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LUCIA GARAY

Algunos conceptos para analizar instituciones educativas

Se parte de la afirmación de que las instituciones educativas son: como objeto social,
complejas, como campo de la acción de los sujetos individuales, grupales o colectivos,
sombreados laberintos. Producto y productora de procesos. Inscriptas en la historia social y
en la historización singular.

Educación y escuelas…

La educación es una función humana y social. Está presente en todo grupo o sociedad;
posibilita su continuación y cambio a partir de la socialización.
Para el individuo singular, es la posibilidad de humanización, su transformación en
sujeto social, la posibilidad de formar su identidad y construir su proyecto histórico
personal.
La educación está asociada, además, al crecimiento económico, al desarrollo social, de
la ciencia y la tecnología y es una herramienta en la lucha por la preservación del medio
ambiente.
Es una función transhistórica: junto con el lenguaje, el parentesco, el trabajo y la
producción, forman parte de los cuatro organizadores fundantes de toda sociedad humana.
La educación es un objeto de estudio e intervención del que se ocupan todas las
ciencias sociales y humanas; también es una cuestión de muchísimos opinantes.
Por su parte, la escuela es una institución, es el modo particular histórico de organizar
la educación; un modelo de formación humana.
La escuela es la institución educativa hegemónica de la modernidad. Absorbió y
desplazó otras instituciones educativas anteriores o contemporáneas a ella, a este proceso
se lo denomina institucionalización.
La escolarización como fenómeno se produce cuando la escuela se instituyó de tal
modo que impregnó con su modelo, como si fuera un paradigma, la vida social y cultural,
haciendo difícil reconocer otras formas educativas no escolares.
La escuela se hace universal, planetaria. Conforma sistemas, los sistemas educativos de
gran tamaño y complejidad. Escolariza las sociedades, monopoliza la asignación de
acreditaciones educativas, crea rutas escolares de larga duración, genera profesionales y
especialistas, burocracias que las administran, da origen a su propio mercado y desarrolla
subsistemas económicos.
Sin embargo, al final del siglo XX la escuela está conmovida por una profunda crisis
institucional. Hoy es claramente reconocible una pérdida de las tradicionales funciones de
los sistemas educativos (formación ideológica, de recursos humanos para el trabajo, de
dirigentes, entre otros).
La caída de la absoluta hegemonía de lo escolar en la educación de la niñez y los
jóvenes es otro hecho reconocible.

Un concepto de institución e institucionalización.

