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LIBRO III

El Derecho y el Orden Etico

CAPITULO XII
RELACIONES ENTRE LO NORMATIVO,
LO SOCIAL Y LO ETICO

SUMARIO: 1. Las normas y el bien racional.—2. Delerminismo y libertad en lo social.—3. El


hombre, cuerpo y espíritu —rosón y libertad—, dato fundamental y substantivo de lo social.—
4. Análisis de la conducta humana.—5. Necesidad de estudiar los criterios racionales que la
rigen.

/ 1.—El obrar humano constituye el objeto propio regido por las normas,
las que representan reglas imperativas que expresan un deber,
precisamente porque están fundadas en el bien.* 01 De ahí las
relaciones entre lo normativo, lo social, y lo ético. Pues la conducta del
hombre, tanto en su aspecto estrictamente individual como en el social,
es la materia determinada o medida por las normas, y éstas no
pasarían de la categoría de meras reglas, ár-no estuviesen fundadas en
valores primarios o necesarios, como la justicia, el bien común, el bien
moraly la santidad. Ahora bien, como estos valores supremos son las
columnas maestras en las cuales descansa el orden ético, es evidente
que lo social y lo normativo carecen de sentido si se les considera
independientemente de lo ético.
Enybtros términos: la actividad humana, si no está determinada por
fines o criterios racionales, no merece el calificativo de conducta, de
obrar, y ni siquiera de hacer; pues lo mismo en el obrar que en el hacer,
el hombre actúa conscientemente, con miras a alcanzar ciertos fines u
objetivos. Claro está que en el hombre hay movimientos, reacciones y
actitudes puramente instintivos, bio-

V. Cap. VI, No. 1.

181 —
182 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO

lógicos o inconscientes (por ejemplo: los movimientos defensivos que


efectuamos ante un ataque o peligro repentino e inesperado; el
funcionamiento continuo de nuestros órganos como el corazón, el
estómago, los pulmones y nuestras reacciones o actitudes durante el
sueño), pero estos movimientos y funciones no caen dentro del ámbito de
la conducta o actividad humana propiamente dicha, no pertenecen al
obrar ni al hacer. El obrar y el hacer suponen la representación de fines
que el entendimiento propone a la voluntad y que ésta puede aceptar o
rechazar. Si todos los fines fuesen iguales o indiferentes, no se plantearía
el problema moral; pero la más elemental introspección nos permite
comprobar: primero, que podemos obrar libremente —estudiar la lección
que nos dejó el profesor o irnos de paseo, asistir a una cita o excusamos,
herir o asesinar a un prójimo que nos ha agraviado o respetar su vida—; y
luego, que no todos los objetivos o fines propuestos a nuestra acción son de
la misma categoría o rango. Es preciso, entonces, contar con criterios que
nos orienten para elegir acertadamente entre las múltiples posibilidades
que ofrece el entendimiento a nuestra voluntad libre. El hombre necesita
contar con una tabla de valores, con una jerarquía de bienes que la razón
descubre o reconoce como criterios rectores de su conducta, y que por tener
validez objetiva, pueden ser igualmente reconocidos por todos los hombres
y regir la actividad humana tanto en su aspecto individual como en el
social. Y como estos criterios se resumen en la idea del bien, fundamento
del orden ético, fácilmente se comprende que este orden constituye el
coronamiento de los otros dos órdenes considerados: el social y el
normativo.)

2.—¿Quiere esto decir que todo contenido social está sometido a la


voluntad libre del hombre? De ninguna manera. Pues lo social comprende,
además del obrar y hacer humanos, elementos que no dependen de la
voluntad libre, entre ellos las propias consecuencias del obrar y del hacer.
Por otra parte, la actividad del hombre no en todos los casos es eficaz; y la
libertad misma se ejerce siempre dentro de una circunstancia, 202 la cual
representa una limitación para la acción individual y colectiva. Podemos
señalar como datos sociales que no depenejen de la voluntad, las re-
*" “La circunstancia —de circum-stare, mantenerse alrededor—. el conjunto de deter-
minaciones accidentales que influyen sobre el acto.” Sortais, ob. cit., t. II, p. 31.
laciones comunitarias; 203 e indudablemente un mal hábito, al convertirse
en segunda naturaleza para el hombre, 204 sé traduce en una limitación
subjetiva de la circunstancia del agente, 'fray, pues, en lo social, elementos
objetivos y subjetivos complejísimos que no pueden ser modificados por la
LO NORMATIVO, LO SOCIAL V LO MORAL 183
voluntad, y otros que sólo son susceptibles de determinación mediante un
esfuerzo prolongado. Pero eso sí, aun la materia social objetivamente
indeterminable, puede ser encauzada y orientada hacia fines -
previamente seleccionados por la voluntad colectiva, por medio de un
poder social organizado.
Contra esta tesis fundamental que parte de la afirmación de la
voluntad libre, se alzan las diversas corrientes del determinis- mo, todas
ellas coincidentes en la negación del libre arbitrio y en la afirmación de un
monismo legalista r211 212 base de relaciones de causalidad fenoménica.
Según el detennínismo filosófico, todos los acontecimientos del universo,
tanto los fenómenos como las acciones' humanas, están de tal manera
ligados entre sí, que los acontecimientos posteriores son un resultado
necesario de los acontecimientos anteriores, resultado que es el único
posible.205 Es decir, el principio del deterninismo -—“en las mismas
circunstancias, las mismas causas producen los mismos efectos"—, válido
en el orden cosmológico, en la esfera de los fenómenos. 208 se hace extensivo
a las acciones humanas, a los órdenes psicológico, social y moral. No ha
lugar a la explicación finalista; todo se reduce a una explicación causalista,
a un legalismo idéntico al que impera en las esferas de la física, de la
química, de la fisiología. No es exacto, en consecuencia, que los actos
voluntarios sean libres, sino que siempre dependen de circunstancias que
en ocasiones desconocemos o ignoramos, circunstancias que determinan
necesariamente, fatalmente, esos actos aparentemente libres. En síntesis:
el detennínismo asimila las leyes del mundo moral a las leyes del mundo
físico. /
El determinismo, como casi todos 1*6 sistemas filosóficos falsos, tiene
un fondo de verdad. Esta radica, en e! caso, en las “constantes” o
regularidades que descubre en la dinámica social, no obstante que la
actividad social se reduce, en última instancia, a una

" V. Cap. VII, No. 2.


212 V. Cap. VII, N. 2.
"* Sortaii, Vocabulairt Philotophiqui, ob. cit. m V.
nota 161.
184 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO

trama o entrelazamiento de actos individuales voluntarios. La falsedad


estriba en la interpretación que da a esas “constantes”, a esas
regularidades, en virtud de la cual las identifica con las uniformidades
del mundo de la naturaleza física que expresan las leyes cosmológicas, y
concluye negando la posibilidad de la libertad humana. I
Ahora bien, no ¡>c requiere un gran esfuerzo para comprobar y
comprender que las constantes o regularidades observadas en el campo
de lo voluntario, en las esferas de lo social y de lo moral, no son
incompatibles con la existencia (Je la libertad. No ignoramos que la
estadística —expresión de la ley de los grandes números— nos permite
prever a través de sus resultados, el número aproximado de nacimientos,
de matrimonios, de robos, de suicidios, etc., que tendrán lugar en una
comunidad, durante cierto lapso. Que igualmente en el campo de la
economía, en el que también interviene la voluntad libre del hombre, se
observan constantes que han servido para formular la ley de
concentración, 207 la ley de Gresham, 208 la ley de las salidas,209 la ley de
substitución,210 la ley 3 4

“La tendencia a agrupar, a concentrar en un punto el máximum de fuerzas productivas


