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Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)

Cátedra: Oller
Teórico: N° 9 (Viernes 15 de junio)
Tema: Metateoremas de corrección y completitud. Metateorema de consistencia. El
metateorema de corrección y la justificación de la deducción. La polémica Haack –
Dummett acerca de la justificación de la deducción
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Hemos definido dos nociones de consecuencia para la lógica de primer orden, una
sintáctica y otra semántica, y nos preguntarnos cuál es la relación entre ambas nociones.
Los metateoremas de corrección y completitud contestan esta pregunta y tomados
conjuntamente permiten afirmar que las dos nociones de consecuencia clásica para la lógica
de primer orden —la sintáctica y la semántica— son coextensionales: una fórmula es una
consecuencia sintáctica de un conjunto de premisas si y sólo si es una consecuencia
semántica de dicho conjunto:

(C)├  si y sólo si ╞ 

El metateorema de corrección (fuerte) afirma que si, en la lógica de primer orden,  es una
consecuencia sintáctica de Γ, entonces  es una consecuencia semántica de Γ. Es decir, este
metateorema prueba uno de los condicionales metalingüísticos que componen el
bicondicional (C):

Metateorema de corrección fuerte

Si ├ , entonces ╞ 

Este metateorema puede ser interpretado, como veremos, filosóficamente como una
justificación semántica de las reglas de inferencia clásicas. Lo que afirma este metateorema

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en esta lectura es que nuestras reglas de inferencia son correctas porque aseguran la
transmisión de verdad de premisas a conclusión.

Esta formulación del teorema se llama metateorema de corrección fuerte, porque Γ puede
ser cualquier conjunto de fórmulas. Ahora bien, un caso particular es aquel en el que Γ es
el conjunto vacío. El metateorema de corrección en su versión débil se enuncia para Γ
vacío:

Metateorema de corrección débil

Si ├ , entonces ╞ 

Si pruebo la versión fuerte del metateorema de corrección, también he probado la versión


débil, que es un caso particular del metateorema de corrección fuerte. El metateorema de
corrección débil afirma que si una fórmula es un teorema de la lógica de primer orden,
entonces es una verdad lógica de la lógica de primer orden.

Recordemos la terminología usada en el texto de Gamut para dos clases de verdades


lógicas. El concepto de tautología es un concepto que habíamos definido para un lenguaje
de la lógica proposicional de la siguiente manera: una fórmula proposicional es una
tautología si toda valuación la verifica, es decir, si toda valuación le otorga el valor 1. El
concepto de tautología es sinónimo del concepto de verdad lógica para la lógica
proposicional, de acuerdo a la terminología estándar. Por ejemplo, (p  p) y (p → p)
son tautologías. Ahora bien, consideremos la siguiente verdad lógica expresada en el
lenguaje de la lógica de predicados:

(∀xPx  ∀xPx)

Aunque esta fórmula pertenece a la lógica de predicados, sin embargo es una verdad lógica
en virtud de su estructura proposicional, porque es un caso particular de (  ). Entonces
para determinar que esta fórmula es una verdad lógica no necesito apelar a cuestiones
propias de la interpretación de los cuantificadores, porque es una verdad lógica en virtud de

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su estructura proposicional. Es un caso de (  ) y todas las instancias de sustitución de
la forma (  ) son verdades lógicas. Uno podría preguntarse ¿todas las verdades lógicas
de la lógica de predicados son como esta, es decir, son casos de verdad lógica en virtud de
su estructura proposicional? La respuesta es que no es así. Por ejemplo, la siguiente
fórmula:

(xPx → xPx)

es una verdad lógica de la lógica de predicados, en virtud de su estructura cuantificacional y


no en virtud de su estructura proposicional. ¿Cuál es su estructura proposicional? Es:

(→)

¿Es esta una verdad lógica de la lógica de proposiciones? No. Esto quiere decir lo siguiente:
hay verdades lógicas que lo son en virtud de su estructura cuantificacional, no en virtud de
su estructura proposicional. De manera que, dicho de otro modo, tenemos verdades lógicas
que son propias de la lógica de predicados, que son características de la lógica de
predicados, que no son casos de verdades lógicas de la lógica proposicional. Entonces a
esas verdades lógicas las vamos a llamar, siguiendo el texto de GAMUT, fórmulas
universalmente válidas, para distinguirlas de las verdades lógicas de la lógica
proposicional.

