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las catacumbas. Estas eran un lugar de enterramiento las cuales fueron decoradas con
pinturas que plasman relatos bíblicos. Un ejemplo que Ernest Gombrich presenta es la de
los TRES HOMBRES EN EL HORNO DE FUEGO ARDIENTE, pintura realizada en el siglo
III en una catacumba romana. Dicha representación según el autor nombrado corresponde
a representar un pasaje de la biblia, Daniel 3, donde tres jóvenes administradores del Rey
Nabucodonosor son negados a postrarse delante de una estatua de oro y como castigo son
echados al horno de fuego. La importancia de esta pintura, no radica en su técnica ya que
el mismo Gombrich plantea que este no era el centro de interés del pintor, sino de la carga
simbólica que esta presenta sustentando que todo aquello que no tenía significación era
descartado. El desenlace de la historia de Daniel y sus amigos, se resuelve según el relato
bíblico, cuando Dios manda un ángel a librar a sus siervos. Ante esta situación podemos
hacer un análisis de la concepción de la muerte para esta época o mejor dicho esta fe. La
idea de que un ángel lo libró nos da a entender que la muerte es una instancia que el
cristiano teme pasar, pero a la vez prefiere enfrentarse a esta antes que desobedecer con
los mandatos divinos. Enfrentar la muerte por causa de los principios cristianos es
concebida por el hombre como una prueba de fé, donde el hombre puede confiar en la
bondad de Dios para librarlo de esa situación a atravesar ese proceso para posteriormente
obtener la salvación de su alma. En palabras de Gombrich podemos observar que cuando
describe los objetivos del autor de realizar esta obra plantea que este pretendía que
inspiraran fortaleza y salvación. El arte cristiano en sus comienzos según el autor René
Huyghe se distingue por una desnudez y una intensidad espiritual, por una ausencia de afán
por los efectos exteriores.
Para analizar el sentido de la muerte en esta época es necesario también saber la
concepción que se tenía del propio cuerpo. Según René Huyghe lo que componía el mundo
físico debía subsistir para ser testigo visual de las realidades espirituales, pero a la vez es el
mismo cuerpo que se le opone al alma; por esta razón es que podemos justificar o asociar
la preferencia del hombre al optar por la muerte antes de desobedecer los principios
cristianos, debido a que si perdían el cuerpo el alma salía ganando. También es necesario
tener presente las leyes morales establecidas, todas ellas condicionadas por la religión,
donde la paz del alma se obtenía a través de la obediencia al Dios Supremo y de buenas
acciones, las cuales en conjunto benefician o perjudican a la persona en el juicio final.
El simbolismo que anteriormente hablamos es una característica esencial para el arte
cristiano. Autores plantean que desde el siglo III se construyó un sistema de iconografía
religiosa el cual toma aportes del arte romano y también el oriental. Los animales en esta
etapa entran dentro del mundo simbólico cristiano. Un ejemplo, el cual se puede divisar en
la pintura de los tres muchachos, es el de la paloma (acordarse que representa la presencia
o la acción del espiritu santo). Esta ave figura en escenas de bautismo y frescos funerarios.
Mencionado el bautismo, podemos asociarlo también con la concepción de la muerte. En el
libro Lo Sagrado y lo Profano se establece que en este acto el hombre viejo muere por
inmersión en el agua y da nacimiento a uno nuevo regenerado. La pintura del Arca de Noé
también representa algo similar donde Noé se enfrenta con el Mar de la Muerte en el cual la
humanidad había sido aniquilada al desobedecer los mandatos de Dios, al culminar el
diluvio Noé sale con brazos alzados hacia el cielo en señal de agradecimiento. (no puedo
acordarme en cual lo leí, pero también la balsa de noe pod+ia representar a la comunidad
cristiana o Iglesia, en tanto permite la salvación actuando bajo el mandato divino)
IMÁGENES CON BREVES DESCRIPCIONES
Ejemplo en el románico: En el siglo XII la escena cambia. En los tímpanos esculpidos de las
iglesias románicas en Beaulieu o Conques, la gloria de Cristo, inspirada en la visión del
apocalipsis, domina todavía. Pero debajo aparece una nueva iconografía, inspirada en
Mateo: la resurrección de los muertos, la separación de los justos y los condenados; el
Juicio, el pasaje de las almas por el arcángel San Miguel.