se llama la ley de concentración, o, mis simplemente, ‘la gran producción’. Es incontestable
que la gran producción, al agrupar todos los factores de la producción: mano de obra,
capitales, agentes naturales, local, consigue economizarlos, es decir, que llega a producir la
misma cantidad de riquezas con menos gastos, o lo que viene a ser
4 mismo, a producir más riquezas con los mismos gastos.” Charles Gide, Curso de Economía
Política, trad. de Carlos Docteur, quinta edición, p. 182.
* “En todos los países en que dos monedas legales están en circulación, la moneda mala
quita siempre el puesto a la buena.—Formúlase en estos términos una de las leyes más
curiosas de la economía política, bautizada con el nombre de un canciller de la reina Isabel
de Inglaterra, quien, según parece, la descubrió hace tres siglos.” Gide, ob. cit., p. 333.
, ** “La crisis que resulta de la abundancia no puede curarse sino por la abun
dancia misma, según el lema de una escuela célebre en medicina: Similia similibus. Así todos
los productores resultan interesados en que la producción sea tan abundante y tan variada
como posible. Esta teoría es conocida con el nombre de la ley de las salidas. J. B. Say fue el
primero en formularla. Puede expresarse de la manera siguiente: cada producto encuentra
tantas más salidas cuanta más variedad y abundancia hay de otros productos.” Gide, ob. cit.,
p. 158.
“ "Las necesidades son concurrentes, lo cual significa que, las más de las veces, una
necesidad no puede desarrollarte sino con detrimento de otras necesidades que ella entrelaza
o absorbe; y con mucha frecuencia pueden substituirse una a otra.
Esta es la base de una ley económica muy importante llamada ley de substitución.” Gide,
ob. cit., p. 44.
LO NORMATIVO, LO SOCIAL V LO MORAL. 185
de las crisis, 5 etc. Y finalmente, que la propia evolución de las
sociedades presenta características semejantes que han dado lugar a
fórmulas como la de Spencer —“la sociedad pasa progresivamente de la
homogeneidad confusa a la heterogeneidad coordinada”—, o aquellas
según las cuales dicha evolución se manifiesta por la “ampliación del
círculo social general y multiplicación de los círculos sociales
particulares”, así como por la “sustitución del tipo de organización militar
por el tipo de organización industrial”.6
Pero estas constantes o regularidades no revisten la forzosidad
peculiar de las leyes cosmológicas, no expresan el modo fatal o necesario
como se realiza cada uno de los acontecimientos singulares a los cuales se
refieren; estrictamente, no rigen esos casos particulares, tal como ocurre
tratándose de las leyes físicas; así por ejemplo, el hecho de que en una
sociedad determinada se registre cierto número de matrimonios cada año,
no constriñe de ningún modo a tal o cual individuo soltero a casarse. Por
otra parte, voluntad libre no significa voluntad anárquica, ni voluntad
que actúe independiente de todo influjo o motivo. “En la voluntad —como
lo hace notar acertadamente Laburu— ejercen su influjo: el “valor” del
“motivo”; el modo de ser temperamental del sujeto; los antecedentes
psíquicos, de educación, principios religiosos, etc.; el ambiente actual
psicológico con sus pasiones afectivas y con las sugestiones del ejemplo.—
Cuanto mayor sea el “valor” “bien”, que el entendimiento perciba en el
“motivo”, ordinariamente por ese “valor” mayor, se determinará la
voluntad, y por eso dentro ,de ciertos límites, podemos predecir la
conducta de los hombres. Pues al predecirla, suponemos que obrando
racional y objetivamente, así tienen que proceder.—Y lo que decimos de
un hombre, podemos aplicarlo a las comunidades humanas, de las que
conocemos su conducta y sus motivos preferidos en el obrar, por medio de
las estadísticas que nos dan base, para las prediccio-
nes de las conductas sociales”.2^ que no se arguya con Leibnitz214 que “la
voluntad sigue siempfe el motivo mejor , pues por el testimonio de nuestra

m "Stanley Jevons ha tratado de demostrar que las crisis se reproducían regular- mente

por ciclos de diez años. Desde comienzos del siglo pasado, contaba, en efecto, las nueve
siguientes: 1815, 1827, 1836, 1839, 1847, 1857, 1866, 1873, 1882. Según Jevons, esta
periodicidad decenal iba relacionada con análoga periodicidad de malas cosechas, la cual, a
su vez, dependía de una periodicidad decenal en las manchas del sol. Pero esta explicación
cosmogónica no ha estado confirmada por los hechos, aunque en verdad, el ritmo de que
acabamos de hablar no deje, en general, un intervalo de mis de diez años entre dos crisis."
Gide, ob. cit., p. 161.
“ Worms, ob. cit., en nota 56, t. 3, cap. 18.
186 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO

conciencia sabemos muy bien que en muchas ocasiones con nuestro


entendimiento vemos con claridad meridiana lo que es objetivamente
mejor, y sin embargo hacemos lo peor. Ciertamente el motivo es una
condición del acto voluntario y libre, pero no es su causa determinante.
_ _
Así pues, sin menospreciar la importancia e influencia que tienen en
la materia social, los datos y las regularidades antes mencionados,
debemos insistir en que es falsa la tesis que identifica las leyes del orden
social con las leyes del. mundo i ísico, pretendiendo explicarlo todo a base
de un causalisino puramente fenoménico. Nosotros sostenemos que en lo
social, como en todo lo humano, el papel más importante corresponde a la
razón y a la voluntad librt.^

3.—En lo social, ya lo dijimos al referimos al hermano del de-


terminismo —el materialismo histórico—,216 el dato fundamental es el
hombre, cuya estructura ontológica es la de un “espíritu encamado”,
indigente tanto en el orden material como en el espiritual. Pero
precisamente porque es espíritu —razón y voluntad libre—, hay en él no
sólo la tendencia sino también la posibilidad real de perfeccionarse
mediante un esfuerzo propio —consciente y libre— hacia el que lo empuja
de modo general, no en cuanto a sus determinaciones concretas, eso que
llamamos el instinto de superación,218 que es sin duda tan potente como
el instinto de con- 7 8
servación y el de sociabilidad. El hombre necesita de la sociedad para
conservarse y para superarse, para perfeccionarse; y la sociedad
misma, que constituye el ambiente natural en que el hombre se
desarrolla, es igualmente susceptible de perfeccionamiento por la

m José A. de Laburu, S. J., Psicología Médica, 2a. edición, págs. 319 y 321.
» G. W. Leibnitz, Teodicea. Trad. por Eduardo Ovejero y Maury, 2a. parte, No.
8 y 3a. parte No. 288.
V. Cap. V, No. 6.
“ “Todo ser humano, aun el más humilde y el más desesperanzado, tiene, despierto o
latente, el instinto de la superación, el ansia de diferenciarse ventajosamente, según los
grados de su tensión, del resto de todos los demás hombres de la tierra, dé los de su país, de
los de su clase y oficio, del grupo de sus amigos, de sus familiares en fin. En cuanto se pierde
este instinto, el espiritu del hombre se quiebra y queda fuera de la corriente de la vida
eficaz.—El instinto de la superación, fuente, pues, perenne y fecunda de desigualdad, tiene
infinitos aspectos y variedades. En irnos hombres es una fuerza principalmente cuantitativa,
y les conduce a hacerlos más fuertes, más ricos, más fecundos en obra social que los demás.
En otros, su tono es mucho más cualitativo: se aspira entonces a hacer algo que nos diferencie
de los otros hombres por su rareza, por su finura, por su originalidad en todos sus
LO NORMATIVO, LO SOCIAL Y LO MORAL 187
acción inteligente y libre de quienes la integran.
f % Pensar que una sociedad progresa en el orden material y en el es-
piritual, sujeta a leyes de causalidad como las que explican el acontecer
de los fenómenos, no es ciertamente proceder con espíritu científico ya
que este se nutre de amor a la verdad, de observación imparcial y
objetiva, de serenidad y firmeza, de probidad mtelectual—; es no querer
oír ni ver lo que la realidad nos grita y nos muestra todos los días, es
desconocer las múltiples y coincidentes enseñanzas de la historia, es
pretender inútilmente deformar los hechos para encerrarlos en las
teorías, que de este modo resultan verdaderas “camisas de fuerza”. En
efecto, la realidad cotidiana nos muestra que las sociedades privadas
—familia, asociación profesional o de trabajo, Universidad, sociedades
ci- vi es, mercantiles, científicas, deportivas— no sólo son constituidas
por actos voluntarios y libres del hombre, sino que asimismo su
desarrollo y progreso dependen fundamentalmente de esa actividad
consciente y libre, i Esa misma realidad nos enseña que si bien el
Estado —como 1/ familia y las demás sociedades naturales intermedias
9 es necesario, de tal suerte que sería ineficaz el

grados, desde el inventor que revoluciona el progreso, hasta el pobre diablo que, incapaz de
diferenciarse por nada mejor, colecciona cosas inútiles y raras._________________ El ins
tinto de superación encuentra su cauce y su instrumento en todas las actividades humanas,
incluso en las antisociales y en las patológicas. Conduce a la riqueza, al mando, a la gloria,
al heroísmo, a la santidad, al crimen y a la perversión sexual. Puede coincidir con los
instintos fundamentales, el de la conservación individua^ y el procreador, pues el superar
a los otros hombres facilita, por lo común, el auge personal y hace el amor propicio y la
prole fuerte. Pero también puede actuar en contra de ellos, y en esto reside una de sus
características más importantes: ninguno como él conduce voluntariamente a la muerte, a
la negación del individuo; o a la sexualidad infecunda, a la negación de la especie: puesto
que la gloria, uno de sus objetivos supremos, se basa a menudo en la renunciación de todo
lo mortal: de la sensualidad y de la vida.” G. Marañón. Conde Duque de Olivares, Prólogo
edición de Espasa-Calpe, S. A. Madrid 1936, págs. 1 y 2.
" En el Cap. I del Lib. I de la Política de Aristótles, encontramos delineada una
importantísima concepción del Estado, según la cual éste representa una comunidad o
sociedad necesaria, fundada en la naturaleza sociable del hombre. El mismo autor sostiene
que hay otras asociaciones igualmente naturales y necesarias,
188 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO

acuerdo unánime de un pueblo para suprimirlo en sus rasgos esenciales;


sin embargo, su forma concreta, su tipo de organización, y
consiguientemente su desarrollo y perfeccionamiento, dependen de una
trama —todo lo compleja que se quiera— de actos voluntarios libres, de
la cultura media del pueblo que se apoya en la cultura individual, de su
organización cívica, y de la cultura y formación cívica y moral de los
gobernantes. Por último, la historia nos permite comprobar que las
naciones no progresan o decaen al azar o por causas que determinen
fatalmente ese progreso o esa decadencia, sino que éstos obedecen a la
capacidad y desarrollo moral y cultural de los individuos que las integran.
No negamos la existencia de elementos comunitarios en lo social, sobre
los cuales sólo indirectamente puede influir la voluntad libre del hombre;
tampoco negamos la influencia que el medio social**8 y la herencia219
ejercen en los individuos, limitando su circunstancia; pero mientras ésta
no pase de ser un contomo, el círculo constituido por un conjunto de
determinaciones accidentales que influyen sobre el acto sin determinarlo
fatalmente, habrá lugar para lo verdaderamente humano, para el acto
voluntario y libre —síntesis de razón y apetito superior— y, por tanto,
para la responsabilidad individual y social, para el mérito y el demérito,
para la eminente dignidad de la persona y para el orden
otras comunidades en Las que se apoya y de las que viene a ser coronamiento el Estado: esas
comunidades son la familia y lo que llamamos actualmente el municipio. De manera que para
Aristóteles el individuo no se inserta directamente en el Estado, sino que forma parte de él a
través de esas comunidades naturales de la familia y el municipio, que pueden denominarse
intermedias porque están situadas entre el ciudadano y el Estado.
«■ “Noción del medio social.—Esta noción que ha hecho célebre Taine —sin exagerarla y
falsearla _________ es, en lo que ella tiene de verdad, una noción tomista. El hombre,
dice a menudo Santo Tomás, está en la sociedad, como la parte en el todo, como la parte
orgánica en el organismo que le comunica la vida. El niño recibe de la familia educación,
alimentos y cierta instrucción. En tanto que nos contiene como a sus partes, el grupo, del cual
somos miembros, constituye para nosotros un medio; y en tanto que este medio especifica
nuestros actos obra sobre nosotros dándonos hábitos, disposiciones, etc.” R. P. Marie-Benolt
Schwalm, La Societí et L’État, 1937, p. 49.
m herencia es, según una definición generalmente admitida, la transmisión de ciertas
disposiciones, o maneras de ser, por vía de generación. Se dice en este sentido: una
enfermedad hereditaria, es decir, una enfermedad a la cual un individuo se encuentra
predispuesto por la existencia de una enfermedad en sus ascendientes. La herencia es pues,
en si, una acción fisica que afecta a la naturaleza humana en éúeotfi por el contrario
se niega la libertad, el hombre se convierte ei) una de tantas cosas, movido
como éstas por fuerzas extrañas y sujetóla la causalidad fatal de las leyes
físicas; ya no es el hombre dueño de sus actos ni de sus acciones, tampoco
es responsable de ellos, no ha lugar a hablar de mérito y demérito, de
perfeccio- namiento y progreso, ni mucho menos de “valores”. 220
LO NORMATIVO, LO SOCIAL Y LO MORAL 187
Afortunadamente, como lo indica el eminente psicólogo Laburu, “la
conducta universal, constante e indubitable de los hombres todos al exigir
responsabilidades, demuestra el íntimo e intuitivo convencimiento por el
mundo entero de la existencia de la libertad”.221 Mientras el hombre
incluya en su estructura ontológica la razón y la voluntad libre como notas
esenciales, él mismo constituirá el dato fundamental y substantivo del
orden social.
4- De ahí la conveniencia de conocer más a fondo la conducta humana,
analizándola a través del acto voluntario y libre; pues del mismo modo
que observando el funcionamiento de un órgano de nuestro cuerpo se
descubren las leyes a que está sometido, el conocimiento de la estructura
psicológica del querer, que es el acto de la voluntad, nos conduce a las
leyes que lo rigen, en las cuales deben fundarse, racionalmente, las
normas del obrar.
El querer es un elemento psíquico primario, irreductible al sentir, al
entender y al sentimiento; no es imagen o sensación, idea o pensamiento,
afección o sentimiento; por más que puede ir precedido, acompañado o
seguido de imágenes, ideas y sentimientos. La voluntad, cuyo acto propio
es el querer, es una tendencia apetitiva racional, es una mezcla de apetito
y razón. >E1 apetito, como impulso o tendencia ciega que es, requiere
un/bjetivo para dispararse ; esto supone un conocimiento de este objetivo,
ya que siem-
sus órganos, de individuóla individuo. Si obra sobre la sociedad, esto no puede ser sino por
vía de consecuencia en tanto que los individuos son elementos y agentes de la sociedad.”
Schwalm, ob. cit.,- p. 52.
Si es un mito la libertad de la voluntad, se comprende el absurdo de entu- siasmarse
con los Padres de la Patria, y con los Caudillos, y la necesidad de los elogios a los héroes, y de
las estatuas erigidas a los Próceres. Padres de la Patria, Caudillos, Generales, Héroes,
Próceres, Sabios, si no existe la libertad de la voluntad, no han te- nido más remedio que
hacer lo que hicieron. Lo, más grandes hombres son lo mismísimo que los mi, grandes
criminales, de no existir la libertad humana. Ambos, héroes y criminales, no han hecho sino
lo que férrea y necesariamente tenían que hacer." Laburu, ob. cit., p. 328.
” Ob. cit., p. 304.
pre se desea y se quiere algo que se conoce^Pero el conocimiento puede
ser sensible o intelectual; en el priníer caso se conocen objetos materiales,
singulares, concretos, a través de la sensación y de la imagen, 222 en el
segundo caso se conoce lo inmaterial, universal y abstracto, a través del
entendimiento y de la idea.223 Al conocimiento sensible de lo concreto y
material, corresponde el apetito sensible; en tanto que al conocimiento de
lo inmaterial y universal, corresponde el apetito racional, la voluntad. “La
voluntad es, según definición de Laburu, la facultad inmaterial de ape-
tición de los objetos intelectualmente conocidos.” 224
Así pues, el conocimiento intelectual de los objetos es un supuesto o
190 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO

prerrequisito del acto volitivo. El entendimiento propone los objetos a la


voluntad, bajo el aspecto de bienes o valores, que se convierten de este
modo en motivos o razones del querer. Todo esto dentro de la primera de
las tres etapas que comprende el acto voluntario, según lo explicamos en
una de las lecciones an- teriores.22% Pues esta etapa deliberativa abarca
desde la concepción de varias posibilidades o caminos abiertos a la acción,
hasta el dictamen que emite la razón mediante un juicio puramente
enunciativo, pasando por el análisis del pro y el contra de cada una de las
posibilidades y su comparación.226 Precisamente por-
“ "Las imágenes son las representaciones internas de las cosas mediante las cuales éstas
se nos representan tal como nos la ha mostrado anteriormente la experiencia sensible.’’
Maritain, Introducción Central a la Filosofía, p. 132.
“ “Las ideas son las semejanzas internas de las cosas mediante las cuales se nos presentan
éstas, de tal modo que nos es posible razonar sobre ellas (y por consiguiente adquirir la
ciencia).” Maritain, ob. y lug. cit., en nota anterior:
“ Laburu, ob. cit., p. 262. Conviene ver toda la Sección VI de di.4.. 0bni> cuya| enseñanzas
procuramos resumir aqui.
** V. Cap. VII, No. 4.
“ Recordemos el ejemplo clásico citado por Sortais: “Un amigo me ha confiado una suma
considerable, y muere súbitamente sin que nadie sepa que yo tengo en depósito una parte de
su herencia. Además, yo estoy necesitado. ¿Devuelvo el depósito? Dudo un momento entre el
deber y el interés; pero bien pronto la voz de la conciencia se impone, y juzgo que debo restituir
el depósito; luego me decido a de- volverlo. Si analizamos este ejemplo u otro análogo,
encontramos tres fases sucesivas en el acto voluntario. la.) Deliberación intelectual.—Es un
acto complejo que com- prende varios momentos: lo. concepción de dos actos contrarios, de
dos alternativas; 2o. concepción de las razones en pro y en contra de esas alternativas, que
son el objeto de la deliberación; 3o. examen o comparación de los motivos y móviles
presentados en pro y en contra de las alternativas, lo cual constituye la deliberación
propiamente dique no todas las posibilidades que se ofrecen a la acción son
iguales, ni los bienes o valores a la luz de los cuales se juzga de esas
posibilidades poseen el mismo rango, la volmítad tiene que hacer una
elección, ya sea adhiriéndose al dictamen que le presenta el
entendimiento, o bien rechazándolo y siguiendo, en su caso, otro de, los
caminos propuestos.
/ Aquí interviene la libertad psicológica, pues ésta consiste en poder elegir
entre dos o más caminos o posibilidades, en que la voluntad nc esté
“intrínsecamente necesitada a obrar” en un determinado sentido, sino que
pueda determinarse por sí misma a querer o no querer, a querer una cosa
u otra. Lógicamente siempre existe la posibilidad de dos caminos a seguir,
pues aun en el caso de que se proponga como único objetivo una acción
positiva, cabe pensar en la abstención, planteando esta disyuntiva: ¿lo
hago, o no lo hago? Sin embargo, en la realidad puede suceder que el suje-
to no vea con su entendimiento sino un camino posible a seguir, ya porque
se encuentre ante un peligro inminente, o por predisposiciones
LO NORMATIVO, LO SOCIAL Y LO MORAL 187
temperamentales, o por alguna otra circunstancia.227
Pero basta que
conozca intelectualmente ese camino único para que su decisión o acto sea
voluntario, aunque no libre; pues la voluntariedad del acto consiste en
“obrar con conocimiento de causa”, en tanto que la libertad radica en
poder elegir entre dos posibilidades. Consiguientemente podemos afirmar
que todo acto libre es voluntario, si bien no todo acto voluntario es libre,
J
Este somero análisis de la voluntad y dei acto libre —que es el acto
propiamente humano— nos permite comprobar estas ver-
cha y +a., juicio práctico «obre el valor respectivo de los motivos y móviles. lia.) De-
terminación; sigue a la deliberación y constituye la esencia misma del acto voluntario,
consiste en elegir entre las diferentes alternativas, en optar por una de ellas; la voluntad
pronuncia a la vez un veto y un fiat, un fiat por el cual hace que la posibilidad elegida se realice
y un veto por el cual impide la realización de las otras posibilidades Illa.) Ejecución; es la
realización exterior del acto interno, de la decisión tomada por la voluntad. El acto voluntario
supone siempre un esfuerzo, un movimiento interior para realizar la determinación tomada.”
Ob. cit., t. I, págs. 357 y 358.
m “Al afirmar que la voluntad posee libertad de ejercicio y de especificación, de ningún

