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Borges inventor de Borges

Por Maximiliando Díaz Santelices

Hablar de Jorge Luis Borges, es hablar de una de las voces


literarias de mayor importancia del Siglo XX, es hablar de uno
de los más grandes de todos los tiempos, es hablar de
Literatura, de la mejor. Sin embargo, cierto prejuicio que ha
hecho que este argentino haya sido acusado de elitista,
europeizante, derechista, anglófobo, hermético, conceptista,
etc., ha alejado su obra de los grandes públicos, quienes no
han visto en sus cuentos, ensayos o poemas más que un
estrecho galimatías, colmado de citas culteranas de autores
desconocidos. En fin, textos que hay que desentrañar a la luz
de diccionarios y enciclopedias y, ni aún así, lograr entender
del todo. La sensación del lector común es que Borges no
escribe para ellos, es más, queda el amargo resentimiento de
pensar que los está insultando -ahí donde más duele- en la ignorancia iletrada.
Pues bien, nuestro objetivo (quizá demasiado excesivo, para la inopia de estas esperpénticas
páginas) es decodificar algunos de los signos del amplio abecedario borgiano, para comprender uno
de los aspectos más importantes e interesantes de la obra de este genio argentino: sus cuentos.
Para esto usaremos (en un diálogo intertextual) algunos de los poemas y ensayos de Borges como
iluminadores de su monumental, arquitecturada y posmoderna obra cuentística.

Bien sabemos por sus biógrafos y por sus mismas confesiones, que Borges desde pequeño disfrutó
de la gran biblioteca de su padre (más adelante convirtió a la Biblioteca en uno de sus símbolos1,
que además aprendió el idioma inglés desde muy niño y que su contacto con los clásicos no fue
impuesto, fue algo natural, como si se tratara de gente de su familia. Así, se codeaba con Homero,
Virgilio, Dante, Shakespeare o Cervantes, dándose cuenta como cada uno de ellos no sólo creaba,
sino que también repetía lo creado por otros: se citaban, se plagiaban, se parodiaban. En fin, cada
uno de los grandes formaba su propio mundo, codificando su literatura a partir de la Literatura, como
en una gran familia, donde se hereda el color de ojos, de pelo, la forma de caminar, el tono de la
voz, pero también los defectos, los tics, las muletillas, las enfermedades y las paranoias; así en la
gran Literatura pasaba lo mismo y, en este sentido, ya no hay nada que inventar, todo está
inventado, por lo tanto, ya está todo escrito, no existe la originalidad, está página o cualquiera ya
estaba escrita, e incluso pudiste haber sido tú, cansado lector, quien antes que yo la escribiera.

“A quien leyere2

Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de
haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia
de que seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor.”

Ya en este, el primer libro de Borges, podemos encontrar uno de los componentes más relevantes
de su código (que también es parte de su mitología particular): el escritor se haya por “casualidad”
(aunque para Borges estas no existan3), con un texto que ya estaba prefigurado, dentro de las
posibles combinaciones que los caracteres de todo idioma pueden ofrecer. Así, todos los libros están
ya escritos, incluso los del futuro, con todas sus posibles variaciones.
Este es el tema que alimenta uno de sus más notables cuentos: “La biblioteca de Babel”: “El
universo (que otros llaman la Biblioteca) (...) existe ab aeterno”, en ella están todos los libros que
existen, existieron y existirán, “todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos
ortográficos (...) o sea, todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo...”4. De esta
manera, es posible que en algún rincón de esas galerías puedas encontrar tu justificación o la
relación de tu muerte, que ya también existe (resulta increíble que este cuento, del año 1944, nos
prefigure la actual internet). Esta Biblioteca contiene, además, aquellos libros apócrifos y autores
falsos que Borges cita habitualmente, provocando el desconcierto de estudiosos y lectores, que no
pueden saber si lo citado es real o inventado.

