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En este trabajo hemos querido aunar obras plásticas y relatos que surgieron desde los
sentimientos o recuerdos que cada cuadro generaba en el escritor.
Una buena forma de vivir la experiencia es disfrutar las obras por separado. Meternos en el
cuadro y generar nuestro propio relato o mientras leemos producir nuestra película.
Veréis que siempre hay una nueva versión, ni mejor ni peor, simplemente vuestra.
Esperamos que disfrutéis de este libro tanto, como nosotros al elaborarlo.
Equipo de producción.
Alicante 30 de Marzo 2015
INDICE
Misteriosa Montmartre.
La cañada.
La estación de trenes
Anemonas en Azul
Desencanto
Junto al mar
Mi casa.
Un Pueblo
Aldea Suiza
Los Náufragos
Café
Pájaros
Los protagonistas
Plumas creativas.
Lana Acuaterra
© Todos los derechos reservados
Un día de picnic. Saldán
El Linye
© Todos los derechos reservados
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Saldán es una localidad situada a 18 km de la ciudad de Córdoba. Pequeña ciudad que, pese a su cercanía con la
capital, mantiene intacta su tranquilidad de villa serrana. Conquista miradas con su pequeño surco de aguas cristalinas, a
veces frías pero siempre de una gran pureza ya que proceden de vertientes, muy típicas en la zona
La cañada.
La Cañada de Córdoba es uno de los lugares más concurridos y vistosos de la ciudad. No se refiere a un río sino al
encauzamiento del arroyo (3 km) que cruza de suroeste a norte la ciudad y que se forma con las aguas de La Lagunilla
proceden de las lluvias en la Sierra Chica. Con una longitud de 28 km que desembocan en la margen derecha del Río Sequía.
Fragmentos “Libro callejero del pueblo nuevo”
Una jarra de florero.
Balbino Alonso Furni
Un puñado de flores del jardín de la abuela, una jarra olvidada como florero improvisado. La primavera ha
llegado.
Las tardes comienzan a largarse, hace más calor, a la salida del cole mamá se queda un ratito a charlar
con las otras madres, mis hermanas y yo jugamos con nuestras amigas, las mismas con las que hemos compartido
gran parte del día en el colegio, pero ahora tiene otro sabor, otro olor. “Libertad”
Con el buen clima y en especial los viernes o los sábados visitábamos a la abuela. Una señora muy seria y
siempre estaba muy ocupada, envuelta entre papeles y libros, pero tenía algo que nos atraía y nos fascinaba. Le
bastaban cinco minuto para liarnos y sumergirnos en una actividad de la que disfrutábamos horas y horas.
- Chicas venid a ver lo que he traído.
Una caja inmensa llena de cosas muy antiguas, lindas pero raras. Fotos, cuadros, libros de cuentos, algún
que otro vestido y utensilios de cocina.
- Abuela. ¿Qué es esto? Pregunto mi hermana mayor con un tono algo despectivo.
- Son cosas de la casa de vuestros bisabuelos. Vamos a venderla y hay que quitar todo.- En sus ojos se
dejaba entrever un rastro de nostalgia.
- Abuela yo quiero esta cajita de música y los cuentos. - Dijo mi hermana pequeña con su vocecita de
bebecita.
- A mí me gustan estas fotos y también quiero los portarretratos, bueno también me llevo los álbumes.- Con
la habitual prepotencia de ser la hermana mayor.
- Miren que lista es, siempre se elije lo mejor y lo más divertido. Ja todo para ti.- le respondí con rabia y
decepción .
- Haber no discutan, esto es para las tres. Luego lo guardaremos en la casita para que podáis jugar.
La casita, no era ni más ni menos que el torreón que después de aquel pequeño altercado que protagonicé
lo acondicionaron y nos dejan jugar en el, sobre todo en invierno.
La abuela y mi papá llevaron la caja al torreón y mis hermanas se fueron corriendo a por sus nuevos
tesoros.
Estaba tan enfadada que no quería ver nada de la que había en esa caja.
En el jardín, el abuelo regaba las plantas, al verme llegar de tan mal humor solo se le ocurrió ofrecerme
que siguiese con su tarea.
- ¿Quieres regar tú? Solo debes tener cuidado con aquellas flores. Luego cortaremos algunas y haremos un
lindo ramo para la abuela.
- Si…Si…- y me acerque alargando el brazo para que me diera la regadera.
Se fue dentro, y me quede jugando con el agua un rato bastante largo. Pasado el entusiasmo, recordé a
mis hermanas y fui a ver que estaban haciendo. Aquello era una batalla campal, todo estaba por el suelo. Si que
tendrían problemas con mi madre cuando viera el desorden. Yo desde luego no quería tener que participar en la
faena de recoger.
Al salir vi una jarra de barro, marrón con pintitas negra, no muy grande y algo deformada junto a un tapete
con las flores preferidas de la abuela bordadas en una esquina. Me resulto muy raro, no parecían pertenecer al
resto de objetos de la casa de los bisabuelos.