modo se pretende afirmar que en todas las acciones volitiva» ha sido libre la voluntad. La
realidad de la vida nos enseña que multitud de veces o por las cargas afectiva», o por hábitos
inveterados, la voluntad sin que preceda acto alguno deliberativo tiende a ‘querer'. Los
‘valores’, que el entendimiento ha propuesto a la voluntad, han hecho que la voluntad
espontánea y libremente los quiera. Esto» actos de la voluntad, son actos espontáneos sin que
en ello» haya intervenido deliberación y elección.” Laburu, ob. cit., p. 297.
192 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
dades fundamentales: que la estructura del querer, del acto voluntario y
libre, es teleológica, finalista; que en el orden del obrar lo primero es el
fin, 228 ya que es la representación de los bienes o valores como motivos lo
que mueve al apetito racional; y que, por tanto, la conducta humana cae
dentro —y está sometida a las leyes— del causalismo finalista, y de
ninguna manera a la legalidad del causalismo fenoménico.

Jr5.—Es preciso, en consecuencia, adentrarnos en el estudio de los tiñes


que, como criterios racionales —bajo el aspecto de bienes o valores— rigen
la conducta del hombre. «Comencemos por considerar las aportaciones
hechas a este dominio por la psicología moderna.
“Las experiencias psicológicas muestran —nos dice Laburu— que no es
necesario el sentimiento para que exista un valor para la voluntad. Ni es
necesario, tampoco, que ese valor sea intuitivo; basta el raciocinio y el
conocimiento abstracto del valor, para que lo pueda querer la voluntad.—
No es otra la psicología de la voluntad, que ante el honor, la fidelidad,
arrostra todos los males terrenos, e incluso la muerte.” 228 Esto significa
que no es exacta la teoría, según la cual el valor es el correlato de la
emoción, así como el ser es el correlato de la razón y la imagen el correlato
de la sensación. Es cierto que el sentimiento y la imaginación juegan
papel importantísimo en el proceso de subjetivación del valor, mediante
el cual éste se hace eficaz; pero esto no quiere decir que el sentimiento o
la emoción sean los únicos medios de aprehensión o captación de los
valores. En realidad, éstos no son aprehendidos plenamente por el
espíritu, sino cuando éste los ordena, mediante una valuación o
comparación racional, en una jerarquía o tabla de valores. Lo que es
valioso para los sentidos y para el sentimiento es, en el fondo, una
experiencia de valor, el dato real en que se apoya la inteligencia para
alcanzar^ mediante la abstracción y la generalización, la razón formal de
un bien —ya sea deleitable, útil u honesto— que la propia razón puede
entonces proponer a la voluntad relacionándolo con las demás especies
del bien, y no como un valor aislado, singular.
¿Y cómo se establece esta jerarquía de los bienes, esta tabla de valores,
esta ordenación de los fines humanos? Observando la na-
“ V. not« 87.
m Ob. cit., p. 266.

turaleza del hombre, su estructura ontológica.230 En efecto, ya in-


dicamos antes que el hombre está constituido por un cuerpo portador de
un espíritu; y como lo que distingue al hombre de los demás animales, lo
que lo especifica, no es el cuerpo sino el espíritu —razón y voluntad libre—
, de ahí se infiere este principio fundamental: la primacía de lo espiritual
LO NORMATIVO, LO SOCIAL Y LO MORAL
respecto de lo material. Por tanto, son superiores los valores 19 o bienes
3
intelectuales y morales a los valores y bienes sensibles. “La tendencia y
preferencia de la voluntad a los valores sensitivos, sacrificando y
arrollando valores superiores, aun en orden puramente psicológico, es
una desarmonía en el yo, que abandona su prerrogativa superior, la de
ser hombre intelectivo-volitivo, para descender a la animalidad sensitivo-
afectiva.” 231 Queda así establecido, en consecuencia, que los valores
intelectuales y morales son de rango superior respecto de los valores
sensibles.
Ahora bien, ya en la esfera de lo espiritual, es claro que vale más un
valor intrínseco al objeto, que un objeto valioso por ser medio adecuado
para alcanzar otro valor. De ahí la distinción entre bien honesto y bien
útil, pues en tanto que el primero es un bien en sí, el segundo, el bien útil,
es un bien por participación, porque sirve para realizar un valor final. “Es
interesante el estudio de la psicología volitiva, en el querer los objetos que
son medios para conseguir los valores que pretende. La voluntad, al
querer eficazmente los valores, quiere necesariamente los medios que son
necesarios a la consecución de esos valores.—Y en esos casos puede muy
bien darse el que la voluntad quiera lo que intensamente en sí aborrece.
Que es lo que sucede en el que se deja amputar una pierna, porque a todo
trance quiere vivir, y sin la amputación, es cierta la muerte.” 232 /Él
ejemplo pone de manifiesto que el valor superior es el valor-fin y no el
valor-medio,
“ “Ontológico: lo que «e relaciona con la ontología, con el ser. Verdad metafísica, objetiva u
ontológica, es la que expresa la conformidad de las cosas con el pensamiento que las ha
producido. Un cuadrado y una casa no serán un verdadero cuadrado y una verdadera casa, si
no son conformes al pensamiento del geómetra y del arquitecto. Todo ser es verdadero
metafísicamente, porque todo ser responde perfectamente a su causa ejemplar, a la idea de
Dios; Dios, en efecto, teniendo un poder infinito, realiza adecuadamente su pensamiento, con
el grado de perfección que El determina.” Sortais, Vocabulaire philosophique y ob. cit., t. II, p.
475.
m Laburu, ob. cit., p. 267.
“ Laburu, ob. cit., p. 266.

filosofía-13
194 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
ya que éste sólo se acepta y vale por ser adecuado para alcanzar otro valor.
Por otra parte, los motivos que solicitan la tendencia apetitiva volitiva
y por consiguiente los valores correspondientes, son superiores en la
medida en que poseen, en mayor o menor grado, estas notas
fundamentales: magnitud, duración y extensión. “La magnitud de los
valores —expresa el mismo autor citado en el párrafo anterior— debe de
valuarse por su realidad objetiva. Esta magnitud objetiva de los valores
es tristemente suplantada por la magnitud subjetiva, con lo cual el yo
toma por magnitud de valores, lo que no es en la realidad.—En ia
duración*de los valores (que no es convencional sino cualidad intrínseca
a los mismos valores), es de capital importancia el horizonte psíquico que
posea el yo. El horizonte psíquico se amplía en relación directa de la
capacidad intelectual del yo, y en razón inversa de los estados afectivos.
Cuanto más capacidad intelectual tiene el yo, tanto mayor es su horizonte
psíquico. Cuanto más cargas afectivas tiene el yo, tanto menor es su
horizonte psíquico.” 233 Por último, la extensión del valor depende del
mayor o menor número de relaciones de la vida humana, a las cuales
irradia su contenido. Así, la extensión del valor hace necesaria la
estructuración de los motivos de la voluntad, reduciéndolos a un único y
supremo motivo.
Estas aportaciones de la psicología nos muestran que es posible
establecer una jerarquía de los fines humanos, desde un punto de vista
objetivo; y que, por consiguiente, el bien y los demás criterios racionales
de la conducta, no son nociones puramente convencionales, mudables en
el tiempo y en el espacio, sino que están fundados en realidad en la
estructura ontológica del hombre. Y como el derecho es normativo y toda
norma auténtica funda el deber que expresa en un bien necesario, el
estudio o investigación de los primeros principios del derecho, implica el
estudio y conocimiento de los criterios racionales del obrar.

