CAPÍTULO I

§ 1 Roque
Roque es un hombre de edad madura, con una sólida formación cientı́fica
centrada en torno a las ideas de la mecánica newtoniana. Es cartesiano y
metafı́sico. En el terreno matemático conoce ampliamente el “Calculus” y
sus conocimientos entran de lleno en el cálculo de variaciones. Para él, las
ideas variacionales aplicadas a la mecánica representan una de las cumbres
del conocimiento humano con pocos precedentes de semejante trascendencia
en la literatura cientı́fica. Como el mismo Roque dirı́a: el cálculo varia-
cional le permite a uno derivar la segunda Ley de Newton con una elegancia
sin parangón. Roque incluso ha leı́do que el cálculo de variaciones propor-
ciona un puente de enlace entre la mecánica newtoniana y la cuántica. Pero
esto para él son palabras mayores. Roque tendrı́a que sufrir tres o cuatro
reencarnaciones más para evolucionar hasta una comprensión de la mecánica
cuántica. Sin embargo, no debemos prejuzgar a este hombre, auténtico adalid
de Newton, capaz de resolver los más intrincados problemas de cinemática.
Sus conocimientos de álgebra no son muy grandes, álgebra lineal y tensores,
lo suficiente para integrar r-formas o calcular jacobianos. Nociones como el
concepto de grupo u otras zarandajas etéreas de los algebristas, no merecen
su atención en general. Domina la geometrı́a-euclı́dea de los espacios Rn y
se siente especialmente cómodo integrando sobre superficies de R3 como los
toros, o las cuádricas en general. Navega con gran soltura entre los teoremas
de Green-Riemann, de Stokes, o de la divergencia de Gauss.

Entre las cosas con las que Roque no simpatiza se encuentra el electro-
magnetismo. Ni siquiera él mismo acierta a saber la razón de esta antipatı́a.
Lo cierto es que desde muy joven sintió repulsión hacia esta parte de la fı́sica.
Su manı́a hacia el efecto fotoeléctrico le hacer sentir un cierto rechazo a los

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 dispositivos basados en esta idea. Por ejemplo, le produce una ligera mo-
lestia darse cuenta (demasiado tarde por lo general) de que ha interceptado
el chorro de fotones que incide sobre una célula fotoeléctrica en la entrada
a un ascensor. Otra de las fobias de Roque son las llamadas geometrı́as
no-euclı́deas. De joven aceptó a regañadientes la necesidad de la geometrı́a
esférica por aquello de la navegación. Pero ¡pare usted de contar! Las otras
geometrı́as no euclı́deas son rechazadas de pleno por nuestro selectivo amigo.
Naturalmente, el concepto de variedad diferenciable en su sentido amplio es
otro de los conceptos anatemizados en la religión cientı́fica de Roque. ¡Y qué
decir de la topologı́a! Sólo la de Rn se salva de la quema. Y no toda.
Cuando muy joven, Roque era capaz de pasarse toda una tarde calcu-
lando la velocidad con la que unos tacos de madera llegaban al final de un
plano inclinado. Después enganchaba el taco con un hilo a otro taco que
colgaba por el lado opuesto, y calculaba velocidades en situaciones cada vez
más y más complicadas. También le gustaba medir la longitud de las marcas
dejadas en el pavimento por los frenazos de los vehı́culos que habı́an sufrido
accidentes. Ası́ llegaba a conclusiones sobre la velocidad inicial del vehı́culo
antes de empezar la frenada. En fin, nuestro querido Roque, como se habrá
adivinado, es la viva personificación de la fı́sica newtoniana. La simple idea
de pensar en la naturaleza ondulatoria de la materia le pone enfermo, pero a
pesar de sus muchas fobias, siente el impulso de aprender, y tiene la curiosi-
dad propia del cientı́fico. Por eso, nuestro muy respetable Roque, es uno de
los personajes que protagonizan este breve ensayo sobre las motivaciones de
la teorı́a de la relatividad especial. No se debe olvidar además que cuando
joven, Roque era un galán muy apreciado en los cı́rculos cientı́ficos, y todo el
mundo se descubrı́a ante la belleza y profundidad de sus ideas. Incluso hoy
dı́a conservaba gran parte de su encanto y resolvı́a con toda competencia los
problemas para los que otras consideraciones de tipo relativista o mecánico-
cuántico apenas ejercen su influencia.