Fui en busca de la abuela. Ella había salido, pero como el abuelo estaba a allí me acompaño al torreón
para que le enseñara aquello tan raro.
- Abuelo mira, esto es lo que quería…- antes de que pudiera terminar la frase el me interrumpió
bruscamente.
- ¡Dios mío! ¡La jarra! Sabes que la hizo tu abuela. Cuando estaba embarazada de tu padre tenía que hacer
reposo y se le dio por las manualidades. Como veras se le daban fatal y lo único que fue capaz de terminar
es esta jarra y el tapete de flores. Ves estas manchas negras, son flores, pero según se cocinaba el barro
de la jarra, se iban difuminando hasta desaparecer.
- ¿Pero abuelo por qué están entre estas cosas?
- Tu abuela las quería tirar y seguramente su madre las guardo de recuerdo, quizás para algún día
enseñárselas a tu padre.
Los dos ideamos un plan para sorprender a la abuela. El abuelo cortó las anemonas mas lindas del jardín
yo coloque el tapete con la jarra a manera de florero en la mesita de la entrada, junto a la puerta. Me senté en los
escalones de la entrada a esperar que regresaran las mujeres del paseo.
Los nervios por saber si la abuela reconocería la jarra me estaban matando, me levante y fui a buscar un
vaso de agua. En ese momento sentí que abrían la puerta y un grito colmado de sorpresa y a la vez de recuerdo
invadía la habitación.
- ¿De dónde ha salido esto? Mi jarra y mi tapete
Corrí hacia la entrada, no podía perderme ni un detalle.
El abuelo, que también escucho los gritos y yo nos miramos complacidos, nuestro plan había salido
perfecto.
Muchos años después se sigue usando esa jarra de florero en la casa de mis padres, un testigo, no
siempre mudo, de los magníficos años que pasé junto a los abuelos.
Lana Acuaterra
© Todos los derechos reservados
Balbino Alonso Furni
La estación de trenes
Marta Aguirre
31 de Marzo 2015
© Todos los derechos reservados
Dos barcas solitarias
Marta Aguirre
31 de Marzo 2015
© Todos los derechos reservados
Desencanto
¿Más allá?...
La nada, la duda,
todo…
o la Gran Verdad.
Milagros Román
“Poemas del Asfalto Ediciones cuatro Estaciones 2014”
© Todos los derechos reservados
Junto al mar
Suavemente, suavemente, allí, depositan mi estatua fría de piel mojada y envolvente dejando nacer
de ella una hermosa mujer...
La Mujer.
He llegado por fin a la orilla.
Milagros Román
“libro La piel de Afrodita” (Lunara Poesía 1994)
© Todos los derechos reservados
Mar en marrón Monsul Almería España
Balbino Alonso Furni
Mi casa.
Y debajo de la sombra
que aquella parra nos daba
los domingos, la familia
entera allí se juntaban
para comer el cocido
que mi madre preparaba
con gramo y medio de de carne.
Pero ¡Que rico estaba!
Tampoco me he olvidado
del día de la matanza
aquel día era una fiesta
en el que nos perdonaban
que no fuéramos al cole
lo que era una gozada.
Repartíamos “presentes”
a las gentes allegadas
y parecía un millón
la peseta que nos daban.
No sé bien en qué pueblo nos encontrábamos, solo puedo recordar una voz, que no dejaba de contar
historias sobre todos aquellas casas ¡tan viejas y horribles! Lo peor es que a todos les parecían fantásticas, y
pretendían que a mí me gustasen.
«¡Mira esas arcadas! ¡Esa iglesia es!…»
Yo, solo escuchaba el ruido de mis tripas pidiendo alimento. Un helado, chocolate, caramelos, bueno lo
típico para una niña que había sido arrastrada a una excursión destinada a unos aburridísimos adultos.
En unas de las esquinas, y supongo que de una forma no muy casual, perdí de vista al grupo. Todo de
repente había dejado de ser aburrido y se transformaba a pasos acelerados en temible.
Era la primera vez que mis padres no estaban al alcance de mi vista.
¿Qué podía hacer? No sabía dónde ir.
Entonces recordé. La guía nos dijo que el punto de encuentro sería la iglesia, allí debíamos ir si nos
separábamos del grupo.
Desde donde yo estaba se veía la iglesia y la plaza. Para llegar hasta allí debía recorrer una calle oscura,
la mayoría de sus casas estaban casi destruidas con puertas y ventanas entreabiertas y lo peor de todo, al final
dos arcos que formaban un tunel y un pasillo muy estrecho.
Fue el día que más miedo he pasado en mi vida.
Me arme de coraje y comencé a caminar, todo marchaba muy bien hasta que apareció ¡un hombre, si un
hombre! Vestido de gris, Caminaba muy despacio y tan junto al muro que su figura se desdibujaba confundiéndose
con aquellas paredes, creo que no tenía piernas o por lo menos yo así lo recuerdo, solo veía esa enorme bolsa
que llevaba en su hombro.
