El maltrato sufrido a una edad temprana puede tener
efectos negativos duraderos en el desarrollo y las
funciones del cerebro infantil, sobre todo cuando el sistema social no les ofrece a los niños y niñas la protección necesaria, acompañada de programas terapéuticos destinados a la rehabilitación parental y/o a la reparación del daño sufrido por los niños.
Por otra parte, si además existe maltrato físico,
psicológico o sexual contra el niño o la niña durante el crítico tiempo de formación en que su cerebro se está esculpiendo, gracias a la experiencia relacional, el estrés consecuencia de estos malos tratos puede dejar una impronta indeleble en la estructura cerebral y en sus funciones.