En el discurso acerca de la educación “lo institucional” es presentado como algo


diferente de la educación como proceso y como práctica.
Primero, refieren al término institución a los establecimientos educacionales.
Organizaciones observables en espacios y tiempos concretos.
Segundo, a configuraciones de ideas, valores, significaciones instituidas que, con
diferente grado de formalización, se expresan en leyes, normas, pautas, códigos. Pueden
estar escritas pero no necesariamente.
El establecimiento, con su organización, sería el escenario concreto donde la
institución (las instituciones) toma cuerpo. No toda institución tiene un establecimiento
como forma de concretización específica (el noviazgo, por ejemplo). En el ámbito educativo
es difícil encontrarlas, más aún, después del proceso de escolarización ya descripto.
El establecimiento, las prácticas cotidianas y las representaciones mentales de los
individuos serían las instancias más singulares de “concretización” de las instituciones.
Metodológicamente, y a los fines de la investigación diagnóstica, el establecimiento es
una unidad de análisis.
Una institución es un producto instituido y ha estado precedida de un proceso de
constitución al que se llama institucionalización.
Ha tenido un momento de génesis, sumamente difícil de establecer con certeza. Este
origen, generalmente, es reinventado desde el presente. Este mito de fundación tiene,
esencialmente, un valor simbólico para los sujetos que lo inventan y reinventan.
Una institución para ser generada supone otras instituciones que le sirven de
plataforma. Necesita de otras instituciones. Desplaza otras; reabsorbe algunas. Nace y se
institucionaliza en oposición a otras instituciones o complementariamente.
Sin duda, fue el anudamiento de dos grandes instituciones, la Escuela y el Estado, el
más importante para la institucionalización de la modernidad; el más fructífero para cada
una y para el desarrollo nacional y educativo.
Este anudamiento fue, también, el talón de Aquiles de la institución educativa. La
transformación del papel del Estado, entre la que se cuenta el abandono de su histórica
función de Estado Educador, es un componente esencial, a la vez que desencadenante de la
impactante crisis institucional de la Educación y la Escuela Argentina.
El proceso de institucionalización tiene tres planos:
• Uno con la sociedad y con la etapa histórica que ha creado las condiciones (objetivas y
subjetivas) que posibilitan el surgimiento e institucionalización.
• Otro, en la sociedad con la creación de condiciones y mecanismos que aseguren su
reproducción, en este caso la escolarización.
• Por último, la institucionalización en los individuos, denominado Socialización
Institucional.
La institucionalización, en tanto proceso concreto, deja sus marcas, no sólo en los
establecimientos, en su espacio interior, sino, y de modo más profundo, en la mentalidad de
la gente.
Ella produce, y es reproducida, por luchas de fuerzas, por movimientos, por mutaciones
y transformaciones de sus características. A estas fuerzas se las llaman INSTITUYENTES,
productoras de nuevas ideas y valores – o podrían ser ideas y valores del pasado que se
restituyen. Son fuerzas productoras de códigos, de símbolos. Generan una nueva
institucionalización. Otras características institucionales, otro instituido.
Se trata, también, de nuevos procesos estructurales; económicos, sociales, políticos,
psicosociales, comunicacionales y científicos. Y por sobre todo, nuevos actores sociales.
Ideas, metas, valores sostenidos por fuerzas instituyentes, imaginarios transformadores,
utopías sociales o educativas, para instituirse deberán plasmarse en PROYECTOS y no de
unos pocos sino de muchos, consensuado; abarcante de y para el conjunto. Tampoco esto
sería suficiente. Tendrán que existir condiciones objetivas que lo hagan posible; condiciones
objetivas y subjetivas al interior de la institución y en la sociedad.
La demanda social de educación se nutre en las “necesidades del individuo humano”.
Hay dos tipos de necesidades básicas: las de subsistencia y las de existencia. Estas últimas
tienen que ver con el sujeto como ser social, como sujeto de saber, como sujeto de poder
hacer, con su identidad e individuación.
Las necesidades no se definen sólo como carencia, hay necesidades activas, sostenidas
por el deseo en términos de voluntad, de intención de búsqueda y se las llama DEMANDAS.
La institucionalización originaria, como la institucionalización de las transformaciones, es
un proceso complejo, no lineal, con avances y retrocesos. Desigual en sus avances y en sus
efectos. A veces se esfuman, quedan como utopías deseables, como imaginarios escindidos
del hacer. Intentos fallidos, fracasos, o mutados de tal modo que se constituyen en
remodelaciones, nuevos rostros de lo instituido.
La institución es en sí proceso: el movimiento de las fuerzas históricas que hacen y
deshacen las formas. Tiene tres momentos:
• De universalidad de la ideología dado en lo instituido.
• De particularidad de la base social que encarnan las fuerzas instituyentes.
• De singularidad de la base material, constituyente de las “formas y el fuego” que
garantizará la legitimidad, la duración de esas formas (Lourau, R. – 1980). Se trata de la
institucionalización. La parte del proceso que realiza el trasvase de lo instituyente en
instituido.
En el análisis institucional lo instituido se describe fácilmente puesto que se corresponde
con lo dado, lo organizado, con los patrones según los cuales se realiza todo en Pro de la
institución.
Lo instituyente es buscado y reconocido como la potencia organizante, el reino de los
imaginarios sociales e individuales de lo nuevo, lo diferente deseado. Objeto de una
“intención de hacer” en Pro de la transformación.
La institucionalización es una fase activa. El modo en cómo realmente suceden las cosas.
La historia en acción. Es la fase cuyo conocimiento aporta más claves para comprender e
interpretar el escenario institucional.
Se parte del supuesto básico de que el establecimiento como unidad de análisis es un
escenario donde los actores, sus papeles, los guiones y sus productos no se explican por sí
mismos. Las fracturas, los conflictos, las funciones, los estilos conllevan las marcas de la
institucionalización.
Dar cuenta de la institucionalización no sólo tiene valor para el análisis, sino para el
reconocimiento de aquellos proyectos, ideas, propuestas, prácticas instituyentes que
quedaron en el camino, que pueden volver a constituirse en el germen de proyectos
transformadores. Sirve tanto para analizar una institución globalmente, como para
comprender y explicar los contenidos y sentidos de una función.
Dada la similitud en características institucionales y pedagógicas con las escuelas
europeas, se podría decir que la escuela argentina como institución, llegó con la historia a
cuestas.
Este hecho, hizo que buena parte del proceso de institucionalización escolar de la
educación fuera, en realidad, implantación. Quizás, esa sensación de ajenidad, de
transitoriedad que tienen en nuestro país los proyectos de reformas educativas reconozcan
su origen en esta institucionalización fallada.
Desde la teoría de la institucionalización en términos de “historia viva”, es demostrable
que cuando en la fundación de una escuela intervienen activamente las demandas y las
luchas de las comunidades locales, éstas desarrollan una fortaleza y un compromiso con sus
principios fundantes que la hace resistir a los factores económicos y políticos disruptivos.