Me quedé paralizada, no podía caminar, cerré los ojos deseando no estar allí. ¡Ser invisible!
Delante, a unos pocos metros se abría una puerta, en el mismo instante a mi espalda se escuchaba una
voz muy irritada.
—¿Niña que haces? Ya eres grande para estos jueguecitos, todos estábamos muy preocupados.
Me giré y corrí a abrazarme a la mujer más protestona y mal humorada de la excursión, pero era mi
salvadora.
Años más tarde volví a aquel pueblo de Toledo y recordé con cariño todo el miedo que puede provocar la
imaginación desbordada de una niña.
Las casas ya no parecían tan feas, ni tan solitarias, las calles, pintorescas, invadidas por la algarabía de
los turistas, es mas os recomiendo que disfrutéis de la magia de todos sus rincones.
Pero por favor. ¡No llevéis niños, se aburren un montón!
Fragmento: (La magia de los recuerdos)
Lana Acuaterra.
© Todos los derechos reservados
Aldea Suiza
Una suave brisa cálida anunciaba lentamente la llegada del verano, a finales de junio de l856. El
invierno había dejado su devastador saldo; más familias ahora más pobres. Esa mañana Alexander pensó que
ya nada sería igual, acaso una noche de insomnio, ¿resolvería su precaria situación económica?
Un poco de pan y queso y una taza de café amargo. Azúcar, un lujo que no se podían dar. Por la
pequeña ventana de madera, un rayo de luz marcaba el inicio de otra agotadora jornada de trabajo. A lo lejos,
la aldea de Mörel apenas despertaba.
Rosalía hacía ya varias horas, hilaba y tejía en una cocina casi en penumbras. Mientras los pequeños
dormían, tenía un tiempo de tranquilidad, además, su prominente vientre hacía varias noches que le quitaba el
sueño.
Aunque íntimamente sabía que sus desvelos estaban impregnados de preocupación. Una boca más
para alimentar, una extraña sensación de desasosiego que se apoderaba de sus pensamientos.
Alexander bebió otra taza de café, pasó por al lado de Rosalía casi sin hablar, solo al llegar a la puerta
le dijo “esta tarde voy a hablar con Biderbost de Ritzingen”
Esas pocas palabras dejarían muy inquieta a Rosalía que conocía el significado de aquella sentencia.
Los Biderbost eran sus amigos, tan pobres y apenados como ellos, su última cosecha había perecido
ante la implacable rebelión del Ródano y con ella sus últimas esperanzas de quedarse en la patria suiza.
Rosalía sabía que era el tiempo de preparar los baúles y decir adiós a Mörel, al Wallis, a su familia, a
sus amigos, a su valle y a sus montañas.
Alexander llevó a pastar a las únicas dos ovejas que habían sobrevivido el invierno y la falta de
pasturas, sabía que pronto habría que sacrificarlas. En su mente retumbaba el recuerdo de una carta que
llegaba desde una colonia llamada “Esperanza”, en América.
-dicen que la tierra es buena, que todo es llano hasta donde alcanza la vista y con el tiempo todo es
tuyo, le habían dicho. Pronto van a abrir otras colonias y dicen que son muchos los que se van a ir del Wallis.
Los rumores del bienestar de los compatriotas emigrados a América se habían desperdigado por todo
el cantón.
Alexander no había dormido esa noche. A pesar de su contextura robusta, sus fuertes espaldas y sus
manos firmes, no todo era tan rudo en él. En la soledad de la montaña y de cara al valle contemplaba su vida
con tristeza.
¿Dónde habían quedado los tiempos felices con su Rosalía? Todavía permanecía en él el impacto de
aquel día cuando la vio entrar a la iglesia de Biel…
…Ese no fue un domingo cualquiera. Habían recorrido el estrecho camino que bajaba de la casa
familiar hasta el templo, todos en silencio. Alexander, el mayor, conducía a sus hermanos por el atajo en la
montaña con total responsabilidad, su madre Marijossa sabía que podía confiar en él. Joven, lleno de vida pero
con el compromiso de cuidar bien a su familia.
Con sus 18 años recién cumplidos, Alexander lucía sus mejores galas para la misa. Su padre no había
notado que muy temprano esa mañana él había tomado su sombrero negro de fieltro, con el que parecía verse
aún mayor. Se sentía seguro bajo el ala de aquel elegante sombrero desde donde sus ojos celestes asomaban
tan claros como aquella hermosa mañana.
Rosalía Erpen entró en la Iglesia de la mano de su hermana menor y le había dirigido una mirada
fugaz. Fue en ese preciso momento que Alexander sintió como se deslizaba casi flotando por el suelo,
pequeña, ligera, con una piel aterciopelada como la más alta de las flores de edelweis de la montaña.
¿Sería ella tan frágil?, pensó inquieto.
La vida transcurría implacablemente lenta en la aldea de Biel en l845.