El metateorema de completitud o completud también tiene una versión débil y una versión
fuerte. La versión débil es un caso particular de la versión fuerte: el caso en el que el
conjunto de premisas  es vacío.

Metateorema de comple(ti)tud débil: Si ╞ , entonces ├ 


Metateorema de comple(ti)tud fuerte: Si  ╞ , entonces  ├ 

El enunciado de completitud débil afirma que, si  es una verdad lógica de la lógica de


primer orden, entonces  es un teorema de la lógica de primer orden. El enunciado del

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metateorema de completitud fuerte afirma que, en la lógica de primer orden, si  es una
consecuencia semántica de Γ, entonces hay por lo menos una derivación de  a partir de Γ.
Este metateorema prueba el otro condicional metalingüístico que componen el
bicondicional (C).

¿Qué importancia tiene el metateorema de completitud? La siguiente: podría suceder que


nuestras reglas de inferencia fuesen todas formas de argumento que asegurasen la
preservación de verdad de premisas a conclusión, es decir que fuesen reglas correctas. Pero
podríamos preguntarnos, ¿son suficientes nuestras reglas para probar todos los teoremas y
todos los argumentos válidos de primer orden? Podrían no serlo: consideren, por ejemplo,
un sistema de lógica proposicional cuyas constantes lógicas fuesen la conjunción, la
disyunción y el condicional y cuyo conjunto de reglas básicas fuesen las que presenta el
libro de Gamut para esas constantes lógicas. Además, supóngase que las tablas de verdad
para esas conectivas fuesen las habituales. En ese caso se cumpliría el metateorema de
corrección, porque se puede probar que esas reglas necesariamente preservan verdad. Sin
embargo, no resultarían suficientes para derivar ni todos los argumentos válidos ni todas las
verdades lógicas que pueden expresarse en el lenguaje de ese sistema reducido —que no
incluye a la negación—. Ese sistema de reglas no va a ser completo: va a haber argumentos
válidos y verdades lógicas que no van a poder demostrarse con solamente esas reglas. Por
ejemplo, la llamada ley de Peirce, ((p  q)  p)  p, es una fórmula que solo contiene
apariciones del condicional y, como pueden comprobar, resulta tautológica de acuerdo a su
tabla de verdad. Sin embargo, no puede demostrarse sin usar reglas para la negación —que
no tenemos en este sistema reducido— como muestra la solución al ejercicio 9 (a) del
capítulo 4 del Gamut (página 266). Por lo tanto, ese sistema con un conjunto reducido de
reglas básicas —que suele denominarse lógica positiva— es incompleto respecto a la
semántica estándar para las conectivas proposicionales.

Lo que les asegura la prueba del metateorema de completitud respecto de, por ejemplo, el
conjunto de reglas presentadas por GAMUT, es que si un argumento es válido entonces
vamos a poder derivar su conclusión a partir de sus premisas usando el conjunto de reglas
básicas de introducción y eliminación que aparecen allí. Es decir, el metateorema de

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completitud nos dice intuitivamente que tenemos suficientes reglas para construir las
derivaciones de las conclusiones de los argumentos válidos a partir de sus premisas. No va
a suceder que tengamos un argumento válido cuya conclusión no podamos derivar a partir
de sus premisas usando las reglas básicas del sistema.