Tempranamente, Borges descubrió su vocación de poeta y ensayista, pero fue en dos libros de
relatos donde alcanzó la verdadera madurez como artista. Nos referimos a “Ficciones” (1944) y “El
Aleph” (1949), que son los causantes, además, de su incesante fama mundial. En estos dos textos,
el argentino va a convertir la “intertextualidad” (diálogo de textos) en una herramienta artística eficaz,
operando como un mecanismo que abarca todos los estados del conocimiento humano, desde la
filosofía hasta el arte, pasando por la ciencia, la religión, los mitos y las leyendas, etc., apoderándose
de temas, símbolos y recursos formales de larga data en la cultura occidental. Por otra parte,
siguiendo a uno de sus maestros (Edgard Allan Poe) logra tal maestría en el arte del cuento, que
cada pieza funciona a la manera del mecanismo perfecto de un reloj suizo, donde cada palabra es
necesaria para provocar en el lector la emoción necesaria.
En este sentido, uno de sus discípulos más aventajados fue Julio Cortázar, quien le debe más de
una idea a su compatriota. En este contexto pueden entenderse muchas de las narraciones de
Borges, que no aparecen como resultado de la creatividad del autor, sino que son “traducciones”
o “transcripciones”, hechas de un documento exhumado de un autor muchas veces desconocido (si
bien esta técnica no es nueva, ya estaba en “Quijote”, aunque Borges le da otra significación) y que
llega a manos del escritor por “casualidad”. Cito, por ejemplo, cuentos como “El inmortal” o “El jardín
de senderos que se bifurcan”4, aquí no hay parodia como en Cervantes, sino que el objetivo es
producir la ilusión de que él no es el autor de ese texto.

Dentro de esta estructura simbólica, es posible entender cuando Borges escribe: “Cuatro son las
historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas”5, es decir, el
acento, para el argentino, no recae en el fondo (que siempre será el mismo), sino que en sus
variantes -significante- de cada texto, pues las historias ya han sido inventadas: “Nada nuevo bajo el
sol”.

Todo lo anterior servirá como base (y como explicación) para entender por qué Borges hace
Metaliteratura, es decir, literatura con la literatura y, también, por qué la corriente de su narrativa, en
realidad, no presenta ninguna novedad temática. Borges es un “saqueador” de la literatura y de la
filosofía de todas las culturas, especialmente de la metafísica (“una rama de la literatura fantástica”
como la define6), de las mitologías, de las leyendas, de todas las posibles respuestas que el hombre
ha dado a lo largo de su historia para las preguntas esenciales. Inclusive, sus símbolos tienen gran
tradición literaria y cultural. ¿Cuál es entonces el aporte de Borges? Crear un tipo de relato fantástico
que formalmente es un cuento, pero que muchas veces se disfraza de ensayo, o de una reflexión
acerca de los destinos últimos del hombre, o de sus innumerables paradojas. Es decir, el problema
metafísico se puede transformar en un relato de espías (“El jardín de senderos que se bifurcan”), en
una leyenda oriental (“Las ruinas circulares”), o tal vez en la historia autobiográfica de un accidente
doméstico (“El sur”), etc. Todas ellas, meras excusas para hablar de lo que verdaderamente interesa
a Borges: sus “juegos con el tiempo y con lo infinito”7.

Para esto Borges contará, como recursos de sus obras, con una serie de elementos metafóricos,
simbólicos o temáticos, que tienen amplia tradición cultural y que han servido como respuesta a las
inquietudes de los hombres de todas las épocas. Por lo mismo, Borges los utiliza a veces con el
significado tradicional y en otras los reelabora para establecer un sentido que explique también los
problemas del hombre contemporáneo.

Es así como, por ejemplo, el Laberinto ocupará un lugar central en su obra, a veces como el
laberinto físico8 y otras como un laberinto abstracto o metafísico9, que abarca nuestra vida entera o
que simplemente es nuestra vida, en la que siempre estamos avanzando y tenemos que tomar
decisiones entre uno u otro camino, pero como en un laberinto, sin saber si lo que estamos haciendo
corresponde a una buena o mala decisión:

“No habrá nunca una puerta. Estás adentro


Y el alcázar abarca el universo
Y no tiene anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro
No esperes que el rigor de tu camino
Que tercamente se bifurca en otro
Que tercamente se bifurca en otro,
Tendrá fin. Es de hierro tu destino...”10

Esta idea del laberinto nos muestra al hombre en busca de una salida que no encuentra: “No existe.
Nada esperes...”, sentencia en el poema, anunciando que el ser humano actual no puede escapar
del laberinto hecho de tiempo, como señala en “El jardín de senderos que se bifurcan”.