2JI
Laburu, ob. cit., págs. 269 y 270.
CAPITULO XIII

/• EL BIEN, OBJETO FORMAL DE LA VOLUNTAD

SUMARIO: 1. Diversas acepciones del bien.—2. Bien en sentido ontológico o meta- físico y bien
moral.—3. Bien honesto, bien deleitable y bien útil.—4. El bien y la justicia.

1.—En el capítulo anterior indicamos que la psicología de la


voluntad muestra cómo todos los valores que solicitan la tendencia del
apetito superior, son propuestos por el entendimiento no como
imágenes o sentimientos, sino como motivos o razones, como
representaciones intelectuales, es decir, siempre bajo la razón formal
del bien/La voluntad se mueve siempre hacia un bien; algo semejante
af lo que ocurre con el ojo, que sólo ve objetos ba jo la luz y los colores,
o a lo que sucede con el oído, que sólo percibe imágenes sonoras. Y
siguiendo con la metáfora, del mismo modo que el ojo no puede ver el
sonido, ni el oído escuchar la luz o percibir los colores, la voluntad
tampoco puede tender a un objeto sino cuando éste le es mostrado bajo
la razón formal del bien. Podrá la voluntad hacer una mala elección
entre los diversos bienes que se le presentan —puesto que es libre—, o
rechazar el único bien positivo que se le ofrece; pero al proceder así lo
hace tomando como bien el motivo preferido, o la misma actitud
negativa de la abstención. Decimos que el ser es el objeto formal del
entendimiento porque sin la noción del ser —real o posible— no
podríamos entender cosa alguna; así también debemos afirmar que ei
bien es el objeto formal de la voluntad, 234 porque sin la noción del bien
la voluntad no puede querer, no puede tender hacia un objeto que no
conoce intelectualmente. jf
Santo Tomás, Suma Teológica, la., q. 5, a. 4, s. 3.

— 195 —
196 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
¿ Sin embargo, este objeto propio de la voluntad, el bien, al igual que el
ser, no es unívoco sino análogo. Hay una gradación o jerarquía en los
bienes y fines, puesto que no todas las realidades valiosas son iguales, y
consiguientemente la noción del bien, la razón formal del bien, sólo se
realiza plenamente en los analogados principales —Soberano Bien, bien
ontológico, bien honesto—, y por extensión o participación, en los
analogados secundarios —bien deleitable, bien útil, portador de valor o
cosa valiosa. Cabe, pues, hablar de diversas acepciones del bien, ya que
constantemente aplicamos esta noción a las realidades más diversas —a
seres corpóreos, al hacer y al obrar humanos, así como a las personas—;
en efecto, decimos que un reloj es bueno si mide con precisión el tiempo,
que la actividad de un zapatero o de un escultor es buena si responde a
las reglas del arte de que se trata, que una conducta es buena si
perfecciona moralmente al sujeto agente, y que una persona es buena si
su conducta individual y social es honesta. J
Por otra parte, y dado que frecuentemente se toman como nociones
equivalentes, ¿qué relación hay entre el bien y el valor? Aun cuando los
fenomenólogos no llegan todavía a ponerse de acuerdo sobre la naturaleza
del valor, 235 puede decirse que las teorías modernas más destacadas sobre
el particular, coinciden en afirmar que la emoción es el órgano a través
del cual el espíritu capta o aprehende las esencias materiales, alógicas, de
los valores.230 De acuerdo con este punto de vista, el valor es algo irreduc-
Sobre la teoría o filosofía de los valores pueden consultarse las siguientes obras: Etica de Max
Scheler. trad. de “El Formalismo en la Etica y la Etica material de los Valores” por Hilario Rodríguez Sanz,
Revista de Occidente, Madrid 1941; del mismo autor, Nature et formes de la sympathie, trad. de M.
Lefebure, París 1928; Esquisse d'une philosophie des valeurs, de E. Duprcel, París 1939; Valuation its
nature and laws, de W. Marshall Urban, Londres 1909; ¿Qué son los valores?, de Ortega y Gasset, No. 4
de la Revisto de Occidente; "La Estimativa o la Filosofía de los valores en la actualidad’’, de Augusto
Messer, versión del alemán por Pedro Caravia, Madrid 1932; "La Filosofía de los Valores", del Doctor
Alfredo Stern, trad. del francés por Humberto Pinera Llera, México 1944; y Travaux du IXe Congrés In-
ternational de Philosophie, Congrés Descartes, publicados bajo el cuidado de Raymond Beyer, tomos del
X al XII, que tienen por título "El Valor: las Normas y la Realidad”, y que comprenden trabajos de sesenta
y cinco autores, entre ellos Polak, Heine- mann, J. Xirau, J. Fischer, Krause, L. Landgrebe, G. Gurvitch,
Paul Siwek, S. J., G. R. Morrow, Barna Horváth.
234 “Según Hussert, la intuición esencial, la Wesenschau, consiste en el acto de adecuación perfecta
entre una significación y su efectuación, aquello a que se apunto
EL BIEN, OBJETO FORMAL DE LA VOLUNTAD 197
tibie al ser, que no aumenta ni disminuye su caudal entitativo, que no
se relaciona con sus notas esenciales ni con sus notas existen- ciales o
individuantes, que no es una esencia formal y universal sino material
y concreta, y que por consiguiente no se demuestra —no es objeto de
raciocinio o discurso— sino que simplemente se muestra —no es lo
mismo mostrar que demostrar una cosa—, se intuye. Así el valor es
considerado el objeto propio, el correlato de la emoción; y aunque se
insista en afirmar su objetividad, su independencia del sujeto y del
sentimiento, en el mejor de los casos resulta una realidad de contornos
imprecisos, que por esto mismo no puede servir de fundamento al
orden normativo.237
y lo dado. Sin embargo, observa Scheler, pueden observarse casos donde en el flu- jo de lo
vivido se presentan contenidos que no tienen significaciones directas y que, no obstante,
son actos intencionales precisos, daros y comprensibles. Cuando por ejemplo, se
experimenta la belleza, la nobleza, la bondad, sendllamente el carácter agradable de
cualquier cosa, no se aprehenden directamente las significaciones de bondad, nobleza,
belleza, etc., sino sólo la cualidad de lo bello, de lo bueno, de lo agradable.—Si todas las
cualidades irreductibles son esendas, es preciso hacer constar, pues, que hay esendas que
no están directamente unidas a significadones.—Si hay contenidos intencionales, y
espedalmente esencias, no unidas a significaciones, es que son alógicos, irracionales,
situados fuera de lo inteligible.—Las cualidades irreductibles, desprovistas de
significadones directas, como el bien y el mal, lo bello y lo feo, etc., son esencias puras y,
sin embargo, en tanto que no unidas a significadones, esendas alógicas e irracionales.
Scheler las llama valores.—Una descripdón fenomenoló- gica precisa, muestra que existe
una intencionalidad y un apriorismo de la vida emocional, que le son propios, y que los
actos de sentimiento puro, de preferenda y de repugnanda, de amor y de odio, etc., no
tienen nada de psicológico y de antropológico, que son actos puros, los cuales persisten
tras la reducdón fenomenológica, y pueden ser atribuidos a seres desprovistos de toda
organizadón psico-física.” G., Gurvitch, Las Tendencias Actuales de la Filosofía Alemana,
trad. de Frandsco Almela y Vives, Madrid 1931, págs. 107 y sigs.
m Véanse las reflexiones criticas sobre el intuicionismo emodonal de Scheler en la obra

dtada en la nota anterior, así como la crítica al sistema axiológico personalista de Scheler,
en el estudio de Derisi publicado en el número 6 de “Ortodoxia”, Revista argentina de los
Cursos de Cultura Católica.
Consideramos que no hay inconveniente en usar el término valor para significar con
él, tanto la razón formal del bien (ratio boni) como los bienes o cosas valiosas (res bona), y
asimismo los otros trascendentales del ser, la verdad y la belleza. En este sentido hemos
usado como términos equivalentes las nociones de bien y valor, de acuerdo con los puntos
de vista de Derisi y Siwek. Esto significa que para nosotros el valor no es una esencia
alógica, emodonal, subjetiva, sino que aun en los casos en que su materia es captada a
través de una sensación —también hay valores sensibles— o mediante una intuición
emodonal —como en el caso de la belleza—, su rango o jerarquía sólo se establece en
virtud de una comparación que supone la intervención del entendimiento, de la razón.
Esto aparte de

u
198 LOS "RIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
/ No han faltado teorías, como la de Siwek, que identifican valor y bien.
En este caso puede decirse que se trata en el fondo de un simple cambio
de terminología. Todos los conocimientos verdaderos alcanzados
trabajosamente por la filosofía aristotélico- tomista en relación con el bien
y la virtud, son referidos al valor y al sentimiento o a la emoción, y de este
modo se nos presenta “el vino añejo vertido en odres nuevos”. No es esto
lo que precisamente hace Siwek —él más bien trata de conciliar la teoría
del valor con la doctrina clásica del bien racional—, sino lo que han hecho
fenomenólogos conocedores de las tesis de la filosofía tradicional.
m