A la salida de la iglesia las familias se reunían para lo que representaba su única recreación social de
la semana, las mujeres y los niños conversaban amigablemente y los hombres bebían un vaso de vino caliente
mientras se lamentaban de su pobre situación.
Pero ese domingo, nada podría enturbiar los pensamientos juveniles de Alexander. Solo pensaba en
Rosalía.
Se casaron en Mörel en la Capilla de San José. Tal vez como una premonición, ese fue el nombre de
la colonia Argentina a la que emigraron.
Esa tarde Alexander bajó de la montaña con la decisión tomada y Rosalía aceptó su destino y se
despidió para siempre de Suiza grabando en sus pupilas ese paisaje único, con aquellas montañas, que nunca
olvidaría.
Susana Andereggen
© Todos los derechos reservados
(Esta es la historia real de mis tatarabuelos Alexander Andereggen y Rosalía Erpen que emigraron de Suiza a
San José, Argentina en 1857)
Refugio
Balbino Alonso Furni http://balbinoalonso.artelista.com/
Los Náufragos
A la hermana del Punteras siempre la habían llamado “prima”. Su madre la concibió poco antes de
casarse, en uno de esos deslices que jamás se confiesan a no ser por lo evidente de las consecuencias. Poco
después encontró a un hombre, quizá no demasiado divertido pero capaz de admitirlo todo. Y admitió todo,
todo menos a la hermana del Punteras.
En la nueva casa y con los nuevos hermanos, siempre fue la prima huérfana que a cambio de estar
recogida, ayudaba en las tareas, cuidaba de los niños y miraba con tristeza los besos que su madre regalaba a
todos, a todos menos a ella.
Quizá fueron las carencias y su mucha soledad, lo que empujó a la hermana del Punteras a recorrer
las calles con absoluta entrega. Andaba de la mañana a la noche, un día tras otro, como si se tratase de una
condena, o mejor, como si de una gran búsqueda se tratase. Eran su lugar preferido las basuras, desde los
espléndidos contenedores de los grandes almacenes hasta la más modesta bolsa del más pobre obrero, todo
pasaba por su minuciosa inspección. Buscaba y buscaba....
Así fue como la hermana del Punteras se convirtió en su propia Hada Madrina. Cada día, al volver a
casa, entraba cargada de regalos : candelabros sin brazos, sillas sin patas, esculturas de plástico, un pajarillo,
ropa, espejos, juguetes, un sueño, bombillas fundidas, cacharros, una lechuga y algunas miguitas de pan,
secretos, piedras, cartas de amor, un perro...y hasta un novio encontró.
Y así fue también como el piso de Protección Oficial de la hermana del Punteras se convirtió en
algo similar a una Casa de Socorro donde lo roto se componía y donde las vecinas acudían si les faltaba un
poco de sal o tenían que hacer algún “regalito”. Porque eso sí, al principio mucho escandalizarse y mucho
decir que si qué asco, que si vaya guarrería...,pero después bien que les venía todo lo que ella, en su
generosidad, les iba dando, incluso si era comida.
Un par de veces al año, después de uno de sus arrebatos de nostalgia, marchaba a casa de del
Punteras, el único que siempre la reconoció ante todos como su hermana y al que, solo por eso, adoraba.
Llegaba, como era habitual en ella, cargada de regalos que repartía entre familiares y amigos, no sin
antes explicar donde encontró tal cosa, en qué estado estaba y como ella, que era muy mañosa, lo había
dejado como nuevo.
Estas cosas sacaban de quicio a la Pili, que desde que se había casado con el Punteras miraba con
malos ojos esa manía enfermiza de su cuñada de hurgar en las basuras.
-¡Aquí en el barrio ni se te ocurra! ¡Qué pensarán de nosotros los vecinos!¡Como si fueras una
pordiosera!- la amenazaba.
Cuando acababa de comer, la Pili se echaba la siesta. Dormía con unas enormes bragas de algodón
como única prenda, y su máxima constante era que se ahogaba de calor. La hermana del Punteras la
observaba desde la puerta (le recordaba a una tortuga de peluche que un día encontró y que ponía sobre su
cama). Tenía los ojos cerrados, pero sus grandes pechos acechaban la puerta vigilante, alerta a cualquier
movimiento del enemigo.
A eso de media tarde se despertaba, encendía un cigarrillo, se cubría con un pareo y se sentaba en
el sofá. Sus ojos gastados miraban a través de la nube de humo que siempre la envolvía, inquietos,
interrogantes, provocadores. Luego entraba al baño y al cabo de un rato salía con uno de sus vestidos
inverosímiles, los labios pintados y el eterno sudor que le recorría la frente y el cuello, y que ella se recogía con
resignación y a veces con rabia. A penas sin mirarla, se despedía. Era el momento.
