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Historia de las microfinanzas

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Las microfinanzas comenzaron en Bangladesh y en partes de América Latina a mediados
de la década de 1970 para conceder crédito a los pobres que, por lo general, no tenían
acceso a servicios financieros formales. El modelo ganó popularidad y desde entonces
se ha aplicado en países de ingreso bajo e ingreso alto.Con el tiempo, los proveedores
de servicios financieros han ido entendiendo mejor la diversidad de necesidades
financieras de las personas de bajos ingresos en las zonas urbanas y las zonas rurales.
Dichas necesidades pueden incluir la acumulación de activos, el manejo de flujos de
ingresos irregulares y la superación de crisis, como enfermedades, muerte, conflictos y
desastres naturales. Muchos proveedores de servicios financieros ahora ofrecen una
amplia gama de productos no crediticios, tales como ahorros, seguros y transferencias
monetarias, para ayudar a las personas pobres a administrar su vida financiera.Las
nuevas tecnologías continúan creando oportunidades para ampliar la prestación de
servicios financieros a los pobres y reducir su costo. Ahora estos servicios se
encuentran disponibles en muchos mercados para cualquier persona que posea un
teléfono móvil, y la innovación está impulsando la mejora del diseño y la entrega de
nuevos productos.En la actualidad, las microfinanzas se consideran cada vez más como
un componente del sistema de inclusión financiera en general, integrado por diversos
actores cuyo objetivo común es brindar servicios financieros de alta calidad a las
personas de bajos ingresos.El año 2005 se proclamó “Año Internacional de
Microfinanzas” por las Naciones Unidas, y en 2006 Muhammad Yunus, quien fundó el
exitoso Grameen Bank, precursor del sector en Bangladesh, recibió el Premio Nobel de
la Paz.

La principal diferencia entre el sector financiero tradicional y el microfinanciero es el


objetivo social. Pese a que cada vez son mayores los esfuerzos del sector tradicional por
mostrar responsabilidad social en su actuación, la banca tradicional no basa su actividad en
proporcionar financiación a los sectores poblacionales más desfavorecidos, sino en
aumentar su “margen financiero”. Lo ideal es pagar lo menos posible por las operaciones de
pasivo y obtener el mayor rendimiento posible por las de activo (Blanco, 2013). Por otro
lado, pese a ser la principal diferencia entre ambos sectores financieros, en la actualidad, la
banca tradicional ha dado un paso adelante con el surgimiento de la banca ética.
Entendemos por banca ética toda institución bancaria que, por un lado permita el acceso al
crédito a aquellos colectivos que no pueden acudir a la financiación bancaria tradicional y
que por el otro, permita a los depositantes y ahorradores invertir sus recursos financieros
atendiendo a valores y principios éticos (Blanco, 2013). Se basa en una relación entre el
cliente y la institución que se asienta sobre la confianza y el crédito, suministrando al cliente
toda la información disponible sobre sus operaciones, sin crear falsas expectativas ni
modificar los criterios acordados sin previo consentimiento (García, 2008). Finalmente, toda
entidad financiera realiza su actividad sujeta a cierto riesgo. En el caso de las instituciones
bancarias tradicionales, este riesgo ha ido aumentado al incorporarse nuevas actividades
distintas a la actividad crediticia tradicional. Además, la crisis ha causado un aumento del
riesgo de crédito, el más importante para las entidades bancarias, ya que ha disminuido la
solvencia de la mayoría de

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