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CONSIGNAS:

1) ¿Cuánto del presupuesto general se dedica a la educación?


2) ¿Con cuánto contribuye la Nación y con cuánto contribuyen las provincias?
3) ¿Qué era realmente lo que se estaba pagando? ¿Qué se alcanzaba a cubrir?

RESPUESTAS:

1) En 1865 Mitre comenzó la distribución sistemática de las subvenciones “para el


fomento de la educación primaria en las provincias”, concediéndoles ese año en el
presupuesto la suma de $35.160,43. Este tipo de ayuda se otorgó por medio de
“leyes especiales” que se ocupaban de algún gasto relacionado a la enseñanza,
como por ejemplo, la ley N° 156, que autorizó a pagar “hasta $5.000 para libros y
útiles de enseñanza remitidos a las provincias”. Distribuyó también en su
presidencia, como subvenciones de este tipo, la suma de $56.739 fuertes, es decir,
un promedio de mil pesos anuales por provincia. Por mejor voluntad que se tenga
no es posible suponer que del monto de esas subvenciones se evidencie una
decidida voluntad de alfabetizar la República.
Sarmiento, adversario político de Mitre, habría de intentar superarlo. De ahí surgió
la ley N° 356 (1869), que dotaba a las subvenciones de una nueva modalidad:
“premiar con diez mil pesos a las provincias que tuvieran anotados en los registros
de las escuelas, por lo menos un décimo del total de su población”. Este sistema fue
un auténtico vuelo a reino de la fantasía, porque era de imposible cumplimiento, ya
que ignoraba cuál era la situación verdadera que padecía la instrucción pública en
cada provincia.
La segunda ley sarmientina fue la ley N° 463 (1871) que residió en introducir
ciertas proporciones para determinar el monto de dichas subvenciones basadas en
una estimación previa de “la riqueza” de las provincias. La ley estableció tres
grupos: en los casos de La Rioja, San Luis y Jujuy, la contribución nacional
alcanzaría los ¾ de la inversión provincial; para Santiago del Estero, Tucumán,
Salta, Catamarca, San Juan, Mendoza y Corrientes, se completaría con los ⅔; y con
la mitad para Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. Aquella
apreciación anticipada, ¿se ajustaba a la realidad económica? Evidentemente este
escalonamiento fue hecho a “ojo de buen cubero”, sin información real sobre las
riqueza provincial, ni consideración de sus verdaderas necesidades. Existieron
provincias beneficiadas y otras perjudicadas por no respetarse las proporciones
establecidas. En la lista de las provincias que recibieron “de más”, Entre Ríos estaba
a la cabeza, pues el ministro de Instrucción Pública era entrerriano. A cada uno le
tocó su oportunidad, aunque siempre estuvo presente “la mano avara” de la que se
refería Sarmiento.
Las subvenciones nacionales, en su conjunto y sin descartar a ninguna provincia,
equivalían al 60,5% de las inversiones provinciales si se aplicaban rigurosamente
los porcentajes establecidos en la ley N°463.
Con respecto a los edificios escolares, en 1895, resultó que la que la contribución
anual del gobierno nacional fue más que avara, fue pobrísima y únicamente cubrió
la insignificancia de $58.670 m/n. por año. Tampoco se aseguró de proveer pupitres
a las instalaciones por los aumentos paulatinos de la población en edad escolar.
287.745 niños quedaron ausentes de la enseñanza por falta de pupitres.
Enfocándonos en las bibliotecas populares, elemento infaltable en todas las
biografías del presidente sanjuanino, nacieron bajo la ley N° 419 en 1870, que creó
“La Comisión Protectora” y dispuso una subvención de diez mil pesos para iniciar su
obra. Después de dos años, el Congreso la dotó con diez mil pesos más por la ley
N° 539, reforzados al año siguiente con $F 19.060. Esto fue todo, y tal vez la corta
duración de los recursos se deba a la escasa cantidad de lectores “populares”. Para
colmo, el envío de los libros fue malogrado, ya que seleccionaron mal los canales de
distribución.
La ley sarmientina N° 575 (1872) fue especial porque permitió invertir $F 9.000 en
el “fomento de la instrucción primaria en La Rioja”. También, Sarmiento mandó a
abonar en 1874, con la ley N°671, el monto de $F 5.470,85 a Salta, Catamarca y
Santa Fe por “gastos de educación”, seguramente ni muy expandida ni de mucha
calidad. En total, y agregadas las bibliotecas populares, las leyes especiales
votadas en la presidencia de Sarmiento suman $F 63.530,85. Si agregamos el
correspondiente monto a las subvenciones acordadas a las provincias, que monta
$F 155.963, llegamos a una inversión de $F 219.493,85 dedicados a la educación
popular. En todos los millones gastados, votados o realizados ilegalmente por
ministros, sólo $F 219.493,85 fueron para la educación popular. Las subvenciones
concedidas a las provincias para la educación, que en 1871 insumían el 1,21%, En
1873 habían descendido al 0,95%
Con la asunción de Avellaneda, en 1874, el Congreso votó la ley N° 695, que
invertía $F 708 en el fomento de la instrucción de Salta (con el 82,4% de
analfabetismo); en 1879, por la ley N°1008, acordó con carácter especial $F
3.941,52 para el pago de gastos de educación realizados en Jujuy. Con esta ley, los
señores legisladores resolvieron aprobar la extraordinaria suma de $F 603,88 para
el pago de libros de los alumnos becados en los años 1876 y 1877. En el colegio del
Profesorado de Paraná se verifica que sólo quedarían para cada becario cinco
pesos anuales. No mucho para formar normalistas en un país plagado de
analfabetos. En toda la presidencia de Avellaneda, las subvenciones a las
provincias para el fomento de la educación primaria, presentaron el 0,80% del total
del presupuesto nacional. Claro está, que la importancia hacia ese fomento de
educación fue, sin duda, precaria. Con la presidencia del general Roca (1880), se
generó la ley N° 1068 que reforzó con $F 7.023 la educación en Entre Ríos; en 1881
apenas arbitró $F 4.759 “para la refacción de la escuela Normal de Mendoza” y tan
solo $F16.000 “para reconstruir el Colegio Normal de Catamarca”. Estos dos casos
son indicadores de la “mano avara” mencionada por Sarmiento.
La enseñanza estuvo representada por 7 expedientes que sumaban $508.523 pero
de los cuales $338.025 correspondían a pagos del Consejo Nacional de Educación.
En consecuencia, sólo restaron como autorizaciones extras a provincias la suma de
$180.497.