La hermana del Punteras, solo aparentemente dócil, hacía oídos sordos y continuaba con su
búsqueda, sus regalos y sus relatos: de como encontró a su perro, que además cantaba, de cómo un día pidió
a los municipales que la llevaran a casa porque no encontraba taxi, de su novio que todos decían que era un
retrasado pero que a ella le gustaba, de como una niña le dio un bocadillo de sobrasada y luego mil pesetas y
ella no dijo nada y se las guardó, de su casa llena, llenecita de tesoros (de mierda, decía entre dientes la Pili )
hasta el último rincón. Tanto era así, que unos vecinos, envidiosos, llamaron a la policía y ahora tenía que
vaciarla por una orden judicial y de no sé quien de Sanidad. Y mientras decía esto, sus ojos se volvían
líquidos, porque sentía tener que desprenderse de sus preciados objetos que tantos años tardó en recoger.
Elegía, separaba, abandonaba...unos pocos cada vez...., despoblando así su hogar a la vez que su alma.
Pero otros días no tenía tanta suerte. La Pili se levantaba de humor, comía trufas, caramelos de
violeta o bombones de coco, y sin ofrecerle, perseguía su mirada evasiva por la sala. Las paredes, cubiertas
de un papel anticuado y amarillento, ostentaban toda una serie de objetos, que lejos de las pretensiones de su
dueña, le daban un aire entre decadente y vulgar. El lugar privilegiado lo ocupaba la fotografía de un señor con
gafas y traje militar, que como la Gioconda, te seguía a todas partes. A su lado, un cuadro con
condecoraciones.
Mi papá – comenzaba con la voz aún grasa por el sueño- era Teniente Coronel. Ganó muchas
medallas en la guerra.
Entonces comprendía que su cuñada tenía ganas de charlar y le regalaba, pacientemente, una
sonrisa. Con mucha dificultad, la Pili se levantaba y se dirigía a su cuarto, trayendo con ella una caja de
fotografías, de las que cada vez le contaba una historia diferente, aunque siempre era ella la protagonista y
todo lo que la rodeaba bello y caro. Más allá de sus palabras adivinaba la amargura, y en el aliento de alcohol
del Punteras, sobre quien descargaba el peso de su fracaso.
Pasados unos días, la hermana del Punteras recogía sus cosas y se marchaba en el tren. El Punteras
y la Pili iban a despedirla. Ella se sentaba junto al cristal y les hacía señas de complicidad mientras, con
disimulo, entreabría un poco su bolso de señora entrada en años y dejaba ver los ojillos de su perro cantor,
entrenado a fuerza de costumbre a recorrer el largo camino hasta la ciudad sin decir y sin hacer.
-¡Hasta pronto! ¡Cuídate mucho! ¡Escríbenos! -le gritaba la Pili mientras el tren se alejaba-¡Y no
olvides ir al notario!, ¿Qué? , Sí, a nombre del niño, todo a nombre del niño, todo a nombre del niño....
El Punteras y la Pili regresaban a casa dejando atrás el tren y su nube de humo cada vez más lejana.
Él, con su gran sello dorado en el dedo anular, la chaqueta de cuero y la eterna tos; con los bolsillos
llenos de recuerdos del viejo Madrid que su hermana le traía de la mano: el hambre, el exilio, la ciudad de
noche, el timo, el juego, la foto de su Primera Comunión con el pelo rapado porque acababa de salir de
Carambanchel....y el ahora: el alcohol y poco más.
Ella, con la piel ajada, con demasiados quilos de más, con sus recuerdos censurados (su reinado en el
cabaret, las náuseas que le producía el olor a jabón estando preñada, el hijo sin padre negado durante años),
con el resentimiento hacia todo, con su abrigo de piel de conejo....y el ahora: esa jodida cuñada que se
empeña en largar delante de todos que encuentra tesoros en las basuras
Flores y café
Balbino Alonso Furni http://balbinoalonso.artelista.com/
CAFÉ
Los sabores, los olores, son aguijones que nos atraviesan, que con irreverencia despiertan recuerdos
y traen al presente retazos de memoria. Llenan la boca y el alma con una mezcla de años pasados y de brisas
viejas, que nos transportan y suelen hacernos perder el equilibrio. Cuentan historias, nos comunican con un
código humano común, universal e infinito que nos une a la mística de los genes compartidos, cadena
ancestral de misterio invisible que liga con las generaciones pasadas.
Lo tomo y me dejo llevar por las sensaciones que me provoca, se conectan mis sentidos y en liviano
vuelo siento que viajo, que traspaso tiempo y espacio…que soy parte de algo más grande.
…la mañana es luminosa, la claridad inunda la sala enorme, impecable, blanca hasta el
infinito…manteles, cortinas y paredes. Sólo la mesa es oscura, enorme y orgullosa, símbolo de poder y
dominio, allí se definen negocios, destinos, la vida y la muerte.
Un imperio construido sobre su grandeza, noble planta que crece generosa desde las entrañas de una
tierra fecunda, acunada por soles y lluvias impiadosas que estallan en su interior en frutos plenos. Exquisita
parición, hija de un terrón salvaje poblada de inclemencias y desafíos; la selva no es para débiles ni cobardes.
