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CAPITULO XII
RELACIONES ENTRE LO NORMATIVO,
LO SOCIAL Y LO ETICO
/ 1.—El obrar humano constituye el objeto propio regido por las normas,
las que representan reglas imperativas que expresan un deber,
precisamente porque están fundadas en el bien.* 01 De ahí las
relaciones entre lo normativo, lo social, y lo ético. Pues la conducta del
hombre, tanto en su aspecto estrictamente individual como en el social,
es la materia determinada o medida por las normas, y éstas no
pasarían de la categoría de meras reglas, ár-no estuviesen fundadas en
valores primarios o necesarios, como la justicia, el bien común, el bien
moraly la santidad. Ahora bien, como estos valores supremos son las
columnas maestras en las cuales descansa el orden ético, es evidente
que lo social y lo normativo carecen de sentido si se les considera
independientemente de lo ético.
Enybtros términos: la actividad humana, si no está determinada por
fines o criterios racionales, no merece el calificativo de conducta, de
obrar, y ni siquiera de hacer; pues lo mismo en el obrar que en el hacer,
el hombre actúa conscientemente, con miras a alcanzar ciertos fines u
objetivos. Claro está que en el hombre hay movimientos, reacciones y
actitudes puramente instintivos, bio-
181 —
182 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
m "Stanley Jevons ha tratado de demostrar que las crisis se reproducían regular- mente
por ciclos de diez años. Desde comienzos del siglo pasado, contaba, en efecto, las nueve
siguientes: 1815, 1827, 1836, 1839, 1847, 1857, 1866, 1873, 1882. Según Jevons, esta
periodicidad decenal iba relacionada con análoga periodicidad de malas cosechas, la cual, a
su vez, dependía de una periodicidad decenal en las manchas del sol. Pero esta explicación
cosmogónica no ha estado confirmada por los hechos, aunque en verdad, el ritmo de que
acabamos de hablar no deje, en general, un intervalo de mis de diez años entre dos crisis."
Gide, ob. cit., p. 161.
“ Worms, ob. cit., en nota 56, t. 3, cap. 18.
186 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
m José A. de Laburu, S. J., Psicología Médica, 2a. edición, págs. 319 y 321.
» G. W. Leibnitz, Teodicea. Trad. por Eduardo Ovejero y Maury, 2a. parte, No.
8 y 3a. parte No. 288.
V. Cap. V, No. 6.
“ “Todo ser humano, aun el más humilde y el más desesperanzado, tiene, despierto o
latente, el instinto de la superación, el ansia de diferenciarse ventajosamente, según los
grados de su tensión, del resto de todos los demás hombres de la tierra, dé los de su país, de
los de su clase y oficio, del grupo de sus amigos, de sus familiares en fin. En cuanto se pierde
este instinto, el espiritu del hombre se quiebra y queda fuera de la corriente de la vida
eficaz.—El instinto de la superación, fuente, pues, perenne y fecunda de desigualdad, tiene
infinitos aspectos y variedades. En irnos hombres es una fuerza principalmente cuantitativa,
y les conduce a hacerlos más fuertes, más ricos, más fecundos en obra social que los demás.
En otros, su tono es mucho más cualitativo: se aspira entonces a hacer algo que nos diferencie
de los otros hombres por su rareza, por su finura, por su originalidad en todos sus
LO NORMATIVO, LO SOCIAL Y LO MORAL 187
acción inteligente y libre de quienes la integran.
