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Prueba 2

Nombres: Valentina Garrido, Milenka Ábrego


¿Con qué finalidad la experiencia educativa produce discriminación y categorización sobre los
cuerpos según raza y género?
Para empezar, es importante reconocer que las primeras experiencias sociales más allá del grupo familiar
suceden, por lo general, en las escuelas desde los primeros años de un individuo.
Estas experiencias, tanto negativas como positivas, comienzan a determinar su lugar y manera para estar
en sociedad. De esta manera es cómo se desarrolla la identidad, entendiéndola como la definición que se
nos entrega desde nuestro entorno para ser reconocidos en éste.
“¿Quién soy? Yo no soy mi nombre, mi nombre pertenece a quienes me llaman. Mi identidad me la dan los
otros pero yo no soy esa identidad, pues si tienen que dármela es porque yo, en mí misma, por mí misma, en
mi intimidad, no la tengo.” (Núria Pérez De Lara Ferré. Identidad, diferencia y diversidad: mantener viva la
pregunta. En .(292). Barcelona: Laertes)

Así, la identidad se desarrolla consciente o inconscientemente en la experiencia social, en la cual la


experiencia de la escuela es fundamental; ya que aquí es donde empezamos a tener recuerdo de las
clasificaciones mediante las cuales se nos ordena respecto de nuestros pares y personas con quienes nos
relacionamos en este ambiente; por ejemplo, niños y niñas, menores y mayores, estudiantes y profesores,
responsables e irresponsables, chilenos y extranjeros, etc. Estas categorizaciones son con las que
empezamos a entendernos y definirnos. Entonces cuando nos preguntamos ¿Quién soy?, la respuesta es
“Niño, niña, estudiante, chilena…”, es decir, nuestro rol social.
Si la escuela es una de las bases para la formación de miembros que se entienden en y para la sociedad,
esta es la que define, por sus prácticas, la jerarquía de los roles sociales y por tanto la jerarquía entre tipos
de persona, excluyendo por lo demás, a quiénes no puedan ser categorizadas y que por tanto no son
reconocidas socialmente.
“Sin embargo, sus palabras me hacen pensar a mí en algunos de ellos y sobre todo, quizás sus palabras me
hagan ver que acaso sea esta su identidad si es que se puede llamar identidad al hecho de no estar ni en la
sociedad ni en la ensoñación” Identidad, diferencia y diversidad: mantener viva la pregunta. (Núria Pérez De
Lara Ferré. Identidad, diferencia y diversidad: mantener viva la pregunta. En .(298). Barcelona: Laertes)