Historia institucional… historización.

En tanto ordenamiento objetivo, la historia no es otra cosa que la institucionalización a


la que antes se hacía referencia como “historia viva” o historia en actos. Algunos
investigadores coinciden en desagregar la historia institucional en tres fases: prehistoria,
historia y prospectiva.
A partir de trabajos de campo se descubre que las instituciones parecen instituciones
sin memoria. Al menos es completamente cierto que carecen de registros escritos de esa
memoria.
Es impensable encontrar una historia técnica; es decir, un registro de experiencias
curriculares, metodológicas, institucionales, de producción, etc. Que se hubieran realizado
en el establecimiento; o una historia de la acción cultural y comunitaria del mismo.
La historia viva se encuentra en el lugar de la memoria de los actores pasados, o en los
relatos de los actores actuales de aquella memoria. Pero aquí ya no se estaría ante un
“ordenamiento objetivo de la realidad pasada”. Se estaría ante un conjunto de
representaciones de los sucesos pasados bajo la lógica de la subjetividad. De este modo no
se estaría ante la historia, sino ante la HISTORIZACIÓN de la institución y de la propia
historia.
Es una construcción del pasado, como de la realidad actual, que se “halla en el cruce
de la percepción con la fantasía, de la historia con la repetición, del cuerpo con el lenguaje
(Bianchi, H. 1991). Son reconocidos, a su vez, en tanto son significativos.
Tanto en el plano de la historia, como en el de la historización, lo que interesa es el
“sentido” de los sucesos en su relación con los contextos que los producen (historia) y el
sentido del reconocimiento y la significación de esos sucesos en relación con la subjetividad
de los actores implicados.
Esta subjetivación de la historia por la historización no se produce de igual modo en
todas las instituciones. Si bien forma parte de la naturaleza de las instituciones sociales,
donde priman procesos de producción simbólica más que de bienes materiales, es
particularmente impactante en las instituciones educativas.
Es sorprendente el vacío de “memoria técnica”. No hay memoria de producciones ni
de desempeños, no hay memorias de proyectos y realizaciones colectivas. Los docentes y los
alumnos llegan y se van sin dejar huellas. Cuando más actual es el momento y más urbano el
concepto de la institución, más notable aparece este borramiento.
En los modos de organización del trabajo y en la cultura escolar dominante de
características homogeneizante y burocrática poco lugar ha habido para la
institucionalización. Los educadores no son representados como personas con identidades e
historias reconocibles; son nombrados por un genérico “el docente” o “los docentes”,
genérico que no hace historia y menos en un espacio público representado como opuesto a
la singularidad.
El centralismo de las decisiones educativas y, más que nada, el centralismo de las
operaciones de diseños curriculares, selección de contenidos, estrategias metodológicas de
enseñanza han hecho imposible la autonomía institucional de los establecimientos.
Posiblemente esta carencia haya hecho perder sentido construir una memoria técnica
singular. Un docente que innova, que crea y proyecta cuando se va de la escuela, se va con
las innovaciones a cuestas.
El individualismo profesional y la casi absoluta ausencia de trabajo en equipos hacen
muy difícil la continuidad y el desarrollo de una cultura técnico-pedagógica de producción
colectiva y pertenencia institucional.