… olor rancio, a excrementos, a herida abierta. A sangre, mosca y gusano… a dignidad mancillada, a
cuerpo lacerado por el castigo de la mano que no reconoce humano al hermano de color extraño. Riegan el
surco el sudor, las lágrimas y la sangre de aquellos que llegaron hace mucho, robados de su patria, a látigo y
cadena. Aquellos que no eligieron, que aún siendo reyes vivieron como esclavos, oliendo a bestia. Pero
conservaron su orgullo de guerrero…herencia que nutrió a un continente, que acunó rebeliones y escribió
inmortales páginas de nuestra historia.
…sal, agua de mar, piel áspera que se descama reseca, humedad de meses que llega hasta los
huesos y un verano desconocido que derrite la nieve del invierno que quedó lejos.
Después de siglos vienen los nuevos, llegan por propia voluntad, o más o menos, cargando como
equipaje unos pocos trapos viejos y heridas abiertas. Sus corazones son un amasijo de dolores de guerra, de
hambre, de añoranza y de fotos viejas. De promesas hechas al dejar el pueblo, el amor, los hijos a cambio de
la esperanza bajo un estrellado cielo. Su música y su sangre corren aun por nuestras americanas venas,
porque con los de acá juntaron cuerpos, amores y enlazaron su destino al de la nueva tierra.
El café se acaba, los aromas cesan, solo me queda la tibieza en las manos, como recuerdo de la taza
llena. La borra dibuja caprichosas formas en el fondo, como queriendo contar algo más.
Quizás porque su esencia es plena y su historia entre mezcla la de la tierra y la de los hombres… por
eso es tan intenso, y por eso transporta y cuenta.
Cecilia Stubichar
© Todos los derechos reservados
Pájaros
Lienhard Anz
© Todos los derechos reservados
Siempre me gustaron los pájaros, dedique mucho tiempo al cuidado de los que tenía en casa, pasaba
horas limpiando sus jaulas, cargando sus bebederos y yendo en bicicleta a comprar semillas para alimentarlos.
Pero eso no era todo lo que hacía como amante de las aves, también pasaba muchas tardes leyendo libros de
todas las clases, siempre estaban desparramados en la biblioteca de mi habitación, en la cama o en mi mesa
de noche y hablaban de sus distintas especies, colores, hábitos en la naturaleza y de muchos datos más,
mientras por la ventana de mi cuarto se colaba el canto de mi “siete colores” o de mi “zorzal” como si me
acompañaran en la lectura.
Otra de las cosas que disfruto son las charlas por teléfono con mi abuelo, el siempre me cuenta que es
amigo de las aves y debe ser cierto porque una persona que no siente pasión por el tema no puede saber
tanto. La verdad es que esas conversaciones me producían unas ganas irrefrenables de ir a conocer los
pájaros de mi abuelo, pero él vive bastante lejos y las pocas veces al año que nos vemos son porque él viene
a casa. Igualmente me gustan sus visitas, nos la pasamos de jaula en jaula viendo a mis plumíferos, como me
gusta llamarlos, y al final de su visita mi abuelo siempre me decía. –la próxima te toca ir a vos.
Aunque eso nunca pasaba, hasta el día en el que pasó, estaba entusiasmado, más que eso, deliraba
por ir a casa de mi abuelo, la noche antes de hacer el viaje en bus que me llevaría de visitas no pude dormir ni
un cuarto de hora de solo recordar las historias que me contaba por teléfono.
Al llegar a su casa note que en su entrada había unos sillones y un reloj bastante colorido en la pared,
pero la verdad es que pase volando para ir a investigar su jardín trasero. No lo podía creer, ¡no había un solo
pájaro!, ¡ni una jaula que me dijera que habían estado ahí! ¡No era posible! Mi abuelo me había hablado de las
“reina mora”, de los “carpinteros”, de los “cardenales”, ¡de tantos q no podía ser mentira! Así que corrí a
preguntarle. -¿abuelo donde están tus pájaros? ¡No me digas que era mentira!
-No es mentira, quédate tranquilo. Me dijo con una sonrisa burlona. -¿Qué te dije siempre? Que
soy amigo de las aves. Continuo.
- ¡Por eso abuelo! ¿A dónde las trenes? No encontré ni una jaula. Le dije con cara de preocupado.
- Venía a sentarte conmigo en los sillones. Contesto con calma.
Fui a sentarme pero no entendía nada, ni donde estaban sus pájaros ni porque me tenía que sentar,
es más, me sentí como esa gente de la televisión a la que le dicen “siéntate que tengo algo importante que
decirte” y después de eso sus vidas cambian para siempre. Así que me senté con calma y esperando una
explicación, pero lo único que escuche de mi abuelo fue.
-¿qué hora es?
- son las 6:15. Dije después de ver el reloj de agujas rojas.
-¡Todavía falta! Exclamo con mucha tranquilidad.