Esta categorización se lleva a cabo principalmente en función de las características físicas de los cuerpos,
a los que se les atribuye una serie de otras características y funciones, conformando una especie de marco
que determinan cómo estos cuerpos viven su realidad. En este caso, las categorías que contemplamos son
las de género y raza, otorgados por características biológicas como genitales, color de piel, rasgos faciales,
y otras características como origen genético y geográfico.
Aquí es cuando se construyen estereotipos que determinan cómo es la manera correcta en que se debe
cumplir ese rol asignado a ciertos cuerpos, aunque incluso dejen de responder a la naturaleza de los
cuerpos, y pasen a responder más al ideario de ese rol. Se constituye así, una sola identidad para un grupo
de personas que cumplirían el mismo rol.
Teniendo en cuenta lo anterior, hay que decir también, que estos roles se construyen desde la perspectiva
de una sociedad económica, donde las personas se miden, se clasifican y se comprenden en función de su
rol y valor productivo. El rol social, por tanto, corresponde a un rol en el mercado laboral y sistema productivo,
cada categoría se asocia a algún lugar y funcionalidad de dicho sistema.
Así mismo es que hay roles más o menos valorizados en función de lo anterior, y por tanto, cuerpos más o
menos valorizados y por que por lo demás, se les exige cumplan con su rol asignado, no pudiendo desarrollar
características que no le corresponde, ni pudiendo faltar a características que se le demandan.
En el caso de las mujeres, desde la experiencia educativa, se les suele categorizar en áreas humanistas y
se propicia que desempeñen como agentes educativos y de cuidados a otros. Trayendo ejemplos desde
nuestra propia experiencia escolar, recordamos que al momento de que alguna persona necesitara ayuda
para aprender algo, sobre todo en áreas humanistas, los y las profesoras pedían a una mujer que cumpliera
esa tarea; o en caso de que hubiera algún enfermo o herido, se le pedía a alguna de sus compañeras que
lo acompañara a modo de pseudo enfermera.
Por otro lado, no se necesita que desarrollen otras capacidades que no se les atribuye a su rol de mujer.
Muchas veces se les excluye de las actividades o funciones que impliquen fuerza física o conocimientos
más científicos. Por ejemplo, la diferenciación existente en los ramos de educación física en donde se les
asignan tareas menores a las mujeres, ejercicios para mujeres, como flexiones para mujeres, como saltar la
cuerda y no jugar a la pelota. U otro ejemplo que escuchamos en donde una compañera comentaba que
quería participar de un Festival de Ciencia con otra compañera, a lo que su profesora se negó, diciéndole
que debía participar con un compañero para que le fuera mejor.
“Se da así una sexuación de la vulnerabilidad (…), en tanto se asigna un valor diferencial de sexo. El derecho
legítimo a la asistencia es de las mujeres y la vulnerabilidad masculina se subentiende como un incumplimiento
de sus responsabilidades masculinas (…).” (Carolina Rojas Lasch. (2014). Sexuación y subjetivación de las
prácticas de asistencia en Chile. En .(331))

Y como último ejemplo, hemos visto cómo a muchos haitianos se les ha negado el reconocimiento de sus
estudios universitarios, lo que puede deberse a que su rol en Chile corresponde a ser una mano de obra
barata, por lo que sus estudios no son necesarios, e incluso son inconvenientes.
¿Por qué, entonces, y para qué se perpetúan estas experiencias categorizantes y discriminatorias en el
sistema educativo? Pues, en Chile podemos apreciar que la educación tiene como finalidad la formación y
preparación para la inserción de miembros productivos y activos para la economía y el sistema productivo,
es decir, nos forman para roles laborales, productivos y económicos; y no para la formación integran y
desarrollo humano de cada persona. Esto lo podemos identificar en cuanto a la educación escolar tiene
como finalidad su aplicación en pruebas de medición que permiten o salir directamente con un conocimiento
específico para tener un lugar particular e inamovible en el mercado laboral o entrar a la educación superior
para aprender a ser un profesional de un área especifica, y posteriormente salir, de igual forma, al mercado
laboral estando mayor o menormente valorizado.
La categorización inamovible es la que sirve a un sistema productivo eficaz que adoptamos desde el
desarrollo de la Revolución Industrial, aplicando la producción en serie y por etapas, en donde las labores
son cortas, específicas; y de este modo se reducen gastos y márgenes de error o pérdidas, ya que se coarta
la posibilidad de desarrollo humano y por tanto su movilidad, y en consecuencia su posibilidad de aspirar a
otra forma de vivir su realidad.
Cabe entonces, cuestionar la categorización que ha determinado nuestra identidad y rol social desde las
experiencias educativas y sociales en general.
En lugar de eso, trabajo con mis alumnas para explorar el placer y el horror (quizá, incluso, la necesidad) de
las historias que nos contamos a nosotras mismas y a los demás, las historias que sobre nosotras mismas nos
han contado nuestras familias, amigas y conocidas (…) ¿Cuáles son los silencios, aquello que no se dice en
esta narrativa particular del sí misma? ¿Cómo podemos pasar de ver estas historias como la verdad sobre
nosotras mismas, a verlas como datos de un prolongado examen personal, político y teórico de nuestras
complejas experiencias sobre la educación? (Mimi Orner. Narrativas escolares; educación, dominación y
subjetividad femenina. En .(286))

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