Lo que me permiten afirmar los dos metateoremas conjuntamente es que las dos nociones
de consecuencia clásica para la lógica de primer orden —la sintáctica y la semántica— son
coextensionales: siempre que una fórmula sea una consecuencia sintáctica de un conjunto
de premisas, va a ser una consecuencia semántica de dicho conjunto, y viceversa. Como
hemos definido dos nociones matemáticamente precisas pero diferentes de consecuencia
para la lógica de primer orden, podemos preguntarnos si las extensiones de esas dos
nociones coinciden y estos metateoremas me aseguran que sí lo hacen:

├  si y sólo si ╞ 

Estos dos metateoremas son resultados metateóricos importantes. En un caso, porque


justifican las reglas de inferencia del sistema probando que aseguran la transmisión de
verdad de premisas a conclusión. El segundo metateorema, el de completitud, responde
afirmativamente a la pregunta: ¿son suficientes estas reglas para probar todas las verdades
lógicas y derivar la conclusión de todos los argumentos válidos?

Estas demostraciones son propias de una disciplina que se llama metalógica o


metamatemática. Esta disciplina surge alrededor de los años 20’ del siglo XX por impulso
de un matemático alemán muy notable, David Hilbert, que propone esta disciplina como
una manera de terminar con lo que se llamó, a fines del siglo XIX principios del XX, la
crisis de los fundamentos de la matemática. Con ese fin, a Hilbert le interesaba
fundamentalmente demostrar la consistencia o no contradicción de las teorías matemáticas.

Uno puede plantearse el problema de la consistencia también respecto de la lógica de


primer orden. ¿Qué quiere decir que la lógica de primer orden sea consistente? Puede

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querer decir varias cosas, de acuerdo a cómo definamos consistencia, ya que hay varios
conceptos de consistencia. Una de estas nociones de consistencia se puede caracterizar de
este modo: un sistema de deducción natural para la lógica de primer orden es consistente si
y sólo si no es el caso que haya una fórmula  del sistema, tal que tanto ella como su
negación  sean teoremas:

No (├  y ├ ¬)

Los metateoremas de corrección y completitud se han relacionado con un problema


fundamental de la filosofía de la lógica, el problema de la justificación de la deducción. El
problema de la justificación de la deducción plantea la siguiente pregunta: ¿cómo es posible
justificar nuestras reglas deductivas o, dicho de otro modo, cómo se puede justificar el
conocimiento lógico?

La cuestión de la justificación de la deducción tiene que ver con otros dos grandes
problemas que uno puede plantear respecto de la lógica y el razonamiento deductivo. Una
primera pregunta es cómo razona efectivamente la gente. Esta pregunta, en la actualidad, se
considera como una pregunta propia de una disciplina empírica, la psicología del
razonamiento. Se considera que las respuestas que uno pueda dar a esta pregunta son, por lo
menos en lo que respecta a la lógica deductiva, independientes de la respuesta a la segunda
pregunta, que es cómo debe razonar la gente. Es decir, la primera pregunta es una pregunta
empírica: cómo se razona deductivamente. La segunda pregunta ya no es empírica, sino que
es una pregunta normativa: cómo se debe razonar.

En algún momento de la historia de la lógica, estas dos preguntas no se consideraron


independientes, porque hubo autores que sostuvieron posiciones que se suelen llamar
psicologistas, que justamente se caracterizan por afirmar que estas preguntas no son
independientes entre sí. El psicologismo en lógica sufrió un poderoso ataque a fines del
siglo XIX y principios del siglo XX, principalmente por parte de Frege y de Husserl, de
modo que pasó de moda. La posición más común hoy en día es sostener que estas dos
preguntas son preguntas independientes: una es una pregunta descriptiva o empírica, y la

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otra es pregunta normativa. Entonces, ¿quién se ocupa de la segunda pregunta? Una
posición tradicional, es que la lógica da una respuesta a esta respuesta. Esto es, la lógica
cuando se la entiende en un sentido amplio, no sólo como un conjunto de teorías formales.

Hay una tercera pregunta que podríamos llamar meta-normativa: cómo se justifican las
normas del razonamiento correcto que la lógica recomienda. Tenemos, entonces, tres
preguntas diferentes y, en principio, independientes:

1. Pregunta descriptiva: ¿cómo se razona deductivamente?


2. Pregunta normativa: ¿cómo se debe razonar deductivamente?
3. Pregunta meta-normativa: ¿cómo se justifican las normas del razonamiento
deductivo correcto?