No dijo más nada y se quedo sentado con un libro de color naranja hasta alrededor de las 6:45 cuando
dijo. -ya va a llegar la “reina mora”.
Y así fue, algunos minutos después una “reina mora” fue a posarse en un poste que estaba plantado
en el patio, no me había puesto a ver pero en tres mástiles de madera que estaban en el jardín mi abuelo
ponía semillas y agua todas las mañanas. Pase varios días en su casa y fui dándome cuenta que mi abuelo
sabía a qué hora venia cada pájaro. Mientras él hacia sus cosas los veía comer, los escuchaba cantar, irse y
volver. Hasta que un día no me aguante más y le dije. - Abuelo… ¿por qué no atrapas todos esos pájaros?
¡Tendrías tres veces más de los que tengo yo en casa!
Lienhard Anz
© Todos los derechos reservados
La torre de las infantas
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*El Algarve es la región más meridional de Portugal continental. La región fue intensamente islamizada y
aunque nunca tuvo la relevancia de la zona sur de al-Ándalus, fue el centro más importante de la cultura, ciencia y
tecnología islámicas en tierras del actual Portugal.
http://www.algarveportugal.es/
Los protagonistas
...Leo y tomo palabras entregadas por alguien, leer y escribir, crear y
recrear. Las palabras convertidas en puentes nos permiten llegar al otro y
con suerte impregnarlo del sentido que ellas llevan. A partir de ese
momento ya no nos pertenecen…ni sus ecos. Se transforman en mensajes,
portadores de esencia humana, que van entramando en la urdimbre de la
vida como hebra fecunda que nos permite perdurar, compartir y
trascender.
Cecilia Stubichar
Nos hemos permitido tomar las palabras de una de nuestras colaboradoras, para a través de ella darle
las gracias a las magnificas escritoras que nos prestaron su pluma y su ingenio, para darle una nueva visión a
la obra pictórica de Balbino Alonso.
Abrir un mundo nuevo ante los ojos del espectador, idea central de este proyecto.
Cada una de las personas que nos brindaron su tiempo e inspiración en estos relatos, trabajaron sobre
un abanico de 25 cuadros, de los cuales no conocían nada, ni el momento, ni las circunstancias en las que el
artista los había realizado. Tras elegir el suyo se enfrentaron a un lienzo en blanco que llenarían con palabras
forjadas en los sentimientos que la obra les trasmitiera.
Plumas creativas.
Misteriosa Montmartre.
La estación de trenes
Violeta Gambín Sevilla.
Poeta Alicantina. Amante de la historia de España, sus cuentos están inspirados en antiguas leyendas que
escuchó de niña. Estudiosa de la escritura creativa, la gramática y los estilo de comunicación.
Premio literario de cuentos en diciembre de 2012
Publicó: varios relatos en Relatos Urbanos. El libro de poemas Alas blancas de cometa.
Recientemente Poemario infantil con ilustraciones realizadas por ella misma.
Desencanto
Milagros Roman.
Escritora, artista plástica y cantautora. Titulada en Danza con estudios de Piano, Violín y Canto, Directora
escuela privada de Danza en Elche. Tras abandonar la etapa de bailarina y profesora de danza, se dedica a la
poesía, y a la pintura. Más tarde la poesía le lleva a la canción, compone música para sus poemas. Alguna de
sus obras en solitario
“La piel de Afrodita” (poemas e ilustraciones)
“Para poner los pelos de punta” (Narraciones)
“Como un suave murmullo” Fantasía poética para la contemplación del Misterid’Elx
“Frutos del Tiempo” (narraciones).
Anemonas en Azul
Marta Aguirre.
Psicóloga formada en la Universidad de la ciudad de Buenos Aires. Psico-terapeuta transpersonal
especializada en filosofía Vedántica.
Coordinadora grupo local de Alicante en Amnistía Internacional. Docente y comunicadora grupal.
Autora de “Las fragancias del bosque”.
Mi casa.
Guadalupe Navarro Galvez.
Poeta Murciana, conocedora de las tradiciones, gusta de describir los paisajes rurales
Aldea Suiza
Susana Andereggen
Nacida en Argentina, con nacionalidad Suiza, país con la que mantiene estrechos lazos. Realizo numerosos
trabajos periodísticos sobre el proceso inmigratorio de Suizos-valesanos a Argentina. “Revista Encuentro con
Suiza”.
En 2007 Publicó el libro "La Familia Andereggen, una familia de inmigrantes suizos en Argentina"
2008 "Wallis, la tierra de los pioneros colonos de San Jerónimo Norte"
Ha trabajado en diversos medios de comunicación nacionales y extranjeros, radiales, televisivos
Los Náufragos
Begoña Payá Ferrándiz
Educadora Social de profesión, escritora de vocación. Colabora en numerosas revistas. Sus relatos siempre
impregnados de profundas vivencias dejan una huella educativa que incita a la reflexión
Café
Cecilia Stubichar
Bioquímica, docente de escuela media. Amante de las letras creativas, escritora a tiempo parcial y participante
de talleres literarios desde 2013.