La temporalidad institucional

Si volvemos a la noción de fases presentadas antes, el pasado y el presente cobran


sentido en sí mismos en su articulación al futuro. Es decir, a la prospectiva institucional. Se
trataría aquí, de cómo la institución, los colectivos que la forman o los sujetos, tomados
individualmente, perciben y se ubican en la temporalidad.
La historia y la historización institucional no es independiente del modo en que la
institución se ubica en la temporalidad.
La percepción y la ubicación en la temporalidad (pasado, presente y futuro) de la
institución y sus colectivos nos dan una mediada en términos de posibilidad y de obstáculos
al cambio institucional.
Dejo planteadas aquí las diferencias entre temporalidad y tiempo y su articulación a
fenómenos diferentes en el funcionamiento institucional. Uno, el tiempo, ligado más a la
producción; el otro, temporalidad, más articulado al proyecto institucional y las condiciones
para formularlo.

La atribución de significados a la historia institucional

Se trata aquí del lugar y la significación que se le atribuye a la historia en la causalidad y


determinación de los acontecimientos del presente y en la posibilidad de existencia de un
futuro.
Tomaré prestado una distinción que hace Eugene Enriquez entre instituciones de
“existencia” y organizaciones e instituciones cuya finalidad principal es la producción
material de bienes.
“A diferencia de las organizaciones cuyo objetivo es la producción limitada, cifrada y
fechada (por ejemplo, una empresa puede nacer y morir sin que su nacimiento o su
desaparición impliquen consecuencias notables en la dinámica social), las instituciones, en la
medida en que inician una modalidad específica de relación social, en la medida en que
tienden a formar y socializar a los individuos de acuerdo con un patrón específico y en que
tienen la voluntad de prolongar un estado de cosas, desempeñan un papel esencial en la
regulación social global. En efecto, su finalidad primordial es colaborar con el
mantenimiento o renovación de las fuerzas vivas de la comunidad, permitiendo a los seres
humanos ser capaces de vivir, amar, trabajar, cambiar y tal vez, crear el mundo a su imagen.
Su finalidad es de existencia, no de producción; se centra en las relaciones humanas, en
la trama simbólica e imaginaria donde ellas se inscriben y no en las relaciones económicas”.

Las instituciones educativas: instituciones de existencia

Todo conjunto educativo (organización/establecimiento) son entonces, instituciones de


existencia en el sentido sintetizado antes. En primer lugar porque ellas tienen un papel
primordial en la formación social global; papel uno y múltiple; desde la regulación, la
reproducción y transmisión hasta el cambio y la transformación.
En segundo lugar, porque ellas tienen una función esencial para los seres humanos;
función psíquica, en tanto posibilitan el desarrollo de la identidad de cada sujeto singular.
Función de socialización, en tanto posibilitan la constitución de cada sujeto social, en el
trabajo y las relaciones sociales.
Funciones aún más básicas como posibilitar, o no, el desarrollo biológico y la
sobrevivencia el que, en la complejidad de las sociedades actuales, no se efectiviza sino en
las tramas de instituciones (familiares, educativas, terapéuticas).
Si quisiéramos hablar de las instituciones educativas en términos de “producción,
tendríamos que decir que su objetivo es “producir” sujetos educados, formados,
capacitados, críticos, creativos…
Pero lo más fuerte, y radical, que estas instituciones plantean, son los problemas de la
alteridad; esto es, de la aceptación del otro en tanto sujeto pensante y autónomo por cada
uno de los actores sociales que mantienen con él relaciones afectivas y vínculos
intelectuales.
No se trata tan sólo de la aceptación. La alteridad también plantea el conflicto y la
rivalidad entre los miembros, angustias y peligros específicos, sacrificios y renunciamientos
de los propios deseos y las pulsiones.
Para resolverlos, o al menos intentarlo, las instituciones crean valores, emblemas
valiosos, normas y reglas que sirven como “ley organizadora” del espacio, el tiempo y de la
vida social y mental de los miembros que la forman.
Podemos así decir que el micromundo institucional no está constituido sólo por
configuraciones de relaciones sociales derivadas de las posiciones y roles instituidos
(directivo, docente de aula, alumnos, administrativos, supervisores) sino también por tramas
de vínculos con sus investimientos de afectos, deseos, seducción, dominio, prejuicios,
fantasmas y atavismos.
Los “lugares” que los sujetos ocupan en la institución no se determinan ni legitiman,
solamente a partir de las posiciones y roles prefigurados por un orden simbólico
normatizado, sino por las tramas de vínculos que, a no dudarlo, pueden confirmar la
legitimación funcional, deslegitimarla, negándola o haciéndola causa de conflictos.
Las instituciones educativas son, entonces, instituciones en el sentido neto del término:
compromete la existencia humana de modo sustantivo.
Quiero decir que el sentido y contenido de estos términos, no podrá desconocer la
finalidad primordial de estas instituciones: permitir a los seres humanos que allí se forman y
trabajan, aprenden y enseñan, a ser capaces de vivir, amar, trabajar, cambiar y, tal vez, crear
el mundo a su imagen.

