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Epistemología ambiental
Karina Giomi
Introducción
16 De Sousa Santos y Meneses (2014) buscan agrupar las epistemologías alternativas bajo la expre-
sión “epistemologías del Sur”, principalmente el “sur simbólico”, es decir, saberes tradicionalmente
invisibilizados, (campesinos, indígenas, mujeres, minorías étnicas, “periferias” de los países domi-
nantes, entre otros) por la hegemonía epistemológica y la “injusticia cognitiva” de diferentes formas
de dominación colonial y capitalista.
17 “La ciencia moderna no fue, en los dos últimos siglos, ni un mal incondicional ni un bien incon-
dicional. Es una actividad diversa internamente, lo que le permite intervenciones contradictorias en
la sociedad. Y la verdad es que muchas veces fue –y continúa siendo– apropiada por grupos sociales
subalternos y oprimidos para legitimar sus causas y fortalecer sus luchas” (de Sousa Santos y Meneses,
2014: 32).
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19 Cabe aclarar que Leff (2009) diferencia entre “ecologismo” (asociado al discurso del desarrollo
sostenible) y “ambientalismo” (discurso del desarrollo sustentable).
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24 Toda situación social involucra un juego inmanente de prácticas. Los conceptos para la teoriza-
ción, siguiendo una crítica al racionalismo moderno, no se obtienen desde abstracciones a priori, sino
que adquieren consistencia en un conjunto específico de prácticas, es decir, el sentido de un término
es situacional (Campagno y Lewkowicz, 2007).
25 Leff (2009) reconoce la importancia de generar una cultura política emancipatoria desde los
“márgenes” de la cultura eurocéntrica, y ve en la racionalidad ambiental, basada en las raíces ecoló-
gicas y culturales de nuestros territorios, una mirada original, o un pensamiento específicamente
latinoamericano, que habilitaría la posibilidad de pensar la transformación social desde perspectivas
no eurocéntricas.
EPISTEMOLOGÍA AMBIENTAL || 71
b) Poder-Saber
La EpA implica introducir el poder en el saber, por eso Leff (2006)
sostiene que la EpA es una “epistemología política” que remarca que las
prácticas de conocimiento, en general, y científicas, en particular, no son
neutrales. El conocimiento como práctica social hace hincapié en que los
fundamentos de los saberes son construcciones históricas que están atra-
vesadas por relaciones de poder. El discurso científico se rige por reglas
propias de validación; sin embargo, dado que carece de fundamentos ab-
solutos, no constituye el criterio último de legitimación de los saberes
(aunque se haya impuesto como hegemónico principalmente a través de
sus instituciones). Existen otros saberes, ligados a otras prácticas sociales,
cada uno con reglas propias de validación. De acuerdo con eso, la interdis-
ciplinariedad desde la epistemología ambiental requiere de un “diálogo de
saberes”. La EpA entiende el conocimiento como práctica social27 y por
ello no puede reducirse a una teoría científica –aunque integre el saber de
las ciencias–, sino que debe ser pensada como una “formación discursiva”
(formación histórico-cultural) que tiene efectos de mundo y subjetividad.
La EpA se apoya en el discurso de la “sustentabilidad” socioambiental
entendida como formación discursiva. Se insiste en que no es una teoría a
priori, abstracta, a contrastar o a aplicar, sino que es “praxis” o un “trayec-
to” (Leff, 2006) en el sentido de que “a través del abordaje de diferentes
temas y problemas, el discurso de la sustentabilidad va construyendo el
andamiaje, bordando el tejido y configurando el sentido mismo que lo
sostiene” (Leff, 2008: 17). El discurso de la sustentabilidad no tiene un
fundamento en las teorías científicas y sus métodos, sino en formaciones
discursivas que son soporte de posiciones subjetivas, es decir, que consti-
tuyen los “mundos de la vida” en los que dialogan los saberes:
(…) que se inscriben en la resignificación del mundo, que conducen al repo-
sicionamiento del ser en el mundo, a la reinvención de las identidades perso-
nales y colectivas (…) nuevos sentidos teóricos y nuevas formas de ser en el
mundo (…) profecías realizables de un mundo sustentable. (Leff, 2008: 19)28
27 Escobar (1994) sostiene que el análisis de modelos de desarrollo no puede limitarse a un debate
teórico abstracto sino que los mismos deben estudiarse desde las prácticas que implican y para ello
propone los ejes foucaultianos de análisis de las prácticas: saber, poder, ética.
28 Con este gesto Leff se opone a las estrategias discursivas del desarrollo “sostenible” (ligado al creci-
miento económico), en tanto para el autor, este discurso ha estado cooptado por el interés económico
y el poder, es un discurso “(…) inserto en los mecanismos de mercado y los engranajes de la tecnología
(…)” (Leff, 2008: 18).
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c) Diálogo de saberes
Leff (2009) propone un “diálogo” entre saberes y se opone a la posi-
bilidad de traducción ya que considera que esa idea supone un intento de
reunificación totalizadora de los saberes. Para este autor, el diálogo:
(…) abre una política de la convivencia de diversidades, donde no hay tra-
ducción posible” y aclara que puede haber “encuentros, sintonías, empatías y
solidaridades –incluso interpretaciones recíprocas e hibridaciones culturales–
en la diversidad y la diferencia (…). (Leff, 2009: 102)
d) Territorio
La EpA propone una intrínseca relación entre conocimiento y terri-
torio.29 Leff (2009) plantea que el pensamiento ambiental latinoamerica-
no se va configurando en un repensar el mundo desde las raíces ecológicas
y culturales de los territorios:
Es desde la radicalidad epistemológica del concepto de ambiente, que nace de
la crisis ambiental como punto límite de la racionalidad dominante, de donde
surge un saber ambiental emancipador, arraigado en los potenciales ecológi-
cos y la creatividad cultural de los territorios del Sur. (2009)
30 Para ampliar la problematización sobre los procesos de apropiación del territorio y las identidades,
remitimos a Giménez (2001: 483-512).
31 Por ejemplo, Escobar (2005) desarticula el concepto moderno de desarrollo en tanto discurso de
poder a través de estudios que muestran respecto al vínculo entre desarrollo y cultura, entre otras crí-
ticas, una no relación entre crecimiento macroeconómico y aumento de libertades, equidad de género
o derechos humanos.
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Justicia ambiental
justicia ambiental implica que “las materias inscriben una geografía des-
igual de las ganancias y de los desechos” (2006: 137). En contraposición,
la noción de justicia ambiental se plantea como “el derecho a un ambiente
seguro, sano y productivo para todos” y reclama que “tal derecho puede
ser libremente ejercido, preservando, respetando y realizando plenamente
las identidades individuales y de grupo, la dignidad y la autonomía de las
comunidades” (Acselrad, 2004b: 16, en Svampa y Viale, 2014: 29).
Educación Ambiental
Consideraciones finales
Bibliografía general