Pájaros
Lienhard Anz -Artista invitado-
Nace en 1985 en Córdoba, Argentina. Desde temprana edad se interesó por el arte comenzando sus estudios
en talleres privados. Más tarde estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes Figueroa Alcorta. Paralelamente
a su carrera como artista se desenvuelve como profesor
Nuestro artísta plástico
- Balbino. ¿Qué sensación le produjo ver que su obra era reinterpretada, y que de ella nacían historias
tan variadas?
- Bueno, más que una sensación, diría yo, un sentimiento, y muy gratificante, lo que el artista pintó fue
visto desde otro ángulo. Han transformado una sensación o un recuerdo en una nueva historia,
transfiriéndole a la obra a una dimensión distinta. Es como ver una pintura por escrito pero tamizada
por la creatividad y los sentimientos del narrador.
En una ocasión el gran pintor Lino Enea Spilimbergo me dijo
“Si frente a un lienzo no tiene una idea, No pinte”
Ver que mi obra fue capaz de generar tantas buenas ideas me llena de satisfacción, en cierta forma
fueron la palanca que abrió la puerta a la creatividad.
Nuestro agradecimiento a Balbino Alonso, un reconocido arista argentino, siempre en busca de nuevos
desafíos, que ante la propuesta de nuestro proyecto ofreció sus obras para que trabajáramos con ellas.
No queremos dejar de mencionar a La Casa de las América de Alicante que ha sido el promotor de toda
esta aventura.
Equipo de producción.
Alicante 30 de Marzo 2015
Biografía de Balbino Alonso
El acontecimiento de la segunda guerra mundial, despierta en él, su pación por paisajes navales. Los
barcos y puertos son una constante en su obra.
En 1957 mientras pintaba una de sus marinas en el puerto de Bs As conoce al pintor Yugoslavo
Vladan Stiha, quien lo acerca a una técnica poco practicada por él hasta el momento y a un temática diferente,
flores pintadas a la gouache, colmadas de sutileza, sensibilidad y podríamos decir de romanticismo, que
parecen enfrentadas a los temas portuarios que plasman una realidad cotidiana. Flores y marinas resultados
de la pación de un artista, armonizadas constituyen la base de sus futuras exposiciones
Tres años después, un 18 de abril, realiza su primera exposición en la Sala de Arte del Jockey Club de
Rafaela. Punto de partida de un incansable recorrido artístico.
Perú le acoge en 1962 en la Sala de Arte del Karamanduca en Lima, a la que le siguen ciudades tan
importantes como Montevideo, Valparaiso, Porto Alegre y Houston.
Durante la década de los 60 y 70, su época más productiva, tiene la oportunidad de relacionarse
maestros de la talla de Gustavo Cochet, Jose Roig, Quinquela Martín, Oscar Vaz, Juan Carlos Castañino y
Lino Spilimbergo. Donde se nutre para perfeccionar su estilo.
Ya como pintor consolidado en los 80, decide ampliar sus escenarios, pintando en Uruguay Brasil,
llegando a las islas del Caribe: Martinica, Barbados Puerto Rico y Saint Thomas, incorporando el colorido
paisaje regional rodeado de encanto a sus temas cotidianos.
Finalizando el siglo XX viaja por Europa pintando en Suiza, Francia, Italia y España, refirmando su
interés por el paisaje que en este caso se traslada de las playas a las urbes.
Almería en 1990 y Alicante 10 años más tare recibieron sus exposiciones con gran éxito.
Siempre ávido de nuevos escenarios, incansable viajero en busca de nuevos rincones que pintar. En
la actualidad se encuentra trabajando sobre su nueva exposición a la que incorporará capillas y paisajes
serranos.
COMENTARIOS
“Balbino Alonso, demuestra a través de sus cuadros que pertenece a la gama de pintores de los que
se puede decir que no es pintor porque pinta, sino que pinta porque es pintor.
Juan Pedro Ismo.
Periódico La Capital de Rosario.
“En diciembre 2000 disfrutamos del placer de tener como invitado a Balbino Alonso en nuestra sala de
arte con una magnífica colección de temas florales que cautivaron a los alicantinos. 14 años después,
podemos volver a disfrutar de su arte, con una colección totalmente renovada, en la que el paisaje es el hilo
conductor.”
“Toda manifestación artística, es resultado de la conexión intrínseca entre los creadores de arte y su
contexto histórico”. “El arte hermana culturas”
En Balbino encontramos un claro ejemplo de esta realidad.
Imágenes
o Balbino Alonso Furni (Principal)
o Lienhard Anz (Invitado)
Editores
o Liliana Del Rosso Beltramone
o J.A. Chacón
Promotor
Casa de las América de Alicante
Copyright © 2015
All rights reserved.
Title ID: 5321379
ISBN-13: 978-1508509943