Las instancias en juego

La constitución de una institución (institucionalización) instituye fronteras, más o menos


precisas, más o menos permeables, entre el adentro y el afuera; decide sobre los individuos
que la integran, sobre los extraños; genera proyectos, planes, programas; edifica una
estructura organizativa; favorece u obstaculiza procesos de cambio; genera mecanismos y
modos de regulación de conflictos.
En síntesis, produce una cultura institucional.
En un sentido más puntual la cultura institucional se presenta como un sistema de
valores y normas legitimadas por algo sagrado (mítico, religioso, científico o técnico) que
atribuye un sentido preestablecido a las prácticas, cierta manera de pensar y sentir que
oriente la conducta de los sujetos hacia los fines y metas institucionales. Cultura que tiende
a homogeneizar, a borrar la individuación en términos de pensar y actuar por él mismo, para
pensar y conducirse según un modelo común.
Individuo e instituciones están unidos por lazos de necesidad mutua. Es más, las
instituciones siempre están presentes en el interior del sujeto, promoviendo y permitiendo
su identificación.
Sin embargo, ni la institución, ni la cultura institucional, a través del proceso de
socialización que constantemente promueve, pueden determinar por completo la conducta
de los individuos, sus posicionamientos dentro y respecto de ella. El sujeto se resiste, busca
o defiende su derecho a la libertad individual contra el reclamo y la voluntad del colectivo
institucional.
En resumen, para comprender una dinámica, conflictos, crisis, desarrollos o desaparición
de una institución no es posible obviar el análisis institucional en le “instancia del sujeto”.
Es esencial destacar que tanto las instituciones como los individuos y los grupos se
constituyen a partir y siguiendo demandas y criterios de la sociedad. En efecto, la sociedad
define culturas. Construye representaciones colectivas, simbólicas e imaginarias que
orientan tanto el funcionamiento institucional como la conducta de los hombres.
Se trata, entonces, de la “instancia social” de los institucional. Efectivamente, las
instituciones, más allá de sus fronteras, se apuntalan, encuentran su sentido, en el campo
social.
Instancia de la institución en sí; instancia del sujeto; instancia social. Quedaría mencionar
una instancia interinstitucional, campo de articulaciones, oposiciones, inclusiones, etc. En
tanto, como lo señalé antes, toda institución se conforma apoyada en otras, en oposición a
otras, absorbiendo otras.

Matriz Institucional

El concepto (herramienta) más apropiado para dar cuenta de la multiplicidad de


instancias y de dimensiones de los fenómenos institucionales, es el concepto de MATRIZ.
• Matriz si consideramos a las instituciones como sistemas de instancias y dimensiones;
• Matriz si consideramos a las instituciones como formación que mediatiza, y gesta, el
advenimiento del individuo humano a su cultura;
• Matriz, si la tomamos como modelo matrizante, prefigurante, estructurante del sujeto
y sus prácticas.
Por su parte, en el concepto de matriz de datos el que podría contener los datos, sus
relaciones, sus entrecruzamientos, de y entre las instancias. Así como una sucesión de
matrices nos daría cuenta de los movimientos de cambio o transformación institucional.
Lo más relevante es que sólo una matriz de datos daría cuenta y respetaría un aspecto
fundamental: la lógica tripartita que es la lógica de los fenómenos institucionales:
Efectivamente, todo fenómeno institucional tiene, en su constitución, una estructura
tripartita de base, que puede desagregarse como estructura cuádruple, quíntuple, etc. Lo
que esto significa es que la estructura de instancias, dimensiones, variables, de cada
fenómeno, nunca es binaria, sino ternaria.
Lo institucional y sus registros. Hechos, sucesos, acontecimientos. Lo simbólico

La naturaleza de lo institucional no es sólo hechos, sucesos, acontecimientos (registro de


los sucederes) observables a través de indicadores empíricos directos. Su forma de ser más
esencial es lo simbólico.
En primer lugar encontramos lo simbólico en el Lenguaje, en segundo lugar en las
Instituciones.
La acción institucional, como todo comportamiento social, no es comprensible fuera de
la red simbólica que lo genera y del universo imaginario que ella misma engendra, dentro de
un campo determinado de relaciones sociales, en el contexto determinado de una cultura.
Los sucederes, como sucesión de hechos, interacciones, espacios, tiempo, no tienen
significación en sí mismos; no son portadores de significación por sí mismos. La significación,
es producto de una operación de significar, investimiento de sentido a las acciones, que
aparece en las representaciones que los sujetos realizan de ellas.