f % Pensar que una sociedad progresa en el orden material y en el es-
piritual, sujeta a leyes de causalidad como las que explican el acontecer
de los fenómenos, no es ciertamente proceder con espíritu científico ya
que este se nutre de amor a la verdad, de observación imparcial y
objetiva, de serenidad y firmeza, de probidad mtelectual—; es no querer
oír ni ver lo que la realidad nos grita y nos muestra todos los días, es
desconocer las múltiples y coincidentes enseñanzas de la historia, es
pretender inútilmente deformar los hechos para encerrarlos en las
teorías, que de este modo resultan verdaderas “camisas de fuerza”. En
efecto, la realidad cotidiana nos muestra que las sociedades privadas
—familia, asociación profesional o de trabajo, Universidad, sociedades
ci- vi es, mercantiles, científicas, deportivas— no sólo son constituidas
por actos voluntarios y libres del hombre, sino que asimismo su
desarrollo y progreso dependen fundamentalmente de esa actividad
consciente y libre, i Esa misma realidad nos enseña que si bien el
Estado —como 1/ familia y las demás sociedades naturales intermedias
9 es necesario, de tal suerte que sería ineficaz el
grados, desde el inventor que revoluciona el progreso, hasta el pobre diablo que, incapaz de
diferenciarse por nada mejor, colecciona cosas inútiles y raras._________________ El ins
tinto de superación encuentra su cauce y su instrumento en todas las actividades humanas,
incluso en las antisociales y en las patológicas. Conduce a la riqueza, al mando, a la gloria,
al heroísmo, a la santidad, al crimen y a la perversión sexual. Puede coincidir con los
instintos fundamentales, el de la conservación individua^ y el procreador, pues el superar
a los otros hombres facilita, por lo común, el auge personal y hace el amor propicio y la
prole fuerte. Pero también puede actuar en contra de ellos, y en esto reside una de sus
características más importantes: ninguno como él conduce voluntariamente a la muerte, a
la negación del individuo; o a la sexualidad infecunda, a la negación de la especie: puesto
que la gloria, uno de sus objetivos supremos, se basa a menudo en la renunciación de todo
lo mortal: de la sensualidad y de la vida.” G. Marañón. Conde Duque de Olivares, Prólogo
edición de Espasa-Calpe, S. A. Madrid 1936, págs. 1 y 2.
" En el Cap. I del Lib. I de la Política de Aristótles, encontramos delineada una
importantísima concepción del Estado, según la cual éste representa una comunidad o
sociedad necesaria, fundada en la naturaleza sociable del hombre. El mismo autor sostiene
que hay otras asociaciones igualmente naturales y necesarias,
188 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
modo se pretende afirmar que en todas las acciones volitiva» ha sido libre la voluntad. La
realidad de la vida nos enseña que multitud de veces o por las cargas afectiva», o por hábitos
inveterados, la voluntad sin que preceda acto alguno deliberativo tiende a ‘querer'. Los
‘valores’, que el entendimiento ha propuesto a la voluntad, han hecho que la voluntad
espontánea y libremente los quiera. Esto» actos de la voluntad, son actos espontáneos sin que
en ello» haya intervenido deliberación y elección.” Laburu, ob. cit., p. 297.
192 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
dades fundamentales: que la estructura del querer, del acto voluntario y
libre, es teleológica, finalista; que en el orden del obrar lo primero es el
fin, 228 ya que es la representación de los bienes o valores como motivos lo
que mueve al apetito racional; y que, por tanto, la conducta humana cae
dentro —y está sometida a las leyes— del causalismo finalista, y de
ninguna manera a la legalidad del causalismo fenoménico.
filosofía-13
194 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
ya que éste sólo se acepta y vale por ser adecuado para alcanzar otro valor.
Por otra parte, los motivos que solicitan la tendencia apetitiva volitiva
y por consiguiente los valores correspondientes, son superiores en la
medida en que poseen, en mayor o menor grado, estas notas
fundamentales: magnitud, duración y extensión. “La magnitud de los
valores —expresa el mismo autor citado en el párrafo anterior— debe de
valuarse por su realidad objetiva. Esta magnitud objetiva de los valores
es tristemente suplantada por la magnitud subjetiva, con lo cual el yo
toma por magnitud de valores, lo que no es en la realidad.—En ia
duración*de los valores (que no es convencional sino cualidad intrínseca
a los mismos valores), es de capital importancia el horizonte psíquico que
posea el yo. El horizonte psíquico se amplía en relación directa de la
capacidad intelectual del yo, y en razón inversa de los estados afectivos.