2.—Para la doctrina del bien racional, el bien no es algo independiente


del ser, sino una noción fincada en el ser: el ser en acto, el ser en relación
con su causa final, el ser en cuanto actualiza sus potencialidades y de este
modo se perfecciona. En este sentido ontológico o metafísico cabe decir con
toda razón que el bien es lo que apetece el ser, lo que perfecciona al ser, y
que todo ser en cuanto existe, es bueno.238 En los dos primeros casos —“lo
que apetece el ser, y lo que perfecciona”— se alude al bien como fin in-
trínseco del ser, como el acto propio al cual tiende lo que hay de potencia
en un ser; en el último caso —el del ser existente— se toma como bien el
fin, no como término de una tendencia o tipo ideal, sino como realización.
De ahí la distinción entre fines bue- ' ' ’ azón formal del bi'en), y
cosas va-

_ _ ser creado es
una mezcla de po
tencia y acto. Así por ejemplo, una
semilla de naranjo está en acto desde el momento en que no representa
una mera posibilidad metafísica, sino un ser real, existente, que ha
actuado una esencia —la esencia vale como potencia y la existencia como
acto—; pero al mismo tiempo la semilla contiene en potencia, como ger-
men que es, la planta de naranjo con su desarrollo, con sus fio-
que el bien implica siempre una relación del ser con su causa final, relación que es aprehendida por la
inteligencia.
Claro está que de acuerdo con este punto de vista, no se identifica valor y bien aun cuando en esta noción
se comprendan las distintas especies del bien, puei el valor es una idea más amplia, más extensa, ya que
se aplica tanto al bien como a la verdad y a la belleza.
,3Í Santo Tomás, Suma Teológica, la., q. 5, a. 3.
EL BIEN, OBJETO FORMAL DE LA VOLUNTAD

res y frutos; ésta es la finalidad intrínseca de la


semilla jo, convertirse en planta, crecer,
desarrollarse, y dar flores y frutos; puede decirse
que la semilla apetece convertirse en planta, actuar
sus potencialidades, y que en este paso de la potencia al acto consiste su
perfeccionamiento ;^a semilla tiene trazada una trayectoria para su
desarrollo, predeterminado un tipo de árbol y de frutos —se convertirá en
naranjo, no en guayabo, y dará naranjas de cierta calidad, agrias o dulces
según el caso—; por eso se dice que ese tipo de desarrollo es una finalidad
intrínseca a su ser, que representa una proyección de su ser. Este sencillo
ejemplo nos permite comprender por qué, en sentido ontológico, todo ser
en cuanto existe es un bien, y por qué todo ser tiene su bien, o sea aquel
tipo que de acuerdo con su naturaleza, apetece realizar, realización que
implica al mismo tiempo su propia perfección. Y volviendo a nuestro
primer aserto, podemos ahora no sólo insistir en la vinculación entre el
ser y el bien, sino sostener esta tesis fundamental: que en cuanto a su
realidad, el bien y el ser son idénticos, ya que sólo difieren por la razón,
pues en tanto que una cosa es, desde que se distingue de lo que es pura
potencia, el bien añade a la noción de ser, aquella de deseable o
apetecible.239 „ ¿Puede entonces decirse que toda realidad es un bien? No
precisamente. Para convencemos de ello, basta considerar el caso de los
objetos matemáticos, que podemos extender a todos los objetos ideales o
entes de razón, y el caso de la belleza. Esta se distingue del bien, porque
es objeto de conocimiento y se relaciona con la causa formal; mientras que
ej bien es objeto de la voluntad y se relaciona con la causa final.y^Y en
cuanto a los objetos matemáticos, si bien se refieren a ía realidad, la
consideran en su segundo grado de abstracción, desde el punto de vista de
la cantidad;241 como abstracciones que son, sólo existen en el espíritu, son
extrañas al movimiento y a la causa final y, por tanto, al bien,
“ Santo Tomás, Suma Teológica, la., q. 5, a. 1.
"• “El bién concierne a la facultad de desear, puesto que el bien es lo que todo ser desea, y tiene razón
de fin, porque el desear es una especie de tendencia hacia el fin. Lo bello concierne a la facultad de
conocimiento, puesto que se declara bello aquello que place a nuestra vista. También la belleza consiste en
una justa proporción de las cosas, ya que nuestros sentidos reposan en las armoniosas y proporcionadas. La
belleza, propiamente hablando, se relaciona con la causa formal.” Santo Tomás, Suma Teológica, la., q. 5,
a 4, s. 1.
V. la rota 14.
que 200
tiene siempre razón de fin.242 Son, pues, los seres existentes, los
LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
seres creados los que oncológicamente constituyen bienes, desde el
momento en que existen, pues la existencia es la actualidad o rea-
lización de la esencia.
f/El pensamiento de Leclerq servirá para precisar más estas nociones y
disipar cualquiera duda. “Un ser es bueno —expresa— en la medida en
que realiza su tipo o su naturaleza propia.” 243 Este tipo es su fin; y si
bien el fin es una noción intelectual, esto no significa que sea puramente
subjetiva, ya que la experiencia nos muestra que hay en las cosas una
finalidad que no depende de nuestras concepciones subjetivas, por más
que en la vida práctica frecuentemente confundamos los fines propios
de los seres, con la utilidad que pueden reportamos. La noción del mal,
lejos de representar una objeción seria, ayuda a comprender la idea del
bien; pues si éste es la medida en que un ser realiza su tipo, el mal es lo
que impide esta realización. Por eso para determinar la parte de bien y
de mal que hay en un ser, debe determinarse previamente su tipo ideal.
El mal resulta, asi, una privación del ser. la falta de un ojo, de un brazo,
de una pierna, o el inadecuado funcionamiento de alguno de sus
órganos, es para el hombre, considerado en su aspecto corporal, un mal,
porque representa una privación de su ser. j
Establecida la noción del bien en sentido ontológico, pasemos a
considerar el bien moral, el bien humano. ¿Por qué se distingue el bien
moral del bien ontológico? Por la misma razón que se distingue el
hombre de los demás seres de la creación. El hombre, al nacer, es como
la semilla del ejemplo, un ser mezcla de potencia y acto. No es una mera
posibilidad metafísica de hombre, puesto que ya existe, pero es casi una
suma de facultades, de potencias, de capacidades o virtualidades. El
hombre, al igual que los demás seres creados, tiene una finalidad
intrínseca y apetece realizar su fin, perfeccionarse, superarse,
actualizar armóni-
■a “El objeto matemático es sin duda una realidad, pero considerada desde el punto de
vista de la sola cantidad, luego abstractamente, y estas abstracciones de la ciencia que son
el punto, la línea, el plano, el triángulo, etc., no existen realmente separadas de las cosas.
Si existieran, debería atribuírseles el bien, a saber, el bien de su ser; pero ellas no existen,
así abstractamente, sino en el espíritu, que las concibe y las desprende del movimiento y
de la materia.” Santo Tomás, Suma Teológica, la., q. 5, a. 3, s. 4.
Ob. cit., en nota 62, t. I, p. 98.
camente sus facultades, sus potencias. Tiene, pues, una estructura
ontológica y su bien propio; pero como de acuerdo con su estructura o
naturaleza es inteligente y libre, el hombre se convierte por virtud de
estas dos notas esenciales, en un ser excepcional. Con su razón conoce
la estructura ontológica de los seres que lo rodean y su propia
naturaleza; y el desarrollo armónico de su ser, la realización de su
prppio fin natural, depende fundamentalmente de su voluntad
libre.y^En tanto que los demás seres son movidos hacia su fin de
acudrdo con la causalidad que expresan las leyes cosmológicas y en el
casoEL
deBIEN, OBJETO FORMAL
los animales DE LApor
irracionales, VOLUNTAD 197existe ese
el instinto, en el hombre
principio interno de acción que es la voluntad y esa inmensa
prerrogativa de determinarse eligiendo entre dos o más posibles
caminos a seguir, que es la libertad psicológica. Por eso el hombre es
dueño de sus actos, y en la misma medida, dueño de su destino: el
hombre puede alcanzar cimas de perfección, o degradarse y llegar a
descender más abajo que las bestias.
El bien moral es, por consiguiente, el bien ontológico del ser
inteligente y libre. Un bien que para realizarse requiere la libre o
espontánea cooperación del ser a que se refiere; un bien que es conocido
por el hombre y que éste puede querer eficazmente o rechazar; un bien
que implica para su titular una grave responsabilidad: perfeccionarse o
degradarse, salvarse o perderse.