El orden simbólico

Cada institución se inscribe en un orden simbólico, social y cultural global, a la vez constituye su
propia TRAMA simbólica.
Las instituciones educativas socializarán a los individuos en ese orden contribuyendo a formar su
identidad social y cultural.
El orden simbólico es un sistema de símbolos sancionados.
Los símbolos no sólo designan objetos sino relaciones. Remiten a la universalidad.
Un símbolo es un signo abstracto que significa, designa objetos, actos, sentidos. La función
“ordenadora” de estos signos es colocar a los objetos y los sujetos en una red de relaciones
articuladas, causales y posibles, regidas por leyes dentro de un sistema.
Posiciones y funciones: son funciones y posiciones prescriptas, desde lo simbólico, regidas por
una legalidad en el marco del sistema educativo.
El autoritarismo, por definición, tiene en el orden simbólico de nuestro sistema educativo, la
posición directiva.
Una posición no es neutra, introduce un estilo.
Otra función del orden simbólico, es crear sentido. Que los sujetos, los colectivos, perciban
como legítimas estas posiciones y funciones así como las relaciones que engendran.
Esta capacidad de determinar sentido y legalidad se la denomina EFICACIA SIMBÓLICA DEL
ORDEN SIMBÓLICO.
¿En qué se funda esta eficacia simbólica? En valores, en normas legitimadas.
En lograr este carácter conjuntista del sentido tiene un papel principal la socialización
institucional. En el caso de los actores escolares, la eficacia del orden está asegurada por un largo
proceso de permanencia, de escolarización.
Desde este orden simbólico se instituyen identidades (ser escolar, estudiante, docente).
Se significan identidades, relaciones.
Para que la relación se actúe no es necesario recurrir a sanciones. Actúa eficazmente el orden
simbólico en que esta docente socializada.

El orden simbólico institucional y el orden simbólico social

El orden simbólico escolar es una construcción, sus contenidos y los sentidos que genera, han
ido transformándose.
El carácter simbólico de los tres núcleos que vertebran la formación de maestros – lo moral, el
conocimiento de su materia y el saber pedagógico.
Las sociedades construyen sus órdenes simbólicos. La educación, como sus instituciones, ocupa
un lugar en estos órdenes que inciden, en la formación de las tramas simbólicas institucionales. La
eficacia de estas tramas será más fuerte cuando el orden simbólico social las confirme y legitime. La
transformación de lo simbólico institucional no es independiente de las transformaciones n lo
social.
La crisis actual de la educación y de la escuela es una crisis institucional estructural porque, se
ha roto, ha perdido legitimidad, el orden simbólico unívoco que estructuró las funciones y la vida
institucional de la educación y la escuela argentina por más de un siglo.
Al fin del Siglo XX la revolución de la comunicación y la información que trajo consigo la
globalización contactó a los hombres y a las comunidades con la variedad de las costumbres, con la
heterogeneidad cultural y sus transformaciones en el tiempo.
Concedemos a ésta ruptura del orden simbólico escolar – el modelo de la escuela pública estatal,
laica y gratuita – un peso igual, o mayor, que a los factores estructurales de naturaleza material en la
crisis institucional tanto de la educación como de las escuelas.