Cuanto más capacidad intelectual tiene el yo, tanto mayor es su horizonte
psíquico. Cuanto más cargas afectivas tiene el yo, tanto menor es su
horizonte psíquico.” 233 Por último, la extensión del valor depende del
mayor o menor número de relaciones de la vida humana, a las cuales
irradia su contenido. Así, la extensión del valor hace necesaria la
estructuración de los motivos de la voluntad, reduciéndolos a un único y
supremo motivo.
Estas aportaciones de la psicología nos muestran que es posible
establecer una jerarquía de los fines humanos, desde un punto de vista
objetivo; y que, por consiguiente, el bien y los demás criterios racionales
de la conducta, no son nociones puramente convencionales, mudables en
el tiempo y en el espacio, sino que están fundados en realidad en la
estructura ontológica del hombre. Y como el derecho es normativo y toda
norma auténtica funda el deber que expresa en un bien necesario, el
estudio o investigación de los primeros principios del derecho, implica el
estudio y conocimiento de los criterios racionales del obrar.
2JI
Laburu, ob. cit., págs. 269 y 270.
CAPITULO XIII
SUMARIO: 1. Diversas acepciones del bien.—2. Bien en sentido ontológico o meta- físico y bien
moral.—3. Bien honesto, bien deleitable y bien útil.—4. El bien y la justicia.
— 195 —
196 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
¿ Sin embargo, este objeto propio de la voluntad, el bien, al igual que el
ser, no es unívoco sino análogo. Hay una gradación o jerarquía en los
bienes y fines, puesto que no todas las realidades valiosas son iguales, y
consiguientemente la noción del bien, la razón formal del bien, sólo se
realiza plenamente en los analogados principales —Soberano Bien, bien
ontológico, bien honesto—, y por extensión o participación, en los
analogados secundarios —bien deleitable, bien útil, portador de valor o
cosa valiosa. Cabe, pues, hablar de diversas acepciones del bien, ya que
constantemente aplicamos esta noción a las realidades más diversas —a
seres corpóreos, al hacer y al obrar humanos, así como a las personas—;
en efecto, decimos que un reloj es bueno si mide con precisión el tiempo,
que la actividad de un zapatero o de un escultor es buena si responde a
las reglas del arte de que se trata, que una conducta es buena si
perfecciona moralmente al sujeto agente, y que una persona es buena si
su conducta individual y social es honesta. J
Por otra parte, y dado que frecuentemente se toman como nociones
equivalentes, ¿qué relación hay entre el bien y el valor? Aun cuando los
fenomenólogos no llegan todavía a ponerse de acuerdo sobre la naturaleza
del valor, 235 puede decirse que las teorías modernas más destacadas sobre
el particular, coinciden en afirmar que la emoción es el órgano a través
del cual el espíritu capta o aprehende las esencias materiales, alógicas, de
los valores.230 De acuerdo con este punto de vista, el valor es algo irreduc-
Sobre la teoría o filosofía de los valores pueden consultarse las siguientes obras: Etica de Max
Scheler. trad. de “El Formalismo en la Etica y la Etica material de los Valores” por Hilario Rodríguez Sanz,
Revista de Occidente, Madrid 1941; del mismo autor, Nature et formes de la sympathie, trad. de M.
Lefebure, París 1928; Esquisse d'une philosophie des valeurs, de E. Duprcel, París 1939; Valuation its
nature and laws, de W. Marshall Urban, Londres 1909; ¿Qué son los valores?, de Ortega y Gasset, No. 4
de la Revisto de Occidente; "La Estimativa o la Filosofía de los valores en la actualidad’’, de Augusto
Messer, versión del alemán por Pedro Caravia, Madrid 1932; "La Filosofía de los Valores", del Doctor
Alfredo Stern, trad. del francés por Humberto Pinera Llera, México 1944; y Travaux du IXe Congrés In-
ternational de Philosophie, Congrés Descartes, publicados bajo el cuidado de Raymond Beyer, tomos del
X al XII, que tienen por título "El Valor: las Normas y la Realidad”, y que comprenden trabajos de sesenta
y cinco autores, entre ellos Polak, Heine- mann, J. Xirau, J. Fischer, Krause, L. Landgrebe, G. Gurvitch,
Paul Siwek, S. J., G. R. Morrow, Barna Horváth.
