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En los números 2 y 3 de la revista continuó con sus Lecciones al pueblo. El número 4 consistió
en el artículo "A los guayaquileños", escrito a los habitantes de Guayaquil por haberlo recibido
con entusiasmo el 5 de septiembre de 1876. El escrito "Las Leyes de García Moreno", que
había redactado durante su estancia en Baños y que concluyó el 20 de febrero de 1887, en su
destierro en Panamá, constituyó el libro número 5 de la revista.5
El segundo número de El Cosmopolita, que aparece en mayo del mismo año, está en su mayor
parte dedicado a refutar a sus enemigos y adversarios. Dirigiéndose a los colaboradores de El
Sudamericano, les comprueba que se ha servido de las mejores fuentes del idioma: Cervantes,
Bello, etc.10
Después de publicar el tercer número de "El Cosmopolita", sea por dificultades editoriales, por
estrechez económica u otras razones, Montalvo regresa a Ambato y ahí temporalmente se
dedica al estudio, la meditación y a escribir una serie de ensayos que constituyen el material
del libro cuarto, el más extenso. Montalvo deja de lado la política, para entrar en el campo de la
historia, la sociología, la filosofía y la crítica del arte, con una serie de artículos que, al decir de
su propio autor, constituyen una "humilde enciclopedia".
Durante el último trimestre de 1868, se preparaba en Ecuador una nueva contienda electoral.
Los conservadores candidatizaron a Gabriel García Moreno, mientras que los liberales
candidatizaron a Francisco Javier Aguirre. Montalvo regresa presuroso a Quito para reiniciar su
campaña contra García Moreno. Así, el 4 de noviembre de 1868 hizo circular una hoja volante,
en la que anunciaba que al día siguiente reaparecería el Cosmopolita. El libro quinto contaba
con varios ensayos, entre ellos uno sobre el terremoto de Ibarra, dedicado a Víctor Hugo.
También contiene el primer artículo político de una serie publicada bajo el epígrafe de El nuevo
Junius.
El Obispo a través de una Pastoral marca a Montalvo como hereje, impío de los dogmas de la
fe católica, motivos suficientes para reñir su obra despectivamente. Entonces, sí, el
cuestionador sentirá el peso del incomparable crítico en la Mercurial Eclesiástica.
La época del ilustre escritor ambateño se ve marcada, por una hegemonía clerical que
manejaba al país como si se tratara de su propia hacienda. El poder Legislativo se encontraba
a manos de la aristocracia clerical, imponía leyes como la pena de muerte, efectuaban el
destierro, la persecución; es decir creaban un ambiente de malestar social, siempre apoyados
por la dictadura de turno.
El poder económico se concentraba en manos de la Iglesia, poseían joyas, eran dueños de los
latifundios, cobraban los famosos diezmos, los cuales eren autorizados por la Constitución.
Bajo estas premisas y rodeados de un ambiente en donde el fanatismo religioso reinaba, los
pocos hombres de pensamiento liberal de aquellos tiempos; juntaban su hombro para
neutralizar la intervención de los religiosos en las cuestiones del Estado, razones por las cuales
se entablan un sin número de querellas políticas encarnizadas.
Don Juan Tenorio es una figura del libertinaje, enamorado terrible pues tiene un gran prestigio
entre las mujeres, con Moliere compuso una de sus obras maestras. En Don Juan Tenorio hay
mucho de Don Juan Fausto, el diablo en forma de amigo, este es valiente, halagüeño. El amor
de este demonio es un materialismo atroz porque su alma es dura y perversa. Incrédulo
atrevido, convida a comer a las estatuas, las estatuas vienen por la noche, llama a su puerta, el
burlador tiembla, pero no huye, Don Juan puede afrontarse con Satanás en persona. Don Juan
es un bribón interesante. Su alma es del diablo, vive hundido en la negra tristeza y hace infeliz
al doctor Fausto. Tenorio es alegre y vive su camino tempestuoso, matando felicidades y
arrastrando virtudes.
Lovelace es infame, cuando lo vemos elegante, dando la vey del amor, le cobramos cariño
verdadero; más no podemos por menos que darle de puntillones al vil que consuma un rapto
con una mentira, y carga con una joven virtuosa a depositarla en una casa de prostitución.