Al intentar contestar esta última pregunta, nos encontramos con el problema de la


justificación de la deducción. Lo que uno pensaría, prima facie, que es un problema fácil,
resulta no serlo.

Un ejemplo del problema de la justificación de la deducción es el de la justificación de la


regla deductiva del modus ponens:

¿Cómo justificamos el modus ponens? En realidad, para justificar la deducción tenemos


que justificar todos nuestros esquemas inferenciales, pero empecemos por justificar uno.
Podemos empezar con el modus ponens, que es el paradigma de regla deductiva.

Este es el problema que, en un artículo clásico, se plantea Susan Haack, una filósofa
inglesa. Susan Haack escribió, en los años '70, un artículo famoso, que se llama ―La
justificación de la deducción‖.1 Ahí, Haack plantea que, tradicionalmente, se supuso que lo
que necesitaba justificación era la inducción, no la deducción. Esto es, cómo podemos
justificar, por ejemplo, el paso de ―Todos los cisnes que vi hasta ahora son blancos‖ a

1 Haack, S. (1976), ―The Justification of Deduction‖, Mind 85(337): 112-119.

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―Todos los cisnes son blancos‖. Pero, para Haack, el problema (que se llamó el escándalo
de la inducción) se reproduce en el caso de la deducción (y esto sí es un verdadero
escándalo).

Haack sostiene que, si queremos justificar la deducción, tenemos dos opciones: podemos
dar una justificación inductiva o una justificación deductiva de la deducción:

¿Cómo sería la justificación inductiva de, por ejemplo, la regla del modus ponens? Sería:
hasta ahora, todas las veces que aplicamos el modus ponens fueron situaciones en que
pasamos de verdad a verdad, o situaciones en las que nunca pasamos de verdad a falsedad.
Es decir, el modus ponens nunca nos llevó de verdad a falsedad. Y esto da lugar a una
justificación inductiva: hasta ahora, el modus ponens no nos llevó nunca de verdad a
falsedad, por lo tanto, el modus ponens no lleva nunca de verdad a falsedad.

La justificación inductiva es demasiado débil porque lo que queremos es demostrar que es


imposible que el modus ponens nos lleve de verdad a falsedad, y, además, no tenemos
todavía una justificación para la inducción. Por eso, esta es una justificación muy débil de
la deducción:

Si la justificación inductiva nos parece muy débil, entonces podemos intentar una
justificación deductiva de la deducción. Pero esta justificación tiene un problema que
pareciera aún peor, porque la justificación deductiva de la deducción es circular:

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¿Cómo podríamos justificar deductivamente la aceptabilidad de, por ejemplo, la regla del
modus ponens? Dado que lo que queremos hacer es justificar una regla deductiva (es decir,
una regla de la que pretendemos que nunca nos lleve de verdad a falsedad), lo que
podríamos hacer es mostrar que, efectivamente, el modus ponens nunca nos va a poder
llevar de verdad a falsedad, suponiendo que el signo  tiene el significado que le damos en
la semántica formal. El ―si... entonces‖ en el lenguaje natural tiene varios significados, y
uno podría (puede) encontrar contraejemplos para cualquier regla que lo incluya. Pero nos
proponemos algo más sencillo: tratar de mostrar que el modus ponens nunca nos puede
llevar de verdad de las premisas a falsedad de la conclusión, dándole al signo  el
significado que le da la semántica formal estándar para la lógica clásica.

Sin embargo, Haack nos señala algo que es más o menos evidente: que la justificación del
modus ponens, entendida en este sentido que hemos visto, es circular, utiliza el modus
ponens. Es decir, para justificar que el modus ponens es un esquema inferencial
deductivamente válido, tenemos que presuponer su validez.

¿Cuál sería la justificación? Tenemos que mostrar que, necesariamente, si las premisas del
modus ponens son verdaderas, la conclusión lo va a ser. Supongamos que las premisas del
modus ponens son verdaderas:

1. Ver(φ  ψ) Premisa
2. Ver(φ) Premisa

Es decir, nuestro argumento meta-lógico tiene dos premisas, que φ  ψ es verdadero y que
φ es verdadero.