Tímpano de
la portada sur de la Iglesia Abacial de Saint-Pierre de Beaulieu
En el siglo XIII (todavía en el románico), las placas con simple inscripción se vuelven cada
vez más numerosas, por lo menos, en las ciudades en las que los artesanos se esforzaban
por salir del anonimato y conservar su identidad después de la muerte. No obstante, esas
placas sepulcrales no constituían el único medio, ni quizá el mas extendido, de perpetuar el
recuerdo. Los difuntos preveían en su testamento servicios religiosos perpetuos para la
salvación de su alma.
Desde el siglo XIII y hasta el XVII (creo que abarca el gótico y también el renacimiento), los
testadores -en vida- o sus herederos hicieron grabar sobre una placa de piedra o de cobre
los términos de la donación y las obligaciones del cura de la parroquia. Esas placas de
fundación eran al menos tan significativas como las de “Aquí yace”. Ambas eran a veces
combinadas; otras veces en cambio, la placa de fundación era suficiente y no estaba la de
“aquí yace”. Lo que importaba era el recuerdo de la identidad del difunto y no el
reconocimiento del lugar exacto del depósito del cuerpo.
NO PUDE ENCONTRAR LA IMAGEN: En Toulouse, en el claustro de la iglesia de los
jacobinos, se puede ver: tumba de X, maestro tonelero y familia.
El estudio de las tumbas confirma, así pues, lo que nos han enseñado los Juicios Finales,
las artes moriendi, los temas macabros: a partir del siglo XI se estableció una relación antes
desconocida, entre la muerte de cada cual y la conciencia que tomaba de su individualidad.
Se admite hoy en dia que entre el año mil y el siglo XIII (gótico) “Se verificó una mutación
histórica muy importante”, tal como dice un medievalista contemporáneo, M. Pacault: “la
manera en que los hombres aplicaron su reflexión a aquello que los rodeaba y les concierne
se transformó profundamente en tanto que los mecanismos mentales -las maneras de
razonar, de aprehender las realidades concretas o abstractas y de concebir las ideas-
evolucionan radicalmente”.
Captamos ahora dicho cambio en el espejo de la muerte: Speculum mortis, podríamos decir
a la manera de los autores de aquel tiempo. En el espejo de su propia muerte cada hombre
redescubrir el secreto de su individualidad. Y esa relación, que la Antigüedad grecorromana
y, más en particular, el epicureísmo, habían entrevisto y que se había perdido después, no
ha cesado desde entonces de impresionar a nuestra civilización occidental. El hombre de
las sociedades tradicionales, que era el de la primera Edad Media, pero que era también el
de las culturas populares y orales, se resignaba sin demasiada dificultad a la idea de que
somos todos mortales. Desde a mediados de la Edad Media, el hombre occidental rico,
poderoso o letrado, se reconoce a sí mismo en su muerte: ha descubierto la propia muerte.
Hemos ilustrado dos actitudes frente a la muerte. La primera, que es a la vez la más
antigua, la más larga y la más común, consiste en la resignación familiar frente al destino
colectivo de la especie y puede resumirse en esta fórmula: El moriemur , moriremos todos.
La segunda que aparece en el s. XII, revela la importancia reconocida durante todo el
transcurso de los tiempos modernos a la propia existencia y puede traducirse por esta otra
fórmula: la propia muerte.
A partir del siglo XVIII, el hombre de las sociedades occidentales tiende a dar a la muerte un
sentido nuevo. La exalta, la dramatiza, la quiere impresionante y acaparadora. Pero, al
mismo tiempo, se ocupa ya menos de su propia muerte: la muerte romántica, retórica, es,
en primer lugar, la muerte del otro; el otro, cuya añoranza y recuerdo inspiran, en el s. XIX y
en el XX, el nuevo culto a las tumbas y a los cementerios.
A partir del siglo XVI, y aun a finales del XV, vemos cargarse de un sentido erótico los temas
de la muerte. Así en las danzas macabras más antiguas, la muerte apenas si tocaba al vivo
para advertirlo y designarlo. En la nueva iconografía del siglo XVI, lo viola. Del siglo XVI al
XVIII, innumerables escenas o motivos, en el arte y en la literatura, asocia la muerte al
amor.
danzas macabras, danza de la muerte.
[ESCULTURA]:
Tumba de Henry Chichele,
Arzobispo de Canterbury.
(1424-26)
Piedra policromada
Catedral de Canterbury.