3. Y tratando concretamente del bien humano, para su mejor


comprensión, podemos dividirlo en tres especies: bien hones- to, bien
deleitable y bien útil.244 El bien honesto es en este caso, fundamental^
el analogado principal, ya que las otras dos especies —bien deleitable y
bien útil— son bienes por participación. El bien honestóles la cosa en sí
misma hacia la cual tiende la voluntad, lo que se ofrece como término al
movimiento de una facultad apetitiva, la realidad deseable por sí misma
sin referencia a otra realidad ulterior, el término en que se acaba
finalmente el movimiento apetitivo./El bien deleitable juega un papel
derivado respecto del bien/ionesto, fin en sí mismo, del cual puede
decirse que participa en cierto modo, ya que representa el reposo del
apetito en la posesión del bien; consiste así en aquietarse la voluntad
por la bondad de aquello en que reposa, lo cual significa que el bien
deleitable sigue a la posesión del bien honesto,
Santo Tomái, Suma Teológica, la., q. 5, a. 6.
pues202
el deleite se desea por razón del bien, y no a la inversa. 246 Y el bien
LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
útil es el término relativo del movimiento de la voluntad, ya que en este
caso se quiere el objeto como medio adecuado para alcanzar un objetivo
ulterior, fin valioso en sí mismo; de tal suerte que el objeto útil es de
suyo indiferente, y es el objetivo ulterior el que proyecta sobre él su
propia bondad. Es pues, también, un bien por participación. “De ahí la
vaciedad de aquella pregunta que muchos se hacen para indagar la
bondad de algo: ‘¿Para qué sirve esto?’, sin percatarse de que muchas
veces son las cosas que para nada sirven las que valen por sí y de cuyo
valor participan las otras.” 248 .
/En relación con estas tres especies del bien humano, han surgido tres
sistemas o concepciones generales sobre la vida moral: la utilitaria, la
hedonista y la del bien racional. De acuerdo con las explicaciones que
hemos dado sobre los conceptos de bien, ele utilidad, de deleite y de
honestidad, es claro que estas concepciones no son incompatibles, sino
que las dos primeras encuentran su complemento lógico en la tercera,
la del bien racional, que afirma la primacía del bien honesto sobre los
bienes de utilidad y de deleite, sin excluirlos.
La concepción utilitaria hace de lo útil el principio de todos los
valores morales. Bueno es aquello que sirve al hombre, aquello que le es
útil o provechoso. Pero entonces es el hombre mismo el bien final y no
las cosas útiles, que sólo tienen valor como medios. Sin embargo, ni
siquiera a esta conclusión llega el utilitarismo, pues lo que considera en
el hombre fundamentalmente es su bienestar, que se alcanza mediante
un cálculo del placer, aquí comprendido el goce espiritual. Una acción
es útil si la suma de sus consecuencias agradables es mayor que la suma
de sus consecuencias penosas. En el fondo se trata de una nueva forma
de egoísmo hedonista. J/
Para la'xoncepción hedonista, la búsqueda del placer es el principio
de la moral. Su ley es la del máximo de placer y el mínimo de dolor. Los
objetos en la vida sólo interesan como fuen-
»« Para Santo Tomás la delectación es el reposo del apetito en la posesión del bien; por
tanto, sigue a éste, y así se desea el deleite por razón del bien. También indica que el deleite
consiste en cierta tranquilidad de la voluntad, en aquietarse ésta por la bondad de aquello
en que reposa. Suma Teológica, la. Ilae., q. 2. a. 6, s. 1 y 3, y q. 4, a. 2, con las dificultades y
respuestas.
í4< Zaragüeta, ob. cit., p. 470.

tes de placer y deben ser evitados si son dolorosos. Lo que importa es


que la sensibilidad esté satisfecha. No advierte el hedonismo que el
placer y el deleite son un resultado y no un principio, que el goce resulta
de la inclinación satisfecha y que, por tanto, es el reposo del apetito en
la posesión de un bien, siendo este bien el que

Z porta.
La doctrina del bien racional afirma la primacía del bien honesto,
EL BIEN,
del bien OBJETO
en sí, FORMAL
que con DE LA
relación al VOLUNTAD 197 su ser,
hombre, es lo que perfecciona
lo que conviene a su naturaleza racional y libre, aquello a lo cual tiende
su voluntad. No desecha la noción de bien útil, supuesto que quien
quiere el fin quiere los medios que son necesarios para alcanzarlo; es
decir, lo útil es bueno, no en sí mismo, sino por participación de la
bondad del fin al cual está ordenado. Tampoco descarta la noción de bien
delitable, pues considera que el goce que acarrea la posesión del bien
honesto, es frecuentemente un incentivo que ayuda a la voluntad a
hacer una recta elección entre los motivos que el entendimiento le
propone; en cuyo caso se desea el deleite no por sí mismo, sino por razón
del bien en cuya posesión descansa o reposa el apetito racional. Esta
doctrina establece, así, una jerarquía, un orden entre estas tres especies
del bien humano, colocando en el plano superior el bien honesto.
Y asimismo reconoce un orden o jerarquía entre los seres creados, no
d'esde el punto de vista del placer o utilidad que reportan al hombre,
sino objetivamente considerados. “Los seres, en efecto, se hallan como
escalonados en una jerarquía de inferior a superior, que en el orden
natural se traduce en la gradación del mineral, pasando por el viviente
vegetal y animal (mundo físico), hasta el hombre (mundo social); y en el
orden artificial en los productos de la industria y el arte, que en tan
múltiples aspectos han llegado a superar a la naturaleza./En ello estriba
la ‘cultura’ humana, que se hace todavía más patente cuando del orden
de los objetos reales o sensibles se pasa a la consideración de los ideales
e intelectuales (‘idealismo’), más pobres que aquéllos en comprensión,
pero más ricos en extensión y en perspectiva mental, por lo mismo que
aquéllos implican la exigencia y éstos se reducen a la esencia de los
objetos en cuestióiyTor encima de todos ellos se halla la Realidad divina,
origen dé toda realidad y ejemplar de todo ideal, cuya esencia es por sí
misma existente, y que por tanto constituye el objeto culminante de la
vida humana
como Bien supremo del que todos prpeeden y Fin último al que to<los
implícita o explícitamente se ordenan. Esta vida se dignifica
proporcionalmente al rango de los objetos que trata, y en esa elevación
del hombre hacia objetivos cada vez más elevados se cifra el movimiento
ascensional de su moralidad. Ello se logra en función de los valores de
verdad, bondad y belleza objetivas, coincidentes siempre con la esencia
de las cosas.” 247
De acuerdo con esta doctrina, las normas y la noción misma del bien
encuentran su fundamento inmediato en el ser creado, en la naturaleza
de las cosas y en la estructura ontológica del hombre, y su fundamento
último en el Creador del universo y de la naturaleza humana JLas
verdades morales tienen así un fundamento real, están fincádas en el
ser, en la naturaleza de las cosas, en el orden ontológico según el cual
cada ser tiene un fin propio y a la vez ocupa determinado puesto en el
cosmos; esas verdades no son meros productos convencionales que
varíen con las épocas o de un lugar a otro. Siempre serán condenados
204 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO
por la ética, el asesinato, el adulterio, el robo, la mentira, el suicidio,
como malos, porque implican en cierta medida privaciones del ser; el
asesino priva de la vida a un semejante, suprime su ser biológico; el
adúltero dispone de una mujer que no le pertenece, 248 que forma con su
marido la unidad básica (“dos en una misma carne”) de una familia,
destruye o cuando menos relaja esa unidad y el propio ser de la familia;
el ladrón reduce el patrimonio de una persona, la unidad de bienes
estimables en dinero, afecta a la voluntad de su dueño; 249 el mentiroso
atenta contra el ser de la sociedad
*" Zaragüeta, ob. cit., págs. 479 y 480.
*“ “Santo Tomás hace notar de acuerdo con la tradición cristiana, que si en el matrimonio
la mujer está unida a su marido, hasta no hacer sino un cuerpo con él, la vida familiar y
doméstica que instaura el matrimonio es establecida, sin embargo, sobre una base de
igualdad y de derechos mutuos. La mujer y el hombre se unen por un acto libre y personal,
y si la naturaleza asigna a una y otro papeles diferentes en la vida familiar y conyugal, es
sobre el plano de la reciprocidad de derechos como se desenvuelven la» relaciones
conyugales.” Délos, nota explicativa al a. 4 de la q. 57 de la lia. Ilae., de la Suma Teológica
de Santo Tomás, t. I, p. 191.
** “La noción analógica de dominium.—Santo Tomás recoge la división aristotélica de la
universalidad de lo» bienes: bienes del alma, bienes del cuerpo, bienes exteriores, cuya
posesión constituye para el Filósofo el bienestar. El ser razonable debe buscar esto» bienes
y apropiárselos. Asi como él ejerce un imperio soberano sobre sus operaciones espirituales
inmanentes, su señorío puede extenderse sobre las cosa» y lo» seres exteriores a él, que
pueden convertirse por un titulo muy real, en su propiedad. Ihering ha escrito: la propiedad
no es sino la periferia de mi persona
\w