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Ahora, vamos a utilizar la semántica estándar para , que la podemos dar bajo la forma de
una cláusula semántica o bajo la forma de una tabla de verdad. Hagámoslo mediante su
tabla de verdad:

De la tabla del condicional material podemos sacar, como tercera línea de nuestra
demostración, lo siguiente:

3. Si Ver(φ  ψ), entonces, si Ver(φ), entonces Ver(ψ) Por Tabla de 

Esto se obtiene de la tabla de verdad:

La única fila donde se cumple que φ  ψ es verdadero y que φ es verdadero es la primera


fila. Y, en ese caso, ψ también es verdadero. Entonces, la tercera línea de la derivación está
justificada por esta tabla de verdad.

Ahora bien, ¿cómo llegamos de esto a Ver(ψ), que es lo que queremos obtener? Por
aplicación reiterada del modus ponens:

4. Si Ver(φ), entonces Ver(ψ) 1,3 por MP


5. Ver(ψ) 2,4 por MP

Entonces, para llegar a la conclusión que queremos, tenemos que usar el modus ponens, que
es justamente la regla que pretendemos justificar:

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1. Ver(φ  ψ) Premisa
2. Ver(φ) Premisa
3. Si Ver(φ  ψ), entonces, si Ver(φ), entonces Ver(ψ) Por Tabla de 
4. Si Ver(φ), entonces Ver(ψ) 1,3 por MP
5. Ver(ψ) 2,4 por MP

Es decir, la justificación semántica de la regla, que dice que tenemos que aceptar el modus
ponens porque la semántica del condicional material nos asegura que si las premisas de un
modus ponens son verdaderas, la conclusión también es verdadera, necesita, en su
exposición, de la aplicación del modus ponens. Tenemos que confiar en que el modus
ponens no nos va a llevar de verdad a falsedad para probar que no nos va a llevar de verdad
a falsedad.

Esto, técnicamente, se llama circularidad. Pero es una circularidad especial, no es la


circularidad desenfadada de concluir ―Llueve‖ a partir de ―Llueve‖, que se suele llamar
circularidad de las premisas (premise circularity). Es una circularidad diferente, que se
suele llama circularidad de las reglas. En inglés, rule circularity. No es la circularidad
patente de inferir ―Llueve‖ de ―Llueve‖, sino que es una circularidad un poco más
―sofisticada‖, que consiste en justificar una regla aplicando esa misma regla.

Este es el argumento básico de Susan Haack: si uno pretende hacer esta justificación
deductiva de las reglas deductivas, que suele llamarse justificación semántica (es decir, la
justificación que sostiene que uno debe aceptar una regla deductiva porque ella asegura
que, de premisas verdaderas, uno nunca va a llegar a una conclusión falsa), va a tener que
caer en una especie de circularidad, que es la circularidad de las reglas.

Se podría proponer una solución del siguiente estilo: no hay por qué justificar el modus
ponens por medio del modus ponens, sino que puedo justificarse por medio de otra regla.
Así, se justifica el modus ponens en términos de otra regla, y esa otra regla, en términos de
otra más.

Pero esto sería una pseudo-solución. ¿Por qué? Para responder a esta pregunta,
recurriremos al trilema de los escépticos, un argumento clásico de los escépticos griegos. Si
ustedes consideran que sólo hay conocimiento cuando hay justificación de las creencias,

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tienen que concluir, bajo ciertos supuestos, que no hay ningún conocimiento, porque
necesariamente caen en una de tres situaciones indeseables que constituyen los cuernos del
trilema escéptico.

La primera situación es la circularidad. Supongamos que intentan justificar una regla R1. Y
no lo hacen usando R1, sino recurriendo a una regla R2, para no caer en la circularidad de
justificar R1 por medio de R1. Pero R2, a su vez, requiere justificación. Entonces, recurren a
una regla R3:

Ahora, a menos que tengan una cantidad infinita de reglas, en algún punto, se les va a
producir un círculo como este:

Es decir, la justificación de R1 va a requerir, en algún momento, el uso de una regla Rm que


va a ser justificada por referencia a R1. Si el número de reglas es finito, va a haber un
momento en que van a caer en un círculo justificatorio. Entonces, el primer cuerno de este
trilema es aquel en el que se cae en un círculo justificatorio. Y, si caen en un círculo
justificatorio, no justificaron cabalmente nada.

