NEP fue forzada
la necesidad de aplacar a una población no proletaria en medio de una economía destrozada
(concesiones al campesinado, la inteliguentsia y la pequeña burguesía urbana).
Una vez que Stalin asume el liderazgo, las claves para la construcción del socialismo se
transfieren en un plan de desarrollo económico y modernización, en función de erigir una
sociedad industrial moderna. Por tanto, la modernización nacional, no la revolución internacional,
habrá de determinar el objetivo prioritario del partido comunista soviético.
Asimismo, las nuevas prácticas políticas ejercieron un giro sobre las medidas inciales de la
NEP. Dichas transformaciones se concretaron en el primer plan quinquenal de industrialización y
colectivización de la agricultura campesina.
H. habrá de caracterizar a la era de las catástrofes, entre otras cosas, como un claro
retroceso de los regímenes liberales democráticos, inscribiendo las fuerzas que derrocan dichos
regímenes en el nacionalismo, los estados orgánicos (resistencia al individualismo liberal, y a los
avances de los movimientos obreros, nostalgia ideológica de una sociedad feudal, reconocimiento
de cada grupo en función del rol desempeñado en una sociedad orgánica)
Aquello que H. comprende como fascismo, puede caracterizarse en función de unas bases
teóricas accesorias antes que estructurales (movimiento que predica la insuficiencia de la razón y
del racionalismo, y la superioridad del instinto y de la voluntad) Asimismo H. no reconoce en él
una forma concreta de organización estatal. Entre sus principios fundamentales identifica el
nacionalismo, el anticomunismo y el antiliberalismo (impugnación al capitalismo liberal)
H. pone en cuestión la tesis que postula que la reacción de la derecha fue en lo esencial
una respuesta a la izquierda revolucionaria. En principio, porque esta afirmación subestima el
impacto que la primera guerra mundial tuvo sobre un importante segmento de las capas medias y
medias bajas. Asevera, que la reacción derechista no fue una respuesta al bolchevismo como tal,
sino a todos los movimientos (clase obrera organizada) que amenazaban el orden vigente de la
sociedad.
Al indagar sobre por qué esta reacción de la derecha post primera guerra mundial, triunfa
bajo el ropaje del fascismo, H responde que aquello que posibilitó esta victoria fue el hundimiento
de los viejos regímenes y con ello de las clases dirigentes y su maquinaria de poder.
Sin embargo, cabe recalcar, que el fascismo no era la expresión de los intereses del capital
monopolista, pese a que el régimen recrea ciertas condiciones favorables al desarrollo del capital
(suprime a la revolución social, y con ello a los sindicatos y movimientos obreros).
Habrá de afirmar que, ni Hitler ni Mussolini llegaron al cargo por un Golpe de Estado.
Ninguno de ellos se hizo con el timón por la fuerza, a pesar de que ambos habían utilizado la
fuerza antes de llegar al poder, con el fin de desestabilizar el régimen existente, y ambos habrían
de utilizar la fuerza de nuevo, una vez en el poder, en función de transformar sus gobiernos en
dictaduras. (cargo semiconstitucional- autoridad personal ilimitada)
Por tanto, es asequible como ambos líderes fascistas asumen en el ejercicio legítimo de la
autoridad constitucional, produciéndose estos nombramientos en condiciones de crisis extrema
(crisis que fascismo había instigado).
En este marco, los dirigentes fascistas distinguen la necesidad estratégica de apelar a las
masas, pues estas condiciones de desorden social, se constituyen como el caldo de cultivo que
habría de desembocar en agresiones desmedidas a la propiedad privada, la jerarquía social y
monopolio de la fuerza armada por parte del Estado.
Los fascistas se ofrecían como una nueva receta para gobernar con apoyo popular, pero
sin tener que conciliar su poder con la izquierda (se presentan como la única fuerza no socialista
que podía restaurar el orden) y sin poner en peligro los privilegios económicos y sociales
conservadores, y el dominio político conservador.
Mientras que Paxton releva críticamente el postulado de las teorías instrumentales (que
reducen la historia de la llegada al poder del fascismo a los actos de un solo de grupo de intereses
–capitalistas- negando todo respaldo popular) el autor indaga acerca de qué tipo de espacio
político se abrió en las crisis prefascistas de paralización, avance de la izquierda y consternación
del conservadurismo, que definitiva habilitó que el fascismo detentara ese lugar.