que no podría existir, no obstante ser necesaria al hombre y estar así


vinculada a su estructura ontológica, si los hombres no procedieran a
base de veracidad en sus relaciones, aparte de que priva al lenguaje de
su fin propio, de su función especifica, que consiste precisamente en ser
vehículo fiel para la transmisión del pensamiento; y el suicida se priva
de su ser corporal y al mismo tiempo priva de uno de sus miembros a
las sociedades y comunidades a que pertenece.
i Se dirá: pero es que no puede considerarse como un mal la privación
de un órgano o de una parte de nuestro cuerpo mediante una
intervención quirúrgica prescrita y realizada por un médico. Mas en este
y en los demás casos a que se refieren las objeciones formuladas contra
la doctrina que aquí se sustenta, se olvida que no se debe atender
exclusivamente a la noción del ser en su aspecto substancial concreto y
estático, sino también a las funciones y fines a los cuales está ordenado,
así corno a las relaciones y dependencias que existen entre esos fines y
funciones, y entre los distintos tipos de seres, todo lo cual constituye el
ELontoló-
orden BIEN, OBJETO FORMAL
gico. La DE LA
privación deVOLUNTAD
un órgano o de una parte197de nuestro
cuerpo en virtud de una operación quirúrgica, se propone precisamente
asegurar la subsistencia del ser biológico total que constituye el
organismo humano, es un medio necesario o bien útil que no es valioso
en sí, sino por cuanto sirve para mantener la vida de un ser valioso por
sí mismoVAlgo semejante ocurre tratándose, ya no del organismo
biológico^sino de esa otra totalidad o unidad que es la sociedad de la que
formamos parte, la que puede privamos en ciertos casos de algunas
libertades, de nuestros bienes patrimoniales y de la vida misma, 250 para
preservar su entidad “relacional”
extendida a las cosas.” Délos, Apéndice a la Suma Teológica de Santo Tomás, t. III. p. 370.
*" “La mayoría de los impugnadores de la pena de muerte suele derivar hacia razones de
índole histórica o sociológica, y aun sentimental. Otros alegan, al modo krausista, que
siendo el hombre fin de sí mismo, no cabe sacrificarlo a ningún otro fin. Aquí baste recordar
que el hombre no es fin de sí mismo, sino que tiene asignados ciertos fines, e incluso cabría
demostrar que la pena de muerte puede servir a" la finalidad suprema, al bien eterno del
propio criminal. También suelen aducirse algunos textos bíblicos, pretendiendo, en
conclusión, darle un carácter absoluto al precepto ‘No matarás*. La doctrina clásica
desmiente ese pretendido alcance del Quinto Mandamiento —que es también mandamiento
de derecho natural—, e interpretándolo racionalmente ve en él la prohibición de matar al
inocente por decisión privada, pero no la de eliminar al enemigo interior o exterior. Todo
206 LOS PRIMEROS PRINCIPIOS DEL DERECHO

—no substancial—, el orden social que por ser necesario al hombre, es


evidente que está fundado en datos ontológicos.

4.—Y lo que decimos del bien, es igualmente aplicable a los demás


criterios racionales de la conducta humana. Ninguno de ellos es
convencional ni subjetivo; todos ellos, por el contrario, se fundan en el
ser, en la naturaleza de las cosas, como que en el fondo se reducen a
especies del bien. Esto es evidente en el caso del bien común, puesto
que esta noción compleja incluye expresamente la idea del bien; e
igualmente puede afirmarse a propósito de la justicia. También la
justicia es uea especie del bien y está fundada en el ser, en datos
ontológicos, objetivos.
La justicia no es simplemente la idea de igualdad aplicada a las
relaciones del hombre con sus semejantes. Claro que alude a esta idea
de igualdad; pero también se refiere a la idea de armonía, de jerarquía,
de orden. Exige que a cada quién se le reconozca su derecho, el poder
moral de determinar la conducta de su prójimo bajo la razón formal de
deuda, y esto no puede entenderse sino en relación con un orden social,
que para ser humano, tiene que fundarse en la naturaleza libre y
racional del hombre. Así la justicia póstula ese orden ontológico
implicado en la noción del bien; es, en cierto sentido, la misma idea del
bien aplicada a la vida social del hombre. Por eso podemos afirmar que
todo lo justo es necesariamente bueno, aunque no todo lo bueno es justo,
ya que el bien es el género, y la justicia una de sus especies, de modo
que tiene, lógicamente, menos extensión que aquél.

individuo es en cierto modo parte del organismo social; pues bien, si cualquiera de nosotros
puede y debe amputar un miembro cuya infección determinaría la muerte o un grave
quebranto, el bien de la sociedad puede en ciertos casos obligar a la eliminación de un
miembro corrompido o peligroso. Ello constituiría no sólo un derecho, sino un deber de la
autoridad, cuya misión es velar por el bien común, y ella será la llamada a decretar esa
supresión para salvar o defender la vida y la paz de todos." Corts Grau, P’incipios de Derecho
Natural, págs. 99 y 100.
I

CAPITULO XIV EL

BIEN COMUN
SU MARIO: 1. Sus diversas acepciones referidas al orden sobrenatural y al orden
natural. 2. Bien común y bien personal.—3. Necesidad de comparar términos que
corresponden al mismo plano y orden. —4. Bien común y Justicia.

1.—El bien común —así lo indicamos en el capítulo anterior— es una


especie del bien en general, un criterio racional de la conducta que se
refiere en primer término a la sociedad como entidad “relacional”, como
la unidad de un todo ordenado que responde a lo que podríamos llamar
la dimensión social de la naturaleza humana. Se trata de una noción
compleja: como bien, casi se identifica con el bien de la naturaleza
humana; como común, alude ante todo al acervo acumulado de valores
humanos, por una sociedad determinada, objeto perpetuo de conquista
y de discusión, dada su aptitud o capacidad para ser distribuido, y con-
dición al mismo tiempo del desarrollo y perfeccionamiento de los
hombres; también significa lo común, que los individuos no poseen ese
bien antes de su integración en el organismo social y que no sólo
aprovecha a todos sino que a la vez requiere el esfuerzo coordinado de
todos los miembros que integran la comunidad; lo cual implica que no
está constituido por la suma de bienes individuales, sino que es un bien
específico que comprende valores que no pueden ser realizados por un
solo individuo, tales como el orden o estructura de la propia actividad
social, el derecho, la autoridad, el régimen político, la unidad nacional
de un pueblo, la paz social.251
También, a propósito del bien común, cabe hacer la distinción entre res bona, bienes
comunes, y ratio boni, o sea la razón formal del bien común.

— 207 —
CAPITULO VIII

NORMAS JURIDICAS
SUMARIO: 1 .Norma jurídica y derecho.—2. Su estructura formal: juicio de valor en modo
imperativo que atribuye a un supuesto una~ consecuencia.—3. Su estruc- el deber de justicia. Su
alteridad esencial.—4. Datos forma
tura real
ceptos jurídicos fundamentales de carácter formal): sujeto, supuesto, relación, objeto, ~3irecho
subjetivo, deber, sanciótU^ST Datos reales (conceptos jurídicos fundamentales de carácter
real): persona, sociedad, autoridad política, coerción, fines jurídicos (seguridad, justicia, bien
común), deber de justicia.

s 1.—En lógica se distinguen las operaciones del espíritu, sus obras, y


sus formas de expresión. A la simple aprehensión o conceptua- ción
(operación), corresponde el concepto o idea (como obra), y el término o
palabra (como forma de expresión). Al juicio o acto de juzgar (operación),
el juicio como enunciado (obra), y la proposición (como expresión).184
Algo semejante ocurre con el derecho; también a propósito de un
ordenamiento jurídico cabe distinguir su génesis, las relaciones
jurídicas producidas, y la formulación o expresión normativa de lo que
es derecho en un caso dado. Y así como no se confunde en el orden lógico
el concepto con su término o signo, ni el juicio con la proposición que lo
expresa, tampoco en el orden jurídico debe confundirse el derecho con
la norma, p
La norma jurídica es la fórmula imperativa de lo que es derecho: en
tanto que el derecho es lo expresado o representado por la norma.138 El
derecho es una relación objetiva entre personas, accio-
,M Maritain, Ellments de Philosophie, pigs. 6 a 9
** "EJ coja muy diferente analizar la ley (es decir, la norma jurídica) o el derecho. La
primera ej una representación intelectual, aunque imperativa, de lo que es el derecho; éste,
al contrario, no es una cosa mental, ni una creación de la razón; es

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