Otra posibilidad es que uno tenga infinitas reglas. Si es así, es posible no caer nunca en un
círculo justificatorio. Pero esta situación da lugar al segundo cuerno del trilema. Porque uno
cae en otro defecto, que ya identificaron los griegos, que es la regresión al infinito. Si yo
tengo infinitas reglas, la justificación de la regla inicial puede diferirse indefinidamente,
pero, finalmente, no tengo ninguna justificación cabal:

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Lo que tengo, entonces, es una postergación indefinida de la justificación: R1 se justifica
por R2, R2 por R3, R3 por R4, y así al infinito. Este es el segundo cuerno del trilema.

El tercer cuerno del trilema, que es el elegido por los aristotélicos, consiste en parar la
cadena justificatoria en un punto determinado. Es decir, justifico hasta un punto y, en ese
punto, ya no continúo la justificación de unas creencias en términos de otras. La pregunta
es por qué paro en ese punto. La respuesta puede ser, en este caso, que paro porque tengo
una intuición lógica que justifica esa creencia. Y aquí se presenta el problema de la
intuición, que es un gran problema para la teoría del conocimiento. Entonces, el tercer
cuerno del trilema consiste en detener la cadena justificatoria en un punto, que los
escépticos consideran arbitrario.

Este es el trilema escéptico: o bien (i) caigo en un círculo, o bien (ii) caigo en una regresión
al infinito, o bien (iii) me detengo en un punto arbitrario. Los escépticos griegos plantearon
este trilema respecto de la justificación de cualquier conocimiento. Y Susan Haack lo
plantea respecto de la justificación de nuestras reglas lógicas. No poder justificar nuestras
reglas lógicas es un gran problema, dado que las reglas lógicas las vamos a aplicar en una
cantidad notable de razonamientos, tanto en filosofía como en ciencia. Si tienen intereses
epistemológicos y les preocupa el problema de la justificación del conocimiento, una de las
primeras cuestiones que tienen que resolver es la de la justificación del conocimiento
lógico.

En otro artículo de Haack, ―La justificación de la deducción de Dummett‖2, Haack contesta


a Dummett, un filósofo británico que sostiene que, en realidad, la justificación de la
deducción no es un problema. Dummett sostiene que hay argumentos de distinto tipo.

2 Haack, S. (1982), ―Dummett's Justification of Deduction‖, Mind 91(362): 216-239.

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Algunos argumentos son persuasivos, buscan convencer a una audiencia de la aceptabilidad
de la conclusión del argumento en vista de sus premisas. Es decir, la audiencia no está
convencida de la conclusión y, entonces, lo que tengo que hacer es persuadirla de que las
premisas hacen razonable aceptar la conclusión, o necesario aceptar la conclusión.

Dummett sostiene que en el caso de los argumentos persuasivos el sentido epistémico y el


sentido lógico van en la misma dirección:

Argumentos persuasivos

Esto es, la conclusión se infiere de las premisas, y se busca que las premisas persuadan al
interlocutor, de modo que acepte la conclusión. De manera que, en tanto en el plano lógico
como en el epistémico, la dirección es de las premisas a la conclusión.

Por otra parte, según Dummett, hay otro tipo de argumentos, los argumentos explicativos o
explicaciones. En este caso, la audiencia ya está convencida de la aceptabilidad de la
conclusión; por ejemplo, que la marea sube cuando hay luna llena. Supongamos que es así.
La gente ya está convencida de esto y lo que hay que encontrar es un argumento explicativo
cuyas premisas me permitan obtener la conclusión, de la cual el auditorio ya está
convencido. Dummett dice que, en este caso, el sentido lógico va de premisas a conclusión,
pero el sentido epistémico tiene la dirección inversa:

Argumentos explicativos

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¿Por qué tiene la dirección inversa? Porque ya estoy convencido de la conclusión.
Entonces, lo que tengo que proporcionar es premisas adecuadas que permitan inferir la
conclusión.