234 “Según Hussert, la intuición esencial, la Wesenschau, consiste en el acto de adecuación perfecta
entre una significación y su efectuación, aquello a que se apunto
EL BIEN, OBJETO FORMAL DE LA VOLUNTAD 197
tibie al ser, que no aumenta ni disminuye su caudal entitativo, que no
se relaciona con sus notas esenciales ni con sus notas existen- ciales o
individuantes, que no es una esencia formal y universal sino material
y concreta, y que por consiguiente no se demuestra —no es objeto de
raciocinio o discurso— sino que simplemente se muestra —no es lo
mismo mostrar que demostrar una cosa—, se intuye. Así el valor es
considerado el objeto propio, el correlato de la emoción; y aunque se
insista en afirmar su objetividad, su independencia del sujeto y del
sentimiento, en el mejor de los casos resulta una realidad de contornos
imprecisos, que por esto mismo no puede servir de fundamento al
orden normativo.237
y lo dado. Sin embargo, observa Scheler, pueden observarse casos donde en el flu- jo de lo
vivido se presentan contenidos que no tienen significaciones directas y que, no obstante,
son actos intencionales precisos, daros y comprensibles. Cuando por ejemplo, se
experimenta la belleza, la nobleza, la bondad, sendllamente el carácter agradable de
cualquier cosa, no se aprehenden directamente las significaciones de bondad, nobleza,
belleza, etc., sino sólo la cualidad de lo bello, de lo bueno, de lo agradable.—Si todas las
cualidades irreductibles son esendas, es preciso hacer constar, pues, que hay esendas que
no están directamente unidas a significadones.—Si hay contenidos intencionales, y
espedalmente esencias, no unidas a significaciones, es que son alógicos, irracionales,
situados fuera de lo inteligible.—Las cualidades irreductibles, desprovistas de
significadones directas, como el bien y el mal, lo bello y lo feo, etc., son esencias puras y,
sin embargo, en tanto que no unidas a significadones, esendas alógicas e irracionales.
Scheler las llama valores.—Una descripdón fenomenoló- gica precisa, muestra que existe
una intencionalidad y un apriorismo de la vida emocional, que le son propios, y que los
actos de sentimiento puro, de preferenda y de repugnanda, de amor y de odio, etc., no
tienen nada de psicológico y de antropológico, que son actos puros, los cuales persisten
tras la reducdón fenomenológica, y pueden ser atribuidos a seres desprovistos de toda
organizadón psico-física.” G., Gurvitch, Las Tendencias Actuales de la Filosofía Alemana,
trad. de Frandsco Almela y Vives, Madrid 1931, págs. 107 y sigs.
m Véanse las reflexiones criticas sobre el intuicionismo emodonal de Scheler en la obra
dtada en la nota anterior, así como la crítica al sistema axiológico personalista de Scheler,
en el estudio de Derisi publicado en el número 6 de “Ortodoxia”, Revista argentina de los
Cursos de Cultura Católica.
Consideramos que no hay inconveniente en usar el término valor para significar con
él, tanto la razón formal del bien (ratio boni) como los bienes o cosas valiosas (res bona), y
asimismo los otros trascendentales del ser, la verdad y la belleza. En este sentido hemos
usado como términos equivalentes las nociones de bien y valor, de acuerdo con los puntos
de vista de Derisi y Siwek. Esto significa que para nosotros el valor no es una esencia
alógica, emodonal, subjetiva, sino que aun en los casos en que su materia es captada a
través de una sensación —también hay valores sensibles— o mediante una intuición
emodonal —como en el caso de la belleza—, su rango o jerarquía sólo se establece en
virtud de una comparación que supone la intervención del entendimiento, de la razón.
Esto aparte de
u
198 LOS "RIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
/ No han faltado teorías, como la de Siwek, que identifican valor y bien.