2) En 1874, en el medio de polémicas por las subvención de cuatro millones y


medio m/c (pesos corrientes), que al cambio de 25 por peso fuerte se reducían a
sólo 180.000 de éstos, los cuales promediados entre catorce provincias tocaban a
12.857 anuales o sean mil pesos mensuales. Ese mismo año, según la Memoria del
Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, San Juan había invertido $56.762, pero
de ellos $23.613 (el 42%) venían de la polémica subvención, y al año siguiente
sobre $59.711, habían llegado $37.853 (ahora el 63%).
En 1871, las provincias invirtieron $F 437.672,72, de modo que aplicando las
proporciones de la ley N°463, la subvención hubiera ascendido a la suma de $
265.006, que equivalen al 60,5% del total. Pero aunque la distribución fue bastante
aproximada, existieron provincias beneficiadas y otras perjudicadas por no
respetarse las proporciones establecidas. No se ajustó a la realidad económica
debido a la escasa información sobre las reales riquezas provinciales y sus
verdaderas necesidades; además cada ministro favorecía su provincia.
Según el Censo Nacional de 1895, la concurrencia promedio por escuela fue de 68
alumnos, la contribución anual de la Nación suponía un incremento de 4.760
pupitres a los ya existentes. A su vez, el 40% de aporte provincial representaban
3.173 pupitres, que sumarían 8.000 aproximadamente. La población escolar
aumentó en 17.800 niños, de donde resultaría que por “mano avara”, no cubriría el
50% del aumento de alumnos y diez mil de ellos quedarían fuera de las aulas.