Dummett sostiene que, en el caso de los argumentos persuasivos, el círculo es un defecto,


porque todavía no estamos convencidos de la conclusión. Entonces, suponer la conclusión
como premisa, o tener la conclusión como una de las premisas es obviamente un defecto.
Pero, en el caso del argumento explicativo, el círculo no es un defecto, porque ya estamos
convencidos de la conclusión. Entonces, que utilice la conclusión entre las premisas no es
ningún hecho reprobable.

Dummett afirma que hay, por lo menos, dos tipos de argumentos, argumentos persuasivos y
argumentos explicativos. En el argumento persuasivo, quiero convencer a la audiencia o a
mí mismo de la razonabilidad o plausibilidad de una determinada conclusión en la cual yo
todavía no creo. Entonces, ¿cómo hago para creer? Proporciono determinadas premisas que
justifican mi creencia en la conclusión. El sentido epistémico va de las premisas a la
conclusión: acepto la conclusión porque acepto las premisas. En el argumento explicativo,
en cambio, la situación es diferente, porque ya estamos convencidos de la conclusión, y lo
que queremos encontrar son premisas que, razonablemente, expliquen por qué se da eso
que la conclusión enuncia.

Entonces, dada esta diferencia, el círculo justificatorio tiene distinta significación en un


argumento explicativo y en un argumento persuasivo. Como en el argumento persuasivo
todavía no estamos convencidos de la conclusión, poner la conclusión como una de las
premisas es hacer trampa. En cambio, en el argumento explicativo, usar la conclusión como
una de las premisas no es hacer trampa, porque ya estamos convencidos de la conclusión:
no necesitamos justificación para la conclusión, sino que necesitamos una explicación de
por qué se da lo que dice la conclusión. Y aquí, dice Dummett, el círculo no es un defecto
grave.

Para Dummett, la justificación de la deducción es un caso del segundo tipo, es un


argumento explicativo porque todos estamos convencidos de la bondad del modus ponens.
Entonces, lo que necesitamos es que me expliquen por qué es bueno. El hecho de que, en

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esta explicación, se utilice el modus ponens en el meta-lenguaje no es un defecto grave. La
idea de Dummett es que tenemos que abrazar el círculo justificatorio porque, en este caso,
no tiene las connotaciones negativas que tendría en el caso de que no estuviésemos
convencidos de la bondad del modus ponens. Pero, como estamos convencidos de la
bondad del modus ponens, lo único que necesitamos es un argumento explicativo que dé
razones para esa bondad. Y si en ese argumento explicativo tenemos que usar el modus
ponens, no hay problema.

Dummett afirma que la justificación de la deducción es muy simple, por estas razones.
Viene dada, principalmente el metateorema de corrección, que generaliza el procedimiento
justificatorio que hemos visto para el modus ponens. El metateorema de corrección afirma
que, si φ es derivable de Γ, entonces φ es una consecuencia semántica de Γ — es decir, que
todo modelo de Γ va a ser un modelo de φ—. Esto es la generalización de la justificación
semántica que habíamos visto para el modus ponens. Teníamos el esquema inferencial del
modus ponens y sosteníamos que lo que contaba como justificación de esta regla es que
toda vez que las premisas del modus ponens fueran verdaderas, su conclusión lo sería. El
metateorema de corrección (en inglés, soundness) generaliza para todas las reglas del
sistema, para todos los esquemas de argumento aceptables sintácticamente en nuestro
sistema, la estrategia justificatoria que habíamos usado para el modus ponens.

Dummett afirma que si uno puede probar un teorema de corrección para su sistema,
entonces ya justificó las reglas de su sistema. ¿Cómo las justificó? Mostrando que son
reglas encomiables, porque nunca nos van a llevar de premisas verdaderas a conclusión
falsa, que es todo lo que le pedimos a nuestras reglas deductivas. Este, dice Dummett, es el
significado filosófico del metateorema de corrección: nos proporciona una justificación de
nuestras reglas de inferencia; habiendo probado el metateorema de corrección, hemos
justificado nuestras reglas de inferencia.