En este caso puede decirse que se trata en el fondo de un simple cambio
de terminología. Todos los conocimientos verdaderos alcanzados
trabajosamente por la filosofía aristotélico- tomista en relación con el bien
y la virtud, son referidos al valor y al sentimiento o a la emoción, y de este
modo se nos presenta “el vino añejo vertido en odres nuevos”. No es esto
lo que precisamente hace Siwek —él más bien trata de conciliar la teoría
del valor con la doctrina clásica del bien racional—, sino lo que han hecho
fenomenólogos conocedores de las tesis de la filosofía tradicional.
m
_ _ ser creado es
una mezcla de po
tencia y acto. Así por ejemplo, una
semilla de naranjo está en acto desde el momento en que no representa
una mera posibilidad metafísica, sino un ser real, existente, que ha
actuado una esencia —la esencia vale como potencia y la existencia como
acto—; pero al mismo tiempo la semilla contiene en potencia, como ger-
men que es, la planta de naranjo con su desarrollo, con sus fio-
que el bien implica siempre una relación del ser con su causa final, relación que es aprehendida por la
inteligencia.
Claro está que de acuerdo con este punto de vista, no se identifica valor y bien aun cuando en esta noción
se comprendan las distintas especies del bien, puei el valor es una idea más amplia, más extensa, ya que
se aplica tanto al bien como a la verdad y a la belleza.
,3Í Santo Tomás, Suma Teológica, la., q. 5, a. 3.
EL BIEN, OBJETO FORMAL DE LA VOLUNTAD
Z porta.
La doctrina del bien racional afirma la primacía del bien honesto,
EL BIEN,
del bien OBJETO
en sí, FORMAL
que con DE LA
relación al VOLUNTAD 197 su ser,
hombre, es lo que perfecciona
lo que conviene a su naturaleza racional y libre, aquello a lo cual tiende
su voluntad. No desecha la noción de bien útil, supuesto que quien
quiere el fin quiere los medios que son necesarios para alcanzarlo; es
decir, lo útil es bueno, no en sí mismo, sino por participación de la
bondad del fin al cual está ordenado. Tampoco descarta la noción de bien
delitable, pues considera que el goce que acarrea la posesión del bien
honesto, es frecuentemente un incentivo que ayuda a la voluntad a
hacer una recta elección entre los motivos que el entendimiento le
propone; en cuyo caso se desea el deleite no por sí mismo, sino por razón
del bien en cuya posesión descansa o reposa el apetito racional. Esta
doctrina establece, así, una jerarquía, un orden entre estas tres especies
del bien humano, colocando en el plano superior el bien honesto.
Y asimismo reconoce un orden o jerarquía entre los seres creados, no
d'esde el punto de vista del placer o utilidad que reportan al hombre,
sino objetivamente considerados. “Los seres, en efecto, se hallan como
escalonados en una jerarquía de inferior a superior, que en el orden
natural se traduce en la gradación del mineral, pasando por el viviente
vegetal y animal (mundo físico), hasta el hombre (mundo social); y en el
orden artificial en los productos de la industria y el arte, que en tan
múltiples aspectos han llegado a superar a la naturaleza./En ello estriba
la ‘cultura’ humana, que se hace todavía más patente cuando del orden
de los objetos reales o sensibles se pasa a la consideración de los ideales
e intelectuales (‘idealismo’), más pobres que aquéllos en comprensión,
pero más ricos en extensión y en perspectiva mental, por lo mismo que
aquéllos implican la exigencia y éstos se reducen a la esencia de los
objetos en cuestióiyTor encima de todos ellos se halla la Realidad divina,
origen dé toda realidad y ejemplar de todo ideal, cuya esencia es por sí
misma existente, y que por tanto constituye el objeto culminante de la
vida humana
como Bien supremo del que todos prpeeden y Fin último al que to<los
implícita o explícitamente se ordenan. Esta vida se dignifica
proporcionalmente al rango de los objetos que trata, y en esa elevación
del hombre hacia objetivos cada vez más elevados se cifra el movimiento
ascensional de su moralidad. Ello se logra en función de los valores de
verdad, bondad y belleza objetivas, coincidentes siempre con la esencia
de las cosas.” 247
De acuerdo con esta doctrina, las normas y la noción misma del bien
encuentran su fundamento inmediato en el ser creado, en la naturaleza
de las cosas y en la estructura ontológica del hombre, y su fundamento
último en el Creador del universo y de la naturaleza humana JLas
verdades morales tienen así un fundamento real, están fincádas en el
ser, en la naturaleza de las cosas, en el orden ontológico según el cual
cada ser tiene un fin propio y a la vez ocupa determinado puesto en el
cosmos; esas verdades no son meros productos convencionales que
varíen con las épocas o de un lugar a otro. Siempre serán condenados
204 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
por la ética, el asesinato, el adulterio, el robo, la mentira, el suicidio,
como malos, porque implican en cierta medida privaciones del ser; el
asesino priva de la vida a un semejante, suprime su ser biológico; el
adúltero dispone de una mujer que no le pertenece, 248 que forma con su
marido la unidad básica (“dos en una misma carne”) de una familia,
destruye o cuando menos relaja esa unidad y el propio ser de la familia;
el ladrón reduce el patrimonio de una persona, la unidad de bienes
estimables en dinero, afecta a la voluntad de su dueño; 249 el mentiroso
atenta contra el ser de la sociedad
*" Zaragüeta, ob. cit., págs. 479 y 480.