Los sujetos y el orden simbólico

Los individuos en tanto SUJETOS, no son pasivos. Toman POSICIONAMIENTOS en relación a las
funciones que desempeñan, a las relaciones que los involucran. Intervienen activamente,
posicionándose, a partir de su capacidad singular de producir sentido y de RESIGNIFICAR
introduciendo la SUBJETIVIDAD.
Los sujetos pueden posicionarse conflictivamente o de modo ambiguo, variables y
contradictorios; privilegien una instancia: lo social, lo político e ideológico, lo afectivo, lo profesional
y técnico, etc. Puede posicionarse desde su identificación (más fuerte) con otras instituciones (la
familia, la iglesia, el credo).
Puede posicionarse privilegiando la subjetividad intrapsíquica, que lo domine un
posicionamiento conflictivo, circunstancia que incrementará su malestar, e incluso, introducir
conflictos institucionales.
Aceptar estos supuestos, implica reconocer que allí donde suponemos unicidad, homogeneidad,
hay heterogeneidad, diferenciación.
Hacerse sujeto es una construcción en la que el proceso de SOCIALIZACIÓN ocupa un lugar
central. Socialización mediatizada por las instituciones (lenguaje, familia) que al ser común a una
sociedad y a una época, al estar atravesada por el orden simbólico social, genera sujetos que
comparten zonas de identidad común, zonas de homogeneidad.
Cada unidad institucional, cada establecimiento, reconstruye y resignifica, produciendo redes
simbólicas singulares.

Tramas de vínculos intersubjetivos

Hay un “lugar” que cada sujeto tiene anticipadamente asignado en la institución a partir de
posiciones sociales y pedagógicas – legitimadas por el orden simbólico- : lugar de alumno, lugar
directivo, lugar de enseñante.
Desde este concepto podríamos decir que una institución es una trama de posiciones
interconectadas más o menos instituidas. Trama compuesta por múltiples redes desde donde se
asignan lugares y roles.
Hay condiciones técnico-pedagógicas y simbólicas para acceder y permanecer en estos lugares.
A estos “lugares” en la institución, derivados de las posiciones estructurales, los completa un
“otro lugar” que a los sujetos y los grupos, les son otorgados por las tramas de vínculos
intersubjetivos.
Buena parte de la significación profunda, de los vínculos que los sujetos entablamos en y con las
instituciones, provienen de las tramas intersubjetivas. Pensarme fuera de esas tramas no sólo es no
estar sino no ser; carecer de indicios en la realidad que indiquen filiación, permanencia, identidad.
El ideario escolar que remite a posiciones pedagógicas y sociales, roles y funciones, definen
simbólica y reglamentariamente lugares igualitarios y homogéneos enunciados y formalmente
garantizados. Sin embargo, los “otros lugares” que se estructuran desde las tramas intersubjetivas y
los marcos que implícitamente las regulan suelen contradecir y confrontar aquellos lugares, roles y
funciones. Negar legitimidad desde lo vincular a lo que está legalmente establecido crea conflictos y
hasta verdaderas paradojas educativas e institucionales; legitimidad y legalidad formal,
deslegitimidad y hasta incitación a la transgresión a las normas desde las tramas vinculares en la
institución.
Al registro privado de los actores, se despliegan e impactan en el espacio público que es el
espacio de las instituciones educativas.
La escucha analítica en el ámbito institucional exige un centramiento sin concesiones en dos
postulados: uno, comprender y hacer comprender a los sujetos el carácter necesario del
desentrañamiento de las tramas vinculares intersubjetivas y la causalidad social e institucional de su
constitución y modos de funcionamiento en las dinámicas escolares para que, a partir de esta
comprensión crítica, puedan simbolizarse, metabolizarse, transformarse; otro, centrarse en las
relaciones, los vínculos y sus efectos y no en las personas que los actúan.

El registro imaginario en la institución

Investimos estas imágenes de sentimientos, deseos, miedos…que movilizan o paralizan a partir