También el sueño, símbolo de larga data en la tradición literaria oriental y occidental, es usado por
Borges relacionándolo con la creación artística. Por ejemplo, Cervantes es el “soñador” y Quijote el
“soñado”11. En otro de sus cuentos (“Las Ruinas circulares”) Borges crea (sueña) a un hombre que
no sabe que está siendo “soñado” por otro: “Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que
él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo”, es decir, Borges sueña a un hombre que
no sabe que está siendo soñado y este a su vez sueña a otro. Este tema también lo expondrá de
manera magistral en el poema “Ajedrez”, donde los jugadores mueven las piezas, pero estas no
saben que una mano gobierna su destino. Por su parte, los jugadores tampoco son libres, ya que
son regidos por Dios. Finalmente nos dice:

¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza


De polvo y tiempo y sueño y agonías?”

El sueño dentro del sueño, símil de un espejo frente a otro: el infinito. Este es un tema que abarca
toda su obra, pero que también tiene otras variantes. En “Magias parciales del Quijote” dice: ¿Por
qué nos inquieta que Don Quijote sea lector del Quijote y Hamlet, espectador de Hamlet? Creo
haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser
lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios...”12. Es decir,
nosotros, los lectores de estas “Ficciones”, podríamos ser también seres ficticios, parte de una obra
escrita por otro.

También establece un paralelismo entre la existencia y el sueño:

“Sentir que la vigilia es otro sueño


Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño...”

En “El Sur”13, quizá uno de sus más famosos relatos, Borges manifiesta, además, que a través del
sueño es posible construir una realidad paralela más válida que la “realidad-real”. De más está
señalar la gran cantidad de producciones fílmicas “made in Hollywood” (con la calidad opaca de
Hollywood) basadas en esta idea.

Un problema, metafísico por excelencia, con que Borges nutre sus textos es el tiempo: “la sustancia
de la que estamos hechos”, que abarca desde el pensamiento de Heráclito, quien inaugura la
relación del río y del tiempo:

“Mirar el río hecho de tiempo y agua


Y recordar que el tiempo es otro río (...)
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.” 14

Hasta el tiempo físico que se detiene, para seguir transcurriendo en un tiempo interno, como en el
cuento “El milagro secreto”, donde un prisionero a punto de ser ejecutado se da cuenta que: “un año
transcurría entre la orden y la ejecución de la orden...”. Pasando por sus textos sobre el tiempo
circular en los que sigue a Shopenhauer, o la idea de la simultaneidad de tiempos, como en “El
jardín de senderos que se bifurcan”. Incluso, sostener la idea de que el tiempo no existe 15.

Borges cree y no cree en ninguna de estas posiciones. Para él son solo parte de su material literario,
ya que crea sus relatos a partir de las mitologías más heterogéneas (incluso más contradictorias),
jugando con las cualidades de Dios: la inmortalidad, la memoria infinita, la mirada divina que lo ve
todo al mismo tiempo, etc. Cada uno de estos temas prefigura un relato en el cual se convierten en
anécdota, pero nos sorprende que, en algunos casos, sea un defecto. Por ejemplo, en “El inmortal” o
en “Funes el memorioso” o en “El Aleph”, donde la mirada de Dios (el aleph) la administra el escritor
Carlos Argentino Daneri, un hombre indigno de tal merecimiento: “El diámetro del Aleph sería dos o
tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño...”.

Siguiendo con estos recursos, y para ir cerrando estas notas, ya adivinadas por este hombre que
quedó ciego a los 50 años, me gustaría destacar una idea genial que Borges utiliza (con
antecedentes muy antiguos) y que los profesores de Literatura admiten que generalmente desorienta
a sus alumnos. Me refiero a la inclusión de Borges como personaje de sus textos, es decir, al ser
Borges el autor real y, al mismo tiempo, el narrador protagonista, se produce tal confusión que,
parodiándolo, deberíamos decir: “No sé cual de los dos escribió esas páginas”16. En este sentido, el
Borges ¿real? sabía que el Borges “hecho de palabras” iba a sobrevivir y que finalmente este último
iba a ser real. Así, como el concepto de memoria, la realidad es finalmente una construcción mental
(un sueño) “pero yo mañana también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la
cronología se perderá en un orbe de símbolos...” 17. De esta manera, Borges inventó a Borges, lo
hizo un personaje inmortal. Por lo cual, es justo pensar que Borges sigue vivo cada vez que leo uno
de sus cuentos o que sigue caminando con su bastón blanco por las calles de Buenos Aires y, por
esa misma razón, es también justo admitir que Borges sigue escribiendo después de muerto. Cada
año, las editoriales de todo el mundo nos sorprenden con un nuevo libro, que no estaba incluido en
sus obras completas y que proviene de alguna conferencia olvidada o alguna de sus obras apócrifas,
que circulan en formato de “Poster” o a través de Internet, como por ejemplo el poema “Instantes”,
firmado por un tal Jorge Luis Borges, que tiene un estilo que contradice absolutamente el estilo
borgiano (¿Un tercer Borges?)