*“ “Santo Tomás hace notar de acuerdo con la tradición cristiana, que si en el matrimonio
la mujer está unida a su marido, hasta no hacer sino un cuerpo con él, la vida familiar y
doméstica que instaura el matrimonio es establecida, sin embargo, sobre una base de
igualdad y de derechos mutuos. La mujer y el hombre se unen por un acto libre y personal,
y si la naturaleza asigna a una y otro papeles diferentes en la vida familiar y conyugal, es
sobre el plano de la reciprocidad de derechos como se desenvuelven la» relaciones
conyugales.” Délos, nota explicativa al a. 4 de la q. 57 de la lia. Ilae., de la Suma Teológica
de Santo Tomás, t. I, p. 191.
** “La noción analógica de dominium.—Santo Tomás recoge la división aristotélica de la
universalidad de lo» bienes: bienes del alma, bienes del cuerpo, bienes exteriores, cuya
posesión constituye para el Filósofo el bienestar. El ser razonable debe buscar esto» bienes
y apropiárselos. Asi como él ejerce un imperio soberano sobre sus operaciones espirituales
inmanentes, su señorío puede extenderse sobre las cosa» y lo» seres exteriores a él, que
pueden convertirse por un titulo muy real, en su propiedad. Ihering ha escrito: la propiedad
no es sino la periferia de mi persona
\w
individuo es en cierto modo parte del organismo social; pues bien, si cualquiera de nosotros
puede y debe amputar un miembro cuya infección determinaría la muerte o un grave
quebranto, el bien de la sociedad puede en ciertos casos obligar a la eliminación de un
miembro corrompido o peligroso. Ello constituiría no sólo un derecho, sino un deber de la
autoridad, cuya misión es velar por el bien común, y ella será la llamada a decretar esa
supresión para salvar o defender la vida y la paz de todos." Corts Grau, P’incipios de Derecho
Natural, págs. 99 y 100.
I
CAPITULO XIV EL
BIEN COMUN
SU MARIO: 1. Sus diversas acepciones referidas al orden sobrenatural y al orden
natural. 2. Bien común y bien personal.—3. Necesidad de comparar términos que
corresponden al mismo plano y orden. —4. Bien común y Justicia.
— 207 —
CAPITULO VIII
NORMAS JURIDICAS
SUMARIO: 1 .Norma jurídica y derecho.—2. Su estructura formal: juicio de valor en modo
imperativo que atribuye a un supuesto una~ consecuencia.—3. Su estruc- el deber de justicia. Su
alteridad esencial.—4. Datos forma
tura real
ceptos jurídicos fundamentales de carácter formal): sujeto, supuesto, relación, objeto, ~3irecho
subjetivo, deber, sanciótU^ST Datos reales (conceptos jurídicos fundamentales de carácter
real): persona, sociedad, autoridad política, coerción, fines jurídicos (seguridad, justicia, bien
común), deber de justicia.