de que ponen en acción la economía libidinal del individuo humano. Las prácticas, la propia vida
institucional, así como está estructurada por el orden simbólico, también están prisioneras de estas
tramas que constituyen el UNIVERSO IMAGINARIO INSTITUCIONAL.
Hay algunos fenómenos que se han privilegiados por su poder organizador de las dinámicas
institucionales. El efecto de los imaginarios depende de sus contenidos, ligados a procesos
primarios, que organizan dinámicas regresivas o progresivas.
También las instituciones construirán estos modos propios: discurso de la institución sobre sí
misma. En su registro imaginario, estos discursos, contienen enunciados acerca de lo que la
institución es, lo que tiene, lo que le falta, lo que anhela, lo que proyecta.
Estos enunciados imaginarios cumplen distintas funciones.
Una, son usados por la institución para atraer y atrapar en sus metas y demandas.
Otra, en este caso para los individuos, podemos llamarla función TRANSACCIONAL, generando
representaciones imaginarias que funcionan como “explicaciones coherentes” a sus modos
singulares de pensar y actuar en estos espacios.
Esto que aparece en el texto dramático de los individuos en la institución, aparece en el discurso
de la institución sobre sí misma – cuando se enfrenta a otras instituciones o a la sociedad.
Otra función del imaginario institucional: ser lo que nunca debe realizarse, sueño imposible, para
desde allí proporcionar impulso de búsqueda y elementos creativos indispensables para las ideas y
voluntad transformadora.
Este universo imaginario encuentra límites y topes, de lo contrario aparece la disrupción,
amenaza de la disolución; en la instancia del sujeto, la locura.
Estos topes están dispuestos en el “orden simbólico”, sea éste de naturaleza mítica, sagrada o
científica.
Cuando la transgresión o ruptura alcanza a la “ley” como tal y a los “principios de fundamento”,
la institución está amenazada de disolución. Cuando hay transgresión “instituyente”, la ley y los
principios del fundamento permanecen como organizadores institucionales, pero se transforman los
contenidos y sentidos de las tramas simbólicas; aquí hablamos de cambio, de transformación
institucional.
Acerca del análisis institucional

Lo que hoy se conoce como Análisis Institucional, Movimiento Institucionalista y otras


denominaciones parecidas, engloba un conjunto heterogéneo y fragmentario de teorías, técnicas,
resultados de investigaciones e intervenciones institucionales. El origen de conceptos y teorías
remiten a una diversidad de campos.
La del objeto mismo, por el cual se va construyendo en la realidad; la de los conceptos con los
que se piensan las instituciones y la del sujeto que las piensa, el lenguaje y las condiciones histórico-
sociales y materiales en que ese conocimiento es producido.
Una fuente de dificultad en el conocimiento de las instituciones, y por ende en la construcción
de teoría institucional, provienen de la naturaleza misma de los procesos institucionales, de las
funciones y sentidos que adquiere para la sociedad, los grupos y los individuos.
Otra característica que tienen los procesos institucionales, es que se hace visible en momentos
de crisis interna y/o de sus contextos.
En las instituciones educativas se cuela en el fracaso escolar, en los trastornos del aprendizaje,
en la desadaptación escolar, en la indisciplina, en la apatía y el ausentismo docente, en la pérdida del
sentido del trabajo.
Complementariamente, los sujetos viven las crisis institucionales con sufrimiento.
Deberemos reconocer que el Análisis Institucional ocupa una posición marginal dentro de los
enfoques con que hoy se estudian las instituciones o se interviene en su desarrollo.
La hegemonía la tiene el Análisis Organizacional, la psicosociología de los grupos y el tratamiento
de lo institucional en el encuadre de las “relaciones humanas”.
Los ejes de interés institucional se han desplazado del sujeto en el trabajo a la eficiencia y calidad
del producto. El conocimiento valorado es el conocimiento técnico.
Lo que se observa es la crisis en las instituciones públicas, en particular aquellas que satisfacen
funciones sociales y humanas básicas: educación, salud, servicios sociales, justicia.
Son precisamente estas instituciones quienes demandan el análisis institucional; escuelas,
hospitales, cooperativas, organizaciones comunitarias.
Al Análisis Institucional, en sus orígenes y primeros desarrollos, aparece unido a movimientos
sociales y políticos de las clases subalternas, en las décadas del 60 y 70; también a instituciones de
servicios de salud (salud y educación); a organizaciones populares (sindicatos, organizaciones
barriales, estudiantiles, campesinas). Muy pocas empresas u organizaciones productivas fueron
analizadas desde la teoría institucional.
Dos órdenes de cuestiones. Una, que los procesos institucionales emergen, se hacen
reconocibles y objetos de diagnóstico y análisis en momentos de crisis y conflicto. Otra, que la
demanda proviene de instituciones y servicios que responden a necesidades sociales y humanas
básicas, educación y salud por ejemplo.
Toda investigación de los fenómenos institucionales, al ingresar al escenario empírico ingresa al
escenario del conflicto y de hecho, aunque trate de mantenerse prescindente y en distancia,
quedará connotado por aquel.
Estas “realidades” complejizan el análisis incorporando un fenómeno, la implicación.
En las instituciones educativas el fenómeno de la implicación es múltiple y fuerte, Será costoso
un reconocimiento de la institución educativa desechando la representación y significación
autoreferenciada.

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