He ido olvidando, en este laberinto de símbolos borgianos, el propósito inicial de estas líneas. Sabrá
el paciente lector entender que todo esto no es más que “una forma de mi sueño, un sistema de
palabras... (...) Bien lo sé, pero algo me impone esta aventura indefinida, insensata y antigua, y
persevero...”18.

Para terminar, quisiera refutar a todos aquellos que han leído poco a Borges y por eso piensan que
es un escritor de elite o europeizante, que trata temas que poco tiene que ver con las personas
comunes. Creo, al contrario, que Borges juega a hacer una literatura que cumpla una de las
primeras funciones que esta tuvo: explicar lo inexplicable, responder al hombre interrogantes
fundamentales y para eso bucea en nuestras mitologías, y no habla del latinoamericano, del
europeo, argentino o francés, simplemente habla del Hombre universal y de aquellas cosas que
siempre lo han perturbado. Creo que para poder hablar de Borges hay que leer a Borges, a todos los
Borges. Evidentemente, no es una tarea simple si no contamos con la información, la experiencia, ni
la motivación suficiente, pero cada vez que leamos uno de sus textos y nos atrevamos a penetrar el
primer nivel de este laberinto, podemos aprender mucho de Literatura, del ser humano y de su
búsqueda sin fin .

Notas

(1) “Yo, que me figuraba el Paraíso


/ Bajo la especie de una biblioteca”
“Poema de los Dones” en Obras Completas. Barcelona. Emece. 1996.
Todas las obras citadas de Borges
serán de este mismo libro.
(2) Borges, Jorge Luis. Dedicatoria en: Fervor de Buenos Aires (1923). Libro de poemas.
(3) “Algo, que ciertamente no se nombra / Con la palabra azar, rige estas cosas...”. “Poema de los dones”. El Hacedor
(1960).
(4) En Ficciones (1944).
(5) “Los cuatro ciclos”. El oro de los tigres (1972).
(6) En “Tlön Uqbar, Orbis Tertius” Ficciones (1944).
(7) “Borges y yo”. El Hacedor (1960).
(8) En “La casa de Asterión” o en “Los dos reyes y los dos Laberintos”. El Aleph. (1949).
(9) En “El jardín de senderos que se bifurcan”. Ficciones. (1944).
(10) “Laberinto”. Elogio a la sombra (1965).
(11) “Parábola de Cervantes y Quijote”. El Hacedor (1960). Y habría que leer en este punto también “Las ruinas
circulares”. Ficciones (1944).
(12) “Magias parciales de Don Quijote” Otras inquisiciones (1952) y poema “Ajedrez”. El Hacedor (1960).
(13) “El sur”. Ficciones. (1944). Véase también “La espera”. El Aleph (1949).
(14) “Arte poética”. El Hacedor (1960).
(15) “El milagro secreto” y “El jardín de senderos que se bifurcan”. Ficciones (1944). Véase también: “Nueva refutación
del tiempo”. Otras inquisiciones (1952), “Sentirse en muerte”. El idioma de los argentinos. (1928) y “La noche cíclica”.
El otro, él mismo (1964).
(16) “Borges y yo”. El Hacedor (1960).
(17) “A Leopoldo Lugones”. El Hacedor (1960).
(18) “El otro tigre”. El Hacedor (1960).

http://www.esperpentia.cl/borges.htm

http://www.cpel.uba.ar/borges/entrada/entrada.asp?archivo=listaTextos_.htm&texto=lista de
textos utilizados

http://www.taringa.net/posts/arte/1724306/Poema-de-los-Dones---JL-Borges.html

http://www.documentalistaenredado.net/484/el-libro-de-arena-de-jorge-luis-borges/

http://educacionycomunicacion.wordpress.com/2010/03/03/narrativa-digital-
articulos-videos-relatos-digitales/

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1168555

http://sololiteratura.com/bor/borinternet.htm

http://www.clarin.com/diario/especiales/Borges/html/Menu.html

http://www.clarin.com/diario/especiales/Borges/html/Menu.html

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