3) Durante la presidencia de Mitre, se comprobó la distribución sistemática de las


subvenciones con la ayuda de “leyes especiales, que se hacían cargo de algún
gasto relacionado con la enseñanza; por ejemplo, ese mismo año se autorizó pagar
“hasta $5.000 por los libros y útiles de enseñanza remitidos a las provincias”. No
eran muchos pesos si se comparan con los $3.000 autorizados por la ley N°165
para pagar “la exposición pública de la bula del arzobispo”. Por mejor buena
voluntad que se tenga, no es posible suponer que se manifieste verdaderamente
una voluntad de alfabetizar la República. Por otra parte, del presupuesto provincial,
se verifica la dilapidación más bien que pobreza fiscal; por ejemplo, la banda de
música insumió la cantidad de $3.401, más de cuatro veces lo invertido en
instrucción pública.
La ley N° 575 de 1872, fue especial, ya que autorizó invertir la suma de $F 9.000 en
“el fomento de la instrucción primaria en La Rioja”. No eran muchos pesos, sobre
todo si los comparamos con los ochenta y tres mil votados ese mismo año para
“ajustar la garantía del 7% del Ferrocarril Central Argentino”. En 1874, Sarmiento
mandó a abonar con la ley especial N°671, $F 5.470 a los gobiernos de Salta,
Catamarca y Santa Fe por “gastos en educación”, seguramente ni muy expandida ni
de mucha calidad, pues la suma fue inferior a los $F 5.620 para el pago de las
tripulaciones de las cañoneras “Paraná” y “Uruguay”. Opongamos otras cifras a
aquella mezquina inversión para fomentar la educación popular: entre 1868 y 1874
las pensiones incrementaron a $F 283.766 y se pagaron en un periodo total de $F
1.355.685. Los créditos suplementarios, por refuerzos de los presupuestos
aprobados, sumaron sólamente para los ministerios de Hacienda e Interior, tanto
como $F 1.021.427.
En la presidencia de Avellaneda, las subvenciones a las provincias para el fomento
de la educación primaria, presentaron el 0,80% del total del presupuesto nacional;
mientras el ejército lo hacía con el 25,10% y la deuda pública con el 49,95%. Claro
está que ni el ejército, ni los préstamos ayudaban a educar el país.
En relación a las becas, el otorgamiento de las mismas se acercó más a
favoritismos por preeminencia de padrinos. El 60% (destacados siempre en Europa)
fueron cultores de las bellas artes. Hubo un mecánico, dos ingenieros, dos
agrónomos y dos veterinarios. Ninguno estuvo relacionado con la Pedagogía:
pareciera más sencillo contratar a maestros extranjeros, que promover una
formación local a través de becas.
En la presidencia de Roca, la ley N°1068 reforzó con $F 7.023 la educación de
Entre Ríos; aunque ese mismo Congreso, al día siguiente votó una suma de $F
20.000 para construir “un depósito de armas”.
El Congreso sancionó entre 1862 y 1908, unas 6.287 leyes. De ese total 2.796 ( es
decir 44%) se aludieron a retiros y pensiones; 1.718 retiros y pensiones militares y
1.078 jubilaciones por servicios civiles. Entre 1864 y 1898 el Ministerio de Guerra y
Marina obtuvo 98 leyes que habilitaron gastos extraordinarios por $ 21.549.620, y
cuyo monto es indiscutiblemente superior a la inversión nacional para el “fomento de
la instrucción pública”.
HISTORIA Y POLÍTICA DE LA
EDUCACIÓN ARGENTINA

Trabajo práctico N°2

“Cómo fue la educación popular en la


Argentina”

Oyola, Valentina

05/06/18

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