Exclamaba Clodoveo cuando oía referirse a las obras de los judíos para con Jesús. ”Que yo
me hubiera encontrado allí con mi látigo”, exclama todo hombre enamorado generoso. Clara
Harlowe despertándose de su sueño, mirando a las mujeres de esa casa infame; asustada,
sorprendida; cubierta de vergüenza y infeliz; víctima del desengaño, ayer señorita de la nobleza
; hoy moza de alquiler; ayer adorada por un hombre; hoy burlada, no podía hallar consuelo.
Muere Clara, muere el dolor.
El corazón de Don Juan Tenorio, el Don Juan Francés y Lovelace, es un polígono, con cada
uno de ellos ama a una mujer. Si preguntamos qué cosas influyen más favorablemente en las
mujeres respecto a nosotros, no podremos sentar una regla general sin exponernos a un error
grosero. El vulgo son dos almas por vías distintas y las unen con los lazos del amor. El destino
es un símbolo de la filosofía que ejerce con voluntad. Esclavos siervos de los hombres, que
cumplen órdenes. Destino es providencia, es orden de Dios y todo está dicho. El destino
felicidad o desgracia. El SI es un resumen terrible, es el destino. Dije SI y me condené a las
lágrimas, acepte el maltrato de un hombre necio y grosero; dije SI y me veo sin fuerza debajo
de este adorado peso de hijos perdidos, de hijos sin esperanza. La esencia del destino es
matar, no dar vida ni alegría.
1. El autor reflexiona sobre las diversas causas que pueden originar la nobleza: factores
hereditarios, diferencias sociales y de castas, diferentes cualidades personales: valor, virtud,
talento, etc. que después serán transmitidas. Para el autor, la aristocracia como clase social
carece de fundamento natural.
2. Según Montalvo, el arte de la belleza es una de las ramas del saber humano perdida desde
los tiempos de la civilización griega; el culto de la belleza conducía a todo: a la sabiduría, al
gobierno, al arte y a la filosofía. La religión estaba ligada a la suerte de la belleza... El autor se
extiende en divagaciones sobre la sensualidad, el amor y la belleza en distintas épocas, con un
copioso anecdotario en el que desfilan personajes femeninos, que por el solo encanto de su
belleza influyeron poderosamente en el curso de la historia. "El amor y la belleza componen
ese universo de felicidad y placeres que sirve de contrapeso a las desdichas y pesadumbres
que, por otra parte, son herencia nuestra".
3. Este tratado fue escrito como defensa a las acusaciones de sus detractores, quienes lo
llamaron hereje, anticatólico y anticlerical. En él, Montalvo responde categóricamente que ni es
hereje, ni anticlerical, sino creyente pero denunciador del mal clero. En su opinión, sólo el
fanatismo y la torpeza pueden poner un abismo entre la virtud antigua y la moderna, entre la
virtud pagana y la cristiana.
4. Asegura que el genio, como fuerza creadora, no es facultad universal. El genio es un don
rarísimo "con que Dios mejora a los predestinados de su amor", mientras que "ingenio es
talento, inteligencia repartida”. Dice: “El ingenio puede ser modesto, humilde, y hasta bajo: el
genio es sublime, siempre sublime; y sublimidad no existe sin grandioso atrevimiento, fuerza
incontrastable, ímpetu irresistible. El ingenio es juicioso, tímido muchas veces: su vuelo no
traslimita el espacio de una apocada sensatez: el genio se agita en una como demencia
celestial, bate las alas impetuosamente y, encendidos los ojos, se dispara.”
5. Este tratado está dedicado a exaltar la memoria de aquellos quienes lucharon en las Guerras
de Independencia Hispanoamericana, en especial Simón Bolívar. Montalvo se preocupa por
dar brillantez a dos aspectos: el mérito de los bravos que lucharon con
arrojo por ver a sus patrias libres, y la importancia de una libertad amplia
y desinteresada.
6. El argumento versa sobre las causas que según el autor siempre han
determinado el extraño consorcio entre los goces del espíritu y los
placeres gastronómicos. Para Montalvo, éste es uno de los fenómenos
permanentes más notables en la vida de todos los pueblos y en el
dilatado proceso de la historia de la Humanidad. En la descripción de los
festines, hace referencia a las costumbres inmorales de la antigüedad
grecolatina, de modo especial cuando trata de la vida de Alcibíades.