Y mejor aún, dice Dummett, si podemos probar el metateorema de completitud, aunque no


es indispensable y, a veces, no es posible. El enunciado de este metateorema es el
enunciado converso del metateorema de corrección, y dice que, si φ es una consecuencia
semántica de Γ, entonces φ es derivable de Γ. Es decir, va a existir por lo menos una
derivación, usando las reglas de inferencia del sistema, de φ a partir de Γ.

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Hago una aclaración terminológica. Si ustedes tienen un condicional (φ  ψ), el
condicional converso es el condicional (ψ  φ). Es decir, es el condicional que tiene como
antecedente el consecuente del original, y como consecuente el antecedente del original. En
general, un condicional y su converso no son lógicamente equivalentes. El enunciado del
metateorema de corrección es el condicional converso del enunciado del teorema de
completitud y esos dos condicionales no son lógicamente equivalentes.

Dummett sostiene que lo único que necesitamos para justificar nuestras reglas es probar un
metateorema de corrección. Lo que proporciona este teorema es una justificación semántica
de nuestras reglas. Que esta justificación sea circular no nos importa, porque cuando
queremos justificar nuestras reglas deductivas buscamos construir un argumento
explicativo. Ya estamos convencidos de que son buenas. Entonces, no es un defecto que la
explicación sea circular.

Además, dice Dummett, si uno puede probar además un metateorema de completitud,


mejor todavía. Pero a veces esto no es posible, dado que hay lógicas que no son completas
respecto de su semántica estándar, como por ejemplo la lógica de segundo orden.

¿Cuál es la respuesta de Susan Haack a los argumentos de Dummett? Haack sostiene que
Dummett está presuponiendo que todo el mundo está convencido de la bondad de las
mismas reglas. Pero eso no es cierto: distintxs lógicxs están convencidxs de la bondad de
distintos conjuntos de reglas. Por ejemplo, lxs lógicxs relevantes no están convencidos de la
bondad de las mismas reglas que los lógicos clásicos. Y lxs lógicxs paraconsistentes no
están convencidxs de la bondad del mismo conjunto de reglas que lxs lógicxs clásicxs.

De manera que este presupuesto de Dummett, que está a la base de su argumento (que
consiste en sostener que la justificación de las reglas deductivas se zanja por medio de un
argumento explicativo) es cuestionable, porque no todo el mundo está convencido de la
conclusión. Es decir, no todo el mundo está convencido de la bondad de las mismas reglas
deductivas. Y esto derrota al argumento de Dummett, porque este depende de que la
audiencia esté de acuerdo en que el conjunto de las reglas aceptables es el mismo.

Susan Haack señala que es más o menos obvio que eso no es así, con lo cual el argumento
de Dummett cae y nos encontramos, de nuevo, en una posición difícil: o reformamos el

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argumento de Dummett, o aceptamos que estamos nuevamente en una encerrona, o
encontramos otra manera de escapar al trilema, diciendo, por ejemplo, que el tipo de
justificación adecuada para las reglas lógicas no es la justificación semántica.

Los grandes problemas de la filosofía de la lógica nos llevan a una encerrona. La encerrona
que nos plantea la pregunta meta-normativa por la justificación de las normas del
razonamiento es provocada por el trilema escéptico. Entonces, o bien tengo que aceptar uno
de los cuernos del trilema (y esto es lo que hace Dummett), o bien tengo que decir que la
justificación adecuada de los principios lógicos no es la semántica, sino que es una
justificación de algún otro tipo.

Los artículos mencionados, el de Dummett3 y los de Susan Haack, constituyen el inicio de


una discusión sobre la justificación de la deducción que todavía continúa.

3 Dummett, M. (1973), ―The Justification of Deduction‖, en Dummett, M., Truth and Other Enigmas,
Cambridge: Harvard University Press.

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