La segunda guerra mundial, arraiga su razón de ser en este movimiento fascista, pues este
supone una puesta en cuestión de los principios ideológicos que sustentaban el modelo político
perpetuado por el capitalismo. Por tanto, lo que estaba en juego no era sólo el equilibrio de poder
entre los estados nacionales que constituían el sistema internacional, sino que el enfrentamiento
se despliega como una “guerra civil ideológica internacional” donde se dirimen las distintas
ideologías. (progreso-reacción)
H. enuncia la “muerte del campesinado” como el cambio social más drástico y de mayor
alcance de la segunda mitad del s. XX, en tanto determina el límite respecto a un mundo pasado.
Si partimos del pronóstico marxista, que profetiza cómo la industrialización habría de
suprimir al campesinado, esta afirmación adquiere coherencia en el marco de países de
industrialización acelerada; sin embargo el hecho concreto del declive de la población rural en
países “atrasados” tensiona esta afirmación tácita.
H. indaga acerca del por qué de la constitución de esta nueva fuerza estudiantil, en tanto
políticamente radicalizada, arguyendo cómo este nuevo colectivo estudiantil carecía de un lugar
concreto al interior de la sociedad, y por tanto de unas estructuras de relación definidas con la
misma.
En tanto esta fuerza radica en la juventud, este segmento etario no asiste a la experiencia
del descontento económico que había caracterizado a las generaciones posteriores, pues los
nuevos tiempos eran los únicos que los jóvenes universitarios conocían. Paradójicamente, el
efecto más inmediato de las revoluciones estudiantiles, será una oleada de huelgas procedentes
de la clase obrera.
En lo que respecta a esta última, el espejismo de su hundimiento, se debió más bien a los
cambios internos que la clase obrera experimenta, así como a las transformaciones que respectan
al proceso de producción, más que a una sangría demográfica. Una era industrial clásica (cadena
de montaje, unidad ciudad- fábrica, clase obrera unida por la segregación residencial y por el lugar
de trabajo en una unidad multicéfala) fue desplaza por lo que se denomina por una era
posindustrial (mosaicos o redes de empresas dispersar por el campo o la ciudad)
Este grupo incipiente, adquiere autonomía en tanto sustrato social independiente, hecho
que condensa simbólicamente en la encumbración de la figura del héroe (análogo al
romanticismo). Asimismo, esta progresiva autonomía habrá de ser reconocida, en gran medida por
un mercado emergente de bienes de consumo, en tanto este grupo es representativo de una
“masa concentrada de poder adquisitivo”.
H. distingue a esta revolución cultural como “el triunfo del individuo sobre la sociedad”, la
ruptura de los hilos que hasta entonces habían imbricado a los individuos en el tejido social.-
liberalización social- El desarraigo respecto a estas prácticas e instituciones, como parte del modo
de ordenación social, devino en que la mayor parte de su capacidades estructuración de la vida
social humana se desvaneció, quedando reducidas a meras preferencias individuales.
-dentro de sus aspectos constitutivos, estas son descriptas como sociedades pobres en contraste
con el mundo desarrollado, respecto del cual se disponen en una posición de dependencia.
En los setenta emerge esta imposibilidad de una única categoría por adecuarse a un
conjunto de países de contrastes acusados; En función de esto H. afirma que “el tercer mundo ha
dejado de ser una entidad única”, siendo el aspecto decisivo de esta heterogeneidad, el desarrollo
económico.
El hecho de que parte del tercer mundo emergiera a partir de una industrialización
acelerada, equiparándose a este primer mundo capitalista, en buena medida viene dado por una
nueva división internacional del trabajo, dinámica que supone la desterritorialización del proceso
de producción (traslado en masa de industrias productivas desde las economías industriales de
primera generación hacia el segundo o el tercer mundo) Como contrapartida, emergieron una
serie de países, a los que el eufemismo “en vías de desarrollo” no logró adecuarse, en función de
la patencia de la profundización de la pobreza y el atraso.